Revista Andes, Antropología e Historia

Vol. 2, Nº 30, Julio-Diciembre 2019

  

Esta obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC    https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676

 

 

SOCIABILIDAD, IDENTIDAD Y POLÍTICA.los fascistas Y LA NOCIÓN DE ÍTALO-ARGENTINIDADCOMO GENERADORA DE vínculos AL EXTERIOR DE LA COLECTIVIDAD ITALIANA

(BAHÍA BLANCA, 1930-1936)

 

 

SOCIABILITY, IDENTITY AND POLITICS. FASCISM AND THE IDEA OF italo-argentineness AS A TOOL TO CREATE RELATIONSHIPS OUTSIDE THE ITALIAN COMMUNITY (BAHÍA BLANCA, 1930-1936)

 

 

Bruno Gerardo Cimatti

CONICET

Centro de Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg”

Departamento de Humanidades

 Universidad Nacional del Sur

Bahía Blanca-Argentina

bgcimatti@gmail.com

 

 

Fecha de ingreso: 24/05/2018

Fecha de aceptación: 03/12/2018

 

 

Resumen

            El artículo busca indagar acerca de los usos hechos por los fascistas bahienses de la noción de ítalo-argentinidad de cara a la sociedad local para generar vínculos y redes sociales al exterior de la colectividad italiana. Así entendida, la noción aludida permite demostrar la capitalización de la visibilidad y el prestigio en términos individuales por parte de los sectores dirigentes de la colectividad vinculados al fascismo.

            Mediante el análisis de la prensa local y de los archivos de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca, se reconstruyen los modos en que la idea de la ítalo-argentinidad operó cultural y políticamente desde la fundación del Instituto Ítalo-Argentino de Cultura, en abril de 1930, hasta el fin de la Segunda Guerra Ítalo-Etíope y la consiguiente declaración del Imperio Italiano, en mayo de 1936.

            En síntesis, el estudio realizado parte de un caso local para observar los mecanismos del uso instrumental y selectivo de la política del país de origen en la sociedad receptora como elemento para la construcción de capital simbólico en el marco de esta última, lo que consideramos que puede otorgar renovada complejidad a la historia política de la inmigración en general, y a la del fascismo ítalo-argentino en particular.

 

Palabras Claves: Fascismo – Ítalo-argentinidad – Sociabilidad – Cultura política

 

 

Abstract

            This article looks forward to inquire into the use that local fascists made of the notion of Italian-Argentineness with regard to Bahía Blanca’s society in order to generate social nets and bonds outside the local Italian community. With that understanding, the previously mentioned notion allows us to demonstrate the capitalization of visibility and prestige in individual terms by the collectivity’s leading sectors related to fascism.

            By the analysis of local press and the Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca’s files, we reconstruct the ways in which the idea of Italian-Argentineness operated cultural and politically from the foundation of the Instituto Ítalo-Argentino de Cultura, on April 1930, to the end of the Second Italian-Ethiopian War and the resulting declaration of the Italian Empire, on May 1936.

            To sum up, this study departs from a local case to observe the mechanisms of the instrumental and selective use of the homeland’s politics in the host society as an element for the construction of symbolic capital within the latter, which we consider can give a renew complexity to political History of immigration, as well as that of Italian-Argentinian fascism in particular.

 

Key words: Fascism – Italian-Argentineness – Sociability – Political culture

 

 

Introducción

 

El fuerte contingente italiano de la República Argentina ha podido y debido llevar algo de la italianidad eterna a la argentinidad, pero habrá de llevarlo en argentino. En argentino, tanto en lengua como en espíritu.

Miguel de Unamuno, “Sobre la argentinidad”, La Nación, 11 de marzo de 1910[1].

 

¿Puede una configuración identitaria ser utilizada como un elemento nodal en el armado de redes de sociabilidad política? Buscando dar respuesta a tal interrogante, en el presente artículo, analizamos el uso que los sectores fascistas de la colectividad italiana de Bahía Blanca[2] hicieron de la noción de ítalo-argentinidad para constituir redes y vínculos al exterior de la misma. En particular, intentamos registrar qué implicancias tuvo esa idea en relación con la construcción de formas de sociabilidad que pudieran luego capitalizarse políticamente en apoyo para Italia en el plano internacional. A su vez, indagamos sobre qué papel jugaron los intereses concretos de los fascistas bahienses en la utilización del concepto aludido[3].

El trabajo que presentamos, que forma parte de nuestra investigación doctoral en curso, se basa en la hipótesis de que el fascismo italiano fue objeto de una utilización instrumental selectiva por parte de los sectores dirigentes de la colectividad italiana bahiense a fin de capitalizar individualmente la visibilidad y el prestigio, lo que permitió que los individuos que profesaron dicha simpatía política se valieron de la misma para alcanzar y/o mantener posiciones sociales de poder y prestigio. Creemos que esta idea, sobre la que volveremos en las consideraciones finales del artículo, abre a los estudios sobre la relación entre sociabilidad, identidad étnica-nacional y política, vinculados a la inmigración (en este caso italiana) en la Argentina, un nuevo y prometedor horizonte de análisis.

El marco temporal propuesto se inicia con las primeras manifestaciones locales a gran escala del concepto de ítalo-argentinidad, en ocasión de la fundación del Instituto Ítalo-Argentino de Cultura (en adelante IIAC) a comienzos de 1930[4], y finaliza con la guerra de conquista que Italia libró en Etiopía entre 1935 y 1936, proceso en el cual el concepto fue cobrando relevancia hasta ser clave durante las repercusiones de contienda bélica en la ciudad. En esa ocasión, la evocación de la idea ítalo-argentinidad fue el eje de las actividades desarrolladas desde el fascismo para apoyar al gobierno de Mussolini durante y después del conflicto.

A partir de fuentes periodísticas locales disponibles en la hemeroteca de la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca y de documentación interna de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca, rastrearemos el alcance del discurso que se dirigió a la población argentina, exaltando la herencia común que la ligaba cultural y hasta étnicamente con Italia. A su vez, resaltaremos los vínculos que la idea aludida contribuyó a tender con sectores dirigentes de la política y la sociedad bahienses, afianzando la posición del fascismo en la esfera pública de la ciudad.

Estructuramos nuestro trabajo en tres segmentos principales. El primero procurará reflexionar sobre el propio concepto de ítalo-argentinidad, intentando delinear los alcances que éste tuvo en la Argentina de la primera mitad de los años ’30, como conjunción entre las nociones de italianidad y argentinidad. Posteriormente, realizaremos una breve síntesis del desarrollo de la disputa entre fascismo y antifascismo en Bahía Blanca, a fin de contextualizar nuestro análisis. En tercer lugar, analizaremos qué resultados tuvo en la práctica el uso de esta noción por parte de los sectores fascistas para ampliar sus vínculos en la sociedad bahiense, tornándose así en una herramienta clave en la construcción de espacios y redes de sociabilidad.

Los estudios sobre la sociabilidad política se revelan de gran utilidad para el análisis del fascismo italiano en Bahía Blanca, en buena medida por las características que adoptó el accionar de los sectores de la comunidad de ese origen que adoptaron abiertamente el fascismo[5]. El hecho de que mayormente se tratara de individuos de posición social desahogada y de una trayectoria prestigiosa en el entramado asociacionista de la colectividad previa a la existencia misma del fascismo tuvo como resultado el hecho de que, a diferencia de lo acontecido en otros países[6], las formas sociales adoptadas para la difusión del fascismo entre sus connacionales fueran aquellas que sus mismos actores frecuentaban, esto es, banquetes, conferencias y festivales teatrales, entre otras actividades[7]. En este sentido, vale la pena recuperar las afirmaciones realizadas por Andrés Bisso para el caso del antifascismo argentino, quien afirma que la vinculación entre política y sociabilidad se realiza a partir de formas sociales ampliamente difundidas en cada época[8], por lo que la relación entre ambos elementos se dio tanto por el rol que la política jugaba en la cotidianeidad social, como por la influencia que las prácticas de sociabilidad tuvieron sobre los mecanismos de transmisión de ideas y movilización política[9].

De este modo, los fascistas bahienses articularon su acción política en el seno de la comunidad italiana local a partir de las prácticas sociales mencionadas. Como veremos, la noción de ítalo-argentinidad significó una herramienta de importancia que les permitió ampliar sus vínculos y relaciones al vincularse con sectores ajenos a la colectividad, al abandonar su vinculación unívoca a lo italiano a partir de la incorporación de lo argentino. En este punto es preciso reflexionar sobre los conceptos de italianidad y argentinidad, de importante vigencia en la época que nos interesa, así como del significado que tuvo su articulación en el período para los distintos actores involucrados.

 

Algunas reflexiones sobre el concepto de ítalo-argentinidad

 

Cuando el filósofo español Miguel de Unamuno publicó el breve artículo del que extrajimos el epígrafe de este trabajo, que operó “como iniciador del discurso sobre la argentinidad dentro del campo intelectual argentino[10], hizo referencia al uso extendido de la voz italianità entre los italianos[11]. En una reflexión historiográfica sobre el concepto de italianidad para su aplicación a la filología italiana, Aurora Conde Muñoz establece que la misma fue construida desde una perspectiva cultural, como resultado de que fue el campo de la cultura aquél en el que Italia ha sido destacada, ocultando a su vez otros elementos característicos de la historia de la península tales como las continuas guerras y la fragmentación política y económica[12]. De esta manera, la idea de italianidad se asoció más bien “con la inteligencia pragmática, la elegancia, la delicadeza, la sensibilidad, la creatividad[13].

