Revista Andes, Antropología e Historia

Vol. 33, Nº 1, Julio – Diciembre 2022

 

Esta obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC    https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090

 

 

¿QUÉ ENTENDIÓ SARMIENTO POR CAUDILLO Y CAUDILLISMO? REPENSAR LA CONSTRUCCIÓN DEL FENÓMENO DESDE LA ÚLTIMA EDICIÓN DEL FACUNDO (1874)

 

WHAT DID SARMIENTO INTERPRET AS “CAUDILLO” AND “CAUDILLISMO”? REFLECTING ON THE DEVELOPMENT OF THOSE CONCEPTS SINCE THE LAST EDITION OF FACUNDO IN 1874

 

 Hernán Fernandez

Instituto de Filosofía

Universidad Nacional de San Juan

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

hernan.fernan86@gmail.com

 

 

Fecha de ingreso: 06/12/2021

Fecha de aceptación: 03/08/2022

 

 

Resumen:

 Dentro de las publicaciones más significativas en torno a caudillo/caudillismo, destaca el Facundo (1845) de Sarmiento. Dicho texto, entre otras cuestiones, permitió precisar el origen de los caudillos en la campaña y, además, explicó sus hábitos y conductas mediante el sintagma civilización/barbarie. No obstante, las posteriores ediciones de la obra efectuadas por el autor facultan matizar e, incluso, contradecir esa visión. Si es posible observar esto es porque en las biografías de Aldao y el “chacho” Peñaloza, sumadas por el sanjuanino en los Facundo de 1851 y 1868, emergen rasgos disímiles e inherentes a otros modelos de caudillos.

Partiendo de tal situación; el presente artículo explora el Facundo, desde las tres semblanzas -Quiroga, Aldao y Peñaloza- que el autor supo articular, con el fin de problematizar las lecturas interesadas en definir unívocamente la temática caudillo/caudillismo en base a la obra. Dos conjeturas guían el trabajo; primero, para Sarmiento los caudillos fueron un fenómeno multiforme. Segundo, el interés del sanjuanino por describir el caudillismo radicó finalmente en la búsqueda por diagramar determinado campo político, juzgado necesario para su proyectado modelo de república.

 

Palabras claves: Sarmiento-Facundo-caudillos-caudillismo-construcción

 

Abstract:

Facundo (1845) by Sarmiento is acknowledged as one of the most meaningful pieces of literature related to the concepts of “caudillo” / “caudillismo”. That text, among other issues, allowed tracing the origin of the “caudillos” in the campaigns as well as defining their habits and behavior by means of the syntagm “civilization/ barbarity”. Nevertheless, the following editions produced by the author of that literature piece enabled to soften, or even disagree with, that perspective. This is evident because the additions of the biographies of Aldao and “Chacho” Peñaloza in the editions of Facundo (1851) and Facundo (1868) include dissimilar features and characteristics inherent to other models of “caudillos”.

Taking into consideration that situation, this paper explores Facundo from the three biographical notes the author articulated -Quiroga, Aldao and Peñaloza- with the aim of questioning the reading interested in defining, unequivocally, the topic of “caudillo”/“caudillismo”. This paper is outlined by two conjectures: first, according to Sarmiento, the “caudillo” was a multiform phenomenon. Second, Sarmiento´s interest in describing “caudillismo” finally consisted in the search for diagraming a specific political context he considered necessary for his model of republic.

 

Key words: Sarmiento-Facundo-“caudillos”-“caudillismo”-development

 

 

Introducción

            ¿Por qué iniciar la presentación de este artículo planteando una pregunta en el título? Mediante la interrogación vale destacar la intención por problematizar desde el comienzo la visión de Sarmiento sobre el caudillo y el caudillismo, cuestión ampliamente indagada por la tradición historiográfica argentina. Y, si bien, la propuesta no apunta a revisar los estudios precedentes, ni mucho menos contradecirlos, sí procura ofrecer ciertas claves de lectura en torno a la explicación sarmientina de ese tema visitado numerosas veces en los anales de la historia de nuestro país.

            El fenómeno caudillo/caudillismo despertó la atención de variados trabajos[1]. Dentro de la tradición investigativa, dos principales corrientes logran distinguirse en los modos de apreciar la temática, las mismas pueden resumirse de la siguiente manera: los postulados liberales, donde los caudillos y sus montoneras representan lo negativo de la historia argentina; y la perspectiva revisionista, enfocada en recuperar el legado de los caudillos para la conformación de la república con impronta federal. Además, en las producciones más recientes –desde los preceptos de la historia intelectual, la historia de las ideas, la nueva historia política, etc.- el interés consistió, entre otras cosas, en explicar las características históricas de los caudillos particularizando en las respectivas formas de vivir, guerrear y gobernar. Y, sin dudas, en lo atinente a dichos esfuerzos intelectuales, el Facundo de Sarmiento constituyó una de las fuentes mayormente consultadas por las diversas investigaciones, sin importar las escuelas historiográficas.

            Pero, precisamente ¿cómo fue abordada en su carácter de documento histórico la citada obra? La incógnita sirve de disparador para avanzar en algunos aspectos pocos examinados del Facundo y la consiguiente teoría explicativa desarrollada sobre los caudillos. En los trabajos donde el Facundo cumplió la función de fuente principal en escasas ocasiones discurrieron en la historicidad del escrito y las problemáticas suscitadas en base a esto. Veamos brevemente la historia de dicho título de Sarmiento[2].

             La edición inicial no fue en libro, sino que se efectuó, entre mayo y junio de 1845, mediante distintas entregas en el periódico chileno El Progreso. Originalmente comprendió trece capítulos interesados en exhibir al caudillismo como el gran drama argentino. También en 1845 aparecería en libro, pero el sanjuanino sumó dos capítulos –“Gobierno unitario” y “Presente y porvenir”-, dirigidos a detallar su plan de gobierno para la república a construir pos Rosas[3] y, en simultáneo, apuntar intencionalmente los conflictos atravesados por entonces por la Confederación Argentina.

            En los primeros meses de 1851, con la intención de incitar el levantamiento de Urquiza contra Rosas[4], otra versión salió al público. De las cuantiosas modificaciones aplicadas a la obra, para los fines de este artículo, valen destacar la quita de los capítulos agregados al libro de 1845 y, principalmente, la anexión de Aldao[5]. En base a la vida del fraile mendocino, Sarmiento mostraba un modelo diferente de caudillo, centrando más aún la atención del Facundo en el caudillismo. La tendencia se consolidará con la tercera edición libraria, publicada en 1868.

            La nueva presentación añadiría otra semblanza de caudillo con el texto dedicado al “chacho” Peñaloza[6]. El relato de Peñaloza significaba una estratégica innovación por exponer a un caudillo desemejante a Quiroga y Aldao ya que el “chacho” había sobrevivido al rosismo y, por consiguiente, logró actuar en la etapa constitucional. Posteriormente, al culminar su gestión presidencial, en 1874 Sarmiento dio a conocer la última edición del Facundo, optando por volver a sumar partes suprimidas con anterioridad –como los capítulos borrados en 1851-. En consecuencia, la estructura definitiva de la obra abarcaría las biografías de Quiroga, Aldao y Peñaloza.

            Las características particulares del Facundo evidencian una historicidad meritoria de reflexiones. Entre estas cabe mencionar la continua variabilidad de la publicación[7], lo cual lleva a advertir la falta de contenido único. A partir de ello, puede remarcarse el carácter político del escrito, pensado para diversas coyunturas e intereses del autor, de ahí las múltiples entregas y las resultantes disímiles maneras de entenderlo. Ahora, también es necesario apuntar que, luego del largo camino editorial recorrido, para Sarmiento el cuerpo definitivo del libro comprendía las semblanzas de Quiroga, Aldao y Peñaloza.

            Partiendo del último aspecto indicado resulta posible señalar que la explicación del cuyano atinente al fenómeno de los caudillos no se acota únicamente a la vida de Quiroga; al contrario, la versión definitiva del Facundo muestra tres modelos de caudillos imprescindibles de considerar si pretendemos analizar cómo Sarmiento describió el fenómeno. A pesar de su complejidad, la apuntada historicidad del Facundo no despertó la atención de los estudiosos, por eso las publicaciones referidas a los caudillos y el caudillismo principalmente exploraron la semblanza de Quiroga, siguiendo la estructura de la edición libraria de 1845. Es decir, el resto de las biografías, integrantes de la presentación final, no recibieron mucha atención de la tradición de lectura, sea liberal o revisionista. En base a este panorama, el presente artículo precisamente procura examinar la visión sarmientina de la temática caudillo/caudillismo indagando conjuntamente a Quiroga, Aldao y el Chacho. ¿Cuáles son las claves propuestas para avanzar sobre el objeto principal?

            En primer lugar, el trabajo tomará como fuente central al último Facundo publicado por Sarmiento. Semejante decisión atiende la historia editorial de la obra, concibiendo así que la versión de 1874, con la triada caudillista, constituye la presentación más vasta del sanjuanino sobre el caudillismo. Además, serán utilizadas dos entradas para abordar el libro; por un lado, remitiendo a los postulados de Pilar González Bernaldo de Quirós, se buscará analizar cómo para el sanjuanino el surgimiento y accionar de los caudillos principalmente respondió a los modos de sociabilidad persistentes en las provincias del ex Virreinato del Río de la Plata. Esto facilitará desarrollar el segundo punto donde, según intenta evidenciarse, Sarmiento a raíz de la sociabilidad distinguió los grupos en pugna y, consiguientemente, condensó en los caudillos los obstáculos a suprimir en pos de fundar una república a la altura de los cánones de la civilización. Y no solo eso, recurriendo a la idea de concepto asimétrico de Reinhart Koselleck, el interés redunda en exponer el modo en que el Facundo, en la versión final, englobó en la noción de caudillo a figuras históricas –Quiroga, Aldao, Peñaloza, Rosas, etc.- no autopercibidas con tal conceptualización.

