UNA APROXIMACIÓN AL TERRITORIO INDÍGENA PREHISPÁNICO.
CÓRDOBA (SIGLO XVI)
Constanza González
Navarro[1]
En el
presente artículo se pretende indagar en el territorio indígena prehispánico a
partir de una lectura etnohistórica de las fuentes coloniales tempranas y de su
integración con los estudios arqueológicos realizados hasta el momento. El
sector delimitado corresponde al área noroeste de la antigua jurisdicción de
Córdoba del Tucumán, y comprende los valles de Soto, Salsacate y Guasapampa[2].
Aunque
sin duda los documentos coloniales presentan obstáculos importantes a la hora
de realizar inferencias sobre los comportamientos de las sociedades
prehispánicas, entendemos que un análisis que tome en consideración las
condiciones de producción de cada texto y pueda utilizar apropiadamente la
información marginal o secundaria de las fuentes, puede contribuir
sustancialmente a nuestro conocimiento de las sociedades indígenas anteriores a
la conquista española.
Partimos
de la noción de que la mayoría de las sociedades se territorializan de alguna
forma, y concebimos al territorio como el área donde un grupo determinado
ejerce el control o restringe el acceso a los extraños. Este control se
despliega de muy diferentes formas y niveles según el tipo de sociedad que estudiemos.
En el caso de las poblaciones indígenas de los valles noroccidentales de la
actual provincia de Córdoba, nuestra hipótesis es que su territorio no
constituía un espacio único, cerrado y homogéneo sino que se encontraba
articulado a partir de tres niveles de integración/exclusión, que se
correspondían con derechos a los recursos, relaciones sociales y vínculos
específicos.
El abordaje del territorio prehispánico
El
territorio es un tema central que ha preocupado tanto a los estudiosos del comportamiento
animal y humano, como también a geógrafos[3],
arqueólogos[4],
etnohistoriadores[5]
y antropólogos. Detengámonos en las dos últimas disciplinas. En la década de
los
En
líneas generales aunque estos modelos presentados aceptaron la incidencia de
factores extra-ambientales y extraeconómicos en la definición de los
territorios, los casos descriptos tendieron a sobrevalorar el papel de los
recursos económicos, lo cual ha sido puesto en cuestión por algunas
investigaciones. Gustavo Politis, por ejemplo, observó entre los Nukak- pueblo
actual de cazadores-recolectores de
En el
mundo andino la etnohistoria ha sido un campo especialmente fructífero en el
intento de explicar los mecanismos a través de los cuales los diferentes grupos
accedían a los recursos existentes en los distintos nichos ecológicos. Murra[11]
desarrolló el modelo de control vertical que sentó un claro precedente y sirvió
para explicar el funcionamiento de los señoríos y del propio imperio incaico. A
estos aportes siguieron otros como los de Salomon[12]
que explicó la microverticalidad en los Andes ecuatorianos. Más recientemente
Martínez ha indagado la problemática de los pueblos de
Las
sociedades de contacto de los valles noroccidentales revelaron comportamientos
territoriales, esto es la necesidad de delimitar espacios de exclusividad
frente a otros grupos, aunque, según veremos estos espacios podían ser
negociados, reformulados o flexibilizados a partir de diferentes contextos y
condicionamientos. Proponemos indagar en ciertas variables explicativas del
territorio prehispánico. Estas son: 1) las características de la población
(cantidad, distribución espacial), 2) el rol de las autoridades étnicas, 3) las
alianzas (para la guerra, para compartir recursos, etc.), 4) la disponibilidad
y concentración de recursos y su mayor o menor predictibilidad[14]
cuyo peso deberá ser evaluado, 5) los conflictos por el territorio que expresan
las diferentes identidades sociales y políticas a la vez que dan cuenta de las
pretensiones de poder[15].
Estas variables deben ser articuladas con los tres niveles que definen el
territorio indígena y en los que nos detendremos más adelante.
Siguiendo
a Carmagnani, afirmamos que el territorio es una conformación social, económica
y política. Cada comunidad tiene una relación particular con el espacio que
ocupa y en función de ello idea particulares estrategias de uso. Estas últimas
son, sin embargo, dinámicas ya que pueden cambiar en el tiempo debido a
diferentes factores ambientales (sequías, inundaciones, falta de alimento),
políticos (invasiones de otros grupos por ejemplo), demográficos (caída o
crecimiento de la población) etc. El territorio indígena no es, ni puede ser,
fijo ni estático, de allí que pueda estar sujeto a descomposiciones y recomposiciones
diversas. Estos cambios no implicarán necesariamente la disolución de la
etnicidad sino en todo caso su redefinición[16].
Los valles noroccidentales
El
Oeste de la actual provincia de Córdoba se encuentra atravesado por 3
importantes bloques montañosos que se ubican en dirección Norte-Sur: Las
Sierras Chicas, Las Sierras Grandes, Las Sierras Occidentales (conformada por
las sierras de Pocho, Guasapampa y Serrezuela). El segundo de estos cordones es
el más grande alcanzando una altura máxima de
A la
altura del Cº Los Gigantes (2.350m)
La
vegetación serrana varía con la altura. En la zona de los valles, entre los 500
y
En
líneas generales, en las nacientes de los ríos la cubierta vegetal es
romerillal incorporándose hacia el norte de las cuencas la vegetación arbustiva
y arbórea. El algarrobo y el molle conformaron importantes bosques en tiempos
anteriores a la conquista y existen registros sobre una activa recolección de
su fruto en la zona[21].
En la llanura la vegetación va adquiriendo poco a poco las características del
tipo desértico a medida que se avanza hacia el noroeste.
El
valle de Guasapampa presenta, a diferencia de los valles de Soto y Salsacate,
un mayor déficit de agua por poseer precipitaciones cercanas a los
Las
fuentes coloniales revelan conexiones entre las poblaciones prehispánicas de
tres de estos valles. Por esta razón, entendemos que el estudio de su
territorio implica necesariamente analizar, aunque en diferente grado y
profundidad, los tres valles (Soto, Salsacate y Guasapampa) y sus poblaciones
como un todo.
Los
expedientes judiciales son particularmente ricos en información en el tema que nos
ocupa y en el área seleccionada. Esto se vincula al hecho de que el sector fue
explorado tempranamente por los españoles. Aníbal Montes indica que la hueste
de Diego de Rojas, al mando de Francisco de Mendoza pasó por los algarrobales
de Soto en dirección al valle de Calamuchita en 1544 aproximadamente[23]
y señala además que, muy posiblemente, otros conquistadores incursionaron en la
región, como es el caso del capitán Francisco de Villagra entre los años 1550 y
1552[24].
Años después se registra la incursión de Lorenso Suárez de Figueroa en el valle
de Soto y Salsacate en el mes de enero de 1573, donde realizó los primeros
padrones de indios, sobre cuya base se efectuaron las encomiendas a los
primeros vecinos[25].
Las
encomiendas de indios fueron otorgadas en la zona en épocas tempranas, aunque
varios de sus beneficiarios no habían tenido contacto previo con los nativos,
excepto los que, como Tristán de Texeda, habían explorado la región junto a
Figueroa. Las cédulas de otorgamiento constituyen entonces fuentes importantes
para identificar las poblaciones originarias, aunque no deben estar exentas de
la crítica del historiador debido a los desplazamientos que éstas sufrieron.
El territorio
indígena y sus tres niveles de integración/exclusión social
El territorio de las sociedades indígenas que
estudiamos no era inmóvil pero contaba con signos explícitos de sus límites o
márgenes tales como los topónimos- particularmente
de los sitios de aprovisionamiento de agua y aldeas-, y también ciertas marcas
visibles en el terreno. Existían también límites inmateriales que eran producto
del sistema de alianzas y los diferentes acuerdos entre los grupos. Aunque con
muchos condicionamientos, el análisis de los expedientes judiciales tempranos
permite dar cuenta de estos fenómenos.
A
partir del registro material y documental analizado sobre las poblaciones
indígenas prehispánicas del sector noroeste cordobés, afirmamos que su
territorio- entendido como espacio donde un grupo ejerce el control- se
encontraba construido en tres niveles[26]
sucesivos de integración, interacción social y control del espacio.
El
primer nivel se correspondía con el espacio de interacción de las familias que
integraban la aldea. Los documentos coloniales indican que las aldeas indígenas
(o “pueblos” según se indica en la fuente) podían encontrarse separadas entre
sí a “un día de camino”. Los integrantes de
cada una de estas aldeas trabajaban comunitariamente sus propias chacaras y
tenían delimitado el acceso y uso a los pozos de agua o jagüeles. Cada aldea
estaba regida por una o varias autoridades étnicas.
En el
segundo nivel interactuaban los integrantes de las diferentes aldeas. Era en el
interior de cada valle serrano que se efectuaban las alianzas intergrupales y
podían surgir liderazgos supra-locales. Las alianzas y el nivel de agregación
que tenían las diferentes unidades políticas a lo largo del valle variaban. No
obstante, se observa entre ellas un aspecto común: los caciques eran los
sujetos que negociaban o pactaban el acceso a los recursos- por ejemplo el
agua- y eran también los mediadores de los acuerdos intergrupales. Esto último,
entendemos, se encontraba íntimamente ligado al movimiento e intercambio de
mujeres entre los diferentes grupos, como garantía de los pactos y también como
una forma de asegurar la reproducción social.
Un
último nivel del territorio indígena involucraba los movimientos de parte de
las poblaciones hacia otros sectores (valles o pampas de altura) en busca de
recursos como los de caza o recolección estacional. No aparece con frecuencia,
sino más bien excepcionalmente, que estos movimientos se dieran para buscar
tierras de cultivo. En términos generales los pequeños grupos que se
trasladaban a valles vecinos en busca de productos de caza o recolección, lo
hacían de forma transitoria y no permanente lo cual nos impide asimilar estas
prácticas a la interdigitación que plantea Murra para el espacio andino o
Martínez para
Cabe advertir que esta propuesta interpretativa no
hipotetiza sobre la homogeneidad u obligatoriedad de estos niveles (de modo que
no necesariamente cualquier agrupación familiar se presenta integrando una
aldea, que a su vez integra un área mayor y que ocupa espacios más alejados) ni
tampoco hipotetiza sobre la existencia de una armonía que obture la comprensión
del conflicto (por el territorio, por los recursos, o por otras razones). Se
trata de un primer acercamiento que sólo intenta proponer un modelo general que
deberá ser complejizado y relativizado en investigaciones posteriores.
