INSERCIÓN
DESIGUAL DE INMIGRANTES BOLIVIANOS EN UN MERCADO DE TRABAJO SEGMENTADO.
ESTUDIO
EN MUNICIPIOS DEL ESTE SALTEÑO
Soraya Ataide[1]
Introducción
En este trabajo nos proponemos
aportar a los estudios sobre migración boliviana y movilidad social analizando
las trayectorias migratorias de bolivianos vinculados a un mercado de trabajo
agrícola. Partimos de la necesidad de discutir la categoría de análisis
“colectividad boliviana” que responde a una idea de grupo homogéneo por
pertenencia nacional para explicar la inserción laboral desigual. También nos
interesa relativizar el éxito socio económico de ciertos inmigrantes laborales.
Para esto nos enfocamos en observar el modo en que las trayectorias y redes
migratorias son atravesadas por distintas desigualdades, a la vez que están
ancladas en diferentes contextos espacio - temporales.
Nuestro referente empírico se ubica
en dos municipios del este salteño, Apolinario Saravia y Gral. Pizarro, donde
actualmente se desarrolla una producción hortícola de frescos, orientada al
mercado interno con una fuerte presencia de trabajadores y productores de
origen boliviano que fueron llegando desde hace por lo menos cinco décadas, en
distintos contextos espacio – temporales, nacional, regional provincial y
local. Si bien el proceso de movilidad espacial entre el actual territorio
boliviano y las provincias del noroeste del actual territorio argentino tiene
una historia de siglos[2],
se reconoce que los primeros trabajadores con pertenencia nacional boliviana,
llegaron a la zona de estudio entre los años sesenta y setentas, del siglo
pasado.
Aquellos que arribaron en esta
primera etapa y que hoy son propietarios de sus explotaciones, poseen ciertas
características similares atravesadas precisamente por una trayectoria
migratoria y laboral similar. De origen campesino, hombres jóvenes solos o con
sus padres, cruzaron la frontera de su país para trabajar en la actividad tabacalera
y de caña de azúcar en las provincias de Salta y Jujuy. Luego de pocos años
compraron pequeñas parcelas y activaron una serie de cadenas migratorias
familiares conectadas con su lugar de origen, el municipio de Camargo en el
departamento de Chuquisaca (Bolivia). Estas cadenas se configuraron sobre
distintas desigualdades, pero principalmente estuvieron segregadas por género
ya que, en su mayoría, los vínculos se establecieron entre varones solteros que
se incorporaron como peones o medieros de aquellos que ya estaban establecidos.
Asimismo, se insertaron en un mercado de trabajo precario y formaron parte de
un territorio donde el ser boliviano significaba y significa un estigma sobre
la base de un ideario de nación blanco y europeo[3]
y una construcción regional provincial, que privilegia la herencia española,
negando y rechazando cualquier elemento que remita a alguna pertenencia
indígena[4].
A partir de la llegada de los
pioneros la historia de la zona puede leerse en clave migratoria, momentos de
mayor o menor movilidad, de trayectorias migratorias diferentes con orígenes
diversos, contextos de llegada que fueron cambiando en sintonía con lo que
pasaba también en el resto del país. Paralelamente se observan procesos de
construcción de categorías identitarias[5]
que tienen su anclaje en una inserción desigual de los inmigrantes, a un
mercado de trabajo segmentado por la etnia nacionalidad boliviana.
Este trabajo se organiza de la
siguiente forma, en primer lugar, reconstruimos el contexto de llegada donde anclaron
las distintas trayectorias migratorias. Haremos referencia al contexto socio
productivo y particularmente al mercado de trabajo en el cual se insertaron e
insertan los trabajadores bolivianos. Luego, presentaremos elementos que nos
permitieron aproximarnos a la configuración nacional y provincial del
boliviano, a través de distintas fuentes como bibliografía específica, los
cambios en el marco regulatorio y sobre una revisión de diarios y de
entrevistas realizadas a bolivianos llegados en distintos momentos.
Posteriormente, analizamos el rol de las redes y cadenas migratorias
focalizando en lo que Herrera Lima[6]
llama, nichos laborales destinados a migrantes recientes, al interior de
sociedades etnofragmentadas, aquellas donde la
etnicidad tiene un papel estructurador, en cuanto marcador diferenciador “de unas determinadas poblaciones que quedan inferiorizadas
en la distribución de los recursos sociales y ocupacionales”[7].
Además, incorporamos un análisis sobre las categorías identitarias
construidas y reflejadas en los discursos de trabajadores y productores
actuales que naturalizan y justifican la segregación y jerarquización dentro de
la actividad hortícola actual. A su vez observamos cómo en ciertos casos los
elementos que constituyen dichos marcos de sentido son reproducidos,
cuestionados y/o transformados por los mismos inmigrantes.
Hemos optado por una estrategia
metodológica de tipo longitudinal cualitativa, pretendiendo realizar una
lectura de lo social a través de la experiencia vital individual, identificando
patrones de regularidad. Nuestra herramienta metodológica es la trayectoria
migratoria, a la vez que la utilizamos como unidad de análisis, estableciendo
contrastación sistemática entre trayectorias, tomándola como una parte
fundamental de la estrategia analítica, y luego de la construcción de los datos[8].
Básicamente, estamos partiendo de la idea de que “se puede
entender lo social desde lo individual”[9].
La elección de los casos se realizó en base a un criterio de “oportunidad”, que
luego complementamos, a partir de un tipo de muestra “evaluada”, en base a los
atributos encontrados en las primeras entrevistas[10].
Esto nos condujo a entrevistarnos con inmigrantes ubicados en distintas
posiciones dentro de la actividad, es decir, tanto patrones (propietarios y
arrendatarios) como también trabajadores (peones o medieros[11])
llegados a la zona bajo estudio en distintos contextos espacio – temporales.
El contexto de inserción y la
construcción del inmigrante boliviano
Comenzar nuestro análisis requiere
enmarcarlo dentro de la histórica circulación de población boliviana a la
Argentina y particularmente en la región del noroeste. De acuerdo con Hinojosa Gordonava (2010[12])
la movilidad poblacional en busca de trabajo hacia nuestro país tiene una
historia de siglos. Este autor encuentra antecedentes que datan del 1700, que
vinculan a las haciendas –de Tucumán hacia el norte- y la mano de obra indígena
y del “collado”, como se denominaba entonces a estos territorios. Asimismo,
sostiene que:
debido al
tardío proceso de colonización de tierras en las regiones chaqueñas colindantes
con la Argentina, entre mediados y fines del siglo diecinueve y a la presión
social, política, cultural y militar que ejercían los criollos, contingentes
significativos de indígenas guaraníes se vieron forzados a abandonar sus
territorios cruzando “fronteras imaginarias[13]”
se dirigieron a localidades del país vecino para emplearse en las haciendas y
empresas agrícolas[14].
A partir de los años treinta del
siglo pasado la migración limítrofe se asocia con la demanda de mano de obra en
tareas de cosecha en los cultivos de caña de azúcar y tabaco en Salta y Jujuy[15].
La investigación histórica, para los casos de los ingenios de ambas provincias,
identifica dos momentos en la composición y estrategias de captación de la mano
de obra para la cosecha de la caña:
una de
despegue de la industria azúcar,ra —entre 1880 a
1920—, caracterizada por mano de obra de indígenas de las tierras bajas
chaqueñas; y otra de consolidación —entre 1920 a 1940— cuando la mano de obra
chaqueña fue reemplazada por la de indígenas de las tierras altas andinas de
Argentina y Bolivia[16].