            Por todo lo expresado, y a manera de hipótesis, se identifica al concepto de caudillo/caudillismo construido por Sarmiento en la definitiva edición del Facundo como un mecanismo de autolegitimación donde, apelando a las particularidades de la sociabilidad, trató de excluirse a quienes no comulgaran con las prácticas políticas consideradas propicias para la república liberal. Con el objetivo de desplegar las proposiciones, el artículo comenzará por algunas características del Facundo de 1874, luego explicará el caudillismo dentro de la obra desde la sociabilidad para, finalmente, problematizar el concepto sarmientino de caudillo inquiriendo la percepción de los personajes implicados.

Sarmiento y la última edición del Facundo (1874)

 

            ¿Dónde radica la importancia de la versión final del Facundo? Si bien hay varios puntos a considerar para contestar la pregunta, para este artículo interesa destacar la historicidad de la obra y los consiguientes usos políticos efectuados por Sarmiento. Aunque el Facundo originalmente fue ideado para 1845, sus reiteradas ediciones permiten pensarlo más allá de esa coyuntura. No obstante, es necesario tener presente que inicialmente la publicación apuntó a criticar a Rosas y el sistema de caudillos montado para someter a las provincias argentinas luego de alcanzarse la independencia de España. Conforme buscaba definir el sanjuanino en los caudillos, y la barbarie inmanente a tales figuras, residían las causas primordiales del estancamiento de la Confederación Argentina. Ahora, las nuevas piezas agregadas, principalmente el Chacho, actualizaban la descripción de la trama. Pero antes de avanzar en el contenido resulta preciso detenerse en los incentivos impulsores del último Facundo.

            En octubre de 1874 Sarmiento completó el mandato de un país aún sin capital nacional pero que, luego de la secesión de Buenos Aires, unificaba paulatinamente a las provincias bajo el poder central. La administración del sanjuanino, con serias dificultades debido a la falta de apoyo de algún partido y la tenaz oposición del mitrismo, transcurrió en un periodo histórico crítico producto de diversos factores. Entre los mismos pueden mencionarse: la guerra con el Paraguay y la resultante epidemia de fiebre amarilla- acaecida a comienzos de 1871 a raíz de la llegada de los soldados provenientes del campo de batalla-; las continuas sublevaciones producidas en Entre Ríos por las fuerzas lideradas por López Jordán –hecho promotor del asesinato de Urquiza y parte de su familia-; el levantamiento armado de Mitre –derrotado durante la iniciante presidencia de Avellaneda-.

            Pero, a pesar de los contratiempos indicados, el sanjuanino desplegó políticas con el fin de perfeccionar el ejército, incentivar la industria y la agricultura, fortalecer la educación y las comunicaciones[8]. Como podemos percibir, el Facundo de 1874 ve la luz en tiempos muy disímiles de aquellos en los cuales fue publicado en 1845. Entonces, cabe preguntar: ¿por qué la necesidad de volver sobre la obra? Primeramente, vale señalar el estímulo proveniente de la casa editora parisina Hachette, quienes propusieron reeditar variados textos de Sarmiento. El proceso editorial permanece visible en las epístolas remitidas por el cuyano a su sobrino Augusto Belín, instalado para la fecha en Francia y nexo necesario con Hachette.

            Según expresaba Sarmiento, Hachette también habría ofrecido imprimir nuevamente Las escuelas, base de la prosperidad y de la República en los Estados Unidos (1866) y Vida de Abran Lincoln, décimo sesto presidente de los Estados Unidos (1866)[9]. Finalmente sería el Facundo el único título seleccionado para salir nuevamente a la venta. La opción de recurrir a la mentada obra respondió al apremio político por defender la culminante gestión presidencial del autor.

El presidente saliente consideraba útil intervenir con Facundo bajo dos objetivos, por un lado, contestar a los opositores del círculo dirigente de la Argentina. Por ese motivo, a Augusto Belín le brindaba los siguientes detalles para preparar la versión de 1874:

 

Te remito un ejemplar de la 1° y la 3° edición de Civilización y Barbarie. La primera contiene un prólogo y dos capítulos finales que se suprimieron en las últimas. Uno de esos capítulos es un programa de gobierno, y como ahora concluyo el mío, viene de perlas publicar el antiguo programa para que juzguen si he realizado o no las ideas que manifesté ahora treinta años, como el objeto de la lucha contra Rosas[10]

 

Es decir, el sanjuanino pretendía utilizar al Facundo como principal testigo de las promesas elevadas décadas atrás y cumplidas durante su mandato presidencial[11]. Al respecto concluía Sarmiento: “Interesa mucho a mi política, y convendrá más al editor de la cuarta edición de Civilización y barbarie, que los ejemplares lleguen aquí antes de terminado mi gobierno[12].

            Pero, por otra parte, la respuesta en simultáneo procuraba limpiar su imagen frente las nuevas generaciones de lectores políticos. Asumiendo esta última posibilidad, escribía el sanjuanino para los “jóvenes que no conocen los antecedentes de la lucha y de la tiranía de Rosas, en cuyo tiempo eran niños, necesitamos remontar á los origines para dar la razón de las cosas[13]. En resumidas palabras, puede notarse lo siguiente: Sarmiento actuó, como nunca antes, en la escena política apelando al tribunal de la historia por el hecho de integrar el Facundo de 1874 las páginas anteriormente suprimidas, exhibiendo así ampliamente el pensamiento sarmientino. ¿Qué partes compusieron la edición final?

En 1874 las tres biografías de caudillos -Quiroga, Aldao y el Chacho- aparecían junto a la introducción de 1845, los capítulos “Gobierno unitario” y “Presente y porvenir” y demás partes eliminadas en 1851, donde el autor aludía a sucesos acaecidos en los años de las primeras ediciones[14]. Ahora, piezas como el Chacho actualizaban la descripción de las problemáticas, principalmente en lo referido al caudillismo. Veamos con mayor detenimiento las particularidades coyunturales de la biografía de Peñaloza.

Sarmiento redactó la vida del “chacho” para la campaña presidencial de 1868. El texto mostraba la vigencia del caudillismo en el periodo constitucional devenido desde 1853. Y no sólo esto, con el objeto de fortalecer su candidatura, en esas páginas el sanjuanino detallaba las acciones que desplegó en la gobernación de San Juan para derrotar al líder riojano en 1863. Incluso, el autor aprovechaba el relato para limpiarse de culpas en torno al asesinato de Peñaloza, ejecutado sin juicio previo, acción reprobada por Bartolomé Mitre, presidente durante el apuntado conflicto[15]. En pocas palabras, Sarmiento en el Chacho emergía como el héroe vencedor del caudillismo desde el campo de la civilización.

Por todo lo dicho, la versión de 1874 exponía el plan de gobierno del presidente saliente y, al mismo tiempo, lo exhibía como la única figura política argentina capaz de interpretar y derrotar a los caudillos. Además, por las cualidades señaladas, la historicidad de los contenidos del Facundo puede apreciarse con mayor precisión en la cuarta edición donde, al ser la última versión del autor, aparecen combinadas partes pensadas para distintos momentos específicos. Asimismo, entre las permanencias hallamos los elementos intelectuales utilizados por el sanjuanino para desarrollar la explicación de los caudillos y el respectivo daño infringido a la Argentina en ciernes.

            Es conocido el esquema romántico-socialista aplicado por Sarmiento para indagar la realidad argentina. De tal manera, por ejemplo, apelaron las páginas del Facundo a la figura del “grande hombre” como representación de una época[16].También puede destacarse el uso de la teoría del medio para explicar los arquetipos sociales como resultado de la geografía del lugar[17]. En paralelo, desde el historicismo –o filosofía de la historia-, apuntó el autor a valorar el papel de cada nación en el progreso de la civilización[18]. Estas tres herramientas de intelección serán conjugadas dentro de la que, según entiende el presente artículo, representó una de las principales claves sarmientinas al momento de explicar el surgimiento y accionar de los caudillos: la sociabilidad.

            ¿Qué implica hablar de sociabilidad? El investigador Maurice Agulhon detalla, si nos guiamos por las definiciones brindadas por el diccionario, la sociabilidad posee doble connotación: como aptitud de la especie humana a vivir en sociedad y, por otro lado, conforma un rasgo de los individuos en la manera de vincularse con los demás seres humanos. No obstante, para el historiador francés, esa categoría contiene historicidad, de modo “que puede apreciarse de manera diferencial en el espacio y en el tiempo[19]. Entonces, siguiendo con lo expresado, la sociabilidad no es igual en todos los grupos de personas y, en consecuencia, resulta menester atender las particularidades de las prácticas de sociabilidad en determinado tiempo y espacio.

            Inclusive, y continuando con los planteos de Agulhon, la sociabilidad precisa considerarse perteneciente a cualquier grupo humano. ¿Es necesaria la aclaración? Efectivamente, no pierde oportunismo debido a la asociación efectuada entre sociabilidad y perfeccionamiento de las costumbres. Es decir, específicamente la sociabilidad fue entrelazada con el “proceso de civilización”. A partir de ello el concepto adquirió ciertas cualidades con el fin de negar la sociabilidad de algunas experiencias en pos de monopolizarla en espacios concretos[20]. ¿Cómo se desplegó esto en las provincias de la futura Argentina?

            Recapitulemos, a la sociabilidad buscó dotársela de diferentes aptitudes de civilidad. Al respecto, enseña González Bernaldo de Quirós, la civilidad tuvo al menos dos connotaciones:

 

significa tanto urbanidad –cortesía, buenos modales, lo que la asocia a la civilidad cortesana- como la actitud que caracteriza a los buenos ciudadanos: la afiliación por los intercambios recíprocos, la tolerancia hacia la opinión del otro, el respeto de un conjunto de procedimientos y reglas convencionales[21].

 

Por lo tanto, la señalada polisemia de civilidad podría enmarcarse, correspondientemente, en los ámbitos de lo político y de lo social.

            Particularmente, en el Río de la Plata durante el siglo XIX, la filiación entre civilidad y sociabilidad permitió a los grupos de poder legitimarse como tales. En consecuencia, en base a las prácticas civilizadas comenzó a delinearse la imagen de la nación por construirse. Sintetizando, la sociabilidad –enlazada a la noción de civilidad- representó el disparador para configurar la “nacionalidad argentina”. Estas concepciones constituyeron la base de los postulados intelectuales de la Generación del 37 y especialmente de Sarmiento quien, en el Facundo, los transformaría en principios rectores para describir y condenar a los caudillos.

