Revista Andes, Antropología e Historia
Vol. 33, Nº 1, Julio – Diciembre 2022
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https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
JUAN FELIPE IBARRA Y SU LUGAR EN EL
PANTEÓN. DE LOS FESTEJOS POR LOS 100 AÑOS DE LA AUTONOMÍA PROVINCIAL AL AÑO DEL
BICENTENARIO (1920-2020)
JUAN FELIPE IBARRA AND HIS PLACE IN THE PANTHEON. FROM THE
CELEBRATIONS FOR THE 100 YEARS OF THE PROVINCIAL AUTONOMY TO THE BICENTENNIAL
YEAR
Oscar Esteban
Brizuela
Universidad
Nacional de Santiago del Estero
estebanbrizuela27@gmail.com
Fecha de ingreso: 06/12/2021
Fecha de aceptación: 18/08/2022
Resumen
En este artículo se analiza el largo camino y lleno de
peripecias interpretativas que llevó a Juan Felipe Ibarra (primer gobernador
santiagueño) a ser considerado actualmente el padre de la Autonomía Provincial.
Un proceso que tuvo un interesante corolario en 2020 con las celebraciones por
el “Año del Bicentenario” de aquel episodio que separó a Santiago del Estero de
Tucumán.
Como se intentará evidenciar en este trabajo, los
modos de conmemorar cada 27 de abril fueron cambiando a medida que ganaban
terreno las perspectivas “revisionistas” del caudillismo. Desde la
invisibilización de Ibarra en los festejos de 1920 (primer Centenario) hasta su
transformación en “artífice de la autonomía” ya a partir de los años ochenta y
noventa del siglo XX, las batallas interpretativas fueron plasmándose en
iniciativas del estado provincial que se inclinaron por construir un panteón
dominado por el primer gobernador santiagueño.
Palabras clave: Ibarra,
Caudillismo, Bicentenario, Conmemoraciones, Estado provincial
Abstract
This article analyses a long path full
of interpretive setbacks that turned
Juan Felipe Ibarra, the first governor in Santiago del Estero, into the father
of the provincial autonomy. One important corollary to this process through
which Santiago del Estero became fully independent from Tucuman was the
festivities honouring the “Bicentennial Year”.
As this piece of writing attempts to
show, the ways of celebrating each April 27th have been changing while the
reviosionist pointviews of the autocratic leadership were gaining ground. From
Ibarra’s invisibleness in the festivities in 1920 (the first centenary) to his
transition to the “author of autonomy” as of the ’80s and ‘90s in the 20th
century, the interpretive struggles became apparent in the proposals made by
the provincial government, which leant towards building a pantheon ruled by the
first governor in Santiago del Estero.
Key words: Ibarra, Autocratic
leadership, Bicentennial, commemorations, provincial state
Ninguna polémica sobre el pasado se salda definitivamente[1]
En 1998 se publicó un libro que
marcaría un quiebre en las maneras de abordar el fenómeno de los caudillos en
el siglo XIX[2], así
como las características y singularidades del dominio que ejercieron sobre sus
respectivos territorios (las provincias en formación). Estas nuevas
perspectivas obedecían a la renovación historiográfica que el país había vivido
desde el retorno de la democracia en adelante[3].
Por supuesto que el debate sobre los
caudillos ya había sido un tópico recurrente en la historiografía argentina, en
la que no faltaron las aseveraciones fuertes y las polémicas. Tanto Bartolomé Mitre
como Vicente Fidel López –ambos ampliamente reconocidos como los padres
fundadores de la historiografía en nuestro país- se ocuparon de esta cuestión,
aunque con visiones divergentes[4].
La valoración que se hizo de estos
actores políticos estuvo marcada de manera profunda por la categoría formulada
por Domingo Faustino Sarmiento en Facundo: civilización y barbarie.
Sarmiento construyó una imagen del caudillismo que habría de perdurar por largo
tiempo en las representaciones que los historiadores elaborarían de este
fenómeno político-social. Por lo tanto, personajes como “Pancho” Ramírez,
Estanislao López, Felipe Varela
y el “Chacho” Peñaloza, entre otros, quedarían fuera del panteón liberal por
ser considerados los máximos representantes de la barbarie, la crueldad y la
violencia. Justamente, aquel trabajo de Salvatore y Goldman se alejaba de estas
formas tradicionales de abordar el tema.
Consideramos que la historiografía
santiagueña, desde su nacimiento y a lo largo de la primera mitad del siglo XX,
no escaparía a este modelo interpretativo[5].
A contrapelo de lo que hicieron algunas provincias con sus respectivos
caudillos -el ejemplo de Salta con Martín de Güemes es quizá el más notable[6],
aunque también hay que mirar el caso de Santa Fe con Estanislao López[7]-
los historiadores locales se encargarían de reforzar aquella semblanza
marcadamente negativa que se había divulgado del caudillo santiagueño por
antonomasia: Juan Felipe Ibarra.
Esa imagen denigratoria del máximo
caudillo provincial que se había construido con tanto empeño durante décadas
tendrá un interesante correlato en las celebraciones que se realizaron al
llegar, en 1920, el primer centenario de una fecha clave para Santiago del
Estero: la declaración de la Autonomía, es decir, de la separación de la
incipiente República del Tucumán. Esa será la ocasión en que los discursos de
actores políticos clave y los lugares de memoria que fueron centrales en los
festejos nos darán las coordenadas para entender el lugar que Ibarra tenía en
ese entonces en la memoria histórica[8].
Pero sabemos que las lecturas del
pasado no son estáticas -en ese sentido el epígrafe de esta introducción
resulta ilustrativo- y están sometidas a constantes vaivenes relacionados con
el contexto político-social y cultural de cada sociedad. Por supuesto, el
trabajo y la producción de los historiadores no sólo acompaña dichas
fluctuaciones, sino que está condicionado por ellos.
De modo que aquel modelo
interpretativo habría de sufrir profundas mutaciones que se manifestarán con
fuerza en la segunda mitad del siglo XX. Lo interesante de esta nueva lectura
del fenómeno caudillesco, es que tendrá su contrapartida en iniciativas gubernamentales,
tanto del poder legislativo como del ejecutivo. Y el nuevo lugar ocupado por
Ibarra lo podremos ver con toda su fuerza en las publicaciones, discursos y
celebraciones que tuvieron lugar en 2020-2021 por el Bicentenario de la
Autonomía.
Historia, memoria y política
¿Desde qué perspectivas teóricas
analizaremos este fenómeno de las conmemoraciones por el 27 de abril, Día de la
Autonomía en Santiago del Estero, y la vinculación de esta celebración con las
narrativas historiográficas sobre el caudillo Ibarra?
Nos resulta fundamental analizar los
problemas de la construcción de imágenes sociales del pasado, en la que, por
supuesto, participan los historiadores, aunque no con exclusividad. Al respecto,
sostiene Alejandro Cattaruzza: “La interrogación debe ser, en nuestra
opinión, sobre los modos en que una sociedad intenta dar cuenta de su pasado,
inventándolo, imaginándolo, investigándolo científicamente, o aun aboliéndolo”[9].
En relación con el rol que juegan
los historiadores en estos procesos complejos de narración del pasado, el
antropólogo Joël Candau sostiene que “los documentos y archivos son
interrogados en relación con el presente del historiador y no siempre en
función de su contenido”. Y añade: “Por lo tanto, como todo el mundo,
los historiadores están insertos en un trabajo de construcción social de la
memoria”[10]. Esto
es interesante porque pone en evidencia que los profesionales de la historia,
quienes son analizados en este trabajo, no están ajenos a los avatares de su
tiempo al elegir y poner en valor sus objetos de estudio. No son elecciones
guiadas solo por los intereses individuales de cada especialista sino que aquí
operan lo que el mismo Candau denominó “marcos sociales de la memoria”[11].
Por otro lado, pero en la misa línea
esgrimida, nos valemos de los argumentos de la historiadora Marta Philp, directora
de un interesante proyecto de investigación sobre historiografía[12].
Allí se propone indagar en los “usos del pasado” que tuvieron lugar desde las
primeras décadas del siglo XX hasta bien entrado el siglo XXI, en procura de
analizarlos en términos de procesos de legitimación del poder. Dice:
El pasado es uno de los espacios en disputa
en los diferentes momentos políticos. A partir del reconocimiento de la
dimensión política del pasado, los poderes públicos reescriben la historia,
construyen una memoria que pretende ser única, oficial, legitimadora del
régimen político imperante[13].
Nos interesa la cuestión del pasado
como escenario de disputa, y también los cruces entre la Historia, la política,
la memoria y la escritura de la historia (historiografía), vínculos que se
pueden percibir en los problemas que nos planteamos.
Con respecto a la memoria como
objeto de análisis, desde los años ochenta, los historiadores se han enfocado
más detenidamente en la relación entre memoria e Historia como un problema
historiográfico[14].
Elizabeth Jelin, en uno de los
capítulos de su texto fundamental Los trabajos de la memoria, comienza
con una evocación de una idea del filósofo Paul Ricoeur, cuando este dice que
el pasado “ya pasó”, porque es algo que no puede ser cambiado. Pero
queda claro que lo que sí se halla en disputa son “los sentidos del pasado”,
cuya dirección es dada por agentes sociales que se ubican en escenarios de
confrontación y lucha frente a otras interpretaciones, otros sentidos, o contra
olvidos y silencios. La intención, claramente, es establecer una narrativa del
pasado que pueda llegar a ser aceptada[15].