1. El territorio de la aldea
Recurrir
a las primeras cédulas de encomienda para conocer la distribución de los
pueblos en períodos prehispánicos o de contacto no es una operación
conveniente, toda vez que, como ha sido advertido por más de un investigador,
hasta que Lorenzo Suárez de Figueroa, en sus tempranas incursiones anteriores a
la fundación de la ciudad, levantó padrones, es muy posible que se hubieran
producido algunos movimientos de población por efecto de la noticia de la
venida de los españoles o de las primeras entradas de Diego de Rojas, Francisco
de Villagra, etc. Debe recordarse que una de las prácticas más comunes de los
indígenas serranos de Córdoba era dividirse y dispersarse ante el peligro
inminente[29],
en este caso, el español. No obstante estos condicionamientos, las cédulas de
encomienda y los pleitos judiciales de fines del siglo XVI y principios del
siglo XVII ofrecen una invalorable información cuyo valor etnográfico surge
precisamente del hecho de formar parte de un texto donde el objeto central de
discusión y conflicto no es el que nos interesa. Es decir, todo lo que aparece
como información marginal y no central en la discusión resulta no sólo útil,
sino menos cuestionable desde el punto de vista metodológico.
Los
títulos de encomienda otorgados en los valles septentrionales fueron muy
tempranos en relación con la fecha de fundación de la ciudad de Córdoba. El
volumen de estos títulos no es el mismo en los tres valles, ya que en el caso
de Guasapampa se advierte una notable carencia de ellos.
Una
de las primeras encomiendas otorgadas en el valle de Soto fue concedida a
Francisco de Blasquez (o Belasques) según la cédula fechada el 10/nov/1576[30],
sobre el pueblo Soto, con el cacique Quilampe hoyopana[31].
Este pueblo fue otorgado junto a otros tantos que ocupaban el valle al momento
de la conquista española y que son muestra de la densidad de la población:
Quilishenen, Yobah henen, Sanen, Yelhenen, Tolyagenen, Yalgahenen, Macathenen,
Hatanhenen, Moschenen, Lahnen(?), Moschaynganenen(?), Vylahenen, Cantapac,
Yemhelam, Colohenen, Changal, Tocononyhenen, Vilan, Tochenen, Casalomanan,
Taba, Nabal, etc.[32]
Contiguo
y cercano al valle de Soto, Tristán de Tejeda recibió varios pueblos en
encomienda, en lo que constituye la parte septentrional del valle de Salsacate
actual: Hulumahen, Citonçacat, Charala, etc., cuya posesión se efectivizó en
octubre de 1575[33].
Poco tiempo después, Tejeda trasladó la mayor parte de estos indios de
encomienda al valle de Soto donde poseía tierras y donde instalaría un
importante obraje. En la zona de Huluma o Hulumahen mantuvo algunos pocos
indios hasta que, en 1615, declaró las tierras bacas y solicitó y recibió la
merced de tierras que había sido asiento del pueblo[34].
Otros beneficiarios con encomiendas en el valle de Salsacate fueron Lucía de
Grados[35],
Juan de Mitre[36],
Antonio Suárez Mexía, Blas de Peralta[37],
Bartolomé Xaimes[38],
etc. Las largas disputas que se sostendrían entre los encomenderos como el de
Antonio Suárez Mexía con Francisco Pérez Aragón por la posesión de encomiendas
del valle de Salsacate[39],
Juan Álvarez de Astudillo contra Pérez Aragón por encomiendas de Atanhenen y
Cantapas[40],
o Pedro García contra Bartolomé Xaymes[41]
por el pueblo de Niglistaca, son algunas de las tantas contiendas por posesión
de indios en la zona que nos brindan una información invaluable sobre los
nativos.
Respecto
al valle de Guasapampa son menos las referencias históricas que poseemos. La
menor presencia de registros de encomiendas en la zona de Guasapampa (Francisco
Pérez Aragón[42]
y Bartolomé Jaimes[43]
en el norte del valle) entendemos que es un indicador de la ausencia de una
población estable- esto es aldeas o sitios residenciales- en la zona.
Los
grupos indígenas que identificamos asentados en el valle de Soto en momentos
tempranos no constituían una unidad política sino que, por el contrario, eran
un conjunto de células vinculadas por relaciones de parentesco y alianzas[44].
Las dimensiones de estas unidades no están del todo claras, pero varios indicios
nos llevan a pensar que se trataba de pequeñas poblaciones agrupadas en aldeas.
También
el valle de Salsacate presentaba una población numerosa y fragmentada que se
ubicaba de norte a sur a lo largo de las márgenes del río principal y sus
tributarios. En correspondencia con los datos etnohistóricos las prospecciones
arqueológicas realizadas por Juana Martín de Zurita en la zona dieron por
resultado la localización de 25 sitios entre aleros y sitios al aire libre[48].
Si bien no en todos los casos estos sitios se corresponden con aldeas- en
particular los aleros- ellos son un indicador de la presencia indígena en
tiempos prehispánicos. Las fuentes escritas registran en el área septentrional
del valle las aldeas de Hulumaen, Citon, Tulian, etc., mientras que en el
centro y sur se ubicaban Punanquina, Tapacsua, Cantapas y Macatine, entre otros[49].
No es
posible establecer una estimación demográfica de la población originaria de los
valles pero sí podemos tener una idea general de la densidad de la ocupación
teniendo en cuenta que las distancias entre las aldeas a lo largo de un mismo
valle oscilaban entre medio día de camino (4 o 5 horas de camino
aproximadamente, es decir
Así
por ejemplo, el cacique Colo opan declaraba la distancia de su pueblo de Atan
henen (en el valle de Salsacate) respecto de otros:
...que no sabe quantas leguas puede aver de aqui alla e que
ansi mismo le an dicho que saliendo de este asiento de Atan henen van a dormir
al pueblo de Cantapas…[51]
O
que: “...saliendo de este su pueblo de Atan
henen por la mañana llegan al dicho pueblo de Huluman a medio dia...”[52].
Las
aldeas indígenas del área serrana de Córdoba se concentraban generalmente en el
fondo de los valles junto a los terrenos de cultivo y a las fuentes de agua,
salvo algunas excepciones como el caso de la pampa de Olaen estudiado por
Medina[53]
donde se detectaron sitios residenciales.
También
los documentos coloniales tempranos indican este fenómeno frecuente- aunque no
excluyente-. Así por ejemplo el indio Hansana Toctoc declaraba que:
Preguntado donde esta el pueblo Nichistaca con el caçique
Toniche dixo que el dicho pueblo de Nichistaca esta pasada una loma que señalo
hazia el postrer mogote y que las cassas que tienen al presente son por tener
sus chacaras serca[54].
La
idea de la autonomía económica entre las diferentes aldeas serranas ha sido
señalada por Piana oportunamente[55],
y en este sentido, la referencia sobre las distancias entre uno y otro
conglomerado de casas/chacaras que señalan las fuentes tempranas, refuerza la
posibilidad de dicha autonomía. En el mismo sentido, la investigación
arqueológica que indica la existencia de una economía prehispánica mixta,
basada en una agricultura a pequeña escala y en la caza y la recolección
también refuerza esta posición. Esto ha sido demostrado por Sebastián Pastor
para el valle de Salsacate[56],
por Laguens para el valle de Copacabana[57],
y Roldán para el valle de Punilla[58].
La
reproducción de esta economía mixta habría favorecido- aunque no de forma
excluyente- la distribución dispersa de la población en caseríos en el fondo de
los valles, en asociación con terrenos cultivables y fuentes de agua. En este
sentido, es llamativo el sitio Tala Cañada I en el valle de Salsacate, donde se
identificaron restos materiales correspondientes a un sitio residencial tardío
asociado a área de cultivo[59].
Aunque los fechados registrados por los estudios de Pastor dan un margen entre
1028-1219 d.C. en el sitio Arroyo Tala Cañada I y entre 1255-1296 d.C. en el
sitio Arroyo Talainin 2- ambos en el valle de Salsacate-[60],
es probable que a juzgar por las fuentes coloniales la dinámica de uso y explotación
del espacio se mantuviera hasta la llegada de los españoles.
A
nivel de la aldea los recursos que aparecen en la documentación colonial como
de uso restringido y acotado son: el agua y las tierras cultivables.
En
términos de predictibilidad el agua es el recurso menos predecible ya que las
características ambientales de la zona indican deficiencias continuas.
Tanto
en el valle de Salsacate como en el Soto el clima actual cuenta con
precipitaciones insuficientes y en tiempos anteriores a la conquista española
esta deficiencia era aún más acusada según indican los estudios paleoclimáticos
que señalan que en el siglo XVI el clima era más árido y frío[61].
Si
como expresan Dyson Hudson y Smith los recursos predecibles, en cuanto a su
distribución espacio-temporal, tienen mayores posibilidades de defensa
económica que aquellos que no son predecibles, es posible relativizar el valor
del agua como recurso defendible. No obstante, contra estas aserciones, las
fuentes coloniales dan cuenta de ciertos comportamientos territoriales ligados
al agua, especialmente a los manantiales y depósitos o jagüeles.
Los
cursos de agua permanente, los manantiales naturales y los llamados jagüeles hacían posible la vida y el
desarrollo de la agricultura.
Los jagüeles o pozos de agua servían para
aprovisionar a la población en épocas de sequía. La dependencia de este tipo de
depósitos se observa aún más acusada en el sector norte del valle de
Guasapamapa con una red hídrica menos importante que los valles anteriores y precipitaciones
por debajo de los
Según
algunas referencias documentales el jagüel era un depósito de agua de lluvia.
