Revista Andes, Antropología
e Historia
Vol. 1, Nº 32, Enero -
Junio de 2021
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obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC
BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
DEL POBLAMIENTO PREHISPÁNICO AL
MODELO TERRITORIAL INDUSTRIAL EN SAN
PABLO, TUCUMÁN
FROM THE PREHISPANIC
POPULATION TO THE INDUSTRIAL TERRITORIAL MODEL IN SAN PABLO, TUCUMÁN
María Soledad Gianfrancisco
Instituto
Superior de Estudios Sociales (ISES)
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Argentina
solegianfrancisco@yahoo.com.ar
Fecha de ingreso: 26/05/2020
Fecha
de aceptación: 10/11/2020
Resumen
Reconociendo la importancia local, regional, cultural e identitaria del patrimonio
fabril e industrial “azucarero” en Tucumán, hemos emprendido el proyecto que
involucra actividades de investigación y gestión interdisciplinar en pos de
rescatar la identidad industrial del ex – ingenio San Pablo. Como punto de
partida nos propusimos indagar en los procesos históricos
sociales que intervinieron en la construcción y configuración de este paisaje
azucarero. En virtud de ello, se
presenta una síntesis espacio temporal de la ocupación, organización y uso del
espacio desde el período prehispánico hasta el presente. Sobre la base de este análisis se da cuenta del valor histórico, arquitectónico y simbólico del patrimonio
cultural de San Pablo como evidencia del pasado, identidad en el presente y
potencialidad a futuro en tanto recurso para el desarrollo de la localidad. Se expone,
brevemente, el diseño de un plan estratégico para conservación y puesta en
valor del patrimonio industrial de San pablo.
Palabras Claves: San Pablo, Nougués, Encomienda Indígena, Patrimonio Industrial,
Industria azucarera
Abstract
Recognizing the local, regional, cultural and identity importance of the
"sugar" industrial and industrial heritage in Tucumán, we have used
the project that involves interdisciplinary research and management activities
to rescue the industrial identity of ancient San Pablo. As a starting point, we
propose to investigate the historical social processes that intervened in the
construction and configuration of this sugar landscape. By virtue of this,
there is a space-time synthesis of occupation, organization and use of space
since the pre-Hispanic period has been present. On the basis of this analysis,
the historical, architectural and symbolic value of the cultural value of San
Pablo is shown as evidence of the past, identity in the present and potential
for the future in so many resources for the development of the locality. The
design of a strategic plan for the conservation and value of San Pablo's
industrial heritage will soon be expelled.
Key Words: San Pablo, Indigenous Commission, Nougués, Industrial Heritage, Sugar
Industry
Introducción
Nuestro
proyecto articula investigaciones de los distintos proyectos ejecutados desde
el ISES con acciones concretas de puesta en valor del patrimonio
histórico-arqueológico, material e inmaterial de la industria azucarera en la
Provincia de Tucumán. En este contexto,
y
reconociendo la importancia local, regional, cultural
e identitaria del patrimonio fabril e industrial “azucarero” en Tucumán, hemos
emprendido el proyecto que involucra actividades de investigación y gestión
interdisciplinar en pos de rescatar la identidad industrial del ex – ingenio
San Pablo, visto como patrimonio de una época y como documento histórico que
relata su evolución y trascendencia en la industria azucarera tucumana.
El
objetivo de nuestro trabajo es analizar los procesos históricos sociales que
intervinieron en la configuración del paisaje agroazucarero de San Pablo que
abarca desde las ocupaciones prehispánicas hasta la actualidad. Haremos
referencia de los pueblos de indios en los momentos de la invasión y conquista,
la ocupación de la tierra por parte de los españoles, reducciones de indios
encomendados, el trabajo de los jesuitas en el área y los posteriores
propietarios de las tierras hasta la fundación del ex – ingenio San Pablo, hasta llegar a finales del
siglo XX en el que se produce su cierre y deviene un proceso de
reestructuración espacial, social y económica de la zona.
Sobre la base de este análisis se plantea la importancia
patrimonial que reviste el ex - ingenio, en tanto es “testigo” de gran parte de
la historia de la industria azucarera de la provincia siendo de los primeros ingenios fundados a
comienzos del Siglo XIX y cuyo funcionamiento ininterrumpido abarcó 157 años
(1832 – 1989).
Por
último, se expone, brevemente, el diseño inicial de un plan estratégico para
conservación y puesta en valor del patrimonio industrial de San Pablo que
comprende varios aspectos, algunos de los cuales fueron implementados y otros
se encuentran en proceso de preparación para su posterior ejecución en el
futuro cercano. Es por ello que resulta importante aclarar que aún se encuentra
en proceso de implementación.
Sin
embargo, debemos señalar que acotaremos este trabajo a una dimensión
de la problemática propuesta; la misma corresponde a la dimensión arqueológica e histórica y los datos
recabados desde esta perspectiva constituirán serán utilizados para construir
la patrimonialización de este referente. En el futuro este abordaje se cumplimentará con una analítica de la Antropología
Social.
Ubicación
geográfica
San Pablo es una
localidad argentina ubicada en el departamento Lules de
la provincia de Tucumán, a 13
km al sudoeste de San Miguel de Tucumán.
Dicha localidad se encuentra emplazada
entre dos unidades geomorfológicas principales, las sierras de San Javier al
oeste y la llanura al este, entre ambas unidades se localiza el piedemonte y es
donde se ubica el ex ingenio San Pablo.
Esta unidad geomorfológica constituye una rampa
suavemente inclinada hacia el este desarrollada sobre sedimentos cuaternarios
surcado por los arroyos Polonio y San Pablo, únicos cursos de agua en la zona,
que en su descenso hacia el llano erosionaron el suelo formando lomadas
pedemontana[2].
El ambiente posee un ambiente cálido templado con precipitaciones medias
anuales de 1000 mm. Dichas particularidades topográficas, climáticas definieron
las características edáficas con suelos ricos en limo, arcilla y un importante
contenido de materia orgánica que la convierte en una zona ideal para el
desarrollo agrícola[3].
Enfoque teórico-metodológico
Se
plantea un abordaje en el marco de la arqueología urbana como una perspectiva
que comprende el análisis de los cambios en la trama urbana, su uso social y
espacial, favoreciendo la interpretación del valor histórico de sus hallazgos y
a la confrontación de experiencias arqueológicas con documentos y relatos
históricos. Los documentos internos del ingenio son escasos y no tratan sobre
estos temas, sólo se refieren a balances anuales de una época acotada (1875 a
1890).
En
esta línea, la Arqueología ha definido que el paisaje es construido a partir de acciones y relaciones
sociales concretas, que está socialmente producido y, como todo proceso de
producción involucra disputas políticas entre grupos, luchas de poder, conflicto
y contradicción[4],
con la consecuente imposición de formas espaciales materiales y significados
que favorezcan la reproducción de ciertas prácticas, interacciones e ideologías
por sobre otras[5].
De este modo, el paisaje se presenta como una
síntesis dinámica y compleja, en tanto que es el resultado de la interacción de
elementos de orden ideológico, social, cultural, natural, material y
conceptual, pasados y presentes. Esta interacción deriva en la conformación de
un paisaje particular que debe ser entendido en clave histórica y que es, ante
todo, el resultado de procesos históricos[6].
Estos procesos son parte de la vida social, formando un constructo humano, que
a través del tiempo y el espacio ordena las prácticas del habitar[7].
Desde
esta perspectiva, podemos reconstruir los paisajes accediendo a la materialidad
del proceso de construcción y sus productos, entendidos estos últimos como los
elementos arquitectónicos, visibles y eminentemente espaciales, en la medida
que construyen y ordenan el espacio a distintos niveles. En este contexto, la identidad supone un reconocimiento y apropiación de la
memoria histórica, del pasado. Un pasado que puede ser reconstruido o
reinventado, pero que es conocido y apropiado por todos. El valorar, restaurar,
proteger el patrimonio cultural es un indicador claro de la recuperación,
reinvención y apropiación de una identidad cultural[8].
Los trabajos de campo
arqueológico tuvieron como objetivo la localización de red ferroviaria,
colonias cañeras, unidades domésticas y equipamientos colectivos; restos de
estructuras, inmuebles y artefactos. En relación a la fábrica se determinaron
estructuras originales y ampliaciones, diferenciándolas de otras que fueron
producto de refuncionalizaciones posteriores. Todo ello, permitió establecer las relaciones espaciales y temporales entre los diversos elementos que componen el paisaje identificando la planta
urbana original, es decir, lo que se conoce como el “pueblo azucarero”,
diferenciándola del llamado “pueblo nuevo” que es el sector urbanizado
posteriormente, adyacente y periférico al primero.
Sobre la base de
este registro se propuso un plan de trabajo estratégico con líneas concretas de
acción para la conservación del patrimonio industrial y su valoración turística,
ya que entendemos que el patrimonio incluye al
entorno natural y cultural compuesto por los paisajes, los sitios históricos,
los emplazamientos y entornos construidos, así como la biodiversidad, los
grupos de objetos diversos, y las tradiciones pasadas y presentes[9],
que definen la identidad de San Pablo. En este sentido, la Arqueología Industrial constituye un campo multidisciplinario de
estudios sociales que se enmarca dentro de la rama histórica de la arqueología,
cuyo principal objetivo es interpretar procesos socioculturales acontecidos en
un medio particular y específico como lo es un paisaje industrial, y explicar a
partir de la información proveniente del registro arqueológico y de las fuentes
escritas, gráficas y orales, relaciones sociales de producción, prácticas
productivas, tecnología, funcionalidad, simbolismo, género, y demás actividades
humanas en contextos industriales[10].
Por lo tanto, constituirá el marco conceptual, teórico y metodológico que
guiará nuestra investigación en el futuro.
El relevamiento de antecedentes de investigación (fuentes del Archivo Histórico de Tucumán Sección Protocolos series A y
B,
investigaciones etnohistóricas editas e inéditas, documentos coloniales y
análisis cartográfico) aportó
información vital que nos permitió profundizar en el proceso de configuración
histórico social de la comuna de San Pablo.
Ocupaciones
prehispánicas
La arqueología del área pedemontana del NOA tuvo
escaso desarrollo en comparación con otras áreas de esta región tales como la
valliserrana. Particularmente, en el piedemonte meridional tucumano, se han
llevado a cabo pocas y esporádicas investigaciones, por lo que existe un
profundo desconocimiento de su pasado prehispánico. Este hecho llevo a efectuar
planteos en los que se consideraba que este ambiente siempre estuvo sujeto a la
colonización de grupos originarios de los valles (tradiciones andinas como
Tafí, Condorhuasi, Aguada) o como asentamientos de culturas procedentes de la
llanura santiagueña, (tales como Sunchituyoj y Averías) constituyéndose en un
área donde lo local parece estar ausente[11].
Sin embargo, investigaciones recientes comienzan a echar luz sobre este tema y
permiten modificar dicha perspectiva.
Si
bien, hasta el momento, no se han llevado a cabo investigaciones arqueológicas
especificas en la comuna de San Pablo; ni tampoco se informaron hallazgos
fortuitos de materiales, ampliaremos el área de estudio para considerar los
datos proporcionados en áreas adyacentes y que nos permitirán tener una visión
general acerca de la organización y uso del espacio de los grupos humanos que
habitaron el área pedemontana durante el período prehispánico. En virtud de
ello, y de acuerdo al estado actual del conocimiento, mencionaremos de manera
breve los trabajos realizados en el área pedemontana que sectorizaremos como
meridional y septentrional fundamentado en un criterio geográfico.
Las primeras
investigaciones arqueológicas en el área pedemontana septentrional se
concentraron en la Reserva Experimental de Horco Molle, Parque Biológico San
Javier, y Escuela de Agricultura y Sacarotécnica[12],
durante las que se recuperaron partes de vasijas de cerámica y objetos
elaborados en piedra como hachas y puntas de proyectil. Desde una perspectiva
estilística[13],
consideran que la alfarería puede ser asignada a la cultura Candelaria, entre
la Fase Chusca (del 200 al 400 de la era cristiana) y Fase Choromoros (del 400
al 700 de la era) establecidas por Heredia en 1963.