Jelin hace referencia a cómo se
narraron “las historias oficiales” con la conformación de los estados
nacionales y el rol que jugaron los historiadores en este proceso. “En este
punto, el trabajo de los historiadores profesionales ocupa un lugar central,
porque en el mundo moderno, las narrativas oficiales son escritas por
historiadores profesionales”[16].
A lo largo de este trabajo vamos a observar cómo, en el caso del lugar que
Ibarra ocupa en el panteón provincial, los historiadores jugaron un papel
determinante.
Y a propósito de las marcas de la
memoria que se materializan en conmemoraciones y lugares, Jelin dice: “En la
medida en que hay diferentes interpretaciones sociales del pasado, las fechas
de conmemoración pública están sujetas a conflictos y debates”[17].
Entonces ahí aparecen los debates acerca de: ¿qué fecha conmemorar? O también ¿qué
conmemorar en la fecha establecida? En ese sentido veremos en este trabajo que los
festejos por el 27 de abril son la mirilla por medio de la cual analizaremos
las disputas por los sentidos de lo conmemorado.
Y además de las efemérides, dice
Jelin, están los objetos materiales o lugares ligados con acontecimientos
pasados que son elegidos por diversos actores para inscribir esas memorias. Los
llamados “lugares de memoria”.
Al fin y al cabo, una de las
preguntas de fondo que sustenta nuestras indagaciones tiene que ver con cómo se
construyeron los relatos de la historia de Santiago del Estero y de qué forma
esas narraciones consagraron a determinados personajes o héroes en el
imaginario social.
Ibarra, Borges y la autonomía
Juan Felipe Ibarra es actualmente
una figura central en el imaginario cultural e histórico de la provincia. Hay
un departamento que antes se llamaba Matará y hoy lleva su nombre, también un
barrio de la ciudad; el complejo de edificios más altos e imponentes de
Santiago se llama igual. Hay muchos bustos y cuadros en edificios públicos y
plazas de la ciudad en su homenaje, y esto no solo en la capital sino también
en pueblos y ciudades del amplio territorio provincial.
Sin embargo, antes de entrar en los
vaivenes interpretativos que sufrió el lugar de Ibarra en la Historia,
convendría hacer un breve repaso por su biografía y el vínculo que tuvo con
aquel hecho trascendental que fue la autonomía.
Ibarra nació en Matará (Santiago del
Estero) en 1787. Sus padres eran el sargento mayor Felipe Matías Ibarra
(comandante de la frontera del Río Salado) y doña María Andrea Antonia de Paz y
Figueroa. Juan Felipe era el mayor de cuatro hermanos. En 1801 fue enviado al
Colegio Monserrat en Córdoba. Al poco tiempo, debió regresar a su pueblo natal.
Sobre ese episodio de tejieron muchas versiones que algunos historiadores
usaron para castigarlo[18].
Su etapa clave comienza cuando se
incorporó como parte de la 3° Compañía de Patricios santiagueños reclutados por
Juan Francisco Borges en 1810. Luego se incorporó al Ejército del Norte, un
lugar fundamental para adquirir experiencia militar pero también dar pasos
significativos en cuanto a su sociabilidad política[19].
Allí conoció a muchos de los actores políticos que fueran sus aliados o
enemigos en el tiempo por venir. Estuvo a las órdenes de Francisco Ortiz de
Ocampo, Juan Martín de Pueyrredón, José Rondeau, José de San Martín y Manuel Belgrano.
Este último lo nombró como uno de sus ayudantes de campo, agregado al estado
mayor. Después, Belgrano creó la Comandancia General de Fronteras en el fuerte
santiagueño de Abipones, donde Ibarra fue destinado en 1817.
En 1820 fue elegido gobernador
provincial luego de que se declarara la autonomía santiagueña. Aquí es
importante detenerse porque en este proceso Ibarra cumplió un papel militar
significativo para que Santiago pudiera concretar el paso de separarse de
Tucumán, gobernación a la que pertenecía desde 1814.
En el contexto del complejo año 20,
Tucumán decidió encarar el experimento político de crear la República del
Tucumán, que estaba al mando de Bernabé Araoz e incluía a las jurisdicciones de
Santiago del Estero y Catamarca. Frente a esto, empezó a crecer el malestar de
los cabildantes santiagueños por irregularidades en las elecciones para enviar
representantes a la naciente República. Y entonces decidieron convocar a
Ibarra. Este era ya un líder con carrera militar, que conocía perfectamente el
territorio santiagueño y que había sabido tejer buenos vínculos con otros
personajes importantes de la política de aquella época.
Fue así que Ibarra, a fines de marzo
de 1820, vino de Abipones, entró en la ciudad y lideró los enfrentamientos con
las tropas tucumanas al mando del capitán Echauri. Es allí cuando se producen
las memorables escaramuzas alrededor de la Iglesia de Santo Domingo, en el centro
de la ciudad, que finalizan con la victoria por parte de las tropas de Ibarra.
De esta manera, Ibarra llegó a la gobernación y semanas después, el 27 de
abril, una asamblea de vecinos declaró la Autonomía[20].
Lo que se debe remarcar aquí es que
unos años antes, otro líder político santiagueño ya había hecho dos intentos
por concretar la separación de los tucumanos. Nos referimos a Juan Francisco
Borges, y su primer levantamiento en septiembre de 1815 y el segundo intento en
diciembre de 1816. El aplastamiento de estos movimientos separatistas culminó
con el fusilamiento de Borges, su cabecilla, el 1 de enero de 1817.
Volviendo a Ibarra, después de
colaborar militarmente para que se concretara la autonomía, este ocupó el poder
ejecutivo provincial desde 1820 hasta su muerte, en julio de 1851, con breves
períodos fuera del poder. Es decir, ocupó la gobernación por mayor tiempo que
Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires, Estanislao López en Santa Fe, Celedonio
Gutiérrez en Tucumán y Manuel López en Córdoba.
Una tendencia denigratoria
Desde el nacimiento de la
historiografía argentina la figura de Juan Felipe Ibarra y de los caudillos
provinciales en general, estuvieron en el centro de las impugnaciones. En el
caso de Ibarra, su gobierno y su personalidad sirvieron para que quienes se ocuparan
de él lo castigaran con variados argumentos. En las primeras versiones de
nuestra historia no había lugar para el rescate de hechos positivos de su larga
permanencia en el poder. Ejemplos de esta postura son los trabajos publicados
en la segunda mitad del siglo XIX, entre los que se destacan la biografía
escrita por Juan Ramón Muñoz; las menciones de Antonio Zinny en el ya clásico Historia
de los gobernadores de las provincias argentinas, y las páginas cargadas de
adjetivos peyorativos con que Vicente Fidel López describe los años de gobierno
del caudillo santiagueño[21].
La mayoría de los representantes de
la historiografía santiagueña de la primera mitad del siglo XX encararon los
estudios sobre la época de Ibarra con el mismo espíritu de los autores
mencionados. Estamos haciendo referencia a los escritos de Baltasar Olaechea y
Alcorta (1857-1934), Andrés Figueroa (1867-1930) y Alfredo Gargaro (1893-1963),
quienes forman el núcleo principal de lo que denominamos una “tendencia
denigratoria” en el tratamiento que se le da al caudillo, pues vieron
condensada en su figura la máxima expresión de la barbarie[22].
¿Por qué llamamos “denigratoria” a
esta tendencia? Porque en efecto la caracterización hecha del caudillo tendrá
tintes hasta grotescos por el empeño que pusieron estos autores por colocar a
Ibarra en el lugar del oprobio y el mal.
En 1920, cuando se cumplía el
centenario de la autonomía de la provincia, Andrés Figueroa publicó por tal
motivo, La autonomía de Santiago y sus fundadores. El gobierno colaboró
con la edición de este volumen que hasta hoy es uno de los más completos en
cuanto a documentación se refiere sobre este proceso. Figueroa es un
historiador recordado por organizar el Archivo de la provincia y por ser uno de
los más conspicuos representantes de la Nueva Escuela Histórica a nivel
local.
En el retrato de Figueroa ofrecido
por el historiador Daniel Guzmán, nos presenta a este como una personalidad que
da sus primeros pasos como periodista y político, que ocupa varios cargos
durante fines del siglo XIX hasta llegar a Jefe General de Policía en 1901[23].
Más adelante, sobre todo a partir de su asunción al frente del archivo en 1916,
su actividad se volcará principalmente a la producción histórica.
En el libro mencionado, el autor
ofrece una colección de biografías, entre ellas la de Ibarra y la de aquellos
firmantes del acta de autonomía. La biografía del caudillo ocupa la mayor
cantidad de páginas del texto y está destinado a fustigar su memoria.