Así, como veremos, la italianidad fue concebida fundamentalmente desde una perspectiva cultural, en tanto permitió oponer a la tardía organización de un Estado unificado y al aislamiento geopolítico en relación con el desarrollo económico europeo durante la Modernidad “una centralidad innegable (…) desde la perspectiva cultural[14]. En este sentido, según la autora, el período más simbólico y característico de la italianidad habría sido el Renacimiento, época en la que la fragmentada península itálica floreció en distintos campos de la cultura. En el parecer de Conde Muñoz, ese hecho es puramente arbitrario, ya que “los elementos de la «italianidad» rastreables en el período son los mismos que la Edad Media ha ido ofreciendo[15], cuyo denominador común es la variedad cultural.

En resumen, el concepto de italianidad fue construido con el objetivo de reivindicar los elementos más positivos de la historia italiana para favorecer la constitución de la identidad nacional en tiempos del Risorgimento, seleccionando los mejores productos de Italia para transmitirlos a través de canales culturales. En tal sentido, Francesco Mineccia recupera la función política de la cultura en tiempos de la Italia liberal, en tanto fue considerada como el instrumento predilecto para forjar la italianidad, esto es, el sentimiento de identidad nacional de los italianos[16]. Puede encontrarse en esta construcción un antecedente del posterior afán del fascismo de consolidar la unión espiritual de los italianos. En efecto, Emilio Gentile sostiene que fue luego de la unificación italiana que comenzó la necesidad de lograr la “unidad moral e ideal de las masas[17] como corolario de la unidad política. Se buscaba de este modo “transformar a las poblaciones divididas políticamente desde la caída del Imperio romano (…) en un pueblo de ciudadanos libres, educándolo en la fe y el culto a la ‘religión de la patria’[18]. Desde esta perspectiva, la italianidad pasó a ser considerada como un sentimiento de identidad patriótica o de conciencia nacional, el cual se buscó preservar en los emigrados tanto durante el período liberal como durante el ventennio fascista[19].

Por su parte, la argentinidad había sido definida por su ideólogo original como “aquellas cualidades espirituales, (…) aquella fisonomía moral –mental, ética, estética y religiosa– que hace al (…) argentino argentino[20]. El desarrollo del concepto, que el autor español consideraba necesario fomentar en el marco de su amplio interés por la América hispana[21], debe entenderse en el entrecruzamiento entre el fenómeno de la inmigración masiva y las celebraciones por el Centenario en 1910, “a partir de los cuales se produce una profunda reestructuración de las condiciones de dominación previamente existentes en la Argentina[22].

En su análisis sobre el concepto de argentinidad, Luis García Fanlo historiza la noción en tres momentos: el primero marcado por el cambio de siglo en el cual, desde la sociología positivista, se fundamentaron políticas estatales construyendo una argentinidad entendida como un instrumento para gobernar; el segundo, surgido desde la década del ’20, marcado por una noción de argentinidad de tipo esencialista y fundamentalmente xenófoba y nacionalista; finalmente, en las décadas del ’60 y el ’70, la sociología argentina estructural funcionalista definió al ser argentino a partir de los estilos de vida de la personalidad básica argentina[23]. A partir del análisis realizado por el autor podemos considerar que, en el período que nos interesa, la argentinidad era concebida en una forma nacionalista, tendiente a estigmatizar a la inmigración en tanto esta habría

 

degradado el tipo argentino originario [trayendo] consigo el odio de clase, la deformación lingüística, la estigmatización de lo español y la religión católica, y el cuestionamiento de las jerarquías sociales, los valores, costumbres, y sentimientos del alma o espíritu nacional[24].

 

En efecto, si bien la situación de los inmigrantes italianos en la Argentina era más benigna en términos generales que aquella de sus compatriotas que, por ejemplo, habitaban en los Estados Unidos, sí se produjeron ciertos conflictos en relación con la colectividad y su incorporación al Estado argentino. De este modo, Ema Cibotti establece que la italianidad sirvió para “cohesionar a los connacionales a través de la comunidad de lengua, usos, tradiciones y costumbres[25] en oposición a la idea de un crisol de razas que eliminara todo tipo de particularidades étnicas. En su análisis de la participación política de los inmigrantes italianos en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, la autora hace hincapié en la hostilidad que la élite argentina mantuvo frente a la inmigración, concebida a modo de amenaza. Así, “la élite dirigente en pleno proceso de argentinización sólo se reconocía en las raíces hispanas[26], lo que motivó en lo sucesivo el intento por parte de miembros de la colectividad italiana de reivindicar el papel que sus connacionales habían tenido en la edificación del país. En este sentido, podemos entender que el modelo de argentinidad vigente en la época abordada tendía a entenderse en clave nacionalista, con un fuerte tono reivindicativo de lo argentino frente a lo extranjero (que obviamente incluía a lo italiano).

Los que nos interesa por lo tanto, en lo que respecta al caso bahiense, es reconocer en qué consistió la italianidad que, en cada uno de los dos momentos analizados, se combinó con la noción de argentinidad. Como veremos, si en el primer caso se trató de aquella concepción tradicional de italianidad que desarrolla Conde Muñoz, vinculada fundamentalmente a la cultura y al arte, en el caso de la conquista de Etiopía se presentará de un modo distinto, en un proceso que se relaciona con el intento de Mussolini de convertir a Italia en una potencia imperialista.

Por último, y antes de abocarnos al estudio que nos hemos propuesto, es preciso aclarar el modo en que concebiremos el concepto de ítalo-argentinidad a lo largo del trabajo. Lejos de asumir posturas esencialistas, coincidimos con la posición de García Fanlo, que problematiza el concepto de argentinidad a partir del análisis de qué objetivos tuvo su creación. En su opinión, “la argentinidad fue inventada no para reflejar a los argentinos tal como éramos o somos, sino para mostrarnos que nunca llegábamos a ser lo que debíamos ser”, invención a partir de la cual se constituyeron “un conjunto de saberes para corregirnos, para que dejemos de ser lo que éramos (y somos) y nos convirtiéramos (…) en otra cosa[27]. Lo que extraemos para nuestro análisis es el carácter construido e instrumental que el autor identifica para el concepto. En efecto, como vimos, también la idea de italianidad había sido construida con una finalidad, esto es, la posibilidad de construir una identidad nacional destacando los aspectos positivos (culturales) que permitieran superar la fragmentación política que históricamente caracterizó a la península. En este sentido, Eduardo Míguez ha enfatizado esta característica de la noción de italianidad al definirla como una etnicidad inventada por los núcleos dirigentes de la colectividad italiana para construir una identidad homogénea que incluyera y subsumiera las identidades regionales que traían consigo los inmigrantes, a fin de consolidar sus bases de poder personal[28].

De igual modo, creemos que es posible preguntarse, para el caso de la ítalo-argentinidad, cuál fue la finalidad de su construcción y, paralelamente, a quién benefició. Como veremos más adelante, consideramos que la noción de ítalo-argentinidad pudo haber sido una herramienta por parte de los sectores fascistas de la ciudad no para acrecentar la influencia del gobierno italiano en la colectividad italiana de Bahía Blanca sino para obtener un beneficio individual en lo relativo a su posición en la vida pública de la comunidad. Así, el estudio a que nos abocamos pretende pensar el accionar de los fascistas italianos en la Argentina no como meros transmisores de los planes ideados desde Roma sino como individuos que se valieron de las posibilidades que su adhesión al fascismo les brindó en lo personal.

 

Los orígenes de la disputa fascismo-antifascismo en Bahía Blanca

 

Resulta necesario, antes de proceder a nuestro análisis sobre los usos que desde el fascismo local se hizo de la noción de ítalo-argentinidad de cara a la sociedad bahiense, realizar una breve síntesis de los orígenes de la disputa entre fascistas y antifascistas en el seno de la colectividad italiana local[29]. En efecto, ciertos elementos del proceso nos brindarán elementos que nos permitirán abonar la idea de que el uso de la noción de ítalo-argentinidad respondió más a los intereses concretos de quienes la utilizaron que a los objetivos geopolíticos del gobierno italiano.

Las primeras manifestaciones de la lucha entre fascismo y antifascismo pueden encontrarse, para Bahía Blanca, en 1926, año en que fueron fundados, con un mes de diferencia, tanto el fascio “Giulio Giordani” como el Centro Antifascista “Giacomo Matteotti” que, en octubre de ese año, pasaría a formar parte del Frente Único Antifascista, constituido a partir de la adhesión de distintas entidades políticas, obreras, culturales de la ciudad[30].

En cuanto a los fascistas locales, es preciso señalar que varios de los primeros miembros del directorio del fascio poseían ya una importante trayectoria previa en el seno de la colectividad italiana, tanto por su actividad económica o profesional como por su labor institucional. Entre otros, puede mencionarse al cavaliere ufficiale Luis Godio, presidente honorario del fascio, propietario del importante Hotel D’Italia y del molino “La Sirena” (uno de los más grandes de la ciudad y la región), y presidente de la Sociedad Italia Unita en los períodos 1912-1913 (lo que lo convierte el primer presidente de la institución), 1914-1917 y 1924-1925; al cavaliere ufficiale Juan Antonio Canessa, presidente honorario del fascio, único importador y distribuidor de automóviles Ford en la región, miembro del Jurado de Honor de la Sociedad Italia Unita en el período 1924-1925 y socio benefactor de la misma; a Luis Salvadori, presidente honorario del fascio, destacado comerciante local y presidente de la Cámara Italiana de Comercio de Buenos Aires Sección Bahía Blanca; al cavaliere ufficiale Giorgio Foresti, vicecónsul de Italia en Bahía Blanca, y tesorero y vocal del fascio, y a Ubaldo Monacelli, vocal del fascio, reconocido artista plástico local y presidente de la entidad mutual italiana en los períodos 1917-1918 y 1919-1922, entre otros.

