ORÍGENES SOCIALES, TRAYECTORIAS INDIVIDUALES Y VÍNCULOS RELACIONALES DEL CLERO SECULAR CORDOBÉS (1877-1927)*

 

Milagros Gallardo**

 

 

La provincia de Córdoba experimentó, en el período que nos convoca, dos de los fenómenos económicos y sociales más significativos de la historia argentina, la inmigración masiva y el proceso de colonización agrícola. La diócesis comprendía la provincia homónima y la de La Rioja. Ambas constituían una única jurisdicción eclesiástica.

 

El clásico trabajo de Ferrero[1] señala que, hasta 1870, la población de Córdoba era totalmente criolla, incluso en 1890, el porcentaje de extranjeros residentes en la provincia apenas alcanzaba el 10% de la población. El censo de 1869 arrojó un total de 210.508 habitantes, de los cuales el 70% se radicó en el norte, oeste serrano y centro- capital y departamentos anejos como se los llamaba-, y sólo 44.280, es decir el 21%, tenía su residencia en las regiones del sudeste, que luego conformarían los nueve departamentos agrarios. En 1914, la provincia pasó a tener 736.000 habitantes, prácticamente triplicó su población. Los campos de los departamentos de Tercero Arriba, Unión, Marcos Juárez, Juárez Celman y Río Cuarto se fueron poblando de extranjeros. Las consecuencias de este fenómeno fueron la urbanización de la pampa, en el sentido de la aparición de nuevos pueblos y ciudades en espacios hasta entonces poco poblados, y la formación de nuevos grupos sociales.

 

Las investigaciones dan cuenta de que el proceso de modernización avanzó a ritmos disímiles, de acuerdo a las características regionales. Mientras el norte y el oeste mantuvieron una estructura económica y social heredada de la colonia, el sudeste se fue poblando de colonias de inmigrantes que se incorporaron a la actividad productiva, dando lugar al surgimiento de sectores medios profesionales, agrícolas y mercantiles.

 

Desde el punto de vista político, la desaparición del Partido Federal fue el símbolo del ocaso de una época. Los “caudillos de sable” dejaban lugar a una nueva generación de líderes políticos que, surgidos de la fracción ultra del mitrismo cordobés, supieron retomar las mejores tradiciones autonomistas y fusionarlas con las ideas modernas del liberalismo en boga. La llegada al poder del grupo liberal autonomista, ligado al gobernador Antonio del Viso (1877-1880), significó un cambio ideológico en la vida local, después de diez años de dominio del Partido Nacionalista, vinculado a la figura de Bartolomé Mitre. Este cambio representó el inicio de un largo control político ejercido por una fracción de la clase dominante, ligada al Partido Autonomista Nacional, cuya figura central fue el General Julio A. Roca, quien dominó la escena política, tanto nacional como cordobesa, desde 1880 hasta la reforma del sistema electoral en 1912[2]. A partir de 1890, el Partido Radical irrumpe en la vida política provincial, conformando la Unión Cívica, hombres de raigambre mitrista y católica[3].

 

Bajo este marco contextual, responder la consigna del lugar que ocupaba el clero en la sociedad cordobesa finisecular, no es tarea de fácil resolución. En este trabajo, presentamos una primera aproximación al clero secular, sus orígenes sociales, su composición y organización, sus mutaciones y recomposiciones a lo largo de un período de profundos cambios sociales y económicos.

 

La insuficiencia de los criterios empleados durante mucho tiempo para definir a los grupos sociales, que procuraban identificar a los individuos a partir de una gama muy restringida de roles y funciones de tipo socio-profesional, es compartida por numerosos autores[4]. Las nuevas propuestas metodológicas abordan el estudio de los actores y sus dinámicas relacionales, en donde los actores “no son conocibles aisladamente sino en relación con los demás actores circundantes. Sus actividades y sus acciones dependen del campo estratégico en el que se encuentren: del marco geográfico o social, de sus relaciones de oposición o afinidad con otros actores[5]. Por lo tanto, las actitudes de los actores no son sólo consecuencias de su propia identidad, sino también del lugar que ocupan en un marco geográfico y político determinado, desde esta perspectiva, la relación del clero con los diversos espacios regionales adquiere especial relieve.

 

Si, como señala Andrea Reguera[6], los grupos son el resultado de un proceso de construcción histórica que se definen por sus propiedades relacionales, sus imágenes recíprocas y su capacidad de imponer una imagen de sí mismos a los otros, resulta de particular importancia analizar la composición y el capital relacional de esta “agrupación especial de carácter espiritual y jurisdiccional”- un grupo de personas que tenían en común su adscripción al orden sagrado, su incardinación en una diócesis, y su dependencia de un obispo. Se aborda el clero, entonces, como un microcosmos social, un lugar donde desembocan individuos procedentes de diversos mundos sociales. Individuos que, unidos por el común denominador de su función, se estructuran y se sitúan en su interior[7].

 

La metodología empleada para acceder tanto a los individuos, con sus acciones y destinos particulares, como al grupo en su conjunto, con sus interacciones y funcionamientos específicos, es la prosopografía[8]. Intentaremos responder algunas preguntas directamente relacionadas con la composición del grupo clerical: ¿Cuál era su estructura? ¿Cómo se formaba? ¿Hablamos de un grupo organizado, según los patrones de antiguo régimen, o de una clase? ¿Cuáles eran sus funciones? ¿Cómo y por qué el grupo cambia durante el período analizado? Para responder a estos interrogantes, intentaremos reconstituir y estudiar las biografías colectivas de los individuos que componían el clero propio de la diócesis entre 1877 y 1927.

 

 

Descripción de las fuentes

 

Para comenzar a analizar la composición del clero secular, hemos utilizado, como fuentes principales, los expedientes de órdenes contenidos en el legajo 24, tomos VII al XIII, que abarcan desde 1845 a 1912, año en que se cierra la consulta a estos documentos. Para completar el período, se consultó el libro de Órdenes, que lleva el registro hasta el año 1926, y el libro de registro de sacerdotes seculares de 1905 a 1909. También se consultó el Legajo 23, t. 4 (Dimisorias de Ordenes (1801-1911) para ubicar a quienes recibieron la ordenación fuera de la diócesis, ya sea por motivos de sede vacancia o de estudios en Roma. Lo mismo, se cotejó el Libro de Registro de sacerdotes extra-diocesanos (1921-1929), dos libros de Títulos del clero (1854-1904 y 1905-1927) y el libro de Licencias Ministeriales.

 

Cabe señalar que, de la totalidad de expedientes, se han trabajado sólo aquellos que pertenecen al clero secular de la diócesis, dejando de lado los correspondientes al clero regular y al clero secular extra-diocesano, ordenado en ésta. Esta fuente, aunque incompleta, ya que hay expedientes que se han perdido y no constan los clérigos que estudiaron y se ordenaron en Roma, es sumamente rica en información. Cada expediente contiene las partidas de bautismo y confirmación del aspirante a órdenes, las cartas de solicitud de admisión, informes del rector del seminario y, en algunos casos, declaratorias de testigos sobre vida y buenas costumbres del aspirante a órdenes. Las dimisorias constituyen el permiso otorgado por el obispo, posibilitan al aspirante a recibir las órdenes de manos de un obispo que no es el propio.

 

En cuanto al libro de órdenes, hemos asentado 1764 registros de las ordenaciones realizadas entre los años 1869 y 1927, de los cuales 835 corresponden al clero secular.  Por su parte, los libros de títulos y licencias registran los nombramientos y otorgamiento de permisos para ejercer el ministerio en la diócesis. La información contenida en estas fuentes ha sido completada con los libros de registros del clero diocesano y extra-diocesano, realizados durante la gestión del Obispo Zenón Bustos (1905-1919).

 

Para reconstruir las trayectorias personales, destinos y cargos, ha sido de gran utilidad el trabajo inédito del Pbro. Rosendo Liendo sobre las Parroquias de Córdoba, escrito en 1956, cuyo único ejemplar se encuentra en el Archivo del Arzobispado. Este trabajo ha sido cotejado y completado con la información de los libros de títulos, que nos ha permitido identificar las fechas de los nombramientos a los diversos cargos.

 

Antes de comenzar con el análisis, quisiera señalar que el libro de órdenes cuenta con un vacío, ya que no están asentadas las ordenaciones realizadas por el Obispo Juan Capistrano Tissera en los años 1884 y 1885. Esta deficiencia la hemos intentado subsanar a partir de la información suministrada por el libro de registro del clero secular y los expedientes de órdenes.

