MOVILIDAD EN TIEMPOS
PREHISPÁNICOS Y POST-HISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA, PROVINCIA DE JUJUY,
ARGENTINA
MOBILITY IN
PRE-HISPANIC AND POST-HISPANIC TIMES IN LA CUEVA GORGE, PROVINCE OF JUJUY,
ARGENTINA
Paola Silvia Ramundo
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de
la Pontificia Universidad Católica Argentina // Universidad de Buenos Aires,
Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Ciencias Antropológicas, Ciudad
de Buenos Aires, Argentina.
paolaramundo@uca.edu.ar; paolaramundo@conicet.gov.ar
María Cecilia Bahr
Pontificia Universidad Católica
Argentina, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Historia de España,
Departamento de Historia, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
mariaceciliabahr@uca.edu.ar
Resumen
La quebrada de La
Cueva ha sido un espacio excepcional para vivir de forma permanente en etapas
prehispánicas y post-hispánicas. Esto se evidencia por sus sitios arqueológicos
con una larga secuencia de ocupación (Pukara de La Cueva, Pueblo Viejo del
Morado, Antigüito y Pueblo Viejo de La Cueva). Así como también, porque en la
localidad de La Cueva funcionó una posta colonial, cuyo uso se extendió –al menos– hasta tiempos Independentistas.
Además, en el siglo XVIII, La Cueva fue un epicentro atractivo para pobladores
de lugares cercanos y lejanos que se establecieron en el pueblo del mismo
nombre o recurrían a su iglesia (Nuestra Señora de la Concepción) para ser
bautizados, contraer matrimonio, así como también fue el espacio elegido para
los entierros de diferentes actores sociales, posiblemente porque habría sido
un centro económico de la región. Toda la evidencia arqueológica y documental,
estudiada con el objetivo de analizar y comparar la existencia de movilidad o
circulación dentro y fuera de la quebrada, demuestra la vinculación entre dicha
quebrada con la Puna Jujeña, Yungas, otros sectores de la Quebrada de Humahuaca,
y países limítrofes, como Chile, Bolivia y Perú.
Palabras clave: Interacción, prehispánico,
post-hispánico, quebrada de La Cueva, Noroeste Argentino
Abstract
The Quebrada de La Cueva
has been an exceptional space for permanent habitation during both pre-Hispanic
and post-Hispanic times. This is evidenced by its archaeological sites with a
long sequence of occupation (Pukara de La Cueva, Pueblo Viejo del Morado,
Antigüito, and Pueblo Viejo de La Cueva). Additionally, a colonial post operated
in the locality of La Cueva, with its use extending at least until the time of
the Independence Wars. In the 18th century, La Cueva became an attractive hub
for settlers from both nearby and distant places who either established
themselves in the village of the same name or frequented its church (Nuestra
Señora de la Concepción) for baptisms, marriages, and it was also the chosen
place for burials of different social actors, possibly because it served as an
economic center for the region. All the archaeological and documentary
evidence, studied with the goal of analyzing and comparing the existence of
mobility or circulation within and beyond the quebrada, demonstrates the
connection of this quebrada with the Jujeña Puna, Yungas, other sectors of the
Quebrada de Humahuaca, and neighboring countries like Chile, Bolivia, and Peru.
Keywords: Interaction, pre-Hispanic,
post-Hispanic, Quebrada de La Cueva, Northwestern Argentina
Introducción
La quebrada de La
Cueva, ubicada en el sector norte de la Quebrada de Humahuaca, dentro de la
provincia de Jujuy (Figura 1), ha sido un espacio privilegiado para vivir en
épocas pre y post-hispánicas. Esto se debe a la riqueza agrícola que hay en sus
sectores inferior y medio –evidenciada desde la arqueología (Ramundo, 2022a)–,
y a la existencia de excelentes vegas de altura en su sector superior, que
habrían permitido la caza-recolección en etapas tempranas, y el desarrollo de
actividades pastoriles desde la domesticación de los animales hasta el
presente, dado que el pastoreo de camélidos es uno de los principales medios de
subsistencia de su población actual. Pero además, consideramos que este mismo
paisaje también ha sido escenario de una incesante y fluctuante movilidad de
personas, objetos e ideas a lo largo de su extensa ocupación (desde el Período
Formativo hasta la actualidad), posiblemente motivada por el atractivo que la
zona brinda, y por la excelente conexión que otorga con otros sectores dentro y
fuera del Noroeste Argentino.
Nuestra
perspectiva teórica deja de lado ideas que dominaron parte de la arqueología
del siglo pasado, donde el paisaje fue
conceptualizado como “una entidad pasiva,
en la cual los sistemas sociales del pasado dejan su impronta que a posteriori es interpretada por los
arqueólogos con la expectativa de devolverle la «dinámica» que tuvo en su
contexto sistémico” (Gordillo, 2014: 197), para concebir a ese paisaje en un sentido mucho más
holístico y relacional (Tilley, 1994, 2008). Así, se busca superar la
concepción del espacio como algo dado, estático, de orden físico, y
reemplazarlo por una realidad social e históricamente construida, reconociendo
su papel crítico en la dinámica social, su carácter polisémico y su rol activo
en la producción, reproducción y transformación social (Gordillo, 2014).
Entendemos al paisaje como producto socio-cultural creado por la objetivación
sobre el medio y en términos espaciales, de la acción social tanto de carácter
material como imaginario (Criado Boado, 1999, 2013). Compartimos la visión de
Nogué (2007), quien considera que el paisaje es un producto social, el
resultado de una transformación colectiva de la naturaleza y la proyección
cultural de una sociedad en un espacio determinado. Por ello, el paisaje está
lleno de lugares que encarnan experiencias y se transforman en centros de
significados y en símbolos que expresan pensamientos e ideas; entre ellas, y
fundamentalmente para este trabajo, nos interesa comprender que la quebrada de
La Cueva ha sido un paisaje donde ciertas sociedades no solamente lo habitaron
y aprovecharon, sino que estos y otros pueblos lo consideraron un paisaje
apropiado para ser transitado y/o usado como espacio para la circulación a
través del tiempo; posiblemente aprovechando sus riquezas naturales
agrícolas-ganaderas y su estratégica ubicación como área transicional entre
puna y quebrada. Entendemos que estas sociedades proyectaron culturalmente, más
allá del paso del tiempo, y transformaron colectivamente este espacio en un
sector privilegiado para la movilidad o circulación.
Dicha
movilidad es un proceso registrado tempranamente en Jujuy (como parte de un
área macro, el Altiplano Meridional o la zona Circumpuneña y regiones vecinas).
La misma se inicia desde momentos prehispánicos, como varias investigaciones
arqueológicas han determinado[1], y se prologan durante la
Etapa Colonial en los siglos XVI (a través de contactos dentro de un red
compleja de relaciones políticas, sociales y económicas, como destacaron
Sánchez y Sica (1994), Sica (2019), entre otros), y en los siglos XVII y XVIII,
donde sensu Martínez (1990, 1992) se
podría hablar de “movilidad interétnica”; de “procesos de movilidad y
dispersión” de acuerdo a Sica (2019); de “forasterismo” y las complejidades de
su estudio (Castro Olañeta y Palomeque, 2016); o de movimientos de población,
cuya motivación es ampliamente debatida (Sica, 2014a), entre muchos otros
trabajos.
Este
artículo estudia dicha movilidad durante tiempos prehispánicos y
post-hispánicos, pero tomando exclusivamente como caso de estudio, a la
quebrada de La Cueva. Por lo tanto, proponemos como objetivo analizar y
comparar –desde la evidencia arqueológica y la histórico-documental– la
existencia de movilidad o circulación dentro y fuera de la quebrada de La
Cueva, para evaluar su uso como vía de comunicación/interacción en tiempos
prehispánicos (a partir de los restos recuperados desde el Período Formativo
hasta el Incaico), así como en tiempos post-hispánicos, específicamente durante
un lapso dentro del siglo XVIII, que se extiende entre 1734-1784 (desde la documentación eclesiástica de bautismos,
matrimonios y defunciones). Debido a que la información histórica y con
valiosos datos sobre circulación de personas a la que hemos accedido en primera
instancia, se concentra en ese tiempo. Sabemos que la movilidad se extendió a
momentos posteriores, y por causas básicamente bélicas durante las Guerras de
la Independencia entre 1810 y 1825 (Monti, 2023a y b), pero este período excede
los límites de la presente publicación.
