MOVILIDAD EN TIEMPOS PREHISPÁNICOS Y POST-HISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA, PROVINCIA DE JUJUY, ARGENTINA

 

 

MOBILITY IN PRE-HISPANIC AND POST-HISPANIC TIMES IN LA CUEVA GORGE, PROVINCE OF JUJUY, ARGENTINA

 

 

Paola Silvia Ramundo

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica Argentina // Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Ciencias Antropológicas, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

paolaramundo@uca.edu.ar; paolaramundo@conicet.gov.ar

 

María Cecilia Bahr

Pontificia Universidad Católica Argentina, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Historia de España, Departamento de Historia, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

mariaceciliabahr@uca.edu.ar

 

 

Resumen

 

La quebrada de La Cueva ha sido un espacio excepcional para vivir de forma permanente en etapas prehispánicas y post-hispánicas. Esto se evidencia por sus sitios arqueológicos con una larga secuencia de ocupación (Pukara de La Cueva, Pueblo Viejo del Morado, Antigüito y Pueblo Viejo de La Cueva). Así como también, porque en la localidad de La Cueva funcionó una posta colonial, cuyo uso se extendió  –al menos– hasta tiempos Independentistas. Además, en el siglo XVIII, La Cueva fue un epicentro atractivo para pobladores de lugares cercanos y lejanos que se establecieron en el pueblo del mismo nombre o recurrían a su iglesia (Nuestra Señora de la Concepción) para ser bautizados, contraer matrimonio, así como también fue el espacio elegido para los entierros de diferentes actores sociales, posiblemente porque habría sido un centro económico de la región. Toda la evidencia arqueológica y documental, estudiada con el objetivo de analizar y comparar la existencia de movilidad o circulación dentro y fuera de la quebrada, demuestra la vinculación entre dicha quebrada con la Puna Jujeña, Yungas, otros sectores de la Quebrada de Humahuaca, y países limítrofes, como Chile, Bolivia y Perú.

 

Palabras clave: Interacción, prehispánico, post-hispánico, quebrada de La Cueva, Noroeste Argentino

 

 

Abstract

 

The Quebrada de La Cueva has been an exceptional space for permanent habitation during both pre-Hispanic and post-Hispanic times. This is evidenced by its archaeological sites with a long sequence of occupation (Pukara de La Cueva, Pueblo Viejo del Morado, Antigüito, and Pueblo Viejo de La Cueva). Additionally, a colonial post operated in the locality of La Cueva, with its use extending at least until the time of the Independence Wars. In the 18th century, La Cueva became an attractive hub for settlers from both nearby and distant places who either established themselves in the village of the same name or frequented its church (Nuestra Señora de la Concepción) for baptisms, marriages, and it was also the chosen place for burials of different social actors, possibly because it served as an economic center for the region. All the archaeological and documentary evidence, studied with the goal of analyzing and comparing the existence of mobility or circulation within and beyond the quebrada, demonstrates the connection of this quebrada with the Jujeña Puna, Yungas, other sectors of the Quebrada de Humahuaca, and neighboring countries like Chile, Bolivia, and Peru.

Keywords: Interaction, pre-Hispanic, post-Hispanic, Quebrada de La Cueva, Northwestern Argentina

 

 

Introducción

 

La quebrada de La Cueva, ubicada en el sector norte de la Quebrada de Humahuaca, dentro de la provincia de Jujuy (Figura 1), ha sido un espacio privilegiado para vivir en épocas pre y post-hispánicas. Esto se debe a la riqueza agrícola que hay en sus sectores inferior y medio –evidenciada desde la arqueología (Ramundo, 2022a)–, y a la existencia de excelentes vegas de altura en su sector superior, que habrían permitido la caza-recolección en etapas tempranas, y el desarrollo de actividades pastoriles desde la domesticación de los animales hasta el presente, dado que el pastoreo de camélidos es uno de los principales medios de subsistencia de su población actual. Pero además, consideramos que este mismo paisaje también ha sido escenario de una incesante y fluctuante movilidad de personas, objetos e ideas a lo largo de su extensa ocupación (desde el Período Formativo hasta la actualidad), posiblemente motivada por el atractivo que la zona brinda, y por la excelente conexión que otorga con otros sectores dentro y fuera del Noroeste Argentino.

Nuestra perspectiva teórica deja de lado ideas que dominaron parte de la arqueología del siglo pasado, donde el paisaje fue conceptualizado como “una entidad pasiva, en la cual los sistemas sociales del pasado dejan su impronta que a posteriori es interpretada por los arqueólogos con la expectativa de devolverle la «dinámica» que tuvo en su contexto sistémico” (Gordillo, 2014: 197), para concebir a ese paisaje en un sentido mucho más holístico y relacional (Tilley, 1994, 2008). Así, se busca superar la concepción del espacio como algo dado, estático, de orden físico, y reemplazarlo por una realidad social e históricamente construida, reconociendo su papel crítico en la dinámica social, su carácter polisémico y su rol activo en la producción, reproducción y transformación social (Gordillo, 2014). Entendemos al paisaje como producto socio-cultural creado por la objetivación sobre el medio y en términos espaciales, de la acción social tanto de carácter material como imaginario (Criado Boado, 1999, 2013). Compartimos la visión de Nogué (2007), quien considera que el paisaje es un producto social, el resultado de una transformación colectiva de la naturaleza y la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado. Por ello, el paisaje está lleno de lugares que encarnan experiencias y se transforman en centros de significados y en símbolos que expresan pensamientos e ideas; entre ellas, y fundamentalmente para este trabajo, nos interesa comprender que la quebrada de La Cueva ha sido un paisaje donde ciertas sociedades no solamente lo habitaron y aprovecharon, sino que estos y otros pueblos lo consideraron un paisaje apropiado para ser transitado y/o usado como espacio para la circulación a través del tiempo; posiblemente aprovechando sus riquezas naturales agrícolas-ganaderas y su estratégica ubicación como área transicional entre puna y quebrada. Entendemos que estas sociedades proyectaron culturalmente, más allá del paso del tiempo, y transformaron colectivamente este espacio en un sector privilegiado para la movilidad o circulación. 

Dicha movilidad es un proceso registrado tempranamente en Jujuy (como parte de un área macro, el Altiplano Meridional o la zona Circumpuneña y regiones vecinas). La misma se inicia desde momentos prehispánicos, como varias investigaciones arqueológicas han determinado[1], y se prologan durante la Etapa Colonial en los siglos XVI (a través de contactos dentro de un red compleja de relaciones políticas, sociales y económicas, como destacaron Sánchez y Sica (1994), Sica (2019), entre otros), y en los siglos XVII y XVIII, donde sensu Martínez (1990, 1992) se podría hablar de “movilidad interétnica”; de “procesos de movilidad y dispersión” de acuerdo a Sica (2019); de “forasterismo” y las complejidades de su estudio (Castro Olañeta y Palomeque, 2016); o de movimientos de población, cuya motivación es ampliamente debatida (Sica, 2014a), entre muchos otros trabajos.

Este artículo estudia dicha movilidad durante tiempos prehispánicos y post-hispánicos, pero tomando exclusivamente como caso de estudio, a la quebrada de La Cueva. Por lo tanto, proponemos como objetivo analizar y comparar –desde la evidencia arqueológica y la histórico-documental– la existencia de movilidad o circulación dentro y fuera de la quebrada de La Cueva, para evaluar su uso como vía de comunicación/interacción en tiempos prehispánicos (a partir de los restos recuperados desde el Período Formativo hasta el Incaico), así como en tiempos post-hispánicos, específicamente durante un lapso dentro del siglo XVIII, que se extiende entre 1734-1784 (desde la documentación eclesiástica de bautismos, matrimonios y defunciones). Debido a que la información histórica y con valiosos datos sobre circulación de personas a la que hemos accedido en primera instancia, se concentra en ese tiempo. Sabemos que la movilidad se extendió a momentos posteriores, y por causas básicamente bélicas durante las Guerras de la Independencia entre 1810 y 1825 (Monti, 2023a y b), pero este período excede los límites de la presente publicación. 

