UN TERRITORIO POSIBLE EN LA REPÚBLICA IMPOSIBLE. EL CORONEL SAROBE Y LOS PROBLEMAS DE LA PATAGONIA ARGENTINA[1]

 

Pedro Navarro Floria y Paula Gabriela Núñez[2]

 

 

Introducción

 

El coronel José María Sarobe (1888-1946) ganó el concurso de ensayos convocado en 1934 por el Círculo Militar, con su trabajo sobre La Patagonia y sus problemas, que fue publicado al año siguiente. Los problemas de la región patagónica, según el autor, seguían siendo los de su nacionalización, es decir su integración plena en el territorio y en el sistema de la Argentina. Resulta interesante analizar en qué términos esta cuestión era reformulada en los años '30 por un actor político e intelectual de relevancia en el esquema de poder de la “República imposible” inaugurada por el golpe cívico-militar de 1930; qué rasgos de continuidad se pueden determinar respecto de las propuestas del orden oligárquico anterior a 1916- particularmente, las del reformismo liberal-, qué novedades propone y qué notas anticipa de lo que serían las políticas y prácticas espaciales del peronismo y del desarrollismo. Dado que la conclusión más inmediata del estudio del discurso político-estatal acerca del desarrollo de la Patagonia resulta ser la constatación de las continuidades y de la permanencia de cuestiones no resueltas, el análisis de una obra destacada como la de Sarobe pretende contribuir a la explicación de la persistencia de estructuras que, en términos de Navarro Floria[3], entendemos como de colonialismo interno en el sistema de Territorios. Esta idea se toma del imaginario en torno a la Patagonia, que se vincula a las imágenes oficiales y estandarizadas del territorio nacional que el Estado construye como legitimadoras del avance militar que propone a fines del XIX[4], y que en un alto grado se van a encontrar retomadas y resignificadas en el escrito de Sarobe. La inicial idea de desierto, que da nombre a la campaña de conquista, se va a modificar tras la ocupación y aniquilamiento de los indígenas. Con posterioridad al avance estatal se diversificaron las presentaciones sobre los paisajes patagónicos, y muchos de ellos comenzaron a ser descriptos como vergeles. El ejemplo más claro en este sentido es la cordillera norte, donde el potencial energético de los ríos se ideaba articulado con proyectos productivos de múltiples formatos[5]. Navarro muestra cómo, desde una temprana descripción y apropiación del espacio en términos científicos, se naturaliza una visión unilineal del progreso, propia del positivismo imperante en el período. Desde esta perspectiva se asume como objeto natural del desarrollo a los intereses determinados desde la capital del país. En este contexto, la incorporación territorial de Patagonia se ve atravesada por consideraciones que la sitúan en un plano de desigualdad, y ese es uno de los puntos fundamentales que tensiona el trabajo de Sarobe. Martha Ruffini[6] revisa la forma en que el optimismo por el progreso indefinido de fines del siglo XIX y principios del XX, entraba en colusión con la amenaza que implicaban nuevos actores, de comportamiento incierto, en la política y la sociedad argentina. La Patagonia, como muchos espacios nuevos, era imaginada también desde la sospecha[7]. A su vez, la situación de Territorio Nacional la presentaba en un sitio de dependencia de un centro que, cuando la valoraba, la reducía a la noción de recurso. En este sentido, el colonialismo interno no sólo refiere a una asimetría en cuanto a la (im)posibilidad de participación ciudadana, sino al establecimiento de un desarrollo supeditado a la metrópoli, que continuó replicándose en la posterior cristalización del Norte de la Patagonia como espacio de paisajes y repositorio de energía. La obra de Sarobe acerca una lectura alternativa a este destino asimétrico, redactada en uno de los procesos más profundos de consolidación de vínculos desiguales.

 

 

Sarobe y sus problemas

 

Sarobe, además de La Patagonia y sus problemas, publicó varios libros y trabajos[8] cuya temática va desde tópicos estrictamente militares hasta aspectos de la historia argentina y, muy particularmente, la educación como problema social y vinculado a la estructura productiva nacional. Su trayectoria militar, reseñada tanto por su editor de 1943 como por su yerno, Ortiz de Rozas, en la edición de 1999[9], se destaca por la amplitud de su formación y de sus intereses, alternando destinos en el exterior, en la administración pública nacional- Ministerio de Guerra; Comando del Ejército; Presidencia de la Nación- y en la Patagonia.

 

Su trayectoria política tuvo un momento importante, sin duda, en su participación en el golpe de Estado de 1930, nada menos que como autor del manifiesto revolucionario definitivo, representante de los oficiales cercanos al general Agustín Justo y nexo con el comando civil revolucionario formado por la oposición parlamentaria. Más cercano, efectivamente, al general Justo que al jefe del levantamiento, el general José F. Uriburu, Sarobe proponía un pronto retorno a los mecanismos constitucionales y la menor intervención posible de los conspiradores en el orden institucional de la República. Su influencia intelectual entre sectores importantes del Ejército y de las fuerzas conservadoras que ocuparon buena parte de la escena política argentina de los años ‘30 es indudable.

 

Formó parte, en ese sentido, de un sector de oficiales del Ejército argentino con inquietudes profesionales e intelectuales- como Enrique Mosconi, gestor de la Fuerza Aérea Argentina y recordado presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, o el mismo Justo, ministro de Guerra y presidente de la Nación (1932-1938)- que en el período de entreguerras asumieron un rol orientador respecto de diversas políticas nacionales[10], introduciendo un matiz nacionalista, interesado en la revalorización de la defensa- a tono con otros nacionalismos militaristas de la época- y en la búsqueda de la autarquía económica. Refiriéndose a Mosconi, Gadano[11] identifica un “desarrollismo industrial dentro del Ejército” de la época. Sus argumentos, a diferencia de los de nacionalismos reaccionarios como el de la Liga Patriótica, se orientaron en general al fortalecimiento del rol del Estado y a un progresismo conservador similar al que encarnaban personajes como, por ejemplo, Federico Pinedo, al mismo tiempo que anticipaban una creciente preocupación por la administración de una justicia social “desde arriba”, es decir sin que ello supusiera un compromiso con una democracia popular o movimiento de masas alguno[12].

 

El escenario en el que Sarobe presenta su trabajo y gana el concurso del Círculo Militar es de una fuerte división interna del sector militar provocada por el desacuerdo fundamental entre programas políticos incompatibles y por las tensiones que Uriburu había alimentado con sus vacilaciones y su autoritarismo. Sarobe, por ejemplo, había sido destinado en 1931 a la embajada argentina en Tokio, en el marco de una serie de maniobras orientadas a alejar del poder a hombres cercanos a Justo, lo que le permitió reconstruir su experiencia en torno del golpe del año anterior en unas memorias que serían publicadas después de su muerte. En ese marco, tanto el discurso de Sarobe como el premio que se le asignó pueden ser interpretados como acciones libradas en un campo disputado acerca del rol del Estado, de la formación territorial del país y de las políticas económicas y sociales, debate que, lejos de estar saldado, ofrecía nuevos temas y modulaciones que miraban más hacia el futuro que hacia la experiencia pasada- aunque no dejaban de señalar un diagnóstico- porque formaban parte de la salida buscada de la “República imposible” de los años ‘30. Significativamente también, el libro de Sarobe fue reeditado en dos circunstancias críticas de la historia política argentina: en 1943 y en 1999[13].

 

Estas tendencias deben entenderse en un contexto más general- que no es del caso desarrollar aquí-: el de las nuevas políticas económicas y sociales derivadas de la crisis del capitalismo a nivel mundial, y, en el caso argentino, de los consecuentes debates acerca de la necesidad de diversificar la matriz productiva nacional y el aprovechamiento de sus recursos. Una crisis estructural que “altera las mentalidades colectivas que avanzan desconcertadas, entre la vanguardia y la tradición[14]. En ese marco, siguiendo temas que ya comenzaban a discutirse en la Argentina en la época de la Primera Guerra Mundial y del cambio político de 1916, las relaciones Estado-sociedad tomaban la forma de un mayor intervencionismo estatal. Esto implica un paso a nuevas formas de valorización, de acumulación y de producción, que involucra a su vez toda una reformulación del Estado y de sus políticas, de sus relaciones con la sociedad y de sus estructuras político-institucionales.