Figura 1. Mapa de la quebrada
de La Cueva y sus tres sectores (abreviaturas no aclaradas en el mapa: PLC=
Posta de La Cueva y PC: Posta de Casillas).
Fuente: Elaborado por
Ramundo.
Metodología
La metodología
aplicada en el presente trabajo se basa en dos disciplinas: la arqueología, para
el estudio de los tiempos prehispánicos, y la historia para las instancias
post-hispánicas.
Desde el punto de
vista arqueológico, las prospecciones y las excavaciones efectuadas a lo largo
de más de 18 años de investigación en distintos sitios (y bajo los criterios
actualmente aceptados por la disciplina), nos han permitido acceder a la
materialidad que aquí presentamos y sobre la cual evaluaremos su potencial como
evidencia de movilidad/interacción. Para ello también hemos trabajado junto a
otros arqueólogos (especialistas en petrografía cerámica, análisis lítico, en
el estudio del uso del espacio a través de diferentes herramientas como SIG,
etc.), así como también interactuamos con biólogos (especializados en análisis
de ADN antiguo y otros en el estudio de moluscos) y paleontólogos. Cada uno de
ellos aportó, desde su propio campo, una metodología particular para abordar el
análisis de distintas evidencias.
Así, la cerámica fue
estudiada desde lo tecno-morfo-estilístico, y también con petrografía, al
efectuar un análisis cuali–cuantitativo en secciones delgadas de pastas[2].
La caracterización petrográfica se realizó a partir de fragmentos seleccionados
e incluyó los siguientes procedimientos: a) descripción de las estructuras de
los fondos de las pastas; b) medición de inclusiones no plásticas y de
cavidades en micrones y registro de sus formas; c) identificación petrográfica
de las inclusiones no plásticas y su distribución modal por Point Counter
medidas a partir de los 15 μm de tamaño, y, d) registro fotográfico de sectores
de cada pasta (magnificación 60 x) (Cremonte y Ramundo 2011).
Para abordar el
lítico se apeló al análisis macroscópico y sub-macroscópico, que incluyó el
estudio tecno-morfológico de las piezas.
Las investigaciones
sobre uso de espacio nos permitieron recuperar información respecto a vías de
comunicación (sendas o caminos), a partir del análisis de cartografía, fotos
aéreas, imágenes satelitales, bibliografía de cronistas y viajeros, así como la
posterior prospección del terreno y la aplicación de SIG.
Los estudios de ADN
antiguo, efectuados sobre restos dentales de un individuo recuperado en el
Pukara de La Cueva (HUM.06), y que fueron realizados por biólogos, implicaron
el siguiente procedimiento:
The
tooth was washed with bleach solution (10% vol/vol), rinsed with deionized
water, and UV irradiated for 45 minutes each side in order to remove surface
contaminants. Dentin powder was obtained through internal drilling of the
dental crown. DNA extraction was performed from approximately 150 mg of powder.
Two independent extractions were carried out with different protocols. First,
we used QIAamp DNA Investigator Kit (Qiagen) following the manufacturer’s
specifications. Second, we applied an organic extraction method with phenol–chloroform
following a previously published protocol (Russo, Gheggi, Avena, Dejean, &
Cremonte 2017). HVR I amplification was performed in three overlapping
fragments comprising the mitochondrial positions 15984 to 16411. Primers used,
PCR amplification, and sequencing conditions were described in a previous
study. For each DNA extract, several amplifications were carried out
systematically. Haplogroup determination was performed with Haplogrep 2 (Russo, Dejean,
Avena, Seldes y Ramundo, 2018: 3).
Posteriormente se
realizó un análisis filogenético (Russo et
al., 2018).
A principios del
siglo XX, también desde la biología, se realizó un análisis macroscópico y
comparativo de un molusco encontrado por investigadores que nos precedieron en
el estudio de algunos sitios de la quebrada (Casanova, 1933).
Por otra parte, el
trabajo con la evidencia paleontológica, implicó el análisis macro y
sub-macroscópico de un ejemplar fósil del Jurásico, así como la comparación con
restos procedentes de otros lugares para evaluar su procedencia (Ramundo y
Damborenea, 2011).
Desde el punto de
vista histórico, la investigación documental realizada apeló al análisis de
fuentes escritas primarias: los registros de bautismos, casamientos y
defunciones de la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria de Humahuaca
(perteneciente al pueblo de San Antonio de Omaguaca)[3], con
sus anejos[4]
de La Cueva, Iruya, Uquía, Tilcara, Tumbaya, Purmamarca, señalados con el
nombre de Bautismos, matrimonios,
defunciones 1734-1745; Bautismos, matrimonios, defunciones 1745-1756;
Bautismos, matrimonios, defunciones 1765-1783; Matrimonios y defunciones
1759-1781[5].
Por lo tanto, a nivel
metodológico, se procedió de la siguiente manera. En primer lugar, se realizó
un arqueo de fuentes, es decir la consulta de textos disponibles y a nuestro
alcance (en este caso, los registros parroquiales de la citada iglesia de
Humahuaca, digitalizados por Family
Search [2023][6]).
Esta iniciativa de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
es sumamente valiosa, pero carece de procesamiento archivístico, por ende no
hay descripciones disponibles, los documentos se ponen a la consulta con
faltantes de datos de suma importancia, como es la procedencia, la institución
que lo custodia, etc. Esto se debe a que el fin con que se lleva a cabo el
proyecto no es la investigación histórica.
En segundo lugar,
procedimos a la revisión de dichas fuentes, es decir que se filtró el contenido
de las mismas, descartando aquellos registros que referían a espacios fuera de
nuestro ámbito de estudio. Dado que el análisis se circunscribió a datos que
tienen como centro la localidad de La Cueva, registros realizados en dicho
lugar entre 1734-1784. El período analizado responde a dos razones: la primera
tiene que ver con la disposición de documentación. Es un lapso que se inicia
con el primer registro conservado de los libros de la parroquia de Nuestra
Señora de la Candelaria de Humahuaca que hacen referencia a La Cueva (1734)
hasta 1783-84[7],
fecha en que se abre un paréntesis en los libros parroquiales hasta 1799; y, en
segundo término, porque es un período de aproximadamente 50 años con
características políticas, económicas y sociales estables que permiten llegar
conclusiones más aproximadas a la realidad histórica.
Se debe indicar que
para este trabajo hemos utilizado las categorías sobre el origen de las
personas indicadas por Castro Olañeta y Palomeque (2016). Así, se denominan
“originarios”[8] a los tributarios de pueblos de indios
y sujetos a las autoridades indígenas asentados en el lugar y, como “forasteros
o foráneos”, hacemos referencia a
aquellos originarios que luego de las reducciones, abandonaron sus pueblos y se
radicaron en otros lugares. Este último caso se debe diferenciar de aquellos
que estaban “de paso” (viajeros, misioneros, soldados) o quienes por alguna
circunstancia se alejaban de su lugar de residencia para volver en breve (por
ejemplo, iban de un lugar a otro a bautizar sus hijos o casarse).
Además, se ha
trabajado sobre los registros antes citados, separando los datos sobre
bautismos, casamientos y entierros. En el primer caso, se ha tomado en cuenta
el nombre, la edad del bautizado, los nombres de los padres y padrinos, así
como los datos de procedencia de los mismos. En todos los casos son bautismos
realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de La Cueva, la
cual es nombrada de distintas maneras según la época o quien consignaba los
datos: capilla de La Cueva, Iglesia de La Cueva, Anejo de La Cueva,
Viceparroquia de La Cueva e inclusive Parroquia de la Cueva, aunque aún no
tenía esa categoría. Se debe hacer notar que hay años en los que no hay
registros y los períodos más llamativos al respecto es el que abarca 1741-1748
y 1755-1765, no conservados o no disponibles en la actualidad (dato confirmado
en la Prelatura de Humahuaca durante octubre del 2023 –entidad que custodia
dichos documentos–). Para el análisis de los casamientos, muchos menos
numerosos que los bautismos, pero con datos muy completos sobre la procedencia
y características de los contrayentes, se han tomado en cuenta no sólo aquellos
oficiados en La Cueva sino también los que se han realizado en Humahuaca –como
centro religioso de la región y con la presencia de un sacerdote de forma
permanente– pero que tienen por contrayentes, al menos uno procedente de La
Cueva. En este caso se tomaron en cuenta: el año del matrimonio, los
contrayentes, el origen de los mismos o sus padres y, en el caso que estuviese
consignado, los padrinos y testigos con su procedencia. Se debe destacar que no
se registran períodos amplios en que no se encuentren registrados matrimonios.
