GUERRA E
INDEPENDENCIA EN LOS PAÍSES ANDINOS
LA
“TRAUMÁTICA TRANSICIÓN”
Ana María Lorandi[1]
En
los últimos años el proceso de formación de los estados nacionales de
Hispanoamérica está siendo analizado desde una nueva perspectiva, más global o
transnacional. Los historiadores establecen vínculos más estrechos entre la
estructura social e ideológica construida durante la colonia y el inicio de la
república[2].Los
estudiosos sobre las ideas políticas, o la historia conceptual, se han abocado
a discutir algunos conceptos claves[3],
para referirnos al momento en el que dicho proceso se inicia, sobre todo al
período 1808-1812. Se discute el sentido de conceptos tales como Revolución o
Independencia; si fue realmente una revolución en sentido amplio, social y
cultural, o solamente política, en qué medida se propuso desde el inicio una
ruptura total con la metrópolis y si la insurgencia ganó el beneplácito del
grueso de la población, entre otros temas. Es indudable que la crisis de la
monarquía hispana alentó las medidas que tendían a forzar una mayor autonomía
de los gobiernos locales y para muchos es un anacronismo sostener que se
propuso desde el comienzo romper los vínculos jurídicos con España[4].
Dejaremos para otra ocasión la discusión sobre el término revolución para
concentramos en el de Independencia y de la ideología que supuestamente la
sustentó advirtiendo que, a medida que transcurría el proceso insurgente, el
sentido de los conceptos cambiaron y se disiparon muchas de las ambigüedades
iniciales al ritmo de los avatares militares, políticos y socioeconómicos.
En
este ensayo nos ocuparemos en especial, pero no únicamente, de la guerra de la
independencia y de los efectos en las variaciones y ambigüedades políticas que
se fueron implementando a lo largo del período, en Perú, Bolivia y del noroeste
de Argentina concebido como un escenario regional. Resumida a la extensión del
ensayo, se discutirán las consecuencias de la guerra en distintos sectores
sociales y con ello las modulaciones de las ideas políticas que la sustentan,
incluso en zonas donde la conflagración se demora como en Perú. La perduración
de la coyuntura bélica durante quince años, los avances y retrocesos de los
ejércitos y de las guerrillas fueron modelando la cultura política y los
perfiles de las alianzas y lealtades así como de sus proyecciones en la
construcción de los respectivos países. Por ello trataremos de vincular el
estado de beligerancia con la formulación de conceptos vinculados a
independencia, libertad y liberalismo y los múltiples clivajes a través de los
cuales se manifiestan.
Ejemplificando
con el caso mexicano, Ana Carolina Ibarra sostiene que Independencia “no puede entenderse sino en relación directa
con los hechos, de allí que su significado tampoco pueda entenderse a partir de
los resultados de un proceso de mayor duración”[5]. Sus comentaristas aclaran la problemática que subyace
en la influencia del discurso en la acción[6].
Desde esta perspectiva, podremos revisar nuevamente las implicancias de las
palabras refiriéndonos a las observaciones de Lucien
Jaume[7]
sobre el efecto de sentido de los discursos, cómo dicen lo que hacen los agentes sociales, que no quiere
decir necesariamente que hacen lo que dicen y que se materializan en las ideopraxias, entendidas como la
puesta en práctica del pensamiento político. La locución está condicionada por
una cultura política compartida entre emisor y receptor pero “se trata, desde luego, de una comunidad subjetiva: la comunidad que él
espera, que imagina y por la que desea ser escuchado y pone en tela de juicio la
perspectiva de la verdad”[8]. En esta época, dice Goldman[9]“la polisemia es constitutiva del lenguaje político”, con creciente inestabilidad semántica “porque traduce la diversidad de la experiencia política”.
En
este caso analizaremos los vínculos entre discursos y acción bélica y política
en una coyuntura transnacional (Perú, Bolivia y Argentina). Aunque la región
participa del mismo proceso insurgente, a la vez estaban atravesados por
diferencias que se remontan a su geografía, a su poblamiento prehispánico y a
su historia colonial. Sus respectivos territorios, que
alguna vez formaron parte del virreinato del Perú, comparten algunas
características comunes: plurietnicidad,
multiculturalismo, plurilingüismo y por ello es un mundo internamente diverso,
y diversos fueron los escenarios en los que desenvolvieron los acontecimientos
provocados por la crisis de la monarquía española. Un mundo sometido a
constantes vaivenes, sujetos a las presiones externas y a las contradicciones
internas, cuyos efectos se observan en la variabilidad de las respuestas
políticas y sociales implementadas por cada uno de ellos para intentar resolver
la independencia o, como lo expresa Kossok, “la dialéctica entre unidad y diversidad”[10].
Para
examinar el proceso de
La
invasión napoleónica de la península ibérica en 1808 enfrenta a los americanos
con un conglomerado de preguntas sobre su situación jurídica y sus
consecuencias políticas. La reacción de la población urbana de Chuquisaca (
Y
por eso, en 1810, los porteños enviaron a Manuel Belgrano al Paraguay y al Alto
Perú a Antonio González Balcarce al
mando de las tropas junto a Juan José Castelli como el representante político
de
La guerra
y el lenguaje
En
situaciones de guerra el lenguaje, las fiestas y los símbolos adquieren una
mayor dramaticidad para identificar a amigos y
enemigos y sobre todo para crear imágenes de realidad asumidas sin mucha
crítica por los historiadores del siglo XIX y muchos de los del siglo XX. En el
caso de la guerra de
En
efecto, los textos[14],
discursivos o ceremoniales, en especial aquellos producidos mientras
transcurría de la guerra de
i por el
memorable día 14 de septiembre, en que la fuerte y valerosa ciudad de
Cochabamba hermanó sus ideas con las de (esta) la capital [Buenos Aires] hará
desaparecer de sobre el suelo americano la tiranía y despotismo que por tanto
tiempo lo ha mortificado i que brille la libertad patriótica que aspira la
nación. Nada hay que recelar de los antiguos mandatarios; deben conocer, a
pesar suyo, que reunida esa valiosa ciudad con Buenos Aires han caído por
tierra los infames proyectos i tocó su último término el monstruo de la tiranía[15].
Incluso posteriormente, la ejecución de los
intendentes de Potosí, Francisco de Paula Sanz y de La Plata, Vicente Nieto
ordenada por Castelli fueron aprobadas por el Cabildo de Chuquisaca
reclamándose deudora de la Junta de Buenos Aires por otorgarles la libertad.
Chuquisaca
acaba de experimentar las benéficas saludables influencias del sabio gobierno y
alta tuición de V.E. […] Espera igualmente que la obra de la capital de las
Provincias del Río de La Plata será proclamada y bendita por las generaciones
futuras, como obra de todos los siglos[16].
En esos
primeros meses las provincias del actual norte argentino aceptan la propuesta
de la Primera Junta[17]
aunque en Salta se observan indicios de resistir a la convocatoria[18].
Tucumán, en cambio, se prepara para enviar un representante, reconociendo a
Buenos Aires como capital del virreinato del Río de
El
ayuntamiento de Potosí es digno del mayor elogio por su patriotismo, amor a
En el
mismo Oficio el comisionado trata de trasmitir a
No tiene
Abascal dinero, ni armas, ni opinión, ni confianza de las tropas de su mando.
Temen a porteños y cochabambinos y sobre todo a sus pueblos impregnados de
nuestros conocimientos que hemos difundido diestramente en sus territorios. […] No dude pues vuestra excelencia que la gloria emprendedora de la
capital se levantará en el virreinato de Lima por confundir el orgullo de estos
habitantes[21].
