LETRADOS & PENSADORES. EL PERFILAMIENTO DEL INTELECTUAL HISPANOAMERICANO EN EL SIGLO XIX

 

 

Tulio HalperinDonghi,

Emecé, 2013, 581 páginas.

 

 

El último libro de Tulio HalperinDonghi es un aporte significativo a la comprensión del proceso de formación de la figura del intelectual, así como del contexto histórico particular del siglo XIX en Hispanoamérica. Cada capítulo de este libro rescata una figura letrada de relevancia y es analizada en su contexto espacial y temporal. Si bien el autor logra trazar en el derrotero del texto los posicionamientos ideológicos de estos personajes, el perfil de ellos se centra, en gran medida, en la reconstrucción de sus orígenes familiares y sociales, sus contextos de sociabilidad y sus trayectorias educativas y políticas. Los textos autobiográficos son la fuente principal mediante la cual el autor da cuenta del destino que cada una de estas figuras letradas pretendía para sí, y de los medios que se valieron para intentar conseguirlo. Cabe destacar que estos textos no funcionan como fuentes de datos biográficos, sino como “testimonios del modo en que esos autores concibieron su inserción específica en las sociedades en las que actuaron[1]. Esta cita proviene de un texto anterior en que el historiador ya empezaba a delinear varias de las preocupaciones que recorren este nuevo libro.

 

En un sentido global, podríamos decir que el libro en cuestión da cuenta de una metamorfosis de la que fue testigo el siglo XIX: la figura del letrado colonial se transformaría paulatinamente en la del intelectual moderno. Tal como señala HalperinDonghi en el Epílogo, las elites letradas coloniales ocupaban un lugar precisamente demarcado y convivían con criterios comunes que legitimaban esa posición. La Iglesia, el poder político y la Universidad se integraban de manera armoniosa y respaldaban la figura del letrado. El monopolio de la palabra escrita e impresa era una garantía del lugar central que la sociedad guardaba para ellos. Asimismo, el clero era el lugar por excelencia de donde surgían los “expertos en el manejo de los recursos simbólicos” en Hispanoamérica desde inicios de la conquista[2]. Sin embargo, con el correr del siglo XIX, el campo de las letras se diversificaría y el “reclutamiento” de estos expertos ya no era exclusividad del clero. La sociedad ya no iba a tener tan en claro cuál era el lugar que les cabía a esos personajes que manejaban conocimientos cultos, idiomas y el arte de escribir; podían ser figuras públicas, periodistas, abogados, educadores, soldados, literatos, poetas, etc.; y además, podían desarrollar sus ideas-por fuera de los espacios de la Iglesia y el Estado- en institutos públicos de enseñanza, gabinetes de lectura, periódicos, tertulias de los cafés, sociedades literarias o científicas, etc.[3]. Una de las hipótesis que recorre el texto de HalperinDonghies que el derrumbe del orden colonial generó el vaciamiento de un lugar central que impidió que muchos de estos hombres letrados recibieran el reconocimiento que creían merecer. En ese sentido, el hilo conductor en muchos casos es el fracaso y la decepción y la necesidad de, mediante un testimonio autobiográfico, reivindicarse a sí mismos. Si bien es posible rastrear estas líneas de continuidad en el libro, a continuación presentaremos algunos argumentos principales relativos a cada capítulo.

 

El primer capítulo, dedicado al Fray Servando Teresa de Mier, muestra la trayectoria de un letrado que provenía de una eminente familia e inició una carrera eclesiástica en el contexto colonial. Luego de su ingreso al convento dominicano demostraría sus dotes intelectuales y los acreditaría estudiando en la Universidad de México. El lugar preeminente que, todo indicaba, estaba destinado a ocupar se vio obstaculizado por el rechazo que recibió el sermón que dio en 1794 cuestionando la visión tradicional en torno a la aparición de la Virgen de Guadalupe, lo cual lo llevó a ser desterrado y perseguido por la Inquisición. El fuerte fracaso que significó este rechazo lo constriñó a una vida marcada por el deseo de reivindicación, y su texto autobiográfico es testimonio de un Antiguo Régimen en declinación. Para HalperinDonghi, es posible caracterizar esta trayectoria de vida como precursora de la metamorfosis de la que se ocupa el libro.

 

La vida del Deán Gregorio Funes también estuvo marcada por dos etapas en transición. Su carrera de letrado había despegado en la sociedad tardío colonial cordobesa en el marco de una familia ilustre ligada a la Comunidad de Jesús. La expulsión de esta de Hispanoamérica a sus 15 años desestructuró el lugar privilegiado y la estructura de influencias de su familia. Su carrera eclesiástica sufrió un estancamiento, pero los cambios políticos que estaban cuestionando el lugar de la monarquía católica favorecieron a Funes. El nuevo contexto revolucionario daría comienzo a su vida pública, a pesar de que buscaba presentarse como sabio y literato y mantener cierta distancia de las disputas políticas. Este ideal sería imposible de alcanzar ya que la motivación de su práctica y sus textos nunca fueron la búsqueda de la verdad y el conocimiento y la curiosidad intelectual, sino más bien objetivos prácticos vinculados a la necesidad de posicionarse en un contexto en transición. Esta habilidad que había tenido el Deán Funes de combinar la cautela en sus posicionamientos con la falta de ella, en ciertos momentos, le permitieron mantenerse como figura pública a pesar de las transformaciones sociales y políticas. Las cuales serían cada vez más definitivas para los letrados. Para mediados del siglo XIX y expresado en la figura de Sarmiento en el libro de HalperinDonghi, un nuevo tipo de intelectual vinculado con el liberalismo reemplazaría cada vez más la figura del letrado colonial.

 

El autor encuentra en Recuerdos de Provincia el testimonio autobiográfico que le permite reconstruir-en el capítulo III- la imagen que Domingo Faustino Sarmiento quería dejar sobre sí mismo. Por un lado, un sesgo nostálgico y acrítico aparece en el retrato de su San Juan natal y del legado de su familia presentada como prestigiosa y preeminente en la sociedad colonial. Por otro, el futuro y el rol que Sarmiento se cree destinado a ocupar, son ordenadores de sus recuerdos del pasado y de su imagen del presente. Los roles de educador y escritor que cumpliría activamente son para Sarmiento medios de acción política y de transformación de la sociedad. Su ambición personal se combinaba con un fuerte sentido de una misión redentora que permitiría “depurar los aspectos sombríos” de dos órdenes incompletos que tenía como legado: el colonial y el revolucionario, y así construir la nación. Su carrera política y sus dotes de escritor y educador fueron reconocidos, no obstante, el final de su vida lo encontraría ocupando un lugar marginal en la vida pública. Si bien el capítulo tiene muchos niveles de discusión, podemos decir que mayormente versa sobre la idea de que Sarmiento escribe sus Recuerdos de provincia mirando al futuro y proyectando su lugar y destino allí, mientras que el resto de los testimonios autobiográficos suelen ofrecer una mirada retrospectiva.

 

José María Samper fue un representante del liberalismo hispanoamericano y es Historia de un alma el texto autobiográfico que HalperinDonghi analiza en profundidad en el capítulo IV. Allí da cuenta del ilustre linaje de origen que Samper está preocupado por reivindicar mientras se presenta como defensor de un proyecto liberal. El deseo de ser el redentor de una sociedad republicana en construcción se vería frustrado por la “angustiosa precariedad” inaugurada por el derrumbe del antiguo régimen. El dominio de la escritura y la mayor profesionalización de su rol como periodista fue en un principio un medio para alcanzar la gloria, pero-mientras se hacía evidente que la figura de redentor “apenas secularizado” era incompatible con la vida política presente- se transformaría en su medio de vida y subsistencia. La decepción de un destino que creía para sí y la falta de identificación con ese nuevo mundo de ideas que estaba en construcción, lo llevarían a buscar la legitimidad de su posición en su legado familiar. En un aspecto podríamos vincular el derrotero trazado con respecto a Samper con el de Juan Bautista Alberdi. El capítulo V está dedicado a analizarlo y HalperinDonghi allí también resalta la reivindicación de Alberdi de un origen familiar eminente, cuyos privilegios provenían del orden colonial, y le garantizaron una infancia en constante contacto con el poder. Sin embargo, para Alberdi, esta reivindicación de su origen familiar no era incompatible con la defensa del orden republicano y con el rol de constructor de una nación con forma institucional que pretendió para sí.

 

En el capítulo sexto nos encontramos con la figura de Guillermo Prieto y su texto Memorias de mistiempos escrito en 1886. Resulta interesante cómo, si bien al final de su vida fue reconocido como el gran poeta nacional mexicano, su vida relatada en sus Memorias destaca un hecho de su historia personal que puso fin a una infancia de un niño privilegiado de las elites mexicanas y resultó un obstáculo inicial que dejaría sus marcas. Lo interesante aquí es cómo HalperinDonghi reconoce los trazos que esta trayectoria inicial dejarían en Prieto. Su relación con las masas no sería de temor y a lo largo de su vida terminaría siendo un vocero del liberalismo y un mediador e intérprete entre las elites y las masas. Pero no sólo eso, su legado será reconocido como un gran poeta nacional que aportó, mediante la literatura, a dotar de un pasado a la nación mexicana y de crear la Epopeya Nacional.

 

El último capítulo está dedicado al chileno José Victorino Lastarria quien, mediante sus Recuerdos literarios (1878), buscó reivindicar el lugar que ocupó en el progreso intelectual de Chile, el cual consideraba escasamente reconocido. En ese texto autobiográfico se propone demostrar su legado en el mundo literario, dejando de lado el aspecto político, a pesar de haber tenido una larga y profusa carrera parlamentaria. Si bien recibió importantes homenajestras su muerte, su legado no dejaría de convivir con fuertes reticencias hacia su figura como guía intelectual.

 

En la primera página del Epílogo nos encontramos con algunas palabras que reflejan los sentimientos que parecen subyacer a los testimonios autobiográficos: amargura, melancolía, decepción, marginación. Estas resumen brevemente uno de los argumentos principales de este libro: la nueva sociedad que nacía luego de la caída del Antiguo régimen no guardaría para estos hombres que dominaban el mundo de las ideas el lugar de “legislador universal” que esperaban encarnar. Estos pensadores, elites culturales, intelectuales buscaron llevar adelante sus carreras y librar su batalla de ideas en un campo en creciente diferenciación y complejización. El breve análisis que HalperinDonghi le dedica a Rubén Darío en el Epílogo muestra cómo el poeta también sufrió las dificultades de una actividad intelectual cada vez más diversificada y multiplicada en exigencias. Consideramos que el aporte fundamental de este libro reside en mostrar claramente un “permanente conflicto entre lo nuevo y lo viejo” en un campo que reúne la producción de bienes simbólicos, pero que no puede ser nítidamente distinguido en un contexto de transición propio del siglo XIX. Los procesos históricos no son lineales ni continuos y los relatos autobiográficos de estos hombres de letras muestran como sus vidas y trayectorias son relevantes para aproximarse a un perfil de las elites del siglo XIX en su conjunto y del convulsionado proceso de construcción y consolidación de los Estados-nación latinoamericanos.

 

 

Laura Celina Vacca

IDAES-UNSAM/CONICET

celinavacca@yahoo.com.ar

 



[1]HalperinDonghi, Tulio, “Intelectuales, sociedad y vida pública en Hispanoamérica a través de la literatura autobiográfica”, en El espejo de la historia, Sudamericana, Buenos Aires, 1987, p. 53.

[2]Myers, Jorge, “Los intelectuales latinoamericanos desde la colonia a los inicios del siglo XX”, en Carlos Altamirano (dir.),Historia de los intelectuales en América Latina,Vol 1, Katz, Buenos Aires, 2008, p. 30.

[3]Lampériѐre, Annick, “Los hombres de letras hispanoamericanos”, en Altamirano, Carlos (dir.),Historia de los intelectuales en América Latina,Vol 1,Katz, Buenos Aires, 2008, pp.242-267.