El mayor lapso es entre 1748-1752, por la razón explicada en el párrafo previo.
Finalmente, en cuanto a los entierros, todos han sido registrados en la Iglesia
de La Cueva, ya sea dentro de ella o en el camposanto anexo. Como en los otros
casos, se consignó nombre, edad, tipo de entierro y procedencia de la persona
fallecida o de sus padres en el caso de niños, aunque al contrario de los otros
registros son relativamente escasos dichos datos de procedencia.
En tercer lugar, se
realizó un cotejo del material, a través de la revisión minuciosa del mismo, lo
cual nos permitió volcar los datos seleccionados dentro de bases de datos.
En cuarto lugar,
considerando que el objetivo del trabajo es el estudio de movimiento
poblacional, se ha realizado un análisis de tipo cuantitativo que permite
determinar y graficar (a partir de los datos volcados en una base de datos),
las distintas formas de dicho movimiento. Para ello hemos tenido en cuenta –de
acuerdo con el criterio antes indicado–: los “naturales” de la región y los
“foráneos”, que podían ser quienes provenían de otros sitios, pero asentados
hace tiempo en el lugar, y aquellos que llegaban de otros lados –cercanos o
lejanos– de manera transitoria por diversos motivos, como trabajo, posibilidad
de tener acceso a los sacramentos, entre otros.
En quinto lugar, y
finalmente, se procedió a la interpretación del material que nos permitió
obtener las conclusiones al respecto.
Resultados prehispánicos
Los restos
arqueológicos recuperados y que interpretamos como evidencia de interacción
(que pudo ser realizada directamente por personas que circularon desde o hacia
la quebrada de La Cueva, o bien por intercambio de objetos entre diferentes
sectores y grupos) se componen de: material cerámico, lítico, biológico (que
incluye restos malacológicos y humanos), paleontológico y las sendas o vías de
comunicación entre la quebrada de La Cueva y otras áreas, cercanas y lejanas.
El material cerámico
La alfarería conforma
la evidencia más ubicua dentro de la quebrada de La Cueva. Todos los sitios
estudiados hasta el momento, excepto HUM.07a, presentan este tipo de material
en distintos niveles de fragmentación (especialmente el recuperado durante nuestras
excavaciones), y como piezas enteras, formando parte de colecciones que se
fueron conformando al calor de la historia de las investigaciones del sector.
Así, en 1919, se formó la colección Muniz Barreto, recuperada por Karl Schuel y
hoy depositada en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Durante 1931
Casanova y Gatto recuperan los materiales que hoy se encuentran custodiados por
el Museo Etnográfico de Buenos Aires y el Instituto Interdisciplinario Tilcara,
ambos dependientes de la Universidad de Buenos Aires. En 1933 Medenica (un
aficionado) dona piezas de su colección privada al Museo de Ciencias Naturales
“Bernardino Rivadavia”, aunque hoy se encuentran depositadas en el Museo
Etnográfico. Finalmente, en la década del ochenta del siglo XX, Basílico
trabaja en Pueblo Viejo de La Cueva (HUM.08) y actualmente esa colección se
encuentra en el Museo Arqueológico Provincial de Jujuy.
Respecto al mayor
porcentaje de la cerámica
recuperada, hemos determinado
aspectos idiosincráticos en el proceso de su producción, como una recurrente y
alta presencia de pintura o brochadas moradas (estilo que denominamos Morado La Cueva o Brochadas Morado La Cueva) en casi todos los sitios de la quebrada
de La Cueva, a diferencia de espacios arqueológicos de quebradas paralelas del
sector norte de Quebrada de Humahuaca (por ejemplo, las quebradas de Chaupi
Rodeo, Cóndor y Corral Blanco) y áreas lejanas, como otros sectores de Quebrada
de Humahuaca, la Puna Jujeña y Yungas.
Esta variedad
predomina en el Pukara de La Cueva (HUM.06), Antigüito (ANT) y Pueblo Viejo del
Morado (HUM.07b). Puntualmente, en HUM.06 está asociada al Período de los
Desarrollos Regionales II (PDRII) [1250-1430 d.C.] y comienzos del Período
Incaico [1430-1536 d.C.], y petrográficamente se determinó su manufactura
local, mientras en HUM.07b aparece en superficie y estratigrafía. El material
de HUM.08 también tiene esta decoración en piezas que morfológicamente se
asignaron a estilos de momentos previos (por ejemplo, vasos o jarras de estilo Isla), evidenciando que más allá de las
formas, esta decoración habría dejado su impronta identitaria durante el
Período Formativo (etapa en la que se fechó dicho sitio, y período
genéricamente ubicado entre el 1000 a.C. y el 900 d.C.), al que se suele
vincular el estilo Isla (Figura 2).
Figura 2. Jarra de la
colección Muniz Barreto con decoración Brochadas
Morado La Cueva (MLP-Ar-(n)3141, CBMB, 1919).
Fuente: Foto de Ramundo.
Si bien los estilos Morado La Cueva o Brochadas Morado La Cueva se encuentran en piezas enteras de
HUM.06, también están presentes en cerámica morfológicamente relacionada con
estilos de la Puna Jujeña. Como por ejemplo: vasos chatos, vasos zoomorfos y
una miniatura con posible decoración de estilo Yavi (Figura 3). Estos elementos nos permitirían hablar de
interacción o circulación posiblemente de ideas, más que de objetos o personas,
considerando que es el estilo decorativo local de la quebrada de La Cueva el
que aparece en piezas con morfologías propias de estilos puneños.
Figura 3. a) Pieza zoomorfa
(MLP-Ar-(n)3126, CBMB,1919) b) Vaso chato (MLP-Ar-(n)3117); c) Vasija en
miniatura decorada (MLP-Ar-(n)3131, CBMB, 1919).
Fuente: Fotos de Ramundo.
Por otra
parte, en HUM.08 –tanto en piezas de la colección Muniz Barreto como en la
colección Casanova-Gatto– aparecen vasos de estilo Isla (Figura 4), que Tarragó (1977) relacionó con la esfera de
interacción Tiwanaku, que gira en torno a San Pedro de Atacama (Chile), y que
nos hablaría de vinculación con espacios distante a más de 500km de la quebrada
bajo estudio; o bien con otros sectores de Quebrada de Humahuaca (también
lejanos), dado que los vasos Isla –de
amplia distribución en toda la quebrada trocal– fueron definidos a partir de
las piezas encontradas en su sector medio, específicamente en el sitio La Isla
de Tilcara.
Figura 4. a) Pieza
N° 31-299; b) Pieza N° 31-301; c) Pieza N° 31-297; d) Pieza N° 31-300 (todas
pertenecientes al Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina).
Fuente: Fotos de Ramundo.
Si bien
los estudios petrográficos han demostrado que una importante muestra de
fragmentos cerámicos procedentes de HUM.06, corresponde casi en su totalidad
con las características litológicas de las inmediaciones (pertenecientes a la
Formación Puncoviscana), existen algunas piezas que procederían de la Puna
Jujeña, debido a la presencia de pastas de Tradición
Yavi-Chicha (Figura 5).
Figura 5.
Fragmento de cerámica Yavi-Chicha de
HUM.06 y su respectivo corte petrográfico.
Fuente: Fotos de Ramundo.