En el retrato de Ibarra compuesto
por Figueroa, no faltan las adjetivaciones peyorativas siguiendo de esta manera
una tradición en la que se pueden incluir, entre otros, a Juan Ramón Muñoz,
Vicente Fidel López y al mismo Gral. José María Paz. Los adjetivos
denigratorios utilizados por los estudiosos mencionados, servían para rebajar
la condición humana del gobernador vitalicio, y para dar fuerza a esa
concepción que sólo veía en Ibarra, la quintaescencia del mal.
Para el historiador santiagueño, el
caudillo es un salvaje de escasa instrucción, un hombre rudo formado en la
lucha con el indio, un personaje cuya característica principal es la venganza.
Lo que hizo durante los treinta años de dominio sobre la provincia, piensa
Figueroa, sirven para que su rehabilitación histórica sea imposible, pues se
encargó de cometer incontables atrocidades. “El estigma que aplastará
siempre la memoria de Ibarra, es de aquellos imborrables y por más que se
revise su proceso; nadie dictará su absolución”[24],
dice un Figueroa convencido, que desecha un principio que hoy no está puesto en
duda en el campo de las ciencias sociales: que las lecturas del pasado están
sometidas a constantes mutaciones.
El autor de La Autonomía…tiene
una concepción clara sobre el sector de la población que dio su apoyo irrestricto
al caudillo. Son “las masas incultas” de la campaña quienes lo llevaron al
poder. Del otro lado se encontraba “la
mayoría pensante” que se irritaba ante el proceder autoritario del
tirano.
Figueroa cree que esta “mayoría
pensante” se equivocó, pues en Santiago del Estero sucedió lo que no debió
haber sucedido jamás. Todo iba bien hasta la firma del acta de autonomía, la
cual fue destacada hasta por Vicente López en su monumental Historia de la
República Argentina, por la madurez, la mesura y la claridad que el texto
ostentaba. Sin embargo, los mismos que firmaron el acta eligieron como
Gobernador provisorio a Ibarra y es ahí cuando, para Figueroa, el proceso
histórico se altera con consecuencias perjudiciales para la provincia. “Así pagó este pueblo la falta inconsciente
de anticipar un suceso tan importante, declarando su autonomía cuando no
contaba con los medios ni los hombres capacitados para el gobierno (…)”[25].
Esta es la reflexión del historiador santiagueño tratando de entender el camino
que siguió la provincia al separarse de Tucumán.
En la visión de Figueroa, Ibarra
constituye un accidente con el que se desvirtúa la autonomía. El paso que
habían dado la junta de vecinos era loable, pero lo habían hecho fuera de
tiempo: no era aún el momento.
El centenario de la autonomía
Ese año de la publicación del libro
de Figueroa, 1920, no comenzó bien para Santiago del Estero. La crecida del Río
Dulce se hizo sentir más de lo habitual y el desborde provocó, entre otros
daños, la destrucción de los tramos centrales del puente del ferrocarril que
unía Santiago del Estero con La Banda[26].
Así fueron las semanas previas a la asunción del primer gobernador radical de
la historia local: Manuel Cáceres.
La primera actividad pública del
gobernador, a solo doce días de haber asumido en el Poder Ejecutivo, fue
participar de los actos oficiales por la conmemoración del primer centenario de
la concreción de la autonomía provincial. Para esta ocasión sumamente especial,
el gobernador había designado una comisión que se encargara de la convocatoria
a personalidades de todo el país para que estuvieran ese día en Santiago del
Estero.
A la hora de tomar en cuenta una
fecha clave en el calendario oficial de efemérides de Santiago del Estero, es
importante resaltar lo que sostiene Elizabeth Jelín al respecto: “las fechas
y los aniversarios son coyunturas de activación de las memorias. La esfera
pública es ocupada por la conmemoración, con manifestaciones compartidas y con
confrontaciones”[27].
De modo que tenemos aquí una ocasión sumamente propicia para la “activación” de
las “memorias” en vinculación con la “gesta de la Autonomía”.
La conmemoración fue presidida por el
santiagueño Ramón Gómez, ministro del Interior del presidente Hipólito
Yrigoyen. También vinieron representantes de gobiernos de provincias vecinas,
como el vicegobernador de Córdoba, Gerónimo del Barco y en representación del
ámbito religioso, Fray María Bottaro, quien pocos años después (1926) fue
nombrado Arzobispo de Buenos Aires.
Nos vamos a detener en los discursos
que los mencionados dieron en el acto central por el acto del Centenario de la
Autonomía, porque consideramos que es allí donde podemos encontrar las claves
de un modelo interpretativo sedimentado por aquellas intervenciones
historiográficas a las que se hizo referencia.
Cuando analizamos este tipo de
discursos públicos de los líderes políticos que se refieren al pasado, debemos
tener en cuenta lo planteado por el historiador Alejandro Cattaruzza:
La respuesta es que en este tipo de conflictos lo que
está en juego no son sólo imágenes de la historia. Lo que hace que muchos
actores […] entiendan que vale la pena intervenir en ellos es la certeza tan
extendida de que estas representaciones del pasado tienen el poder de tornar
legítimas las posiciones presentes y de influir en las batallas de la hora [28].
El ministro Gómez, enviado de
Yrigoyen, dijo en aquel acto: “Una
coincidencia feliz ha querido reunir, en muy contados días, un conjunto de
fechas que significan los puntos culminantes de la historia de la provincia”.
Se refería, claro, a la cercanía entre la fecha de asunción del primer
gobernador radical y la fecha de conmemoración de la Autonomía.
Gómez, quien en sus palabras dejó
sus saludos del presidente de la república, concluyó sus palabras citando los
artículos principales de la declaración del acta.
Por su parte, el gobernador Cáceres
expresó en su discurso, en la misma dirección que el Ministro del Interior, que
había una conexión entre el momento de la celebración de tan magno
acontecimiento con la victoria del radicalismo en la provincia. Cáceres no
escapó al habitual foco puesto en el papel que tuvo Santiago del Estero en su
rol de “Madre de Ciudades” al decir que “Santiago
ha fundado la mitad de las provincias argentinas”. Y con esos antecedentes,
“como ciudad madre de tantos”, llegó
para Santiago el “terrible año 20”,
contexto en el cual dio el paso de reclamar para sí la autonomía.
Grande fue aquel esfuerzo inicial; más grande aun los
que siguieron para alcanzar a constituir los gobiernos regulares, después de la
mortal congoja en que sumió a este pueblo una tiranía feroz, como un sudario
inmenso, que dominó por espacio de treinta año a hombres sobresaturados ya de
providencialismos por sus grandes azares desde el mismo en que soldados de
Aguirre hacían alto en este suelo y diseñaban con las puntas de sus sables y de
sus lanzas invictos la primera y más heroica ciudad del norte argentino en la
época de la conquista [29].
Así se refiere Cáceres a los tiempos
de Ibarra, los años de la “mortal
congoja” en que el pueblo estuvo sumido en una “tiranía feroz”.
Entonces, si Ibarra no merece ser
destacado en este proceso histórico, ¿a quién le da el mérito de la autonomía
el gobernador Cáceres? Y aquí viene la interesante operación historiográfica
para analizar: se exaltará a los miembros del cabildo que firmaron aquella
declaración de separación de Tucumán. Tal como los menciona Cáceres
caracterizándolos como “aquel grupo de cabildantes pletóricos de amor a la
libertad, fanáticos por la integridad de sus derechos”, quienes eligieron
desafiar “todos los peligros” y “correr todos los riesgos”: “Corresponde hoy a Santiago del Estero
consagrar el primer recuerdo a sus ciudadanos ilustres, quebrando con este acto
el olvido de pasadas generaciones que no supieron conservar si quiera el
sagrario de sus tumbas” [30].
Después cita una frase de Séneca (“La
recompensa de una buena acción es haberla practicado”) y señala Cáceres que:
“Los cabildantes santiagueños de 1820 lo
entendieron así, sacrificando su vida y la paz de sus hogares en el altar de la
patria sin esperar jamás la justicia de la posteridad que consagra hoy un
recuerdo a su memoria”[31].
Una cuestión sumamente llamativa es
que en todo su discurso Cáceres no menciona jamás el nombre de Juan Felipe
Ibarra. Y tampoco el de Juan Francisco Borges. Ambos están ausentes de sus
palabras.
En este acto central también tomó la
palabra el vicegobernador de Córdoba, Gerónimo del Barco. En sus palabras, como
era de esperar, Ibarra es, otra vez, un gran ausente. En un fragmento de su
alocución, sostuvo: “Y para coincidencia, señores: treinta años después, el
mismo día 27 de abril, Córdoba se alzaba también movida por idénticos ideales
de patriotismo para sacudir el yugo de la tiranía López y entrar de lleno en el
pleno goce de la autonomía” [32].
Del Barco se refería al 27 de abril
de 1852, cuando el coronel Manuel Esteban Pizarro derrocó al entonces
gobernador Manuel “Quebracho” López, quien desde 1835 lideraba la provincia.
En la extensa “oración patriótica” pronunciada por Fray María Bottaro en el Tedeum,
dijo:
Cumplen cien años, señores, desde
que Santiago proclamó a la faz de la república los principios sacrosantos de la
democracia federal, sancionada por nuestro primer Congreso de Tucumán,
constituyéndose en estado autónomo e independiente. ¿Quién sino Santiago podía
marcar este paso tan adelante en el ejercicio de las libertades populares[33]?
