LOS ITINERARIOS DE CATALINA ALLEN Y CAROLINA MUZILLI.

CUESTIÓN DE GÉNERO Y REFERENCIAS DE CLASE, EN LA PRENSA ARGENTINA (1890 - 1920).

 

Francisco Tomás Longa*

 

 

Introducción

 

El objetivo general del presente trabajo apunta a indagar en las orientaciones y significados de género y en las referencias de clase que se visibilizan en las trayectorias de dos mujeres periodistas: nos referimos a la periodista Catalina Allen y a la también periodista y activista socialista, Carolina Muzilli. El recorte espacio temporal de esta propuesta, se circunscribe a la producción periodística que ambas desarrollaron en Buenos Aires, lugar en el que nacieron y donde sus empresas periodísticas se consolidaron y se volvieron sumamente visibles. El período temporal que abarca este estudio comprende desde finales de la década de 1890 hasta la década de 1920, segmento en el cual son publicadas las iniciativas periodísticas que aquí se analizan.

 

La capacidad de estas periodistas de hacer público un tipo de lenguaje, de preocupaciones y de sentidos en torno al lugar de las mujeres en la sociedad, estuvo atravesada por su lugar como mujeres en el mundo de la prensa. Allen, dirigiendo una revista dedicada a las mujeres que se distribuía junto al diario porteño El Nacional, uno de los de mayor tirada de la época. Muzilli, publicando cuantiosos pasquines, ensayos y declaraciones en el marco de su militancia socialista y llegando, finalmente, a dirigir un periódico dedicado a la problemática de género: Tribuna Femenina. Trabajaremos para ello con las trayectorias de estas dos mujeres, que si bien presentan orígenes socioeconómicos disímiles, ambas llegaron a ocupar un lugar preponderante en la conformación del discurso público de la época. En ese sentido, recuperamos una noción de intervención pública ligada a la creación de discurso público, que presenta un sustrato político en la medida que interviene en el discurso público y contribuye a construir consensos y estereotipos, en este caso acerca del lugar de las mujeres.

 

Al tratarse de dos itinerarios biográficos que transitan por andariveles socioeconómicos distintos, las consideraciones de cada una respecto de las tensiones de clase, del lugar de las mujeres trabajadoras en la sociedad y la vinculación de estas dimensiones con la relación entre varones y mujeres, resultan sumamente relevantes para observar el problema de investigación que nos planteamos. En tal sentido, una de las hipótesis que pretendemos poner a prueba a lo largo de este trabajo son, que el protagonismo empresarial o político-ideológico de estas dos mujeres sirve como punto de transparencia[1] de un conjunto no menor de mujeres protagonistas del debate público de la época[2], sea como emprendedoras en el ámbito privado o como polemistas, periodistas y/o militantes con elevados niveles de referencia en el espacio público. Por otra parte, que las premisas feministas presentadas por Carolina Muzilli coinciden con los postulados de lo que desde la teoría social se caracterizó como el feminismo de la primera ola, con asiento en el igualitarismo de derechos civiles como tratamiento privilegiado para la desigualdad entre varones y mujeres. Otra de las hipótesis que orientan nuestra indagación refiere a que los entrecruzamientos de las orientaciones de género de ambas periodistas marcan puntos de contacto en lo que refiere a algunas ideas y sentidos asociados directamente a la figura de mujer. Finalmente, nos preguntamos si en las referencias de clase que aparecen en las publicaciones y discursos estudiados se observan puntos de distanciamiento entre Allen y Muzilli, lo cual permita entrecruzar las miradas de género y de clase entre ambas autoras.

 

En lo referido a la estrategia metodológica, hemos abrevado por un lado a fuentes secundarias, principalmente en la amplia bibliografía sobre mujer, prensa y activismo femenino en la época delimitada, y por otro a las fuentes directas de la producción escrita por  Allen y Muzilli. Para el análisis de Catalina Allen, nos abocamos principalmente al estudio de los significados aparecidos en La Columna del Hogar, publicación de la cual fue directora, que se distribuyó en el marco del periódico porteño El Nacional, dirigido por su marido, Pedro Bourel. Creemos que allí podemos observar con justeza aquello que Allen direcciona como orientación de género a la vez que nos permite rastrear las referencias de clase. Para el caso de Carolina Muzilli, nos abocaremos al estudio de sus intervenciones públicas, tales como discursos y debates, así como a sus ensayos publicados en revistas de discusión política.

 

Nuestro enfoque metodológico evita la perspectiva exclusivamente comparativa, privilegiando el trazado de dos recorridos independientes entre sí para, hacia el final del trabajo, observar en perspectiva dialógica los recorridos de Allen y Muzilli en función de habilitar puntos de contacto o de distanciamiento sobre el mismo fenómeno: el lugar de las mujeres en un período delimitado de la sociedad argentina; esta perspectiva metodológica es tributaria de algunos ejemplos destacados desde la historiografía reciente[3].

 

 

Cuestión de género y escenarios de prensa en nuestras latitudes

 

En términos generales la teoría social ha periodizado el desarrollo de la cuestión de género a partir de tres grandes ‘olas’ o momentos históricos. La llamada ‘primera ola del feminismo’, que abarca desde principios del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, mostró un escenario donde las reivindicaciones de las mujeres se orientaron principalmente a lograr los derechos sociales de los que ya gozaban los varones. Así, proliferaron las organizaciones de mujeres sufragistas que luchaban por el voto femenino y las organizaciones anarquistas que demandaban derechos sociales para las mujeres[4].

 

Durante el siglo XX, a partir de los desarrollos de Simone de Beauvoir la perspectiva feminista dará un vuelco, cuando en su clásica obra El Segundo Sexo publicada en Francia en 1949, proponga desde una perspectiva cultural un nuevo enfoque para la categoría de mujer. Beauvoir sostendrá allí la alteridad cultural absoluta de la mujer respecto del varón, a la vez que defenderá la tesis de que no se nace mujer sino que se llega a ser mujer[5]. A partir de este renovado enfoque, una serie de desarrollos feministas darán cuerpo a la llamada ‘segunda ola del feminismo’ que tendrá lugar principalmente desde la segunda mitad del siglo XX. En ese marco, los trabajos que intentan conceptualizar cómo se opera el pasaje del sexo al género proliferarán[6]. Desde ese enfoque, que entiende al sexo como socialmente construido, Rubin ha definido al género como “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el que se satisfacen esas necesidades humanas transformadas[7]. Así, los géneros y los sexos son conjuntos de valores elaborados en un contexto histórico a partir de una diferencia fisiológica. Esta diferencia, lejos de ser neutral, trasunta a su vez desequilibrios de poder entre los sexos y se suma a otras formas de las jerarquías sociales[8]. Estas tensiones y relaciones de poder desiguales entre varones y mujeres han sido abordadas en numerosos estudios sobre género, pero será a partir de mediados de los años setenta del siglo XX que los enfoques sobre la cuestión de género ingresarán al ámbito académico con perfil propio, en esa década se produjo “el despegue y consolidación académica de los llamados estudios feministas, estudios de la mujer y, cada día más, estudios de género[9].

 

Hacia finales de la década de 1970 una serie de producciones académicas por un lado y de luchas políticas feministas por el otro, irán configurando un nueva ‘ola’ llamada comúnmente del ‘feminismo crítico o radical’[10]. Esta tercera ola, al calor de los debates que instalaron las perspectivas posmodernas sobre la dilución de las identidades clásicas de la modernidad[11], comenzará a cuestionar fuertemente los esquemas binarios en la perspectiva feminista, que intentaban conceptualizar las diversas dominaciones de género a partir del par indisoluble varón-mujer:

 

Las identidades van a estallar, van a surgir la pluralidad de consideraciones con respecto a las identidades. Esto no solo abarcará a las identidades de los géneros, sino a muchas otras identidades. Toda esta emergencia de los múltiples géneros, que en la actualidad todavía estamos procesando, tiene que ver con la ruptura de las dicotomías. Por ejemplo con respecto a las categorías femenino-masculino[12].

 

Desde este enfoque se comenzará a proponer una serie mucho más amplia y diversa de auto identificaciones de género, dentro de las cuales están contemplados los colectivos trans, lésbicos, gays, travestis e intersexuales. Algunas de las autoras que harán sus mayores contribuciones en esta etapa del feminismo serán sin dudas Judith Butler[13], Nancy Fraser[14] y Seyla Benhabib[15].

 

A pesar de dichos aportes, provenientes del campo de los estudios de género o directamente de académicas de diversas disciplinas ligadas al movimiento feminista, la historiografía presenta una tensión al momento de recuperar la visibilidad y la productividad de las mujeres en la historia. En tal sentido, la producción de historiadoras feministas como Zemon Davis contribuyó a complejizar supuestos acerca de los roles de determinadas mujeres. En su trabajo Mujeres de los márgenes, donde analiza la biografía de tres mujeres desconocidas del siglo XVII[16], demuestra como ellas supieron aprovechar su condición de ‘marginales’ en función de poner en pie exitosos emprendimientos comerciales o profesionales, lo cual les garantizó no solamente el sustento material para sus familias sino también el reconocimiento de sus contemporáneos. El análisis de estas trayectorias logra desmontar algunos supuestos acerca de las mujeres en la Edad Media como la dependencia total del marido[17] o la opresión absoluta frente a los poderes políticos, trabajando una categoría de ‘márgenes’ que a la vez que obtura el acceso a determinados privilegios, habilita la puesta en marcha de estrategias privadas y públicas para mujeres que alcanzan sus objetivos: “en cada caso, la persona se liberó algo de las limitaciones de las jerarquías europeas esquivándolas[18]. Este aporte resultará fundamental como guía metodológica y conceptual para nuestro trabajo, toda vez que intentaremos enfocar las trayectorias de Allen y Muzilli a partir de ese doble juego entre opresión y producción femenina que se ve reflejado en las mujeres biografiadas por Zemon Davis. La obra de Zamon Davis se enmarca en un creciente interés por los estudios biográficos de mujeres, expresado en el análisis de historias de vida y de trayectorias, como los compendiados también por Capel[19], entre los que se destaca el trabajo de Mónica Bolufer sobre la escritora española Inés Joyes y Blake[20] profundizado luego en un trabajo ulterior[21].

 

Más cercano a nuestro objeto de estudio, en términos regionales, algunos abordajes desde la historia social de mujeres de América Latina que revirtieron su situación de vulnerabilidad y construyeron redes de poder y reconocimiento, han sido incorporados en la compilación a cargo de Cicerchia[22]. Dichos trabajos han sido una importante referencia para nuestro enfoque de Allen y Muzilli. Estudios de caso como el de Fraschina[23] acerca de la estrategia de la beata María Antonia de Paz y Figueroa, quien aprovechó los espacios de poder vacantes luego de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, para “diseñar y desempeñar un rol protagónico (…) en la organización de los ejercicios ignacianos[24], permiten reforzar la capacidad de algunas mujeres de torcer el destino de ocultamiento que las estructuras fuertemente patriarcales de la época les proponían. Otro estudio de caso que aporta en el mismo sentido es el de Thompson[25] que se ocupa del recorrido de María Madrid de la Rocha, educadora mexicana de principios del siglo XIX, quien llevó adelante una exitosa –y del todo prematura- huelga por aumento de salarios; a partir de allí la autora sustenta la importancia de la educación en general y de la alfabetización en particular para las mujeres del siglo XIX en México, lo cual les dio “una herramienta para expresarse políticamente en beneficio de su familia, de su comunidad y de ellas mismas”[26].

 

Circunscriptos directamente a la cuestión de género en nuestro país para la época seleccionada, y en particular en relación al ámbito de la cultura y del periodismo, algunos estudios replican esta tensión entre visibilidad y productividad de las mujeres que venimos presentando para los casos europeo y latinoamericano. El principal debate teórico consiste en delimitar entonces, el peso específico real que tuvo la participación de las mujeres en las actividades económicas, políticas o sociales de la sociedad argentina entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

 

Se ha sostenido que la posición de las mujeres en la sociedad de la época significó subordinación respecto del varón, quedando sujetas a realizar principalmente las tareas del ámbito doméstico. Esto se corresponde con lo que Graciela Queirolo denominó la ‘ideología de la domesticidad’, que supuso una normativización de las identidades de género, que atribuyó características racionales a lo masculino, mientras que dejó el campo de la emotividad y la debilidad ligado a lo femenino: “de acuerdo con tales principios, el mundo público fue el campo de actuación para los varones y el mundo privado lo fue para las mujeres[27]. Esta concepción ideológica tuvo su correlato en los textos jurídicos de la época; es preciso recordar que

 

El Código Civil argentino (1869) sancionó la inferioridad jurídica de las mujeres en términos semejantes al Código napoleónico. Las mujeres casadas no podían administrar ni siquiera sus bienes propios, y debían tener autorización marital para educarse, profesionalizarse, ejercer cualquier actividad económica y testimoniar ante la ley[28].

