Abipones en las fronteras del Chaco. Una etnografía histórica sobre el siglo XVIII

 

 

Carina Paula Lucaioli

Sociedad Argentina de Antropología,

Buenos Aires, 2011, 352 págs.

 

 

En las últimas décadas, si por una parte se ha llegado a cierto consenso en torno a las formas de definición de las fronteras, las discusiones sobre las posibilidades de interpretación de la agencia de los sujetos que deambularon por ellas se han profundizado. Abipones en las fronteras del Chaco. Una etnografía histórica sobre el siglo XVIII se inscribe en el contexto de estas discusiones. Producto de una tesis que retoma el camino trazado por trabajos previos, el libro propone indagar en la interacción entre colonizadores e indígenas para identificar y reconstruir las respuestas originales que estos y los hispanocriollos formularon a mediados del siglo XVIII en un contexto de contactos que resultaron redefinitorios tanto para unos como para los otros.

 

El estudio se aboca a un espacio construido por las relaciones interétnicas que fueron generadas por los grupos abipones en un amplio espectro territorial. Ese espacio es delimitado por los circuitos de movilidad en relación al carácter de frontera occidental tripartita del siglo XVIII: la de la gobernación del Tucumán, la de Buenos Aires y la del Paraguay (p. 17). La densidad temporal del estudio se circunscribe al periodo comprendido entre mediados del siglo XVIII y la expulsión de los jesuitas, entendiendo que este último jalón significó un quiebre en el desarrollo de las prácticas de los abipones que debieron a partir de allí redefinir sus alianzas con los sectores indígenas y coloniales, lo que generó transformaciones en los modos de acción practicados.

 

En los planteamientos iniciales, la autora especifica algunos conceptos centrales de la tesis. Así, el de frontera cobra relevancia, entendiéndose como una zona de contacto e interacción entre hispanocriollos e indígenas, caracterizada por la porosidad, la permeabilidad y la flexibilidad, con límites geográfico-culturales indefinidos, confusos y múltiples, transicionales e históricamente construidos (p. 18). Es en este espacio de interacción social donde es posible advertir por parte de los grupos abipones una dinámica específica. La autora sostiene así que la interacción colonial constituyó una más de las múltiples redes de las relaciones sociales entabladas por los grupos abipones con otros grupos étnicos, apartándose de la idea de que fue el contacto con la sociedad hispanocriolla el que dotó de dinamismo a los grupos étnicos del Chaco.

 

La propuesta se sirve de un análisis combinado entre lo macro y lo micro, primando la reducción de la escala para algunos problemas puntuales, a efectos de dar cuenta de las singularidades de los procesos de interacción colonial y de las transformaciones y adaptaciones operados en el espacio de estudio. Los sujetos sobre los que centrará la mirada serán combinadamente el grupo guaycurú, más especialmente algunos grupos de abipones en torno a algunos caciques e incluso algunos actores individualizados con presencia en las fuentes documentales. Esta opción contribuye a la vez que se nutre de una mirada sobre los procesos identitarios que focaliza en el carácter dialéctico y relacional de esta, sin descuidar los aspectos externos al grupo en contextos de fricción interétnica: “esta dinámica de interacción fue lo que permitió los procesos de diferenciación, construcción e interdigitación mediante los cuales los sujetos generaron sus sentidos de identidad, a la vez que posibilitó que les fueran impuestas otras tantas categorías de adscripción” (p. 19).

 

En el primer capítulo, se analizan los usos del término Chaco. “La percepción de un espacio chaqueño, sus límites, la progresiva demarcación simbólica entre una tierra colonial- ocupada y medianamente conquistada por los españoles- y un territorio otro- indígena y ajeno al dominio de los colonizadores- fue una construcción impuesta sobre muchas otras formas de percibir e interactuar con aquel espacio” (p. 30). A partir de allí, las preocupaciones girarán en torno a las discusiones sobre las formas de categorizar étnicamente a los abipones y la construcción de “ficciones étnicas” por parte de los grupos de poder hispanocriollos en el pasado y de la academia en el presente y las posibilidades de definir los procesos de territorialidad de los abipones- circuitos de movilidad, límites y percepción espacial-.

 

Asociada a la dinámica de la movilidad se halla la cuestión de la organización social de los abipones, la que la autora aborda mediante una revisión crítica de los usos que los historiadores y antropólogos han realizado de términos como tribu, bandas o jefaturas y a la relación que aquella mantiene con la organización política y el ejercicio del liderazgo, apoyándose siempre en una vasta bibliografía. Del mismo modo, una reutilización del concepto de parcialidad y el seguimiento de algunos caciques le permiten marcar trayectorias diferenciadas en el seno del grupo abipón en relación a las vinculaciones- pacíficas y/o de enfrentamiento- con las ciudades de frontera y de la apropiación específica que cada parcialidad realizó de los espacios chaqueños (p. 56). Estas parcialidades son inteligentemente analizadas por la autora en su carácter móvil, dinámico, pues “las alianzas se tejían y destejían entre diferentes caciques, y los sujetos cambiaban de caciques cruzando las supuestas barreras impuestas por las parcialidades”, dinámica que también puede observarse, sostiene, en las alianzas matrimoniales y la reconfiguración de los grupos sociales (p. 58).

