DE RADICALES A PERONISTAS:
LA PRODUCCIÓN DE UNA OPCIÓN POLÍTICA VIVIDA
Mariana Garzón Rogé[1]
Este artículo se
propone volver sobre un tema clásico de la historiografía argentina, el momento
originario del peronismo, pero desde un enfoque menos transitado. Se trata de
explorar cómo se produjeron entonces las opciones políticas tratando de captar algunos
de los sentidos que tuvieron para los actores involucrados y algunas de las
vivencias que los condujeron a realizar adhesiones específicas en la provincia
de Mendoza en el curso de 1945. El argumento principal es que esas opciones
políticas se realizaron mientras
producían a sus protagonistas, en la interacción, de manera relacional y
contextual. Los caminos a tomar, desde tal óptica, no preexistían como tales a la particular sucesión de acontecimientos sino
que se fueron haciendo al fragor de la actividad
política y según un contexto que era vivido de manera heterogénea e intensa:
signado por dudas, incertidumbres, rugosidades, marchas atrás, matices, pasos
trastabillados. Rutas y opciones fueron históricas, por supuesto, pero no
encuentran desde esta perspectiva una explicación lineal y definitiva en
tendencias precedentes (por ejemplo, en perfiles ideológicos o en trayectorias
partidarias).
La hipótesis de
trabajo señala que si, en ese proceso, actores en análogas condiciones hicieron
recorridos divergentes fue porque atribuyeron sentidos a sus acciones de manera
diferente y porque las formas cotidianas de la política los fueron moldeando de
manera contrastativa. Si una descripción de ese tipo
para muchos comportamientos políticos durante el año 1945 resultara posible,
entonces sería necesario esmaltar con otras tonalidades las imágenes de
polarización extrema que tutelan el atrabiliario nacimiento del peronismo.
Claro que no para concluir que esa polarización no existió, sino para
escrutarla a la luz de los complejos e históricos sentidos que los actores le
fueron otorgando a una experiencia colectiva que avanzaba a tientas, al ritmo
de la vida política cotidiana, sin destinos precisos.
Los propósitos de
investigación enunciados fueron perseguidos a través de un tratamiento más
intensivo que extenso, aceptando las justas objeciones de rigor sobre la
capacidad para generalizar los resultados obtenidos pero enfatizando la
complejidad de los procesos históricos que puede ganarse gracias a esa modalidad
de abordaje. La alteración de la dimensión de observación permite acceder a la
producción densa de opciones políticas concretas y según percepciones siempre
múltiples del contexto, no evidentes, parciales por definición. En los últimos
años historiográficos muchos trabajos en clave micro pusieron de manifiesto las
aparentes incoherencias entre las grandes interpretaciones del contexto y las
experiencias en el llano[2].
Hasta hace algunos
años, y por razones casi evidentes, la atención académica sobre los orígenes
del primer peronismo se había centrado en la adhesión despertada entre los
trabajadores. Los hombres de la política que se habían inclinado hacia el
vistoso secretario de la Revolución de Junio, en cambio, eran caracterizados
como “cazurros” aventureros dispuestos a transferir un capital militante a
cambio de terminar con una marginación de la que nunca hubieran salido si no
hubiera sido por el oportuno auxilio oficial[3].
Se trata de una mirada utilitarista de la acción en general y de las opciones
por el peronismo en particular que también tuvo eco en los estudios sobre el
movimiento obrero, aunque en ese ámbito fue pronto discutida[4].
Desde esa perspectiva las miradas de los actores cuentan poco, son vistas como
palabras vacías que disimulan intereses y cálculos, éstos sí verdaderos móviles
para la acción nítidamente vislumbrados de antemano y perseguidos según las
oportunidades que ofrece un contexto de acción que es visto como homogéneo.
Este trabajo se dedica específicamente a los radicales que se hicieron
peronistas en 1945[5]
desde otro punto de partida[6].
Para ello se utiliza un registro descriptivo de las prácticas y de los
lenguajes vividos que, sin ánimos de quedarse en la sucesión anecdótica de los
acontecimientos locales, apunta a reconstruir un escenario que podría haberse
experimentado también en otros lugares con clivajes diversos. Lo que surge es
una imagen tensionada, en donde las opciones no son un desenvolvimiento
evidente de disposiciones ideológicas, ni de cálculos utilitarios, ni de trastrocamientos
imaginarios que van de arriba hacia abajo sino el resultado de prácticas, del
ejercicio de los sentidos sociales, de la vida cotidiana de la política, de las
variaciones domésticas.
“Asumir la responsabilidad
de la hora”
¿Vale
la pena el riesgo de saltar el cerco oficial? ¿Ser llamado traidor por los
correligionarios para entrar en una aventura política que hasta ahora no tiene
más probabilidades de triunfo que nuestro propio y mayoritario partido? […] ¿A
qué trepar a su carro? ¿A gozar las prebendas del oficialismo por unos meses,
unas semanas quizás, hasta que el alud opositor lo barriera? ¿Tirar por la
borda toda una vida de radicalismo?[7]
El régimen
castrense instaurado en junio de 1943 invitó al gobierno conservador mendocino
a permanecer en el poder. Tal vez como contrapartida al rechazo, los militares
iniciaron investigaciones por irregularidades contra el Partido Demócrata
Nacional y una vistosa campaña de desprestigio. El interventor federal, coronel
Aristóbulo Vargas Belmonte, a partir de 1944 lanzó variados anzuelos con el
propósito de mantener o captar a figuras políticas individuales, por fuera de
sus estructuras partidarias, para sostener la gestión del Estado provincial. A
fines de ese año, conservadores y radicales convivían en las funciones públicas
a título personal. Pero la naturaleza de su presencia era distinta: mientras
los conservadores constituían un remanente del gobierno depuesto y denostado
con dureza por la Revolución, las figuras radicales eran puntos rojos bajo la
mirada de una expectante sociedad política.
En febrero de 1945,
esa situación local comenzó a definirse de manera más acelerada cuando Faustino
Picallo, dirigente radical del departamento de San
Rafael, aceptó el visible puesto de Comisionado Municipal de la Ciudad de
Mendoza[8].
En el acto de asunción, que se realizó en la sede de la intendencia, se
aglomeró una vistosa cantidad de personas. El acontecimiento se asemejaba a una
liturgia partidaria en la que se conquista un bastión largamente anhelado. Se vitoreaba
el nombre de Picallo, al mismo tiempo que se vivaba a
la Unión Cívica Radical (UCR). Ante los rasgos que el evento adquiría, el
ministro destinado a poner en funciones al nuevo comisionado advirtió que el
gobierno no tenía interés, con ese nombramiento, de definirse por un partido
político. Enfatizó en su alocución que “va implícito que la acción
del gobierno al designar [a] determinadas personas, no implica ninguna
definición en ningún sentido, sino la manifestación expresa del propósito de
traer gente de nuestra democracia”[9].
A pesar de esos reparos, el nombramiento efectuado por la intervención era un
signo de apertura sin dobles sentidos hacia la política partidaria y,
específicamente, hacia los dirigentes de vertiente radical. No obstante, también
Picallo dejó expresado que su colaboración estaba
condicionada a su credo:
Al
recibir el ofrecimiento del cargo […] reflexioné que lo más cómodo para mí
hubiera sido no aceptar, pero mi deber cívico ante los problemas de la hora y
el influjo de las virtudes doctrinarias de
Como los partidos
políticos se encontraban disueltos por decreto del gobierno militar, no
existían en el radicalismo instancias formales capaces de avalar o sancionar la
decisión de Picallo. Sin embargo, quienes habían
estado al frente de la agrupación hasta 1943 rechazaron la actitud de su
correligionario. Los dirigentes Jorge Albarracín Godoy y Leopoldo Suárez dieron
su opinión a través de una minúscula solicitada que apareció en el diario Los Andes dos días después. En el texto, asumían los cargos
de “presidente” y “secretario”
de una entidad que, por razones obvias, no nombraban. Desde esas investiduras,
“aclaraban” que la designación de afiliados
del partido en la función pública debía ser interpretada como fruto de
ofrecimientos personales en los que “la agrupación no ha
intervenido en absoluto”[11].