 

Caudillos y caudillismo como resultado de la sociabilidad

 

             ¿Qué implicaba ser caudillo en el siglo XIX? Citando a Halperín Donghi, el significado inicial de caudillo puede precisarse de la siguiente manera: “en la Edad Media castellana había designado al jefe de mesnada, y que todavía durante la crisis revolucionaria iba a ser empleado en el Río de la Plata con un sentido cercano al originario por algunos defensores del Antiguo Régimen[22]. Empero, desde la Revolución de Mayo, la concepción pasaría a referirse

 

a quien detentaba un poder no apoyado en títulos legítimos, y durante la década de 1810 iba a ser usado sobre todo por quienes ocupaban la cumbre del nuevo Estado para designar –y también estigmatizar- a quienes estaban sustrayendo al control efectivo de éste áreas cada vez mayores de territorio[23]

 

            El proceso de conversión del caudillo en el otro negativo encuentra un momento clave en el Facundo de Sarmiento, a partir de allí el sanjuanino procurará encapsularlos dentro de características desfavorables, como, por ejemplo: “gobernante ‘personalista’, ‘autoritario’, o imbuido de la fuerza bárbara de la campaña- que por ello mismo, hacía de su figura una antítesis de la civilización, del orden republicano, y de la política en su sentido clásico[24]. Examinemos entonces la forma en que el autor cuyano efectúa su operación en la escritura del Facundo.

            Respecto a la última edición, particularmente las páginas destinadas a las vidas de Quiroga y Aldao, reinstauran en la década de 1870 parte del pensamiento de los Jóvenes del 37. Del mentado grupo, entre los principales planteos intelectuales recuperados, sobresale “el deslizamiento semántico entre la noción de civilidad como atributo de una clase y la de civilización como principio de nacionalidad[25]. Precisamente, será Sarmiento en el Facundo quien dará mayor desarrollo y detalle a semejante concepción al aplicarla sobre la sociabilidad.

            Para el sanjuanino, la sociabilidad existía en el territorio argentino, pero en la misma la cuestión residía en el predominio de la barbarie. Por ejemplo, Sarmiento advertía la prevalencia de asociaciones en la campaña, aunque carecían de civilidad[26]. Esa es la clave interpretativa que este artículo buscará desarrollar a continuación, es decir, mostrar cómo el Facundo observa en el predominio de sociabilidad sin civilidad el surgimiento y consolidación de los caudillos en la escena política de las provincias argentinas.

            Incluso, vale destacar, la estructura explicativa de la obra puede entenderse desde la sociabilidad, esto si tenemos en cuenta que “la historia de la sociabilidad es, en algún modo, la historia conjunta de la vida cotidiana, íntimamente ligada a la de la sicología colectiva[27]. De ahí el interés de Sarmiento por descifrar el origen de los caudillos hurgando “en los antecedentes nacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres i tradiciones populares[28]. Además, para el sanjuanino, quienes intentaron conocer el fenómeno del caudillismo fallaron por no atender las características de la cotidianeidad americana.

            En consecuencia, al iniciar el Facundo, el autor explicaba que el caudillismo era fruto del espíritu americano, ininteligible para los europeos porque procuraban comprenderlo sin reparar en los rasgos culturales del “nuevo continente”. El caso utilizado para ejemplificar la situación estaba en Simón Bolívar:

 

Sin estos antecedentes, nadie comprenderá a Facundo Quiroga, como nadie, a mi juicio, ha comprendido todavía al inmortal Bolívar, por la incompetencia de los biógrafos que han trazado el cuadro de su vida. En la Enciclopedia Nueva he leido un brillante trabajo sobre el general Bolívar, en que se hace a aquel caudillo americano toda la justicia que merece por sus talentos, por su génio; pero en esta biografía, como en todas las otras que de él se han escrito, he visto el jeneral europeo, los mariscales del Imperio, un Napoleon ménos colosal; pero no he visto el caudillo americano, el jefe de un levantamiento de las masas; veo el remedo de la Europa i nada que me revele la América[29]

 

            ¿Qué lo hacía caudillo a Bolívar? El hecho de tener reconocimiento popular por ser, culturalmente hablando, hijo de la tierra americana. Sarmiento muestra esa característica citando el caso de José de San Martin, el líder militar argentino no podía representar al caudillo porque la formación cultural recibida tenía elementos de civilidad europea[30]. Esta es la clave sarmientina para exponer las causas del caudillismo y, además, lo que permite definir una primera cuestión: el caudillo es propio de América, su cualidad se arraiga en el ascenso popular sustentando en los caracteres americanos.

            Planteada la cualidad continental de los caudillos, ¿qué hacía únicos a estos personajes en la naciente Argentina? Para comprender la extensa presentación sarmientina podemos tomarla, continuando el esquema explicativo del Facundo, en base a dos ejes: la esencia –hábitos, prácticas, conocimientos, etc.- y la trayectoria seguida para convertirse en caudillos.

 

La esencia del caudillo

 

            El caudillo emergía en el espacio particular de la campaña. En la Argentina la campaña tenía significado negativo por la preferencia del pastoreo y el resultante abandono de la labranza de la tierra[31]. ¿Qué representaba en Sarmiento el pastoreo? En la vida de Quiroga implicaba dejar los campos incultos, en detrimento de actividades civilizadas y generadoras de vínculos sociales, como la agricultura o el comercio[32]. Precisamente, al perdurar el desierto por la falta de cultivo se producía la principal catástrofe para una nación civilizada: la desaparición de la sociedad y de los consiguientes hábitos de sociabilidad.

            Los motivos para dificultar el desarrollo de la sociedad afloraban de diferentes causas. Una de las primordiales radicaba en la ociosidad provocada por el pastoreo, práctica requeridora de dedicación mínima y escasa colaboración entre las personas:

 

Los límites de la propiedad no están marcados; los ganados, cuanto mas numerosos son, ménos brazos ocupan; la mujer se encarga de todas las faenas domésticas i fabriles; el hombre queda desocupado, sin goces, sin ideas, sin atenciones forzosas; el hogar doméstico le fastidia, lo espele, digámoslo así[33]

 

            La aniquilación de la propiedad privada, célula productiva esencial de la república pensada por Sarmiento, entramaba uno de los principales síntomas para la disolución de la sociedad. Para la visión del cuyano, en este punto, las relaciones de civilidad servían de cimientos para la democracia republicana. Bajo esa lógica, la descripción de la campaña concluía: “fáltale la ciudad, el municipio, la asociacion íntima, i por tanto, fáltale la base de todo desarrollo social; no estando reunidos los estancieros, no tienen necesidades públicas que satisfacer: en una palabra, no hai res pública”[34].

             Para Sarmiento el pastoreo implicaba un asunto de gran relevancia, al punto de actualizar en la vida del “chacho” la postura sobre la temática sosteniendo: “Hasta hoi en Buenos-Aries mismo se nota esta tendencia de los poseedores de suelo inculto, a despoblarlo, no ya de indios sino de familias españolas allí nacidas i reducirlas a villas, que son nidos de vicio i pobreza[35]. El origen de caudillos como Peñaloza, entendía el sanjuanino, encontraba fundamentos en el despojo de las tierras productivas suscitado desde la llegada de los españoles: “A estas causas de tan lejano oríjen se deben el eterno alzamiento de la Rioja, i el último del Chacho[36]. Sintetizando, al contrario de Quiroga, Aldao y Rosas –impulsados en luchar por oposición a las autoridades-, el “chacho” –y los caudillos de su estilo- perseguía intenciones de supervivencia[37].

            Pero, es necesario aclarar, para Sarmiento existía sociabilidad en la campaña, aunque dotada de rasgos bárbaros. Incluso el sanjuanino aludirá a la pulpería en concepto de “asociación”. La pulpería tenía cierta estructura asociativa, en la misma “se dan i adquieren las noticias sobre los animales estraviados; trázanse en el suelo las marcas del ganado, sábese dónde caza el tigre, dónde se le han visto rastros al leon; allí, en fin, está el cantor, allí se fraterniza por el circular de la copa i las prodigalidades de los que poseen[38]. La ausencia de civilidad convertía a las asociaciones de la campaña en el centro social generador de caudillos.

            No obstante, a pesar de la larga tesis basada en la campaña, la vida de Aldao nos trae otro elemento para explicar el surgimiento de los caudillos. El “fraile”, según lo describe el relato sarmientino, no aparece en la campaña y, además, posee inicialmente una ocupación civilizada –cura– y participa en favor de la causa de la civilización –la guerra de la independencia–. Entonces, para interpretar a este arquetipo de caudillo, el autor recurre a indagar los instintos naturales –salvajes– del personaje en relación a determinadas prácticas que potenciaron su emergencia. Aldao obtuvo “ascenso” personal a raíz de los métodos planteados en Perú para hostilizar a los realistas:

 

Con este fin se organizaron en la Sierra bandas de guerrilleros, montoneras o republiquetas, como solian llamarse, que mantuviesen en continua alarma a los realistas. Necesitábase para acaudillarlas, hombres decididos que lo intentasen todo, i para quienes todos los medios fuesen buenos, incluso el pillaje, el asesinato i todo jénero de violencias[39]

 

            Abreviando, la transformación de Aldao en caudillo fue fruto de la predilección innata del sujeto potenciada por el contexto de crisis social de la guerra o, en otras palabras, la prevalencia de la sociabilidad rústica emanada de un clima de violencia. La vida de Peñaloza profundiza este aspecto ya que Sarmiento entendía el poder de los caudillos, y el respectivo sentimiento de obediencia de las monteras, como derivados de su ascendencia de “razas primitivas”–la guaraní o quechua–. En consecuencia, concluía el escritor cuyano: “De estos resabios salió la montonera, pronunciándose al espirar en el movimiento final del Chacho, bajo las formas de un alzamiento de campañas, que bien examinado en sus localidades i propósitos, era casi indígena[40]. Resumiendo, la razón fundamental del caudillismo radicaba en el predominio de la naturaleza en las diversas maneras de vincularse los sujetos entre sí y con el medio[41]. Lo cual puede traducirse en el triunfo de la barbarie sobre la sociedad.

