PABLO AGÜERO, UN REY AFRICANO EN BUENOS
AIRES. REDES DE SOLIDARIDAD, ESCLAVITUD Y PODER EN UNA SUPRAORGANIZACIÓN AFRO A
FINES DEL SIGLO XVIII[1]
PABLO AGÜERO,
AN AFRICAN KING IN BUENOS AIRES. SOLIDARITY NETWORKS, SLAVERY AND POWER IN AN AFRODESCENDANT
OVERARCHING ORGANIZATION AT THE END OF THE 18TH CENTURY
Lea Geler
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad
de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Buenos Aires, Argentina
leageler2@gmail.com
Fecha de ingreso: 18/10/2023.
Fecha de aceptación: 30/04/2024.
Resumen:
En este trabajo se abordará la controversial figura del
africano Pablo Agüero en las últimas décadas del siglo XVIII en Buenos Aires,
un empresario con contactos entre los sectores de la elite comercial urbana al
tiempo que estaba comisionado por el Cabildo virreinal para capturar a
esclavizados fugados y para controlar sus bailes o tambos. Aquí propongo
revisar su accionar bajo la luz de los estudios sobre organizaciones africanas
y afrodescendientes en otras partes de América y África. Haciendo uso de diversas
fuentes del Archivo General de la Nación (Argentina), mostraré que seguir sus huellas
puede iluminar la posible presencia de un Rey de Reyes o Rey de los Congo en la
ciudad, así como la existencia de una supraorganización
que nucleaba a africanos y afrodescendientes en redes de asistencia,
solidaridad y control, que se habría extendido por lo menos hasta las primeras
décadas del siglo XIX.
Palabras clave Esclavitud, Rey de los Congo, Organizaciones Afro, Buenos Aires, Siglos
XVIII-XIX
Abstract
This paper addresses the controversial figure of the
African-born Pablo Agüero in late-18th-century Buenos Aires. Agüero, a
businessman with contacts among the urban commercial elite, was also
commissioned by the colonial government to capture escaped slaves and to
control the slaves’ gatherings or tambos. I reconstruct and reread his actions
through the lens of scholarship on African and Afro-descendant organizations in
other parts of Latin America and Africa. Making use of various sources from the
Archivo General de la Nación
(Argentina), I show that following his traces illuminates the possible presence
of an African “King of Kings” or King of Congo in the city, as well as the
existence of an overarching [or “umbrella”] organization that brought together Africans
and Afro-descendants in networks of assistance, solidarity and control, which
may have survived at least until the first decades of the nineteenth century.
Key Words Slavery, King
of Congo, African Organizations, Buenos Aires, 18th - 19th
Century
Introducción
En las
últimas décadas del siglo XVIII, Buenos Aires atravesaba una etapa de rápidos
cambios económicos, espaciales y poblacionales.[2] La
ciudad se había convertido en un puerto pujante, cabeza de virreinato desde
1776, foco de atracción que impulsaba el arribo constante de gente desde el
resto del territorio americano y desde Europa. Ese desarrollo económico y
demográfico se sostenía especialmente en el trabajo forzado de hombres, mujeres
y niños indígenas y de aquellos secuestrados en África y traídos esclavizados a
las Américas, cuya trata fue liberada por la corona en 1791.[3] Así,
los últimos años del siglo se caracterizaron por el
alza explosiva del comercio de seres humanos hacia el Río de la Plata, con el
consecuente aumento de la población
africana en la ciudad.
El tráfico de
personas conectaba distintos y distantes territorios. El grueso de los cautivos
que habitaban en Buenos Aires en esta época era oriundo de África Central,[4]
fundamentalmente de las zonas de Congo y Angola. Según el estudio de Alex Borucki, la mayor parte de
los barcos esclavistas partía de las costas angolanas y se dirigían a las áreas
de Río de Janeiro y/o Bahía en Brasil, donde reembarcaban a quienes terminarían
su viaje marítimo en el Río de la Plata.[5]
Este período también dejó ver el alcance del reformismo
borbónico, que impuso cambios ideológicos, espaciales, institucionales[6] y un
creciente control y disciplinamiento del Estado sobre la población, especialmente
sobre los sectores plebeyos. Se multiplicaron los “agentes estatales destinados a vigilar, capturar, juzgar y encarcelar a
un número cada vez mayor de sujetos provenientes de las clases populares”,[7] así
como se buscó recuperar terreno en las parroquias, de gran importancia para los
pueblos indígenas[8]
y para los afrodescendientes y africanos de la ciudad.[9] Esos
procesos se tradujeron en un aumento continuo de la vigilancia y en la
limitación de las expresiones afrocatólicas en el
espacio público porteño.[10]
También, en la constante búsqueda de africanos y afrodescendientes por
continuar sus prácticas rituales y reforzar sus lazos comunitarios, asegurar su
libertad y las de sus familias, y lograr ascenso social.[11]
En este contexto sobresale la figura de Pablo Agüero, un
hombre africano que acopió un enorme poder, tanto social como económico y
simbólico; un “individuo ingenioso y
ambicioso”, según lo definió Borucki, que
–incluso– intentó extender “su autoridad [al]
otro lado del Río de la Plata”, a la ciudad de Montevideo.[12] Agüero
era propietario, comprador y vendedor no sólo de bienes inmuebles sino también
de personas esclavizadas. Miguel Ángel Rosal explica que entre 1786 y 1789
Agüero “vende siete esclavos,
compra tres, vende un sitio, hace un trueque de sitio y casa, y pide un permiso
para edificar”.[13]
Por su parte, Osvaldo Otero señala que “fue
esclavo y luego liberto, transitó un período como ‘empresario’ y murió con
fuertes deudas, dejando a su familia en la ruina económica, debiendo hacer el testamento
por presión judicial”.[14]
Esas son las razones por las que, hasta ahora, Agüero ha sido visto bajo la
lupa del espíritu de la movilidad social y de la posibilidad para ciertos
miembros de la plebe urbana de ganancia monetaria y mejoría económica, en una
Buenos Aires comercial en pleno crecimiento. Aquí mostraré que era un personaje
mucho más complejo.
A
través del estudio de la figura de Agüero, en este trabajo abordaré un conjunto
de cuestiones hasta ahora mayormente inexploradas para esta época en Buenos
Aires. Esas problemáticas abarcan desde las relaciones esclavistas y las de
solidaridad entre africanos y afrodescendientes, las de paternalismo y
sociabilidad entre éstos y con las elites comerciales, la búsqueda de movilidad
y mejora social y, especialmente, la existencia de una estructura organizativa
que agrupaba a toda la población afro de la ciudad, bajo el mando de Agüero. Voy
a proponer que éste, a más de controlar, capturar y esclavizar africanos y
afrodescendientes, fungía por expandir los lazos solidarios y conservar y
transmitir tradiciones afrocatólicas. De hecho, planteo
que se puede vislumbrar bajo su figura la de un rey de reyes, paralelo a los existentes
en distintas partes de América Latina conocidos como “Rey de los Congos”.[15]
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, la
población africana y afrodescendiente –tanto esclavizada como libre– se congregaba
en cofradías[16]
y naciones.[17]
Ambas organizaciones tenían similitudes y algunas diferencias importantes. Por
ejemplo, siguiendo a Rosal, las dos tenían intenciones espirituales análogas.[18] Como
noté en un trabajo anterior[19], en
cofradías y naciones se llevaban a cabo performances rituales, que incluían,
entre otras cosas, bailes, desfiles y ceremonial ligados con la liturgia
católica europea y con las tradiciones afrocatólicas
de África Central. Las dos organizaciones tenían como una de sus actividades principales
acompañar el paso de la vida a la muerte de los miembros, así como el bienestar
de las ánimas. Por ello, los velatorios y misas para los difuntos eran
fundamentales. También tenían una estructura interna paralela, organizada bajo
la dirección del Hermano/a Mayor o rey/reina. Pero existían diferencias. Las
hermandades o cofradías –que denominaré “oficiales”– rendían culto a devociones
católicas específicas de las que tomaban su nombre (San Baltasar, Santa Rosa,
etc.). Tenían sede en las iglesias, conventos y parroquias de la ciudad y sus
constituciones debían ser aprobadas por una autoridad religiosa y por el rey. El
cura, además, supervisaba las cuentas y las elecciones de rangos. Por el
contrario, las naciones estaban constituidas por personas que se agrupaban
según distintos etnónimos/orígenes que les daban nombre, como congo, cambundá, mondongo, benguela, etc. Mientras las cofradías juntaban limosna
para su funcionamiento interno, compra de velas, pago al cura, ayuda caritativa
para miembros, etc.; las naciones juntaban limosna en los tambos destinada,
también, a comprar la libertad de algunos de sus miembros o, como exploraremos
aquí, a comprar terrenos y ayudar a otras cofradías y naciones. Frente a la rigurosidad y visibilidad de las cofradías, las naciones se
muestran, en esta época, elusivas. Parte de esa inefabilidad se daba en el propio
modo de nombrar a las naciones, ya que en las distintas fuentes se las puede
encontrar mencionadas como bailes
o juntas (“de negros”), congresos (“de negros” o de bailes), hermandades o cofradías, tambos
o tangos y/o naciones (término que utilizo aquí). Que
las naciones se denominaran también cofradías y a sus miembros se los llamara
hermanos o cofrades no debe llevar a concluir que éstas aspiraban a estar bajo
cobijo eclesiástico y oficializarse. Los miembros de las cofradías oficiales solían
también pertenecer a alguna nación. Es decir, les hacía sentido tener doble
pertenencia grupal, mostrando que ambas formas organizativas eran espacios de
sociabilidad importantes pero que no cubrían exactamente las mismas
necesidades. Además, esta doble pertenencia no era directa, es decir, no todos
los miembros de una misma cofradía oficial pertenecían a una misma nación, y
viceversa.[20]
Las naciones constituían “espacios de negritud”[21]
particulares, donde las tradiciones, la memoria y lo sagrado tenían un lugar. Por
lo tanto, es lógico que sus miembros buscaran eludir la estrechez de
movimientos que le permitía el ámbito eclesiástico. Sin embargo, por lo menos
durante un período en concreto, sí estuvieron bajo otro tipo de control: el del Cabildo, por mediación de Pablo Agüero.[22]
En 1787, Agüero se encontraba “comisionado por el señor Gobernador Intendente para prender Negros y
Negras fugitivos de sus amos y para tenerlos sosegados y quietos en sus
diversiones y bailes”.[23] Es
decir, ocupaba una posición estratégica. Por un lado, porque los bailes eran el
momento en que las naciones se congregaban y realizaban performances rituales afrocatólicas, reencontrándose con lo sagrado, creando
lazos y memoria comunitaria, transmitiendo saberes y prácticas.[24] Según
la estimación del síndico del Cabildo Manuel Warnes, se reunían allí por lo
menos “dos mil negros”.[25] Por el
otro, porque desde esa posición, Agüero no sólo controlaba y habilitaba los
bailes sino también a las naciones que participaban en ellos. Así quedó
planteado en una denuncia realizada contra él en 1786 por la cofradía oficial
de San Baltasar (conformada por africanos y afrodescendientes), en el marco de
una larga pugna entre ambos. En ese documento, los cofrades aseguraban “que el mayoral de [los] otros congresos de bailes, es
el moreno nombrado Pablo Agüero, bajo de cuyo mando están sujetas otras
naciones, por obtener el dicho permiso del gobierno de esta capital para dichas
diversiones”.[26] Además,
los hermanos de San Baltasar afirmaban en su denuncia que Pablo
Agüero no sólo permitía, sino que posiblemente “ordena[ba]” la
recolección de limosnas en esos bailes “sin
más licencia que su antojo”, [27] y exigían
“que no se pidan
esas limosnas particulares pues se debe dudar la exacta distribución de ellas”.[28] La recolección de limosna –prohibida
sin un permiso oficial– constituía el ingreso más importante para el sostén de
las naciones y, como mencioné anteriormente, se las utilizaba para la compra de
libertades y para acceder a propiedades. Gracias a su
comisión, entonces, Agüero “sosegaba” a la vez que “permitía” los bailes y la
recolección monetaria, que administraba y distribuía, construyendo un consenso
que realzaba su poder, influencia y prestigio entre africanos y
afrodescendientes porteños.
La comisión oficial de Agüero no involucraba sólo
controlar los bailes, incluía también la captura de personas esclavizadas
fugadas. No profundizaré aquí en las fugas, pero voy a proponer que
había una conexión real y/o simbólica entre éstas y los
bailes y naciones que él controlaba. En este sentido, pienso que es posible
que, gracias a una tarea Agüero pudiera realizar la otra y que, a través de
ambas, pudiera acrecentar su poder y construir, simultáneamente, márgenes de
acción solidaria.
Además
de su pelea con los cofrades de San Baltasar, Agüero mantuvo otras cruzadas a
lo largo de su vida. Una de ellas se centró en su búsqueda del puesto militar de
“sargento mayor de las
compañías de negros libres”, que obtuvo una vez su antecesor y
rival Manuel Farías murió en 1788.[29]
En el marco de aquel enfrentamiento, Manuel Farías había acusado a Agüero en
1787 de insubordinación, dichos impropios y de impulsar y/o
permitir las coronaciones de reyes en las naciones. Según expuse en un trabajo previo,[30] lo
segundo parece haber sido bastante factible. Pero, si bien Agüero avalaba las
coronaciones y a ciertos candidatos para ocupar los puestos de mayor o rey,
simultáneamente ponía serias limitaciones al uso público de los que denominé como
“elementos críticos” de los rituales afrocatólicos (plumas,
quitasol, sables de madera, etc.). De hecho, aparece de forma repetida en las
fuentes interviniendo y denunciando la presencia de esos elementos en
procesiones y juntas.
Por último, como ha
mostrado Borucki, liderar una cofradía oficial o la
milicia de morenos de Buenos Aires a fines del siglo XVIII y principios del
siglo XIX no eran situaciones desconectadas. Para el autor, estos liderazgos se
superponían.[31]
Aquí planteo, a través del estudio de la figura de Agüero, ampliar esa
propuesta para incorporar, como mínimo, a las naciones africanas en ese
entramado de poder.