 

Es así que Henault, en clave crítica y feminista, se preguntaba acerca del rol de las mujeres en la historiografía local: “Mientras los hombres guerreaban, ¿qué hacían las mujeres? ¿Qué hacíamos nosotras? Nada, casi nada. La historia apenas nos menciona[29]. Graciela Queirolo, por su parte, ha realizado una sistematización de los trabajos historiográficos que estudiaron el lugar de las mujeres en el mundo laboral de Buenos Aires entre finales del siglo XIX y las primeras cuatro décadas del siglo XX[30]. Allí destaca que la mayoría de los estudios mencionan la presencia de mujeres en el ámbito laboral pero ésta es explicada bajo los criterios de complementariedad con el varón y de transitoriedad en la trayectoria biográfica de las mujeres. De tal forma, el trabajo asalariado fuera del hogar: “fue concebido como una situación de excepción que sólo era legítima en caso de necesidad económica, soltería, viudez o ingresos conyugales insuficientes y que, por lo tanto, no otorgaba identidad a las mujeres, sino que atentaba contra su naturaleza[31].

 

Mientras que la historiografía clásica entonces confina a las mujeres a un lugar secundario en la sociedad, o perimido al ámbito doméstico, otros estudios sugieren que la participación femenina fue mucho más relevante que lo que termina reflejando la actividad académica especializada. En línea con la propuesta de Zemon Davis, desde algunos enfoques recientes de la historiografía referida al primer período del siglo XIX en la región, se ha matizado esta idea de subordinación absoluta de las mujeres destacando que, fuera de algunos aspectos más visibles, las mujeres han tenido un rol importante en la sociedad de la época principalmente en lo que refiere a peticionar ante las autoridades o a apelar al recurso del ‘escándalo público’, como factor de presión respecto de determinadas demandas; éstas referían principalmente al reclamo de mujeres con familias a cargo, que denunciaban a los varones que no cumplían con la cuota de alimentos o con las responsabilidades generales sobre sus hijos[32]. En el marco de esta tensión, Masiello abordó la relación entre mujeres y espacio público en el país durante el siglo XIX a partir de la sistematización de las principales publicaciones ‘femeninas’, tales como periódicos y revistas[33]. A partir de dicho trabajo sostuvo que, contrariamente a lo que se supone, la alta productividad periodística del género puede mostrar el lugar central que jugaron las mujeres en el debate público en este período; así, la producción periodística ‘femenina’ revela otra versión de la historia, en la cual la mujer pelea por sus derechos y toma la iniciativa en los campos de la política y la cultura[34].

En ese marco, se ha destacado que entre las décadas de 1880 y 1890, lejos de pertenecer exclusivamente al ámbito doméstico, las mujeres comienzan a participar “en los sindicatos y en los partidos políticos contestatarios discutiendo sus derechos a los mismos dirigentes, abren puertas en la universidad, tienen sus revistas. Han comenzado a pactar en proyectos comunes[35]. Este panorama se profundiza aún más en lo que refiere a las mujeres de clase trabajadora, las cuales vivieron un cambio importante desde finales del siglo XIX derivado de “la creciente separación entre la orientación al quehacer que dominaba en el desarrollo de las tareas cotidianas del hogar y en las actividades vinculadas con el mundo rural y el trabajo en fábricas y talleres en los ámbitos urbanos[36].

 

En la misma línea, que busca recuperar la relevancia del género en la construcción del debate público durante el siglo XIX, Fletcher realizó una recuperación de algunas figuras femeninas de gran notoriedad y presencia en la arena del debate cultural, principalmente a partir de los casos de Juana Gorriti, Eduarda Mansilla de García y Juana Manso[37]. Estas mujeres ‘públicas’, no obstante, serían según la autora apenas el emergente visible de todo un género silenciado que fue clave en la construcción de la Nación. Esas otras mujeres generalmente anónimas “-viajeras, obreras, militantes políticas, amas de casa, inmigrantes, cautivas, etc.– forman una parte esencial de esta historia no contada, oculta(da) en el polvo acumulado durante el transcurso de estos cien años[38]. En ese sentido coincidimos con Fletcher al señalar que en el contexto de finales de siglo XIX en el país, tomaron estado público un “importante número de mujeres empeñadas en lograr sus propias reivindicaciones disputando un espacio negado de antemano[39].

 

Por otra parte, en lo que refiere al entrecruzamiento de las variables de clase y de género en el estudio del protagonismo de las mujeres en la escena pública en Argentina, a partir de la obra de la escritora Victoria Ocampo, se ha recuperado su idea del ‘proletariado femenino’, según la cual: “las mujeres constituían un grupo social sometido, sin importar ninguna distinción económica[40]. Esto abre un debate acerca del propio concepto de clase, que excede las competencias de este artículo. Al respecto, solamente será mencionado que durante la década de 1990 sobrevinieron una serie de críticas al enfoque de clase que consagró la llamada historia social –que tiene a Edward P. Thompson como principal referente-, ligadas a lo que se denominó un enfoque de ‘historia posmoderna’. El estudio de Eley y Nield[41] da cuenta de estos debates, y termina por proponer una definición de clase con base en los rasgos de la experiencia social y cultural thompsonianos, pero que a la vez integra las dimensiones del poder que reenvían, entre otros, a la obra de Michel Foucault.

 

Referido más precisamente a los estudios sobre el desarrollo de la prensa en Argentina, una serie de trabajos recientes han enfocado tanto en el rol pedagógico como de adoctrinamiento ideológico de algunas publicaciones[42]; otros trabajos se han ocupado de la relación intrínseca entre constitución estatal y constitución periodística[43]. Por su parte, autoras como Paula Bontempo analizaron los estereotipos de mujer en revistas modernista de las primeras décadas del siglo XX en nuestro país[44]. Recientemente, Gallo presentó un completo trabajo sobre el periodismo político femenino en la primera mitad del siglo XX en Argentina, aunque la obra de Carolina Muzilli es mencionada en forma breve[45]. También respecto a la obra de Muzilli, Rey analizó uno de sus textos principales, El divorcio, y destacó el rol de la autora en el debate político nacional de la época, así también como en el ámbito del Partido Socialista al cual perteneció[46].

 

En suma, el estado del arte aquí expuesto, si bien permite reconocer los rasgos patriarcales característicos de la sociedad en el contexto de estudio, también resalta estrategias y formas de irrupción de una cantidad no menor de mujeres en aspectos centrales de la vida económica política y social de la época; las trayectorias que revisaremos a continuación, resaltan las orientaciones de género y las referencias de clase, inscribiéndose en esta línea de reflexión teórica.

 

 

Las mujeres en la escena política de finales del siglo XIX y principios de siglo XX

 

 

 He conocido en Buenos Aires doctoras

 que practican la medicina, la cirugía,

el arte dental, la obstetricia.

Visité una escuela de masajistas y enfermeras,

 fundada y dirigida por una mujer y

 en más de una ocasión escuché discursos

 pronunciados por mujeres diplomadas y laureadas

 (…) no me extrañará que llegue a tener

 antes de mucho tiempo una posición mejor

que la mujer europea colocándose en el justo medio,

objeto de las aspiraciones de la humanidad”.

 Gina Lombroso -año 1908-[47]

 

 

Es consabido que en el período que abarca los años 1880-1914 se produce en Argentina un crecimiento económico exponencial a partir de la consolidación del país como exportador de materias primas. En este contexto, la asunción de la segunda presidencia de Julio Argentino Roca (1898-1904), quien ya había presidido la Nación entre 1880-1886, garantizó la profundización del modelo económico anclado en la base agroexportadora, lo que llevó al país a ser considerado el ‘granero del mundo’; esto se evidencia en el siguiente cuadro, que indica como la siembra de granos en Argentina se multiplicó por diez durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

 

Evolución de la siembra de granos entre 1888-1914 (en hectáreas)

 

 

1888

1895

1907

1914

Trigo

815.438

2.049.683

5.759.987

5.815.856

Maíz

801.583

1.244.182

2.730.500

4.152.000

Lino

121.073

387.324

1.391.467

1.781.223

 

1.738.094

3.681.189

9.881.954

11.749.079

 

Fuente: Alberto Martínez, Tercer Censo Nacional. Levantado el 1° de Junio de 1914. Talleres Gráficos de L. J. Rosso. Tomo VIII “Censo del Comercio. Fortuna Nacional- Diversas, 1917.

 

 

Este crecimiento económico se va a percibir notoriamente en la duplicación del PBI y en la multiplicación por 4 de la población en función de la inmigración, pasando de menos de dos millones de habitantes a comienzos de 1870, a más de ocho millones en 1914[48]. Los conflictos políticos y sociales que atravesaban los países centrales, principalmente de Europa, combinado con el crecimiento que mostraban los países de nuestra región, fueron algunos de los motivos que dieron fundamento a los grandes flujos migratorios hacia nuestras latitudes. La composición social de esas masas migratorias estuvo conformada principalmente por sectores obreros y campesinos, generalmente provenientes de familias pobres[49].

 

En dicho ambiente político, la escena social de Buenos Aires hacia finales del siglo XIX será un campo gobernado principalmente por la actividad masculina. Los nombres de los principales empresarios, funcionarios, líderes políticos y hasta referentes de la naciente izquierda, están hegemonizados por varones. Esto, lejos de ser privativo de Buenos Aires, se inscribe en un modelo de sociedad general del mundo occidental y particular de los territorios sudamericanos, que se encuentran en el proceso de transición hacia la consolidación de sus Estados Naciones. En ese marco, resulta comprensible que las principales corrientes políticas contestatarias provenientes de Europa, estuvieran encabezadas por migrantes varones. Sin embargo, el lugar que cada una de esas corrientes le otorgue a las ‘demandas de género’ y al protagonismo mismo de las mujeres, comenzará a crecer al calor de la inserción de éstas en el espacio público. Tal como fue problematizado en el apartado conceptual de este trabajo, la participación de las mujeres en la economía y la sociedad irá adquiriendo un carácter tan importante como velado. Lobato apunta que el crecimiento de las ciudades y la incipiente industrialización fueron dos componentes centrales para la inclusión de las mujeres en la población económicamente activa durante finales del siglo XIX y principios del siglo XX[50]. Podemos citar por caso el censo de 1887 en Buenos Aires, el cual informa que la participación de las mujeres en el trabajo asalariado era del 24,1%, esto sin considerar el trabajo domiciliario. Paulatinamente entonces la mano de obra femenina comenzó a incorporarse en las fábricas y talleres, principalmente en las ramas textiles y alimenticias y, desde la segunda década del siglo XX, también en la industria frigorífica[51]. Las mujeres de clase trabajadora entonces irán horadando la hegemonía masculina en lo referido al mundo obrero asalariado.

 

A la vez, algunas mujeres pertenecientes a la naciente burguesía comercial o directamente ligadas a la oligarquía terrateniente, comenzaron a lograr visibilidad en la palestra política. Tanto en la clase obrera como en las mujeres letradas, corrientes como el anarquismo y el socialismo, comenzarán a hacer mella. Militantes como la francesa Gabriela Laperrière o la rusa Fenia Chertkoff[52], empezarán a influir en mujeres argentinas como en las doctoras Petrona Eyle y Cecilia Grierson, o en Alicia Moreau de Justo, nacida en Londres pero criada en Argentina. Así, se comenzaron a difundir ideas igualitaristas inscriptas en las corrientes político ideológicas mencionadas arriba, lo cual fue configurando un campo militante en crecimiento[53]. Esta recepción y producción de demandas políticas ofrece un punto interesante para el análisis de las tensiones entre producción local y recepción transnacional del conocimiento. Como veremos más adelante, la producción de Muzilli permite sopesar los entrecruzamientos entre el conocimiento político proveniente de las corrientes contestatarias de los países centrales, con la carga ‘vernácula’[54] de conocimiento local. Esta tensión fue planteada por Latour para quien los conocimientos locales y universales no deben ser entendidos como completamente escindidos, sino como formas de construcción que establecen relaciones de mutua dependencia[55]. Los estudios compendiados por Salvatore[56] demuestran que estas tensiones entre conocimientos locales y globales pueden ser rastreadas en figuras y colectivos de la época que nos ocupa, como en el caso de Bruno que, a partir de la figura de Paul Groussac, problematizó los vínculos entre la llamada ‘gran aldea argentina’ y el mundo letrado francés[57].