Whiteford (1977)[17]
dirá que hacia la década de 1940 se acentúa el reclutamiento de trabajadores
bolivianos como respuesta de las empresas agrícolas, tras los cambios en la
legislación laboral que generaron ciertas mejoras en la situación de los
trabajadores rurales argentinos.
Ya en la segunda mitad del siglo XX,
como resultado de la caída de los precios de los productos regionales y la
consecuente incorporación de la mecanización ahorradora de mano de obra
–básicamente en la industria azucarera- la migración limítrofe cambiará de
rumbo, orientándose hacia Área Metropolitana de Buenos Aires[18]
-AMBA- ocupándose en la industria textil, la construcción y el servicio
doméstico[19]. No
obstante, también se reconoce una expansión de la movilidad hacia otras zonas
del territorio nacional[20]
vinculándose a diversas actividades agrícolas. En ese marco, a partir de los
años ochenta se observa una generalizada inserción en la actividad hortícola,
en distintos puntos del país[21].
En esta actividad algunos estudios evidencian procesos de movilidad
socio-económica ascendente, de los bolivianos que comenzaron su trayectoria
laboral como peones o medieros y luego se convirtieron en propietarios o
arrendatarios y en ciertos casos pasaron a controlar el eslabón de la
comercialización. Benencia (1997)[22]
llamará a este proceso “escalera boliviana” y posteriormente, se referirá a la
presencia predominante de estos inmigrantes en la actividad como “bolivianización” de la horticultura[23].
Asimismo, este proceso migratorio
transcurre en un determinado marco regulatorio que fue cambiando a lo largo del
siglo XX. Pacceca y Courtis
(2008)[24]
sostienen que la perspectiva de fomento de la inmigración presente en la
Constitución Nacional y corporizada en la ley de 1876, fue estrechándose
sucesivamente. A partir de la década de 1960, el perfil restrictivo de la
normativa devino cada vez más nítido cristalizándose en el año 1981 en la
llamada Ley Videla. Aquí no podemos dejar de mencionar la construcción de la
“ilegalidad” sobre ciertos inmigrantes. Precisamente, Domenech
(2011:32-33) hace un recorrido histórico en el cual:
sugiere
que la ilegalidad en tanto artefacto de construcción estatal, cuyo origen se
remonta a la primera mitad del siglo veinte, cuando los instrumentos de control
migratorio aún eran rudimentarios y estaban dirigidos a regular aquella
fracción de la inmigración europea considerada indeseable por sus adscripciones
étnico- nacionales o político-ideológicas, se fue constituyendo como una
dimensión central de la definición de la migración como problema y,
consecuentemente, de la política migratoria argentina. Este proceso de
construcción de la ilegalidad también se consolida en un contexto en que la
movilidad de trabajadores de países limítrofes, que a partir de la década del
sesenta, adquiriría una más amplia difusión en el territorio y una mayor
visibilidad social, comienza a ser reconocida como inmigración y sus protagonistas
como extranjeros indeseables. [25]
La Ley Videla que cristaliza la
concepción “problemática” de ciertos inmigrantes, en especial los limítrofes,
permaneció vigente hasta el año 2004 cuando se promulga la Ley de migraciones
N° 25.871 que significó un cambio de perspectiva desde el enfoque de la
seguridad nacional al de los derechos humanos[26].
En relación a la Ley 25871, Novick (2008)[27]
sostiene que una de las más positivas reformas introducidas es el
reconocimiento del derecho migrar. Precisamente, el texto no sólo reconoce e
introduce en el derecho interno lo establecido en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, sino que estipula la obligación del Estado de
garantizarlo. También se identifican avances en cuestiones referidas a la
igualdad de derechos en el acceso a servicios sociales como salud, seguridad
social, vivienda y educación. Por su parte, se establece que la irregularidad
migratoria en ningún caso impedirá el efectivo acceso a esos derechos[28].
Esta ley invierte el criterio
relacionado con la radicación de extranjeros. Mientras en la legislación
militar (la Ley Videla) el énfasis estaba colocado en el control policial de
los inmigrantes irregulares e incluso se los empujaba a la irregularidad al
obstaculizar trámites, en la nueva ley se propende explícitamente a su
regularización[29].
Además, en abril del 2006 se implementó el Programa Nacional de Normalización
Documentaria Migratoria “Patria Grande”, cuya finalidad era regularizar la
situación de miles de inmigrantes provenientes de países del MERCOSUR y sus
asociados[30]. De
acuerdo con Domenech (2011)[31]
este cambio lleva adelante lo que se podría llamar un control con rostro
humano, porque en realidad no hay una búsqueda de hacer efectivos los derechos
humanos de los inmigrantes, más bien obtener mayores resultados en la
administración eficaz de los flujos migratorios. La propia idea de
regularización migratoria como la única respuesta política, muestra los límites
del propio Estado para pensar la migración más allá de la dicotomía legalidad/ilegalidad.
Siguiendo a González Cámara (2010)[32]
la migración irregular no es la mera consecuencia de entrar sin autorización en
un Estado sino un producto de medidas legales y políticas.
Una cuestión que surge en varios
análisis de estos y otros autores[33]
es en qué medida el migrante logra ejercer los derechos de los cuales es
portador.
Elementos para pensar en la
construcción del boliviano en el contexto nacional y regional provincial
Contextualizar nuestro estudio
requiere particularmente pensar en la forma en que el inmigrante boliviano es
construido desde el marco nacional, regional provincial y local. Para empezar,
tomamos como referencia el trabajo de Briones (2008)[34]
quien sostiene que las formaciones nacionales de alteridad en nuestro país
sedimentadas en el sentido común, plantean la versión dominante de que los
argentinos vinieron de los barcos. Esto, para la autora implica, por un lado,
trazar distancias nítidas respecto de ciertos otros externos (los aindiados
hermanos latinoamericanos) en base a un ideario de nación homogéneamente blanca
y europea y por otro, silencia la existencia de otro tipo de alteridades como
la de los pueblos indígenas. Asimismo, la autora propone ver cómo el Estado
federal y los estados provinciales ponen su diversidad interior en coordenadas témporo-espaciales a través de geografías de inclusión y
exclusión. Siguiendo esta línea argumentativa, el caso particular de los
inmigrantes bolivianos aun en su sociedad de origen (es decir, antes de
migrantes) no son todos ni únicamente sujetos nacionales, como tampoco la
sociedad de “recepción” no constituye un espacio nacional homogéneo. Por ese
motivo surge la necesidad de visibilizar las diferencias dentro de este
“colectivo nacional”, en clave de distintas desigualdades que operan como
clasificadores y producen jerarquizaciones sociales y laborales.
Diversos estudios dan cuenta de la
forma en que se construye al inmigrante boliviano en distintos puntos del territorio
nacional. Para el caso de las áreas periurbanas de las ciudades de Córdoba y
Buenos Aires, Pizarro (2011)[35]
indaga las maneras en que se manifiesta el racismo en los discursos de los
patrones de la actividad hortícola y la producción de ladrillos. La autora
parte de que el discurso produce conocimiento y relaciones sociales desiguales
en base a criterios racializantes y a la vez, recluta
individuos para ocupar diferentes lugares o posiciones sociales. Sostiene que:
las nominaciones atravesadas por relaciones de
poder, justifican y naturalizan la desigualdad, la que es explicada a través de
conexiones pseudocausales que conectan a ciertas
minorías consideradas como comunidades de descendencia con determinados rasgos
biológicos (genéticos y fenotípicos), psicológicos, sociales y culturales
colectivos que son considerados como invariables[36].