Debe destacarse que los fascistas bahienses no constituyeron un grupo que, ajeno a la vida comunitaria, se integró a la misma a través de su adhesión al fascismo sino que, por el contrario, se definieron como fascistas en tiempos en los que poseían un importante capital social al interior de la colectividad. De esta manera, puede pensarse que el uso realizado por los mismos de la noción de ítalo-argentinidad (profundamente ligada a la readaptación local que hicieron del fascismo) pudo estar enfocada a aumentar su prestigio y poder en la sociedad local al vincularlos más fluidamente con sectores de la sociedad bahiense ajenos a la propia colectividad.

Sin embargo, su adhesión al fascismo no fue gratuita, en tanto la denuncia realizada desde el antifascismo, y fundamentalmente desde las páginas del bisemanario socialista Nuevos Tiempos (órgano de prensa del Centro Socialista de Bahía Blanca), les valió en gran parte una dura derrota en las elecciones generales de la Sociedad Italia Unita de enero de 1927[31], que los dejó fuera de la conducción de la institución, al frente de la cual se hallaban desde su fundación en 1912. Con posterioridad, la entidad mutual sería gobernada por los antifascistas ligados al socialismo local hasta 1931, año en que comienza un período turbulento (y de dificultosa reconstrucción histórica) que finaliza con el fin de la Sociedad Italia Unita y la refundación, en diciembre de 1933, de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca por parte de los fascistas locales, hecho que consideramos como un triunfo sobre sus adversarios, que no volvieron a disputarles el liderazgo de la institución.

No es casual, en nuestra opinión, que la fundación del IIAC se encuentre inserta en el período en que la Sociedad Italia Unita se hallaba bajo dirección antifascista, ya que representó un claro ejemplo de la lucha institucional entre ambos bandos en pugna al interior de la colectividad, que buscaron disputar los espacios y las formas de sociabilidad de sus connacionales. Por su parte, los meses del conflicto ítalo-etíope se enmarcan en un período en que, una vez de vuelta en las posiciones que tradicionalmente habían ocupado, los sectores ligados al fascismo local buscaron reafirmar y consolidar la posición recientemente recuperada en la cúpula de la colectividad.

La sucinta síntesis realizada, cuyas problemáticas hemos desarrollado a lo largo de nuestra investigación, tiene por objetivo caracterizar los actores sociales que nos ocupan. En otras palabras, buscamos indagar sobre quiénes fueron los que utilizaron la noción de ítalo-argentinidad para ampliar y afianzar sus redes sociales y sus vínculos al exterior de la colectividad, tanto en tiempos en que ello era necesario en virtud de las disputas políticas intestinas como cuando debieron consolidar el triunfo obtenido sobre sus rivales. Como vimos, se trataba de individuos de la colectividad italiana que poseían, además de una posición socioeconómica desahogada, cierto grado de prestigio social, expresado en algunos casos en cargos nobiliarios, o en otros simplemente por la fama y el renombre local.

En resumen, creemos que el accionar de los fascistas locales adquiere mucha más relevancia e interés si no se los piensa como meras correas de transmisión de los planes del gobierno romano para controlar el entramado asociativo de la colectividad italiana de Bahía Blanca y, en cambio, se los considera como actores que, persiguiendo sus propios intereses, hicieron un uso creativo de la ideología y el discurso fascistas, generando estrategias propias vinculadas a sus realidades concretas.

           

La noción de ítalo-argentinidad y la sociedad bahiense. Entre la vinculación cultural y la expansión imperial

 

Como mencionamos más arriba, rastrearemos las implicancias de la noción de ítalo-argentinidad en dos momentos históricos en los que la misma presenta características diferentes pero entre los que pueden establecerse similitudes desde la perspectiva planteada. Ambos momentos serán, por un lado, la inauguración del IIAC, el 27 de abril de 1930 y, por el otro, las distintas actividades realizadas en el marco de la Segunda Guerra Ítalo-Etíope, entre octubre de 1935 y mayo de 1936.

La fundación del IIAC y sus meses previos de organización se enmarcaron en un proceso que podemos analizar en dos niveles: en primer lugar, estuvo marcado por el interés puesto por el fascismo en la transmisión de la cultura italiana como medio para preservar la italianidad de sus connacionales emigrados y de italianizar la opinión pública de los países receptores; en segundo lugar, no puede soslayarse que el Instituto fue inaugurado en el marco de la disputa entre fascistas y antifascistas por el control de los espacios de sociabilidad en el seno de la colectividad italiana bahiense, representando un triunfo de los primeros sobre sus antagonistas políticos.

En cuanto al primer punto, debe destacarse el rol preponderante en la política exterior del fascismo que el gobierno otorgó a la instrucción de los jóvenes italianos o hijos de italianos en el extranjero, en tanto permitía la fascistización de la juventud, elemento social que Mussolini juzgaba “imprescindible para apuntalar su nuevo sistema cultural[32], En este sentido, hacia los años ’30 las escuelas se convirtieron “en uno de los instrumentos más importantes de propaganda cultural y política fascista[33].

Este tipo de actividades marcaron una continuidad con la etapa liberal, en tanto ya Francesco Crispi (primer ministro durante los períodos 1887-1891 y 1893-1896) había formulado la importancia de “la propaganda de la cultura como medio de penetración política y de influencia comercial[34]. En efecto, la difusión de la cultura itálica fue un aspecto central de la política exterior del fascismo, contándose como antecedente del IIAC, en el caso bahiense, la inauguración de la Casa del Italiano el 9 de octubre de 1927, institución de fachada apolítica y expresamente vinculada a cuestiones de índole cultural[35].

Es posible apreciar de qué modo se preserva entre ambos períodos la centralidad de la cultura como aquello que hace a lo italiano, en consonancia con la idea presentada más arriba que Conde Muñoz construye sobre la noción de italianidad como preservación de los aspectos positivos de la historia italiana, casi exclusivamente de índole cultural. La fundación del IIAC se enmarca entonces en la senda abierta por la inauguración de la Casa del Italiano en 1927, aunque ya en su nombre incorporará una referencia a la Argentina, dejando de apuntar exclusivamente a la colectividad italiana para pasar a dirigirse a un público más amplio a partir de la noción de ítalo-argentinidad.

En cuanto al segundo punto arriba mencionado, como vimos, la fundación del Instituto se enmarcó a su vez en la disputa que, desde las elecciones de la Sociedad Italia Unita de enero de 1927, dividía institucionalmente a la colectividad italiana entre la entidad mutual, controlada por el antifascismo, y el tándem fascio-Viceconsulado de Italia, representantes del fascismo italiano en la ciudad[36]. Hacia 1929, la Sociedad Italia Unita atravesaba una profunda crisis económica que la llevó a la quiebra en 1932, contexto en el cual empezó a discutirse el elevado costo que las escuelas italianas dependientes de la misma representaban en el presupuesto institucional[37]. La problemática se agravó hacia 1930, año en el que se planteó la posibilidad de cerrar las escuelas para que la sociedad se dedicase exclusivamente a brindar sus servicios asistenciales de salud, con la posibilidad de mantener sus funciones de instrucción en caso de conseguir nuevos socios benefactores o establecer cuotas a los alumnos[38].

Es de destacar que, por entonces, los propios socios benefactores aconsejaron la clausura de las escuelas[39]. Al respecto, el consejero Celestino Lucchetti argumentó que la comisión no debía guiarse por el parecer de las personas consultadas, en tanto estas tenían interés en que las escuelas cerraran[40]. En efecto, los dos nombres propios que aparecen mencionados en el informe son los de Nicolás Lista y Ernesto Bianco, personajes vinculados al fascio local y que más tarde formarían parte de la dirección del IIAC. Consecuentemente, desde esa fecha las escuelas italianas no volverían a aparecer como un tema en las asambleas societarias, siendo incierta la fecha de su cierre formal. Con todo, en abril de 1930, una nueva institución vinculada a la instrucción surgió en el seno de la colectividad italiana de Bahía Blanca: si bien el IIAC no se presentó a la sociedad con un carácter político explícito, al declararse propio de la órbita cultural y artística de la ciudad, fue fundado bajo el auspicio del Viceconsulado y el fascio locales, así como de otras instituciones fascistas de la ciudad.

Así, acatando la directiva enviada a los italianos en el extranjero por el príncipe Humberto de Saboya de que el dinero recolectado con objeto de los obsequios por su casamiento fuesen empleados en obras de beneficencia o de cultura[41], “los dirigentes de las instituciones italianas locales Fascio Giordani, Casadell’ Italiano, Associazione Combattenti y el Dopolavoro” solicitaron al vicecónsul Rafael Casertano la constitución de una institución cultural. La decisión final consistió en utilizar los fondos recaudados para la creación de un instituto que tuvo como primer objetivo “acercar siempre más, con la recíproca comprensión, la juventud italiana con la juventud argentina[42]. Es interesante constatar que en el objetivo formulado, y junto al elemento representado por la juventud, clave en la retórica fascista, hacía su aparición la idea de ítalo-argentinidad, en lo relativo a la necesidad del acercamiento espiritual entre ambas juventudes como resultado de los vínculos culturales y étnicos que unían a ambos países.

Es en este último concepto que consideramos oportuno detenernos antes de continuar, puesto que consideramos que consiste en una reconfiguración local del discurso que desde Roma se dirigía a la Argentina, en tanto país constituyente del mundo latino. Desde nuestra perspectiva tal concepto representa, por un lado, un aggiornamiento frente a la pretensión del gobierno peninsular de la conservación de la italianidad y, por el otro, una respuesta de tipo reivindicatorio frente al discurso fascista de la latinidad.