Así por ejemplo en 1591 el cacique Chabalanaguan indicaba que Chochocomahal “no es arroyo sino agua llobediça que cae de la
sierra e que esta rrepresada”[63]. Estos depósitos de agua represada
natural o artificialmente también recibían el nombre de “puquios”, palabra de
origen quechua que significa manantial de agua:
...Las tierras de la panpilla que se llama Pichana... y
tiene esta panpilla por aguada un puquio
que esta en una quebrada que alli se
represaban manantiales (...) que viene corriendo de los
guayquillos de los zerrillos que tiene la dicha panpa...[64]
La
referencia a estos depósitos de agua aparece no sólo en las fuentes judiciales
particularmente analizadas aquí, sino en las tempranas relaciones como la de
Pedro Sotelo Narváes, quien indicaba hábitos similares entre los indios
serranos de Santiago del Estero. Según Narváes, debido a la falta de agua, los
indios de la sierra santiagueña se abastecían de manantiales y jagüeles[65].
Pastor
en su trabajo arqueológico y de campo con comunidades campesinas del sector
norte del valle de Guasapampa- en el Cajón de Serrezuela- indica la presencia
de dos tipos de depósito de agua, los pozos naturales y las represas
construidas manualmente[66].
En ambos casos había una intervención humana en el mantenimiento y limpieza del
sedimento acumulado en dichos pozos[67].
La diferencia entre estos dos tipos de depósito no era tanto por el origen del
agua sino por su localización en la cuenca del río y la mayor o menor
participación del hombre.
Este
uso de los jagüeles indicado para el sector norte del valle de Guasapampa
habría estado también difundido en el valle de Salsacate según indican las
fuentes escritas del período colonial. El valle de Soto, por su parte, también
transcurre por períodos de deficiencia de agua aunque no se han hallado
registros de depósitos de agua o jagüeles.
Los jagüeles habrían constituido no sólo
recursos alternativos ante la época de escasez sino también hitos o marcas en
el territorio de cada grupo. Un testimonio de fines del siglo XVI señala que
entre los indios del valle de Salsacate no había un uso libre y sin
restricciones de los jagüeles sino que existía una clara noción sobre quiénes
tenían derechos de uso y que éstos estaban restringidos a ciertos grupos. En
este sentido, se señala que los pueblos de Tulian aha y Nulemo bebían del agua de Lilaça, el pueblo de Cashaha bebía de
otro jagüel a media legua del anterior, los pueblos de Çitanaha, Casnachinava,
Vichiaha y Cacuinan bebían del jagüel de
Melicpa, el pueblo de Caviche Ocavis bebía del
jagüel de
También
los nombres de pueblos de indios remiten en ciertos casos a una aguada lo cual
da cuenta de la importancia que éstas revestían para la identidad del grupo.
Así ocurría, por ejemplo, con algunos pueblos del valle de Escoba, ubicados
también en el sector noroeste de la jurisdicción cuyos nombres contienen el
vocablo quechua “yaco” que indica la referencia específica al agua: V.gr.
Chirinyaco, Hananyaco, Chanloyaco[70].
Un conocedor de la zona como Bartolome Xaimes indicaba respecto al nombre de
los pueblos “que tienen costumbre los yndios
de llamarse de differentes maneras unas vezes por los nonbres de los caciques
otras por los pastos e aguadas”[71].
Según se advierte, la
identidad de cada pueblo estaba fuertemente ligada a los recursos como el agua,
y en otros casos a su líder político, el cacique.
La
duración de los depósitos de agua o jagüeles dependía de su capacidad de carga
y de la intensidad de la sequía. No es posible entonces afirmar que siempre
permanecieran llenos. De hecho nuestros registros indican que cuando estos depósitos
se secaban los caciques cumplían un papel importante en la negociación del
acceso a otros jagüeles y manantiales. Es llamativo, en este sentido, que un
expediente de 1593 por posesión de unos indios, se indica que los tres caciques
de un mismo pueblo Abancolo, Nonguto y Cantalopina se separaron para “buscar agua” en tiempos de sequía por
haberse secado su jagüel[72].
Esto estaría señalando claramente que los caciques tenían un poder o mandato
especial de negociación con otros grupos para acceder al agua, ya que de lo
contrario, cualquier individuo habría podido salir en busca del tan ansiado
recurso. Estas referencias nos llevan a formular una idea de territorio
flexible donde ante situaciones de menor previsibilidad se ponen en marcha
mecanismos diferentes, como el llamado “altruismo recíproco” de Cashdan, donde
los grupos permiten el acceso a los recursos propios con la promesa o
posibilidad latente de lograr el mismo beneficio en el futuro.
La
movilización del grupo o de parte de este en busca de agua en tiempos de sequía
está presente en otros casos como por ejemplo el de Chochocamahal, un jagüel
con una importante capacidad de carga[73]
que además se encontraba mucho más al norte que los pozos ubicados en el valle
de Salsacate y que no registra comportamientos territoriales sino que por el
contrario habría sido un punto frecuente de confluencia de muchos indígenas de
la región noroeste de la jurisdicción:
...sitio muy antiguo entre los naturales de aquella tiera
por que los mas pueblos della
beben de jagueyes y a tiempos les falta el agua y acuden a aquel manantial por
agua y a esta causa es sitio muy señalado y nombrado entre los naturales...[74].
Su
apartamiento, riqueza y previsibilidad convertía a Chochocamahal en un recurso
que, lejos de ser detentado por un solo grupo, era compartido por todos
aquellos que acudían a él. Así como en los pozos menores, los derechos parecen
haber estado delimitados con claridad, el jagüel de Chochocamahal habría
alentado comportamientos y prácticas diferentes no ligadas al uso exclusivo del
recurso sino, y por el contrario, al uso comunitario del agua en momentos
excepcionales de sequía.
Con respecto a las tierras de cultivo, en términos de
previsibilidad y exclusividad, puede decirse que según los estudios edafológicos
y ambientales de la zona, las más apropiadas para el cultivo se encontraban
localizadas principalmente en el fondo de los valles que estudiamos. No hay
indicios de que las poblaciones cultivaran siempre el mismo lugar y es muy
posible que la localización de las chacaras se modificara teniendo en cuenta la
variable antes analizada, es decir, la disponibilidad de agua, y el desgaste
del suelo. Algunas mensuras de fines del siglo XIX indican que los campesinos
indígenas de la zona tenían aún localizadas sus chacaras en los valles regados
por los cursos principales[75].
El
cultivo era efectuado por cada comunidad por separado, aunque las chacaras se encontraran
cercanas entre sí.
El
cacique Colo opan declaraba:
...que son todos unos este dicho pueblo de Atan henen y
el pueblo de Cantapas porque sienpre se an tratado por parientes debajo del
apellido de Cantapas y ansi en sus fiestas y llantos se hallan los unos y los
otros e que estos yndios de Atan henen van a senbrar juntos a las chacaras y
los de Cantapas sienbran junto a las chacaras de los yndios de Atanhenen e que
se tratan por una parçialidad y en sus guerras se ayudan unos y los otros y
esto declara...[76].
Como
se observa en la cita precedente, aunque estos diferentes grupos se hallaban
emparentados y compartían fiestas y entierros[77],
trabajaban sus chacaras de forma independiente. La autonomía[78]
de estas poblaciones era relativa en la medida de que excepcionalmente una
unidad familiar podía ocupar espacios ajenos para sembrar. En un caso
documentado para el área de Punilla, que podría ser extensible al valle de
Salsacate, una familia pudo hacer uso de las tierras de cultivo de sus
parientes políticos luego de obtener un permiso para ello[79].
El pedido que don Francisco Matala, cacique de Punilla, hizo a los parientes de
su mujer- natural del pueblo de Cosquin- para sembrar en tierras de Cosquin y
el “permiso” que recibió indica un claro sentido del territorio[80].
Este caso da cuenta además de la importancia del vínculo matrimonial en el
acceso a los recursos y de la posición estratégica que ocupaba el cacique como
negociador. Se observa así que a nivel de cada aldea era el cacique la figura
política que habilitaba o restringía el acceso a los recursos.
2. El
territorio negociable
Si a nivel de la aldea era la comunidad primaria la
encargada de la reproducción económica y social del grupo, con el cacique como
autoridad máxima, en un nivel superior de observación podemos afirmar que
existían alianzas y relaciones entre los grupos donde cada cacique era el negociador
clave. De allí que sea de fundamental importancia adentrarnos en la estructura
política de las sociedades que estudiamos.
Los datos con los que contamos para el valle
Punilla y pampa de Achala[81],
como también para los valles de Soto y Salsacate indican la existencia
simultánea de dos tipos o variantes de organización política:
a) La primera se
corresponde con la presencia de unidades mayores y menores, sujetas a caciques
principales y secundarios respectivamente. Es el caso de Cantapas ubicado en el
valle de Salsacate, y cuyas unidades menores generaron pleitos entre dos
vecinos importantes de la jurisdicción. Si bien, a lo largo de todo el
expediente (1590-91) se encuentran innumerables contradicciones en las
declaraciones de los testigos, no queda duda en los testimonios de la
existencia de ciertas unidades menores (como el pueblo de Punanquinahalo o el
pueblo de Atanhenen) sujetas a la “boz y apellido”
de Cantapas con los caciques Chabalanaban y Cantahere. Estas unidades menores
aparecen descriptas como “parcialidades cantapases”[82],
para dar cuenta de su pertenencia a un grupo más amplio o a un linaje común.
En el
mismo sentido otras fuentes coloniales tempranas y los análisis etnohistóricos
de la zona como los efectuados por Piana[83],
indican la presencia de distintos niveles de agregación y dependencia entre las
poblaciones indígenas particularmente entre aquellas ubicadas al noroeste de la
jurisdicción cordobesa. Los documentos que citamos a continuación (1587)
muestran con claridad este fenómeno en el área cercana a Ischilin:
...por lengua de Elvira del servicio de Pedro de Soria
vezino desta dicha çiudad, dixo el uno dellos llamarse Chalcasvacona y ser
señor del pueblo Civiçacat y otro caçique dijo llam[a]rse Ambicama y ser señor
del pueblo de Cinçacat y ser todos de la parcialidad
y apellido de Nunçacat distinto del pueblo Chimboçacat...[84].