En
palabras de Castelli, Puno, Arequipa y el Cuzco desean ser liberados de la
opresión virreinal y presume que no será difícil contar con su lealtad. Así lo
expresa en el plan de acción para continuar la campaña[22].
En otro oficio, fechado el mismo día, asegura que en el distrito de la
Audiencia de Charcas las poblaciones de Potosí, La Plata, Cochabamba y La Paz están en perfecta tranquilidad. En un bando dirigido a sus
habitantes, Castelli elogia la acogida de la población local “sin opresión, ni violencia, sin tumultos, ni desórdenes, sin engaño, ni
preocupación […] se resolvieron a reconocer y jurar obediencia a la Junta
gubernativa”[23].
Además organiza los primeros grupos de resistencia local integrada por un
conjunto variopinto de españoles americanos, mestizos e indios y encabezadas
por caudillos que por momentos coordinarán sus esfuerzos y por momentos
rivalizarán entre sí. “Fue así -dice
con ironía el historiador boliviano José Luis de Roca-como
Castelli, bisoño en el arte de la guerra, se irguió sin ningún esfuerzo en amo
absoluto del Alto Perú”[24].
No
obstante, después del desastre de Guaqui (28 de junio de 1811), comenzaron a
manifestarse los recelos de los “cholos” altoperuanos hacia los porteños
considerados “soberbios” y “herejes”[25]. Por cierto, cabe preguntarse cuántos porteños
auténticos militaban en esas tropas que huían de la persecución realista, y
cuántos habían sido incorporados en otras provincias en la ruta hacia el norte[26].
Poco importa, todos los que integraban el ejército auxiliar eran calificados de
la misma manera[27]
y emergía un clima de enemistad, especialmente notorio durante la retirada de
las tropas de Buenos Aires, incluso hostilidad de los propios indígenas.
En el
desbande posterior a la derrota de Guaqui, Martín de Pueyrredón quedó a cargo
del rescate de los caudales de
Apenas se
supo la derrota de nuestro ejército en Huaqui, o más
bien su increíble disolución, empezó la más sofocada influencia de nuestros
enemigos interiores i hacer prodigiosos progresos en los ánimos de los
naturales del Perú i la libertad que a costa de tantas fatigas había dado V.E.
fue ya un hecho de poco interés para unos i de abominación para otros, desde
que concibieron que debían sostenerla con sus pechos i a precio de algunas
gotas de sangre[28].
Pueyrredón
rescata en algunos párrafos la actitud de Chuquisaca (de cuya Audiencia había
sido nombrado presidente) pero al mismo tiempo admitía que, aún teniendo el
mando militar, sufrió “males sin términos”. Habiendo más de 900 hombres en
armas ninguno lo secundó, excepto algunos pocos oficiales.
El
desastre de Guaqui revela la incertidumbre de la población altoperuana frente a
las propuestas de Buenos Aires. Así como existieron reacciones favorables en
varias ciudades, Tacna,
A
medida que se desarrollan los acontecimientos de la guerra y tras la derrota de
ejército auxiliar, se producen insurrecciones populares en varias ciudades y
todo esto dificulta la retirada de las tropas acusándola de cometer feroces
represalias contra los realistas y los europeos sospechosos. No obstante, la
Junta hace un nuevo esfuerzo para alentar a la población y proclama, “Americanos, no lo dudéis, el ejército de esclavos miserables del
parricida y alevoso Goyeneche será bien presto aniquilado y sus destrozos
esparcidos vengarán la patria que ha ultrajado”[33].
A
pesar de las dificultades, Buenos Aires resuelve enviar una nueva expedición,
esta vez al mando de Manuel Belgrano. Mientras tanto Goyeneche estaba
recuperando el domino realista sobre el Alto Perú y llevaba adelante una
implacable represión contra los aliados de los porteños, pues muchas ciudades
ofrecieron resistencia[34].
Las tropas realistas avanzaban hacia el sur
-al mando del primo de Goyeneche, el arequipeño Pío Tristán- para tratar de aniquilar a las
fuerzas en retirada y apoderarse de Salta y Tucumán. Belgrano en su cuartel
general debe enfrentar la incompetencia de sus oficiales y limar las asperezas
provocadas por las facciones internas de las tropas. Los asuntos a resolver no se
reducen al ámbito castrense. La hostilidad de la población es excesiva, y el General debe buscar el remedio. El 2
de Mayo de 1812 informa al gobierno:
Ni en mi camino del Rosario ni
en aquel triste pueblo, ni en la provincia de Córdoba y su capital, ni en las
ciudades de Santiago, Tucumán y Jujuy, he observado aquel entusiasmo que se
manifestaba en los pueblos que recorrí cuando mi primera expedición al Paraguay;
por el contrario, quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más:
odio mortal, que casi estoy por asegurar que preferirían a Goyeneche cuando no fuese más que por variar de
situación y ver si mejoraban. Créame V. E.: el ejército no está en país amigo;
se nos trata como a verdaderos enemigos;[…] y ya se acabó la hospitalidad para
los porteños[35].
En una carta al gobernador
de Córdoba lo instaba a promover -“avivar”- el patriotismo[36],
palabra que comenzó a utilizarse muy temprano en sentido que se fue plasmando
hasta la actualidad[37].
En
San Miguel de Tucumán la participación popular se produce recién después de la
llegada del ejército del norte comandado por Belgrano, acantonada en las
afueras de la ciudad, y de la batalla de 1812. Los soldados reclutados
participaron también en la campaña en el Alto Perú[38]
y el aprovisionamiento y servicio de las tropas movilizó la economía local con
diversas oscilaciones en esos años de guerra constante[39].
Las quejas de Belgrano sobre la indiferencia o la hostilidad popular se
explican porque durante la colonia las milicias habían sido reclutadas para
responder a situaciones coyunturales o en general la población optó por
contribuir económicamente como en el caso de las invasiones inglesas de 1806 y
1807. Según Sara Mata hasta 1814 no se pudo observar un apoyo
decidido de la población rural de Salta al esfuerzo bélico liderado por Buenos
Aires. Pero en 1814 los campesinos del valle de Lerma, apoyados por las
milicias de Martín Miguel de Güemes que operaban en la zona del Rosario, se
enfrentaron decididamente a las tropas realistas que saqueaban sus campos en
pos de víveres y ganado, en especial de mulas[40].
A partir de este momento Güemes se dedicó a organizar sus milicias de gauchos,
otorgándoles fueros militares y se convirtió en una de las más eficaces
guerrillas contra el avance realista.
Por
cierto, en la ciudad de Salta el partido
realista había recibido con beneplácito al ejército de Tristán, y el resto de
la población compartió los agasajos que les brindaron, incluso -por orden de
Abascal- el 30 de enero de 1813 la ciudad efectuó una solemne jura de
Tras
el éxito obtenido en la batalla de Tucumán, Belgrano dirige una proclama al
ejército fechada el 28 de septiembre de 1812 desacreditando al enemigo,
alentando a la tropa a continuar la contienda, reconociendo la ausencia
material y simbólica del rey y recusando las pretensiones de
os expuse
en primera proclama de que el engaño y la mentira era el cimiento del edificio
que querían levantar [los realistas]: conocen que ya no hay España
y que el rey Fernando jamás volverá y se burlan entre sí de vuestra
credulidad, (…) Del mismo Abascal se entretienen y lo ridiculizan, expresándose
que deben mantenerlo como simulacro hasta que ellos consigan sus miras y se
ríen del título de marqués de la Concordia y de su gran Cruz de Carlos III
zahiriendo a esas mismas cortes y a esa misma Regencia que se da los aires de
soberanía de América, cuando todo es una jugarreta, según ellos se expresan[47].