El mensaje de tono
imperativo no resultó suficiente para calmar la inquietud despertada entre
muchos partidarios. El médico Luis E. Maziotti,
dirigente del mismo tronco político, exigió una aclaración más contundente. La
escueta solicitada de Albarracín Godoy y Suárez no precisaba, a su parecer,
lo
que a la masa radical del país le interesa saber y que es si sus dirigentes
tanto nacionales como provinciales, ya que en estos momentos no se puede hablar
de autoridades, aceptan o repudian que afiliados del partido, ocupen cargos
públicos ofrecidos por el actual gobierno. Parecería que los firmantes
reconocen el derecho para hacerlo libremente, sin embargo, la disciplina que
debe imperar en un organismo político obliga a lo contrario.
Mazziotti se preguntaba qué opinaba la UCR del hecho de que Picallo
hubiese invocado al radicalismo como la tradición que guiaría su acción frente
al municipio:
¿Aprueba
o desaprueba? ¿Continúa considerándolos radicales o simplemente independientes?
Esto y una declaración categórica respecto al pensamiento que debe guiar la
acción del radicalismo en la actualidad, es lo que anhela y necesitan conocer
los que militan en sus filas. Los ciudadanos de una fuerza política de valores
indiscutidos y de recia contextura democrática necesitan en estos momentos
orientación y exigen posiciones claras de aquellos que pretenden dirigir su
destino[12].
Los radicales que
ya estaban convencidos de que iban a adoptar una posición contraria al gobierno
sostuvieron que los “colaboracionistas”
-tal como comenzaron a llamar a quienes se acercaban al régimen, por considerar
que se trataba de una cooperación con fuerzas enemigas, en alusión a la ayuda
que la República de Vichy prestó a los nazis en Francia- debían ser expulsados
de la UCR. Sin embargo, no disponían de los instrumentos organizativos para
producir esa sanción ya que, formalmente, la agrupación estaba disuelta. Recién
un mes después de la asunción de Picallo, un grupo se
reunió y dio a conocer a través de la prensa una resolución en la que se
subrayaba la necesidad de rechazar las ofertas de colaboración y se acusaba al
oficialismo “de anarquizar y dividir el partido”[13].
La declaración, sin embargo, no había logrado concitar el pleno acuerdo de
todos los asistentes a la reunión en la que había sido emitida. Entre ellos,
Carlos Mathus Hoyos dejó constancia de su divergencia
en una solicitada. Allí aclaró que su participación en la “mesa
directiva del radicalismo de esta provincia” no implicaba que él
estuviera alineado con las manifestaciones en torno a una supuesta intención
del gobierno de romper al tradicional partido al que pertenecía. Mathus Hoyos señaló que se trataba de una “declaración de un cuerpo colegiado tomada por mayoría de votos de modo
que la firma [de él] no tiene otro alcance que certificar la verdad de la
resolución tomada sin que ello importe establecer que ésa sea mi manera de
pensar y estimar los hechos”[14].
Es significativo que un alto dirigente del radicalismo mendocino que
participaba de las reuniones más selectas y que acataba los procedimientos de
toma de decisiones de la agrupación viera con optimismo el ingreso de hombres
de la UCR al gobierno y no considerara que ello fuera sinónimo de un intento
oficial por destruir al partido.
La solicitada de Mathus Hoyos revela aspectos interesantes sobre el momento
destemplado que atravesaba el radicalismo provincial en los primeros meses de
1945. En primer lugar, pone en evidencia que, a pesar de que el partido
estuviese disuelto, alguna actividad tenía: centros decisionales innombrables,
pero existentes. Si la resolución se presentaba como firmada por “dirigentes del radicalismo”, Mathus
Hoyos aludía a una “mesa directiva”
y a un “cuerpo colegiado”. En segundo lugar, la
nota permite indicar que en esos centros decisionales convivían opiniones en
conflicto sobre la actitud que debía tomarse frente al gobierno militar hacia
fines de marzo de 1945. Esta convivencia de opiniones en la UCR en un momento
tan avanzado de la Revolución de Junio revela algo que ha sido pocas veces
notado: los radicales no se posicionaron en contra del gobierno militar de
manera tan veloz ni tan rotunda. En el plano local, si la conducta de Picallo no fue (o no podía ser) directamente condenada no
fue sólo porque la UCR estuviera disuelta, sino también porque algunos de sus
altos dirigentes no cerraban filas en torno al asunto. En tercer lugar, el
hecho de que Mathus Hoyos expresara en su solicitada
que si hacía una aclaración era “a fin de evitar que mis
amigos y correligionarios interpreten mal mi actuación o se preste la misma a
pensar que exista en mí una dualidad de criterio” habla más de la existencia
de discusiones vigentes en los círculos radicales que de posiciones tomadas en
torno a la función que le cabía a ese partido en la salida del régimen juniano[15].
En este clima de
reproches, expectativas, conversaciones y posicionamientos semipúblicos, la
comprometedora decisión de Picallo se vio reforzada
por la declaración de guerra a los países del Eje que el gobierno nacional
realizó en marzo. El dirigente mendocino recibió con orgullo la noticia,
alentado por la proximidad temporal entre su nombramiento y la decisión oficial
en relación al conflicto bélico. Como si ambos sucesos se hubieran conjugado en
una misma ráfaga de viento que torcía la veleta y hacía tomar nuevos rumbos a
la Argentina, Picallo caratuló la declaración de
guerra como una “definición categórica de democracia”
y una “afirmación inequívoca de solidaridad con las
naciones de América”. Expresó entonces que, “siendo la
Municipalidad una institución eminentemente democrática que tiene el deber de
sumarse al regocijo público cuando, como en este caso, celébrase
un triunfo del sentimiento popular noblemente interpretado por el gobierno”,
se decretaba asueto para los empleados de su dependencia[16].
El ingreso de Picallo a las esferas del régimen se realizó ciertamente en
un momento de aflojamiento de las tensiones. La modificación de la posición
internacional en relación a la guerra, el desplazamiento de ciertos cuadros del
nacionalismo que habían actuado en el gobierno, la reincorporación de los
profesores cesanteados a las instituciones educativas, el debilitamiento de las
restricciones políticas, la liberación de muchos de los presos políticos y la
sensación de que la convocatoria a elecciones era inminente, constituían signos
de un cambio de época. La Revolución de Junio parecía iniciar su etapa final.
Muchas voces, cuya relevancia no provenía tanto de su número como de sus
capacidades para tener tribuna (dirigentes partidarios, profesores universitarios
y gran parte de la prensa), consideraron y publicitaron que esos cambios tenían
que ver más con un debilitamiento
del gobierno militar que con un rumbo nuevo timoneado desde el poder. Los
cambios fueron leídos como agotamientos, como declive de un rumbo que había
fallado. Las banderas del antifascismo avanzaban en Europa y, de un momento a
otro, podrían ser estacadas en el corazón del régimen de Junio. Sin embargo, al
menos en el análisis del caso de Mendoza, el peso de ese discurso no debería
ser sobredimensionado: no fue para todos evidente que el régimen tuviese su
suerte echada e incluso, para algunos, semejante predestinación no
necesariamente significaba abandonar la causa oficial, como se verá.
Las modificaciones
del panorama habilitadas por el gobierno militar también dieron lugar a que
muchos indecisos operaran cortes en la trayectoria oficial distinguiendo
etapas, desechando aquellas que no les resultaban defendibles y haciendo suyas
las que creían más aceptables. El caso del sector radical que optó
definitivamente por cooperar con el gobierno militar a partir de la declaración
de guerra al Eje constituye un ejemplo preciso de esta lectura alternativa del
contexto. Mientras una parte de la sociedad política vio a la decisión
diplomática del gobierno como signo del comienzo del fin, otra parte aprovechó
para dar un paso adelante en el apoyo público a la obra de la Revolución de
Junio. ¿Es que la derrota del régimen no era el único panorama disponible para
los actores del momento? ¿Es que quedar en el bando victorioso no era el único
objetivo de su acción política?
El 1° de mayo de
1945 un grupo radicales de la provincia dio a conocer un manifiesto que rubricó
el quiebre con la línea partidaria y que luego se repetiría como bandera de una
nueva agrupación. El texto comenzaba expresando una vocación democrática que
respondía tácitamente a acusaciones opositoras: “es problema
impostergable de la hora el retorno del país al juego de las instituciones
libres y democráticas consagradas a
Uno
de ellos [de los motivos por los que apoyaban a la Revolución de Junio], fue el
derrocamiento de la situación conservadora que desde el año 1930 gobernaba al
país como en los peores regímenes oligárquicos, entronizándose en el poder con
espíritu de casta mediante comicios de sangre que ensombrecieron nuestra
historia cívica. El reparto familiar de presupuestos, los peculados más
asombrosos y la negación y deformación de los principios que sostuvieron los
próceres tutelares de
El
otro acontecimiento es la solución lógica dada al problema internacional por
El gobierno militar, para este sector radical, había dado muestras “de repudio al fraude, a la corrupción administrativa, represión del
totalitarismo, depuración de los partidos políticos y retorno a la normalidad”.