En cuanto a la primera idea, puede apreciarse cómo la noción de ítalo-argentinidad se presentó como una forma alternativa de tratar con el ya entonces inevitable proceso de argentinización de los inmigrantes italianos[43], reconocido incluso por la propia jerarquía fascista[44]. De esta manera, el nuevo concepto permitió conjugar esa argentinización en aumento con la preservación de una cierta herencia italiana, compatibilizando esa doble pertenencia, noción que aún en la actualidad puede apreciarse en la vida comunitaria de las asociaciones étnicas italianas en nuestro país. Retomando a Cibotti, puede incluso pensarse como una estrategia para intentar insertarse en una argentinidad que había rechazado lo italiano en aras de su acercamiento a lo español o lo criollo. Así, la noción de ítalo-argentinidad permitiría la fusión de dos identidades: una étnica (italiana) y otra nacional (argentina).

Por otra parte, y en relación con el discurso de la hermandad latina que se proponía desde el fascismo[45], basado en el mito imperial romano y la cultura compartida entre los países del mundo latino, consideramos que en la noción de ítalo-argentinidad pudo existir también una tendencia a reivindicar la posición de lo argentino en relación con lo italiano. En otras palabras, frente al discurso fascista de una latinidad comandada desde Roma, en relación con la cual los distintos pueblos latinos ocupaban una posición de filiación[46], el concepto de ítalo-argentinidad subrayó continuamente el hermanamiento entre ambos pueblos y ambos países, enfatizando una posición de paridad.

El IIAC fue oficialmente inaugurando el 27 de abril, comenzando sus clases pocos días después, el 5 de mayo, con una nómina de más de 120 inscriptos[47]. La cifra resulta significativa si tenemos en cuenta que en la asamblea del 23 de febrero de la Sociedad Italia Unita se había reducido a 25 el número mínimo de inscriptos a partir del cual funcionarían las escuelas “en caso de que no fuese posible obtener la inscripción de 80 alumnos[48]. Una primera hipótesis que podemos introducir para explicar la diferencia de convocatoria entre ambas instituciones educativas puede relacionarse con el carácter apolítico que presentó el IIAC, en oposición a la politización de la Sociedad que desde 1927 había realizado el antifascismo. Si consideramos que la apoliticidad constituía desde larga data una de las bases del asociacionismo italiano en nuestro país, podemos pensar que el IIAC se mostró más afín a esa tradición.

En este sentido, el eje fundamental de los actos inaugurales no resultó ser el fascismo sino la noción de ítalo-argentinidad. El presidente de la institución, Pilade Maffi, fue el primero en remarcar la importancia que el Instituto tenía “para el desarrollo de la cultura y el estrechamiento de lazos amistosos entre argentinos e italianos[49], idea que fue retomada por el vicecónsul Rafael Casertano en referencia al aporte que la nueva institución realizaba a la creación de un ambiente espiritual de ítalo-argentinidad[50]. Esta idea, simbolizada por la doble pertenencia oficial de sus dos presientes honorarios, el vicecónsul y el intendente Florentino Ayestarán[51], apuntaba a la vinculación de los dos países por su afinidad étnico-cultural, situación que hacía a la Argentina particularmente receptiva al “nuevo renacimiento[52] que se estaba produciendo Italia, según comentara Maffi a La Nueva Provincia en una entrevista brindada el día de la inauguración. En su discurso, el vicecónsul también remarcó la celeridad con que la nueva institución había sido puesta en funcionamiento, desde su formulación en enero de ese mismo año, cuestión que atribuyó al hecho de que “cada corazón en que palpita sangre italiana, sea por nacimiento, sea por descendencia, reconoce su origen y encarna el deber de contribuir espontánea y amorosamente a la grandeza de los dos pueblos[53].

El posicionamiento de los sectores ligados al fascismo en la ciudad representó un brusco cambio con respecto a la mayor politización que presentaron en sus primeros pasos organizativos[54], presentando una imagen que les valió la permanencia en la dirección de la institución mutualista hasta los años cincuenta. Consideramos que este cambio se relaciona con la constatación de que, más allá de la adhesión al fascismo o al antifascismo, la mayoría de los italianos propugnaban alafascismo[55], hecho que se relacionaba con la progresiva argentinización de los inmigrantes, que sólo se vinculaban instrumentalmente a las instituciones que conformaban el entramado asociacionista italiano en la Argentina.

De este modo, como mencionamos más arriba, consideramos que la idea de ítalo-argentinidad proveniente de los sectores fascistas y filofascistas de la ciudad pudo representar un intento de probar la falsedad de la dicotomía italianidad/argentinización, al cristalizar la posibilidad de una doble pertenencia cultural.  Además, la idea expresaba la posibilidad de otorgar un papel de importancia a lo argentino en relación con lo italiano, reivindicando el primer elemento en el plano cultural, en tanto desde el IIAC se fomentaba el intercambio entre ambos países, introduciendo la cultura italiana en la Argentina pero a su vez, y como indicara el presidente de la institución, “haciendo conocer en Italia los valores y el alma de esta tierra[56]. Consideramos, por lo tanto, que el concepto de ítalo-argentinidad representó un viraje estratégico por parte de los fascistas locales que les permitió afianzar su posición en la colectividad italiana local, contrarrestando su tendencia mayoritariamente afascista y crecientemente argentinizada.

La fundación del IIAC representó por lo tanto el primer paso realizado en ese sentido desde el fascismo local, al tratarse de una institución de carácter nacional y de fachada apolítica, abierta a toda la comunidad ítalo-argentina como un espacio que pudiera integrar a los individuos interesados en el arte y la cultura. De este modo, a través de la difusión de la cultura itálica y del acercamiento de ambos pueblos, se buscó fomentar esa idea de ítalo-argentinidad, buscando la solidaridad entre los dos países, que en parte se vio reflejada poco tiempo después con la conquista de Etiopía por parte de las armas italianas.

Sin embargo, como adelantamos, la noción de ítalo-argentinidad no estuvo cargada del mismo contenido cuando, cinco años después, el ejército italiano invadió Etiopía dando inicio a una guerra que culminó, el 5 mayo de 1936, con la declaración del Imperio Italiano por parte de Mussolini. En efecto, si en los tiempos de la fundación del IIAC la idea de lo italiano se vinculaba a la cultura y al arte[57], modelo que se vincula con la forma en que la noción de italianidad había sido forjada en tiempos del Risorgimento para consolidar la unidad nacional frente a los largos siglos de fragmentación política y social en la península, la guerra ítalo-etíope y la posterior (re)constitución del Imperio hicieron que las características del componente italiano de la ítalo-argentinidad variaran.

De este modo, durante y tras la conquista de Etiopía lo italiano no fue ya únicamente cultural sino que tuvo un fuerte carácter político y hasta militar, en tanto comenzó a vincularse con la Italia que comenzaba a forjar el nuevo Imperio, dejando atrás su crónica falta de unidad y su aislamiento geopolítico. En este contexto, la noción de ítalo-argentinidad dejó de hacer referencia exclusivamente a los vínculos culturales entre ambos pueblos que tenían base en su afinidad étnica, sino que también reveló las obligaciones para con Italia que ésta última acarreaba. En otras palabras, si en etapas previas la ítalo-argentinidad apuntaba a la vinculación cultural, pudiendo incluso entenderla como un mecanismo de penetración política, hacia fines de 1935 ésta representaba un instrumento de la expansión imperial en tanto implicaba el apoyo (moral, material y hasta militar) de la comunidad ítalo-argentina a Italia en el plano internacional. El cambio mencionado puede ser considerado como una manifestación de la idea de la romanidad como legitimadora de las pretensiones de poder del Estado fascista a nivel mundial[58], la cual consistió en una batería de mitos e ideas que buscaban fundamentar “la misión de diseminar las virtudes y los valores romanos por el mundo[59] cuestión que, ligada a la noción de latinidad desarrollada más arriba, implicaba necesariamente el apoyo del resto de las naciones latinas.

El discurso de apoyo a la campaña fascista en África oriental se dirigió a la sociedad bahiense fundamentalmente desde la sección local del Comité Argentino Pro-Italia, conformado oficialmente el 27 de noviembre de 1935 con el objetivo de evitar “cualquier medida que pueda alterar la noble y cordial armonía que desde los albores de nuestra organización política vincula a Argentinos e Italianos por lazos espirituales y sagrados hondamente arraigados[60], lo que en la práctica significaba la adhesión a un petitorio que se dirigió al Congreso Nacional con el fin de evitar que la Argentina mantuviese una posición sancionista frente a Italia, y que llegó a reunir 4.563 adhesiones a comienzos de junio de 1936[61]. Los argumentos utilizados eran la relación de confraternidad entre los pueblos argentinos e italianos y, particularmente vinculada a la realidad bahiense, la contribución realizada por los italianos desde los orígenes de la ciudad para su progreso y desarrollo. En relación con lo último, se utilizó la dicotomía sarmientina de civilización/barbarie para homologar el par antagónico italiano/etíope al par italiano/indio al rescatar la participación de la Legión Agrícola Militar Italiana en la sofocación del último malón que atacó el Fuerte Argentino (posteriormente devenido en la ciudad de Bahía Blanca), en 1859.

Desde el Comité se declaraba, por lo tanto, que no se invocaba únicamente el llamado de la sangre sino el “reconocimiento a un pueblo sano, fuerte y laborioso que como ninguno se ha adaptado a nuestras modalidades contribuyendo con su músculo y su pensamiento a la obra de nuestro engrandecimiento nacional[62]. En tal sentido, la invitación a firmar el petitorio mencionado se dirigió entonces “a todos los argentinos y argentinas[63], tanto de origen italiano como meros simpatizantes del país peninsular.