 

Figura 1. Mapa de la quebrada de La Cueva y sus tres sectores (abreviaturas no aclaradas en el mapa: PLC= Posta de La Cueva y PC: Posta de Casillas).

 

 

Fuente: Elaborado por Ramundo.

 

 

Metodología

 

La metodología aplicada en el presente trabajo se basa en dos disciplinas: la arqueología, para el estudio de los tiempos prehispánicos, y la historia para las instancias post-hispánicas.

Desde el punto de vista arqueológico, las prospecciones y las excavaciones efectuadas a lo largo de más de 18 años de investigación en distintos sitios (y bajo los criterios actualmente aceptados por la disciplina), nos han permitido acceder a la materialidad que aquí presentamos y sobre la cual evaluaremos su potencial como evidencia de movilidad/interacción. Para ello también hemos trabajado junto a otros arqueólogos (especialistas en petrografía cerámica, análisis lítico, en el estudio del uso del espacio a través de diferentes herramientas como SIG, etc.), así como también interactuamos con biólogos (especializados en análisis de ADN antiguo y otros en el estudio de moluscos) y paleontólogos. Cada uno de ellos aportó, desde su propio campo, una metodología particular para abordar el análisis de distintas evidencias.

Así, la cerámica fue estudiada desde lo tecno-morfo-estilístico, y también con petrografía, al efectuar un análisis cuali–cuantitativo en secciones delgadas de pastas[2]. La caracterización petrográfica se realizó a partir de fragmentos seleccionados e incluyó los siguientes procedimientos: a) descripción de las estructuras de los fondos de las pastas; b) medición de inclusiones no plásticas y de cavidades en micrones y registro de sus formas; c) identificación petrográfica de las inclusiones no plásticas y su distribución modal por Point Counter medidas a partir de los 15 μm de tamaño, y, d) registro fotográfico de sectores de cada pasta (magnificación 60 x) (Cremonte y Ramundo 2011).

Para abordar el lítico se apeló al análisis macroscópico y sub-macroscópico, que incluyó el estudio tecno-morfológico de las piezas.

Las investigaciones sobre uso de espacio nos permitieron recuperar información respecto a vías de comunicación (sendas o caminos), a partir del análisis de cartografía, fotos aéreas, imágenes satelitales, bibliografía de cronistas y viajeros, así como la posterior prospección del terreno y la aplicación de SIG.

Los estudios de ADN antiguo, efectuados sobre restos dentales de un individuo recuperado en el Pukara de La Cueva (HUM.06), y que fueron realizados por biólogos, implicaron el siguiente procedimiento:

 

The tooth was washed with bleach solution (10% vol/vol), rinsed with deionized water, and UV irradiated for 45 minutes each side in order to remove surface contaminants. Dentin powder was obtained through internal drilling of the dental crown. DNA extraction was performed from approximately 150 mg of powder. Two independent extractions were carried out with different protocols. First, we used QIAamp DNA Investigator Kit (Qiagen) following the manufacturer’s specifications. Second, we applied an organic extraction method with phenol–chloroform following a previously published protocol (Russo, Gheggi, Avena, Dejean, & Cremonte 2017). HVR I amplification was performed in three overlapping fragments comprising the mitochondrial positions 15984 to 16411. Primers used, PCR amplification, and sequencing conditions were described in a previous study. For each DNA extract, several amplifications were carried out systematically. Haplogroup determination was performed with Haplogrep 2 (Russo, Dejean, Avena, Seldes y Ramundo, 2018: 3).

 

Posteriormente se realizó un análisis filogenético (Russo et al., 2018).

A principios del siglo XX, también desde la biología, se realizó un análisis macroscópico y comparativo de un molusco encontrado por investigadores que nos precedieron en el estudio de algunos sitios de la quebrada (Casanova, 1933).

Por otra parte, el trabajo con la evidencia paleontológica, implicó el análisis macro y sub-macroscópico de un ejemplar fósil del Jurásico, así como la comparación con restos procedentes de otros lugares para evaluar su procedencia (Ramundo y Damborenea, 2011).

Desde el punto de vista histórico, la investigación documental realizada apeló al análisis de fuentes escritas primarias: los registros de bautismos, casamientos y defunciones de la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria de Humahuaca (perteneciente al pueblo de San Antonio de Omaguaca)[3], con sus anejos[4] de La Cueva, Iruya, Uquía, Tilcara, Tumbaya, Purmamarca, señalados con el nombre de Bautismos, matrimonios, defunciones 1734-1745; Bautismos, matrimonios, defunciones 1745-1756; Bautismos, matrimonios, defunciones 1765-1783; Matrimonios y defunciones 1759-1781[5].

Por lo tanto, a nivel metodológico, se procedió de la siguiente manera. En primer lugar, se realizó un arqueo de fuentes, es decir la consulta de textos disponibles y a nuestro alcance (en este caso, los registros parroquiales de la citada iglesia de Humahuaca, digitalizados por Family Search [2023][6]). Esta iniciativa de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es sumamente valiosa, pero carece de procesamiento archivístico, por ende no hay descripciones disponibles, los documentos se ponen a la consulta con faltantes de datos de suma importancia, como es la procedencia, la institución que lo custodia, etc. Esto se debe a que el fin con que se lleva a cabo el proyecto no es la investigación histórica.

En segundo lugar, procedimos a la revisión de dichas fuentes, es decir que se filtró el contenido de las mismas, descartando aquellos registros que referían a espacios fuera de nuestro ámbito de estudio. Dado que el análisis se circunscribió a datos que tienen como centro la localidad de La Cueva, registros realizados en dicho lugar entre 1734-1784. El período analizado responde a dos razones: la primera tiene que ver con la disposición de documentación. Es un lapso que se inicia con el primer registro conservado de los libros de la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria de Humahuaca que hacen referencia a La Cueva (1734) hasta 1783-84[7], fecha en que se abre un paréntesis en los libros parroquiales hasta 1799; y, en segundo término, porque es un período de aproximadamente 50 años con características políticas, económicas y sociales estables que permiten llegar conclusiones más aproximadas a la realidad histórica.

Se debe indicar que para este trabajo hemos utilizado las categorías sobre el origen de las personas indicadas por Castro Olañeta y Palomeque (2016). Así, se denominan “originarios”[8] a los tributarios de pueblos de indios y sujetos a las autoridades indígenas asentados en el lugar y, como “forasteros o foráneos”, hacemos referencia a aquellos originarios que luego de las reducciones, abandonaron sus pueblos y se radicaron en otros lugares. Este último caso se debe diferenciar de aquellos que estaban “de paso” (viajeros, misioneros, soldados) o quienes por alguna circunstancia se alejaban de su lugar de residencia para volver en breve (por ejemplo, iban de un lugar a otro a bautizar sus hijos o casarse).