Posteriormente, Colaneri
(et. al.)[14]
rescataron una urna funeraria en las inmediaciones del camino a la Escuela de
Agricultura y en su interior se hallaron restos óseos humanos pertenecientes a
individuos subadultos, con edades de 1 a 6 años, y se encontraba acompañada por
una vasija de cerámica y 3 cuentas líticas. Durante este mismo año, nuevas
intervenciones permitieron recuperar fragmentos de alfarerías, desechos de
talla y puntas de proyectil, debido a los procesos erosivos que afectan la zona[15].
En 2005, Cano y
Herrera[16]
registran en la localidad de El Manantial (Dpto. Lules), sitio La Cañada, una
vasija de gran tamaño, en el interior se encontraron restos óseos humanos,
presumiblemente subadulto, una pequeña vasija, y un núcleo de cuarcita. Desde
el punto de vista estilístico este evento funerario corresponde a la cultura La
Candelaria
Las
investigaciones más intensivas efectuadas en el piedemonte meridional tucumano
fueron llevadas a cabo por Míguez y colaboradores[17].
Los autores dan cuenta de la existencia de
unos cuarenta sitios arqueológicos situados en el Departamento Monteros, Chicligasta
y La Cocha. Superficialmente presentan restos cerámicos, artefactos de molienda
y materiales líticos, algunos casos distribuidos de manera irregular o
discontinua (sitios Rocha, Santa Rosa, Loma Grande) y en otros se disponen de
forma más regular (sitios Cáceres1, Cáceres 2, La Escondida, Yánimas 1, Yánimas
2, entre otros). Algunos de estos sitios poseen una gran extensión, alcanzando
varias decenas de hectáreas. Además de Yánimas 1 y Santa Rosa, podemos citar
otros ejemplos como Rocha (30 ha.) y Cáceres 2 (50 ha.) en el Departamento
Monteros, y La Loma (más de 100 ha.) en el Departamento Chicligasta (Figura 2).
Sin embargo, la gran mayoría están afectados por el avance de la frontera agrícola, tanto a nivel
superficial como en profundidad, situación que afectando su conservación. A
pesar de ello, algunos sitios arqueológicos preservan vestigios de estructuras
consistentes en elevaciones monticulares y/o alineamientos de piedras, como por
ejemplo en Santa Rosa (Dpto. Chicligasta), Yánimas 1 (Dpto. La Cocha) y El
Rincón[18].
Sobre la base de las evidencias registradas, los
autores consideran que las ocupaciones prehispánicas registradas en ésta área
abarcaron extensos espacios construidos, habitados con mayor o menor densidad
de personas.
En el plano de la subsistencia, se han registrado
restos de plantas domesticadas, gran cantidad de artefactos de molienda, restos
óseos de animales con indicios de procesamiento, entre los que se destacan los
camélidos con presencia de individuos de diferentes edades. Además,
desarrollaron prácticas de caza y pesca de diversos animales y recolección de
vegetales en diferentes ambientes (bosques semiáridos, selvas, pastizales de
altura, ríos), a partir de lo cual se plantea una notable movilidad en el
desarrollo de dichas prácticas, basada en el profundo conocimiento de la
diversidad de recursos que ofrece el área de estudio y sus zonas adyacentes.
Figura 2. Mapa de ubicación geográfica de hallazgos de
material cultural y sitios arqueológicos mencionados en el texto (Tomado de Míguez
y Caria 2015, modificado).
El aprovisionamiento de materias primas (cuarzos,
metamorfitas y vulcanitas) para la elaboración de artefactos líticos tallados y
pulidos habría sido principalmente local[19].
En Yánimas 1 se recuperaron ciertos objetos de fuerte carga simbólica, como las
estatuillas cerámicas y las pipas, permiten pensar también en lugares
domésticos donde lo sagrado (manifestado en ciertas prácticas rituales
familiares o individuales) se entrelazaba con las actividades de la vida diaria.
Los datos proporcionados por los investigadores
citados permiten sostener, de manera preliminar, que algunas de las ocupaciones
prehispánicas del piedemonte tucumano representan paisajes cargados de
historicidad y habitados por generaciones de familias que desarrollaron procesos
locales significativos. Estos procesos poseen ciertas diferencias representadas por dos
maneras distintas de habitar el entorno donde las relaciones y diversas
prácticas producen y reproducen espacialidades y temporalidades diferentes[20].
Grupos aborígenes antes de la llegada de los
españoles
A la llegada de los españoles Tucumán constituía una frontera del Tawantisuyu
y las poblaciones indígenas se encontraban fuertemente transculturadas ya que
muchos de ellos estuvieron en contacto con los incas y estaban sometidos a la
presión de los grupos chaqueños que expandían sus territorios hacia el Oeste[21].
Estos diferentes pueblos de indios pueden agruparse de manera general en tres
grandes grupos: los Lule, Tonocoté y los Diaguitas-Calchaquíes[22]
ubicados en el área valliserrana impidieron de manera
inflexible la intrusión de los españoles hasta comienzos del Siglo XVII. Esta
situación obligó a los colonizadores a concentrarse en las tierras bajas,
asentando sus ciudades alrededor de los valles Calchaquíes.
En el área pedemontana y la
llanura adyacente, específicamente el área entre los ríos Medina y Gastona, en
las márgenes de los ríos Salí y Lules, se encontraban
grupos Lule y Tonocoté, de tradición chaqueño-amazónica que subsistían gracias
a la recolección y a la agricultura itinerante[23].
Esta situación favoreció la apropiación de tierras vacantes por parte de los
españoles, las que fueron organizadas bajo el régimen de encomienda, proveyendo
de hilanderas, tejedores y arrieros a la incipiente economía colonial que
integro al Tucumán como periferia del mercado en Potosí[24].
El empleo del
etónimo Lule fue ampliamente utilizado durante el siglo XVI para describir a
grupos étnicos que eran muy distintos entre sí, es por ello que bajo esta
denominación se incluyen desde los indios
nómades y salvajes llamados así por el cura Bárcena, que habitaban la
llanura, hasta los indios sedentarios de las zonas serranas a los cuales hace
referencia Techo[25]. Con respecto a su origen, autores
como Canals Frau[26],
Maeder[27]
y Robledo[28]
consideran que los indios Lules de Tucumán representan los últimos restos de la
cultura Huárpida del chaco occidental que, presionados por los Matacos, se los
desplazaran desde el Chaco central hacia el Sur y el Oeste, asentándose en el
Norte de Tucumán, Noroeste de Santiago del Estero y el Sur de Salta.
La recurrencia de la
información documental ubica a diferentes pueblos lules junto a los
manantiales, como una continuación de los hábitos chaqueños de vida,
expandiéndose sobre el eje principal del río Salí y transversales a él como el
río lules. Hacia el norte abarcaron los llanos y valles de Trancas, Choromoros
y Burruyacu[29].
Hacia el sur se extendían hasta la desembocadura del río Gastona, abarcando
ambas márgenes del río Salí donde se hallaba la tierra de los Solicita (primer
pueblo lule otorgado en encomienda) y no hasta Famailla como señala Lizondo
Borda[30].
Si
bien, al ser un pueblo nómade no tenían asientos o pueblos permanentes, para
mediados del Siglo XVI ya controlaban regiones y lugares en donde se
establecían continuamente[31].
La cercanía a fuentes de agua era de suma importancia, tanto para el consumo
como para la pesca, la cual fue una actividad importante para los habitantes de
llanura que no tenían acceso a los algarrobales de las zonas más áridas. La
presencia de recursos forestales también influyó en la elección del sitio de
residencia, pues se obtendrían las maderas necesarias para la construcción de
viviendas, fabricación de utensillos, y leña. Noli[32]
plantea que, estos espacios denominados pueblos ocupaban entre cuatro a ocho leguas
cuadradas[33].
La ocupación posiblemente duraba entre 20 o 30 años, generalmente el cambio de
asiento se debía al agotamiento del suelo por las rudimentarias prácticas
agrícolas.
Los Tonocotés
constituían otro grupo aborigen presente a la llegada de los conquistadores españoles. Esta cultura estaba siendo
presionada por los lule, por lo que la región presentaba un cuadro altamente
complejo y dinámico al que se sumaba la fuerte presencia diaguita como un
tercer componente[34]
(Martínez Sarasola 2005).
Los
pueblos Tonocotés se caracterizan por la terminación istinés de su nombre,
nuevamente, Noli nos ofrece la posible ubicación de los diferentes grupos:
Tombostinés,
vivían al Norte de la jurisdicción, próximos al río Tapia; Bajastiné en
Choromoros e Isistinés ubicados al Sur del actual Monteros, y, hacia el Sur,
Laquime. Por otra parte, los documentos tempranos, adscriben a Gastonas y
Cabastines como tonocotés[35].
Tenían una forma de
vida semi-sedentaria, su modo de subsistencia combinaba la agricultura,
recolección, caza y pesca. Para los asentados en la llanura fue muy importante
la pesca, mientras que, los establecidos en zonas más áridas, suplieron esta
deficiencia alimenticia, por medio de la recolección de algarroba. En cuanto a
la agricultura, jugó un rol importante, especialmente la del maíz, la cual se
realizaba por medio del desmonte y quema, una vez agotados los suelos, el
pueblo era trasladado a un nuevo lugar de asentamiento[36]. Además de ello, eran hábiles tejedores,
hecho que fue aprovechado por los españoles para hacerlos trabajar en los
obrajes de paños cuando se introdujo el algodón en el Tucumán. Gracias a ellos
la industria textil alcanzó un alto grado de desarrollo. Teñían las fibras de
vivos colores con tinturas de origen vegetal, animal o mineral. En sus
creencias adoraban un Ser Supremo, Cacanich, al cual ofrecían rogativas para el
florecimiento de los cultivos. Este Ser configuraba un aspecto femenino, aunque
sus rasgos eran representados con rostro de lechuza y, a veces, un cuerpo de
serpiente[37].
La llegada de los españoles: fundación de las primeras ciudades
Hacia mediados del siglo XVI los españoles comenzaron a ingresar a estos
territorios a través de las denominadas “corrientes colonizadoras”. Con la invasión y conquista española,
tuvo lugar un intenso proceso de transformación y desestructuración casi
completa que culminó con la campesinización de la población nativa de la
región. Dicha situación se vio favorecida por los efectos del servicio
personal, las desnaturalizaciones posteriores a las rebeliones calchaquíes
(1630-43; 1659-1666) y la subordinación del estado colonial a los intereses señoriales
de los encomenderos[38].
Los españoles que invadieron el espacio que se fue
institucionalizando como parte de la gobernación de
Tucumán provenían desde Charcas y Chile, y no involucraba
necesariamente a quienes habían nacido en España, sino que nominaba a un
conjunto más amplio conformado por individuos de origen europeo o sus
descendientes. Este grupo que, en los primeros momentos, formaban parte de las
huestes conquistadoras, se fue ampliando con la consolidación territorial de la
conquista[39].
El proceso de
conquista general del Tucumán fue proceso gradual y complejo, cargado de
conflictos y tensiones que involucraron superposiciones de encomiendas, pugnas
jurisdiccionales y territoriales, competencias por la mano de obra indígena
entre particulares e instituciones, e intereses particulares o grupales de
encomenderos, funcionarios, miembros de la iglesia, autoridades étnicas y
comunidades indígenas.
El 31 de mayo de 1565 Diego de Villarroel funda la ciudad de San Miguel
de Tucumán y Nueva tierra de Promisión, ubicada en Ibatín (Monteros). La
ubicación geográfica de Ibatín permitía tener un control en la entrada a la
región valliserrana que comunicaba Tucumán con Chile y Perú.
Una vez establecida la ciudad, se comenzó con el otorgamiento de
mercedes de tierras y encomiendas de indios. Assadourian[40],
sostiene que la más valiosa recompensa otorgada por la Corona a los principales
integrantes de las huestes fue la merced de encomienda de indios, mecanismo que
le proporcionó al encomendero los trabajadores indígenas y casi la totalidad de
su capital inicial para emprender actividades agrícolas, ganaderas, de
trasporte y de producción textil, a cambio de la doble obligación de adoctrinar
e instruir a los indígenas y de responder con disponibilidad incondicional a
todo llamado de armas en caso de que peligrara la seguridad de las regiones
conquistadas.