El
“sentido” de las palabras de Belgrano es unívoco. Y aunque no utilice la
palabra independencia, el texto aporta señales claras al respecto. No hay rey,
no hay Regencia, entonces no hay dominio de España en territorios de
ultramar. Es más, en carta fechada el 8
de marzo de 1813, dirigida a José Manuel Goyeneche a raíz del armisticio
acordado para un cese temporal de las hostilidades, Belgrano se titula
“súbdito” del gobierno de las Provincias Unidas del Río de La Plata[48].
No obstante notemos aquí que Belgrano se identifica como “súbdito” y no como ciudadano,
un ejemplo más de que aún en 1813 (y más adelante también) los discursos
revelan los perfiles de la transición entre el viejo y el nuevo orden jurídico.
Por otra parte, Belgrano criticado por la benevolencia hacia los prisioneros
tomados a las fuerzas de Tristán[49],
reprocha la conducta vengativa de los patriotas, priorizando la justicia, ya
sea para “patriotas o antipatriotas”[50].
Se
inicia luego la segunda campaña al Alto Perú. El triunfo patriota en Tucumán y
Salta vuelve a concitar el apoyo popular. Una vez que ocupa Potosí, Belgrano
designó a Antonio Álvarez de Arenales en Cochabamba e Ignacio Warnes en Santa Cruz de la Sierra para lograr un control
más estrecho sobre territorio tan amplio. Pero tras los desastres en Vilcapugio y Ayuhuma el entusiasmo
vuelve a enfriarse. El gobernador intendente de La Plata, Francisco Antonio
Ortiz de Ocampo, señala que el pueblo se halla dividido y observa “síntomas peligrosos” pues la multitud tardó muy poco “en caer en el mismo desmayo, viendo que por todas partes se reunían
desertores y fugitivos del mismo ejército. Sucesivamente entró la desconfianza
en el pueblo de que acaso los abandonaríamos y esta sospecha los puso en una
terrible agitación”[51].
Belgrano informa al gobierno central que “los cholos y naturales se
han escondido llevándose cuanto tienen”. Sostiene que esta gente
no
conocen el honor ni las virtudes morales y políticas y que por lo mismo no
pueden jamás ser bien gobernados por unos principios que solo son adaptables a
aquellos pueblos que por medio de una muy prolija educación han olvidado los
vicios y resabios de la esclavitud[52].
Así
se manifiesta el político ilustrado en contraposición a la oscilante actitud de
una “multitud” de cholos y naturales sumergidos en otro ambiente cultural.
Después
de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma
la insurgencia guerrillera fue el pilar de la oposición militar a los ejércitos
españoles a pesar del esfuerzo de Buenos Aires enviando una nueva expedición
libertadora al mando del General José Rondeau entre
Desde
su llegada al mando del ejército en 1813 Pezuela
debió afrontar el mismo tipo de problemas que las tropas enviadas desde Buenos
Aires: el cambio de bando de oficiales[55]
y soldados, de criollos, mestizos y aún peninsulares, de los caciques y en
general de los indígenas. En referencia al estado en la que encontró a la
tropa, Pezuela escribe: “Las armas
del reino [no] eran dueñas de más terreno que el que pisaban: los indios
aborrecían al soldado, al oficial y a todo lo que era del Rey; por el contrario
servían de balde con sus personas y víveres a los de Buenos Aires”[56].
También los curas y frailes eran de poco confiar pues desde el púlpito movían a
sus feligreses en su contra. Pezuela hace notar el desabrimiento con el que lo recibe en
a primera
vista en los semblantes, calles, aparato y concurrencia de gentes, lo que había
adelantado en sus ánimos el roce y trato con los insurgentes; especialmente en
la gente común y de medio pelo, que denotaba el sentimiento de ver entrar a las
armas del Rey con la mayor desvergüenza[58].
La
misma hostilidad encuentra en Salta y en Jujuy donde denuncia que se encuentra
rodeado de espías[59].
En cambio tiene mejor opinión de Potosí “por no haber manifestado
una adhesión tan decidida a la causa de la independencia”[60].
Vemos
cómo este general peninsular -y que luego será el penúltimo virrey del Perú-
utiliza aquí la palabra independencia. Estas memorias, escrita día a día
durante la campaña, revelan desde ya el objetivo que los españoles atribuyen a
la rebelión. Según Pezuela los cabildos “entonces
constitucionales y nada afectos al objeto de la guerra” le retaceaban su
apoyo. En 1814 además de combatir varios
frentes a la vez, a causa de la actividad guerrillera, debió distraer fuerzas
para apagar la rebelión del Cuzco, encabezada por los hermanos Angulo y el cacique
Pumacagua. El cacique, que en 1781 había luchado
contra Túpac Amaru porque lo consideraba ilegítimo; en 1809 y en 1811 apoyado a
Goyeneche contra el cabildo de La Paz y la Junta de Buenos Aires -opuestos a la
continuación de los cacicazgos-, en 1814 se unió a los rebeldes pues los
constitucionalistas gaditanos pretendían abolir dichos cacicazgos[61].
Cuando en 1816 Pezuela fue designado virrey del Perú
el General José de
Mientras
las expediciones militares, la insurgencia y la guerrilla asolaban al Alto
Perú, al Cuzco y al norte argentino, el fidelismo, en casi todo el resto del
Perú, se convirtió en un bastión de resistencia comandado por el virrey Abascal
que supo ganar el apoyo de la elite limeña conciliando los intereses de
americanos y españoles[64].
La incertidumbre sobre la situación política de España avivó el temor de que el
autonomismo de las provincias meridionales -rechazando en realidad la
injerencia de Lima en sus asuntos locales- provocara un verdadero terremoto político y se apresuraron a nombrar un diputado
para representarlos ante la Junta Central de Sevilla, en tanto Abascal se
dedicó a reprimir cualquier síntoma de insubordinación. Las Juntas de
Chuquisaca, La Paz y Quito, al no recocer la Junta Central fueron calificadas
por el Virrey como sediciosas y pretender ocultamente la independencia[65]
-a pesar de reconocer a Fernando VII- y
en lo sucesivo se afanó en apoyar en todo lo posible al ejército que combatía
la insurrección[66].
Por otro lado la noticia de la supresión del tributo indígena se expandió
rápidamente por todo el Perú y produjo dispares reacciones entre las
comunidades. Como dice Nuria Sala i Vila[67]
“la igualdad impositiva era en realidad un arma de
doble filo en la medida que traía aparejada la derogación de las exenciones y
desgravaciones concedidas a los indios por la Corona en el pago de diezmos,
alcabalas y aranceles eclesiásticos”. El reemplazo del tributo por
la “contribución provisional” fue aceptado por algunas comunidades, mientras
otras, las más ligadas a la producción y al mercado lo rechazan pues debían
soportar mayor presión fiscal y no aceptaban la intromisión de cobradores
foráneos en su gobierno, en la medida que
Entre
tanto, en el sector indígena aparecían alternativamente motivos de inquietud,
la mayor parte de la población peruana se sumergía en una ampliación inédita
del proceso electoral que, como lo ha marcado Antonio Annino[68],
se constituyeron en el cambio más significativo en Hispanoamérica en ese
período. Con respecto al Perú, Peralta
Ruiz[69]
comenta que a raíz de la organización comunal y la jura de la Constitución de
Cádiz “los pactos entre los ciudadanos indios y criollos
fueron fundamentales en los poblados rurales o alejados de las principales
ciudades, mientras que el acuerdo entre criollos y españoles fue clave en las
capitales de intendencia”, aunque se produjeron algunas
conspiraciones sediciosas en la ciudad de Lima y revueltas indígenas más
graves, en alianza con los criollos. La más conocida de estas revueltas fue la
de Huánuco de 1812 que se extendió a otros pueblos de la sierra, cuando la
noticia sobre la supresión del tributo los movilizó a esperar la llegada del
“Inca Castelli” que venía a “matar a los españoles”. Las circunstanciales
alianzas entre indios y criollos se rompieron rápidamente y dieron paso a
sangrientos enfrentamientos entre las comunidades acentuándose (sobre todo en
la costa central) el bandolerismo de castas aunque en esa época ligados
marginalmente a asuntos políticos. Por cierto el escenario bélico queda a espaldas
del grueso de la población de un Perú todavía monárquico. Sólo después del
arribo de San Martín en 1820 la actividad militar, incluso el aumento del
bandolerismo convertido en montonera insurgente, comenzó a ocupar más espacio
en la vida política de los peruanos. Durante el transcurso de la guerra, que
devendrá total en la región andina, se agudizan los matices de fidelidad y de
liberalismo que entran a tallar fuertemente en la toma de decisiones militares,
tanto de los ejércitos de línea como los de las guerrillas, y repercuten en el
consenso popular.