...trajo a Nunçacate caçique y por lengua de Sulcho yndia
natural de pueblo de Escoba dixo que se llamaba Chimbosayco y ser caçique del pueblo de Chimboçacate y ser sujeto al caçique Yalchimbo y señor del pueblo de
Yalçacate…[85]
A pesar de la frecuente confusión de
términos, en particular respecto de la denominación “parcialidad” que habría
indicado en ciertos casos unidades de población mayores, y en otras ocasiones,
unidades o desprendimientos menores de un mismo pueblo, en todos los casos, las
referencias documentales tempranas revelan la existencia de entidades sociales
y políticas de diferentes magnitudes. Una estructura similar habría sido
analizada por Castro Olañeta para el caso de Quilino[86]
y por Doucet para Quilpo, lo cual nos permite proponer este tipo de
organización para el área septentrional de las sierras de Córdoba.
Este
tipo de configuración política puede percibirse además en la estructura formal
de los nombres indígenas registrados en Soto en 1619. La importancia de la
fuente, a pesar de su fecha tardía, resalta principalmente porque no obedece a
la lógica de los padrones coloniales, con la inclusión del hombre de tasa,
esposa e hijos. El documento corresponde a un listado de indígenas que
recibieron una retribución postmortem
fijada en una de las mandas testamentarias de su antiguo encomendero, Tristán
de Texeda. Por esta razón el listado posee una estructura diferente y permite
dar cuenta de algunos fenómenos que en un padrón tributario están ausentes.
Uno
de los aspectos que rescatamos de este documento es el análisis de los nombres
indígenas. Como sabemos, la conquista imprimió usos diferentes, entre los que
encontramos el nombre de pila de origen peninsular impuesto con el bautismo
(Pedro, Juan, María, Isabel, etc.), y junto a él se conservó el nombre
indígena, particularmente en el caso de los hombres, ya que las mujeres fueron
identificadas sólo a partir de su nombre de pila y su vínculo matrimonial (vgr.
Catalina mujer de...). El mismo fenómeno
ha sido analizado por Boixadós para el caso de los nativos de Famatina[87],
pero con la diferencia de que en este último caso no se observa la acumulación
morfemática que encontramos en Córdoba.
En el
listado de la población de la encomienda de Soto de 1619, observamos que cada
registro está compuesto por 1) el nombre de pila español y 2) uno (vgr. Andres Numpa, Joan Usne) o dos morfemas de raíz indígena,
(vgr. Alonso Totinmulan, Joan
Miscanaguan, Joan Chimbociton).
La reiteración de algunos de ellos como “mulan”, “chuctaui”,
“nauan” y “alquilan”, en particular en los casos de acumulación
morfemática, entendemos que no es aleatoria ni tampoco implica la preferencia
por un mismo nombre sino que podría estar indicando la pertenencia de los
sujetos a un linaje común o unidad suprafamiliar, diferente a su núcleo directo
de parentesco. Tal el caso de:
Morfema “mulan” |
Morfema “chuctaui” |
1.
Alonso
Totinmulan 2.
Andres
Gallegomulan 3.
Anton Ulumanmulan 4.
Christobal
Chucuyumulan 5.
Domingo
Miramulan 6.
Domingo
Tulianmulan 7.
Don
Joan Apanamulan 8.
Don
Joan Cantacomulan 9.
Don
Pedro Cantamantamulan 10.
Francisco
Mulantoctoc 11.
Gaspar
Ablimulan 12.
Gaspar
Caspamulan 13.
Gaspar
Tulimulan 14.
Joan
Bacomulan 15.
Joan
Mulancostin 16.
Pedro
Chabalamulan 17.
Pedro
Joamulan 18.
Pedro
Mantichimulan 19.
Pedro
Mulantan |
1.
Agustin
Miscanchuctaui 2.
Alonso
Cantachuctaui 3.
Anton
Chuctauicostin 4.
Domingo
Chuctaui 5.
Don
Joan Chuctauialquilan 6.
Don
Pedro Apanchuctaui 7.
Francisco
Chuctaui 8.
Francisco
Chuctauinaguan 9.
Goncalo
Corochuctaui 10.
Joan
Calchaschuctaui 11.
Joan
Catpan chuctaui 12.
Joan
Mulanchuctauimulan 13.
Joan
Talanchuctaui 14.
Pedro
Oypanchuctaui |
En la primera columna,
se observa con claridad esta doble pertenencia de la cabeza de familia ya el Nº
2 tiene el apellido “Gallego” (probablemente referido al apellido del español
Baltasar Gallegos llegado en las primeras épocas de la conquista a Córdoba que
tuvo encomiendas en la zona) que indicaría un orden de pertenencia primario o
directo y, el morfema “mulan” que le sigue, indicativo de la pertenencia a un
núcleo final o linaje mayor según nuestra hipótesis. Este fenómeno también es
común a los nombres de caciques que poseen una construcción similar.
En la segunda columna
(chuctaui) se observa con mayor frecuencia que en la primera la utilización
invertida del morfema “chuctui”, lo cual podría indicar un orden, prioridad,
jerarquía o distinción en la filiación del individuo. Esto requiere sin embargo
un análisis lingüístico específico que no es posible desarrollar ahora.
b) El segundo tipo
de configuración política que podemos identificar en la documentación del área
es aquélla donde las unidades no congregaban porciones menores y se encontraban
lideradas políticamente por un cacicazgo simple o múltiple (2 o 3 caciques) de
una misma jerarquía aparente. Catorce de los pueblos mencionados en la cédula
de encomienda concedida a Francisco de Blasquez en 1676 en el valle de Soto,
poseían un cacique, nueve pueblos tenían doble cacicazgo y un pueblo tenía
triple cacicazgo. Así por ejemplo, en las vertientes de Soto encontramos: el pueblo
de Quilishenen con los caciques Quilisnaban y Quilishoipan, el pueblo
Yabahhenen con los caciques Yobahnaban y Yobahhoipana, el pueblo Sanen con los
caciques Nininaban y Ninihhoyopana, el pueblo Yelhenen con los caciques
Yalnaban y Yalhoiopan, el pueblo Macathenen con los caciques Colotalina y
Macatnaban, etc. Ninguno de estos pueblos parece haber tenido unidades menores
a ellos sujetas. Este tipo de estructura política se localiza no sólo en el
valle de Salsacate sino también en el valle de Punilla analizado en un trabajo
previo y ubicado más al sur del anterior[88].
Si
bien la primera de las organizaciones políticas mencionadas resulta
aparentemente más jerarquizada, en ambos casos estamos frente a sociedades con
gran flexibilidad. En ambas encontramos procesos de fisión y fusión donde las
unidades sociales podían dividirse y reagruparse según las contingencias a las
que debieran hacer frente[89].
Este tipo de estructura política, con varias autoridades étnicas sin una
aparente diferenciación jerárquica, o donde la fragmentación del grupo (por
sequía, hambruna, conflictos por hechicería, etc., según hemos analizado en
trabajos previos) podía convertir un cacique “secundario”[90]
en “principal”, entendemos guarda una importante correspondencia con las
organizaciones heterárquicas como algunos
autores han propuesto para el NOA en momentos bastante más tempranos al que
analizamos[91].
Carol Crumley define la “heterarquía” como la organización donde la
relación entre sus elementos constitutivos no está ranqueada o jerarquizada, o
bien cuando dichos elementos poseen el potencial de ser jerarquizados de muy
diferentes maneras[92].
La
presencia de varios caciques (de igual o diferente jerarquía) habría
facilitado, a nuestro entender, el mantenimiento de la cohesión entre las
unidades menores que se desprendían del grupo mayor, posibilitando además
futuros reagrupamientos de la población[93].
Particularmente, y tal como ha señalado Brumfiel, las organizaciones
heterárquicas son las más adecuadas para hacer frente a las condiciones
imprevisibles como la sequía, debido a su mayor flexibilidad[94].
Laguens
ha planteado la hipótesis de la fisión de grupos por presión demográfica en
tiempos anteriores a la conquista, pero las fuentes coloniales también indican
procesos inversos donde la población volvía a unirse al grupo del cual se
escindió. Así lo muestran varios testimonios entre los que podemos citar el de
don Diego Cachicha- del pueblo llamado Mantabile al sur del valle de Salsacate-
quien en 1598 se refería a la escisión de un grupo como consecuencia de las
desaveniencias ocasionadas en el interior del pueblo con el cacique de
Nichistaca:
Preguntado que pueblo es el que se llama Chilbahene dixo que
es una parsialidad que estaua poblado en el pueblo de Nichistaca que todos son
de un pueblo con el caçique Toniche y que esta
parsialidad tuuo pesadumbre con Toniche y se salieron del dicho pueblo y
fueron a poblarse a un sitio que se llama Pulmahalon y que alli estuuieron
poblados antes que tuuiesen notiçia este testigo de la poblaçion de Cordoua y despues se bolbieron a conformarse y
siempre se juntauan a sus fiestas el un pueblo con el otro y esto responde…[95]
Estas
desavenencias registradas indican la fragilidad que podían tener las alianzas
intragrupales ya que en el interior de una misma unidad política se podían
desatar conflictos que generaran la escisión- momentánea o no- del grupo.
La
dinámica de las poblaciones del área noroeste y central de las sierras
cordobesas se acerca considerablemente a las prácticas que Carmagnani ha descrito
para el valle de Oaxaca donde existía una territorialidad flexible y las
poblaciones fluctuaban entre períodos de fragmentación y fusión[96].
Estos procesos se encuentran también presentes entre los chiriguanos donde,
según Saignes, en circunstancias adversas- hambrunas, epidemias, represalias-
la consigna era la dispersión; en tiempos de paz y de prosperidad las familias
volvían a formar pueblos mayores[97].
Otro
aspecto que debe ser destacado respecto a las prácticas sociales de las
poblaciones que analizamos es el uso de la poligamia entre las autoridades
étnicas. En el listado de 1619 de indígenas reducidos en la encomienda de Soto
(provenientes del valle homónimo y del valle de Salsacate) se registraron los
nativos clasificados en tres grupos: 1) hombres mozos, viejos y curacas, 2)
niños de
Algunos
caciques poseían 2 o más mujeres: don Joan Apanamulan (2 mujeres), don Pedro
Miscanoloyo (2 mujeres), don Juan Cantalupina (4 mujeres), don Diego Citon (4
mujeres), don Pedro Chuluman (2 mujeres) y don Juan Usta (2 mujeres)[100].