Además, se ha trabajado sobre los registros antes citados, separando los datos sobre bautismos, casamientos y entierros. En el primer caso, se ha tomado en cuenta el nombre, la edad del bautizado, los nombres de los padres y padrinos, así como los datos de procedencia de los mismos. En todos los casos son bautismos realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de La Cueva, la cual es nombrada de distintas maneras según la época o quien consignaba los datos: capilla de La Cueva, Iglesia de La Cueva, Anejo de La Cueva, Viceparroquia de La Cueva e inclusive Parroquia de la Cueva, aunque aún no tenía esa categoría. Se debe hacer notar que hay años en los que no hay registros y los períodos más llamativos al respecto es el que abarca 1741-1748 y 1755-1765, no conservados o no disponibles en la actualidad (dato confirmado en la Prelatura de Humahuaca durante octubre del 2023 –entidad que custodia dichos documentos–). Para el análisis de los casamientos, muchos menos numerosos que los bautismos, pero con datos muy completos sobre la procedencia y características de los contrayentes, se han tomado en cuenta no sólo aquellos oficiados en La Cueva sino también los que se han realizado en Humahuaca –como centro religioso de la región y con la presencia de un sacerdote de forma permanente– pero que tienen por contrayentes, al menos uno procedente de La Cueva. En este caso se tomaron en cuenta: el año del matrimonio, los contrayentes, el origen de los mismos o sus padres y, en el caso que estuviese consignado, los padrinos y testigos con su procedencia. Se debe destacar que no se registran períodos amplios en que no se encuentren registrados matrimonios. El mayor lapso es entre 1748-1752, por la razón explicada en el párrafo previo. Finalmente, en cuanto a los entierros, todos han sido registrados en la Iglesia de La Cueva, ya sea dentro de ella o en el camposanto anexo. Como en los otros casos, se consignó nombre, edad, tipo de entierro y procedencia de la persona fallecida o de sus padres en el caso de niños, aunque al contrario de los otros registros son relativamente escasos dichos datos de procedencia.

En tercer lugar, se realizó un cotejo del material, a través de la revisión minuciosa del mismo, lo cual nos permitió volcar los datos seleccionados dentro de bases de datos.

En cuarto lugar, considerando que el objetivo del trabajo es el estudio de movimiento poblacional, se ha realizado un análisis de tipo cuantitativo que permite determinar y graficar (a partir de los datos volcados en una base de datos), las distintas formas de dicho movimiento. Para ello hemos tenido en cuenta –de acuerdo con el criterio antes indicado–: los “naturales” de la región y los “foráneos”, que podían ser quienes provenían de otros sitios, pero asentados hace tiempo en el lugar, y aquellos que llegaban de otros lados –cercanos o lejanos– de manera transitoria por diversos motivos, como trabajo, posibilidad de tener acceso a los sacramentos, entre otros.

En quinto lugar, y finalmente, se procedió a la interpretación del material que nos permitió obtener las conclusiones al respecto.

 

 

Resultados prehispánicos

 

Los restos arqueológicos recuperados y que interpretamos como evidencia de interacción (que pudo ser realizada directamente por personas que circularon desde o hacia la quebrada de La Cueva, o bien por intercambio de objetos entre diferentes sectores y grupos) se componen de: material cerámico, lítico, biológico (que incluye restos malacológicos y humanos), paleontológico y las sendas o vías de comunicación entre la quebrada de La Cueva y otras áreas, cercanas y lejanas.

 

 

El material cerámico

 

La alfarería conforma la evidencia más ubicua dentro de la quebrada de La Cueva. Todos los sitios estudiados hasta el momento, excepto HUM.07a, presentan este tipo de material en distintos niveles de fragmentación (especialmente el recuperado durante nuestras excavaciones), y como piezas enteras, formando parte de colecciones que se fueron conformando al calor de la historia de las investigaciones del sector. Así, en 1919, se formó la colección Muniz Barreto, recuperada por Karl Schuel y hoy depositada en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Durante 1931 Casanova y Gatto recuperan los materiales que hoy se encuentran custodiados por el Museo Etnográfico de Buenos Aires y el Instituto Interdisciplinario Tilcara, ambos dependientes de la Universidad de Buenos Aires. En 1933 Medenica (un aficionado) dona piezas de su colección privada al Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, aunque hoy se encuentran depositadas en el Museo Etnográfico. Finalmente, en la década del ochenta del siglo XX, Basílico trabaja en Pueblo Viejo de La Cueva (HUM.08) y actualmente esa colección se encuentra en el Museo Arqueológico Provincial de Jujuy.

Respecto al mayor porcentaje de la cerámica recuperada, hemos determinado aspectos idiosincráticos en el proceso de su producción, como una recurrente y alta presencia de pintura o brochadas moradas (estilo que denominamos Morado La Cueva o Brochadas Morado La Cueva) en casi todos los sitios de la quebrada de La Cueva, a diferencia de espacios arqueológicos de quebradas paralelas del sector norte de Quebrada de Humahuaca (por ejemplo, las quebradas de Chaupi Rodeo, Cóndor y Corral Blanco) y áreas lejanas, como otros sectores de Quebrada de Humahuaca, la Puna Jujeña y Yungas.

Esta variedad predomina en el Pukara de La Cueva (HUM.06), Antigüito (ANT) y Pueblo Viejo del Morado (HUM.07b). Puntualmente, en HUM.06 está asociada al Período de los Desarrollos Regionales II (PDRII) [1250-1430 d.C.] y comienzos del Período Incaico [1430-1536 d.C.], y petrográficamente se determinó su manufactura local, mientras en HUM.07b aparece en superficie y estratigrafía. El material de HUM.08 también tiene esta decoración en piezas que morfológicamente se asignaron a estilos de momentos previos (por ejemplo, vasos o jarras de estilo Isla), evidenciando que más allá de las formas, esta decoración habría dejado su impronta identitaria durante el Período Formativo (etapa en la que se fechó dicho sitio, y período genéricamente ubicado entre el 1000 a.C. y el 900 d.C.), al que se suele vincular el estilo Isla (Figura 2).

 

 

Figura 2. Jarra de la colección Muniz Barreto con decoración Brochadas Morado La Cueva (MLP-Ar-(n)3141, CBMB, 1919).

 

 

Fuente: Foto de Ramundo.

 

Si bien los estilos Morado La Cueva o Brochadas Morado La Cueva se encuentran en piezas enteras de HUM.06, también están presentes en cerámica morfológicamente relacionada con estilos de la Puna Jujeña. Como por ejemplo: vasos chatos, vasos zoomorfos y una miniatura con posible decoración de estilo Yavi (Figura 3). Estos elementos nos permitirían hablar de interacción o circulación posiblemente de ideas, más que de objetos o personas, considerando que es el estilo decorativo local de la quebrada de La Cueva el que aparece en piezas con morfologías propias de estilos puneños.

 

 

Figura 3. a) Pieza zoomorfa (MLP-Ar-(n)3126, CBMB,1919) b) Vaso chato (MLP-Ar-(n)3117); c) Vasija en miniatura decorada (MLP-Ar-(n)3131, CBMB, 1919).

 

 

Fuente: Fotos de Ramundo.

 

Por otra parte, en HUM.08 –tanto en piezas de la colección Muniz Barreto como en la colección Casanova-Gatto– aparecen vasos de estilo Isla (Figura 4), que Tarragó (1977) relacionó con la esfera de interacción Tiwanaku, que gira en torno a San Pedro de Atacama (Chile), y que nos hablaría de vinculación con espacios distante a más de 500km de la quebrada bajo estudio; o bien con otros sectores de Quebrada de Humahuaca (también lejanos), dado que los vasos Isla –de amplia distribución en toda la quebrada trocal– fueron definidos a partir de las piezas encontradas en su sector medio, específicamente en el sitio La Isla de Tilcara.

 

 

Figura 4. a) Pieza N° 31-299; b) Pieza N° 31-301; c) Pieza N° 31-297; d) Pieza N° 31-300 (todas pertenecientes al Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina).

 

 

Fuente: Fotos de Ramundo.

 

 

Si bien los estudios petrográficos han demostrado que una importante muestra de fragmentos cerámicos procedentes de HUM.06, corresponde casi en su totalidad con las características litológicas de las inmediaciones (pertenecientes a la Formación Puncoviscana), existen algunas piezas que procederían de la Puna Jujeña, debido a la presencia de pastas de Tradición Yavi-Chicha (Figura 5).

 

 

Figura 5. Fragmento de cerámica Yavi-Chicha de HUM.06 y su respectivo corte petrográfico.

 

 

Fuente: Fotos de Ramundo.