            Lo esencial en la conducta de los caudillos consistía en la barbarie, distintos capítulos del Facundo detallan e, incluso, fundamentan los hábitos de los personajes por la condición de bárbaros. ¿A qué se refería el sanjuanino con barbarie? Si aglomeramos las singularidades del caudillo, podríamos identificar a lo bárbaro en “el triunfo de la naturaleza sobre la sociedad, la cultura, en fin, sobre el hombre; es ella la que instituye un orden que no será ni completamente humano ni enteramente natural, sino más bien la yuxtaposición del segundo sobre el primero[42]. Pero, es menester aclarar, lo detestado por Sarmiento no residía en la naturaleza per se, sino la conversión de la misma en desierto –campaña-[43].

En lo pertinente a sujetos, la victoria de la naturaleza encontraba claro ejemplo en la citada corrosión del “fraile” quien, para Sarmiento, dejó definitivamente avanzar lo instintivo contra los hábitos civilizados adquiridos en su trayectoria. Según el sanjuanino, la entrega de Aldao a vicios -como el alcohol y el juego de azar- implicaba el descenso hacia condiciones primitivas de vida:

 

El hábito de la embriaguez habia arraigádose mas, si era posible, i el juego le era tan necesario que cuando bajaba a la ciudad, mandaba órdenes de citacion a jugar, como si se tratase de los negocios públicos. Es imposible darse una idea de la degradacion en que habia caido este hombre, la torpeza de sus placeres, el abandono de toda idea de política[44]

 

             Asimismo, la hegemonía de la naturaleza descubre máxima expresión en el uso de la fuerza para imponer la voluntad del caudillo. El pasaje de la caravana viajera sirve en la vida de Quiroga para graficar el tipo particular de sociabilidad emergida de esa experiencia, donde la violencia representa la clave del orden: “Nuestras carretas viajeras son una especie de escuadra de pequeños bajeles, cuya jente tiene costumbres, idioma i vestido preculiares que la distinguen de los otros habitantes, como el marino se distingue de los hombres de tierra. Es el capataz un caudillo[45]. Allí, mediante el empleo de la fuerza salvaje, el capataz/caudillo demuestra autoridad y gana la sumisión de los demás pares: “Así es como en la vida arjentina empieza a establecerse por estas peculiaridades el predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del mas fuerte, la autoridad sin límites i sin responsabilidd de los que mandan, la justicia administradas sin formas i sin debate[46].

            Aquí sucede uno de los puntos sustanciales del Facundo, cualidad mayormente apreciada en 1874 ya que, con la versión final, Sarmiento opera para deslegitimar el accionar de los caudillos y las montoneras en procura de monopolizar para el Estado nacional –o, mejor dicho, la elite de gobierno- la aplicación de la violencia. Con esa finalidad, en la vida del “chacho”, el sanjuanino avanzará con mejor detalle sobre la ilegalidad del caudillo y la montonera. Bajo semejante objetivo catalogaba a la montonera de la siguiente manera:

 

El idioma español ha dado a los otros la palabra guerrilla, aplicada al partidario que hace la guerra civil, fuera de las formas, con paisanos i no con soldados, tomando a veces en sus depredaciones las apariencias i la realidad también de la banda de salteadores. La palabra arjentina montonera corresponde perfectamente a la peninsular de guerrilla[47]

 

            De ese modo, la estrategia sarmientina, buscaba marginar de toda legalidad al caudillo y la montonera. Asimismo, Sarmiento culminaba despojando a dichos personajes de cualquier atributo militar y político por actuar continuamente contra el orden legal e institucional[48]. Pero los aspectos apuntados no alcanzan para explicar en totalidad al caudillo, en consecuencia, resulta necesario discurrir brevemente en las trayectorias personales destinadas a transformar a figuras comunes en líderes populares.

La trayectoria del caudillo

 

            Es conocido el planteo sarmientino, en la biografía de Quiroga, donde individualiza en la función de comandante de campaña el primer eslabón en la cadena para convertirse en caudillo[49]. Sin embargo, apelando a lo señalado anteriormente, la vida de Aldao mostró otro origen. El mendocino no surge de la campaña ni ocupa el cargo indicado. ¿Qué tienen en común las trayectorias de ambas figuras? En el Facundo de 1874, la respuesta a la conversión del riojano y el “fraile” en poderosos caudillos principia con el llamado hecho por la ciudad para intervenir en los conflictos desatados en el círculo político de la urbe. Examinemos los dos casos.

            Recurriendo al orden cronológico, comencemos por Aldao. Si bien en el “fraile” los instintos salvajes despertaron en la guerra de independencia, en la historia argentina influirá recién en la década del 20, con las luchas facciosas entre unitarios y federales, cuando el “partido de la civilización” lo convoque a participar. La circunstancia puntual fue el auxilio solicitado por el gobierno civilizado de Salvador María del Carril en San Juan[50]. La oposición conservadora derrocó a este gobernador, quien invocó al poder de los bárbaros para reponerse.

            La irrupción de Félix Aldao, junto a sus hermanos[51], resultó victoriosa en lo inmediato para el partido del progreso, pero el episodio gestaría el inicio de los caudillos en Mendoza[52]. Y no sólo esto, también los Aldao despertarían la fiereza de Quiroga en La Rioja. Los hermanos decidieron amotinarse en resistencia al pedido de San Martín para crear un cuerpo destinado a Perú. Derrotados huyeron de la provincia mendocina y fueron interceptados por el riojano que, por designios del destino

 

se hace de armas, i la barbarie colonial, las pasiones brutales de la muchedumbre ignorante, las ambiciones plebeyas, los hábitos de despotismo, las preocupaciones, la sed de sangre i de pillaje en fin, habian hallado su caudillo, su héroe gaucho, su jenio encarnado. Facundo Quiroga tenia ya armas, soldados no faltarían; un grito suyo iria de caverna en caverna, de bosque en bosque, retumbando por montes i llanos, i mil gauchos estarian listos con sus caballos[53]

 

            Dicha biografía de caudillo entonces exhibe los antecedentes cuyanos originadores del poder de Quiroga, poder extendido inmediatamente por las diferentes provincias de la Confederación. La semblanza de Quiroga sigue el hilo narrativo, allí se muestra que, al ser citado por la ciudad, gana el riojano la legitimidad dada por la civilización. A partir de aquel momento, Quiroga procedería, con el instinto primitivo, a eliminar todo elemento de civilidad capaz de limitar a su naturaleza bárbara: “Facundo, jenio bárbaro, se apodera de su país; las tradiciones de gobierno desaparecen, las formas se degradan, las leyes son un juguete en manos torpes; i en medio de esta destruccion efectuada por las pisadas de los caballos, nada se sostituye, nada se establece[54]. Pero, ¿por qué sucedió la mezcla entre la ciudad –civilización- y la campaña –barbarie-?

            Según entiende este artículo, la explicación sarmientina pertinente a la aparición de los caudillos apuntó a mostrar la falta de solidez en los códigos de civilidad adoptados por las elites gobernantes. Es decir, la sociabilidad de la ciudad sirvió para crear determinados hábitos y los consiguientes proyectos de nación, pero esto no logró plasmarse en el campo político. Por ello, para hacer política, continuamente los hombres civilizados en los modos, apelaron a la violencia de los caudillos, sobrepasando y violando el elemento sustancial de toda república liberal: las garantías individuales de los ciudadanos[55]. Incluso, Sarmiento persistirá en la referida teoría en las páginas de la vida de Peñaloza.

            En el Chacho nuevamente emergerá una constante expresada en el resto del Facundo: la falta de funcionarios capaces de lidiar con el problema de los caudillos[56]. Si en la primera mitad del siglo XIX cayó en los unitarios la culpabilidad por el triunfo del caudillismo, en la etapa de la Argentina constitucional los nuevos líderes políticos serán repetidores de los vicios antecesores.

            Peñaloza tenía la singularidad de haber sobrevivido a la derrota del “Restaurador” y representaba, en consecuencia, la estirpe de caudillos que convivían con la constitución sancionada en 1853[57]. Así, parte de los dirigentes de la Argentina constitucional reiteraban el error de hacer coexistir instrumentos de civilización con la barbarie. El principal ejemplo de semejante equivocación sucedió en la provincia de San Juan, donde la intervención de un caudillo se cobró la vida del ilustre Aberastain[58]:

 

La época constitucional fué para San Juan precisamente la época de las violencias, las intervenciones armadas, las invasiones del Chacho, con su acompañamiento de saqueos i aun de incendios, hasta que aquel empeño de amalgamar la Constitucion i el caudillo, supliendo la falta de uno con detestables Procónsules, acabó en una gran catástrofe, i en el sacrificio del virtuoso Dr. Aberastain, muerto por improvisados caudillejos, salidos apenas de las tolderías de los indios, a quienes el Gobierno confiaba misiones judiciales o ejecutivas, como la España al Juez Casca en los primeros tiempos[59].

 

            Para el autor del Facundo, al momento de enfrentar a los enemigos del orden institucional, seguía vigente la falta de practicidad típica de los unitarios. Esto quedó en manifiesto durante el conflicto con el “chacho”. En la primera etapa del levantamiento de Peñaloza, Sarmiento fue designado por el presidente Mitre para dirigir las acciones contra las fuerzas del riojano. Amparándose en esa función, el por entonces gobernador de San Juan, aplicó el estado de sitio en La Rioja. La decisión provocó rechazo por parte de los poderes nacionales, específicamente del ministro del interior Guillermo Rawson. Ambos funcionarios polemizaron abiertamente sobre la medida, el nodo de la cuestión giraba en torno a si correspondía a una provincia dictaminarla o era prerrogativa exclusiva de los poderes nacionales.