 

El gobierno conservador del general Agustín Justo (1932-1938) dio lugar, efectivamente, a un Estado “jerarquizado y antiliberal[15], muy activo en lo económico y social. El programa de reactivación económica presentado por el ministro Federico Pinedo en noviembre de 1940- primera iniciativa del estado argentino que buscó modificar la estrategia vigente de desarrollo económico conciliando economía abierta e industrialización[16]- se formuló en un contexto de consenso acerca de la necesidad de activar el mercado interno, aunque no logró el sustento político necesario. El consenso planificador construido por los gobiernos conservadores y militares de los ‘30 y ‘40 encontraba un telón de fondo adecuado en el tema de la justicia social instalado como sentido común en los años de la Segunda Guerra Mundial, “compartido desde los grupos de la Revista de Economía Argentina liderados por Alejandro Bunge hasta ciertos núcleos industriales y algunos sectores del Ejército”, y consolidaba la concepción del Estado como único actor capaz de estructurar una dirección y un sistema institucional acordes a esos propósitos[17]. El contexto bélico contribuyó a otorgarle legitimidad al Ejército en su participación en los debates acerca de la inserción internacional del país, los estilos de industrialización, etc.

 

Desde la tribuna de la Unión Industrial Argentina, el general José María Sarobe- conocido más por haber definido los lineamientos políticos del golpe de 1930, y figura representativa del pensamiento militar- proponía, en 1942, una elaborada crítica al librecambio […]; afirmaba un decidido control del estado […], realizaba un diagnóstico de la emergencia de nuevos organismos, proponiendo una completa reorganización de los Ministerios y la creación de Secretarías de Estado vinculadas a los nuevos problemas[18].

 

Sarobe, además de su amistad y cercanía política con Justo[19] mantendría contactos y correspondencia, entre los años ‘30 y ‘40, con otro militar de influencia decisiva en la vida política argentina: Juan D. Perón. Ambos pertenecían al ala profesionalista del mundo militar y compartían la idea de planificación estratégica[20], que Perón pondría en práctica en sus sucesivos gobiernos desde 1943 hasta 1955.

 

Industrialismo, nacionalismo con visión estratégica y planificadora, en un marco de intervencionismo estatal, entonces, son sentidos estructuradores de la propuesta de Sarobe pero también presentes en el clima ideológico de la época, del país y de su campo profesional y social de pertenencia.

 

 

Los problemas de la Patagonia

 

La historiografía producida en los últimos años en y sobre la Patagonia ha podido descender progresivamente desde el nivel de la región hasta señalar la importancia de algunas particularidades locales emergentes en la década del ‘30. En el plano político, se han rescatado muchas iniciativas expresadas en agrupaciones políticas vecinalistas, medios de prensa, etc., que dan cuenta de la estructuración de una esfera pública local, territoriana y regional, que dialogaba- en términos más o menos críticos- con el poder político local y nacional. Varios gobernadores patagónicos de extracción militar, por esos años, también mostraron una mayor preocupación por desarrollar políticas sociales relacionadas con la salud pública, la educación, la situación de las comunidades indígenas, las obras públicas y la presencia de las Fuerzas Armadas en la región.

 

Esa preocupación renovada por la región forma parte de un clima de ideas en el cual los militares y sus puntos de vista, como hemos constatado, tuvieron una incidencia importante. Bohoslavsky[21] observa acertadamente la recurrencia en el siglo XX, entre otras representaciones nacionales sobre la Patagonia, de la idea decimonónica del progreso, aunque con matices diferenciados. Una divergencia sustancial es que desde los años ‘30 esa idea contiene la de la intervención del Estado, y particularmente de sus fuerzas armadas, como agente del progreso. A tono con los nacionalismos del momento, si la Patagonia constituía un repositorio inagotable de recursos para el desarrollo de la nación, debía ser cuidada de las ambiciones de chilenos, nazis, etc. “Si la Patagonia-progreso era tarea para los pioneros y su lucha contra la geografía, la Patagonia-riesgo es para los militares y su lucha contra una invasión a la que se cree siempre inminente[22]. La fundación de la Gendarmería Nacional (1938), la creación de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia y de zonas de seguridad en las fronteras, y hasta la misma política de Parques Nacionales son señales claras del nuevo nacionalismo defensivo proyectado sobre la Patagonia[23].

 

El crecimiento de la población y, sobre todo, de la producción de la Patagonia, por entonces, llamaba la atención de diversos actores. Aún así, los evidentes desequilibrios entre la capacidad económica de la región y su desarrollo real[24] motivaban tanto una posición más activa del Estado nacional hacia la Patagonia como un estado de opinión reflejado en publicaciones como la del libro de Sarobe, el de José María Moldes La tierra de los tehuelches (1937)[25], los trabajos del militante nacionalista Aquiles Ygobone o la revista Argentina Austral de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia[26]. Todos ellos coincidían, en líneas generales, en reclamar más y mejores escuelas, caminos, policía y juzgados, junto a una mejor distribución de la tierra pública que nunca se hizo realidad. Los reclamos de autonomía política para los Territorios provenían también, para esos años, de los Congresos de Municipalidades de los Territorios Nacionales, y tanto en 1934 como en 1938 fueron discutidos en el Congreso de la Nación sendos proyectos de legislación que no llegaron a aprobarse.

 

Como expuso Carlos Masotta, en esas décadas la Patagonia fue señalada, caracterizada como ‘problema’, militarizada, parquizada, objeto de comentario periodístico, fue escenificada en representaciones teatrales y cinematográficas, en museos y exposiciones. La Patagonia fue vista como una causa nacional, como una anomalía que había que intervenir y en donde se encontraba el futuro utópico del país[27].

 

Así, también se puede reconocer en la obra de Sarobe y en sus contemporáneos el punto de inicio de una narrativa crecientemente técnica sobre los problemas, posibilidades y recursos de la región, que se hace visible en la literatura sobre la Patagonia a partir de 1930 y sobre todo desde la segunda guerra mundial[28]. Se trataba entonces de producir una reflexión crítica sobre un objeto concreto, que no se diluía en las vaguedades del ensayo y adquiría perfiles de proyecto en relación con algunos temas, conteniendo intuiciones muy interesantes en otros.

 

Sin embargo, señala Masotta, las de los años ‘30 y ‘40 son representaciones que no rompen con el colonialismo interno propuesto en torno de 1900; siguen constituyendo una literatura de frontera en el sentido de la conformación de una frontera política, imaginaria y discursiva en donde el Estado pudo jugar su definición, desarrollarse y reinventar la región según una versión propia. La continuidad con los planteos del liberalismo reformista de principios de siglo se advierte tanto desde el prólogo mismo, firmado nada menos que por Ezequiel Ramos Mexía- figura canónica de ese sector de la oligarquía liberal-, como en la reconstrucción historiográfica que hace Sarobe en el primer capítulo de la obra: un relato que se remonta a los primeros actos de presencia europea en la región, expone la versión oficial sobre la conquista y exploración del territorio, pero se detiene ahí, dando a entender que desde entonces no ha habido más historia para contar, porque el desarrollo mismo de la región es el que se ha detenido- desde esa perspectiva- en la crisis del cambio de siglo. No es casual que Ramos Mexía comience su prólogo asociándose a sí mismo a quienes considera- provocativamente- creadores de la Patagonia: el general Roca y el perito Moreno. Esta es la genealogía fundadora de la visión de la época sobre la región, y de la obra de Sarobe.