 

A esta evidencia se suma una olla encontrada en HUM.07b (ubicado cronológicamente de forma relativa entre el PDRII y el Período Incaico), con pintura morada (rasgo presente en HUM.07b) y decoración en Negro sobre Morado (con un diseño de estilo Humahuaca Negro sobre Rojo) que, por la disposición oblicua de sus asas se relacionaría con el estilo Yavi de la Puna (Figura 6). Y, aunque resta realizar su petrografía, la pintura es idéntica a la identificada y analizada como local para la quebrada de La Cueva. Este dato nuevamente nos podría estar mostrando circulación de ideas, más que de objetos o personas. Dado que, es el estilo local de la quebrada el que aparece en piezas con algunos rasgos propios de la morfología de cerámica puneña.

 

 

 

Figura 6. Olla con asas oblicuas de HUM.07b.

 

 

Fuente: Fotos de Ramundo.

 

 

Además, en la alfarería de HUM.07b hay una pieza posiblemente alóctona (denominada “vaso ornitomorfo” por Casanova [1933]), pero que morfo-decorativamente se relaciona con piezas las asimétricas zoomorfas tardías de la Puna Jujeña (Figura 7a), lo que nos permitiría plantear la circulación de objetos.

En el caso del sitio ANT (ubicado cronológicamente de forma relativa entre el Período Formatico y el Incaico), aparecen piezas decoradas en Negro sobre Rojo con diseños Isla (Figura 7b), estilo que aparece mayoritariamente en los otros sectores de la Quebrada de Humahuaca. Sin embargo, su petrografía se corresponde casi totalmente con las características litológicas de las inmediaciones del sitio (Formación Puncoviscana), por lo cual, podría ser de manufactura local, aunque la idea decorativa pudo proceder de esos otros sectores de la quebrada troncal. Por otra parte, existe en ANT, una pasta cerámica muy micácea (Figura 7c y d), cuyo análisis petrográfico determinó que es idéntica a otras presentes en sectores más lejanos de Quebrada de Humahuaca, pero vinculadas cronológicamente al Período Incaico. Además, allí se encontraron algunas pastas típicas del estilo Yavi–Chicha, lo cual indicaría un grado de conexión con el área de Puna, al tratarse de cerámica de ese sector  (Ramundo 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2022b y c; Ramundo y Cremonte, 2016; Ramundo y Malkevicius, 2023; Ramundo, Sanz y Julio, 2017; Ramundo, Gaál, Belloti, Sanz, Julio y Giraldo, 2020).

 

Figura 7. a) Vaso zoomorfo de HUM.07b (Pieza N° 31-281, perteneciente al Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina), b) Fragmentos remontados de estilo Isla del sitio ANT; c y d) Fragmento y corte petrográfico de pieza micácea del sitio ANT.

 

 

Fuente: Fotos de Ramundo.

 

 

El material lítico

 

El análisis de este material determinó que existen fuentes locales potencialmente explotables de cuarcita, calcedonia, pizarra, arenisca cuarcítica y cuarzo, y un espacio al sur de HUM.07b que se habría sido utilizado como cantera/taller de cuarcita. Sin embargo, también se estableció la existencia en los sitios arqueológicos de materias primas no locales (posiblemente de la zona de Puna Jujeña), que fueron utilizadas para artefactos agrícolas y puntas de proyectil encontrados en ANT y HUM.06; como por ejemplo, la obsidiana, el sílice gris, el basalto negro, entre otras (Pérez, 2011).

Además, en las tumbas en falsa bóveda que forman parte de la necrópolis del sitio HUM.07b, existe alta presencia de materia prima local y escasa alóctona. Hablamos de una lasca no diferenciada de obsidiana que podría remitir a un intercambio presumiblemente con el sector de la Puna jujeña, dado que allí se encuentra la fuente más próxima de esa materia prima (Ramundo, 2015-2016; Ramundo et al., 2020). Estos resultados aportaron sin duda al estudio del proceso de producción y consumo de lítico, pero a los fines de la presente publicación también nos muestran más aspectos de la circulación de materias primas u objetos terminados procedentes de la zona de Puna Jujeña.

 

 

El material biológico (moluscos no fósiles y ADN antiguo)

 

Durante el trabajo de campo realizado en HUM.06 hallamos un enterratorio secundario múltiple, donde un equipo de bioarqueólogos identificó tres adultos entre 30 y 55 años (dos femeninos y un masculino), un juvenil indeterminado entre 15 y 18 años, y dos subadultos de uno a tres años (uno femenino y el otro probablemente femenino también) con algunas paleopatologías (Aranda y Ramundo 2010; Aranda, Luna y Ramundo 2012). Entre los adultos se determinó que un individuo habría padecido un carcinoma metastásico de próstata (Luna, Aranda, Santos, Ramundo, Rizzuti y Stagno, 2015), siendo el primer caso registrado arqueológicamente en Argentina. Además, algunos de los adultos fueron sometidos a estudios de ADN antiguo, y se estableció que un individuo de este grupo pertenecería al linaje mitocondrial A2ah, descripto en dos individuos de poblaciones contemporáneas de los llanos o yungas de Bolivia. Se trata de un linaje muy poco frecuente en las poblaciones nativas americanas (Russo et al., 2018). De esta forma la biología, desde otra materialidad, aportó información respecto a la existencia de interacción entre la quebrada de La Cueva y sectores lejanos a la misma.

También procedente del sitio HUM.06, Casanova-Gatto en 1931 encontraron una valva de molusco dentro de una sepultura. La misma fue estudiada por Doello Jurado, quien realizó una clasificación zoológica del ejemplar y determinó que se trataba de un molusco Concholepas concholepas (Brug.) cuyo hábitat son las costas de Chile y Perú (Casanova, 1933), a 800km aproximadamente de la quebrada de La Cueva.

 

 

El material paleontológico

 

Posiblemente, uno de los desafíos más interesantes ha sido trabajar con la paleontología; ciencia gracias a la cual se pudo analizar un resto paleontológico (Figura 8) recuperado de una estructura de HUM.06. Se determinó que se trataba de un ejemplar de Weyla alata (von Buch), un bivalvo pectínido de amplia distribución en los mares someros del Jurásico Temprano. Para acotar su lugar de origen se recurrió a otros datos como el tipo de preservación y la roca matriz, lo cual permitió limitar su procedencia al área de los Andes chilenos, al norte de los 27º de latitud sur, posiblemente de la zona de San Pedro de Atacama (Ramundo y Damborenea, 2011; Damborenea y Ramundo, 2011). Esta evidencia revela el importante rol que la quebrada de La Cueva tuvo en la movilidad, interacción o intercambio a larga distancia de objetos; dado que la distancia entre quebrada y San Pedro de Atacama supera los 500km.

 

 

Figura 8. Pectínido fósil encontrado en HUM.06.

 

 

Fuente: Imagen tomada de: Ramundo y Damborenea, (2011).

 

 

Las vías de comunicación

 

Además, se localizaron distintas vías de comunicación en los tres sectores de quebrada de La Cueva (norte, centro y sur –ver Figura 1–), que la conectan con la Puna Jujeña hacia el noroeste (y desde allí con Bolivia y Chile), con otros sectores de la Quebrada de Humahuaca –si nos dirigimos hacia el sur–, y con el sector de Yungas hacia el este. Esto reafirma el rol de la quebrada en la interacción, que fue mencionado por otros investigadores previos y luego estudiado documentalmente por nosotros (Ramundo, 2013; Ramundo y Cabrera, 2021) en textos de viajeros, cronistas y variada cartografía.

Toda la información arqueológica precedente, respalda la existencia de interacción de poblaciones de distintas regiones durante momentos prehispánicos, así como también, que la quebrada estuvo vinculada con sectores cercanos y lejanos, y que participó en redes de interacción que pudieron, eventualmente, incluir el intercambio (Figura 9). 

 

 

Figura 9. Mapa de base tomado de Google Earth (2024), donde se marcan los sectores más cercanos (Puna de Jujuy y Centro de Quebrada de Humahuaca), y sectores más lejanos (San Pedro de Atacama –Chile–, costas de Chile y Perú, más Santa Cruz de La Sierra –Bolivia–), con los cuales la quebrada de La Cueva tuvo interacción en tiempos prehispánicos.