En adelante, el discurso predominante de los sectores adherentes al fascismo sobre la guerra pasó a asentarse sobre dos elementos primordiales: en primer lugar, se procedió a una apolitización y nacionalización del conflicto, esto es, a no aludir a la campaña como una empresa fascista sino de Italia toda (idea que descansaba en la tácita ecuación “fascismo=Italia” que sostenía la doctrina del movimiento), imbuyéndola de un fuerte sentido patriótico destinado a deslegitimar el boicot a la guerra que planteó el antifascismo internacional; en segundo lugar, se volvió continuamente a la secular relación de afinidad y amistad entre la Argentina e Italia como un elemento que obligaba al pueblo argentino a interceder ante su gobierno en beneficio de esta última[64].

Bajo esta perspectiva se organizaron las actividades relativas a la Semana de Italia, del 14 al 22 de diciembre de 1935, que –decían– “al mismo tiempo que expresión concreta de la confraternidad ítalo-argentina, lo [serían] de latinidad, de ese complejo racial que ahora (…) se afirma y anuncia un nuevo Renacimiento[65]. Vemos aquí cómo se presenta una idea de latinidad, vinculada a la concepción imperial del fascismo, que retomó el rol de Roma como punta de lanza de la civilización latina, a la que las distintas partes constituyentes del mundo latino, tanto europeas como americanas, debían fidelidad y apoyo.

El programa de la Semana de Italia consistió a grandes rasgos en el embanderamiento de casas y edificios públicos con enseñas italianas, la emisión de conferencias radiofónicas y la celebración de una velada literario-musical[66]. Es precisamente en las conferencias radiofónicas que pueden encontrarse ciertos elementos de interés a la hora de pensar la noción de ítalo-argentinidad en este período, dentro de la cual la italianidad se relacionó con el discurso de la latinidad ya caracterizado. Hemos podido acceder únicamente al contenido de una de ellas, transcripto en la prensa local, en la que el orador remarcaba la obligación de los argentinos para con Italia en esos tiempos: “Debemos todos los argentinos amar a Italia porque Italia ama a la Argentina[67]. La disertación, que abogaba por los fuertes vínculos existentes entre ambos países, finalizaba con una alusión al Himno Nacional Argentino: “al gran pueblo italiano, salud[68]. Días antes, se había brindado otra conferencia, a cuyo contenido no pudimos acceder, titulada “El comité argentino pro Italia y nuestro deber de argentinos[69].

Finalmente, tras el desenlace final del conflicto, se volvió a hacer uso de la noción de ítalo-argentinidad en el marco de la organización de un festival que pretendió ser “un elocuente exteriorización de los sentimientos de solidaridad espiritual y de afecto que nos unen con Italia, al mismo tiempo que de adhesión a la causa que la gran nación latina defiende con la tenacidad[70]. Allí, volvió a expresarse la idea de la conquista de Etiopía como una empresa gloriosa concerniente a toda la nación italiana, digna de ser apoyada por la sociedad argentina en virtud de los vínculos que unían a ambos pueblos.

En resumen, hemos percibido cómo en tiempos de la conquista de Etiopía el contenido de lo italiano en la noción de ítalo-argentinidad adoptó un carácter imperial que le dio un mayor peso específico. En otras palabras, si durante la fundación del IIAC la noción de ítalo-argentinidad pudo ser utilizada para reivindicar lo argentino en una posición de paridad cultural frente a lo italiano, vemos cómo hacia 1936 la ítalo-argentinidad representaba más una obligación de fidelidad y apoyo a una visión de lo italiano vinculada al mito del Nuevo Imperio Romano, lo que nos permite concebirla incluso como un mecanismo de poder blando, concepto desarrollado por Joseph Nye y que da cuenta de los medios para la construcción de poder que no se basan en el ejercicio de la fuerza militar y de la presión económica[71]. Bajo esta perspectiva, la noción de ítalo-argentinidad podría verse en este período como un instrumento del gobierno fascista para ganar adhesiones a la causa italiana en el plano internacional[72].

Lo expuesto hasta el momento nos permitiría ubicar fácilmente la noción de ítalo-argentinidad en el marco de la historiografía que tradicionalmente se ocupó de la temática del fascismo all’estero. En efecto, ésta siempre se centró en el accionar que desde Roma se desarrolló en el seno de las distintas colectividades italianas residentes en distintos países del mundo, haciendo énfasis en la doble estrategia de cooptar las instituciones preexistentes (sociedades Dante Alighieri, sociedades de socorros mutuos, escuelas italianas, etcétera), y de crear otras nuevas, específicamente ligadas al fascismo (tales como los Fasci Italianiall’ Estero, el dopolavoro, la Opera Nazionale Balilla, los institutos de cultura, las Case d’Italia o los fascifemminili). Desde esta perspectiva dominante, incluso si consideramos esa posible paridad de lo ítalo-argentino durante la fundación del IIAC, se puede concebir a la noción de ítalo-argentinidad como un instrumento que desde Roma fue utilizado para garantizar la penetración cultural y hasta política que le permitiera posteriormente ejercer una influencia sobre la opinión pública argentina de cara a su proyecto de expansión imperialista.

Creemos, sin embargo, que es posible pensar la relación entre el fascismo y la inmigración italiana en la Argentina en un sentido bidireccional, que no sólo tenga en cuenta el accionar del primero sobre la segunda sino que permita tener en cuenta las reconfiguraciones que de la ideología y la cultura política fascistas se hicieron desde la colectividad italiana local, recuperando la influencia que la cultura asociacionista italiana, de gran desarrollo en nuestro país, tuvo sobre el fascismo all’estero, convirtiéndolo en algo muy distinto a su modelo original italiano.

Desde esta nueva perspectiva, la noción de ítalo-argentinidad puede ser interpretada de un modo diverso al que planteáramos más arriba, pero igualmente vinculado a la idea, planteada por García Fanlo, de que no se trató de algo realmente existente sino que representó una construcción tendiente a un objetivo, de manera homóloga a como lo fueron las nociones de italianidad y de argentinidad.

 

Reflexiones finales, o ítalo-argentinidad ¿para quiénes?

 

Hasta aquí hemos rastreado los modos en que la noción de ítalo-argentinidad fue empleada en el marco de la colectividad italiana bahiense para construir espacios y formas de sociabilidad por parte de los sectores de la misma que se vincularon al fascismo. Resta entonces retomar el interrogante con que finalizamos el apartado sobre el concepto de ítalo-argentinidad: si se puede pensar a esa idea como un producto con un fin instrumental, ¿cuál fue la finalidad de su construcción y a quiénes benefició en última instancia?

Una posible respuesta, como vimos, es la que esbozamos más arriba y que vinculamos a la visión que tradicionalmente se tiene en el análisis del fascismo all’estero. Según esa perspectiva la noción de ítalo-argentinidad habría sido ideada como un instrumento del gobierno italiano para acrecentar su influencia en la opinión pública argentina utilizando a la colectividad italiana como correa de transmisión para lograr un apoyo a Italia por parte del gobierno argentino. De esta manera, la ítalo-argentinidad consistiría en un elemento más de la política cultural del fascismo en nuestro país, entendida como un mecanismo de poder blando.

No obstante, como mencionamos, consideramos que es posible realizar otra interpretación de los hechos presentados, que permita rescatar el accionar de los fascistas locales no como meros transmisores de las órdenes y planes ideados en Roma sino como individuos con trayectorias previas e intereses propios en el seno de la importante colectividad italiana bahiense. Desde esta perspectiva, creemos que la construcción de espacios y redes de la sociabilidad hacia el exterior de la colectividad que la idea de ítalo-argentinidad brindó más beneficios a sus representantes locales que a los ideólogos de la política exterior del fascismo. En efecto, no se logró que la Argentina apoyara en el ámbito internacional la empresa italiana en Etiopía, pero la campaña en pos de la ítalo-argentinidad dio visibilidad y prestigio a los individuos ligados al fascismo en la ciudad, elementos que en parte habían perdido con la derrota en las elecciones de 1927 cuando su adhesión al movimiento liderado por Mussolini era todavía reciente[73].

En otras palabras, creemos que el concepto de ítalo-argentinidad, de aparición oficial en la ciudad con la fundación del IIAC, puede inscribirse dentro del viraje en la estrategia de los fascistas locales, que abandonó su marcado carácter político de fases iniciales adoptando una fachada de carácter apolítico y fundamentalmente patriótico. Este cambio, unido a la quiebra de la Sociedad Italia Unita en manos de los antifascistas hacia fines de 1932, puso a los individuos ligados al fascio y al viceconsulado en lo más alto del asociacionismo italiano bahiense tras la reconstrucción de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca, el 24 de diciembre de 1933. A partir de entonces, y hasta entrada la década del ’50, esto es, casi diez años después de que el fascismo desapareciese del plano político internacional, distintos individuos ligados al fascio ocuparon altos cargos en la dirección de la entidad mutual.

Como mencionamos, los hombres que conformaron el fascio local no fueron advenedizos al asociacionismo italiano en la ciudad sino que contaban con largas trayectorias previas (y contaron con trayectorias posteriores) a la existencia del fascismo en la ciudad. Dicho esto podemos preguntarnos: ¿qué rol pudo haber cumplido la noción de ítalo-argentinidad en la estrategia de los fascistas locales, no para la fascistización de la colectividad y la opinión pública bahienses sino para la construcción de espacios y redes de sociabilidad que los potenciaran en el seno de la política de la colectividad?

En el caso del IIAC, como vimos, la ítalo-argentinidad cumplió un rol central en la inauguración de un importante espacio de sociabilidad en la esfera cultural y artística bahiense. Podemos pensar que el importante éxito que tuvo ya en su inauguración se asoció con el carácter apolítico que se dio a la institución, en oposición a la politización que la Sociedad Italia Unita presentó desde que en 1927 estuvo bajo el control de los antifascistas ligados al Centro Socialista de Bahía Blanca. Si consideramos que la apoliticidad constituyó desde larga data una de las bases del asociacionismo italiano en la Argentina[74], podemos pensar que el IIAC se mostró más afín a esa tradición al mostrarse como una institución de carácter nacional aunque no exclusivamente italiana y vinculada al intercambio cultural y artístico entre nuestro país e Italia.