Pizarro observa que en consonancia
con el discurso de los medios de comunicación y de amplios sectores de la
población considerada como nativa, los patrones definen a los bolivianos como
buenos trabajadores, los indicados por sus características físicas para realizar tareas forzosas y de resistencia
corporales durante el proceso productivo. Por esa razón, ciertas
características de sus cuerpos son valoradas positivamente en la medida en que
les permite una mayor productividad haciéndolos resistentes a las condiciones
precarias de trabajo y de vida. La autora señala que la marcación de los
cuerpos bolivianos como diferentes opera a través de dos lógicas racializantes[37]
que producen diferentes tipos de alteridad: aquella que los ubica en los
estratos inferiores de la jerarquía laboral al apelar al prototipo del buen
trabajador, y aquella que marca una diferencia inconmensurable debido a su olor
y su suciedad[38]. En
otro trabajo, la autoraidentifica cómo:
la lógica
de la diferenciación atraviesa las maneras de definir a los bolivianos cuando la diferencia
es marcada sobre todo por quienes, al igual que ellos, son inmigrantes pero se
consideran más argentinos puesto que habrían atravesado en mayor grado las
fronteras de la mismidad nacional.
[39]
En ese fragmento, la autora
presenta una forma de clasificación entre aquellos inmigrantes que arribaron
antes, que han negociado su identidad local y los inmigrantes recientes como
grupos inferiores en la escala de clasificación social.
Alejándonos de la región pampeana encontramos como antecedente el trabajo de Karasik (2011)[40]
quien focaliza en la provincia de Jujuy[41]
y sostiene que “En esta provincia su tradición dominante se
articula en un proceso de argentinización que reclama la expulsión de lo
campesino aborigen y lo boliviano como componentes que parecen limitar su
inclusión en la comunidad imaginada nacional”[42].
Similar será el análisis que realizan otros autores para el caso de Salta. En
ese sentido, una primera aproximación al estudio de la construcción del “ser”
boliviano en la provincia de Salta nos alerta sobre la forma en que se han
pensado las fronteras identitarias y geográficas
–asociadas- a las mismas más allá de su ciudad capital, hacia el Chaco y hacia
la Puna. Fronteras que distancian al indio, campesino o boliviano. Sobre esto
cabe traer el trabajo de Lanusse y Lazzari (2008)[43]
quienes abordan la “salteñidad”, en tanto aquello que
constituye la provincialidad de Salta, como “otro
interno” de la Nación, al tiempo que establece la etnicidad y regionalidad de ciertos “otros externos”, los inmigrantes
bolivianos y también “otros internos” en referencia a la pertenencia indígena
de una parte de la población.
En dicho trabajo se identifican dos
modelos de salteñidad, uno hispanizante y otro que
viene a criticar al anterior y denominan criollizante
americanista –ligado a ciertos espacios de la academia y de la literatura-.
Entonces observan cómo en Salta, el juego de las identidades y diferencias se
despliega, en ambos modelos, entre las categorías de gaucho, colla e indio. Los
indios son identificados en el pasado y, como tales, sólo sobreviven en el
presente en la región chaqueña. La continuidad de este rasgo en las narrativas
y modelos evidencia a los indios del Chaco como la diferencia interna más
irreductible de la salteñidad. Por su parte, el
“colla” opera de un modo diferente. En el modelo hispanizante, connota un
término de mestizaje impuro o fracasado (a diferencia del gaucho),
regionalmente distribuido “fuera” del Chaco y ligado a las clases bajas. El
“colla”, dicen los autores, está dentro del sujeto provincial que no obstante,
lo vomita constantemente cuando percibe en él las huellas de indianidad genérica y/o la indianidad
extranjera (boliviana). En el modelo criollizante, el
“colla” es positivado como “criollo” (nativo) de origen indígena y, en tal
sentido, se alinea con el gaucho. “Es mejor digerido por un
ser salteño que ahora se proyecta en una dirección integradora y democratizante, por un lado, y reparadora del espíritu
autóctono de la tierra, por otro”[44].
En dicho análisis, el Boliviano
aparece doblemente distanciado y etnicizado por indio
y por no nacional. Esta distancia, a su vez se profundiza cuando se lo asocia a
actividades delictivas. Precisamente, en un relevamiento de diarios realizado
en el año 2012[45],
identificamos la forma dominante en que el boliviano es representado en la
prensa. Observamos que la imagen que se reproduce en el principal diario de la
provincia, es la del boliviano asociado a actividades delictivas,
particularmente al narcotráfico.
Ahora bien, en las entrevistas
realizadas en el municipio de Apolinario Saravia y Gral. Pizarro pensamos en la
necesidad de considerar las diferentes marcaciones de bolivianidad
a partir de los distintos contextos de llegada, entre los pioneros y los que
llegaron después, por las distintas zonas de procedencia y por su posición
dentro del proceso productivo. En definitiva, poner en discusión la noción de
colectividad boliviana como una categoría de análisis en los estudios sobre
estos migrantes y específicamente para explicar su inserción laboral desigual.
Uno de los primeros bolivianos que
llegaron a la zona, en su niñez, junto con sus padres y hermanos nos contaba
cómo percibía la mirada de los otros, “la criollada”
como decía, dirigida a su familia:
yo como le digo era de los primeros bolivianos, claro, es que hasta
ahora el que te dice boliviano te dice como una forma despectiva el que dice
gallego o italiano, o lo que vos quieras, es como que fuese que vos lo ves como
un aprecio pero, cuando te dicen boliviano, yo creo que nadie te dice boliviano
con buena onda. Pero eso yo lo he ido superando cuando después vinieron otras
familias bolivianas. En los primeros años tuve problemas, pa’
colmo mi viejo, él no perdía las costumbres de allá, sabía hacer miel de caña,
tenía trapiche, siempre la caña de azúcar
ha estado por medio, ese era el hobby de él […] Hacía miel de caña,
hacía tableta, chancada, no sé cómo se llama lo otro, después de esos caramelos
largos, alfeñique, no sé cómo lo llaman, hasta eso alcanzó hacer unos cuantos
años […] Si alguien ha hecho miel aquí en Saravia ha hecho mi viejo, entonces
nosotros, más era novedad para toda la criollada, que
eso era cosa del norte, de Bolivia. A veces pienso en armar ese trapiche, y de
vago no lo armo, sería lindo tenerlo como recuerdo. Pero eso se fue superando,
después han venido otra gente boliviana con un poquito más de color que
nosotros y entonces nosotros pasábamos más desapercibidos (se ríe) (Entrevista
realizada el 10 de febrero de 2012).