A esta
evidencia se suma una olla encontrada en HUM.07b (ubicado cronológicamente de
forma relativa entre el PDRII y el Período Incaico), con pintura morada (rasgo
presente en HUM.07b) y decoración en Negro
sobre Morado (con un diseño de estilo Humahuaca
Negro sobre Rojo) que, por la disposición oblicua de sus asas se
relacionaría con el estilo Yavi de la
Puna (Figura 6). Y, aunque resta realizar su petrografía, la pintura es
idéntica a la identificada y analizada como local para la quebrada de La Cueva.
Este dato nuevamente nos podría estar mostrando circulación de ideas, más que
de objetos o personas. Dado que, es el estilo local de la quebrada el que
aparece en piezas con algunos rasgos propios de la morfología de cerámica
puneña.
Figura 6. Olla con
asas oblicuas de HUM.07b.
Fuente: Fotos de Ramundo.
Además,
en la alfarería de HUM.07b hay una pieza posiblemente alóctona (denominada
“vaso ornitomorfo” por Casanova [1933]), pero que morfo-decorativamente se
relaciona con piezas las asimétricas zoomorfas tardías de la Puna Jujeña
(Figura 7a), lo que nos permitiría plantear la circulación de objetos.
En el
caso del sitio ANT (ubicado cronológicamente de forma relativa entre el Período
Formatico y el Incaico), aparecen piezas decoradas en Negro sobre Rojo con diseños Isla
(Figura 7b), estilo que aparece mayoritariamente en los otros sectores de
la Quebrada de Humahuaca. Sin embargo, su petrografía se corresponde casi
totalmente con las características litológicas de las inmediaciones del sitio
(Formación Puncoviscana), por lo cual, podría ser de manufactura local, aunque
la idea decorativa pudo proceder de esos otros sectores de la quebrada troncal.
Por otra parte, existe en ANT, una pasta cerámica muy micácea (Figura 7c y d),
cuyo análisis petrográfico determinó que es idéntica a otras presentes en
sectores más lejanos de Quebrada de Humahuaca, pero vinculadas cronológicamente
al Período Incaico. Además, allí se encontraron algunas pastas típicas del
estilo Yavi–Chicha, lo cual indicaría
un grado de conexión con el área de Puna, al tratarse de cerámica de ese
sector (Ramundo 2015, 2016, 2017, 2018,
2019, 2020, 2022b y c; Ramundo y Cremonte, 2016; Ramundo y Malkevicius, 2023;
Ramundo, Sanz y Julio, 2017; Ramundo, Gaál, Belloti, Sanz, Julio y Giraldo,
2020).
Figura 7. a) Vaso zoomorfo de
HUM.07b (Pieza N° 31-281, perteneciente al Museo Etnográfico “Juan B.
Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires,
Argentina), b) Fragmentos remontados de estilo Isla del sitio ANT; c y d) Fragmento y corte petrográfico de pieza
micácea del sitio ANT.
Fuente: Fotos de Ramundo.
El material lítico
El análisis de este
material determinó que existen
fuentes locales potencialmente explotables de cuarcita, calcedonia, pizarra,
arenisca cuarcítica y cuarzo, y un espacio al sur de HUM.07b que se habría sido
utilizado como cantera/taller de cuarcita. Sin embargo, también se estableció
la existencia en los sitios arqueológicos de materias primas no locales
(posiblemente de la zona de Puna Jujeña), que fueron utilizadas para artefactos
agrícolas y puntas de proyectil encontrados en ANT y HUM.06; como por ejemplo,
la obsidiana, el sílice gris, el basalto negro, entre otras (Pérez, 2011).
Además, en las tumbas
en falsa bóveda que forman parte de la necrópolis del sitio HUM.07b, existe
alta presencia de materia prima local y escasa alóctona. Hablamos de una lasca
no diferenciada de obsidiana que podría remitir a un intercambio
presumiblemente con el sector de la Puna jujeña, dado que allí se encuentra la
fuente más próxima de esa materia prima (Ramundo, 2015-2016; Ramundo et al., 2020). Estos resultados
aportaron sin duda al estudio del proceso de producción y consumo de lítico,
pero a los fines de la presente publicación también nos muestran más aspectos de
la circulación de materias primas u objetos terminados procedentes de la zona
de Puna Jujeña.
El material biológico
(moluscos no fósiles y ADN antiguo)
Durante
el trabajo de campo realizado en HUM.06 hallamos un enterratorio secundario
múltiple, donde un equipo de bioarqueólogos
identificó tres adultos entre 30 y 55 años (dos femeninos y un masculino),
un juvenil indeterminado entre 15 y 18 años, y dos subadultos de uno a tres
años (uno femenino y el otro probablemente femenino también) con algunas paleopatologías
(Aranda y Ramundo 2010; Aranda, Luna y Ramundo 2012). Entre los adultos se
determinó que un individuo habría padecido un carcinoma metastásico de próstata
(Luna, Aranda, Santos, Ramundo, Rizzuti y Stagno, 2015), siendo el primer caso registrado arqueológicamente en
Argentina. Además, algunos de los adultos fueron sometidos a estudios de ADN
antiguo, y se estableció que un individuo de este grupo pertenecería al linaje
mitocondrial A2ah, descripto en dos individuos de poblaciones contemporáneas de
los llanos o yungas de Bolivia. Se trata de un linaje muy poco frecuente en las
poblaciones nativas americanas (Russo et
al., 2018). De esta forma la biología, desde otra materialidad, aportó
información respecto a la existencia de interacción entre la quebrada de La
Cueva y sectores lejanos a la misma.
También
procedente del sitio HUM.06, Casanova-Gatto en 1931 encontraron una valva de
molusco dentro de una sepultura. La misma fue estudiada por Doello Jurado,
quien realizó una clasificación zoológica del ejemplar y determinó que se
trataba de un molusco Concholepas
concholepas (Brug.) cuyo hábitat son las costas de Chile y Perú (Casanova,
1933), a 800km aproximadamente de la quebrada de La Cueva.
El material
paleontológico
Posiblemente,
uno de los desafíos más interesantes ha sido trabajar con la paleontología;
ciencia gracias a la cual se pudo analizar un resto paleontológico (Figura 8)
recuperado de una estructura de HUM.06. Se determinó que se trataba de un
ejemplar de Weyla alata (von Buch),
un bivalvo pectínido de amplia distribución en los mares someros del Jurásico
Temprano. Para acotar su lugar de origen se recurrió a otros datos como el tipo
de preservación y la roca matriz, lo cual permitió limitar su procedencia al
área de los Andes chilenos, al norte de los 27º de latitud sur, posiblemente de
la zona de San Pedro de Atacama (Ramundo y Damborenea, 2011; Damborenea y
Ramundo, 2011). Esta evidencia revela el importante rol que la quebrada de La
Cueva tuvo en la movilidad, interacción o intercambio a larga distancia de
objetos; dado que la distancia entre quebrada y San Pedro de Atacama supera los
500km.
Figura 8.
Pectínido fósil encontrado en HUM.06.
Fuente: Imagen
tomada de: Ramundo y Damborenea, (2011).
Las vías de
comunicación
Además, se
localizaron distintas vías de comunicación
en los tres sectores de quebrada de La Cueva (norte, centro y sur –ver
Figura 1–), que la conectan con la Puna Jujeña hacia el noroeste (y desde allí
con Bolivia y Chile), con otros sectores de la Quebrada de Humahuaca –si nos
dirigimos hacia el sur–, y con el sector de Yungas hacia el este. Esto reafirma
el rol de la quebrada en la interacción, que fue mencionado por otros
investigadores previos y luego estudiado documentalmente por nosotros (Ramundo,
2013; Ramundo y Cabrera, 2021) en textos de viajeros, cronistas y variada
cartografía.
Toda la
información arqueológica precedente, respalda la existencia de interacción de
poblaciones de distintas regiones durante momentos prehispánicos, así como
también, que la quebrada estuvo vinculada con sectores cercanos y lejanos, y
que participó en redes de interacción que pudieron, eventualmente, incluir el
intercambio (Figura 9).