 

 

La obra de Sarobe sobre la Patagonia

 

La Patagonia y sus problemas refleja, en consecuencia, un cierto estado de las representaciones nacionales sobre la región, consistentes con distintas prácticas de formación territorial, infraestructurales y políticas en general. Su contenido se caracteriza por la intuición de la necesidad de políticas públicas activas, a partir de un nuevo diagnóstico del fracaso de la nacionalización del espacio y de la sociedad patagónica, semejante al malestar del 1900 pero en cierto modo diferente. Si a principios del siglo los sectores dominantes coincidían en señalar la inadecuación y la insuficiencia de los medios propuestos en la década de 1880 para lograr la nacionalización del territorio recientemente apropiado, y proponían un nuevo impulso conquistador caracterizado por el colonialismo interno- el sometimiento material sumado a la postergación deliberada de la autonomía política y la ciudadanización-, ahora, en los años ‘30, de vuelta en el poder nacional los conservadores herederos de los desplazados en 1916, se revela que ese colonialismo interno propuesto por los liberales reformistas tampoco se realizó aún; que las inmensas energías y recursos que la Patagonia guarda para la nación todavía duermen el sueño de los justos. La Patagonia sigue siendo un espacio sin colonizar, y por lo tanto su colonización interna puede volver a ser propuesta. Analizaremos más adelante el cambio de sentido y de términos presente en esa proposición.

 

Según Ortiz de Rozas[29], el primer mérito de Sarobe en relación con el tema es el de haber advertido la necesidad de un estudio completo sobre la región para fundamentar las políticas hacia ella. En una obra bien estructurada y sistemática[30], el autor ensaya una explicación de la nacionalización deficiente de la Patagonia, y elabora una serie de propuestas destinadas a superar esa situación, fundándose en la identificación de un par de cuestiones estructurales, y de varios problemas derivados de ellas.

 

Sarobe construye su argumentación como una serie de reflexiones propias sobre los “problemas” identificados, pero las valoraciones, proyectos de desarrollo posible en todas las actividades, las denuncias, etc., descansan en argumentos ya escritos, fundamentalmente en memorias oficiales y valoraciones técnicas. Apela permanentemente a referencias empíricas en forma de datos tangibles que generan sobre sus reflexiones una cobertura de objetividad en relación con el desarrollo que se considera natural y genuino para la región patagónica.

 

La narrativa paratextual de la obra, que sostiene su espíritu optimista, merece un comentario particular. El libro abunda en fotos, mapas y cuadros explicativos.

 

La cartografía es novedosa para la época y creativa por las ideas que expresa. En el primer capítulo, por ejemplo, la intercalación del mapa de la Patagonia tomado del atlas de Victor Martin De Moussy, de la década de 1860, en el que se destaca la ubicación de la Ciudad de los Césares en la zona cordillerana, o la inclusión de un mapa italiano del siglo XIX que- en términos similares a los de Martin De Moussy- muestra a la región como “América indígena independiente”, muestran zonas por entonces poco frecuentadas del imaginario nacional. En el capítulo referente al clima se incluye un mapa o gráfico comparativo de las latitudes y longitudes de la Argentina con las de América del Norte, ilustrativo del discurso valorativo que constituye uno de los supuestos de la obra. Otros mapas locales se refieren a recursos o planes específicos, como la explotación de la zona aurífera del norte neuquino, la plataforma continental- en el capítulo referido a la pesca-, el proyecto industrializador del Nahuel Huapi, el plan de colonización de Tierra del Fuego, el Parque Nacional Nahuel Huapi y la zona turística cordillerana, los ferrocarriles patagónicos, o la posible ubicación de internados escolares. Todos ellos se perciben en continuidad perfecta con el resto del texto; forman parte del discurso explícito de la obra.

 

Lo mismo ocurre con varios cuadros estadísticos sobre clima, existencias ganaderas, población, precios y costos de producción de la lana, producción de petróleo, importaciones y exportaciones por los puertos patagónicos. Pero las fotos constituyen un caso aparte. Si bien algunas de las cuarenta y dos fotos que acompañan la obra son realmente ilustrativas del resto del texto- fundamentalmente las ubicadas en partes descriptivas de las particularidades fisiográficas o de los recursos naturales de la región-, a medida que la obra se adentra en los problemas o cuestiones conflictivas de orden económico, social o político, las fotos- en particular las que se intercalan entre capítulos- operan como separadores que suspenden o interrumpen la conflictividad del texto. Este aspecto de la obra de Sarobe contribuye a construir una idea de naturaleza que la concibe como “un punto de fuga para los problemas y los conflictos sociales que han surgido con el rápido crecimiento económico[31], en la línea pionera de las reflexiones de William Hudson. Se trata de un sentido que traiciona o va contra la corriente, en definitiva, del propósito problematizador del trabajo, o que, en todo caso, demuestra que la Patagonia, aún para Sarobe, es más que sus problemas.

 

 

La cuestión de la economía regional

 

La primera cuestión en torno de la cual se articula la obra es la de la fragilidad de la estructura económica patagónica, apoyada mayoritariamente en una sola actividad- la ganadería ovina- que se veía históricamente afectada por fuertes fluctuaciones en el precio internacional de su principal producto- la lana-. Este es el conflicto básico de- como anota Ramos Mexía en el prólogo- uno de los “dos países” que comprende la Patagonia, el del este, la “tierra maldita” de Darwin cuya condena parece residir en que sus mesetas “sólo pueden y podrán ser explotadas por la crianza del ganado ovino” al mismo tiempo que “no hay escuela primaria posible donde una legua de campo sólo admite mil ovejas[32]. Sarobe comparte ese balance ambiguo sobre el rápido crecimiento de la actividad ganadera que, sin embargo, “fomentó la especulación y dio origen a la formación de latifundios[33]. Señala la existencia de varios períodos en el precio de la lana[34], que le permiten al autor tanto conjeturar acerca de la existencia de un “precio normal” como advertir la inestabilidad de una economía regional que “descansa sobre la valorización momentánea y ficticia de una sola rama de producción”.

 

Aún en ese marco de inestabilidad estructural, Sarobe confía en el ciclo de prosperidad abierto muy poco tiempo antes de la escritura de su obra.[35] Según el clásico análisis de Giberti[36], la “crisis ganadera” de los años ’20- caída de precios y expansión de las existencias, de las exportaciones y del consumo interno- provocó tibios intentos de intervención estatal, que en general no incidieron en la actividad: predominaba la confianza en los mecanismos automáticos del mercado. Las cifras que proporciona Sarobe[37] sobre existencias de ganado en la Patagonia muestran también un incremento importante entre 1922 y 1930, particularmente del stock ovino, que habría pasado de menos de trece a casi dieciséis millones de cabezas, lo que hace suponer que la confianza del autor participaba del clima general de ideas sobre el tema. Sin embargo, podremos volver más adelante sobre una correlación que sí estableció intuitivamente Sarobe, entre la actividad económica dominante y la cuestión social del acceso y uso de la tierra pública[38].

 

Más adelante, calcula el rendimiento de la ganadería ovina sobre la base del mismo valor considerado normal, concluyendo que el negocio sólo es lucrativo para las grandes empresas comerciales usufructuarias de tierras fiscales, que han ido absorbiendo a los pequeños criadores mediante el endeudamiento y que conciertan los precios de la carne con unos pocos frigoríficos de la Patagonia Austral y Magallanes, sin control estatal alguno[39]. La comparación entre la producción de carne de la Patagonia Austral, que se orientaba hacia los frigoríficos de Punta Arenas, Río Gallegos, San Julián o Puerto Deseado, y la de la Patagonia Norte, que se asociaba con los frigoríficos pampeanos, ya había sido propuesta dos décadas antes como una muestra de que la formación de un mercado nacional, “el hecho esencial de la historia moderna de la colonización de la Argentina[40], era un proceso incompleto; Sarobe lo confirma en 1935. Por otra parte, el dominio oligopólico que por entonces ejercían los frigoríficos extranjeros sobre la producción de carne argentina formaba parte del contexto en el que por esos años la Argentina intentaba mantener la vinculación neocolonial con el Reino Unido[41].

 

Frente a esa inestabilidad de una economía primaria y monoproductora, Sarobe plantea la necesidad de diversificar la matriz productiva regional: percibe, desde el principio de su obra, la importancia que tendrían en el desarrollo de la Patagonia recursos energéticos como los hidrocarburos y los ríos, y adhiere al programa ya propuesto por Ramos Mexía en 1906, orientado a la colonización intensiva y la industrialización de la zona cordillerana. En el capítulo correspondiente al “porvenir industrial de la región andina del sur[42] nuestro autor sintetiza el proyecto formulado por Bailey Willis, el ingeniero estadounidense director de la Comisión del Paralelo 41º contratada por Ramos Mexía desde el Ministerio de Obras Públicas entre 1911 y 1915[43], pero también lo actualiza. Atendiendo a la crisis mundial por entonces en curso, al desarrollo de barreras proteccionistas, a la caída del valor de la moneda nacional y al deterioro de los términos de intercambio- fenómeno que no designa con estos términos, que son posteriores, pero que sí describe-[44], Sarobe señala la urgencia del desarrollo industrial propio.