Para
acercarme a estas temáticas recurriré a las fuentes del Archivo General de la
Nación (Argentina), pero las analizaré teniendo en la mira lo que ocurría en otras
partes de América y también en África Central. Esta ampliación de la mirada que
conlleva releer documentos bajo la luz de lo que ocurría en lugares distantes,
pero profundamente conectados con Buenos Aires, ofrece la posibilidad de
interpretaciones alternativas y novedosas, además de reconectar a la ciudad con
zonas hasta ahora no usualmente tenidas en cuenta. Siguiendo la estela de otros
investigadores,[32]
haré con estas informaciones conjeturas –marcadas por el uso del potencial y de
los “tal vez/quizás”– y usaré la imaginación histórica para organizar un relato
plausible y teóricamente informado en antropología e historia, uno que hable
sobre el lugar de Agüero y las naciones en el puerto de Buenos Aires. La idea
final no es dar respuestas sino abrir interrogantes y ofrecer nuevas posibilidades
para pensar las formas de organización comunitaria afro, aquellas que sirvieron
de soporte para que hombres, mujeres y niños cautivos lograran, con sumo
esfuerzo, rehacer sus vidas en la ciudad de la mejor manera posible.
Pablo
Agüero, empresario
Si
bien no se sabe cuándo nació Agüero, sí que falleció en 1794 por una enfermedad
inesperada que lo llevó a redactar un testamento.[33]
Éste daba cuenta de que Agüero pertenecía
a la cofradía del Rosario (una de las cofradías oficiales compuesta por
africanos y afrodescendientes). Por ello, pedía ser enterrado en el convento de
Santo Domingo, donde ésta poseía su sede. Además, legaba sus bienes a su
familia y nombraba como su primer albacea a Francisco Belgrano Pérez, su socio,
y como segunda albacea a su esposa, Cecilia Masera.[34]
El
testamento abría con la siguiente frase: “Yo, Pablo Agüero negro libre vecino de
esta ciudad, natural de la tierra de Mondongo…”.[35]
Asimismo, uno de los papeles de su sucesión lo mencionaba como “Pablo Agüero (alias Mondongo)”.[36]
Es decir, la etnicidad autorreconocida de Agüero como un mondongo era tan
importante que llegó a reemplazar a su nombre en el habla de la ciudad, ya
fuera de manera despectiva o no. ¿Quiénes eran los mondongos? Poco se
sabe de ellos, pero sí que estaban
estrechamente relacionados con los congos. Según
Néstor Ortíz Oderigo,
“mondongo” refería a un pueblo del África Central ligado a los congos y a los benguelas, que
formó naciones o cabildos tanto en Buenos Aires como en Cuba.[37]
También hubo mondongos en Montevideo[38]
y en Lima, donde se conoce la existencia de una nación “congo
mondongo”.[39]
En la actualidad existe una localidad llamada Mondongo en la República Democrática
del Congo.[40]
Luego
de su muerte, se abrió un largo expediente sucesorio en el que intervinieron
activamente los acreedores, el primer albacea y el defensor de menores. Los
documentos muestran la vinculación por préstamos y deudas de Agüero con miembros
de la plebe y sobre todo con gran cantidad de personas de la elite social y
comercial de Buenos Aires. Por ejemplo, el mencionado socio Belgrano Pérez y el
escribano Juan de Rosas, su acreedor más aguerrido. Justamente, Osvaldo Otero
realizó un estudio de redes sociales con este caso (y otros), y concluyó que
ese tipo de relacionamiento era lógico en una ciudad puerto donde dominaba el “ethos económico” por sobre el “ethos estamental”,[41]
en la que se admitía saltarse las jerarquías sociales establecidas en pos de la
obtención de ganancias.
Como expuso Otero, se puede corroborar que las actividades empresariales de
Agüero eran muy diversas.[42]
Según los papeles sucesorios, además de efectuar préstamos de dinero, Agüero era
“maestro curtidor”.[43]
Y como tal se había asociado con Belgrano y había contraído innumerables deudas
para desarrollar su empresa de curtiembre. A eso se suma la información del expediente redactado debido a la denuncia de Manuel Farías, donde el “negro libre Manuel de Jesús” testificó
estar “comisionado de ordenanza del negro
Pablo Agüero, y que vive en casa del mismo”, que “tiene de sueldo seis pesos mensuales, los mismos que
le satisface Agüero” y que éste se los paga de su bolsillo, gracias
a “naranjales que hace trabajar con peones y
de eso y de lo que le dan los dueños de los negros esclavos fugitivos conceptúa
le pagará los seis pesos”.[44] En
definitiva, las actividades de Agüero incluían la curtiembre, apresar fugados, la
venta de frutas, préstamos de dinero, etc. Las grandes deudas con las que murió
revelan a alguien que buscaba continuamente expandir sus negocios. La evidencia
apunta, entonces, a que Agüero era una persona que aspiraba a mejorar su
condición económica y social, algo que buscaba por varios medios a la vez. Al
parecer lo logró.
En 1787 pidió permiso para levantar su morada en un sitio
en Monserrat, de 17 ½ varas de frente por 60 de fondo. La casa ciertamente era
más grande que lo habitual para el sector plebeyo de la ciudad, ya que constaba
de cuatro habitaciones, tres patios, tres salas y una esquina para comercio.[45] Y, a
pesar de que ese legajo estaba caratulado bajo el nombre de Pablo Agüero, “negro libre”,[46] en el
plano su nombre figuraba antecedido por el “Don”, algo que no le correspondía si
nos atenemos a los cánones del período.[47] Se
puede comparar su proyecto de vivienda, por ejemplo, con el que presentó en el
mismo año Antonio Romero, “pardo libre”,
quien en ningún momento figura con el “Don” y que incluía solamente una
habitación y una sala.[48]
Este sentido de prosperar queda patente también en el
hecho de que en varios documentos Agüero no firmaba “por no saber”,[49]
mientras que a partir de 1791[50] sí lo hacía. En aquella época en que la mayor parte de la población era
analfabeta, los africanos y afrodescendientes letrados eran no sólo
extraordinariamente escasos sino también considerados peligrosos, disruptores del ordenamiento “natural” de las jerarquías
sociales.[51]
En este caso, Agüero comenzó a firmar después de su nombramiento como Sargento
Mayor de los Morenos,[52] cargo
que le requería firmar
órdenes, despachos, listas, etc. Para aprender a hacerlo debe haber necesitado un maestro, dinero (para tinta, papel, plumas) y práctica,
conjuntamente de una firme decisión, compromiso y tiempo.
Imagen 1: Firma Pablo Agüero
1791
Fuente: AGN Sala 9 1022, Solicitudes de Presos, P, Z, Libro III
Además de muy útil, saber firmar probablemente le
permitía presentarse de una manera un poco menos desigual ante sus relaciones
comerciales, con quienes producía grandes cantidades de documentos de trabajo.
En el expediente sucesorio de Agüero se incluye una relación de sus papeles de negocios.[53] El inventario
devela a una persona metódica y estricta, que archivaba sus escritos de manera
tal que permitió realizar un relevamiento preciso y que debía de tener
contratado a algún escriba para que le llevara las cuentas. En las fuentes que
encontré donde él expresaba no saber firmar, siempre lo hicieron a su ruego Don
Antonio Ibarra o Don Juan “Juanito” Agustín Ibarra (asumo que era hijo del
primero), lo que muestra la estrecha colaboración entre estas figuras letradas
y “merecedoras” del Don, y Agüero. Si bien no hallé menciones a ellos en la
sucesión, tal vez Agüero los había contratado para que llevaran sus pliegos
comerciales. O tal vez fueran vecinos o amigos, algo interesante de pensar en
esa sociedad donde las jerarquías eran lábiles, por lo menos mientras
permanecieran ajenas a la mirada oficial.
En el proceso de recopilación de información para sus acreedores, la
sucesión de Agüero incluyó también una serie de inventarios y tasaciones de sus
bienes. Se destacan varios terrenos, ranchos, ropa, accesorios, muebles,
elementos de trabajo y materia prima, como vellones y cueros. Entre los muebles
inventariados se contaban:
Trece sillas grandes de paja pintadas
de azul, cinco sillas chicas de paja sin pintar, un escritorio chico de
sobremesa, una mesa de cedro con su cajón como de vara de largo y tres cuartas
de ancho, otra sin cajón […], una caja de vara y media de largo y tres de ancho
de cedro, otra de vara y cuarta de largo y media de ancho nueva de cedro, una
cuna grande de cedro, un biombo de brin pintado oscuro de tres bandas grandes
de buen uso, una rinconera y una alacena de madera de cedro pintadas de azul,
una cuja vieja de cedro, dos ollas de fierro una grande y la otra chica, una
parrilla, dos fuentes de peltre y dos calderas, tres cuadros grandes, el uno de
Jesucristo y dos vocaciones de Loreto […] ordinarios como de media vara de
largo y poco más de cuarta de ancho, marco de palo pintado de negro, otro de
San José, la virgen y el niño marco chico de palo sin pintar, un crucifijo
chico de estaño sobre dorado, tres esteras chicas ordinarias […], dos morteros,
el uno de buen ver y el otro quebrado […], dos hachas viejas, dos tinajas de
barro, la una quebrada la otra buena.[54]
Sin profundizar demasiado ni en los bienes ni en el valor en que se
tasaron, la morada de Agüero parecía estar muy bien equipada. Aunque su familia
era numerosa (al morir vivía con su esposa Cecilia Masera y cuatro hijos, además
de dos “criados” sobre los que hablaré enseguida), la cantidad de sillas
registradas llama la atención (volveré sobre este punto particular). Igualmente,
contaba con algunos muebles de calidad, algunos pintados de azul. Su casa
estaba decorada con motivos religiosos católicos como era habitual en la época,
pero tanto la profusa decoración como los muebles nos permiten reconocer el
esmero puesto en ese hogar y generar una imagen mental de confort. De hecho,
según Otero sus bienes evidenciaban “la ostentación
de poder y jerarquía social, plasmando […] ‘su’ diferencia y ‘su’ ascenso en la
escala social”.[55]
¿Quiénes iban a su morada –un espacio privado– para sentir esa ostentación de
jerarquía, religiosidad y poder?
Dado el alto nivel de intercambio que tenía Agüero con otros
comerciantes de la ciudad, la ropa y los accesorios también deben haber sido
una inversión importante con miras a erosionar la distancia social que su
origen africano le imponía. Entre los accesorios de Agüero, se inventariaron un
puño de espadín, un par de hebillas de plata vieja, un sable puño amarillo de
metal, un espadón con su puño de plata, una bacía de estaño y un bastón de caña con casquillo de plata.[56]
Aquí llaman la atención, además del bastón con casquillo (del que hablaré más
adelante) y de los elementos de plata, el
sable y el espadón. El marco legal general sobre la portación de armas en la
América hispana la prohibía a “negros o
mulatos”.[57]
Existía asimismo una reglamentación específica en la ciudad de Buenos Aires que
se iba reiterando en sucesivos bandos. Pero al detentar el cargo de Sargento
Mayor de Morenos, Agüero debe de haber tenido asegurado
el permiso de portación de armas. Y es probable que poseyera
ese permiso con anterioridad a la obtención del grado militar, gracias a su
comisión de capturar fugados y supervisar los bailes.
Entre la ropa que Agüero poseía según los inventarios se enumeran una
casaca chupín y calzón de terciopelo negro viejo, una casaca sola de paño de
primera de color negro, una casaca chamelote morado usada, un sortú [sobretodo] de bayetón flor de romero viejo, una capa
de bayetón color aceituna y una “capa de
paño azul vueltas de terciopelo carmesí muy vieja”. Igualmente, un sombrero negro viejo y otro forrado
en hule viejo.[58]
En relación con la vestimenta, en líneas generales a fines del siglo
XVIII “la ropa era muy cara y eso la
convertía en un símbolo de prestigio. Por eso, era una marca muy clara de
diferencia social: sólo la elite porteña usaba levitas, casacas y trajes. Los
sectores medios y la plebe se vestían con chaquetas o ponchos”.[59]
En concordancia con esto, la historiografía clásica del Río de la Plata, que
retoma a pintores, cronistas y viajeros de los siglos XVIII y XIX, así como a
los memorialistas posteriores, suele subrayar la pobreza y sencillez de los
ropajes utilizados por las personas esclavizadas.[60]
Sin embargo, las investigaciones que centran su mirada en la población africana
y afrodescendiente invitan a matizar esa idea. Gracias al análisis exhaustivo
de los anuncios de fugas de personas esclavizadas publicados en el periódico La Gaceta Mercantil de Buenos Aires en las décadas de 1820 y
1830, Andrés Yáñez ha señalado no sólo la abundancia y diversidad de ropajes
que esclavizados y esclavizadas llevaban consigo sino también la cantidad y
variedad de colores entre los mismos, lo que lo llevó a concluir que “el mundo afroporteño […]
era un mundo regido por el color”.[61]
El autor argumenta que la percepción cromática es un rasgo cultural e histórico
que influye en la identidad y diferenciación de un otros-nosotros social, por
lo que concluye que habría existido una relación entre color e identificación
social activa entre los afroporteños en aquel
momento. De manera paralela a Buenos Aires, en la Lima colonial los
esclavizados incorporaban su creatividad y sensibilidades sociales en su forma
de vestir, así como expresaban su identidad individual. La elegancia se
constituyó, de este modo, en una herramienta utilizada por hombres y mujeres
esclavizados para negociar su estatus, en general aceptando, pero muchas veces
desafiando, las normas establecidas.[62]
En el caso de Agüero, sus ropajes fueron mayormente inventariados como
“viejos”, aunque entre ellos hay
variedad y cantidad, incluida una casaca de paño de primera. Interesantemente,
en el estudio de Yáñez[63]
sobresale la presencia mayoritaria del azul entre los ropajes de los varones, un
color presente en el caso de Agüero, en su capa azul con vueltas carmesí y,
especialmente, en los muebles de su casa. Allí tenía trece sillas grandes, una rinconera y una alacena de madera de cedro, todas
pintadas de ese color. El azul no parece un color
convencional para los muebles. Una explicación posible es que los pigmentos
necesarios para lograr ese color estaban disponibles y a buen precio.[64]
Quizás los muebles de Agüero estaban en mal estado y optó por cubrirlos con un
color relativamente accesible. Pero la elección de pintarlos de color azul
puede haber tenido otra explicación.