Figura 9. Mapa de
base tomado de Google Earth (2024), donde se marcan los sectores más cercanos
(Puna de Jujuy y Centro de Quebrada de Humahuaca), y sectores más lejanos (San
Pedro de Atacama –Chile–, costas de Chile y Perú, más Santa Cruz de La Sierra
–Bolivia–), con los cuales la quebrada de La Cueva tuvo interacción en tiempos
prehispánicos.
Fuente:
Elaborado por Ramundo.
Resultados
post-hispánicos
Dado que el objetivo
del trabajo, como se expresó al comienzo, es observar y analizar el movimiento
de población desde y hacia la quebrada de La Cueva, resulta necesario trazar un
panorama del contexto social y económico que propicie esos traslados en los
tiempos post-hispánicos que aquí estudiamos.
El norte de la
Quebrada de Humahuaca en la época post-hispánica
Uno de los grandes
cambios producidos a partir de la conquista española del territorio de la parte
norte de la Quebrada de Humahuaca es el régimen de la tierra. La Junta de
Burgos[9]
reconocía el derecho de los naturales a la tierra, en combinación con las
tierras de las que podía disponer la corona o sus representantes, ya sea
aquellas obtenidas por el derecho de guerra o las tierras baldías (Sánchez
Domingo, 2012).
La monarquía delegó,
durante esa primera época de conquista y población del territorio, la facultad
de repartirlas en las autoridades locales, generalmente bajo la forma de
mercedes reales. Éstas eran donaciones de la corona por los servicios prestados
a ella, y podía tratarse tanto de bienes como de distintas prerrogativas y
beneficios. En la zona a la que dedicamos nuestro estudio, los beneficios eran
en tierras que se obtenían en propiedad (Mercado Rynoso, 2018).
En cuanto a la
población, se produjo un reasentamiento a partir del traslado a pueblos de
reciente creación.
La zona de Humahuaca,
cuya importancia radicaba en que era paso obligado entre Tucumán y el Alto Perú
(Sica, 2014b), dependía de la gobernación del Tucumán, de conquista tardía y,
por lo tanto, la creación de “pueblos de indios” fue una tarea casi privativa
de la iniciativa privada. Es importante aclarar que a fines del siglo XVI, una
vez concluida la conquista del territorio, comenzó el proceso de incorporación
de la población al sistema de encomiendas. La toma de posesión de éstas daba
lugar a un proceso de concentración de la población indígena en pueblos que
tenían por función agrupar a habitantes del lugar que vivían dispersos y que,
en el caso de Jujuy, estuvo en manos generalmente de los encomenderos, sin
intervención de las autoridades (Sica, 2014a). Castro Olañeta define a los
pueblos de indios en la Gobernación de Tucumán como una unidad social,
tributaria y territorial que suponía la existencia de tres características distintivas:
el usufructo en común de la tierra, un conjunto de autoridades propias y la
carga tributaria para quienes revestían la condición de originarios (Castro
Olañeta, 2006; Sica, 2016).
En toda la zona se
concedieron tempranamente encomiendas mediante mercedes desde Charcas y desde
Salta (Sica, 2014a), que en muchos casos fueron reasignadas a partir de la
fundación de la ciudad de Jujuy. Al momento de dicha fundación (1593), se
encontraban en la región cuatro encomiendas: la de Omaguaca, la de Tilcara, la
de Purmamarca y la de Tilian (Sica, 2014b).
Con el paso del
tiempo (siglos XVII y XVIII), al norte del pueblo de Humahuaca existía un
conjunto de establecimientos importantes, llamadas estancias, tal es el caso de
Rodero, Negra Muerta o Tejeda, Aguilar, Cóndor y La Cueva, entre otros. Estos
establecimientos –haciendas y estancias al estilo europeo–, “se dedicaban a la cría y engorde de ganado,
al procesamiento del mismo y, en menor medida, a la producción agrícola de
cereales, papas y frutales junto con la elaboración de harinas, chuño, etc.”
(Sica, 2014a: 19).
No obstante, según
algunos análisis como los de Farberman y Boixadós (2006), los pueblos de indios
de la Quebrada y de la Puna eran notablemente ricos en comparación con los de
otras jurisdicciones. Ambos autores aclaran que sorprende que todas las
capillas estuvieran, como lo describe en su visita el oidor de Charcas Luján de
Vargas “formadas con decencia”, dispusieran de los ornamentos necesarios y
hasta del lujo de un órgano “y cantores que la sirven”, como en el caso de
Humahuaca (Farberman y Boixadós, 2006). Además, varios de los pueblos jujeños
tuvieron cofradías –como las de Humahuaca– y cabildo indígena en funciones;
como también existen indicios claros del pago de tributo en moneda y no en servicios
personales. Sin duda, por su localización privilegiada, estos grupos tuvieron
una importante participación mercantil que llegó a competir con los circuitos
españoles. Todas estas características de la cabecera jujeña y de las
encomiendas de la zona, la convierten en una configuración social excepcional
dentro del panorama de la provincia del Tucumán (Farberman y Boixadós, 2006).
Durante la segunda
mitad del siglo XVII, las encomiendas de Jujuy comenzaron un proceso por el que
fueron perdiendo su importancia económica, como renta en dinero y acceso
privilegiado a la mano de obra (Sica, 2016). Los encomenderos debieron recurrir
a diversos mecanismos para el trabajo y producción de sus haciendas y
estancias. Uno de ellos fue la difusión del arriendo de algunas parcelas de
tierra o la contratación directa de peones y jornaleros. Esta situación
provocaba desplazamientos de población dentro de la zona y un polo de atracción
para trabajadores de ámbitos más lejanos.
Los registros
muestran la importancia que asumieron los forasteros indígenas y mestizos como
diferente tipo de mano de obra para las unidades productivas de la Quebrada de
Humahuaca desde finales del siglo XVII, cuando los originarios de los pueblos
de indios solo representaban una pequeña parte de la mano de obra disponible. A
lo largo del siglo XVIII su presencia fue mayoritaria en las propiedades
privadas, con algunas diferenciaciones. En las unidades de la zona norte y
central (Rodero, Tejeda, Negra Muestra, La Cueva, Aguilar, Sianzu, Iruya),
predominaban los indígenas foráneos por sobre los mestizos, mientras que en las
haciendas del sector sur los forasteros mestizos constituyeron la mayoría de la
mano de obra por sobre los indígenas (Sica, 2014a).
La zona de la
quebrada de La Cueva, de manera particular, se puede estudiar con datos
publicados correspondientes al siglo XVIII. En este sentido, en 1702 durante la
una visita eclesiástica se consigna que la estancia de La Limpia Concepción de
La Cueva contaba con 47 habitantes, la misma cantidad que el pueblo de
Humahuaca (Sica, 2014a); algo que se ratifica por los datos proporcionados por
la revisita de 1786, realizada por el juez Juan José de Medeiros, quien
recorrió los curatos de la Puna y regiones aledañas (Gil Montero, 1998). Si
bien esta revisita tenía un motivo netamente fiscal, pues desde 1735 los
foráneos estaban sujetos a tributar, permite comparar los resultados de un
estudio de larga duración, como el que nos ocupa, con el informe de un momento
dentro de ese período estudiado.
En la aludida revisita de Medeiros y siguiendo
una categoría fiscal, se distingue entre “naturales” y “forasteros o foráneos”.
Estos últimos, en el partido de Jujuy, se los distinguía en dos situaciones de
registros diferenciadas: una parte de ellos fue inscripta junto con su lugar de
origen; posiblemente se trataba de aquellos cuya migración era relativamente
reciente y representaban el 17% del total de los forasteros sin tierras. Al
contrario, un 71,50% no tenía asentado su lugar de origen. Si bien el citado autor
identifica foráneo y forastero, dentro de esta última categoría diferencia los
sin tierras, un 52% de los tributarios censados en la región que se encontraban
en las haciendas y estancias de Tejada, Aguilar y La Cueva, con un total de 71
trabajadores (Sica, 2014a).
Respecto a quienes
eran considerados “naturales”, su origen podría encontrarse en tres situaciones
diferentes:
la
primera era que fueran descendientes de segunda o tercera generación de
migrantes de otras regiones. Una segunda situación era la de tributarios que,
después de abandonar su pueblo de origen, se instalaron en parajes o unidades
productivas dentro del mismo partido. La restante pudo haber sido la que
corresponde a una parte de la antigua población originaria y natural del lugar,
que siguió viviendo en sus tierras cuando estas fueron ocupadas y expropiadas
por españoles (Sica,
2019: 101).
