San Martín: de soldado del Rey a héroe de la nación

 

 

Bragoni, Beatriz,

Sudamericana, Buenos Aires, 2010, 208 pp.

 

 

En su obra San Martín: de soldado del Rey a héroe de la nación, Beatriz Bragoni propone redescubrir la trayectoria de San Martín, ubicando al lector dentro del cambio propuesto por el nuevo marco político y cultural de la revolución y la guerra, durante las primeras dos décadas del siglo XIX. La autora, consecuente con sus objetivos, plantea mostrar a través de este personaje emblemático de la historia americana, la redefinición y creación de nuevas identidades que tenderían a descartar la utopía de conformar una sola Patria en América toda. El planteo resulta interesante ya que justamente propone una interpretación diferente a aquella brindada por las historias nacionales de Sudamérica que, escritas en la segunda mitad del siglo XIX, hicieron de San Martín uno de los líderes impolutos de la Patria grande americana.

 

La forma elegida para escribir el relato es la de un ida y vuelta entre la figura de San Martín y el contexto donde actuó. El personaje es la lente elegida por Bragoni a través de la cual observa tanto los sucesos particulares de la vida pública del General, como los procesos políticos más amplios que estaban ocurriendo. Todo esto es relatado con un gran equilibrio, que hace que la narración no se conforme ni como una biografía político-militar, ni como una historia política general, sino como un punto intermedio, convirtiéndose en un texto atractivo para el lector no especializado.

 

El libro se estructura en cinco capítulos. En el primero la autora destaca el recorrido de San Martín desde el inicio de su carrera militar en España, a muy temprana edad, hasta su llegada a la gobernación de Cuyo en 1814. El lector se ve sumergido en la formación profesional de esta figura, y desde allí, Bragoni permite observar los momentos cruciales que marcaron a Europa y, sobre todo, a la península ibérica, hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX. El apogeo y posterior caída del imperio napoleónico, las guerras de independencia en España, las nuevas ideas políticas, las innovadoras formas de sociabilidad tanto públicas como secretas y las diferentes alternativas políticas planteadas en el territorio ibérico ante la abdicación del rey, con sus correspondientes consecuencias en Hispanoamérica, son algunos de los temas abordados en este relato. En este contexto, la autora revela al lector el verdadero lugar de las colonias americanas en la mente de los peninsulares, básicamente como fuente de recursos para sostener sus propias política, administración y economía.

 

San Martín, a esta altura un reconocido militar y junto a otros americanos destacados que se hallaban en Europa, comenzó a idear un plan para lograr la independencia de las colonias hispanoamericanas. Estos hombres se concentraron en sociedades secretas, impulsados por la “chispa revolucionaria” desatada a partir de 1810 en los centros administrativos americanos. En la mente de estos personajes, y en especial de Don José, sólo una estrategia ofensiva unificada, que tuviese como centro político a Buenos Aires, podía asegurar el éxito de la empresa libertadora en el territorio del Virreinato del Río de la Plata. Es interesante el énfasis con el cual la autora marca la voluntad emancipadora del líder, a pesar de que éste había dejado suelo rioplatense tempranamente sin lazos que lo aferrasen a él. Esta situación se evidencia cuando, al desembarcar en la ciudad porteña, su núcleo de relaciones estaba constituido únicamente sus compañeros de viaje, promotores como él de este gran plan independentista.

 

Bragoni señala que cuando San Martín llegó a Buenos Aires, en 1812, ya estaba en marcha lo que denomina “proceso de politización colectivo”. En este proceso, la Logia Lautaro, organización que San Martín integraba, sería una importante protagonista de los sucesos consiguientes representando, junto a la Sociedad Patriótica de Moreno, una nueva forma de sociabilidad, de carácter moderno[1]. Por otro lado, su integración a los nuevos espacios de sociabilidad, irá de la mano de la ampliación de su red de relaciones gracias a su casamiento con la hija del antiguo canciller de la audiencia don Antonio José de Escalada, como lo describió Halperín Donghi en Revolución y Guerra[2]. En este sentido se puede inferir con la autora que San Martín, a través de su casamiento, incorpora e integra las redes que éste le proporciona a las que él mismo es capaz de movilizar, compatibilizando así dos mundos, uno más tradicional y otro moderno.