            La postura sarmientina quedaba explicitada en la biografía de Peñaloza, sostenía el autor: El sentido práctico indicaba que provincias tan distantes no podrían acudir al gobierno nacional en tiempo de aprovechar de su vénia[60]. Tácitamente, el planteo de Sarmiento principalmente discutía con Rawson, estereotipo de funcionario que ignoraba el pasado argentino y que, por consiguiente, recriminó la resolución adoptada por el gobernador sanjuanino.

            Resumiendo, la sociabilidad sirvió en el Facundo para exponer el origen y accionar de los caudillos. Además, para la coyuntura de 1874, donde Sarmiento hablaba desde la elite gobernante, el libro venía a fundamentar las maniobras efectuadas para eliminar la participación de esos personajes dentro de la política argentina. La operación realizada por el autor con su obra se jugaba en el ámbito de la sociabilidad y, simultáneamente, en lo conceptual, pues: “Las clasificaciones de sí mismo y de los demás pertenecen a la sociabilidad cotidiana de los hombres. En ellas se articula la identidad de una persona y sus relaciones con los demás[61]. Por lo tanto, nos encontramos en condiciones de expresar  que los espacios de sociabilidad resultan claves para configurar determinadas taxonomías políticas tendientes, en la dimensión práctica, a estructurar los fundamentos del poder. Examinemos sintéticamente este último aspecto.

Conceptualizar caudillo/caudillismo en el Facundo

 

            Para finalizar resulta preciso detenerse en la operación coyuntural desarrollada por Sarmiento con el Facundo de 1874. Recordemos, para el momento de la publicación el sanjuanino estaba dejando el cargo presidencial, es decir, el autor edita desde una posición de poder, su lugar está dentro de la elite gobernante. Ergo, el mentado libro procuraba servir como cimiento del Estado en vías de creación. Por ello, Maristella Svampa observa:

 

una vez que se cierra el ciclo de las guerras civiles, y en el proceso mismo de consolidación de la burguesía, la imagen sarmientina toma otro alcance. Es el momento en el cual el tema de la barbarie manifiesta menos el temor frente a la precariedad de las fronteras sociales, y más una estrategia para acceder al poder, dentro de la cual la alternativa sarmientina de ‘Civilización o Barbarie’ comporta la introducción de un nuevo mecanismo de legitimación del orden[62]

 

            Sintetizando, el Facundo interviene políticamente, y gran parte de la estrategia consistió en identificar en el caudillo al otro negativo para así excluir a los agentes desestabilizadores del nuevo orden. Y, para lograr efectividad en el objetivo precisado, Sarmiento buscó definir qué significaba ser caudillo, cómo actuaban las montoneras, cuál era el resultado del caudillismo. O, planteándolo desde una perspectiva koselleckiana, la postura sarmientina consistió en transformar la palabra caudillo en concepto. ¿Cómo desarrolló este accionar el Facundo?

            Inicialmente es oportuno aclarar la diferencia entre palabra y concepto, pues “Cada concepto depende de una palabra, pero cada palabra no es un concepto social y político. Los conceptos sociales y políticos contienen una concreta pretensión de generalidad y son siempre polisémicos[63]. En ese sentido, aunque las palabras también tienen diferentes posibilidades de significado, el concepto “unifica en sí la totalidad del significado (…) reúne la pluralidad de la experiencia histórica y una suma de relaciones teóricas y prácticas de relaciones objetivas en un contexto que, como tal, sólo está dado y se hace experimentable por el concepto[64]. Partiendo de estas precisiones podemos entender que Sarmiento en el Facundo trabaja para transformar la palabra caudillo –líder militar- en concepto –personaje impulsor de un sistema bárbaro de gobierno, guerrero incivilizado sustentando por hordas salvajes, figura causante de la desorganización argentina durante el siglo XIX, etc.-.

            Sarmiento, siguiendo el objetivo mencionado, carga de temporalidad al significado de caudillo para hacerlo sinónimo de atraso, convertirlo en el principal escollo del curso ascendente del progreso. Asumiendo tales preceptos, el autor del Facundo veía en el caudillo a “un jefe militar i gobernante civil, ha de entenderse uno de esos patriarcales i permanentes jefes que los jinetes de las campañas se dan, obedeciendo a sus tradiciones indíjenas, e impusieron a las ciudades[65]. Dentro de la citada conceptualización, adviértase cómo para el sanjuanino la cualidad sustancial del caudillo residía en el pasado –la tradición indígena- que conseguía imponerse sobre el presente, anulando el futuro –las ciudades-[66].

            Pero, ¿qué mostraba el Facundo respecto a la propia consideración de Quiroga, Aldao y Peñaloza como caudillos? Examinemos algunos de los pasajes donde Sarmiento otorga espacio a la voz de los biografiados. Empecemos por el líder riojano muerto en 1835, cuyas proclamas pueden consultarse al finalizar el relato pertinente a su semblanza[67]. En uno de los textos expresaba Quiroga:

 

Habia formado la decision de no volver a aparecer como hombre público; mas mis principios han sofocado tales propósitos. Me teneis ya en campaña para contribuir a que desaparezcan esos seres funestos, que osadamente han despedazado los vínculos entre el PUEBLO Y LAS LEYES[68]

 

            En otra proclama, ordenaba: “Jefes militares: respetad i obedeced la autoridad civil; estad siempre en vijilia para sostenerla contra todo aquel que intente derrocarla; este es vuestro deber[69]. En los puntos comunes de ambos escritos de Quiroga resalta el interés por resguardar el orden legal y la sumisión de las armas al poder civil, algo propio de las repúblicas liberales. Además, los dos documentos aparecen sellados con la rúbrica del “Jeneral” Juan Facundo Quiroga. Aspectos similares presentan los textos del “chacho” Peñaloza, que también firmaba como “El Jeneral de la Nación[70] y manifestaba el deseo por finiquitar la guerra “que no dará otro resultado que el constante derramamiento de sangre arjentina i el esterminio i destrucción total de las propiedades[71].

            Más allá de las expresiones de paz y orden emitidas por Quiroga y Peñaloza, existe concordancia en ambas figuras al momento de definirse: eran Generales, negando así el mote de caudillos. ¿Qué representa esto? La respuesta posiblemente se halle en la noción de “conceptos asimétricos”, categoría entendida como “un significado despreciativo en las calificaciones, de modo que el otro se puede sentir aludido, pero no reconocido[72]. Tal óptica faculta enunciar que el concepto caudillo fue asimétrico producto de no sentirse “reconocidos” los personajes “aludidos” por Sarmiento dentro de la definición en cuestión. Desarrollemos con mayor precisión la idea.

            La “asimetría” implica una relación de poder por parte de la persona a cargo de instalar el concepto. Sarmiento no sólo pretende establecer quienes son los caudillos; asimismo, simultáneamente, determina al propio grupo de pertenencia con el fin de expulsar y eliminar a todo lo externo, catalogado en la barbarie. La estrategia del Facundo infiere que “siempre se exigen conceptos en los que un grupo se debe reconocer y determinar así mismo, si es que quiere poder aparecer como unidad de acción[73]. En resumidas palabras, el sanjuanino constriñe el “nosotros” y el “otro” al transformar al caudillo en concepto.

            Esta operación sarmientina, producto de que “quién escribe” posee la investidura presidencial de Argentina, adquiere mayor profundidad en la cuarta edición del Facundo. El libro de 1874 contiene el peso político coyuntural no logrado por las predecesoras versiones[74]. Igualmente, logra advertirse cómo el “concepto asimétrico” es causa y consecuencia de la sociabilidad, pues en la delimitación del grupo personal, en base a sus rasgos particulares, surge la anulación política de los ajenos a esos espacios. Semejante aspecto queda más claro si tomamos una circunstancia específica de la vida de Sarmiento y, al mismo tiempo, la lectura efectuada por Alberdi a la edición final del Facundo.

 

Facundo como generador de “asimetrías”

 

Recordemos, al publicar Argirópolis en 1850, el sanjuanino dedicó el escrito a Urquiza con las siguientes palabras:

 

Su nombre es la gloria mas alta de la Confederación: Jefe de un ejército que siempre ha vencido, gobernador de una provincia donde la prensa se ha elevado, donde el Estado ha organizado la instrucción primaria, las provincias de la Confederación, i los arjentinos, separados de la familia común, ¿volverán en vano sus ojos a ese lado, esperando que de allí salga la palabra Congreso, que puede allanar tantas dificultades?[75]

 

            El autor de Argirópolis deseaba ganar el favor de Urquiza para lograr el definitivo levantamiento contra Rosas. Incluso, con dicha finalidad, también Sarmiento intercambiaría cartas con el entrerriano. Ahora, es conocida la disputa acaecida posteriormente entre ambos personajes, llegando el autor del Facundo a proponer “Southampton o la horca” para Urquiza luego de la batalla de Pavón (1861). Según planteaba la biografía de Peñaloza, quien supo estar a la cabeza del “Ejército Grande” no consiguió traducir constitucionalmente el poder obtenido luego de Caseros (1852) debido a que conformaba un caudillo, ineluctablemente, continuador de la barbarie rosista:

 

Cuando en 1853 hubo de darse una Constitucion federal, el Congreso se encontraba con un caudillo de provincia dueño del poder que llamaban nacional sostenido por los mismos caudillos que habian como él apoyado la larga tiranía de Rosas. La Constitucion ni constituia la Nación ni rejia a su propio ejecutivo, quedando la provincia mas importante, fuera de la Nación, i el Presidente fuera de la Constitucion[76]

 

¿Qué revela el ejemplo seleccionado? El sanjuanino llamó en 1850 a Urquiza para constituir el grupo de la civilización opositor la barbarie de Rosas. Sin embargo, las decisiones de Urquiza pos Caseros lo condenaron, según la óptica sarmientina, a convertirse en caudillo. En síntesis, la opción del entrerriano por no incorporarse al ámbito civilizado, al cual pertenecía Sarmiento, lo excluía y transformaba en la “otredad” a suprimir[77]. El caso evidencia que ser o no ser caudillo derivaba de participar en un espacio de sociabilidad u otro, y el complemento para finiquitar la división corría por cuenta de la conceptualización asimétrica desarrollada en las páginas del Facundo[78].