También Bottaro introduce
referencias que vinculan el proceso histórico evocado con el sistema
democrático: “Los antecedentes históricos de la actuación de Santiago desde
los tiempos remotos de la conquista y durante el periodo colonial nos autorizan
para pensar que las ideas democráticas se incubaban de una manera especial en
la conciencia de este pueblo”[34].
En este punto, para entender y
enmarcar las alusiones de Bottaro, se hace necesario recordar que la Argentina se
encuentra hacia 1920 bajo la primera presidencia del radical Yrigoyen, quien
había ganado la contienda electoral en abril de 1916, poniendo fin al
predominio político de los conservadores. Fueron aquellas las primeras
elecciones presidenciales luego de la promulgación de la ley 8871 de febrero de
1912, más conocida como “Ley Sáenz Peña”. Ese ascenso del radicalismo significó
el fin de una etapa política y el comienzo de lo que es considerado como la
primera experiencia de democracia política del país[35].
Y en el caso de Santiago del Estero, esa renovación y transición de la
dominación oligárquica a la democrática, se dio recién con la victoria de
Manuel Cáceres. Son esos marcos sociales los que explican varias referencias
discursivas, tanto de Cáceres como de Bottaro, a la cuestión democrática en el
contexto de la celebración de la autonomía.
Después de sus alusiones
conceptuales a las “libertades populares” y las “ideas democráticas”, este
representante religioso mencionará a un personaje histórico que no había sido
evocado en las palabras de quienes lo antecedieron:
¿Cómo era posible permitir que se
labraran nuevas cadenas, que lo habían abrumado, aunque estas fueron remachadas
por manos fraternales, cuando la sangre había corrido a raudales por asegurar
la libertad de sus hijos? No, señores, no era posible, y porque no era posible,
corre generosa la sangre del coronel Borges, que cae mártir por las libertades
de Santiago[36].
Y se refiere a Borges al mencionar a
la estancia Santo Domingo, la cual “recordará
por siempre a los hijos de Santiago que allí se inmoló, no solo el precursor de
la autonomía de Santiago, sino también el intrépido luchador y defensor de sus
libertades”. Así, se recuperaba la figura de Borges, protagonista
que no había sido mencionado en los discursos anteriores. Pero tampoco
en este caso se haría presente el primer gobernador santiagueño. Otra vez, los
merecedores de recordatorios y elogios serían ese “grupo de esclarecidos varones” que firmaron el acta: “¡Gloria, señores, a los signatarios de
aquella acta memorable, cuyos nombres deben perpetrarse como el bronce, para
que la posteridad los admire, los bendiga y los imite”[37]!
La llegada del revisionismo
El polígrafo santiagueño Orestes Di
Lullo (1898-1983) es quien comenzaría la vindicación de la figura de Juan
Felipe Ibarra en dos libros que se enmarcan dentro de su amplia producción: Santiago
del Estero, noble y leal ciudad (1947) y Figuras de Mayo en Santiago del
Estero (1960). Di Lullo es un personaje central en la conformación de la
narrativa histórica de la provincia; con una escritura de marcado estilo e impronta
de cronista, su trayectoria lo llevará a ser miembro correspondiente por
Santiago de la Academia Nacional de la Historia. A fines de los años cuarenta,
Di Lullo comienza el énfasis de su producción referido a la historia, pero ya
en la década anterior había publicado un trabajo hoy considerado un clásico de
la bibliografía provincial: El bosque sin leyenda (ensayo económico social).
En estos años de inicios de la
producción histórica de Di Lullo, se cumplió en 1951 el centenario de la muerte
de Juan Felipe Ibarra, un momento interesante para analizar las continuidades y
rupturas en las narrativas en circulación sobre el caudillo. Un día antes de
esta fecha especial, firma una nota Fray Eudoxio de Palacio, un historiador
eclesiástico que escribió un libro clave sobre la polémica temática de la
fundación de la ciudad de Santiago del Estero. La semblanza está publicada en el
diario provincial más importante de la época, y el autor se aleja de las
tradicionales narraciones críticas sobre Ibarra:
Por grandes que sean las faltas
cometidas, no estamos autorizados a condenarlo a libro cerrado sin oírlo. Con
este criterio, tendríamos que condenar también por muy parecidos motivos a
todos los hombres de su época, lo que resulta absurdo e intolerable. Recordemos
que en los quebrachales santiagueños no hay quebracho tan retorcido que no
tenga en su tronco aspecto y amargo alguna parte útil y bueno. De todos modos,
no es posible prescindir de la recia personalidad de Ibarra sin truncar la
historia de sus tiempos[38].
Vemos aquí la intención de Palacio
de atemperar las críticas, y una invitación a juzgar al protagonista de acuerdo
a los parámetros de su tiempo y no mediante anacronismos. De este modo se aleja
de las concepciones más cerradamente críticas que habíamos visto en autores
como Figueroa.
El mismo día en que se cumplía el
centenario de la muerte de Ibarra, se publica otra nota, esta vez firmada con
las siglas “H.M.N”, que podrían corresponderse con las del periodista y
escritor Hipólito Noriega, colaborador del diario El Liberal. La nota
recordatoria se aleja explícitamente del tono polémico, y dice:
Sería muy larga la relación completa
que está aún sin escribirse y que algún día se hará, sin duda, pero sin la
intención ni el tono polemista, que no corresponden cuando se trata de analizar
hechos comprobados y sus relaciones con la época y sus hombres[39].
En ambas semblanzas se trata de
hacer una crónica -sin mayores adjetivaciones- de la carrera política y militar
de Ibarra. Escapan a las diatribas y a los juicios condenatorios en relación
con el primer gobernador santiagueño.
Ahora bien, el camino abierto por Di
Lullo habría de encontrar continuadores, sobre todo uno que se destacó: Luis
Alen Lascano (1930-2010), quien se consideraba discípulo del mencionado médico
y escritor. En los escritos de Alén no vamos a encontrar un retrato de Ibarra
pretenciosamente neutral y escaso de adjetivaciones, como en las notas recién
citadas, sino una clara apologética.
Tomando como
punto de partida la caracterización que hizo Di Lullo del caudillo, Alen Lascano publicará a fines de los años
sesenta una célebre biografía que se convertiría en un texto paradigmático del
revisionismo histórico en la provincia: Juan Felipe Ibarra y el federalismo
del norte.
Para 1968, año de publicación de la
biografía de Ibarra, Alen Lascano no sólo era un autor tenido en cuenta en el
medio intelectual de Santiago –sus colaboraciones aparecían frecuentemente en
el diario El Liberal y ya había publicado algunos libros- sino que
también había participado en la vida política vernácula como diputado
provincial por el radicalismo en el período 1963-1966[40].
Si Di Lullo había considerado al
caudillo local como un “campeón del federalismo”, justamente será este concepto
la base del trabajo de Alen Lascano. En el mismo prefacio del libro el autor
aclara que su propuesta consiste en “interpretar el desarrollo histórico del
federalismo mediterráneo, dentro de una cosmovisión nacional del pasado
argentino”. Esto lo hará tomando como eje la actuación de Ibarra en
Santiago y en el NOA, puesto que “la república es el resultado de aquellos
caudillos que reivindicaron al pueblo, mientras los doctores de la ley foránea
querían ver anárquica barbarie”[41].
Y para despejar dudas con respecto a las fuentes documentales en las que se
basa, Alen Lascano acepta que se nutrió mayormente de la misma “historia
clásica”, aunque claro está, las conclusiones a las que él llega son
diferentes.
En este recorrido por la vida del
caudillo el autor irá desmintiendo cada una de las que él considera falsas
versiones que la historiografía liberal hizo circular sobre Ibarra. Invertirá
cada adjetivo peyorativo de la tenencia denigratoria, convirtiéndolos en
calificativos elogiosos. Se cuidará de no mencionar nunca la palabra “tiranía”,
salvo cuando cite a otros autores, con los que él no concuerda. Se ocupará de
detenerse en aspectos sumamente criticados de su gobierno, para defenderlo y
justificarlo. Aceptará las formas violentas que muchas veces utilizó Ibarra,
pero siempre tratando de explicar los motivos que lo llevaron a actuar de tal o
cual manera. Es decir, elaborará una “contra-historia” del caudillo,
opuesta a la que habían ofrecido la mayoría de los historiadores hasta ese
entonces[42].
Como sostiene Julio Stortini cuando
se ocupa de estudiar el revisionismo histórico, “la contra historia” que quiso
construir esta corriente historiográfica se proponía develar “aquella
(historia) que había sido deliberadamente tergiversada por la tradición liberal
y que había servido como instrumentos de legitimación de la entrega del país a
los intereses extranjeros”[43].
Así pueden resumirse las aspiraciones de Alen Lascano.
Hemos señalado que inscribimos a
Alén Lascano en la corriente historiográfica del revisionismo, movimiento que
es definido por Halperín Donghi[44]
como una empresa historiográfica y al mismo tiempo política. En el mismo
sentido de delimitar lo que fue esta corriente, coincidimos con Cattaruzza
cuando considera al revisionismo como “un grupo de intelectuales que procura
intervenir en la amplia zona de encuentro entre el mundo cultural, incluyendo
en él a las instituciones historiográficas y la política”[45].
