HISTORIA DE UN CONSENSO. UN RECORRIDO POR LAS MIRADAS HISTORIOGRÁFICAS SOBRE JUAN ÁLVAREZ

 

Oscar R. Videla*

 

 

"Este Ensayo,... representa pues un esfuerzo incompleto, un simple esbozo de lo que podría hacerse para obtener deducciones prácticas aproximando el pasado al presente, ó mejor dicho, utilizando al pasado para explicar el presente y no para desacreditarlo. No pretendo haber agotado la materia, y desde luego espero que alguna de mis aserciones serán rectificadas: tal es la suerte de todas las Historias que los hombres escriben" [Juan Álvarez, Ensayo sobre la historia de Santa Fe (Buenos Aires: Malena, 1910), 21]

 

 

Introducción. Consenso, aislamiento y excepcionalidad

 

Aun el más breve recorrido por las opiniones de los historiadores contemporáneos sobre la obra historiográfica de Juan Álvarez nos muestra, rápida y claramente, un balance extremadamente positivo de la misma. Autores de las más variadas orientaciones historiográficas, políticas e ideológicas; ya sean adláteres de la Academia Nacional de la Historia (ANH), renovadores annalistas, revisionistas o marxistas de distintos perfiles; llámense Leoncio Gianello, Tulio Halperin Donghi, Alberto J. Pla, Miguel Ángel Scenna o Arturo Jauretche, parecen coincidir en resaltar a Juan Álvarez como uno de los mejores representantes de los estudios históricos argentinos, en particular de la historiografía económica argentina. Pero este extenso consenso encierra también una paradoja, o más evidentemente la sospecha, que tan disímiles orientaciones difícilmente puedan estar hablando del mismo Juan Álvarez.

 

Esta primera impresión, este consenso generalizado acerca del significativo valor de su obra para la historiografía contemporánea, tiene su correlato y casi su justificación, en el énfasis, particularmente para aquellos historiadores no vinculados a la ANH, del carácter excepcional de su obra en el contexto de la producción historiográfica que le era contemporánea, avanzando más al indicar que la misma padeció de un constante aislamiento de la historiografía argentina hasta años muy recientes.

 

Al respecto me voy a permitir abundar con algunas citas, pequeños fragmentos de autores que han tomado a Álvarez como objeto de su estudio.

 

Dice Halperin Donghi en un artículo de 1955, publicado originalmente en la revista Sur:

 

No puede decirse que con Juan Álvarez se haya malogrado un historiador… Es, en cambio, menos inexacto decir que con Juan Álvarez se ha malogrado una oportunidad para la historiografía argentina. Hasta tal punto su esfuerzo aparece, solo y aislado frente a una investigación histórica que toma con orgullosa confianza otros rumbos[1].

 

Pocos años después en 1959, desde una perspectiva historiográfica totalmente distinta, Jauretche, refiriéndose específicamente a la obra de Álvarez dice:

 

No es casualidad que Juan Álvarez, que tan alta figuración tuvo entre las clases gobernantes del país,... haya sido ocultado sistemáticamente, en sus altos valores, como sociólogo e investigador, es decir cuando mete el dedo en el ventilador intentando aproximarse a una correcta interpretación de la historia[2].

 

Ahora bien, si avanzamos en el tiempo la imagen permanece; así Scenna en un libro publicado en 1976 afirma: "Es casi ocioso señalar que el libro de J. Álvarez [se refiere a Ensayos...] no halló repercusión, ni eco en su momento. Fue ignorado o displicentemente considerado... Sólo fue justipreciado muchos años después…”[3]

 

Hace sólo unos pocos años, Juan José Cresto, miembro de la Academia Argentina de Historia, insiste con el diagnóstico:

 

Hemos querido desarrollar en esta nota la obra historiográfica de Juan Álvarez, por que ella está hoy casi olvidada y porque tiene una importancia que la moderna corriente de investigación la toma en cuenta cada día con mayor interés. Resulta, pues, un contrasentido que, cuando sus tesis son cada vez mas aplicadas, nadie mencione al verdadero pionero de esta corriente que permite ver el “revés de la trama", la causa auténtica y verdadera de acontecimientos históricos…[4]

 

En este artículo pretendo entonces adentrarme, en primer lugar, en esas valoraciones de la obra de Álvarez, en un recorrido que parte desde sus mismos contemporáneos (Rómulo Carbia o Narciso Binayan, por ejemplo) hasta la historiografía actual (Roberto Cortes Conde o Noemí Girbal, por ejemplo), y al mismo tiempo ir bosquejando un panorama que también recorra un arco extenso en términos de las distintas orientaciones historiográficas argentinas. En segundo lugar, pretendo indagar sobre qué aspectos se construyen tales valoraciones y cómo estos son resignificados tanto en relación a las diversas tradiciones historiográficas, como a las coyunturas en las que fueron realizados.

 

 

Las opiniones de los contemporáneos. Juan Álvarez en la tradición de la historiografía "académica"

 

Ahora bien, se es excepcional respecto de un modelo de normalidad y aislado respecto de un todo; ese continente sobre el cual quiere ser contrastado Álvarez tiene perfiles más o menos bien definidos: son los de los límites y las características de nuestra primera tradición profesional, la Nueva Escuela Histórica (NEH).

 

En estos términos, es conveniente comenzar marcando cómo fue catalogado y ubicado dentro de lo que hoy podríamos llamar la primera corporación de los historiadores, situándolo entre aquellos intelectuales que intentaban legitimarse como tales, como los "definitivos" productores del conocimiento histórico, o que por lo menos pugnaban por la monopolización del sentido "verdadero" de la historiografía.

 

Para quien fuera figura descollante de esta tradición y en rigor el primer historiador de la historiografía argentina, Rómulo Carbia (escribe el primer libro sobre historiografía argentina cuya primera edición es de 1925 y la definitiva de 1940); Álvarez no alcanza siquiera los laureles del título de "historiador", y si no lo olvida, apenas lo ubica como uno de los antecedentes inmediatos de la historia científica; es el "ensayista" que culmina un período previo, pero sin ingresar en la categoría de los "historiadores". Y esto podría parecer paradójico porque Álvarez es una figura de cierta significación dentro de la ANH (una de las creaciones institucionales clave de la NEH), pero no lo es tanto si consideramos la posibilidad de historizar los procesos de legitimación de la corporación de los historiadores, procesos que suponen tanto una lógica de excluidos e incluidos, como de aceptados marginalmente o en roles secundarios, todo ello según las cambiantes circunstancias de la coyuntura histórica o historiográfica.

 

Comencemos entonces con las consideraciones de Carbia, como dijimos, Álvarez aparece como un exponente de una forma de hacer historia que ha concluido[5], que habiendo llegado a su máximo desarrollo dio pie al inicio de la historia científica[6]. El punto central de la impugnación era que, según Carbia, la perspectiva de Álvarez era "sociología", pero ¿qué entiende por sociológica?: que Álvarez trataba de comprender el pasado para entender el presente[7]. Esa particular preocupación que Carbia indica como sociológica, estaba asentada en un temor más que significativo, en una especie de rechazo compulsivo de buena parte del núcleo de los historiadores de la NEH por la historia reciente. El presente no podía ser tratado de ninguna manera, no solamente como tema, ni siquiera como reflexión cuando se mira el pasado. Y obviamente, en estos términos, Álvarez era un heterodoxo, decía explícitamente que miraba el pasado para tratar de entender el presente, y en ese sentido historiográficamente estaba más cerca de nuestro presente que del de Carbia, su mirada no era sociológica (aunque lo fuera en el sentido de la íntima preocupación de Álvarez por los actores sociales) sino fundamentalmente histórica.

 

Es también Carbia quien inicia la recurrente preocupación de los historiadores más directamente vinculados a la tradición "académica" por las derivaciones interpretativas que el "factor económico" tiene en la obra de Álvarez[8]. No obstante, a Carbia todavía parece preocuparle más los efectos de la unilateralidad sobre la interpretación de la historia argentina que los estrictamente político-ideológicos, que muy pronto expresaran sin mayores ambages la mayor parte de los autores vinculados a esa corriente.

 

Mas allá que las opiniones de Carbia tengan mucho, mas de lo que el autor está dispuesto a reconocer, de delimitación "territorial" dentro del campo de una historiografía que por los años veinte recién esta consolidando sus límites y competencias[9]; el texto es significativo a la hora de valorar el impacto de la obra histórica de Álvarez en tanto coloca el eje en los aspectos más crudamente urticantes para la historiografía "tradicional" argentina, como también por el posible efecto que provoca en los posicionamientos del mismo Álvarez.

 

En estos términos el énfasis que Álvarez otorgaba al factor económico tenía unas derivaciones evidentes que si bien Carbia no señala, otros (y el mismo Álvarez, luego) se encargarán de resaltar. La primera de ellas era que la consideración de factores generales relegaba a un segundo plano el rol de los individuos y suponía romper con la imagen del “Grande Hombre”, del héroe, que era una de las formas todavía perdurables de la historiografía del momento, pero más aún de la manualística[10], fuera ésta la tradicional, que venía del siglo anterior, o la renovada por la autoría de los cultores de la NEH. Por otra parte; en el microclima cultural de los conservadores posterior a la primera guerra, cargado del temor a revolución maximalista que la conflictividad social argentina parece evocar constantemente y del que el propio Álvarez participa; del énfasis en el carácter explicativo de los procesos históricos que portan las condiciones materiales se deriva rápidamente a la sospecha de connivencia con el tan temido materialismo histórico[11].

 

Resumiendo entonces, si sumamos a estos rasgos propios y originales de la obra de Álvarez que lo ubican indudablemente en un lugar distinto (fuera de la norma) respecto tanto de la tradición precedente como de la que se esta constituyendo; el dictamen claramente excluyente de quien está intentando constituirse en uno de los "patrones" de la corporación (Carbia) y la inserción institucional marginal dentro de las estructuras consagratorias que puede ofrecer el Álvarez de los 20 (juez federal y profesor en una ciudad del interior, sin demasiada tradición académica por lo demás), parece obvio que el camino a su consagración como "académico" no estará exento de dificultades.

 

En este sentido, nos permitimos resaltar[12] como una coyuntura clave la conferencia que Álvarez dicta en el seno de la Junta de Historia y Numismática Americana (JHNA) el 20 de octubre de 1928 y que fuera editada ese año en el Boletín de la misma[13]. Allí revé su posición respecto del factor económico dentro de la explicación del conocimiento histórico y busca una especie de reconsideración del factor individual y las personalidades individuales. Más allá del impacto de este trabajo en su obra posterior, nos parece más que significativo en tanto evidencia los gestos necesarios para ser incluido en la consideración de la naciente corporación de los historiadores; el costo de convertirse en académico. No nos parece una simple casualidad que el artículo sea el primero de Álvarez en publicarse en el Boletín, y aun menos que al año siguiente; por un lado, sea "promovido" de Miembro correspondiente a primer Presidente de la recién creada Filial Rosario de la Junta; y por otro, que ésta edite una de sus obras clave (aunque mucho menos transitada por la historiografía): Temas de Historia Económica Argentina[14].

 

De allí en más, Álvarez logra una inserción institucional dentro de las entidades vinculadas a la producción de conocimiento histórico bastante importante aunque nunca descollante, y es a partir de la década de los treinta que su presencia en la corporación de historiadores parece asegurada, aunque como veremos, esa presencia no le asegure a su obra un reconocimiento fácil dentro de la tradición "académica".

 

A partir de los treinta, Álvarez comenzaba a recoger el reconocimiento creciente como historiador más allá del ámbito local rosarino, fue también el momento de sus mayores logros como jurista, y en algún sentido no necesariamente paradójico, también como “hombre de letras”. Podemos afirmar entonces que, más allá de las consideraciones de Carbia, los hechos demuestran que para estos años Álvarez ya no es un antecedente para la tradición de la NEH, es su coetáneo y en este sentido, tiene una presencia importante en la obra colectiva fundante de la corriente, la Historia de la Nación Argentina dirigida por Ricardo Levene. Allí tres intervenciones[15] nos muestran que ha logrado un lugar bajo el sol de la historiografía académica; pero también que su presencia es una confirmación de la heterogeneidad que puede albergar la misma[16]. Así, en tanto todas sus intervenciones en la Historia de la Nación son de estricto carácter económico, podemos considerar que Álvarez es más imprescindible por excepcional a la hora de presentar estos procesos del pasado, que una figura consular de la Academia.

 

Una evidencia de ello es su rol en la creación de la Sociedad de Historia Argentina[17], institución formada por cultores de una historiografía menos preocupada por los rigores metodológicos y que dará más cálida cabida a la obra de Álvarez. Será esta Sociedad, bajo el aliento de Narciso Binayan, quien reeditara su clásica Las guerras civiles..., seguida de otra obra polémica: El problema de Buenos Aires en la República.

 

En este caso, tal vez lo más interesante no sea la valoración que el propio Binayan da en el prólogo de la misma[18], sino sus argumentos y el claro posicionamiento historiográfico al que la reedición de la obra de Álvarez viene a contribuir: "Un libro como éste, que penetra inquisitoriamente en el pasado, que aclara el presente y que ilumina el porvenir, no es un hecho frecuente en la bibliografía argentina", y a tal caracterización le sigue la tajante declaración:

 

Al dar los dos libros en un tomo, la Sociedad de Historia Argentina reafirma su concepto de la historia: no es pragmática, debe ser estudiada sine ira et studio, pero la historia de ayer ilumina la historia del presente, es decir, la política. Historia magistra vitae, a pesar de los metodólogos "científicos"[19].