 

El primer capítulo se cierra con una valoración de la geografía específica del ambiente chaqueño y la utilización que los grupos indígenas supieron hacer de ella mediante el nomadismo y las adaptaciones en el marco de imaginarios superpuestos sobre el espacio, para dar lugar a un recorrido sobre las instancias de paz y de guerra que envolvieron las relaciones entre los indígenas y el sector hispanocriollo, situación que iría configurando una trama compleja de relaciones en donde si bien podemos hablar de una alternancia entre la guerra y la paz, existieron relaciones interpersonales que explican la adhesión por una o por otra o la convivencia situacional de ambas opciones según el grupo y la ciudad de la que se tratara.

 

En el segundo capítulo se analizan las configuraciones de nuevas relaciones interétnicas producidas a partir de la fundación de las reducciones jesuíticas. La autora sostiene aquí que “las reducciones generaron nuevas posibilidades sociales, económicas y políticas que los abipones supieron amoldar a sus propios intereses en complejos procesos de aculturación antagónica”, es decir, a partir de “la asimilación creativa y consciente de ciertos rasgos de la vida material y no material de una cultura ajena con el objeto funcional de resistir mejor su dominio” (p. 96). La noción de aculturación antagónica permite a Lucaioli proponer que en el proceso que desembocó en la fundación de las cuatro reducciones de abipones intervinieron distintas formas de interacción entre estos grupos y los sectores hispanocriollos, “una nueva estrategia de interacción” (ni aceptación derrotista ni mera imposición política) que permitió el mantenimiento de la autonomía por parte de los grupos abipones. Esas posibilidades tuvieron que ver con el acceso a recursos, el desarrollo de actividades comerciales y estrategias políticas en relación a grupos con los que se enfrentaron, todo ello en un entramado social de tal magnitud que estuvo marcado por diferentes posiciones según los sujetos y las circunstancias, en un contexto de fuerte permeabilidad del espacio misional, de conexiones entre las misiones, el espacio chaqueño “salvaje” y las ciudades fronterizas, las que mantuvieron entre sí relaciones igualmente situacionales. Para ello, la autora opta por una metodología en la que se particularizan las diferentes coyunturas que dieron lugar a cada una de las reducciones, lo que le permite concluir que los motivos por los cuales los abipones habrían aceptado reducirse fueron muchos y de los más variados (no reducibles sólo a las necesidades de subsistencia), y que la posibilidad de obtener recursos como el ganado debe entenderse más como “una consecuencia de las adaptaciones de las dinámicas de la movilidad de los grupos a las nuevas condiciones que proponían estos espacios que un motivo preestablecido por el cual solicitaban la reducción” (p. 175).

 

El tercer capítulo se aboca al análisis de los liderazgos indígenas y las formas de autoridad practicadas a partir de la discusión de tres ejes: la revisión teórica de las conceptualizaciones sobre los liderazgos, sus características, funciones y manifestaciones y las estrategias de los caciques frente a las nuevas posibilidades del contexto misional. Buscando hacer frente a la “descomplejización de las instituciones políticas nativas” producto de los filtros deformantes del relato colonial, el objetivo de la autora está en remarcar el carácter justamente complejo de los liderazgos abipones, apartando el análisis de la reducción de los liderazgos solo a su institucionalización por vínculo hereditario o por la guerra, para sugerir, apoyándose en trabajos desarrollados para otros espacios y en la descripción de la trayectoria política de algunos líderes, que estaríamos ante diferentes formas de liderazgos que podrían incluir funciones diferenciales y a la vez complementarias (funciones diplomáticas o religiosas, por ejemplo). Además de ello, abre una veta de futuras y sugerentes investigaciones sobre el papel de los shamanes y los liderazgos femeninos (p. 206). De esta manera los líderes abipones pudieron construir por ellos mismos una trayectoria política a partir de las nuevas posibilidades que le abrían los grupos a los que se debían. Con la fundación de las misiones, la posibilidad de obtener bienes europeos significó una posibilidad más de lograr la adhesión mediante el reparto de esos bienes; pero también aquí las opciones y las estrategias fueron heterogéneas, pudiendo optar por aceptar la vida en reducción, alternar su permanencia dentro y fuera de esta o mantenerse alejados de la misma, lo que no implicaba una desconexión absoluta.

 

En el último capítulo se analizan las relaciones interétnicas en contextos de guerra, analizando el alcance de esta y midiendo su peso como elemento clave en la explicación de la configuración de los liderazgos. Así la guerra se plantea como el ámbito en que se hace legible la capacidad de los abipones de entrelazar concepciones tradicionales como la obtención de prestigio con la adquisición de bienes para la subsistencia, sin que la una desplace a la otra, lo que no implica que estos dos intereses hayan estado presentes en todos los abipones. Por otro lado, la autora remarca la necesidad de pensar la instancia de la guerra también como una relación interétnica entre los grupos indígenas por fuera de la sociedad colonial y anterior a ella (p. 234). En este sentido, analiza distintas manifestaciones de la violencia fronteriza identificando tres esferas precisas: los robos y saqueos en la frontera chaqueña; la guerra colonial, en su modalidad hispanocriolla como entrada punitiva y en su modalidad abipona como malón, y la guerra entre los propios grupos abipones, todas ellas a veces producidas de forma simultánea y superpuesta según los intereses de los sujetos involucrados.

 

Abipones en la frontera del Chaco posee el mérito de la crítica rigurosa, la puesta a prueba constante de modelos explicativos y una lectura minuciosa de aquellas pequeñas huellas que analizadas en contextos precisos de interacción social logran que nos sorprendamos aún de lo mucho que falta por decir de aquellos sujetos que solo han llegado a nosotros a través de fragmentos opacos de un tiempo pasado, pero que cobran de este modo una agencia visible en la construcción de su propia historia.

 

 

René Osvaldo Geres

CEPIHA/Becario del CONICET