            Otro momento particular emerge en torno la lectura efectuada por Juan Bautista Alberdi –enemigo político de Sarmiento- al Facundo de 1874. Si bien, es sabido, en las cartas quillotanas el tucumano ya había cruzado al cuyano apelando al Facundo de 1851 –segunda edición libraria-, catalogando al libro como “su publicación más célebre en la realidad y a los ojos de usted mismo[79]. Precisamente, en esa oportunidad, debido a la ruptura de Sarmiento con Urquiza, la postura alberdiana fue muy crítica con el autor sanjuanino, al cual consideraba víctima de su propia pluma. Por ello expresaba: “El Facundo es más oportuno hoy, que en la época de su publicación. Usted lo escribió contra Rosas, y viene a servir hoy contra Usted por haberse puesto en oposición con su libro[80].

            Ahora, la lectura alberdiana a la última edición del Facundo sería más detallada, dejando amplio testimonio de cómo fue entendida, por un coetáneo de Sarmiento, la estructura final del escrito en cuestión[81]. Alberdi para rebatir al libro de 1874, abordó conjuntamente las tres biografías de caudillos, desde allí argumentaba:

 

La 4ª edición del Facundo no se compone del Facundo solamente. Contiene cuatro personajes distintos; que son objeto del libro: -Facundo Quiroga. -El Fraile Aldao, como llama el culto autor al general Aldao. -El Chacho, nombre dado en el mismo estilo por el autor, al general Peñaloza. -Sarmiento, transformado en historiador y biógrafo, en caudillo y actor[82]

 

            Alberdi efectúa dos operaciones; primero, busca despojar de connotaciones negativas a los biografiados, denunciando que Sarmiento descalifica al “general” Aldao adjetivándolo “Fraile” y al “general” Peñaloza llamándolo “Chacho”. Así el tucumano quiere eliminar las cualidades caudillistas a Aldao y Peñaloza. Además, y como segunda parte de la estrategia alberdiana, el interés central consiste en definir caudillo a Sarmiento. La violencia ejercida por el autor sanjuanino con la escritura y, también, mediante el poder político, lo convirtieron a los ojos de Alberdi en caudillo. La integridad del Facundo de 1874 traslucía la naturaleza violenta del ex gobernador de San Juan y presidente argentino: “Mientras el autor pretende haber escrito el proceso de los caudillos, el libro demuestra que ha escrito el manual de los caudillos y del caudillaje[83].

            Y, para llevar más lejos aún los postulados, Alberdi concreta un giro argumental, trasladando el epicentro de la barbarie a la ciudad, limitando de culpas a la campaña: “El libro demuestra que la más rica y hermosa ciudad de la república ha sido abrigo del dictador Rosas, prototipo y sostén de Facundo, de Aldao, de Chacho, y todos los caudillos argentinos en que se ha personificado la barbarie[84]. A su vez, partiendo de tal base teórica, la perspectiva alberdiana procura mostrar que los caudillos inmanentes a las ciudades eran mucho más nocivos para la civilización que los caudillos rurales:

 

al caudillo de la campaña sigue el caudillo de las ciudades, que se eterniza en el poder, que vive sin trabajar, del tesoro del país, que fusila y persigue a sus opositores (…) No mata con el cuchillo, pero destroza y devasta con el sofisma, que es su cuchillo. No es el caudillo de chiripá pero es el caudillo de frac; es siempre un bárbaro, pero bárbaro civilizado[85]

 

            ¿Qué pretende el tucumano con su exposición? El objetivo principal estriba en deslegitimar la figura de Sarmiento. Alberdi tiene intenciones políticas y en esa dirección dirige las diatribas. Sin dudas la mejor manera de atacar al sanjuanino era exhibiéndolo del lado del caudillismo, problemática central del Facundo, principal texto del sanjuanino para Alberdi. En ese sentido, el redactor de Bases aplica la “lógica de la sociabilidad”, procurando encasillar en la barbarie a quienes estaban en la ciudad y compartían determinados hábitos urbanos –respectivos espacio y características asignadas al partido liberal al cual pertenecía el cuyano-. Sin embargo, a pesar del amplio y complejo argumento efectuado, la intervención alberdiana denota cierta efectividad del derrotero conceptual sarmientino desarrollado en la versión final del Facundo.

            ¿Dónde puede advertirse el triunfo parcial de Sarmiento? Tomemos en cuenta que, según lo expresado en el transcurso del artículo, parte del gran interés del Facundo gravitó en convertir al caudillo en concepto para, desde la asimetría necesariamente excluyente, imponerlo a las figuras consideradas fuera de la civilización. Entonces la búsqueda de Alberdi por encapsular a su rival dentro del concepto caudillo para deslegitimarlo es una prueba del logro sarmientino por naturalizar en el significante caudillo a todo lo negativo de la realidad argentina[86]. A partir de lo desarrollado, es factible desprender algunas consideraciones finales.

 

Consideraciones finales

 

El artículo partió de una pregunta rectora: ¿qué entendió Sarmiento por caudillo y caudillismo? La principal fuente consultada, última edición del Facundo (1874), permite señalar la inexistencia de un modelo específico de caudillo y caudillismo. Conforme las biografías insertas en la versión final del Facundo los caudillos tienen diversos orígenes, trayectorias y motivaciones al momento de consolidarse y lograr ejercer su poder. No obstante, la dispersión adquiere unificación cuando vemos el trasfondo político del relato sarmientino.

El Facundo de 1874 apunta a fortalecer la figura del autor y de la correspondiente gestión presidencial. En ese sentido, el interés de Sarmiento se diluye al buscar definir al caudillo pero toma claridad al momento de marcar qué hacía la diferencia entre esos personajes bárbaros y los civilizados del gobierno, así entra en escena la idea de sociabilidad, pensada con finalidades políticas. El sanjuanino principalmente procura delimitar el campo de la legalidad para la acción política mediante el acatamiento de determinadas prácticas –propias del Estado en ciernes- para excluir a quienes no respondieran a las nuevas reglas del juego, basadas en los preceptos de la civilización. Bajo lógica semejante, Sarmiento puede justificar su accionar presidencial y, al mismo tiempo, brindar el decálogo de la política civilizada.

Entonces, la fuente indagada lleva a reformular la pregunta inicial pues más importante que el “qué” resulta el “cómo”. Sarmiento en el último Facundo, al unir semblanzas de caudillos disímiles, transgrede la mera intención interpretativa y apunta a conceptuar asimétricamente al caudillo y al caudillismo como el otro negativo. La investidura presidencial desde la cual edita y da a conocer el Facundo definitivo, le permite al cuyano aplicar el poder de la asimetría. Abiertamente se aclaraba la inexistencia de espacios en la nueva política para aquel señalado con el mote de caudillo.

¿Tuvo efectividad la operación asimétrica efectuada por Facundo sobre el concepto de caudillo? La lectura de Alberdi a la edición de 1874 admite decir que no importa si se utiliza en la imagen de Quiroga, Aldao, Peñaloza, Rosas o el mismo Sarmiento, la intervención conceptual iniciada en el Facundo dio sus frutos: el caudillo encarna lo nocivo de la historia. Resta, por consiguiente, plantearnos en el presente –y sin importar las escuelas historiográficas de pertenencia- si es conveniente seguir empleando el término caudillo para referirnos a personajes que, tal lo señalado en el Facundo, no llegaban a identificarse con esa conceptualización.



[1] De las diferentes publicaciones interesadas en el tema caudillo/caudillismo, el presente artículo redujo el espectro de lectura a las producciones de: Halperín Donghi (1972), Tulio, Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI; (2002), “Estudio preliminar”, en Lafforgue, Jorge (ed.), Historia de los caudillos argentinos, Buenos Aires, Alfaguara; De la Fuente, Ariel (2007), Los hijos de Facundo, Prometeo, Buenos Aires. Además, de Goldman, Noemí y Salvatore, Ricardo (comps.) (1998), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, fueron tomados los siguientes autores con sus respectivos trabajos: Goldman, Noemí; Salvatore, Ricardo, “Introducción”; Myers, Jorge, “Las Formas complejas del poder”; Svampa, Maristella, “La dialéctica entre lo nuevo y lo viejo: sobre los usos y nociones del caudillismo en Argentina durante el siglo XIX”; De la Fuente, Ariel, “‘Gauchos’, ‘Montoneros’ y ‘Montoneras’”.

[2] Para indagar la historia de las ediciones del Facundo ver: Pagliai, Lucila (2012), “Facundo: la historia del libro en vida de Sarmiento”, en Jitrik, Noé (dir. de obra), Amante, Adriana (dir. de volumen), Historia crítica de la literatura argentina vol. 4 Sarmiento, Buenos Aires, Emecé; Fernandez, Hernán (2013), “Tercera edición del Facundo: una estrategia de Sarmiento para intervenir en la escena política”, Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, vol. 30, nº 2; Fernandez, Hernán (2020), ¿Existe UN Facundo?: repensar el escrito de Sarmiento desde las ediciones y lecturas realizadas durante la vida del autor y póstumamente, Buenos Aires, FEPAI; Fernandez, Hernán (2021), “El Facundo de Sarmiento: problematizar la obra desde sus ediciones póstumas”, Secuencia, nº 109.

[3] Fernandez, Hernán, “Sarmiento y su plan de gobierno para la Argentina: una aproximación a partir del estudio de la concepción del puerto en las ediciones del Facundo”, Res Gesta, n° 52, 2016.

[4] Sarmiento, advirtiendo la tensión entre Urquiza y Rosas, con el fin de alentar el “pronunciamiento” del entrerriano –quien finalmente lo haría efectivo el 1 de mayo de 1851- publicó Argirópolis en 1850 y la segunda edición del Facundo en libro. Este planteo en torno a las intenciones políticas de dichas obras sarmientinas se desarrollan en: Fernandez, Hernán (2017), “El Facundo de Sarmiento: una lectura a la edición de 1851”, Temas de historia argentina y americana, n° 25.

[5] Esta biografía apareció en 1845, antes que el Facundo, bajo el título Apuntes biográficos. Fernandez, Hernán, 2020, Ob. Cit.