 

La información que aportan estas fuentes es de tipo nominal y permite recabar una serie de datos sobre cada uno de los miembros del clero. Sin embargo, soy consciente de la necesidad de incorporar más información cualitativa que brindan otro tipo de fuentes, como son los informes, las visitas pastorales y la correspondencia entre curas, obispo y fieles, que nos permitirá, en una segunda instancia, enriquecer y complejizar la explicación. Estas son, por lo tanto, unas primeras reflexiones sobre este grupo social, a partir del análisis de un corpus de fuentes fundamentales, aunque, por cierto limitadas.

 

Las fuentes han sido trabajadas desde diferentes escalas. Aquellas que nos permiten analizar el proceso desde una perspectiva macro y de larga duración, y aquellas otras, que nos facilitan un análisis micro. En este sentido, la perspectiva metodológica propuesta por Bernard Lepetit en “juego de escalas”, nos permite mirar el proceso desde diversos ángulos y temporalidades diferentes, mediante un vaivén permanente entre los distintos niveles de análisis[9]. Como señala Michel Bertrand, nos proponemos utilizar una perspectiva de análisis a nivel micro que permita desplazar la observación “desde la estructura a la coyuntura para, en una última instancia, regresar a la globalidad[10].

 

 

Producción historiográfica reciente

 

En lo que respecta a Córdoba, si bien disponemos de un conjunto de obras sobre diversos grupos sociales[11], no podemos afirmar lo mismo para el clero, que, pese a estimarse un actor importante, no ha sido abordado aún con el mismo detenimiento que otros sectores sociales. El clásico trabajo de Agulla sobre el eclipse de la “aristocracia cordobesa” advierte que “los grupos de poder se organizaban dentro de la misma aristocracia doctoral, cuya función ‘gobernante’, no estaba en duda en ningún momento, ya que era una aristocracia libre y universalmente acatada cuya legitimidad para el ejercicio de la función gobernante se fundaba en su notoria superioridad sobre el común de las gentes”[12]. En este sector, se ubicaba el clero secular.

 

Los trabajos de Valentina Ayrolo dan cuenta, para la primera mitad del siglo XIX (1808-1852), de un clero secular que, por sus características constitutivas: origen social, carreras eclesiásticas, formación académica, etc., formó parte de la elite provincial y actuó, principalmente en los momentos de crisis, como un bloque casi homogéneo[13]. Este grupo estaba compuesto por cincuenta y dos individuos, de los cuales cuarenta eran cordobeses y los doce restantes de otras provincias, ninguno era extranjero. Se trataba de un sector acomodado y principal, que se definía como “gente decente”, portador de apellidos notables de la provincia. Cuarenta y ocho tenían grados académicos, obtenidos en las Universidades de Córdoba, Charcas o Buenos Aires[14]. Por otra parte, la autora señala que la decisión de seguir la carrera eclesiástica estaba estrechamente vinculada al patrimonio familiar, ya que era necesario tener una cantidad de bienes temporales suficientes para la congrua sustentación[15]. En pocas palabras, se podría definir al clero secular de la primera mitad del siglo XIX como un grupo reducido, que formaba parte de la elite local, ya sea por lazos de sangre o por vínculos amicales, fruto de haber compartido espacios de formación y socialización, como el seminario conciliar y/o la universidad.

 

En tanto, para el clero provincial del último cuarto del siglo XIX no tenemos estudios específicos. En términos generales, ha sido abordado desde una perspectiva más  política-ideológica que social. Silvia Roitenburd, Gardenia Vidal y Javier Moyano lo conciben como un sector hegemónico, homogéneo y combativo, que implementó una tenaz “resistencia”, practicada con singular decisión, a fin obstruir el avance liberal.[16] Sin embargo, poco sabemos sobre estos actores en relación a su composición como grupo, origen social, carreras eclesiásticas, etc.

 

 

El clero secular: composición del grupo

 

La composición del clero fue variando significativamente a lo largo del período; ya no encontramos el clero secular que nos presenta Ayrolo para la primera mitad del siglo XIX: cordobés en su mayoría y plenamente identificado con la elite dominante. La crisis de 1890 fue un año bisagra en relación a lo social; la clase dirigente, hasta entonces dueña de los resortes del poder, vislumbró la aparición de nuevos sectores sociales, hombres de origen inmigrante que, desde varias décadas atrás, venían trabajando las cementeras agrícolas del este y sur provincial. Estos hombres comenzaban a estar presentes en los diversos espacios sociales, la política, la universidad, la industria, el comercio.

 

Este fenómeno inmigratorio también se hizo presente en el clero. Para el tercer cuarto del siglo XIX y primeras décadas del XX, el grupo se diversificó. Al interior del mismo, pueden distinguirse, al menos, tres grandes subgrupos en relación a su origen: un clero nativo; un clero extranjero, formado y ordenado en la diócesis- ambos conformarían lo que las fuentes denominan el clero propio-; y un clero inmigrante, ordenado en su diócesis de origen, que ejerció el ministerio en el obispado de Córdoba, en carácter de clero extraño, o extra-diocesano.

 

Dentro del clero propio, el grupo nativo era numéricamente superior al extranjero. Entre 1877 y 1927, registramos la ordenación, como presbíteros, de más de un centenar de clérigos argentinos, en su mayoría oriundos de la diócesis; y cerca de cuarenta extranjeros (18 españoles, 14 italianos, 2 franceses, 1 irlandés, 1 chileno, 1 uruguayo), y un resto de menos de una decena, que no consta sus lugares de origen.

 

Los extranjeros ordenados de minoristas llegaron a constituir un 27,22%; en números reales fueron 43 de un total de 197 ordenados. Esta proporción aumenta para el presbiterado, donde los extranjeros llegan constituir el 30% de los ordenados. Hasta 1900, los extranjeros fueron casi exclusivamente españoles, a partir de esa fecha, comienzan a ordenarse italianos.

 

La tabla siguiente, nos muestra las ordenaciones de clérigos seculares de la diócesis de Córdoba.

 

Tabla N° 1: Ordenaciones de clérigos seculares de la Diócesis de Córdoba (1877-1927)

Años

Ordenes Mayores

Presbiterado

Tonsura y Ordenes Menores

Argentinos

Extranjeros

nc

Argentinos

Extranjeros

nc

1877-1881

8

2

 

9

3

 

1882-1886

10

2

 

6

-

 

1887-1891

4

2

 

12

3

 

1892-1896

6

3

 

6

6

 

1897- 1901

12

6

 

19

7

 

1902-1906

15

3

 

28

6

 

1907- 1911

14

5

 

15

1

 

1912-1916

12

3

 

14

5

 

1917-1921

10

4

 

16

6

 

1922-1927

10

5

 

12

6

 

Totales

114

35

8

137

43

17

157

197

Fuentes: Leg. 24 (Expedientes de Ordenes), t. VII, VIII, IX, X, XI-XII-XIII y XIII bis; Libro Órdenes; Leg. 23, t. 4 (Dimisorias de Ordenes, 1801-1911); Libro de Registro de sacerdotes seculares (1905-1909); Libro de Registro de sacerdotes extra-diocesanos (1921-1929); Libro de Títulos del clero (1854-1904).

 

En Córdoba, la incorporación del extranjero fue un proceso lento y complejo, debido, quizás, a las características de una sociedad mediterránea y tradicional. La gran diferencia entre argentinos y extranjeros nos induce a pensar que el ingreso a la carrera eclesiástica seguía siendo una opción significativa para los hijos de las familias cordobesas. Esta hipótesis se ve reforzada cuando advertimos que de los 157 presbíteros ordenados entre 1877 y 1927, 114 eran argentinos: 107 cordobeses, 4 riojanos, 1 de Buenos Aires y 2 de San Juan de Cuyo. Completaban el grupo 8 clérigos domiciliarios en el obispado de Córdoba, de los cuales no se especifica su procedencia.