Estas conceptualizaciones nos
resultan útiles puesto que en la trayectoria de Alén Lascano se puede reflejar
su condición de historiador, así como de político, y en cada uno de esos roles
será el motor de acciones destinadas a reivindicar la memoria de Ibarra. Por
ejemplo, en julio de 1964, siendo un joven diputado provincial la Unión Cívica
Radical del Pueblo, alentará desde su banca un homenaje al brigadier Ibarra con
motivo del 113 aniversario de su muerte. En esta ocasión Alén Lascano destacó
al “primer gobernador de Santiago”, remarcó que tuvo una “preponderante
significación en el federalismo argentino” y destacó su condición de “celoso custodio de la autonomía provincial”[46].
En 1974, diez años después de aquel
homenaje propiciado por Alén Lascano, el bloque de diputados del FREJULI
(Frente Justicialista de Liberación) presentaba el proyecto que proponía
cambiar el nombre del departamento Matará (lugar de nacimiento del caudillo)
por el de departamento Ibarra. El proyecto era impulsado en vísperas del día 27
de abril en que se conmemora la Autonomía provincial. Se fundamentaba el pedido
en que había existido un ánimo de relegar a la figura de Ibarra, y frente a
esto, los diputados manifestaban su deseo de materializar “un viejo anhelo del
pueblo santiagueño”. En los considerandos de la propuesta se citan los trabajos
de Alén Lascano[47].
El día 30 de junio de 1974, por Ley
N°4091 el departamento Matará pasó a llamarse “Brigadier Juan Felipe Ibarra”.
Un año después, y otra vez en cercanía de la fecha de celebración de la
separación de Santiago del Estero de Tucumán, se realizó un acto en la Casa de
Gobierno, en la que se bautizó al Salón de Acuerdo con nombre de Juan Felipe
Ibarra y se descubrió un busto del caudillo colocado en su interior. Aquí es
interesante señalar, que además de las palabras del gobernador de aquel
entonces, Carlos Juárez, quien también habló fue el historiador Luis Alén
Lascano[48].
Ya en la década del ochenta, tras el
retorno de la democracia en Argentina, y durante el tercer mandato de Juárez
(1983-1987), la Cámara de Diputados sancionó con fuerza de ley en 1985 la
creación del Instituto Ibarriano de Santiago del Estero, como “entidad pública
no estatal con fines históricos[49].
Un año después se aprobó la declaración de “feriado provincial” el día 27 de
abril en homenaje al Día de la Autonomía Provincial, y se creó la “Comisión
Permanente en Homenaje al Día de la Autonomía Provincial”, ambas iniciativas
propiciadas por el diputado justicialista Darío Moreno. “Y fue también
preciso que esa autonomía soñada por los santiagueños desde sus años
fundacionales, se afirmara en las lanzas gauchas del comandante de abipones
Juan Felipe Ibarra”[50],
señalaba uno de los diputados que dio su apoyo al proyecto.
En sintonía con las iniciativas
mencionadas, en julio de 1987, la legislatura aprobó la erección del Monumento
de la Autonomía provincial en el Parque Aguirre de la ciudad Capital, lugar en
el que hasta la actualidad se realizan los actos oficiales del 27 de abril. En
este monumento se construyeron bustos de Borges e Ibarra. Entre los
considerandos del diputado justicialista Darío Moreno, autor del proyecto, se
planteaba que la ciudad no contaba “con una plaza o con un lugar adecuado en
donde esté presente justamente, el reconocimiento de este pueblo a los
prohombres santiagueños que dieron su vida y su sacrificio para hacer una
realidad la autonomía provincial”[51].
A través de la enumeración de estas
acciones, podemos analizar cómo esta nueva visión de raigambre revisionista
tiñó una serie de iniciativas estatales que van a mostrar un punto de vista
diferente al defendido por figuras clave de la historiografía de principios del
siglo XX.
Camino a los 200 años de autonomía
El 30 de marzo de 1996, el
gobernador Carlos Arturo Juárez, quien había impulsado el bautismo del salón de
acuerdo de Casa de Gobierno como Ibarra, en su discurso de apertura de sesiones
de la Cámara de Diputados decía:
Tres veces anteriores ejercité mi gobierno, en la
última oportunidad estuve también ante vosotros, pero confieso que hoy, desde
este sitial, me siento profundamente conmovido porque acabo de observar que de
acá en más la imagen y el cuadro de Juan Felipe Ibarra, el adalid del
federalismo, el que (contribuyó) a darnos patria, nación y provincia, presidirá
todas las reuniones de este Cuerpo[52].
Detrás de Juárez –que en ese
entonces transitaba su cuarto período de gobierno en medio siglo- se alzaba un
cuadro con el imponente rostro de Ibarra. Actualmente la Legislatura se
encuentra en un nuevo edificio, y también en esta moderna sede, se puede ver
una gigantografía tanto de Ibarra como de Juan Francisco Borges.
Y en estos últimos años quizás lo
más notable en cuanto a reconocimientos a una figura histórica con bautismo de
nombres a lugares emblemáticos, ha sido la colocación como “Complejo Juan
Felipe Ibarra” a los edificios más altos e imponentes de la ciudad que se
inauguraron en agosto de 2014, bajo la gobernación de Claudia Ledesma de Zamora.
Se trata de dos modernas torres en pleno centro de la ciudad que albergan al
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología y al Ministerio de Economía.
Pero no solo fue la elección de este
personaje histórico para denominar a este complejo de edificios vidriados, sino
también lo que se hizo en las vísperas de su inauguración. En ese entonces, con
meses de antelación a la inauguración de esta obra pública, el Ministerio de
Educación hizo una convocatoria al 1º Concurso de Dibujo y Pintura “Autonomía y progreso santiagueño, Juan
Felipe Ibarra”, que tenía el sentido de “resignificar y homenajear su
figura y obra, para nuestra historia y nuestro presente”[53].
Así fue que, una vez finalizado el concurso, se dieron a conocer los ganadores
del certamen y todos los trabajos presentados fueron expuestos en la planta
baja del Complejo Ibarra para que los visitantes pudieran ver el modo en que
cientos de alumnos de escuelas santiagueñas habían representado al caudillo y
la trama autonomista.
Un año después, en 2015, Canal
Encuentro puso en pantalla la serie “Santiagueños”, una producción local
premiada por el Instituto Nacional de Cines y Artes Audiovisuales (INCAA), la
cual constaba de ocho capítulos que reflejaban vida y obra de personajes
relevantes de la cultura local[54].
La elección de los personajes abarcaba desde escritoras como Clementina Rosa
Quenel o arqueólogas como Olimpia Righetti hasta sanitaristas de la talla de
Ramón Carrillo, primer ministro de Salud del peronismo. Vale destacar que el
único líder político del siglo XIX cuya trayectoria se refleja en esta serie de
Encuentro es justamente Juan Felipe Ibarra.
Con respecto a publicaciones dadas a
conocer en vísperas de la llegada del Bicentenario de la Autonomía, nos
detendremos en tres libros que nos ofrecen pistas para entender ciertos
consensos de época en torno a figuras históricas.
El primero es un libro compilado por
Susana Ponce Faila y Alejandro Yocca, que reúne trabajos de seis investigadores
santiagueños con un prólogo de Raúl Lima[55],
un escritor e historiador con larga trayectoria en la provincia. Se trata de una
compilación que ofrece nuevas miradas sobre las condiciones económicas, los
fundamentos ideológicos y las decisiones políticas que enmarcaron y alentaron
los sucesos alrededor de la autonomía provincial. Este trabajo estaba preparado
para que se presentara en el marco de los festejos de esta fecha especial y
estaba realizado por un equipo que, con el auspicio de la Jefatura de Gabinete,
había filmado un documental acerca de este proceso histórico[56].
Claro que la pandemia malogró los
planes preparados para las celebraciones y presentaciones de libros, entonces al
llegar la fecha del 27 de abril, lo único que circuló fue la fotografía del
gobernador Gerardo Zamora en sus redes sociales posando junto a un ejemplar de
este libro. Lo interesante es que la tapa del libro -a pesar de que las
temáticas incluidas van desde la economía del periodo hasta un análisis
meticuloso de la figura de Borges- es un imponente retrato de Juan Felipe
Ibarra. Es el conocido retrato realizado por Absalón Ibarra, nieto de Juan
Felipe, con alguna intervención de un diseñador gráfico para darle más color a
la figura. Recién la presentación oficial de este trabajo pudo hacerse durante
la 11° Feria del Libro de Santiago del Estero, en octubre de 2021[57].
El segundo libro para detenernos es
un texto del historiador Héctor Peralta Puy[58]
y se titula Claves de la Autonomía de Santiago del Estero, libro que
estaba pensado para ser presentado en el marco de los festejos por los 200 años
de autonomía, pero la situación imprevista de pandemia hizo que autor y editor
decidieran postergar la publicación. La investigación resulta un desarrollo
sólido de las tramas para entender el proceso histórico de Santiago del Estero
entre 1814 y 1821. Allí se hace un repaso puntilloso de la carrera militar de
Juan Felipe Ibarra y del proceso judicial seguido a Juan Francisco Borges. Y tiene
el hallazgo de poner el foco en aquella olvidada rebelión autonomista de abril
de 1815, encabezada por Pedro Isnardi. Digamos que esta investigación vino a
completar la de aquellos trabajos precursores de la primera mitad del siglo XX de
autores como Andrés Figueroa y Alfredo Gargaro.