Los datos señalados son el producto de condiciones de producción altamente
diferenciadas de aquellas que influyen en la elaboración de los padrones de
población de la misma época. En general los padrones tienden a esconder las
relaciones de parentesco que contravienen el modelo de familia monógama. Se
trata de un aspecto interesante de estas poblaciones indígenas relacionado con
sus estrategias de reproducción social de tiempos ancestrales. Si bien las
fuentes analizadas no nos proporcionan demasiados detalles al respecto de esta
práctica, podemos inferir que la poliginia constituía un mecanismo para
reforzar el liderazgo. La ausencia de varias esposas entre los hombres del
común también es un indicador importante de que la práctica estaba circunscrita
a las autoridades étnicas.
Según
han destacado diferentes antropólogos (como Lèvi Strauss, Meillasoux, entre
otros) observando las sociedades precapitalistas, el movimiento de individuos
de ambos sexos entre los grupos de cazadores constituye una forma de asegurar
la reproducción social. En las sociedades agrícolas, en cambio, la movilidad se
efectúa sólo respecto de personas de un sexo y es objeto de una política
violenta o pacífica destinada a poner en relación a individuos púberes cuya descendencia
se insertará desde el nacimiento en relaciones de filiación[101].
Aunque
no hemos localizado la información específica correspondiente al intercambio de
mujeres, la existencia de matrimonios mixtos- entre diferentes pueblos- y la
presencia de prácticas poligámicas entre los caciques son indicadores muy
importantes de la circulación de mujeres entre los diferentes grupos de la
región. La poligamia es coherente, además, con el tipo de organización de las
sociedades prehispánicas que estudiamos. El reducido número de personas de cada
aldea, de sostenerse prácticas endogámicas, habría llevado en el largo plazo a
su extinción. La única posibilidad de asegurar la reproducción social habría
sido favorecer el intercambio recíproco de mujeres púberes.
Sobran
las referencias documentales que indican que las poblaciones serranas se
encontraban emparentadas entre sí[102].
Así por ejemplo el cacique Felipe Milamatcan expresaba en relación al valle de
Salsacate que “es costumbre entre los
naturales emparentarse casandose con yndias de otros pueblos, así se trataban
de cuñados”[103].
También
don Alonso de
“...aunque se faborezcan en las guerras y çelebren sus
regozijos juntos y esten enparentados por via de amadazgos[104]
o en otra manera no se entendera ser todos unos porque toda la tierra
generalmente estan encadenados en parentescos y amistades...[105]
En
todo el Tucumán colonial la poligamia fue perseguida por los españoles apenas
se produjo la conquista y colonización, y seguramente la desaparición de esta
práctica se corresponde con los altos niveles de desestructuración que
sufrieron estas poblaciones, en particular las de Córdoba y Catamarca[106].
Tempranamente Gonzalo de Abreu la condenaba en su ordenanza 10 de 1579:
...que los yndios que se ovieren cassado con una muger y no
con mas en su ley antes que entrasen los españoles en estas provincias a
poblar, sean validas...
...y que desde oy en adelante no sea valido el casamiento en
su lei ni pase conpra ni benta que hazen de mugeres...[107]
Si
bien estas ordenanzas fueron inspiradas particularmente en la realidad
santiagueña fueron aplicadas a todo el Tucumán y no es improbable que la
práctica hubiera estado extendida en otros sitios.
La
práctica de la poligamia era común entre varios grupos originarios[108],
aunque fuera considerablemente perseguida por
Esta
práctica no sólo explicaría los estrechos lazos parentales que encontraron los
españoles en la región- como consecuencia de la circulación de mujeres- sino
también la existencia de ciertos linajes regionales o supralocales, que
integraban varios grupos en torno a uno o varios líderes políticos.
c) El territorio periférico. Este último nivel se vincula con el acceso que los grupos tenían a
recursos más alejados como los productos de caza o los de recolección. Estos
implicaban la movilización de parte de la población hacia otros sectores de la
sierra, ampliando el radio de acción de cada grupo según los casos de
Si
bien es necesario explorar en mayor profundidad los vínculos de las aldeas con
estas otras áreas, entendemos que durante los movimientos en busca de presas de
caza o de productos de la recolección también se pusieron en juego prácticas de
carácter territorial. Cashdan ha indicado para el caso de los pueblos que
habitan el desierto de Kalahari que las marcas en el terreno (pinturas, señales
en los troncos de árboles, etc.) son más propias de los territorios pequeños,
con recursos concentrados y defendidos militarmente[111].
No obstante, entre las poblaciones prehispánicas del noroeste de Córdoba- de
amplia movilidad y amplitud de territorios- se observa claramente la presencia
de “moxones” prehispánicos cuya materialidad no siempre describen las fuentes
coloniales pero que eran claramente visibles para los indígenas que explotaban
los espacios de caza o “cazaderos”.
Si
atendemos a la “estructura del recurso”[112],
observamos que los recursos de caza, a diferencia del agua y de las tierras
cultivables, tienen movilidad. No obstante ello, esta situación no los hace
menos susceptibles de ser defendidos. Los guanacos por ejemplo, revelan
comportamientos territoriales, aunque su densidad depende de muchos factores
como la oferta trófica, disponibilidad de agua, competencia, barreras físicas,
etc. En ciertos contextos pueden constituir recursos densos y predecibles y por
lo tanto ser económicamente defendibles[113].
Otro recurso de caza del área serrana era el venado de las pampas, cuyos
hábitos son marcadamente diurnos, tienen dormideros bien delimitados y son
territoriales, lo cual también los vuelve predecibles[114].
Aunque
no contamos con documentos coloniales específicos sobre los productos de caza
para los valles de Guasapampa, Soto o Salsacate, algunas fuentes relativas al
valle de Punilla, indican la presencia de “moxones antiguos” relacionados con
los territorios de caza, al punto que cualquier violación o irrupción a los
“cazaderos” ajenos podía provocar un conflicto entre los grupos.
Así
lo señala Martín Hamiltocto cuando expresa que:
...por estos linderos y moxones se dividian las tierras de
También Pedro
Agalochican, natural de
Estas
referencias, son válidas para el valle de Punilla pero también podrían ser
extensibles a los valles septentrionales de Soto y Salsacate, no sólo por la
cercanía geográfica sino por la similitud que revelan las poblaciones de las
regiones señaladas.
También
los rebaños de camélidos domesticados pueden haber constituido recursos
defendibles, pero las fuentes coloniales no nos proporcionan ningún dato al
respecto que pueda relacionarlos con comportamientos territoriales.
La
movilidad de los grupos que estudiamos está ligada tanto al movimiento de las
presas de caza, como a otros fenómenos. Hemos corroborado particularmente en el
caso de las poblaciones indígenas del valle Salsacate que no sólo se hallaban
conectadas entre sí (de Sur a Norte) sino que se hallaban vinculadas a los
recursos y/o a las poblaciones de los otros valles (hacia el Este y el Oeste).
En el sector norte del valle de Guasapampa confluían varios grupos que
compartían el uso de ciertos jagüeles, como Chochocomahal, que permanecían
llenos de agua en épocas de generalizada sequía. En dirección al valle de Soto
la circulación de personas se realizaba en el período estival para la
recolección de la algarroba. Sobre esto último se refiere Tristán de Texeda
cuando indica que al llegar Lorenzo Suárez de Figueroa al valle de Soto, el 8 o
10 de enero de 1573, se encontraba en plena actividad cosecha de algarroba y
los indios de la zona de Hulumahen (norte del valle de Salsacate y junto al
valle de Soto) se hallaban aplicados a ello en los algarrobales de Soto[117].
También otros documentos indican conexiones entre los pueblos ubicados al sur
del valle de Salsacate con los algarrobales de Soto, por ejemplo los indios de
Talaime[118].
Si
bien las fuentes trabajadas no indican que los algarrobales constituyeran
recursos de uso restringido a ciertos grupos, esta aserción podría inferirse de
otras fuentes que lo indican para el caso de los mollares ubicados en el valle
de Punilla- al sur de los valles de Soto y Salsacate. En este sentido, Matheo
de Acevedo sostenía en 1632 que antiguamente:
el casique don Juan i los demas sus indios (...) tenian sus çhacras i
corral i abitaban los dichos indios de Cosquin i todos los demas goaicos
comarcanos i cojian de sus molles hasta los limites i
mojones de la diçha Punilla[119].
Ya
sea que hablemos del Schinus molle
difundido en el Perú o
La
existencia de espacios no ocupados por las aldeas pero explotados de forma
transitoria por las poblaciones de los valles nos permite definir los límites
exteriores de los territorios indígenas. Esto guarda coherencia con los
resultados de los estudios arqueológicos de la zona sur de Guasapampa donde
Recalde estudió las representaciones rupestres en aleros y tafones dando cuenta
de la movilidad estacional de los pueblos de los valles aledaños hacia el
sector sur del valle de Guasapampa durante el Período Tardío. La autora no
identificó hasta el momento sitios residenciales sino sólo ocupaciones
transitorias con baja densidad y con rastros de actividades de procesamiento y
consumo de alimentos (vegetales silvestres y animales de caza)[122].
Recalde destaca la reocupación reiterada de determinados sitios por parte de
los mismos grupos pero sin presencia de actividad agrícola[123].
Estos datos permiten dar cuenta de que el consumo de los frutos de recolección
y las presas de caza también formaron parte de áreas de exclusividad o
restricción.
Finalmente,
las pinturas rupestres del valle de Guasapampa también habrían constituido
marcas en el terreno. Según Recalde, las condiciones de escasa visibilidad de
las pinturas rupestres en el Sur del valle, revela que estas marcas no buscaban
transmitir información a los que transitaban por el lugar[124].
No obstante, la repetición de cánones y la reocupación de los mismos lugares
por los mismos grupos podrían constituir indicadores de la afirmación de
ciertas identidades locales[125].