 

En esta tensión entre producción local y recepción transnacional, comienzan a aparecer en la época delimitada en nuestras latitudes demandas ligadas a la problemática de las mujeres en el ámbito de las organizaciones de izquierda, que son subsidiarias del conocimiento político de izquierda de los países centrales. El Partido Socialista de Argentina, por ejemplo, incorporó orgánicamente definiciones referidas a la cuestión de género a partir de 1912, cuando su X Congreso Nacional resolvió “organizar a las mujeres trabajadores en sindicatos mixtos en las industrias que empleen obreros de ambos sexos y en sindicatos femeninos donde solo haya empleadas mujeres[58]. Estas problemáticas femeninas, como veremos más adelante, tendrán lugar en las publicaciones de Allen y Muzilli.

 

La desigualdad en la retribución salarial entre varones y mujeres, la incapacidad de sufragar, las restricciones legales a las que las mujeres argentinas se veían sometidas en función de la legislación vigente, ayudó a configurar un incipiente movimiento feminista que centró sus disputas en alcanzar aquella igualdad jurídica anhelada. Así, la cuestión de género comenzará a ser tratada en el país desde lo que hemos conceptualizado previamente como el ‘feminismo de la primera ola’, una corriente contestataria y crítica de las desigualdades legales y materiales entre varones y mujeres. Así, la lucha por el voto femenino fue una de las puntas de lanzas del movimiento feminista que en sus inicios tuvo un fuerte componente ‘sufragista’[59]. En suma, el elemento ‘igualitarista’ que buscaba equiparar el estatus legal de las mujeres a aquel que ostentaban los varones, era la marca más característica de las feministas de aquella primera ola. A esta altura, resulta innegable que las mujeres en estos años fueron acrecentando su capacidad de intervención económica y política, lo cual ya ha sido demostrado fehacientemente por Queirolo respecto a la cantidad y diversidad de rubros laborales en los cuales las mujeres se van insertando, tales como los empleos administrativos[60]. Este escenario general, que se densifica en forma particular al sopesar la relevancia que tendrán las dos mujeres elegidas para nuestro análisis, comienza a responder la primera de las hipótesis que acompaña este trabajo.

 

 

Catalina Allen: una columna para la mujer argentina

 

El recorrido de casos que comenzamos a trazar a continuación tiene como objetivo ampliar la base de sustentación del enfoque conceptual y empírico presentado anteriormente, que destaca la amplia participación femenina en la escena económica, social y política del período de tiempo seleccionado. El primero de los casos, como fue dicho, refiere a Catalina Allen. Es del todo representativo que las primeras referencias que encontramos en las fuentes de la época la representen principalmente como la esposa de Pedro Bourel. Sin embargo, tempranamente Catalina Allen de Bourel será considerada como una ‘destacada dama’ de la sociedad de Florencio Varela, en la provincia de Buenos Aires, donde residirá con Bourel y su familia; su presencia en dicho municipio le fue granjeando una consideración pública en función de su dedicación a las “tareas benéficas y devotas[61].

 

En el mundo empresarial de la prensa de finales del siglo XIX, la figura de Pedro Bourel ocupa un lugar central. El mencionado, además de ser diputado por la provincia de Buenos Aires, se hace cargo de la dirección del diario El Nacional en su ‘segunda época’ que abarca desde 1898 a 1899. Fundado en 1831, El Nacional llegó a ser durante varias décadas el diario más importante de la Ciudad de Buenos Aires y, luego del cese de publicaciones por el tiempo de unos meses durante 1898, el diario volvió a ser publicado por espacio de un año y medio más, esta vez dirigido por Bourel. Catalina Allen, coadyuvada a partir de esta empresa marital, comienza a construir su propio camino. Este camino se apuntala principalmente a partir de la puesta en marcha de un verdadero proyecto propio: La Columna del Hogar, una revista semanal dedicada a las mujeres que se distribuye en el marco del diario desde 1899.

 

La Columna del Hogar (en adelante La Columna) comenzó siendo precisamente lo que su nombre indica: una columna. Se trataba de una sección que empezó a publicarse desde el inicio de la ‘segunda época’ del diario El Nacional, es decir en 1898. Pero un año más tarde ya comenzó a publicarse en formato de revista, probablemente en función de la buena recepción de los contenidos de la columna. Así La Columna pasó a ser una publicación que podría ser adquirida en conjunto con la edición del diario o bien de forma separada por medio de una suscripción directa y única: “La Columna del Hogar era un apéndice del diario El Nacional, que venía apareciendo desde 1852. Lo dirigía Catalina Allen de Bourel. Gracias al éxito obtenido se convirtió en revista[62]. A su vez, en el cuerpo principal del diario se transcriben periódicamente algunas columnas y notas de interés provenientes de los números anteriores de La Columna. Como se ve, esta publicación comienza a tomar amplia difusión y su venta parece superar las expectativas iniciales, lo cual es interpretado desde el diario como producto de la originalidad de la temática, dado que las mujeres no tenía un espacio propio en otros diarios de tirada masiva. Así, La Columna será tenida como un acierto en términos de vacancia comercial y periodística: “no hubo antes publicación ninguna que los abordase[63] (…) así nos explicamos el éxito de la columna del hogar, no atribuyéndosele más merito que el de la novedad de sus asuntos[64].

 

La capacidad ejecutiva, intelectual y de gestión que Catalina Allen de Bourel demostró con el éxito de La Columna del Hogar le fue generando reconocimiento público. Esto es así ya que su nombre está asociado tanto a los contenidos de la revista como la factura comercial de la misma, aunque su firma personal no aparezca en las columnas. Los pocos antecedentes académicos que mencionan la existencia de La Columna, señalan a Catalina Allen de Bourel como su directora[65]. El trabajo de Vicens, que estudia los perfiles literarios promovidos por La Columna del Hogar, indica que “los perfiles editoriales más interesantes surgen de la mano de Catalina Bourel[66]. En nuestro trabajo de investigación documental hemos constatado que Catalina Allen de Bourel es cuanto menos parte central de la gesta de la revista desde sus inicios, tanto en su aspecto comercial como editorial. En la edición del 6 de mayo de 1901 se publica: “la señora A. B. de Guillot cooperará en las tareas de la Dirección, que queda, como desde la fundación del periódico, á cargo de la señora Catalina A. de Bourel[67].

 

En la primera página de cada número de la revista se incluye un apartado con los datos editoriales y de imprenta, y allí se aclara que se trata de una publicación ‘escrita y redactada exclusivamente por señoras’. Sin embargo, la cuestión de las firmas con nombres propios es compleja en La Columna: hay notas firmadas únicamente por ‘la redacción’, otras que incluyen nombres propios de mujeres periodistas de renombres, como Amelia Palma o Carolina Freyre Jaimes, y otras firmadas bajo seudónimos como ‘Zelfa’, ‘Sombra’ o ‘La Tía Garabatos’. La primera columna de cada número de la revista se denomina Redacción, y allí se vierten los contenidos editoriales más importantes. Esta columna en general no lleva firma, y está escrita en la primera persona femenina del plural. Cuando no corresponde a la opinión de la dirección de la revista, lleva la firma personal de alguna mujer destacada, como las mencionadas más arriba. Por otra parte, las lectoras que escriben correspondencias a la revista la dirigen en todos los casos ‘a la Señora Directora’, es decir a Catalina Allen. Si bien cuando Allen responde a estas cartas lo hace sin su firma personal, en algunos casos sí contesta desde la primera persona del singular. En otros casos escribe aludiendo a sí misma como ‘La Dirección’, por ejemplo: “la dirección de La Columna del Hogar se propone organizar una biblioteca femenina de obras escogidas de literatura, de pedagogía, y libros para los niños![68].

 

Pero además de estas intervenciones directas, un análisis riguroso de los contenidos de una de las escritoras bajo seudónimo, ‘La Tía Garabatos’, permite suponer que se trata también de la directora. ‘La Tía Garabatos’ es una de las escritoras más asiduas de la revista, y presenta en cada número una columna en donde cuenta anécdotas y cuentos dirigidos a niños y niñas. Esta columna se convierte en un éxito, siendo que durante los cuatro años de la revista aparece en casi todos los números, y recibe numerosas cartas de lectores/as. La evidencia más fuerte que indica que se trata en realidad de Catalina Allen se presenta en el número del 25 de agosto de 1901. Allí, una breve nota aclara: “debido a la enfermedad que aqueja a nuestra Directora, la aparición de La Tía Garabatos queda postergada por unos días[69]. Como se observa, tanto con seudónimo, como desde ‘La Redacción’ o ‘La Dirección’, Catalina Allen de Bourel tiene participación directa en los contenidos de la revista.

 

También hay evidencias que indican que participa en los aspectos comerciales desde el comienzo de la revista. En todos los números aparece en tapa el nombre de una ‘Administradora’. Quien en más números aparece como administradora es Alicia B. de Guillot. Sin embargo, la co-participación de Catalina Allen queda demostrada en publicaciones como: “rogamos a nuestras agentes y subscriptoras (…) que toda la correspondencia, giros, etc. debe dirigirse indistintamente a la señora C. A. de Bourel o A. B. de Guillot, para que pueda ser recibida y atendida inmediatamente[70]. Respecto a los fondos económicos iniciales, un aviso sostiene: “nos permitimos recordar a nuestras subscriptoras que La Columna del Hogar es una publicación fundada y sostenida sin más capital que el esfuerzo personal de sus fundadoras[71]; como ya quedó demostrado, Allen aparece como la principal responsable de la revista desde el comienzo. Por otro lado, la injerencia tanto en los contenidos como en los aspectos económicos de la revista, queda cómicamente expuesta en otra columna, referida a los atrasos en los pagos de las subscripciones a la revista: “es preciso que todos se adelanten á pagar, sin esperar que se les recuerde la deuda, ó en caso contrario, La Tía Garabatos, calladita la boca, suspenderá la remisión del periódico[72].

 

Es por todos estos antecedentes que se sostiene que Catalina Allen de Bourel comienza a tener luz propia en el medio periodístico y comercial. Uno de los datos que sustentan nuestra hipótesis de trabajo, acerca de la capacidad de gestión en términos empresariales de la periodista, tiene que ver con el éxito editorial que alcanzó su revista. Mientras El Nacional se publicará por última vez en 1899, La Columna continuará siendo editada hasta 1902. Es decir que, la revista que comenzó como un apéndice del periódico terminó teniendo una mayor duración que este mismo. En cuanto a vacancia comercial, La Columna terminó por ser más exitosa que el propio diario a partir del cual surgió. Estos datos permiten entender cómo Catalina Allen fue ‘ganándose un nombre’ en el espacio público, más allá de ser ‘la mujer de Pedro Bourel’. Este renombre queda demostrado, por ejemplo, en las repercusiones que tuvo su visita a la ciudad de La Plata durante el año 1904, la cual motivó un titular en portada del importante diario El Día, de la capital bonaerense, que consignaba: “Desde hace varios días se encuentra en esta ciudad la señora Catalina Allen de Bourel, directora de la revista "La columna del hogar"[73]. Esta repercusión periodística evidencia la importancia que tuvo el nombre de Catalina Allen, en la medida que su visita a La Plata ocurre 2 años después de la salida del último número de La Columna; y sin embargo, ella continúa siendo reconocida como ‘la directora de La columna del hogar’. Otro ejemplo de este renombre se encuentra, un año más tarde, cuando la reconocida compositora musical Alcira Hernández de Videla, le dedica a Allen en la primera hoja la edición de una de sus obras de canto y mímica[74].