En su
investigación sobre el uso de telas y colores en África Central durante los
siglos XVI al XIX, Cécile Fromont
relevó cómo las distintas tramas y tonalidades de la ropa, así como los
accesorios utilizados, eran signo y resultado de diálogos cambiantes entre
elementos religiosos, políticos, cosmológicos, etc.[65]
Para la zona de Angola, la autora retoma, entre otras imágenes, una acuarela de
1680 (c.), que incluye a una mujer designada como la “reina de Matamba”, posiblemente la famosa reina guerrera Njinga o alguna de sus sucesoras. Njinga
fue una reina legendaria incluso en su propia época, una figura política y
comercial clave en el siglo XVII, que se convirtió al cristianismo antes de
morir. En la acuarela, la poderosa mujer aparece con accesorios y armas locales
y viste una tela azul con un lazo rojo, que Fromont identifica
como un bien importado de Europa. En el mismo sentido, el monje capuchino Cavazzi la retrató en distintos momentos envuelta en
textiles que incluyen en la mayoría de los casos una tela azul brillante. Antes
que Njinga, el rey de Ndongo también había sido descripto utilizando
alrededor de su cintura una tela azul enviada desde Portugal, como un “privilegio particular” y exclusivo, “porque él era un rey y ningún otro señor podía usarla”.[66]
Para fines del siglo XVIII, la lengua kikongo incluía
una palabra especial para denominar a las telas de color azul oscuro. Tan
importante era que “la tela azul era la
importación más popular hacia África Central” y podía provenir de
India, Benín o Santo Tomé.[67]
Por lo tanto, cabe preguntarse si la capa azul con vueltas carmesí que
había sido hallada e inventariada en la casa de Pablo Agüero estaba retomando
sentidos traídos desde África Central, que referían a la nobleza y privilegio
de algunas personas allí y que los ponían en la senda genealógica (real o
simbólica) de reyes y reinas como Njinga y el rey de Ndongo
(no puedo dejar de notar que “mondongo”
comporta una fuerte afinidad con este último nombre). Los muebles azules y la capa azul con vueltas carmesí “muy vieja” –heredada tal vez de algún
antecesor– entrelazan a Agüero con antiguas tradiciones en las que los colores
codificaban sentidos de autoridad, respeto y posibilidad de negociación entre
mundos, como el africano y el europeo.
Por último, y no menos importante, entre los “bienes” de Agüero también
estaban inventariados “un criado nombrado
Manuel como de 26 o 28 años bozal [y] otro esclavo nombrado Domingo de
cincuenta años”.[68]
A estos dos “criados”, como al
resto de los “ítems”, se les
adjudicó un precio. A Manuel, un hombre joven disponible para el trabajo, 230
pesos (una tasación que coincidía con el valor promedio en aquel momento). [69]
En cambio, a Domingo, un hombre ya mayor para tareas pesadas, el tasador le
otorgó un valor de “20 pesos (por haber sido
comprado en lo mismo)”.[70]
En el testamento no hay indicación alguna sobre si debían ser dejados en
libertad una vez producida su muerte. Pero eso no puede sorprender ya que
Agüero estaba testando por intimación de sus acreedores, razón suficiente para
no otorgar ninguna “gracia” y disminuir su capital.
Pablo
Agüero, esclavista y prestamista
Un
recorrido muy rápido por la historia esclavista de la región del reino del Kongo[71]
y los pueblos Mbundu (Angola), origen de las personas
capturadas y traídas al Río de la Plata y Brasil hasta inicios del siglo XIX,
nos muestra que la trata atlántica de esclavizados se asentó en distintos
sistemas esclavistas previos, que además fueron mutando por su propia dinámica
histórica, por el arribo de los europeos y por el auge del mercado de personas.
En
el reino del Kongo, a partir del siglo XVIII, el
poder de los reyes se fue erosionando y comenzó un largo período de
inestabilidad y de guerras de facciones en pugna por el trono, donde se tomaban
como esclavizados a los seguidores de los oponentes, incluyendo a los propios kongos. Los capturados fungían de ejércitos para las
distintas facciones, y su cantidad acrecentaba el poder de cada uno de los
nobles en pugna.[72]
El monje Raimondo da Dicomano
notaba “que los reyes eran poderosos solo
cuando ‘vienen de una familia que tiene muchos seguidores esclavos’”.[73]
De
forma directamente relacionada con los sucesos del reino del Kongo, la zona de los pueblos Mbundu
(Angola) cursaba una suerte similar. Allí, las guerras de bandas llevadas
adelante por jefes Imbangala que atacaban a los
distintos linajes Mbundu estuvieron acompañadas de la
esclavización masiva de población. Con el correr de las décadas, los linajes Mbundu aceptaron tributar a los Imbagala
enviándoles personas esclavizadas y mujeres hacia los kilombos,[74] a
cambio de protección y de la posibilidad de intercambiar otros bienes, como
sal. Según el africanista Paul Lovejoy, los
esclavizados “[t]rabajaban para el bien del linaje y
podían entregarse a los jefes de guerra Imbangala si
era necesario. La esclavitud, entonces, era más de naturaleza política que
económica”.[75]
De
este modo, miles de africanos secuestrados en África Central que arribaban al
puerto de Buenos Aires entre mediados del siglo XVIII e inicios del siglo XIX lo
hacían con una memoria (propia o adquirida en relaciones comunitarias) que
tenía incorporada ciertas relaciones de esclavitud, aunque muy diferentes a
como serían esclavizados ellos mismos en el Río de la Plata.
Por
su lado, en todas las Américas se verifican
casos (y no escasos) de africanos y afrodescendientes que compraron, vendieron
y mantuvieron a personas esclavizadas, obteniendo ganancias de su trabajo
forzado y acopiando peculio a su costa.[76] Para
Buenos Aires, Miguel Ángel Rosal es quien más ha avanzado en el estudio de este
tema.[77] Rosal
recopiló gran cantidad de documentos de compra-venta, notando que había entre
éstos algunos casos de compradores-vendedores que eran ellos mismos
esclavizados. Más allá de sus investigaciones, para la ciudad la temática se
encuentra mayormente vacante.
En línea con la idea de Sidney Chalhoub[78] de que
el grueso de los esclavizados en América buscó y sostuvo márgenes de mejora y
libertad, pero dentro del marco de posibilidades existentes, “con notable esfuerzo, silencioso pero subversivo”,[79]
algunos estudios señalan que la esclavitud entre africanos y afrodescendientes
en América permitió tejer redes que habilitaban el acceso a la libertad para
quienes entraban en ellas y que, en última instancia, beneficiaban a gran
cantidad de gente. Por ejemplo, haciendo foco
en las mujeres en las últimas décadas del siglo XIX en Brasil, en Bahía y en
Minas Gerais, algunas historiadoras sugieren que las mujeres manumitidas
invirtieron sistemáticamente en “propiedad
esclava”, utilizada en general para la venta callejera y/o en
mercados. Y es probable que “favorec[iera]n a las mujeres esclavizadas, a quienes ponían a
trabajar en sus emprendimientos y eventualmente solían premiarlas con la
libertad y con la herencia de bienes”.[80]
De este modo, “algunas mujeres
afrodescendientes [utilizaron] las prácticas de la herencia para ofrecer a una
segunda generación la oportunidad de mejorar y de gozar de un nivel social
mejor”.[81]
Similarmente, a mediados del siglo
XIX en la zona de Santiago de Cuba, la historiadora Adriana Chira ha puesto al
descubierto la existencia de una suerte de sistema piramidal en el que personas
africanas y/o afrodescendientes libres establecían relaciones de madrinazgo y/o
padrinazgo con gran cantidad de esclavizados (por diferentes esclavistas) y
destinaban sus recursos para proteger a sus ahijados e incluso ayudarlos a
comprar sus libertades. Una vez estos ahijados eran libres, debían devolverles
a su madrina o padrino la ayuda prestada en trabajo o dinero, durante un
período limitado de tiempo. Este sistema terminaba beneficiando a ambas partes,
ya que aceleraba o permitía el acceso a la libertad a muchos afrocubanos que
hubieran tardado más o no hubieran llegado a alcanzarla, y ayudó a amasar
cierto caudal de dinero entre algunos de ellos.[82]
Asimismo,
Chira muestra que los esclavistas nacidos en África manumitían tres veces más
personas que los esclavistas afrocubanos criollos, y cerca de diez veces más
que los esclavistas blancos. Por ello, sugiere repensar un concepto
desarrollado en los estudios del África occidental precolonial, el de “riqueza
en las personas” (“wealth in people”)
que se relaciona también con la esclavitud según se entendía en el África
Central. Según esta noción, los líderes políticos buscaban controlar a una gran
variedad de dependientes –esposas, niños, clientes y personas esclavizadas–
usando y expandiendo redes clientelares.[83]
Estas redes se estructuraban en sistemas jerárquicos dentro de los linajes, en
los que el poder surgía del control de las personas y donde los dependientes
ocupaban posiciones complejas y contextualmente definidas en un rango que iba
desde la subordinación absoluta hasta la autonomía. En todo caso, continua Chira,
en Santiago de Cuba ese sistema clientelar constituía un andamiaje para acceder
a la manumisión y podría haber operado de manera similar, o incluso inspirada
en, las hermandades católicas y las sociedades de ayuda mutua de africanos y
afrodescendientes.[84]
Estas ideas sirven para revisar la situación de Pablo Agüero, “bajo de cuyo mando est[aban] sujetas otras naciones”,[85] y
abrir interrogantes sobre su accionar como esclavista.
El historial de Agüero en relación con la
compra-venta de personas es abultado y sin dudas se puede entender como parte
de una búsqueda de ganancia monetaria a través de la apropiación de trabajo
ajeno, es decir, acciones coherentes con el contexto de una Buenos Aires comercial.
Vender y comprar personas asiduamente también ubicaría a Agüero en la mira de
los comerciantes poderosos de la ciudad, le permitiría entrar en contacto
directo con ellos, por lo que posiblemente le servía como una plataforma para tejer
redes sociales con las altas esferas de Buenos Aires.
En los registros notariales, Rosal[86]
ubicó 11 operaciones de compra o de venta de personas en las que Agüero estuvo
involucrado a las que aquí agrego una más, sumando 12 en total. Conocer el
número real es imposible ya que Agüero realizó de forma repetida compras y
ventas de personas de manera extrajudicial, algo usual en la época.
Cuadro 1. Compra-ventas
de personas por Pablo Agüero ubicadas en registros notariales entre 1786 y 1789
Año |
Compra |
Venta |
1786 |
María Gracia (40 años, 250 pesos) |
María (20 años, 250 pesos) |
1787 |
|
Úrsula (40 años, 260 pesos) |
1787 |
|
Diego Viejo (s/e, 60 pesos) |
1788 |
Victorino (26 años, 314 pesos) |
Agustín Borja (60 años, 80 pesos) |
1788 |
|
María Gracia (50 años, 156 pesos) |
1788 |
|
Lorenzo (s/e, 260 pesos) |
1789 |
Antonio (40 años, 220 pesos) |
Antonio (24 años, 300 pesos) |
1789 |
Juan de la Rosa (24 años, 250 pesos) Fecha: 27 de marzo |
Juan de la Rosa (24 años, 250 pesos) Fecha: 20 de abril |
Fuente: Elaboración propia a partir del Archivo General
de la Nación. Registros notariales
Pero veamos con detenimiento algunas de ellas. Por ejemplo, Pablo
Agüero compró al “negro Juan de la Rosa”,
de “alrededor de 24 años” el 27
de marzo de 1789, por 250 pesos. Tan sólo un mes más tarde, evidentemente sin
haber tenido el tiempo suficiente como para obtener ganancias por apropiación
de su trabajo, lo vendió a otro comprador por el mismo valor. Juan de la Rosa
había nacido en Corrientes y desde allí había fugado y “causado varias diligencias”, hasta ser
apresado en Montevideo a fines de 1788. Su esclavista, Don Bernardo Báez, había
otorgado un poder para venderlo al precio que se pudiera conseguir, “no sea que cause otros mayores costos”.[87]
Montevideo no era ajena a Pablo Agüero. En octubre de 1788, había pedido la
comisión de apresar fugados y casados huidos en esa ciudad por haber cesado
temporariamente en su comisión de controlar los bailes y buscar esclavizados
huidos en Buenos Aires.[88]
¿Habría sido Agüero quien atrapara a Juan de la Rosa? ¿Habría recibido dinero
de su esclavista cuando lo devolvió, tal como había declarado que sucedía en
aquellas circunstancias uno de sus
empleados, el “negro libre Manuel de Jesús”?[89] ¿Por qué lo compró Agüero para venderlo tan rápidamente después? Una
posible respuesta es que quizás estaba evitándole un castigo ejemplar debido a
“las diligencias” que había
causado. O, tal vez, que buscaba consolidar lazos de deuda con Juan de la Rosa
otorgándole algún favor, como habilitarle un cambio de esclavista para mejorar
sus condiciones de vida. Agüero vendió a Juan de la Rosa a Don Agustín
González. Y en 1830, el “pardo libre Juan de
la Rosa González” aparece en un documento notarial cediendo unos
derechos otorgados en un poder previo (no se especifica por quién) a Don Manuel
Silva.[90] Es
decir, si se trataba de la misma persona, un Juan de la Rosa ya adulto (debía
tener unos 65 años) había conseguido su libertad y también un cambio
categorial: de ser nominado “negro” pasó a ser llamado “pardo”. Asistir en un
cambio de esclavista puede haber constituido una razón en común con otras
compra-ventas de esclavizados que realizó Agüero a lo largo de su vida, como,
por ejemplo, en la compra que hizo de Victorino en 1788.
Victorino, de “26 a 28
años” quedó descripto en el documento de venta como “huidor, ebrio y ladrón”.[91] Y, si
bien es cierto que un hombre joven esclavizado sin impedimentos para el trabajo
era más “caro”, Agüero pagó 314 pesos por tenerlo, un precio muy alto.
Demasiado alto para su economía. En el acta de compra-venta hay una adenda al
margen que señala que Agüero no logró completar el pago a tiempo y recién en
1789 entregó la totalidad del dinero, a los que sumó cuatro pesos de intereses
por el atraso. ¿Por qué Agüero habría cerrado esta operación a pesar de no
contar con el dinero suficiente? Si bien no era inusual la compra de personas
esclavizadas con “tachas” y/o “vicios”,[92]
¿tendría algún interés particular por tener bajo su mando a un joven descripto
tan poco halagüeñamente según la mirada de los esclavistas? Es posible que
Agüero buscara evitarle castigos, de manera homóloga a lo que posiblemente
sucedió con Juan de la Rosa. Este tipo de operación le permitiría acopiar
lealtades y deudas de favores. Es interesante que Agüero pagó más por Victorino
que lo que consiguió por vender a otro joven esclavizado, Antonio, de una edad
similar: 24 años.