 

Ya constituido en Buenos Aires y desde 1812 como coronel de granaderos, San Martín se acomodó a la situación política y militar revolucionaria del Río de la Plata, introduciendo, en cada uno de los destinos en los que estuvo designado, un formato militar moderno a sus actividades. Bragoni subraya cómo este nuevo formato estaba basado en dos pilares. Por un lado, la implementación de cualidades inspiradas en los modelos militares europeos, los cuales se alejaban del reclutamiento de milicias. Entre las mismas se destacan la disciplina entre oficiales y tropa, y la formación de un espíritu de cuerpo. En segundo término, las fuerzas regulares debían ser compensadas por un sistema de retribuciones materiales, que constaban de equipamiento y salarios. San Martín fue el principal impulsor de dicha innovación en el campo militar.

 

El segundo capítulo de la obra aborda su llegada a la gobernación de Cuyo hasta los momentos previos al cruce de los Andes. En esos años San Martín debió tomar férreamente el mando político como gobernador, enfrentándose con la oposición chilena en Mendoza, presidida por los hermanos Carrera. Bragoni señala claramente que, frente a la urgencia que el líder tenía para comenzar la ofensiva contra los realistas en Chile, la necesidad de recursos de Buenos Aires (único foco americano insurgente en pie para esta época) era apremiante. En este contexto de extrema fragilidad de la causa revolucionaria, las disidencias que tuvo con Alvear pusieron de manifiesto las fracturas internas de la Logia Lautaro. Así, para hacer efectivo el mando político, San Martín se vio obligado a organizar un sistema de alianzas en todo Cuyo, que sin dudas ayudó en el objetivo principal de esta etapa: la formación de un ejército profesional. Este “gobierno de amigos sólidos” incluía desde el apoyo de las autoridades máximas de San Juan y San Luis, hasta liderazgos intermedios, como los comandantes de frontera, los cuales resultaban decisivos en función del control de las parcialidades indígenas. Según Bragoni, en esta etapa, la militarización de la región se haría efectiva apoyándose en normas e incentivos muy estrictos, como la leva y la creación de una renta fija. En este sentido, la manutención de este nuevo ejército se conformó de diversos elementos: subsidios derivados desde Buenos Aires, gravámenes ordinarios, como los derechos de la alcabala, gravámenes excepcionales a las corporaciones y al consumo, y donaciones de tierras.

 

Cuyo pasó a tener, entonces, una economía de guerra destinada a fortalecer al nuevo ejército. Además, este proceso de militarización caló intensamente en la ciudad de Mendoza, difundiendo nuevas formas de sociabilidad a favor de la revolución, tales como las representaciones teatrales, las cuales buscaban fomentar la pedagogía patriótica. Finalizando el capítulo, resulta interesante observar cómo la autora deja en evidencia la incertidumbre del General en momentos previos al cruce de los Andes. De esta manera, contribuye a humanizar al personaje que se ha constituido como héroe virtuoso para las diferentes historias nacionales de Sudamérica. Por último, otro aspecto político importante que deja en evidencia esta etapa es la necesidad acuciante de declarar la independencia, y la explícita oposición de San Martín a un sistema político federal, inclinándose hacia una monarquía constitucional, a la cual consideraba la única alternativa viable.

 

En los siguientes capítulos, Bragoni relata lo ocurrido en las campañas de Chile y Perú, entre 1817 y 1822, mostrando la manera en que, luego de la victoria en Chacabuco, San Martín se constituyó como un prototipo de héroe para el Río de la Plata. Pese a esto, la autora menciona una serie de dificultades que debió enfrentar, tales como la falta de recursos asegurados desde Buenos Aires para continuar con su plan, los conflictos internos en Chile, fogoneados por los Cabrera desde su exilio montevideano, los problemas causados por la falta de control del territorio sur y las rivalidades emergentes entre el Ejército de los Andes y los batallones chilenos. El malestar surgido en Chile frente a los jefes militares no chilenos (el ejemplo claro de esto es Hilarión de la Quintana) permite observar la cristalización de una primitiva identidad nacional, impulsada por el fervor patriótico en dicho territorio. Para 1818 se declaró la independencia de dicho territorio, pero el ejército de los Andes sufrió una derrota que genera una conmoción política. Con la victoria final en Maipú, San Martín volvió a pedir recursos a Buenos Aires para continuar con su plan hacia el Perú. La falta de pagos al ejército era un tema apremiante. Bragoni relata cómo San Martín recibió la orden de Buenos Aires de repasar la cordillera, quedando a disposición del gobierno central. El General, negándose a esta acción, presentó su renuncia, y optó por lo que la autora denomina “el camino de la desobediencia”, reiniciando sus planes para ganar a Perú.