 

Así, consideramos que el éxito de La Columna como empresa periodística y económica, y la relevancia del nombre de Catalina Allen a partir de este éxito, son puntos de transparencia que visibilizan roles destacados de las mujeres en el contexto social y económico del período estudiado. La propia trayectoria de Allen entonces permite reforzar la perspectiva conceptual más reciente en el campo de la historiografía, a la que adscribimos, según la cual existió una participación activa de un conjunto importante de mujeres en la sociedad y el mercado de la época; participación que no tuvo desde la historiografía clásica una visibilización acorde a su peso específico, presentando por el contrario un esquema hegemonizado exclusivamente por los ‘nombres propios’ masculinos. En este caso, si bien Allen no se inscribiría dentro de las corrientes feministas presentadas más arriba, su trayectoria sí podría demostrar cómo las mujeres comenzaron a abrirse camino en un territorio principalmente masculino; con ello, al igual que las mujeres estudiadas por Zemon Davis que “no consideraron la promoción de la mujer su meta principal, pero sus relatos revelan (…) una forma nueva de vivir en los márgenes”[75], la trayectoria de Allen ilustraría una forma novedosa de ir ganando espacio para el género femenino en terreno adverso.

 

En lo que respecta a la indagación de otra de nuestras hipótesis, para observar los sentidos, orientaciones y contenidos respecto de la cuestión de género presentes en Catalina Allen, en este trabajo nos centraremos en el análisis de los contenidos periodísticos de La Columna del Hogar, por considerarla una fuente privilegiada a partir de la cual comprender y analizar qué tipo de cuestiones son asociadas, según la autora, al lugar de las mujeres en la sociedad. Buscaremos analizar esos contenidos desde una mirada que contemple la cuestión de género, tal como fue expuesta en el marco conceptual antes ofrecido. A la vez, los puntos de tensión que se perciban en La Columna del Hogar entre la cuestión de género y las referencias de clase serán puestos en diálogo en función de obtener una mirada de espectro completo respecto de los contenidos promovidos por Allen desde su rol de directora y que nos permita problematizar otra de nuestras hipótesis que sugiere un distanciamiento entre las dos autoras en lo que refiere a los contenidos de clase.

Para el estudio de las orientaciones y referencias en La Columna del Hogar, debemos aclarar primero que en la segunda época de El Nacional, el diario retomó una identidad casi épica en cuanto a su rol de tribuna de debate intelectual y político. La orientación desde la línea editorial deja entrever una autovaloración altamente positiva de sus colaboradores, señalados como lo más alto de la ilustración local: “sus colaboradores de otros tiempos han sentido diremos así, el calor de la arena en que luchaban por los ideales de la patria y de la gloria, y vuelven al viejo diario prestándole su brillante concurso[76]. Es juntamente este periódico, que se auto-publicita como “el diario de la tarde de mayor circulación en el interior y el más económico para la publicación de avisos[77], el que traerá la innovación que lo tornará relevante para nuestro estudio: la incorporación de la ya mencionada entrega La Columna del Hogar, donde se dará cauce a lo que el diario consigna como los ‘problemas de la mujer’.

 

Lo primero que es dable en destacar a la hora de analizar las representaciones de género promovidas por Allen desde esta publicación, es el evidente sesgo doméstico implícito en la denominación de la revista. La elección del nombre La Columna del Hogar por sobre un título que refiera más en general a dimensiones amplias relativas al género femenino, pareciera implicar a priori una homologación directa entre el rol de las mujeres y el ámbito familiar privado. A priori entonces, el título de la publicación se inscribiría en la ideología dominante de la ‘domesticidad’ antes referida por Graciela Queirolo. Sin embargo, la reflexión inicial que aparece en el diario relativa al lanzamiento de La Columna, señala que ésta indagará en “cuestiones de carácter doméstico, económico y social que está abordando La columna del hogar, relacionadas exclusivamente con la mujer[78]. Es cierto no obstante, que al analizar los contenidos generales que pueblan la publicación a cargo de Allen, éstos giran permanentemente sobre ejes que refuerzan la relación directa entre mujer y ámbito doméstico. Las temáticas principales que encontramos en los artículos son: costura, confección, crianza de los hijos, cuidados del hogar, trabajos manuales caseros y grabados. Sumado a eso, las convocatorias de la revista a concursos para adjudicarse premios también profundizan el vínculo entre el sujeto mujer y la actividad doméstica; por caso, a inicios de 1899, El Nacional lleva adelante una promoción para suscriptoras a La Columna, consignando como premios “un abanico una cartera, o media docena de pañuelos, o una muñeca, o media docena de tazas para té o café, o una bandeja de fantasía con copitas[79]. O como se evidencia en un número de mediados de 1898, donde al difundir juegos para el hogar se homologan algunos objetos del ámbito doméstico a la identidad femenina: “el siguiente experimento es a propósito para las niñas puesto que en su ejecución entran elementos que son de su uso exclusivos: un alfiler, una horquilla[80]. O en la publicación constante de artículos referidos a las manualidades caseras, como los titulados “Para hacer desaparecer las averías de los guantes[81], o “Un  curioso adorno para repisa[82]. Estos ejemplos refuerzan un imaginario de género en donde la relación entre mujer y ámbito doméstico pareciera indisoluble. Sin embargo, María Vicens, quien analizó el lugar de las lecturas en algunas revistas ‘femeninas’ del período de entre siglos, destacó respecto a la sección ‘Bibliografía’ de La Columna que:

 

Si bien los libros reseñados se identifican con una representación tradicional de la lectura femenina, el recorte que realiza La columna del Hogar también tiene su perfil innovador. La mayoría de los libros que recomienda están escritos por mujeres, más precisamente, por mujeres profesionales, en general maestras y directoras de escuela[83].

 

Como ha sido expuesto en el apartado conceptual de este trabajo, la inserción de la mujer en el sector asalariado será creciente hacia finales del siglo XIX. Es así que en los años que nos ocupan asistiremos a un proceso clave en la conformación de las relaciones de género en nuestra sociedad, siendo que se comienzan a integrar en escala masiva a las mujeres al mundo del trabajo, lo que devendrá en un mayor protagonismo público del género femenino combinado con una situación de doble explotación de la mujer por el hombre, tanto en el ámbito privado-doméstico como en el ámbito público-asalariado[84]. Llegamos entonces a un punto de tensión en el rol de las mujeres, el cual comenzará a pivotear entre el ámbito privado y el público; esta tensión no será ajena a la mirada de Catalina Allen. Esta construcción de la mujer en dos planos (donde dialogan una construcción subjetiva de género pero también, evidentemente, de clase) tendrá un correlato innegable en los textos que pueblan La Columna.

 

En ese marco, la irrupción de noticias como “Las costureras y en general las obreras: Su situación precaria” de octubre de 1898, al interior de La Columna, nos permiten dar cuenta de la complejidad de la situación de las mujeres, que comienza a visibilizar problemáticas de clase. Esta situación opera una metamorfosis en las temáticas de la revista, que comienza a representar una mujer trabajadora más allá del hogar, que sufre las consecuencias del mercado laboral. Otro ejemplo de ello es el artículo “El porvenir de la mujer argentina”, en donde se sostiene que las mujeres:

 

Emitimos nuestras ideas y propagamos aquellas ajenas, cuyo móvil sea destruir las seculares ligaduras que amarran á la mujer á extraviadas preocupaciones; vulgarizamos toda prédica que tienda á anular el sistema ilógico que la constriñe en un círculo de acción estrechísimo, impidiendo se despleguen [sic] las manifestaciones de su inteligencia, de su voluntad, de sus aptitudes en general[85].

 

Esto matiza la primera impresión acerca de que las orientaciones relativas a la cuestión femenina en La Columna refieren solamente a resaltar el rol doméstico de las mujeres. Por el contrario, y sostenemos que al calor de la incorporación cada vez más relevante de las mujeres en el ámbito asalariado, la pluma de Allen acompaña ese desarrollo. Inclusive en un primer golpe de vista, podríamos destacar que las notas periodísticas de La Columna relativas a la situación de las mujeres trabajadoras tienen un sesgo que parecería representar algunos de sus intereses.

 

Pero lo más interesante a destacar de la integración de las referencias de clase en La Columna tiene que ver con una mirada que llamaremos ‘misericorde’ respecto de las mujeres. Allen presentará en varias ocasiones una defensa del panorama ‘desolador’ de las mujeres trabajadoras. Apuntando principalmente a los magros salarios y a las condiciones precarias de trabajo, las mujeres en La Columna, adquieren aquí una significación particular: son las que mantienen, a fuerza de un sacrificio particular, parte de la economía no ya solo doméstica sino también nacional. Esto puede apreciarse por ejemplo en las referencias a las “modestas y tímidas obreras”[86] que las convierten automáticamente en sujetos que requieren protección y misericordia. Este perfil misericorde respecto de las mujeres trabajadoras puede enmarcarse en un contexto más general desde la producción cultural de la época. Tomando por caso un ejemplo desde la literatura, en la obra La Babel Argentina de 1886, Francisco Dávila destaca que hay en el país

 

dos clases de mujeres: las de clase alta, que prometen mejorar la raza argentina con la transmisión de valores europeos; y las mujeres de clase obrera, cuyo trabajo como planchadoras, costureras, o lavanderas—extensiones del trabajo doméstico—sostiene la economía nacional[87].

 

Como vemos, la mujer obrera, sufrida, delicada y sentimental, es valorada por sostener la organización familiar puertas adentro del ámbito doméstico, a la vez que por su capacidad de abnegación y sacrificio al momento de salir al mercado laboral, que le asigna casi naturalmente trabajos que sugieren un aire penitente: la costura, la lavandería, la plancha, el cuidado de los niños ajenos. Esa situación de la mujer obrera requiere para Allen, de parte de las mujeres de clases acomodadas, un tratamiento caritativo que ayude a alivianar el peso de su situación de clase, armonizando los antagonismos sociales. La misión de las damas de la alta sociedad era entonces para Allen dar “el ejemplo nobilísimo de exhibir los productos de su inteligencia, investigaciones y trabajo”[88] para alentar así a esas modestas obreras (como las llama Allen) que realizan su honrada labor. Nobles damas y modestas trabajadoras podrían entonces reconstruir el vínculo social entre sí, a partir de la condescendencia caritativa de la burguesía. Como vemos, la mirada de Allen en lo referido a las condiciones materiales de las mujeres trabajadoras está signada por un diagnóstico ‘misericorde’, que implica una condescendencia de los sectores acomodados respecto de las situaciones precarias en las que se veían inmersas las mujeres de la clase trabajadora de la época. A esta mirada se le corresponde en Allen una propuesta ‘caritativa’ que le dé tratamiento, donde las mujeres de la alta sociedad puedan ayudar a reducir las penurias de las mujeres trabajadoras.

 

En suma, las orientaciones y sentidos dispensados por Allen en La Columna en lo relativo a la cuestión de género aluden principalmente a una fuerte homologación entre mujeres y ámbito doméstico. No obstante, en el desarrollo del emprendimiento periodístico, y al calor del clima de época, las temáticas laborales y de clase relativas a las mujeres obreras y al rol profesional de las mujeres en el espacio público comienzan a ganar protagonismo en la publicación. Por otra parte, los contenidos de La Columna van modificándose incluyendo además de artículos domésticos, concursos ligados a productos de costura, recomendaciones de libros escritos por mujeres profesionales y la puesta en debate de la condición precaria de las mujeres obreras. Esta variación temática ha sido justificada por Vicens en la medida que la publicación “va cambiando de perfil en función de lo que percibe como tendencia en el público y la prensa del momento. Para decirlo en pocas palabras: La columna del Hogar está más orientada al consumo y al mercado que sus colegas contemporáneas[89]. En este punto, es la maleabilidad de los contenidos en función de la captación del mercado lo que permite reforzar nuestra hipótesis de trabajo, acerca de la experticia empresarial que Catalina Allen despliega al mando de La Columna.