Una de las formas de emplazamiento, de gran relevancia en la
configuración del territorio, fueron los "pueblos de indios"
entendidos como soporte físico, topográfico puntual donde se localiza un
asentamiento urbano. La entidad “pueblo” suponía, por
un lado, algún tipo de estructura urbana, organizada en torno a la capilla, y
por el otro, una comunidad que era también de creyentes, y que se sostenía como
tal a través de la participación colectiva en los oficios
religiosos[41].
Los indios encomendados, generalmente, vivían en pueblos cercanos a las
tierras de su encomendero, esta situación permitió el avance de los españoles
sobre tierras indígenas, para lo cual emplearon distintas estrategias para
apoderarse de las tierras indígenas, que abarcaban solicitar la merced,
argumentando el descenso demográfico de la población encomendada; el rodeo de los pueblos de indios; indicar que las tierras se encontraban vacas
o vacías, o era sin perjuicio de los naturales, este tipo de accionar se puede
ejemplificar con Melián de Leguizamo; el establecimiento de reducciones en las
estancias del encomendero; y por medio del trueque o compra, es decir, algunos
indígenas intercambiaban sus tierras por otras (ya sea por agotamiento de los suelos o por otras causas) o se las vendían a su
encomendero[42].
La
encomienda en San Pablo
Una de las mercedes
más antiguas de la cual se tiene conocimiento para nuestra zona de estudio es
la de Melián de Leguisamo, otorgada por el gobernador Ramírez de Velazco. Conforme a la modalidad seguida en San Miguel
de Tucumán en la temprana colonización, la encomienda tenía un carácter
multiétnico, nucleando a pueblos de indios de diversos ambientes ecológicos. La
misma incluía los Lules de la zona de El Manantial, los
Solcos que ocupaban las laderas de las sierras y los Tafíes que habitaban el
valle y la sierra (Taficillo).
Nougués[43]
da cuenta de un escrito registrado en el Protocolo Iº (Folio 16) del Archivo
Histórico de Tucumán en el que a fines de 1592 Ramírez de Velasco, considerando
sus méritos como conquistador, entrega al Capitán Melián de Leguisamo
una
merced de tierras ubicada en la provincia de los Lules, desde el río Ulimpmampa
(actual río Lules) hasta donde desagua el río de Salí que es donde entra en el
río el estero que llaman Marlopa (actual arroyo el manantial) que va por medio
del llano, y desde el dicho desaguadero corra esta estancia y tierras hasta la
sierra hasta el río Salí y por el dicho río de Salí arriba dos leguas hacia el
camino del Perú, lo cual estaba yermo y despoblado y sin perjuicio de naturales
ni de otra persona[44].
Posteriormente en
1599 el gobernador Pedro de Mercado de Peñaloza otorga a Melián de
Leguisamo una nueva merced para sus hijos Juan, Christian y Anton de Leguisamo que
comprendía tres estancias. Las
mismas se extendían desde Marlopa a la “La Dormida de Los Nogales”
correspondiente con la actual ubicación de San Miguel de Tucumán[45].
Lopéz de Albornoz[46]
proporciona un mapa con la localización de algunas tierras otorgadas durante el
siglo XVI en la actual Provincia de Tucumán. Las de Melián de Leguisamo tienen por
límite Norte las cercanías del actual San Miguel, por el Sur, la desembocadura
del río Lules en el Salí, por el Oeste el río Manantial, y por el Este el río
Salí; lo cual abarcaría unas 7200 hectáreas aproximadamente.
En los dos casos en
los que Melián de Leguisamo realiza pedido de tierras, indica que estos lugares
estaban vacíos y yermos, pero esta situación no se corresponde con lo
mencionado en la ubicación de los pueblos Lules en la llanura ya que las
mercedes de tierras otorgadas a Leguisamo incluían tierras comunitarias de los
pueblos Lules de Camanxit, Undetequix y Untiexita[47].
A la diversidad de etnias, se unía la diversidad de
ambientes ecológicos, los que tenían también otras connotaciones como el lugar
de residencia y/o ámbito de trabajo. A comienzos del siglo XVII Melián de
Leguizamo había consolidado una estancia con ganados mayores y menores, en el
paraje de Los Manantiales, donde sus hijos montaron la primera ramada y
carpintería en la zona de Lules[48].
Allí convergía la fuerza de trabajo, los Lules y solcos eran maestros
carpinteros y fabricaban carretas de madera, mientras que los Tafíes bajaban para
ayudar en las tareas de corte de madera y sementeras de trigo y maíz. Todos
carreteaban hasta Santiago y traían ganado de Santa Fe[49].
La estancia San Antonio, en El Manantial, fue el centro a partir de cual
los Leguizamo realizaron diferentes actividades. Entre ellas podemos mencionar
la construcción de una de las primeras carpinterías[50],
llegando a tener 3 en la jurisdicción de Tucumán[51];
sumado a la bocatoma y acequia para llevar agua a un molino.
En estas instalaciones la fuerza de trabajo era la mano de obra
indígena, quienes desempeñaban las actividades agrícolas, desde la siembra
hasta la molienda de los granos (trigo, maíz y cebada). Los Lules y Solcos eran
maestros carpinteros y llegaron a confeccionar una carreta por semana, mientras
que, los Tafíes cortaban las maderas de los montes y realizaban los distintos
trabajos relacionados con la agricultura[52].
La construcción de carretas fue una actividad
productiva muy importante, siendo sumamente requeridas dentro del mercado ya
que se utilizaban para realizar viajes de corta y larga distancia. Para 1653 se afirmaba que “los dichos indios Solcos y Lules han hecho
carretas desde el tiempo del capitán Melián de Leguizamo y los dichos Tafíes
ayudan a cortar la madera para las dichas carretas”[53]. En las carpinterías de los Leguizamo se
producía una carreta por semana, la cual era vendida en $40 pesos, precio que
se mantuvo estable durante el siglo XVII. En estas instalaciones llegaron a
trabajar entre 20 a 30 indios[54].
La producción en las carpinterías llevó a la
instalación de obrajes madereros para extraer la materia prima, muchas veces
los encomenderos emplearon la coacción física para conseguir que los indios
trabajaran en estas actividades. Al fallecer el capitán Melián de Leguisamo,
su hijo, el alférez quedaría como sucesor de su padre. A partir de 1653,
desaparecen las diferencias étnicas, y se impone el uso común de la
denominación Lules, es por ello que Doña Juliana Faxardo de Tapia, figura como
encomendera de Lules y Solcos[55].
Figura
3. Mercedes de Tierra otorgadas durante los siglos
XVI y XVII, en áreas vecinas de nuestra área de estudio.
Las guerras calchaquíes y
la vacancia de encomienda habían provocado nuevas escisiones de los pueblos de
su tronco principal, sumado a la huida de muchos buscando protección en los
valles. Luego de la muerte de D. Juliana Faxardo de Trejo se suceden largos
pleitos. Para 1681 la posesión real de la antigua encomienda de Melián de
Leguisamo es otorgada por el gobernador Juan Diez de Andino a D. Pedro Ávila y
Zarate. Para 1711, los Lules figuran como parcialidad agregada a la de Tafí, y
son encomendados a Doña Claudia Costilla de Rojas[56].
En esta fecha culmina la inflexión iniciada hacia 1681 que marca la disipación
de la encomienda.
La llegada de los
jesuitas
Desde
la llegada el Tucumán los primeros miembros de la compañía comenzaron a obtener
propiedades en carácter de donación y los métodos utilizados para conseguir
fueron persuasivos y hasta extorsivos[57].
Su tarea misional se realizó organizando y agrupando a los naturales en sus “reducciones”
donde libres del cruel “servicio
personal” se les pudiera brindar vivienda, trabajo y protección[58].
La conformación de la
estancia estuvo en manos del Padre Rector Pedro Pimentel y los padres
procuradores Francisco Flores y Diego Vidal, entre 1670 y 1673, también
intervino el padre procurador Juan de Roxas. En 1670 la Compañía adquiere las
tierras de los Lules de la familia Leguisamo y Guevara, quienes la habían
poseído por más de setenta años, y a la que terminaron por despojar del resto de
sus posesiones y ampliaron la compra de las tierras vacas y realengas que
tuvieren circunvecinas, de Tucumán hasta el río Gastona, es decir, abarca San
Pablo, Ohuanta y El Manantial. En esta zona se erigió la estancia de San José
del Monte de los Lules, que nuevamente es ampliada para comprender Lules, La
Reducción, San Rafael, Manuel García Fernández, Las Talas y Bella Vista[59].
Con este otorgamiento se anula la concedida por Ramírez de Velazco al Capitán
Melián de Leguizamo[60].
De esta manera, la Compañía de Jesús conformó de una amplia red de
estancias y potreros conocidos como la Hacienda de Los Lules con un área
superior a 160 leguas cuadradas (más de 300.000 has). La estancia estaba
organizada en 3 núcleos: los Lules en la llanura, el Potrero de Tafí en lo alto
de las montañas, y el Potrero San Javier en la zona serrana. Los Lules
aprovisionaban de bayetas, bayetones, yerba, granos, aguardiente para remedio,
tabaco y otros productos; y hacia ella llegaban, maderas, grasa, cebo y cuero.
La explotación de recursos forestales se realizaba en la estancia de San Pablo,
que se localizaba al pie del área serrana. El Potrero de San Javier articulaba
la actividad de los Potreros de San Jenuario, especializado en la invernada de
mulas, el de Las Tipas, y el de Taficillo[61].
En la Hacienda de Los
Lules las actividades se organizaron por medio de una fuerte división del
trabajo entre las tierras bajas y las sierras. En la primera zona, se
desarrollaban tareas agrícolas, distribuidas entre las diferentes estancias;
por ejemplo, en Vipos, que poseía riego por medio de acequias, se cultivaba
maíz, trigo, viña y frutales. Las labores productivas en la llanura se
completaron con los establecimientos de La Reducción; San Pablo, que comprendía
el Manantial y la Sierra de San Javier; y Taficillo, que se extendía desde el
camino por el que se asciende a la sierra hasta el río Tapia. Estos últimos
aprovisionaban de maderas de cedro y lapacho a las carpinterías, para la
fabricación de muebles y carretas[62].
La fuerza de trabajo era por medio de esclavos, trabajadores libres contratados
de manera temporal, y la mano de obra indígena. Hasta poseían plantíos de caña
de azúcar que en momentos finales de su estancia utilizaban para fabricar
azúcar.
El
traslado de la ciudad san miguel de Tucumán. Una nueva distribución de las
propiedades españolas y pueblos de indios
En 1685 se traslada
la ciudad de San Miguel en Ibatín a la Toma, para entonces habían finalizado
las guerras Calchaquíes, pues las poblaciones indígenas habían sido derrotadas
y trasladadas a la llanura tucumana para el trabajo en las encomiendas. La
desnaturalización y dispersión de las poblaciones nativas fue brutal, algunos
de ellos fueron llevados a zonas tan distantes, como es el caso de los Quilmes
a Buenos Aires y Santa Fe. En este período se conforman encomiendas multiétnicas
de forma artificial, mediante los traslados forzosos, fijación de mano de obra
en las estancias, traspasos a otras propiedades de un mismo encomendero o de
otros miembros de su familia.
El espacio donde se
observa el mayor número de relocalizaciones es el Oriente de las Sierras del
Aconquija y la llanura adyacente, en donde las poblaciones provenientes de los
valles conviven con los grupos originarios que se encontraban reducidos en las
estancias y chacras españolas[63].
En este sentido, se observa una amplia diversidad cultural en el mundo
indígena, pues se hallan compartiendo un mismo espacio pueblos de origen y
forma de vida diferente, los Lule-Tonocoté con los Diaguita-Calchaquí.
El traslado de la
ciudad permitió un modelo de desarrollo urbano colonial, relacionado con el
comercio regional e interregional, y el transporte de mercancías a través de
fletes. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, debido a las nuevas
medidas tomadas desde España, se produjo un auge del comercio mercantil,
durante esta época la mayoría de los habitantes eran mestizos, la quinta parte
blancos, y en menor número, los negros esclavos. Los comerciantes y estancieros
formaban parte de la elite, en el ámbito rural estaba la mayor proporción de la
población, que eran indígenas dedicados al trabajo en los campos, a partir de
los cuales se abastecía a la ciudad. A fines del siglo XVIII, los residentes
rurales cuadruplicaban a los urbanos, las labores en las estancias y chacras
proporcionaban los productos para el consumo local, también se dedicaban a la
invernada de ganado procedente del Litoral, además, el provecho de la ganadería
estaba orientado al abastecimiento del Alto Perú, y se fabricaban suelas que
eran vendidas a Buenos Aires[64].