 

Otras políticas complementarias que, desde el punto de vista del autor, contribuirían a la diversificación productiva, la colonización y el desarrollo de la región, son las referentes a la integración de los mercados mediante el intercambio comercial, las comunicaciones y el transporte. Dedica un capítulo a la consideración de “la aduana como agente de fomento en los Territorios Nacionales[45] en el cual, partiendo del ejemplo dado por el presidente Roca en 1899 al suprimir las aduanas de la Patagonia austral, propone liberar la importación de semillas y otros insumos de trabajo y materiales de construcción, y reorganizar el transporte y el comercio. El propósito final es bajar el costo de vida en la región, “encauzar el espíritu de empresa y el esfuerzo de los pobladores hacia nuevos campos de actividad[46] para la explotación integral de los recursos regionales. En la tercera parte de la obra, en la que aborda el tema de las comunicaciones y medios de transporte, considera una serie de medidas destinadas a ampliar e intensificar la red de vinculaciones intra y extrarregionales: (a) crear una Unión Marítima Argentina subvencionada por el Estado; (b) construir muelles y otras obras de infraestructura; (c) realizar los ramales ferroviarios previstos en la ley de fomento de los Territorios Nacionales de 1908 en una trocha ancha que permita su articulación con el mercado nacional; (d) abrir una línea aérea complementaria con la de la Aeroposta Argentina- que por entonces unía las principales localidades de la costa patagónica con Buenos Aires- que recorriera localidades del valle rionegrino y la zona cordillerana; (e) y finalmente- en una nota pintoresca- introducir el camello bactriano como medio de transporte utilitario en la estepa. Todo esto, en el marco de una atención al vuelco del comercio mundial al Pacífico- en una visión relativamente anticipada respecto de los cambios en los mercados mundiales[47]- planificando un sistema de comunicaciones con Chile.

 

Es significativo el carácter integral de la propuesta de diversificación y activación productiva de Sarobe, por cuanto no se concentra en la obtención extractiva de determinados recursos estratégicos de la Patagonia sino que contempla las posibilidades de desarrollo local, y por eso contiene derivaciones importantes hacia el tema de la estructura social y política del territorio. Si el cuadro comparativo de la capacidad de las regiones argentinas para 1937, ya citado, asignaba a la Patagonia un fuerte desequilibrio entre su productividad y su población, podemos ver que para 1953 la tendencia mostraba una especialización alta en actividades extractivas de alto valor agregado[48], que no se reflejaban en el ingreso de los habitantes sino en las utilidades de empresas con casas matrices extrarregionales, consolidando la situación colonial que Sarobe y otros, precisamente, habían propuesto superar.

 

 

La cuestión social y política regional

 

La segunda cuestión estructural que advierte Sarobe, íntimamente vinculada a la de la monoproducción e inestabilidad económica, es la del despoblamiento de la Patagonia por falta de políticas efectivas de colonización. Si bien rescata la validez del plan Ramos Mexía para la diversificación productiva mediante la industrialización de la zona cordillerana- la otra Patagonia-, tiene claro que en el corazón de ese plan- y en la explicación de los obstáculos políticos que encontró- está la cuestión de la distribución racional de la tierra pública. Las sucesivas leyes de tierras que había producido el Congreso de la Nación durante la ampliación de las fronteras productivas no habían logrado- si es que lo había propuesto realmente- una colonización de los nuevos espacios. Como señalaban muchos y muy diversos autores argentinos desde el siglo XIX, desde Sarmiento y Oroño en adelante, Sarobe repite que la tierra pública es la herramienta privilegiada con que cuenta el Estado para atraer el interés de potenciales colonos, pero que no se han puesto en práctica las políticas agrarias contenidas en las leyes vigentes.

 

Desde un punto de vista característico del nacionalismo de la época, Sarobe expresa su preocupación por el desequilibrio entre la densidad demográfica del sur de Chile y la de la Patagonia argentina, siendo aquella varias veces superior. Se trata, según él, de un problema de “progreso demográfico” atribuible al estancamiento económico, y la clave de la superación de esa situación estaría en una “inteligente y enérgica acción de fomento” entre cuyos objetos estaba, en primer lugar, la tierra pública[49]. La explicación de Sarobe no se distancia de otras muchas ya existentes acerca de la relación entre las políticas liberales en la distribución inicial de las tierras y la formación de latifundios, pero agrega- en el registro de las visiones conspirativas que, en mayor o menor medida, compartían los diversos nacionalismos de la época- el señalamiento del problema fronterizo: las mejores tierras de la Patagonia son las adyacentes al límite con Chile, y son objeto de una “invasión pacífica” llevada adelante por “población indeseable”. Frente a la irracionalidad de la distribución originaria, entonces, propone un plan racional y orgánico de subdivisión y colonización que incluiría reservas de tránsito de ganado, chacras experimentales, haras y cabañas estatales y demás servicios públicos, todo contemplado por una nueva legislación que el Congreso debería aprobar.

 

El recorrido subsiguiente que emprende el autor por las actividades económicas primarias constata problemas y formula propuestas: la necesidad de fomento estatal para la ganadería; la falta de mercado interno para la agricultura y los criterios científicos y las acciones experimentales que el Estado podría desarrollar al respecto; la falta de una política forestal conservacionista y racional; la potencialidad de la minería regional para contribuir a la solución del problema monetario; las posibles políticas petroleras que harían que parte de la renta de esa actividad retorne a la Patagonia; el desaprovechamiento de la fauna autóctona- por ejemplo, la persecución irracional del guanaco- y las posibilidades de cría de varias especies aprovechables; las condiciones excepcionales para el desarrollo de la pesca y la necesidad de una legislación reguladora; etc.

 

Un capítulo aparte merece el tema del turismo. Sarobe lo aborda como actividad económica desde el punto de vista de la necesidad de fomento estatal para el “turismo nacional”, y desde esa definición está prefigurando una concepción social de la actividad turística que se pondría en práctica bajo el peronismo, desde 1946, pero que ya había sido propuesta en el proyecto de Bailey Willis en la segunda década del siglo. Si bien anticipa que se referirá a distintos puntos de la Patagonia, su análisis se centra exclusivamente en la zona del Nahuel Huapi. Su proposición contiene una contestación explícita de las políticas elitistas y colonialistas emprendidas desde la recién creada Dirección de Parques Nacionales por su mentor Exequiel Bustillo[50], cuando defiende la inalienabilidad de las áreas protegidas por su carácter de utilidad pública, y no como “residencia veraniega de algunos centenares de privilegiados[51]. Repite, en ese sentido, la propuesta de turismo democrático formulada por Willis en su proyecto[52].

 

Sin embargo de la consideración de las actividades económicas en forma sistemática y analítica, esas condiciones son abordadas, finalmente, desde el punto de vista de las políticas sociales posibles. El “problema social” se sintetiza, al final de la obra, en torno de la fragilidad de la estructura productiva pero también de problemas como el de la inmigración chilena considerada “indeseable”, o el del malestar e intranquilidad social característicos de las concentraciones urbanas en las que se hacen visibles la pobreza y la desocupación de contingentes importantes. Si ese malestar y sus efectos no son pasibles de represión, precisamente porque se pueden atribuir a la falta de medios de vida- la tierra pública disponible, en primer lugar- la solución estaría en una serie de políticas sociales entre las cuales la enseñanza práctica de tipo rural ocupa un lugar prioritario.

 

La presentación de los intereses nacionales está atravesada, en consecuencia, por un relato que problematiza la construcción social de la región y del país entero. En esta lectura, los intereses de la nación se identifican con los de los pequeños propietarios y emprendedores, en contraposición con los de los latifundistas por un lado y con los de los bandidos por el otro.