 

El tratamiento de cuestiones ligadas a las mujeres de las clases bajas y el énfasis en las mujeres profesionales, muestra otra ambigüedad en los perfiles de La Columna. Esto puede responder a que, como sostuvo Gluzman “se trató de una publicación caracterizada por la profunda interacción entre mujeres conservadoras y progresistas[90]. Y es en este sentido que encontramos una verdadera curiosidad en La Columna. En efecto una de las mujeres de perfil profesional que escribió en las páginas de La Columna, fue Gabriela Laperrière de Coni, una periodista francesa que en Argentina fundará el Centro Feminista Socialista del Partido Socialista Argentino. Como se verá en las páginas que siguen, Laperrière de Coni tendrá un rol destacado en la biografía política de Carolina Muzzili, nuestro segundo caso de estudio.

 

Así, los perfiles modernizadores de La Columna destacados por Vicens, articulan miradas de género con referencias de clase. El lugar de las mujeres obreras o de clases bajas, es presentado bajo una perspectiva que denominamos ‘misericorde’, donde sus principales atributos son su inestabilidad económica y emocional. A los desequilibrios de clase que afectan a las trabajadoras, Allen le ofrece un tratamiento caritativo que apunta a armonizar la convivencia social. Esta mirada, a priori, podría ser característica de un anhelo de conciliación de clases que atraviesa el imaginario de algunos sectores de la burguesía de la época. Como vemos, el análisis de las orientaciones de género y las referencias de clase aparecidas en la producción periodística de Catalina Allen otorga un escenario combinado, que permite observar posicionamientos ambiguos y complejos en torno a una imagen de mujer que paulatinamente va ganando nuevos espacios en la sociedad.

 

 

Carolina Muzilli: género y clase, desde la mirada socialista

 

Como ya quedó evidenciado, el rol de las mujeres en el debate público y en la economía y la sociedad entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX fue más relevante que aquel que la historiografía clásica le asignó. No obstante, aquellos apellidos como Grierson o Moreau de Justo, aludían en términos generales a mujeres con niveles de formación universitaria, que lograban sortear el anonimato de género propio de la época. Por el contrario, Carolina Muzilli, periodista y militante socialista, proviene de extracción obrera: “mi casa era muy humilde, tanto que el advenimiento de una hija mujer no podía inspirar mayor entusiasmo (…) ya que aún trabajando, nuestro aporte sigue siendo muy inferior al de los varones[91]. Si bien por un lado algunos estudios señalan que Muzilli fue autodidacta[92], lo cierto es que, si bien no accedió a estudios universitarios, sí cursó en la escuela pública; más aún, lo hizo en una institución de prestigio como la Escuela Normal del Profesorado de Lenguas Vivas[93]. Sin embargo, por la condición obrera de su familia, Muzilli debió trabajar de costurera para costearse sus estudios, en claro contrapunto con sus otras compañeras de estudio: “compartí el aula con niñas ricas, desinteresadas todas ellas por aprender ya que sólo buscaban distraer el aburrimiento de no tener nada que hacer[94]. Así, la formación intelectual y política de esta socialista deberá ser una empresa contra la corriente, en el marco de contextos ajenos a las niñas de su clase social. Pero los registros biográficos señalan un temprano “despertar” de su conciencia social[95]. Y he aquí, en la temprana adolescencia de Carolina Muzilli donde encontramos un primer vaso comunicante entre su biografía y la empresa de Catalina Allen: fue precisamente la mencionada Gabriela Laperrière de Coni, quien había publicado hacia fines del siglo XIX sus opiniones en La Columna del Hogar, “quien la insta [a Muzilli] a estudiar la prensa y la literatura socialistas[96]. Estas influencias llevaron a Muzilli en 1907 -con apenas 17 años-, a solicitar su afiliación al Centro Socialista Femenino de Buenos Aires

 

A partir de allí, y apuntalada desde dos grandes cajas de resonancia como la prensa y los mitines, Carolina Muzilli comenzará a abrirse camino en el mundo de la militancia socialista. Tenida como una ferviente polemista, dotada de una verba incendiaria, Muzilli irradiaba un rayo de conciencia política en un ambiente hegemonizado por varones o a lo sumo por mujeres doctas como las señaladas más arriba. En lo que respecta a los mitines, son abundantes las fuentes que destacan la gran repercusión que generaban sus intervenciones en cafés, plazas o locales partidarios. Una fuente sobre la que trabajamos, que reafirma esta conclusión, son las Actas del Primer Congreso Femenino, llevado a cabo en Buenos Aires en 1910. Dicha fuente, que incluye la desgrabación de cada intervención, además de brindarnos acceso al pensamiento de Muzilli, nos permite sopesar la recepción de sus mociones por parte del resto de las asistentes. Al revisar las Actas se corrobora que las intervenciones de Muzilli, proponiendo mociones y ordenando debates, recibían el beneplácito del resto de la audiencia: “La señorita Carolina Muzilli cree que sería mejor poner en los diarios pequeñas máximas antialcoholistas. La señorita Raquel Messina, se muestra de acuerdo con las ideas de la señorita Muzilli. Se vota la moción presentada por la señorita Muzilli y es aprobada[97].

 

En lo que refiere a su producción escrita, las dos grandes fuentes sobre las cuales se puede abrevar para conocer sus orientaciones en torno a la cuestión de género y sus referencias de clase, son las publicaciones de sus ensayos y las entrevistas que le fueron realizando en publicaciones destacadas de la época tales como P.B.T. y Fray Mocho, entre otras. Sólo por citar un ejemplo destacado de su trascendencia, la edición del 13 de febrero de 1913 del diario La Prensa –insospechado de cualquier simpatía con la izquierda- publicó un extracto de su texto El trabajo Femenino. Además, escribió regularmente en el órgano de difusión del Partido Socialista, el periódico La Vanguardia, hasta llegar a dirigir un periódico propio, Tribuna Femenina, que vio la luz entre 1915 y 1916. Esta panorámica de la producción de Muzilli refuerza la mirada que venimos presentando sobre la producción femenina de la época, destacando el rol de numerosas mujeres protagonistas en ámbitos sociales, económicos y políticos. Se suma, en este caso, la particularidad de una mujer que logró destacarse en la palestra política de la época a pesar de su origen obrero, condición que parecía una limitante para acceder a espacios de reconocimiento periodístico y cultural.

 

En lo que refiere a la sistematización de las orientaciones y sentidos ligados a la cuestión de género que aparecen tanto en sus publicaciones como intervenciones orales, las condiciones de acceso a libertades y derechos para las mujeres ocupan un lugar central. La falta de acceso a derechos que Muzilli considera básicos para la mujer, como el derecho al divorcio[98], a una remuneración equitativa respecto de los varones o a condiciones higiénicas de hábitat y trabajo, son algunos de los tópicos centrales de sus intervenciones. El lugar de las mujeres en la obra de Muzilli está, no obstante, ligado a algunos imaginarios que nos gustaría resaltar críticamente: el cuidado de los niños, el acceso a trabajos en situación precaria, la poca remuneración de las mujeres asalariadas y la desigualdad general de acceso a derechos civiles respecto de los varones, como fue sugerido anteriormente. Es así que pueden observarse en la obra de Muzilli puntos de contacto respecto de las orientaciones y sentidos de género que aparecían en la propuesta de Catalina Allen revisada previamente: la maternidad obligatoria y la situación de ‘fragilidad’ de la mujer respecto del varón y de las condiciones que impone el mercado laboral, son algunos de los más claros puntos de acercamiento. Desde una mirada crítica, anclada en la cuestión de género, es dable en destacar que la relación madre-hijo adquiere un cariz por demás significativo en Muzilli. Al respecto de las madres de sectores populares observa: “la madre se ve obligada a acallar las necesidades imperiosas de alimentación de los niños con palabras, con promesas y muchas veces con palizas[99]. En el ya citado Congreso Femenino, una de las principales motivaciones de nuestra autora fue la promulgación de la “La Ley sobre el trabajo de la mujer y del niño” la cual contemplaba que sea el Juez de Menores el que conceda el certificado autorizando al menor a trabajar. A la vez, junto a la Doctora Julieta Lanteri, Muzilli organizó el Primer Congreso del Niño en la Capital Federal en 1913, donde presentó su artículo “El trabajo de la mujer y el niño. La madre y el menor obrero. Alcoholismo”.

 

Como se observa, en la obra de Muzilli la cuestión de los niños aparece casi indisociablemente ligada a la mujer. Inclusive cuesta diferenciar sus propios textos sobre la cuestión de la mujer de aquellos que aluden a la situación de los niños y son numerosas las referencias a la maternidad como obligación y al cuidado de los hijos como vocación femenina. Con ello, la reproducción del rol de la mujer indisociado del lugar de madre es palmaria en las orientaciones de género que aparecen en la obra de Muzilli. Leído desde nuestro marco conceptual, esto refuerza su inscripción dentro de la llamada ‘primera ola del feminismo’, desde donde se privilegió la demanda de derechos, al tiempo que se continuaron reproduciendo mandatos que, más adelante, se revelarían también como signos de opresión hacia las mujeres:

 

Aquellas pioneras del feminismo –y luego también las feministas sufragistas de fines del siglo XIX y principios del XX- defendían la condición femenina desde una visión esencialista de la mujer –la maternidad-, y de ese modo asumían de hecho las implicaciones del discurso patriarcal que esencializa y define roles naturalizados para cada sexo[100].

 

Esa división entre los roles estereotipados de género es la que las feministas de la segunda ola pondrán en discusión unos años más tarde:

 

De lo que se trataba (se trata) entonces era (es) de separar la sexualidad de la procreación haciendo del designio de la maternidad una opción y no un destino para las mujeres (…) que las mujeres recuperaran su cuerpo, un cuerpo que bajo el mandato de la maternidad obligatoria (incluido dentro de la norma de la heterosexualidad obligatoria) era un cuerpo para otros[101].

 

No obstante, coincidimos con Nari en tanto que la obra de estas ‘feministas maternalistas’, tal como las denomina, contribuyó decisivamente en la conquista de derechos para las mujeres, así como en regulaciones que favorecieron la protección de niños en condiciones insalubres de trabajo[102].

 

El segundo de los aspectos centrales en la orientación de género de Muzilli que ofrece puntos de contacto con Allen refiere a la fragilidad de la mujer. Esta fragilidad estaba asociada a cuestiones como la falta de resistencia muscular de las mujeres en particular, pero de las clases populares en general. La ya mencionada Queirolo, en su análisis de la inserción laboral de las mujeres en la ciudad de Buenos Aires, utiliza precisamente referencias de Carolina Muzilli para ilustrar las pésimas condiciones de trabajo de las mujeres vendedoras. Para Muzilli, las largas jornadas laborales dañaban los ‘delicados cuerpecitos’ de las vendedoras; según Queirolo, “en esta concepción de Muzzilli se destacaba un determinismo biológico que atribuía a los cuerpos femeninos la necesidad de cuidados especiales para proteger su capacidad reproductiva[103].

 

Es por ello que, sostenemos, también encontramos en Muzilli el sesgo ‘misericorde’ advertido con anterioridad. La mirada misericorde se inscribe en una supuesta deficiencia inmunológica referida a las condiciones precarias de hábitat y trabajo de la clase trabajadora, que deriva en enfermedades tales como la tuberculosis: “enfermedad social que tiene su origen, su asiento, en los conventillos y en los lugares donde se hacina la gente de trabajo[104]. Hay que decir, sin embargo, que la imagen de la ‘pobre obrerita’, fue un estigma de género no solamente compartido por nuestros casos de estudio, sino por un conjunto amplio de actores de la época. Si observamos por ejemplo las representaciones de las mujeres en la prensa gremial, encontraremos un fuerte sesgo patriarcal: “la visión sobre el trabajo de las mujeres y sus consecuencias se construyó bajo la lente de la mirada varonil, pues la prensa gremial fue el resultado de una importante socialización masculina[105]. Esta mirada tendrá algunas excepciones, como la aparición en 1896 de La Voz de la Mujer, periódico anarco-feminista de corte radical que intentaba escapar a esta mirada ‘victimizante’ de la mujer, y que rescataba por el contrario una figura de mujer fuerte, erguida y combativa[106]; pero se trató de casos aislados, en un marco general donde la mujer recibía la mirada contemplativa y misericordiosa, tanto de sus ‘protectoras’ de la alta sociedad, como de sus camaradas de clase.