En resumen, se comerciaban productos derivados de la ganadería (sebo, suelas,
grasa, cueros, etc.); y la agricultura (arroz, garbanzo y trigo)[65].
En párrafos
anteriores mencionamos como la Compañía de Jesús fue conformando sus
territorios, como así también, hicimos referencia a la producción en sus
propiedades. Como señalamos, gran parte de la actual Provincia de Tucumán
estaba en manos de los jesuitas, entre la segunda mitad del siglo XVII y
mediados del XVIII; pero esta configuración del espacio cambiaría de drásticamente
con la expulsión de la Compañía en el año 1767.
Luego de su partida
se conformó la Junta de Temporalidades, encargada de inventariar todos los
bienes de la Compañía para su posterior venta. Mientras se realizaba en
relevamiento de las propiedades, muchas tierras fueron arrendadas por
particulares con diferentes propósitos productivos. Pero la verdadera finalidad
del arrendamiento era tomar una cierta posesión que les permitía tener
preferencia a la hora de la venta de las tierras, es por ello, que muchos de
estos particulares compran las propiedades que inicialmente arrendaron. La
venta comenzó en el año 1774, y de acuerdo a los documentos, muchas de las
grandes extensiones fueron subdivididas en extensiones menores.
Al momento del
remate, las tierras de Lules y La Reducción fueron divididas para ser vendidas
en 24 fracciones de un ¼ de legua a censo redimible (hipoteca). Pero a partir
de 1774 varias propiedades fueron transferidas con sus censos por los
compradores originales. En 1780 las parcelas redimidas entraron al mercado
inmobiliario, produciendo en algunos casos una mayor fragmentación y en otros
la acumulación de varias parcelas[66].
En 1774, Juan
López Ríos compra una suerte de tierras, la décimo quinta, por $50 bajo estos
linderos
desde el
seival que esta sobre el Manatial de Marlopa rumbo al norte hasta un palo
parado, que sirve de mojon y desde el Manantial al oeste, divide por la punta
del sausal con un montesito redondo, las tierras de los lules el lindero y el
otro en una havra de monte hasta la sierra[67].
El 27 de mayo de 1782 cancela la deuda y obtiene la escritura “en el campo del manantial, de la otra banda
del, y paraje nombrado San Pablo”[68].
De lo anterior se desprende, que la ubicación de esta parcela es entre San
Pablo y El Manantial, para su ubicación fue de gran ayuda la mención del paraje
San Pablo. Además, debemos mencionar, que López Ríos ejercía como rematador
público, y estuvo involucrado en la venta de muchas de las propiedades de los
jesuitas. Esta situación nos deja entrever, que muchos de los nuevos
propietarios, estaban relacionados con la Junta, es decir, pertenecían a un
sustrato social con influencias políticas, por eso consideramos que el carácter
de labradores pobres debe ser tomado con cautela.
En el año 1774 Luis
Caldes compra un área vecina a Juan López Ríos que corresponde a la suerte décimo
sexta por $50, bajo estos linderos: “desde el mojón que separa al primer quarto hasta la derezera o más
abajo de la caza de Don Ignacio Silva, que esta de la vanda del Norte del
Manantial otro cuarto donde se puso otro mojon”[69].
Doña Francisca Serda, viuda de Luis Caldes, cancela la deuda el 27 de mayo de
1782, señala que las tierras se le vendieron a su marido “en el Campo del manantial de la otra vanda del y paraje nombrado San
Pablo”[70].
De acuerdo a las referencias citadas, queda clara la contigüidad de las
tierras, no sólo por los límites, sino también por el número de fracción, y que
comparten el paraje San Pablo.
De acuerdo a lo que plantea Guerra Orozco[71]
en 1774 Juan López Ríos vende su propiedad a José Domingo Ayala. El peninsular
José Domingo de Ayala fue el antecesor en el dominio de las “estancias” en las
tierras de la merced de 1592 vendidas Jean Nougués en el año 1826 y
posteriores. Luego, Juan López Ríos vende su propiedad a José Domingo Ayala en
1774, es decir, en el mismo año que fue comprada a las Temporalidades[72].
José
Domingo Ayala era un reconocido comerciante propietario de una gran cantidad de
tierras que circundaban en manantial de Marlopa y paraje de San Pablo. Se
dedicaba a la actividad agrícola y poseía una curtiembre. Esta zona era ideal
para el trabajo de los cueros ya que había un profuso bosque con árboles como
quebracho colorado y cebil de los cuales se extraía el tanino para convertir las
pieles crudas de animales en cuero,
siendo además propicias para las industrias manufactureras: aserraderos,
curtiembres, molinos a las que se dedicaban vascos, gascones y bearneses[73].
Además, era poseedor de extensas propiedades en la zona de la
Reducción – antiguo espacio ocupado por la reducción jesuítica de San Ignacio
de Loyola – y desempeñó funciones en el cabildo de la ciudad en varias
oportunidades[74].
Otros propietarios de tierras adyacentes a Ayala y Caldés son las familias Peña
y Elguera. En la Figura 3 se puede apreciar la división de las
tierras en el paraje de San Pablo que para 1825 cuenta con 4 dueños y a cada de
uno de ellos le corresponde 1/4 de legua[75].
Debido a las
características comerciales que poseía la Provincia de Tucumán, arribaron
muchos inmigrantes atraídos por las posibilidades
económicas que podía ofrecerles el Nuevo Mundo. Es así que se integran a
la economía tucumana comerciantes, hacendados y propietarios que comienzan con
actividades agrícolas y la cría de ganado vacuno con la explotación de sus
derivados, siendo sumamente rentable la curtiembre de cueros. Desde inicios del
Siglo XIX se establecieron numerosas
curtiembres a lo largo del manantial de Marlopa, la mayoría propiedad de
franceses convirtiéndose en negocios prósperos[76].
Es así como arriba en 1821 a Tucumán un joven
francés llamado Jean Nougués quien se asocia
con José Domingo de Ayala instalando una curtiembre en la zona de San Pablo.
Figura
4.
Propietarios de tierras en zona de San Pablo para principios siglo XIX.
La Quinta Agrícola – Ganadera de San Pablo
San Pablo era un lugar excelente con características naturales
excepcionales, ya que el paisaje se caracterizaba por un frondoso bosque
formado por una importante variedad de especies tales como laureles que llegan
a tener 6 m de altura, nogal, cedro, pino, lapacho, pacara, arrayán, cebil,
palo santo. Todos estos árboles, principalmente las mirtáceas, crecen entre los
laureles y forman los talares bajos. El paisaje se completaba con tupidos
matorrales con campos cubiertos de pastos, que es un excelente forraje. Esta
vegetación de extiende hasta las pendientes de la Sierra donde desaparecen los
laureles y sus compañeros y la vegetación cambia[77].
De este modo, las características del lugar le permiten a Jean Nougués desarrollar
exitosamente tareas agrícolas manufactureras.
La inserción social
del francés en el ámbito local fue sumamente rápida. De acuerdo con lo
observado su condición de extranjero le reportó cierto prestigio, hecho que
explicaría las causas que motivaron a Domingo José de Ayala – vecino
distinguido de la ciudad - a asociarse con Juan en la explotación de una
curtiembre. Poco después, adquirió el paquete accionario de su socio y
constituyó un nuevo vínculo societario con los hermanos Alderete en la
curtiembre[78].
Esta
actividad económica lo transformó en uno de los comerciantes más conocidos del
medio local en la década de 1830. La mayoría de las curtiembres - de acuerdo a
Burmeister -, se ubicaban al oeste de la ciudad en la orilla del manantial de
Marlopa, donde disponen continuamente de agua limpia y en abundancia. Poco
después, adquirió el paquete accionario de su socio y constituyó un nuevo
vínculo societario con los hermanos Alderete en la curtiembre[79]. Es por
ello que inmediatamente después de la compra de su primera estancia realiza la
modernización de la curtiembre, y comienza a trabajar en el cultivo de caña de
azúcar. En virtud de ello efectúa el desmonte de parte de la selva con árboles
que luego eran acarreados hasta el aserradero. Para su transporte construyo un
canal y acequias desde la toma del río Lules[80].
Además de ello se dedicó al cultivo de trigo, maíz y cebada y
poseía un molino harinero. En los terrenos bajos, surcados por el manantial de
Marlopa poseía plantaciones de arroz. El ganado ovino, bovino y yeguarizo
(sobre todo mular) se criaba en zona de pasturas aptas[81].
Las inversiones y el desarrollo de las actividades económicas
desplegadas por Nougués a partir de la década de 1830 le permitieron
posicionarse como un comerciante y productor destacado en el ámbito local. Esto
facilitó su incorporación a la elite tucumana que de por sí era bastante
permeable a la incorporación de extranjeros ya que éstos gozaban de cierto
prestigio en la sociedad[82].
Su visión de negocios le permite acumular un importante capital que decide
reinvertir en la compra de nuevas tierras. Es así que a partir de 1832 compra
tierras en San Pablo, en tres operaciones sucesivas: Estancia “El Obraje:
de ¼ de legua frente al Manantial de Marlopa, con un fondo hasta el camino de
Lules que poseía un laboratorio de curtiembre y otras piezas más para
habitación. Esta compra de efectúa el 10 de diciembre de 1832 a José Domingo
Ayala por $750 pesos y un impuesto de $30 pesos; Estancia “San Pablo”: de ¼ de
legua de frente al naciente sobre el camino de Lules, que limita con El Obraje,
con un fondo hasta la cumbre del cerro. Esta compra se efectúa el 6 de febrero de
1834 a José Domingo Ayala y Francisco Mur por un valor de $410; y Estancia o
Terreno de 2 ½ cuadras de frente al
naciente sobre el manantial de Marlopa con fondo hasta el cerro[83].
esta compra fue efectuada el 9 de septiembre de 1835 a Francisco Caldez por un
valor de $146 pesos.
Estas
tierras, incluyendo la ladera boscosa poseían una extensión de 11.250
hectáreas. Poco después, adquirió el paquete accionario de su socio y
constituyó un nuevo vínculo societario con los hermanos Alderete en la
curtiembre. En 1837, Juan disolvió la sociedad transformándose nuevamente en el
único propietario, aunque en esta oportunidad contaba con un trapiche - en el
que producía azúcar en forma artesanal -, un aserradero, un molino, cultivos de
arroz, trigo, cebada; y ganado vacuno y caballar[84].
A partir de esta fecha Nougués se comienza a dedicar fuertemente a la
producción de azúcar. De este modo es en las “quintas”, espacios productivos
situados en un ámbito semi-rural o semi-urbano, donde se gestó en gran medida
la agroindustria azucarera. Tal como apunta Campi[85] es que entre 1830 y 1860 muchos ingenios surgieron como agregados
de un tipo de unidad productiva que crecía y diversificaba sus actividades en
función de la demanda urbana y de las oportunidades que brindaba la ciudad de
Tucumán y su hinterland a los
diversos productos que podían obtenerse de la caña dulce. En este lugar se
llevaba adelante todas las operaciones de elaboración de azúcar, desde el
cultivo de unas pocas cuadras de caña dulce a la fabricación de azúcar y
aguardiente pero en el que esta actividad aún no ha cobrado entidad suficiente
para asimilar la propiedad de ingenio[86].
Sin embargo, esta no era la única condición necesaria para subsistir como
productor azucarero, era necesario también contar con cierta capacidad de
acumulación de capitales que permitiesen expandir el negocio. En este sentido,
la familia Nougués supo insertarse en la élite tucumana mediante lazos de
parentesco que favorecieron su desarrollo empresarial[87].