 

 

Fuente: Elaborado por Ramundo.

 

 

 

Resultados post-hispánicos

 

Dado que el objetivo del trabajo, como se expresó al comienzo, es observar y analizar el movimiento de población desde y hacia la quebrada de La Cueva, resulta necesario trazar un panorama del contexto social y económico que propicie esos traslados en los tiempos post-hispánicos que aquí estudiamos.

 

 

El norte de la Quebrada de Humahuaca en la época post-hispánica

 

Uno de los grandes cambios producidos a partir de la conquista española del territorio de la parte norte de la Quebrada de Humahuaca es el régimen de la tierra. La Junta de Burgos[9] reconocía el derecho de los naturales a la tierra, en combinación con las tierras de las que podía disponer la corona o sus representantes, ya sea aquellas obtenidas por el derecho de guerra o las tierras baldías (Sánchez Domingo, 2012).

La monarquía delegó, durante esa primera época de conquista y población del territorio, la facultad de repartirlas en las autoridades locales, generalmente bajo la forma de mercedes reales. Éstas eran donaciones de la corona por los servicios prestados a ella, y podía tratarse tanto de bienes como de distintas prerrogativas y beneficios. En la zona a la que dedicamos nuestro estudio, los beneficios eran en tierras que se obtenían en propiedad (Mercado Rynoso, 2018).

En cuanto a la población, se produjo un reasentamiento a partir del traslado a pueblos de reciente creación.

La zona de Humahuaca, cuya importancia radicaba en que era paso obligado entre Tucumán y el Alto Perú (Sica, 2014b), dependía de la gobernación del Tucumán, de conquista tardía y, por lo tanto, la creación de “pueblos de indios” fue una tarea casi privativa de la iniciativa privada. Es importante aclarar que a fines del siglo XVI, una vez concluida la conquista del territorio, comenzó el proceso de incorporación de la población al sistema de encomiendas. La toma de posesión de éstas daba lugar a un proceso de concentración de la población indígena en pueblos que tenían por función agrupar a habitantes del lugar que vivían dispersos y que, en el caso de Jujuy, estuvo en manos generalmente de los encomenderos, sin intervención de las autoridades (Sica, 2014a). Castro Olañeta define a los pueblos de indios en la Gobernación de Tucumán como una unidad social, tributaria y territorial que suponía la existencia de tres características distintivas: el usufructo en común de la tierra, un conjunto de autoridades propias y la carga tributaria para quienes revestían la condición de originarios (Castro Olañeta, 2006; Sica, 2016).

En toda la zona se concedieron tempranamente encomiendas mediante mercedes desde Charcas y desde Salta (Sica, 2014a), que en muchos casos fueron reasignadas a partir de la fundación de la ciudad de Jujuy. Al momento de dicha fundación (1593), se encontraban en la región cuatro encomiendas: la de Omaguaca, la de Tilcara, la de Purmamarca y la de Tilian (Sica, 2014b).

Con el paso del tiempo (siglos XVII y XVIII), al norte del pueblo de Humahuaca existía un conjunto de establecimientos importantes, llamadas estancias, tal es el caso de Rodero, Negra Muerta o Tejeda, Aguilar, Cóndor y La Cueva, entre otros. Estos establecimientos –haciendas y estancias al estilo europeo–, “se dedicaban a la cría y engorde de ganado, al procesamiento del mismo y, en menor medida, a la producción agrícola de cereales, papas y frutales junto con la elaboración de harinas, chuño, etc.” (Sica, 2014a: 19).

No obstante, según algunos análisis como los de Farberman y Boixadós (2006), los pueblos de indios de la Quebrada y de la Puna eran notablemente ricos en comparación con los de otras jurisdicciones. Ambos autores aclaran que sorprende que todas las capillas estuvieran, como lo describe en su visita el oidor de Charcas Luján de Vargas “formadas con decencia”, dispusieran de los ornamentos necesarios y hasta del lujo de un órgano “y cantores que la sirven”, como en el caso de Humahuaca (Farberman y Boixadós, 2006). Además, varios de los pueblos jujeños tuvieron cofradías –como las de Humahuaca– y cabildo indígena en funciones; como también existen indicios claros del pago de tributo en moneda y no en servicios personales. Sin duda, por su localización privilegiada, estos grupos tuvieron una importante participación mercantil que llegó a competir con los circuitos españoles. Todas estas características de la cabecera jujeña y de las encomiendas de la zona, la convierten en una configuración social excepcional dentro del panorama de la provincia del Tucumán (Farberman y Boixadós, 2006).

Durante la segunda mitad del siglo XVII, las encomiendas de Jujuy comenzaron un proceso por el que fueron perdiendo su importancia económica, como renta en dinero y acceso privilegiado a la mano de obra (Sica, 2016). Los encomenderos debieron recurrir a diversos mecanismos para el trabajo y producción de sus haciendas y estancias. Uno de ellos fue la difusión del arriendo de algunas parcelas de tierra o la contratación directa de peones y jornaleros. Esta situación provocaba desplazamientos de población dentro de la zona y un polo de atracción para trabajadores de ámbitos más lejanos.

Los registros muestran la importancia que asumieron los forasteros indígenas y mestizos como diferente tipo de mano de obra para las unidades productivas de la Quebrada de Humahuaca desde finales del siglo XVII, cuando los originarios de los pueblos de indios solo representaban una pequeña parte de la mano de obra disponible. A lo largo del siglo XVIII su presencia fue mayoritaria en las propiedades privadas, con algunas diferenciaciones. En las unidades de la zona norte y central (Rodero, Tejeda, Negra Muestra, La Cueva, Aguilar, Sianzu, Iruya), predominaban los indígenas foráneos por sobre los mestizos, mientras que en las haciendas del sector sur los forasteros mestizos constituyeron la mayoría de la mano de obra por sobre los indígenas (Sica, 2014a).

La zona de la quebrada de La Cueva, de manera particular, se puede estudiar con datos publicados correspondientes al siglo XVIII. En este sentido, en 1702 durante la una visita eclesiástica se consigna que la estancia de La Limpia Concepción de La Cueva contaba con 47 habitantes, la misma cantidad que el pueblo de Humahuaca (Sica, 2014a); algo que se ratifica por los datos proporcionados por la revisita de 1786, realizada por el juez Juan José de Medeiros, quien recorrió los curatos de la Puna y regiones aledañas (Gil Montero, 1998). Si bien esta revisita tenía un motivo netamente fiscal, pues desde 1735 los foráneos estaban sujetos a tributar, permite comparar los resultados de un estudio de larga duración, como el que nos ocupa, con el informe de un momento dentro de ese período estudiado.

 En la aludida revisita de Medeiros y siguiendo una categoría fiscal, se distingue entre “naturales” y “forasteros o foráneos”. Estos últimos, en el partido de Jujuy, se los distinguía en dos situaciones de registros diferenciadas: una parte de ellos fue inscripta junto con su lugar de origen; posiblemente se trataba de aquellos cuya migración era relativamente reciente y representaban el 17% del total de los forasteros sin tierras. Al contrario, un 71,50% no tenía asentado su lugar de origen. Si bien el citado autor identifica foráneo y forastero, dentro de esta última categoría diferencia los sin tierras, un 52% de los tributarios censados en la región que se encontraban en las haciendas y estancias de Tejada, Aguilar y La Cueva, con un total de 71 trabajadores (Sica, 2014a).

Respecto a quienes eran considerados “naturales”, su origen podría encontrarse en tres situaciones diferentes:

 

la primera era que fueran descendientes de segunda o tercera generación de migrantes de otras regiones. Una segunda situación era la de tributarios que, después de abandonar su pueblo de origen, se instalaron en parajes o unidades productivas dentro del mismo partido. La restante pudo haber sido la que corresponde a una parte de la antigua población originaria y natural del lugar, que siguió viviendo en sus tierras cuando estas fueron ocupadas y expropiadas por españoles (Sica, 2019: 101).