En marzo de 1789, Agüero vendió a Antonio “de nación Angola y oficial barbero” por
300 pesos.[93]
Lo había “adquirido” en enero de ese año por compra extrajudicial. Nuevamente,
una transacción muy rápida, de sólo tres meses. Ser barbero era un oficio que
africanos y afrodescendientes solían ejercer, y que requería destreza en el
manejo de las navajas y cuchillas, lo que los tornaba también muy peligrosos a
los ojos de sus esclavizadores. Los barberos, además, estaban involucrados en
la curación de africanos y afrodescendientes enfermos o accidentados. Junto con
los sangradores, intervenían en casos de urgencia “según su propio criterio. Entre
las prácticas que realizaban […] se encontraban: extraer piezas dentales,
colocar ventosas, realizar sangrías, reducir fracturas, abrir abscesos”.[94]
Otra vez, cabe especular por el trasfondo de esta operación. ¿Sería Antonio, “de nación angola”, un curador de acuerdo a
las tradiciones africanas? Con su compra y venta, ¿lo estaba “ayudando” o tal
vez “castigando”? Entre los bienes de Agüero se contaba una bacía, utilizada
por los barberos para afeitar y también por los curadores para hacer sangrías.
Por último, hay dos operaciones más que vale la pena reseñar. En primer
lugar, la compra y posterior venta de María Gracia. En junio de 1786, Pablo
Agüero compró a Don Antonio Matte a María Gracia, “como de 40 años de edad”[95]
por 250 pesos. Pero un año y medio más tarde, en febrero de 1788, Agüero la
volvió a vender a la misma persona que se la había vendido a él, Don Antonio
Matte. La operación se cerró por 156 pesos, casi cien pesos menos de lo que
había pagado por ella. En aquella ocasión la describía como de 50 años.[96]
María Gracia tenía un largo historial de ventas de su persona.[97]
En éste, su “valor” se había mantenido relativamente estable (entre 280 y 250
pesos), descendiendo a medida que pasaban los años. Por ello, el precio pactado
entre Agüero y Matte para revertir una transacción ocurrida tan sólo 18 meses
antes es difícil de entender, y representa una significativa pérdida económica
para Agüero. Tal vez el maestro curtidor necesitaba urgentemente una entrada de
dinero, una cuestión que seguramente debió de haber motivado buena parte de sus
transacciones de compra y venta de personas a lo largo de su vida. Pero en la
misma operación de venta de María Gracia, Agüero también le vendió otra persona
esclavizada a Matte: Agustín Borja. ¿Por qué una compra y venta de la misma
persona al mismo esclavista? ¿Por qué la segunda vez junto a otro esclavizado?
La idea de que Agustín y María Gracia fueran pareja resuena inmediatamente. Tal
vez Agüero estaba intentando mantenerlos juntos y al rebajarle el precio a
María Gracia les estaba haciendo el favor de que Matte aceptara la operación.
Incluso, quizás la había “comprado” inicialmente para acercarla a Agustín, a
quien Agüero había “adquirido” el mismo año de 1786 de manera extrajudicial (el valor de dicha transacción no figura en
el documento). Es posible también que Agüero quisiera prescindir de Agustín
debido a su edad, o porque podía estar disputándole poder.
Agüero vendió a Agustín Borja en 1788 por el valor de 80
pesos, cuando tenía 60 años.[98] El
precio es mayor que el que le pagaron por Diego Viejo, 60 pesos, cuya edad no
queda consignada pero la cuantía de la operación sumada a su nombre hace
suponer que estaba avanzado en años.[99] Al momento de morir, Agüero tenía esclavizado a Domingo,
un hombre de 50 años a quien había comprado por 20 pesos. En el inventario no
se consignan elementos que permitan suponer el porqué de este precio tan bajo.
Tal vez reflejaba una venta apurada u obligada por circunstancias como “tachas”
o “vicios”, como la fuga o el alcoholismo. Domingo también era un hombre grande. Visto en conjunto, Agüero parecía
focalizarse particularmente en los hombres de cierta edad. Por un lado, su
precio más asequible. Por otro, habría tareas que podrían realizar en la
curtiembre. Pero también, es plausible pensar que Agüero estuviera interesado
en las personas que eran más respetadas en las comunidades afro: los mayores.
¿Con qué finalidad? Podría ser para protegerlos de los esclavistas. El respeto
y veneración hacia los mayores por parte de africanos esclavizados o libres se
registran a lo largo y ancho de las Américas.[100] Tal
vez aspiraba a conformar o a consolidar una suerte de séquito de sabios, o red
de prestigio. Quizás Agüero “comprara” y “vendiera” personas mayores como paso
previo a una liberación preacordada. Pero es posible
también que apuntara a restarle poder a quienes podrían habérselo disputado a
él.
Agustín Borja aparece haciendo un pedimento al virrey en 1789 (un año
después de que Agüero lo vendiera a Matte) junto a Sebastián Pellizar. El pedido fue hecho
a nombre de naturales de la nación cambundá.
[Ambos…] solicitan
que no se les prohíba sus bailes públicos que las tardes de los días de fiesta
tienen en un Sitio despoblado junto a la Iglesia de Nuestra Señora de
Monserrat, y que al mismo tiempo se les mande a los Negros Domingo Carmona y
Agustín Fernández rindan cuenta de la limosna que han percibido de los
referidos Negros de la Nación con motivo de los dichos bailes, y objeto de
hacer bien por las almas de sus finados paisanos.[101]
Hay dos cuestiones para mencionar aquí. La primera, que
ese mismo año en que Agüero compró a Borja y María Gracia (1786), había sido
acusado por los hermanos de San Baltasar de permitir y ordenar que las naciones
recolectaran limosna sin permiso oficial.[102] La
segunda, que con anterioridad al pedido de Borja y Pellizar,
Agüero había hecho una captura de “negros
[…] vistiendo de cambundá”[103] en una
festividad de reyes.[104] Siendo
que Agustín Borja era cambundá y viejo, es posible
que fuera un rey o alguien de prestigio dentro de aquella nación, y que Agüero
lo hubiera comprado por esa misma razón. Pero, ¿con qué objetivo? ¿Tenía un
enfrentamiento con los cambundás, tanto como lo tenía
con la cofradía de San Baltasar, por lo que pretendía minar el poder de Borja y
les prohibía realizar sus bailes; o deseaba ayudar a un mayor de nación y
protegerlo? En ambas posibilidades, Agüero se aseguraba acrecentar su poder y las
redes de favores y deudas, sólo que en una a través de lazos solidarios y en
otra a través de la sujeción y la violencia. A esto se suma el tema de las
limosnas. Porque Borja y Pellizar pedían
específicamente que se apartara de esa labor a dos personas. ¿Las habría
introducido o responderían éstos a Agüero, quién ya había sido acusado por el
tema de las limosnas por los hermanos de San Baltasar? ¿Habría un
enfrentamiento entre Borja y Agüero, tal vez acrecentado por el antecedente de
que éste lo había tenido esclavizado, y que lo había vendido luego a Matte?
Vale también aquí traer a colación que Agüero fue acusado por Manuel Farías de
apuntalar a Pedro Duarte como rey de la nación congo,[105] es
decir, había intervenido directamente en lo que sucedía en esa organización.[106]
Agüero tenía
estrecha relación con Duarte. Lo podemos inferir porque Duarte había sido
padrino de uno de sus hijos[107] y también porque lo llamaba “compadre”
al nombrarlo en su testamento como deudor: “mi
compadre Pedro Duarte negro libre me debe 40 pesos”. Duarte no era el único
deudor. También le debían: “Francisco
Mondongo, negro esclavo de Don Domingo Pérez 53 pesos de obligación; Eugenio
Basabilbaso 42 pesos; Don Matías Malaver maestro zapatero 9 pesos [y] Antonio Bellisco negro
libre 45 pesos”.[108]
Por lo dicho, Agüero prestaba a personas más pobres que no podían usar el “Don”
pero que probablemente fueran españoles, como Eugenio Basabilbaso; a africanos
y afrodescendientes que podían ser llamados con el Don, como Matías Malaver [Malaber], un maestro
zapatero que había detentado el puesto de teniente en las milicias negras[109]
y a otros africanos y afrodescendientes, algunos esclavizados como Francisco
Mondongo, algunos libres como Antonio Bellisco y
Pedro Duarte. Estos préstamos podrían haber facilitado la libertad de Duarte y Bellisco, por ejemplo, o haber ayudado a Mondongo en ese
sentido. Quizás, hacía estas operaciones simplemente para ganar dinero con los
intereses de los impagos.
En
definitiva, las transacciones de Agüero como comprador y vendedor de personas y
como prestamista nos llevan a situarnos en un contrapunto entre dos imágenes:
la de un maestro ajedrecista que movía sus fichas humanas para acopiar dinero y
construir una red de lealtades en pos de acumular poder y prestigio, y la de una
figura paternal que ocupaba buena parte de su tiempo y dinero en proteger a los
suyos. Tal vez, Agüero tenía algo de ambos.
Pablo Agüero, Mayor mondongo
Debido a una investigación que me encuentro realizando sobre la nación cambundá en Buenos Aires, llegué al expediente sucesorio de
Miguel Viera de 1822. Al revisar el documento, descubrí no sólo que en la casa
de Viera funcionaba la nación mondongo, sino que, entremezclado entre los
cientos de escritos, se encontraba un legajo que había sido guardado
celosamente desde la década de 1790 en casa del abogado Don Mariano Gache por
pedido de los miembros de la nación. Ese legajo contenía las cuentas y algunas
notas de los mondongos entre 1791 y 1813, un tramo temporal del que no se
conocían hasta ahora fuentes directas de naciones africanas, más allá de las
denuncias y pedidos al gobierno. Al revisarlos, me topé con los listados de
gastos realizados por esta nación que estaba absolutamente organizada y llevaba
con cuidado los números de cada uno de los desembolsos efectuados, así como de
los ingresos recibidos. Esos escritos mostraban el esfuerzo invertido en tiempo
y dinero por personas que vivían en la mayor desigualdad jurídica posible, con
la finalidad de llevar adelante su organización.
La nación mondongo había adquirido en 1797 una de las dos propiedades
que estarían en litigio en 1822, razón por la que se abre el expediente
sucesorio de Viera.[110]
Para 1798, los mondongos además arrendaban a Doña María Villoldo un terreno
adyacente al de su propiedad, por 10 pesos al año.[111]
A inicios del siglo XIX, en 1810, en una de las parcelas habían construido un
rancho con patio y algunas habitaciones, que tenían alquiladas. Justamente, el
dinero para solventar la sociedad procedía de dos fuentes principales: las
limosnas y los alquileres de cuartos y patios. Los gastos se repartían
mayormente en velas para rezar a las ánimas y en arreglos de la casa, donde se
despedía a los difuntos y se organizaban bailes.[112]
Pero los documentos demuestran que la nación existía con anterioridad a 1797.
En el expediente se incluye una relación sin fecha de “los gastos que tenemos hechos con la plata de las
ánimas, la cual se halla en poder de Don Pablo Agüero de donde se saca para
costos de un rancho que estamos haciendo para la limosna y beneficio de ánimas”.
Sabiendo que Agüero falleció en 1794, este documento es evidentemente anterior.
Entre los ítems del gasto figuran horcones, sacos, palmas, cañas, cajas,
ventanas, palos, leñas, puerta, etc. Al final de la lista, en una hoja aparte
figura la frase: “deben a Don Pablo Agüero a
cuentas del rancho de las [¿ánimas?], 17 pesos con 2 reales”.[113]
De este modo, se comprueba que Agüero no sólo tenía el control de las cuentas
de la nación, sino que aportaba a préstamo dinero de su propio bolsillo para la
construcción del rancho.
Algunas páginas más adelante se encuentra un documento clave que devela
el lugar que ocupaba Agüero entre los mondongos:
Digo yo, Pablo Agüero, cabeza mayor de
la nación de los mondongos y Primer Mayordomo de la Cofradía y Bienes de las
Ánimas, que dejo a cargo del 2º Mayordomo Miguel Viera, para que haga mis
veces, con el sigilo posible y buena conducta, según hasta ahora se ha portado,
haciendo sus correcciones sin que sea reprendido, castigando al que yerra y
premiando a aquel que merezca galardón, siendo pues este mi segundo el de más
antigüedad en esta nuestra cofradía y el de más confianza en nuestro asunto,
desde hoy, 6 de enero de 1791, dejo hecho cargo de todas las existencias y
bienes que se hallaren en mi poder, […] y hago saber a todos nuestros hermanos
y hermanas que lo reconozcan en mi lugar, y lo mismo que se han portado
conmigo, con la paz y unión que sea posible, no dando qué decir de ninguno, y
lo hicieron serán también premiados y aliviados en sus necesidades y trabajos.[114]
Pablo
Agüero era el Mayor de la nación mondongo y, muy probablemente, su rey, ya que
estas denominaciones cimentaban distintas tradiciones que se aunaban en una
misma figura, y se enmascaraban mutuamente.[115]
Como mencioné antes, en la época los términos cofradía y nación se utilizaban
indistintamente para referirse a las que hoy denominamos naciones, cuya
diferenciación más importante estribaba en que unas necesitaban permiso
eclesiástico y real y funcionaban bajo control del cura, y las otras lo hacían
bajo control del Cabildo a través de Agüero, por lo menos mientras éste estuvo
vivo. Los mondongos sostenían una nación y no una cofradía “oficial” (aunque
realizaran exactamente las mismas labores para el bien de las ánimas), algo que
también quedó enfatizado a lo largo del litigio por el terreno.[116]
Hay
en esa nota varias cuestiones realmente interesantes. En primer lugar, las
palabras de Agüero sobre premios y castigos según merecimientos personales
resuenan a la doble función rey/padre en tanto la educación/control de sus
súbditos/hijos que vengo señalando en su accionar. Esto era también un espejo
de la figura del rey de España en el mundo colonial. Para la sociedad colonial,
el rey –y por extensión el estado colonial–, ocupaba
justamente el lugar de padre.[117]
Si revisamos sus compras y ventas de personas esclavizadas en esta clave, así
como sus intervenciones en la cotidianidad afro de la ciudad (capturando
fugados, encarcelando, denunciando, permitiendo coronaciones de reyes, celando
los bailes lo que, en última instancia, habilitaba a que se realizaran), se
reacomodan posibles sentidos de sus acciones: premios y castigos, educar y
gobernar. En este caso, el sucesor de Agüero fue nombrado por él mismo y no por
elección de los miembros. Según expresaba, pesó la confianza depositada en
Viera así como su antigüedad en el cargo, lo que apunta al paso del
tiempo/vejez como impronta de sabiduría, y vuelve a resignificar el accionar de
Agüero en sus “compra-venta” de personas mayores.