El
relato transita entre recuerdos de la infancia de su padre y las marcas que lo
clasifican por su origen nacional como un estigma, un inmigrante no deseado,
frente a otro tipo de inmigrantes y que, a su vez, cuando llegan otros
bolivianos, “con un poco más de color” es
reproducido por él mismo. En esa misma entrevista, al hablar de uno de sus
hijos, nos decía: “…ellos ya tienen otro estilo de vida, ya
otra cosa, han estado muchos años en universidades, hay gente yo le digo, que
ese es hijo mío, qué va a ser hijo tuyo, es hijo igual, y no me creen, bueno yo
le digo, por lo menos yo lo he reconocido… si, es”. La ironía puede
leerse como una forma de resistencia frente al estigma y también le permite al
entrevistado, contar cómo y por qué a los ojos de otras personas, su hijo no es
el típico boliviano, entonces no podría ser su hijo. La diferencia es que su
hijo pasó por un proceso de blanqueamiento a partir de la adquisición de
ciertas formas de ser y hablar y que su padre considera que fueron adquiridas
en su paso por la universidad, es decir tiene “otro estilo de vida”, por
ejemplo, no asociado al trabajo duro de la agricultura.
En este primer
apartado hemos tratado de reconstruir el contexto de inserción donde anclaron
las trayectorias de los bolivianos que llegaron a la zona bajo estudio. Ahora
pasaremos a analizar el rol de las redes y cadenas migratorias en la
conformación de un mercado de trabajo segmentado por la etnia nacionalidad
boliviana.
Algunas precisiones para un
abordaje de las redes y cadenas migratorias
En este trabajo partimos de la existencia de un
mercado de trabajo agrícola segmentado por la nacionalidad boliviana, no
obstante, coincidimos con Pedone (2005)[46]
y Pedreño Cánovas (1999)[47],
en que la problemática de los inmigrantes en el mercado de trabajo no puede ser
atendida sólo desde la segmentación del mercado de trabajo, es decir, analizada
a través de la existencia de mercados secundarios que la población autóctona
rechaza[48].
Observar el fenómeno sólo de esta manera, sería no atender a los complejos
procesos que constituyen el mundo del trabajo en la agricultura. En este
sentido, Pedone (2010)[49]
propone un enfoque que visualice la diversificación y verticalización
de las cadenas y redes migratorias. Con respecto a la contribución sobre el
enfoque de las redes sociales “es muy vasta y revela una
gran complejidad, no sólo por la cantidad de material a disposición, sino
también porque la aproximación al estudio de la red revela una multiplicidad de
marcos de referencia teórico-conceptuales, objetos de análisis, metodologías y
técnicas empleadas”[50]. Por razones de espacio, las mismas, no serán revisadas
aquí. No obstante, explicitamos aquellas nociones que nos permitieron realizar
nuestro análisis.
En primer lugar, partimos de pensar
las redes no sólo desde la idea de que las mismas reducen los costos de la
migración. En este sentido, existen investigaciones como las de Herrera Lima
et. al. (2006)[51]
quienes observan cómo, al interior de algunas redes bien consolidadas y
antiguas, los migrantes continúan insertándose en nichos laborales precarios,
es decir, en ciertos casos, el carácter endogámico de la red no permite mejorar
la inserción laboral. A su vez, es preciso dar cuenta de cómo las relaciones al
interior de las redes se verticalizan y, según los casos,
de qué manera el manejo de información y contactos se convierten en un valor
económico y moral, en manos de unos pocos: aquellos que poseen el poder dentro
de las redes.
Asimismo, acordamos en que los
vínculos a través de las redes, conllevan reciprocidad de favores que aumenta y
perpetúa desigualdades en su interior por ejemplo, al convertir los favores y
la información en prácticas económicas y morales por parte de algunos
migrantes, entonces se incrementan las diferencias de poder dentro de la red migratoria[52].
Según Gurak y Caces (1998)[53]
a medida que se afianzan estas cadenas y redes, se configuran una serie de
relaciones de poder que les otorgan cierta verticalidad e intervienen en la
selectividad de los futuros migrantes. De modo que es imprescindible tener en
cuenta los diferentes roles al interior de las mismas.
En este trabajo definimos la cadena
migratoria como la estructura a través de la cual se produce la transferencia
de información y apoyos materiales. Son principalmente otorgados por familiares
a los potenciales migrantes para decidir, o eventualmente, concretar su viaje.
Restringimos las cadenas a la familia nuclear o ampliada que trasciende la
unidad residencial. Por su parte, las cadenas forman parte de una estructura
mayor: las redes migratorias, las cuales constituyen estructuras sociales
mayores que trascienden los límites geográficos y tienen un carácter
eminentemente transnacional, e involucran a todas aquellas personas e
instituciones que están vinculadas al hecho migratorio[54].
Cadenas migratorias, movilidad
social e inserción desigual en un mercado de trabajo agrícola
Los primeros bolivianos que
llegaron al municipio de Apolinario Saravia, entre las décadas del sesenta y
setenta provenían en su mayoría del municipio de Camargo, ubicado en el
departamento de Chuquisaca. Estos pioneros principalmente de origen campesino,
comenzaron su trayectoria laboral en el país en la producción de tabaco y caña
de azúcar, en distintas zonas de Salta y Jujuy. En el transcurso de la década
de los setentas algunos lograron adquirir la propiedad de pequeñas parcelas en
Apolinario Saravia, a partir de su capacidad de movilizar “recursos informales”[55]
como el ahorro o la ayuda económica de familiares. Esto se dio articulado con
una “estructura de oportunidades”[56],
nos referimos a la disponibilidad de tierras a precios accesibles y su
inserción en una actividad -el tabaco- que no requería demasiados insumos y
contaba con una demanda casi asegurada por dos grandes empresas extranjeras. De
ese modo se convirtieron en productores y a partir de entonces, se activaron
una serie de cadenas migratorias en torno a las cuales se organizó la
información y las oportunidades en torno al empleo agrícola y el acceso a la
propiedad de la tierra, impulsando nuevos proyectos migratorios en origen.
Lo primero que surge del análisis
es el origen común, vinculado a una historia familiar campesina, con posesión
de la tierra en el lugar de procedencia. En segundo lugar, el predominio de
conexiones entre familiares cercanos fundamentalmente hermanos o sobrinos, y la
segmentación por género de la cadena migratoria. Son hombres jóvenes los que
llegan. En tercer lugar, identificamos una inserción laboral diferencial del
que llega, de acuerdo con la posición o rol dentro de la actividad de quien lo
“atrae”, es decir, si es propietario o si es mediero. En cuarto lugar, esa
inserción desigual también se relaciona con el tipo de lazo entre ambos
miembros de la cadena. Si integran una misma familia nuclear (hermanos) o si
conforman una familia ampliada (sobrinos, por ejemplo), también si es un vecino
o amigo del lugar de procedencia. Finalmente, debemos precisar que la capacidad
de compra de tierras de los inmigrantes pioneros estuvo relacionada con la
posibilidad de vender tierras en Bolivia, como también de obtener ayuda
económica por parte de otros parientes y realizar compras entre varios miembros
de la familia. Veamos algunos casos:
Uno de los productores pioneros nos
contaba:
Yo
justamente vine a visitar a los padres de Norberto, porque eran parentesco (…)
bueno un solo año trabajé con ese pariente (…) en dependencia de ellos y luego
me independicé, trabajé con otro pariente pero de forma independiente. Siempre
los que eran pequeños agricultores que plantaban tabaco nos daban al cincuenta
por ciento (…) uno ponía su trabajo, toda la mano de obra y el patrón ponía las
herramientas.
Este productor a tres años de llegar a la Argentina
adquirió cinco hectáreas y dando cuenta de las condiciones favorables en dicha
adquisición, nos relataba: “Yo empecé a plantar
tabaco, en el año 70 […] ya había
comprado a los 18 años unas cinco hectáreas de tierra, valía muy poco, veinte
pesos en aquel tiempo, no tenía mucho valor. El kilo de carne valía 3 pesos”.
(Entrevista realizada en mayo de 2012).
En esta entrevista observamos de
qué manera pertenecer a una cadena migratoria favoreció la llegada e inserción
laboral de este inmigrante y cuál fue específicamente la forma en que se
incorporó en al mercado de trabajo agrícola a través de distintos vínculos
familiares. En este caso, comienza a trabajar en relación de dependencia con un
pariente, es decir como peón o jornalero posteriormente, se incorpora como
mediero de otro pariente, a través de una relación laboral que aparece en su
relato como menos desigual que la anterior. Luego logra poner en producción sus
propias tierras. A su vez, podemos inferir que los encargados de la producción
obtienen un beneficio de la cadena, incorporando a su explotación un trabajador
de confianza.
Otro actual productor nos contaba
sobre su padre:
Vino él
con dos tres hermanos a Güemes a trabajar al tabaco, y de ahí se vinieron para
acá. Si, como medieros. Y compraron finca acá en Saravia y se vinieron para acá
y ahí han ido creciendo y creciendo […] después ya han venido sobrinos, primos,
han comprado finca […] (Entrevista realizada en mayo de 2013).
En este caso la situación es
diferente a la anterior, ya que el padre del entrevistado llega a trabajar con
sus hermanos, todos en la misma relación laboral como medieros.
Los ejemplos que damos aquí, son
casos que se repiten en los primeros bolivianos llegados desde Camargo. Cuando
la incorporación laboral se dio a través de un hermano, generalmente el
inmigrante se insertó como mediero de aquel, o como mediero en la misma finca
en la cual trabajaba su hermano. En el caso de vincularse a través de un tío,
es decir, como parte de una familia ampliada, o con un vecino, la relación
laboral que se forma es de “dependencia”, como peón, lo cual permite inferir
una relación más desigual. No obstante, no pretendemos definir un tipo de
relación laboral para cada clase de vínculo, pero sí plantear que los vínculos
entre inmigrantes, al interior de las cadenas migratorias fueron diferentes lo
cual resultó en una inserción laboral distinta. Por otro lado, de los
entrevistados la mayoría son actualmente propietarios, sin embargo, existen
casos de productores que luego de algunos años, se endeudaron intentando
capitalizar su explotación y perdieron las tierras, tal como pudimos comprobar en
el trabajo de campo. Asimismo, debemos considerar que, si bien no tenemos
registro de quienes no lograron avanzar en la “escalera” y regresaron a
Camargo, esto no significa que no hayan existido dichos casos[57].
El resultado del proceso mencionado
fue la conformación de un mercado de trabajo segmentado por la etnia
nacionalidad destinado a bolivianos, una segmentación que a su vez ha sido y es
naturalizada y justificada en los discursos de los actuales productores
bolivianos y criollos, que les asignan características racializantes
como “buenos trabajadores”, ahorrativos y sacrificados, consecuencia de su
nacionalidad boliviana.
Hacia finales de los años ochenta y
principios de los noventa el cultivo de tabaco desaparece a partir de una
pérdida de demanda en el lugar y en el marco de la crisis nacional de esta
producción. Concomitantemente se reconoce un agotamiento de las cadenas
migratorias Camargo – Apolinario Saravia. Sobre esta cuestión cabe mencionar
que, de todos los entrevistados, sólo dos mantuvieron ciertos vínculos con su
lugar de procedencia, la mayoría no regresó al “pago”.
La conformación de redes
migratorias, diversificación y acentuación de las verticalidades entre
inmigrantes
Hacia finales de los años noventa
se observa un cambio productivo en la zona, pasando a especializarse en el
cultivo de tomate, que se realizaba a campo abierto y se destinaba o bien a la
industria o a los mercados cercanos para su consumo en fresco. Posteriormente,
se incorporarán una serie de cambios tecnológicos que darán lugar a una serie
de cambios en la organización de la producción. Precisamente, en ese nuevo
escenario el estudio de las verticalidades en las redes migratorias nos
permitió visibilizar formas de clasificación y jerarquización social entre los
bolivianos dentro del mercado de trabajo agrícola. Veamos.
Hacia finales de los años ochenta y
durante la década de los noventa se observa un nuevo proceso migratorio,
caracterizado por una mayor diversificación espacial en las trayectorias
migratorias. Mientras algunos llegan directamente desde Bolivia, comenzando su
trayectoria migratoria en Apolinario Saravia, otros se establecieron luego de
trabajar en distintas provincias de la Argentina. Por ejemplo, Sergio oriundo
de Yacuiba, actual mediero, llegó al país hace veinticinco años, nos contó que
vino con su hermano, a los catorce años, estuvo en la ciudad de Rosario, luego
en Córdoba, La Plata y Mendoza, antes de trabajar en Apolinario Saravia.
También Oscar un actual productor, comenzó su trayectoria migratoria junto con
un amigo, ambos procedentes de Tupiza, trabajó en Buenos Aires, Mendoza,
Neuquén y Corrientes hasta que compró tierras en Apolinario Saravia.
Asimismo, muchos de estos
trabajadores contaban con conocimiento en la producción de hortalizas por su trayectoria
migratoria y laboral en otras zonas hortícolas del país, lo cual les permitió
insertarse directamente como medieros, en la producción de tomate que comenzaba
a desarrollarse por aquel entonces. En este momento también se observa una
expansión de la producción hacia el municipio adyacente, Gral. Pizarro. Esto
puede constatarse en el caso de Omar, quien partió de Tarija, con sus padres y
hermanos, cuando tenía dos años. Luego de estar en Jujuy y Santa Fe, donde
trabajaron en la horticultura, se establecieron en Apolinario Saravia como
medieros. Hacia los años noventa sus padres compraron tierras en Gral. Pizarro,
donde hasta ese momento prácticamente no se desarrollaba cultivo alguno.
Actualmente Omar es uno de los productores más grandes de la zona.
Algunos de los entrevistados
llegados en este momento lograron una rápida movilidad socio económica
convirtiéndose en productores como el caso que contábamos anteriormente. Son
los nuevos productores tarijeños, “los bolivianos que llegaron después” sobre
los cuales tanto los pioneros como los criollos, construyeron marcaciones de
alteridad. Así aparece una forma de diferenciación. El tarijeño en los
discursos de los entrevistados aparece como un especialista en la producción de
tomate y sobre esta base se le reconoce en parte su capacidad de crecimiento
económico. No obstante también aparecen otras formas de marcarlos. Precisamente
un productor criollo se refería a estos sujetos de la siguiente manera: “los que están de Tarija son los más pícaros, esos los hacen trabajar
(a sus connacionales), ahí a la vueltita del cementerio está la camioneta llena
esos los tienen mensual, los tienen hasta que alzan la cosecha, y ahí los
llevan (…)” (Entrevista realizada a un productor criollo en mayo de
2012). Otro decía:
Es que
entre nosotros los argentinos, si puede haber unión, pero contra la gente
golondrina (refiriéndose a los tarijeños) no se puede, porque cuántas veces, yo
estoy arreglando, mira yo tengo un buen tomate, te voy a vender supongamos a
veinte y ellos están escuchando y vienen y dicen yo tengo un mejor tomate que
él, te voy a dejar a diez […]”. (Entrevista realizada a un
productor boliviano procedente de Camargo, en mayor de 2012).
En primer lugar, la asignación de
ciertas características como el individualismo y la competencia desleal sobre
el tarijaño, lo distancia no sólo del productor
criollo sino también del boliviano llegado anteriormente desde Camargo. En
segundo lugar, hay una idea de que estos productores explotan a sus
connacionales. En este sentido, podemos reflexionar sobre la necesidad de
relativizar el éxito de los nuevos productores tarijeños ya que, acordando con
Pizarro (2009)[58] la
movilidad económica individual no implica que hayan alcanzado la aceptación
sociocultural por parte de la sociedad autodefinida como argentina –e incluso
por sus connacionales que arribaron previamente- y, mucho menos, que puedan
llegar a ejercer una ciudadanía plena en el país en donde residen.
Ahora bien. ¿En qué medida las
redes migratorias retroalimentaron esta migración? Varios de los bolivianos que
llegaron desde finales de los ochenta nos contaron que, mientras trabajaban en
otros puntos del país, un paisano les comentó sobre “Saravia” y de esta manera
decidieron emprender viaje. También aparece la figura del capataz que recluta
trabajadores, en ciertos puntos de encuentro en el norte de la provincia, ya
conocidos por los inmigrantes que buscan trabajo. Finalmente, y como
constatamos en las entrevistas se reconoce que algunos productores viajan a
Bolivia a ofrecer trabajo. En este sentido, podemos inferir que la información
comenzó a circular a través de estructuras mayores que las cadenas familiares,
a través de redes. Veamos el caso de Claudio procedente de Tarija:
Y de ahí
hemos venido para acá en el ´84, nosotros vinimos con una gente con un patrón
(que) era de […] Mar del Plata […] Un capataz de él que se juntaba en Oran un
día, nos dice… buscando gente para trabajar y nosotros buscando trabajo. Ahí
hemos enganchado ese patrón […] De ahí pasa la temporada del tomate y empezamos
con el tabaco […] ya era el ´85 […] de sociedad, cincuenta y cincuenta, el daba
la herramienta, la semillas, la planta y nosotros poníamos la mano de obra, el
trabajo y cosechábamos, vendíamos y nos daba la plata […] Al final del ´85 […]
el padre de Juan, el tenía tabaco […] bueno, ahí no más nos ha dado trabajo […]
ya seguimos con este hombre (…) Entrevista realizada a un actual mediero de
origen boliviano, el 25 de abril de 2013).
En este relato se constata la
referencia a la figura del “capataz” que posee un rol esencial en la
incorporación laboral y la trayectoria migratoria de los bolivianos. Asimismo,
nos encontramos con una trayectoria que puede ser leída como no exitosa pues
Claudio aun continua siendo un trabajador mediero.
En torno a los años dos mil, se
observa un fuerte recambio tecnológico en la zona algunos productores
incorporaron semillas híbridas, cubiertas plásticas, sistemas de riego de
precisión presurizado, entre otras innovaciones. Los cambios tecnológicos resultaron
en transformaciones en la organización del trabajo, los cuales, a su vez,
acentuaron las asimetrías entre productores y medieros, como también entre
medieros y peones.
El paquete tecnológico se
incorporó, en una actividad de precios fluctuantes que resuelve los altos
riesgos compartiéndolos con los trabajadores, bajo la figura del mediero. Estos
trabajadores no sólo carecen de todos los beneficios como trabajadores en
relación de dependencia, incluso su ingreso depende de que la producción de desarrolle
con normalidad y también de los precios de los productos. Esta situación nos
permite inferir una mayor asimetría en el vínculo productor – (mediero)
trabajador. A su vez, los trabajadores bolivianos, a partir de su participación
cíclica en la actividad, aunque no sea en la misma finca, les ha permitido
calificarse en las tareas requeridas. Esta inserción laboral precaria es
justificada a partir de ciertas características racializantes.
Uno de los productores (pionero, procedente de Camargo) decía: “por eso nosotros… preferimos todo el mundo aquí, el boliviano, el
boliviano es dócil, manejable, viene a buscar la moneda, eso es la gente que a
nosotros nos interesa, aquí nosotros hablamos de un boliviano por casi tres
argentinos” (Entrevista realizada el 10 de febrero de 2012).
Por otro lado, también nos interesa
referirnos a las asimetrías que visualizamos entre medieros y peones. Para dar
cuenta de esto presentaremos el caso de David, un peón procedente de Potosí,
quien había llegado a la zona a través de su hermano que también trabajaba como
peón en una finca de Gral. Pizarro. La vivienda de David corresponde a un
antiguo secadero de tabaco sin refaccionar, sin luz ni agua potable ni
artefactos o insumos básicos para las necesidades diarias, sólo una cama de una
plaza. El baño está separado y es compartido con otra familia procedente de
Chaco que también trabaja y vive en la finca, durante el ciclo productivo. En
la entrevista, observamos que a pocos metros de allí se encontraba una casa
pequeña de material y le preguntamos si pertenecía a la misma finca, nos
respondió que sí, que allí vivía una familia procedente de Tarija, encargada de
la producción: los medieros. David es un migrante reciente, en cambio los
medieros llevan varios años trabajando en la zona.
Del relato se visualizan las
precarias condiciones de vida y trabajo de los bolivianos y de aquellos
trabajadores procedentes de otras zonas del país, no obstante, esta situación
no es nueva, es característica de la histórica forma de producir en la zona.
Por otro lado, también se identifican jerarquías laborales entre los mismos
trabajadores bolivianos. Esto último se desprende de las condiciones
habitacionales: a la familia del mediero procedente de Tarija, le corresponde
una casa de material, dentro de la finca, al peón procedente de una zona rural
de Potosí, que muestra un difícil manejo del idioma español, el antiguo
secadero de tabaco.
En nuestro caso, podemos pensar que
las jerarquías laborales deben leerse a través de diferencias en la procedencia,
étnicas y por la antigüedad de la migración. De ese modo, argumentamos que en
nuestro caso, la categoría analítica de “colectividad boliviana”, es decir la
pertenencia nacional boliviana de los trabajadores no nos permite explicar
completamente la realidad de los bolivianos del lugar y concretamente su
inserción desigual dentro del actual mercado de trabajo hortícola.
Conclusiones
A partir de un estudio basado en
las trayectorias de bolivianos y las redes y cadenas migratorias que articulan,
nos propusimos explicar la conformación de un mercado de trabajo segmentado por
la etnia nacionalidad boliviana en los municipios de Apolinario Saravia y Gral.
Pizarro, del este salteño. Nos planteamos discutir la categoría “colectividad
boliviana” que responde a una idea de grupo nacional homogéneo, intentando
visibilizar distintas desigualdades que operan clasificando y jerarquizando: el
momento de llegada, los vínculos al interior de las redes y cadenas
migratorias, el lugar de origen, la pertenencia étnica y la posición dentro del
sistema productivo. Por su parte, también buscamos relativizar el éxito socio
económico de ciertos inmigrantes.
Pudimos identificar en un primer
momento, la formación de cadenas migratorias familiares que conectaron Camargo
con Apolinario Saravia. Luego de algunos años la misma se verá agotada y a
partir de los años ochenta se reconoce un nuevo proceso migratorio. En esta etapa los vínculos traspasan los
lazos familiares, sobre redes migratorias, diversificadas y verticales. Además,
se desarrollan en un contexto socio productivo distinto.
Asimismo, partiendo de que el mundo
social está preconstituido por marcos de sentido
propios de quienes en ellos se desenvuelven[59],
incorporamos en el análisis, ciertos elementos del sentido (identificados en
los discursos de los productores) que asignan diferentes posiciones sociales y
jerarquías laborales a los inmigrantes bolivianos. Entonces observamos cómo se
construyen estereotipos que marcan a los bolivianos que se movilizaron por la
escalera socio económica, diferenciando a los pioneros y a los llegados
posteriormente (los tarijeños); a su vez, también a quienes migran cíclicamente
a trabajar como medieros o peones, resultando en este último caso en lo que Margulis (1999)[60]
llama “racialización de las relaciones de clase”. En
este sentido y como sostiene Pizarro (2014)[61]
los accesos diferenciados de estos inmigrantes al mercado laboral local operan
variados mecanismos de discriminación basados en la marcación de la alteridad
étnica y/o racial, que constituyen mecanismos de control del proceso de trabajo
funcionales a las actuales formas de acumulación de capital.
Precisamente, la segmentación
étnica del mercado laboral, que es constitutiva de las formas en que se acumula
el capital en la actualidad, conlleva a que se estereotipen las habilidades y
capacidades de los bolivianos, generalizándolas y naturalizándolas[62].
“Estas marcas le son atribuidas por el sólo hecho de haber nacido en países que
son considerados por los ´nativos´ como mal posicionados en el ranking
internacional y, además, ´son portadores´ de ciertos rasgo fenotípicos y
culturales desvalorizados localmente”[63].
En nuestro caso, observamos que también se construyen marcaciones según
regiones geográficas y también étnicas, jerarquizadas al interior mismo de
Bolivia y que contribuyen a las jerarquizaciones dentro del segmento de los
trabajadores.
Una de las reflexiones que surgen
de este trabajo, refiere a los cambios que podrían haber surgido a partir de la
reciente Ley de migraciones que otorga nuevos derechos a los inmigrantes en
nuestro país. Por lo menos del estudio no se perciben cambios significativos a
lo largo del período, tanto de las condiciones de trabajo como también de
vivienda, fundamentalmente si consideramos aquellos bolivianos que llegan a la
zona a trabajar por la temporada.
Ingresó: 25/02/14
Aceptado: 17/04/16
INSERCIÓN
DESIGUAL DE INMIGRANTES BOLIVIANOS EN
UN
MERCADO DE TRABAJO SEGMENTADO.
UN
ESTUDIO EN MUNICIPIOS DEL ESTE SALTEÑO
Resumen
En este trabajo nos proponemos
aportar a los estudios sobre migración y movilidad social, analizando las
trayectorias y redes migratorias de bolivianos vinculados a un mercado de
trabajo agrícola. Nuestro objetivo entonces es explicar la conformación de un
mercado de trabajo segmentado por la etnia nacionalidad boliviana. Partimos de
la necesidad de discutir la idea de “colectividad boliviana” como un grupo
homogéneo y de relativizar el éxito socio económico de ciertos inmigrantes
laborales. También destacamos la importancia de observar las trayectorias y
redes migratorias que conforman, atravesadas por distintas desigualdades y
ancladas en diferentes contextos espacio - temporales. Nuestro referente
empírico se ubica en dos municipios del este salteño, Apolinario Saravia y
Gral. Pizarro, donde actualmente se desarrolla una producción hortícola de
frescos, orientada al mercado interno, con una fuerte presencia de trabajadores
y productores de origen boliviano, que fueron llegando, desde hace por lo menos
cinco décadas, en distintos contextos espacio – temporales, nacional, regional
provincial y local. Utilizamos una estrategia metodológica de tipo longitudinal
cualitativa y nuestra herramienta metodológica es la trayectoria migratoria, a
la vez que la utilizamos como unidad de análisis.
Palabras clave: inmigrantes bolivianos – redes y
cadenas migratorias – mercado de trabajo segmentado.
UNEQUAL
INSERTION OF BOLIVIAN IMMIGRANTS IN
A
SEGMENTED LABOR MARKET.
A STUDY
IN MUNICIPALITIES IN EASTERN SALTA
Abstract
The aim of this paper is to contribute to studies on
migration and social mobility by analysing the
migratory tracks of Bolivian migrants in a horticultural labor market. Our
purpose is to explain the formation of a labor market segmented by the Bolivian
nationality and ethnicity. Our starting point is the need to discuss the idea
of the “Bolivian community” as a homogeneous group and to relativize the
socio-economic success of a small group of these immigrants. We also emphasize the importance of observing
their migratory tracks and networks, crossed by different inequalities and
anchored in different spatio - temporal contexts. Two
municipalities of eastern Salta, Apolinario Saravia and Gral. Pizarro,
constitute our empirical references. There, a horticultural production of fresh
produce is being developed, oriented to the domestic market, with a strong
presence of workers and producers of Bolivian origin for at least five decades
in different spatio - temporal, national, regional
and local contexts. We use a longitudinal qualitative methodological strategy
and our methodological device and also unit of analysis is the “migratory track”..
Keywords: Bolivian immigrants - migratory chains and
networks - segmented labor market.
[1]
Becaria doctoral del Conicet. Integrante del Instituto de Desarrollo Rural de
la Universidad Nacional de Salta. Correo electrónico: soraya.ataide@gmail.com
[2]
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[8]
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México: Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM y El Colegio de la Frontera
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[9]
Rivera Sánchez, Liliana 2012 ob. cit. sostiene que la investigación
longitudinal cualitativa explora de manera sistemática los cambios en la
experiencia vital, ocurridos particularmente en un periodo, a la vez que los
eventos asociados a esos cambios. De ese modo se intenta intersecar
analíticamente eventos individuales y procesos históricos. Se trata de entender
cómo se articula la experiencia de vida como inmigrantes con las condiciones
materiales e históricas de los sitios donde tienen lugar, por ejemplo, el
cambio en la legislación migratoria, la contracción del mercado de trabajo,
entre otros. Se pretende así, entender la interconexión entre el sentido de los
eventos biográficos y los hechos sociales históricos como una totalidad humana,
la cual permite comprender la construcción del mundo social.
[10]
Guber, 2005, ob. cit.
[11]
Benencia, Roberto, De peones a patrones quinteros.
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Migratorios Latinoamericanos, año 12, Nº 35, CEMLA, Buenos Aires. 1997.
[12]
Hinojosa Gordonava, 2010, ob. cit.
[13]
Si bien no explicita, entendemos que el autor refiere a una zona que en aquel
momento histórico no estaba establecida aun como frontera política, acordada
por los Estados Nación. No obstante, aun en su condición difusa, correspondía a
un límite en los usos y costumbres de la población del lugar, quienes
diferenciaban a partir de allí, dos territorios nacionales en proceso de
conformación.
[14]
Hinojosa Gordonava, 2010, ob. cit. 27 p.
[15]
Marshall, Adriana y Dora Orlansky, “La inmigración de
fuerza de trabajo de países limítrofes en la Argentina: heterogeneidad de
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[16]
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[22]
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[23] Benencia,
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[27] Novick, Susana.
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[28]
Ceriani Cernadas, 2011, ob. cit.
[29]
Novick, Susana, 2008, ob. cit.