 

La subsistencia del latifundio justifica la permanencia de la precariedad en la distribución y tenencia de la tierra pública, que es la principal evidencia material de esta situación de privilegio. Para Sarobe, en tanto se asuman como prioritarios los intereses de los latifundistas será imposible el desarrollo integral del territorio. La asimetría con que se integra la Patagonia al país descansa así en los privilegios de unos pocos, que se sostienen, sin embargo, en la ignorancia. Este punto es interesante para revisar la mentalidad del autor: si el problema no está en la intencionalidad sino en el desconocimiento, las pocas o malas decisiones políticas sobre la Patagonia, que han privilegiado a los latifundistas, se explican en la falta de información general sobre la región, en la inadvertencia de su potencial, no en la estructura de un Estado Nacional que asume como propios los intereses de los sectores enriquecidos. El problema no se reconoce en la desigualdad estructural, que sí se explicita en relación con el desarrollo de las provincias.

 

Los otros enemigos del progreso patagónico son los bandoleros. La lectura sobre los salteadores que afectaban a la región en las primeras décadas del siglo XX nos lleva a revisar el modo en que se consideraba el espacio chileno. Chile- como Estado- no es el enemigo, sino el espacio ineludible para lograr el desarrollo del potencial patagónico de cara al Pacífico, un socio obligado, con interlocutores situados implícitamente en el rol de comerciantes. Pero también el espacio trasandino es el origen de los “elementos indeseables” que llegan a la zona a causa de una frontera demasiado permeable y sensible al diferencial de densidad poblacional a uno y otro lado. Como no hay referencia directa a bandoleros argentinos o de otro origen, se puede entender que estos elementos son indeseables para ambas naciones.

 

Es decir, los pequeños productores pioneros, en tensión con los latifundistas asociados al espacio de Buenos Aires- lo que restringe su acceso a la propiedad de la tierra que trabajan- y con los bandoleros asociados al espacio chileno, tendrían como aliada a la nación Argentina, y Sarobe contribuye a fundamentar los intereses propios de ese sector en el conocimiento positivo de la región. A su vez, invirtiendo la lógica del desarrollo desigual centrado en el crecimiento de la burguesía bonaerense focalizada en el puerto de Buenos Aires, propone el desarrollo de la Patagonia como vector del desarrollo nacional. Tras el argumento del reparto de la tierra pública subyace, así, la referencia a un sector social y a la propia edificación de ciudadanía que el autor pretende. Los problemas en la Patagonia permanecen, entonces, porque el Estado no termina de constituirse en garante de los intereses de ese sector intermedio.

 

 

Institucionalización del territorio y colonialismo interno

 

Otro punto de tensión en la argumentación de Sarobe surge de su posicionamiento respecto de las consecuencias políticas del desarrollo reclamado para la Patagonia. Las políticas sociales propuestas por Sarobe para la superación de los problemas de la Patagonia se vinculaban también a un rediseño político de los Territorios Nacionales que se involucraba de lleno en los debates de la época acerca de la soberanía popular y del federalismo. En esa línea, se suma tanto a las voces de los que proponían en esos mismos momentos una reforma de la ley de Territorios, como a las de los constitucionalistas que impugnaban la existencia misma de los Territorios Nacionales, y reclama una reforma institucional que restableciera el equilibrio político de la República proporcionando derechos ciudadanos a sus habitantes y abriendo las puertas a la estabilización económica de la región mediante la colonización de la tierra pública.

 

La conocida metáfora pronunciada en 1907 por Joaquín V. González acerca de la situación de minoridad del pueblo territoriano, que entonces justificaba la negación de sus derechos políticos[53], es repuesta, ahora en sentido contrario, para sostener la necesidad de una política de fomento que permita a los Territorios sustentarse y convertirse en provincias autónomas[54], en el marco del sistema federal argentino. La redistribución de la tierra, la creación de una ciudadanía propietaria, es el prerrequisito que el Estado argentino no había podido o querido encontrar hasta entonces, para lograr la sustentabilidad económica y por lo tanto la autonomía política de los Territorios. Son prácticamente los mismos argumentos que aparecían en los debates acerca de la Ley de Territorios, en 1884 o en 1899, pero entonces se supeditaba la autonomía política a la económica con un ánimo evolucionista, dejando que los procesos de cambio ocurrieran espontáneamente, mientras que en 1935 Sarobe propone provocarlos activamente desde el Estado. Es el enfoque sobre el rol del Estado lo que cambió radicalmente.

 

Sarobe asume como hipótesis la edificación de autonomía a partir de modificar el acceso a la propiedad de la tierra. Para el militar, la ciudadanía se construirá desde los pequeños productores, devenidos en propietarios a partir de la distribución de tierra pública, Los reclamos de autonomía política, cuyo eco es audible en el texto, vienen a poner en tensión la propuesta de las décadas previas tanto en lo que se refiere a los derechos cívicos como a la estructura económica, que es en esta obra el espacio de intervención por excelencia. En este sentido esos reclamos de autonomía dejan más interrogantes abiertos que respuestas cerradas, dado que, siguiendo a Sarobe, si no se modifica la estructura de propiedad, el ejercicio de la autonomía política estará viciado por los privilegios establecidos desde la consolidación de latifundios.

 

Entre los derechos que son reclamados para los ciudadanos territorianos, Sarobe incluye en un lugar importante la seguridad y la justicia, demandando el fortalecimiento de la policía y de los juzgados, y la creación de la gendarmería para la vigilancia de los pasos cordilleranos.

 

Ruffini[55] señala que una serie de juristas destacados por su actividad universitaria y su relativa independencia respecto del campo político-institucional, entre quienes se destaca con perfiles propios el fundador del Derecho Público Territorial, Segundo Linares Quintana, presentaban en los años ‘30 un frente crítico respecto de la situación de los Territorios Nacionales. Respecto de su inserción en el sistema republicano y federal, a medio siglo de la creación de los Territorios parecía difícil de justificar la falta de derechos políticos de sus habitantes, tanto por la falta de representación parlamentaria como por su exclusión del padrón de electores del presidente de la República. Efectivamente, las leyes creadoras de los primeros Territorios Nacionales- entre ellos, el de la Patagonia- son interpretadas por la mayoría de la bibliografía constitucionalista como simples ensayos destinados a instalar, en palabras de Lucio V. López de 1902, “un gobierno más militar que civil[56]. Si bien los juristas coincidían, en general, en considerar a los Territorios como instancias transitorias[57], la mayoría se inclinaba por un paso gradual a la provincialización mientras que Linares Quintana y su colega Juan González Calderón reclamaban un trámite más rápido.

 

Desde el campo más genérico de los publicistas, autores disímiles como Juan Vilaseca, Ricardo Rojas o Juan Hilarión Lenzi[58] criticaban por esos años el centralismo inherente al régimen de los Territorios[59]. Una cantidad importante de proyectos parlamentarios, entre 1932 y 1941, respondieron a la iniciativa del presidente Justo que, por un lado, instalaba en la agenda pública la cuestión de los Territorios y, por el otro, restringía fuertemente el acceso al ejercicio de la ciudadanía política. Frente a esta realidad, el socialismo asumió la tarea de promover la provincialización lisa y llana, encontrando posiciones disímiles en los Territorios mismos- por ejemplo, en los congresos de Municipalidades de 1933 y 1935-, y en general escepticismo y desinterés en la instalación de Legislaturas territorianas.

 

Sarobe coincidía en señalar los problemas causados por la cristalización de un sistema pensado como fluido o transitorio, al observar que si bien los constituyentes de 1853 no podían prever el posterior desarrollo territorial del país, los reformadores de 1898 sí habían debatido la posibilidad de reconocer representación parlamentaria a los habitantes territorianos, negándola finalmente[60]. La postergación deliberada de la integración de los Territorios en la vida política plena formaba parte, en esos años de fin de siglo, de su consideración como colonias internas de la Nación.