En
segundo lugar, la nota de Agüero contemplaba específicamente a las hermanas, dándoles
visibilidad e importancia particular en el marco de las naciones,
contrariamente a lo que sucedía en el caso de la cofradía de San Baltasar que
no contaba con mujeres en sus procesiones y bailes públicos.[118]
De hecho, quien compró la propiedad en 1797 a nombre de la hermandad fue una
mujer, “María
Dominga Cantaro, morena libre”.[119]
Cantaro era la Hermana Mayor (es decir, la
reina) y se había decidido en conjunto que la escritura figurara a su nombre.
La compra, además, se había realizado de manera comunitaria con el dinero recolectado por las limosnas.[120]
En
tercer lugar, al no tener una sede con anterioridad a 1797, considero probable
que la nación mondongo se reuniera en la casa de Agüero. Al morir, éste poseía más propiedades que fueron
inventariadas en su sucesión, entre ellas un sitio con construcción en el
barrio del Alto (hoy San Telmo). En ninguna figuran muebles sino que se trata
más bien galpones y obrajes, por lo que es muy posible que las utilizara para
su curtiembre.[121]
Pero en su morada es notable no sólo la profusa decoración religiosa sino
especialmente la cantidad de sillas inventariadas (13 grandes pintadas de azul
y cinco chicas), además de cajas que podrían haberse utilizado a esos fines
(también podrían haberse utilizado como tambores). En este mismo sentido la
historiadora Paulina Alberto entendió la presencia de 12 sillas en la casa del
barrio de la Concepción del afroporteño Domingo Grigera en 1878.[122]
En su investigación, la autora expuso la posibilidad de que Grigera
fuera el anfitrión de diversos bailes y reuniones de afroporteños
(“candombes”), e incluso que su hogar fuera la sede de una nación. Me parece muy
probable que en la residencia de Agüero sucediera lo mismo que en el “candombe de Grigera”
ochenta años más tarde.
En
cuarto lugar, el documento se firmó un 6 de enero, día de Reyes, cuando se
producía el festejo más importante entre los africanos y afrodescendientes en
Buenos Aires, el día de San Baltasar y fecha señalada para las coronaciones de
reyes en el sur de Brasil y en Montevideo, por la estrecha asociación entre
Baltasar y el Rey de los Congos.[123]
Que la cesión se haya realizado en ese momento particular permite vislumbrar la
alta carga ceremonial y emotiva que estaba en juego y vuelve a focalizar en la
figura del mayor como rey. Podemos imaginar que los mondongos se reunieron en
la casa de Agüero para realizar esa cesión de mando. Como rey, es probable que,
a pesar del calor estival, Agüero utilizara la capa azul/carmesí “muy vieja” inventariada en su casa, así
como el “bastón
de caña con casquillo de plata” como su
cetro.[124] Pero
antes o después de asistir a la reunión de
coronación/cambio de mando de su nación (y del tambo posterior que reunía a
todas las naciones), seguramente muchos de los mondongos habrían salido a
desfilar en procesión pública, cada cual acompañando a sus cofradías oficiales en
el habitual desfile afrocatólico que pasaba por todas
las parroquias que cobijaban hermandades de africanos y afrodescendientes en la
ciudad.[125]
Tal vez Agüero participaba del cortejo de la cofradía del Rosario, a la que
pertenecía. En ese desfile oficial, los mondongos distribuidos según sus
pertenencias cofradiales no podrían haber llevado
vestimentas con plumajes, sables de palo y otros elementos característicos a
los que su Mayor se oponía.[126]
Tampoco los miembros de otras naciones, ya que Agüero tenía la comisión oficial
de “tener sosegados y quietos en sus
diversiones y bailes”[127] a
todos los africanos y afrodescendientes de la ciudad.
Esta comisión había sido aprobada por el
gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Sanz. Para ello, a Agüero se le había hecho “hacer juramento
para Dios nuestro señor y una señal de cruz, ante el escribano”.[128]
Es decir, se realizó un acto performático de
relevancia en el medio católico colonial que validaba su accionar de manera
pública y, seguramente, era vinculante para él, un hombre muy religioso. Así lo
atestiguan sus escritos y también los ornamentos inventariados en su hogar.
Para realizar ese trabajo, Agüero había pedido le “diesen seis morenos libres y de buena conducta, de auxilio […y] estos
se le concedieron”. Al momento de solicitar que le extendieran la
comisión, en 1788, Agüero expresó:
y yo excelentísimo
señor de mi peculio he dado y doy mensualmente cuatro pesos y la manutención
[de los seis morenos] como asimismo tres caballos […]; y como no pudiese
costear tan crecidos gastos, solicité nuevamente se me diesen caballos, y se
mandó se me diesen cuatro dichos caballos.[129]
¿Por qué Agüero, el Mayor de los mondongos, el maestro curtidor, el
comerciante, esclavista y prestamista insistía en llevar adelante este trabajo,
incluso hasta costear de su propio bolsillo las tareas de vigilancia y control?
En la solicitud, Agüero lo explicaba así:
como a todos consta y es notorio
[tengo] grande conocimiento en todos cuantos morenos y pardos como también de
los mulatos, que hay en esta supradicha ciudad y ser también con idoneidad para
verificar cuantas prisiones se cometan a su cargo, siendo igualmente un hombre
desinteresado, como todos saben, pues para mantenerse con alguna decencia y
honradez para el efecto tiene su finca y oficio que le da para ello y para
pagar a los de su color que le auxilian.[130]
En las propias palabras de Agüero resaltaba el conocimiento general y
profundo de toda la población de africanos y afrodescendientes de la ciudad
y su disposición a utilizar su propio patrimonio para llevarlo a cabo.[131]
Para tener ese conocimiento, que debía incluir enterarse de quién había fugado y de dónde se hallaba escondido,
posiblemente se apoyaba en una red social basada en favores y deudas, seguramente
también en respeto y veneración. Conservar
ese cargo le permitiría, además, habilitar prácticas, ayudar, ocultar y/o
proteger a los suyos.
Como
líder de su nación y como parte de las relaciones de solidaridad que se
establecían en ella, Agüero otorgaría préstamos a los miembros para ayudarlos a
liberarse de la esclavitud y administraría las limosnas recogidas por los
mondongos. Pero, según habían denunciado los cofrades de San Baltasar, Agüero ordenaba pedir limosna a todas las naciones que estaban bajo su mando. En su
testamento aparece como deudor Pedro Duarte, quien pertenecía a la cofradía de
San Baltasar y a la nación congo. Tal vez aquella se
trataba de una deuda personal. Pero hay más datos que señalan la posibilidad de
algo diferente: una supraorganización solidaria entre
cofradías y naciones, de la que Agüero parecía estar a la cabeza.
Pablo Agüero, Rey de
Reyes en una supraorganización afro
Los
avatares de la nación mondongo en los primeros años del siglo XIX se pueden
seguir por la sucesión de Viera. Allí se constata que ese orden establecido por
Agüero continuó, con algunos sobresaltos, a lo largo de las décadas siguientes.[132]
En los documentos se destacan varias rendiciones de cuentas en las que se
observan cantidades de dinero entregadas a otras cofradías y naciones. Por
ejemplo, en un documento sin fecha hay una erogación en concepto de limosna a
la cofradía de San Baltasar y a su
Hermano Mayor, un peso a cada uno, y otra a la cofradía del Rosario también
un peso, sumando 3 pesos.[133]
En otra rendición sin fechar, el mayor mondongo Domingo Cabrera entregaba al
mayor Pedro de la cofradía del convento de La Merced (Santa María del Socorro),
varias limosnas recolectadas para las ánimas.[134]
En abril de 1813, tan sólo unos meses más tarde de que entrara en vigor la Ley
de Libertad de Vientres que cambiaría el destino de los bebés afrodescendientes
recién nacidos y por nacer, la nación mondongo daba una limosna “por el difunto Manuel López de la nación cambundá, a su mayor”.[135]
En septiembre de ese mismo año, Cabrera rendía las cuentas de las limosnas que
se habían dado “a la cofradía de Nuestra
Señora del Rosario en Santo Domingo a 1 peso fuerte de limosna por año por seis
años”, lo que sumaba 6
pesos, y a la “cofradía de San Baltasar,
dos años a peso por cada año”,
sumando 2 pesos. A continuación, Cabrera detallaba una cuantiosa ayuda a la
nación congo. Esa asistencia ascendía a 236 pesos y 3
reales para la construcción de la “casa
o rancho de la hermandad de congo”.[136]
El detalle del gasto deja entrever que los mondongos fueron los que financiaron
la construcción de la sede de los congos y, aunque no
figuran los gastos de compra del terreno, también habían cubierto los costos de
la escrituración del mismo.
Con
la información volcada hasta aquí, me permito sugerir que a fines del siglo
XVIII, Pablo Agüero no era sólo el “comisionado
por el señor Gobernador Intendente para prender Negros y Negras fugitivos de
sus amos y para tenerlos sosegados y quietos en sus diversiones y bailes”,[137]
el Sargento Mayor de los Morenos y el mayor/rey de la nación mondongo, sino
que ocupaba exactamente el lugar por el que había sido denunciado por los
hermanos de San Baltasar: era la persona “bajo de cuyo mando está[ba]n
sujetas otras naciones”.[138] Visto
bajo esta luz, la figura de Agüero puede entenderse como la de un
rey de reyes, mayor de mayores o “Rey de los Congo” según se denominaba a este
tipo de institución en otros países americanos.
En la zona de Minas Gerais, las coronaciones de los
diversos reyes de nación fueron derivando, en las últimas décadas del siglo
XVIII y primeras del siglo XIX, en la creación de la figura única del Rey del
Congo, antecedente directo de las fiestas de congados, maracatús
o quilombos (entre otros nombres) que
existen al día de hoy.[139] En la
zona de Río de Janeiro, una fiesta de Día de Reyes de mediados de siglo XVIII con
la presencia de distintas naciones y reyes, finalizaba con la entrada triunfal
de los Congos.[140] De
forma paralela, en la zona pernambucana (que recibía en esta época personas esclavizadas de
África Central) el rey de Angola (como se lo conocía
en el siglo XVII) pasó en el siglo XVIII a ser conocido como rey del Congo. A inicios del siglo XIX, una fuente
señalaba al rey de los congos como “rey de todas las naciones de Guinea”, “sugiriendo su supremacía sobre los negros de todos
los puntos del tráfico”.[141]
Estos reyes tenían amplias prerrogativas. Según el
reglamento de la Hermandad del Rosario de Recife (sin fecha), el rey del Congo
“se verá obligado a hacer Gobernadores [reyes] en cada Nación, que vendrán a tomar posesión en la
iglesia [...y e]l dicho Rey se
verá obligado a ordenar la toma de limosnas para sus Naciones”.[142] Asimismo,
existía una estrecha vinculación entre los gremios profesionales, las
naciones, las cofradías y la institución del Rey del Congo. A este último le
correspondía “respetar, reconocer, honrar,
estimar y conferir ‘posesión y juramento del cargo’ a cada gobernador [rey] de
una corporación gremial o de una nación”.[143]
No sólo esto. Hasta principios
del siglo XIX, “estos cuerpos jerárquicos
dominados por ‘bantúes’ fueron ampliamente estimulados por las autoridades
coloniales en Pernambuco, especialmente por sus Capitanes Generales”,
lo que habría dado sustento a la “pax pernambucana”.[144]
Al otro
lado del Río de la Plata, en Montevideo, Borucki
constató la existencia de una “confederación
congo” en las décadas de 1820 y 1830, que congregaba
a diversos grupos y que estaban liderados por un rey/presidente asistido por un
consejo.[145]
Estas supraorganizaciones también existieron en Cuba,
donde las naciones se denominaban “cabildos”. En Santiago de Cuba, por ejemplo,
había “un macrocabildo
que aglutinaba a todas las sociedades de los congos”[146] y en
La Habana, los “macrocabildos podían agrupar etnias similares o diferentes,
pertenecientes a una ‘nación’ o varias”, denominado Cabildo de las
Cinco Naciones. A él “acudían los cabildos
de los negros para consultar sus problemas y buscar sanciones supremas”.[147]
Este tipo de supraorganización
afro se puede constatar en Buenos Aires en los primeros años
del siglo XIX. Era una red que involucraba a naciones y cofradías (y
probablemente a las milicias de morenos), de la que los mondongos participaban
activamente. En los años que siguieron a la muerte
de Agüero, esta nación entregó a las hermandades oficiales y a otras naciones,
tanto a las instituciones como a sus mayores, limosnas y ayudas diversas. Gracias
al apoyo de una estructura más amplia de lealtad, veneración, respeto y deudas,
se deben de haber posibilitado el acceso a la libertad de los miembros
esclavizados de las naciones, la adquisición de propiedades, la construcción de
casas y ranchos, la ayuda a las familias necesitadas, entre otras cosas.
Y si bien en Buenos Aires no existen hasta ahora evidencias
explícitas de que hubiera un rey de los Congo/Angola como rey de reyes, la
figura de Pablo Agüero se acerca bastante. De hecho, su lugar difiere del que
representaba Pedro Duarte como rey de la nación Congo, que había sido instituido
por el propio Agüero.[148]
La erección de reyes era, justamente, una de las funciones de estos reyes de
reyes en Brasil. Otra era la de ordenar levantar limosna. Sabemos por la
denuncia de los hermanos de San Baltasar que Agüero habilitaba los bailes de
las naciones, los supervisaba y, en ellos, ordenaba pedir limosna. Además, era el
propio Agüero quien administraba esa limosna recogida. Los cofrades de San
Baltasar habían remarcado en su denuncia que “se
deb[ía] dudar la exacta
distribución de ellas [las limosnas]”.[149]
Es decir, sugerían que Agüero acopiaba el dinero y luego lo distribuía de
acuerdo a sus propios intereses.