A nuestro modo de ver, las marcas formaban parte, al menos en el caso del sur
de Guasapampa, de ciertas prácticas de reafirmación del territorio propio.
Consideraciones finales: territorios y prouincias
A
partir de los tres niveles analizados es posible establecer que las poblaciones
indígenas prehispánicas del área noroccidental de la actual provincia de
Córdoba, tenían una territorialidad basada principalmente en la explotación
exclusiva de ciertos recursos. El territorio no puede ser concebido como
homogéneo y fijo sino sujeto a negociación y redefinición permanente. Las redes
de relación y las alianzas se producían en diferentes niveles a través de la
negociación que realizaban las autoridades étnicas, donde el intercambio de
mujeres debe haber jugado un papel importante. Los objetos de negociación o
disputa habrían sido principalmente los recursos, pero no descartamos la
posibilidad de otros objetos de interés y alto valor simbólico.
El
territorio de cada grupo podía superponerse o no en algún punto con el de otras
unidades (especialmente al nivel del territorio “negociable” y “periférico”),
dependiendo del sistema de alianzas mencionado.
Los
españoles nunca alcanzaron a comprender la complejidad de la territorialidad
indígena y esto generó numerosos contratiempos y malos entendidos que
oscurecieron los pleitos por encomiendas. No obstante los obstáculos en la
comprensión de la otredad, las autoridades coloniales y los encomenderos fueron
conscientes de la existencia de ciertas unidades o espacios de exclusividad
entre los grupos nativos, de allí que, con frecuencia, hicieran uso del término
“provincia” para dar cuenta de dichos
espacios.
Lorandi
y Bunster[126]
han destacado la ambigüedad que podía tener el término provincia
o prouincia en la documentación temprana
del Tucumán colonial, indicando que cuando se lo utilizaba en relación a los
nativos podía encerrar un sentido étnico, o bien podía referenciar a un rasgo
político, en el sentido de una región sujeta a una misma autoridad[127].
En la
jurisdicción de Córdoba, el término “prouincia”
aparece con frecuencia en las fuentes judiciales asociado a: a) la palabra
“valle”- entendida como una región geográfica determinada- y b) la palabra
“parcialidad” con un sentido político.
a) que a la prouinçia y valle de
Salsacate le auian puesto por nombre
b) ...digo que a mi se me notifico
nonbre persona de mi parte y en su conformidad nonbro a Mateo de Matos persona
que con la persona quel susodicho nonbra hagan la dicha medida y para questa se
haga de una vez i çezen pleitos y diferencias y el dicho Jeronimo de Nis
conozca las tierras que le pertenezen que son las pertenecientes a la parcialidad i provincia de Cosquin conforme a su titulo e io conozca con
distension las que conforme al mio me pertenezen que son las que estan debaxo
de los limites y moxones antiguos que dividian las tierras de la provincia de Punilla con los indios de la dicha de Cosquin.... [129]
Ya
sea que el término prouincia
hiciera referencia a una unidad geográfica o a una unidad política, en ambos
casos su uso involucraba la presencia de ciertos límites o espacios de
identificación/restricción entre los grupos. Desde la perspectiva de la
territorialidad el término cobra mayor claridad. Las provincias tenían límites
y su trasgresión podía ocasionar la guerra como ocurría con los “cazaderos”
(ver ut supra). Esto revela que poseían cierta unidad o autonomía frente a
otras similares:
Preguntado si esta lexos deste dicho pueblo de Nichistaca el
valle de Soto y Cantapas dixo que no a estado en ellos por ser otra prouinçia y esto
rresponde[130]
...ni este declarante a tenido notiçia del ni saue que aya
pueblo en esta prouinçia ni en la de
Salçacate del nombre Cochilcohalo...[131]
Las
fuentes no indican, sin embargo, que cada provincia indígena tuviera una cabeza
política única sino que por el contrario, y en función de los datos que hemos
presentado hasta ahora, entendemos que habría correspondido a una región o
porción del territorio sometido a un sistema de alianzas determinado, donde los
grupos allí residentes, sujetos a diferentes cabezas políticas, habrían
compartido no sólo ciertos recursos sino también lazos de parentesco y
afinidad. Cada unidad de territorio o “prouincia” en
términos coloniales, habría constituido una heterarquía donde los liderazgos
podían alterarse de un momento a otro y según las contingencias. Esta situación
contrastaba profundamente con la concepción española de autoridades políticas
jerarquizadas y dependientes del rey como cabeza. Por esta razón es que la
dinámica social indígena fue absolutamente incomprensible y caótica según esta
perspectiva.
Finalmente,
la existencia de territorios indígenas no encuentra correlación con la unidad
lingüística. Los estudios que existen para Córdoba han demostrado la existencia
de tres grupos lingüísticos en toda la jurisdicción cordobesa: henia, camiare y
sanavirón, siendo los dos primeros parte del mismo sustrato lingüístico. En el
valle de Soto y Escoba se localizó el grupo henia, mientras que en el sur y este
valle de Salsacate, Ambul y Panaholma se localizó el grupo camiare. Según
sostiene Bixio y Berberián[132],
las diferencias entre el henia y el camiare no eran tan grandes que pudieran
haber obstaculizado la comunicación. No existen, por lo tanto, datos que puedan
asociar la distribución de las lenguas indígenas a los límites de los
territorios.
La
conquista española y particularmente la institución de la encomienda tuvieron
necesariamente que generar, aunque no una ruptura total con el pasado, sí una
recomposición de las unidades sociales autóctonas cuyos liderazgos fueron
también transformados. Muchos de los pueblos que identificamos en los tres
valles de Salsacate, Soto y Guasapampa fueron reducidos y concentrados en unos
pocos sitios perdiendo sus antiguas configuraciones territoriales. La
encomienda de Soto es un ejemplo de ello ya que bajo una misma entidad se
agruparon muy diversas unidades políticas (provenientes de los valles de Soto y
Salsacate). La constitución de dicha encomienda en 1619 da cuenta de la
presencia de por lo menos 24 caciques en una sola reducción lo cual es
importante indicio de dicha recomposición[133].
Con el tiempo, las autoridades españolas sólo reconocieron una autoridad étnica
o cacique por pueblo y relegaron al resto de las autoridades a un segundo
plano, conservando apenas un carácter simbólico bajo el título de “don”.
La
articulación de los antiguos territorios indígenas fue alterada completamente
lo cual afectó sus estrategias de reproducción social. La dimensión real de
estos procesos no puede ser comprendida sino alcanzamos a vislumbrar primero la
particular forma en que las poblaciones indígenas prehispánicas organizaron,
explotaron y construyeron socialmente el espacio que habitaban. De allí que
consideramos indispensable el estudio de las poblaciones indígenas de Córdoba
atendiendo a las condiciones particulares de cada región y evitando grandes
generalizaciones.
Aceptado: 19 de setiembre de 2010
Una aproximación al territorio indígena prehispánico.
Córdoba (Siglo XVI)
Resumen
Este
artículo explora algunas de las variables explicativas del territorio indígena
del noroeste de la actual provincia de Córdoba partiendo de las fuentes
coloniales tempranas (siglos XVI y XVII). Desde un enfoque etnohistórico, pero
recuperando las investigaciones arqueológicas realizadas en la zona hasta el
momento, se analiza la particular forma en que las sociedades indígenas
accedieron a los recursos y delimitaron sus derechos a éstos.
La necesidad de fijar espacios de exclusividad de
unos grupos respecto de otros no anuló la posibilidad de la negociación y
redefinición de los territorios. En este sentido, los caciques cumplieron un
rol fundamental para el establecimiento de las alianzas y pactos intergrupales
donde el intercambio de mujeres habría sido un aspecto central.
La particular forma que adquiere el territorio
indígena constituye un aspecto esencial para dar cuenta de las condiciones de
posibilidad de reproducción social entre las poblaciones nativas en el período
inmediatamente anterior a la conquista española.
Palabras claves: Territorio; Población indígena; Recursos
Constanza González Navarro
An approach to the
pre-hispanic aboriginal territory. Cordoba (16th Centurie)
Summary
This article explores some of the explanatory variables of the
aboriginal territory in the north-east area of today’s province of Córdoba,
starting from early colonial sources (16th and 17th centuries). From an
ethnohistoric point of view and retrieving the archeological investigations
carried out in the area until the moment, we analyse the particular way in
which the aboriginal societies had access to the resources and defined their rights to them.
The need to establish the
exclusive fields of some groups with regard to others, did not cancel the
possibility of negotiation and re-definition of the territories. In this
respect, the tribal chiefs played a fundamental role in the foundation of
intergroup alliances and agreements where the exchange of women would have been
a main issue.
The particular way the
aboriginal territory acquires, constitutes an essential factor to explain the
possibility of social reproduction among native settlements in the period previous
to the Spanish conquest.
Keywords: Territory; Aboriginal
people; Sources
Constanza González Navarro
[1]
Investigadora Asistente del CONICET. Investigadora del CEH Carlos S. A. Segreti
(Unidad Asociada al CONICET). Profesora Asistente de la cátedra de Historia de
América I (colonial) de
[2] Proyecto de investigación CONICET 2009
titulado “Estrategias territoriales y reproducción social, Córdoba, siglos XVI
y XVII”. Forma parte del proyecto trianual y de equipo titulado “Condiciones de
posibilidad de la reproducción social en sociedades prehispánicas y coloniales
tempranas en las sierras pampeanas (República Argentina)” dirigido por el Dr.
Eduardo Berberián y
[3] Podemos citar el caso del trabajo de Wilkinson, J. C., “Concepts of territory in South East Arabia”, en The Geografical Journal, Vol. 149, Nº 3, 1983, pp. 301-315. Este autor indaga en las nociones tradicionales de territorio y la escasa aplicación que poseen para las sociedades de Medio Oriente. Nordman, Daniel, “De quelques catégories de la science géographique. Frontiere, region et hinterland en Afrique du Nord (19e et 20e siecles)”, en Annales. Histoire, Sciences Sociales, 52e Anné, N° 5, Sept-octob., 1997.
[4] El territorio también ha sido objeto de indagación particularmente entre los arqueólogos que estudian las sociedades cazadoras-recolectoras. Borrero, Luis Alberto, Los Selk’nan (Onas), Galerna, Buenos Aires, 2007.
[5] Nacuzzi, Lidia; Carina Lucaioli y Florencia Nesis, Pueblos nómades en un estado colonial. Chaco, Pampa, Patagonia, siglo XVIII, Antropofagia, Buenos Aires, 2008. Este trabajo analiza en el cap. 4 el problema del territorio indígena y las alteraciones generadas por el estado colonial, desde una perspectiva comparativa.
[6] Duson-Hudson, Rada y Eric Alden Smith, “La territorialidad humana: una evaluación ecológica”, en Orquera, Luis (trad.) y Victoria Horwitz (comp.), Clásicos de teoría arqueológica contemporánea, Buenos Aires, 2007, pp. 79-108. El artículo fue publicado en American Anthropologist, Vol. 80, Nº 1, 1978.
[7] Duson-Hudson, Rada y Eric Alden
Smith, 2007, ob.cit., p. 81.
[8] Duson-Hudson, Rada y Eric Alden
Smith, 2007, ob.cit., p. 103.
[9] Cashdan, Elizabeth, “Territoriality
among Human Forangers: ecological models and application to four Bushman groups”, en Current Anthropology, Vol. 24, Nº 1, 1983,
pp. 47-66.
[10] Politis, Gustavo G., Nukak, Instituto Amazónico de
Investigaciones Científicas, Sinchi, Bogotá, 1996, pp. 148-158.
[11] Murra, John, “El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas” [1972], en Formaciones económicas y políticas del mundo andino, Instituto de Estudios Peruanos, 1975.
[12] Salomon, Frank, “Systémes politiques verticaux aux marches de l ‘Empire Inca, en Annales ESC, Nº 33 (5-6), 1978, pp. 967-989.
[13]
Martínez, José Luis, “Ayllus e identidades interdigitadas. Las sociedades de
[14] Este es un aspecto central en el análisis de Cashdan.
[15] Estas dos últimas variables son
propuestas por Nordman para el estudio del territorio. Nordman,
Daniel, 1997, ob.cit.
[16] Carmagnani, Marcello, El regreso de los dioses. El proceso de reconstitución de la identidad étnica en Oaxaca. Siglos XVI y XVII, FCE, México, 1988, pp. 71-72.
[17] Río, Manuel y Luis Achaval, Geografía de la provincia de Córdoba, Buenos Aires, 1905, T.1, pp. 37-39.
[18] El valle de Escoba también guarda similitudes con los otros 3 valles pero no lo consideramos por el momento en el análisis.
[19] Vázquez, Juan; Roberto Miatello y
Marcelo Roqué, Geográfía física de
[20] Vázquez, Juan. et. Allí, ob.cit., p. 327.
[21] Tristán de Texeda indica que Lorenso Suarez de Figueroa llegó a principios de enero al valle y observó la recolección. Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (En adelante AHPC), Esc. 1, Leg. 3, Exp. 1, Fs. 20r. La merced de tierras de Sancala otorgada a Don Antonio Rosillo y ubicada entre Soto y Salsacate, señala que por dicha zona los indios de Talaime bajaban a los algarrobales. Archivo Provincial de Catastro. Mensuras Judiciales, Dep. Minas. S/A 11, Fs. 1.
[22] Pastor, Sebastián, “Aproximación inicial a la arqueología del norte de la sierra de Guasapampa y cordón de Serrezuela”, en prensa en la revista Arqueología, Nº 16, UBA, 2009.
[23]
Montes, Aníbal, Los comechingones de
[24] Montes, Aníbal, Indígenas y conquistadores de Córdoba, Ediciones Isquitipe, 2008. p. 427.
[25] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 1, Fs. 20 r.
[26] Politis analiza para el caso de los Nukak, diferentes dimensiones del territorio que nos permiten problematizar el caso de Córdoba.
[27] Recalde, Andrea, Las representaciones rupestres de las Sierras Centrales y su relación con las estrategias de explotación de recursos de las comunidades prehispánicas (Provincia de Córdoba), Tesis Doctoral, FFyH, UNC, Inédita, 2008.
[28] Medina, Matías, Diversificación económica y uso del espacio en el tardío prehispánico del Norte del Valle de Punilla, Pampa de Olaen y llanura Noroccidental. (Córdoba-Argentina), Tesis Doctoral, FFyL, UBA, 2008. Roldán, Fabiana, “Estructura de recursos, sistema de asentamientos y movilidad en momentos previos a la conquista hispánica en la cuenca del Río San Antonio. Provincia de Córdoba”, Ponencia presentada a las Terceras Jornadas de Arqueología y etnohistoria del centro oeste del país, 1998.
[29]
González Navarro, Constanza, “Construcción social de Espacio en la sierra y
llanura cordobesas (1573-1673)”, dirigido por
[30] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 3, Fs. 136v.
[31] Montes, Aníbal, 2008, ob.cit., p. 381.
[32] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 3, Fs. 136v. Los nombres que están acompañados del signo (?) tienen una transcripción dudosa.
[33] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 1, Fs. 2r y v.
[34] AHPC, Esc. 1, Leg. 38, Expte. 3.
[35] AHPC, Esc. 1, Leg. 38, Expte. 7, Fs. 149r.
[36] Montes, Aníbal, 2008, ob.cit., p. 426.
[37] AHPC, Esc. 1, Leg. 8, Expte. 6, Fs. 310r. En este expediente figura que hubo disputas entre Peralta y Suarez Mexía por los indios de Tulian, llegando finalmente a un acuerdo y repartiéndose los indios.
[38] AHPC, Esc. 1, Leg. 1, Expte. 5, Fs. 34, 50, 52. Citado por Martín de Zurita, Juana, “Etnohistoria del departamento de Pocho durante el siglo XVI”, en Comechingonia, Año 1, Nº 1, p. 119.
[39] AHPC, Esc. 1, Leg. 8, Expte. 6.
[40] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Exptes. 3 y 9.
[41] AHPC, Esc. 1 Leg. 6, Expte. 5.
[42] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 9.
[43] Bartolomé Jaimes sostuvo pleitos por indios de esa zona con Pedro García. AHPC, Esc. 1. Leg. 6, Expte. 5. Jaimes también poseía encomiendas en el valle de Salsacate.
[44] Piana de Cuestas, Josefina, Los indígenas de Córdoba bajo el régimen colonial. 1570-1620, Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina, 1992.
[45] Relacion en suma de la tierra y poblazones que don Geronimo Luis de Cabrera, gobernador de las provincias de los juries, ha descubierto donde va a poblar en nombre de su magestad una ciudad. Berberián, Eduardo (comp.), Crónicas del Tucumán, Siglo XVI, Ed. Comechingonia, 1987, p. 227.
[46] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 1, Fs. 21r.
[47] Relación en suma de la tierra, ob.cit., p. 227.
[48] Martín de Zurita, Juana, ob.cit., pp. 113-149.
[49] AHPC, Leg. 24, Expte. 10.
[50]
Este cálculo fue efectuado teniendo en cuenta el testimonio del cacique Colo
opan (asentado el 7 de mayo de 1591) que indica que saliendo de su pueblo en dirección
a otro debía caminar desde la mañana hasta el medio día. Este testimonio fue
realizado a principios del mes de mayo. Según los datos del Servicio de
Hidrografía Naval la salida del sol en el mes de mayo en la actualidad se
produce entre las 7.47 y las 8.07 hs., lo cual nos indica que entre la salida
del sol y el medio día hay aproximadamente 4 horas de intervalo. Este intervalo
se amplía a una hora de luz adicional en verano. Teniendo en cuenta que en una
hora de camino una persona habituada a la caminata puede efectuar
[51] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 9, Fs. 288v.
[52] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 9, Fs. 289v.
[53] Medina, Matías, 2008, ob.cit., caps. 5 y 13.
[54]AHPC, Esc. 1, Leg. 6, Expte. 5, Fs. 293r.
[55] Piana, Josefina, 1992, ob.cit., p. 50.
[56] Pastor, Sebastián, Arqueología del valle de Salsacate y pampas de altura adyacentes. Sierras centrales de Argentina. Una aproximación a los procesos sociales del período prehispánico tardío (900-1573 d.C.), Tesis doctoral en Ciencias Naturales, UNLP, 2006.
[57] Laguens propone para el valle de Copacabana una participación relativa de la agricultura en la dieta del 51,6% y para la caza y la recolección de un 48,4% de la dieta. Estas cifras son superiores a lo que sugiere Pastor para el valle de Salsacate. Laguens, Andrés, Arqueología del contacto hispanoindígena, BAR International Series 801, England, 1999, p.189.
[58] Roldán, Fabiana, 1998, ob.cit.
[59] Pastor, Sebastián, 2006, ob.cit.
[60] Pastor, Sebastián, 2006, ob.cit.
[61]
De 1430 al 1850 d.C se produce un
deterioro global del clima, denominado “Pequeña Edad del Hielo”, con fuertes
oscilaciones climáticas, alternándose sequías extremas con lluvias torrenciales
durante la temporada estival. Piovano, Eduardo et. alli, “Hidrological variability in South America
below the tropic of capricorn (Pampas and Patagonia, Argentina) during de last
13.0 Ka”, en Vimeaux, F. et. alli (eds.), Past
Climate Variability in South America and Surrounding Regions, Developments
in Paeoenvironmental Research 14, Springer Sicience-Business Media B.V., Dordrecht, The Neartherlands,
2009.
[62] Pastor, Sebastián, 2009, ob.cit.
[63] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 9, Fs. 299r.
[64] AHPC, Esc. 1, Leg. 38, Expte. 3. El texto corresponde a un título de merced de Esteuan de Loyola fechado en 1615. El subrayado nos pertenece.
[65] Relación de las provincias de Tucuman que dio Pedro Sotelo Narvaez, vecino de aquellas provincias, al muy ilustre señor licenciado Cepeda, presidente desta Real Audiencia de la Plata. En Berberián, Eduardo (comp.), 1987, oc.cit., p. 238.
[66] Pastor, Sebastián, 2009, ob.cit.
[67] Pastor, Sebastián, 2009, ob.cit.
[68] AHPC, Esc. 1, Leg. 8, Expte. 6, Fs. 296 v.
[69] Castro Olañeta, Isabel, Transformaciones y continuidades de sociedades indígenas en el sistema colonial. El pueblo de indios de Quilino a principios del siglo XVII, Alción Editorial, Córdoba, 2006, p. 52.
[70] AHPC, Esc. 1. Leg. 6, Expte. 5, Fs. 233r.
[71] AHPC, Esc. 1. Leg. 6, Expte. 5, Fs. 234r.
[72] AHPC, Esc. 1, Leg. 4, Expte. 6, Fs. 104 r y 112r.
[73] Pastor, Sebastián, 2009, ob.cit.
[74] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 3, Fs. 157r.
[75]
Ver mensura de tierras de la comunidad indígena de Pichanas y de Soto
respectivamente. Archivo General de Catastro de
[76] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 9, Fs. 289v.
[77] Cabrera (1933) y Piana (1992) han
indicado la existencia de estas alianzas y juntas entre los diferentes grupos.
Cabrera, Pablo, Córdoba de
[78] Castro Olañeta, en coincidencia con Laguens, ha destacado particularmente la idea de cierta autonomía económica de los pueblos prehispánicos, a pesar de sus estrechos vínculos parentales. Castro Olañeta, Isabel, 2006, ob.cit., p. 64. Laguens, Andrés, 1999, ob.cit.
[79] González Navarro, Constanza, “Autoridades étnicas en un contexto de desestructuración. Córdoba desde su fundación hasta la visita de Antonio Martines Luxan de Vargas”, en Bixio, Beatriz, 2009, ob.cit.
[80] AHPC, Esc. 1, Leg. 72. Expte. 2. Fs. 78r y v.
[82] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 9, Fs. 295v.
[83] Piana, Josefina, 1992, ob.cit.
[84] AHPC, Esc. 1, Leg. 3, Expte. 9, Fs. 12v.
[85] AHPC, Esc. 1, Leg. 2, Expte. 6, Fs. 134v.
[86] Castro Olañeta, Isabel, 2006, ob.cit.
[87]
Boixadós, Roxana, “Recreando un mundo perdido. Los pueblos de indios del valle
de Famatina a través de la visita de 1667 (
[88] González Navarro, Constanza, Construcción social del espacio en las sierras y planicies cordobesas. 1573-1673, Tesis doctoral, Inédita, UNC, 2005.
[89] Sobre estos procesos de fragmentación o fisión pueden consultarse trabajos anteriores: González Navarro, Constanza, 2009, ob.cit.
[90] El término cacique secundario no aparece en la documentación de Córdoba, pero sí aparece la figura del cacique principal y de caciques sujetos a otras autoridades que para simplificar llamamos “secundarios”.
[91] Cruz, Pablo, “Complejidad y heterogeneidad en los Andes meridionales en el período de integración regional (s. IV-X). Nuevos datos acerca de la arqueología de la cuenca del río de Los Puestos. Departamento Ambato-Catamarca, en Bulletin d l’Institute Français d’Ètudes Andines, 35 (2), 2006, pp. 121-148.
[92]
Para Crumley la relación jerarquía-heterarquía admite una flexibilidad temporal
y espacial, esto quiere decir que ciertas sociedades pueden cambiar en el
tiempo de una forma jerárquica a otra heterárquica sin colapsar. Igualmente las
relaciones heterárquicas entre los elementos en un nivel, pueden ser
jerárquicas en otro nivel. En Archeological Papers of American Anthropological Association, Vol.
6, N° 1, 1995, pp. 3-4.
[93] González Navarro, Constanza, 2009, ob.cit.
[94] Brumfiel, Elizabeth, “Heterarchy
and the Analysis of Complex Societies: Comments”, en Archeological
Papers of American anthropological association, Vol. 6, N° 1, 1995,
p. 127.
[95] AHPC, Esc. 1 , Leg. 6, Expte. 5, Fs. 286v. El subrayado es nuestro.
[96] Carmagnani, Marcello, 1988, ob.cit.
[97] Saignes, Thierry, Ava y Karai. Ensayos sobre la frontera chiriguano (siglos XVI-XX),
Hisbol, Biblioteca Andina,
[98] Este listado reúne un total de 700 nativos lo cual da cuenta de la importancia de la encomienda. No se registraron los menores de 3 años.
[99] Montes, Aníbal, 2008, ob.cit., p. 264.
[100] AHPC, Esc. 1, Leg. 47, Expte. 1, Fs. 119 y ss.
[101] Meillassoux, Claude, Mujeres, graneros y capitales. Economía doméstica y capitalismo, Siglo XXI editores, México, 1987, p. 41.
[102] Cabrera, Pablo, 1933, ob.cit. Piana, Josefina, 1992, ob.cit., etc.
[103] Citado por Piana, Josefina, 1992, ob.cit., p.54.
[104] El término amadazgo no figura en el diccionario de la época, pero inferimos que se relaciona con el término amo definido por el DA: “Cabeza ó señor de la casa ó familia”. RAE, 1770, p. 224, 2.
[105] AHPC, Esc. 1, Leg. 4, Exp. 11, Fs. 268v.
[106] Farberman Judith y Roxana Boixadós, “Sociedad indígena y encomienda en el Tucumán colonial. Un análisis comparado de la visita de Luján de Vargas”, en Revista de Indias, Vol. LXVI, Nº 238, 2006.
[107] Ordenanzas de Gonzalo de Abreu. En Actas Capitulares, 23/mayo/1579, Transcripción de Luque Colombres, Carlos, Tomo I, Córdoba, 1974, p. 300.
[108] También entre los guaraníes esta práctica estaba extendida y Guilherme G. Felippe señala las dificultades que tuvieron los jesuitas para erradicarla de las reducciones. Felippe, Guilherme G., “Casar sim, mas não para sempre: o matrimônio cristão e a dinâmica cultural indigena nas reduçoes do Paraguai”, en História Unisinos, N° 12 (3), pp. 248-261.
[109] Saignes, Thierry, 1990, ob.cit.,
pp. 30-31.
[110] Saignes, Thierry, 1990, ob.cit., p. 69.
[111] Cashdan, Elizabeth, 1983, ob.cit.
[112] Politis, Gustavo, 1996, ob.cit., p. 164. El autor sostiene que el cómo afecta la estructura de los recursos a la movilidad de los grupos debe demostrarse en cada caso particular ya que los factores no económicos deben ser tenidos en cuenta.
[113] Rivero, Diego, Ecología de cazadores-recolectores en las Sierras de Córdoba. Investigaciones en el sector meridional del Valle de Punilla y pampas de altura, Tesis de Doctorado en Historia, FFyH, UNC, 2007, cap.11.
[114] Rivero, Diego, 2007, ob.cit., cap. 3.
[115] AHPC, Esc. 1, Leg. 72, Expte. 2,
Fs. 81r. También se refiere a esta idea de territorialidad otro testigo, Diego
Suchoñagan, cuando expresa que “de los dichos linderos los
indios de
[116] AHPC, Esc. 1, Leg. 72, Expte. 2, Fs. 75v.
[117] AHPC, Esc. 1, Leg. 4, Expte. 1, Fs. 20r.
[118] La merced de Sancala otorgada a Don Antonio Rosillo indica que se medían “desde el asiento que era de los indios de Talaime y faldas de la sierra por donde bajan a los algarrobales”. 16/agosto/1614. Copia del Archivo de Catastro, Dept. Minas, S/A 11.
[119] AHPC, Esc. 1, Leg. 72, Exp. 2, Fs. 123r. La negrita es nuestra.
[120] Hieronymus, J., Plantae Diaphoricae Florae Argentinae, Ed. Kraft, Buenos Aires, 1882. Citado en http://www.herbotecnia.com.ar/aut-falsomolle.html.
[121] Quiroga, Laura, “Los dueños de los montes, aguadas y algarrobales. Contradicciones y conflictos coloniales en torno a los recursos silvestres. Un planteo del problema”, en Aschero, C.A.et alli., Prácticas de Recolección en el cono sur de América, Ediciones Magna Publicaciones, Instituto de Arqueología y Museo, UNT, San Miguel de Tucumán, 1999, pp. 217-226.
[122] Recalde, Andrea, 2008, ob.cit.
[123] Recalde, Andrea, 2008, ob.cit., pp. 108, 299, 300.
[124] Recalde, Andrea, 2008, ob.cit., p. 282.
[125] Las pinturas rupestres no siempre cumplían con los mismos objetivos. En el caso de Guasapampa Recalde se dedicó especialmente a identificar cánones y observar su recurrencia.
[126] El
vocablo tiene su origen en las voces latinas pro ('por') y vincia
('victoria'), para designar los territorios conquistados por los romanos y el
D.A (1737) le confiere un claro contenido político al definirla como “la parte de un reino u
estado que se suele gobernar en nombre del Principe, por un ministro que se
llama Gobernador”. La documentación colonial, al recuperar y
utilizar este antiguo término para referirse a las poblaciones indígenas le
asignó nuevos atributos conservando su carácter político. Ibañez Castro,
Alejandro, Córdoba hispano-romana, Estudios
cordobeses, Publicaciones de
[127] Lorandi, Ana María y Cora Virginia Bunster, “Reflexiones sobre las categorías semánticas en las fuentes del Tucumán Colonial. Los valles calchaquíes”, en Runa, XVII-XVIII, 1987-1988, pp. 236-240.
[128]
AHPC, Esc. 1, Leg. 6, Expte. 5,
Fs. 260r.
[129] AHPC, Esc. 1. Leg. 72, Exp. 2, Fs.
45v. Referencias sobre “provincia de
[130] AHPC, Esc. 1. Leg. 72, Exp. 2, Fs. 292v.
[131] AHPC, Esc. 1. Leg. 72, Exp. 2, Fs. 295v. El subrayado es del autor.
[132] Berberián,
Eduardo y Beatriz Bixio, “
[133] 238 indios (mozos, viejos y caciques), 270 mujeres (mozas y viejas) y 192 niños entre 3 y 15 años. AHPC, Esc. 1, Leg. 47, Expte. 1, Fs. 66 r y ss.