La
supresión el tributo provocó una reacción similar también en Bolivia como ya lo
comentáramos. En el norte argentino donde el tributo y la encomienda habían
perdido vigencia hacia fines del siglo XVIII, el nuevo orden liberal provocó un
sostenido avance de la elite sobre las tierras de los pueblos de indios,
denunciándolas como vacas y despobladas. También se les negaba que tuvieran un
protector de naturales, aduciendo que eran “ciudadanos” con los mismos derechos
y obligaciones que al resto de la población[70].
Con estos mecanismos los naturales se convirtieron en arrenderos de los nuevos
propietarios y perdieron algunos de los escasos privilegios concedidos por la
corona de España. A pesar de todo, al menos en algunas zonas más que en otras,
la población campesina no quedó inerte. Ya vimos la reacción de los pobladores
del valle Lerma en 1814. Del mismo modo no dejaron de recurrir a la justicia
enviando procuradores, que incluso se movilizaban hasta Buenos Aires[71].
Como
hemos visto los efectos de la guerra fueron tiñendo las condiciones de la
participación popular según los contextos y los sectores afectados. Cualquier
interpretación teleológica en este sentido adolece de rigor porque las
respuestas fueron tan cambiantes como cambiantes las coyunturas. En vez de
discutir sobre las condiciones socioculturales del período, matizadas con
ejemplos que viajan desde México a Buenos Aires o Santiago de Chile, hemos
optado por mostrar fuera de los límites nacionales, en un espacio a la vez
restringido pero internamente muy diverso,
cuan amplio fue el abanico de alternativas en juego en ese doloroso
proceso de la independencia. Para completar este panorama se pueden añadir
algunos comentarios sobre los matices y avatares de la ideología imperante en
esos mismos años de transición.
Ecos de
la ilustración: “los liberalismos” en el período de la transición
En un trabajo anterior Lorandi[72]
ya comentaba sobre los matices de la ilustración y de los ilustrados: se puede
defender el desarrollo de la ciencia y ser absolutista; utilitarista y
considerar anárquica cualquier forma de “democracia”; católico ferviente y
limitar los fueros de la Iglesia; etc., etc. Lo mismo sucede con el
liberalismo. Para evitar adentrarnos en definiciones sobre el liberalismo o de los liberalismos decimonónicos -como dice Hilda Sábato[73]
siguiendo a Fernández Sebastián-, en el laberinto de sus múltiples matices
cronológicos o de controversias conceptuales[74],
preferimos seleccionar aquellos aspectos que dan cuenta de las variaciones
presentes en la época y sus fluctuaciones coyunturales.
Para
evaluar las diferencias partamos de analizar cómo se expresaba un criollo absolutista ilustrado como Vicente Cañete, asesor
del gobernador intendente de Potosí, Francisco de Paula Sanz, escrito en los
albores de los acontecimientos de mayo en Buenos Aires[75]. Más allá del perfil del personaje en cuestión[76],
la marea Juntista inaugurada en España desde 1808 y
los levantamientos altoperuanos de 1809 provocan reacciones de alarma en una
zona especialmente sensible a los movimientos populares, cualesquiera sean sus
protagonistas, considerando el antecedente de
Las
palabras de Cañete reflejan una las líneas más duras de la controversia
ideológico-política: la defensa a ultranza del absolutismo y propone una tibia
reforma: evitar los abusos cometidos por los funcionarios. O sea, en la línea
del reformismo borbónico y contra los funcionarios abusivos. Devanando estas
ideas del reformismo ilustrado encontramos en Victorián
de Villava una versión más avanzada. Opuesto al
sistema de mitas mineras en dura controversia con Cañete, Villava
defiende a la vez un sistema monárquico más atemperado mediante una
modificación sustancial que evite la ruptura de los territorios de ultramar con
España. Traductor del economista italiano Antonio Genovesi,
Villava es un representante del utilitarismo
defendiendo la circulación monetaria y la importancia del comercio pues en su
opinión el estado puede sobrevivir sin la explotación de oro ni plata. Tenemos
entonces que estos conceptos ilustrados lo inclinan hacia el liberalismo
económico, pero es francamente enemigo del liberalismo político porque la
democracia es precursora de anarquía[77].
Como sabemos, Villava tuvo influencia entre los
estudiantes rioplatenses, en especial en Mariano Moreno. La Universidad San
Francisco Javier y la Academia Carolina fundada para formar abogados en la
práctica jurídica, fueron el laboratorio ideológico para proyectos que trataron
de encontrar respuestas a la compleja situación creada por la prisión de Fernando
VII[78].
Además de los realistas, más fácilmente identificables, la compleja composición
social americana dio origen a diferentes soluciones de autonomía, según al
sector al que pertenecían, sumados a los avatares de la guerra de
En
tiempos de la guerra de Independencia la herencia ilustrada fomentaba el
liberalismo económico, al menos en ciertos sectores de las elites urbanas, pero
el liberalismo político era asunto más espinoso. Según Manuel Chust, en los debates sobre la Constitución de 1812 en
Cádiz, se discutieron términos y conceptos como “Legitimidad,
Soberanía, Nación y todo ello en un bisoño Estado liberal cuya forma de Estado
era intangiblemente monárquica, si bien anteayer eran, la forma y el Estado absolutos”,
y más adelante se pregunta: “Legitimidad, Soberanía,
Nación. ¿de Quién? ¿Dónde? La presente problemática tenía un camino más
escabroso del que podía aparentar”[82]. Si el desconcierto predominaba en la península, ¿qué podría esperarse de los liberales en
América? Además, el liberalismo político por influencia francesa, estaba teñido
de herejía. Y esa era la imagen que los altoperuanos tenían de los porteños,
por ejemplo. Como ya vimos, una de las patas débiles de la misión de Castelli
fue la sospecha de predicar una revolución liderada por “francmasones” porteños
pues la relación entre sociedad y catolicismo tenía raíces muy profundas e
internalizadas. En el Perú la elite criolla
asociaba el desarrollo económico con el comercio monopólico de la época colonial[83].
Pero esta observación es pertinente sólo si pensamos en los comerciantes
limeños, pues los productores de la sierra-sur central no podían competir con
mercancías importadas, a su vez muy sobredimensionada por efectos del
contrabando. Incluso dividía profundamente a la elite limeña como lo
demostraron los avatares políticos y militares durante los virreinatos de Pezuela y de
A
todo esto se suma la aparición de los caudillos militares y su constitución
como grupo de poder y de dominio que se prolongará durante casi todo el siglo
XIX y es otro de los cambios que aparece como consecuencia de las guerras de la
independencia. Los caudillos reclutaban miembros del bandolerismo local, de
mestizos, de pequeños comerciantes que encuentran en la organización militar
vías de ascenso social. El dilema al que se enfrentaron los americanos fue “la república política, basada en la igualdad universal, y la
desigualdad social como convicción”[86].