Lo interesante es que al igual que
la publicación mencionada anteriormente, la de Peralta Puy también lleva en su
portada el rostro de Ibarra. No se trata de una biografía del caudillo pero la
editorial y el autor decidieron poner como imagen de tapa el retrato que el
pintor local Hugo Argañarás hizo del primer gobernador santiagueño.
En tercer lugar, tenemos un texto que,
a diferencia de los libros anteriores en el que participaban en su mayoría
historiadores de oficio, la autora de este es la docente y escritora Norma
Sayago, quien acude a la ficcionalización de la historia para dar cuenta de la
vida del caudillo santiagueño. El mismo cuenta, al igual que la compilación de
trabajados históricos referida previamente, con un prólogo del escritor e
historiador Raúl Lima. “Este relato
pretende ser una forma didáctica de presentar un tramo de la historia
santiagueña, donde el protagonista es el gobernador Juan Felipe Ibarra”[59], sostiene la autora. Estamos frente a una
operación similar a la que hizo Félix Luna en su clásico Soy Roca, en
donde el narrador de Luna tomaba la voz del líder de la “Conquista del Desierto”
para contar su historia en primera persona. Porque lo que aquí lo que se lee es
a un Ibarra que habla en primera persona y hace un repaso por su vida mientras
dialoga con el Fray Wenceslao Achaval, un sacerdote que fue alguien cercano al
primer gobernador de Santiago del Estero.
¿Cuál es la imagen de Ibarra que se
puede avizorar en este trabajo? La misma Sayago es la que responde a esta
cuestión en su “Introducción”: “En este contexto, ubicamos a nuestro
protagónico prócer y a los avatares inevitables que tuvo que afrontar para
sostener despejadas a sable y fusil las fronteras de nuestra provincia”[60]. Luego
es aún más elocuente en cuanto al lugar que le da Ibarra en el marco del pasado
local:
Al estudiar la historia vemos a un
Juan Felipe Ibarra coherente con sus ideas, desde el comienzo, aunque tuvo
muchos desengaños, fue federal hasta el final. ¿Qué es lo que lo guiaba?
Primero el sentido común, es decir un conjunto de ideas y valores con que
actuaba y juzgaba. Segundo, su ser profundamente religioso y conservador[61].
Este libro, como se puede esperar
por su contenido, tiene en su tapa la imagen de Ibarra. Y, además del texto
principal, tiene una cartilla de actividades (“La historia nos llama. Proyecto
de aula”) para estudiantes de Nivel Primario, como así también otra separata
con una obra de teatro (“Yo, Juan Felipe Ibarra”) en donde, en tres actos, se
narra la historia del momento de la autonomía.
A modo de contrapunto de la obra de
Sayago, y para ver cómo los imaginarios sociales e históricos se reflejan en
las obras de ficción que se producen en cada época, vale recordar que en la
década del cuarenta del siglo XX, en plena vigencia de aquella tendencia que
hemos denominado “denigratoria” en relación con Ibarra, se publicó una obra de
teatro que ya desde su título muestra una clara toma de posición: se habla de
la “tiranía” de Ibarra[62].
Pero volviendo a las tres publicaciones
analizadas que se hicieron en conmemoración por el Bicentenario de Autonomía, todas
eligieron poner en sus portadas la cara de quien durante mucho tiempo fue
repudiado por autores sobresalientes de la historiografía local. Las cosas
habían cambiado y las lecturas del pasado tomaron otros rumbos.
El relato del bicentenario
Ahora bien, desde el ámbito de la
vida política y de las iniciativas estatales dirigidas a celebrar tamaño
acontecimiento, consideramos fundamental ponderar lo que sucedió ni bien
comenzó el 2020, cuando aún no se sabía que la pandemia de Covid-19 cambiaría
rotundamente la vida cotidiana de todo el mundo.
El 2 de enero de 2020, el gobernador
de la Provincia Gerardo Zamora encabezó un acto para la apertura oficial de los
festejos por los “200 años de la Autonomía Provincial”. Fue un acto realizado
en el Centro Cultural del Bicentenario (CCB), un lugar emblemático para el
pasado santiagueños porque allí funcionó parte del Cabildo en la época
colonial, y luego fue sede de la Casa de Gobierno desde fines del siglo XIX
hasta mediados del XX.
Previamente, en septiembre de 2019,
el gobernador junto a los rectores de las dos universidades más importantes de
la provincia, habían realizado la presentación de las “Metas del Bicentenario
de la Autonomía Provincial”, las cuales estaban basadas en ejes transversales
como el desarrollo sostenible, la ciencia, la tecnología, la innovación y la
modernización del Estado.
En la escena del discurso en aquel
acto de principios de 2020, rodeaban a Zamora dos bustos, uno de Ibarra y otro
de Borges. Al comenzar sus palabras, expresó:
A 200 años de la declaración de la
Autonomía Provincial, es justo hacerlo desde la historia y transitarlo
simbólicamente, como hoy, iniciando este año con la apertura de las puertas del
centro cultural y encendiendo la llama votiva para pararnos en el presente,
reflexionar y proyectar nuestro futuro[63].
El primer mandatario ubicó rápidamente a la
dupla Borges-Ibarra como piezas fundamentales e ineludibles del nuevo relato
sobre la autonomía.
Esta dependencia, alteró el espíritu santiagueño,
provocando los intentos revolucionarios de 1.815 y 1.816; acaudillados por Juan
Francisco Borges. Si bien estas revoluciones fueron sofocadas y Borges fue
fusilado (1 de enero 1.817); los hechos demostraron que el caudillo no se
levantó en persecución de un propósito traidor, sino todo lo contrario: fue un
líder revolucionario, al que hubo que matar para hacerlo callar. Sin embargo y
a pesar del fracaso inicial, el ideario Borgiano será retomado más tarde por
Juan Felipe Ibarra[64].
Según la narración ofrecida por el
gobernador en su discurso, Ibarra tomó la posta de Borges, otro elemento clave
del relato “oficial” de este proceso. Y se remarca que es necesario en este
contexto de fortalecimiento de las soberanías provinciales, reivindicar a estos
caudillos:
Es decir que las soberanías locales fueron la
respuesta de los pueblos del interior a las pretensiones centralistas de Buenos
Aires. Las provincias, en consecuencia, no surgieron como parte constitutiva de
un estado central, sino como Estados Soberanos, autónomos con un nuevo régimen
representativo. Hoy es oportuno reflexionar no solo para reivindicar a Borges e
Ibarra (que largamente lo merecen); sino para repensar la historia de lo que
ocurrió a partir de aquel 1.820[65].
En plena pandemia, cuando estaban en
plena vigencia los decretos de ASPO y DISPO, la forma de dar los mensajes era
solo a través de la virtualidad. Por lo tanto, no hubo acto para el 27 de abril
de 2020, solo saludos de las autoridades. El gobernador, en su saludo que hizo
circular por redes sociales, dijo al comenzar “Para nosotros hoy, es muy
importante valorar las figuras de Borges y de Ibarra, y a todos los que en
estos dos siglos nos trajeron hasta aquí”[66].
A modo de cierre
“Tenía un
rostro feo, feísimo, con adusto ceño, y un conjunto de expresión agreste,
rígida y un tanto vulgar (…). Era de estatura regular, grueso, de color atezado
o trigueño, de frente más bien estrecha y de cabello negro, lacio y duro”[67]. De esta manera se expresaba el autor de la primera
historia integral de la provincia, Olaechea y Alcorta. Con el mismo estilo
despectivo lo hacía Alfredo Gargaro, autor del capítulo dedicado a Santiago del
Estero en la monumental Historia de la
Nación Argentina, dirigida por Ricardo Levene en la década del cuarenta. “Era Ibarra de estatura mediana, de cuerpo
grueso, de color trigueño, con frente estrecha y cabello negro y lacio, boca
regular, de gesto despótico, ojos pardos de mirada severa e inquisidora, nariz
aguileña y grande”[68].
Estas expresiones son muestra de un clima de época en el ámbito historiográfico
en que referentes de los estudios históricos se posicionaban en relación con el
caudillo santiagueño con miradas como las enunciadas.
A lo largo del trabajo hemos
analizado de qué manera esas valoraciones de Ibarra se correlacionaron con la
forma de celebrar los aniversarios de una fecha sumamente importante para la
memoria histórica local: la conmemoración de la Autonomía, es decir, del
momento en que la provincia adquirió un estatuto jurídico propio al separarse
de la República del Tucumán.
En cambio, la celebración, en 2020,
del Bicentenario de aquella “gesta autonomista” sirvió para poner en evidencia
la colocación de Ibarra en un lugar privilegiado del panteón provincial, ya muy
lejos de aquel 27 de abril de 1920 cuando, tal como vimos, su nombre brilló por
ausencia en las alocuciones de los actores políticos principales que encabezaron
los actos oficiales. ¿Qué pasó entre un momento y otro? ¿Qué mutaciones sufrió
el discurso histórico y los discursos políticos entre el Centenario y el
Bicentenario?