La estancia de la
Limpia Concepción de La Cueva
En 1717, el
gobernador de Tucumán otorgó por merced a Joseph Delgado la estancia de la
Limpia Concepción en la zona de La Cueva, que era la legalización de una
ocupación de hecho que se había producido tiempo antes por su padre, a la que
luego adiciona otras propiedades lindantes con las estancias de Rodero y
Colanzulí (Sica, 2014b). Un tiempo después, y luego de una serie de conflictos
con otros propietarios, en 1732 el área de su pertenencia fue delimitada y los
herederos de Joseph Delgado tomaron posesión de cuatro leguas desde el arroyo
Colanzulí hasta el de Isculla (Sica, 2014b). A su muerte, la mayor parte de la
herencia fue a manos de su hermano Miguel Delgado, que se convirtió en uno de
los referentes sociales de la zona, dado que, la familia Delgado se estableció
en la región y muchos de ellos establecieron lazos con la población local. En
1750, muere Miguel Delgado y la herencia recayó en sus hijos menores: Germán,
Juana Paula y María Francisca, y finalmente, en 1771 su viuda la vendió al
marqués de Tojo (Sica, 2014b, 2019).
La ampliación del
territorio y el flujo de población a la zona debió de haber tenido directa
relación con el hecho que en la segunda mitad del XVIII, el comercio
altoperuano se reactivó debido a las reformas borbónicas y al nuevo ciclo de
crecimiento minero, y uno de los rubros que más creció fue el comercio de
mulas. La zona de la Quebrada de Humahuaca y sus aledaños (donde se encuentra
la quebrada de La Cueva), que era el centro obligado de paso, tuvo un
crecimiento de actividades relacionadas, como la herrería, el cultivo de
alfalfa y otras relacionadas con los contratos de invernada. Esto produjo, como
se ha explicado anteriormente, un aumento de población local y foránea.
Resultados respecto a
los bautismos realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción
El análisis
cuantitativo se efectuó sobre los libros parroquiales de la Iglesia “Nuestra
Señora de la Concepción” de La Cueva. De dichos libros se analizaron los
registros de 272 bautismos entre 1738 (primer bautismo que aparece en el
registro) y 1782 (con 10 años entre 1755 y 1765 en el que no existen
actualmente datos). En la mayoría de los casos no se consigna la procedencia de
los niños pero, para nuestro estudio, es mucho más interesante y representativa
la procedencia de los padres. En este caso, podemos conocer la citada
procedencia en 147 casos, número suficiente como para poder sacar conclusiones
(Gráfico 1).
Gráfico 1. Constancia del
origen de los padres que bautizaron a sus hijos en La Cueva.
Fuente: Elaborado por Bahr.
El hecho que sólo en
un 54% de los casos se tengan los datos de los progenitores se debe a la forma
de consignar el bautismo. Estos se hacían generalmente en torno a la fiesta
patronal del ocho de diciembre de la Inmaculada Concepción, y muchos de ellos
ya habían sido bautizados de urgencia por algún vecino, pero se anotaban en ese
momento en que el párroco de Humahuaca o algún sacerdote en su nombre se
presentaba en el pueblo. Luego se volcaban los datos del bautizado en el libro
parroquial con el criterio de quien tomaba las notas. Por otra parte, lo que ha
llegado a nosotros serían copias de aquellos libros, lo que supone
interpolación de años, escritura diferente de nombres y apellidos, etc.
Tomando los 147 casos
en los que conocemos el origen de los padres podemos sacar los siguientes
datos: 58 eran naturales de La Cueva y 13 foráneos, residentes en el lugar
(como se ha dicho la categoría de foráneo implica que habían llegado de otros
lugares y se habían asentado en La Cueva); 74 son naturales de otros lugares,
entre los que diferenciamos 40 de las estancias cercanas: Rodero, Tejada,
Cóndor, Aguilar, entre otros, los cuales probablemente habrían llegado a La
Cueva con el fin de bautizar a sus niños. Otros 23 casos pertenecen a otros
lugares del curato de Humahuaca: la propia Humahuaca, Iruya, Casabindo,
Cochinoca, Tumbaya. En 11 casos la procedencia es de lugares lejanos: Moxo,
Suipacha, Lípez, Potosí y, solo dos casos se consignan como “forasteros” o de
origen “incierto” (Gráfico 2).
Hay ejemplos que
ilustran la movilidad de la población hacía la región de La Cueva. Por citar
algunos, en 1738 fue bautizada en la iglesia del lugar Lorenza, una niña
“india” cuyos padres, Pablo Sola y Dorotea Teleam, eran naturales de Tumbaya y
los padrinos, Romualdo Venabides y Cathalina Heredia, procedían del pueblo de
Humahuaca. Otro caso: en 1740 fue bautizado Constantino, un niño cuyos padres
eran naturales de Suipacha, el padrino, Nicolás López, lo era de Tarija y la
madrina, Rosa Camperos, de Yavi. Es importante recordar que una de las
principales causas de movilidad que se consignan en la documentación era el
trabajo en las estancias cercanas al lugar.
Gráfico 2. Origen de los padres
de los bautizados en La Cueva.
Fuente: Elaborado por Bahr.
Estos datos nos
indican que más de la mitad de los padres de los bautizados provenían de otros
lugares y, por lo tanto, muestran la gran movilidad que presenta la región de
La Cueva. A partir de ello podemos inferir que, la existencia del pueblo y su
iglesia, así como la facilidad que brinda la quebrada misma como vía de
comunicación, favorecía a dicha quebrada, para que se transformara en un centro
de atracción social, económica y religiosa para la población cercana, pero
también lejana.
A partir de los
datos, se ha podido conocer el origen de los padres, donde vivían, edad,
padrinos, apellido, si eran hijos legítimos, naturales, adoptivos, huérfanos,
etc., información que será estudiada posteriormente para abordar cuestiones
sobre organización social.
Resultados sobre los
entierros realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción
Respecto a los
entierros, se contabilizan 119 casos, de los cuales se ha obtenido información
sobre procedencia, así como edad, causas de muerte y, especialmente, la
organización social de la población. Estos dos últimos datos los trabajaremos
en una publicación posterior, como se ha hecho referencia anteriormente.
La primera variante a
tener en cuenta es que el 64% de los entierros son niños entre 0 y 11 años y el
restante 36% adultos (Gráfico 3). Esto no resulta extraño, debido a los altos
índices de mortalidad infantil propios del período.
Gráfico 3. Porcentajes de niños
y adultos enterrados en La Cueva.
Fuente: Elaborado por Bahr.
En el caso de los
niños, tomamos en cuenta el origen de sus padres, aunque en su mayoría se
omiten esos datos. Sobre un total de 76 niños enterrados –según su lugar
socio-comunitario– dentro o fuera de la iglesia de La Cueva, 46 carecen de
datos de filiación, pero entre los restantes podemos distinguir 16 niños cuyos
padres eran naturales del lugar, cinco de padres foráneos y nueve de padres
provenientes de lugares cercanos como Rodero, Tejada, Cóndor o lejanos como
Suipacha, Tarija o de padres españoles (Gráfico 4).
Gráfico 4. Origen de los padres
de los niños enterrados en La Cueva.
Fuente: Elaborado por Bahr.
En cuanto a los
adultos enterrados en el lugar, sobre un total de 43 casos, 19 no presentan
datos de su origen y respecto a los restantes, se contabilizan nueve naturales
del lugar y dos foráneos con residencia en La Cueva. Los provenientes de otros
lugares suman 13 en total: seis de lugares cercanos, como Humahuaca, Rodero,
Aguilar, otros cuatro son de sitios alejados (por ejemplo, Charcas, Cotagaita,
Tarija), y finalmente hay tres forasteros sin origen específico (Gráfico 5).