 

La decisión de permanecer en el estado clerical, luego de la primera tonsura, es elevada, más del 79% de los clérigos que accedieron a las órdenes menores alcanzaron el presbiterado. La diferencia entre las ordenaciones de menores y mayores, nos indica el porcentaje de abandono de la carrera clerical. Los 40 clérigos minoristas que no alcanzaron el presbiterado representan el 20,70% del total, lo que significa que la permanencia de los candidatos en la elección inicial  fue bastante alta. Este porcentaje, relativamente bajo, podría estar dando cuenta de la progresiva especialización de los seminarios religiosos y diocesano. El ingreso de los alumnos al seminario conciliar, a partir de 1877, estaba supeditado a que tuvieran verdadera “inclinación al estado eclesiástico”. Así lo estableció el Sínodo diocesano celebrado ese año que, entre otras cuestiones, dispuso no permitir la permanencia en el seminario de jóvenes que “no manifestasen tendencias al estado eclesiástico y a los que no observasen una conducta regular y edificante[17].

 

Tabla N° 2: Abandono de la carreara eclesiástica. Córdoba (1877-1927)

Años

Presbiterado

Tonsura y Ordenes Menores.

Diferencia

1877-1881

10

12

 

1882-1886

12

6

 

1887-1891

6

15

 

1892-1896

9

12

 

1897- 1901

18

26

 

1902-1906

18

34

 

1907- 1911

19

16

 

1912-1916

15

19

 

1917-1921

14

23

 

1922-1927

15

17

 

No consta año

8

17

 

Totales

157

197

40

Fuentes: Leg. 24 (Expedientes de Ordenes), t. VII, VIII, IX, X, XI-XII-XIII y XIII bis; Libro Órdenes; Leg. 23, t. 4 (Dimisorias de Ordenes, 1801-1911); Libro de Registro de sacerdotes seculares (1905-1909); Libro de Registro de sacerdotes extra-diocesanos (1921-1929); Libro de Títulos del clero (1854-1904)

 

Del clero extraño, o extra-diocesano, sólo diremos que constituía un grupo considerablemente menor al del clero propio[18]. Hemos registrado 97 clérigos incardinados en otras diócesis y domiciliados en Córdoba, de los cuales encontramos 58 italianos, 27 españoles, 6 de otros países y 6 argentinos. En este trabajo, nos detendremos a analizar el clero diocesano nativo.

 

 

El clero diocesano de origen inmigrante

 

Las fuentes consultadas, nos proporcionan escasos datos sobre el origen social del grupo de origen inmigrante, que estudió y se ordenó en el seminario diocesano. De las cartas de solicitud de los aspirantes a recibir las órdenes enviadas al obispo, y los informes del rector del seminario que las acompañan, podemos extraer algunos indicios. Por ejemplo, Luis Galeano era hijo de Rosario Ligaró, lavandera, proveniente de la Diócesis de Messina (Italia). A los 17 años se confirmó en la Iglesia de Giardini, su villa natal. En 1879, ingresó en el seminario diocesano, cuando contaba 24 años de edad, luego de haber pasado por las aulas del seminario de la Merced.

 

Eugenio Gérica, otro caso, escribe al obispo informando que después de haber cursado tercer año de Sagrada Teología en el Seminario Eclesiástico de Vittoria, “[…] me vi obligado por el lamentable estado de mi país a buscar en alguna de las diócesis de Sud América la colocación necesaria para terminar mi carrera hasta recibir el sacerdocio, a que, desde mis tiernos años había aspirado[19].

 

Francisco Magnoni, oriundo de La Rioja, fue poseedor de una beca del seminario. El rector informaba que “ocupaba una de las becas destinadas para dicha provincia y es ayudado en sus gastos particulares por el Señor Abel Bazán, Ministro de la Suprema Corte Nacional[20]. Había tenido que luchar con dificultades para terminar su carrera eclesiástica “a causa de su poca aptitud para los estudios”. Sin embargo, “como siempre se había mostrado un joven piadoso, celoso de su bien espiritual y deseoso de abrazar la carrera eclesiástica con el fin de salvar almas”, fue admitido a las órdenes sagradas.

 

También de la indagación a testigos, sobre vita et moribus de los aspirantes, a veces, se desprende la condición social de los extranjeros. Así, por ejemplo, Vicente Jorba, español de la provincia de Barcelona, de 30 años de edad, comerciante, domiciliado en la localidad de Río Cuarto, responde a la indagatoria, señalando que Dn. Juan Erviti y Erasum, español, fue su dependiente en la casa de negocios en Río Cuarto. Como empleado tuvo una conducta irreprochable y “le consta pertenece a una familia intachable, que aunque no conoce a la madre, conoció al padre y a tres hermanos, personas todas muy bien[21].

 

Estos primeros indicios, nos inducen a pensar que se trataba de familias modestas, que llegaron a Córdoba aspirando a forjarse un porvenir mejor. Lo que sí podemos afirmar es que los clérigos de origen extranjero, ordenados en el seminario diocesano, fueron ocupados, principalmente, en las parroquias de campaña y fueron trayendo a sus parientes y paisanos. Juan Alonso Prado, por ejemplo, español, de la diócesis de Granada, llegó a la Diócesis en 1892. Se le conceden licencias generales para predicar, celebrar y confesar y se lo destina como teniente al curato de La Carlota. En 1893, su hermano Antonio ingresa en el seminario conciliar, se ordena de presbítero en 1897 y se lo destina como teniente cura a Villanueva. Ambos, a los pocos años, se hicieron cargo de los curatos respectivos y colocaron a parientes o paisanos en puestos de su parroquia.

 

Valeriano  Colabianchi, italiano, fue Cura y Vicario de Quilino, originario de Frascati (Italia). En 1903, era, según los feligreses de su curato, “un sacerdote anciano i virtuosisimo, activo i tanto desprendido, en su escasez y pobreza, que hemos tenido en diversas ocasiones, [que] cubrir sus necesidades más primarias de su vida[22]. En 1903, ingresa en el seminario diocesano Paulino Colabianchi, suponemos que sería sobrino de Valeriano, dado que en el informe, el rector del seminario señala que traía documentos y buenas recomendaciones del seminario de Frascati (Italia). Y añadía que “ha gozado de muy buena estimación, de la confianza de sus superiores y del cariño de sus compañeros[23]. Paulino fue ordenado en 1907 y destinado como cura y Vicario de Villa María, cargo que ejerció durante más de 20 años.

 

Donato Latella, italiano, fue cura y vicario de Salsacate hasta 1892. En el informe de primera Tonsura, el rector, Uladislao Castellano, señala que “el joven Donato Latella fue alumno de este seminario Conciliar desde 1881 a 1883 inclusive […], habiéndose trasladado a Europa a principios de 1884 por disposición de sus padres […]”[24]. En 1888, ingresa nuevamente al seminario y recibe las órdenes. El rector Juan Yaniz informa que

 

le es completamente desconocida la preparación científica del joven Latella, pues en el establecimiento no ha cursado ninguna materia en los pocos meses que ha permanecido. Antes bien por referencias de personas fidedignas este joven no está preparado para recibir las sagradas ordenes.

 

            El Tribunal examinador le confiere la calificación de regular y es admitido a las primeras órdenes, con el título de servicio a la Iglesia. Ese mismo año, en el mes de noviembre, fue ordenado presbítero, “extra témpora, con dispensa de los intersticios y el título canónico, por exigirlo así la necesidad de la Iglesia[25]. Fue destinado al curato de San Jerónimo en Bell Ville y luego como cura y Vicario a las Varillas[26].

 

Carlos Borello, originario de la diócesis de Cúneo (Italia), en el informe que eleva el rector del seminario, Luis Álvarez, advierte que los documentos y letras comendaticias del rector del seminario de Cúneo eran muy favorables y “las pruebas que hasta aquí ha dado de su comportamiento, en nada desdicen de la buena reputación y estima que ha sido tenido por los superiores de Italia”. Fue ordenado en 1908 y, al poco tiempo, destinado como Cura y Vicario de San Francisco, cargo que desempeñó por más de treinta años. Luis Della Casa, italiano, de la diócesis de Utinensis, de la región de Véneto, ingresa en el seminario conciliar en 1903 y es ordenado, a los 29 años de edad, bajo el título de servicio a la Iglesia. El informe del rector del seminario señala que el seminarista ha observado siempre una conducta moral intachable, frecuenta los sacramentos de la Penitencia y Comunión, y tiene suficiente piedad y exacta observancia de la disciplina del establecimiento[27].

 

Estos datos pueden estar mostrando, por un lado, la urgente necesidad de contar con clérigos de habla italiana para la atención de las nuevas poblaciones y, por el otro, que se está forjando un nuevo perfil de clero diocesano, de hombres piadosos, con una conducta moral recta, aunque no necesariamente doctos. El modelo que se está mirando es el del Cura de Ars, patrono de los párrocos.