En estas condiciones los afiliados a la Unión Cívica Radical que firmaban la
declaración consideraban que el partido no podía “permanecer
indiferente y pasivo, sin sumar su esfuerzo a lo que ha constituido la razón
fundamental de su existencia y el objetivo de su lucha permanente”. Por todo ello, manifestaban su
solidaridad
con los hombres de
Unas 160 firmas
acompañaban esta importante declaración, cuya autoría se debía al dirigente
radical Enrique R. Cherubini[18].
El texto no sólo tenía la finalidad de poner de relieve la existencia de una
heterogeneidad de criterios en el seno de la UCR. También ofrecía una
argumentación política democrática a aquellos radicales (o simpatizantes de esa
tendencia) que no tenían opiniones tomadas respecto del gobierno militar pero
que a simple vista no lo rechazaban. Por un lado, el manifiesto se presentaba
como un acto de respaldo a quienes aceptaban la “responsabilidad”
de integrar el gobierno para acelerar la normalización institucional del país.
El uso del término “responsabilidad”
no era fortuito. Además de dejar implícitamente catalogados a quienes se
negaban a participar del emprendimiento como ‘irresponsables’
ante la realidad nacional y la acechante idea del regreso de los conservadores
al poder, también pretendía eliminar cuanto hubiera de ‘interesado’
en ocupar un lugar en el seno del régimen. El término responsabilidad
implicaba una obligación consentida y en este
caso tenía, también, algo de sacrificio.
Después de todo, a juicio de los firmantes, la situación a la que la Argentina
había llegado no era consecuencia de la acción de la Revolución de Junio, sino
del régimen fraudulento al que ésta había venido a poner fin.
Por otro lado, esa
argumentación política democrática delimitaba una frontera imaginaria bien
diferente a la que ciertos grupos estaban proponiendo para interpretar la
situación argentina. Mientras la divisoria ideada por los opositores quería
trazarse entre la dictadura y la democracia, la frontera alentada por el sector radical que
apoyaba al régimen desde su definición internacional quería distinguir a una ficción de democracia de la democracia
verdadera. Así se construyeron encadenamientos de sentidos
diferenciados. En la cadena establecida en el manifiesto del 1° de mayo se
observa que la ficción de democracia quedaba
asociada con: “entronizamiento en el poder”, “espíritu de casta”,
“comicios de sangre”, “ensombrecimiento de la historia cívica”, “reparto
familiar de presupuestos”, “negación de los principios
de los próceres tutelares de la Nación”, “pueblo
encadenado”, etc. Por el contrario, la democracia
verdadera se vinculaba a la negación de todos esos males y a
banderas como: “panamericanismo”, “tradicionales sentimientos de fraternal solidaridad con los pueblos
liberales”, “vigorosa médula
democrática”, “saneamiento administrativo”,
“cooperación en el restablecimiento de la normalidad
institucional”, etc. La disyuntiva que planteaban los firmantes, en
resumen, señalaba que asumir cargos en el gobierno era ocupar “baluartes democráticos y liberales” y hacer retroceder
posiciones a los conservadores y a los reaccionarios. Así, quienes los tildaban
de “colaboracionistas” con una “dictadura” quedaban desacreditados por una
nueva argumentación que rivalizaba en el plano de los sentidos. Las formas de
la legitimación de la propia acción deben ser tenidas en cuenta como
pragmáticas significantes fundamentales para comprender las opciones vividas
del pasado[19].
Cinco días después
del manifiesto del 1° de mayo, el otro sector radical respondió. En esta
oportunidad no dudó en asumir un rótulo de formalidad (“Comité de la
Provincia de la Unión Cívica Radical”), ni en darle a su mensaje un
marco de institucionalidad y autoridad partidaria al esgrimir considerandos y
al numerar resoluciones. El texto decidía la suspensión de la afiliación de los
ex legisladores, ex concejales municipales y miembros de los organismos
provinciales y departamentales del partido que hubieran suscrito la declaración
del 1 de mayo y advertía que reclamaría ante el congreso del partido.
Distinguía a dirigentes de simples afiliados: “la medida correspondiente
debe aplicarse a los dirigentes quienes, por su jerarquía partidaria están
obligados a dar el ejemplo, y no a los simples afiliados que, por falta de
medios propios de información, hayan firmado ese documento sin advertir su
trascendencia”[20].
Esta aclaración pretendía evitar el corte de amarras con afiliados que habían
firmado el manifiesto pero que suponían (o pretendían suponer) indecisos o
recuperables.
La existencia de
una clara voluntad de persuasión en ambos sectores radicales permite conjeturar
que efectivamente había un campo de significaciones en disputa desde el punto
de vista de los actores. Las mismas dirigencias tenían presente lo matizadas y
grisáceas que eran las opiniones en el llano. La radiografía en la escala
mediana hacia mayo de 1945 revela la existencia de un campo de opiniones móvil,
rugoso, dubitativo, en el que habitan intentos persuasivos de diversas
intensidades. Esa imagen relativiza el nivel de polarización extrema que
comúnmente se le atribuye a ese momento y también permite iluminar aspectos en
torno a cómo los actores estaban en plena realización de sus opciones
políticas. Esas opciones eran humanas, vividas, prácticas y significativas, no
inscriptas en prístinas y evidentes ideas que habitarían fuera de los
contextos.
Las advertencias
partidarias no lograron amansar a los núcleos radicales mendocinos que veían
con simpatía la adhesión al gobierno militar. En los primeros días de junio,
quinientas firmas sumaron su adhesión al manifiesto del 1° de mayo apoyando a
quienes aceptaban la “responsabilidad”
de sumarse al gobierno[21].
Desde una concepción utilitarista de la acción política podría señalarse que lo
que motivaba la disidencia radical era el incentivo de acceder a puestos
públicos (o por sortear pleitos intrapartidarios o
personales a través de nuevos lugares de poder). Ahora bien, la historiografía
sobre el período ha señalado ampliamente que, en ese momento (mayo-junio de 1945),
la carrera ascendente de Perón se hallaba en picada hacia su fin. Esto llevaría
a pensar que los radicales simpatizantes del gobierno no se daban cuenta de lo
magra que era la oferta que estaban aceptando o, dicho de otro modo, que no
comprendían el contexto en el que actuaban. Una explicación más consistente
invita a pensar que el declive que se vaticinaba no era tan incontestable, que
existían múltiples miradas contemporáneas sobre el contexto[22].
Una tercera forma de percibir la adhesión de una porción del radicalismo al
gobierno de la Revolución de Junio, compatible con la anterior, consistiría en
pensar que una visión menos homogénea del contexto convivía con expectativas
propias de futuro cocinadas al calor de los dramas cotidianos de las prácticas
políticas y del conflicto social que se robustecía[23].
El grupo firmante
del manifiesto del 1° de mayo no fue el único que se rebeló contra quienes
pretendían ser las autoridades de la UCR, aunque sí fue el más numeroso.
Inquietudes multidireccionales atravesaban al tronco radical: el faccionalismo
largamente cultivado en su seno y la coincidencia en torno a ciertas consignas
del régimen eran elementos que intervenían en esa conmoción. La división entre
quienes avalaban el nombramiento de Faustino Picallo
en la municipalidad y quienes permanecían apegados al mandato partidario no se
enraizaba de manera transparente en divergencias del pasado. No hay que
retroceder mucho temporalmente para dar cuenta de ello. En elecciones
realizadas el 28 de febrero de 1943, habían trabajado codo a codo para hacer
frente al Partido Demócrata Nacional (PDN) quienes en 1945 se iban posicionando
de maneras cada vez más diferenciadas en 1945. En aquella oportunidad que ahora
parecía tan lejana, Albarracín Godoy, Suárez, Rubén Palero Infante, Alfredo R. Vítolo, Edmundo Leopoldo Zara, Hernán Cortés y Leopoldo
Suárez (sólo por mencionar a los más conocidos) habían concurrido con sus
correligionarios más notorios que en mayo de 1945 habían firmado el manifiesto
apoyando al gobierno militar: Alejandro Mathus Hoyos,
Lorenzo Soler, José Ramiro Podetti, Enrique R. Cherubini, José G. De Paolis y
otros[24].