Simultáneamente, uno de los mayores cambios producidos por la guerra de la
independencia fue la alteración de la jerarquía social preexistente. La
militarización de buena parte de la población masculina encontró en la guerra
un rápido expediente de ascenso social. Integrar los cuadros de oficiales,
reclutar soldados de sectores rurales o de la plebe urbana, ofrecer beneficios
de manumisión a los esclavos, en todos los casos la guerra fungió como un disparador
de cambio y durante muchos años las ciudades estuvieron controladas por jefes
militares[87].
Sin embargo, al tiempo que la guerra alentó la aparición de caudillos de
diferente amplitud de convocatoria, consolidó también una estructura social en
la cual, a pesar de que los actores fueran diferentes, no modificó la
convicción, como dicen Bonilla y Spalding, de
sostener la desigualdad social. Simultáneamente en los sectores urbanos más
“decentes” y también en el medio rural, el liberalismo republicano fue abriéndose
paso en desmedro de los proyectos de organizar un estado monárquico-liberal que
permitiera la transición de un régimen político a otro. Para muchos la
república “democrática” era sinónimo de anarquía; y como sabemos San Martín y
Monteagudo en el Perú, entre tantos otros pertenecientes a la elite letrada
proponían un sistema monárquico constitucional fuerte y centralizado que
asegurara la paz interior; un régimen que privilegiara la unidad
ante los peligros externos y las crecientes tendencias autonómicas internas[88].
El liberalismo, de esta manera, siempre zigzagueante, fue buscando sus cauces y
uno de ellos fue la república representativa. La autoridad no provenía de una
Gracia Suprema, o no estaba dada de hecho por el estatus social, se obtenía por
el voto ciudadano, aunque más o menos restringido. De esa manera la legitimidad
para gobernar dependía de la voluntad de un electorado que se debía conquistar.
La opinión pública se convirtió en un factor crucial para lograr la
gobernabilidad aunque en el caso boliviano sólo se manifiesta claramente
durante las rebeliones de 1809 en Charcas y en
En
el Bajo Perú la prensa fidelista (española o local), los rumores producto de la
incertidumbre sobre la verdadera situación de
En
el Río de
Sin embargo, en pocos años, las novedades “liberales” de la revolución de mayo encontrarían un escollo, no por anunciado, menos dramáticos para los proyectos de construir una nueva nación: la pugna por las autonomías provinciales y la cuestión de la soberanía pasó a primer plano[97]. Como señala Camila Cerra[98] al discutir un texto del jujeño José Ignacio Gorriti, en 1822 gobernador de Salta, a las dicotomías patriota-realista y porteño-hereje, se agrega un tercer elemento: porteño-provinciano-realista. Después de 1820, tras la experiencia de la guerra y de los procesos electorales, las antiguas identidades vinculadas a cada ciudad adquieren “carta de ciudadanía”. Y los ilustrados de las provincias interiores teñirán al liberalismo de un nuevo matiz. No nos internaremos en estos años de la “anarquía” argentina, ni del gamonalismo peruano por ejemplo, pero parece importante cerrar este apartado con esta última pincelada de la variopinta paleta en la que se despliegan los liberalismos.
La
“traumática” transición
De
acuerdo con lo que expresan Fernández Sebastián y Sábato tratamos de aportar
indicios concretos de que la transición entre el sistema colonial y el
republicano transcurrió en situaciones dramáticas e ideológicamente
zigzagueantes entre diferentes prácticas, conceptos y representaciones. No
existieron ni rupturas totales ni continuidades sino sucesivas ensayos de cambios, de aciertos y
errores. El período que hemos considerado en los procesos en los tres países andinos
constituyó un verdadero laboratorio de construcción de nuestras respectivas
repúblicas. Y son sólo ejemplos de un proceso general en toda Hispanoamérica.
Entre los muchos matices de los liberalismos se han destacado dos variables
posibles: el económico y el político e indudablemente parece que este último
tuvo un parto más difícil y más tardío a pesar de la mentada influencia de la
Constitución de Cádiz.
Por
otro lado se ha discutido la relación entre la ideología y la práctica de la
política considerando las manifestaciones discursivas como ideopraxis performativas. El discurso como anticipo y a la vez fin
deseado de la acción, todo ello en un contexto de quince años de guerra. Como
lo señalan Jajsic y Posada Carbó[99]
es necesario distinguir entre la historia intelectual y la historia política.
En este caso nos hemos ocupado primordialmente de la historia política, de las ideopraxis que condujeron a llevar adelante un proyecto en
ciernes, apenas vislumbrado. A poco andar tras los sucesos de mayo, los
porteños o algunos de ellos como la facción morenista
por ejemplo, optaron por un liberalismo republicano, pero como ya vimos no
siempre en todos las regiones la defensa del sistema constitucional estuvo
ligado a las libertades individuales, que encontraron su límite en la
incompleta incorporación de los sectores subalternos, sobre todo a la población
indígena y afroamericana. Como decían Bonilla y Spalding
se trata de “la república política, basada en la igualdad
universal, y la desigualdad social como convicción” que, además,
perdura hasta el presente. Pero también es necesario matizar esta frase. Los
procesos electorales ampliaron el abanico de opciones incorporando a nuevos
sujetos políticos urbanos y rurales; la militarización provocó movilidad
social. Por todo ello ha sido importante vincular los acontecimientos y las
acciones con los discursos políticos, los distintos escenarios y las
trayectorias de los sucesos que fueron diseñando, por ensayo y error, los
destinos de cada país. Desde que comenzamos a indagarnos sobre el tema, nos
preguntamos cuáles eran las diferencias entre los protagonistas del mayo
porteño y los liberales de Charcas o del Perú. Los discursos que remiten a la
independencia por ejemplo, pronunciados al compás de los acontecimientos
bélicos ¿fueron producto de la sincera convicción rupturista y republicana de “jacobinistas” como Castelli o liberales como Belgrano, o
manifestaciones casi inconscientes de una subjetividad performativa
destinada a fines todavía oscurecidos por la incertidumbre provocada por la
crisis de la monarquía? ¿Cuáles eran las diferencias de los horizontes
ideológicos de los partidarios peruanos del constitucionalismo gaditano y los
hombres del mayo porteño? ¿Cuáles las de estos últimos con los ilustrados de
las provincias del norte argentino o del Alto Perú? Imposible responder todos
estos interrogantes en tan pocas páginas que enmarcan una situación de tal
amplitud geográfica y social. Simplemente por ahora dejar planteados estos
interrogantes e incitar a una nueva indagación “transnacional” concentrada en
corto lapso de los primeros años posteriores a la revolución, cuando aún
persistían con fuerza las concepciones ilustradas, las instituciones y las
prácticas políticas del antiguo orden colonial.
Recibido: 14/10/13
Aceptado: 14/02/14
Guerra e Independencia
en los países andinos
La
“traumática transición”
Resumen
El artículo pretende, mediante un
enfoque transregional discutir los problemas
conceptuales y las ideopraxis políticas emergentes
durante el período de la transición entre la colonia y las nuevas repúblicas
andinas de Perú, Bolivia y Argentina (en especial el noroeste argentino). Se
considerarán los procesos de inclusión a la vida política de diversos sectores
sociales considerando las similitudes y diferencias tanto estructurales como en
el transcurso de la guerra de la independencia. Se analizarán los efectos de la
militarización, las elecciones, y la participación en el espacio público de las
respectivas poblaciones urbanas y rurales en cada región.
Palabras
claves: transregional, guerra, independencia, transición, política.