 

Es interesante ver que Sarobe no se diferencia sustancialmente de este colonialismo interno que permeaba los sentidos comunes vigentes acerca de la Patagonia, sino que lo admite como supuesto para ponerlo en tensión con otras consideraciones: particularmente, con su propuesta de desarrollo social y económico, y con su republicanismo legalista. Si en la mirada de los liberales reformistas de principios de siglo la autonomía política no debía ser resultado del cumplimiento de determinadas pautas cuantitativas sino también de haber alcanzado- en términos de Joaquín V. González- una cierta madurez estructural, Sarobe da un paso más y propone cómo lograr ese desarrollo a partir del reparto de la tierra pública, y por esa vía accede al debate acerca de la institucionalización y reclama el “equilibrio político de la República”: “Es ilusorio aspirar al adelanto político de los Territorios sin antes procurar su estabilidad económica en su base fundamental la tierra pública[61]. Es decir que sólo una modificación activa de la estructura material de la propiedad haría posible revertir los vínculos de dependencia que se discutían en la arena política. A partir de esa idea y a través de la propuesta de una nueva política territoriana que contemplara la instalación de Legislaturas locales, la creación de una Subsecretaría de Territorios Nacionales en el Ministerio del Interior y otras iniciativas de fortalecimiento institucional, el autor se inscribe en la línea de quienes reclamaban, en esos años, un tránsito gradual pero efectivo a la provincialización de la Patagonia.

 

 

Dos políticas específicas para la construcción de una sociedad

 

Dos políticas específicas forman parte del programa de Sarobe para la nueva construcción social patagónica: la educativa y la destinada a la población indígena. A partir de la asignación de un propósito nacionalista a la educación pública, el autor desarrolla un proyecto muy completo de internados educativos o escuelas-hogar[62]. La revalorización de la enseñanza práctica formaba parte de las ideas de la Escuela Nueva, corrientes en la época que se proponían intensificar la adhesión de los sectores populares al trabajo, aunque la solución concreta propuesta por Sarobe recibió críticas importantes y bien fundadas de actores locales[63]. Sin embargo, esa educación práctica de la agricultura y la ganadería para los varones, y de economía doméstica para las niñas, se plasmaría, finalmente, en las escuelas-hogar creadas por ley en 1939[64].

 

En relación con “el problema de los aborígenes”, Sarobe argumenta desde la responsabilidad moral del estado conquistador, remontándose a los compromisos asumidos por la Asamblea Constituyente de 1813 y al ejemplo de los Estados Unidos. Los habitantes originarios de la Patagonia son caracterizados por él como desamparados y desconocidos por la Nación, abusados por colonos y comerciantes, y en extinción. A la manera de una política destinada a una especie protegida, propone “un programa eficaz de mejoramiento material y moral del indígena, facilitando su evolución hacia [una] vida civilizada hasta su asimilación completa como elemento activo de la sociedad argentina[65]. Los términos son significativos porque expresan una representación del otro que lo reivindica como sujeto social y político- en un modo similar al del peronismo en la década siguiente- pero que no abandona la pretensión de incluirlo en la sociedad nacional mediante su homogeneización respecto de pautas impuestas. Si bien en los años ‘30 la Comisión Honoraria de Protección de los Indios Argentinos denunciaba las condiciones de extrema pobreza en las que la crisis económica había sumido a muchos pobladores originarios, y obtuvo en 1936 la condonación de deudas por derechos de pastaje para los indígenas “de nacionalidad argentina” que viviesen dispersos- no en agrupaciones-, esa nueva atención hacia los aborígenes considerados argentinos y bajo ciertas condiciones respecto de su pertenencia a familias- no a “tribus”- contribuyó, en efecto, a su asimilación forzada y a la pérdida de vínculos comunitarios[66].

 

 

Conclusiones

 

El análisis de Sarobe contiene una serie de críticas claras y explícitas de las políticas estatales que hasta entonces no habían asegurado una articulación en términos de equivalencia aunque fuera formal- por vía de la institucionalización- entre los centros y las periferias nacionales de la Argentina. En ese sentido, repone el diagnóstico de la nacionalización fallida de la Patagonia, en el que se había centrado el discurso reformista de principios del siglo XX, mostrando la persistencia del republicanismo tutelado[67] en los Territorios Nacionales pero con una complejidad de consecuencias mayor que unas décadas antes.

 

A partir de esa constatación, y muy a tono con las ideas de su tiempo, Sarobe invoca un nuevo rol activo para el Estado nacional. La acción propuesta fija su interés en los recursos estratégicos presentes en el territorio- el ya conocido de la tierra pública y el recientemente valorizado de la energía, principalmente-, agregando a la ya clásica visión de la Patagonia como recurso- proveniente de la resignificación y valorización de la región inmediatamente posterior a su conquista- la alarma nacionalista acerca del desamparo en que permanece el territorio y de la amenaza extranjera- real o supuesta- que pesa sobre él.

 

Sin embargo- y esta constituye la mayor particularidad del discurso de Sarobe- no se propone repetir el abordaje colonial del territorio para una extracción más eficaz de sus recursos, sino que se estudia la posibilidad de una intervención estatal que modifique el escenario patagónico teniendo como objetivo el diseño de una política integral, articulando las grandes cuestiones de la estructura productiva de la Patagonia con sus derivaciones sociales y políticas y ofreciendo un abanico de acciones que de haberse puesto en práctica probablemente habrían implicado una revisión radical del esquema de colonialismo interno, constructor y cristalizador de dependencias, que persistió en la estructura institucional y territorial argentina por lo menos hasta la provincialización de la mayoría de los Territorios a fines de la década de 1950.

 

 

Ingresó: 11 de febrero de 2010

Aceptado: 25 de junio de 2010

 

 

 

Un territorio posible en la República imposible. El coronel Sarobe y los problemas de la Patagonia argentina

 

 

Resumen

 

El proceso de formación territorial de los Estados latinoamericanos tiene uno de sus nudos problemáticos en la integración de sus espacios marginales. La nacionalización de la Patagonia argentina es un ejemplo claro de ese problema. En la década de 1930 diversas voces señalan que la incorporación de ese amplio y rico territorio al cuerpo de la nación sigue estando pendiente. El coronel Sarobe, representativo del sector profesionalista del ejército argentino, hizo el mejor análisis disponible sobre los problemas de la Patagonia, que aún se mantiene vigente en muchos aspectos. A la crítica de las políticas ensayadas hasta entonces, agrega la propuesta de un rol activo del Estado en favor de la colonización y de la autonomía política de la región.

 

Palabras claves: Formación territorial; Colonialismo interno; Patagonia; Sarobe

 

 

Pedro Navarro Floria

Paula Gabriela Núñez

 

 

 

A Possible Territory in the Impossible Republic. Colonel Sarobe and the Problems of the Argentine Patagonia

 

 

Abstract

 

The process of territorial formation of the Latin American states is one of the problematic points in the integration of its marginal areas. The nationalization of Argentine Patagonia is a clear example of this problem. In the 1930s several voices say that the incorporation of this large and rich land to the territory of the nation is still unresolved. Colonel Sarobe, representative of the professional sector of the Argentine army, made the best analysis available on the problems of Patagonia, which still remains in force in many respects. To the criticism of the policies tested so far, it adds the proposal of an active State role for colonization and political autonomy for the region.

 

Keywords: Territorial formation; Internal colonialism; Patagonia; Sarobe

 

 

Pedro Navarro Floria

Paula Gabriela Núñez

 



[1] En el proceso de redacción de este artículo falleció el Dr. Navarro Floria. Este escrito forma parte de los últimos debates que tuve el honor de compartir con quien dirigiera mis primeros pasos como investigadora. El trabajo contribuye a los proyectos de investigación 40B027 “Cultura y espacio: contribuciones a la diacronización del corredor Norpatagonia-Araucanía” (Universidad Nacional de Río Negro) y PIP 0133 La Patagonia Norte en las políticas nacionales de planificación, 1943-1976 (CONICET).

[2] Pertenencia institucional: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina/Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa): Universidad Nacional de Río Negro-CONICET.

[3] Navarro Floria, Pedro (coord.), Paisajes del progreso. La resignificación de la Patagonia Norte, 1880-1916, EDUCO/CEP, Neuquén, 2007.

[4] Lois, Carla, “La invención del desierto chaqueño. Una aproximación a las formas de apropiación simbólica de los territorios del chaco en los tiempos de formación y consolidación del estado nación argentino”, en Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Nº 38, 15 de abril de 1999.

[5] Las obras más significativas en este sentido son las del geólogo noreteamericano Bailey Willis, El norte de la Patagonia, Comisión de estudios hidrológicos, Eudeba, Buenos Aires, 1988 [1914] e Historia de la Comisión de Estudios Hidrológicos del Ministerio de Obras Públicas, 1911-1914, Ministerio de Agricultura, Buenos Aires, 1943.