De modo similar, el concepto de ítalo-argentinidad operó como un instrumento para despolitizar y nacionalizar el conflicto en Etiopía. En otras palabras, frente a la denuncia por parte del antifascismo local de que se trataba de un atropello fascista a un pueblo indefenso, los fascistas locales “italianizaron” o incluso “italo-argentinizaron” el conflicto, quitándole toda referencia explícita al movimiento político que gobernaba Italia. En esta tesitura, el manifiesto inaugural de la sección bahiense del Comité Argentino Pro-Italia establecía que la organización revestía un “carácter profundamente apolítico, es decir, ajeno por completo a las ideologías sociales y a los regímenes gubernamentales que actualmente imperan o puedan imperar[75].Esta posición permitió que, tras el desenlace del conflicto, los sectores ligados al fascismo pudieran capitalizar la victoria, al contar con una gran concurrencia a las celebraciones alegóricas[76] así como con dividendos resultantes de las mismas[77].

En resumen, en ambos casos el concepto de ítalo-argentinidad operó como un agente apolitizador y nacionalizante que permitió a los fascistas locales hacerse con un espacio de sociabilidad y de impronta prestigiosa en el caso del IIAC, y acrecentar su influencia en la colectividad italiana local al ser reconocidos como quienes habían apoyado a Italia en el conflicto frente a compatriotas que sostenían un discurso “anti-italiano” en tiempos difíciles para el país de origen. En ambos momentos, además, se contó con el auspicio de las autoridades municipales y de personas ajenas a la colectividad italiana, que respondieron en parte a la idea de ítalo-argentinidad que los fascistas locales propugnaron. Al comenzar el trabajo nos propusimos analizar los modos en que la noción de ítalo-argentinidad fue utilizada por parte de los fascistas bahienses para generar vínculos al exterior de la colectividad italiana mediante la construcción de formas y espacios de sociabilidad que pudieran capitalizarse en apoyo para Italia. Sin embargo, los casos analizados nos permitieron analizar que tal apoyo se reveló, fuera de lo simbólico, inexistente en términos concretos, mientras que sí observamos una capitalización de la visibilidad y el prestigio en términos individuales de los sectores de la élite de la colectividad vinculados al fascismo.

Más aún, incluso luego de la caída del fascismo la noción de ítalo-argentinidad continuó siendo un elemento crucial en la retórica de los líderes étnicos, encontrándose presente aún en la actualidad. El inevitable proceso de argentinización indudablemente vinculaba más a los fascistas locales con la realidad bahiense que con la italiana, hasta el punto de poder considerar que hacia fines de 1935, más que el destino de la conquista de Etiopía, lo que estaba en juego era la colectividad italiana local, que se disputaban con el antifascismo desde hacía casi diez años.

En respuesta a la frase de Miguel de Unamuno que hace las veces de epígrafe de este trabajo, podemos los fascistas locales trajeron la italianidad en argentino, pero no sólo en lengua y en espíritu sino también en función de sus intereses concretos, utilizando la noción ítalo-argentinidad como una herramienta discursiva que les permitió afianzar sus posiciones en el asociacionismo local por largo tiempo.

Si consideramos que la utilización que los fascistas locales hicieron del fascismo y, en particular, de la idea de ítalo-argentinidad, cabe la posibilidad de postular que, lejos de evidenciarse una adopción acrítica o verticalista del fascismo por parte de los sectores dirigentes de la colectividad italiana bahiense, existió un margen relativo de autonomía que permitió realizar una apropiación selectiva del fascismo en función de los intereses que tales sectores detentaban en el marco local.

En efecto, la constatación de que la utilización del fascismo y de conceptos ligados al mismo por parte de los fascistas locales les sirvió para asentar sus posiciones de privilegio en la colectividad italiana y la sociedad bahiense en general, nos permite pensar que pudo existir una bifurcación entre el fracaso de los proyectos de la diplomacia italiana y el éxito de los fascistas locales (de la cual el caso bahiense representa apenas una muestra, y que sería necesario constatar mediante estudios vinculados a la experiencia fascista en distintas localidades del país, campo que aún dista mucho de encontrarse agotado). Entonces, ¿en qué sentido puede hablarse de un fracaso del fascismo en Bahía Blanca cuando, si bien sus instituciones no sobrevivieron al resultado de la Segunda Guerra Mundial, las personas que lo profesaron se mantuvieron en posiciones de prestigio y poder?

El análisis realizado en este trabajo, así como otros estudios en curso vinculados a nuestra investigación sobre el fascismo ítalo-argentino, nos permite constatar el hecho de que hubo una utilización instrumental del fascismo por parte de los sectores dirigentes de la colectividad italiana bahiense que se identificaron con él o, más precisamente, con una readaptación local y selectiva del mismo. Más aun, consideramos que esa presencia no institucionalizada del fascismo, y readaptada en clave local, ligada a personalidades individuales (tanto de posición encumbrada como en posiciones menos visibles pero igualmente activas), puede resultar significativa a la hora de indagar acerca de la historia política de la sociedad receptora a lo largo del siglo XX, en tanto tales personajes pudieron obrar como transmisores de ciertos elementos de la ideología fascista hacia sectores receptivos y abiertos a ciertos elementos de la misma en el marco de la política local.

Así, tal transmisión puede ser considerada como una traducción, tanto en el sentido literal como metafórico: parafraseando una vez más a Miguel de Unamuno puede pensarse que los mismos trajeron el fascismo “en argentino, tanto en lengua como en espíritu[78], creando una nueva versión de esa ideología que, creemos, tuvo más difusión y penetración en nuestro país de la que puede considerarse si se piensa al fascismo tan solo desde una perspectiva que ponga el eje en las instituciones oficialmente fascistas o en las manifestaciones de un fascismo más “puro” o alla italiana. En otras palabras, proponemos abandonar la perspectiva “italianocéntrica”, denunciada hace ya tiempo por Loris Zanatta[79], para comprender el alcance y la influencia que su readaptación local ha tenido en ciertos sectores de la sociedad receptora incluso después del fin de la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, y retomando a Leticia Prislei, se trata de “enfrentar un espejo donde, quizás, no nos gusta mirarnos[80] pero, quizás también, tenga algo que mostrarnos.

Es preciso destacar que, al hacer alusión al sesgo italianocéntrico señalado por Zanatta, no estamos haciendo referencia a una perspectiva basada únicamente en fuentes italianas o centradas en la política exterior del gobierno italiano, sino a aquellas que, aunque basadas en fuentes o casos argentinos, han soslayado la agencia de los actores locales y la autonomía que detentaron para adaptar las emanaciones romanas a sus intereses en el ámbito local y tender lazos de sociabilidad al exterior de la colectividad. Así, por ejemplo, existen enfoques que han otorgado preeminencia a la acción propagandística y de control realizada el gobierno italiano de cara a sus connacionales en un sentido descendiente y unidireccional[81]. Por su parte, existen otros que, ya desde una perspectiva bidireccional, han excluido la cuestión política como parte fundamental de la adopción y reelaboración del proyecto nacional emanado desde Italia hacia los inmigrantes en nuestro país[82], o bien, privilegiando la cuestión política y su influencia en el ideario del nacionalismo argentino, ha considerado tal influencia como una elección autónomamente argentina[83].

En este sentido, pueden recuperarse las ideas planteadas por Eugenia Scarzanella en cuanto a la utilización que ciertos sectores de la colectividad italiana porteña hicieron del fascismo en función de sus intereses económicos[84]. No obstante, el caso presentado por Scarzanella hace alusión a sectores medios que se vincularon al fascismo para “sacar ventajas de la inserción en el nuevo circuito de asociaciones fascistas[85], lo que en última instancia permitiría “a los ‘nuevos ricos’ ufanarse de los títulos y los estatus acorde con su reciente ascenso económico[86]. En este sentido, cabría agregar que la adopción del fascismo no tuvo únicamente un fin económico sino que, como apreciamos en el caso bahiense, también implicó objetivos vinculados a la capitalización simbólica del prestigio y la visibilidad por parte de sectores dirigentes que ya se hallaban socioeconómicamente consolidados con antelación. En otras palabras, debe resaltarse que un análisis realizado en el marco de la colectividad italiana local no puede soslayar el importante grado de agencia que sus componentes detentaron, en este caso para realizar una utilización selectiva del fascismo en función de sus propios intereses, como así tampoco la receptividad con que contaron en influyentes sectores de la sociedad bahiense.

El historiador canadiense Ronald Newton concluye su trabajo pionero sobre el fascismo en nuestro país sosteniendo, en relación a los inmigrantes italianos, que “Argentina, y no Italia, era su realidad[87]. De manera similar, y en relación con las instituciones italianas, Zanatta ha enfatizado el “carácter por lo demás argentino asumido con el tiempo por gran parte de esas asociaciones”[88], al tiempo que remarca su función como canales de integración de sus miembros a la sociedad argentina. Ambas consideraciones se articulan, desde luego, con lo que hemos concluido a partir de nuestro análisis del uso de la noción de ítalo-argentinidad en la sociedad bahiense. Creemos que esto revela que, lejos de encontrarnos haciendo únicamente una historia de los italianos all’estero y de su accionar como extranjeros en nuestro país (cuestión que podría considerarse un aspecto de la historia de Italia), debemos tener en claro que una historia del fascismo ítalo-argentino es también, y fundamentalmente, una faceta insoslayable de la historia argentina.