El perfil cañero de los fundos (estancias, quintas, y fincas) fue acentuándose
en las décadas de 1830 y 1840. Hacia la década de 1860 se comienza a denominar
“establecimiento de caña de azúcar” a pequeños y medianos fundos, las quintas,
como a los que poseen una mayor extensión territorial, como las fincas,
estancias, haciendas ya que para esa época la rentabilidad de la producción integrada
de caña dulce y sus principales derivados, el azúcar y el aguardiente había desplazado a otros
cultivos[88].
El 1 de agosto
de 1836 contrae matrimonio con Josefa Florencia Romero y Urrea en la
iglesia matriz de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Este enlace lo integró en
forma definitiva en la sociedad local y lo vinculó con importantes clanes
familiares de la provincia de Catamarca; aunque fueron sus descendientes
quienes se beneficiaron de estas relaciones[89].
La conformación del paisaje industrial. Del
obraje al moderno ingenio
Con el tiempo el
paisaje del obraje comenzó a cambiar en respuesta al crecimiento de la
actividad azucarera (y la crisis de las curtiembres), debido al aumento en la
demanda del azúcar y sus derivados por el mercado local y regional (sobre todo
si tenemos en cuenta que Tucumán se había constituido en nudo estratégico de
una extensa red comercial que vinculaba el Norte de la confederación con el altiplano Boliviano,
Chile, provincias cuyanas, Córdoba, Santa Fé y Buenos Aires[90]
lo que llevó al incremento de 13 fábricas de azúcar en 1850 a 24 en 1859.
El 21 de mayo de 1850 fallece Jean Nougués quedando al
frente de la empresa su mujer Josefa Romero y 3 de sus 4 hijos: Juan Luis,
Miguel, Ambrosio Nougués. En 1855 la familia traslada el trapiche al lugar de
emplazamiento actual del ex - ingenio San Pablo.
Entre 1860 y 1870 la economía de la provincia comenzó a
evidenciar importantes cambios. Los impuestos del azúcar se separaron de la
categoría de patentes y se convirtieron en los principales ingresos de la
provincia. Dicha actividad recibió el apoyo del estado nacional a través del
presidente Avellaneda (1874-80) y se aprobaron leyes de protección de industria
y extensión tramo ferroviario Córdoba-Tucumán.
El contexto es propicio dado que hay un afianzamiento político y económico
de los Nougués con la oligarquía provincial, apoyo de beneficios para empresas,
otorgamiento de créditos y unión de productores azucareros[91].
Al trasladarse el trapiche a la estancia San Pablo el paisaje
se fue modificando dando inicio a un período en donde la actividad económica y
social se desarrolló en torno al ingenio. Los
trabajadores del ingenio vivían en simples rancheríos instalados en las
inmediaciones de los trapiches y de las plantaciones de caña de azúcar. El peón
de estancia se dedicaba a diferentes actividades agrícolas y ganaderas. Al
coincidir estas actividades con la producción de azúcar se requería la
incorporación de mayor cantidad de trabajadores[92].
Ante la escasez de mano de obra, los Nougués (como otros dueños de ingenios)
reclutaron trabajadores de provincias de Catamarca, Salta, Santiago del Estero
y Córdoba. Entre ellos había familias indígenas que trabajaban durante la
temporada de zafra y luego volvían a sus pueblos. Hacia 1870 la nueva fábrica
de azúcar era visible en el paisaje de San Pablo, el trapiche de madera fue
reemplazado por un trapiche de hierro con energía generada por motores a vapor.
La primitiva fábrica constaba de 5 galpones con 6 chimeneas de 6 m cada una. La
presencia de un alambique de segunda clase lleva a considerar que ya se
destilaba alcohol.
Con
la llegada del ferrocarril en 1876, se produjo un proceso de “modernización” industrial
en el ámbito azucarero modificando la estructura socio-cultural de la
provincia, dando origen a una configuración económica, política y social que aún
hoy condiciona fuertemente la vida de la región[93].
El
desarrollo del sistema ferroviario y la consolidación del mercado nacional y
del Estado-Nación, permite el afianzamiento de un modelo agroindustrial
azucarero en Tucumán.
Toda la vida regional se vio alterada con la emergencia de
la elaboración en gran escala del azúcar. Todos los recursos fueron
reorientados en función de nuevos intereses y necesidades, los capitales, los
bosques, el agua, los hombres. Nuevos medios de transporte, la creación de
nuevos caminos, nuevos nodos como centros de poblado irrumpieron trastocando el
tradicional paisaje del noroeste, alterando casi el ritmo del crecimiento
demográfico como los más elementales hábitos de vida de sus habitantes[94].
Hasta 1881 la
inversión en maquinaria fue mínima, pero en 1882-1883 el ingenio fue totalmente
modernizado: trapiches de hierro, evaporadores, tachos de cocimiento “al vacío”
y centrífugas, toda la maquinaria accionada a vapor. Se aumentó de manera
notable la capacidad productiva a la vez que se ahorraba combustible, se
reducían pérdidas de azúcar y se acortaba sustancialmente el proceso
productivo. El moderno ingenio requirió la construcción de una toma de agua y
un canal alimentador que trajera agua directamente desde la Quebrada de lules a
los fines de mover el Ingenio a vapor[95].
Estas innovaciones exigieron la construcción de nuevos edificios. Así, hacia
1890 se había levantado una moderna nave industrial de tres pisos con
estructuras de hierro y mampostería de ladrillo para albergar la nueva
maquinaria. Tanto el edificio de la fábrica como sus anexos (destilería, usina,
depósitos y talleres) eran contiguos al “canchón”, en donde se formaban estibas
con la caña recibida y grandes grúas la depositaban en las “conductoras” que
alimentaban el trapiche. La caña era transportada en pesados carros arrastrados
por bueyes, en otros más livianos y rápidos tirados por mulas y por vía férrea,
para lo que llegó a usarse el sistema “Decauville”, que consistía en vías
móviles de 70 cm de trocha y en el que los vagones se enganchaban a locomotoras
de pequeño porte, denominadas “chorbas” popularmente. Los camiones hicieron su
aparición recién a mediados del siglo XX. Por otra parte, el fenómeno del
ferrocarril agilizó la comercialización del azúcar y del aguardiente en el
mercado nacional, así también el movimiento de caña de los surcos hacia el
Ingenio con una notable red de comunicación sobre rieles. En el caso del
Ingenio San Pablo la locomotora tiraba en el Ingenio caña extraída de los
surcos en vagones de las fincas de Chazal, Ohuanta e Ingenio Lules y de las
estaciones Gobernador Nougués, Santa Felisa y San Pablo, era uno de los pocos
Ingenios que poseía ramales desde la fábrica hasta las estaciones principales del
ferrocarril del momento[96].
La expansión
productiva convocó a cientos de trabajadores que se asentaron en los
alrededores de la fábrica. El pueblo de San Pablo surgió y se organizó a
instancias y alrededor del ingenio del mismo nombre, con el objetivo de
concentrar una cantidad suficiente de mano de obra alrededor de un
establecimiento que crecía y se afianzaba al ritmo del auge de la producción
azucarera en Tucumán (alrededor de 1875-1895).
Las primeras
viviendas se construyeron hacia la década de 1880 para los empleados del
ingenio, y una década más tarde para albergar a los obreros, servicios
sanitaros, educativos y recreativos transformándose con asentamiento a poblado
industrial organizado en torno a la fábrica y al chalet de la familia Nougués.
El Boulevard trazado en sentido E-O conecto la fábrica con la estación
ferrocarril y la ciudad de San Miguel de Tucumán[97].
Según Paterlini de
Koch[98]
la estructura de los pueblos azucareros tiene su origen en la organización de
la estancia, donde la composición de volúmenes se estructura alrededor de un
espacio abierto, el patio de labor. Esta autora plantea que en las primeras
fábricas se da el mismo formato, instalándose en el área central los trapiches
de palo movidos por bueyes que con el avance de la industrialización de estas
fábricas este espacio no se pierde, sino que se transforma en el
"canchón", lugar de llegada de la caña que proviene de las zonas de
cultivo y de salida del producto elaborado para su distribución.
En
cuanto al uso de los suelos, los niveles de cañaverales se acrecentaron en gran
medida entre los años 1888 y 1897 con un incremento espectacular de 1385,48 %
para cañaverales y desmontes plantados con caña[99].
En este sentido, el ingenio San Pablo apostó a la plantación de más caña con el
lógico incremento del número de cañaverales y surcos, configurando de esta
manera la fisonomía de un pueblo azucarero en toda la dimensión de la palabra.
En 1940 se incorporó a la estructura urbana la división por
loteos que tomo la forma de un amanzanamiento en forma alargada que respecto
los elementos existentes[100].
Así se ubicaban las viviendas permanentes de los obreros al S, los servicios
comunitarios al SE, la fábrica y sus anexos al centro, el chalet y parque al
NO, las viviendas de obreros transitorios al O y el cañaveral bordeando todo el
conjunto.
Esta organización
revela la idea de bloque sugiere la estructuración de cada uno de los elementos
mencionados en forma organizada alrededor de la fábrica, que actúa como centro
a lo largo de las vías de comunicación más importantes. El resultado formal
distingue claramente las distintas áreas, y de ésta forma se pueden leer los
niveles de jerarquía de la relación laboral en los tipos de vivienda
construidos para cada caso[101].
Esta organización es propia de
una espacialidad de la modernidad y del capitalismo que ha contribuido
poderosamente con la conformación y reproducción del orden social, creando una
superposición de paisajes y experiencias espaciales que van desde paisajes de
control y vigilancia hasta de paisajes de producción.
Se puede tener en
cuenta la importancia de los loteos, que se superpone sobre el uso del suelo de
períodos anteriores. En este sentido, la estructura formada durante los
primeros años del pueblo en los alrededores del ingenio, se establecieron una
serie de calles internas que no anticipaban a largo plazo una mejor
urbanización para el pueblo, pero sí era de gran utilidad para la época de su
realización[102].
Otra de las
cuestiones de importancia para lograr mayor operatividad de la fábrica fue la preponderancia
que tomaron las acequias de riego y la derivación de los desechos industriales
construidas a cielo abierto, así como el tendido de las líneas férreas para el
transporte de la caña desde los surcos dirigidas a la fábrica.
En 1964 el precio
del azúcar comenzó a descender y el estado suspende la financiación del crédito
otorgado por el Banco Nacional para el pago de la caña a los cañeros. En este
oscuro contexto, en 1965 el ingenio registra un pico de producción con 50 toneladas de azúcar, complejizando
aún más su situación. Con el precio del azúcar en baja se produce la máxima
crisis en la industria azucarera que lleva al cierre de 11 ingenios en la
provincia durante la dictadura de Onganía en 1966.
Sin embargo, el
ingenio San Pablo salió ileso de esta situación debido a sus vínculos con el poder.
En este sentido, San Pablo constituía parte de fue una comisión especial del
Centro Azucarero Argentino (CAA) integrada por Blaquier, Ambrosio Nougués, Prat
Gay, Paz y otros industriales que elevaron un proyecto al PEN (Poder Ejecutivo
Nacional) demandando en cierre de doce ingenios y la redistribución provincial
de los cupos de producción. A pesar de creer que esto favorecería la
concentración del poder económico en unos pocos industriales, en el corto plazo
terminaría condenando a toda la provincia a la agonía. Los Nougués se vieron
afectados siendo sometidos a los cupos y al proceso de racionalización
impuestos por el Poder Ejecutivo Nacional[103].
A medidos de le década de 1970 la situación
del ingenio San Pablo comienza a atravesar una serie problemas debido a los
altibajos de la producción azucarera y dificultades de comercialización. Sin
embargo, efectuaron algunas inversiones en la fábrica, como la adquisición de
un nuevo trapiche y en su destilería se instaló la primera deshidratadora de
alcohol (1981). Entre 1979 y 1983 se firmó un convenio y se instaló la papelera
Papel del Tucumán que comenzó a producir papel con el bagazo que proveía el
ingenio.
A
la par de esto, la familia Nougués comenzó a diversificar sus inversiones en
distintos sectores y provincias, lo que impacto directamente en el ingenio ya
que disminuían las inversiones en el mismo y se dejó de pagar las deudas que el
ingenio había adquirido con las nuevas maquinarias.