Por supuesto que las facciones precedentes tienen que haber impactado de alguna
manera en la reconfiguración de las divisiones partidarias, pero la magnitud de
esa reconfiguración y el nivel de virulencia que fue adquiriendo con el correr
de 1945 denota la fuerza de un contexto que era vivido vertiginosa y
complejamente.
A mediados de
julio, la división radical se profundizó. Se creó una Comisión Organizadora de
la Unión Cívica Radical (UCR (CO)), encabezada por el médico Lorenzo Soler e
integrada por figuras con amplia trayectoria en el radicalismo local[25].
El grupo apeló nuevamente al tópico de “la responsabilidad” histórica del
radicalismo frente a la posibilidad de recuperar las instituciones del país y
lograr una salida democrática al régimen militar. La declaración que hizo
llegar a la prensa de la provincia aplaudía
los
propósitos expresamente proclamados por el gobierno revolucionario de repudio
al fraude, la violencia, la venalidad, el totalitarismo y la corrupción
administrativa y política, y en consecuencia, exige la condigna sanción para
quienes no guardaron el debido decoro en sus posiciones públicas o partidarias.
De todos modos, el
grupo firmante continuaba cobijándose en el seno partidario y expresaba “la necesidad de la unidad partidaria como base indispensable para el
más perfecto cumplimiento de los postulados político-sociales de
La reafirmación de
la posición asumida constituía una renovación de la palabra empeñada ante un
contexto que se tornaba día a día más polarizado en el plano político y social.
Un mes antes, la labor del coronel Perón en la Secretaría de Trabajo y
Previsión había sido sonoramente criticada por sectores empresarios en el
Manifiesto de las Fuerzas Vivas. Además, a pesar de que el estado de sitio
seguía vigente, ya se estaban realizando reuniones públicas y actos masivos
contrarios. El 2 de junio, con el visto bueno del interventor federal,
opositores mendocinos celebraron el triunfo de los aliados en un mitín que según la prensa convocó a miles de asistentes. El
6 de julio, en la comida de camaradería de las Fuerzas Armadas, el presidente
Edelmiro Farrell había anticipado que los comicios
serían convocados antes de fin de año. A pesar de que estos elementos eran
signos de que se avecinaba el fin del régimen, un grupo de dirigentes radicales
mendocinos afianzaba su postura de compromiso con él.
También en el orden
nacional ciertas figuras radicales, aunque de manera más tenue, habían
comenzado a cooperar con el gobierno militar. El 24 de julio de 1945 se realizó
un acto en el Parque de Retiro cuyos asistentes se definieron como yrigoyenistas y llegaron hasta el balcón del departamento
de Perón a pedirle que les dirigiera unas palabras. El 2 de agosto, el país
recibió la noticia de que el correntino Hortensio Quijano se convertía Ministro
del Interior. En breve, también serían encumbrados Armando Antille
(en Hacienda) y Juan I. Cooke (en Cancillería). Fue
el mismo Quijano quien anunció el levantamiento del estado de sitio el 6 de agosto.
En Mendoza, para entonces, la totalidad de las intendencias y otros puestos
relevantes de la administración provincial se hallaban bajo el mando de
radicales disidentes[27].
A mediados de
agosto, la UCR canceló las credenciales de todos los afiliados que se
encontraran ocupando cargos gubernamentales[28].
La decisión del partido desató debates que quedaron estampados en la prensa.
Rafael César Tabanera, abogado del municipio de la Capital, respondió a la
cancelación de su afiliación distinguiendo conceptualmente entre ser afiliado al radicalismo y ser radical. Indicó que “ustedes no
pueden ordenar la cancelación de mi afiliación porque hace varios años que
renuncié a ella”. A lo que no había renunciado era a “ser radical, aunque me mantuve alejado de la vida de un partido”
a cuya dirección debía imputársele, según sostenía, el haber avalado el fraude
sólo para mantener sus posiciones en el período que había clausurado la
Revolución de Junio. Tabanera cerró su solicitada apuntando contra la
arrogancia de quienes, en nombre del partido, conversaban con dirigentes de
otras agrupaciones para formar un frente electoral opositor:
No
sé si ustedes pueden felicitarse del aplauso que les tributan conservadores,
socialistas y comunistas, pero sí sé que el pueblo radical los ve actuar con
asombro y estupor y espero que cuando pase esta campaña de confusionismo, se
sientan ustedes como todos, simples afiliados de
Con la cancelación
de las afiliaciones, el tiempo de las dudas llegaba a su fin. Ahora comenzaba,
en otros términos, la disputa que tenía como objetivo conquistar a los
radicales del llano y a sus votantes de Mendoza. Quienes quedaron en la vieja
estructura, seguramente opinaban que sus ex compañeros de militancia iban
camino a un suicidio político al acompañar a un gobierno de facto que,
hacia septiembre de 1945 y según las noticias que llegaban desde Buenos Aires,
estaba a punto de derrumbarse.
Disputa radical por la
democracia
A fines de julio,
días antes de que se levantara el estado de sitio, la UCR Comité Provincia (CP)
organizó una reunión partidaria a la que asistieron unas dos mil personas. El
objetivo era preparar al partido para cuando entrara en vigencia un estatuto
que regularía la vida de las agrupaciones políticas. A pesar de que los
radicales consideraban que tal regulación era perniciosa, querían “asegurar la continuidad legal del partido y preservar los derechos
indiscutidos al nombre de Unión Cívica Radical ante todo intento de usurpación”[30].
El “intento de usurpación” era, obviamente,
el que propulsaban sus ex
correligionarios que habían aceptado puestos de gobierno y sus sostenedores.
La disputa,
producida la escisión, convertía en un campo de batalla semántico al conjunto
de los símbolos y rituales partidarios. Pocos días después de esa reunión, el
intendente Picallo propició por su parte un primer
evento político en el que se filiaba nuevamente a la tradición radical. El
objetivo del acto era bautizar una plaza del distrito con el nombre de Hipólito
Yrigoyen. Se realizó un lunch
en homenaje al ex presidente en el que había, según el diario Los Andes, más de cinco mil comensales que vivaron a
una
cerrada intolerancia con el gobierno de
Los dirigentes
disidentes tenían claros sus argumentos en torno a por qué habían aceptado
cargos en el gobierno y por qué estaban reñidos con quienes se autotitulaban los auténticos representantes de la UCR. En
primer lugar, por los motivos explicados en el manifiesto del 1° de mayo: el
fin de la década conservadora y la solución diplomática en torno a la guerra
mundial. En segundo lugar, señalaban que en el interior del tronco partidario,
muchos dirigentes se creían dueños del radicalismo y no dejaban crecer a los
demás[32]. Habían, así, “obstruido anhelos de
cambio y avance” ya que no comprendían que la “nueva
fórmula de convivencia” en el mundo ya no era la democracia liberal
a secas, sino la “democracia social”[33].
La competencia por
los símbolos partidarios se agudizaba al ritmo que el conflicto sociopolítico
se densificaba. Mientras unos fundaron el Club Radical Hipólito Yrigoyen con la finalidad
de “estrechar vínculos entre los radicales, como así
convertir dicho centro en escuela de civismo, práctica democrática y
capacitación”, los otros crearon el Club Cívico Cultural Alem-Yrigoyen “en el que se desarrollará
su acción cívico principista y programa concreto de aspiraciones colectivas”[34].
Aunque no estaba en los planes iniciales de muchos radicales romper de manera
definitiva, el quiebre se iba consolidando con el paso de los días, definiendo
andariveles diferenciados para dos grupos que iban marcando sus diferencias en
vistas a obtener sus propios retratos[35].
El 26 de agosto las dos fuerzas radicales se cotejaron a través de actos
públicos simultáneos en los que escenificaron modalidades disímiles de la política.
Las citas fueron un mitín partidario de la UCR
(Comité Provincial) y un acto para celebrar el ‘Día de la Municipalidad’
encabezado por Picallo[36].
La disputa de adherentes debía escenificarse en el espacio público para
comprometer aún más a los radicales a tomar parte en la división[37].
El acto público de
la UCR (CP) tenía dos objetivos manifiestos: pedir la derogación del estatuto
de los partidos políticos y la inmediata convocatoria a elecciones[38].
La concurrencia mostraba, con sus carteles y pancartas exclamando que “hoy los puestos son funestos”, cuál era otra de las
motivaciones de la reunión[39].
Pausadamente, se leyeron adhesiones de dirigentes nacionales que venían desde
todo el país como credenciales que pretendían certificar que ése era el sitio
en donde estaban nucleados los ‘verdaderos radicales’. Los oradores
concentraron sus discursos en criticar a la Revolución de Junio desde diversos
ángulos. Leopoldo Zara describió un panorama desolador gobernado por la
bancarrota financiera, el desprestigio en el plano de las relaciones exteriores
y el caos político. Continuó diciendo que “se pensó destruir a los
partidos políticos y a
El presidente del
Comité Provincia, en su discurso para cerrar el acto, propuso un paralelo entre
el reinicio de la actividad partidaria en la Argentina y la victoria de los
aliados en el frente internacional: “por primera vez en más de
dos años,
La
Unión Cívica Radical, el partido tradicional de las masas argentinas, de pie y
compacto, como hace 50 años, repite hoy: aquí estamos para preservar el ideario
democrático. Sin guerra civil ni gritos estentóreos, sin declaraciones vacías
ni amenazas, sin pactos ni entendimientos con nadie aunque
en los objetivos primordiales coincidamos con algunos: aquí estamos
para afirmar nuestra fe democrática, y para afirmar nuestra fe sin límites en
el futuro democrático de la Argentina[41].
Los radicales
disidentes, simultáneamente, realizaban un acto festivo por el “Día de la Municipalidad”. El objetivo primordial era
demostrar cómo su acción de colaboración con el régimen militar era positivo
para la población. Por la mañana, el intendente Picallo
y sus funcionarios presenciaron la colocación de la piedra fundamental del
panteón municipal. En la ocasión habló el radical Jorge I. Segura, Secretario
de Obras Públicas e Higiene, para señalar que se cumplía así con banderas de la
justicia social ya que se ofrecería un servicio hacia los empleados y
funcionarios de la ciudad[42].
Luego Picallo comentó detalladamente la obra pública
realizada por el municipio a través de la radio, como una forma de rendir
cuentas “a la colectividad [de la] forma en que se ha
cumplido un cometido público, dando así realidad y satisfacción a uno de los
postulados básicos de la democracia”[43].
La democracia podía ser evocada como
sinónimo de responder a las demandas sociales y hacer transparente la acción de
gobierno publicitándola. Al mediodía se inauguró una calle, a la que no
casualmente se denominó ‘Julián Barraquero’, en homenaje al pensador krausista
mendocino vinculado a Hipólito Yrigoyen. Después de
otras piezas oratorias, hubo un festival con música y números de gimnasia
artística y se inauguró el Campo Municipal de Deportes e Instalaciones
Sanitarias e Higiénicas para el personal de la comuna. Se ofreció un banquete a
los obreros del municipio, en donde se le otorgó una medalla de oro al mejor
empleado. Para estrenar el nuevo predio, hubo torneos deportivos y al finalizar
la tarde, se colocó la piedra fundamental de una Plaza de Ejercicios Físicos
para Niños. Por la noche, se realizó otro banquete con el personal en Playas
Serranas, un parador ubicado en el parque, y se entregaron más medallas a los
trabajadores[44].
No se trataba de
concepciones totalmente diferenciadas de la política las que desplegaban unos y
otros radicales, pero sí de concepciones en un intenso y vívido proceso de
diferenciación. La diferenciación se pronunciaba en el mismo ejercicio
cotidiano de la política[45].
Ciertamente tenían intereses distintos, valoraciones diversas del contexto y
horizontes de expectativa diferentes[46].
Pero lo fundamental es que los grupos fueron tejiendo sus prácticas y sus
lenguajes según relaciones de fuerza móviles, siguiendo dinámicas de oposición
mutua: los deportes bajo el sol vs. encendidas denuncias de corrupción, el
discurso radial del intendente vs. el declamar fervoroso de solemnes
dirigentes, el reconocimiento con medallas a los mejores trabajadores vs. la
alegría del fin de la Segunda Guerra Mundial. Podría pensarse que mientras los
radicales ortodoxos se hallaban dedicados al trabajo
político militante, los
radicales disidentes se enorgullecían de estar también
dedicados al trabajo político profesional[47].
Es decir que mientras los primeros estaban plenamente abocados al proselitismo (lo
cual no supone solamente un interés por ganar
elecciones sino también por participar de lo que implica una campaña), los
segundos además llevaban a cabo (y así lo publicitaban) actividades que, más
allá de la cuenta de sufragios que ello pudiera redituarles en un eventual comicio, trascendían lo proselitista: le otorgaban un
sentido concreto a la fuerte decisión partidaria que habían tomado y
demostraban en qué medida aquella ‘responsabilidad’ contraída había valido la
pena.
Dos días después de
aquella jornada de mitines, las autoridades
nacionales de la UCR aceptaron formar un frente común con el Partido
Socialista, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Comunista en
El influyente
dirigente comunista Benito Marianetti, durante el
primer acto público de su partido, remarcó la importancia que el
‘colaboracionismo’ tenía en el ámbito local:
Mendoza
ha sido y es uno de los almácigos del colaboracionismo radical. La planta de la
traición, que no ha prosperado en otros medios, se ha extendido peligrosamente
entre nosotros. Ello se ha debido principalmente a la falta de una línea clara
de lucha y de repudio contra la dictadura, error en que durante dos años ha
incurrido la Unión Cívica Radical[48].
La Unión
Democrática sentaba sus bases en Mendoza, ciertamente, a duras penas. ¿Cómo
comprender que en tan poco tiempo los destinos de quienes se habían cortejado
durante años en la lucha política se enfrentaran ahora tan rudamente? El
conflicto se había ido construyendo, no era el resultado de dos ideas prístinas
que se habían desarrollado ante el gobierno militar, sino que se había ido
ejercitando y robusteciendo al calor de las discusiones sobre cada punto y
sobre cada posicionamiento de una coyuntura especial de salida de una crisis
duradera.
El radical
disidente Rafael César Tabanera, en septiembre,
renunció al directorio del ‘politizado’ Colegio de Abogados. En esa ocasión
manifestó, en relación a los conservadores que convivían en esa entidad con
dirigentes políticos de izquierda, que
sería
interesante que quienes pretenden encabezar violentas oposiciones al Gobierno
Revolucionario expliquen en la misma forma clara y sencilla su colaboración o
silencio de ayer cuando existía estado de sitio, la libertad de prensa estaba
suprimida, existían presos políticos, […] ni se hablaba de la convocatoria a
elecciones, como es interesante también conocer la posición de todos los
actuales pregoneros de la libertad y de la democracia durante la dictadura de
Uriburu y gobiernos fraudulentos de Justo, Ortiz y Castillo[49].
Marianetti, vicepresidente del Colegio de Abogados, le contestó que “lo que no comprenden ni comprenderán nunca los argentinos es la invocación
del nombre de un partido de tradicional raigambre popular y democrática, para
encubrir el contrabando de la mercancía nazi y dictatorial”[50].
Tabanera le envió al dirigente comunista sus padrinos, para que aceptara un
reto a duelo por este agravio, pero Marianetti se
negó a participar justificando que su credo político no le permitía utilizar
ese tipo de procedimientos para dirimir opiniones[51].
El conflicto sociopolítico al que se asistía, que recién en el segundo semestre
de 1945 había colocado el tinglado sobre el cual se ejecutaría durante las
décadas siguientes (la dicotomía peronismo/antiperonismo),
se tramaba sobre situaciones cotidianas de la vida política. Fue en el
ejercicio de la política que se produjo el involucramiento cada vez más apasionado
de los actores en una orilla o en la otra. El tiempo de la
política iniciado en octubre de 1945 y cerrado hacia mediados de
1946 naturalmente iba a remachar esos contornos antes ensayados más
livianamente[52].
Con todo, era una historia que recién comenzaba a fraguarse[53].
Algunos comentarios
finales: ¿puede uno lavarse de la política?
El (más tarde)
célebre escritor Julio Cortázar era, en 1945, profesor de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. En una carta destinada a
su amiga Mercedes Arias, fechada el 21 de julio, se excusaba de no haberle
escrito antes, argumentando que las actividades políticas se habían apoderado
por completo de su tiempo:
Me
he empeñado en olvidar toda esa baja y sucia política de provincia. No crea sin
embargo que he salido indemne de la pelea. Me siento distinto, mundano,
relajado. Por las noches (en las semanas críticas) volvía a mi casa y miraba
mis libros como pidiéndoles perdón por el abandono en que los tenía. He sabido
lo que es pasar veinticuatro horas en continuo cabildeo, barajando argucias,
destruyendo ataques, redactando solicitadas, organizando manifestaciones
periodísticas y devolviendo cuanto proyectil honorable tenía a mano. ¿Puede uno
lavarse de algo semejante? No sé, viera usted cómo corta el jabón el agua de
Mendoza[54].
Cortázar declamaba
contra la “política de provincia”, aunque debía reconocer que no había salido
“indemne” de ella y que se sentía -curiosa descripción- “distinto, mundano,
relajado”. Su enojo se fundaba en que también a él lo habían rotulado de “nazifascista” por haber ingresado a la universidad durante
la gestión nacionalista de Baldrich y eso lo había
puesto ante la ‘necesidad de demostrar’ que era un hombre ‘democrático’. Las
palabras del autor de El examen traslucen
una imagen del involucramiento en actividades políticas que echa luz sobre cómo
se fueron adoptando posiciones públicas en 1945. La política era algo de lo que
uno no podía “lavarse”, en tanto que uno se encontraba ejerciéndola y dejando
que ella lo moldeara, que lo constituyera. Y esa dimensión vivida de las
opciones políticas que se iban realizando era la que daba sentido a las
divergencias cada vez más acendradas y dramáticas, a pasar tantas horas de
“continuo cabildeo”. Hay que decir, aunque no sea el objeto de este artículo,
que el conflicto sociocultural en marcha nutría en simultáneo la densidad de
las opciones de los actores[55].
Hasta mediados de
1945, los radicales en Mendoza estuvieron sumidos en una experiencia plena en
matices, dudas y ensayos. La polarización a la que se asistió de forma rotunda
en la segunda mitad de ese año no se dio de manera natural, ni según evaluaciones
comunes del contexto. No fue la versión evolucionada de un encontronazo entre
dos entidades ya existentes. Se trató de una construcción conflictiva en la que
los actores (que se fueron comprometiendo con un sector u otro, enfatícese el
gerundio) fueron esculpiendo, en el ejercicio, sus prácticas y sus lenguajes
propios y comunes. Los ensayos de diferenciación profundizaban los contrastes y
marcaban cada vez más pronunciados territorios de adhesión y de rechazo al
gobierno militar.
Es necesario tomar
en serio que las apuestas de quienes apoyaron a la Revolución de Junio no
fueron pocas y que se hicieron sin conocer la deriva histórica. En medio del
desgaste del gobierno militar y al calor del crecimiento opositor, la adhesión
que realizaron difícilmente pueda ser pensada como efecto de intereses
advenedizos de conquistar puestos de gobierno. Esto no sólo dice algo en torno
a esos dirigentes particulares o en torno a los radicales que se filiaron con
el futuro peronismo, sino que también dice algo sobre la complejidad de las
percepciones contemporáneas en 1945 que se han visto frecuentemente a través de
los resultados que nadie conocía.
Resulta poco
fecundo el intento de comprender cómo se produjeron las opciones políticas en
ese momento con un prisma utilitarista. Muchos aspectos de ese proceso
permanecerían incomprendidos si las acciones fueran vistas como simples
estrategias conscientes para ganar la partida[56],
con su consecuente vocabulario que mide éxitos y fracasos en relación a un
contexto homogéneo y preestablecido que es fruto de una mirada anacrónica[57].
Quedarían inexplicados los comportamientos de quienes tomaron caminos
alternativos, perdedores o arriesgados. No tendrían cabida las condiciones
inadvertidas de la acción, ni sus consecuencias no buscadas, ni las
transformaciones que las vivencias produjeron sobre los actores. También es
poco fértil atender al pasado político local reduciéndolo a su dimensión moral,
buscando demostrar que los radicales que se hicieron peronistas no eran
“arribistas” o “políticos de segunda” sino que tenían ideas propias y
auténticas sobre el futuro de la Argentina y que hicieron sus propias opciones.
Ésa sería una respuesta a una pregunta tendenciosa. Más allá de ella, en todo
caso, poner el foco en la dimensión moral, en clave reivindicativa, sería
cambiar la naturaleza de lo perseguido (de los “puestos públicos” a “la
justicia social”) sin dar cuenta de las formas concretas del estarse haciendo de los
anhelos/temores/rencores/definiciones que afectaban la vida de personas reales.
Finalmente, tampoco parece posible zanjar el asunto de cómo se produjeron los
alineamientos en 1945 poniendo el énfasis en la dimensión emocional/sentimental
del conflicto porque difícilmente se pueda captar de ese modo la complejísima
trama política, social y cultural que se coaguló en ese momento histórico
original.
Si se acepta que
los caminos (creados al andar) no tuvieron una entidad esencial o una única
motivación que podría ser diseccionada por la mirada analítica, el horizonte de
la investigación se extiende hacia la actividad cotidiana de la política
(particularmente inflamada y caótica por el fin de la Segunda Guerra Mundial y
por las incertidumbres de la hora) y hacia las encendidas vivencias sociales
acerca de lo que estaba sucediendo. Tal vez haya sido allí en donde se labraron
posiciones que se fueron inteligiendo
como dicotómicas durante el correr de
los días y sobre las cuales los actores fueron sobreimprimiendo un conjunto de
sentidos nuevos. Tal vez fue en la lucha por definir en qué se fundaba ese gran
desacuerdo (que habían ido labrando, entre muchos) que algunos radicales
mendocinos se hicieron peronistas y que otros se rehicieron radicales.
Recibido: 28/08/12
Aceptado: 28/11/13
De radicales a peronistas:
la producción de una opción política vivida
Resumen
El artículo propone una revisita
sobre el tema clásico de los orígenes del peronismo. Se trata de explorar cómo
se generaron opciones políticas que condujeron a determinadas adhesiones desde
los sentidos y las vivencias de los actores involucrados. Se retoma
un estudio de caso puntual: el viraje de los radicales de Mendoza hacia
el peronismo en el curso del año 1945. El argumento principal es que esas
opciones políticas se produjeron de manera relacional, mediante la interacción,
al mismo tiempo que sus protagonistas se producían a sí mismos. Esta
perspectiva implica pensar a las opciones políticas no como preexistentes a la
sucesión de acontecimientos, sino como una construcción elaborada al fragor de
la actividad política y en un contexto heterogéneo e intenso. La hipótesis de
trabajo señala que si, en ese proceso, actores en análogas condiciones
efectuaron recorridos divergentes fue porque atribuyeron sentidos a sus
acciones de manera diferente y porque las formas cotidianas de la política los
fueron moldeando de manera contrastiva.
Palabras clave: Radicales, peronistas, política vivida, Mendoza.
Mariana
Garzón Rogé
From Radicals to Peronists:
making an experienced political option
Summary
This article aims to revisit the classic topic of
the origins of Peronism. It explores how political options were made trying to
capture the particular meanings they had for the actors involved and the
experiences that led them to choose whom they support. The case studied refers
Radicals who became Peronists in the province of Mendoza during 1945. The
principal argument is that many political options occurred in a relational
manner through interaction, while their protagonists produced themselves. The
paths to take, from this perspective, did not preexist as such to the
particular sequence of events. They were created in political activity and in a
context, which was lived intensely and heterogeneously. The hypothesis states
that if actors in similar conditions made divergent choices it is because they
attributed different meanings to what they were doing and because the everyday
forms of politics shaped them in a contrastive manner.
Keywords: Radicals, Peronists, experienced politics, Mendoza.
Mariana Garzón Rogé
[1] Instituto Ravignani - UBA/CONICET. Correo electrónico: mariana_garzonroge@yahoo.com.ar
[2] La bibliografía sobre el primer peronismo es vasta y creciente. En
trabajos de reciente aparición se puede obtener un ingreso actualizado a la
misma: Rein, Raanan, Barry,
Carolina Acha, Omar y Nicolás Quiroga, Los estudios sobre el primer peronismo. Aproximaciones desde el siglo
XXI, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, La Plata,
2009. Acha, Omar y Nicolás Quiroga, El hecho maldito. Conversaciones para otra historia del peronismo,
Prohistoria, Rosario, 2012.
[3] La excepción fueron las referencias a la experiencia forjista, aún si frecuentemente se concibió a ese grupo más como un conjunto de intelectuales que como un núcleo específicamente político. Ellos habrían hecho una opción ideológica (bienintencionada, podría leerse) por el peronismo.
[4] ¿De qué naturaleza fue el apoyo obrero al peronismo en sus orígenes?
Se ha escrito mucho al respecto: de la tesis de la manipulación se pasó a la
idea de la alianza de clases y también se barajó la noción de la identidad
colectiva y la estructura de sentimientos. Un reciente texto de Silvia Sigal volvió sobre ese viejo cuestionario apuntando que
tanto las investigaciones que destacan el mejoramiento económico como las que
ponen de relieve el reconocimiento dan por supuesto que las carencias que el
peronismo saldó estaban inscriptas en una situación previa. Sigal,
Silvia, “Del peronismo como promesa”, en Desarrollo Económico,
Vol. 48, N° 190/191, Buenos Aires, 2008, pp. 269-286. Ese debate sobre los
orígenes no es, en realidad, un debate que limite sus alcances. Desde la
antropología de la política popular contemporánea, Julieta Quirós discutió la
concepción académica pendular entre el clientelismo y la resistencia. Según
comenta la autora, cuando se trata de política no-contestataria prevalecería un
“economicismo” de naturaleza instrumental.
Complementariamente, cuando se trata de política contestataria
prevalecería un análisis que ella identifica como “moralismo” en el que se
apela a motivaciones no instrumentales (dignificación, reconocimiento, etc.).
Ambas maneras de abordar las experiencias políticas tienen pérdidas en cuanto
sólo piensan la acción con arreglo a fines y olvidan lo que las prácticas
producen en los actores y en los contextos. Quirós, Julieta, El porqué de los que van. Peronistas y piqueteros en el Gran Buenos
Aires (una antropología de la política vivida), Antropofagia, Buenos
Aires, 2011, pp. 274-276.
[5] Esta fórmula, también presente en el título del artículo, se esgrime como una manera simplificadora de expresar algo que es problemático. Lo que iba a ser “ser peronista” no estaba diseñado en 1945. Sería más preciso referirse en este caso a “los radicales que formaron la Junta Renovadora y acompañaron al binomio Perón-Quijano en las elecciones de 1946” pero por razones de comodidad se dirá que “se hicieron peronistas”, cosa que en todo caso terminaron por “hacerse”.
[6] Otras investigaciones que abordan ese paso son las de Lacoste, Pablo, La Unión Cívica Radical en Mendoza y en la Argentina (1890-1946), Ediciones Culturales, Mendoza, 1994 y la de Álvarez, Yamile, “En torno a los orígenes del peronismo mendocino”, en Macor, Darío y César Tcach, La invención del peronismo en el interior del país. Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2003, pp. 365-383.
[7] Luna, Félix, El 45, De Bolsillo, Buenos Aires, 2005, pp. 166-167.
[8] Picallo
había sido delegado por Mendoza ante la Convención Nacional de la UCR en 1934 y
participado de las internas partidarias de 1936. También había ocupado el rol
de apoderado de la organización en el sur provincial en las elecciones de enero
de 1941. En el archivo fotográfico del Archivo General de la Nación se puede
ver una fotografía en donde Picallo es protagonista
que en su reverso afirma que se trataba de los “Primeros
encuentros Pro Perón, 1944” (c. 3148 – inv. 108113). Este documento
podría sugerir que fue uno de los primeros seguidores locales de quien luego
sería consagrado presidente. Sin embargo, el agregado en lápiz no es prenda de
verdad histórica: la fecha de 1944 podría haberse colocado años después al
calor de las luchas facciosas y con el objetivo de certificar que Picallo era de los dirigentes ‘de la primera hora’.
[9] Hemeroteca Mayor de la Biblioteca General San Martín (En adelante HMBGSM). Discurso transcripto en Los Andes, 20/02/1945.
[10] HMBGSM. Discurso transcripto en Los Andes,
20/02/1945. Con Picallo asumió un equipo de
dirigentes radicales.
[11] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes,
23/02/1945.
[12] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 24/02/1945.
[13] HMBGSM. Resolución publicada en Los Andes,
22/03/1945.
[14] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes,
25/03/1945.
[15] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes,
25/03/1945.
[16] HMBGSM. Decreto publicado en Los Andes,
28/03/1945.
[17] HMBGSM. Manifiesto publicado en Los Andes, 01/05/1945.
[18] Cherubini
era hombre de leyes, había sido diputado provincial por el radicalismo en el
último período antes del golpe de Estado y director del periódico de
orientación partidaria Diario de Mendoza
en 1943.
[19] Sobre las pragmáticas de legitimación
de la acción ver Cerutti, Simona, “Histoire pragmatique, ou de la rencontré entre histoire
sociale et histoire culturelle”, en Tracés. Revue des Sciences
Humaines, N° 15, 2008, pp. 147-168.
[20] HMBGSM. Resolución publicada en Los Andes,
06/05/1945.
[21] HMBGSM. Declaración publicada en Los Andes,
03/06/1945.
[22] Una noción multívoca de los contextos
históricos en Revel, Jacques, Un momento
historiográfico. Trece ensayos de historia social, Manantial, Buenos
Aires, 2005. Ver nota 53 para un desarrollo de las nociones funcionalistas de
contexto histórico.
[23] La
antropología de la política aporta herramientas útiles para captar la dimensión
vivida y cotidiana de los conflictos que tienen lugar en el mundo de la
política. Ver Kuschnir, Karina, O cotidiano
da política, Ed. Zahar, Rio de Janeiro,
1999.
[24] HMBGSM. Listas de candidatos publicadas en Los Andes, 28/02/1943.
[25] Entre los más notorios: Ramiro Podetti,
Héctor Gailhac, Francisco Giménez Vargas, Enrique Cherubini, Salvador Pujol, Lorenzo Larraya, los hermanos
Carlos y Alejandro Mathus Hoyos, Ángel Cremaschi, José Federico Moreno, Rafael César Tabanera,
Salvador Catapano Carbone, Pedro Segura, Roberto Mosso Furlotti, Antonio Camardella, Mario Guido Moreschi,
Alberto Saá y Roque Pichetto.
Los Andes, 22.07.1945. Soler había sido
concejal en la ciudad, diputado y senador provincial. Había presidido el Ateneo
Lautaro que bregaba por la educación laica. Es muy posible que haya actuado en
la masonería. Gailhac puede considerarse un referente
de la UCR Tradicionalista ya en 1931. Larraya había participado como delegado
en la Convención Nacional del radicalismo en 1934. Alejandro Mathus Hoyos se había desempeñado como auxiliar de contaduría de la provincia (1919), secretario de la
gobernación (1923), subsecretario de gobierno (1926-1928), intendente de Guaymallén (1928), diputado provincial (1936-1939 y
1939-42) y convencional constituyente para la reforma de la Constitución
Provincial (1943). Moreno,
Segura y Pichetto habían participado en las internas
de 1936. Tabanera había cumplido una importante tarea durante la unificación de
las facciones radicales en los años treinta.
[26] HMBGSM. Declaración publicada en
Los Andes, 22/07/1945.
[27] Las municipalidades quedaron a cargo de José Ramón Balmaceda en San
Rafael, Mario Carra en San Martín, Eduardo Guiñazú en Luján de Cuyo, Luis Lugones en Tunuyán, Amadeo Tassi en Tupungato, Severino Maestrí en
San Carlos, Miguel Ángel Centeno en Las Heras, Alberto Burgos en Junín, Leandro
Della Santa en Santa Rosa, Bautista Aristegui en
Rivadavia, Rafael García Guiñazú en Lavalle, Lelio Melli en Maipú, Humberto Moreschi
en Godoy Cruz, Marcelo Ortiz en General Alvear y José Luis Moreno en Guaymallén. Otros dirigentes radicales ocuparon además la Dirección
de Rentas, Vialidad Provincial, la Delegación de la Secretaría de Trabajo y
Previsión, policías departamentales y otros espacios. Los Andes, 16/08/1945.
[28] HMBGSM. Resolución publicada en Los Andes, 16/08/1945.
[29] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 18/08/1945.
[30] HMBGSM. Declaración transcripta en Los Andes, 30/07/1945.
[31] HMBGSM. Discurso transcripto en Los Andes,
06/08/1945.
[32] Un pasquín nacionalista local acotaba que la juventud “censura al cónclave de ancianos que mantienen […] una intransigencia que responde a la pragmática del malogrado Alem: ‘que se rompa pero que no se doble’”. HMBGSM. Crónica, 03/08/1945. El clivaje etario entre los grupos, de todos modos, podría no haber tenido real importancia. La caracterización de lo viejo y lo nuevo no necesariamente tenía que ver con la edad. De hecho, varios dirigentes que permanecieron en la UCR eran muy jóvenes.
[33] La
desarticulación entre el liberalismo y la democracia estaba en juego como vía
de construcción de un nuevo conjunto de sentidos políticos, como apuntó Ernesto
Laclau en Política e ideología en la
teoría marxista, Siglo XXI, Madrid, 1978. Sin embargo, en Mendoza no
se atacaba abiertamente al liberalismo sino a una ‘sarcástica ficción de la
democracia’ que había estado vigente, según se exclamaba, durante toda la
década anterior. El mismo Perón, señaló Carlos Altamirano, “no dejó que dos consignas de la oposición civil, libertad y democracia,
fueran patrimonio exclusivo de sus adversarios. Las hizo suyas y las volvió
contra ellos: la libertad y la democracia eran ficticias sin el fundamento de
la justicia social; el movimiento de junio buscaba la democracia y la libertad
verdaderas”. Altamirano, Carlos, “Ideologías políticas y debate
cívico”, en Torre, Juan Carlos (dir.), Los años peronistas, 1943-1955, Sudamericana, Buenos Aires,
2002, pp. 207-255.
[34] HMBGSM. Los Andes, 03 y 04.09.1945. Altamirano ha señalado que la
reivindicación de Yrigoyen fue realizada por
múltiples fuerzas en la contienda de 1945-1946. Altamirano, Carlos, 2002, ob.
cit., p. 230.
[35] Algunos de los radicales que
habían firmado el manifiesto del 1° de mayo se retractaron al ver que el
partido se rompía, lo que refuerza la idea de que las opciones no fueron
lineales y de que la política se hacía mientras se ejercía. Francisco Campati, por ejemplo, pidió que se retirara su nombre de la
lista de adherentes al manifiesto. Explicó que lo había firmado porque creía
que esa acción no importaría la división partidaria. HMBGSM. Solicitada
publicada en Los Andes, 15/08/1945.
[36] La
simultaneidad no fue casual. El acto municipal estaba programado para una
semana antes y luego se cambió.
[37] Sobre las escenificaciones políticas en Mendoza durante el primer peronismo se puede consultar Garzón Rogé, Mariana, “Una mise en scène peronista provincial: discursos, imaginarios y performances del gobierno de Blas Brisoli en Mendoza”, en Macor, Darío y Cesar Tcach (eds.), La invención del peronismo en el interior del país. Tomo II, Editorial de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2013, pp. 359-393.
[38] HMBGSM. Cartel de convocatoria publicado en La Libertad, 26/08/1945.
[39] El Comité Provincia había dispuesto que sólo podrían exhibirse carteles autorizados.
[40] HMBGSM. Discursos transcriptos en Los Andes, 27/08/1945.
[41] HMBGSM. Discurso transcripto en
[42] HMBGSM. Discurso transcripto en Los Andes, 27/08/1945.
[43] HMBGSM. Discurso transcripto en Últimas Noticias, 26/08/1945.
[44] HMBGSM. La Libertad, 27.08.1945.
[45] Acerca de la producción de lo político, es decir, de lo político como algo que no conviene definir a priori, ver Berger, Mathieu, Cefaï, Daniel y Carole Gayet-Viaud, Du civil au politique. Ethnographies du vivre-ensemble, Peter Lang, Bruxelles, 2011.
[46] Tanto en la
UCR Junta Renovadora (JR) como en la UCR (CP) militaban hombres que décadas
atrás habían pertenecido al lencinismo (Alejandro Mathus Hoyos y Jorge Albarracín Godoy, por ejemplo). Las
diferencias en la manera de hacer política que se observan en esta jornada del
26 de agosto de 1945 no son atribuibles al hecho de que un grupo proviniese (y
otro no) del populismo vernáculo de los años veinte, el lencinismo,
porque ambos habían estado vinculados a esa tradición. La posible relación
entre las formas de hacer política en Mendoza y la experiencia lencinista debería ser objeto de un análisis específico y ciudadoso.
[47] La distinción
entre ambas categorías es de Gaztañaga, Julieta,
“¿Qué es el trabajo político? Notas etnográficas acerca de militantes y profesionales
de la política”, en Cuadernos de Antropología
Social, N° 27, 2008, pp. 133-153.
[48] Discurso transcripto en Los Andes, 10/09/1945. Este señalamiento de Marianetti era de oportunidad y no se corresponde con una verdad histórica. En otras provincias también amplios sectores radicales simpatizaban con el gobierno militar como ha quedado demostrado en numerosos trabajos de investigación recientes. Ver Aelo, Oscar (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945-1955, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 2010. Macor, Darío y César Tcach (eds.), La invención del peronismo en el interior del país. Tomo II, Editorial de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2013.
[49] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 15/09/1945.
[50] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 16/09/1945
[51] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 18/09/1945. En esas ocasiones de coraje desmesurado la racionalidad instrumental (la idea de que los hombres sólo calculan costos y beneficios) muestra todas sus falencias como herramienta para comprender las realidades sociales. Las acciones riesgosas de la vida política, tal como retarse a duelo por una declaración, exigen ejercitar conceptualizaciones más comprensivas en torno a la perspectiva de los actores y los sentidos situados con los cuales revisten sus acciones. Craig Calhoun interpretó (sobre manifestaciones estudiantiles en la plaza de Tiananmen) cómo se tornan posibles ciertos “actos de coraje desmesurado”. Calhoun, Craig, “The Problem of Identity in Collective Action”, en Huber, Joan (ed.), Macro-Micro Linkages in Sociology. Sage Publications, 1991, pp. 51-75.
[52] El concepto de “tiempo de la política” ha sido desarrollado por la antropología de la política desarrollada en Brasil en las últimas décadas y sirve para reflexionar de manera comprensiva sobre los procesos electorales como recortes sociales del tiempo que dan forma a la vida cotidiana de las personas. Ver, entre otros trabajos, Heredia, Beatriz y Moacir Palmeira, “O voto como adesão”, en Teoria e Cultura, N° 1, 2006, pp. 35-58.
[53] Sobre la formación del Partido Peronista en Mendoza y sus primeros años de vida se pueden consultar los siguientes trabajos: Garzón Rogé, Mariana, “La experiencia formativa del Partido Peronista en Mendoza, 1946-1949”, en Aelo, Oscar (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo: actores y prácticas políticas 1945-1955, La Plata, Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, 2010, pp. 177-207. Garzón Rogé, Mariana, “Prácticas políticas en la construcción del Partido Peronista, 1946-1948”, en Estudios Sociales, N° 42, Santa Fe, 2012, pp. 91-118.
[54] Cortázar, Julio, Cartas, 1937-1954,
Alfaguara, Buenos Aires, 2012, pp. 228-231.
[55] Garzón Rogé, Mariana, “¿“Hermosa, optimista y rosada ficción”? La obra del coronel Perón desde la perspectiva de una federación obrera mendocina”, en Revista ASET - Estudios del trabajo, N° 39/40, 2010, pp.135-156. Garzón Rogé, Mariana, “Antifascistas y política en la dimensión local. Mendoza, 1943-1945”, ponencia presentada en el Primer Encuentro sobre Género y Trayectorias Antifascistas, Universidad Nacional de La Plata, 2013.
[56] Para Quirós, en su etnografía de la política
vivida contemporánea, tanto el economicismo como el moralismo son
variantes de una explicación teleológica “en la medida que ambas
comparten la presunción del origen y continuidad de los vínculos y/o acciones
en cuestión residirían en algo -material, económico, moral, político- que las
personas buscarían y/u obtendrían (recursos de subsistencia, reconocimiento,
capital social, político, simbólico, reputación, pertenencia, empoderamiento,
resistencia, identidad, poder, etc.). Sea como necesidad “material” o como
necesidad “simbólica”, lo que está siendo privilegiado es un tipo de acción con
arreglo a fines y a valores”. Quirós, Julieta, 2011, Ob. cit., p.
275.
[57] Esa es una noción funcionalista del contexto en la que los ajustes que dan coherencia al conjunto de las acciones se realizan de manera automática. Jacques Revel apuntó que una noción no funcionalista del contexto se diferencia de: 1. los usos retóricos del contexto (allí se lo presenta para producir un efecto de verdad alrededor del objeto de investigación), 2. los usos argumentativos del contexto (allí se lo presenta como el marco evidente dentro del cual una realidad encuentra su lugar) y 3. los usos interpretativos del contexto (cuando ofrece las razones generales para comprender situaciones particulares). Revel, Jacques, 2005, ob. cit., p. 52.