[6] Biografía titulada El Chacho, último caudillo de la montonera de Los Llanos. Episodio de 1863.

[7] Es preciso apuntar que también los títulos de cada edición cambiaron continuamente, al punto tal de no repetirse ninguna denominación en las diversas versiones.

[8] Iniciativas resumidas en: creación del Departamento Nacional de Agricultura (1871) y algunas escuelas rurales y la Quinta Experimental en Buenos Aires; fundación de la Comisión Central de Inmigrantes (1870); fomento de la enseñanza básica mediante la entrega de subsidios y premios, apertura de escuelas públicas y de escuelas normales; ensanche del tendido ferroviario y telegráfico; creación del Colegio Militar (1870) y la Escuela Naval (1872), etc.

[9] Asociación de Amigos del Museo Histórico Sarmiento (2001), Epistolario de Domingo Faustino Sarmiento. Cartas familiares, Buenos Aires, p. 158.

[10] Asociación de Amigos del Museo Histórico Sarmiento, 2001, Ob. Cit., pp. 171-172.

[11] Siguiendo esa lógica política, en la edición de 1874 Sarmiento decidió insertar una imagen suya, a modo de frontispicio, luciendo la banda presidencial.

[12] Asociación de Amigos del Museo Histórico Sarmiento, 2001, Ob. Cit., p. 168.

[13] Sarmiento, Domingo (1902), Obras de D. F. Sarmiento, t. LII. Escritos diversos, Buenos Aires, Márquez, Zaragoza & Cia., p. 244.

[14] Por ejemplo, en los mentados capítulos, se mencionaban: la rebelión iniciada en Corrientes contra Rosas en 1843, los continuos roces con Paraguay y Brasil e, incluso, los desencuentros con las potencias europeas que, finalmente, desencadenarían el bloqueo anglo-francés –comenzado a mediados de 1845-. Fernandez, Hernán, 2021, Ob. Cit.

[15] Fernandez, Hernán, 2013, Ob. Cit.

[16] De allí la escritura, por parte de Sarmiento, de biografías de caudillos y de personajes ilustres –donde él mismo aparecía entre los retratados en las páginas de Mi defensa (1843) y Recuerdos de provincia (1850)– buscando exponer, entre otras cuestiones, las problemáticas de los periodos en los cuales se publicaron las respectivas obras.

[17] Tal como afirma Altamirano: “el personaje y su proyección debían ser, a su vez, explicados por los hechos del medio físico e histórico. De ahí las dos partes en que divide la historia de Facundo: en la primera, que ocupa los primeros cuatro capítulos, evoca ‘el terreno, el paisaje, el teatro sobre el que va a presentarse la escena’; en la segunda, que abarca los nueve capítulos siguientes, aparece el ‘personaje con su traje, sus ideas, su sistema de obrar’. Para Sarmiento, que en esto adoptaba uno de los preceptos de la concepción romántica de la historia, entre el personaje y su medio existía una unidad orgánica: se reflejan mutuamente”. Altamirano, Carlos (2005), “Introducción al Facundo”, Para un programa de historia intelectual, Buenos Aires, Siglo XXI, p. 46.

[18]Pondrán por eso el acento en los usos y costumbres de cada país, ante los cuales deben rendirse las importaciones de otras zonas culturales”. Terán, Oscar (2007), Para leer el Facundo: civilización y barbarie: cultura de fricción, Buenos Aires, Capital Intelectual, p. 16.

[19] Agulhon, Maurice (2009), El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848, Buenos Aires, Siglo XXI, p. 33.

[20] Según expone Agulhon, esta asociación entre civilización y sociabilidad inició en parte con la  intervención de Lerminier, quien en un curso dictado en el Collège de France  en 1832 expresó que “la sociabilidad no es más que civilización, entendida en singular, a la manera liberal y humanitaria, es decir el cumplimiento del destino colectivo del hombre mediante una política de progreso”. Agulhon, Maurice, 2009, Ob. Cit., p. 32.

[21] González Bernaldo de Quirós, Pilar (2008), Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina. las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, p. 151.

[22] Halperín Donghi, Tulio, 2002, Ob. Cit., p. 19.

[23] Halperín Donghi, Tulio, 2002, Ob. Cit., p. 19.

[24] Myers, Jorge, 1998, Ob. Cit., pp. 83-84.

[25] González Bernaldo de Quirós, Pilar, 2008, Ob. Cit., p. 213.

[26] Por ello no es casualidad que algunos capítulos del Facundo se titulen “Asociación. La pulpería” y “Sociabilidad (1825)”.

[27] Agulhon, Maurice, 2009, Ob. Cit., p. 38.

[28] Sarmiento, Domingo (1874), Facundo ó civilizacion i barbarie en las pampas argentinas, Paris, Librería Hachette y Cia., p. XX. Por ello sostenía Sarmiento que en Quiroga “no veo un caudillo simplemente, sino una manifestación de la vida arjentina tal como la han hecho la colonizacion i las peculiaridades del terreno, a lo cual creo necesario consagrar una séria atención”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. XXVIII.

[29] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. XXIX.

[30]La manera de tratar la historia de Bolívar de los escritores europeos i americanos conviene a San Martin i otros de su clase. San Martin no fué caudillo popular; era realmente un jeneral. Habiase educado en Europa, i llegó en América, donde el Gobierno era el revolucionario, i podia formar a sus anchas el ejército europeo, disciplinarlo i dar batallas regulares segun las reglas de la ciencia”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. XXIX.

[31]de las condiciones de la vida pastoril tal como la a constituido la colonización i la incuria, nacen graves dificultades para una organizacion política cualqiera, i muchas mas para el triunfo de la civilizacion europea, de sus instituciones, i de la riqueza i libertad, qe son sus consecuencias”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 16.

[32] Según Sarmiento, en los espacios agrícolas no surgían los caudillos, fundamenta esto en el caso de San Juan: “provincia agrícola i comerciante esclusivamente; el no tener campaña la a librado por largo tiempo del dominio de los caudillos”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 43.

[33] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., pp. 30-31.

[34] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p 12.

[35] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 281.

[36] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 282.

[37] Por ello concluía Sarmiento que en La Rioja la expulsión de población generó “villorrios sobre terreno estéril, cuyos habitantes se mantienen escasamente del producto de algunas cabras que pacen ramas espinosas; i están dispuestos siempre a levantarse para suplir con el saqueo i el robo a sus necesidades”.  Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 281.

[38] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 31. Podría decirse que para Sarmiento la pulpería adquiría toda una estructura para su funcionamiento, al punto tal de definirla como “club diario”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p 32. En este sentido es elocuente tener presente el aporte que señala Pilar González sobre Agulhon y la distinción efectuada por el francés sobre la “sociabilidad como modalidad de interacción social y la asociación como estructura formal”. González, Pilar, 2009, “Presentación”, en Agulhon, Maurice, Ob. Cit., p. 24.

[39] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 235. En este punto Sarmiento es cuidadoso y se encarga de evitar endilgarle a San Martín el otorgamiento de poder militar a Aldao. En consecuencia, sostuvo el sanjuanino: “Aun entre sus compañeros de armas agotó la abundante induljencia con que se miraban entónces aquellos desórdenes, i los jefes cuidaron siempre de aprovecharse de su valor, alejándole, sin embargo, del teatro principal de la accion. Cualesquiera que sean las ideas de un hombre, siente cierta repugnancia al ver a un sacerdote manchado en sangre, i entregado a la crápula i a los vicios. San Martin siempre lo tuvo o agregado a los cuerpos o en comisiones especiales”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 235.

[40] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 276.

[41] Un caso excepcional apuntado por Sarmiento es el de Barcala, allí se da la situación a la inversa. Barcala, a pesar de ser negro esclavo, logró ganar respeto y admiración en el proceso independentista, debiéndose esto a la formación civilizada adquirida en la casa de sus amos. En Aldao, el sanjuanino señalaba “Pero lo que ha hecho de Barcala un personaje histórico, es su raro talento para la organizacion de cuerpos, i la habilidad con que hacia descender a las masas las ideas civilizadoras. Los pardos i los hombres de la plebe se transformaban en sus manos: la moral mas pura, el vestir i los hábitos de los hombres decentes, el amor a la libertad i a las luces, distinguian a los oficiales i soldados de su escuela”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 213. Finalmente, continúa el relato sarmientino, la muerte de Barcala provocó en sus seguidores olvidar los hábitos civilizados para, por consiguiente, luchar en favor de una primitiva igualdad: “Habia muerto ya, pero su nombre era una idea profundamente grabada. ¡La mayor parte de sus discípulos han muerto! Todos los hombres oscuros que se levantan en las revoluciones sociales, no sintiéndose capaces de elevarse al verdadero mérito, lo persiguen en los que lo poseen, i las masas populares cuando llegan al poder, establecen la igualdad por las patas; el cordel nivelador se pone a la altura de la plebe, i ¡ai de las cabezas que lo esceden de una línea!”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 213.

[42] Svampa, Maristella (2006), El dilema argentino: civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista, Buenos Aires, Taurus, p. 56.

[43] Es más, Sarmiento en determinados pasajes de la vida de Quiroga valoraba el conocimiento de la naturaleza por parte de los caudillos, al punto de mostrar que parte de su poder residió en la adquisición de los mismos. Por ejemplo, de Rosas “dicen, conoce por el gusto el pasto de cada estancia del sud de Buenos-Aires”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 24. Y a Rivera lo definía como “un simple Baqueano, que conoce cada árbol que hai en toda la estension de la República del Uruguai”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 25.

[44] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 255.

[45] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 6.

[46] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 6.

[47] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 360.

[48]Los guerrillas desde que obran fuera de la protección de gobiernos i ejércitos, están fuera de la lei i pueden ser ejecutados por los jefes en campaña”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 367.

[49] Afirmaba Sarmiento: “Es singular que todos los caudillos de la revolución arjentina han sido Comandantes de Campaña: Lopez e Ibarra, Artigas i Güemes, Facundo i Rosas. Es el punto de partida para todas las ambiciones”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 35.