 

Esta mirada misericorde permite ver que en el caso de Muzilli los contenidos de género y de clase están atravesados en forma transversal. Como se evidencia también en la relación intrínseca que la autora establece entre condiciones de maternidad y de trabajo de las mujeres trabajadoras, donde denuncia que los escasos salarios y la falta de acceso a una vivienda en condiciones de salubridad, van marcando el pulso de la maternidad femenina: “la madre se ve obligada a mezquinar la cantidad de azúcar necesaria al organismo de los niños? (…) una pobre mujer enloqueció por no poder procurar el sustento a sus seis niños. Y ha poco, un mes apenas, la historia se repite en otra madre de familia[107]. Como vemos, la madre, su precariedad y su vocación de cuidado, no pueden leerse sino también a partir de su condición de clase, la cual marca los contornos de una crianza, por caso, sin la cantidad necesaria de azúcar en el organismo. Así, cada referencia a las problemáticas femeninas, es a su vez parte de una alusión más general en torno a la cuestión de clase, la autora cimenta sus posicionamientos a favor de las clases trabajadoras por sobre los ‘ricos’, aludiendo a ejemplos sobre la situación laboral de mujeres y niños. En los textos donde sus preocupaciones se orientan más directamente a las condiciones de trabajo y a la relación entre las familias proletarias y las familias acomodadas, las condiciones de higiene en el trabajo y la debilidad del poder adquisitivo de los salarios tendrán un lugar preponderante: “las fábricas de vidrios y de botellas de Avellaneda y Berazategui cifran sus grandes dividendos en el exceso de resistencia de los pobres niños que, divididos en tres turnos, día a día, (…) rinden tributo a la tan decantada civilización de la sociedad[108]. O en su análisis de la situación impositiva de la sociedad de la época, donde ofrece una fuerte cuestionamiento de clase a partir de ilustrar el lugar de las mujeres “en la aduana, las rejas de arado, las gujas, el hilo, las máquinas de coser que sirven a la obrera para ganarse el pan de cada día, están gravados con fuertes derechos, mientras que los automóviles que sirven para pasear los ocios de los ricos, tienen un gravamen ínfimo[109].

 

No obstante, a diferencia de lo que veíamos en Allen, Muzilli será crítica respecto de la caridad y de las propuestas orientadas hacia la armonización de las tensiones de clase. Para la periodista socialista la caridad era “una industria creada por los poderosos para, so pretexto de la limosna, someter la dignidad de los pobres”[110] Así, critica lo que las damas ricas han denominado el ‘Día de la niña obrera’:

 

Hermosas damas y elegantes niñas, con una sonrisa estudiada quizás cuántos días antes en el espejo, invocan de los pasantes una “limosna” que ha de aliviar la situación de las obreras explotadas en los talleres de cuanto monasterio existe (…) cuánto contraste entre las mujeres ricas que inventan colectas para distraer sus ocios y estas pobres obreras, doblemente explotadas[111].

 

Es así que Muzilli critica tanto a la clases acomodadas que pretenden hacer beneficencia con las mujeres pobres, como también a las feministas que pretenden mejorar las condiciones de las mujeres, pero sin cuestionarse la necesidad de superar la doble explotación de las mujeres, oprimida como proletaria en el marco de la sociedad capitalista y como mujer por el sistema patriarcal: “yo llamo feminismo de diletantes a aquel que sólo se interesa por la preocupación y el brillo de las mujeres intelectuales (…) es hora de que el feminismo deportivo deje paso al verdadero que debe encuadrarse en la lucha de clases”[112].

 

Estos aspectos de la producción de Muzilli permiten a nuestro entender sopesar también la tensión entre producción local y transnacional a la que referíamos anteriormente en función de los aportes de Salvatore[113]. Las demandas que se expresan en la producción de Muzilli recuperan las orientaciones básicas del socialismo de raigambre europea y del feminismo de la primera ola, pero se nutren en efecto de las condiciones de clase y de las relaciones de género particulares de la sociedad argentina del momento. La inserción de la autora en el seno de la intelectualidad de izquierda, como vimos muchas veces liderada por mujeres migrantes de Francia o Rusia, reafirma la tensión sobre la que trabaja Salvatore para dar cuenta de los flujos entre saberes locales y transnacionales: “las elites intelectuales locales requieren y usan una red de contactos internacionales para validar sus demandas de autoridad sobre saberes localizados”[114]. Este movimiento pendular y tensionante que advierte Salvatore en la construcción de conocimientos se advierte con justeza en las intervenciones de Muzilli acerca de la situación de clase y en sus orientaciones de género.

 

En suma, la notoriedad de la obra de Muzilli se asienta en su producción periodística pero también como polemista en general, como militante, y como trabajadora. Su origen socioeconómico obrero demuestra a la vez que no sólo las mujeres doctas lograron visibilidad y reconocimiento público en la época que nos ocupa, sino que también una obrera con vocación autodidacta pudo llegar a dirigir un periódico y a ser citada por diversos diarios y revistas a partir de la difusión de sus ensayos. En lo que refiere a las orientaciones de género, la propuesta de Muzilli estuvo anclada en un igualitarismo en el acceso a derechos civiles entre varones, mujeres y niños, tributario de la primera ola del feminismo; este feminismo contenía sin embargo visos de ‘maternalismo’ en la medida que reproducía el vínculo cuasi obligatorio entre mujer y madre.

 

Al respecto de las referencias de clase aparecidas en la obra de la periodista socialista, la novedad en este caso está dada en función del imbricamiento que observamos entre clase y género. Este imbricamiento muestra, en primer lugar, un sesgo ‘misericorde’ que dispensa la autora respecto de la situación de fragilidad, física y mental, de las mujeres de los sectores populares. En ese sentido, encontramos un punto de contacto respecto de la mirada condescendiente hacia los sectores trabajadores que habíamos destacado en la obra de Allen. No obstante, la principal novedad en el caso de Muzilli aparece al momento que sus referencias de clase están teñidas a la vez de una mirada feminista o, si se quiere, su feminismo aparece en esencia también como clasista. Esto queda claro en la delimitación que marca respecto de la propuesta ‘caritativa’ que los sectores acomodados con sensibilidad social –entre los cuales podríamos inscribir a la propia Catalina Allen- dispensan hacia los sectores populares. Por el contrario el feminismo de Muzilli, enmarcado en la lucha de clases, ejercerá una fuerte crítica al perfil caritativo que deja traslucir la marca de la conciliación entre los intereses antagónicos de las clases sociales de la época.

 

 

Algunas conclusiones finales

 

A lo largo del presente trabajo hemos analizados los entrecruzamientos entre orientaciones de género y referencias de clase presentes en la producción de dos mujeres periodistas, protagonistas de la escena nacional de finales de siglo XIX y principios de siglo XX. Nuestro interés estuvo dado en presentar dos itinerarios independientes, que pudieran aportar una mirada renovada acerca del rol general de las mujeres en la sociedad de la época.

 

En primer lugar, lo analizado en este trabajo confirma la perspectiva teórica reciente expuesta en el apartado conceptual, que sostiene que el rol de las mujeres en el contexto histórico estudiado estuvo lejos de limitarse a la mera subordinación respecto de la dominación masculina; inscriptas sin dudas en un escenario de desigualdad frente a los varones, un conjunto de mujeres de diversas clases sociales lograron reconocimiento y notoriedad pública en el seno de una sociedad decididamente patriarcal. Este reconocimiento integra un campo vasto de acción que va desde la iniciativa privada, mostrando exitosas empresas conducidas por mujeres como en el caso de la publicación La Columna del Hogar a cargo de Catalina Allen, hasta en el campo de la militancia política, confirmado por la notoriedad de los discursos en mítines del Partido Socialista, de publicaciones en órganos de prensa militantes y también en textos periodísticos y ensayísticos, de Carolina Muzilli.

 

En lo que refiere a Catalina Allen, esta conclusión se torna relevante en la medida que desde el estado actual del conocimiento sobre el tema, han sido numerosos los trabajos que destacaron la trayectoria de mujeres principalmente ligadas a la actividad pública de marcado perfil político; la literatura acerca de los aportes a la vida política de la sociedad encarnados en figuras como las mencionadas Juana Manso, Cecilia Grierson o Petrona Eyle es concluyente al respecto. No obstante, la recuperación del protagonismo femenino de la época en el campo de los desarrollos empresariales privados es un terreno poco explorado, al cual este trabajo logra abonar. Como conclusión subsidiaria, la empresa periodística y comercial encarada por Allen, como vimos, logró trascender en éxito de ventas inclusive al periódico de su marido, Pedro Bourel, del cual en un primer momento funcionó como apéndice. Probablemente en función de la capacidad de Allen de editorializar una publicación en modo amplio, haciendo coexistir a voces conservadoras y progresistas, La Columna pudo transcender al periódico El Nacional y recorrer las calles durante cuatro años de existencia: el doble de lo que duró el periódico que la vio nacer. Es en este sentido que el aporte de Allen puede ser tomado también como un avance en lo que refiere al lugar de las mujeres en la sociedad de la época, incluso sin considerarla dentro de corriente feminista o contestataria alguna; Allen, al igual que las mujeres estudiadas por Zemon Davis, logró -tal vez sin una conciencia de género explícita- expandir las fronteras que la sociedad preestablecía para las mujeres. En lo que respecta a Muzilli, la ‘novedad’ en tal caso, está dada en torno a su origen socioeconómico. Las mismas mujeres destacadas más arriba sirven también de contrapunto al momento de analizar el aporte de Muzilli; proveniente de una familia trabajadora y habiéndose granjeado el respeto de la primera plana del activismo socialista de la época, el itinerario de Carolina Muzilli demuestra que una mujer obrera logró hacerse un lugar entre las primeras planas del debate político de la época.

 

Estrictamente ligado a las orientaciones y sentidos de género que se pueden apreciar en las representaciones de ambas mujeres, las conclusiones de este trabajo muestran un escenario complejo y combinado. Por un lado, resaltamos que a pesar de las desiguales procedencias socioeconómicas y de los distintos campos de la actividad personal de Allen y Muzilli, existen puntos en común respecto de las orientaciones de género en cada una. Al respecto podemos identificar tres puntos principales de contacto: la naturalización de la maternidad como destino femenino obligatorio, el cuidado de los niños como vocación social de la mujer y la ‘fragilidad’ de la mujer frente a las condiciones laborales. De entre ellos, la naturalización del vínculo mujer-madre se destaca. En ambos casos también, una mirada que hemos llamado ‘misericorde’ atraviesa las representaciones y sentidos acerca de la mujer en la sociedad que las ocupa. En esta perspectiva las mujeres representan el lugar de la precariedad, de la necesidad y de la fragilidad física y emocional, empalmando con la ideología de la domesticidad que había sido sugerida por Graciela Queirolo. Estas orientaciones de género, no obstante, se constituyen como tales para nuestro propio enfoque como investigadores/as. Respecto de Allen, no se puede afirmar de manera taxativa que sus orientaciones fueran reconocidas por ella misma como propias de las ‘categorías de género’. Sin embargo, en función del estado del arte que nos antecede, hoy podemos incluir sus intervenciones desde La Columna como propias de un discurso destacado para los estudios desde la perspectiva de género, que nutren nuestras miradas del pasado como investigadores/as.

 

Por otra parte, si bien Allen y Muzilli comparten algunos sentidos entorno al diagnóstico acerca de la situación de las mujeres, lo que aparece en cada caso como tratamiento para esas situaciones difiere ampliamente. Los contenidos relativos al lugar de las mujeres en La Columna son variados y diversos, y abarcan desde la situación de las mujeres obreras, hasta la visibilidad de las mujeres profesionales, sobre todo escritoras y periodistas. El perfil ideológico de quienes toman parte en las páginas de La Columna va desde mujeres progresistas hasta mujeres conservadoras. Sin embargo, cuando los contenidos se refieren a la situación de las mujeres obreras, se observa que las orientaciones de Allen privilegian el acercamiento desde el caritativismo, donde la mujer pobre merece la asistencia social y el cuidado de las clases dominantes. Por otro lado, en el caso de Muzilli se observa una delimitación respecto de aquel caritativismo, proponiendo por el contrario regulaciones legales y mejoramientos estructurales para las mujeres trabajadoras. Dicho de otro modo, lo que en La Columna aparece como una propuesta de conciliación de clases, en Muzilli toma el cuerpo del antagonismo de clases que el dogma socialista reconocía para la sociedad de la época. En lo que refiere a la última de las hipótesis que orientaron nuestra indagación, las divergencias de orígenes socioeconómicos de nuestros dos casos de estudio, y los intereses de clase que parecerían representar cada uno, podrían tomarse como factor explicativo de las distintas referencias de clase asociadas con las orientaciones de género que aparecen en las producciones periodísticas de Allen y Muzilli.