Si nos detenemos en
algunos ejemplos, veremos diversas situaciones. Durante 1739, en la
documentación se inscribe el entierro de Felis, un “indio” adulto, casado,
natural de la estancia de J. Texerina en Charcas. En 1759 es enterrada en el
cementerio de la Iglesia de La Concepción, Ana Solaga de 40 años, “india” de
Casabindo, esposa de Ignacio Estrada, procedente de Cerrillos y ambos con
residencia en Negra Muerta. El 20 de enero de 1773 es enterrado Ignacio Suárez,
del cual no se sabe su edad, pero se lo califica de forastero posiblemente
llegado de Cotagaita.
Gráfico 5. Procedencia/Origen
de las personas adultas enterradas en La Cueva.
Fuente: Elaborado por Bahr.
Resultados respecto a
los casamientos realizados en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción
La documentación
sobre las uniones matrimoniales son las que proporcionan mayor cantidad de
indicios sobre el origen de los contrayentes y, una vez más, permiten apreciar
la movilidad de la población a través de la quebrada que tenía como epicentro
el pueblo de La Cueva. Si bien su cantidad no es comparable a los bautismos o
enterramientos, sí lo es en cuanto a su riqueza en información.
Entre 1735 y 1772 se
contabilizan en la documentación parroquial 43 casamientos, diferenciando
aquellos realizados en la Iglesia de La Concepción con los realizados en la
iglesia de Humahuaca, con personas provenientes de La Cueva. Seguramente esto
se debe a que las visitas del sacerdote que permitía bendecir la unión se
llevaban a cabo una vez al año y, por lo tanto, se buscaba la solución de
desplazarse a la iglesia principal cuyo párroco sacramentaba la unión.
En el período
mencionado se realizaron –con constancia documental– 28 casamientos en La
Cueva, entre los que podemos diferenciar: ocho en que ambos contrayentes eran
del lugar, seis donde uno de ellos era natural del sitio y otro provenía de
diversos lugares como Rodero, Cochinoca, Los Cerrillos; más 11 en los que ambos
contrayentes no eran del lugar. Por ejemplo, el 6 de Julio de 1766 se casaron
en La Cueva, Lorenzo Canchi, natural de Tilcara, con Margarita Sambrano,
proveniente de Iruya o el 2 de noviembre de 1777 contraen enlace en el lugar
Constantino Canchi con Rosa Quespi, ambos de Iruya. Hay tres registros de
matrimonio en donde a uno de los esposos no se le consignaron los datos sobre
su origen (Gráfico 6).
Gráfico 6. Origen de las
personas que contrajeron matrimonio de La Cueva.
Fuente: Elaborado por Bahr.
Por otra parte, los
naturales de La Cueva que se van a casar a Humahuaca son 17 parejas: cuatro
ejemplos donde ambos contrayentes eran del citado lugar y en 11 casos uno de
ellos era natural del lugar que estudiamos y el otro contrayente pertenecía a
diversos lugares, como Tilcara, Tarija, Iruya, Humahuaca, Yavi, etc. (Gráfico
7).
Gráfico 7. Porcentaje de
casamientos entre naturales de la Cueva en Humahuaca.
Fuente: Elaborado por Bahr.
Toda la
información histórica precedente, respalda la existencia de interacción de
poblaciones de distintas regiones durante momentos post-hispánicos, así como
también, que la quebrada estuvo vinculada con sectores cercanos y lejanos
(Figura 10 y 11).
Figura 10.
Estancias cercanas (marcadas en verde) y lugares del curato de Humahuaca
(marcados en azul), de donde proceden personas que se dirigen hacia La Cueva en
el siglo XVIII.
Fuente: Elaborado por
Ramundo.
Figura 11. Lugares
lejanos desde los que procedían diferentes actores sociales que se dirigen
hacia La Cueva en el siglo XVIII.
Fuente: Elaborado por
Ramundo.
Conclusiones
A lo largo del
trabajo hemos mostrado que, la quebrada de La Cueva, ubicada en el sector norte
de la Quebrada de Humahuaca, ha sido un espacio excepcional para vivir de forma
permanente, tanto en etapas prehispánicas como las post-hispánicas. Hablamos de
la larga secuencia de ocupación de sitios arqueológicos como el Pukara de La
Cueva, Pueblo Viejo del Morado, Antigüito y Pueblo Viejo de La Cueva. Así como
también, el uso que se hizo de esta quebrada en tiempos post-hispánicos,
especialmente en la localidad de La Cueva. Lugar donde en la Etapa Colonial
funcionó una posta, cuyo uso se extendió, al menos, hasta los tiempos
Independentistas, y que en el siglo XVII, como hemos visto, fue un epicentro
atractivo para pobladores de otros lugares cercanos y lejanos que allí se
establecieron.
Entendemos que esta
ocupación a largo plazo es consecuencia de la riqueza agrícola que existió en
los sectores inferior y medio de la quebrada, evidenciada por la gran cantidad
de cuadros, canchones, terrazas y andenes de cultivo (Ramundo, 2022a). Así como
también, por la presencia de excelentes vegas de altura en su sector superior,
que habrían permitido la caza-recolección en etapas tempranas (posiblemente
desde el Período Arcaico), y el desarrollo de actividades pastoriles desde la
domesticación de los animales hasta el presente, debido a que el pastoreo de
camélidos es uno de los principales medios de subsistencia de su población
actual.
Pero también
entendemos que el paisaje de la quebrada de La Cueva ha sido escenario de una
constante movilidad de personas, objetos e ideas a lo largo de su ocupación,
posiblemente motivada por el mismo atractivo que la zona brinda, y por la
excelente conexión que otorga con otros sectores dentro y fuera del Noroeste
Argentino.
En este sentido, hemos demostrado para las
instancias prehispánicas, la presencia de objetos cerámicos en HUM.08, que
habían girado en torno a la esfera de interacción Tiwanaku. A esto sumamos la
presencia de: a) cerámica de estilo Isla,
posiblemente del centro de la Quebrada de Humahuaca, que circuló al menos desde
el Período Formativo, en sitios como HUM.08 y ANT; b) la pieza zoomorfa
asimétrica, semejante a las de la Puna Jujeña, encontrada en HUM.07b; c) la
evidencia de lítico potencialmente de la Puna Jujeña, encontrado en HUM.07b,
ANT y HUM.06; d) un pectínido fósil procedente de San Pedro de Atacama (Chile)
en HUM.06, durante el PDRII; e) la cerámica de estilo Yavi de la Puna Jujeña, presente en ANT, HUM.06 y HUM.07b, f) la
cerámica micácea incaica que recuperamos en ANT, idéntica a la del centro de
Quebrada de Humahuaca; g) el molusco de las costas de Chile y Perú, encontrado
en HUM.06, fechado en el PRD; h) restos humanos del PRDII encontrados en
HUM.06, vinculados genéticamente con poblaciones actuales de los Llanos de
Bolivia. Así como también, debemos mencionar la existencia de las vías de
comunicación prehispánicas que conectan la quebrada de La Cueva con la Puna
Jujeña, Bolivia y Chile, así como la zona de Yungas argentinas.
Para las instancias
post-hispánicas, en otros trabajos hemos demostrado el importante rol que la
quebrada de La Cueva jugó para la interacción a través del uso de sus postas
durante la Etapa Colonial (Posta de La Cueva). Pero además, gracias a la
presente investigación, hemos demostrado la llegada de pobladores de lugares
cercanos y lejanos a La Cueva (donde se encontraba la Iglesia de la Nuestra
Señora de la Concepción), para ser bautizados, contraer matrimonio, así como
también fue el espacio elegido para los entierros de diferentes actores
sociales, en el siglo XVIII, entre 1734-1784, posiblemente porque –como hemos
expresado–, dicho espacio habría sido un centro económico de la región.
Toda la evidencia
arqueológica y documental aquí presentada, ha demostrado la existencia de
vinculación entre la quebrada de La Cueva con la zona de Puna Jujeña, Yungas,
otros sectores de la Quebrada de Humahuaca, y países limítrofes, como Chile,
Bolivia y Perú. Esto da cuenta de un rango de interacción en tiempos
prehispánicos y post-hispánicos en una distancia mínima de 6 km hasta una
máxima de casi 800km.