En resumen, creemos que una historia política de la inmigración resulta indispensable no sólo para la comprensión holística de un fenómeno que artículo la modernización social, si no de la Argentina al menos de las áreas que la recibieron masivamente, sino también para profundizar nuestro conocimiento sobre la sociedad y la cultura política argentinas en general, más allá del origen de cada individuo en particular. Esperamos, en resumen, que el aporte realizado permita echar luz a las relaciones entre sociabilidad, redes sociales y cultura política en el marco de una de las dos principales corrientes migratorias que se asentaron en nuestro país y que, de diversas maneras, contribuyó fuertemente a la historia política de nuestro país durante el siglo XX.

 

 

 

 

 



[1] De Unamuno, Miguel, Americanidad, Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2002, p. 37.

[2] Para tener una noción del importante peso de la colectividad italiana en la población bahiense, podemos recurrir al Tercer Censo Nacional, realizado en 1914, fecha que coincide con la finalización del período de inmigración masiva en la Argentina (1880-1914). En ese año, residían en el partido de Bahía Blanca 70.269 habitantes, de los cuales 13.215 eran italianos, representando un 18,80% de la población. Más aún, si nos ocupamos únicamente de la población urbana del partido (que comprendía a las ciudades de Bahía Blanca, Punta Alta, Ingeniero White y Cuatreros –hoy General Daniel Cerri–), la proporción asciende a un 19,71%, ya que en los centros urbanos del partido residían 12.257 italianos sobre un total de 62.191 habitantes. Resta realizar dos aclaraciones sobre los datos analizados: la primera es que la falta de desagregación de datos en el censo de 1914 no permite acceder a la proporción de habitantes italianos residentes únicamente en la ciudad de Bahía Blanca (que contaba con 44.143 habitantes) ; la segunda es que a todas las cifras y proporciones obtenidas debería sumarse, para reconocer el impacto social y cultural de la inmigración italiana en la ciudad y la región, a los argentinos descendientes de italianos. Tercer Censo Nacional, Tomo II, pp. 155-156; y Tomo IV, p. 469.

[3] Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el marco de las VI Jornadas Nacionales de Historia Social/IV Encuentro de la Red Internacional de Historia Social, realizadas en la localidad de La Falda, Córdoba, del 17 al 19 de mayo de 2017. Agradezco en tal sentido los aportes realizados por la Dra. Sara Mata y la Dra. Mabel Cernadas.

[4] Si bien es posible recuperar en etapas previas alusiones a lo ítalo-argentino, fue en ocasión de la fundación del IIAC que la noción tuvo una presencia considerable en la prensa de la época, además de dar nombre a una institución étnica.

[5] Para mayor información sobre el fenómeno del fascismo italiano fuera de Italiaen un nivel general consultar, entre otros, Cannistraro, Philip y Gianfausto Rosoli, “Fascist Emigration Policy in the 1920s: An Interpretative Framework”, en International Migration Review, vol. 13, n° 4, Center for Migration Studies of New York, Nueva York, 1979, pp. 673-692; De Caprariis, Luca, “‘Fascism for Export’? The Rise and Eclipse of the Fasci Italianiall’ Estero”, en Journal of Contemporary History, vol. 35, n° 2, Sage Publications, Londres, 2000, pp. 151-183; De Caprariis, Luca “I Fasciitalianiall’estero”, en Franzina, Emilio y Matteo Sanfilippo (Comps.), Il fascismo e gliemigrati, Editori Laterza, Roma-Bari, 2003, pp. 3-26; González Calleja, Eduardo, “De emigrantes a representantes de la nación en el extranjero: la política de encuadramiento partidista de los Fasci Italianiall’Estero”, en Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, n° 11, Universidad de Alicante, Alicante, 2012, pp. 19-39.

[6] Si bien los estudios realizados para el fascismo italiano en la Argentina reflejan unas características socioeconómicas que muestran a sus representantes con características similares a las mencionadas, otros casos nacionales presentan características diferentes, como resultado de tratarse de colectividades más pequeñas (como las de España o Portugal) o menos integradas a la sociedad receptora (como la de los Estados Unidos) que la colectividad italiana en nuestro país, de gran tamaño y peso relativo frente al resto de la población, y cuyos sectores dirigentes supieron consolidarse en la élite argentina.

[7] Para un análisis de mayor  profundidad sobre  la extracción social de los fascistas bahienses, así como de las trayectorias de muchos de ellos en la dirección de la Sociedad Italia Unita, puede consultarse Cimatti, Bruno, “Fascistas y antifascistas en las elecciones de la Sociedad Italia Unita de Bahía Blanca (enero de 1927)”, en Avances del CESOR, vol. XIII, n° 14, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2016a, pp. 117-136 [en línea] http://web2.rosario-conicet.gov.ar/ojs/index.php/Avances Cesor/article/view/v13n14a06 [Consulta: 8 de marzo de 2018]; y Cimatti, Bruno, “La sociabilidad fascista en construcción. El fascismo y la colectividad italiana de Bahía Blanca (1926-1927)”, en Pasado Abierto. Revista de Historia del CEHis, n° 3, Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, 2016b, pp. 6-24. [en línea] http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto/article/view/1742 [Consulta: 8 de marzo de 2018].

[8] Bisso, Andrés, Sociabilidad, política y movilización, Buenos Libros, Buenos Aires, 2009, p. 24.

[9] Bisso, Andrés, 2009, Ob. Cit., pp. 69-70.

[10] García Fanlo, Luis, “La argentinidad: un marco interpretativo”, en Polis. Revista Latinoamericana, n° 29, CEDER-Universidad de Los Lagos, Osorno, 2011, pp. 1-16. [en línea] http://journals.openedition.org/polis/2053 [Consulta: 8 de marzo de 2018].

[11] Unamuno, Miguel de, 2002, Ob. Cit., p. 31.

[12] Conde Muñoz, Aurora, “La recepción de la «italianidad»: problemas historiográficos”, en Cuadernos de Filología Italiana, N° 5, Servicio de Publicaciones UCM, Madrid, 1998, pp. 81-98.

[13]Conde Muñoz, Aurora, 1998, Ob. Cit., p. 83.

[14] Conde Muñoz, Aurora, 1998, Ob. Cit., p. 87.

[15] Conde Muñoz, Aurora, 1998, Ob. Cit., p. 95.

[16] Mineccia, Francesco, “Fare gli italiani: la divulgazione della storia nazionale nel primo cinquantennio postunitario”, en Rizzo, Maria Marcella (Comp.), “L’Italia è”. Mezzogiorno, Risorgimento e post-Risorgimento, Viella, Roma, 2013, pp. 205-243.

[17] Gentile, Emilio, El culto del littorio: la sacralización de la política en la Italia fascista, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2007, p. 24.

[18]Gentile, Emilio, 2007. Ob. Cit., p. 17.

[19]Aliano, David, Mussolini’s National Project in Argentina, Fairleigh Dickinson University Press, Madison, 2012, p. 29. Todas las traducciones son nuestras.

[20] Unamuno, Miguel de, 2002, Ob. Cit., p. 31.

[21] Donofrio, Andrea, “Unamuno y América, una intensa relación”, en Estudios de Historia de España, n° 16, Pontificia Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, 2014, pp. 191-213.

[22] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 2.

[23] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 12.

[24] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 11.

[25] Cibotti, Ema, “Del habitante al ciudadano: La condición del inmigrante”, en Zaida Lobato, Mirta, Nueva Historia Argentina, El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916), Sudamericana, Buenos Aires, 2000, Tomo V, p. 374.

[26] Cibotti, Ema, 2000, Ob. Cit., p. 406.

[27] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 5. El agregado entre paréntesis es del autor.

[28] Míguez, Eduardo, “Tensiones de identidad: reflexiones sobre la experiencia italiana en la Argentina”, en Devoto, Fernando y Eduardo Míguez, Asociacionismo, trabajo e identidad étnica. Los italianos en América Latina en una perspectiva comparada, CEMLA-CSER-IEHS, Buenos Aires, 1992, pp. 338-343.

[29] Para un análisis del impacto y la recepción del fascismo italiano en Argentina por fuera del caso bahiense consultar, entre otros, Gentile, Emilio “L’emigrazione italiana in Argentina nella politica di espansione del nazionalismo e del fascismo”, en Storia Contemporanea, año XVII, n° 3, Il Mulino, Bologna, 1986, pp. 355-396; Newton, Ronald, “Ducini, Prominenti, Antifascisti: Italian Fascism and theItalo-Argentine Collectivity, 1922-1945”, en The Americas, vol. 51, n° 1, Cambridge University Press, Cambridge, 1994, pp. 41-66; Zanatta, Loris, “I Fasci in Argentina neglianni Trenta”, en Franzina Emilio y Matteo Sanfilippo (Comps.), 2003, Ob. Cit., pp. 140-151; Grillo, María Victoria, “Creer en Mussolini. La proyección exterior del fascismo italiano (Argentina, 1930-1939)”, en Ayer, n° 62, Asociación de Historia Contemporánea-Marcial Pons Ediciones de Historia, 2006, pp. 19-39;Scarzanella, Eugenia, “El fascismo italiano en la Argentina: al servicio de los negocios”, en Scarzanella, Eugenia (Comp.), Fascistas en América del Sur, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, pp. 167-248; Cattarulla, Camilla, “‘¿Qué le diría a Mussolini si tuviese la oportunidad de hablarle?’: una encuesta para Il Mattinod’Italia”, en Scarzanella, Eugenia (Comp.), 2007, Ob. Cit., pp. 249-285; Blengino, Vanni, “La marcha sobre Buenos Aires (Il Mattino d’Italia)”, en Scarzanella, Eugenia (Comp.), 2007, Ob. Cit., pp. 287-323; Sergi, Pantaleone, “Fascismo e antifascismo nella stampa italiana in Argentina: così fu spenta «La Patria degli Italiani»”, en Altreitalie. Rivista di studi sulle migrazioni italiane nel mondo, n° 35, Fondazione Giovanni Agnelli, Turín, 2007, pp. 4-43; Cortese, Luis, “El fascismo en el Club Italiano. Buenos Aires (1922-1945)”, en Rivista dell’Istituto di Storia dell’EuropaMediterranea, n° 6, CNR-Piamonte, Turín, 2011, pp. 413-446; Aliano, David, 2012, Ob. Cit.; Prislei, Leticia, Los orígenes del fascismo argentino, Edhasa, Buenos Aires, 2008; Sergi, Pantaleone, “Un modelo fascista de emigración italiana en Argentina. Así nació Villa Regina (Alto Valle del Río Negro)”, en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año XXVI, n° 72, CEMLA, Buenos Aires, 2012, pp. 187-221; Sergi, Pantaleone, Patria di carta. Storia di un quotidiano coloniale e del giornalismo italiano in Argentina, Luigi Pellegrini Editore, Cosenza, 2012, pp. 217-254; Capizzano, Hernán, Presencia fascista en Argentina. Relatos y apuntes / 1930-1945, Memoria y Archivo, Buenos Aires, 2013.