 

El párrafo, además del evidente posicionamiento que significa[20], es obvio que está particularmente dedicado a aquellos miembros de la NEH más obsesionados por las cuestiones de método, y en este sentido podría interpretarse como una dedicatoria directa a Carbia, por otra parte también miembro fundador de la Sociedad.

 

Ahora bien, no será este el derrotero que seguirán las consideraciones acerca de la obra de Álvarez, por parte de los intelectuales (y obviamente historiadores) más estrictamente apegados a una cosmovisión conservadora de la realidad. Acertadamente justipreciado por éstos como un "hombre de orden", no obstante, su producción no puede dejar de generar resquemores. Así en 1940, cuando es incorporado como miembro de la Academia Argentina de Letras, en el discurso de recepción, uno de los primeros referentes del nacionalismo, Carlos Ibarguren, señala dos de los rasgos centrales de la producción histórica de Álvarez que indudablemente generan los mayores escozores al interior de la corriente historiográfica hegemónica por esos años, representada ya en la ANH; afirma Ibarguren:

 

Juan Álvarez encara y trata nuestra Historia desde el punto de vista exclusivamente social y a través sobre todo del hecho económico. Es una historia sin personalidades representativas, ni conductores. El hombre dirigente, el caudillo, no aparece individualizado, es la masa la que actúa. El protagonista único es el pueblo, es la sociedad[21].

 

Precisamente será en este carácter social y económico, el mismo que le creara más de una justa fama, donde Ibarguren ve una forma de hacer historia para la que guarda un cierto recelo que la circunstancia merece morigerar, pero no por ello omitir[22].

 

Aquí ya están entonces los problemas clave por los cuales Álvarez no encuentra mejor consideración en la pléyade de los historiadores "académicos", a los excesos de una historiografía impugnada por pragmática, se le ha sumado ahora la terrible desconfianza por una perspectiva que se acerca peligrosamente a las conceptualizaciones del marxismo, obviamente según la paranoica perspectiva de unos cultores de la historiografía académica cada vez más preocupados por el control ideológico que por las capacidades explicativas de la obra de un autor.

 

 

La consagración póstuma en el florecimiento de los estudios históricos

 

Alrededor de 1955 los estudios históricos en Argentina florecen, tanto en términos de su cantidad, de su expansión temática, pero también de sus interpretaciones (y aún al interior de estas); la historiografía argentina se convierte en un jardín donde aparecen múltiples plantas de muchas especies y tal vez esa es una de las características más significativas del período que abarca hasta por lo menos los prolegómenos de la última dictadura. Y si bien 1966 pareció un hiato para las nuevas vertientes profesionalizadas que habían comenzado su desembarco en la Universidad, para la producción historiográfica estrictamente este corte no fue tan tajante, y por otra parte, la Universidad no era el único lugar donde florecer, un extenso campo cultural sostenido en un público ávido de lecturas históricas, y por supuesto habitado de varios emprendimientos editoriales notables, es el ámbito donde la historiografía encuentra un significativo espacio. Es en ese contexto que se produce la paradoja del consenso, Álvarez empieza a ser un modelo de historiador para el arco completo de las interpretaciones históricas.

 

Por eso mismos años, luego de más de dos décadas de presencia en el cuadro de la historiografía argentina, menos marginal de la que ellos mismos afirmaban padecer y mucho menos descentrada de la tradición "académica" de lo que se supone[23]; el revisionismo histórico será uno de los protagonistas clave en la expansión de la producción historiográfica posterior a la caída del General Perón. Si bien Álvarez había gozado de cierta consideración entre algunas figuras consulares del revisionismo como Ibarguren, es en el renovado revisionismo posterior a 1955 en el que termina no sólo reivindicado sin mayores problemas, sino que llegará, mucho posteriormente, al extremo de su integración a una vertiente del mismo. Así, ya fuera en su vertiente nacionalista popular (Jauretche, Norberto D´Atri, José María Rosa) como de izquierda (Rodolfo Puiggros, Jorge Abelardo Ramos, Norberto Galasso), Álvarez es tomado como un antecedente cuasi filiatorio para la corriente, y por supuesto, como una fuente de autoridad historiográfica[24].

 

En principio, todos reivindican, como el conjunto de la historiografía de allí en más, con mayor o menor énfasis, al Álvarez que da inicio a la historia económica, al de la explicación “económica” de las luchas civiles. "El factor económico" era uno de los elementos que el revisionismo había adoptado declamativamente desde sus mismos inicios[25] y que tomaba cada vez más cuerpo por esos años. En ese sentido, su perspectiva lo hacia articulable plenamente con la interpretación revisionista de la historia argentina[26].

 

Pero Álvarez será reivindicado por todas las vertientes de la corriente fundamentalmente por aquello que los revisionistas consideran toda una credencial en la tarea de delimitar a la historiografía: Álvarez según ellos fue “ocultado” por la historia “oficial”, condenado a un ostracismo explicable solamente por la persistente voluntad de sostener la “historia falsificada” según la expresión de Ernesto Palacio[27].

 

En la versión revisionista, la historia liberal había sido conscientemente realizada de una manera mendaz para construir una gran mentira. Y esta, tenía un protagonista claro y evidente, la inteligentzia, término de amplia extensión por esa época que era usado para definir al intelectual colonizado por el pensamiento liberal.

 

La historia falsificada ha sido una de las más eficaces contribuciones a esa fórmula de la inteligencia. Más aún, entre sus fines está crearla y continuarla, y el método de la falsificación es el de esa “inteligentzia”. La historia ha sido falsificada para que los argentinos tuviesen una idea irreal del país y de sí mismos[28].

 

Álvarez casi obviamente era un excelente motivo para fundamentar la existencia de esa falsificación[29], su mejor polemista no podía dejar pasar la oportunidad, decía Jauretche:

 

Se logró crear la idea del país como de una cosa abstracta, o de algo ubicado en la estratósfera, ajeno por completo al juego de los intereses sociales y económicos internos, y desde luego a los externos. Dice a este respecto Juan Álvarez (Las Guerras civiles Argentinas): Por falta de método en los estudios el pasado argentino parece como un conjunto amontonamiento de violencia y desórdenes y es general la creencia de que millares de hombres lucharon y murieron en nuestros campos por simple afección hacia determinados jefes y sin causa alguna que obrara hondamente sobre sus intereses, sus derechos o sus medios de vida actual. El despectivo South America viene a ser de este modo una creación de los mismos sudamericanos. Buena parte del error emana de atribuir más importancia al aspecto externo de los hechos que a la investigación de las causas[30].

 

La cita del según ellos ocultado Álvarez (ver cita 2) servía a los revisionistas como argumento: al mejor de ellos los liberales lo tienen que ocultar porque se parece demasiado a nosotros[31].

 

El interés de Álvarez por la voluntad y los intereses (materiales en su caso) de las clases populares en función de su papel en la historia, es otro aspecto clave para los revisionistas; fundamentalmente porque ofrece el argumento de la representatividad de los intereses de las clases populares por parte de los caudillos federales. No obstante, el tema no se resolvía pacíficamente al interior de las vertientes revisionistas, ya que el proceso por el cual se le da mayor espacio a las masas por sobre los grandes hombres federales es uno de los ejes de los debates al interior del revisionismo más estrictamente vinculado al horizonte peronista durante los años posteriores a la caída de este[32]. Esa circunstancia que no puede ser explicada por efectos de los resultados de las investigaciones emprendidas y/o de método, sino por el contexto de radicalización del discurso peronista, la ausencia del conductor en el cuadro político y el difuso impacto de modelos interpretativos marxistas[33].

 

Ahora bien en aquellas orientaciones del revisionismo de formación política más cercanas al marxismo, la figura de Álvarez adquiere otros perfiles. En la edición de Las guerras... de Coyoacán, editorial claramente identificada con el revisionismo de izquierda alentado en esos años por Jorge Abelardo Ramos, Jorge Enea Spilimbergo, Galasso, etc., la valoración de Álvarez no es solo y claramente reivindicativa, sino que adquiere el tono de punto liminar de la historiografía argentina: "Con su libro "Las Guerras Civiles Argentinas",... Juan Álvarez inicia la historia científica de nuestro pasado"[34]. Pero en el ejercicio filiatorio, procedimiento ineludible de toda argumentación historiográfica revisionista, se va mucho más allá de la cultura del nacionalismo finisecular y el excepcionalismo liberal y se apunta directamente a Marx, tanto por la asignación de la orientación social de su análisis[35], como más explícitamente por el abordaje de procesos históricos claves en aquel como la proletarización.[36]

 

Otros muchos aspectos de la matriz explicativa de Álvarez son altamente valorados por casi todos los revisionistas, ¿se le puede criticar el federalismo de Álvarez, ese énfasis y/o preocupación por el interior debido a las políticas centralistas?, para el revisionismo eso hubiera sido casi herejía, por más que lo dijera un liberal conservador aunque historiográficamente heterodoxo. Para los revisionistas, precisamente porque encuentran en Álvarez a aquel que dentro de la línea liberal, que teóricamente era su gran contradictoria, era el inclasificable, es por ello mismo asimilable a su perspectiva. Digámoslo así, Álvarez tenía la ventaja de cierta marginalidad dentro de la corporación de los historiadores académicos, una concepción de la historia como "pragmática" (según los académicos), como práctica política (dirían los revisionistas), una interpretación heterodoxa del momento clave de la historia argentina (la primera mitad del siglo XIX) y un dato tal vez no menor, no podía contradecirlos[37].

 

Pero la obra de Álvarez también encuentra, por esos años, otros consecuentes partidarios en los historiadores renovadores al modelo de la historia social francesa. Aquellos aspectos que tanto admiraban en los annalistas parecían encontrar en Álvarez un precursor; una historia preocupada por las gentes sin oropeles expresadas en el número de la estadística; la importancia asignada al espacio geográfico; la historia regional como eje de indagación; una historia económica sostenida en series, cuadros y equivalencias; más aún, el vínculo pasado/presente y en particular un enfoque socio-económico generalizador; ponían la obra de Álvarez como jalón desde donde se tiende al horizonte el programa de la renovación historiográfica.

 

En este sentido, un artículo publicado meses antes del derrocamiento del General Perón y del desembarco de los renovadores annalistas en su "habitat natural", la universidad, es modélico. Halperin Donghi, quien estaba destinado a ser un ícono del paradigma de la renovación de los estudios históricos de la segunda mitad del siglo XX, y es aún hasta hoy, una especie de demarcador de las matrices de la historiografía argentina, por lo menos de la historiografía renovada, le dedica un artículo a Álvarez. El diagnóstico, ya lo anticipamos, lamenta que la historiografía perdiera una oportunidad con Álvarez, porque en él confluían erudición y capacidad problematizadora[38], una orientación económica no exclusivista[39], síntesis y unidad de su explicación[40], pero también una orientación prospectiva que este Halperín no impugnaba ni como práctica historiográfica y ni aun por sus resultados[41].

 

Si bien pronto Halperin tomara prudente distancia de su comentado (como veremos más adelante), todos estos rasgos, fundamentalmente las preocupaciones de Álvarez por integrar los factores económicos, políticos y sociales, por la reconstrucción de procesos a partir de información cuantitativa, por los fenómenos de masas; expresan, en alguna medida, la intención que estos renovadores de la historiografía argentina habían visto en la historiografía francesa, fundamentalmente en la de Annales (la de Marc Bloch y Lucien Febvre, pero también en la de sus contemporáneos, Fernand Braudel o el más cercano Ruggiero Romano). En el contexto y la necesidad de posicionarse en el cuadro de la historiografía argentina, encuentran en Álvarez un antecedente de este tipo de preocupaciones que conlleva algunas ventajas; como para los revisionistas, supone la reivindicación del "académico" más heterodoxo al que se le refuerza ese rasgo; por otra parte, podían tensar el gesto rupturista respecto de la tradición historiográfica precedente (la vinculada a la ANH) pero conservando intacta, como también lo habían hecho los annalistas originales, la condición de una larga tradición profesional que los engloba.

 

Pero el cuadro no está completo (por lo menos para el artículo de Halperin) si no introducimos la particular "percepción de su tiempo" de los intelectuales que se integrarán a la universidad postperonista. En este sentido, la reivindicación de Álvarez también tiene un claro sesgo, una orientación e identificación político-ideológica visiblemente contrapuesta al "régimen depuesto" (tal y como se decía en ese momento); en síntesis, era políticamente correcta la reivindicación de Álvarez.

 

Casi diez años después, Halperin ha replanteado su diagnóstico, si el balance general sigue siendo claramente positivo, el reconocimiento de su carácter polémico y la clara inspiración política de la obra de Álvarez lo ponen más lejos del propio presente de la historiografía argentina[42]; al tiempo que reaparece la acusación del economicismo, directamente vinculada al influjo y aplicación de categorías marxistas[43]. Evidentemente esto es más un reflejo de los problemas con los que se encontraban los renovadores historiadores analistas que del propio Álvarez; es que indudablemente la incorporación de los presupuestos del marxismo era uno de los más importantes temas a dirimir dentro de ellos, aunque por supuesto las argumentaciones variarán un poco respecto quien las afirma. Así en el mismo debate antes citado, el entonces marxista José Carlos Chiaramonte también remite a Álvarez para indicar el influjo del marxismo, sólo que con ello lo que quiere resolver es el estigma, el mote de economicista (y por tanto estrecho en términos interpretativos) dado al conjunto de la tradición y argumentar que la confusión proviene de la aplicación de "algunas tesis marxistas deformadas"[44].