A
partir de 1980 el ingenio experimenta un paulatino descenso de la producción y
la administración de los Nougués en 1986 lo arrienda a un grupo de cañeros
(CATSA) hasta 1989, pero esto no permitió superar la crisis. En noviembre de 1989 el ingenio paralizó sus
trapiches, el ingenio estaba en quiebra. Hasta 1992 la situación de
incertidumbre invadía a sus trabajadores.
En
1993 mediante una subasta la Compañía Azucarera Los Balcanes adquiere el
ingenio y todas las propiedades involucradas con él. Los nuevos dueños deciden
convertir este espacio en un centro educativo de altos estudios que se
materializa en la creación de la Universidad San Pablo T.
Por
iniciativa de sus nuevos dueños, en 2003 el Senado de la Nación aprobó la
declaratoria como “Lugar Histórico Nacional” el casco del ex - Ingenio San
Pablo. Tiempo después se inauguró la Universidad de San Pablo T.
El pueblo de san pablo hoy
Luego
del cierre del ingenio, la comuna de San Pablo experimentó importantes cambios
vinculados con modificaciones en los roles del hombre y la mujer en la familia,
alteraciones en el uso del suelo, y un fuerte desarrollo y crecimiento del
mercado inmobiliario.
En
este sentido, el mercado laboral se vio profundamente afectado ya que la mayor
parte de hombres y jóvenes de las familias san pableñas trabajaban en la
fábrica. Luego del cierre, los desocupados de la fábrica azucarera se
encontraban ante la situación de haber perdido su fuente de trabajo. Sumado a
ello, ni por parte de los industriales ni del gobierno de turno se efectuaron
esfuerzos para tramitar la inserción de esos trabajadores en el mercado laboral[104].
Sin
embargo, pesar de la perdida de la principal fuente de trabajo, la población no
migró hacia otras ciudades. Esto se vio favorecido por la cercanía que posee el
poblado con la ciudad de Yerba Buena y la capital tucumana, situación que facilitó
la incorporación a puestos de trabajo de algunos ex empleados, y en mayor
medida benefició a las mujeres de éstos, quienes finalmente obtuvieron la
jefatura del hogar[105].
Otra
de las importantes modificaciones efectuadas posteriores al cierre se vincula
con el cambio en el uso del suelo. Con respecto a ello, antes del cierre el
ingenio poseía alrededor de 4.000 hectáreas de tierras aptas destinadas a la
plantación de caña de azúcar, además el ingenio tenía en su poder 8.000
hectáreas de tierra diversificadas con plantaciones de pinos, eucaliptus y el
resto ocupada con forestaciones de diversas variedades de árboles. Gran
cantidad de las plantaciones de caña de azúcar fueron reemplazadas por la soja,
el citrus, palta, frutillas y otro tipo de semillas[106].
Según
el Censo de 1991, el primitivo núcleo urbano aun concentraba más de la mitad de
la población de San Pablo (56,5 %) y el resto (45,3%) se localiza por fuera de
él en dirección este y sur tomando los siguientes barrios: Jardín, Punta del
Monte, Costa Esperanza, San Roque Villa Kariño, Jorrat, Malvinas, San Miguel y
Ohuanta. Para el 2001, los históricos radios urbanos disminuyeron
proporcionalmente su población (44,8%) y los nuevos aumentaron a un 55%,
acentuándose la expansión hacia el este y sur iniciada en la década del
noventa.
A
partir del 2005 otros usos del suelo se hacen presentes en el paisaje de San
Pablo, dando un empuje al pueblo mediante la construcción de nuevos barrios
privados (B° San Nicolás, B° Eva Perón, B° Portal), la usurpación de terrenos
fiscales (FFCC, canales de riego), y country que son manejados por grandes
empresas inmobiliarias, atraídas por la belleza del paisaje y la cercanía a la
capital. Esta situación llevó a una modificación radical del paisaje, el que se
vio afectado por el desmonte y tapado de canales naturales de desagüe[107].
La
incorporación de esta nueva población generó una gran brecha económica y social
en la comuna, con claras diferencias en el acceso a recursos por parte de
ambos.
Con respecto al
antiguo espacio productivo del ex - ingenio, en el año 1994 se concreta la adquisición
por sus actuales dueños. En el año 2002, por iniciativa de sus nuevos dueños,
se presentó, ante el Senado de la Nación, una solicitud de declaración del
casco del Ex -Ingenio San Pablo como Lugar Histórico Nacional, con el objeto de
lograr su protección como referente de la industria azucarera tucumana[108].
En el año 2003 se hace efectiva dicha declaratoria. En la misma se considera
como parte del casco histórico a El chalet de la familia Nougués, el jardín con
su laguna, y la Capilla de la familia. Sin embargo, muchas otras construcciones
quedaron fuera de dicha declaratoria, las mismas corresponden a la fábrica,
depósito de azúcar, fábrica de cal, laboratorio de agua, destilería, canchón,
viviendas de administradores y sobre todo el pueblo de San Pablo con las vías
del tren, casas de empleados, club deportivo, iglesia, casa de baños y colonias
agrícolas.
Con ello se inició una
etapa de fuertes modificaciones, ya que sus instalaciones son utilizadas como
sede del Centro de Altos Estudios, gestión que resultó en la fundación de la
Universidad Privada de San Pablo en el año 2007.
En este contexto, la
organización y uso del espacio se modificó drásticamente. La fábrica central
fue desmantelada en un 70% reutilizándose parte de su maquinaria en otros ingenios
que son propiedad de los nuevos dueños, y otra parte se vendió como chatarra.
Otras construcciones
anexas aún conservan la función de acopio y almacenamiento de productos
(azúcar) o depósitos y mantenimiento de maquinaria agrícola pertenecientes a la
misma firma propietaria. El resto de las edificaciones, como destilería,
laboratorio de agua y fábrica de sal, se encuentran abandonadas.
El chalet y capilla
privada de familia Nougués fueron restaurados. En el caso del primer edificio
se trasforma en la sede administrativa de la Universidad. En este proceso de
refuncionalización algunas dependencias del ex ingenio como la estación de
tren, carpintería, edificios administrativos son demolidas y se construyen
nuevas construcciones (cafetería, playa de estacionamiento, aulas, entre otros).
Propuesta
de conservación y puesta en valor del patrimonio industrial de San Pablo
En
este contexto, de cambios tan acelerados y profundos, nos planteamos la
necesidad de crear y gestionar políticas acordes con los cambios urbanísticos acaecidos
suministrando herramientas participativas para la sociedad civil, científica y
de gestión empresarial en un trabajo conjunto que asegure la conservación y puesta
en valor del patrimonio industrial de San Pablo.
En
virtud de ello, se efectuó un convenio entre la Universidad de San Pablo T y el
Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES) dependiente de CONICET para
llevar a cabo un proyecto de valorización del patrimonio industrial, que
consideraba como objeto de preservación al Territorio en su totalidad,
materializado en el casco de fábrica, instalaciones anexas, chalet, capilla y
el poblado industrial con sus barrios, edificios públicos, barrios obreros
además de las obras de infraestructuras (caminos, vías de FFCC, canales de
riego, acequias entre otras) y lógicamente, el cañaveral que bordeaba todo el
conjunto. Esta iniciativa es muy alentadora ya que se proyecta potenciar su
valor como instrumento didáctico y educativo para el conocimiento de
condiciones de trabajo y procesos técnico – productivos pasados y presentes. Pero
el aspecto de mayor relevancia de este proyecto está dado por el valor social
en pos de sensibilizar y concientizar sobre la importancia del patrimonio industrial
para recuperar la identidad del poblado, vínculo que se interrumpió con el
cierre de la fábrica.
Como
expresamos al inicio de este trabajo, es factible reconstruir los paisajes
culturales accediendo a la materialidad del proceso de construcción y sus
productos, entendidos estos últimos como los elementos arquitectónicos,
visibles y eminentemente espaciales, en la medida que construyen y ordenan el
espacio a distintos niveles.
En
este contexto, los trabajos de campo arqueológico tuvieron como objetivo la
localización de red ferroviaria, colonias cañeras, unidades domésticas y
equipamientos colectivos; restos de estructuras, inmuebles y artefactos. En
relación a la fábrica se determinaron estructuras originales y ampliaciones,
diferenciándolas de otras que fueron producto de refuncionalizaciones
posteriores.
Como explicamos en un
inicio, este trabajo busca recabar y generar información y datos arqueológicos
e históricos que serán utilizados para construir la
patrimonialización de este referente, cuyo abordaje se implementará con una analítica de la Antropología Social. Es por
ello que estamos en proceso de construcción y elaboración del mismo. En virtud de ello desarrollamos estrategias de trabajo vinculadas con una línea de
base y posterior diagnóstico sobre el estado de conservación de la
infraestructura. Ello permitió establecer las relaciones espaciales y
temporales entre los diversos elementos que componen el paisaje identificando
la planta urbana original, es decir, lo que se conoce como el “pueblo
azucarero”, diferenciándola del llamado “pueblo nuevo” que es el sector
urbanizado posteriormente, adyacente y periférico al primero. Sin embargo, más allá de
nuestro por rescatar y conservar en patrimonio material no interesa, más aún,
trabajar con la población local, rescatar sus saberes y su patrimonio
inmaterial. Es en este sentido que su participación es considerada esencial
para dar oportunidad a los residentes para decidir sobre la planificación y
desarrollo del turismo en su lugar de residencia. De esta manera, se tendrán
expectativas realistas sobre lo que se puede esperar, habrá más motivaciones
para proteger el entorno cultural y natural, y se percibirán como beneficios
las mejoras obtenidas gracias a esta actividad. Esto implica una 'apropiación'
diferente del patrimonio por parte de la localidad, lo cual no impide que su
uso constituya, además, un componente económico importante a través del
turismo, favoreciendo la creación de empleo, el fortalecimiento de la economía
local y la conservación del patrimonio.
Posteriormente,
se llevaron líneas de acción que buscan rescatar la identidad industrial del
ingenio y el poblado sin verse alterado por sus nuevos usos. Es importante
aclarar que nuestra intervención está supeditada a los intereses de los dueños
de la propiedad. Teniendo en cuenta los intereses de los propietarios, no será
posible llevar a cabo ningún tipo de tareas en sector de fábrica y almacenes ya
que está destinado a ser una zona ocupada por la Universidad. Estamos en
tratativas de implementar un plan de conservación de la destilería y fábrica de
agua y cal. En virtud de ello, por el momento, solo se realizará una
conservación preventiva, con una zonificación que incluya un área núcleo y otra
para uso público.
Hasta
el momento, diseñamos la realización de visitas guiadas caracterizadas por la
simplicidad de la estructura expositiva y la creación de un recorrido fácil e
inequívoco que incorpore el poblado, los edificios fabriles y el paisaje
circundante como un todo. Se proyecta construir una sede expositiva en el predio del ex – ingenio para proyección de
contenidos audiovisuales donde se prevé exponer la historia del ex ingenio San
Pablo (desde su fundación hasta su cierre), una breve historia sobre industria
azucarera en Tucumán, de su evolución tecnológica, entre otros aspectos. Por
otra parte, diseñamos un sendero interpretativo
en el casco del ingenio: itinerario que recorre edificios industriales y
construcciones relacionadas con la producción distintos, con paradas y
miradores planificados acompañados de paneles expositivos que describan las
características el funcionamiento del antiguo ingenio. Se agrega a este
recorrido dependencias de la familia Nougués como ser el chalet, capilla y
jardines que se hallan insertos en el parque del predio. Por último, se prevé
el diseñó de un circuito turístico con participación de actores locales como
guías. Este circuito tomando como puntos de referencias distintos tipos de
edificios y espacios urbanos organizados en forma de red en el casco histórico
del poblado con cartelería y señalización adecuada que facilite su recorrido y
comprensión.
Consideraciones finales
A través de este trabajo pudimos esbozar algunos de los procesos
históricos sociales que intervinieron en la configuración del paisaje
agroazucarero de San Pablo, abarcando un extenso período que comprende el
período prehispánico con la desde la presencia de grupos agroalfareros que
denotan pautas de vida, producción, apropiación y organización territorial
propias con una ocupación casi ininterrumpida desde principios de la era
cristiana. Creemos que esto se debe a que la zona de pedemonte constituía un
área de transición entre valles y llanuras, convirtiéndose en un escenario de
tránsito e intercambio por excelencia que favorecía la complementariedad económica entre grupos de distintos puntos geográficos
establecida a partir de la distribución diferencial de recursos. Además, ello
pone en evidencia un proceso social más
complejo en el que las demandas materiales estuvieron ligadas a distintos lazos
sociales, (algunas relacionadas con la legitimación de relaciones de poder,
otras con la construcción de identidades personales y otras con la
resistencia).