[50] Salvador María del Carril gobernó en San Juan entre 1823 y 1825. En tono de admiración, Sarmiento sostenía que la gestión de del Carril “con una seriedad imperturbable parodiaba a Rivadavia”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 238.

[51] Eran tres los hermanos Aldao: Félix, José y Francisco

[52]los Aldao habian querido en esta espedicion algo mas que laureles i dinero; la conciencia de su poder, si se asociaban hermanablemente para ir a sus fines”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 239.

[53] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 240.

[54] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 68. La vida de Aldao daría más detalles de los elementos de civilidad perdidos con el caudillismo: “todos están de acuerdo, i esto sin intencion i sin estudio, en que los caminos públicos vayan desapareciendo; los salteadores se propaguen por los campos; las escuelas estén desiertas; los correos del comercio suprimidos; la justicia abandonada al capricho de jueces estúpidos o imbéciles; la prensa enmudecida, si no es para vomitar contra los salvajes injurias soeces o elojios serviles al Restaurador; las costumbres descendiendo a la barbarie; el cultivo de las letras despreciado; la ignorancia hecha un título de honor; el talento perseguido ..!!!”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 261.

[55] En ese sentido, González Bernaldo de Quirós apunta: “En esto radica todo el interés de la cuestión: ese espíritu de civilidad (…) encontrará como frontera lo que en principio tendría que haber sido su bastión: la política como campo de acción del ciudadano. Lo cual representa toda la diferencia entre la civilidad, como cualidad de decencia, y las relaciones de civilidad, que indican la pertenencia a una comunidad política fundada en la libertad y la igualdad”. González Bernaldo de Quirós, Pilar, 2008, Ob. Cit., p. 50.

[56] Para Sarmiento la preocupación por los hombres ilustrados que hacían política no se reducía al campo del gobierno, también estaban quienes servían a los caudillos aconsejándolos y guiándolos en sus fechorías. El caso ejemplar era el de Peñaloza quien, según la biografía sarmientina, no sabía leer ni escribir, empero: “Firmaba sin embargo con una rúbrica los papeles que le escribía un amanuense, o tinterillo cualquiera, que le inspiraba el contenido también; porque de esos rudos caudillos que tanta sangre han derramado, salvo los instintos que les son propios, lo demás es la obra de los pilluelos oscuros que logran hacerse favoritos”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 272.

[57] En realidad, tal como veremos más adelante, según la perspectiva sarmientina esta situación fue fruto de que luego de la batalla de Caseros (1852), los caudillos continuaron manteniendo el poder.

[58] Antonino Aberastain, nacido en San Juan y amigo entrañable de Sarmiento, había asumido la gobernación de la provincia en 1860 luego de un movimiento armado que depuso al interventor Virasoro. El gobierno nacional decidió interponerse militarmente a comienzos de 1861, Aberastain optó por hacer frente con las fuerzas provinciales. Una vez derrotada la resistencia sanjuanina, Aberastain fue fusilado. Los hechos de San Juan resultaron cruciales para desencadenar la batalla de Pavón (1861).

[59] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 284.

[60] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 322.

[61] Koselleck, Reinhart (1993), Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Buenos Aires, México, Paidós, p. 205.

[62] Svampa, Maristella, 2006, Ob. Cit., p. 42.

[63] Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 116.

[64] Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 117.

[65] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 276.

[66] Siguiendo con los postulados de Koselleck, la temporalidad fue muy propia de este periodo: “El ‘tiempo’ influía en toda la economía del lenguaje tiñendo, a más tardar desde la Revolución Francesa, todo el vocabulario político y social. Desde entonces, apenas hay un concepto central de la teoría política o de la pragmática social que no contenga un coeficiente temporal de modificación, sin el cual nada se puede conocer, pensar o argumentar, sin el cual se habría perdido la fuerza de arrastre de los conceptos. El tiempo mismo se convirtió en una pretensión de legitimación utilizable universalmente. Ya no eran posibles conceptos de legitimación especiales sin una perspectiva temporal”. Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 324. Por ese motivo Sarmiento acuña en los caudillos a todo lo anacrónico, lo incapaz de estar a la altura del tiempo presente y, mucho menos, del futuro anhelado y proyectado por los civilizados.

[67] Documentos que Sarmiento no pierde la oportunidad de descalificar al considerar: “Campea en ellas la exajeracion i ostentacion del propio valor, a la par del no disimulado designio de inspirar miedo a los demas, la incorreccion del lenguaje, la incoherencia de las ideas, i el empleo de voces que significan otra cosa que lo que se propone espresar con ellas, o muestran la confusion o el estado embrionario de las ideas, revelan en estas proclamas el alma ruda aun, los instintos jactanciosos del hombre del pueblo, i el candor del que no familiarizado con las letras, ni sospecha siquiera que haya incapacidad de su parte para emitir sus ideas por escrito”. Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 223.

[68] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 225.

[69] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 227.

[70] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 337.

[71] Sarmiento, Domingo, 1874, Ob. Cit., p. 338.

[72] Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 205.

NOTA: en base a las devoluciones, muy pertinentes, realizadas por uno de los evaluadores de este artículo es preciso efectuar algunas aclaraciones sobre la utilización de la noción de “conceptos asimétricos”, propuesta por Koselleck en Futuro pasado. Si bien el historiador alemán aclara que en su libro emplea la mentada categoría para hablar de asimetrías en casos de larga y media duración temporal -Koselleck recurre a tres ejemplos: helenos y bárbaros, cristianos y paganos, hombre y no-hombre-; en la presente propuesta se busca efectuar su aplicación en la corta duración, algo no trabajado por el mentado investigador en la obra de referencia pero sobre lo cual no negó la posibilidad de implementación. Al respecto sostiene: “Como en la vida cotidiana, el uso lingüístico de la política se basa una y otra vez en esta figura fundamental de los conceptos contrarios asimétricos”. Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 207.

[73] Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 206.

[74] Asimismo, por ejemplo, vale señalar la mayor connotación política que tomó la nota incluida en el Chacho donde Sarmiento le respondía a Peñaloza negándole todo grado militar y reconocimiento legal a su levantamiento: “He recibido una nota firmada por V. llamándose Jeneral de la Nación, ‘en la que dice que deseando terminar la incesante lucha, se dirije a mí para saber cual es el verdadero fin que me propongo al hacer guerra a esa Provincia’ enumerando los males de ella (…) Llámase V. Jeneral de la Nación, i con este título se dirije a un gobierno. ¿Obedece V. al Presidente de esa nación, manteniéndose en armas? ¿El ser o haber sido Jeneral, le da a V. títulos para reunir fuerzas? I al quejarse de los males que V. mismo hace sufrir a la Rioja, ¿obedece V. al Gobierno de esa provincia, o está V. investido de algún poder legal?”. Sarmiento, Domingo (1874), Ob. Cit., pp. 338-339.

[75] Sarmiento, Domingo (1850), Arjirópolis o la capital de los estados confederados del Río de la Plata, Santiago, Imprenta de Julio Belín y Compañía, p. 6.

[76] Sarmiento, Domingo (1874), Ob. Cit., p. 284. Por este motivo, para Sarmiento el hecho clave de la historia argentina radicaba en Pavón y no en Caseros. A partir de 1861, cuando figuras como el mismo sanjuanino entraban en la escena nacional, comenzaba según el Facundo la verdadera lucha contra el caudillismo: “El término de la guerra i el fruto de la batalla de Pavón, era pues despejar a las Provincias del personal de las antiguas i de las modernas criaturas de aquella política bastarda, i hacer práctica en sus efectos la Constitucion que ya rejia a Buenos Aires”. Sarmiento, Domingo (1874), Ob. Cit., p. 284.

[77] También, es necesario tener presente que Sarmiento durante su presidencia hizo las paces con Urquiza. Luego el entrerriano sería asesinado durante el levantamiento liderado por López Jordán.

[78] Por ello, tal como se indicó previamente, es clave tener presente que el concepto asimétrico “no sólo indica unidades de acción: también las acuña y crea. No es sólo un indicador, sino también un factor de grupos políticos y sociales”. Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 206.

[79] Alberdi, Juan Bautista [1853] (2005), “Cartas sobre la prensa y la política militante de la República Argentina”, en Pagliai, Lucila, La gran polémica nacional, Buenos Aires, Leviatán, p. 92.

[80] Alberdi, Juan Bautista, [1853] (2005), Ob. Cit., p. 92.

[81] Esta lectura pertenece a El Facundo y su biógrafo, texto que no llegó a publicar. Póstumamente será editado junto Belgrano y sus historiadores, en el quinto tomo de los Escritos póstumos (1897).

[82] Alberdi, Juan Bautista (1897), “Belgrano y sus historiadores-Facundo y su biógrafo”, en Escritos póstumos de J. B. Alberdi, t. V, Buenos Aires, Alberto Mokes, p. 305.

[83] Alberdi, Juan Bautista, 1897, Ob. Cit., p. 294. Agregaba Alberdi: “Si Sarmiento es uno de los autores de su libro, también es uno de los héroes que su libro encierra. Es, sin duda alguna, un personaje histórico al mismo tiempo que lo son Rosas, Quiroga, Aldao, Peñaloza, y todos los caudillos que él mismo ha considerado dignos de la historia cuando se ha dado el trabajo de estudiar y escribir sus vidas”. Ob. Cit., p. 364.

[84] Alberdi, Juan Bautista, 1897, Ob. Cit., p. 298.

[85] Alberdi, Juan Bautista, 1897, Ob. Cit., pp. 316-317.

[86] Según expresa Kosolleck, parte de la clave en la oposición de conceptos asimétricos reside en mantener “una estructura asimétrica de argumentación”. Koselleck, Reinhart, 1993, Ob. Cit., p. 209. Siguiendo esa lógica, podemos advertir que Alberdi comparte la perspectiva del Facundo al ver en el caudillo lo perjudicial para la política. En otras palabras, el tucumano mantiene la estructura asimétrica al considerar que los hombres de gobierno de las ciudades son caudillos por tener prácticas bárbaras; si bien cambia el grupo al cual está dirigida la definición pero sostiene la negativa carga semántica detrás del concepto caudillo.