Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol. 33, Nº 1, Julio –
Diciembre 2022
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https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
Sánchez Hernández, Juan Pablo, Oriente y Occidente en la
Antigüedad Clásica, Madrid, Editorial Síntesis S.A., 2019, 269 páginas.
Publicado bajo la colección Temas de Historia Antigua,
coordinada por David Hernández de la Fuente, el libro se estructura en una
introducción, tres partes, una selección de textos, cronología y bibliografía.
Las partes en las que se divide se organizan cronológicamente, tomando como
punto de partida el 510 a.C. y culminando en el 192 d.C. El recorrido entre
eras ofrecido por el autor permite adentrarnos en tres etapas particulares y destacadas
del mundo clásico; por un lado, la de la Grecia clásica y el enfrentamiento
entre Oriente y Occidente, el primero identificado con el Imperio Aqueménida;
la segunda, la relación durante la época helenística; y, finalmente, en época
romana/alto imperial. Es decir, durante el ascenso al poder de los territorios
vinculados con el mundo occidental construido en torno al Mediterráneo.
Esta periodización no escapa de los recortes temporales típicos
del período, sin embargo, la nota que caracteriza esta producción es la de
pensar los espacios como territorios, en los que las disputas políticas siempre
presentes, se acompañan de una red de relaciones de coexistencia pacífica,
dando lugar a procesos de interculturalidad como de aculturación. Es por ello por
lo que, en sentido geográfico, el autor nos propone atender a los espacios de
las diferentes civilizaciones del continente euroasiático, en el que la Ruta
de la Seda destaca no sólo como concepto sino como elemento de integración
de los territorios a lo largo de su recorrido. Dicha integración es posible,
según el autor, gracias a la acción de misioneros, mercaderes, embajadores y
peregrinos, replicando aquí el modelo político de relaciones por el de vínculos
de carácter espiritual. Es valorable que esta unidad de estudio se deba a la actividad
profesional del autor: profesor de Latín, Griego e Historia Antigua en India y
China, porque nos permite adentrarnos en fuentes arqueológicas, literarias,
numismáticas, epigráficas e historiografía sobre los temas que desarrolla.
Oriente y Occidente en época clásica (510-330 a.C.), la primera de las partes incluye tres capítulos que tratan
la dinámica territorial de los aqueménidas en el Oriente, de los griegos en el
Oriente aqueménida y de Alejandro Magno en su conquista del Imperio Aqueménida.
A partir del análisis de diversas fuentes el territorio es presentado
considerando las distintas fases de ocupación: la impronta del elemento
aqueménida, con su llegada a la India, luego la de los viajeros griegos, como
el caso de Ctesias de Cnido, y las referencias de Heródoto, en una suerte de
etnografía de los espacios otros, en los que se observa un componente
fantástico importante; hasta las guerras que enfrentaron a aqueménidas con
griegos.
El primer capítulo discurre atravesado por la marca que
corre entre el Egeo y el Indo. El Imperio aqueménida se plantea desde su auge,
en términos de expansión territorial y organización metódica del espacio como
de las personas. De aquellas que, de un extremo a otro de la marca se reconocen
como otras bajo gobierno persa, pero siendo ya conscientes de que, fuera del
control aqueménida, nada las identifica.
El capítulo siguiente retoma el mundo griego, el de
Heródoto, quien forjó con sus Historias la memoria colectiva de los
griegos. De los viajes del cario, caracterizados por su sentido etnográfico de
lo que vio y oyó, el autor plantea la construcción realizada en torno a los
persas como a los pueblos del Lejano Oriente. Si los viajes del de Halicarnaso
dieron vida a la geografía griega de la época, las obras de Ctesias de Cnido
los adentraron en la corte aqueménida. Las descripciones presentes en la Indiká y la Persiká
abonan lo fabuloso de esos mundos otros para los griegos.
En el capítulo tres encontramos la campaña a Asia con
detalle sintético de las batallas, la Campaña en la India, el retorno a
Babilonia y el legado oriental de Alejandro, conformado por la ingente producción
literaria contemporánea y de épocas posteriores destinada a resaltar las
hazañas en Oriente. En este aspecto el autor advierte que el análisis de las
acciones de Alejandro y de quienes lo acompañaban en sus expediciones no escapa
de la fascinación que resulta propia del mundo griego sobre el Oriente, la
geografía se torna etnografía a los ojos de quienes han heredado formas
específicas de ver, miradas nutridas por la seducción de relatos de épocas
anteriores, las que fueron enriquecidas con la de los mismos compañeros de
Alejandro.