 

Bragoni analiza luego la preparación y concreción de la campaña del Perú, exponiendo las tensiones que afloraron en este período dentro del Ejército de los Andes. La misma estrategia militar de espionaje usada en Chile fue implementada en el asedio a Ciudad de Reyes, sin embargo, según la autora, San Martín cometió un error al desestimar la resistencia en la sierra. Destaca la creación del Protectorado, un poder centralizado, como una innovación sanmartiniana destinada a liderar la “nobleza republicana”. No obstante, el apoyo a la causa independentista fue frágil, debido a penurias económicas, la belicosidad antipeninsular, y el ejército desocupado invadiendo la ciudad. Habría sido entonces cuando San Martín entendió que necesitaba ayuda de Bolívar, aunque difería con él en las formas de gobierno a adoptar. Para 1823 renuncia al Protectorado y deja convocado un Congreso general. Su posterior viaje a Londres permite observar, según la autora, una idea que desnuda uno de los objetivos primigenios concretado por el general: su preocupación era, principalmente, gestionar el reconocimiento de Inglaterra de la independencia de las ex colonias españolas.

 

En el último capítulo de la obra, Bragoni desarrolla la idea de héroe que surgió luego de su muerte, mostrando cómo la figura de San Martín sirvió para crear lazos de cohesión nacionales tanto en Chile como en Argentina. En este último caso, para 1880 sus restos son repatriados como punto final de una generación política abocada a afianzar la idea de un Estado Nacional. La repatriación estuvo acompañada de una gran ceremonia pública donde discursaron Sarmiento y Avellaneda. Mitre tuvo un papel destacado según Bragoni, ya que consideró al héroe como imprescindible en la formación de una “cultura nacional”, sobre todo porque, además de sus proezas militares, no se había involucrado en las luchas civiles del país. En una ardua labor historiográfica, el político porteño creó una imagen sanmartiniana excepcional, ecuménica, contrastante en cuanto a lo democrático con Bolívar, con liderazgo continental, con rasgos de “argentinidad”. Todos estos atributos serán exaltados y profundizados a lo largo del siglo XX.

 

En síntesis, la obra de Bragoni aporta una reformulación desde lo historiográfico de la figura de San Martín que, a través de un relato ágil y fluido de los hechos, pone en contexto al personaje, profundizando y complejizando las interpretaciones existentes sobre el período. Uno de los aportes más destacados de la autora es el relato de la experiencia política de San Martín en Cuyo, cristalizada en la conformación del “gobierno de amigos sólidos”, el cual se basaba en identificaciones político-territoriales que crearon sentido de pertenencia e integración al proyecto político sanmartiniano. Otra contribución fundamental es la descripción del posterior accionar del Ejército de los Andes en Chile, cuando se produjeron marcadas rispideces con las tropas y población de dicho territorio. Por medio de esta evidencia, la autora observa una sensibilidad patriótica local que ya no responde a una identidad Americana global, apoyada en los atributos y cualidades guerreras. A través de la descripción de estos fenómenos, es posible vislumbrar la creación de identidades políticas territoriales que pondrán en cuestión la primigenia idea de los promotores de una Patria americana grande.

 

El desafío de llegar a un público más amplio parece llegar a buen puerto con este libro. El lector redescubrirá al héroe nacional y su marco histórico, en una narración accesible pero que no pierde rigor académico en ningún momento.

 

 

Mariano Kloster

Universidad Nacional de Mar del Plata

 



[1] Guerra, François-Xavier, “De la política antigua a la política moderna: algunas proposiciones”, en Anuario IHES, N° 18, IEHS, Tandil, 2003, pp. 201-212.

[2] Halperin Donghi, Tulio, Revolución y Guerra, Siglo XXI, Buenos Aires, 1972, pp. 223-224.