 

Como veremos el economicismo tenía sus matices dentro de la tradición de los historiadores renovadores y también dentro de los claramente identificados con el marxismo, aunque debemos reconocer que aquel otro rasgo de Álvarez que tanto enfurecía a Carbia es reivindicado por los historiadores renovadores del post 1955: la vinculación, pasado, presente y futuro. Esto es totalmente evidente en el prólogo de Sergio Bagú a la nueva edición (la 5°) de Las guerras... realizada por Eudeba bajo los auspicios de los renovadores. Como hombre de izquierda y partícipe de la profunda renovación de los estudios históricos de mediados de los cincuenta, Bagú no puede dejar de señalar positivamente el carácter “pragmático” (en el sentido de Enrique Barba) de la obra de Álvarez[45]. Es precisamente esa vinculación consciente entre las necesidades de la hora y la explicación histórica uno de los rasgos que finalmente Bagú plantea como central en sus aportes, por lo que claramente se justifica la reedición de su libro: “Por dos motivos, pues, Juan Álvarez es un ilustre precursor del análisis histórico-económico. Por sus esfuerzos metodológicos y por su afán de poner el conocimiento de lo pasado al servicio de la programación del futuro[46].

 

En referencia al lugar de la obra de Álvarez en la historiografía argentina, tampoco quedan dudas, la opinión de Bagú se adelanta en las palabras iniciales del citado prólogo: “Quizá pueda afirmarse que el análisis histórico-económico contemporáneo en el país nace en la obra de Juan Álvarez[47]. De allí en más Bagú insiste, como muchos otros, en el rol sino marginal, por lo menos secundario de la obra de Álvarez respecto del grueso de la producción histórica que le es contemporánea y en particular del discurso histórico dominante[48].

 

Pocos años después, este carácter fundacional es reforzado en la primera obra de historia de la historiografía producida dentro de la tradición marxista vinculada a la renovación annalista. En ese libro, Alberto J. Pla sitúa a Álvarez como punto inicial de la historiografía económico y social[49]. Y esto es interesantísimo porque Pla divide la historiografía argentina de un modo novedoso; según él existe una gran corriente que llama la historiografía tradicional, dentro de la que están tanto la vertiente liberal como la vertiente revisionista, ambas modeladas por el énfasis en lo estrictamente fáctico, el análisis del acontecimiento en sí, el culto al héroe y por supuesto por el nacionalismo burgués. Por otro lado, la historiografía económica y social, modelada en este caso bajo el influjo del impacto de los annalistas (en particular Braudel) y de la ya centenaria tradición fincada en Carlos Marx. Como dijimos, según Pla, la historiografía económica y social de Argentina empieza con Álvarez, no porque este fuera el primero en interesarse por los temas económicos, sino por su carácter sistemático[50] y porque sus preocupaciones lo llevan al análisis de las clases sociales, sujetos históricos por excelencia para Pla y por tanto lo deberían ser de la historiografía[51].

 

El gesto es evidente, para este marxista de cuño troskista, Álvarez está dentro del cuadro de la historiografía renovada, circunstancia que no obsta para que aproveche la ocasión para señalar (como otros marxistas, aunque de un modo mucho más medido, ya que no comete el desliz de atribuir un análisis marxista a Álvarez) los peligros de unas connotaciones mecanicistas en los trabajos de Álvarez.

 

En la coyuntura del posperonismo se termina de legitimar a Álvarez como el “gran” historiador que efectivamente es, y si bien con reticencias que aún permanecen, le llega también la consagración "póstuma" al interior de los historiadores vinculados a la Academia; en este sentido el artículo de Leoncio Gianello publicado en el Boletín de la ANH nos parece un mojón clave.

 

Allí la valoración de la obra de Álvarez y de su persona se hacen una, historiador y hombre cívico son parte de un solo ejercicio reivindicatorio: “Juan Álvarez es una de las figuras representativas de la historiografía argentina”. "El magistrado que hubo de asumir en horas de tremenda responsabilidad el papel de depositario de las esperanzas de lo mejor de su pueblo"[52]. Por otra parte, consistentemente con la valoración más general de la que comienza a tener la producción de Álvarez, Gianello deja en claro cuál es su contribución fundamental a la historiografía[53] y cuáles son las obras clave del autor[54], pero el aserto lo obliga a tratar directamente con ese aire materialista (y social) que tiñe la interpretación de Álvarez y con la definición del "sujeto de la historia" que esta implica. Para el caso Gianello intenta exculparlo; primero, a través del recurso de las influencias de su tiempo[55]; pero luego del breve recorrido por sus obras paradigmáticas, lo hace dedicando la parte final de su comunicación al supuesto giro que implica en la obra de Álvarez el artículo “El factor individual...”. Afirma, en sentido estricto con razón, si nos referimos a su producción, no así si nos referimos a su carrera, que “Juan Álvarez, no es que se haya rectificado”. Sino que “...ha superado y complementado su primitiva postura de reacción ante la historiografía de tipo clásico, y considera que deben conjugarse esos factores con el factor individual...”[56].

 

En este sentido nos muestra no sólo su beneplácito por ello, sino que da clara referencia de otro fenómeno implícito en ese artículo de Álvarez (que no debemos olvidar es una trascripción de una conferencia ante la JHNA): la búsqueda de legitimidad institucional que hay en él. En este sentido, resalta la cita elogiosa a quien era ya el presidente de la Junta y es el de la ANH en el momento que escribe Gianello, Levene[57]. La complacencia de Gianello por lo que él considera un giro en Álvarez se hace evidente, aunque nos parece que, habla más de las concepciones historiográficas propias que de las de Álvarez.

 

Entonces Juan Álvarez, en aquella conferencia que fue como la exposición de su credo histórico concebido en la labor fecunda y en la experiencia, señala como factor señero la fuerza de la inteligencia humana- no repartida por igual entre los hombres y frente a la cual hay privilegiados y postergados- y que es la que determina la influencia en el acontecer histórico.

Juan Álvarez en la plenitud de su madurez intelectual y de su saber definió entonces con la probidad y valentía que eran cardinales de su vida, su posición ante la interpretación histórica. Volvería al concepto clásico de la historia como experiencia y como ejemplo”[58].

 

Gianello se congratula, Juan Álvarez ha “vuelto”.

 

Ahora bien, el panorama de este ejercicio legitimario no estaría completo si no abordamos otro aspecto esencial de este, nos referimos al momento y la oportunidad que brinda la recordación de Álvarez como sujeto político. Como dijimos Álvarez es reivindicado también en su condición de hombre cívico y esto, en este caso, no tiene que ver solamente con las virtudes de su producción historiográfica, sino con las peripecias de su función política, de la experiencia que resultó de su tarea dentro de la Corte Suprema y por supuesto del complicado juicio tanto a ésta como a su Procurador promovidos por el peronismo ya en el gobierno. De hecho, estos sucesos lo habían puesto en el campo, claro y evidente, de la coalición antiperonista que se había hecho del poder en 1955, para con el cual la ANH guardaba una adhesión sin demasiados miramientos. En ese contexto, a poco mas de tres años de muerto Álvarez, se edita en el Boletín de la Academia el texto de Gianello, donde de hecho debemos decir que aparece visible la consagración institucional de Álvarez, pero donde el énfasis también esta marcado alrededor de la figura del hombre cívico, obviamente estamos hablando del hombre cívico antiperonista, mas que del hombre cívico como historiador.

 

Como vemos el proceso de reivindicación de Álvarez, conlleva para los historiadores vinculados a la ANH la necesidad de "salvarlo" de partes centrales de su modelo de interpretación de la historia, esto es evidente en análisis posteriores y más aún en contextos políticos donde estas "desviaciones" de Álvarez parecen agudizar más aún los posicionamientos de los historiógrafos.

 

 

Juan Álvarez en la historia de la historiografía académica contemporánea. Entre la vigilancia ideológica y el reacomodamiento de una tradición historiográfica

 

Varios ejemplos de los años setenta vienen a confirmar la primera afirmación del subtítulo de este apartado. Uno proviene de uno de los historiadores económicos más importantes de los vinculados a la ANH, Horacio Cuccorese. En una obra específicamente dedicada a la historia de la historiografía económica argentina, en la que le dedica un capítulo completo a Álvarez, Cuccorese realiza un ejercicio de análisis de su obra que se destaca tanto por la lucidez para interpretar las intenciones del rosarino como por hacer evidentes los postulados historiográficos de crítico. Así, en una línea directamente vinculada a la opinión de Carbia, pero que en este caso recurre a la autoridad de Emilio Ravignani, acusa a Álvarez por su afán de generalización de “sociológico”, el “sofisma de generalización” en palabras de Ravignani[59].

 

Detrás del calificativo, que es de Carbia, pero también de Cuccorese, está la profunda incomodidad que produce a los historiadores más tradicionales toda recurrencia no ya a leyes generales (como quisiera una imagen demasiado simplificada de un positivismo que tenía mayores matices), sino a cualquier tipo de generalización. Historicistas hasta las últimas consecuencias, no pueden alejarse del modelo metódico-rankeano que afecta a la mayoría de los representantes de esta tradición historiográfica desde aquellos orígenes hasta la actualidad.

 

Por otra parte, Cuccorese, insiste recurrentemente en el carácter pragmático de la interpretación de Álvarez, y en particular queda absolutamente claro que ese carácter es sin duda el mayor demérito de su obra, aquello que lo aleja de las “verdaderas” formas de hacer historia[60]. Y es solo la “corrección política” de sus valores la que lo salva de mayores críticas[61].

 

Las dudas que despierta Álvarez son demasiado importantes; en este sentido, Cuccorese, en ningún momento parece totalmente convencido de santificar a Álvarez con los óleos de congregación histórica: ¿es o no un “historiador”?[62], Cuccorese duda recurrentemente, y cuando intenta salvar la situación es más claro respecto de su propia perspectiva. En su opinión, casi obviamente, los verdaderos historiadores argentinos se inician con la NEH, en tanto Álvarez produce su obra de mayor repercusión antes que esta fuera “descubierta” por Juan Agustín García (1914 y 1916, respectivamente); Álvarez queda por detrás de esta débil barrera, del lado de los “abogados con ansia de saber”, o más benevolentemente como “un ensayista historiador de la economía social”; del otro lado de los padres fundadores de la nueva historiografía que no son tan propensos como Álvarez a los “sofismas de la generalización”.

 

Finalmente una reflexión sobre el contexto de producción del libro de Cuccorese, este insiste tanto en criticar el carácter restringido de la interpretación económica de Álvarez que, como tal vez el mismo Álvarez lo quisiera, el texto remite más al discurso histórico aceptable para la derecha de los primeros setenta (que se hará unánime durante la dictadura), que a las efectivas influencias del marxismo en Álvarez[63].

 

Casi obviamente el contexto político-ideológico, el clima de ideas reaccionario que impone la dictadura, no es el mejor momento para cultivar el reconocimiento a la forma de hacer historia de Álvarez. Así, casi un cuarto de siglo después de su fallecimiento y en el acto mismo de celebración de su persona, las palabras de una figura "consular" de la ANH, Enrique M. Barba, denotan claramente que el escozor que produce su obra todavía sobrevive al interior de la misma; sea repitiendo los argumentos de Carbia[64] que lo ubican casi por fuera de la corriente principal con el mote de “historia sociológica”, sea insistiendo en varias ocasiones, en un texto de apenas dos páginas, sobre la posibilidad de disentir con sus planteos[65].

 

El efecto es continuo y llega hasta nuestro presente; así, por ejemplo, en la obra dedicada a la conmemoración de la creación de la JHNA, Beatriz Bosch, encargada de la historiografía del Litoral, hace evidente esa constante entre los historiadores con alguna o mucha vinculación con la ANH: la necesidad recurrente de negar el carácter marxista de la interpretación de la historia de Álvarez[66]. Sin duda, la obsesión habla más de los pruritos de estos historiadores que de la misma obra de Álvarez, de la cual ningún marxista, por dar solo un ejemplo de una orientación historiográfica, podría caracterizar como tal.

 

En este sentido el artículo de Marcelo Bazán Lascano[67], es clarificador respecto de varios aspectos de la percepción de la obra de Álvarez dentro de los historiadores vinculados a la Academia y/o de clara orientación conservadora. En primer lugar, por señalar, con una recurrencia que llega a la saturación, su preocupación por la confusión que supone atribuir algún tinte “marxista” a la obra de Álvarez (muy en particular su Estudio...); y desestimar este diagnóstico es indudablemente el objetivo central del artículo[68]. Pero más interesante que su ejercicio de análisis de la epistemología alvariana es quiénes aparecen como los culpables de esa confusión que atribuye a Álvarez el mote de “marxista”. El error de “nuestra” historiografía que le preocupa a Bazán Lascano, nomina claramente lo que el autor considera “su” historiografía, aquella que evidentemente considera la más legitimada como tal, y que está representada en este caso por los citados Ibarguren, Gianello y particularmente Cuccorese[69], todos ellos de claros vínculos con la historiografía de la Academia.