La segunda parte, Oriente y Occidente en época
helenística (330-30 a.C.) toma el análisis a partir del gobierno de los
sucesores de Alejandro Magno en Asia; la de los Ptolomeos
en Egipto y el Oriente y concluye con el mundo griego y el Oriente helenístico.
De particular extensión es el cuarto capítulo, en el que se analizan las
disputas entre diádocos en Asia, junto con la situación de la India a la muerte
de Alejandro, junto con los problemas de gobierno de los dinastas del Imperio Maurya. El relato histórico continúa con los reinos
menores, el reino greco-bactriano y los reyes indo-griegos.
La fragilidad de la autoridad de los sucesores es una
constante para alcanzar el quiebre del equilibro del gobierno sobre todo el
territorio conquistado, hasta en la conformación del Imperio Seléucida, el de
mayor extensión de todas las constituidas por los diádocos. A esta matriz de
disputas, además, se suman las acciones de dinastas como Candragupta
y Aśoka, cuyas acciones lograron consolidar
el poder maurya en la India, alcanzando con el último,
una vez convertido al budismo, sostener los intercambios con el Mediterráneo
oriental, a través de una profusa comunicación que el rey llevaba a cabo en
griego y arameo, no solo en maghadi.
Por su parte, los reinos menores del Lejano Oriente
experimentaron gobiernos locales con el desmembramiento del Imperio Seléucida, en
particular de los greco-bactrianos que aprovecharon esta oportunidad para
expandirse sobre la India. Este decurso de fuerzas en pugna, en la que el
elemento griego se aúna o enfrenta a los locales, es parte de la exposición y
concluye con testimonios de la conversión al hinduismo de algunos occidentales.
El capítulo cinco es el destinado a la situación africana,
con el gobierno ptolemaico sobre Egipto y el auge político, sostenido en la
expansión sobre el desierto arábigo y el océano Índico, y cultural del
Mediterráneo oriental, gracias a la experiencia de Alejandría. La avanzada
griega sobre el Oriente, particularmente en el Asia central, es planteado en
términos culturales, con la presencia griega en la corte maurya
y el impacto del urbanismo heleno en Oriente.
El último capítulo de esta segunda parte nos adentra en la
máxima expansión de la cultura griega en el Oriente. El conocimiento de la
India maurya a través de la Indiká
de Megástenes, embajador en la corte oriental. Su
aporte, además de brindar información etnográficas acerca de la geografía del
reino, el funcionamiento de la corte, junto con la exposición de leyendas y
tradiciones religiosas, destaca por dar a conocer al Occidente el sistema de
castas de la India, a pesar de ello no logra escapar de la mirada de lo
fabuloso en lo referido a las tribus vecinas de los mauryas.
Un apartado importante de este capítulo es la referencia al sitio arqueológico
de Ai-Khanoum en Afganistán, lugar de intercambio
entre griegos y lejano orientales, fundado a finales del siglo IV se lo conoce
como la Alejandría Oxiana y resulta la mayor de las
pruebas del urbanismo griego y macedonio en el Oriente, centro de intercambio
comercial como foco cultural a través de su biblioteca, gracias a estas
características fue en su mejor época núcleo cosmopolita del extremo oriente de
influencia griega.
La última y tercera parte, Oriente y Occidente en época
romana (30 a.C. – 192 d.C.) es presentada en cuatro capítulos, el primero
de ellos referido a los pueblos nómadas y la Ruta de la Seda; el Imperio romano
y la Ruta de la Seda; Oriente y el Mundo romano, finaliza con el mundo romano
en Oriente. Este apartado es el que, por ubicación espacio-temporal, demarca
las instancias articuladoras que significó el trazado y experiencia de la Ruta
de la Seda. Con la imposición de la Dinastía Han sobre las áreas contiguas, que
los enfrentó a las poblaciones vecinas, la diplomacia se acompañó de la guerra:
diplomacia con partos y romanos, y guerra con poblaciones nómadas. El autor
plantea el fuerte interés de los Han por mantener el dominio y presencia china
sobre el Asia Central.
Si el Imperio Parto fue el gran articulador de los chinos en
el Asia central, también fue puente comunicador con los romanos.