 

 

La estancia de la Limpia Concepción de La Cueva

 

En 1717, el gobernador de Tucumán otorgó por merced a Joseph Delgado la estancia de la Limpia Concepción en la zona de La Cueva, que era la legalización de una ocupación de hecho que se había producido tiempo antes por su padre, a la que luego adiciona otras propiedades lindantes con las estancias de Rodero y Colanzulí (Sica, 2014b). Un tiempo después, y luego de una serie de conflictos con otros propietarios, en 1732 el área de su pertenencia fue delimitada y los herederos de Joseph Delgado tomaron posesión de cuatro leguas desde el arroyo Colanzulí hasta el de Isculla (Sica, 2014b). A su muerte, la mayor parte de la herencia fue a manos de su hermano Miguel Delgado, que se convirtió en uno de los referentes sociales de la zona, dado que, la familia Delgado se estableció en la región y muchos de ellos establecieron lazos con la población local. En 1750, muere Miguel Delgado y la herencia recayó en sus hijos menores: Germán, Juana Paula y María Francisca, y finalmente, en 1771 su viuda la vendió al marqués de Tojo (Sica, 2014b, 2019).

La ampliación del territorio y el flujo de población a la zona debió de haber tenido directa relación con el hecho que en la segunda mitad del XVIII, el comercio altoperuano se reactivó debido a las reformas borbónicas y al nuevo ciclo de crecimiento minero, y uno de los rubros que más creció fue el comercio de mulas. La zona de la Quebrada de Humahuaca y sus aledaños (donde se encuentra la quebrada de La Cueva), que era el centro obligado de paso, tuvo un crecimiento de actividades relacionadas, como la herrería, el cultivo de alfalfa y otras relacionadas con los contratos de invernada. Esto produjo, como se ha explicado anteriormente, un aumento de población local y foránea.

 

 

Resultados respecto a los bautismos realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción

 

El análisis cuantitativo se efectuó sobre los libros parroquiales de la Iglesia “Nuestra Señora de la Concepción” de La Cueva. De dichos libros se analizaron los registros de 272 bautismos entre 1738 (primer bautismo que aparece en el registro) y 1782 (con 10 años entre 1755 y 1765 en el que no existen actualmente datos). En la mayoría de los casos no se consigna la procedencia de los niños pero, para nuestro estudio, es mucho más interesante y representativa la procedencia de los padres. En este caso, podemos conocer la citada procedencia en 147 casos, número suficiente como para poder sacar conclusiones (Gráfico 1).

 

 

Gráfico 1. Constancia del origen de los padres que bautizaron a sus hijos en La Cueva.

 

Gráfico, Gráfico circular

Descripción generada automáticamente

 

Fuente: Elaborado por Bahr.

 

El hecho que sólo en un 54% de los casos se tengan los datos de los progenitores se debe a la forma de consignar el bautismo. Estos se hacían generalmente en torno a la fiesta patronal del ocho de diciembre de la Inmaculada Concepción, y muchos de ellos ya habían sido bautizados de urgencia por algún vecino, pero se anotaban en ese momento en que el párroco de Humahuaca o algún sacerdote en su nombre se presentaba en el pueblo. Luego se volcaban los datos del bautizado en el libro parroquial con el criterio de quien tomaba las notas. Por otra parte, lo que ha llegado a nosotros serían copias de aquellos libros, lo que supone interpolación de años, escritura diferente de nombres y apellidos, etc.

Tomando los 147 casos en los que conocemos el origen de los padres podemos sacar los siguientes datos: 58 eran naturales de La Cueva y 13 foráneos, residentes en el lugar (como se ha dicho la categoría de foráneo implica que habían llegado de otros lugares y se habían asentado en La Cueva); 74 son naturales de otros lugares, entre los que diferenciamos 40 de las estancias cercanas: Rodero, Tejada, Cóndor, Aguilar, entre otros, los cuales probablemente habrían llegado a La Cueva con el fin de bautizar a sus niños. Otros 23 casos pertenecen a otros lugares del curato de Humahuaca: la propia Humahuaca, Iruya, Casabindo, Cochinoca, Tumbaya. En 11 casos la procedencia es de lugares lejanos: Moxo, Suipacha, Lípez, Potosí y, solo dos casos se consignan como “forasteros” o de origen “incierto” (Gráfico 2).

Hay ejemplos que ilustran la movilidad de la población hacía la región de La Cueva. Por citar algunos, en 1738 fue bautizada en la iglesia del lugar Lorenza, una niña “india” cuyos padres, Pablo Sola y Dorotea Teleam, eran naturales de Tumbaya y los padrinos, Romualdo Venabides y Cathalina Heredia, procedían del pueblo de Humahuaca. Otro caso: en 1740 fue bautizado Constantino, un niño cuyos padres eran naturales de Suipacha, el padrino, Nicolás López, lo era de Tarija y la madrina, Rosa Camperos, de Yavi. Es importante recordar que una de las principales causas de movilidad que se consignan en la documentación era el trabajo en las estancias cercanas al lugar.

 

Gráfico 2. Origen de los padres de los bautizados en La Cueva.

 

Fuente: Elaborado por Bahr.

 

Estos datos nos indican que más de la mitad de los padres de los bautizados provenían de otros lugares y, por lo tanto, muestran la gran movilidad que presenta la región de La Cueva. A partir de ello podemos inferir que, la existencia del pueblo y su iglesia, así como la facilidad que brinda la quebrada misma como vía de comunicación, favorecía a dicha quebrada, para que se transformara en un centro de atracción social, económica y religiosa para la población cercana, pero también lejana.

A partir de los datos, se ha podido conocer el origen de los padres, donde vivían, edad, padrinos, apellido, si eran hijos legítimos, naturales, adoptivos, huérfanos, etc., información que será estudiada posteriormente para abordar cuestiones sobre organización social.

 

 

Resultados sobre los entierros realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción

 

Respecto a los entierros, se contabilizan 119 casos, de los cuales se ha obtenido información sobre procedencia, así como edad, causas de muerte y, especialmente, la organización social de la población. Estos dos últimos datos los trabajaremos en una publicación posterior, como se ha hecho referencia anteriormente.

La primera variante a tener en cuenta es que el 64% de los entierros son niños entre 0 y 11 años y el restante 36% adultos (Gráfico 3). Esto no resulta extraño, debido a los altos índices de mortalidad infantil propios del período.

 

 

Gráfico 3. Porcentajes de niños y adultos enterrados en La Cueva.

 

 

Fuente: Elaborado por Bahr.

 

En el caso de los niños, tomamos en cuenta el origen de sus padres, aunque en su mayoría se omiten esos datos. Sobre un total de 76 niños enterrados –según su lugar socio-comunitario– dentro o fuera de la iglesia de La Cueva, 46 carecen de datos de filiación, pero entre los restantes podemos distinguir 16 niños cuyos padres eran naturales del lugar, cinco de padres foráneos y nueve de padres provenientes de lugares cercanos como Rodero, Tejada, Cóndor o lejanos como Suipacha, Tarija o de padres españoles (Gráfico 4).

 

Gráfico 4. Origen de los padres de los niños enterrados en La Cueva.

 

 

Fuente: Elaborado por Bahr.

 

En cuanto a los adultos enterrados en el lugar, sobre un total de 43 casos, 19 no presentan datos de su origen y respecto a los restantes, se contabilizan nueve naturales del lugar y dos foráneos con residencia en La Cueva. Los provenientes de otros lugares suman 13 en total: seis de lugares cercanos, como Humahuaca, Rodero, Aguilar, otros cuatro son de sitios alejados (por ejemplo, Charcas, Cotagaita, Tarija), y finalmente hay tres forasteros sin origen específico (Gráfico 5).