Al igual que para el caso de la zona de Pernambuco en
Brasil y el interés de la corona portuguesa en promover semejantes figuras de
poder, Pablo Agüero buscó y consiguió respaldo oficial para su accionar
policial y de control. Al estado virreinal le era útil sostener una figura como
la que representaba Agüero. El síndico del Cabildo, Manuel Warnes (la persona
ante quien respondía Agüero), expresaba en 1788 el miedo de las elites urbanas
a que “siendo crecido el número de los
negros que hay en esta ciudad, se necesita una grande atención y cuidado con
ellos, celando su conducta, no perderlos jamás de vista […] se debe vivir con ellos en la mayor desconfianza”.[150]
Agüero utilizó ese temor y lo agenció para ganar poder, lo que seguramente
redundó en la apertura de espacios de libertad. Los bailes del tambo, según
Warnes, juntaban “dos mil negros, que estos unidos allí por cualquiera inquietud, quién
será capaz de contenerlos”. [151]
Agüero sí era capaz, y por eso el Cabildo lo comisionó. Tenía un capital
simbólico excepcional y una red de respaldo entre los suyos. A él recurrían
inmediatamente los damnificados por robos y otros tipos de problemas, identificándolo
como la persona que podría resolver la situación.[152] Para
llevar adelante su comisión oficial, Agüero puso en juego y utilizó su propio
peculio, así como, seguramente, buscó tener ganancias y un mejor pasar
socioeconómico para él y su familia. En esa búsqueda de mejora se entrelazan
sus operaciones de compra y venta de personas con las de protección y/o castigo
de sus súbditos, y también con posibles movimientos para “desactivar” o
“activar” alianzas o conatos de rebeldía. Agüero parece encarnar en ese sentido
ya mencionado del “wealth in people” que
caracterizaba algunas relaciones de poder en la Cuba esclavista.[153] Como rey de reyes conocería a fondo lo que
sucedía en su comunidad, como él mismo dejó asentado, y recibiría información
privilegiada sobre los fugados. Tenía control sobre un “territorio negro”[154] sin
límites precisos pero muy concreto, concentrado especialmente en las parroquias
de Concepción y Monserrat, más tarde conocidas como “El barrio del Tambor” pero
también como “El barrio del Mondongo”. Este último nombre queda así resignificado
por la impronta de la figura de Agüero y de su nación, y agrega la posibilidad
de que el origen del nombre provenga justamente, de éstos.[155] El Tambor
era “su” territorio.
Quizás Agüero decidía qué fugado “encontrar” y/o cuál
“comprar” una vez entregado a su esclavista, y como rey tenía personas
esclavizadas él mismo, retomando tradiciones del África Central de donde
provenía. Del mismo modo que cuidaba con celo las cuentas de sus empresas,
también llevaba el detalle de los gastos e ingresos de su nación, cuyas
reuniones es posible acogiera en su propia casa, tal vez los cargos más
importantes sentados en las sillas azules, un color que puede haber codificado
algún sentido particular ligado al África Central. Para sostener a su nación recurría
no sólo a su propio peculio sino también a la limosna que daban sus súbditos. Y
cuando él murió, sus sucesores continuaron llevando las cuentas de los ingresos
y egresos de dinero. En esas largas hojas de debe y haber incluidas en la
sucesión de Miguel Viera, se detallan las entregas de limosnas a cofradías
oficiales, como la del Rosario, la del Socorro y la de San Baltasar, y la ayuda
destinada a otras naciones, como la cambundá y,
especialmente, la congo, a quienes le dieron dinero
suficiente para levantar un rancho. Tal vez, tras la muerte de Agüero, el cargo
de rey de reyes lo ocupara alguien de aquella nación.
Agüero puede haberse erigido legítimamente como de rey de
los congos hasta su pronta muerte. La nación mondongo
pertenecía a los pueblos susceptibles de conformar esa alianza congo/angola. También es posible
que se hubiera arrogado ese papel a fuerza de ingenio, dinero, coerción y
relaciones sociales, tejiendo su autoridad mediante un entramando que unía al
estado colonial, a los comerciantes y artesanos más destacados de la ciudad, a
otros africanos de poder (maestros artesanos y/o miembros de las milicias de
morenos), a mayores de otras naciones, al resto de los africanos y afrodescendientes
de la ciudad. Pero creo probable que haya utilizado las dos vías de manera
simultánea.
Parte de ese poder se asentaba en que Pablo Agüero había
logrado extender su red hacia las altas esferas de poder económico y también
prestigio social. Que Francisco Belgrano Pérez fuera su socio comercial y
primer albacea así lo demuestra. Francisco era hijo de Domingo Belgrano Pérez y
hermano de quien sería uno de los próceres de la futura Argentina, Manuel
Belgrano. Domingo Belgrano Pérez se había constituido en uno de los
comerciantes más destacados de la ciudad y había amasado una enorme fortuna, en
buena medida gracias al comercio de esclavizados africanos y a la exportación
de cueros, entre otros bienes.[156] ¿Habría
continuado Francisco el comercio de su padre, “importando” personas
esclavizadas y exportando cueros? Justamente, Agüero poseía una curtiembre.
Durante los primeros años del litigio sucesorio por los bienes de Agüero,
Francisco Belgrano Pérez defendió a la familia que dejaba el fallecido, no sin
reclamar el pago de sus propias deudas. En ese tiempo expresaba que no se debía
abandonar en la indigencia a la esposa de Agüero, Cecilia Masera y a sus hijos,
“infelices dignos por su estado de
conmiseración y piedad”.[157] Pero
creo que esta relación se extendió más que eso.
En uno de los documentos de cuentas llevados por Agüero
como mayor de los mondongos, figura un último ítem al final de una hoja dejada
en blanco: “1 peso y medio lleva Francisco Pérez”.[158]
Que estuviera al final de la página en blanco parece indicar que ésta fue
dejada vacante para permitir ser llenada con posterioridad, y que quien
escribía puso allí lo que se le debía, tal vez en concepto, justamente, de
escribir (o de la hoja, la tinta, la pluma). Si bien esa referencia podría ser de
cualquier Francisco Pérez, un nombre y un apellido comunes, pienso que señalaba
a Francisco Belgrano Pérez. En la partida de defunción de Agüero aparece como
albacea “Francisco Pérez”, es decir, de la misma forma que en la hoja de
cuentas de los mondongos.[159]
Y aunque no estaba antecedido por el “Don” que le hubiera correspondido, si la
hoja hubiese sido escrita por Francisco Belgrano es muy probable que él no lo
utilizara consigo mismo.[160]
La relación entre ambos durante y después de la muerte de Agüero apuntala
entonces la idea de que Francisco Belgrano Pérez fue quien llevó las cuentas de
la nación mondongo, por lo menos mientras Agüero estuvo vivo, extendiendo los
lazos que unían a los dos hombres más allá de lo estrictamente comercial. De
hecho, en esa relación de cuentas el nombre de Agüero sí está antecedido por el
“Don”. El gesto del escriba (¿Belgrano?) para con Agüero frente a los suyos no
debe haber sido menor en esa sociedad en la que la desigualdad jurídica era la
norma, realzando su lugar de poder, mientras hacía más pequeña la distancia
entre ambos hombres. Belgrano respaldaba el lugar de poder de Agüero, lo
reconocía frente a su comunidad, acrecentaba sus posibilidades de negocio, y
cobraba por ello.
La relación entre Belgrano y Agüero resuena en varios puntos a la que
describió la historiadora Florencia Guzmán entre Juan Barbarín,
un comerciante francés/español, y el africano Manuel Macedonio Barbarín, esclavizado por el primero, ambos investigados en
1795 como posibles participantes en una supuesta “insurrección de extranjeros que buscaban incitar una rebelión de
esclavos”.[161]
En aquel caso, en las distintas declaraciones quedaron destacados el visible
cariño y la confianza que Juan Barbarín profesaba por
Manuel. De hecho, el esclavista había contratado a un maestro para que le
enseñara a Manuel a leer y escribir. Según Guzmán, esta cercana relación entre
ambos parece haber cobrado relevancia pública recién después de ser acusados, y
se la terminó considerando como inapropiada y peligrosa, en la medida en que
podía ser imitada (especialmente peligroso parecía ser que Manuel fuera
letrado).[162]
Pero aquí hay otro dato que es muy relevante. Juan Barbarín
tenía el cargo de Síndico de la Hermandad de San Benito (oficialmente
reconocida y con sede en el convento de San Francisco), por lo que debía “administrar la recaudación de limosnas que le traían
los hermanos ‘negros’ empleados en las calles con ese objeto”.[163]
Bajo la luz de estos aspectos de la relación entre Juan y Manuel Barbarín, creo factible imaginar que Francisco Belgrano
Pérez ejercía el cargo “no oficial” (porque la nación no estaba reconocida
legalmente) de Síndico de los Mondongos. Belgrano Pérez, entonces, podría haber
dejado sentadas por escrito las cuentas de la sociedad y, tal vez, fuera quien
le enseñó a Pablo Agüero, si no a escribir, por lo menos a firmar. Pero, así
como Juan Barbarín sujetaba a Manuel bajo una
contradictoria relación forzada pero cariñosa, la relación de Belgrano y Agüero
mostraba contradicciones en otros sentidos. Ellos eran socios comerciales. A
pesar de ostentar desigual jerarquía social, uno tenía sangre pura y el otro
tenía “tachas”, ambos eran libres. Entre ellos mediaban deudas y favores, así
como ciertamente la aspiración de ganancia económica, igualándolos en ciertos
sentidos. Está por estudiarse si este tipo de relación entre comercio,
alfabetismo y “patronato” de miembros de la elite comercial porteña blanca con
africanos y afrodescendientes, los “benefactores blancos”,[164]
estaba más extendida en la ciudad en un momento de álgidos cambios económicos,
poblacionales e ideológicos, y cómo esto impactaba en la vida cotidiana y en
las posibles trayectorias de africanos y afrodescendientes en la ciudad.
En resumen. Apoyada en los datos expuestos y ampliando la
mirada hacia lo que sucedía contemporáneamente en otras zonas de América y
África, propongo que en los últimos años del siglo XVIII se vislumbra en Buenos
Aires una organización social compleja hasta ahora insospechada que nucleaba a
africanos y afrodescendientes, y a una persona clave en ella: Pablo Agüero. Un
rey de reyes “bajo de cuyo mando están
sujetas otras naciones”,[165] que
elegía y/o mandaba a coronar reyes/mayores en las distintas naciones que
estaban bajo su cargo, que celaba las reuniones rituales mientras habilitaba su
realización, que acaparaba y distribuía la limosna que mandaba recoger, que prohibía
el uso de ciertos elementos críticos (como plumas y espadas) y consentía otros,
que buscó y logró ser nombrado Sargento Mayor de los Morenos, que tenía algún
tipo de preferencia por el color azul, posiblemente codificando sentidos que
provenían del África Central. Un hombre que llegó capturado de África,
consiguió su libertad, formó una familia, fundó una empresa, aprendió a firmar,
compró y vendió terrenos y casas, hizo tratos con la alta burguesía local a
quien hizo y de quien recibió préstamos y favores, y también, como empresario y
como rey, compró y vendió personas, tal vez para protegerlas, tal vez para
disciplinarlas, tal vez para ambas cosas, transacciones a las que se sumaba su
propia ganancia económica y de prestigio. Sus acciones parecen haber dejado una
huella en las siguientes décadas después de su muerte, según se intuye por las
cuentas conservadas de la nación mondongo.
Los papeles de los mondongos nos
permiten saber que éstos entregaban a otras naciones y también cofradías oficiales
limosnas para las ánimas de sus difuntos o para construir/arreglar sus ranchos,
por lo menos en los primeros años del siglo XIX. Es decir, formaban parte de una
supraorganización en la que colaboraban de manera
sobresaliente, que ponía en relación a los congos, a
los mondongos, a los cambundás y a las cofradías
oficiales de San Baltasar, del Rosario y del Socorro, como mínimo. De este modo, los africanos y afroporteños
reforzaban sus propias organizaciones, que los entretejían en relaciones de
jerarquía y clientelismo entre sí y con las elites
locales pero que les aseguraban continuidad, contención y márgenes
de libertad y alivio, en una época que transitaba cambios irremediables de
valores y de lealtades. Sus organizaciones les permitirían sobrevivir en nuevos
contextos, así como luchar por la igualdad y la libertad, tan esquivas para los
africanos y afrodescendientes de la ciudad en las décadas por venir.[166]
Epílogo
Queda un vacío importante en esta historia. Cecilia
Masera, esposa de Agüero y compañera durante sus años de “reinado”. Aunque
Agüero la nombró su segunda albacea testamentaria, su voz fue opacada en el
expediente de sucesión por la de Belgrano Pérez, quien pidió en forma repetida
que ella y sus hijos no quedaran en la indigencia. Probablemente eso es
exactamente lo que les sucedió. La ayuda y amistad de Belgrano Pérez no parecía
extenderse tanto como para asegurarse que la familia de Agüero sobreviviera en
buenas condiciones, según sus reclamos judiciales. Pero es muy posible también
que los mondongos y la red organizativa afro de la ciudad extendieran sus
brazos solidarios para darles cobijo y alimentos en la medida de sus
posibilidades, sustentando, como venían haciendo y harían en las décadas
siguientes, a los hermanos y hermanas que lo necesitaran.
Al morir Agüero, se realizó un entierro con cruz baja en
el Convento de Santo Domingo[167]. Allí,
los mondongos, bajo el reinado de Miguel Viera, le dedicaron una misa cantada[168]. El
velorio, que sin lugar a dudas organizó esa nación en su sede de la calle
Chile, tiene que haber sido impresionante. Embajadas de las demás naciones
africanas de Buenos Aires deben de haber concurrido allí, entregando limosnas y
velas, y compartiendo refrigerios. Más allá de los amores u odios que su
accionar pudo haber despertado, en los días y noches que siguieron al deceso de
Agüero, los tambores y los pasos de bailes seguramente se escucharon de manera
ininterrumpida, reverberando por las calles y casas del barrio que guarda su
nombre grabado en la memoria, el Barrio del Mondongo.