 

Es importante resaltar que, al inicio de nuestro trabajo, advertimos marcados contrapuntos entre la proveniencia socioeconómica de ambas autoras. El recorrido por la producción de cada una deja entrever que, si bien ambas terminan por consolidar emprendimientos de prensa, el principal emprendimiento de Allen tiene que ver con una actividad empresarial, mientras que las publicaciones de Muzilli se inscriben en un tipo de periodismo militante y orgánico al Partido Socialista en el cual desarrollaba su activismo. Aún así, si observamos sus recorridos, algunos contrapuntos en sus biografías permiten ser matizados. Esto es así ya que, más allá de las diferentes matrices que revisten a sus publicaciones, ambas terminaron por intervenir en el espacio público de la época y, a sus maneras, por reforzar, deconstruir o problematizar, determinados estereotipos relativos al lugar de la mujer en la sociedad. En tal sentido, ambas intervinieron en el debate público acerca de una temática que, desde nuestra perspectiva teórica, es profundamente política. De todos modos, esto no debería llevarnos a igualar en forma simétrica la vocación explícitamente militante de Muzilli, con la intervención de todos modos política de Allen. Una mirada amplia acerca del carácter político de las intervenciones públicas de ambas mujeres, nos permite acercar posiciones entre dos itinerarios biográficos que, a priori, parecían orientados a destinos contrapuestos. Por otra parte, y como vaso comunicante llamativo, existen puntos de contacto directos entre las trayectorias de ambas mujeres, como respecto de Gabriela Laperrière de Coni, quien tras escribir en La Columna hacia finales de la década de 1890, hacia la segunda década del siglo XX alentará a la joven Carolina Muzilli a adentrarse en el mundo de las ideas socialistas.

 

En suma, creemos que el análisis presentado en este trabajo amplía la base de conocimiento acumulado respecto del lugar de las mujeres en un período particular de la historia de nuestra sociedad, al tiempo que logra trascender los enfoques estereotipados de clase que homologan orientaciones y sentidos en forma mecánica en función de la extracción socioeconómica de los sujetos. Fueron esas referencias directas entre pertenencia de clase y orientación de género las que tratamos de evitar, priorizando por el contrario un abordaje analítico de la producción de cada autora. De esta forma, la búsqueda puesta en sopesar orientaciones y sentidos de la producción oral y escrita de Catalina Allen y Carolina Muzilli, evitó asignarles referencias de clase en forma mecánica; este análisis entonces, aporta a complejizar un escenario muchas veces observado en forma superficial o lineal. De tal forma, las conclusiones que arroja nuestro modelo analítico de estudio nos permiten despejar algunas ideas estereotipadas en torno a los vínculos entre mujeres, clase y prensa en el período histórico analizado.

 

Recibido: 04/08/2015

Aceptado: 06/07/2017

 

 

 

Los itinerarios de Catalina Allen y Carolina Muzilli.

Cuestión de género y referencias de clase, en la prensa argentina (1890 - 1920).

 

 

Resumen

 

En el presente trabajo expondremos algunas ideas e hipótesis a partir del análisis de la relación entre cuestión de género, referencias de clase y prensa, en el período que comprende desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX en Buenos Aires. El análisis recupera los itinerarios de dos mujeres destacadas en el debate público de la época; se trata de Catalina Allen y Carolina Muzilli, ambas responsables de publicaciones periódicas dedicadas a las mujeres. Buscamos con este trabajo narrar otro perfil del espacio social de la época, aparentemente hegemonizado por la presencia masculina, a partir de la irrupción de mujeres cuya personalidad y trayectoria marcaron una grieta en la escena local, criticando y/o reforzando imaginarios acerca del lugar de la mujer y de lo ‘femenino’.

 

Palabras clave: Cuestión de género, prensa, feminismo, Argentina, referencias de clase

 

Francisco Tomás Longa

 

 

 

The itineraries of Catalina Allen and Carolina Muzilli.
Question of gender and class references, in the Argentine press (1890 - 1920).

 

 

Abstract

 

In the present work we will present some ideas and hypotheses based on the analysis of the relationship between gender, class and press references, in the period from the late nineteenth century to the first decades of the twentieth century in Buenos Aires. The analysis recovers the itineraries of two outstanding women in the public debate at that time; They are Catalina Allen and Carolina Muzilli, both responsible for periodical publications dedicated to women. In this work we intend to consider another profile of the social space of the time, apparently hegemonized by the male presence, from the emergence of women whose personality and career marked a crack in the local scene, criticizing and / or reinforcing imaginary about the place of women and the 'feminine'.

 

Keywords: Gender, press, feminism, Argentina, class references

 

Francisco Tomás Longa

 



* CONICET / IDIHCS / UNLP /UNLa. Correo electrónico: francisco_longa@yahoo.com.ar

Agradezco al Dr. Ricardo Cicerchia, cuyas observaciones y sugerencias al primer borrador de este trabajo me ayudaron a mejorar aspectos conceptuales y teóricos.

[1] Tomamos la expresión de la profesora Silvia Adoue.

[2] Es el caso también de Adelia Di Carlo, periodista a cargo de la sección marítima del diario La Argentina, y luego miembro de la importante revista Caras y Caretas, sólo por nombrar algunas.

[3] Zemon Davis, Natalie, Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo XVII, Cátedra, Madrid, 1999.

[4] Maffía, Diana, “Desafíos actuales del feminismo”, 2006, [en línea]

http://dianamaffia.com.ar/archivos/Desaf%C3%ADos-actuales-del-feminismo.pdf [Consulta: 10, noviembre, 2014].

[5] De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1987.

[6] Scott, Joan, “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en James, Amelang y Mary Nash, eds., Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Edicions Alfons el Magnanim, Institució Valencina d´ Estudis i Investigació, Valencia, 1996.

[7] Rubin, Gayle, “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, en Nueva Antropología, vol. 3, núm. 30, México, 1986, pp. 30.

[8] De Barbieri, Teresita, “Sobre la categoría género. Una introducción teórico-metodológica”, en Debates en Sociología, núm. 3, 1993.

[9] De Miguel Álvarez, Ana, “La construcción de un marco feminista de interpretación: la violencia de género”, en Cuadernos de Trabajo Social vol. 18, 2005, pp.243.

[10] Puleo, Alicia, "Feminismo entre la igualdad y la diferencia" en Revista El Viejo Topo, núm. 73, 1994, pp. 25-30.

[11] Bauman, Zygmunt, Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005.

[12] Maffia, Diana, “Desafíos actuales del feminismo”, pp.9, [en línea]

http://dianamaffia.com.ar/archivos/Desaf%C3%ADos-actuales-del-feminismo.pdf [Consulta: 12, diciembre, 2014].

[13] Butler, Judith, “Sexo y género en El segundo sexo de Simone de Beauvoir”, en Mora, Vol. 4. 1998; Judith Butler, El género en disputa, Paidós, México, 2001.

[14] Fraser, Nancy, "La lucha por las necesidades: esbozo de una teoría crítica socialista-feminista de la cultura política del capitalismo tardíoen Debate feminista, núm. 3, pp. 3-40, 1991; Nancy Fraser, "Multiculturalidad y equidad entre los géneros: un nuevo examen de los debates en torno a la “diferencia” en EEUU”, en Revista de Occidente, núm. 175, 1995, pp. 35-55.

[15] Benhabib, Seyla, "El otro generalizado y el otro concreto: la controversia Kohlberg-Gilligan y la teoría feminista", en Teoría feminista y teoría crítica, pp. 119-149, 1990; Seyla Benhabib, "Feminismo y posmodernidad: Una difícil alianza” en Celia Amorós (ed)., Historia de la Teoría Feminista, Dirección General de la Mujer-Instituto de Investigaciones Feministas, Madrid, 1994.

[16] Se trata de Glikl bas Judah Leib, Marie de l`Incarnation y Maria Sibylla Merian.

[17] A partir del caso de Glikl bas Judah Leib y luego que esta enviuda, Zemon Davis destaca que además de lograr remontar con éxito los emprendimientos comerciales que antes estaban a cargo de su marido, Glikl no necesitó la tutela inmediata de un nuevo esposo: “¿Era Glikl poco usual como mujer de negocios? Entre los judíos alemanes se esperaba que las mujeres trabajaran (…) viajar por las ferias no iba en detrimento de la reputación de una mujer, sobre todo cuando hacía tanto dinero como Glikl. En todo caso, suponía más propuestas de matrimonio. Durante más de una década Glikl rechazó todas las ofertas de matrimonio”; Zemon Davis, Natalie, 1999, Ob. Cit.

[18] Zemon Davis, Natalie, 1999, Ob. Cit., pp. 268.

[19] Capel, Rosa María, coord., Mujeres para la historia: figuras destacadas del primer feminismo, Abada, España, 2004.

[20] Bolufer, Mónica, “Inés Joyes y Blake: una ilustrada, entre privado y público”, en Rosa María Capel, Mujeres para la historia: figuras destacadas del primer feminismo, Abada, España, 2004, pp. 27-56.

[21] Bolufer, Mónica, “¿Escribir la experiencia? Familia, identidad y reflexión intelectual en Inés Joyes (s. XVIII)”, en Arenal, vol. 13, Nº 1, 2006, pp. 83-105.

[22] Cicerchia, Ricardo, comp. y ed., Identidades, género y ciudadanía. Procesos históricos y cambio social en contextos multiculturales en América Latina, Abya Yala, Quito, 2005.

[23] Fraschina, Alicia, “Limitando la eficacia del Real Decreto: María Antonia de Paz y Figueroa, beata de la compañía, 1730-1799”, en Ricardo Cicerchia, comp. y ed., Identidades, género y ciudadanía. Procesos históricos y cambio social en contextos multiculturales en América Latina, Abya Yala, Quito, 2005, pp. 139-168.

[24] Fraschina, Alicia, 2005, Ob. Cit., pp. 159.

[25] Thompson, Angela, “Reclamando un lugar en la nación: maestras, educación y las mujeres como ciudadanas en los albores del México republicano”, en Ricardo Cicerchia, comp. y ed., Identidades, género y ciudadanía. Procesos históricos y cambio social en contextos multiculturales en América Latina, Abya Yala, Quito, 2005, pp. 169-190.

[26] Thompson, Angela, 2005, Ob. Cit., pp. 186.

[27] Queirolo, Graciela, “Victoria Ocampo (1890-1979): cruces entre feminismo, clase y elite intelectual”, en La historia enseñada, núm. 13, Universidad Nacional de La Plata, 2009, pp. 135-159.

[28] Barrancos, Dora, “Las mujeres y su “causa”, en Revista Criterio, núm. 2308, Septiembre, 2005, pp. 2. En línea con la legislación de la época a nivel continental, Ramos Escandón demuestra que también en el México de finales del siglo XIX “la legislación que reglamentaba las relaciones familiares fue cada vez más asfixiante para la mujer. Así por ejemplo la mujer al casarse, pierde su capacidad de representación legal”; Ramos Escandón Carmen, “Hijas, esposas y madres pero no ciudadanas. Género y legislación en la nación mexicana (1860-1917)” en Ricardo Cicerchia, comp. y ed., Identidades, género y ciudadanía. Procesos históricos y cambio social en contextos multiculturales en América Latina, Abya Yala, Quito, 2005, pp. 191-210.

[29] Henault, Mirta, “Un esbozo de la actividad productiva de las mujeres”, en Lea Fletcher, comp., Mujer y Cultura en la Argentina del siglo XIX, Feminaria editora, Buenos Aires, 1994, pp. 285.

[30] Queirolo, Graciela, “El trabajo femenino en la ciudad de Buenos Aires (1890-1940): una revisión historiográfica”, en Tema de mujeres, núm. 1, Universidad Nacional de Tucumán, 2004, s/n.

[31] Queirolo, Graciela, 2004, Ob. Cit., pp. 28.