Si nos detenemos en algunos ejemplos, veremos diversas situaciones. Durante 1739, en la documentación se inscribe el entierro de Felis, un “indio” adulto, casado, natural de la estancia de J. Texerina en Charcas. En 1759 es enterrada en el cementerio de la Iglesia de La Concepción, Ana Solaga de 40 años, “india” de Casabindo, esposa de Ignacio Estrada, procedente de Cerrillos y ambos con residencia en Negra Muerta. El 20 de enero de 1773 es enterrado Ignacio Suárez, del cual no se sabe su edad, pero se lo califica de forastero posiblemente llegado de Cotagaita.

 

 

Gráfico 5. Procedencia/Origen de las personas adultas enterradas en La Cueva.

 

Fuente: Elaborado por Bahr.

 

 

Resultados respecto a los casamientos realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción

 

La documentación sobre las uniones matrimoniales son las que proporcionan mayor cantidad de indicios sobre el origen de los contrayentes y, una vez más, permiten apreciar la movilidad de la población a través de la quebrada que tenía como epicentro el pueblo de La Cueva. Si bien su cantidad no es comparable a los bautismos o enterramientos, sí lo es en cuanto a su riqueza en información.

Entre 1735 y 1772 se contabilizan en la documentación parroquial 43 casamientos, diferenciando aquellos realizados en la Iglesia de La Concepción con los realizados en la iglesia de Humahuaca, con personas provenientes de La Cueva. Seguramente esto se debe a que las visitas del sacerdote que permitía bendecir la unión se llevaban a cabo una vez al año y, por lo tanto, se buscaba la solución de desplazarse a la iglesia principal cuyo párroco sacramentaba la unión.

En el período mencionado se realizaron –con constancia documental– 28 casamientos en La Cueva, entre los que podemos diferenciar: ocho en que ambos contrayentes eran del lugar, seis donde uno de ellos era natural del sitio y otro provenía de diversos lugares como Rodero, Cochinoca, Los Cerrillos; más 11 en los que ambos contrayentes no eran del lugar. Por ejemplo, el 6 de Julio de 1766 se casaron en La Cueva, Lorenzo Canchi, natural de Tilcara, con Margarita Sambrano, proveniente de Iruya o el 2 de noviembre de 1777 contraen enlace en el lugar Constantino Canchi con Rosa Quespi, ambos de Iruya. Hay tres registros de matrimonio en donde a uno de los esposos no se le consignaron los datos sobre su origen (Gráfico 6).

 

Gráfico 6. Origen de las personas que contrajeron matrimonio de La Cueva.

 

 

 

Fuente: Elaborado por Bahr.

 

 

Por otra parte, los naturales de La Cueva que se van a casar a Humahuaca son 17 parejas: cuatro ejemplos donde ambos contrayentes eran del citado lugar y en 11 casos uno de ellos era natural del lugar que estudiamos y el otro contrayente pertenecía a diversos lugares, como Tilcara, Tarija, Iruya, Humahuaca, Yavi, etc. (Gráfico 7).

 

 

 

Gráfico 7. Porcentaje de casamientos entre naturales de la Cueva en Humahuaca.

 

 

Fuente: Elaborado por Bahr.

 

 

Toda la información histórica precedente, respalda la existencia de interacción de poblaciones de distintas regiones durante momentos post-hispánicos, así como también, que la quebrada estuvo vinculada con sectores cercanos y lejanos (Figura 10 y 11).

 

 

 

Figura 10. Estancias cercanas (marcadas en verde) y lugares del curato de Humahuaca (marcados en azul), de donde proceden personas que se dirigen hacia La Cueva en el siglo XVIII.

 

 

Fuente: Elaborado por Ramundo.

 

Figura 11. Lugares lejanos desde los que procedían diferentes actores sociales que se dirigen hacia La Cueva en el siglo XVIII.

 

 

Fuente: Elaborado por Ramundo.

 

 

Conclusiones

 

A lo largo del trabajo hemos mostrado que, la quebrada de La Cueva, ubicada en el sector norte de la Quebrada de Humahuaca, ha sido un espacio excepcional para vivir de forma permanente, tanto en etapas prehispánicas como las post-hispánicas. Hablamos de la larga secuencia de ocupación de sitios arqueológicos como el Pukara de La Cueva, Pueblo Viejo del Morado, Antigüito y Pueblo Viejo de La Cueva. Así como también, el uso que se hizo de esta quebrada en tiempos post-hispánicos, especialmente en la localidad de La Cueva. Lugar donde en la Etapa Colonial funcionó una posta, cuyo uso se extendió, al menos, hasta los tiempos Independentistas, y que en el siglo XVII, como hemos visto, fue un epicentro atractivo para pobladores de otros lugares cercanos y lejanos que allí se establecieron.

Entendemos que esta ocupación a largo plazo es consecuencia de la riqueza agrícola que existió en los sectores inferior y medio de la quebrada, evidenciada por la gran cantidad de cuadros, canchones, terrazas y andenes de cultivo (Ramundo, 2022a). Así como también, por la presencia de excelentes vegas de altura en su sector superior, que habrían permitido la caza-recolección en etapas tempranas (posiblemente desde el Período Arcaico), y el desarrollo de actividades pastoriles desde la domesticación de los animales hasta el presente, debido a que el pastoreo de camélidos es uno de los principales medios de subsistencia de su población actual.

Pero también entendemos que el paisaje de la quebrada de La Cueva ha sido escenario de una constante movilidad de personas, objetos e ideas a lo largo de su ocupación, posiblemente motivada por el mismo atractivo que la zona brinda, y por la excelente conexión que otorga con otros sectores dentro y fuera del Noroeste Argentino.

 En este sentido, hemos demostrado para las instancias prehispánicas, la presencia de objetos cerámicos en HUM.08, que habían girado en torno a la esfera de interacción Tiwanaku. A esto sumamos la presencia de: a) cerámica de estilo Isla, posiblemente del centro de la Quebrada de Humahuaca, que circuló al menos desde el Período Formativo, en sitios como HUM.08 y ANT; b) la pieza zoomorfa asimétrica, semejante a las de la Puna Jujeña, encontrada en HUM.07b; c) la evidencia de lítico potencialmente de la Puna Jujeña, encontrado en HUM.07b, ANT y HUM.06; d) un pectínido fósil procedente de San Pedro de Atacama (Chile) en HUM.06, durante el PDRII; e) la cerámica de estilo Yavi de la Puna Jujeña, presente en ANT, HUM.06 y HUM.07b, f) la cerámica micácea incaica que recuperamos en ANT, idéntica a la del centro de Quebrada de Humahuaca; g) el molusco de las costas de Chile y Perú, encontrado en HUM.06, fechado en el PRD; h) restos humanos del PRDII encontrados en HUM.06, vinculados genéticamente con poblaciones actuales de los Llanos de Bolivia. Así como también, debemos mencionar la existencia de las vías de comunicación prehispánicas que conectan la quebrada de La Cueva con la Puna Jujeña, Bolivia y Chile, así como la zona de Yungas argentinas.

Para las instancias post-hispánicas, en otros trabajos hemos demostrado el importante rol que la quebrada de La Cueva jugó para la interacción a través del uso de sus postas durante la Etapa Colonial (Posta de La Cueva). Pero además, gracias a la presente investigación, hemos demostrado la llegada de pobladores de lugares cercanos y lejanos a La Cueva (donde se encontraba la Iglesia de la Nuestra Señora de la Concepción), para ser bautizados, contraer matrimonio, así como también fue el espacio elegido para los entierros de diferentes actores sociales, en el siglo XVIII, entre 1734-1784, posiblemente porque –como hemos expresado–, dicho espacio habría sido un centro económico de la región.

Toda la evidencia arqueológica y documental aquí presentada, ha demostrado la existencia de vinculación entre la quebrada de La Cueva con la zona de Puna Jujeña, Yungas, otros sectores de la Quebrada de Humahuaca, y países limítrofes, como Chile, Bolivia y Perú. Esto da cuenta de un rango de interacción en tiempos prehispánicos y post-hispánicos en una distancia mínima de 6 km hasta una máxima de casi 800km.