Ana María Lorandi
Andean
Countries, War and Independence
A “Traumatic Transition”
Abstract
The paper
aims to discuss, through a trans-regional approach, the emergence of conceptual
problems and political ideopraxis during the
transition between the colonial period and the times of the new Andean
republics of Peru, Bolivia and Argentina (specifically the Argentine
northwestern region). The processes of inclusion of different social sectors to
the political life will be taken into account; considering the structural
similarities and differences as well as those appearing during the war of
independence. Also the impact of militarization and elections will be
analyzed, as well as the participation in public spaces of rural
and urban population, who belonged to each of the above-mentioned
regions.
Keywords: Trans-regional, War, Independence, Transition, Politic.
Ana María Lorandi
[1]
UBA-Conicet. Correo electrónico: anamarialorandi@gmail.com
[2] Para
nuestra región, entre otros ver: Mata de López, Sara, “Insurrección e
independencia. La provincia de Salta y los Andes del Sur”, en Fradkin, Raúl (ed.), ¿Y el pueblo dónde está?
Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en
el Río de La Plata, Prometeo, Buenos Aires, 2008, pp.
177-208; Serulnikov, Sergio, “En torno a los actores, la
política y el orden social en la independencia de Hispanoamérica. Apuntes para
una discusión”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos,
Debates, Puesto en línea el 18 mayo 2010, [en línea] https://nuevomundo.revues.org/59668 [consulta: 03/11/2015];
Soux, María Luisa, El Complejo
proceso hacia la independencia de Charcas (1808-1826). Guerra, ciudadanía
conflictos locales y participación indígena en Oruro, Asdi-IFEA-Plural-IEB, La Paz, 2010; Peralta Ruiz,
Víctor, La Independencia y la Cultura Política Peruana
(1808-1821), IEP, Lima,
2010.
[3]
Fernández Sebastián,
Javier (dir.) Iberconceptos. Diccionario
político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones,
1750-1850, vol. I, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2009.
[4]
Chiaramonte,
José Carlos, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de la
Independencia, Sudamericana, Buenos Aires, 2004; Goldman, Noemí, “Introducción. El concepto
de soberanía”, en
Goldman, Noemí (ed.),
Lenguaje y Revolución. Conceptos políticos claves
en el Río de
[5]
Ibarra, Ana Carolina, “Autonomía
e Independencia en la crisis del orden virreinal”, en Palti, Elías (organizador), Mito y realidad de la “cultura política latinoamericana”. Debates en IberoIdeas,
Prometeo,
Buenos Aires,
2010, pp. 117-133.
[6] Fernández
Sebastián, Javier, “Comentario al artículo Autonomía e independencia en la
crisis del orden virreinal”, en Palti, Elías, 2010,
ob. cit., pp. 135-142. Para estos temas ver también enhttp://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-del-mundo-iberoamericano [consulta: 03/11/2015].
[7]
Jaume, Lucien, “El pensamiento en acción:
por otra historia de las ideas políticas”, en Ayer,
53 (1). Madrid,
2010, pp.
109-130.
[8]
Jaume, Lucien, 2010, ob.cit., pp. 114-115.
[9]
Goldman, Noemí,
2008, ob. cit.,
pp. 9-13.
[10]
Kossok, Manfred, “Revolución, Estado, Nación
en la Independencia”, en
Inge Buisson, Günter Kahle, Hans Joachim König y Horst Pietschmann, Problemas de la formación del Estado y de la Nación en Hispanoamérica. Bohlau Verlag, Köln, Wien, 1984, p.161.
[11] Recordar
las controversias de la Primera Junta entre morenistas
y saavedristas, por ejemplo la asonada del 5 y 6 de
abril de 1811, entre otras disputas que se jalonaron a lo largo del período.
[12]
Demélas, Marie-Danielle, Nacimiento de la guerra de guerrilla. El diario de José Santos Vargas
(1814-1825), Ed. Plural-IFEA,
La Paz, 2007, pp. 150-171.
[13] Ortemberg,
Pablo, Rituels du pouvoir à Lima. De la monarchie à la
république (1735-1828), Ed. EHESS, París, 2012.
[14]
Nos referimos a informes oficiales, cartas, memorias, fiestas “patrias” etc.
[15]
Oficio del Cabildo de Cochabamba, 21 de noviembre de 1810. En: Muñoz Cabrera,
Juan Ramón, La guerra de los 15 años en el Alto Perú o sea los
Fastos Políticos de Bolivia. Para servir a
[16] Carta
del Cabildo Chuquisaca a la Junta de Buenos Aires. En: Muñoz Cabrera, Juan
Ramón, 1909, ob. cit., p. 129.
[17] Wasserman,
Fabio, Juan José Castelli. De súbdito de la corona a líder revolucionario, Ed. Edhasa,
Buenos Aires, 2011, pp.
120-121
[18]
Mata de López, Sara,
2008,
ob. cit., pp.
177-208.
[19]
García de Saltor, Irene, La
construcción del espacio político. Tucumán en la primera mitad del siglo XIX, Instituto de Historia y Pensamiento
Argentinos, Universidad de Tucumán, San Miguel de Tucumán 2003.
[20] Con
estas palabras enfatiza el autogobierno de los vecinos en perjuicio del poder
del Intendente borbónico.
[21]
Entrada de Castelli a Potosí 28 de noviembre 1810. En: Biblioteca de Mayo, Senado
de La Nación,
Edición Espacial en Homenaje al 150 Aniversario de la Revolución de Mayo de
1810,
Buenos Aires, 1963, pp. [125-127]
12987-12989.
[22] Oficios de Castelli a la
Junta: Plan de Castelli de la acción a la Junta. En: Biblioteca
de Mayo, 1963, ob. cit., pp. [127] 12989 y [129] 12991.
[23] Bando
de Castelli a los habitantes del distrito de la Audiencia de Charcas, 5 de
enero de 1811. En: Biblioteca
de Mayo, 1963, ob. cit., pp. [148-152] 1310-1314.
[24]
Roca, José Luis, Ni con Lima ni con Buenos Aires. La
formación de un Estado nacional en Charcas. IFEA-Plural, La Paz, 2007, p. 201.
[25]
El principal problema de
Castelli fue que lo percibieron como un espíritu fuerte -expresión de la época para referirse a los que
coqueteaban con el ateísmo. Después de la derrota en el Desaguadero, los
soldados saquearon templos y arrancaron de su pórtico una cruz venerada con
velas por los habitantes. Todo esto fue utilizado por Goyeneche para
calificarlos de impíos. Ortemberg, Pablo, “Las vírgenes generalas:
acción guerrera y práctica religiosa en las campañas del Alto Perú y el Río de
la Plata (1810-1818)”,
en Boletín del Instituto de Historia
Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 35/36, Buenos Aires, 2011-2012, pp. 11-42.
[26] Morea, Alejandro, “Soldados
para la Independencia. Algunas notas sobre las características el cuerpo de
oficiales del Ejército Auxiliar del Perú”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos,
Debates, Puesto en línea el 05 abril 2013, [en línea] http://nuevomundo.revues.org/65195
[consulta: 14/10/2013]. Según este autor la mayor parte de la oficialidad era
porteña por su previa experiencia durante las invasiones inglesas; pero el
grueso de los soldados provenían de territorios variados como Tucumán y Salta,
Tarija y de otra provincias altoperuanas. En esa época también se incorpora
Martín de Güemes como oficial del ejército “porteño” al mando de las tropas
tarijeñas. La militarización de Buenos Aires a raíz de las invasiones inglesas
ha sido destacada por muchos autores.