Posteriormente, pusimos énfasis
en la etapa colonial, indagando fuentes documentales de distinta naturaleza, que
permitieron esbozar una aproximación al cambio social y espacio-temporal dado
en el contacto de nativos y europeos, analizando las formas de emplazamiento
surgidas con la encomienda, el resguardo, el pueblo de indios y la presencia de
los jesuitas en la zona hasta su expulsión, en la que la apropiación del
espacio tenía un interés económico, desconociendo y burlando los derechos de
las poblaciones nativas que allí habitaban.
Posteriormente abordamos la
nueva organización y uso del espacio a través de la venta de tierras por la
junta de temporalidades, hecho que llevó a que muchas
parcelas libres entraran a jugar en el mercado inmobiliario, produciendo en
algunos casos una mayor fragmentación y en otros la acumulación de varias
parcelas por parte de cada propietario. En este contexto surgen los primeros
terratenientes en el manantial de Marlopa y San Pablo. En ese momento aparece
Domingo Ayala en escena, vecino de la ciudad de Tucumán que se asocia con Jean
Nougués en el trabajo de la curtiembre
hasta que éste último se transforma en dueño de una gran cantidad de tierras en
esta zona e instala su hacienda. A continuación, abordamos el siglo XIX dando cuenta del proceso de pre-
industrialización azucarera hasta fines de ese siglo en que se produce un gran
salto cuali y cuantitativo en la producción azucarera de la región, que
modificó notablemente su configuración social y espacial con nuevos modos en la
organización y uso del espacio que, en el tiempo, le imprimieron las
características urbanas de un poblado industrial moderno. Por último,
analizamos los impactos producidos por el cierre del ex – ingenio a finales del
siglo XX (año 1992) y las consecuencias que sufrió la población en general y el
patrimonio fabril en particular.
Este análisis basado en
información arqueológica e histórica nos permitió apreciar la gran relevancia
que posee San Pablo como patrimonio de una época sumamente importante en la
historia de Tucumán, y que definen su identidad como pueblo azucarero y que
serán utilizados para construir la
patrimonialización de este referente.
Desde
el año 2003 se vienen desarrollando en la Provincia de Tucumán estudios que
abordan la agroindustria azucarera desde una perspectiva arqueológica y que
generaron datos e información sobre esta temática. Este proyecto se articula
con distintas investigaciones ejecutadas desde el ISES con acciones concretas
de puesta en valor del patrimonio histórico-arqueológico, material e inmaterial
como los desarrollados en la Casa del Obipo Colombres[109] y en el ex –
ingenio Lastenia[110].
A través de estos los investigadores rediseñaron y fortalecieron sus vínculos
con la población local, con los trabajadores y trabajadoras del ex - ingenio,
donde los saberes locales y la memoria fueron integrados. En este
contexto, la recuperación y puesta en valor del Ex - Ingenio San Pablo buscará
enriquecer el trabajo iniciado por nuestros colegas que permitirá fortalecer el
legado patrimonial que ha dejado la industria azucarera en el pueblo tucumano.
[1] Sayago, Juan Manuel, Collantes, Miriam y Toledo, Mario
(1998), Geomorfología, Gianfrancisco,
M., Puchulu, M. Durango de Cabrera, J. y Aceñolaza, G. (Eds.), Public. Esp.
Colegio Grad. Cs. Geol. Tuc., pp. 241-258.
[2] Guido, Elvira (2011), “Caracterización del medio físico de la cuenca de
Río Lules”, en Fernández, Hugo y Barber, Hebe, La cuenca del Río Lules, una aproximación multidisciplinaria a su
complejidad, Capítulo 2, San Miguel de Tucumán, EDUNT, pp. 2-12, 192.
[3] Guido, Elvira, 2011, Ob.
Cit., pp. 30-31.
[4] Acuto, Felix (1999) “Paisaje y dominación: la constitución del espacio
social en el imperio Inca”, en Zarankín, Andrés y Acuto, Felix (Eds.), Sed non Satiata. Teoría social en la arqueología latinoamericana contemporánea,
Buenos Aires, Ediciones del Tridente.
[5] Acuto, Felix (2012), “Landscapes
of Inequality, Spectacle and Control: Inka Social Order in Provincial Context”,
Revista de Antropología, Nº 25, pp.
9-64.
[6] Gianotti, Gabriela (2005), Intervenciones
arqueológicas en el cerrito 27 del Conjunto Lemos. Desarrollo metodológico y
aplicación de nuevas tecnologías para la gestión integral del Patrimonio
Arqueológico en Uruguay, en Gianotti, Camila (coord.),
Santiago de Compostela, TAPA 36, IEGPS (CSIC),
pp. 79-98.
[7] Troncoso, Andrés (2008), “Arquitectura
del paisaje y relacionalidad del espacio”. Disponible en
http://repositorio.uchile.cl/handle/2250/122330.
[8] Molano, Olga Lucía (2007), “Identidad cultural un concepto que
evoluciona”, Revista Opera, Nº 7, pp.
69-84.
[9] Endere, María Luz (2000), Arqueología
y legislación en Argentina. Cómo proteger el patrimonio argentino”, Buenos
Aires, INCUPA.
[10] Palmer, Marilyn y Neaverson, Peter (1998), Industrial Archaeology: Principles and
Practice, London, Routledge; Therrien, Monika (2008),
“Patrimonio y arqueología industrial. ¿Investigación vs. Protección? Políticas
del patrimonio industrial en Colombia”,
APUNTES, Vol. 21, Nº 1, pp. 44-61.
[11] Miguez,
Gabriel y Caria, Mario (2015), Paisajes y
prácticas sociales en las selvas meridionales de la provincia de Tucumán (1°
milenio DC), Crónicas materiales precolombinas. Arqueología de los primeros
poblados del Noroeste Argentino, en Korstanje, Alejandra et. al. (Eds.), Buenos Aires, Ediciones
de la SAA, pp. 111-148.
[12] Las mismas pertenecen a la Universidad Nacional de Tucumán y se
encuentran en Yerba Buena. Actualmente el Parque Biológico pasó a llamarse
Parque Sierra de San Javier. Escuela de A. y Sacarotécnia.
[13] Martínez, Jorge; Olizeswki, Nurit; Ribotta, Eduardo; y Sotelos, Claudia
(1994), “Primeras investigaciones arqueológicas en la Reserva Experimental de
Horco Molle”, en Resúmenes del III Congreso Nacional de Estudiantes de Arqueología,
Rosario.
[14] Colaneri, María et. al.
(2003), “Análisis del material rescatado en Horco Molle”, en VI Jornadas de Comunicaciones. Serie
Monográfica y Didáctica, N° 2: 12, Facultad de Ciencias Naturales e IML-UNT,
San Miguel de Tucumán.
[15] Gavicola, Mario; Maldonado, Mario; Moreno, Alberto
(2002), “Informe de excavación de la cuadrícula F4 del sitio STucYeb 2 Cancha
Pachado”, Informe presentado a la Cátedra de Práctica de Campo III, de la carrera
de Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales e IML-UNT, San Miguel de
Tucumán, 2002.
[16] Cano,
Sergio y Herrera, Andrés (2005), “Rescate
Arqueológicos de una urna funeraria en la localidad El Manantial (Dpto. Lules,
Tucumán)”, en VII Jornadas de
Comunicaciones, Serie Monográfica y Didáctica N° 2: 9, Facultad de Ciencias
Naturales e IML-UNT, San Miguel de Tucumán.
[17] Míguez,
Gabriel (2005), “Dinámica local y
relaciones interétnicas: nuevas investigaciones y replanteo de la problemática
arqueológica del piedemonte de la Sierra San Javier. Dpto. Yerba Buena. Pcia.
de Tucumán”, Tesis de grado para
optar por el título de Arqueólogo, Facultad de Ciencias Naturales e IML-UNT,
San Miguel de Tucumán. Míguez, Gabriel, y Gramajo Bühler, Matías (2007),
“Tallando en las tierras bajas de Tucumán: análisis de artefactos líticos de
Horco Molle, Provincia de Tucumán”, en Actas
del XVI Congreso Nacional de Arqueología, Tomo 3, San Salvador de Jujuy,
2007, pp. 165-170. Míguez, Gabriel y Collantes, Miriam (2012), “Geoarqueología de un sector del
Piedemonte Meridional Tucumano”, en V Congreso Argentino de Cuaternario y
Geomorfología, Río Cuarto. Míguez, Gabriel y Caria, Mario 2015, Ob. Cit., entre otros.
[18] Míguez, Gabriel y Mario Caria, 2015, Ob. Cit.
[19] Míguez, Gabriel y Gramajo
Bühler, Matías 2007, Ob. Cit.
[20] Míguez, Gabriel y Caria, Mario, 2015, Ob. Cit.
[21] Noli, Estela (1998), “Sociedades indígenas antes y después de la
conquista en el Noroeste Argentino”, Ravida,
N° 16, pp. 83-87. Robledo, Nélida (2016), “Los
lules de San Miguel de Tucumán. Siglos XVI y XVII”, en Noli, Estela (comp.), Revisando
Ibatín. Investigaciones Históricas y Arqueológicas, pp. 31-52.
[22] En este apartado no haremos referencia a los grupos
Diaguita-Calchaquíes, debido a que su ocupación del área de llanura corresponde
después de 1665, es decir, una vez que son derrotados y trasladados.
[23] Noli, Estela, 1998, Ob. Cit., p.
42.
[24] Assadourian,
Carlos Sempat (1972), “La Conquista”, en Assadourian, Carlos Sempat; Beato,
Guillermo; Chiaramonte, José Carlos, Argentina.
De la Conquista a la Independencia, Tomo II de Halperin Donghi, Tulio (dir.).
Colección Historia Argentina, 1, Ed. Paidos, pp. 11-114.
[25] Robledo, Beatriz Nélida, 2016, Ob.
Cit., p.31.
[26] Canals Frau, Salvador (1953), Poblaciones
Indígenas de la Argentina: su origen, su pasado, su presente. Buenos Aires,
Editorial Sudamericana.
[27] Maeder,
Ernesto J.A (1988), “Las dimensiones
demográficas... principios del siglo XVII”,
en Investigaciones y Ensayos 37, Buenos
Aires, pp. 291-316.
[28] Robledo, Beatriz Nélida, 1988, Ob.
Cit.
[29] Furlong, Guillermo (1941), Entre
los lules de Tucumán, Buenos Aires, Talleres gráficos San Pablo.
[30] Robledo, Nélida (1999), “La Hacienda de Los Lules 1767-1773”,
Separata del Libro Carlos S. A. Segreti In Memorian, Historia e historias, Tomo
II, Centro de Estudios Históricos Carlos S. A. Segreti, Córdoba, pp. 187 – 205.
[31] Lizondo
Borda, Manuel (1936), “Historia Del
Tucumán: Siglo XVI. Instituto de Historia, Lingüística y Folklore”,
Universidad Nacional de Tucumán, Instituto de Historia, Tucumán, p. 36.
[32] Noli, Estela, 1988, Ob.
Cit., p. 36.
[33] 1 legua=4330m y 1 legua2= 1875Has, 1vara=0,866m; López de
Albórnoz, 2002, Ob. Cit., p. 90
[34] Martínez
Sarasola, Carlos (2005), Nuestros
paisanos los indios, Buenos Aires, Emecé.
[35] Noli, Estela 1988, Ob. Cit., p.
16.
[36] Noli, Estela (2012), Indios
ladinos, criollos aindiados. Proceso de mestizaje y memoria étnica en Tucumán
(Siglo XVII), Rosario, Ediciones
Prohistoria. Noli, Estela, 2016, Ob.
Cit., pp. 1-15.
[37] Noli, Estela, 2012, Ob. Cit., p. 9
[38] Lorandi,
Ana M. y Boixadós, Roxana (1988), “Reflexiones sobre las categorías semánticas
en las fuentes del Tucumán colonial”, Runa, N° 17/18, pp.