 

Ahora bien, si en Bazán Lascano el rescate de Álvarez tiene como eje y referente la que se considera la propia historiografía, en otros la disputa historiográfica adquiere tonalidades más intensas cuando el autor asume sin tapujos quienes son sus contradictores historiográficos, tal como es el caso de Armando R. Bazán. Este representante de un ala federal-nacionalista de la Academia esquematiza acertadamente no solo el rasgo general de su obra[70]; sino también los fundamentos de su particular interpretación de la historia argentina que sintetiza en tres claros motivos explicitados como valores[71]. A partir de allí, Bazán resalta en Álvarez, también acertadamente, sino un precursor, sí un cultor afinado de una perspectiva regional de la historia argentina. Y si bien dijimos el balance es acertado, en Bazán parece no tener más motivo que el de explayarse en la defensa de su propia perspectiva histórica, sino también de su concepción de la cuestión regional. En este sentido, no pierde la oportunidad legitimatoria que le ofrece Álvarez para posicionarse en el cuadro historiográfico actual en referencia a los que aparecen claramente como sus contradictores historiográficos directos: “los epígonos nativos de la Escuela de Anales”[72]. El ejercicio que realiza, si bien es ciertamente justo con la producción histórica de Álvarez, escamotea sin pudor que fueron precisamente varios de esos “postulados axiológicos” los que le aseguraron a Álvarez una opacidad evidente al interior de la corporación de historiadores aglutinados alrededor de la Academia; y por otro lado, diluye precisamente que aquellos epígonos nativos desde sus mismos inicios fueron solícitos en reconocer en Álvarez a un precursor de sus preocupaciones (Halperín, Bagú, Pla, etc.).

 

Como venimos observando los historiadores vinculados a la ANH van construyendo el listado de aportes de Álvarez a la historiografía argentina casi por acumulación. No obstante, los aspectos más disruptivos no podrán ser reelaborados hasta que la propia institución, en un ejercicio lento, pero continuo de reacomodamiento dentro del cuadro de la "corporación histórica", comience a dar cabida ya no sólo a historiadores, sino a opiniones más cercanas a la llamada "renovación histórica". Así habrá que esperar recién hasta los noventa para que éstos aparezcan reconocidos para algunos de los miembros de la más tradicional corporación de los historiadores argentinos.

 

En este sentido, un miembro actual de la Academia (y primitivo conmilitón de los renovadores annalistas), y sin lugar a dudas, uno de los máximos exponentes de la historia económica actual, Roberto Cortes Conde, es quien en el “Estudio preliminar” a la más reciente reedición de Las guerras civiles... convoca nuevamente a pensar en la obra de Álvarez[73]. Han pasado muchos años desde la edición de esta obra clave, pero también del tensionado clima de ideas de la historiografía previa a la última dictadura. En este contexto, la imagen que brinda Cortes Conde se corresponde más con una reconciliación más completa con la obra de Álvarez, de tal manera que (con justeza por otra parte) se le reconoce no solo el carácter de precursor de la historia económica, sino que no aparece esa obsesión de los anteriores exégetas por indicar como una limitación para la interpretación histórica el análisis del “factor económico” o el supuesto "marxismo" de Álvarez. Tanto el contexto de la historiografía actual, como un análisis más acertado de la misma obra de Álvarez, hace que Cortes Conde lo pondere precisamente por la amplitud de su interpretación[74]. Aunque tampoco se prive de un claro ejercicio demarcatorio (y por tanto también legitimatorio) respecto de la tradición historiográfica en la que se inscribe; en estos términos es más que interesante que Cortes Conde, obviamente conocedor del amplio impacto de Álvarez en el conjunto de las tradiciones historiográficas argentinas, opte por realizar un recorrido de obras que lo analizan exclusivamente integrado por hombres vinculados a la Academia (Armando Bazán, Gianello, Barba). Por otra parte, el Estudio… es también una excelente excusa para que el prologuista haga gala de sus propias interpretaciones del período y lateralmente abunde sobre la obra del prologado, táctica que lo conduce en no pocas ocasiones a polemizar con sus interpretaciones[75]. En general el texto abunda poco en la obra de Álvarez, y bien pronto se convierte más en la oportunidad para conocer la opinión de Cortes Conde sobre el período, que en un análisis pormenorizado de la obra o del autor prologado.

 

Finalmente es tal vez en las consideraciones de otra historiadora contemporánea donde son más visibles los cambios en el horizonte de los posibles dentro de esta tradición. El trabajo de Noemí Girbal[76] no está permeado por la obsesión de "despegar" a Álvarez de supuestos contaminantes ideológicos sino que tiene la pretensión de colocarlo precisamente como el mejor ejemplo de una larga tradición del análisis económico en la historiografía en general, pero particularmente resaltando su carácter de "académico". En este sentido, la obra de Álvarez es central para el trabajo de Girbal; en principio, porque le permite sostener afirmaciones fuertes sobre el rol de la historia tradicional en la historiografía económica[77]; pero también en tanto le sirve para mojonar la historiografía argentina en su conjunto[78]. En referencia estricta a la obra de Álvarez el texto de Girbal es tributario del prólogo de Bagú a Las guerras civiles... en cuanto a la valoración general y del de Gianello respecto a la formación e influencias de Álvarez; pero a diferencia de este último que intentaba "normalizar" al autor y a su obra a los parámetros de la tradición historiográfica académica, Girbal intenta convertir los aspectos mas urticantes en valoraciones positivas y constituirlo en el lugar de la heterodoxia aceptada[79]. En Girbal entonces, Álvarez ya no es sólo el antecedente sino la posibilidad de legitimación desde el presente, pero esta vez no sólo a nivel temático, sino interpretativo y fundamentalmente teórico para esta también heterodoxa representante de la historiografía tradicional.

 

Luego del recorrido realizado, al volver sobre aquellos aspectos por los cuales la obra de Álvarez adquiere relevancia para esta tradición historiográfica se destacan: un obvio reconocimiento como fundador de la historia económica argentina (compartido en este caso casi con todo el arco historiográfico); más puntualmente le será reconocido su aporte a una visión más federalista de la historia argentina; un poco más contemporáneamente (aunque esta presente desde el mismo Carbia, aunque no con el tono laudatorio posterior) el reconocimiento de iniciador de la perspectiva regional; finalmente algunos (no precisamente las viejas figuras) concluirán aceptando un modelo interpretativo que articula preocupaciones presentes con análisis histórico, sumado a una atenta mirada al comportamiento de los sujetos sociales. Queda como interrogante si esta valoración, no es solo expresión de intereses coyunturales de la ANH.

 

 

Algunos casos contemporáneos del consenso

 

Las dos últimas décadas han sido indudablemente años de transformaciones para la historiografía argentina, a la casi desaparición de uno de sus animadores más visibles (el revisionismo), el lento aunque constante reacomodamiento de la historiografía vinculada a la ANH, las profundas transformaciones de la tradición marxista, se ha sumado una expansión sin precedentes de una historiografía que ha asumido los gestos, las costumbres y los requerimientos de la profesionalización, sobre la base reivindicativa de la "historia social" de los sesenta, pero que indudablemente guarda fuertes continuidades con la tradición académica. El resultado es una comunidad de historiadores de una extensión numérica, institucional y temática sin precedentes en la historia de la historiografía argentina. En este marco, donde la moderación parece estar ganando a la polémica y la asunción de posicionamientos teóricos se aleja crecientemente de las orientaciones ideológicas, la obra de Álvarez no deja de ser motivo de indagación, un sugestivo cuadro de ideas, pero también insumo de operaciones legitimatorias.

 

Los tópicos no han variado necesariamente respecto de los anteriores; la continuidad debe ser resaltada tanto como un indicador de la riqueza de la obra de Álvarez, como de las transformaciones que ha sufrido la historiografía argentina, una breve selección nos servirán para marcarlo.

 

Ya vimos como aún en la tradición de la ANH, Álvarez había sido, para aquellos historiadores más impregnados por las novedades de la historiografía contemporánea, la prenda de reconciliación con éstas, en un ejercicio donde se reforzaba la idea de una larga continuidad de los estudios históricos (particularmente económicos) a través precisamente de la obra de Álvarez.

 

La necesidad legitimatoria también ha llevado a ciertos extremos, así al interior de la declinante tradición revisionista, para el último Galasso, el carácter excepcional de Álvarez es clave para su propio posicionamiento; no solo lo "salva" de la Historia Oficial, sino que lo ubica entre los pocos que la cuestionaron en su momento de constitución y por tanto como necesario preámbulo a la aparición de las distintas vertientes del revisionismo[80]. El efecto se completa cuando afirma que Álvarez pasa a constituirse en un precursor de la corriente "revisionista federal-provinciana, socialista o latinoamericana" a la que el autor afirma adscribir. Obviamente Galasso en su afán filiatorio peca no solo por exceso, sino claramente por desconocimiento, ya que sería una tarea ímproba (como improbable) mostrar a Álvarez adhiriendo a una interpretación de la historia donde: "Los sectores populares resultan los protagonistas del proceso histórico de los argentinos, en permanente lucha contra poderosos intereses nativos aliados al capital extranjero"[81].

 

Esta no es la situación en otras orientaciones donde la idea de ruptura de los estudios históricos y la excepcionalidad de Álvarez sigue firme, aunque matizada y entremezclada con enfoques más parciales y/o específicos propios del mismo desarrollo de la historiografía contemporánea. En el primero de los sentidos, uno de los máximos y mejores exponentes de la historia económica argentina actual, Eduardo Miguez, en un artículo medianamente reciente participa de la “teoría” de la excepcionalidad de Álvarez, en su caso respecto a la aparición de estudios de historia económica que respondieran a las exigencias de una historiografía renovada[82]. En este sentido, Miguez construye una filiación no demasiado novedosa, un precursor que no puede ser más que excepcional, un momento fundacional en el que el autor fue formado (los cincuenta-sesenta) y el presente más venturoso en el que este es una figura relevante.

 

Por otro lado, tal vez por las mismas características de la historiografía actual, aquejada por la fragmentación y alejada de las interpretaciones más generales de la evolución histórica, buena parte de los análisis sobre su obra están caracterizados por utilizar a Álvarez como caso. Una estrategia común que cruza las más que múltiples miradas que refleja nuestra asombrosamente extendida comunidad de historiadores.

 

Así por ejemplo, Álvarez es la ocasión para que, desde una perspectiva explícitamente marxista, Roberto Tarditi intente indagar en la problemática de la lucha de la clase obrera en este intelectual que considera "orgánico" de la clase dominante[83]. Si la preocupación general con que lo aborda (el problema del conflicto social clasista como eje articulador del conjunto de la obra histórica de Álvarez) le permite demostrar con cierta solvencia muchos aspectos que pretende descubrir en su obra[84], la adscripción del autor a una representación de fracción de clase con la que cierra su caracterización es a todas luces apresurada, caracterización que es seguramente producto derivado de la asignación de la condición de intelectual orgánico. En este punto Tarditi confunde intelectual burgués con orgánico, en tanto éste no sólo lo es de la clase, sino de la clase dominante en el estado. Consecuentemente con esta perspectiva no está presente en Tarditi el diagnóstico del aislamiento y/o marginalidad[85]. Por otra parte, hay que resaltar un aspecto clave de la interpretación de Tarditi respecto de la obra de Álvarez, es el descubrimiento de un "programa de investigación" en ella. Si bien no podría aducirse un carácter plenamente conciente del mismo, no por ello está errado Tarditi al resaltarlo, en particular si asignamos a ese programa la intención prospectiva que explícitamente reconoce Álvarez a su obra histórica y del que se deriva también la necesidad de previsión del conflicto social clasista que en la perspectiva de Álvarez se avecinaba.

 

El listado de trabajos puede extenderse, pero queremos ir cerrando este recorrido con tres trabajos que reúnen algunas condiciones particulares; por una parte, todos son producto reciente de historiadores claramente profesionalizados, por otra parte son la evidente demostración no solo del persistente interés por la obra de Álvarez entre los historiadores contemporáneos sino de la valoración de la misma.

 

Desde una perspectiva que intenta reconocer las articulaciones existentes entre el historiador y una condición que tanto el propio autor como buena parte de sus contemporáneos reconocieron como propia de su condición de intelectual, la de ensayista; el trabajo de Sandra Fernández también participa del diagnóstico de la marginalidad de Álvarez en el cuadro de la historiografía[86] y no está exenta de la utilización del mismo a los efectos de demarcar un territorio historiográfico y legitimar una perspectiva propia (la historia local y regional)[87]. Pero el modo en que analiza la obra de Álvarez es relevante a la hora de explicar el largo impacto de su obra. Un análisis contextuado históricamente, pero sin la obsesión por una catalogación que supone un "deber ser" de la escritura de la historiografía (que por histórica siempre es cambiante), le permite reconocer que en esa doble condición es no sólo donde reside una forma de escritura sino una estrategia metodológica[88] que le asegura a su obra una polivalencia de lecturas que constituye una de sus mayores originalidades[89].

 

También rosarino como Fernández, pero más preocupado por la historia intelectual, Mario Glück tensa aun más que ésta el papel explicativo de la identidad local al intentar relacionar algunos rasgos propios de su interpretación histórica con la atribución de ser un intelectual de la burguesía comercial rosarina[90]. Aunque menos preocupado por la marginalidad de Álvarez dentro de la corporación de los historiadores, en algún sentido Glück vuelve a coincidir con Fernández en que el nudo de la “anomalía” en él está en su estrategia narrativa, más preocupado por los problemas generales de la historia, Álvarez se acerca más al ensayo de interpretación (que definía a buena parte de la generación anterior de intelectuales) que a la “nueva” narrativa que intentaban imponer los hombres de la NEH como género historiográfico[91].

 

Finalmente, uno de los mas recientes intentos por abordar la producción de Álvarez es de quien es reconocido actualmente como uno de los mas representativos cultores de la historia de la historiográfica en Argentina, Fernando Devoto[92]. El trabajo, al igual que los dos anteriores, cuenta con la ventaja de los importantes avances metodológicos que el enfoque historiográfico ha tenido en la Argentina de los últimos años, y como ellos participa de otorgar a su obra un carácter excepcional para su época[93], resaltar la pervivencia de sus aportes[94] y aún insistir en cierto olvido relativo[95]. Revelador en muchos sentidos, no obstante, el trabajo de Devoto queda preso de uno de los rasgos de la obra de Álvarez (su evolución de una mirada optimista a otra pesimista del desarrollo argentino), que al ser resaltado en demasía oscurecen los aportes mas que lúcidos para la interpretación del rol y la obra de Álvarez que ofrece: la más que interesante búsqueda y detección de las lecturas que sostienen las interpretaciones alvarianas; la definición del público al que le habla; el correlato con la innovaciones contemporáneas en las ciencias sociales; el intento constante de explicar su producción en su contexto, sea este el clima de ideas o la coyuntura socio-política; etc.

 

La conclusión es evidente, los tres autores ven a Álvarez no sólo como un objeto de investigación, en muchos sentidos lo trabajan como un colega contemporáneo, la estrategia de ubicarlo como precursor y por tanto en los límites de la profesión ya no parece ser un recurso aceptable para estos historiadores.

 

 

¿Un balance final?

 

Ahora bien, una vez realizado este recorrido por la historia de la historiografía argentina ¿Podemos hablar de aislamiento de la obra de Álvarez? La afirmación es difícil de sostener, por una parte, cuando una de sus obras paradigmáticas Las guerras civiles... lleva seis ediciones[96] de otras tantas editoriales bajo los auspicios de disímiles orientaciones historiográficas e ideológicas; por otra, cuando del propio recorrido que realizamos se comprueba que tanto ésta obra como aquellas que no lograron repetir su paso por la imprenta provocaron una abundantísima bibliografía. Es mi impresión que el problema en este caso no es que la obra de Álvarez haya estado huérfana de acompañantes, sino que como con un partenaire virtuoso, exigente e incómodo, aquellos que optaban por su compañía debían avenirse a justificar su elección y la mayoría optaba por el comentario y muy pocos por la emulación.

 

No es el mismo diagnóstico si lo que intentamos definir es su excepcionalidad, en este caso creo que aquellos mismos argumentos arriba señalados confluyen con los intrínsecos de la propia obra de Álvarez al fortalecimiento de esta tesis. La obra de Álvarez fue y sigue siendo un cuadro donde las sugestiones y orientaciones para la investigación (temáticas, interpretativas, metodológicas, etc.) son tan ricas que el tiempo no parece que las hubiera agotado. Pero precisamente por esos dos motivos su obra fue y es motivo de construcción de tradiciones historiográficas y objeto de disputas por parte de éstas.

 

En este sentido muchos son los aportes que se sostienen en su obra, particularmente el rol fundante de la historiografía económica, pero también el de un enfoque regional y aún local de la historia argentina, el de promotor germinal de una historia social más preocupada por los sujetos sociales que por los héroes epónimos, o el de la necesaria y explícita articulación de las indagaciones históricas con las preocupaciones del presente que marca sus obras, y un muy largo etcétera que parece modelarse con el paso del tiempo. Esto último es así porque no siempre esos aportes contaron con el beneplácito de una comunidad de historiadores tendencialmente profesionalizados que pugnaba por constituirse como tales, aunque en ocasiones sí lo logrará dentro de unos cultores del conocimiento histórico menos preocupados por cuestiones de método o por las derivaciones políticas-ideológicas de algunos de sus planteos.

 

En estos términos es que las perspectivas que sugiere la obra de Álvarez son resignificadas tanto en relación a las orientaciones más generales de las tradiciones historiográficas (como a los debates que se daban dentro de ellas), como a las coyunturas en las que fueron realizadas.

 

De allí que creemos que en la consideración y utilización de la obra de Álvarez es posible establecer un momento de quiebre a partir del cual este consenso se extiende, aquí creemos que esa coyuntura se abre en los años cincuenta. Si bien el momento de publicación de algunas de sus obras clave (entre el Centenario y la crisis del 30) le había dado una repercusión moderada pero persistente, y los años que van entre su plena incorporación al mundo académico y su defenestración judicial (entre el 30 y el ascenso del peronismo) lo encontraban en un rol sino expectante por lo menos para nada marginal dentro de la consideración de los historiadores; es a partir de la profunda renovación de la historiografía (tanto la de matriz profesional que anidaba en la llamada "historia social" como en las derivaciones de la revisionista y la marxista, y posteriormente en la tradición académica) donde el quiebre del clima cultural precedente abre las posibilidades para que la obra, pero también la persona de Álvarez fuera sujeto de recurrente reivindicación.

 

No obstante esta nunca estuvo a salvo de las necesidades de los autores que la postularon, en este sentido hemos visto como por más de medio siglo se intento "salvar" a Álvarez de entre otras del marxismo, del economicismo, de la pragmática, de la historia oficial.

 

En definitiva, entonces, lo que se quiere resaltar es cómo las miradas sobre Álvarez construyen una especie de caleidoscopio en el cual las múltiples interpretaciones toman aspectos de la obra, efectivamente existentes la mayor parte de ellos, que dan como resultado ese consenso del que hablábamos; pero que también encierran toda una serie de disputas del campo historiográfico desde su misma constitución al presente; campo al que, por otra parte, Álvarez se integró no sin dificultad, precisamente por esa heterogeneidad de sus matrices explicativas, de sus orientaciones historiográficas, que tan buen concepto generara posteriormente en el arco complejo de la historiografía argentina.

 

 

Ingresó: 18 de abril de 2010

Aceptado: 13 de julio de 2011

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Historia de un consenso. Un recorrido por las miradas historiográficas sobre Juan Álvarez

 

 

Resumen

 

Aún el más breve recorrido por las opiniones de los historiadores contemporáneos sobre la obra de Juan Álvarez nos muestra, rápida y claramente, un balance extremadamente positivo de la misma. Autores de las más variadas orientaciones historiográficas, políticas e ideológicas (ya sean de la Academia, renovadores annalistas, revisionistas, marxistas) coinciden en resaltar a Álvarez como uno de los mejores representantes de los estudios históricos argentinos, en particular de la historiografía económica argentina. Pero este extenso consenso encierra también una paradoja, o más evidentemente la sospecha, que tan disímiles orientaciones difícilmente puedan estar hablando del mismo Álvarez. Partiendo entonces de ese consenso, en este artículo pretendo adentrarme, en primer lugar, en esas valoraciones de la obra de Álvarez, en un recorrido que parte desde sus mismos contemporáneos hasta la historiografía actual, al tiempo que se intenta ir bosquejando un panorama que también recorra un arco extenso de las orientaciones historiográficas argentinas. En segundo término, pretendo indagar sobre qué aspectos de la obra de Álvarez se construyen tales valoraciones (particularmente sobre el rol fundante de la historiografía económica, pero también sobre el de un enfoque regional de la historia argentina, el de promotor germinal de una historia social, o el de la necesaria y explícita articulación de sus indagaciones históricas con las preocupaciones del presente, etc.) y cómo éstos son resignificados tanto en relación a las orientaciones más generales de las tradiciones historiográficas, como a las coyunturas en las que fueron formuladas.

 

En definitiva, lo que se quiere marcar es como las miradas sobre Álvarez construyen una especie de calidoscopio en el cual las múltiples interpretaciones toman aspectos de la obra, efectivamente existentes la mayor parte de ellos, que dan como resultado ese consenso del que hablábamos; pero que también encierran toda una serie de disputas del campo historiográfico desde su misma constitución al presente; campo al que Álvarez se integró no sin dificultad, precisamente por esa matriz de orientaciones historiográficas que tan buen concepto generara posteriormente en el arco complejo de la historiografía argentina.

 

Palabras clave: Juan Álvarez; Historiografía argentina; Consenso; Excepcionalidad; Heterodoxia

 

 

Oscar R. Videla

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

History of a consensus. A journey through the historiographical perspective of Juan Álvarez

 

 

Abstract

 

Even the shortest review of the contemporary historiographers' opinions about Juan Alvarez' works shows in a clear and rapid way an extremely positive balance. Authors coming from the most varied historiographic, political and ideological orientations (either those from the Academy, renovators, annalists, revisionists, marxists) agree in pointing out Alvarez as one of the best representatives of the Argentine historiographic studies, in particular of the Argentine economic historiography. But this wide consensus also includes a paradox, or more evidently, a suspicion, that such dissimilar orientations could hardly be referring to the same Alvarez. With this consensus as a starting point, in this article we intend to go deeply, in the first place, into those valuations of Alvarez' works, starting with his own contemporaries and getting to the current historiography, at the same time trying to outline an outlook which also covers a broad variety of Argentine historiographic orientations. In the second place, I intend to inquire onto which aspects of Alvarez' works these valuations are built (particularly in relation to the founding role of economic history, but also to the regional approach to Argentine history, the promoter of a social history, or to the necessary and explicit articulation of his historical inquiries with the concerns about the present time, etc.), and how they are resignified both in relation to the more general orientations in the historiographic traditions as well as the junctures in which the were formulated.

 

In short, we are trying to point out how the points of view about Alvarez comprise a kind of kaleidoscope in which the multiple interpretations take aspects of his works, which, in fact, exist in most cases, giving as a result that consensus mentioned; but they also contain a whole series of disputes into the historiographic field from its very constitution until the present; a field to which Alvarez got integrated not without difficulty, precisely due to this matrix of historiographic orientations that later generated such a positive concept within the complex arch of Argentine historiography.

 

Keywords: Juan Álvarez; Argentine historiography; Consensus; Excepcionality; Heterodoxy

 

 

Oscar R. Videla

 



* Dr. en Humanidades y Artes (Mención en Historia). ISHIR-CESOR (CONICET) - Escuela de Historia (UNR). Bv. Seguí 732 (2000) Rosario. TE: 54 0341 4232932. E-mail: orvidela@gmail.com

[1] Halperin Donghi, Tulio, "Juan Álvarez, historiador", en Halperin Donghi, Tulio, Ensayos de historiografía, El Cielo por Asalto/Imago Mundi, Buenos Aires, 1996, p. 67. Publicado originalmente en Sur, N° 232, enero-febrero de 1955.

[2] Jauretche, Arturo, Política nacional y revisionismo histórico, Peña Lillo, Buenos Aires, 1959, p. 58.

[3] Scenna, Miguel Ángel, Los que escribieron nuestra historia, La Bastilla, Buenos Aires, 1976, p. 145.

[4] Cresto, Juan José, “La historia argentina a través de causas económicas (Estudio del pensamiento de Juan Álvarez)”, en Academia Argentina de la Historia, La Historia argentina y sus protagonistas, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2000, p. 286.

[5]El último, cronológicamente, de los ensayistas genéticos, llegado después de García, es el doctor Juan Álvarez". Carbia, Rómulo, Historia Crítica de la Historiografía Argentina, Coni, Buenos Aires, 1940, p. 278 [1° ed. 1925].

[6] "A mi entender, el ensayo de Álvarez, en virtud de ello, vendría a ser un útil complemento de La época de Rosas de Quesada, libros ambos que han preparado, ya, la nueva visión de nuestra edad media nacional, que los estudiosos de ahora reconstruirán a base de una labor historiográfica alejada de todo prejuicio y de toda bandería. Y haber contribuído a ello, importa, por eso sólo, un mérito que la posteridad está obligada a acreditar en favor del ensayista.

El mejoramiento de la tendencia genética lo ha venido a realizar la nueva escuela histórica, conciliando la erudición menuda con los postulados que formula Berr en lo relativo a las grandes síntesis historiográficas”. Carbia, Rómulo, 1940, ob.cit., p. 289.

[7] "Como su objetivo es sociológico- él mismo dice que/ trata de conocer el pasado para explicar el presente-, antes que hacer exhibición orgánica de hechos se preocupa de comparar épocas, casi siempre acordando mayores jerarquías a los fenómenos económicos. El trabajo es honesto, pero no creo que sea de los que pueden considerarse definitivos". Carbia, Rómulo, 1940, ob.cit., pp. 277-78. Por si lo afirmado no bastara, en la nota que califica Las guerras civiles refuerza: "Esto digo porque el ensayo de Álvarez no es historiográfico, aunque verse sobre asuntos históricos. Sus frecuentes derivaciones de lo pasado al presente, así lo están denunciando". Carbia, Rómulo, 1940, ob.cit., p. 278.

[8] "El doctor Álvarez cree que el alzamiento de los gauchos fué el resultado de los cambios introducidos en el sistema ganadero, viniendo ello a evidenciar que todo aquel que se levantaba contra el gobierno, que era, para la mente popular, el autor de cuanta ley había perjudicado al gaucho, contó con el apoyo de los hombres de campo, descontentos de su nueva situación. Para el autor del Estudio sobre las guerras civiles argentinas, la popularidad de todos los caudillos, de “Artigas a López Jordán” son sus palabras, tiene su explicación en ese hecho. Basta la simple enunciación de esta opinión, para advertir que es excesiva. No hay duda alguna que han actuado ciertos factores económicos en la popularidad de los caudillos, como lo documenta, sin ir muy lejos, la propia biografía de Rosas; pero no es posible negar que además de ello colaboraron, también, otras fuerzas igualmente activas. Circunscribir, por eso, la popularidad de los caudillos a los hechos económicos, me parece que es simplificar demasiado la natural complejidad del fenómeno histórico". Carbia, Rómulo, 1940, ob.cit., pp. 278-79.

[9] Prado, Gustavo H., "La historiografía argentina del siglo XIX en la mirada de Rómulo Carbia y Ricardo Levene: problemas y circunstancias de la construcción de una tradición. 1907-1948", en Pagano, Nora y Martha Rodríguez (eds.), La historiografía rioplatense en la posguerra, La Colmena, Buenos Aires, 2001.

[10] En este punto es imprescindible aclarar que el "culto al héroe" era para Álvarez, no solo un grave problema de la historiografía, sino particularmente un condicionante clave en la formación de la identidad nacional y allí la importancia derivada de los manuales por su carácter formativo de una conciencia nacional a través del sistema educativo.

[11] El problema puede parecer de mucha mayor envergadura si quien lo afirma demuestra, como lo hará Álvarez, un conocimiento de primera mano de los autores emblemáticos de esa corriente (Marx y Engels). El contacto de Álvarez con la cultura de izquierda no tiene ninguna sorpresa para quien recorra someramente la historia político-ideológica de su padre Serafín. Hayes, Graciela, "Consideraciones acerca de la obra de Serafín Álvarez en su etapa hispánica", en Sonzogni, Elida y Gabriela Dalla Corte (comps.), Intelectuales rosarinos entre dos siglos. Clemente, Serafín y Juan Álvarez. Identidad local y esfera pública, Prohistoria & Manuel Suárez, Rosario, 2000.

[12] Tal como harán (aunque con otras connotaciones) los historiadores de la historiografía que llamaremos "tradicional" cuando enfoquen su atención en Álvarez.

[13] Álvarez, Juan, "El factor individual en la historia", en Boletín de la Junta de Historia y Numismática Americana, Vol. V, 1928, pp. 137-146.

[14] Álvarez, Juan, Temas de Historia Económica Argentina, JHNA, Buenos Aires, 1929.

[15] Álvarez, Juan, "Monedas, pesas y medidas", en Ricardo Levene (dir), Historia de la Nación Argentina, Vol. IV, ANH, Buenos Aires, 1938. Álvarez, Juan, "La guerra económica entre la Confederación Argentina y Buenos Aires", en Ricardo Levene (dir), Historia de la Nación Argentina, Vol. VIII, ANH, Buenos Aires, 1946. Álvarez, Juan, "La evolución económica (1810-1829). Comercio e industrias, moneda, ganadería y agricultura", en Ricardo Levene (dir), Historia de la Nación Argentina, Vol. VII, ANH, Buenos Aires, 1950.

[16] No debemos olvidar que Levene asegura un espacio a múltiples cultores del conocimiento histórico en esta obra, bastante más allá de los límites de los historiadores atenidos al método.

[17] Expresión tanto del auge de la historiografía de los treinta como de la necesidad de contar con espacios distintos a los que ofrecía la Junta (luego ANH), la Sociedad de Historia Argentina se crea el 31 de octubre de 1931. En ella será socio fundador Álvarez, junto con otros intelectuales de la época (Ricardo Rojas, Narciso Binayán, Rómulo D. Carbia, Carlos Ibarguren, entre los más destacados). Rosciani, María Silvia, “La Sociedad de Historia Argentina”, en ANH, La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-1938), 2 Vols., ANH, Buenos Aires, 1995.

[18] "La obra de Juan Álvarez, poco conocida por el público, representa uno de los valores más altos de la actual historiografía argentina. Su Estudio sobre las guerras civiles argentinas señala el momento auspicioso en que se inauguran los nuevos estudios históricos argentinos...". Binayan, Narciso, “Prólogo”, en Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas y el problema de Buenos Aires en la República, Sociedad de Historia Argentina, Buenos Aires, 1936, p. VII.

[19] Binayan, Narciso, 1936, ob.cit., pp. VII-VIII respectivamente.

[20] Que por otra parte señala, cuan cerca podían estar los planteos historiográficos de muchos de los partícipes de la NEH, de aquellos que por esos mismos años ya estaban abrazando las "verdades" del naciente revisionismo histórico.

[21] Ibarguren, Carlos, “Discurso de don Carlos Ibarguren en la recepción de don Juan Álvarez”, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, N° 31, T VIII, jul-sept 1940, p. 338.

[22]Juan Álvarez atribuye al elemento económico una importancia tan decisiva como irresistible en la evolución de la sociedad. El materialismo histórico, contemplado desde este ángulo, es un concepto dominante. Podrá discreparse en la apreciación del grado de importancia que tiene tal o cual factor en los hechos sociales pero es indudable que la obra histórica y sociológica de nuestro colega es fundamental para la investigación de nuestro pasado y de la estructura actual del país, y nutre con rica sustancia a la cultura y al pensamiento argentino”. Ibarguren, Carlos, 1940, ob.cit., p. 340.

[23] Cattaruza, Alejandro, "Algunas reflexiones sobre el revisionismo histórico", en Devoto, Fernando (comp.), La historiografía argentina en el siglo XX, Tomo I, CEAL, Buenos Aires, 1993, pp. 113-139.

[24] Los dos ensayos de historia de la historiografía que acompañan a sendas ediciones de la obra más claramente historiográfica de Arturo Jauretche (1959 [1°] y 1970 [2°]) ponen a Álvarez en un lugar destacado en la lista filiatoria del revisionismo argentino. Mondragón, Alberto A., “El revisionismo histórico argentino. Síntesis crítica de su historiografía”, en Jauretche, Arturo, Política nacional y revisionismo histórico, Peña Lillo, Buenos Aires, 1959. D´Atri, Norberto, “El revisionismo histórico, su historiografía”, en Jauretche, Arturo, Política nacional y revisionismo histórico, Peña Lillo, Buenos Aires, 1970. Anónimo, "Prólogo", en Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas (Selección), Coyoacán, Buenos Aires, 1961.

[25] Decimos declamativamente, en tanto el grueso de la producción de origen revisionista no pasaba del análisis de las políticas económicas, y aún de las simples medidas de gobierno vinculadas al área, más que en un tipo de investigación de los aspectos materiales del análisis económico. Irazusta, Rodolfo y Julio Irazusta, La Argentina y el imperialismo británico, los eslabones de una cadena (1806-1933), Huemul, Buenos Aires, 1982 [1° ed. 1934]. Tal vez la excepción un tanto parcial pueda ser el famoso libro de Scalabrini Ortiz sobre los ferrocarriles. Scalabrini Ortiz, Raúl, Historia de los ferrocarriles argentinos, Devenir, Buenos Aires, 1957.

[26]Juan Álvarez (1878-1956). Con objetivos sociológicos documentados y ajustados elementos económicos, con sano criterio historiográfico, produjo su “Estudio sobre las guerras civiles argentinas” en 1912, libro de fina y profunda interpretación de nuestro acontecer en lo social y económico... con los planteos económicos sociales de su política, sobre todo en la famosa Ley de Aduana de 1835. Ya en este autor la presencia de lo social y económico constituye el fondo del acontecer histórico”. Mondragón, Alberto, 1959, ob.cit., p. 69. “En 1912 aparece el “Estudio sobre las Guerras Civiles Argentinas” de Juan Álvarez (1878-1953)... que por tratarse de un autor liberal que dota a su ensayo de un interesante análisis de los procesos económicos difiere de la historiografía liberal clásica y presenta un panorama hasta entonces no frecuentado”. D´Atri, Norberto, 1970, ob.cit., p. 119.

[27] Ernesto Palacio en un libro de la década del 30, con ese título, “La historia falsificada”, había hecho una especie de interpretación general de la historia argentina, marcando un parte agua para el sentido común revisionista, al otorgarle la consigna perfecta a su predica historiográfica. Palacio, Ernesto, La historia falsificada, Peña Lillo, Buenos Aires, 1960 [1° ed. 1939].

[28] Jauretche, Arturo, 1959, ob.cit., p. 57.

[29] El prólogo a la 4° edición de "Las guerras..." realizada por la revisionista editorial Coyoacán es cristalino al respecto: "La selección que aquí ofrecemos de una obra ya clásica- largo tiempo agotada- contribuirá a la clarificación de uno de los temas fundamentales de nuestro pasado, falsificados por la historia oficial". Anónimo, 1961, ob.cit., p. 4.

[30] Jauretche, Arturo, 1959, ob.cit., p. 57.

[31]En el párrafo que acabo de transcribir va implícita la condenación del método de nuestra “inteligentzia” y de esa falsa historia destinada a habituar al argentino a la idea de que todo lo que aquí ha ocurrido desde que el primer unitario degolló al primer federal o viceversa, es sólo el producto “de nuestra incultura social” y de que nuestra historia se desarrolla en la estratósfera, sin que incidan sobre ella los factores externos que gravitan los demás pueblos”. Jauretche, Arturo, 1959, ob.cit., p. 58.

[32] Los más resonantes participantes de la polémica eran: Fermín Chávez y el dúo Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Duhalde. Al respecto consultar dos interesantísimos trabajos de orientaciones totalmente distintas: Stortini, Julio, "Polémicas y crisis en el revisionismo argentino: el caso del Instituto de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas" (1955-1971)", en Devoto, Fernando y Nora Pagano (comps.), La historiografía académica y la historiografía militante en Argentina y Uruguay, Biblos, Buenos Aires, 2004. Nigra, Fabio, "Cargando fusiles con ideas: acerca de la producción historiográfica de Ortega Peña y Duhalde", en Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política, Vol. 6, N° 16, jul. 2001.

[33] Nigra, Fabio, 2001, ob.cit., p. 151.

[34] Anónimo, 1961, ob.cit., p. 3.

[35] "Tras las huellas de Alberdi, Juan Álvarez se propone investigar las guerras civiles argentinas desde el punto de vista de las fuerzas sociales operantes, sin dejarse influir por un idealismo metodológico que ve en la historia una lucha entre principios políticos y morales, prescindiendo de los intereses de clase que aquellos principios, con mayor o menor claridad, expresan". Anónimo, 1961, ob.cit., p. 3.

[36] "Álvarez realiza también un examen medular de lo que Marx llamó la colonización sistemática, cuya esencia es la siguiente: en los países de alto desarrollo o de población abundante donde la tierra está repartida y los medios de producción monopolizados, el trabajador se ve obligado- sin necesidad de compulsión jurídica- a vender su fuerza de trabajo o someterse a cualquier otra forma de explotación económica. Por el contrario, en aquellos otros (como la Argentina de la primera mitad del siglo XIX) en que la naturaleza aún permanece libre, las clases dominantes se encuentran ante la dificultad de explotar la fuerza humana de trabajo. Recurren entonces a medios artificiales, especialmente dos: por un lado, aceleran el monopolio de la tierra con el fin de asignarle un precio teórico que impida independizarse al hombre de trabajo. Por otro lado, obligan a éste a asalariarse, bajo presunción, en caso contrario, de ser tenido por "vagabundo"...". Anónimo, 1961, ob.cit., pp. 3-4.

[37] Juan Álvarez muere el 08 de abril de 1954, pero aproximadamente desde el juicio a la Corte Suprema y a él como Procurador General de la Nación (1946), se había estado alejando de toda producción histórica.

[38] "Si, la erudición de Álvarez era muy sólida, pero siempre lo distinguió de los historiadores que con él trabajaron esto; su modo de concebir la labor histórica no fue nunca el del erudito, no fue la historia de acumular, como se dice, modestos aportes de datos; fue a plantear y ver de resolver ciertos problemas que le interesaban muy de cerca". Halperin Donghi, Tulio, 1996, ob.cit., p. 67.

[39] "Toda la obra de Álvarez conserva así un a orientación económica. En la economía no vio Álvarez la causa que rige el curso de la historia (ni vio ni dejó de ver; muy juiciosamente no planteó ese problema): halló en ella en todo caso un índice revelador y muy escasamente utilizado". Halperin Donghi, Tulio, 1996, ob.cit., p. 68.

[40] "...este resumen habrá servido para poner en claro lo que esa misma riqueza puede ocultar al lector distraído, a saber, la firme unidad de la obra. [...] Ha logrado captar en todo su complejidad la revolución económica que soportó la Argentina independiente, ha expuesto magistralmente sus conexiones...". Halperin Donghi, Tulio, 1996, ob.cit., p. 69.

[41] "En cuanto al futuro... Álvarez prevé un nuevo caso sangriento, provocado por la nueva irrupción de las masas en el escenario histórico. Es fácil burlarse de estas previsiones, más justas de lo que a primera vista parecen. Que la Argentina volvía [se refiere a la coyuntura a partir de la Primera Guerra] a emprender a ciegas la búsqueda de un equilibrio era, en el fondo lo que Álvarez quería decir". Halperin Donghi, Tulio, 1996, ob.cit., p. 70.

[42] "En ese sentido, la obra de Juan Álvarez "Las guerras civiles argentinas" está muy por encima del nivel habitual en ese tipo de obras. La riqueza y la originalidad de sus ideas la pone en un plano distinto, lo que no impide que tenga algunas limitaciones en tanto participa de la motivación general de esta corriente". [Se refiere a una historia económica orientada por preocupaciones políticas que caracterizaría tanto a la historiografía liberal como la revisionista]. Halperin Donghi, Tulio, “Intervención en el debate de su ponencia ‘Para un balance de las Investigaciones de Historia Económica en la Argentina’", en Jornadas de Historia y Economía Argentina en los siglos XVII y XIX, Instituto de Investigaciones Históricas, Rosario, 1964, p. 20. El corrimiento de Álvarez dentro del panteón es más importante de lo que parece ya que dentro de la corriente Halperin ubica también a José María Rosa, sujeto preferido de su mordacidad historiográfica.

[43] En respuesta a la pregunta de Ruggiero Romano: "¿en el caso de la historiografía marxista argentina, una preocupación de marxismo tonto o de un marxismo más vivo, más ágil?" Halperin contesta recurriendo a la obra de Álvarez como ejemplo del influjo del marxismo: "Me parece muy interesante. Yo diría lo siguiente: la clasificación marxismo tonto es un poco genérica. Dentro de la clasificación general había dos o tres, todos reducibles a ese esquema general que se da en la historiografía argentina. Hay uno que ha mencionado Chiaramonte, definido como economicismo. Me parece que aparte del libro de Álvarez hay otros ejemplos en los cuales se puede hablar efectivamente de tontería. Este sería uno, es decir, cierta noción de que hay un rígido determinismo económico, la economía determinante se mide a través de unos índices muy cuantificados o pretendidamente muy cuantificados, muy medibles, y se allí se sacan consecuencias de todo". Halperin Donghi, Tulio, 1964, ob.cit., p. 30.

[44] "Convendría analizar más en detalle los presupuestos metodológicos con que se trabajó tradicionalmente en el análisis de los problemas económicos en el país, sobre todo con posterioridad a la primera incursión de la historiografía liberal en la vinculación de los hechos políticos con los fenómenos económicos relevantes, es decir, la discusión en las primeras décadas del siglo presente de la corriente llamada de economicismo histórico que, tomando algunas tesis marxistas deformadas, trataba de forma mecánica, de establecer relaciones inmediatas entre los hechos generales de la historia del país y algunos problemas económicos. Esto es muy visible en la obra de Juan Álvarez... Partiendo de la prioridad adjudicada a los hechos económicos, Juan Álvarez establecía una correspondencia estrecha entre determinadas conmociones sociales y políticas argentinas y determinados fenómenos económicos que transcribe. Es una preocupación motivada por la forma en que se difundió cierta metodología marxista en Europa y también en nuestro país, y que prever el posible desarrollo político y social de la nación en el futuro". Chiaramonte, José Carlos, “Intervención en el debate de la ponencia de Halperin Donghi ‘Para un balance de las Investigaciones de Historia Económica en la Argentina’", p. 28.

[45]En Álvarez, como en otros autores eminentes de distintas épocas y muchos países, la preocupación por lo histórico nace de la necesidad de comprender lo actual y prever el futuro. Esta característica surge a cada paso”. Bagú, Sergio, “Juan Álvarez”, en Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas, Eudeba, Buenos Aires, 1984, p. 10. [6° reedición, 1° por Eudeba en 1966].

[46] Bagú, Sergio, 1984, ob.cit., p. 11.

[47] Bagú, Sergio, 1984, ob.cit., p. 5.

[48]Esta situación aún perdura, es cierto, pero estaba más generalizada en el momento preciso en que Juan Álvarez dejó escuchar su voz heterodoxa”. Bagú, Sergio, 1984, ob.cit., p. 6.

[49] "En lo que refiere a la historia económica, ya hemos dicho que Juan Álvarez es quien inicia sistemáticamente este estudio [...] su famoso estudio sobre Las guerras civiles argentinas, que es punto de partida para tantos estudiosos, y que de todas maneras combina lo económico con lo social y político, constituye un anticipo de la buena senda". Pla, Alberto J., Ideología y método en la historiografía argentina, Nueva Visión, Buenos Aires, 1972, p. 96.

[50] "Pero Álvarez es el precursor no porque antes no hubiese habido estudios de historia económica en el país sino por la forma sistemática de abordar su materia". Pla, Alberto J., 1972, ob.cit., p. 99.

[51] "Las clases sociales constituyen el centro de lo que debe ser un estudio coherente de nuestra sociedad y nuestra historia, destinado a poner en su justo lugar a los personajes políticos, caros sujetos de la historiografía tradicional. Sería posible continuar trazando algunas líneas del planteo crítico desde Juan Álvarez en adelante, pero preferimos hacer un salto". Pla, Alberto J., 1972, ob.cit., p. 103.

[52] Gianello, Leoncio, “Labor historiográfica de Juan Álvarez”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Año XXXIV, N° XXVIII, 1958, pp. 537 y 536 respectivamente. El trabajo fue leído en la sesión del 18 de junio de 1957 de la ANH.

[53]Lo más importante de la tesis de Álvarez es su concepción del federalismo, su concepto de la entidad provincia: anterior, preexistente, soberana y autónoma”. Gianello, Leoncio, 1958, ob.cit., p. 538.

[54]En la tesis de Álvarez hay ya un filón de ideas, decididas y firmes que veremos expuestas en su sustancia original en sus Ensayos sobre las guerras civiles argentinas y El problema de Buenos Aires en la República”. Gianello, Leoncio, 1958, ob.cit., pp. 538-39.

[55]La formación histórica de Juan Álvarez es la del siglo XIX. Siglo influido por las doctrinas racionalistas entonces tan en boga a través de diversas concepciones de evidente raíz materialista y en el que destaca su firme vigencia el positivismo”. Gianello, Leoncio, 1958, ob.cit., p. 539. “Primaba la concepción histórica materialista (con su explicación del fenómeno histórico según sus causas y consecuencias naturales), en sus tendencias: biológica, a lo von Hellwald y Otón Seeck, y sobre todo económica según los lineamientos de Marx, desarrollados por Engels y Laforgue, y en la cual toda la explicación del hecho histórico se realiza a través de un fenómeno de producción en sus fases de apropiación, distribución y consumo. Esta concepción económica influyó decididamente en Álvarez en quien encontraremos también motivaciones del positivismo que conoció a través de los grandes maestros, y especialmente de Spencer, Buckle y Taine, por los que sintió predilección”. Gianello, Leoncio, 1958, ob.cit., pp. 539-40.

[56] Gianello, Leoncio, 1958, ob.cit., p. 544.

[57] Dice Gianello respecto de la cita de Levene: “Encontraba Juan Álvarez mucho de acierto, en estas salvedades y una orientación hacia un eclecticismo que habría de compartir y sería fundamental en su futura labor historiográfica”. Gianello, Leoncio, 1958, ob.cit., p. 545.

[58] Gianello, Leoncio, 1958, ob.cit., p. 546.

[59] Cuccorese, Horacio Juan, Historia Crítica de la Historiografía socio-económica argentina del Siglo XIX, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 1975, p. 85, en particular nota 2.

[60] “¿Cómo debe proceder el historiador? Reunir, ordenar y analizar todas las fuentes, reconstruir mentalmente el pasado y descubrir a posteriori la realidad histórica integral”. Cuccorese, Horacio Juan, 1975, ob.cit., pp. 88-89.

[61]Álvarez quiere preveer en cierto modo el fenómeno revolucionario. Es una posición humana admirable: aventar los errores legados del pasado y constituir una sociedad en perfección elevando los altos ideales de solidaridad social. Frente a esta noble aspiración deja de tener importancia si Álvarez ha dado cumplimiento en su Estudio sobre las guerras civiles a la preceptiva historiográfica”. Cuccorese, Horacio Juan, 1975, ob.cit., p. 89.

[62]Es una realidad indudable que Álvarez significa un avance importante para desarrollar los estudios históricos. Pero su posición de historiador ofrece reparos. Sus conclusiones son, en su mayoría, sofismas de generalización”. Cuccorese, Horacio Juan, 1975, ob.cit., p. 117.

[63] Influencia por otra parte aceptada por el mismo Álvarez que cita en variadas ocasiones a Marx o Engels, pero que de ninguna manera puede remitirlo como un historiador de interpretación marxista, precisamente por la ausencia en este de una batería teórica y política que el predominio del factor económico no alcanza a cubrir.

[64]Cientificista, generalizador y por esto con tendencia sociológica”. Barba, Enrique M., “El doctor Juan Álvarez en el centenario de su nacimiento”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, N° 51, Vol. LI, 1978, p. 347.

[65]Se compartan o no las tesis de Álvarez nadie puede dudar del patriotismo”. Barba, Enrique M., 1978, ob.cit, p. 347. “El hecho concreto es que su obra ha perdurado, cualesquiera sean los reparos que a ella puedan formularse. Pragmática, dijimos todos a coro en su momento”. Barba, Enrique M., 1978, ob.cit, p. 348.

[66]Sin ser marxista ni adherir al materialismo histórico, explica el alzamiento de la montonera a causa de modificaciones del sistema de trabajo rural”. Bosch, Beatriz, “El Litoral (Entre Ríos y Santa Fe)”, en ANH, La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-1938), Tomo II, ANH, Buenos Aires, 1996, p. 86.

[67] Bazán Lascano, Marcelo, “Teoría de la historia en Juan Álvarez”; en Revista de Historia de América, N° 28, IPGH, México, ene-jun 2001. El texto reproduce la ponencia del mismo título del Noveno Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, realizado en Rosario del 26 al 28 de septiembre de 1996 y que fuera publicada en esa oportunidad.

[68]La obra de Juan Álvarez que se examina no es caracterizable como marxista sino en todo caso asociable a un determinismo de raíz naturalista opuesto a todo materialismo dialéctico”. Bazán Lascano, Marcelo, 2001, ob.cit., p. 9. “Si fuese verdad que Juan Álvarez (1878-1954), cuando en su Estudio sobre guerras civiles argentinas (1914) se refiere a éstas, no hace otra cosa que ofrecernos una explicación marxista del fenómeno, ¿por qué ella no coincide con la afirmada por Marx para toda la historia? ¿Cuáles son las razones del error de nuestra historiografía al identificar esa explicación con el marxismo y, por reflejo, de la necesidad de considerar que sus afirmaciones en “El factor individual en la historia” (1928) representan una transición del marxismo al individualismo?”. Bazán Lascano, Marcelo, 2001, ob.cit., p. 10. “Ante todo, sí, como se demostrará, ninguna razón existe para caracterizar como marxista el economicismo del Estudio sobre las guerras civiles argentinas, y si el determinismo inherente a esta visión del fenómeno no desaparece en la explicación de los contemplados, aun desde una perspectiva pretendidamente “individualista”, en “El factor individual en la historia”, ninguna razón existe tampoco, para definir esta última obra como “suceso” a partir del cual opera el cambio de una teoría marxista a otra que no lo es”. Bazán Lascano, Marcelo, 2001, ob.cit., p. 10. “Me parece, por eso, oportuno corregir, en cuanto a este último, los conceptos con que ha sido caracterizado por nuestra historiografía el Estudio sobre las guerras civiles. La cual califica erróneamente su método como marxista; es posible que el error se deba a la confusión, ya advertida, entre los conceptos del genus commune y la defferentia specifica; como quiera que sea, repito, la negación del marxismo en la teoría de Álvarez acerca de la historia no excluye el carácter determinista de su modelo, presente no sólo en la explicación de las guerras civiles sino la de las dos variedades del “hecho histórico” distinguidas en “El factor individual”, de una de las cuales aquéllas son, precisamente, una especie (supra, 7-8)”. Bazán Lascano, Marcelo, 2001, ob.cit., p. 22.

[69] "Cuccoresse se ocupa en detalle de la relación existente entre lo que llama la "creencia" de "Álvarez [...] en Marx y su "filosofía materialista" (p. 114) y "su creencia en el factor individual en la historia", en una y otra obra, respectivamente. Según Cuccoresse, tanto Ibarguren como Gianello afirmaran que Álvarez sigue, en la primera de ellas, "los lineamientos de [...] Marx desarrollados por Engels y Laforgue" (pp. 113-114)". Bazán Lascano, Marcelo, 2001, ob.cit., p. 10, cita 1.

[70]La vertiente historiográfica que Juan Álvarez tipifica no es de filiación erudita. No pone el acento sobre la acumulación sistemática de fuentes documentales, sino la preocupación que lo distingue es hallar las claves interpretativas de la historia argentina en las causas que dinamizaron el comportamiento colectivo”. Bazán, Armando Raúl, “Juan Álvarez y su interpretación renovadora de la historia argentina”, en Investigaciones y Ensayos, N° 48, ANH, Buenos Aires, ene-dic 1998, p. 143.