[27]
Camila Cerra ilustra con una disputa entre un soldado
realista quien acusa de porteño hereje al oficial patriota Gregorio Aráoz de La
Madrid; Cerra, Camila, “Pugna de identificaciones
en las primeras décadas del siglo XIX. Estrategias militares y “ajustes con el
enemigo” en el Noroeste argentino”,
en Lorandi, Ana María
(comp.), El Ocaso del Imperio.
Sociedad y cultura en el centro-sur andino, Ed. Antropofagia, Buenos
Aires, 2013, pp.73-104.
[28] Muñoz
Cabrera, Juan Ramón, 1909, ob. cit., p. 230; Halperín
Donghi comenta que entre los planes de Castelli
estaba deportar técnicos y trabajadores mineros cuya lealtad fuera sospechosa
para desarrollar la minería de Famatina en La Rioja. Halperín
Donghi, Tulio, Revolución y Guerra.
Formación de una élite dirigente en
[29]
El sentido del término “liberal” lo desarrollamos en el próximo acápite.
[30]
Halperín Donghi, Tulio, 1994, ob. cit., p.
152.
[31] Demélas,
Marie-Danielle, 2007, ob. cit., pp. 135 y ss.
[32]
Soux,
María Luisa, 2010, ob. cit., pp. 72-79.
[33] Tomado
de la Gazeta Oficial de Buenos Aires (s/f). En: Muñoz
Cabrera, Juan Ramón, 1909, ob. cit., pp. 206-207.
[34] Durante
toda la campaña Goyeneche mantuvo relaciones muy conflictivas con el virrey
Abascal. Mazzeo
de Vivó, Cristina Ana, “Los
nudos de la desunión: conflictos y divergencias en la dirigencia del ejército
realista durante la emancipación del Perú, 1810-1824”, en Revista de Indias, V.
69, nº 247,
Madrid, 2009, pp.
105-176.
[35] Mitre,
Bartolomé, Historia de Belgrano y de la Independencia
Argentina, Volumen
II, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires, 1887, pp. 56-57.
[36] Epistolario de Belgrano, Academia Nacional de la
Historia, Buenos
Aires, 1970, p. 130. Introducción y textos de Ricardo Caillet Bois y María Teresa Piragino.
[37]
Mata de López, Sara,
2008, ob. cit.,
p. 206, cita una carta de Belgrano donde éste define el concepto que fue
adquiriendo “patria” o “patriotismo” como expresión de pertenencia a la
“comunidad de las Provincias del Río de
[38]
Davio, Marisa, “El proceso de
militarización durante la Revolución. Tucumán 1812-1819”, en: López, Cristina (comp.), Identidades, representación y poder entre el Antiguo Régimen y la
Revolución. Tucumán, 1750-1850, Prohistoria,
Rosario,
2009, pp.
83-102.
[39]
López, Cristina del Carmen, “Revolución,
libre comercio e importaciones en Tucumán, 1809-1819”, en: López, Cristina (comp.), 2009, ob.
cit., pp. 103-120.
[40]
Mata de López, Sara,
2008, ob. cit., pp.57-70. Y de la misma autora: “Movilización
rural y guerra de la Independencia. Salta 1810-1821”, en: Mata, Sara y Zulma Palermo (comp.), Travesía discursiva:
representaciones identitarias en Salta; siglos
XVIII-XXI, Prohistoria,
Rosario,
2011, pp.
57-70.
[41] Demélas, Marie-Danielle, 2007,
ob. cit., pp. 136-137.
[42]
Fernández Sebastián, Javier,
2010, ob. cit., p. 138.
[43] Esta
opinión es compartida por otros autores, por ejemplo Wasserman, Fabio, 2011,
ob. cit., p. 101.
[44]
Bunster, Cora V. y Ana María Lorandi,
“El fantasma del criollismo después de la rebelión de
Túpac Amaru”, en Histórica
30 (1), Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 2006, pp. 99-135; Lorandi,
Ana María y Cora Virginia Bunste, La “pedagogía del miedo”. Los Borbones y el criollismo en el Cuzco,
1780-1790., Centro Bartolomé de Las Casas, IFEA-Lima, Cuzco, 2013.
[45] Fernández
Sebastián, Javier, 2010, ob. cit., p. 138.
[46] Mitre,
Bartolomé, 1887, ob. cit., pp. 232 y 240, entre otros.
[47] Biblioteca
de Mayo, 1963, ob.
cit., pp. 13123-13125. Subrayado nuestro.
[48] Biblioteca de Mayo, 1963, ob. cit., p. 13231.
[49]
La derrota de las fuerzas realistas provocó la ira de Abascal contra Goyeneche,
la renuncia de este último y su traslado a España: Mazzeo
de Vivó, Cristina
Ana, 2009, ob. cit. p. 116.
[50]
Carta a Chiclana, 16 de abril de 1813. En Epistolario de Belgrano, 1970, ob. cit., p. 199.
[51] Biblioteca
de Mayo, 1970, ob.
cit., pp. 13258- 13260, 10 de octubre de
1813.
[52] Biblioteca
de Mayo, 1970, ob.
cit., pp. 13274-13276, 28 de noviembre
de 1813.
[53] Vargas,
José Santos, Diario de un comandante de la Independencia
americana. 1814-1825, (Edición, Introducción y notas de Gunnar Mendoza), Siglo XXI, México, 1982.
[54] Vargas, José Santos, 1982, ob.cit.; Demélas,
Marie-Danielle, 2007, ob. cit.; Soux, María Luisa,2010, ob. cit.
[55]
El ejército real contó al principio con varios jefes criollo que en parte lo
abandonaron luego de la partida de Goyeneche; Mazzeode
Vivó, Cristina
Ana, 2009, ob.cit.
[56]
Pezuela, Joaquín, Compendio
de los sucesos ocurridos en el Ejército del Perú y sus provincias (1813-1816),Edición y Estudios introductorios de Pablo Ortemberg y Natalia Sobrevilla
Perea, Centro de Estudios del Bicentenario, Santiago de Chile, 2011.
[57]
Terrazas había alojado y fue mentor de Mariano Moreno
[58]
Pezuela,
Joaquín, 2011, ob. cit., p. 9.
[59]
Mata de López,
Sara, 2008, ob. cit., pp. 68-70.
[60]
Pezuela, Joaquín,
2011, ob. cit., pp. 32- 35. Subrayado nuestro.
[61]
Sobrevilla Perea, Natalia “Introducción crítica” en: Pezuela, Joaquín, 2011, ob. cit., p. XXXII.
[62]
El Rey había disuelto las Cortes y abolido
[63]
Bidondo, Emilio A., Juan
Guillermo Marquiegui. Un personaje americano al servicio de España (1777-1840),
Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 1992; Soux, María Luisa, 2010, ob.
cit., pp.72-79.
[64]
Hamnett, Brian R., “La política contrarevolucionaria del Virrey Abascal: Perú, 1806-1816”, en Documentos de Trabajo nº 112
Serie Historia nº 18, Instituto de Estudios
Peruanos 4-16, Lima,
2000, pp. 1-16.
Abacal fue distinguido con el título de Marqués de la Concordia.
[65] Subrayado
de la autora de este artículo.
[66]
Peralta Ruiz, Víctor,
2010, ob. cit.,
pp. 116 y
128.
[67]
Sala y Vila, Nuria, Y se armó el Tole Tole. Tributo indígena y
movimientos sociales en el virreinato del Perú.1784-1814, IER José
María Arguedas, Ayuacucho, 1996, pp. 175 y 188.
[68]
Annino, Antonio (comp.). Historia de las elecciones y de la formación del espacio político
nacional en Iberoamérica,
Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires,
1995.
[69]
Peralta Ruiz, Víctor,
2010, ob. cit.,
p. 242.