[1]
Este trabajo se realiza con el apoyo de los proyectos PICT 2019-04174,
PUE 22920170100057CO y FiloCyT FC22-003. También con
la inspiración, ayuda y diálogo de mis colegas y amigos Jesse
Hoffnung-Garskof, Miguel
Valerio, María Elena Barral, Keila Grinberg, Agnes Lugo-Ortiz y, muy especialmente, Paulina Alberto y
Alex Borucki, a quienes agradezco por su generosidad.
Asimismo, mis agradecimientos a los evaluadores anónimos de la revista por sus
comentarios.
[2]
Johnson, Lyman (2013), Los talleres de la revolución. La Buenos Aires plebeya y el mundo del
Atlántico, 1776-1810, Buenos Aires, Prometeo.
[3] En 1791 se
incluyó al Virreinato de Buenos Aires en la Real
Cédula de Libre Comercio, que permitía a los vasallos del rey en Indias y en
España comprar y vender esclavizados africanos de manera libre.
[4]
Por África Central se entiende a una región del África subsahariana que
comprende a los países de Angola, Camerún, Chad, Congo, Gabón, Guinea
Ecuatorial, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Santo
Tomé y Príncipe. Fuente: https://www.fao.org/3/cc0639es/online/sofi-2022/notes-on-geographic-regions.html
(julio 2023).
[5] Muchas de las
personas que llegaban a Buenos Aires en barcos provenientes de Brasil, habían
estado una temporada allí o incluso habían nacido en tierras portuguesas. El autor
estimó que ingresaron al área del Río de la Plata, entre 1777 y 1812, alrededor
de 72.082 personas esclavizadas. Borucki, Alex
(2021), “250 años de tráfico de esclavos hacia el Río de la Plata. De la
fundación de Buenos Aires a los “colonos” africanos de Montevideo, 1585-1835”, Claves. Revista de Historia, 7, 12, p. 258. En ese
período, la población africana y afrodescendiente en la ciudad rondaba el 30%. Andrews, George Reid
(1989), Los afroargentinos
de Buenos Aires, Buenos Aires, De la Flor.
[6] Goldman, Noemí (2012), “La ciudad
letrada”. En Fradkin, Raúl, director, Historia de la provincia de Buenos Aires. T. 2: De la
Conquista a la crisis de 1820, Buenos Aires, Edhasa,
pp. 301-323.
[7] Rebagliati, Lucas (2022), “Los
miserables del Nuevo Mundo. Pobreza, desigualdad y justicia en Buenos Aires a
fines de la época colonial”, Cuadernos del Ravignani, 4, p. 131.
[8] Barral, María
Elena (2013), “La Iglesia católica en Iberoamérica: las instituciones locales
en una época de cambios (siglo XVIII)”, Revista
de História, 169, pp. 145-180.
[9] Geler, Lea (2023),
“Performances rituales afrocatólicas. Hermandades y
naciones africanas en Buenos Aires a fines del siglo XVIII”, Boletín Americanista, LXXIII, 86, pp.
151-175.
[10]
Una de las consecuencias de las Reformas Borbónicas fue la sucesión en Buenos
Aires de bandos que prohibían o limitaban las “juntas” o bailes de “negros” y
“mulatos”. Ver los bandos de 1766, 1770 y 1790.
[11]
Edwards, Erika (2023), Escondidas a plena
vista Las mujeres negras, la ley y la construcción de una República Argentina
blanca, Buenos Aires, Prometeo.
[12] Borucki, Alex
(2017). De compañeros de barco a camaradas
de armas. Identidades negras en el Río de la Plata, 1760-1860, Buenos
Aires, Prometeo, p. 145.
[13]
Rosal, Miguel Ángel (2001), “Negros y pardos propietarios de bienes raíces y de
esclavos en el Buenos Aires del período hispánico”, Anuario de Estudios Americanos, LVIII, 2, p. 510.
[14] Otero, Osvaldo (2006), “De esclavos a mercaderes, amos y
otros. Contribución al estudio de las redes sociales de la plebe, en el Buenos
Aires tardocolonial”, en Zapico, Hilda, coordinadora,
De prácticas, comportamientos y formas de
representación social en Buenos Aires (s. XVII-XIX), Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, p. 335.
[15] Kiddy, Elizabeth (2002), “Who is the King of Congo? A New Look at African
and Afro-Brazilian Kings in Brazil”. En Heywood, Linda,
editora, Central Africans
and cultural transformations in the
American diaspora, Cambridge, Cambridge University Press, pp. 153-182;
Silva, Luiz Geraldo (2001), “`Sementes
da sedição´: Etnia, revolta
escrava e controle social na América Portuguesa
(1808-1817)”, Afro-Ásia,
25-26, pp. 9-60; Barcia Zequeira, María, Rodríguez Reyes, Andrés y Niebla
Delgado, Milagros (2012), Del cabildo de
“nación” a la casa de santo, La Habana, Fundación Fernando Ortiz; Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit.
[16] En Buenos Aires,
está documentada la existencia de cinco cofradías en las que podían participar,
exclusivamente o junto con otros grupos sociales, africanos y
afrodescendientes, esclavizados o libres: la Cofradía del Rosario de Menores (convento de Santo Domingo, fundada ca.
1730); la de San Benito de Palermo, de 1769, y la de Santa Rosa Viterbo
(convento de San Francisco, siglo XVIII); la de San Baltasar (parroquia de La
Piedad, 1771), y la de Santa María del Socorro (convento de La Merced, 1743)
(González, Ricardo (2005), Arte y cofradías. Los
signos de la unión. Tesis de doctorado, Facultad de Filosofía y
Letras, Universidad de Buenos Aires).
[17]
La mayor parte de los estudios sobre naciones africanas en Buenos Aires se
centran en las décadas republicanas y rosistas, entre 1820 y 1860. Para época colonial ver Geler,
Lea, 2023, Ob. Cit.; Borucki, Alex, 2017, Ob.
Cit.;
Rosal, Miguel Ángel (2009), Africanos y afrodescendientes en el Río de la Plata. Siglos XVIII-XIX,
Buenos Aires, Andrews, George Reid, 1989, Ob. Cit.
[18]
Rosal, Miguel Ángel (2010), “Las Asociaciones Africanas porteñas y las formas
de la religiosidad durante el siglo XIX”, en Mallo,
Silvia y Telesca, Ignacio, editores, Negros de la patria. Los
afrodescendientes en las luchas por la independencia en el antiguo Virreinato
del Río de la Plata, Buenos
Aires, SB (e-book sin paginar).
[19] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit.
[20]
Se suele indicar que la cofradía de San Baltasar correspondía a la nación congo. Si bien la cantidad de miembros de la cofradía que
pertenecían a esa nación era importante, había algunos cofrades de San Baltasar
que se identificaban con otros etnónimos. Uno de ellos era Ventura Patrón,
miembro de la nación mondongo. Archivo
General de la Nación (en adelante AGN) Sucesiones 8606 (Viera Miguel).
[21] King-Hammond, Leslie (2008), “Identifying spaces of
blackness: The aesthetics of resistance and identity in American plantation
art”, en Mack, Angela D.; Hoffius, Stephen G., editores, Landscape of
slavery: The plantation in American art, Columbia: University of
South Carolina Press, p.58.
[22] Todo este párrafo sigue lo expuesto en Geler, Lea, 2023, Ob. Cit.
[23] AGN Sala 9 3067, Tribunales, leg. 74, expte. 10.
[24] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit. Sobre las performances afrocatólicas
en América, ver Valerio, Miguel (2022), Sovereign joy. Afro-Mexican kings and queens, 1539-1640,
Cambridge, Cambridge University Press y Fromont,
Cécile (ed.) (2019), Afro-catholic festivals in the Americas. performance, representations,
and the making of black Atlantic tradition, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press.
[25] Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires (1930), Serie 3,
Tomo 8, Editorial Ramón
Sopena, pp. 627-630.
[26] AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[27] “que
parece verosímil éste [Agüero] haya ordenado que pidan dicha limosna”
AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[28] AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[29]
AGN Sala 9 3067,
Tribunales, leg. 74, expte.
10. Explica Borucki que los “negros libres formaron milicias en Buenos Aires tras
la Guerra de los siete Años (1756-1763) y durante la conquista de Colonia
(1777)”. A pesar del reclutamiento en masa que sufrieron a partir de
entonces, en la práctica no recibieron ni exención de impuestos, salarios
fijos, honores, fueros militares ni justicia militar, por lo menos en el caso
de los milicianos que sirvieron en Montevideo (Borucki,
Alex, 2017, Ob. Cit., pp. 28-29).
Sobre la rivalidad de Manuel Farías con Pablo Agüero,
Matías Malaver y Manuel Valladares, ver Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit., pp.
135-146.
[30] Geler, Lea, 2023, Ob. Cit.
[31] Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit.,
p. 141.
[32] Alberto, Paulina (2021), Black legend:
The Many Lives of Raúl Grigera
and the Power of Racial Storytelling in Argentina, Cambridge,
Cambridge University Press; Hoffnung-Garskof, Jesse
(2020), Migraciones raciales. La ciudad de Nueva
York y la política revolucionaria en el Caribe español, 1850-1902, Michigan, Maize
Books; Borucki,
Alex, 2017, Ob. Cit., entre
otros.
[33] Otero, Osvaldo,
2006, Ob. Cit.
[34] AGN Sucesiones
3867 (Agüero Pablo).
[35] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p.32. La numeración
de las páginas de este expediente sucesorio y de los otros citados en el texto
corresponde al archivo PDF digitalizado y enviado por el Archivo General de la
Nación. Utilizo esta numeración debido a la inclusión de fojas sin numerar.
[36] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p. 404.
[37] Ortíz Oderigo, Néstor (2013), Diccionario
de africanismos en el castellano del Río de la Plata, Tres de
Febrero: Eduntref.
[38] Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit.
[39] Walker, Tamara (2015), “The Queen of los Congos: Slavery, Gender, and Confraternity Life in
Late-colonial Lima, Peru”, Journal of Family
History, 40, 3, pp. 305-322.
[40]
Mondongo es una localidad en Businga,
Provincia de Ubangi del Norte,
República Democrática del
Congo (fuente: https://mapcarta.com/es/12763192 noviembre 2023).
[41] Otero, Osvaldo,
2006, Ob. Cit., p. 341.
[42] Otero, Osvaldo,
2006, Ob. Cit.
[43] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p. 55.
[44] AGN Sala 9 3067, Tribunales, leg. 74, expte. 10.
[45]
Un análisis detallado de esta casa se encuentra en Otero, Osvaldo (2005), La
vivienda porteña en el período virreinal: Materiales, uso, función, valor
simbólico. Tesis de posgrado. Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, p. 206. En
relación con el comercio en esquina, Alex Borucki
me sugirió que podría tratarse de una “pulpería de negros”. Para esta época,
existían “pulperías de negros” en Buenos Aires y en Montevideo. Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit., p. 133.
[46] AGN Sala
9 11-1-1, Permisos para edificar 1786 y Enero a Junio de 1787, Pablo Agüero
[47]
Si bien Agüero no siempre figura con el “Don” en los documentos que revisé, en Buenos Aires
ser un comerciante próspero y propietario, como era Agüero, acreditaba su uso
en algunas circunstancias (agradezco a Alex Borucki
este comentario).
[48]
AGN Sala 9 11-1-1,
Permisos para edificar 1786 y Enero a Junio de 1787, Antonio Romero
[49]
Por ejemplo, AGN Poder Notarial, Registro 6 1789, f262. La nota inserta en el
pedido de 1787 para levantar su casa aparece firmada por Agüero, pero también
aparece firmada la nota de Antonio Romero, quien tampoco sabía firmar (no lo
hace ni en su testamento ni en otros documentos posteriores). Por eso pienso
que esas dos firmas correspondían al escriba de aquella oficina particular. La
que aparece en la nota como firma de Agüero, además, difiere mucho de la que
hará en los documentos finales de su vida, que sí son similares, especialmente
porque utilizaba una “w” en vez de “ü”.
[50] AGN Sala 9 1022, Solicitudes de
Presos, P, Z, Libro III.
[51] Así lo entiende Florencia Guzmán a partir de su estudio
sobre la investigación realizada en 1795 de una posible revuelta de
esclavizados en Buenos Aires en la que el letrado africano y esclavizado Manuel
Macedonio Barbarín fue uno de los acusados. Guzmán,
Florencia (2020), “Identidades sociales y categorías raciales en la era de la
esclavitud y la emancipación. El
caso de Manuel Macedonio Barbarín (Buenos Aires,
1792-1836)”, Jahrbuch für Geschichte
Lateinamerikas, 57, pp. 190-225. Además de
Barbarín (ca.1781-1836) se conocen otros casos de
afrodescendientes letrados de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Sobre
este tema ver Borucki,
Alex, 2017, Ob. Cit., p. 243-245. Un caso paralelo al de Agüero
es Antonio Porobio, un soldado africano que en las
primeras décadas del siglo XIX aprendió a escribir y firmar, llegó a ser
propietario y denominado con el “Don”. Sobre Porobio
ver la microbiografía realizada por Magadelana Candioti. Candioti, Magdalena (2021), Una historia de la emancipación negra. Esclavitud y abolición en la
Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI.
[52] AGN Sala 9 1702, Cabildo de Buenos
Aires, Archivo 1774-1809.
[53] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p.18.
[54] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), reconstruido de p.
13, 14 y 49.
[55] Otero, Osvaldo,
2006, Ob. Cit., p. 339.
[56] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), reconstruido de dos
inventarios diferentes porque la letra es ilegible, p. 14 y p. 50.
[57] Lucena Salmoral, Manuel (2000), Leyes para esclavos. El ordenamiento jurídico sobre la condición,
tratamiento, defensa y represión de los esclavos en las colonias de la América
española. Repositorio: https://www.larramendi.es/es/consulta/registro.do?id=1151.
[58] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), reconstruido de dos
inventarios diferentes porque la letra es ilegible, p. 14 y p. 50.
[59]
Di Meglio, Grabiel (2008),
“Las palabras de Manul. La plebe porteña y la
política en los años revolucionarios”, en Fradkin,
Raúl, editor, ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones
para una historia popular de la Revolución de Independencia en el Río de la
Plata, Buenos Aires, Prometeo, p. 77.
[60] Yáñez, Andrés (2013), “La vestimenta de los esclavos en
el Buenos Aires posrevolucionario: un análisis a través de los avisos de fugas
y extravíos publicados en La Gaceta Mercantil de Buenos Aires (1823-1831)”, Anuario Del Instituto De Historia Argentina,
13. En línea: http://www.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/article/view/IHAn13a03
[61] Yáñez, Andrés, 2013, Ob. Cit.