La pregunta final a responder entonces sería en qué radica la importancia de la quebrada de La Cueva, tanto para su ocupación permanente, como su uso para la circulación de objetos, personas e ideas. En este sentido, tal como hemos expresado, este paisaje socialmente construido (lleno de lugares que encarnan experiencias y se transforman en centros de significados y en símbolos que expresan pensamientos e ideas), posiblemente encerrara múltiples atractivos para los pobladores locales y otros pueblos. Dichas poblaciones lo habrían considerado un paisaje apropiado para ser habitado y también transitado y/o usado como área para la circulación a lo largo del tiempo.

Si lo enfocamos desde lo económico, la quebrada de La Cueva resulta atractiva al ser un espacio de transición, entre un ambiente puneño y otro puramente de quebrada, lo cual le brinda –ambientalmente hablando– una riqueza para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, factores que favorecen la ocupación permanente de este paisaje, en instancias prehispánicas (en HUM.06, HUM.07, HUM.08 y ANT), y post-hispánicas (especialmente si consideramos el rol de la estancia de la Limpia Concepción de La Cueva durante el siglo XVIII).

Si nos posicionamos desde una perspectiva social, el ser una quebrada perfectamente conectada por sendas y caminos con ambientes variados (puna, yungas y quebradas), le otorgo un rol fundamental para la circulación en el pasado y el presente. 

Por último, respecto al atractivo simbólico, consideramos que la quebrada pudo tenerlo en sus distintas instancias de ocupación. Dado que, no podemos negar que lugares arqueológicos como HUM.07a y HUM.06, bien pudieron ser espacios elegidos, simbólicamente hablando, hacia donde las personas quisieran arribar, considerando el papel que estos pukaras –ubicados entre el cielo y la tierra– han cumplido para muchas de las sociedades del Período Tardío (Ramundo, 2016).  La evidencia del pectínido fósil de HUM.06, vinculado por nosotros a cuestiones mágico-religiosas, al tratarse de un objeto que se han relacionado por el deseo de hacer llover, también podría dar cuenta de dicho aspecto simbólico.

Además, no podemos dejar de mencionar, el atractivo simbólico de la quebrada para las instancias post-hispánicas. Demostrado por la persistente llegada de población lejana y cercana, hacia la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en la localidad de La Cueva, para recibir los sacramentos del bautismo y el casamiento, así como para descansar eternamente en un espacio sagrado.

Como se ha desarrollado y graficado a lo largo del trabajo, en un período cercano a 50 años, sobre un total de 272 registros de bautismo, en 147 casos se consigna el origen de los progenitores. Dentro de ellos, 58 eran naturales de La Cueva y 87 foráneos (aunque 13 vivían de manera permanente en el poblado). En cuanto a los casamientos entre 1735 y 1772 se contabilizan en la documentación parroquial 43 casamientos, diferenciando aquellos realizados en la Iglesia Nuestra Señora de la Concepción con los realizados en la iglesia de Humahuaca, con personas provenientes de La Cueva. De los 28 casamientos que tuvieron lugar en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, sólo en ocho casos ambos contrayentes eran del lugar, seis donde uno de ellos era natural del sitio y otro era foráneo, a los que se suman 11 ejemplos en los que ambos contrayentes eran forasteros. Por último, respecto a los entierros se registran 119, de los cuales el 64 % son niños, y en el caso de los adultos (43), 19 de ellos no presentan datos de su origen, nueve son naturales del lugar, dos foráneos con residencia en La Cueva y 13 provienen de otros lugares.

Además, queremos aclarar que no desconocemos la existencia de otros factores que habrían podido incidido sobre la movilidad poblacional estudiada (como los procesos que acontecen en los lugares de origen que expulsan a la población, o la fiscalidad, o los requerimientos de mano de obra, entre otros), sin embargo, aquí nos hemos focalizado únicamente en los arriba mencionados.

Como expresamos en el marco teórico, entendemos que este paisaje de la quebrada de La Cueva, es una realidad social e históricamente construida, que ha jugado un papel crítico en la dinámica social del sector, justamente por su carácter polisémico (como espacio para la circulación y la ocupación permanente), así como también, por su rol activo en la producción, reproducción y transformación social que a lo largo del tiempo tuvieron lugar en este espacio.

 

 

Agradecimientos

 

Agradecemos a Maryluna Santos Giraldo por la traducción del resumen al inglés, así como a los evaluadores del texto por sus aportes, sin embargo, todo lo escrito es de nuestra exclusiva responsabilidad.

 

 

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[1] Por ejemplo, entre muchos autores, Tarragó (1977: 62) habla de “contactos transversales entre centros integrantes del sistema de circulación de productos generado y difundido en los Andes Meridionales por el estado de Tiahuanaco”; Nielsen (2007) destaca la “relaciones de tráfico” o la existencia de “contextos de interacción” en diferentes instancias prehispánicas; Núñez y Nielsen (2011) mencionan la presencia de “prácticas de desplazamiento y circulación” envueltos en una “malla continua y persistente de relaciones mutualísticas”, y compilan, en dicho libro, múltiples trabajos arqueológicos, históricos y etnográficos que dan cuenta de esa movilidad, como un proceso social amplio en el área Sur Andina.

[2] En cada corte se identificaron las litologías y minerales observables, el tamaño, grado de redondeamiento y esfericidad de los clastos de cada litología; y, en el caso de las pastas cerámicas, las estructuras del fondo de pasta.

[3] En los registros parroquiales del período estudiado se consigna la iglesia como San Antonio, pues probablemente la primera capilla local tuviera esa advocación.

[4] Registros parroquiales de Nuestra Señora de la Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de https://www.familysearch.org/search/image/index?owc=M6L7ZMS%3A256570201%2C256570202%3Fcc%3D1974186.

[5] Registros parroquiales de Nuestra Señora de la Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de https://www.familysearch.org/search/image/index?owc=M6L7ZMS%3A256570201%2C256570202%3Fcc%3D1974186. Registros correspondientes al período 1734-1745; 1745-1756; 1765-1783 y 1759-1781.

[6] Muchos de los registros probablemente sean copias más recientes. Esta hipótesis tiene su fundamento en varios factores: a) parte de la letra no corresponde a los trazos de la grafía del período, sino a épocas posteriores; b) la costumbre de copiar para preservar o poner en valor la documentación (esta sería la razón por la que los nombres consignados al margen, no responden exactamente al del acta, debido a la adaptación de la formas de escritura o se repiten actas en dos libros diferentes); c) en la visita correspondiente a 1748, el visitador no puede ver libros pues se perdieron o quemaron, por lo tanto, pide que se tengan determinados cuidados y se vuelvan a hacer los inventarios; y d) por la presencia de registros insertos en varios de los libros con la aprobación del obispo de Salta en el año 1927.  Registros parroquiales de Nuestra Señora de la Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:9396-ZKQK-S?i=71&wc=M6L7-PWG%3A256570201%2C256570202%2C256651901&cc=1974186 (imágenes 72-75).

[7] Registros parroquiales de Nuestra Señora de la Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de https://www.familysearch.org/search/image/index?owc=M6L7ZMS%3A256570201%2C256570202%3Fcc%3D1974186.

[8] A lo largo del trabajo se nombrará a esta categoría de “originarios” como “naturales”, pues es la forma en que lo consigna de manera casi excluyente la documentación analizada.

[9] Reunión de teólogos y juristas quienes, en 1512, a instancias de la corona española, se congregaron en San Pablo de Burgos para estudiar las denuncias sobre el trato que se les daba a los naturales americanos, y cómo resultado de dicho encuentro surgieron las Leyes de Burgos, dadas para el buen “tratamiento y regimiento de los Indios” (Sánchez Domingo, 2012: 16).