263-419.
[39] Sica
Gabriela (2017), “Las sociedades indígenas del Tucumán colonial. Una breve
historia en larga duración. Siglos XVI-XIX”,
La Historia Nacional en perspectiva regional. Nuevas investigaciones para
viejos problemas, Buenos Aires, Teseo,
pp. 41 – 82.
[40] Assadourian, Carlos
Sempat, 1972, Ob. Cit.
[41] Farberman,
Judith y Boixadós, Roxana (2006), “Sociedades
indígenas y encomienda en el Tucumán colonial. un análisis comparado de la
visita de Luján de Vargas”, Revista de
Indias, Vol. LXVI, Nº 238, pp. 601-628.
[42] Robledo, Beatriz, 2016, Ob. Cit., p. 32.
[43] Nougués,
Miguel Alfredo (1976), Los fundadores,
los propulsores, los realizadores del San Pablo, Tucumán.
[44] Documentos Coloniales Relativos a San Miguel de Tucumán y a la Gobernación
de Tucumán, Serie I, Tomo 1, p. 105.
[45] Zerda de Cainzo, Hilda Elena (2013), Ciudades y pueblos de Tucumán: aportes para su historia. Tucumán,
UNSTA.
[46] López, Cristina (2016), “El
derecho a las tierras en San Miguel de Tucumán. Siglos XVI y XVII”, en
Noli, Estela (comp.), Revisitando
Ibatín. Investigaciones Históricas y Arqueológicas, San Miguel de Tucumán,
pp. 53- 84.
[47] Robledo, Beatriz, 2016, Ob. Cit.,
p. 33.
[48] Noli, Estela, 1998, Ob. Cit.,
p. 40.
[49] Robledo, Beatriz, 2016, Ob. Cit., pp. 33-34.
[50] La actividad maderera fue tempranamente señalada por Sotelo de Narváez
quien menciona “…e saca de madera
de cedro e nogales para todos los pueblos de la tierra, porque es muy abundante
della…” citado en Noli, 1998c, p. 3.
[51] Noli, Estela, 2012, Ob. Cit.,
p. 48.
[52] Noli, Estela, 2012, Ob. Cit.,
p. 49; Robledo, Beatriz, 2016, Ob. Cit.,
p. 34.
[53] Noli, Estela, 2012, Ob. Cit.,
p. 48.
[54] Noli, Estela, 2012, Ob. Cit.,
p. 48.
[55] Robledo, Beatriz, 2016, Ob. Cit.,
p. 182.
[56] Robledo, Beatriz, 2016, Ob. Cit.,
p. 36.
[57] Peña de Bascary, Sara (1986), “Las
ruinas jesuíticas de San Miguel de Tucumán”,
Revista de la Junta de Estudios de
Tucumán, N° 12, pp. 109-147.
[58] Peña de Bascary, Sara (2006), “A
400 años de la llegada de los jesuitas de Tucumán”, Diario La Gaceta,
https://es.scribd.com/document/33658555/A-400-anos-de-la-Llegada-de-los-jesuitas-a-Tucuman-Sara-Pena-de-Bascary
[59] Guerra Orozco, Cecilia (2017), Historia
del municipio de lules, Colección historia de los municipios de Tucumán, Tucumán,
Ente Provincial.
[60] Robledo, Beatriz (1995), “El
espacio Jesuítico de San Miguel de Tucumán”,
en Actas del Primero Congreso de Investigación
Social. Región y Sociedad en Latinoamérica. Su problemática en el noroeste
argentino. Facultad de Filosofía y Letras-UNT. San Miguel de Tucumán, pp.
12-13.
[61] Robledo, Beatriz (1995), “La Hacienda de Los Lules 1767-1773”, Separata
del Libro Carlos S. A. Segreti In Memorian. Historia e historias, Tomo II, Córdoba, Centro de Estudios Históricos
Carlos S. A. Segreti, pp. 187-205.
[62] Robledo, Beatriz, 1995, Ob. Cit.,
pp. 4-5.
[63] Lorandi, Ana M. y Ferreiro, Juan P. (1991), “De la crisis a la estabilidad. La sociedad nativa en Tucumán a
fines del siglo XVII y comienzos del XVIII”, Memoria Americana, Cuadernos de Etnohistoria, Vol. I, N° 1, pp. 57-101.
[64] López de Albornoz, Cristina (1997), “Población
y fuerza de trabajo en el Tucumán Colonial. Un enfoque desde la historia rural”, Población
y Sociedad, Revista Regional de Estudios Sociales, N° 5, pp. 209-239.
[65] López de Albornoz, Cristina (1997), “Productores
rurales de San Miguel de Tucumán. Fines del siglo VIII”, Lorandi, Ana María (comp.), Tucumán
Colonial y Charcas, Tomo II, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,
UBA, pp. 155-180.
[66] López de Albornoz, Cristina (2002), “Propietarios, arrendatarios y agregados. Sistemas de tenencia de
la tierra y las relaciones de producción rural en San Miguel de Tucumán,
1770-1820”, Anuario de Estudios Americanos, Tomo LIX, Vol. 1, pp. 81-119.
[67] Documentos Coloniales relativos a San Miguel de Tucumán y la
gobernación de Tucumán Siglo XVI, (1934), Publicaciones de la junta conservadora
del archivo histórico de Tucumán, Serie 1, Vol. I.
[68] Documentos Coloniales 1934, Ob.
Cit., p. 112.
[69] Documentos Coloniales 1934, Ob.
Cit., p. 38.
[70] Documentos Coloniales 1934, Ob.
Cit., p.112-113.
[71] Guerra Orozco, Cecilia 2017, Ob.
Cit., p.15.
[72] Guerra Orozco, Cecilia 2017, Ob. Cit., p.15.
[73] Nougues, Miguel Alfredo 1976, Ob.
Cit., p. 40.
[74] Bolsi, Francisco (2012), “Familia,
inserción social y comercio de exportación en Tucumán, 1780-1810. Una
aproximación a partir del comerciante peninsular Manuel Posse”, Memoria Americana, Cuadernos de Etnohistoria,
Vol. 20, Nº 2, pp. 221-244.
[75] Archivo Histórico
de Tucumán, Sección Judicial Civil, Serie A, Caja 63, Exp. 26.
[76] Burmeister, Germán (1855), Descripción
de Tucumán, Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora de Coni Hnos., p. 45.
[77] Burmesister, German (1916), Descripción
de Tucumán, Buenos Aires, Coni Hnos., pp. 58-60.
[78] Bolsi, Francisco (2009), “Inmigración francesa, desarrollo agroindustrial azucarero
y familia empresa en Tucumán. El caso de la familia Nougués 1830-1900”, Tiempos de América, Nº 16, pp. 39-52.
[79] Bolsi, Francisco, 2009, Ob. Cit., p. 43.
[80] Nougués, Miguel Alfredo 1976, Ob.
Cit., p. 60.
[81] Nougués, Miguel Alfredo 1976, Ob.
Cit., p. 60.
[82] Bolsi, Francisco (2012), “Familia,
poder político y prácticas empresarias. Un estudio comparado de los casos de
Felipe y Manuel Posse en el contexto del desarrollo agroindustrial azucarero
tucumano, 1830-1900”, Bohlau; Jahrbuch für Geschichte
Lateinamerikas, Vol.
49, Nº 1, pp. 108-133.
[83] Cabe aclarar que dicha compra se realizó en condominio con Francisco
Mañan, que luego se disuelve quedando JN con la fracción de “Los Espinillos”
hasta la cumbre, y Mañan con la fracción de tierras que se extendía desde el
arroyo de El Manantial de Marlopa hasta “Los Espinillos”. Años después, la
sociedad e los hermanos Nougués compra esta propiedad a la hija de Mañan.
[84] Bolsi, Francisco, 2012, Ob. Cit.
[85] Campi, Daniel (2017), Unidades de
producción y actores en los orígenes de la actividad azucarera: Tucumán,
1830-1876, Tucumán, Facultad de Ciencias Económicas, Instituto Superior de
Estudios Sociales, p. 60.
[86] Campi, Daniel, 2017, Ob. Cit., p. 41.
[87] Campi, Daniel, 2017, Ob. Cit. Bolsi, Francisco, 2009,
Ob. Cit., p. 44.
[88] Campi, Daniel, 2017, Ob. Cit., pp. 44-46.
[89] Su madre, la catamarqueña Marcelina Herrera unida con lazos de
parentesco con los Avellaneda y Tula (Bolsi, Francisco, 2009, Ob. Cit.).
[90] Campi, Daniel, 2017, Ob.
Cit. p. 33.
[91] Salim Grau, Jacqueline (2015), El
proceso de configuración del paisaje de san pablo y su valorización actual como
patrimonio cultural, Instituto de Estudios Geográficos "Dr. Guillermo
Rohmeder"(IEG) -Facultad de Filosofia y Letras-Universidad Nacional de
Tucumán, Argentina - Tesis de Posgrado.
[92] Rosenzvaig, Eduardo (1986), Historia
social de Tucumán y del azúcar: Del Ayllu a la encomienda-de la hacienda al
ingenio, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán.
[93] Santamaría, Daniel (1986), Azúcar
y sociedad en el noroeste argentino, Buenos Aires, Ediciones del IDES.
[94] Campi, Daniel (1999), “Los ingenios del norte: un mundo de contrastes”, en Devoto, Fernando y Madero, Marta
(Dir.), Historia de la vida privada en la
Argentina, Tomo II, Buenos Aires, Taurus.
[95] Salim Grau, Jaqueline,
2015, Ob. Cit., p. 98.
[96] Herrera, Claudia Elina
(2009), “Los Avellaneda: herencia y
poder en la élite tucumana”, en Segundas
Jornadas Nacionales de Historia Social, Universidad Nacional de La Plata,
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Centro de Estudios de Historia
Americana Colonial.
[97] Salim Grau, Jaqueline, 2015, Ob.
Cit.
[98] Paterlini de Koch, Olga (1987), Pueblos
azucareros de Tucumán, Editorial Instituto Argentino de Investigaciones de
Historia de la Arquitectura y del Urbanismo.
[99] Ortiz, María y Montero, Rodrigo (1998), “La historia de una empresa
azucarera. El ingenio San Pablo a través de sus inventarios, 1875-1897”, Trabajo
presentado al Seminario de Facultad de
Ciencias Económicas, Univ. Nacional de Tucumán.
[100] Paterlini de Koch, Olga,
1987, Ob. Cit.
[101] Paterlini de Koch, Olga,
1987, Ob. Cit., pp. 44-45.
[102] González, Miguel (2012),
El Ex-Ingenio San Pablo Transformaciones
en el uso de los suelos y sus consecuencias 1990-2010, Tesis de Licenciatura en
Ciencias Políticas, Universidad de San Pablo Tucumán Instituto, Ciencias Sociales, Política y
Cultura.
[103] Pucci, Roberto (2007), Historia
de la destrucción de una provincia: Tucumán 1966, Buenos Aires, Ediciones
del Pago Chico.
[104] González, Miguel, 2012, Ob. Cit., p. 56
[105] González, Miguel, 2012, Ob. Cit.,
p. 57
[106] Fogliata, Franco (2009),
Los cañaverales de
Tucumán están perdiendo productividad por hectárea,
Colegio de Ingenieros Agrónomos y Zootecnistas.
[107] González, Miguel, 2012, Ob. Cit., p. 95.
[108] Salim Grau, Jaqueline,
2015, Ob. Cit., p. 233.
[109] Ataliva, Víctor, Díaz, Osvaldo y
Piñero, Carlos (2007), Tercer Informe.
Arqueología e historia del Monumento Histórico Casa del Obispo José Eusebio
Colombres, Informe presentado a Camaro Construcciones S.R.L., inédito,
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Ataliva, Víctor (2016), “Hacia una arqueología de los espacios
industriales azucareros. La casa del Obispo Colombres de Tucumán”, Travesía, Vol. 18, Nº 1, pp. 7 – 29.
[110] Villar,
Fernando A., Galian, Mabel y Hocsman, Salomón (2014), “Apreciaciones arqueológicas de un ingenio azucarero del siglo XIX” en IV Seminario Internacional de Patrimonio
Agroindustrial: recursos para el desarrollo,
Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán.