PRÁCTICAS MORTUORIAS EN
QUEBRADA DE HUMAHUACA
CA. 500-1550 AD.
Verónica Seldes*
María Soledad Gheggi**
Los contextos mortuorios han despertado gran interés
desde los inicios de la arqueología. Sin embargo, el estudio de las prácticas
mortuorias no ha tenido un tratamiento homogéneo a lo largo del tiempo,
principalmente debido a que su conceptualización y abordaje fue variando de
acuerdo a los marcos teóricos y metodológicos que caracterizaron a la
disciplina en sus diferentes etapas.
En el caso de la arqueología argentina, la misma ha
tenido una perspectiva primero evolucionista y luego histórico – cultural, cuyas
investigaciones se centraban en la clasificación de los restos materiales de
los pueblos. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo pasado, con el auge de
la escuela procesual, se consideró a las manifestaciones culturales como
variables ecológicas, epifenómenos de las adaptaciones al medio ambiente[1].
Específicamente en el Noroeste Argentino (NOA), hasta mediados
del siglo XX aproximadamente, la disciplina se centraba en la excavación de los
espacios funerarios y recuperación de los ajuares, las piezas de cerámica
especialmente y en menor medida los restos humanos, siendo que estos últimos
eran separados en partes anatómicas para ser trasladados a los diferentes
museos, sin dejar registro de la conexión anatómica esqueletal ni de la
relación de ésta con la unidad funeraria de procedencia. La cerámica de los
contextos mortuorios constituía la base para la generación de tipologías y
clasificaciones de los grupos sociales. Este tipo de prácticas no incluía
preguntas de investigación sobre la naturaleza de los rituales que formaron ese
registro mortuorio, lo cual devino, en la mayoría de los casos, en la ausencia
de referencias sobre los contextos funerarios. Diferentes investigadores como
Casanova, Lafon, Salas y Schuel[2],
realizaron algunas clasificaciones de los tipos de inhumaciones; pero su
metodología de trabajo centrada en perspectivas evolucionistas e histórico –
culturales, impidió aprehender la significación sociocultural que el
tratamiento dado a los difuntos tenía para los pueblos prehispánicos. A esto se
suma la falta de complementación de la información arqueológica con la
resultante de los análisis bioarqueológicos, con lo cual se ha perdido
cuantiosa información, irrecuperable por el momento.
Hacia fines del siglo pasado, con la renovación
teórica que trajo la arqueología postprocesual, los contextos funerarios
comenzaron a ser analizados partiendo de nuevas miradas al registro arqueológico.
Así se ha planteado que la interpretación de contextos funerarios a partir de
los restos materiales y humanos es posible de realizar si se considera que los
distintos espacios son vividos y aprehendidos como formas de establecer y
demarcar identidad, como articuladores de las diferentes relaciones sociales y
que como tales, acarrean historias, ideas y valores que estructuran y son
estructuradas por los grupos humanos[3].
A partir de estas ideas puede pensarse que las prácticas
mortuorias reflejan la memoria de ese grupo en tanto formas de ritualización de
la misma[4].
A su vez, como lugares de memoria reflejan los procesos sociales, políticos y
económicos que se fueron dando a lo largo de la historia de los pueblos. En
este sentido, constituyen una interesante evidencia para evaluar los cambios
sociales, principalmente debido a que se vinculan directamente con el tipo de
cosmovisión del grupo y por lo tanto dicen mucho sobre las lógicas culturales
de los pueblos.
Las investigaciones arqueológicas en el NOA dan cuenta de una gran heterogeneidad en sus diferentes regiones, siendo que los modos de vida tuvieron diversas expresiones en áreas cercanas entre sí como, por ejemplo, la quebrada de Humahuaca y la puna de Jujuy. A su vez, los procesos de cambio social tuvieron manifestaciones disímiles en cada una de estas regiones[5]. Esto alerta sobre los peligros de realizar generalizaciones referidas a las prácticas socioculturales y político-económicas para incluir amplias áreas, así como acerca de la necesidad de considerar las historias locales o regionales, en tanto microhistorias por las cuales cada uno de los pueblos fue desarrollando estrategias y prácticas particulares de acuerdo a sus propias lógicas culturales[6].
Este trabajo se propone analizar las prácticas
mortuorias en relación con los cambios socio-políticos ocurridos en la Quebrada
de Humahuaca entre los años ca. 500-1550 AD, algunos de estos cambios refieren
al incremento y concentración de la población sobre la quebrada principal, la
intensificación de la producción, el afianzamiento de sociedades de tipo
corporativas, la presencia de conflicto social y la anexión al Imperio Inca[7].
La
Quebrada de Humahuaca: espacio y tiempo
La quebrada de Humahuaca, ubicada en el sector central
de la provincia de Jujuy (Figura 1), ha estado habitada desde hace por lo menos
10.000 años tal como atestiguan los hallazgos en Inca Cueva y Huachichocana[8];
que no solo remiten a las primeras ocupaciones del territorio sino, a partir de
la conservación y tratamiento de partes de cuerpos, a la importancia del culto
a los antepasados, posiblemente relacionado con la demarcación de territorios[9].
Figura 1. Mapa de la Quebrada de
Humahuaca con los sitios mencionados en el texto.
Sin embargo, para este trabajo hemos elegido tomar
como punto de partida el período Formativo final (ca. 500-900 AD) ya que es
desde ese momento que se cuenta con más datos en referencia a la funebria de
las poblaciones de la Quebrada de Humahuaca. Presentamos a continuación una
breve descripción de la información disponible para cada período temporal en
relación con aspectos sociales, económicos y políticos.
Durante el período Formativo tardío (ca. 500-900 AD)
los grupos habrían estado organizados en comunidades pequeñas, similares entre
sí entre las cuales no hay indicios de controles políticos centralizados o
desigualdades sociales estructurales. El patrón de asentamiento se configura
como poblados dispersos, donde los lugares habitacionales estaban integrados
espacialmente con las actividades agrícolas y ganaderas siendo elegidas para la
instalación humana tanto la quebrada principal como las laterales[10].
Los contextos asociados a este período generalmente provienen de rescates arqueológicos dentro del pueblo de Tilcara: Calle Sorpresa, Til 20, Til 22, Flores, Intiwyana, Malka, El Manzano, Paseo de las Ollas, entre otros[11]. Hasta el momento, Til 20, fechado en 545-660 AD, es el contexto funerario que mayor información ha brindado[12], junto con el hallazgo denominado Flores.
Los entierros son simples o colectivos, algunos en cistas, otros directos en tierra, mientras que los párvulos en su mayoría se hallaron dentro de vasijas, generalmente con ofrendas de distinto tipo: cuentas de collar, objetos de cobre/bronce constituidos por brazaletes y anillos, sumados a la presencia de cerámica, puntas de proyectil, otros artefactos líticos y con ausencia de arqueofauna, de objetos de hueso u oro[13].
Hacia el 900 AD comienzos del Período de Desarrollos Regionales I (PDR I), se registran cambios en las formas de vida: incremento en la cantidad de sitios, modificaciones en la ubicación de asentamientos, aumento del tamaño de los mismos y una tendencia al desplazamiento de las poblaciones de las quebradas laterales hacia la quebrada troncal. Las áreas productivas se encuentran separadas de las domésticas con sitios ocupados de manera temporaria para el pastoreo[14].Aparecen en el registro arqueológico diversas evidencias de conflicto en forma de cabezas – trofeo y el entierro de esqueletos sin su respectivo cráneo en sitios como La Isla y Keta Kara[15].
Los asentamientos
son más concentrados y con mayor densidad edilicia que el período anterior,
poseen vías de circulación claramente definidas con ausencia de espacios
públicos, aunque las viviendas combinaban ámbitos cerrados con otros abiertos o
patios[16].
La Isla, Keta Kara y Muyuna constituyen los sitios más conocidos e investigados
de este período, siendo el primero el más famoso por las publicaciones de
Debenedetti[17].
Aproximadamente hacia el 1250 AD, ya en el Período de
Desarrollos Regionales II (PDR II) se registra un cambio en la ubicación y
crecimiento de los asentamientos, ya que la población se
concentra en la quebrada troncal, en conglomerados ubicados en lugares de gran
visibilidad y difícil acceso, los denominados Pucarás[18].
La evidencia refiere a situaciones
de conflicto, el cual se habría dado a nivel interregional con la sensación de
inseguridad latente[19].
Este período ha sido denominado “estado de guerra endémica” el cual coincide
con la anomalía climática medieval[20]
y el ciclo de pronunciadas sequías que pudieron haber sido disparadores del
conflicto interregional producto probablemente de disputas en el acceso a los
recursos[21].Hacía
este período se consolidarían estructuras sociales de tipo segmentarias, con
una orientación corporativa y múltiples mecanismos institucionales que
regulaban el ejercicio del poder político y restringían la acumulación
económica por parte de individuos o linajes particulares. Las principales
formas de acumulación se daban a través del capital social y simbólico; esto es,
la verdadera riqueza del curaca residía en la red redistributiva que articulaba
más que en los bienes que acumulaba[22].
Las investigaciones arqueológicas han postulado que en
este periodo adquiere gran importancia el culto a los antepasados, entendido
como el “conjunto de prácticas religiosas que permiten la
intervención de los muertos en los asuntos de los vivos”[23].
En general, los difuntos tenían gran importancia para las sociedades
prehispánicas que habitaron el área andina. Los antepasados eran considerados
fundadores de los ayllus[24],
propietarios originales de las tierras y fuente última de toda autoridad. El
principal referente del ancestro era el cuerpo del difunto o partes de él, los
difuntos en la forma de ancestros eran los que mantenían el bienestar de la
comunidad, garantizaban las cosechas y el ganado. El culto a los antepasados
habría actuado como articulador de los distintos procesos de integración
política, en un momento donde se habrían formado grandes colectividades
producto de los procesos de concentración poblacional y del establecimiento de
sociedades heterárquicas aglutinadas a través de los ayllus[25].
Los sitios más conocidos del período son el Pucará de
Tilcara, Los Amarillos, La Huerta, Hornillos, Peñas Blancas, Juella, Angosto Chico,
Pucará de Volcán, entre otros[26].
La anexión de las poblaciones de la quebrada de
Humahuaca al Tawantinsuyu hacia 1430 AD aproximadamente, implicó importantes
cambios a nivel político, con la consolidación de ejes de poder diferentes a
los del período previo; a nivel económico, con la creación de nuevos centros de
producción y a nivel simbólico con la introducción de nuevas prácticas
rituales, por citar algún ejemplo[27].
Muchos de estos cambios se relacionaron con el objetivo de la dominación de este
territorio, vinculada con la explotación de recursos minerales, agrícolas y artesanales,
así como la necesidad de controlar la frontera con las poblaciones orientales[28].En
especial, el sur de la quebrada de Humahuaca parece haber jugado un rol
importante en la vinculación con las poblaciones orientales. En este contexto,
uno de los sitios que consideramos para esta investigación, Esquina de Huajra,
parece haber estado vinculado dentro de esta compleja dinámica como articulador
de los objetivos del Imperio en el sector sur de la Quebrada de Humahuaca, los
cuales pudieron incluir obtención de mano de obra para la producción agrícola, la
extracción de recursos de las yungas como cebil, plumas de colores, plantas
medicinales, madera, y el reforzamiento de la frontera oriental[29].
Se consideraron para este período aquellas tumbas que,
de acuerdo a lo informado en la bibliografía disponible, contenían objetos de
filiación incaica. Tal es el caso del Pucará de Tilcara[30],
La Huerta, Peñas Blancas, Yacoraite y Los Amarillos[31].
Materiales y métodos
Se relevaron las publicaciones sobre sitios de la
Quebrada de Humahuaca adscriptos a diferentes momentos de ocupación.
Lamentablemente no se cuenta en todos los casos con datos acerca de la cantidad
de ofrendas por entierro, lo cual trajo aparejado que no pueda hacerse
referencia a muchos de los sitios. A su vez, la ausencia de controles
estratigráficos, sobre todo en las excavaciones de principio del siglo pasado,
dificulta el conocimiento del período al cual se adscriben algunos restos. En
este último caso se tomaron en consideración las publicaciones con información
suficiente sobre la cronología del sitio. Sin dejar de tener en cuenta las
limitaciones mencionadas, se considera que la información recogida y utilizada
en este trabajo puede realizar aportes al conocimiento de las prácticas
mortuorias en la región, así como sus cambios a través del tiempo.
Se consideraron las siguientes variables: tipo de
entierro (cámara, urna, directo, etc.), tratamiento de los cuerpos (primario,
secundario, remoción, paquete, etc.), sexo y edad cuando fuera posible,
cantidad de individuos y acompañamiento mortuorio.
Los
restos materiales que formaban parte del acompañamiento mortuorio fueron
clasificados siguiendo el criterio de separar, por un lado, de acuerdo a la
materia prima utilizada y, por otro, por el tipo de objeto. Se definieron 12
categorías: piezas de cerámica incluyendo las decoradas y las no decoradas,
puntas de proyectil, instrumentos líticos (palas y otros instrumentos de
molienda por ejemplo), cuentas de collar, textiles, restos óseos de fauna sin
evidencias de haber sido retocados, artefactos de hueso, tabletas y tubos de
inhalar los cuales generalmente fueron fabricados en madera, cestería, piezas
de oro, instrumentos de metal excluyendo oro[32]
y una última categoría para agrupar otro tipo de elementos que incluye a los
pigmentos, mineral de cobre, fragmentos de obsidiana, calabazas, entre otros.
En el caso de las cuentas, debido a que en ocasiones se enumera la cantidad y
en otros solo refieren a “collar de cuentas”, se decidió enumerar por collar
aún en el caso en que se detallara la cantidad de cuentas.
Los resultados se volcaron en tablas separadas por
cada período. En los casos en que los hallazgos fueran relevantes o diferentes
al resto, por su calidad y cantidad, se describieron en el texto.
Por las características de las muestras y las
investigaciones, hubo algunos inconvenientes para afinar el análisis. En primer
lugar, algunos de los sitios tuvieron ocupaciones prolongadas que abarcan más
de un período. Para estos casos, se tomaron en cuenta únicamente aquellos
entierros que tuvieran materiales típicos de la época considerada. Por ejemplo,
en el caso del trabajo de Debenedetti[33]
sobre el Pucará de Tilcara se consideraron las tumbas donde el autor consignó
presencia de elementos incaicos, aunque es posible que el número asignado sea
menor que el realmente existente.
Otra dificultad es la ausencia de información sobre el
sexo de los individuos ya que los análisis bioarqueológicos realizados,
principalmente sobre los restos humanos recuperados por Casanova y Debenedetti[34]
no pueden asociarse al acompañamiento mortuorio por la ausencia de registro
escrito dejado por los investigadores mencionados. Esto se vuelve un
impedimento que dificulta la realización de comparaciones que permitan evaluar
similitudes y diferencias en los entierros de hombres y mujeres.
Se analizaron un total de 123 entierros
correspondientes a los diferentes momentos de ocupación. Para el período
Formativo final se consideraron 6 entierros de Til 20 que contenían 16
individuos[35]
y el entierro de Flores 1[36]
con la presencia de 6 individuos. Dado que para Til 20 no se cuenta con la
información de la cantidad de elementos incorporados como ajuar se consideró en
la discusión solo de forma cualitativa. Por lo tanto los entierros del
Formativo final no fueron utilizados para la comparación estadística.
Para el PDR I se analizaron 52 entierros provenientes
de Muyuna, Keta Kara o San José y La Isla cuya cronología se presenta en la Tabla
1.
Tabla 1. Fechados
radiocarbónicos de sitios del Período de Desarrollos Regionales I (ca. 900-1250
AD). Las calibraciones fueron realizadas mediante el programa Calib 4.0[37]
que utiliza la curva de calibración IntCal 98.
Sitio |
Código laboratorio |
Años AP |
Años AD 2 σ |
Referencia |
Muyuna |
AA-13668 |
1022 ± 50 |
898 – 1157 |
Nielsen[38] |
Keta Kara |
AA-13667 |
889 ± 57 |
1020 – 1271 |
|
La Isla |
ISGS-3249 |
870 ± 70 |
1019 – 1283 |
Rivolta[39] |
Para el PDR II, se cuenta
con información de 44 entierros procedentes de Juella, Yacoraite, Los
Amarillos, Peñas Blancas y Pucará de la Cueva, con una cronología que se
presenta en la Tabla 2.
Tabla 2: Fechados radiocarbónicos
de los sitios del Período de Desarrollos Regionales II (ca. 1250-1430 AD). Las
calibraciones fueron realizadas mediante el programa Calib 4.0 que
utiliza la curva de calibración IntCal 98[40].
Sitio |
Código laboratorio |
Años AP |
Años AD 2 σ |
Referencia |
Pucará de Tilcara |
LP-536 |
910 ± 60 |
1003 - 1260 |
Tarragó y Albeck[41] |
Los Amarillos |
LP-669 |
780 ± 70 |
1059 - 1382 |
Nielsen[42] |
La Huerta |
LP-389 |
740 ± 110 |
1033 - 1417 |
Raffino y Alvis[43] |
Juella |
AA-16237 |
655 ± 49 |
1276 - 1405 |
Nielsen[44] |
Para el momento Inca se analizaron 19 entierros
procedentes de Esquina de Huajra, Los Amarillos, La Huerta, Yacoraite, Peñas
Blancas y Pucará de Tilcara. En la Tabla 3 se presenta la información
cronológica disponible para los asentamientos relevados.
Tabla 3: Fechados radiocarbónicos
de los sitios del Período Inca (ca. 1430-1550 AD). Los fechados de La Huerta y
Los Amarillos fueron calibrados mediante el programa Calib 4.0 que utiliza la
curva de calibración IntCal 98[45].
Los fechados de Esquina de Huajra fueron calibrados mediante el programa OxCal
versión 4.1,,
con la curva de calibración IntCal 04[46]
mientras que los del Pucará de Tilcara fueron calibrados con el programa OxCal
versión 4.2.[47],
con la curva de calibración SHCal 04[48].
Sitio |
Código laboratorio |
Años AP |
Años AD |
Referencia |
La Huerta |
AC- 963 |
580±60 |
1302-1417 |
Raffino y Alvis[49] |
AC- 1069 |
540±90 |
1304-1441 |
||
AC- 960 |
480±100 |
1331-1482 |
||
Los Amarillos |
A-9603 |
520±40 |
1402-1435 |
Nielsen[50] |
AA-12136 |
450±50 |
1425-1470 |
||
A-9601 |
320±50 |
1485-1645 |
||
Esquina de Huajra |
Beta 193319 |
450 ± 60 |
1455-1796 |
Cremonte y Gheggi[51] |
Beta 206919 |
280 ± 50 |
1496-1952 |
||
AA88375 |
393± 82 |
1400-1664 |
||
UGA 16200 |
340 ± 55 |
1318-1463 |
||
Geochron 32577 |
550 ± 40 |
1419-1627 |
||
Geochron 32576 |
320 ± 50 |
1460-1799 |
||
Pucará de Tilcara |
LP 2433 |
380±50 |
1456-1640 |
Otero y Rivolta [52] |
LP- 2448 |
440±40 |
1431-1515 |
||
LP-2231 |
450±50 |
1419-1520 |
||
LP-2191 |
450±60 |
1418-1627 |
||
LP-2467 |
470±50 |
1405-1513 |
||
AA-88342 |
510±46 |
1395-1499 |
||
AA-88341 |
561±42 |
1400-1438 |
||
AA-89444 |
566±52 |
1380-1458 |
En la Tabla 4 se resumen los entierros analizados por
período y la cantidad de individuos por tumbas, tanto de adultos como de
subadultos, estos últimos en su mayoría perinatos[53]:
Tabla
4. Composición de la muestra analizada por período cronológico.
Período |
Cantidad
de entierros |
Cantidad
de individuos |
||
N |
Adultos |
Subadultos |
||
FORMATIVO
TARDÍO |
8 |
22 |
15 |
7 |
PDR I |
52 |
157 |
141 |
16 |
PDR
II |
44 |
127 |
119 |
8 |
INCA |
19 |
66 |
59 |
7 |
TOTAL |
123 |
372 |
334 |
38 |
La prueba de chi-cuadrado fue utilizada para evaluar
la correspondencia entre las distintas variables analizadas. El nivel de
significación (α) para rechazarla fue de 0,05. Las pruebas estadísticas fueron
realizadas con el programa PAST versión 2.12[54].
Las mismas permitirán hacer comparaciones entre períodos y evaluar la
significancia estadística de las diferencias observadas entre las variables.
Resultados
Para el período Formativo final se destaca la
presencia de variedad de inhumaciones, ya sea en cámaras, directos o de
párvulos en urna como en Til 20[55].
En Flores 1 se registraron tanto entierros directos de adultos como subadultos
en vasijas[56].
Entre los materiales del ajuar se destaca la presencia de cuentas de collar de
lapislázuli, malaquita y turquesa, puntas de proyectil, adornos personales,
anillo (en el caso de Til 20), brazalete, ocre y cerámica.
Durante el PDR I, los entierros registrados en su mayoría son directos, de los cuales hay entierros individuales y otros múltiples. Una característica de la época es que los espacios de inhumación no presentan ningún tipo de estructura ni preparación previa[57], aunque se hallaron unos pocos casos de adultos y párvulos en vasijas[58]. En Muyuna y Keta Kara se menciona el cierre de los entierros con una capa de barro[59]. Los difuntos fueron inhumados en posición genuflexa, lo cual se mantendrá para el periodo siguiente también y que caracteriza en general a los entierros de la región hasta el período hispano - indígena.
Un punto a tener en cuenta es que los subadultos son
pocos como para evaluar si tuvieron un trato diferencial; en algunos casos
forman parte de entierros múltiples, con lo cual no se puede saber qué ofrendas
le corresponden.
De aquellos entierros para los que se cuenta con
información específica del tipo de acompañamiento y cantidad de individuos
inhumados, se confeccionó una tabla que resume los distintos hallazgos (Tabla 5).
Tabla
5. Base de datos de los objetos que componen el acompañamiento mortuorio del
PDR I. Cantidades absolutas. Referencias: Ent.: número de
entierro. N: cantidad de individuos por entierro, A: adulto, S: subadulto, Ce:
cerámica, P: puntas de proyectil, Li: lítico, Cu: collar de cuentas, Te:
textil, O: óseo animal, Ah: artefacto de hueso, Tt: tableta y tubo de inhalar,
Ct: cestería, Or: oro, Cb: instrumentos cobre/bronce, Ot: otros. T: total. La
Isla M corresponde al sector denominado El Morro y N a la necrópolis A.
Sitio |
Ent. |
N |
Ce |
P |
Li |
Cu |
Te |
O |
Ah |
Tt |
Ct |
Or |
Cb |
Ot |
T |
Referencias |
|
A |
S |
||||||||||||||||
Muyuna |
5 |
4 |
2 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
6 |
Seldes[60] |
7 |
1 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
||
9 |
3 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
5 |
||
10 |
2 |
0 |
2 |
0 |
0 |
1 |
1 |
1 |
0 |
2 |
2 |
0 |
0 |
1 |
10 |
||
Keta Kara |
3 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
Pelissero[61] |
4 |
3 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
5 |
4 |
2 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
6 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
7 |
4 |
0 |
1 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
8 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
9 |
2 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
10 |
2 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
11 |
3 |
1 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
12 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
13 |
4 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
14 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
15 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
16 |
10 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
17 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
18 |
4 |
0 |
5 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
5 |
||
19 |
3 |
1 |
7 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
7 |
||
20 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
La Isla |
M1 |
2 |
0 |
16 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
16 |
Debenedetti[62] |
M2 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
M3 |
1 |
0 |
23 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
28 |
||
M4 |
1 |
0 |
13 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
13 |
||
M5 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
M6 |
2 |
0 |
36 |
0 |
1 |
1 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
42 |
||
M7 |
1 |
0 |
5 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
5 |
||
M10 |
2 |
0 |
9 |
0 |
1 |
1 |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
15 |
||
M11 |
1 |
0 |
64 |
0 |
2 |
1 |
0 |
2 |
2 |
0 |
0 |
25 |
4 |
5 |
95 |
||
N1 |
2 |
1 |
25 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
25 |
||
N2 |
2 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
4 |
||
N3 |
3 |
0 |
10 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
11 |
||
N4 |
2 |
0 |
1 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
N5 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
N6 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
N7 |
3 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
N8 |
10 |
0 |
34 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
34 |
||
N9 |
4 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
N10 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
N11 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
N12 |
4 |
0 |
13 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
15 |
||
N13 |
4 |
0 |
15 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
16 |
||
N14 |
3 |
0 |
5 |
0 |
1 |
1 |
0 |
0 |
8 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
15 |
||
N15 |
2 |
0 |
17 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
18 |
||
N16 |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
N17 |
5 |
0 |
5 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
5 |
||
N18 |
10 |
0 |
7 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
8 |
||
N19 |
1 |
0 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
14 |
||
N20 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
N21 |
3 |
0 |
12 |
2 |
0 |
1 |
0 |
0 |
7 |
0 |
0 |
8 |
0 |
4 |
34 |
||
Total |
52 |
141 |
16 |
358 |
5 |
7 |
12 |
2 |
8 |
28 |
3 |
2 |
33 |
6 |
18 |
480 |
En la Tabla 5 se observa que en el caso de los
entierros de individuos subadultos, no han registrado acompañamiento, o si lo
tienen es en baja frecuencia. Respecto al acompañamiento mortuorio, se observa que
el 23.09% de las tumbas no contienen ajuar (12 de los 52 entierros). También
puede observarse que la norma es que los difuntos fueran enterrados con, al
menos, piezas cerámicas en una proporción de 2 vasijas por individuo,
constituyendo la ofrenda que más representada se encuentra en los entierros de
este período (74,2% del total del ajuar).
Se registró la presencia de objetos de oro (6,87%), lo
cual resulta novedoso pues no hay referencia de hallazgos de este tipo de
materiales en el período anterior[63].
Los mismos constituyen el segundo grupo en importancia (aunque lejos en
cantidad respecto del primer grupo), al igual que los artefactos de hueso
(5,83%). También se encontraron tabletas y tubos de inhalar (6,25%), los cuales
tampoco habían sido registrados en el Formativo.
La representación de arqueofauna es baja. En el caso
de Muyuna, de los 6 entierros, solo se registró un hueso de animal. Un sitio
emblemático como La Isla registró de manera excepcional un esqueleto de loro[64],
el único en su tipo para este período.
Entre los objetos de uso cotidiano, la cerámica es el
más representado mientras que los artefactos líticos se registraron en una
frecuencia muy baja (1%), lo mismo que la cestería y el textil, aunque estos
últimos pueden no haberse conservado debido a condiciones tafonómicas.
Los adornos corporales como las cuentas de collar (4%)
y los brazaletes (1%) también se registraron en una baja frecuencia indicando
que no se priorizaba este tipo de objetos a la hora de elegir aquello que
acompañaría al difunto en su tumba.
En el PDR II aparecen por primera vez en la región,
áreas segregadas para el entierro de los difuntos como es el caso de los
cementerios del Pucará de Volcán[65]
y del Pucará de Tilcara[66].
Salvo estas dos excepciones, los entierros en los más de 30 asentamientos
conocidos continuaron realizándose en ámbitos domésticos[67].
Los difuntos eran enterrados de manera individual o en
entierros múltiples, conteniendo en este último caso, dos o más individuos. Los
entierros se realizaban, en la mayoría de los casos, en cámaras subterráneas de
planta subcircular o cuadrangular (cistas)
elaboradas con piedras y con cierre en falsa bóveda[68].
Se hallaron algunos entierros directos de adultos en Pucará de Perchel[69],
Volcán[70],
Pucará de Tilcara[71]
y La Huerta[72].La
presencia de párvulos en urnas es escasa; se localizaron en sitios como Los
Amarillos[73],
Angosto Chico[74],
Hornillos[75]
y Ciénega Grande[76].
Un dato interesante lo constituye el hecho que las urnas no son exclusivamente funerarias,
sino que se trata de grandes cántaros típicos de la región reutilizados para el
entierro. De manera excepcional se describen casos de entierros con restos de ceniza,
así como la presencia de restos óseos humanos quemados en el sitio Volcán[77].
En algunos casos, como en la unidad 400 de Los Amarillos, se registraron
estructuras funerarias construidas con posterioridad al abandono del recinto[78].
Se registraron cabezas trofeo y esqueletos sin cráneo
en Angosto Chico, Ciénega Grande, Juella, Pucará de Tilcara, Campo Morado, La
Huerta, Hornillos, Yakoraite y Los Amarillos[79],
lo cual ha sido asociado al momento de conflicto social propio de la época[80].
Las ofrendas registradas para las tumbas que pudieron
relevarse correspondientes a este período se detallan a continuación (Tabla 6):
Tabla
6. Base de datos de los objetos que componen el acompañamiento mortuorio del
PDR II. Cantidades absolutas. Referencias: Ent.: número de
entierro. N: cantidad de individuos por entierro, A: adulto, S: subadultos, Ce:
cerámica, P: puntas de proyectil, Li: lítico, Cu: collar de cuentas, Te:
textil, O: óseo animal, Ah: artefacto de hueso, Tt: tableta y tubo de inhalar,
Ct: cestería, Or: oro, Cb: instrumentos cobre/ bronce, Ot: otros. T: total.
Sitio |
Ent. |
N |
Ce |
P |
Li |
Cu |
Te |
O |
Ah |
Tt |
Ct |
Or |
Cb |
Ot |
T |
Referencias |
|
A |
S |
||||||||||||||||
Juella |
3 |
1 |
0 |
6 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
6 |
Pelissero[81] |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Cigliano[82] |
|
9 |
4 |
0 |
4 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
6 |
||
21 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
2 |
3 |
||
31 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
5 |
||
32 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
||
34 |
1 |
0 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
3 |
||
37 |
0 |
1 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
Yacoraite |
2b |
6 |
0 |
7 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
2 |
1 |
11 |
Palma[83] |
4ª |
3 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
5 |
4 |
0 |
7 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
8 |
||
7 |
3 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
3 |
11 |
||
10 |
2 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
3 |
||
11 |
2 |
0 |
6 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
8 |
||
19 |
4 |
0 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
8 |
4 |
15 |
||
20 |
1 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
5 |
||
21 |
1 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
4 |
||
33 |
2 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
34 |
2 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
38 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
2 |
||
40 |
8 |
0 |
6 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
10 |
||
46 |
4 |
0 |
7 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
6 |
16 |
||
47 |
2 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
Los Amarillos |
49 |
6 |
0 |
7 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
4 |
15 |
Palma[84] |
54 |
2 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
5 |
||
57 |
7 |
0 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
2 |
5 |
0 |
0 |
1 |
14 |
37 |
||
320 |
11 |
5 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Seldes[85] |
|
Peñas Blancas |
60ª |
3 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
2 |
Palma[86] |
73 |
3 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
75 |
3 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
76ª |
1 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
77ª |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
2 |
||
83 |
1 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
85 |
1 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
89 |
9 |
0 |
2 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
90 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
92 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
95ª |
2 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
99ª |
1 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
4 |
||
100ª |
1 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
||
2 |
5 |
1 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
Gatto[87] |
|
7 |
1 |
1 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
Pucará de la Cueva |
1 |
2 |
0 |
1 |
0 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
Casanova[88] |
2 |
1 |
0 |
3 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
6 |
||
3 |
1 |
0 |
0 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
||
Total |
44 |
119 |
8 |
129 |
0 |
10 |
1 |
2 |
2 |
11 |
11 |
0 |
0 |
14 |
51 |
231 |
De acuerdo con los datos presentados en la Tabla 6, de
los 44 entierros analizados, en tres no se registró la presencia de
acompañamiento, mientras que en los restantes se destaca la poca cantidad de
ofrendas halladas ya que hay menos de 2 objetos por individuo (231 objetos en
total para 127 individuos). En el caso de la cerámica, la proporción entre
individuos y vasijas es 1:1. En el caso de los individuos subadultos, o bien
estaban acompañados solo de piezas cerámicas o no se hallaron ofrendas.
No se registraron puntas de proyectil, objetos de oro
ni cestería siendo que en este último caso la ausencia puede deberse a
problemas de conservación. La cerámica es el grupo más representado ya que
constituye más de la mitad del acompañamiento (55,83%) mientras que el resto se
halla en una baja proporción: objetos de metal (6%), tabletas y tubos de
inhalar (5%), artefactos de hueso (5%), material lítico (4%) y óseo animal
(1%). En el caso de los adornos corporales las cuentas se presentan en una muy
baja frecuencia (menos del 1%) y el resto como brazaletes o anillos están
ausentes.
La categoría otros (22%), está constituida en la
mayoría de los casos por objetos de madera que, por su grado de deterioro, no
pudieron ser asignados a un objeto en particular; en menor medida se trata de
fragmentos de pigmento como el ocre.
Un caso paradigmático de este período es el Complejo A
en el sitio Los Amarillos. De acuerdo a las investigaciones realizadas, el
sector central del sitio estaba dividido en tres complejos arquitectónicos
internamente comunicados y a su vez separados por accesos restringidos: A, B y
C[89].
En el complejo A se encontró una estructura construida sobre una plataforma
artificial, un gran espacio abierto orientado hacia una plaza de grandes
dimensiones (Recinto 32, Complejo B); se accedía al complejo A desde el
complejo B, a través de una rampa oculta desde la plaza. Durante la época
preincaica no hay indicios de actividades domésticas existiendo evidencias de
actividades ceremoniales; durante esta época pudo haber funcionado como centro
de las actividades públicas y rituales, sobre todo si se considera que este
espacio tenía gran visibilidad desde amplias superficies del asentamiento. Por
otra parte, se plantea que el espacio fue estructurado de tal manera que un
determinado sector social tenía acceso directo a las actividades que se
realizaban en el Complejo A mientras que otro grupo podía participar desde la
plaza (Complejo B). En este complejo se encontró un pozo conteniendo restos óseos
de, al menos, cinco individuos de edad adulta con ausencia de cráneos y
extremidades inferiores y, por otro lado, tres tumbas sobre nivel de ladrillos
de adobe conteniendo restos de, al menos, dos individuos adultos con gran
cantidad de acompañamiento mortuorio: fragmentos de piezas de oro, miles de
cuentas de diversos materiales (turquesa, malaquita, valva), equipos de
inhalar, placas de mulita, cascabeles de nuez, puntas de flecha, textiles,
instrumentos de hueso, entre otros. Este espacio y las tumbas allí halladas pudo
haber sido el lugar donde se realizaban ceremonias públicas centradas en los
cuerpos de los difuntos y sus ofrendas como forma de veneración de los
ancestros[90].
Durante el período Inca, los individuos fueron
inhumados en cámaras de forma variada (cuadrangular, semicircular o circular)
en el interior de habitaciones, lo que señala que la ubicación en espacios
domésticos sigue siendo preponderante en este período al igual que en el
anterior. Sin embargo, cabe resaltar que estas cámaras son rasgos positivos, es
decir están sobre el piso de ocupación, aunque también hay casos de entierros
en urna como las tumbas 4 y 6 de Esquina de Huajra, que corresponden en el
primer caso al entierro de dos subadultos, un niño de 7 años aproximadamente y
un perinato; en el caso de la tumba 6 corresponden a dos adultos y un perinato.
Se hallaron tanto inhumaciones individuales como
colectivas, en cuyo caso se registró un máximo de nueve individuos (Tumbas 73a
y 85 de La Huerta). En relación con la edad, se encontró coexistencia en un
mismo espacio mortuorio de adultos y subadultos.
Por otra parte, si bien la mayoría de los entierros
son primarios, existen algunos que evidencian que los restos fueron removidos
posiblemente con la intención de lograr más espacio para futuros entierros. En
algunos casos de Esquina de Huajra se ha registrado además la presencia de
entierros secundarios[91].
Los elementos que acompañaban a los difuntos se
presentan en la siguiente tabla (Tabla 7):
Tabla
7. Base de datos de los objetos que componen el acompañamiento mortuorio del
Período Inca. Cantidades absolutas. Referencias: Ent.:
número de entierro. N: cantidad de individuos por entierro, A: adulto, S:
subadultos, Ce: cerámica, P: puntas de proyectil, Li: lítico, Cu: collar de
cuentas, Te: textil, O: óseo animal, Ah: artefacto de hueso, Tt: tableta y tubo
de inhalar, Ct: cestería, Or: oro, Cb: instrumentos cobre/ bronce, Ot: otros.
T: total.
Sitio |
Ent. |
N |
Ce |
P |
Li |
Cu |
Te |
O |
Ah |
Tt |
Ct |
Or |
Cb |
Ot |
T |
Referencia |
|
A |
S |
||||||||||||||||
Esquina de Huajra |
1 |
4 |
1 |
2 |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
6 |
Cremonte y
Gheggi[92] |
2 |
4 |
3 |
15 |
0 |
0 |
3 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
2 |
24 |
||
3 |
1 |
0 |
7 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
2 |
12 |
||
4 |
0 |
2 |
8 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
0 |
11 |
||
6 |
2 |
1 |
5 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
6 |
||
La Huerta |
73ª |
9 |
0 |
23 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
29 |
Palma[93] |
85 |
9 |
0 |
6 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
6 |
15 |
||
86ª |
3 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
6 |
11 |
||
88ª |
2 |
0 |
8 |
1 |
0 |
1 |
1 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
3 |
13 |
28 |
||
94 |
3 |
0 |
15 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
2 |
1 |
1 |
2 |
8 |
55 |
85 |
||
Los Amarillos |
56 |
1 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
4 |
|
Peñas Blancas |
72 |
2 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
3 |
|
93 |
3 |
0 |
3 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
5 |
4 |
0 |
0 |
0 |
5 |
17 |
||
Yacoraite |
3 |
1 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
|
42ª |
1 |
0 |
4 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
6 |
||
Pucará de Tilcara |
98 |
2 |
1 |
4 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
2 |
8 |
Debenedetti[94] |
117 |
1 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
||
148 |
7 |
0 |
2 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
3 |
3 |
19 |
||
167 |
3 |
0 |
15 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
2 |
17 |
||
Total |
19 |
58 |
8 |
128 |
2 |
4 |
5 |
2 |
4 |
12 |
7 |
2 |
2 |
23 |
105 |
304 |
Lo que se observa en la Tabla 7 es que si bien todos
los entierros cuentan con algún tipo de acompañamiento, solo en tres casos se
registró cerámica como único ítem incorporado en la tumba. Se nota un
incremento en la cantidad de objetos en relación con el período previo, ya que
hay una media de 4,6 objetos por persona. La cerámica continúa siendo el
elemento de mayor representación (42%) y en la categoría otros encontramos objetos
de diferente materia prima; madera, valva de molusco, calabaza, plata, nueces,
caña y pigmentos. Incluso dentro de una misma materia prima, madera, por
ejemplo, hay variedad de instrumentos como vinasas o cuchillones, husos y
torteros, astiles de flechas y arcos, tarabitas, keros y cucharas. Entre los
elementos de plata cabe destacar la presencia dos vinchas en la tumba 94 de La
Huerta y un topo en la tumba 42a de Yacoraite[95].
Se hallaron 23 elementos de metal de cobre o bronce,
que corresponden a un 8% de los objetos hallados. Este conjunto está conformado
por cinceles, topos, tumis, discos, pinzas de depilar y un cascabel. El tercer
grupo de elementos con mayor representación corresponde a artefactos en hueso
(4%) como ser topos, cornetas, agujas y espátulas.[96]
Con una menor representación se encuentran los
elementos que forman parte del conjunto inhalatorio (2,5%) entre tabletas y
tubos. Los elementos de adorno personal, como son las cuentas se hallaron en un
1,7% (al menos 5 collares) y los líticos en un 1,4% (4 elementos en cada uno).
Entre los elementos óseos se destaca la presencia en Esquina de Huajra de dos
cráneos de pato en la Tumba 2 y huesos de camélido en la Tumba 3[97],
y en la Tumba 86a de La Huerta un esqueleto de cánido[98].
En las categorías textil, puntas de proyectil,
cestería y oro se hallaron dos elementos en cada una, correspondientes a un
0,8% de la muestra. Los elementos de oro corresponden a dos peines hallados en
la Tumba 94 de La Huerta[99].
Comparación entre períodos de
acuerdo con las categorías de elementos
En la siguiente tabla se presenta la distribución
temporal de la cantidad de elementos hallados en cada categoría propuesta con
el objetivo de realizar comparaciones del acompañamiento mortuorio entre los
períodos (Tabla 8):
Tabla 8: Cantidad de
elementos de cada categoría del acompañamiento mortuorio por período temporal.
Ce: cerámica, P: puntas de proyectil, Li: lítico, Cu: collar de cuentas, T:
textil, O: óseo animal, Ah: artefacto de hueso, Tt: tableta y tubo de inhalar,
Ct: cestería, Or: oro, Cb: instrumentos cobre/ bronce, Ot: otros.
|
PDR I |
% |
PDR II |
% |
Inca |
% |
Ce |
356 |
74,2 |
129 |
55,83 |
128 |
42 |
P |
5 |
1,04 |
0 |
0 |
2 |
0,8 |
Li |
7 |
1,46 |
10 |
4 |
4 |
1,4 |
Cu |
12 |
2,5 |
1 |
0,43 |
5 |
1,7 |
T |
2 |
0,42 |
2 |
0,87 |
2 |
0,8 |
O |
8 |
1,67 |
2 |
0,87 |
4 |
1,4 |
Ah |
28 |
5,8 |
11 |
5 |
12 |
4 |
Tt |
3 |
0,62 |
11 |
5 |
7 |
2,5 |
Ct |
2 |
0,42 |
0 |
0 |
2 |
0,8 |
Or |
33 |
6,87 |
0 |
0 |
2 |
0,8 |
Cb |
6 |
1,25 |
14 |
6 |
23 |
8 |
Ot |
18 |
3,75 |
51 |
22 |
105 |
35 |
TOTAL |
480 |
100 |
231 |
100 |
304 |
100 |
Figura 2: comparación
entre períodos de las categorías de elementos (%).
Lo que se observa en la tabla 8 y en la figura 2, es que mientras la mayor representación de cerámica se da en el PDRI y la menor en el Inca, esta relación se invierte en el rubro Otros. En lo que refiere al resto de las ofrendas es interesante el caso del oro ya que es en el PDRI donde se registran los mayores valores (6,87%) siendo que en el PDR2 no hay entierros con este tipo de ofrendas y en el Inca es menos del 1% su presencia.
A efectos de evaluar los
tipos de ofrenda depositadas en cada período, se agrupó el acompañamiento en
tres categorías funcionales denominadas “de uso cotidiano”, “alucinógenos” y
“adornos”. La primera hace referencia a aquellos objetos utilizados en
diferentes esferas de la vida social, independientemente de su frecuencia de uso;
incluye piezas cerámicas, puntas de proyectil, artefactos líticos, de hueso y
cestería. La categoría “alucinógenos” agrupa a las tabletas y tubos de inhalar,
tradicionalmente considerados bienes de prestigio propio de las elites[100].
Finalmente se encuentran los objetos que pueden asociarse específicamente a
“adornos corporales” tales como cuentas de collar, textil, objetos de oro y
cobre/bronce (Tabla 9). El período Formativo fue excluido de esta comparación
al no contar con información sobre la cantidad de ofrendas.
Tabla 9. Cantidad de elementos
que componen el acompañamiento de acuerdo con su agrupación en conjuntos
funcionales.
|
PR I |
% |
PDR II |
% |
Inca |
% |
TOTAL |
USO COTIDIANO |
406 |
87,88 |
152 |
84,44 |
152 |
79,58 |
710 |
ALUCINOGENOS |
3 |
0,65 |
11 |
6,11 |
7 |
3,66 |
21 |
ADORNOS |
53 |
11,47 |
17 |
9,44 |
32 |
16,75 |
102 |
TOTAL |
462 |
100 |
180 |
100 |
191 |
100 |
833 |
Figura 3: Cantidad de elementos
que componen el acompañamiento de acuerdo con su agrupación en conjuntos
funcionales (%).
En la tabla 9 y en la figura 3, se observa
que los objetos de uso cotidiano, aunque levemente decrecientes, registran las
mayores frecuencias en los tres períodos. Durante el PDR II se registra un
aumento en la frecuencia de los bienes ligados con el consumo de alucinógenos y
desciende el de adornos personales, mientras que estos últimos se incrementan
en el momento Inca.
Discusión
Una de las primeras cuestiones relevantes es el hecho
de que, independientemente del momento histórico al que se haga referencia, en
la Quebrada de Humahuaca no se registran contenedores cerámicos exclusivamente
diseñados y/o decorados para uso fúnebre[101].
En segundo lugar cabe mencionar que la mayoría de los entierros son de tipo
primario, en posición genuflexa[102],
aunque se registran algunos casos de entierros secundarios en Juella[103],
Pucará de Volcán[104]
y Esquina de Huajra para el momento Inca[105].
Al comparar las frecuencias de los elementos en las
categorías funcionales establecidas en el presente trabajo (Tabla 9) para los
tres períodos temporales que presentaron información cuantitativa suficiente,
los objetos de uso cotidiano se mantuvieron como los más seleccionados para su
incorporación en tanto acompañamiento funerario. Algo similar se registró en
los Valles Calchaquíes, ya que durante el PDR II las ofrendas depositadas junto
a los difuntos estaban relacionadas con la vida diaria y doméstica[106].
Al comparar la frecuencia entre períodos, vemos que entre el PDR I y II, las
mismas resultan estadísticamente significativas (X2: 18,38; p=
0,0001) y al comparar el PDR I con el Periodo Inca, también hallamos resultados
estadísticamente significativos (X2: 12,01; p= 0,0031), indicando
que en el PDR I la preeminencia de los ítems de uso cotidiano fue mayor que en
los otros dos períodos. En cambio, al comparar el PDR II con el Período Inca,
no hallamos resultados estadísticamente significativos (X2=5,1591;
p= 0,0769). Teniendo en cuenta este resultado, comparamos la frecuencia de cada
categoría funcional para estos períodos y la única clase que presentó
resultados estadísticamente significativos fueron los ítems de uso cotidiano (X2=
13,357; p= 0,0003) lo que señala que durante el PDR II primaron los ítems de
uso cotidiano por sobre los demás en relación con el momento Inca.
Si en cuanto al tipo de ofrenda, el PDR I no se
diferencia con el PDR II, hay al menos dos variables que lo hacen único: la
modalidad de entierro y la cantidad y variedad de ofrendas. La combinación de
ambas lo vuelve más interesante aún. El entierro directo en el piso sin
preparación previa del espacio señala la poca inversión de trabajo y energía
puesta en la construcción de las tumbas[107].
En contraposición a esto, los contextos funerarios cuentan con los
acompañamientos de mayor riqueza y elaboración, algunos de carácter alóctono
(valvas de moluscos, plumas de aves tropicales, sustancias alucinógenas), si se
los compara con aquellos presentes en el periodo Formativo Tardío y el PDRII
(Tabla 7). La Isla y Muyuna, Pucará de la Cueva, Pueblo Viejo del Morado y
Puerta de Juella son algunos de los sitios donde se registraron ofrendas de
objetos de oro aunque, lamentablemente hay publicaciones que no dan cuenta de
la cantidad de objetos en cada una de las tumbas[108].
Al comparar cada categoría entre períodos, el
incremento en la cantidad de objetos de oro resultó estadísticamente
significativa para el PDR I (X2=32,289; p= 0,0001), mientras que el
incremento en tabletas y tubos de inhalar resultó estadísticamente
significativo para el PDR II (X2= 13,289; p= 0,0018). Para el
momento Inca el incremento en la cantidad de objetos de cobre (X2= 20,753; p=
0,0001) y otros (X2= 129,35; p= 0,0001) resultó estadísticamente significativo.
Para las otras categorías no se registraron diferencias estadísticamente
significativas.
En síntesis, durante el PDR I es cuando se registra la
mayor heterogeneidad en el acompañamiento mortuorio, es decir, cuando todas las
categorías cuentan con presencia de elementos y su cantidad es mayor que la de
otros períodos. Tal vez el caso más interesante lo constituya la tumba 11 de La
Isla por la cantidad y variedad de su acompañamiento mortuorio (Tabla 5). Estas riquezas en las tumbas
han sido interpretadas como parte de ceremonias de ostentación en luchas por el
prestigio por parte de determinados grupos[109]
a la manera que Cannon[110]
interpretara los tipos de elementos en los entierros a lo largo del tiempo como
parte de una “exhibición competitiva” (competitive display
en el original). En este sentido, podría interpretarse que la ausencia de
ofrendas en algunos casos conviviendo con tumbas con gran cantidad de objetos
suntuarios podría indicar un momento donde la diferenciación social estaría
emergiendo.
Este panorama cambia hacia el PDR II donde se registra[111]
mayor homogeneidad estilística y de las formas cerámicas y donde disminuye la
cantidad y variedad de acompañamiento mortuorio: no hay puntas de proyectil,
cuentas de collar, ni objetos de oro, se redujo la cantidad de fauna y de
artefactos de hueso si bien aumentó la cantidad de objetos de cobre/bronce y
los relacionados al uso de alucinógenos (aumento que resultó estadísticamente
significativo). Esto coincide con un momento histórico en el cual se habría
dado un reforzamiento de los aspectos corporativos de las sociedades[112].
Pareciera que aquello que comenzaba a anunciarse en el
PDR I como posibles competencias en la ostentación de acompañamiento mortuorio,
evidenciado en la tumba 11 de La Isla, por ejemplo, hubiese sido clausurado o
resignificado frente al afianzamiento de las sociedades de tipo corporativas. A
partir del PDR II el acompañamiento mortuorio no reflejaría competencias
individuales sino colectivas o de grupos determinados; se trataría de prácticas
que mantienen el anonimato del poder conservando el control corporativo[113],
o en palabras de Acuto[114]
como una estrategia de vigilancia y control comunal sobre el desarrollo de
potenciales desigualdades. Lo registrado en el complejo A de Los Amarillos
daría cuenta de ceremonias públicas que no exaltarían ni glorificarían a los
gobernantes sino a emblemas corporativos de grupos definidos por criterios como
descendencia o etnicidad[115].
Un punto importante es que durante el PDR II comienzan a destacarse los
espacios destinados al entierro de los difuntos. De acuerdo a lo registrado
hasta el momento, es a partir del 1250 AD cuando comienzan a aparecer sepulcros
sobreelevados, como es el caso de las cistas 1 y 2 en la unidad 400 de Los
Amarillos o las tumbas del Complejo A del mismo sitio. Esta exposición o
carácter público le daba una condición de visibilidad[116]
antes no registrada. También durante este período se presentan por primera vez
áreas segregadas para el entierro. La aparición de espacios exclusivos para el
entierro de difuntos ha sido relacionada en la arqueología funeraria con la
apropiación del territorio por grupos corporativos[117].
En este sentido, se podría postular la existencia de un vínculo entre la
consolidación de un sistema corporativo y la necesidad de establecer derechos
sobre territorios a través de la presencia de los ancestros[118].
Al mismo tiempo no debe desconocerse la conflictividad social registrada[119],
que también explicaría la necesidad de asegurar la territorialidad y con esto
la legitimación asociada al culto a los ancestros.
En síntesis, la aparición de espacios visibilizados
para el entierro de los difuntos podría vincularse al proceso de afianzamiento
de un sistema corporativo, reforzando los vínculos con los ancestros y de esta
manera reafirmando la identidad y pertenencia a un grupo determinado. En este
sentido las prácticas funerarias podrían ser entendidas como la materialización
de la memoria grupal[120].
Esta práctica continuaría en el momento Inca, ya que
los entierros relevados también fueron rasgos positivos sobreelevados, pero
localizados en el ámbito doméstico. En cuanto al acompañamiento cobran
relevancia los elementos de cobre, bronce o plata y los objetos comprendidos en
la categoría otros (objetos de madera, valva de moluscos y pigmentos). Los
metales fueron un bien preciado por el Tawantinsuyu como indicador de prestigio
y utilizados en las alianzas políticas establecidas con las autoridades de los
lugares que iban anexando[121].
Es posible interpretar que su incremento en las tumbas se relacione con los
cambios a nivel político y especialmente con el fortalecimiento de líderes
locales que se vincularían con el imperio de diversas formas.
Conclusiones
A partir de la información disponible se ha intentado
señalar la importancia que tuvieron los ancestros materializados en los
contextos funerarios, tanto en su estructura, emplazamiento y contenido que los
acompañaba. En algún momento cercano al PDR II se cristaliza su lugar
preponderante en la reproducción del sistema, aunque su historia recorre los
distintos momentos de los pueblos que habitaron la quebrada de Humahuaca.
En todos los períodos se registra el entierro en
espacios domésticos. El hecho de enterrar en un espacio donde transcurre la
vida cotidiana permite ver su distribución en el espacio como acto de
permanencia del difunto cerca de los vivos, hecho que podría dar cuenta que el
mundo de los muertos era una parte constitutiva de la experiencia cotidiana,
formaba parte de esa esfera diaria de interacción social[122],
podía convocárselos siempre que fuera necesario “…porque sus
almas (ajayus) son protectoras y mensajeras”[123].
En la utilización de un mismo espacio funerario en el
tiempo, como se ve en aquellas tumbas reutilizadas, los muertos forman parte de
un pasado compartido, donde la memoria juega un rol predominante al vincularse
con aquel espacio que evoca recuerdos[124].
Evidencias de prácticas relacionadas con el culto a los ancestros existen en la
quebrada de Humahuaca desde el período Arcaico, en sitios como Huachichocana e
Inca Cueva[125];
sin embargo, es hacia el PDR II cuando el mismo cobra relevancia
constituyéndose en el argumento legitimador del nuevo orden político –
institucional y a través del cual “se fundaban (y
negociaban) los aspectos tanto jerárquicos como descentralizados y corporativos
de las formaciones políticas andinas”[126].
Se ha planteado que existía en la región un fuerte
vínculo entre los vivos, los muertos y los restos materiales que los
representaban como componentes fundamentales de la reproducción de la sociedad[127],donde
el pasado era invocado como forma de memoria colectiva que generaba y reforzaba
identidades, a la vez que permitía negociar derechos sobre los recursos[128].
En este sentido, la aparición de cementerios separados de los grandes
conglomerados habitacionales en el PDR II refuerza esta idea, dado que no
dejaron de realizarse entierros en lugares domésticos en simultáneo con los
entierros en cementerios.
Esto apunta a una concepción de la muerte como un
evento no irreversible donde los difuntos tienen un rol activo en la vida
social de su comunidad, de allí la práctica de darle de comer y beber a los ancestros[129],
registro que posiblemente ha quedado en las vasijas que acompañan a la mayor
parte de los entierros y en todos los períodos como hemos visto en este trabajo.
Ingresó: 24/02/16
Aceptado: 14/09/16
PRÁCTICAS MORTUORIAS EN
QUEBRADA DE HUMAHUACA
CA. 500-1550 AD.
Este trabajo propone un acercamiento a las prácticas
mortuorias de los pueblos de la quebrada de Humahuaca entre ca. 500-1550 AD a
partir del estudio de las tumbas y los objetos depositados como acompañamiento
mortuorio. El estudio de los rituales mortuorios, estructuras funerarias,
contextos de entierro y otras prácticas vinculadas a la muerte, en tanto
prácticas sociales, constituye una interesante fuente de información para dar cuenta
de los procesos de cambio social, diferenciación étnica, identidad y
cosmovisión, entre otros. Se han relevado más de noventa y seis entierros de
los períodos Formativo, Desarrollos Regionales e Inca, registrándose cerca de
mil elementos de acompañamiento funerario que han sido agrupados en categorías
y clases funcionales. Entre los principales resultados hallamos que los
entierros en espacios domésticos reutilizados predominan a lo largo del tiempo
y que la cerámica es el elemento que se mantiene de manera preeminente en todos
los períodos.
Palabras clave: prácticas
mortuorias, cambio social, Quebrada de Humahuaca
Verónica Seldes
María Soledad Gheggi
MORTUARY PRACTICES OF
QUEBRADA DE HUMAHUACA
CA.
500-1500 AD
Mortuary practices of pre-Hispanic peoples of
Quebrada de Humahuaca between ca. 500-1550 AD are approached from the study of
the graves’ characteristics and mortuary objects. The study of mortuary
practices, that is, death rituals, funerary structures, contexts of burial and
other practices related to death, is an interesting source of information that
can account for the processes of social change, ethnic differentiation,
identity and worldview, among others. More than ninety-six burials from the
Formative, Regional Developments and Inca periods were recorded; accounting for
more than a thousand accompanying funerary items which have been grouped into
categories and functional classes. Results show that burials in reused domestic
spaces predominate over time and that pottery is the element that remains
preeminent in all periods.
Verónica Seldes
María Soledad Gheggi
* CONICET, Centro Universitario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. vseldes@gmail.com
**CONICET, Centro
Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica La Rioja
(CRILaR), Anillaco, La Rioja, Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR).
solegheggi@gmail.com
[1]Olive, Leon, “Identidad
colectiva”, en La identidad personal y colectiva,
L. Olive y F. Salmerón (eds.), Cuadernos, UNAM, México, 1994; Seldes, Verónica, “Más allá de la adaptación. La
interpretación del registro bioarqueológico”, en Anuario de
Arqueología, 1, Escuela de Antropología – Facultad de Humanidades y
Artes, Universidad Nacional de Rosario, 2009, pp. 109-118; Seldes, Verónica, Hacia una bioarqueología social. La Quebrada de Humahuaca en perspectiva
histórica, Editorial Académica Española, España, 2012.
[2]Casanova, Eduardo, “La Quebrada de
Humahuaca”, Historia de la Nación Argentina, tomo 1,
Junta de Historia y Numismática Americana, Buenos Aires, 1936, pp. 207 – 249;
Lafón, Ciro René, “Ensayo sobre cronología e integración de la cultura
Humahuaca”, en Runa, IX, Facultad de Filosofía y
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estudio sobre la funebria Humahuaca”, en Runa X,
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del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras serie A
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[3]Acuto, Felix, “The materiality of Inka
Domination”, en Global archaeological theory. Contextual Voices and
Contemporary Thoughts, P.P. Funari, A. Zarankin y E. Stovel (eds.), Kluwer academic,Plenum publishers, 2005, pp. 211 –
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Social Order in Provincial Contexts”, en Revista Chilena de
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muerte y la representación de las personas en las prácticas funerarias del
valle calchaquí norte”, en Comechingonia, 14, Centro de Estudios Históricos Carlos S.A. Segreti, Córdoba, 2011, pp.
23 – 54; Hutson, Scott, “Built space and bad subjects. Domination and resistence at Monte Alban, Oaxaca,
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Archaeological Journal, 3, 1993, Cambridge, pp. 203–229.
[4] Fahlander, Fredrik y Terje Oestigaard, “The
materiality of death: bodies, burials, beliefs”, en The
materiality of death: bodies, burials, beliefs, F. Fahlander y T.
Oestigaard (eds.), BAR International Series 1768, 2008, pp. 1 - 15.
[5] Nielsen, Axel y Lucio Boschi, Celebrando con los antepasados. Arqueología del espacio público en Los
Amarillos, Quebrada de Huamahuaca, Jujuy, Argentina, Mallku, Jujuy,
2007; Gheggi María Soledad y Verónica Seldes, “Evidencias bioarqueológicas de
conflicto ca. 1000 – 1432 en la Quebrada de Humahuaca y el Valle Calchaquí”, en
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Olavarría, 2012, pp. 103 - 115.
[6] Seldes, Verónica, Aportes de
la bioarqueología al estudio de la complejidad y la desigualdad social en la
Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina), Tesis Doctoral Inédita,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2007.
[7] Nielsen, Axel, “Evolución social en Quebrada de Humahuaca (AD 700-1536)”, en Historia Argentina prehispánica, A.E. Nielsen y E. Berberián (eds.), tomo 1, Editorial Brujas, Córdoba, 2001, pp. 171-264; Nielsen Axel, “La edad de los Auca Runa en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina)”, Memoria Americana, 11, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, 2003, pp. 74 – 107.
[8] Aschero, Carlos, “El poblamiento del
territorio”, en Nueva Historia Argentina, vol. I,
M. Tarragó (ed.), Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2000, pp. 17-59; Fernández
Distel, Alicia, “Las Cuevas de Huachichocana, su posición dentro del
Precerámico con Agricultura Incipiente del Noroeste Argentino”,
en Beiträge zur Allgemeinen und
Vergleichenden Archäologie, N° 8, 1986, pp. 353-430.
[9] Aschero, Carlos, “Iconos, huancas y complejidad en la Puna Sur Argentina”, en Producción y Circulación prehispánicas de bienes en el sur andino, A. Nielsen, M. C. Rivolta, V. Seldes, M. M. Vázquez y P. H. Mercolli (eds.),Editorial Brujas, Córdoba, 2007, pp. 135 – 166.
[10] Nielsen, Axel, 2001, Ob.Cit.
[11] Rivolta, María Clara, “Calle Lavalle y Sorpresa: aportes a la
investigación arqueológica de la Quebrada de Humahuaca”, XXV Aniversario Museo Arqueológico “Dr. Eduardo
Casanova”, Instituto Interdisciplinario Tilcara. Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1996, pp. 129 – 135; Bordach, María Asunción, Laura Dalerba y Osvaldo
Mendonça, Vida y Muerte en Quebrada
de Humahuaca, Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba, 1999; Mendonça, Osvaldo, María Asunción Bordach, Martha
Ruiz y Beatriz Cremonte, “Nuevas evidencias del período agroalfarero temprano
en Quebrada de Humahuaca. Los hallazgos del sitio Til 20 (Tilcara,Jujuy)”, en Comechingonia, 7, Centro de Estudios Históricos
Carlos S.A. Segreti, Córdoba, 1991, pp. 31 - 45; Mendonça, Osvaldo,
María Asunción Bordach, María Esther Albeck y Martha Ruiz, “Ambiente, comunidad
y comportamiento biosocial en el Formativo de Tilcara, Quebrada de Humahuaca,
Jujuy”, en Pacarina 2 (2),
Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 2002, pp. 135 – 147; Rivolta, María
Clara y María Esther Albeck. “Los asentamientos tempranos en la
localidad de Tilcara: Sjuj.Til 22”, en Cuadernos,
3, Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 1992, pp.
86 – 93; Zaburlín, María Amalia, Verónica Seldes y Pablo Mercolli, “Reflexiones sobre los últimos rescates
arqueológicos en Tilcara”, en Problemáticas de la
Arqueología Contemporánea, A. Austral y M. Tamagnini (comps.),
publicación del XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Universidad
Nacional de Río Cuarto, Córdoba, 2006, pp. 325 – 349; Rivolta, María Clara, Verónica Seldes y Pablo
Mercolli, “Ocupaciones tempranas en sectores urbanos de la localidad de Tilcara
(Jujuy, Argentina)”, trabajo presentado en XVII Congreso Nacional de
Arqueología Chilena, Valdivia, 9 al 13 de octubre del 2006.
[12]Barboza, María Carolina, Asunción Bordach,
y Osvaldo Mendonça. “Mandíbulas y sexo: estudio de la manifestación del
dimorfismo sexual en mandíbulas del sitio SJ Til 43 (Tilcara, Jujuy)”, Resumen
de la ponencia presentada a las VI Jornadas Nacionales de Antropología
Biológica, en Revista Argentina de Antropología Biológica
5 (1), 2003, pp. 52.; Bordach et al., 1999, Ob. Cit.; Mendonça et al., 1991, Ob. Cit.; Mendonça et al., 2002, Ob. Cit.
[13] Bordach et al., 1999, Ob. Cit.; Mendonça et al., 1991, Ob. Cit.; Mendonca et al., 2002, Ob. Cit.; Rivolta et al., 2006, Ob. Cit.; Seldes, Verónica, 2007, Ob. Cit.
[14] Nielsen Axel, 2001, Ob. Cit.
[15] Casanova, Eduardo, “Contribución al
estudio de la arqueología de La Isla”, en Relaciones, 1,
Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 1937, pp. 65 – 70; Lafón,
Ciro René, 1967, Ob. Cit.; Pelissero, Norberto, El sitio arqueológico de Keta Kara, Centro Argentino de
Etnología Americana, Buenos Aires, 1995.
[16] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[17] Debenedetti, Salvador “Las ruinas del
Pucará, Tilcara, Quebrada de Humahuaca (Provincia de Jujuy)”, en Archivos del Museo Etnográfico, II,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 1930, pp. 7 – 142, Pelissero, Norberto,
1995, Ob. Cit., Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.; Seldes, Verónica, 2007, Ob. Cit.
[18] Los Pucaras se caracterizan por ser sitios con murallas defensivas. Si bien los asentamientos en la región carecen de esta característica, se mantiene el nombre para aludir a los conglomerados ubicados en lugares de difícil acceso y gran visibilidad.
[19] Nielsen, Axel, 2003, Ob. Cit.
[20] Anomalía climática medieval: se
denomina al cambio ambiental que se dio entre el 1000 AC. y el 1400 DC y que
habría generado una disminución en las precipitaciones y con ello un proceso de
sequía pronunciado. Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[21] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.; Nielsen, Axel y Lucio Boschi, Celebrando con los antepasados. Arqueología del espacio público en Los
Amarillos, Quebrada de Huamahuaca, Jujuy, Argentina, Mallku
Ediciones, 2007.
[22] Nielsen, Axel, “Pobres Jefes:
aspectos corporativos en las formaciones políticas preincaicas de los andes
circumpuneños”, en Contra la tiranía
tipológica en arqueología: una visión desde Sudamérica, C. L. y C.
Gnecco (eds.), Universidad de los Andes,
Bogotá, 2006a, pp.120 – 150.
[23] Nielsen Axel y Lucio Boschi, 2007, Ob. Cit., pp. 52.
[24] Ayllu: constituía la base de las sociedades segmentarias. Administraban de forma corporativa los recursos tales como parcelas de cultivo, agua y pasturas. Se agrupaban en ayllus menores, esto es, centenares de familias que a menudo residían en distintas comunidades y de manera inclusiva en niveles de organización que agrupaban a estos grupos en ayllus mayores, mitades, grupo étnico, confederación”. (Nielsen, Axel, 2006a, Ob. Cit., 126).
[25] Ayllus
entendidos como grupos de parentesco cohesionados por la referencia a un
antepasado mítico o real pero representado en el culto a los ancestros;
Nielsen, Axel, “El periodo de desarrollos regionales en la
Quebrada de Humahuaca: aspectos cronológicos”, en Sociedades
precolombinas surandinas. Temporalidad, interacción y dinámica cultural del NOA
en el ámbito de los Andes Centro – Sur, V. Williams, B. Ventura, A.
Callegari y H. Yacobaccio (eds.), Buenos Aires, 2007a, pp. 235 – 250; Nielsen,
Axel y Lucio Boschi, 2007 Ob. Cit.;
Nielsen, Axel, “Armas significantes: tramas culturales, guerra y cambio social
en el sur andino prehispánico”, en Boletín del Museo Chileno
de Arte Precolombino, 12 (1), Santiago, Chile, 2007b, pp. 9-41.
[26]Ambrosetti, Juan
Bautista, “Resultados de las exploraciones arqueológicas en el
Pukará de Tilcara (Provincia de Jujuy)”, en Actas XXVII Congreso
Internacional de Americanistas, Buenos Aires, 1910, pp. 497 – 498.;
Casanova, Eduardo. “El Yacimiento Arqueológico de Angosto Chico”, en Relaciones, 3, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 1942, pp. 73 – 88; Cigliano, Eduardo, “Investigaciones
antropológicas en el yacimiento de Juella (Depto. Tilcara, Provincia de
Jujuy)”, en Revista del Museo de la Plata (Nueva Serie),
VI (34), La Plata, 1967, pp. 123 – 238; Debenedetti, Salvador, 1930, Ob. Cit.; Garay de Fumagalli, Mercedes, “El Pucará de
Volcán, historia ocupacional y patrón de instalación”, en Los desarrollos locales y
sus territorios. Arqueología del N.O. Argentino y sur de Bolivia”,
B. Cremonte (comp.), Universidad Nacional de Jujuy, 1998, pp. 131-154;
Krapovickas, Pedro, “Un taller de Lapidario en el Pucará de Tilcara”, Runa, IX (1 – 2), Facultad de Filosofía y Letras, UBA,
Buenos Aires, 1958/59, pp.137 – 151; Krapovickas, Pedro, “La instalación
aborigen en “Pucará de Yacoraite”, en Etnía, 10, Museo Etnográfico Municipal
"Dámaso Arce" e Instituto de Investigaciones Antropológicas, Olavarría, 1969, pp.8 – 12; Nielsen, Axel,
2001, Ob. Cit.
[27]Nielsen, Axel Emil y William
Walker, “Conquista Ritual y Dominación Política en el Tawantinsuyu: El caso de
Los Amarillos (Jujuy, Argentina)”, en Sed
Non Satiata. Teoría Social en la Arqueología Latinoamericana Contemporánea,
A. Zarankin y F. Acuto (eds.), Ediciones
Tridente, Buenos Aires, 1999, pp.153-169. Nielsen,
Axel, 2003, Ob. Cit.
[28]Garay de Fumagalli, Mercedes, “El cucho de
Ocloyas. Control e interacción en los valles orientales de Jujuy”, en Cuadernos, 20, San Salvador de Jujuy, 2003, pp.133-150;
Oliveto, Guillermina y Beatriz Ventura, “Dinámicas poblacionales de los valles
orientales del sur de Bolivia y norte de Argentina, siglos XV- XVIII. Aportes
etnohistóricos y arqueológicos”, en Población y Sociedad,
16, Instituto Superior de Estudios Sociales, Tucumán, 2009, pp. 119-150.
[29] Cremonte, María Beatriz y Mercedes Garay de Fumagalli, “Diferentes modalidades de estructuración de la frontera suroriental Inka en el actual territorio de Jujuy”, en Al Borde del Imperio: paisajes sociales, materialidad y memoria en áreas periféricas del Noroeste Argentino, V. Williams y B. Cremonte (comps.), Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2013, pp. 57-74.
[30] Debenedetti, Salvador, 1930, Ob. Cit.
[31] Palma, Jorge, “Aproximación al estudio de una sociedad compleja: un análisis orientado en la funebria”, en Arqueología 3, ICA, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1993, pp.41 – 68.
[32] Por lo general en los trabajos no se específica cuál de los dos minerales fueron utilizados salvo cuando se trata de piezas de oro. La metalurgia de la época incluía principalmente cobre y bronce (Angiorama, Carlos, Producción y circulación de objetos de metal en la Quebrada de Humahuaca en momentos prehispánicos tardíos (900 – 1535 d.C.), Tesis Doctoral Inédita, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán, San Miguel de Tucumán, 2003).
[33] Debenedetti, Salvador, 1930, Ob. Cit.
[34] Seldes, Verónica y Florencia
Botta, “Violence indicators in Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina: The
Regional Development Period from a regional perspective”, en Anthropological Review, 77 (1), Polish Anthropological
Society, Poland, 2014, pp.87 – 109; Gheggi María Soledad y Verónica Seldes, “Evidencias bioarqueológicas de conflicto ca. 1000 – 1432
en la Quebrada de Humahuaca y el Valle Calchaquí”, en Intersecciones en
Antropología, 13, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Buenos
Aires, 2012, pp. 103 - 115.
[35] Bordach et al., 1999, Ob. Cit.
[36] Zaburlín et al., 2006, Ob. Cit.; Seldes, Verónica, 2007, Ob. Cit.
[37] Stuiver, Minze, Reime, Paula, Bard, Edouard,
Beck, Warren, Burr, G, Hughen, Konrad, Kromer, Bernd, McCormac, Gerry, Van Der
Plicht, Johannes, Spurk, Marco, “INTCAL98 Radiocarbon age calibration, 24,000-0
cal BP”, en Radiocarbon, 40 (3), University of
Arizona, 1041-1083.
[38] Nielsen, Axel, Tiempo y Cultura Material en
la Quebrada de Humahuaca
700 – 1650 d.C.,
Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires, 1997.
[39]Rivolta, María Clara , 90 años de investigación en la Quebrada de Humahuaca: un estudio
reflexivo, Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2000.
[40] Stuiver, et al.,
1998, Ob.Cit.
[41]Tarrago, Myriam y María Ester Albeck, “Fechados radiocarbónicos para el
sector medio de la Quebrada de Humahuaca”, en Avances en
Arqueología, 3, Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1997, pp. 101 –
129.
[42]Nielsen, Axel, 1997, Ob. Cit.
[43] Raffino, Rodolfo y Ricardo Alvis, “Las
ciudades Inka en la Sección Andina Meridional de Bolivia y Extremo Boreal de
Argentina”, en El Imperio Inka: actualización y
perspectivas por registros arqueológicos y etnohistóricos, editorial
Comechingonia, Córdoba, 1993, pp. 63-131.
[44] Nielsen, Axel, 1997, Ob. Cit.
[45] Stuiver, et al., 1998, Ob.Cit.
[46] Bronk Ramsey,
Christopher, “Radiocarbon calibration and analysis of stratigraphy: The OxCal
program”, en Radiocarbon 37(2), University of Arizona, 1995, 425-430.
[47] Bronk Ramsey, Chistopher, “Bayesian analysis
of radiocarbon dates”, en Radiocarbon,
51(1), University of Arizona, 2009, pp. 337-360.
[48] McCormac, F. G., A. G. Hogg, P. G. Blackwell,
C. E. Buck, T. F. G. Higham y P. J. Reimer, “SHCal04 Southern Hemisphere
calibration, 0-11.0 cal kyr BP”, en Radiocarbon 46
(3), University of Arizona, 2004, pp. 1087-1092.
[49] Raffino, Rodolfo y Ricardo Alvis,
1993, Ob. Cit.
[50] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[51] Cremonte, María Beatriz y María Soledad Gheggi, “Espacios rituales y cultura material en un sitio arqueológico Humahuaca-Inca (Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina)”, en Revista Española de Antropología Americana 42 (1), Universidad Complutense, Madrid, España, 2012, pp.9-27.
[52] Otero, Clarisa y María Clara Rivolta, “Nuevas interpretaciones para la secuencia de ocupación de Tilcara (Quebrada de Humahuaca, Jujuy)”, en Intersecciones en Antropología 16 (1), Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, 2015, pp. 145-159.
[53] Comprende el
rango de edad entre el nacimiento y el primer mes de vida.
[54] Hammer Øyvind, David A.T. Harper y Paul D. Ryan,
“Past: Paleontological Statistics Software Package for Education and Data
Analysis”, en Palaeontologia Electronica, 4
(1), 2001, pp. 1 - 9.
[55]Bordach, María Asunción, Laura Dalerba y Osvaldo Mendonça, Vida y Muerte en Quebrada de Humahuaca, Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba, 1999.
[56] Zaburlín et al., 2006, Ob, Cit.; Seldes, Verónica, 2007, Ob. Cit.
[58] Debenedetti, Salvador, “Exploración
arqueológica en los cementerios prehistóricos de La Isla de Tilcara”, en Publicaciones de la Sección Antropología, 6. Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 1910; Debenedetti, Salvador, “La XIV
Expedición arqueológica de la Facultad de Filosofía y Letras. Nota preliminar
sobre los yacimientos de Perchel, Campo Morado y La Huerta”, en Publicaciones de la Sección Antropología, 17, Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 1918.Lafón, Ciro
René, 1967, Ob. Cit.; Pelissero, Norberto, 1995, Ob. Cit.; Casanova, Eduardo, “Tres ruinas indígenas en la
Quebrada de la Cueva”, en Anales del Museo Nacional
de Historia Natural "Bernardino Rivadavia", XXXVII, Buenos
Aires. 1933, pp. 255-320.
[59] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit., Pelissero, Norberto, 1995, Ob. Cit.
[60] Seldes, Verónica, 2007, Ob. Cit.
[61] Pelissero, Norberto, 1995, Ob. Cit.
[62] Debenedetti, Salvador, 1910, Ob. Cit.
[63] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[64] Lafón, Ciro René, 1967, Ob. Cit.
[65] Gatto, Santiago, “Exploraciones arqueológicas en el Pucara de Volcán”, en Revista Museo de La Plata (n.s.). Sección Antropología, IV, 18, La Plata, 1946.
[66] Debenedetti, Salvador, 1930, Ob. Cit.
[67] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[68] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[69] Scaro, Agustina y María Soledad Gheggi,
“Entierros de Adultos en Urna en la Quebrada de Humahuaca. Un Caso de Estudio
del Pucara de Perchel. (Dto. Tilcara, Jujuy)”, en Comechingonia,
14, Centro de Estudios Históricos Carlos S.A. Segreti, Córdoba, 2011, pp. 9-22.
[70] Gatto, Santiago, 1946, Ob. Cit.
[71] Debenedetti, Salvador, 1930, Ob. Cit.
[72] Raffino, Rodolfo y Ricardo Alvis, 1993, Ob. Cit.
[73] Marengo, Carmen, “El Antigal de Los Amarillos (Quebrada de Yacoraite, Pcia. de Jujuy)”, en Publicaciones del Instituto de Arqueología, II, Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1954, pp. 5 – 42.
[74] Casanova, Eduardo, 1942, Ob. Cit.
[75] Casanova, Eduardo, 1942, Ob. Cit.
[76] Salas, Alberto, 1945, Ob. Cit.
[77]Suetta, Juan Manuel, “Aportes a la arqueología de Volcán (Provincia
de Jujuy)”, en Antiquitas, 8, Buenos Aires,
1969, pp. 1 – 6; Valda, Martín, Análisis de la tumba Nº1
del cementerio norte (Pukara de Volcán, Periodo de Desarrollo Regional
(Quebrada de Humahuaca, Jujuy). Tesis de Licenciatura Inédita,
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy,
2013.
[78] Angiorama,
Carlos, 2003, Ob. Cit.
[79] Casanova,
Eduardo, 1942, Ob. Cit.; Gatto, Santiago, 1946, Ob. Cit.; Lafón, Ciro René, 1967, Ob. Cit.; Marengo, Carmen, 1954, Ob. Cit.;
Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.;
Palma, Jorge, “Ceremonialismo mortuorio y registro arqueológico. Apuntes sobre
complejidad social”, en Relaciones, XXII/
XXIII, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 1997/98, pp. 179 –
202; Pelissero, Norberto, Arqueología de la Quebrada
de Juella. Dirección Provincial de Cultura de Jujuy, San Salvador de
Jujuy, 1969; Salas, Alberto, 1945, Ob. Cit.
[80] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[81] Pelissero, Norberto, 1969, Ob. Cit.
[82] Cigliano, Eduardo, 1967, Ob. Cit.
[83] Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.
[84] Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.
[85] Seldes, Verónica, 2007, Ob. Cit.
[86] Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.
[87] Gatto, Santiago, 1946, Ob. Cit.
[88] Casanova, Eduardo, 1933, Ob. Cit.
[89] Nielsen, Axel y William Walker, 1999, Ob. Cit.
[90] Nielsen, Axel y Lucio Boschi, 2007, Ob. Cit.; Nielsen, Axel y William Walker, 1999, Ob. Cit.
[91] Cremonte, Beatriz y María Soledad Gheggi,
2012, Ob. Cit.
[92] Cremonte, Beatriz y María Soledad Gheggi, 2012, Ob. Cit.
[93] Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.
[94] Debenedetti, Salvador, 1930, Ob. Cit.
[95] Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.
[96] Existe una punta de proyectil ósea en la Tumba 1 de Esquina de Huajra que fue incluida en la categoría punta de proyectil (Pp).
[97] Cremonte, Beatriz y María Soledad Gheggi, 2012, Ob. Cit.
[98] Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.
[99] Palma, Jorge, 1993, Ob. Cit.
[100] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[101] Lafón, Ciro René, 1967, Ob. Cit.
[102] Lafón, Ciro René, 1967, Ob. Cit.
[103]Cigliano, Eduardo, “Práctica
funeraria en los diferentes entierros del yacimiento arqueológico de Juella
(Prov. de Jujuy)”, en Revista del Instituto de
Antropología, 2-3, Universidad Nacional de Córdoba, 1960, pp.
263-272.
[104] Gatto, Santiago, 1943, Ob. Cit.
[105] Cremonte, Beatriz y María Soledad Gheggi, 2012, Ob. Cit.
[106] Acuto et al., 2011, Ob. Cit.
[107] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[108] Debenedetti, Salvador, 1910, Ob. Cit.; Nielsen, Axel, 2001, Ob. cit.;
Schuel, Karl, 1930, Ob.Cit.
[109] Nielsen, Axel, 2001, Ob. Cit.
[110] Cannon, Aubrey, “The historical dimension in mortuary
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