[6] En Ruffini, Martha, “Los reformistas liberales y la Patagonia. Progreso e integración económica en el pensamiento de Ezequiel Ramos Mexía (1852-1935)”, en II Jornadas de Historia de la Patagonia Universidad Nacional del Comahue, Cipolleti-Roca, 2 al 4 de noviembre del 2006.

[7] Bohoslavsky, Ernesto, Los mitos conspirativos y la Patagonia en Argentina y Chile durante la primera mitad del siglo XX: orígenes, difusión y supervivencias, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2006.

[8] Estudio sintético de la potencialidad militar de la Argentina y de los países limítrofes (1923), Hacia la nueva educación. Ensayo sobre la escuela y el problema económico-social (1937; ampliamente comentado y elogiado según Ortiz de Rozas. Ortiz de Rozas, Carlos, “El general don José María Sarobe”, en Sarobe, José María, La Patagonia y sus problemas. Estudio geográfico, económico, político y social de los Territorios Nacionales del sur, CEUNM, Buenos Aires, 1999, pp. 15-16, El general Urquiza. La campaña de Caseros (1941), La educación popular en la Argentina, país agrario (1941, conferencia en el Instituto Popular de Conferencias), Política económica argentina (1942, ampliación de una conferencia en la Unión Industrial Argentina), El juego, grave problema nacional (1944), Iberoamérica. Mensaje a la juventud americana (1944), la colección de biografías titulada La edad del hombre (1945), y en forma póstuma sus Memorias sobre la revolución del 6 de septiembre de 1930 (1957). También fue miembro de la Academia Nacional de la Historia y colaboró en la primera Historia de la Nación Argentina.

[9] La obra de Sarobe, José María, La Patagonia y sus problemas. Estudio geográfico, económico, político y social de los Territorios Nacionales del sur. En todos los casos es prologada por Ezequiel Ramos Mexía. En 1935 la edita Aniceto López, en 1934, la editorial Kraft y en 1999 el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. En todos los casos se publica en Buenos Aires.

[10] Ver Halperin Donghi, Tulio, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Emecé, Buenos Aires, 2007, p. 248.

[11] Gadano, Nicolás, Historia del petróleo en la Argentina. 1907-1955: desde los inicios hasta la caída de Perón, Edhasa, Buenos Aires, 2006, p. 288.

[12] Tulio Halperin Donghi da cuenta de esta aseveración en Halperin Donghi, Tulio, 2007, ob.cit. y La República imposible (1930-1945), Emecé, Buenos Aires, 2007, pp. 46-68.

[13] La edición de 1943 tuvo el propósito de acompañar la realización de la Exposición Permanente de la Patagonia inaugurada en Buenos Aires en 1941 y de homenajear al autor, que había sido designado presidente de su Comisión Organizadora. Prácticamente al mismo tiempo de su edición, el autor se retiraba del Ejército en disidencia con el golpe de Estado del 4 de junio de 1943. La edición de 1999, realizada por el Centro de Estudios Nueva Mayoría, un think tank cercano al nacionalismo militar, busca, según su director Rosendo Fraga destacar la actualidad de los problemas señalados por Sarobe al mismo tiempo que reconocer la trayectoria intelectual del militar. Agrega una biografía escrita por el embajador Carlos Ortiz de Rozas. Sarobe José María, 1999, ob.cit., pp. 7-8.

[14] Girbal-Blacha, Noemí, Adrián G. Zarrilli y Juan J. Balsa, Estado, sociedad y economía en la Argentina (1930-1997), Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2001, p. 32.

[15] Rouquié, Alain, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Emecé, Buenos Aires, 1981, p. 252.

[16] Este proceso se describe en Girbal-Blacha, Noemí M., “Políticas públicas para el agro se ofrecen. Llamar al estado peronista (1943-1955)”, en Mundo Agrario, N° 3, 2002, p. 5 [En línea] http://mundoagrarioold.fahce.unlp.edu.ar/nro5/Girbal.htm y Llach, Juan J., “El Plan Pinedo de 1940, su significado histórico y los orígenes de la economía política del peronismo”, en Desarrollo Económico, N° 92, 1984, pp. 515-558.

[17] Berrotarán, Patricia M., Del plan a la planificación. El Estado en la época peronista, Imago Mundi, Buenos Aires, 2003, pp. 13-14 y 21-24.

[18] Berrotarán, Patricia M., 2003, ob.cit., pp. 24-25.

[19] Ortiz de Rozas, Carlos, 1999, ob.cit., p. 10.

[20] Barrios, Miguel Ángel, Perón y el peronismo en el sistema-mundo del siglo XXI, Biblos, Buenos Aires, 2008, pp. 158-159 y 172-177.

[21] Barrios, Miguel Ángel, 2008, ob.cit., pp. 155-161.

[22] Barrios, Miguel Ángel, 2008, ob.cit, p. 156.

[23] Una manifestación de esta mentalidad puede ser identificada en las políticas petroleras nacionalistas aplicadas desde la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en 1922, bajo la presidencia del general Mosconi, hasta la época peronista, y en acciones concretas de esa empresa funcionales a la consideración del petróleo como un recurso estratégico: sustitución de trabajadores extranjeros por argentinos, desarticulación de organizaciones obreras de izquierda, desarrollo de una simbología integrativa que consideraba a los petroleros “soldados civiles”, acción social, etc. Bohoslavsky, Ernesto, 2006, ob.cit., pp. 157-158; Gadano, Nicolás, 2006, ob.cit., pp. 180-182. Las obras públicas en general también estuvieron, desde entonces, subordinadas a la razón de Estado más que a una racionalidad estrictamente económica. Esto también fue trabajado en Navarro Floria, Pedro, “El proceso de construcción social de la región del Nahuel Huapi en la práctica simbólica y material de Exequiel Bustillo (1934-1944)”, en Pilquén, N° 9, Viedma, 2008 [En línea] http://www.revistapilquen.com.ar.

[24] Una comparación de la capacidad económica de las distintas regiones argentinas para 1937 en Rofman, Alejandro y Luis A. Romero, Sistema socioeconómico y estructura regional en la Argentina, Amorrortu, Buenos Aires, 1997, p. 192, nos muestra que la Patagonia tenía el 27,9 % de la superficie, el 1 % de la población, el 0,8 % de la producción agrícola, el 13 % de la producción ganadera, el 1,6 % de la producción industrial y el 3,3 % de la capacidad económica, muy superior este último indicador al de población, según los autores de la comparación, por la elevada productividad por hombre que caracteriza a la actividad petrolera.

[25] La tierra de los tehuelches. Nociones de historia y geografía física, política y económica de la Patagonia, Buenos Aires, 1937, fue premiada en el Tercer Congreso de Historia y Geografía de América con una medalla de oro donada por el presidente Justo. Su argumento y estructura es muy similar al de la obra de Sarobe; apuesta por la pronta provincialización de los Territorios Nacionales y abunda en elogios al gobierno de Justo.

[26] Ver Leoni de Rosciani, María Silvia, “Los Territorios Nacionales”, en Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentinas, Planeta, Buenos Aires, 2001, tomo 8, pp. 56-57.

[27] Bohoslavsky, Ernesto, 2006, ob.cit., p.160; Masotta, Carlos, “Un desierto para la nación. La Patagonia en las narraciones del Estado de la Concordancia (1932-1943)”, en Cuarto Congreso Chileno de Antropología, Universidad de Chile, Santiago, 2001, p.4.

[28] Bohoslavsky, Ernesto, 2006, ob.cit., p. 156.

[29] Bohoslavsky, Ernesto, 2006, ob.cit., p.11.