La pregunta final a
responder entonces sería en qué radica la importancia de la quebrada de La
Cueva, tanto para su ocupación permanente, como su uso para la circulación de
objetos, personas e ideas. En este sentido, tal como hemos expresado, este
paisaje socialmente construido (lleno de lugares que encarnan experiencias y se
transforman en centros de significados y en símbolos que expresan pensamientos
e ideas), posiblemente encerrara múltiples atractivos para los pobladores
locales y otros pueblos. Dichas poblaciones lo habrían considerado un paisaje
apropiado para ser habitado y también transitado y/o usado como área para la
circulación a lo largo del tiempo.
Si lo enfocamos desde
lo económico, la quebrada de La Cueva resulta atractiva al ser un espacio de
transición, entre un ambiente puneño y otro puramente de quebrada, lo cual le
brinda –ambientalmente hablando– una riqueza para el desarrollo de la
agricultura y la ganadería, factores que favorecen la ocupación permanente de
este paisaje, en instancias prehispánicas (en HUM.06, HUM.07, HUM.08 y ANT), y
post-hispánicas (especialmente si consideramos el rol de la estancia de la
Limpia Concepción de La Cueva durante el siglo XVIII).
Si nos posicionamos
desde una perspectiva social, el ser una quebrada perfectamente conectada por
sendas y caminos con ambientes variados (puna, yungas y quebradas), le otorgo
un rol fundamental para la circulación en el pasado y el presente.
Por último, respecto
al atractivo simbólico, consideramos que la quebrada pudo tenerlo en sus
distintas instancias de ocupación. Dado que, no podemos negar que lugares
arqueológicos como HUM.07a y HUM.06, bien pudieron ser espacios elegidos,
simbólicamente hablando, hacia donde las personas quisieran arribar,
considerando el papel que estos pukaras –ubicados entre el cielo y la tierra–
han cumplido para muchas de las sociedades del Período Tardío (Ramundo,
2016). La evidencia del pectínido fósil
de HUM.06, vinculado por nosotros a cuestiones mágico-religiosas, al tratarse
de un objeto que se han relacionado por el deseo de hacer llover, también
podría dar cuenta de dicho aspecto simbólico.
Además, no podemos
dejar de mencionar, el atractivo simbólico de la quebrada para las instancias
post-hispánicas. Demostrado por la persistente llegada de población lejana y
cercana, hacia la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en la localidad de
La Cueva, para recibir los sacramentos del bautismo y el casamiento, así como
para descansar eternamente en un espacio sagrado.
Como se ha
desarrollado y graficado a lo largo del trabajo, en un período cercano a 50
años, sobre un total de 272 registros de bautismo, en 147 casos se consigna el
origen de los progenitores. Dentro de ellos, 58 eran naturales de La Cueva y 87
foráneos (aunque 13 vivían de manera permanente en el poblado). En cuanto a los
casamientos entre 1735 y 1772 se contabilizan en la documentación parroquial 43
casamientos, diferenciando aquellos realizados en la Iglesia Nuestra Señora de
la Concepción con los realizados en la iglesia de Humahuaca, con personas
provenientes de La Cueva. De los 28 casamientos que tuvieron lugar en la
Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, sólo en ocho casos ambos
contrayentes eran del lugar, seis donde uno de ellos era natural del sitio y
otro era foráneo, a los que se suman 11 ejemplos en los que ambos contrayentes
eran forasteros. Por último, respecto a los entierros se registran 119, de los
cuales el 64 % son niños, y en el caso de los adultos (43), 19 de ellos no
presentan datos de su origen, nueve son naturales del lugar, dos foráneos con
residencia en La Cueva y 13 provienen de otros lugares.
Además, queremos
aclarar que no desconocemos la existencia de otros factores que habrían podido
incidido sobre la movilidad poblacional estudiada (como los procesos que
acontecen en los lugares de origen que expulsan a la población, o la
fiscalidad, o los requerimientos de mano de obra, entre otros), sin embargo,
aquí nos hemos focalizado únicamente en los arriba mencionados.
Como expresamos en el
marco teórico, entendemos que este paisaje de la quebrada de La Cueva, es una
realidad social e históricamente construida, que ha jugado un papel crítico en
la dinámica social del sector, justamente por su carácter polisémico (como
espacio para la circulación y la ocupación permanente), así como también, por
su rol activo en la producción, reproducción y transformación social que a lo
largo del tiempo tuvieron lugar en este espacio.
Agradecimientos
Agradecemos a Maryluna
Santos Giraldo por la traducción del resumen al inglés, así como a los
evaluadores del texto por sus aportes, sin embargo, todo lo escrito es de
nuestra exclusiva responsabilidad.
Referencias
bibliográficas
Aranda,
C. y Ramundo, P. (2010). Conservación preventiva y protección patrimonial del
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[1] Por
ejemplo, entre muchos autores, Tarragó (1977: 62) habla de “contactos transversales entre centros
integrantes del sistema de circulación de productos generado y difundido en los
Andes Meridionales por el estado de Tiahuanaco”; Nielsen (2007) destaca la
“relaciones de tráfico” o la existencia de “contextos de interacción” en
diferentes instancias prehispánicas; Núñez y Nielsen (2011) mencionan la
presencia de “prácticas de
desplazamiento y circulación” envueltos en una “malla continua y persistente de
relaciones mutualísticas”, y compilan, en dicho libro, múltiples
trabajos arqueológicos, históricos y etnográficos que dan cuenta de esa
movilidad, como un proceso social amplio en el área Sur Andina.
[2] En cada
corte se identificaron las litologías y minerales observables, el tamaño, grado
de redondeamiento y esfericidad de los clastos de cada litología; y, en el caso
de las pastas cerámicas, las estructuras del fondo de pasta.
[3] En los
registros parroquiales del período estudiado se consigna la iglesia como San
Antonio, pues probablemente la primera capilla local tuviera esa advocación.
[4] Registros parroquiales de Nuestra Señora de la
Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de https://www.familysearch.org/search/image/index?owc=M6L7ZMS%3A256570201%2C256570202%3Fcc%3D1974186.
[5] Registros parroquiales de Nuestra Señora de
la Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de
https://www.familysearch.org/search/image/index?owc=M6L7ZMS%3A256570201%2C256570202%3Fcc%3D1974186.
Registros correspondientes al período 1734-1745; 1745-1756; 1765-1783 y
1759-1781.
[6] Muchos
de los registros probablemente sean copias más recientes. Esta hipótesis tiene
su fundamento en varios factores: a) parte de la letra no corresponde a los
trazos de la grafía del período, sino a épocas posteriores; b) la costumbre de
copiar para preservar o poner en valor la documentación (esta sería la razón
por la que los nombres consignados al margen, no responden exactamente al del
acta, debido a la adaptación de la formas de escritura o se repiten actas en
dos libros diferentes); c) en la visita correspondiente a 1748, el visitador no
puede ver libros pues se perdieron o quemaron, por lo tanto, pide que se tengan
determinados cuidados y se vuelvan a hacer los inventarios; y d) por la
presencia de registros insertos en varios de los libros con la aprobación del
obispo de Salta en el año 1927. Registros parroquiales de Nuestra Señora de la
Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de
https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:9396-ZKQK-S?i=71&wc=M6L7-PWG%3A256570201%2C256570202%2C256651901&cc=1974186
(imágenes 72-75).
[7] Registros parroquiales de Nuestra Señora de
la Candelaria de Humahuaca 1662-1975. Recuperado de
https://www.familysearch.org/search/image/index?owc=M6L7ZMS%3A256570201%2C256570202%3Fcc%3D1974186.
[8] A lo
largo del trabajo se nombrará a esta categoría de “originarios” como
“naturales”, pues es la forma en que lo consigna de manera casi excluyente la
documentación analizada.
[9] Reunión
de teólogos y juristas quienes, en 1512, a instancias de la corona española, se
congregaron en San Pablo de Burgos para estudiar las denuncias sobre el trato
que se les daba a los naturales americanos, y cómo resultado de dicho encuentro
surgieron las Leyes de Burgos, dadas para el buen “tratamiento y regimiento de
los Indios” (Sánchez Domingo, 2012: 16).