Estas dos celebraciones separadas
por un siglo nos permitieron hacer un recorrido por las transformaciones de una
narrativa histórica y los nuevos sentidos a ese pasado que se fueron
construyendo. Así, los cruces entre la historia, la memoria, la política y la
escritura de la historia fueron el marco para poder analizar obras históricas, obras
que acuden a la mezcla entre ficción e historia, discursos en conmemoraciones,
homenajes, etc. Sin embargo, y tal como lo señala Elizabeth Jelin: “La
controversia y el conflicto de interpretaciones no se aquietan necesariamente
una vez construido el memorial, el museo o el monumento, con la versión del
sentido del pasado que quienes lograron su cometido impusieron o negociaron”[69].
Por lo tanto, si hoy existe un
predominio en el panteón provincial de aquel caudillo del siglo XIX, no
significa el fin de las batallas interpretativas ni la clausura de posibles
emergencias de nuevos relatos.
[1] Cataruzza, Alejandro, Entrevista
publicada en Revista La Columna N° 741, Santiago del Estero, 7 de febrero de
2007, pp. 15-17.
[2] Goldman, Noemí y Salvatore, Ricardo (comp.) (1998), Caudillismos
Rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba.
[3] Una interesante caracterización de la renovación
historiográfica post-1983 la podemos ver en: Romero, Luis Alberto (1996), “La
historiografía argentina en la democracia: los problemas de la construcción de
un campo profesional”, Entrepasados, nº
10, pp. 91- 106.
[4] Un panorama bastante completo acerca
del nacimiento de la historiografía argentina y su posterior devenir lo
encontramos en Devoto, Fernando y Pagano, Nora (2010), Historia de la
historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana.
[5] Un interesante panorama de las narraciones históricas
sobre la provincia, la tenemos en Guzmán, Daniel (2014), Historia crítica de
la historiografía santiagueña. Santiago del Estero, 1882-1990, Santiago del
Estero, Bellas Alas. También se puede consultar Tenti de Laitán, María Mercedes
(1995), “La bibliografía histórica de Santiago del Estero”, Revista de la Sociedad Argentina de
historiadores, Filial Santiago del Estero, n° 4.
[6] Como texto consagratorio de la figura de Güemes
podemos citar al monumental trabajo de Bernardo Frías, cuyo sugestivo título es
Historia del General Martín Miguel de Güemes y de la provincia de Salta o sea
de la Independencia Argentina, compuesta por ocho voluminosos tomos. Y un
análisis del proceso de constitución de la figura de Güemes y de todos los
sentidos que este personaje representa para Salta, se encuentra en Villagrán,
Andrea (2010), “El general gaucho. Historia y representaciones sociales en el
proceso de construcción del héroe Güemes”, en Álvarez Leguizamón, Sonia (comp),
Poder y salteñidad. Saberes, políticas y representaciones, Salta, CEPIHA,
pp.23-50.
[7] Cuando en 1938 se cumplieron los 100
años de muerte de López, se realizaron en Santa Fe varias actividades
vinculadas con este relevante aniversario. Entre las iniciativas más
trascendentes se encontraban unas jornadas, cuyas ponencias luego fueron
reunidas aquí: AA.VV. (1941), Jornadas de
Estudios Históricos sobre el Brigadier General Estanislao López en el primer
centenario de su muerte, 1838 –15 de junio– 1938, Santa Fe.
[8] Un estudio que se aproxima a las transformaciones en
la valoración del caudillo Felipe Ibarra y los cambios en los modos de celebrar
el 27 de abril (Día de la Autonomía) lo podemos encontrar en: Rossi, María
Cecilia (2013), “La autonomía e Ibarra en la historiografía santiagueña. O:
como se forjaron las imágenes fundacionales de la política decimonónica”, Claves
para Comprender la Historia, Horizonte Bicentenario 2010-2016, nº 21.Disponible
en:http://mariaceciliarossi.com.ar/sitio/ index.php/articulos/academicos/item/272-la-autonom%C3%ADa-e-ibarra-en-la-historiograf%C3%ADa-santiague%C3%B1a-o-como-se-forjaron-las-im%C3%A1genesfundacionales
-de-la-pol%C3%ADtica-decimon%C3%B3nica
[9] Cattaruzza (2003), Alejandro y Eujanian, Alejandro, Políticas
de la Historia. Argentina 1860-1960, Buenos Aires, Alianza, p 213.
[10] Candau, Joël (2006), Antropología
de la memoria, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión SAIC, p. 58.
[11] Candau, Joël, 2006, Ob. Cit.,
pp. 65-66. Como un modo de distanciarse o encontrar alternativas al concepto de
“memoria colectiva”, concepto en el que encuentra algunos problemas y
limitaciones, el antropólogo Candeau, profundizando su lectura de Maurice
Halbwachs, pone el foco en los “marcos sociales de la memoria”. Candeu
sostiene que existen “configuraciones de la memoria características de cada
sociedad”, al interior de las cuales cada individuo coloca su propia
impronta. Este concepto permite pensar que la facultad de recordar se ejerce
siempre en marcos instaurados por la sociedad, que en parte la determinan. “Estos
marcos no son solamente un envoltorio para la memoria, sino que ellos mismos
integran antiguos recuerdos que orientan la construcción de los nuevos. Cuando
estos marcos se destruyen, se rompen, se dislocan o, simplemente, se modifican,
los modos de memorización de una determinada sociedad y de sus miembros se
transforman para adaptarse a los nuevos marcos sociales que habrán de instaurarse”,
sostiene este autor.
[12] El proyecto de investigación
se titula “Usos del pasado en la Argentina contemporánea: territorios de la
Historia, la política y la memoria”, dirigido por la Dra. Marta Philp y
codirigido por el Dr. Eduardo Escudero, del Centro de Investigaciones de la
Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
[13] AA.VV. (2017), Operaciones
historiográficas en contexto, Córdoba, Centro de Estudios Avanzados. Libro
digital, PDF, p.17. Disponible en línea en:
https://rdu.unc.edu.ar/bitstream/handle/11086/4835/Operaciones%20historiogra%cc%81ficas%20final.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[14] Malerba, Jurandir (2013), Teoría,
Historia & Ciencias sociales, Rosario, Prohistoria ediciones, p.29.
[15] Jelin, Elizabeth (2002), Los trabajos de la
memoria, Madrid, Siglo Veintiuno de España editores, pp. 39-40.
[17] Jelin, Elizabeth, 2002, Ob. Cit.,
p. 52.
[18] Hay varias biografías de Ibarra, aunque una de las
más completas, y a la cual nos referiremos más adelante es Alen Lascano, Luis
(1968), Juan Felipe Ibarra y el
federalismo del norte, Buenos Aires, Peña Lillo.
[19] Un documentado y novedoso trabajo acerca de lo que
significó el Ejército del Norte en términos de carrera política para muchos de
quienes integraron esta fuerza, lo podemos encontrar en Morea, Alejandro (2020),
El Ejército de la Revolución. Una
historia del Ejército Auxiliar del Perú durante las guerras de independencia,
Rosario, Prohistoria ediciones.
[20] Las referencias sobre lo que fueron
los acontecimientos alrededor de la declaración de la autonomía están en la
mayoría de las historias integrales de la provincia que se han escrito. Dos
ejemplos son: Achaval, José Néstor (1989), Historia de Santiago del Estero. Siglos
XVI-XIX, Santiago del Estero, Editorial UCSE. O también: Castiglione,
Antonio Virgilio (2010), Historia de
Santiago del Estero. 1810-2010, Santiago del Estero. Hay otros trabajos más
específicos sobre este proceso histórico y que ahondan en la cuestión aportando
datos que no estaban presentes en otros trabajos; uno de ellos es: Gargaro,
Alfredo (1948), Los orígenes de la Autonomía santiagueña 1815-1820, Santiago
del Estero, Publicaciones especiales de la Junta de Estudios Históricos de
Santiago del Estero.
[21] López, Vicente Fidel, Historia de
la República Argentina. T.VIII, Buenos Aires, 1913, pp. 537-538.
[22] En un trabajo de nuestra autoría ahondamos en la
caracterización que hicieron estos historiadores de J. F. Ibarra: Brizuela,
Esteban (2019), Juan Felipe Ibarra, escrituras
de su historia, Santiago del Estero, Bellas editorial. También es pertinente destacar en relación
con figuras de la talla historiográfica de Figueroa y Gargaro, que más allá de
sus posturas sumamente críticas sobre el caudillo, ambos hicieron aportes
extraordinarios en cuanto a aportar documentos históricos acerca del periodo de
gobierno de Ibarra. En ese sentido, Figueroa, desde su lugar privilegiado de
director del Archivo General durante muchos años, pudo recopilar material que
fue publicado de manera póstuma: nos referimos a los dos tomos de Los
papeles de Ibarra, el primer volumen de 1938, y el segundo volumen de 1941.
Por su parte, Gargaro también aportó documentación importante en los tomos Ibarra
y la coalición del norte (1940) y Paz e Ibarra (1942). Aunque vale
aclarar, que aun en esos libros que están compuestos principalmente por
documentos, Gargaro en los “prólogos” y “presentaciones” no deja de mostrar su
visión negativa acerca del primer gobernador santiagueño.