[30] La obra se estructura en cuatro partes y dos anexos. La primera parte constituye un diagnóstico y enumeración de antecedentes, y comprende los primeros cinco capítulos, sobre la geografía física, la historia y la población de la región. Una segunda parte se refiere a los recursos y actividades económicas: la tierra pública, la ganadería, la agricultura, los bosques, la minería, el petróleo, la fauna autóctona, la pesca, los proyectos de industrialización de la zona andina, el sistema de aduanas, los parques nacionales y el turismo, temas a los que se agrega un plan de fomento para Tierra del Fuego. La tercera parte se centra en el tema de las comunicaciones marítimas, fluviales, ferroviarias, aéreas y viales. La cuarta parte aborda la problemática política y social, en una serie de capítulos de distintos enfoques y niveles de análisis: la organización política, la seguridad y la justicia, la instrucción pública, la problemática indígena, la problemática social y los valores espirituales y morales. Finalmente, dos anexos contienen sendos proyectos de ley sobre el fomento de Tierra del Fuego y sobre las comunicaciones marítimas. En la edición de 1943 se agrega un anexo titulado "Síntesis del plan de fomento de las Gobernaciones nacionales del sur propiciado en esta obra" que especifica una serie de estudios preliminares (padrón de tierra pública, mapa agronómico, estudios del suelo y del subsuelo)- los presupuesta en ciento veinte millones de pesos y prevé una duración de doce años de trabajos-, estadísticas, políticas de tierras públicas, de desarrollo agrícola, forestal, ganadero, faunístico, minero, pesquero, de comunicaciones, turismo, aduanas, asistencia social, reformas políticas, planes de instrucción pública y de "protección al indio", un "Plan de fomento del centro económico-social de Colonia Sarmiento" y el plan de fomento de Tierra del Fuego. Sarobe, José María, 1943, ob.cit., pp. 391-398.

[31] Livon Grosman, Ernesto, Geografías imaginarias. El relato de viaje y la construcción del espacio patagónico, Beatriz Viterbo, Rosario, 2003, p. 146.

[32] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp. 9-10.

[33] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., p. 99.

[34] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp.101-104 y 138. Destaca un primer período de precio fijo entre 1895 y 1908- pero con un aumento gradual del costo de explotación-; un segundo período estable entre 1908 y 1913- “sin aduana proteccionista, con fletes equitativos y crédito abundante”-; un tercer momento de fuerte alza de 1914 a 1920; una caída de 1921 a 1933 hasta valores muy inferiores al “normal” anterior a la Gran Guerra; y una recuperación desde 1933.

[35] Sarobe no nos proporciona referencias acerca de las fuentes de su análisis económico, pero en la misma época de su obra, y de la mayor crisis del capitalismo en el siglo XX, circulaban ideas como la de los “ciclos” de Nikolai Kondrátiev, en su intento de explicar la salida de la depresión del capitalismo anterior a 1895, y su reelaboración por Joseph Schumpeter, ideas que no parecen ajenas a la explicación de nuestro autor.

[36] Giberti, Horacio, Historia económica de la ganadería argentina, Hyspamérica, Buenos Aires, 1985, pp 208 y ss.

[37] Sarobe, José María, 1935, ob.cit, p. 102.

[38] Esta correlación se podría comparar también a la relación entre los precios agrícolas, la ampliación de las tierras explotables- no ilimitada, por cierto, sino perceptible solamente hasta las primeras décadas del siglo XX-, la presión de esos precios sobre los costos de producción, el traslado de esa presión a los salarios y el descontento social resultante. Son vínculos que forman parte de la estructura de la sociedad y economía de la época, y ningún diagnóstico serio los dejaba de lado. Ver Hobsbawm, Eric, La era del imperio (1875-1914), Crítica, Buenos Aires, 1998, pp. 47-49.

[39] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp. 139-146.

[40] Denis, Pierre, La valorización del país. La República Argentina-1920, Solar, Buenos Aires, 1987, pp. 182 y 198.

[41] Rofman, Alejandro y Luis A. Romero, 1997, ob.cit., pp. 156-159.

[42] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp 217-223.

[43] Navarro Floria, Pedro, “La comisión del paralelo 41° (1911-1914). Las condiciones y los límites del “progreso” liberal en los territorios nacionales”, en Navarro Floria, Pedro (coord.), Paisajes del progreso. La resignificación de la Patagonia Norte, 1880-1916, EDUCO/CEP, Neuquén, 2007, pp. 235-295.

[44] Observaciones como las de Sarobe pueden haber contribuido a la tesis sobre el deterioro de los términos de intercambio formulada por Hans Singer y Raúl Prebisch a principios de la década de 1950 para explicar las razones del deterioro progresivo, desde las últimas décadas del siglo XIX, de la relación entre los precios de los productos primarios y los de los artículos industriales.

[45] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., p 225.

[46] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., p. 235.

[47] Sarobe tenía esta visión acerca de la importancia de los mercados asiáticos desde su estadía en Japón y China unos años antes, e insistiría en ella en su conferencia sobre política económica de 1942. Ortiz de Rozas, 1999, ob.cit., pp. 13 y 19.

[48] Rofman, Alejandro y Luis A. Romero, 1997, ob.cit., p. 194.

[49] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp.110-133.

[50] Navarro Floria, Pedro, 2008, ob.cit.

[51] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., p. 265.

[52] Ver, Navarro Floria, Pedro, 2007, ob.cit. Cabe destacar en el texto que Sarobe, en las páginas 261 y 267, agrega dos mapas interesantes: en el primero de ellos, del Parque Nacional Nahuel Huapi, señala los lotes en concesión o vendidos y las tierras fiscales “que pueden arrendarse o venderse”; en el segundo, de la zona turística cordillerana extendida entre las localidades de Loncopué (Territorio del Neuquén) y El Bolsón (Territorio de Río Negro), señala los caminos, destacando la importancia de la ruta 40 como eje longitudinal de la región, destacando gráficamente el proyecto turístico para el amplio espacio cordillerano.

[53] Ver Navarro Floria, Pedro, “La “República posible” conquista el “desierto”. La mirada del reformismo liberal sobre los Territorios del Sur Argentino”, en Navarro Floria, Pedro (comp), 2007, ob.cit., pp. 191-234.

[54] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp.330-331.

[55] Ruffini, Martha, La pervivencia de la República posible en los Territorios Nacionales. Poder y ciudadanía en Río Negro, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2007, pp. 100-109.

[56] Citado en Linares Quintana, Segundo V., “Introducción al estudio del derecho público de los Territorios Nacionales”, en Boletín de la Biblioteca del Congreso Nacional, 1935, 1706-1735.

[57] La historiografía reciente también ha considerado a la ley 954 de 1878, preparatoria de la conquista de la Patagonia, una solución oportuna para territorios “en peligro de pérdida” pero transitoria. Arguindeguy, 1999, pp. 3-4.

[58] Ver Lenzi, Juan Hilarión, Gobierno de Territorios, Conceptos básicos de la ley orgánica territorial, Mercatali, Buenos Aires, 1939, pp. 34-35.

[59] Ver Ruffini, Marta, 2007, ob.cit., p. 105.

[60] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp.327-329.

[61] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., p. 330.

[62] El proyecto de internados escolares aborda sus contenidos- eminentemente prácticos-, su presupuesto de costos, su autosuficiencia económica, su estructura institucional y arquitectónica- contemplando hasta detalles de su construcción-, un sistema de becas para los alumnos, etc. Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp. 350-377. La segunda edición de la obra incluye también un anexo con el "Programa elemental y sumario de ciencias naturales, industrias de granja y artes manuales para la Escuela Internado de la Patagonia, cuya creación se proyecta en esta obra". Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp. 399 y ss.

[63] Mirta Teobaldo revisa este punto en las páginas 112-114. Teobaldo, Mirta, “Una particular mirada la educación de los Territorios del norte de la Patagonia. Juan Benigar y sus reflexiones sobre educación, 1936”, en Anuario de Historia de la Educación, N° 8, Buenos Aires, 2007, pp. 105-125.

[64] Teobaldo, Mirta, La construcción histórica de una figura polémica: los inspectores en los sistemas educativos de Río Negro y Neuquén. Perfil y funciones, 1884-1962, Tesis doctoral, Universidad Nacional de Córdoba, 2009.

[65] Sarobe, José María, 1935, ob.cit., pp.389-390.

[66] Delrio, Walter Mario, Memorias de expropiación. Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia (1872-1943), Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2005, pp. 261 y ss.

[67] El concepto es propuesto por Martha Ruffini en diversos trabajos recientes, donde se cuentan los mencionados en el presente artículo.