[32] Cicerchia, Ricardo, Historia de la vida privada en la Argentina, Troquel, Buenos Aires, 1998.

[33] Masiello, Francine, La mujer y el espacio público: el periodismo femenino en la argentina del siglo XIX, Feminaria Editora, Buenos Aires, 1994.

[34] Masiello, Francine, 1994, Ob. Cit., pp. 7.

[35] Henault, Mirta, 1994, Ob. Cit., pp. 290.

[36] Lobato, Mirta Zaída, La Prensa Obrera. Buenos Aires y Montevideo (1890-1958), Edhasa, Buenos Aires, 2009, pp.140.

[37] Fletcher, Lea, Mujer y Cultura en la Argentina del siglo XIX, Feminaria editora, Buenos Aires, 1994.

[38] Fletcher, Lea, 1994, Ob. Cit., pp. 8.

[39] Henault, Mirta, 1994, Ob. Cit., pp. 290.

[40] Queirolo, Graciela, 2009, Ob. cit., pp. 137.

[41] Eley, Geoff y Keith Nield, El futuro de la clase en la historia ¿Qué queda de lo social?, Universidad de Valencia, 2010.

[42] Eujanian, Alejandro y Alberto Giordano, "Las revistas de izquierda y la función de la literatura: enseñanza y propaganda", en El imperio realista, núm. 6, 2002, pp. 395-415.

[43] Alonso, Paula, Construcciones impresas: Panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920, Buenos Aires, Fondo De Cultura Económica, 2004.

[44] Bontempo, Paula, “Para Ti: una revista moderna para una mujer moderna 1922-1935”, en Estudios Sociales, núm. 41, 2011, pp. 127-156.

[45] Gallo, Rosalía Edit, Periodismo político femenino, ensayo sobre las revistas feministas en la primera mitad del siglo XX, Buenos Aires, Instituto Cruz del Sur, 2013.

[46] Rey, Ana Lía, “Tempranos reclamos de una ley que tardó en llegar A propósito del texto de Carolina Muzilli “El divorcio”, en Revista Mora, núm. 18, 2011, pp. 173-188.

[47] Testimonio citado en Cosentino, José, Carolina Muzilli, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1984.

[48] Cortés, Conde Roberto, La economía política de la Argentina, Edhasa, Madrid, 2005.

[49] Romero, Luis Alberto, “Los sectores populares en las ciudades latinoamericanas del siglo XIX: la cuestión de la identidad”, en Desarrollo Económico, vol. 27, núm. 106 (Jul.-Sep.), 1987, pp.201-222.

[50] Lobato, Mirta Zaída, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Edhasa, Buenos Aires, 2007.

[51] Lobato, Mirta Zaída, 2007, Ob. Cit.

[52] Ambas eran militantes del Partido Socialista y fundaron el Centro Socialista Femenino entre 1902 y 1916.

[53] Como ejemplo del elevado desarrollo de la militancia femenina de la época podemos tomar en consideración la cuantiosa lista de mujeres activistas consignadas en el reciente Diccionario Biográfico de la Izquierda Argentina, Tarcus Horacio, director, Emecé, Buenos Aires, 2007.

[54] Farred, Grant, “Pensando en vernáculo” en Salvatore Ricardo, comp., Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno, Beatriz Viterbo, Rosario, 2007.

[55] Latour, Bruno, Science in Action: How to follow scientists and engineers through society, Harvard University Press, Gran Bretaña, 1987.

[56] Salvatore, Ricardo, comp., Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno, Beatriz Viterbo, Rosario, 2007.

[57] Bruno, Paula, “Entre el ideal mundo letrado francés y la gran aldea argentina. Paul Groussac y su obra” en Ricardo Salvatore, comp., Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno, Beatriz Viterbo, Rosario, 2007.

[58] Cosentino, José, Carolina Muzilli. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1984, pp. 20.

[59] En el caso de la corriente feminista al interior del anarquismo, por ejemplo, la vocación sufragista no encontró asidero, siendo que el anarquismo en general rechazó la participación en elecciones, impugnando de raíz el modelo representativo de gobierno y proponiendo en cambio mecanismos activos de participación y acción directa en los asuntos comunes de la sociedad.

[60] Queirolo, Graciela, “El mundo de las empleadas administrativas: perfiles laborales y carreras individuales

(Buenos Aires, 1920-1940)”, en Trabajos y comunicaciones, núm. 34, 2008, pp. 129-151.

[61] Instituto Histórico del partido de Morón,  Revista de historia bonaerense, año 4, núm. 13, Asociación de Amigos del Instituto Histórico del Partido de Morón, 1997, pp. 66.

[62] Sosa de Newton, Lily, “Las periodistas”, en Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 639, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional, 2003, pp. 19.

[63] Se refiere a los contenidos ‘femeninos’ que aborda la publicación.

[64] Biblioteca del Congreso de la Nación Argentina (en adelante BCNA), Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Jueves 26 de Enero de 1899, s/n.

[65] Sosa de Newton, Lily, 2003, Ob. Cit., pp. 19; Gluzman, Georgina, “El trabajo recompensado: mujeres, artes y movimientos femeninos en la Buenos Aires de entresiglos”, en Congreso Latinoamericano de Historia de las Mujeres, Universidad Nacional de San Martín, septiembre, 2012, pp. 21.

[66] Vicens, María, “¿Lecturas propias de su sexo? Las revistas femeninas de entresiglos recomiendan libros”, IX Congreso Internacional Orbis Tertius de teoría y crítica literaria, 3, 4 y 5 de junio, ciudad de La Plata, Argentina, 2015, pp. 2, [en línea] http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/ix-congreso/actas-2015/a128.pdf [Consulta: 10, marzo, 2017].

[67] Biblioteca del Museo Histórico Sarmiento (en adelante BMHS), Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 6 de mayo de 1901, pp. 206.

[68] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 28 de agosto de 1900, pp. 388.

[69] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 25 de agosto de 1901, pp. 370.

[70] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 29 de septiembre de 1901, pp. 459.

[71] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 24 de marzo de 1901, pp. 197.

[72] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 29 de septiembre de 1901, pp. 456.

[73] Diario El Día, miércoles 14 de setiembre de 1904, [en línea]

http://www.eldia.com.ar/ediciones/20040914/hace0.asp [Consulta: 20, noviembre, 2014].

[74] Se trata de la obra de 1905 denominada Las mousmés: juego escolar: canto y mímica.

[75] Zemon Davis, Natalie, 1999, Ob. Cit., pp. 266.

[76] BCNA, Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Domingo 30 de Octubre de 1898, s/n.

[77] BCNA, Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Viernes 9 de junio de 1899, s/n.

[78] BCNA, Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Jueves 26 de Enero de 1899, s/n.

[79] BCNA, Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Jueves 26 de Enero de 1899, s/n.

[80] BCNA, Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Domingo 30 y Lunes 31 de Octubre de 1898, s/n.

[81] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 5 de agosto de 1900, p. 349.

[82] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 13 de agosto de 1900, p.357.

[83] Vicens, María, 2015, Ob. Cit., pp. 4.

[84] Gonzales Sierra, Yamandú, Los olvidados de la tierra: vida, organización y luchas de los sindicatos rurales, Nordan Comunidad, Montevideo, 1994.

Un estudio en profundidad de la inserción de la mujer en la clase obrera argentina encontraremos en otro trabajo de la ya mencionada Zaída Lobato, Mirta, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Edhasa, Buenos Aires, 2007.

[85] BMHS, Colección Fondo Patrimonial, Revista La Columna del Hogar, 13 de noviembre de 1900, pp.489.

[86] BCNA, Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Domingo 16 y Lunes 17 de octubre 1898, s/n.

[87] Citado en Masiello, Francine, “Voces de(l) Plata: dinero, lenguaje y oficio literario en la literatura femenina de fin de siglo”, en Fletcher, Lea, comp., Mujer y Cultura en la Argentina del siglo XIX, Feminaria editora, Buenos Aires, 1994b, pp. 38.

[88] BCNA, Sección H.MFIL 114, Diario El Nacional, Domingo 16 y Lunes 17 de octubre 1898, s/n.

[89] Vicens, María, 2015, Ob. Cit., pp. 5.

[90] Gluzman, Georgina, 2012, Ob. Cit., pp. 21.

[91] Testimonio citado en Cosentino, José, 1984, Ob. Cit., pp. 11.

[92] Gallo, Rosalía Edit, 2013, Ob. Cit., pp. 13.

[93] Tarcus, Horacio, 2007, Ob. Cit., pp. 451.

[94] Testimonio citado en Cosentino, José, 1984, Ob. Cit, pp. 14.

[95] Tarcus, Horacio, director, Diccionario biográfico de la izquierda argentina. Emecé, Buenos Aires, 2007.

[96] Tarcus, Horacio, director, 2007, Ob. Cit., pp. 451.

[97] Biblioteca Nacional de Maestros, Sección CAJA 039-03-02, Primer Congreso Femenino, Historia, Actas y Trabajos, Imprenta Ceppi, Buenos Aires, 1911, pp. 354.

[98] En lo que respecta a la cuestión del divorcio, se advierte un claro sesgo anticlerical en el marco de la reivindicación general de igualación de derechos civiles: “El divorcio arrancaría, esta es la palabra, a la mujer del confesionario. ¿Y quién informa, admirablemente, de todas las cuestiones político-sociales, a esa institución cuyo tema es el reino de los cielos, y que por escarnio reina en la Tierra? La mujer”; Archivo Personal del Autor (en adelante APA), Muzilli, Carolina, “Para que la patria sea grande”, en El Pensamiento Argentino, año 1, núm. 3, Agosto de 1918, pp. 6.

[99] APA, Muzilli, Carolina, 1918, Ob. Cit., pp. 6.

[100] Becerra, Marina, “Ciudadanía Femenina y Maternidad en los Inicios”, en Revista Nomadías, Noviembre 2011, Número 14, 59–77, pp. 66.

[101] Brown, Josefina, “Derechos, ciudadanía y mujeres en Argentina”, en Política y Cultura, primavera 2004, núm. 21, 111-125, pp. 119.

[102] Nari, Marcela, Políticas de maternidad y maternalismo político, Biblos, Buenos Aires, 2004.

[103] Queirolo, Graciela, “Vendedoras: género y trabajo en el sector comercial (Buenos Aires, 1910-1950)”, en Estudios Feministas, enero-abril 2014,  Número 22 (1), pp. 29-50.

[104] APA, Muzilli, Carolina, 1918, Ob. Cit. p.12. La enfermedad como elemento de degeneración física, estaba también ligada a deformaciones morales: “el conventillo no solo los ha degenerado físicamente sino que, despertando en los padres todo instinto ancestral de animalidad y las predisposiciones morbosas, los ha degenerado moralmente”; APA, Muzilli, Carolina, 1918, Ob. Cit., pp. 12. Estos vínculos aparecen frecuentemente en la obra de Muzilli referidos tanto a niños como a mujeres; esto debe leerse desde la fuerte impronta higienista de la época, que no fue ajena a la concepción socialista.

[105] Zaída Lobato, Mirta, 2009, Ob. Cit., pp. 141.

[106] “Apareció el primer número de “La Voz de la Mujer”, y claro, ¡allí fué troya! “nosotras no somos dignas de tanto, no señor “¿emanciparse la mujer?” ¿”para qué?” “¿qué emancipación femenina ni que ocho rábanos” “¡la nuestra!” “venga la nuestra primero, y luego cuando nosotros, los hombres, estemos emancipados y seamos libres, allá veremos”; La voz de la mujer Nº 2, 31 de enero de 1896.

[107] APA, Muzilli, Carolina, 1918, Ob. Cit., pp. 7.

[108] APA, Muzilli, Carolina, 1918, Ob. Cit., pp. 10.

[109] APA, Muzilli, Carolina, 1918, Ob. Cit., pp. 6.

[110] Testimonio de Carolina Muzilli citado en Cosentino, José, 1984, Ob. Cit., pp. 15.

[111] Testimonio de Carolina Muzilli citado en Cosentino, José, 1984, Ob. Cit., pp. 105.

[112] Cosentino, José, 1984, Ob. Cit., pp. 18.

[113] Salvatore, Ricardo, 2007, Ob. Cit.

[114] Salvatore, Ricardo, 2007, Ob. Cit., pp. 13.