La expansión china en el Asia central es el eje temático del
capítulo siete. La sección inicia con la consolidación dinástica a la llegada
de los Han al poder, el avance sobre los hunos y el descubrimiento de las regiones
occidentales, que atrajo la atención sobre el Asia Central y la India.
Estas conexiones con la zona llevaron a los Han a vincularse estrechamente con
los partos. De origen nómada, se trata de antiguos habitantes de una de las
satrapías persas, que fueron gobernados luego por un sátrapa de origen griego. En
la época en la que los Han tomaron contacto con ellos los partos controlaban la
meseta irania y suponían un contrapeso al poderío romano en la región. La
relación entre la China de los Han y el Imperio parto se caracterizó por su
regularidad, en el sostenimiento del recorrido caravanero de la Ruta de la
Seda, la que llegó a comunicarse con los romanos, por lo que los partos se
convirtieron en sus principales intermediarios.
Estas vinculaciones entre Oriente y Occidente son remarcadas
por el autor en otro de los apartados, el que remite al Imperio Kushán, de
origen indoeuropeo, eran aliados de los Han y aportaban al comercio por la Ruta
de la Seda la responsabilidad del resguardo de las caravanas en el
territorio próximo a su jurisdicción y de peligro frente a ataques de grupos
nómadas y seminómadas. El poderío en la región se vio afectado por el avance de
los persas sasánidas como de la dinastía Gupta.
Estas referencias a organizaciones políticas de envergadura
en el Asia Central y en clara vinculación con el Mediterráneo Oriental se
completan con el desarrollo del expansionismo romano de la tardo república en
el capítulo octavo. Dicha expansión, junto con la provincialización de Egipto y
el avance sobre Asia (Nabatea, Palmira) les permitió a los romanos el control
de las redes comerciales marítimas y terrestres.
En los capítulos finales se presenta el progresivo ascenso
del mundo romano, ya conquistador del Mediterráneo Oriental, concluye el
esquema del libro, con el gobierno de los príncipes del Alto Imperio, al que el
autor define como parte de un entramado de ficcionalización
del mundo oriental, produciéndose un intercambio, a través de la Ruta de la
Seda, con mundos sobre los que pesaba más la fascinación antes que el
verdadero conocimiento. Así, el recorrido histórico propuesto inicia con el
Imperio aqueménida y concluye con el mundo romano en el Oriente, significa el
desplazamiento del centro de poder de Oriente a Occidente.
En cuanto a la selección de textos, el autor plantea la
lectura de testimonios y literatura referida a un viajero, un comerciante, un
embajador, un héroe mítico, un soldado y de una dinastía, en la que todos ellos
son manifestación de la articulación de ambos mundos, el oriental y el
occidental, y destacan por pertenecer a una variedad de espacios euroasiáticos.
Finalmente, la bibliografía destaca por conformarse en base
a autores clásicos sobre los tópicos analizados, como a publicaciones actuales
y contemporáneas con el libro.
Cierto es que se trata de una obra que hace foco en
Occidente para relacionarlo con el Oriente del momento, sin embargo, Oriente y
Occidente en la antigüedad clásica resulta un gran aporte a los estudios del
mundo antiguo en sentido ampliado, esto es próximo y lejano Oriente, en tanto
plantea vinculaciones producidas durante el momento histórico de auge de Grecia
y Roma, y mayormente ausentes en la historiografía en español. Esto abre nuevas
posibilidades de trabajo sobre temas de investigación como de docencia universitaria
en base a los intereses actuales, de modo en que habilita el pensamiento y la
reflexión acerca de procesos históricos del mundo antiguo desde una mirada en
la que Oriente es concebido como una totalidad irreductible a la construcción
de Occidente.
Esta nueva manera de entender la antigüedad nos acerca a
nuevas y valiosas formulaciones en torno a la comprensión de la historia antigua,
de las relaciones interestatales y sus procesos, como al funcionamiento de
otras escalas de análisis en el devenir social, cultural, político y económico
de las formas estatales del mundo antiguo unidas, hacia el final del período,
bajo la llamada Ruta de la Seda.
Perla
Silvana Rodríguez
Instituto
de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades
(UNSa –
CONICET) Universidad Nacional de Salta
Universidad
Nacional de Jujuy
rodriguezperla@hum.unsa.edu.ar