[62] Walker, Tamara (2017), Exquisite
Slaves. Race, Clothing, and Status in Colonial Lima, Cambridge,
Cambridge University Press; Edwards, Erika, 2023, Ob. Cit.
[63] Yáñez, Andrés, 2013, Ob.
Cit.
[64]
En su estudio sobre elementos constructivos en la Buenos Aires virreinal, Otero
muestra que existían decomisos de contrabando de pigmentos, incluido el azul de
Prusia, así como se utilizaba un vegetal local, el añil, para lograr esa
coloración. Otero, Osvaldo, 2005, Ob. Cit., p. 270 y 461.
[65] Fromont, Cécile (2018), “Common Threads:
Cloth, Colour, and the Slave Trade in Early Modern
Kongo and Angola”, Art History,
41, 5, pp. 838-867.
[66] En Fromont, Cécile,
2018, Ob. Cit., p. 846.
[67] Fromont, Cécile, 2018, Ob. Cit., p. 853.
[68] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p.14.
[69] Según Rosal, el promedio para el
período 1750-1810 era de 220 pesos para una persona adulta. Rosal, Miguel
Ángel (2021), “Afro-porteños propietarios de esclavos a fines de la época
colonial”, Estudios históricos,
25. En línea: https://estudioshistoricos.org/otros/n25.html
[70] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p.50.
[71]
Utilizo Kongo para referirme al reino de África y
Congo para la nación africana en América.
[72] Heywood, Linda (2009), “Slavery and its Transformation
in The Kingdom of Kongo: 1491–1800”, Journal
of African History, 50, pp. 1–22.
[73]
En Heywood, Linda, 2009, Ob. Cit., p. 19.
[74] Pueblos amurallados desde los cuales
se organizaban los ejércitos de ataque. Inicialmente, estos lugares cobijaban a
una población enteramente masculina sin restricciones de origen y recibían los
“tributos” humanos de los Mbundu, que eran luego
incorporados al kilombo. Miller, Joseph C. (1976). Kings and Kinsmen. Early Mbundy States in
Angola. Oxford, Clarendon Press, p. 162).
[75] Lovejoy, Paul (2000), Transformations
in Slavery. A History of Slavery in Africa. Cambridge, Cambridge University Press, p. 130.
[76] Reis, João José;
Gomes, Flávio dos Santos y Carvalho, Marcus J. M. de (2012), El alufá Rufino: tráfico,
esclavitud y libertad en el Atlántico negro (c. 1822-1853), La
Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas; Aguirre, Carlos (1993), Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y
la desintegración de la esclavitud. 1821-1854, Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú; Chira, Adriana (2022), Patchwork Freedoms. Law, Slavery, and Race Beyond Cuba’s Plantations, Cambridge, Cambridge University Press.
[77] Rosal, Miguel Ángel, 2009, Ob. Cit. y 2021, Ob. Cit.
[78] (chalhoub
2011)
[79] Arrelucea Barrantes, Maribel y Cosamalón Aguilar, Jesús
(2015), La presencia afrodescendiente en el
Perú. Siglos XVI-XX, Lima: Ministerio
de Cultura, p. 79.
[80] Caulfield,
Susan (2019), “Jesus versus Jesus: Inheritance Disputes, Patronage Networks,
and a Nineteenth-Century African Bahian Family”, Hispanic American Historical Review, 99, 2, p. 221.
[81] Dantas, Mariana (2016), “Black Women and Mothers:
social mobility and inheritance strategies in Minas Gerais during the second
half of the eighteenth century”, Almanack,
12, pp. 94-95.
[82]
Chira, Adriana, 2022,
Ob. Cit.
[83]
Chira, Adriana, 2022,
Ob. Cit., pp. 208-209.
[84]
Los trabajos sobre manumisión en Buenos Aires que incluyan las dimensiones
mencionadas son escasos. Además del estudio fundacional de Lyman
Johnson, Candioti ha avanzado de manera reciente en
algunas de estrategias de manumisión. Sin embargo, un trabajo sistemático que
releve y revele las estrategias utilizadas por africanos y afrodescendientes en
el acceso a la libertad está aún pendiente. Johnson, Lyman.
(1976), “La manumisión de esclavos en Buenos Aires durante el Virreinato”, Desarrollo Económico, 16, 63, pp. 333-348. Candioti, Magdalena, 2021, Ob.
Cit.
[85] AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[86] Rosal, Miguel Ángel, 2021, Ob. Cit.
[87] AGN Poder Notarial, Registro 3 1789,
f242.
[88] AGN Sala 9 1013,
Sección Gobierno, Solicitudes Civiles. Sobre su paso a Montevideo, ver también Borucki, Alex, 2017, Ob.
Cit.
[89] AGN Sala 9 3067, Tribunales, leg. 74, exp. 10.
[90] AGN Poder Notarial, Registro 3 1830.
[91] AGN Poder Notarial, Registro 2 1788,
f72.
[92] Por ejemplo, Pedro, esclavizado por Luis Dumonte, que “había pasado por varias prisiones por diferentes acciones de
violencia contra sus propietarios: a uno lo quiso matar y a otro envenenar”. Guzmán, Florencia, 2020,
Ob. Cit., p. 202.
[93]
AGN Poder Notarial, Registro 2 1789, f228.
[94] García, Claudia (2022), “Esclavizados y afrodescendientes libres y su
participación como agentes en las prácticas formales e informales de atención
de la salud de los esclavizados, en la Córdoba tardo colonial”. Ponencia. XVIII Jornadas Interescuelas/
Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Santiago del
Estero (manuscrito). Agradezco a Claudia García por proporcionarme la copia de
su ponencia.
[95] AGN Poder
Notarial, Registro 6 1786, f263.
[96] AGN Poder
Notarial, Registro 6 1788, f61.
[97] Matte la había comprado a Francisco Martínez en 1781 (AGN Poder Notarial, Registro 6 1781, f375) por
280 pesos, especificando que era “como de 40 años” y Martínez la había comprado
en 1780 a Juan de Bargas (AGN Poder Notarial,
Registro 1 1780, f98) por el mismo precio especificando que era “como de
treinta años”. Lamentablemente, esa escritura no indica cómo había obtenido la
“propiedad” de esta mujer ni cuánto había pagado por ella.
[98] AGN Poder Notarial, Registro 6 1788,
f61.
[99]
AGN Poder Notarial, Registro 2 1787, f304.
[100] Kiddy, Elizabeth (1999), “Ethnic and Racial Identity
in the Brotherhoods of the Rosary of Minas Gerais, 1700-1830”, The Americas, 56, 2, p. 240.
[101] Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie 3, Tomo 9
(1931). Kraft,
p. 221.
[102] AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[103]
AGN Sala 9 3067,
Tribunales, leg. 74, exp.
10.
[104] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit.
[105]
AGN Sala 9 3067,
Tribunales, leg. 74, exp.
10.
[106] Geler, Lea, 2023, Ob. Cit.
[107] FamilySearch: https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939D-RD9S-K2?cc=1974184&wc=MDBJ-5TP%3A311514201%2C311514202%2C311572701
(consulta: 20/07/2021).
[108] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p. 37
[109]
Malaver estaba enfrentado desde hacía años con Manuel Farías, el “sargento mayor de las compañías de negros libres”
que había denunciado a Agüero en 1787. Además, Agüero y
Malaver tenían relaciones comerciales. Agüero era maestro curtidor y le proveía
cueros a Malaver, maestro zapatero. Sobre la trayectoria de Malaver,
ver Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit., pp. 138-141.
[110] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 11.
[111] Esta será una
segunda propiedad que luego adquirirá Viera en 1803. AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 115.
[112] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 75.
[113] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 81.
[114] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 84.
[115] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit.
[116]
En 1822, Nicolás Viera (el hijo de Miguel Viera), intentando quedarse con la
propiedad de la nación, establecía en una nota al juez que: “se necesita de la
autoridad suprema [para] la creación de una cofradía, y en dicha casa no ha
habido ni permiso de las autoridades inferiores. En aquel [¿] sólo el Rey pudo
concederlo…” AGN
Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p.135.
[117] Di Meglio,
Gabriel (2006), ¡Viva el bajo pueblo! La
plebe urbana en Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el
Rosismo (1810-1829), Buenos Aires, Prometeo, p. 245.
[118] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit.
[119] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 11.
[120]
AGN Sucesiones 8606 (Viera Miguel), p. 117.
[121] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p. 45-46.
[122] Alberto, Paulina, 2021, Ob. Cit., p. 58.
[123] Kiddy, Elizabeth, 2002, Ob. Cit.; Borucki, Alex,
2017, Ob. Cit.
[124]
Los cetros eran elementos importantes en las naciones africanas en Buenos
Aires. Geler, Lea, 2023, Ob. Cit.
[125] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit.,
p. 162.
[126] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit.
[127] AGN Sala 9 3067, Tribunales, leg. 74, exp. 10.
[128] AGN Sala 9 1013, Sección Gobierno,
Solicitudes Civiles.
[129] AGN Sala 9 1013, Sección Gobierno,
Solicitudes Civiles.
[130] AGN Sala 9 1013, Sección Gobierno,
Solicitudes Civiles.
[131]
De acuerdo con Borucki, los capitanes de milicias de
morenos solían contribuir con el funcionamiento de la milicia, por ejemplo,
dando vestimenta o comida, lo que los hacía elegibles para el cargo. Borucki, Alex, 2017, Ob.
Cit.
[132] A Viera lo sucedió Domingo Cabrera
como Mayor, también por decisión del mayor anterior y no por votación,
superando un enfrentamiento con Ventura Patrón, miembro de la cofradía de San
Baltasar que se autoproclamó mayor de la hermandad en 1808 y fue denunciado por
ambos (Viera y Cabrera). El pleito tiene que haberse solucionado rápido porque
entre 1810 y 1811, Cabrera firmaba los listados de ingresos y egresos
monetarios entre los que se contaban las limosnas entregadas por Ventura
Patrón. AGN Sucesiones 8606 (Viera Miguel), p. 83.
[133] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel),
p. 66.
[134] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel),
p. 93.
[135] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel),
p. 104.
[136] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel),
p. 109.
[137] AGN Sala 9 3067, Tribunales, leg. 74, exp. 10.
[138] AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[139] Kiddy, Elizabeth,
2002, Ob. Cit.
[140] Melo Morais Filho, Alexandre (2002 [1888]). Festas e tradições populares do Brasil. Brasilia, Senado Federal.
[141] Silva, Luiz Geraldo, 2001, Ob. Cit., p. 26.
[142] Silva, Luiz Geraldo, 2001, Ob. Cit., p. 23.
[143] Silva, Luiz Geraldo, 2001, Ob. Cit., p. 26.
[144] Silva, Luiz Geraldo, 2001, Ob. Cit., p. 24.
[145] Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit., pp. 204-207.
[146] Barcia Zequeira,
María, Rodríguez Reyes, Andrés y Niebla Delgado, Milagros, 2012, Ob. Cit., p.18.
[147] Barcia Zequeira, María, Rodríguez
Reyes, Andrés y Niebla Delgado, Milagros, 2012, Ob. Cit., p.28. Los miembros del Cabildo de
La Habana eran de origen yoruba y no bantú.
[148] Geler, Lea, 2023, Ob.
Cit.
[149] AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[150] Acuerdos del
extinguido Cabildo de Buenos Aires, 1930, Ob. Cit.
[151] De hecho, explica que con lo que se junta buscan no sólo
hacer más bailes sino también “proporcionar la libertad de algunos”. Así, “la
invierten en dicha libertad [… que] obsequian a sus compañeras”. Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, 1930, Ob. Cit.
[152] Por ejemplo, el robo a un anciano Benguela.
AGN Sala 9 3294, Tribunales, exp. 12. Ver Geler, Lea, 2023, Ob. Cit.
[153]
Chira, Adriana, 2022,
Ob. Cit.
[154] Frigerio, Alejandro (2000), Cultura Negra en el Cono Sur: Representaciones en
Conflicto, Buenos Aires, Ediciones de la Universidad Católica
Argentina; Alberto, Paulina, 2021, Ob. Cit., p. 22.
[155]
Se suele atribuir la nominación de Barrio del Mondongo a que los africanos y
afrodescendientes comían con frecuencia guiso de “mondongo” (la parte interna
del estómago de la vaca, desechada por la gente pudiente). La palabra (de
origen africano) fue utilizada de manera altamente despectiva y racista e
identificada con la población africana y afrodescendiente de Buenos Aires. Por
ejemplo, Esteban Echeverría en su libro El
Matadero (1837).
[156] Gelman, Jorge
(1996), De mercachifle a gran comerciante:
los caminos del ascenso en el Río de la Plata Colonial. Huelva,
Universidad Internacional de Andalucía. Sede La Rábida, Universidad de Buenos
Aires.
[157] AGN Sucesiones 3867 (Agüero Pablo), p. 102. Después de
algunos años, Belgrano deja nombrado un representante legal y se aparta del
conflicto.
[158] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 81.
[159] FamilySearch
https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939D-V384-8?cc=1974184&wc=MDBV-468%3A311514201%2C311514202%2C313092801.
[160] En la mayor parte de los registros de escribanos los
firmantes prescindían del Don/Doña.
[161] Guzmán, Florencia, 2020, Ob.
Cit. p. 197.
[162] El caso del letrado Jacinto Molina es similar, en tanto
José Molina (exesclavista del padre de Jacinto) fue
quien se esmeró en su educación desde la niñez. Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit.
[163] Guzmán, Florencia, 2020, Ob. Cit.,
p. 199.
[164] Borucki, Alex, 2017, Ob. Cit., p. 234.
[165] AGN Sala 9 3485, Sección gobierno, doc. 6.
[166]
Sobre la abolición y la posabolición de la
esclavitud, ver Guzmán,
Florencia y Ghidoli, María de Lourdes (eds.) (2020), El asedio a la libertad. Abolición y posabolición de la esclavitud en el Cono Sur,
Buenos Aires, Biblos y Candioti, Magdalena, 2021, Ob.
Cit.
[167] FamilySearch
https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939D-V384-8?cc=1974184&wc=MDBV-468%3A311514201%2C311514202%2C313092801.
[168] AGN Sucesiones 8606
(Viera Miguel), p. 85.