[30]Tales organizaciones eran, además del mencionado Centro Antifascista «Giacomo Matteotti», el Partido Socialista, el Partido Comunista, la Sociedad Cocheros Unidos, la Unión Ferrioviaria Sección Bahía Blanca Nor-Oeste, la Unión Ferroviaria Sección Ingeniero White, la Sociedad Propietarios de Carros Unidos, la Sociedad Empleados de Comercio, el Centro Juan Bautista Alberdi, el Centro Del Valle Iberlucea y Centro Socialista de Ingeniero White. Hemeroteca de la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia (en adelante HBPBR), Diario Nuevos Tiempos, 11/06/1927, p. 4

[31] Para mayor información consultar Cimatti, Bruno, 2016a, Ob. Cit.

[32] Domínguez Méndez, Rubén, “La fascistización de las escuelas italianas en el extranjero. El caso de Barcelona (1922-1929)”, en Historia de la educación: Revista Interuniversitaria, n°33, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2014, pp. 232.

[33] Fotia, Laura, La política culturale del fascismo in Argentina (1923-1940), tesis de Doctorado en Ciencias Políticas, sección Estudios Europeos e Internacionales, Università de glistudi di “Roma Tré”, 2015, p. 382.

[34] Grassi, Fabio, “Il primo Governo Crispi e l’emigrazione como fattore di una politica di potenza”, en Bezza, Bruno, Gli italiani fuori d’Italia, F. Angeli, Milán, 1983, p. 87.

[35] Para mayor información consultar Cimatti, Bruno, Bahía Blanca, camisas negras. El fascio Giulio Giordani y la constitución de la sociabilidad fascista en Bahía Blanca (1926-1927), tesis de Licenciatura en Historia, Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, 2016c, pp.35-37.

[36] Cimatti, Bruno, 2016a, Ob. Cit.

[37] Archivo de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca (en adelante ASISMBB), Verbalid’ Assemblee in Italiano, Asamblea ordinaria del 13/01/1929, p. 199.

[38] ASISMBB, Verbali del Cons/Dirett. Redatti in Italiano, Sesión extraordinaria del 07/02/1930, p. 114.

[39] ASISMBB, Verbali del Cons/Dirett. redatti in Italiano, Sesión extraordinaria del 23/02/1930, p. 115.

[40] ASISMBB, Verbali del Cons/Dirett. redatti in Italiano, Sesión extraordinaria del 23/02/1930, p. 115.

[41] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 06/01/1930, p. 12.

[42] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 06/01/1930, p. 12.

[43] Bertonha, João Fábio, “Emigrazione e politica estera: la «diplomazia sovversiva» di Mussolini e la questione degli italiani all’estero, 1922-1945”, en Altreitalie.Rivista di studi sulle migrazioni italiane nel mondo, n° 23, 2001, pp. 38-60.

[44] Al respecto, el propio Mussolini comentaría en 1936 al entonces embajador italiano en la Argentina, Raffaele Guariglia: “Questi italiani d’Argentina non ci comprendono ne ci amano”, en Devoto, Fernando, Historia de los italianos en la Argentina, Biblos, Buenos Aires, 2008, p. 363.

[45] Domínguez Méndez, Rubén, “Presentación”, en Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, n° 11, Universidad de Alicante, Alicante, 2012, p. 13.

[46] Trento, Angelo, “‘Donde haya un italiano, allí estará la bandera tricolor’. La penetración del fascismo entre los emigrantes en el Brasil”, en Scarzanella, Eugenia (Comp.), Fascistas en América del Sur, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 30.

[47] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/04/1930, p. 6.

[48] ASISMBB, Verbali d’Assemblee in Italiano, Asamblea general extraordinaria del 23/02/1930, p. 218.

[49] HBPBR, Diario El Atlántico, 28/04/1930, p. 5.

[50] HBPBR, Diario El Atlántico, 28/04/1930, p. 5.

[51] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 25/04/1930, p. 6.

[52] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/04/1930, p. 6.

[53] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/04/1930, p. 6.

[54] Cimatti, Bruno, 2016c, Ob. Cit., pp. 19-27.

[55] Devoto, Fernando, Ob. Cit., p. 363.

[56] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/04/1930, p. 6.

[57] El idioma y la cultura italianos, así como la enseñanza de dibujo, pintura y otras artes ocuparon un lugar preponderante tanto en el programa de la institución como en las muestras abiertas al público que se realizarían en años sucesivos.

[58] Nelis, Jan, “Constructing Fascist Identity: Benito Mussolini and the Myth of ‘Romanità’”, en The Classical World, vol. 100, n° 4, p. 415.

[59] Visser, Romke, “Fascist Doctrine and the Cult of Romanità”, en Journal of Contemporary History, vol. 27, n° 1, p. 17.

[60] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/11/1935, p. 9.

[61] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 06/06/1936, p. 8.

[62] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/11/1935, p. 9.

[63] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/11/1935, p. 9.

[64] Por motivos de extensión, no ahondaremos aquí en los matices internos al fascismo que hemos podido observar respecto a la recepción de la guerra en la colectividad italiana bahiense, lo que nos ha llevado a postular la existencia de dos fascismos que accionaron paralelamente en el marco del conflicto bélico (el fascismo institucionalizado y el asociacionismo filofascista). Al respecto, puede consultarse Cimatti, Bruno, “Una guerra, dos fascismos. Indagaciones sobre la recepción de la Guerra Ítalo-Etíope en la colectividad italiana de Bahía Blanca”, en Altreitalie. Rivista di studi sulle migrazioni italiane nel mondo, n° 55, Accademia University Press, Turín, 2017, pp. 76-92.[en línea] http://www.altreitalie.it/pubblicazioni/rivista/n--55/acquista-versione-digitale/una-guerra--dos-fascismos--indagaciones-sobre-la-recepcion-de-la-guerra-italo-etiope-en-la-colectividad-italiana-de-bahia-blanca.kl [Consulta: 8 de marzo de 2018]

[65] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 05/12/1935, p. 8.

[66] Cimatti, Bruno, 2017, Ob. Cit., p. 85.

[67] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 20/12/1935, p. 9.

[68] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/11/1935, p. 9.

[69] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 15/12/1935, p. 10.

[70] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/05/1936, p. 10.

[71] Nye, Joseph. Soft Power: the means to success in world politics, Public Affairs, New York, 2004.

[72]Debe tenerse en cuenta que la aplicación del concepto acuñado por Joseph Nye al caso del fascismo italiano ha sido puesta en tela de juicio por Fabio Ferrarini, quien sostiene que “contrariamente a la definición de Nye, la diplomacia cultural fascista fue un instrumento preliminar y preparatorio para provocar una guerra armada”, Ferrarini, Fabio, “Il «peccatooriginale» della diplomazia culturale italiana (1889-1943)”, en Altreitalie. Rivista internazionale di studi sulle migrazioni italiane nel mondo, n° 55, Accademia University Press, Turín, 2017, p. 22.[en línea]http://www.altreitalie.it/pubblicazioni/rivista/n--55/acquista-versione-digitale/il-peccato-originale-della-diplomazia-culturale-italiana-1889-1943.kl [Consulta: 8 de marzo de 2018]. No obstante, utilizaremos la expresión a falta de un término más claro para dar cuenta de la acción indirecta de un Estado sobre otro.

[73] El fascio Giulio Giordani, primera institución fascista en la ciudad, había sido formado el 15 de mayo de 1926, es decir, 8 meses antes de las elecciones.

[74] Devoto, Fernando, “Participación y conflictos en las sociedades italianas”, en Devoto, Fernando y Gianfausto Rosoli (Eds.), La inmigración italiana en la Argentina, Biblos, Buenos Aires, 2000.

[75] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/11/1935, p. 9.

[76] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 18/05/1936, p. 14.

[77] ASISMBB, Libro de Actas del Consejo Directivo, Sesión ordinaria del 14/05/1936, p. 79.

[78] Unamuno, Miguel de, 2002, Ob. Cit., p. 37.

[79] Zanatta, Loris, 2003, Ob. Cit., p. 142.

[80] Prislei, Leticia, 2008,Ob. Cit., p. 175.

[81] Prislei, Leticia, 2008, Ob. Cit.

[82] Aliano, David, 2012, Ob. Cit.

[83] Finchelstein, Federico, Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, p. 146.

[84] Scarzanella, Eugenia, 2007, Ob. Cit.

[85] Scarzanella, Eugenia, 2007, Ob. Cit., p. 174.

[86] Scarzanella, Eugenia, 2007, Ob. Cit., p. 175.

[87] Newton, Ronald, 1994, Ob. Cit., p. 66.

[88] Zanatta, Loris, 2003, Ob. Cit., p. 146.