[70]
Rodríguez, Lorena, “De
“pueblos de indios” a “pueblos originarios”. Reflexiones sobre legitimidades e
ilegitimidades de ayer y de hoy en Tucumán”, en Lorandi, Ana María (comp.),
2013, ob. cit.,
pp. 105-124.
[71] Rodríguez, Lorena, “El viaje de
don Lorenzo y otros “peregrinajes”. Reclamos
territoriales, identidad y memoria en la comunidad de Amaicha
del Valle”, en Rodríguez, Lorena (comp.), Resistencias, conflictos y negociaciones. El valle
Calchaquí desde el período prehispánico hasta la actualidad, Prohistoria, Rosario,
2011, pp. 123-144.
[72]
Lorandi, Ana María, “Heterogeneidad de los
discursos ilustrados. Funcionarios reales y eclesiásticos en el ocaso del
Imperio”, en
Lorandi Ana
María (comp.), 2013, ob. cit., pp.
43-72.
[73]
Sábato, Hilda, “Horizontes
republicanos en Iberoamérica. Una perspectiva de largo plazo”, en: Bragoni, Beatriz y Sara Mata (comps.) Entre la Colonia y la República. Insurgencia, rebeliones y cultura
política en América del Sur, Prometeo, Buenos Aires, 2008,pp. 311-326.
[74] Alonso, Paula y Marcela Ternavasio,
“Liberalismo y ensayos políticos en el siglo XIX argentino”, en: Jaksic, Iván y Eduardo Posada Carbó
(eds.), Liberalismo
y poder. Latinoamérica en siglo XIX, Fondo de Cultura Económica,
Santiago de Chile, 2011,pp. 270-319.
[75]
Informe pedido por el último virrey del Río de
[76] Lorandi, Ana María, 2013, ob. cit., pp.
43-72.
[77]Apuntes para una reforma de España, sin trastorno del gobierno
Monárquico ni la Religión. En Levene, Ricardo, Vida y escritos de Victorián de Villava,
Ed. Casa Peuser, Buenos Aires, 1946, pp. 33-42.
[78]
Thiboaud, Clèment, La Academia Carolina de Charcas y la Independencia de América. Los
abogados de Chuquisaca (1776-1809), Editorial Charcas-Fundación
Cultural del Banco Central de Bolivia-Archivo y Biblioteca Nacionales de
Bolivia, Sucre,
2010; Orías Bleichener,
Andrés,“Los
seductores mensajeros de Chuquisaca en Buenos Aires. Los movimientos de ideas
en Chuquisaca y su efecto en la independencia del Río de La Plata”, en Coloquio
2010: El Pensamiento Universitario de Charcas y el 25 de mayo de 1809 y 1810, Memoria, Fundación Cultural del Banco
Central de Bolivia,
Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia, Sucre, 2010,pp. 205-240.
[79]
Barragán, Rossana, “Españoles patricios y españoles europeos: conflictos intra-élites e identidades en la ciudad de La Paz en
vísperas de la Independencia 1770-1809”, en Walker, Charles (comp.), Entre la
retórica y la insurgencia: las ideas y
los movimientos sociales en los Andes, Siglo XVIII, Centro de
Estudios Regionales Andinos “Bartolomé de Las Casas”, Cuzco, 1995, pp. 113-171; Serulnikov, Sergio, “Crisis de una sociedad
colonial. Identidades colectivas y representación política en la ciudad de
Charcas (siglo XVIII)”,
en: Desarrollo económico, 48 (192), Buenos Aires, 2009, pp. 439-469.
[80]
Bonilla, Eraclio, “Clases
populares y Estado en el contexto de la crisis colonial”, en AAVV, La Independencia en el Perú, IEP, Lima, 1981 [1972], pp. 13-69.
[81] Ver observaciones a estos planteos en: O´Phelan Godoy, Scarlett, “El
mito de la independencia concedida: los programas políticos del siglo XVIII y
del temprano XIX en el Perú (1730-1814)”, Histórica, IX
(2), Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1985, pp. 155-191.
[82]
Chust, Manuel,“El rey para el pueblo, la
constitución para la Nación”,
en Mínguez, Víctor y Manuel Chust
(eds.), El Imperio
Sublevado, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2004, pp. 225-254.
[83]
Bonilla,
Eraclio y Karen Spalding, “La independencia en el
Perú: las palabras y los hechos”,
en AAVV,
La Independencia en el Perú, IEP, Lima, 1981 [1972], pp. 70-114.
[84] “Esta inversión de alianzas independentistas que
apoyaban al gobierno monárquico y de realistas que reclamaban una Constitución
liberal trajo mucha confusión y desorientación”. Mazzeo
de Vivó, Cristina Ana, 2009, ob. cit., p. 123.
[85]
Alonso, Paula
y Marcela Ternavasio, 2011, ob. cit., p. 283.
[86]
Bonilla, Eraclio
y Karen Spaulding, 1981, ob. cit., pp. 111-112.
[87]
Soux,
María Luisa, 2010, ob. cit.
[88]
Goldman, Noemí, “Tradiciones
discursivas y noción de “gobierno mixto” en el Río de La Plata en los inicios
de su vida independiente”,
en: Ciapuscio, Guiomar y otros (eds.), Sincronía y diacronía en
tradiciones discursivas en Latinoamérica, Iberoamericana/Verveurt (Biblioteca IberoAmérica
107), Madrid, Frankfurt am Main, 2006, pp. 241-252.
[89] Roca, José Luis, 2007, ob. cit.
[90]
Peralta Ruiz, Víctor,
2010, ob. cit., pp. 145 y ss.
[91]
Peralta Ruiz, Víctor,
2010, ob.cit.,
pp.294,
300 y
309.
[92] En
materia económica Pezuela había favorecido el
comercio con los navíos ingleses y en ese sentido era más liberal que de La
Serna. Mazzeo de
Vivó, Cristina Ana, 2009, ob.
cit., p. 120.
[93]
Chiaramonte, José Carlos, 2004, ob. cit.; Marchionni, Marcelo Daniel, “La formación de la
provincia de Salta. Entre la integración territorial y la construcción
político-identitaria (1820-1830)”,
en Mata, Sara
y Zulma Palermo
(comp.), 2011, ob. cit., pp.
13-40; Marchionni, Marcelo Daniel,“Entre la guerra y la
política. Las elites y los cabildos salto-jujeños en tiempos de Güemes”, en Bragoni, Beatriz y Sara Mata, 2008, ob. cit., pp. 217-244.
[94]
Cutolo, Vicente, Argentinos graduados en
Chuquisaca, Ed. Elche, Buenos Aires, 1963; Furlong,
Guillermo, Historia social y cultural del Río de La Plata.
1536-1810, Volumen
III, Ed. TEA, Buenos Aires, 1969.
[95]
García de Saltor, Irene, 2003, ob. cit., p. 56.
[96]
Tío Vallejo, Gabriela, “Campanas y fusiles, una historia política de Tucumán en
la primera mitad del siglo XIX”, en: La república
extraordinaria. Tucumán en la primera mitad del siglo XIX, Prohistoria, Rosario, 2011, p. 33. Sobre la importancia de
las elecciones en el Río de La Plata, ver Ternavasio,
Marcela, La revolución del voto. Política y elecciones en
Buenos Aires, 1810-1850, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.
[97]
Ternavasio, Marcela, Gobernar la
revolución. Poderes en disputa en el Río de la Plata, Siglo XXI,
Buenos Aires, 2007.
[98] Cerra,
Camila, 2013, ob. cit., p. 94.
[99]Jaksic, Ivan y Eduardo Posada Carbó,“Introducción”,en IvánJaksic y Eduardo Posada Carbó (eds.), 2011, ob. cit., pp. 21-42.