[30] García, Lila. “Diez años de política
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1a ed. - Buenos Aires, Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico
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[31]
Domenech, Eduardo, 2011, ob. cit.
[32] González Cámara, “De indeseables a
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julio-agosto (año 2010) 671-687 doi:
10.3989/arbor.2010.744n1225.
[33]Pizarro,
Cynthia, “Clasificar a los otros migrantes: las políticas migratorias
argentinas como productoras de etnicidad y de desigualdad”, MÉTIS: história & cultura, 11 (22),
año 2012, pp219-240.
[34]
Briones, Claudia, 2008, ob. cit.
[35]
Pizarro, Cynthia. “El racismo en los discursos de los patrones argentinos sobre
inmigrantes laborales bolivianos. Estudio de caso en un lugar de trabajo en
Córdoba, Argentina.” En Convergencia Revista de Ciencias
Sociales ISSN 1405-1435. 2011.
[36]
Pizarro, Cynthia, 2011:6 p, ob. cit.
[37]
Se refiere a las lógicas racializantes planteadas por
Wieviorka (2009) “Una lógica de pura jerarquización,
universalista si se prefiere, disuelve la raza en las relaciones sociales y
hace del grupo caracterizado por la raza una clase social, una modalidad
extrema del grupo explotado, y de la cuestión de la raza, en realidad, una
cuestión social […] Y simétricamente, una lógica de pura diferenciación, que
tiende a rechazar los contactos y las relaciones sociales, nos remite a la
imagen de exterioridad radical de los grupos humanos considerados, que en
última instancia no tienen ningún espacio en común en el que desplegar la menor
relación, sea ésta racista o no. Wieviorka, Michel, El racismo: una introducción, Madrid, Gedisa.
2009.
[38]
Pizarro, Cynthia, 2011, ob. cit.
[39]Pizarro,
Cynthia, “(Des) marcaciones de la bolivianidad en los
hornos de ladrillos de dos localidades argentinas” En Revista
Electrónica Temas de Antropología y Migración Nº 3 junio, Buenos
Aires Argentina, 2012, 11 p.
[40] Karasik,
Gabriela, “Sobre-etnización y epistemologías de la
extranjerización. Reflexiones a partir del caso de Jujuy como contexto de
migraciones bolivianas (tempranas) en la Argentina” En Cynthia Pizarro
(coordinadora) Migraciones internacionales
contemporáneas. Estudios para el debate. Ediciones CICCUS, Buenos
Aires, 2011.
[41]
También en el trabajo de Caggiano, Sergio. Lo que no entra en el crisol, Buenos Aires: Prometeo Libros.
2005. Encontramos un análisis en el cual se da cuenta de ciertas diferencias
existentes entre la forma en que se construye al boliviano en la ciudad de La
Plata y en Jujuy.
[42]
Karasik, Gabriela, 2011, ob. cit
[43]
Lanusse, Paula y Axel Lazzari,.
ob. cit.
[44]
Lanusse, Paula y Axel Lazzari,.
ob. cit. P. 207
[45] Hemos tomado el diario
provincial El Tribuno, en su versión electrónica para el período comprendido
entre enero de 2012 y diciembre de 2012, de las noticias que tuvieran como tema
al inmigrante boliviano.
[46] Pedone,
Claudia, “Capítulo 15. Diversificación de las cadenas migratorias ecuatorianas
hacia el mercado de trabajo agrícola de Murcia, España”. En Andrés Pedreño
Cánovas y Manuel Hernández y Pedreño (compiladores) La condición
inmigrante. Exploraciones e investigaciones desde la región de Murcia.
Universidad de Murcia,. España, 2005.
[47] Pedreño Cánovas, Andres,
“Construyendo la Huerta de Europa: trabajadores sin ciudadanía y nómadas
permanentes en la agricultura murciana”, en Migraciones, 5,
España, 1999. 87-120 p.
[48] Sobre mercados de trabajo duales puede
consultarse el trabajo de Pries, Ludgen
1997 “Teoría sociológica del mercado de trabajo”, en IZTXPALAF'A
42 julio-diciembre. 71-98 p.
[49] Pedone,
Claudia, “Cadenas y redes migratorias: propuesta metodológica para el análisis
diacrónico-temporal de los procesos migratorios”, en Empiria
Revista de Metodología de Ciencias Sociales. N° 19, enero-junio,
2010, ISSN: 1139-5737, 2010. 101-132 p.
[50] Pedone,
Claudia, 2005. op. cid.
[51]
Herrera Lima, Fernando et. al. “Redes que comunican y redes que enclaustran:
evidencia de tres circuitos migratorios contrastantes”. Ponencia preparada para
el Segundo Coloquio Internacional sobre Migración y
Desarrollo: migración, transnacionalismo y
transformación social, Cocoyoc, Morelos,
México, 2006.
[52]
Pedone, Claudia, 2005, ob. cit.
[53] Gurak, Douglas
y Fe Caces, “Redes migratorias y la formación de sistemas de migración”, en
Graciela Malgesini (comp.) Cruzando Fronteras. Migraciones en el sistema mundial.
Fundación Hogar del Empleado, Madrid, 1998.
[54] Pedone,
Claudia. 2010. ob. cit.
[55] Garcés, Alejandro, “Comercio inmigrante y
economías étnicas: síntesis y críticas de los debates vigentes”, en Polis,
Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 10, Nº 29, 2011. 97-121 p.
[56]
Garcés, Alejandro, 2011. ob. cit.
[57]
Inferimos esto ya que uno de nuestros entrevistados nos relato la historia
migratoria de sus padres quienes luego de trabajar varios años en la cosecha de
caña de azúcar en Jujuy, regresaron a su lugar de origen en Tolomosa
(departamento de Tarija). También, durante un viaje de campo en Bolivia, el
padre de una mujer que vive en Apolinario Saravia, nos conto que en su juventud
había trabajado en la cosecha de caña de azúcar, pero luego de algunos años
regreso definitivamente a su lugar de origen en Iscayachi
(departamento de Tarija). Esos relatos nos permiten pensar que así como estos
casos, existieron otros trabajadores bolivianos oriundos de Camargo,
integrantes de esta primera etapa migratoria, que no compraron tierras en
Argentina, regresaron a su lugar de origen y quizás aun forman parte del sector
campesino en Bolivia.
[58] Pizarro, Cynthia, “Ciudadanos
bonaerenses-bolivianos: Activismo político binacional en una organización de
inmigrantes bolivianos residentes en Argentina”, en Revista
Colombiana de Antropología.
Volumen 45 (2), julio-diciembre 2009, 431-467 p.
[59]
Guber, Silvia, 2005, ob. cit.
[60]
Margulis, Mario, Marcelo Urresti
y otros, La segregación negada. Cultura y discriminación
social, Editorial Biblos. Buenos Aires, 1999.
331 p.
[61] Pizarro, Cynthia, “Redes espacios
sociales transurbanos de los inmigrantes bolibianos en el Área Metropolitana de Buenos Aires,
Argentina”, en Roberto Benencia, Andrés Pedreño
Cánovas y Germán Quaranta (Coordinadores) Mercados de Trabajo. Instituciones y trayectorias en distintos
escenarios migratorios, Ediciones CICCUS, Buenos Aires, 2014.
[62]
Pizarro, Cynthia, 2014, op. cit.
[63]
Pizarro, Cynthia, 2014, op. cit. 193 p.