[23] Guzmán Alcaraz, Daniel- Berrotarán y Denise Reyna
(2021), Redes intelectuales entre provincias argentinas. Selección de la
correspondencia de Andrés Figueroa y monseñor Pablo Cabrera, Santiago del
Estero, Bellas Alas Editorial- Biblioteca Sarmiento ediciones, p. 30.
[24] Figueroa, Andrés (1920), La Autonomía de Santiago
y sus fundadores, Santiago del Estero, p. 45.
[25] Figueroa, Andrés, 1920,
Ob. Cit., p. 11.
[26] Alén Lascano, Luis (1996), Historia de Santiago
del Ester, Buenos Aires, Plus Ultra, p.503.
[28] Cattaruzza, Alejandro (2007), Los usos del pasado.
La historia y la política argentinas en discusión. 1910-1945, , Buenos
Aires, Sudamericana, pp.18-19.
[29] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, Discursos conmemorativos. 1820-27 de abril-2020, tip. Ribas,
Santiago del Estero, 1920, p. 16.
[30] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, 1920, Ob. Cit., p.18.
[31] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, 1920, Ob. Cit., p. 19.
[32] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, 1920, Ob. Cit., p.24.
[33] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, 1920, Ob. Cit., p. 38.
[34] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, 1920, Ob. Cit., p. 43
[35] Falcon, Ricardo (dir.) (1999), Democracia,
conflicto social y renovación de ideas, Nueva Historia Argentina. Tomo 6,
Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
[36] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, 1920, Ob. Cit., p.47.
[37] Primer Centenario de la Autonomía de Santiago del
Estero, 1920, Ob. Cit., p.51.
[38] “Los funerales de Felipe Ibarra”, El Liberal,
14/07/1951
[39] “Cúmplese hoy el Centenario de la muerte de Juan
Felipe Ibarra. Gobernó la provincia durante más de 30 años”, El Liberal,
15/07/2022.
[40] En un trabajo reciente hemos
explorado la trayectoria de este historiador y sus aceitadas relaciones con
el mundo del revisionismo histórico. Brizuela, Esteban (2021), Luis Alén
Lascano (1930-2010): el proyecto de una historiografía militante. Tesis de
maestría, Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la
Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE). Inédita.
[41] Alen Lascano, Luis, 1968, Ob. Cit., p.10.
[42] Un análisis de las posturas de Alen Lascano en
relación con Ibarra, podemos encontrar en un trabajo de nuestra autoría:
Brizuela, Esteban, 2019, Ob. Cit.
[43] Stortini, Julio (2004), “Polémicas y crisis en el
revisionismo argentino: el caso del Instituto Juan Manuel de Rosas
(1951-1975)”, en Devoto, Fernando y Pagano, Nora (eds.), La historiografía académica y la historiografía militante en Argentina
y Uruguay, Buenos Aires, Biblos, p. 81.
[44] Halperín Donghi, Tulio (1972), El revisionismo
histórico argentino, Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
[45] Cattaruzza, Alejandro y Eujanian, Alejandro (2003), Políticas de la Historia. Argentina 1860-1960,
Buenos Aires, Alianza, p 145.
[46] “Rindió homenaje a Juan Felipe Ibarra la Cámara de
Diputados”, El Liberal, 18/07/1964.
[47] “Proyecto de homenaje a Ibarra”, El Liberal, 28/04/73.
[48] “Con el nombre de Felipe Ibarra se designó el salón de
acuerdo de la Casa de Gobierno”, El Liberal, 26/04/75.
[49] Ley N° 5.485, del
21 de mayo de 1985.
[50] Diario de Sesiones
de la Cámara de Diputados, periodo
legislativo LXXXII, Reunión N°7, 24 de abril de 1986, 7° Sesión Ordinaria, p.
6.
[51] Diario de Sesiones
de la Cámara de Diputados, periodo
legislativo LXXXIII, Reunión N°26, 07 de julio de 1987, 24° Sesión Ordinaria,
pp. 24-25.
[52] “Juárez defendió las banderas del
caudillismo”, El Liberal, 31/03/1996.
[53] “Prorrogan entrega de trabajos para el I Concurso de
Dibujo y pintura Juan Felipe Ibarra”, El Liberal, 20/08/14. Disponible en línea
en: https://www.elliberal.com.ar/noticia/santiago/148531/seccion
[Consulta:15/09/2021]
[54]“Estreno de la serie Santiagueños”, página de la
facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Santiago del
Estero (UNSE), 10/06/15. Disponible en línea en: https://fcf.unse.edu.ar/index.php/estreno-de-la-serie-santiaguenos/
[Consulta:10/09/2021]
[55] Ponce Faila, Susana y Yocca, Alejandro (2020), El
bicentenario de la autonomía santiagueña. Desde la mirada de pensadores
contemporáneos, Santiago del Estero, Bellas Alas editorial.
[56] Para obtener un perfil de los integrantes de este
proyecto, podemos decir que los coordinadores del libro son Susana Ponce Faila
y Alejandro Yocca. Ponce Faila es una docente especializada en Filosofía y
asesora en la Subsecretaría de Cultura de la provincia y el Centro Cultural del
Bicentenario. Por su parte, Yocca es actualmente director general de Patrimonio
Cultural de la provincia y fue durante algunos años coordinador académico de la
Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional de Santiago del Estero
(UNSE); sus investigaciones han girado alrededor de la economía provincial en
la primera mitad del siglo XIX. En cuanto a los investigadores que escriben
capítulos del libro en cuestión, Daniel Guzmán es docente e investigador de la
Universidad Católica de Santiago del Estero (UCSE) y tiene numerosas
publicaciones acerca de revistas y grupos culturales de fines del siglo XIX y
principios del XX. Héctor Peralta Puy es investigador y presidente de la
Asociación Civil Santiagueña de Investigadores en Historia. Ha publicado libros
sobre la educación en el período de los Taboada y varios trabajos alrededor del
tema de la autonomía provincial. Juan Viaña es director del Archivo Histórico
de la provincia desde 2008, y un reconocido genealogista. Y quien escribe este
trabajo también participa del volumen.
[57] “Presentarán el libro de los 200 años de nuestra
autonomía”, El Liberal, 16/10/21, Disponible en línea en:
https://www.elliberal.com.ar/noticia/santiago/579188/presentaran-libro-200-anos-nuestraautonomia?utm_campaign=ScrollInfinitoDesktop&utm_medium=scroll&utm_source=nota
[Consulta:22/10/2021]
[58] Peralta Puy, Héctor (2021), Claves de la Autonomía
de Santiago del Estero. Proclamación general en la que expresó el pueblo su
libre voluntad, Santiago del
Estero, Bellas Alas Editorial.
[59] Sayago, Norma (2020), Juan
Felipe Ibarra. Conversaciones con Fray Wenceslao Achával, Santiago del
Estero, Ediciones Nuevos Caminos, p. 11.
[60] Sayago, Norma, 2020, Ob. Cit., p 12.
[61] Sayago, Norma, 2020, Ob. Cit., p 13.
[62] Hachem, Pablo (1944), Episodio histórico de la tiranía de Don
Juan Felipe Ibarra en Santiago del Estero, Santiago del Estero, Ed. Yussem.
En esta obra se muestra, por ejemplo, a un Ibarra que lejos de sentir amor por
su pueblo, más bien lo desprecia. “Al pueblo hay que mantenerlo con la
voluntad comprada y eso cuesta poco, casi nada, basta con palmearle el lomo”.
p. 53.
[63] “El discurso completo del gobernador Zamora en el Centro
Cultural del Bicentenario”, El Liberal, 2/01/21. Disponible en línea en: https://www.elliberal.com.ar/noticia/politica/516188/discurso-completo-gobernador-zamoracentroculturalbicentenario?utm_campaign=ScrollInfinitoDesktop&utm_medium=scroll&utm_source=nota
[Consulta: 23/06/2021].
[64] “El discurso completo del gobernador Zamora en el Centro
Cultural del Bicentenario”, El Liberal, 2/01/21, Ob. Cit.
[65] “El discurso completo del gobernador Zamora en el Centro
Cultural del Bicentenario”, El Liberal, 2/01/21, Ob. Cit.
[66] “Zamora: Quiero pedir a nuestra Mama
Antula que proteja a su pueblo” El Liberal, 27/04/2021. Disponible en línea: https://www.elliberal.com.ar/noticia/politica/527374/video-zamora-quiero-pedir-nuestra-mama-antula-proteja-pueblo?utm_campaign=ScrollInfinitoDesktop&utm_medium=scroll&utm_source=nota
[Consulta:23/06/2021]
[67] Olaechea
y Alcorta, Baltasar (1907), Crónica y
Geografía de Santiago del Estero, Santiago del Estero, Rodríguez y Cía., p.
184.
[68] Gargaro, Alfredo (1946), “Santiago del
Estero (1810-1862)” en Historia de la
Nación Argentina, vol. IX, Buenos
Aires, El Ateneo, p. 143.
[69] Jelin, Elizabeth, 2002, Ob. Cit.
p. 55.