 

En esta instancia de la investigación, sólo podemos advertir que la mayoría de  los clérigos de origen extranjero, ordenados en la diócesis, alcanzaron el cargo de Cura y Vicario Interino en curatos de campaña, donde se habían establecido inmigrantes. Ninguno ocupó cargos en el gobierno de la diócesis. Cabe señalar que muy pocos, hasta ahora hemos detectado sólo uno, fueron honrados con el título de canónigos honorarios.

 

 

El clero diocesano nativo

 

El diario El Progreso, en 1896, afirmaba que el seminario diocesano contaba con una “buena cantidad de jóvenes de las familias más distinguidas”. Trabajamos los títulos de ordenación a fin de verificar el status social de los aspirantes al sacerdocio. Así comprobamos que de los 155 expedientes analizados entre los años 1869-1912, sólo seis clérigos solicitaron ordenarse a título de Congruo Patrimonio y siete a título de Capellanía, el resto no presentó título y pidió ser ordenado a servicio y necesidad de la iglesia.

 

Esta tendencia puede deberse a que, en la medida que nos adentramos en el siglo XX, la jerarquía diocesana tendió a disminuir e incluso a suspender el otorgamiento de título por congruo patrimonio. Si bien el motivo de esta práctica no se explicita en las fuentes, consideramos que la medida está en consonancia con el proceso de centralización que se está operando dentro de la Iglesia.

 

Los obispos tienden a otorgar el título de servicio a la iglesia, pues esto les permite disponer, con mayor libertad, de los destinos del personal eclesiástico a su cargo. Por lo tanto, este indicador no es representativo para fines del siglo XIX y comienzos del XX. Por ello, seleccionamos otros dos indicadores para establecer el nivel social del clero secular nativo, clérigos que alcanzaron el orden episcopal y ocuparon la silla en diversas diócesis argentinas y grupos familiares con clérigos a lo largo de varias generaciones.

 

Entre 1895 y 1934, trece fueron los clérigos cordobeses que accedieron al episcopado. Así, las diócesis de Buenos Aires, Córdoba, Paraná, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, Río Cuarto, La Rioja y San Juan de Cuyo, contaron con obispos cordobeses (Tabla3).

 

Tabla N° 3: Presbíteros cordobeses que accedieron a la Mitra Episcopal

Apellido y Nombre

Año

Cargo

Castellanos, Uladislao

24/10/1902

29/11/1895

Obispo Auxiliar de Córdoba.

Arzobispo de Buenos Aires

De la Lastra Gordillo, Rosendo

30/11/1892

16/06/1898

Obispo Auxiliar de Córdoba

Obispo Titular de Paraná

Ferreira, Aquilino

04/06/1899

Obispo Auxiliar de Córdoba

Cabanillas, Filemón

16/11/1899

Obispo Auxiliar de Córdoba

Bustos, Zenón ( OMF)

05/04/1905

Obispo Titular de Córdoba

Echenique, Carlos

10/12/1914

Obispo auxiliar de Tucumán

Yañiz, Juan Martín

08/05/1910

Obispo de Santiago del Estero

Bazán y Bustos, Abel

07/02/1910

Obispo de Paraná

Luque, José Anselmo

25/05/1914

Obispo Auxiliar de Córdoba

Dávila y Matos, Inocencio

25/05/1914

Obispo de Catamarca

Buteler, Leopoldo

08/06/1932

Obispo de Río Cuarto

Ferreira Reinafé, Froilán

13/09/1934

Obispo de La Rioja

Rodríguez Olmos, Audino

07/07/1927

Obispo de San Juan de Cuyo

 

Este fenómeno muestra algunas cuestiones interesantes, en primer lugar, podemos observar que todos ellos forman parte de familias tradicionales de la diócesis de Córdoba, todos pertenecen a la elite dirigente. Varios de ellos estudiaron en el Colegio Pío Latinoamericano y se ordenaron en Roma[28]; en segundo lugar, cabe señalar que accedieron a la silla episcopal en diócesis sumamente importantes del territorio argentino, realidad que puede estar mostrando el peso del clero y de las familias cordobesas en el seno de la Iglesia argentina.

 

En cuanto a los grupos familiares, hemos tomado el caso de los Ferreira[29]. En él, podemos observar que la familia ha tenido clérigos a lo largo de todo el siglo XIX y más allá del período analizado. En nuestro recorte temporal, el primer Obispo de la familia fue Don Aquilino Ferreira, ordenado presbítero en 1855 y obispo auxiliar de Córdoba en 1899, y, el último, Froilán Ferreira Reinafé, ordenado presbítero en 1913 y nombrado obispo de La Rioja en 1934. Entre ambos nombramientos, identificamos más de 25 clérigos seculares miembros de dicha familia. Mediante un estudio prosopográfico se ha podido reconstruir la trayectoria profesional de cada uno de ellos.

 

La familia proviene del departamento de Río Segundo, Curato de Villa del Rosario. Aquilino Ferreira, hijo de Francisco Froilán y Eulalia Álvarez Arguello, fue cura propio del Beneficio de Río Segundo por más de 20 años, luego rector del seminario, provisor del obispado, vicario general de la diócesis, deán del cabildo eclesiástico y obispo auxiliar de la Diócesis de Córdoba y titular de Amiso. Su sobrino, Lindor Ferreira, hijo de Vidal Ferreira y Rosario Gómez, nació el 12 de abril de 1855 en Villa del Rosario, fue bautizado en la Iglesia de la Villa por Don Aquilino, siendo su padrino el Presbítero José Gregorio Ardiles. En 1877, presentó como testigos para acceder a las sagradas órdenes a los presbíteros Jacinto Roque Ríos (cuya madrina de Bautismo era Josefa Ferreira), y Narciso González, hermano de Teresa González de Ferreira, madre de otro presbítero, Bruno Ferreira, quien era primo hermano de Lindor. Bruno nació en 1874, era hijo de Luis Ferreira y de la susodicha Teresa González, fue bautizado en la parroquia de Villa del Rosario por Don Aquilino Ferreira. En 1894, contando con veinte años, recibió las órdenes sagradas y presentó como testigos a los Presbíteros Jacinto Correa y a su tío Aquilino.

 

Nicandro Ferreira y Josefa Álvarez tuvieron tres hijos en el seminario conciliar, Nicandro, Avelino y Gil. Nicandro nació el 1° de junio de 1871 y Avelino el 9 de noviembre de 1875. Ambos recibieron las primeras órdenes en 1888 y 1897, respectivamente. Avelino se ordenó de presbítero en 1899 y su hermano Gil terminó sus estudios en el Pío Latinoamericano y se ordenó en Roma. De regreso a la diócesis, ocupó cargos en la curia diocesana, en la Vicaría Foránea de La Rioja y en 1927 llegó a ser vicario General y Provisor del Obispado.

 

En 1902, Ramón Ferreira, hijo de Ramón Ferreira y Eloísa Pérez, recibió la primera tonsura y cuatro órdenes menores, su padrino de confirmación fue Aquilino Ferreira, quien para ese entonces ocupaba el cargo de Vicario General de la Diócesis.

 

Horacio, Vicente y Froilán Ferreira, oriundos de la Villa del Rosario, terminaron sus estudios en el Colegio Pío Latinoamericano y recibieron las sagradas órdenes en Roma. Vicente nació el 10 de agosto de 1881 y estudió latín y humanidades en el Seminario diocesano de Córdoba. En Roma, cursó filosofía y teología y, a su regreso, en 1906, se incorporó al profesorado del seminario, dictando las cátedras latina y retórica hasta el año 1911. A partir de esa fecha, enseñó filosofía durante doce años consecutivos, al cabo de los cuales fue nombrado Vicario Foráneo de La Rioja, cargo que desempeñó durante cuatro años. En 1927, fue nombrado profesor de teología dogmática, cuando lo sorprendió la muerte el 1° de abril de 1930.           Por su parte, Horacio fue Cura y Vicario de Santa Rosa de Río Primero y le sucedió Francisco Ferreira, quién ocupó el cargo de cura y vicario entre 1915 y 1952. Por último, Froilán, como ya hemos adelantado, llegó a ser obispo de la Rioja.