[71] “...como veremos, su interpretación dimana de una axiología histórica, en un sistema de valores que sustenta con convicción. En primer lugar, el federalismo como la fórmula política apropiada para conciliar los intereses contradictorios de las regiones y provincias que constituyeron la nación”. Bazán, Armando Raúl, 1998, ob.cit., p. 143. “Otro valor que predomina en el universo axiológico de Juan Álvarez es el reconocimiento de las causas económicas como factor del acontecer histórico, sin que ello implique ignorar la existencia de otros móviles ajenos a la economía”. Bazán, Armando Raúl, 1998, ob.cit., pp. 143-44. “Otro postulado axiológico que anima la obra de Juan Álvarez es su convicción en la utilidad de la historia... La historia genética postulada por la Escuela alemana sostiene que el pasado condiciona y prefigura el presente en forma de un legado que no podemos asumir con beneficio de inventario. Juan Álvarez se adscribe sin vacilar en esta última corriente, lo cual explica la acertada definición de Carbia al considerarlo representante de los ensayistas genéticos, junto con Ernesto Quesada y Juan Agustín García. Álvarez no concibe un estudio histórico ajeno al propósito de ofrecer una enseñanza útil... Estaba persuadido de que el conocimiento de las causas y de las características de los grupos humanos a quienes afectan, permitirá prever en cierto modo la producción del fenómeno revolucionario”. Bazán, Armando Raúl, 1998, ob.cit., pp. 144-45.

[72] La originalidad de su obra no descansa solamente en haber sido el fundador de la historia económica argentina. Tiene otros méritos incuestionables que trascienden el ambiente científico nacional y que todavía no le han sido reconocidos por muchos cultivadores de la historiografía. Es frecuente oír que la renovación historiográfica fue mérito de la Escuela de los Anales, creada en 1929 por Marc Bloch y Lucien Febvre, que dio prioridad a los contenidos económicos y sociales sobre los sucesos políticos. La recepción en nuestro país de las propuestas de los Annales, en la década del 60, en algunos centros universitarios habría producido una reacción contra la llamada historia tradicional, que era en sustancia la formulada por la Escuela Alemana en el siglo XIX, y fue adoptada en nuestro país por la Nueva Escuela Histórica a partir de 1917 con Luis María Torres, Emilio Ravignani, Ricardo Levene y Diego Luis Molinari.

Pues bien, la apertura de la indagación histórica a las cuestiones económicas: producción agraria e industrial; estadísticas sobre precios y salarios; costos de fletes; temas demográficos, como el desigual desarrollo poblacional en la Argentina; temas geográficos como el perfil productivo de las distintas regiones, fue abordado por Álvarez quince años antes de la fundación de la Escuela de los Anales y con mayor anticipación todavía a su tardía recepción en los centros universitarios de nuestro país. Los epígonos nativos de la Escuela de los Anales sintieron fascinación por esos aires de renovación que venían de Francia y se olvidaron de que su compatriota, Juan Álvarez, ya había producido esa renovación en 1914 con su Estudio sobre las Guerras Civiles Argentinas.

Y este es el mejor elogio que podemos hacer de este historiador del Litoral a quien rendimos nuestro homenaje. "Fue un pensador profundo, como pocos, dice Enrique Barba; y no es aventurado decir que fue un creador. El hecho concreto es que su obra ha perdurado cualesquiera sean los reparos que a ella puedan formularse..."”. Bazán, Armando Raúl, 1998, ob.cit., pp. 151-152.

[73] Cortes Conde, Roberto, “Estudio preliminar”, en Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas y el problema de Buenos Aires en la República, Taurus, Buenos Aires, 2001.

[74]El autor se propone explicar los hechos históricos como partes de una compleja gama de circunstancias que influye en la vida de los pueblos: la geografía, el medio ambiente, la existencia de recursos y la tecnología”. Cortes Conde, Roberto, 2001, ob.cit., p. 10. “Álvarez reconoció la necesidad de incluir en la investigación histórica las diversas facetas de la vida de los hombres en sociedad. La geografía y la disponibilidad de recursos y de mercados condicionan los patrones de poblamiento y de la actividad económica, y estos a su vez, la organización administrativa y política de las sociedades que se desenvolverán en el marco de reglas, costumbres, instituciones, creadas por el hombre. En esa gama entreverada de escenarios y acontecimientos buscaría las causas que decidieron un camino y no otro, que es lo que, en definitiva, hace la historia”. Cortes Conde, Roberto, 2001, ob.cit., p. 13.

[75] Por ejemplo, respecto del papel pernicioso de la gran propiedad para el desarrollo agrícola; o la capacidad adquisitiva de los salarios a fines del XIX. Cortes Conde, Roberto, 2001, ob.cit., pp. 24 y 26 respectivamente.

[76] Girbal de Blacha, Noemí M., “La economía y los historiadores”, en ANH, La Junta de Historia, Tomo II, p. 86.

[77]La consideración de los hechos económicos no está ausente- como podría suponerse- de las explicaciones que brinda la historiografía tradicional...”. “Desde los inicios del siglo XX la valoración de los hechos económicos en nuestra producción historiográfica adquiere renovada dimensión”. Girbal de Blacha, Noemí M., ob.cit., p. 157.

[78]Hacia fines de la década de 1920 (...) se advierte un replanteo de la valoración de los hechos económicos en el contexto de la historia integral en algunas de las vertientes analizadas. Una de las expresiones más claras del replanteo es la que en 1928 formula Juan Álvarez a través de su disertación sobre “el factor individual en la historia”. “Es a partir de esa coyuntura como los hechos económicos asumen, desde los años ‘30, una consideración diferente en la historiografía”. Girbal de Blacha, Noemí M., ob.cit., p. 157.

[79]Es el libro de Juan Álvarez sobre Las guerras civiles argentinas publicado en 1914 el que, sin dudas, ejerce una perdurable influencia en la historiografía económica posterior, por su enfoque regional, su registro de factores económicos en la descripción de los sucesos políticos nacionales y porque su preocupación por lo histórico “nace de la necesidad de comprender lo actual y prever lo futuro”. Estas condiciones que dan sustento a la posición heterodoxa de Juan Álvarez en la Junta...". Girbal de Blacha, Noemí M., ob.cit., p. 148.

[80] "Previamente a la aparición del revisionismo histórico rosista, cabe consignar la importancia alcanzada por algunos francotiradores que cuestionaron aspectos parciales de la Historia Oficial: Adolfo Saldías con su Historia de la Confederación Argentina (1892), Ernesto Quesada con La época de Rosas (1898) y Juan Álvarez con su Estudio sobre las guerras civiles argentinas (1919)". Galasso, Norberto, La larga lucha de los argentinos. Y cómo la cuentan las diversas corrientes historiográficas, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 2001, p. 17. Resaltados y fechas en el original.

[81] Galasso, Norberto, 2001, ob.cit., p. 32.

[82]Resulta claro que ni la Nueva Escuela Histórica, ni el revisionismo “clásico”, anterior a 1955, disponían de un arsenal conceptual que les permitiera abordar los temas de historia económica y social con cierta solvencia. Si estas áreas no estaban totalmente ausentes de su discurso, la ausencia de ese arsenal hacía de sus trabajos en este campo, o bien una recapitulación poco ordenada (en términos de una jerarquización interpretativa) de información, o bien, en el caso del revisionismo, un capítulo de su alegato, dominado por la lógica política. (...) Es cierto que en historia económica algunos pocos aportes- notoriamente los de Juan Álvarez- ofrecían una perspectiva distinta; pero estos no pasaban de ser textos aislados en la historiografía argentina”. Miguez, Eduardo J., “El paradigma de la historiografía económico social de la renovación de los años ´60, vistos desde los años ´90”, en Devoto, Fernando (comp.), La historiografía argentina en el siglo XX, Tomo II, CEAL, Buenos Aires, 1993, p. 13.

[83]Entrar a su obra desde esta problemática [la lucha de clase, obreras y populares] nos permite aproximarnos al tratamiento del tema, desde la perspectiva de uno de los intelectuales orgánicos de la clase dominante de comienzos de siglo XX”. Tarditi, Roberto J., “La lucha de la clase obrera según un intelectual de la “Nueva Escuela Histórica”: Juan Álvarez”, Ponencia III Jornadas de Investigación Histórico-social de Razón y Revolución, Buenos Aires, 2003, p 3.

[84] En este sentido se debe resaltar que la interpretación de Tarditi se beneficia sobremanera por la utilización en el análisis de las obras de Álvarez normalmente no consideradas para abordar sus concepciones históricas. Nos referimos en particular aunque no exclusivamente a: Álvarez, Juan, Estudio sobre la paz mundial, Coni, Buenos Aires, 1923. Para una indagación sobre este último Sonzogni, Elida, “Un intelectual rosarino entre la teoría de la supervivencia del más fuerte y la filosofía humanista”, en: Sonzogni y Dalla Corte, 2000, ob.cit.

[85]Comenzamos por seleccionar a un autor considerado entre los más agudos observadores de su época con una vasta obra, reconocida incluso en ámbitos académicos e ideológicos encontrados”. Sonzogni, Elida, 2000, ob.cit., p 3.

[86] "Además Álvarez no fue reconocido expresamente, por sus contemporáneos o por los estudios posteriores, como un miembro de la Nueva Escuela Histórica. Álvarez es un intelectual periférico al centro de discusión historiográfico..." Fernández, Sandra, "Juan Álvarez y la ciudad que no pudo ser. Ensayo histórico y análisis comparativo de la historia local y regional desde el texto Buenos Aires", en Sonzogni, Elida y Gabriela Dalla Corte, 2000, ob.cit., p. 195.

[87] "En esta lógica, la importancia de sus obras para la consecución de una Historia Local y Regional es indiscutida. El temprano interés de Álvarez por pensar problemáticamente la Historia, y de este modo arrancarla de una mirada lineal y política, hizo que interpretara los procesos relativos al siglo XIX desde un corte transversal, tanto a nivel temático, como espacial. Retirar el examen histórico exclusivo de la realidad de Buenos Aires, capital y provincia, le permitió transitar caminos explicativos nuevos del pasado nacional. De este modo para los historiadores regionales, sus obras continúan siendo referencia, por su caudal informativo y por su análisis histórico desenfocado de la tradicional y supuesta mirada ‘nacional’". Fernández, Sandra, 2000, ob.cit., p. 216.

[88] "La estrategia metodológica que Álvarez elige es la de presentar su trabajo como ensayo histórico. En esta tarea, Juan Álvarez se sostiene en una maciza documentación y en su perspectiva teórica estrictamente liberal y conservadora, pero sin ningún atisbo de erudición vana". Fernández, Sandra, 2000, ob.cit., p. 216.

[89] Afirma Fernández para la obra “Buenos Aires…”, pero creemos que aplicable casi al conjunto de su obra histórica: "...como ensayo histórico, da una nueva vuelta de tuerca sobre una historiografía de corte local enmarcada en una orientación de proyectos historiográficos que superan tempranamente la supuesta oposición entre análisis y narración, conocimiento y opinión. La condición polivalente del texto es, de este modo, su vertiente más original, pero también más azarosa en el relato histórico construido por Álvarez". Fernández, Sandra, 2000, ob.cit., p. 218.

[90] Glück, Mario, “Juan Álvarez (1878-1954). Elementos para una biografía intelectual”, en Estudios Sociales, Año XIX, Nº 36, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2009, p. 123.

[91]Por este motivo consideramos que podríamos relativizar su inserción en la historiografía, ya que su objetivo en la escritura lo acercaba a los ensayistas decimonónicos, pero lo alejaba de ellos la búsqueda sistemática, y, en este sentido, profesional que realizaba a través de la investigación histórica”. Glück, Mario, 2009, ob.cit., p. 140.

[92] Devoto, Fernando, “Juan Álvarez, un itinerario historiográfico”, en Anuario IEHS, Nº 23, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil, 2008.Ya formulado el grueso de este trabajo, apareció una nueva obra de conjunto que trata de abordar la historiografía argentina: Devoto, Fernando y Nora Pagano, Historia de la historiografía argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2009. En tanto los argumentos como las interpretaciones son coincidentes nos pareció excesivo dedicarle un tratamiento específico a este trabajo.

[93]Sus enfoques pueden ponerse en paralelo con algunas de las más innovadoras miradas en su época en otros contextos europeos y norteamericanos”. Devoto, Fernando, 2008, ob.cit., p. 75.

[94]Cualquiera sea nuestra conformidad o nuestra discrepancia con la mirada de Álvarez la misma es visiblemente mucho más acorde con sensibilidades historiográficas posteriores que las que proveían sus coetáneos, quizás porque sus influencias intelectuales serán más perdurables que las que orientaban otros experimentos de combinación entre historia y otras ciencias, quizás por un fondo de sensatez que era muy suyo”. Devoto, Fernando, 2008, ob.cit., p. 85.

[95] Si bien matiza la caracterización precisamente en Álvarez, participa del diagnóstico del olvido de la obra de sus congéneres “positivistas” por parte de los historiadores (José María Ramos Mejía, Ernesto Quesada, Juan Agustín García, Rodolfo Rivarola). “Sin embargo, más allá de las críticas, lo que los envolvió fue la indiferencia o el olvido…”, Devoto, Fernando, 2008, ob.cit., p. 77.

[96] Álvarez, Juan, Estudio sobre las guerras civiles argentinas, Juan Roldán Libro Editor, Buenos Aires, 1914. Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas y el problema de Buenos Aires en la República, Sociedad de Historia Argentina, Buenos Aires, 1936. Álvarez, Juan, Estudio sobre las guerras civiles argentinas, Circulo Militar Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, 1938. Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas (Selección), Coyoacán, Buenos Aires, 1961. Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas, Eudeba, Buenos Aires, 1966 [Eudeba ha reimpreso poco menos de una decena de veces esta edición]. Álvarez, Juan, Las guerras civiles argentinas y el problema de Buenos Aires en la República, Taurus, Buenos Aires, 2001.