 

Los Ferreira, además, se vincularon matrimonialmente con los Luque, Álvarez, Liendo, López y otras familias tradicionales de Córdoba. En todas esas ramas, hay algún clérigo secular. David Luque, hijo de Hilario Luque y Fortunata Cordero, sobrino y ahijado del Canónigo Cordero, se doctoró en la Universidad de San Carlos y recibió las sagradas órdenes en 1858 sin pasar por el seminario. Tuvo dos sobrinos clérigos seculares: José A Luque, hijo de Pedro Luque y María Jesús Ferreira, y su primo David Luque Ferreira, cuyos padres eran Samuel Luque y Cenobia Ferreira. Ambos fueron destacados clérigos, con sendas carreras eclesiásticas; Norberto López era hijo de María Ferreira; Juan Ramón Varas, hijo de Catalina Ferreira; Ramón Amuchástegui, hijo de Estaurófila Ferreira; Vicente Isidro Álvarez, hijo de Avertiana Ferreira, entre otros.

 

El caso Ferreira, nos permite observar algunas cuestiones interesantes. En primer término, observamos el inmenso capital relacional. Pertenecen, por vínculos matrimoniales y de padrinazgo, al grupo dirigente cordobés. En la familia, destacaron gobernadores, legisladores y hombres de la vida política, social y religiosa de la provincia mediterránea. Don Roque Ferreira, hermano de Aquilino, fue dos veces gobernador de la Provincia[30]. Hombre de transición, sufrió las luchas del ocaso del federalismo y el advenimiento del grupo liberal al poder. Tuvo como ministro a José Mateo Luque. Entre los vástagos clérigos de la familia se distribuyen los cargos eclesiásticos y los curatos de raigambre y tradición ubicados en los departamentos de Río Primero, Río Segundo y Tercero Arriba[31]. Varios miembros estudiaron en el colegio Pío Latinoamericano y en la Universidad Gregoriana de Roma[32].

 

En cuanto a la ocupación de cargos en la curia, cabildo y seminario fueron varios los Ferreira que transitaron por esta vía de la carreara eclesiástica, tal como puede observarse en la última columna de la tabla 5 del anexo.

 

Los Álvarez, relacionados con la familia Ferreira, por lazos matrimoniales y de compadrazgo, también ocuparon el ejecutivo provincial. Juan Antonio Álvarez (1871-1874) y José Manuel Álvarez (1901-1904) fueron gobernadores. Durante la gestión del primero, la provincia inauguró la finalización del ramal del ferrocarril Rosario-Córdoba, se terminaron los trabajos del ferrocarril Central Córdoba, que llegaría hasta Tucumán, se realizó la Exposición Universal, se construyó el observatorio astronómico, el tendido de las líneas telegráficas al interior de la provincia y la instalación del tranvía en la ciudad.

 

La familia contó con clérigos en su seno. Eduardo Álvarez fue Obispo de Córdoba[33]; Luis Álvarez fue alumno del Pío Latinoamericano y de la Universidad Gregoriana entre los años 1883-1889[34], a su regreso, en 1905, fue nombrado rector del Seminario[35]; sus sobrinos Luis y Vicente Isidoro, hijos de Ildebrando Álvarez y Avertiana Ferreira, también ingresaron al estado clerical. Ambos fueron bautizados en la parroquia de Villa del Rosario; el primero no llegó a ordenarse de presbítero, sólo recibió la primera tonsura y cuatro órdenes menores; en cuanto a Vicente, el Rector del Seminario informa que “adolece de una enfermedad del corazón, lo que le imposibilitará para tareas de cura de campaña: perodado su talento y buenas cualidades, sería un excelente profesor del seminario”. Recibió la ordenación sacerdotal el 18/01/1906[36] y el 30 de noviembre del mismo año fue nombrado prefecto de Estudios en el Seminario, Juez eclesiástico en 1918[37], y Secretario de Cámara y Gobierno en 1922[38], llegando a ser Canónigo Teologal del Cabildo Eclesiástico. Por último, Antonio, oriundo también del Curato de Villa del Rosario, recibió la tonsura y cuatro órdenes menores en 1906, estudió en Roma, en el Colegio Pío Latinoamericano, ordenándose de presbítero el 30de octubre de 1911[39], a su regreso se lo destinó como cura y vicario del Curato de Calera[40] y luego pasó a ser cura de San Justo[41], donde permaneció por ocho años.

 

Los Dávila, Cabanillas, Porcel, Moyano, Centeno, Olmos, Rodríguez, Ríos, Ludueña, Argüello y Buteler también tuvieron, entre sus vástagos, clérigos, aunque en menor proporción que los Ferreira.

 

El clero perteneciente a estas familias ocupó funciones de gobierno, obtuvo prebendas del cabildo eclesiástico, cargos en la curia diocesana y en el seminario, y estuvo al frente de los curatos de primer rango, suficientemente congruos, como los de Villa del Rosario, Remedios, Santa Rosa de Río Primero, Bell Ville, San Francisco, Río Cuarto,  y La Vicaria Foránea de la Rioja[42],

 

En segundo término, nos interesa señalar tanto la capacidad de estos grupos familiares para acceder y controlar los altos cargos eclesiásticos, como para reproducirse a lo largo del período.

 

Estos ejemplos dan cuenta de una característica particular de Córdoba, mientras el clero secular porteño deja de tener vástagos de las familias de la elite entre sus filas, en la ciudad mediterránea, éstas siguieron enviando a sus hijos al seminario conciliar, lo que muestra que la carrera eclesiástica seguía siendo una opción prestigiosa.

 

Esta tendencia, nos permite plantear algunas cuestiones que, si bien aún no estamos en condiciones de resolver, quedan abiertas para futuras investigaciones. En este sentido, creemos que es importante marcar la tensión, al interior del clero, entre tradición y modernidad, entre movilidad social y statu quo tradicional.

 

En un período de gran movilidad social, aumento progresivo de población inmigrante, crecimiento económico, expansión cerealera y todo aquello que conlleva la modernización, el alto clero cordobés, ¿limitó el acceso del clero de origen inmigratorio a las estructuras de gobierno y de administración diocesanas? ¿Cuáles eran los intereses que primaban a la hora de asignar cargos y funciones? ¿Fue la iglesia diocesana un espacio de inclusión social del clero inmigrante? o ¿éste se constituyó en una amenaza para el statu quo clerical más tradicional? Responder estas preguntas excede las líneas de este trabajo, pero intentaremos acercarnos a la problemática analizando la distribución del clero en el espacio diocesano.

 

 

La distribución del clero en el espacio diocesano

 

La diócesis de Córdoba, en el período analizado, incluía a la provincia de la Rioja en calidad de Vicaría Foránea, con ocho curatos dependientes[43]. Córdoba modificó, entre 1870 y 1930, sus jurisdicciones civiles y eclesiásticas. En la Constitución provincial de 1870, el número de departamentos era veintidós[44] y en 1888 aumentaron a veinticinco[45], cifra que se mantuvo hasta el final del período analizado. En cuanto a la administración eclesiástica, en 1877 la provincia se dividió en veintiséis curatos[46], en 1891 en treinta y uno[47], en 1903 en cuarenta y tres[48], y en 1927 en setenta y ocho. El aumento de jurisdicciones eclesiásticas acompañó el avance de la frontera y el proceso de colonización.

 

La provincia de Córdoba está atravesada, de norte a sur, por dos cordones serranos. Tradicionalmente, se ha dividido en cuatro grandes espacios regionales[49]: el norte[50], el oeste[51], el centro[52], el este[53] y el sur[54]. Cada uno de estos territorios incluía varios curatos, los de primera clase, por su población e ingresos, eran los de la ciudad y los de la región del centro. A medida que avanzamos en el período, comenzarán a adquirir mayor relevancia los curatos del este provincial, pues, con el aporte de la inmigración europea, estos departamentos alcanzaron mayor índice de crecimiento, mientras las zonas serranas decrecieron. La consolidación de la economía capitalista agro-exportadora, centrada en la explotación de la pampa húmeda, modificó la organización territorial de la provincia. La pérdida de importancia del ganado mular, parte significativa de la economía de la región y el avance del ferrocarril en las nuevas zonas productivas, contribuyeron a este decrecimiento.

 

Para analizar la distribución del clero en el espacio, tomaremos dos regiones contrapuestas, la del este/sur y la del norte.

 

Como ya hemos dicho, la región del norte, prácticamente, no experimentó el proceso inmigratorio. Las fundaciones de los curatos son de antigua data y el clero nativo tuvo una fuerte presencia. Componen esta región los curatos de Tulumba, Sobremonte, Río Seco, Quilino, Ischilín y Totoral. El curato de Tulumba, que limita con la provincia de Santiago del Estero, es uno de los más antiguos, fue erigido en 1749. Tuvo cuatro párrocos a lo largo del período analizado: Evaristo López Arcante, español; Andrés García Colmena, español ordenado en el seminario diocesano; y los Dávila, Inocencio, quien rigió el curato por diez años, y José María, su sobrino, cuyo ministerio se extendió de 1908 a 1956, continuando en el ejercicio del ministerio su sobrino de nombre Moisés.

 

El curato de Totoral fue desmembrado de Tulumba en 1858 y estuvo regido, a lo largo del período, por párrocos cordobeses, destacándose Domingo Luque durante once años, Samuel Bustos por dieciséis años, y Moisés García también por once años.

 

En el curato de San Francisco del Chañar, departamento de Sobremonte, trece fueron los curas y vicarios cordobeses y cuatro extranjeros, dos españoles y dos italianos. Finalmente, el curato de Río Seco tuvo una proporcionalidad equitativa entre criollos y extranjeros. Sin embargo, cabe señalar que la permanencia en el cargo fue relativamente baja, diez párrocos tuvieron una gestión menor a dos años; cuatro, entre tres y cinco años; y dos, entre nueve y diez años.

 

La presencia y permanencia en el cargo de párrocos, en su mayoría argentinos y en menor media españoles, responde, en primer lugar, a que muchas familias tradicionales de Córdoba tenían sus intereses económicos y propiedades en estos departamentos. Por ello, con frecuencia, el cura párroco asignado era un miembro de dichas familias. Es el caso, por ejemplo, de Samuel Bustos, vástago de una familia afincada en Totoral, hijo de José Bustos y Anastasia Ramallo. Fue uno de los pocos clérigos que se ordenaron a título de patrimonio[55]. Rigió el curato por dieciséis años. Lo mismo puede decirse de Pedro Montenegro, hijo de Eleodoro y de Eduviges Olmos, quien estuvo como cura y vicario cerca de ocho años. El hermano de Pedro, don Lutgardis Montenegro se casó con Catalina Argañarás, hija de Antolín, uno de los grandes propietarios de la zona[56].

 

Aún no hemos podido analizar los curatos del oeste provincial; algunos indicios, nos hacen suponer que se presenta la misma situación.

 

Esta realidad conlleva la estructuración de una densa red de relaciones, en la que el cura se convierte en un actor central de la sociedad; mediador entre la autoridad civil y la población, y entre los propios vecinos. Juan Segundo Luque, cura de Sobremonte entre 1923 y 1927, ante las reiteradas denuncias de los vecinos relativas al mal desempeño de las autoridades civiles, asume el rol de representante de esa comunidad. Advierte a la curia que las autoridades fomentan y amparan vicios como el juego, la borrachera y la inmoralidad.

 

Por ello he roto toda relación con el Gefe Político autor y conservador de tal estado de cosas, guardando únicamente aquella relación fría e indiferente que uniforman las reglas de la buena crianza. Con tal actitud se le ha restado a la autoridad todo valor y prestigio moral, sirviendo al mismo tiempo mi conducta para dividir  lo bueno de lo malo. El estado de cosas creadas es de íntima satisfacción para el párroco[57].

 

Un año después, vuelve a advertir que las autoridades son el peor azote de la región y que casi todos los empleados policiales fomentan y practican el juego y la bebida. En ese sentido, señala que

 

se hicieron peticiones veladas para conseguir que el gobierno los cambiara y sin embargo las confirmó a todas. El párroco hizo publicaciones en el diario Los Principios contra las autoridades, previo acuerdo con la dirección, de publicarlas por cuenta y riesgo del diario, según práctica periodística para influir ante el gobierno. El párroco quedó satisfecho porque se consiguió detener el bandolerismo y el robo[58].

 

Las regiones este y sur fueron incorporadas con la campaña al desierto y, durante el período que abarca este trabajo, se desarrolló el proceso de poblamiento. La corriente inmigratoria ocupó las extensas tierras de pastaje y de tránsito que, en el este de la provincia, habían contado, hasta entonces, con la menor densidad de habitantes. La población de la provincia- que para 1840 se calculaba en 102.000 habitantes- alcanzó, en 1895, 430.000 y en 1914 735.472 habitantes. El número de estas colonias ascendió de cinco en 1877 a 268 en 1902, con un predominio del 75% de italianos[59]. Los inmigrantes se radicaron en las colonias, mayoritariamente, como arrendatarios o propietarios de considerables extensiones, dedicados a la explotación agrícola.

 

Este rápido movimiento poblacional presionó sobre las estructuras administrativas eclesiásticas. El número del clero cordobés no era suficiente para satisfacer las necesidades espirituales de una diócesis cuya población crecía a ritmos acelerados. ¿Cómo fue la distribución del clero secular en esos espacios? Para acercarnos al tema, hemos identificado la cantidad, permanencia y procedencia de los párrocos en cada curato (en la categoría párrocos, hemos incluido a los Curas y Vicarios- propios e interinos-, Excusadores y Administradores), quedará para más adelante el análisis de los ayudantes, tenientes y capellanes.

 

Esta región creció considerablemente. De tres curatos que tenía en 1877, Morteros, Bell Ville y Río Cuarto, pasó a veintinueve en 1927. Encontramos a 29 curas párrocos argentinos, del clero secular, y 43 extranjeros, de los cuales 10 estudiaron en el seminario conciliar y se ordenaron en Córdoba, y 33 fueron curas inmigrantes (Tabla 4).

 

Tabla N° 4: Párrocos de los curatos del este y sur entre 1877-1927

Deptos.

 

Sup. en Km2

Censo de 1914

Curatos

Creación

Párrocos regulares

Párrocos seculares

(cura y vicario, excusador y administrador)

Diocesanos

Extradiocesanos

Args.

Extranjeros (alumnos Seminario)

Extranjeros Inmigrantes europeos

No consta

San justo

14.380

62.229

San Justo/V. Concepción

21/08/1860

1

15

2

19

1

S. Francisco

10/08/1892

Morteros

10/08/1892

Arroyito

13/02/1902

Porteña

17/12/1910

Las Varillas

20/07/1912

Vignaud

27/10/1921

Balnearia

4/12/1923

Etruria

15/09/923

San Bartolomé

16/02/1925

Sacanta

17/02/1925

Devoto

04/03/1925

 

Unión

13.805,87

55.363

Bell Ville

16/01/1860

0

5

1

6

2

Canals/Arias

27/06/1902

S. Antonio Litin

11/12/1917

Ballesteros

11/12/1917

Marcos Juárez

10.350

50.695

Marcos Juárez

10/10/1893

 

3

5

7

4

0

Cruz Alta

28/09/1895

Leones

03/06/1913

 

Isla Verde

02/06/1913

C. Aldao

17/12/1915

Surgentes

08/06/1926

 

J.Celman

23.460

35.192

General Cabrera

14/08/1910

0

 

1

 

0

 

3

0

La Carlota

8/09/1892

 

R. Cuarto

18.687

64.850

Río Cuarto

10/07/1749

Convento

Franciscano

 

 

3

0

1

0

Sampacho

1902

S. José /Gigena

1913

Moldes

1924

Gral. Roca

14.133

26.174

Laboulaye

26/07/1901

Cañada  Verde

14/08/1909

 

 

 

 

 

 

4

29

10

33

3

 

En las cabeceras de los departamentos y curatos más antiguos, el obispo ubicó a curas argentinos, tal el caso de Villa Concepción del Tío (San Justo), Bell Ville (Unión), donde, prácticamente, todos los curas vicarios fueron cordobeses, salvo dos españoles, Doroteo García de la Serna, a cargo del curato de Bell Ville entre 1876 y 1879, y Severiano Coronado en Villa Concepción del Tío, como cura excusador, entre 1915 y 1920. En tanto, el curato de Río Cuarto estuvo a cargo, hasta 1900, del convento franciscano de Propaganda Fide. A partir de esa fecha, pasó al clero diocesano y lo sirvieron curas cordobeses. En los curatos de creación más reciente, se desempeñaron, por lo general, curas inmigrantes, de origen italiano.

 

En cuanto a los curatos del centro, ya hemos señalado que la familia Ferreira monopolizó, en gran medida, los cargos de cura y vicario en la Villa del Rosario, Río Primero, Río Segundo y Tercero Arriba.

 

 

Consideraciones finales

 

La necesidad de clero y la dificultad de hallar sacerdotes medianamente aptos para el ejercicio del ministerio parroquial, generó la práctica de proveer los curatos sin recurrir a los concursos, tal como lo establecía el Concilio de Trento. Los nombramientos eran interinos, amovibles ad mutum. Esto significaba que la mayoría de las parroquias era provista por el prelado, lo que garantizaba la posibilidad de remover fácilmente el cargo. El clero de origen extranjero, ordenado en la diócesis de Córdoba, estuvo destinado, primordialmente, a las parroquias de campaña, origen inmigratorio, tal era la necesidad de clero que las autoridades diocesanas permitieron ordenaciones de candidatos que, por los informes contenidos en los expedientes de órdenes, eran piadosos y cumplían con la disciplina del colegio, más no siempre los resultados académicos eran óptimos. Este dato podría estar dando cuenta de un cambio en el perfil clerical, en el que se privilegia la vida de piedad a la formación académica.

 

El análisis de estas fuentes, nos ha permitido establecer algunas consideraciones generales (y aún provisorias). En primer lugar, nos interesa destacar que la carrera eclesiástica, a diferencia de la diócesis de Buenos Aires, continuó siendo una opción para las familias de la alta sociedad cordobesa. Hay grupos familiares que tienen miembros en el clero por más sesenta años. Los ejemplos más significativos los encontramos entre los Ferreira, Luque, Álvarez, etc. Sus miembros clérigos ocuparon puestos en el gobierno, en la administración eclesiástica, en el seminario diocesano y desempeñaron su ministerio en los curatos de más antigua data, ocupando los cargos por extensos períodos y sucediéndose de tíos a sobrinos. Los vínculos familiares siguieron teniendo un peso significativo en las carreras eclesiásticas del clero nativo. En este grupo, se encuentran aquellos clérigos que estudiaron en el Colegio Pío Latinoamericano y la Universidad Gregoriana, recibiendo la ordenación en Roma.

 

 

Ingresó: 10 de octubre de 2013

Aceptado: 20 de diciembre de 2013

 

Orígenes sociales, trayectorias individuales y vínculos relacionales del clero secular cordobés (1877-1927)

 

Resumen

 

En este trabajo, se presenta una aproximación al clero secular de la diócesis de Córdoba. Se analizan sus orígenes sociales, su composición y organización, sus mutaciones y recomposiciones a lo largo de un período en el que la provincia experimentó profundos cambios políticos, sociales y económicos.Se aborda al clero secular como un microcosmos social, un lugar donde desembocan individuos procedentes de muy diversos mundos sociales. Individuos que, unidos por el común denominador de su función: “ministros de lo sagrado”, se estructuran y se sitúan en su interior. Se intenta percibir cómo se establecían las diferencias sociales en el seno del grupo. Cómo se pensaba la “diferencia” entre nativos y extranjeros, más allá de la nacionalidad, sí cómo “separación” entre iguales o, en función de una estructuración interna, -de autoridad, integración, dominación o dependencia-, al estilo de una sociedad que mantenía patrones de antiguo régimen. La” diferencia”, naturalmente, se traducirá en acciones concretas.

 

Palabras claves: Córdoba, Clero secular, Grupo social, Composición, organización, estructuración.

 

Milagros Gallardo

 

Social origins, individual paths and relationships of the Córdoba secular clergy (1877-1927)

 

 

Abstract

 

In this paper, an approach to the secular clergy of the diocese of Córdoba is presented. We analyze its social origins, composition and organization, its changes and rearrangements during a period when the Province experienced profound political, social and economic transformations. The secular clergy is considered as a social microcosm, a place where individuals from very different social worlds meet together. Individuals, who unite by the common denominator of their function: "ministers of the sacred", are structured and placed themselves into it. This work tries to see how social differences within the group were established. How the 'difference' between natives and foreigners was thought, beyond nationality, whether, "separation" among equals or, in terms of an internal structure – of authority, integration, domination and dependence- in the style of a society that kept patterns from the old regime. The "difference" will naturally result in definite actions.

 

Keywords: Cordoba, Secular clergy, Social group, Composition, Organization, Structure.

 

Milagros Gallardo

 



* Una primera versión de este trabajo fue presentada en el III Congreso de la Red Marc Bloch, Jujuy 2010. Agradezco los comentarios  y sugerencias del Dr. Michel Bertrand.

** Esta investigación forma parte del Proyecto Redes, poder y territorialidad en la Historia argentina de los siglos XVIII-XX. (PIP CONICET). Dirigido por la Dra. Andrea Reguera.

[1] Ferrero Roberto, La colonización agraria de Córdoba, Junta Provincial de Historia de Córdoba, Córdoba, 1878.

[2] Viel Moreira Luiz Felipe, “Los caminos del ‘progreso’ en la provincia de Córdoba”, en Diálogos, Revista do Departamento de Historia-Universidade Estadual de Maringá, Vol. 5, 2003.

[3] Ejemplos de ello, son Juan M. Garro, Pedro C. Molina, Agustín San Millán, Temístocles Castellanos, José María Vélez, Nemesio González, Félix Olmedo, Deodoro Roca, Agustín Garzón, Manuel E. Río, entre otros.

[4] Burke, Peter, Venecia y Amsterdam, Gedisa, Cap. 1, 1996, pp. 3-41; Bertrand, Michel, “Historia social y análisis micro histórico”, en Cuadernos digitales, Publicación Electrónica en Historia, Archivística y Estudios Sociales, Vol. 6, Nº 17, Universidad de Costa Rica, Escuela de Historia, 2002; Cerutti, Simona, “La construction des catégories sociales”, en J. Boutier y D. Juliá (dirs.), Passés recomposés. Champs et chantiers de l’histoire, Autrement, París, 1995, pp. 224-235; Guerra, François-Xavier, “El análisis de los grupos sociales: balance historiográfico y debate crítico”, en Anuario IEHS, Tandil, N° 15, 2000, pp. 117-122; Moreyra, Beatriz ,“Renovación y tradición en los estudios sobre grupos sociales en la historiografía social cordobesa (Argentina)”, en Revista Dialogos, N° 7, Maringá, 2002; Remedi, Fernando, “Los grupos sociales en la historiografía social argentina, décadas 1980-1990. Un recorrido por las revistas de historia”, en B. Moreyra y S. Mallo (coords.), Pensar y construir los grupos sociales, CEH Segreti, Córdoba, 2009, pp. 35-92; Reguera, Andrea, “Enfoques dominantes en el análisis social de la historia latinoamericana ¿Una historia de la burguesía, de las elites o de los grupos dominantes?, en Interpretaciones. Revista de Historiografía Argentina, Nº 2. 2007.

[5] Guerra, François-Xavier, “El renacer de la historia política: razones y propuestas”, en A. Gallego (dir.), New History, Nouvelle Histoire: Hacia una nueva historia, Madrid, Actas, 1993, p. 241.

[6] Reguera, Andrea, 2007, ob.cit.

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[10] Bertrand, Michel, 2002, ob.cit.

[11] Moreyra, Beatriz, “Renovación y tradición en los estudios sobre grupos sociales en la historiografía social cordobesa (Argentina)”, en Revista Diálogos, Vol. 7, Brasil, 2003.

[12] Agulla, Juan Carlos, Eclipse de una aristocracia. Una investigación sobre las elites dirigentes de la ciudad de Córdoba, Ediciones Libera, Córdoba, 1968, pp. 12 y 28.

[13] Ayrolo, Valentina, Funcionarios de Dios y de la República. Clero y política en la experiencia de las autonomías provinciales, Biblos, Buenos Aires, 2007, p. 119.

[14] Ayrolo, Valentina, 2007, ob.cit, pp. 193-196.

[15] Ayrolo, Valentina, 2007, ob.cit, p. 117.

[16] Roitenburd, Silvia, Nacionalismo Católico Cordobés (1862-1943). Educación en los dogmas para un proyecto global restrictivo, Ferreira Editor, Córdoba, 2000; “Católicos: entre la política y la fe (1862-1890)”, en G. Vidal, y P. Vagliente (comps.), Por la Señal de la Cruz. Estudios sobre Iglesia Católica y Sociedad en Córdoba, Ss. XVII-XX, Ferreira Editor, Córdoba, 2001, pp. 141-164; Vidal. Gardenia, “El avance del poder clerical y el conservadurismo político en Córdoba durante la década del 20”, [en línea] http://lasa.international.pitt.edu/Papers.PDF, 2000. [Consulta: 10/10/2013]; Moyano, Javier, “Clericales y liberales en la política cordobesa entre 1880 y 1930 ¿Polarización permanente o fracturas coyunturales?, en Estudios Sociales, Nº 32, Universidad Nacional del Litoral, 2007, pp. 71-93.

[17] Archivo del Arzobispado de Córdoba (AAC), Sínodo Diocesano celebrado en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, p. 80.

[18] Sobre el clero inmigrante, puede consultarse Gallardo, Milagros, “El clero secular inmigrante en el cambio de siglos. Políticas y representaciones eclesiásticas (Córdoba, 1875-1925)", en Revista METIShistória&cultura, Vol. 9, N° 17, jan./jun. 2010, pp. 97-115.

[19] AAC, Leg. 24, T. VIII, 1860-1870.

[20] ACC, Leg. 24, T. XII, 1901-1909.

[21] AAC, Leg. 24, T. XI, 1890-1894.

[22] Archivo Secreto Vaticano (ASV), Nunziatura Argentina, Antonio Sabatucci 1900-1906, Libro 9, Fs. 172.

[23] AAC, Leg. 24, T. XII, 1901-1909.

[24] AAA, Leg. 24, T. X, 1883-1889.

[25] AAA, Leg. 24, T. X, 1883-1889.

[26] AAC, Libro de Títulos 1854-1904, Fs. 109 y Libro de Títulos 1905-1927, Fs. 22.

[27] AAC, Leg. 24, T. XIII, 1901-1909.

[28] Nos referimos a Carlos Echenique; Abel Bazán y Bustos; Froilán Ferreira Reinafé; Audino Rodríguez Olmos.

[29] El apellido aparece en los documentos tanto con i latina como con y griega. Una misma persona es nominada de una u otra manera, incluso el mismo interesado escribe su nombre de una u otra forma. Por lo tanto, como criterio, hemos optado por la i latina.

[30] Gobernador Delegado de Córdoba de 1854 al 26/02/1855; Gobernador en propiedad desde el 27/06/1855 a 1858; por dimisión de Benigno Ocampo en 1863, asumió el mando interino de la provincia permaneciendo hasta el 20/03/1864, fecha en que fue electo en propiedad  por otro período.

[31] A modo de ejemplo, presentamos algunos de los curatos regenteados por los Ferreira. En el curato de Villa del Rosario entre sus párrocos encontramos a Felipe Ferreira (1812-1815); Aquilino Ferreira (1855-1885); Narciso González Ferreira (coadjutor en 1881); José Anselmo Luque Ferreira (1885-1888) y Lindor Ferreira (1888-1932). En cuanto al curato de Capilla Rodríguez, departamento de Tercero Arriba, tuvo como curas vicarios a Máximo Ferreira (1837-1845); Dolores Ferreira (1858-1873). El curato de Santa Rosa de Río Primero estuvo a cargo de Francisco Ferreira (1900-1915) y de Horacio Ferreira (1915-1952). En cuanto al curato de Chalacea, en el departamento de Río Primero, fueron curas vicarios, Avelino Ferreira (1902-1905); Gil Ferreira (1905-1909) y Ramón Amuchástegui Ferreira (1909-1931).

[32] Recibieron las Ordenes Sagradas en Roma: David Luque Ferreira (12/12/1891); Vicente Ferreira (29/10/1905); Froilán Ferreira (26/09/1907); Antonio Álvarez Ferreira (28/10/1911); y Horacio Ferreira (28/10/1911).

[33] Se graduó de Doctor en la Universidad de San Carlos. Recibió el presbiterado en 1829. Fue ordenado obispo de Córdoba  y tomó posesión de la diócesis el 7 de julio de 1876. Dos años después, emprendió la visita Pastoral  a La Rioja, donde falleció. Cutolo, Diccionario Biográfico, y Compagny, Francisco, El Vicario Clara, p. 34.

[34] Dellaferrera, Nelson, “La actividad del provisor en Córdoba: un ejemplo de las postrimerías del siglo XIX (1881-1883)”, en Cuadernos de Historia, Nº 15, Instituto de Historia del Derecho y de las Ideas Políticas, Roberto Peña, Córdoba, 2005, p. 45.

[35] AAC, Libro de Órdenes, Fs. 20.

[36] AAC, Libro de Órdenes 1876-1926, Fs. 73. También, Libro Títulos del clero, Fs. 158.

[37] AAC, Libro Títulos del clero, Fs. 37.

[38] AAC, Libro Títulos del clero, Fs. 41. También, Libro Decretos y Edictos 1920-1925, Fs. 27.

[39] AAC, Libro de Órdenes, Fs. 81.

[40] AAC, Libro Títulos del clero, Fs. 29.

[41] AAC, Libro Títulos del clero, Fs. 41.

[42] En 1883, solamente las dos parroquias de la ciudad (Catedral y El Pilar) y cuatro de la campaña fueron considerados beneficios y se proveyeron mediante concurso. AAC, Copiador de cartas, Secretaría del Obispado 1882-1902, Fs. 40. En 1906, el Obispo Bustos decretó la designación de ocho nuevos beneficios, dos sillas del coro capitular, la Vicaría de La Rioja y los curatos de primer rango: Río Cuarto, Bell Ville, San Francisco, Villa del Rosario y Villa María. AAC, Legajo 2, Cabildo Eclesiástico de Córdoba, T. II, Fs. 333.

[43] En 1903, la Vicaría de La Rioja comprendía los curatos de Famatina, Chilecito, Castro Barros, Tama, Olta, San Blas de los Sauces, Ullapes, Vinchina y Guandacol. AAC, Leg. N° 1 Catedral, Expte. Nº 85, Fs. 439-443; también, AAC, Zenón Bustos Obispo, Caja Nº 3.

[44] Ciudad, Anejos Norte, Anejos Sud, Ischilín, Tulumba, Sobremonte, Río Seco, Río Segundo, Tercero Arriba, Tercero Abajo, Unión, Calamuchita, Río Cuarto, Río Primero, San Justo, San Javier, San Alberto, Pocho, Minas, Cruz del Eje y Totoral. Terzeaga, Alfredo, Geografía de Córdoba, Editorial Assandri, Córdoba, 1963, p. 171.

[45] Se crearon  los departamentos de Juárez Celman, Gral. Roca y Marcos Juárez.

[46] Bruno, Cayetano, Historia de la Iglesia Argentina, Tomo XI, Segunda Parte: Las diócesis de las provincias interiores, Editorial Don Bosco, Buenos Aires, 1972, p. 149.

[47] Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC), Gobierno, 1891, T. 9, s/f.

[48] AAC, Leg.1, Catedral, Exp. Nº 85, Fs. 439-443.

[49] Hemos optado por seguir el criterio de Río y Achával para agrupar y clasificar los departamentos, incluyendo a Punilla y Anejos en la región del oeste y Totoral en la región del norte. Por nuestra parte, ubicamos los departamentos de Tercero Arriba y Tercero Abajo en la región del este, debido al poblamiento y al comportamiento económico.

[50] Comprendidos en los departamentos de Sobremonte, Río Seco, Tulumba, Ischilín y Totoral.

[51] Comprendidos en los departamentos de Cruz del Eje, San Carlos Minas, Pocho, San Alberto, San Javier e incluimos los de Punilla y Santa María.

[52] Comprenden  los departamentos de Colón, Río Primero, Río Segundo y Tercero Arriba.

[53] Comprenden los departamentos de  Tercero Abajo, San Justo, Marcos Juárez y Unión.

[54] Comprenden los departamentos de Río Cuarto, Juárez Celman y General Roca.

[55] AAC, Legajo 24, T. IX, 1873-1880.

[56] Argañarás, Prudencio Bustos, “Ramas cordobesas de los Argañarás y Murguía”. [en línea] www.raicesyalasdecordoba.8m.com/arganaras/ARGANARAS.htm. [Consulta: 10/10/2013].

[57] AAC, Parroquias: Sobremonte, En la respuesta al cuestionario de la visita canónica de 1926, Fs. 1909 y ss. 31/12/1925.

[58] AAC, Parroquias: Sobremonte, Fs. 232, 09/11/1926.

[59] Terzaga, Alfredo, Geografía de Córdoba, Assandri, Córdoba, 1963, p. 101.