RELEVAMIENTO
PRELIMINAR DE LAS MANIFESTACIONES RUPESTRES EN LOS PUKARAS DE TACUIL, GUALFÍN Y
PEÑA ALTA DE MAYUCO (VALLE CALCHAQUÍ MEDIO, PROVINCIA DE SALTA)
PRELIMINARY SURVEY OF
THE ROCK ART MANIFESTATIONS IN THE PUKARAS OF TACUIL, GUALFÍN AND PEÑA ALTA DE
MAYUCO (MIDDLE CALCHAQUÍ VALLEY, PROVINCE OF SALTA)
Tomás Paya
Universidad de Buenos Aires – Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Facultad de
Filosofía y Letras,
Instituto de las
Culturas. Argentina.
Resumen
Las quebradas altas
del valle Calchaquí medio (cuencas de Molinos y Angastaco, provincia de Salta)
evidencian una continuidad ocupacional desde el Formativo hasta el siglo XVII.
La presencia de sitios tipo pukara ha sido vinculada
con procesos de apropiación simbólica del espacio, tanto en el contexto de
emergencia de tradiciones locales y demarcación de jurisdicciones territoriales
durante el Tardío, como posteriormente durante la incorporación al dominio
incaico. Como parte de esta dimensión simbólica de la territorialidad, los pukaras de Gualfín, Tacuil y Peña Alta de Mayuco
presentan un registro de manifestaciones rupestres cuyo análisis no ha sido
hasta el momento abordado de manera sistemática. En este trabajo se presenta el
relevamiento preliminar del arte de estos tres sitios, compuesto
fundamentalmente por grabados en bloques, afloramientos y paredones. Como
rasgos generales se destacan una mayoría de motivos asignables al Tardío-Inca y
en menor medida al Formativo, el emplazamiento en espacios de tránsito y
actividades cotidianas, la alta redundancia de uso de los soportes (en
particular los paneles), y la alta frecuencia de “maquetas” vinculadas con la
espacialidad de la producción agrícola.
Palabras claves: manifestaciones
rupestres – pukaras – valle Calchaquí medio –
maquetas – período Tardío-Inca
Abstract
The high quebradas (ravines) of the middle Calchaquí valley (Molinos
and Angastaco basins, province of Salta) show an occupational continuity from the Formative
period to the 17th century. The presence
of pukara-type sites has been linked to processes of symbolic appropriation of space, both in the context
of the emergence of local traditions and the demarcation of territorial jurisdictions
during the Late Period, and later during the incorporation
into the Inca domain. As part of this symbolic dimension
of territoriality, the pukaras of Gualfín, Tacuil and Peña Alta de Mayuco present a record of rock art manifestations
whose analysis has not been systematically
addressed until now. In this work
the preliminary survey of the art of these three sites
is presented, composed mainly of engravings on blocks, outcrops, and walls. Standing out as general features there are a majority of motifs assignable to the Late-Inca and to a lesser extent to the Formative,
the location of art in spaces of transit and daily activities, the high redundancy
of use of supports (particularly
the panels), and the high frequency
of “maquetas” (scale models)
linked to the spatiality of agricultural production.
Keywords: rock art manifestations – pukaras – middle Calchaquí valley – scale models – Late-Inca period
Introducción
Como proceso aditivo
resultante de la acción sucesiva de agencias humanas sobre soportes rocosos, el
arte rupestre se constituye en un elemento central en la materialización de la
memoria social mediante la significación y percepción de paisajes. En este
sentido, el concepto de paisaje rupestre (sensu
Fiore y Acevedo, 2018, 179) alude a la construcción
de un paisaje visual que condensa la articulación de elementos del entorno
natural y de las imágenes grabadas o pintadas sobre soportes rocosos, siendo
por lo tanto plausible de abordarse a partir del estudio sistemático de las
manifestaciones y de sus vínculos entre sí, con su soporte y con su entorno. A
su vez estos paisajes rupestres se configuran a partir del despliegue de
distintos lenguajes visuales: sistemas no verbales de registro y comunicación
gráfica que se plasman en distintas materialidades (entre ellas las rocas) y
que, mediante repertorios temáticos, composiciones y formas de resolución
particulares, están ligados a las dinámicas sociales de los contextos
espaciales y temporales específicos en que circularon (Troncoso, 2005; Basile, 2013). A través de las combinaciones entre los
códigos de diseño, las preferencias estéticas y los modos de ver de quienes los
crean y vivencian, estos conjuntos de imágenes que dan forma a los lenguajes
visuales se vuelven dispositivos cargados de temporalidad que permiten expresar
una determinada cosmovisión y legitimar un cierto orden social. De esta manera,
mediante su estandarización en estos lenguajes siguiendo pautas de
configuración normadas, las estructuras gráficas que constituyen el arte
materializan concepciones, saberes y percepciones sobre la realidad de
existencia de quienes lo produjeron, y a la vez participan activamente de esa
misma realidad, como elementos socialmente significativos que moldean ámbitos de
acción y pensamiento específicos (Troncoso, 2002; Fiore,
2011; Basile, 2012; Guerrero y Sepúlveda, 2018). Por
lo tanto, se considera que los paisajes rupestres pueden constituir una vía de
entrada factible y provechosa para el estudio de lógicas sociales vinculadas
con aspectos tales como la apropiación del espacio, la organización
sociopolítica, la materialización de la memoria y las interacciones
interregionales.
En las quebradas
altas del valle Calchaquí medio (cuencas de Molinos y Angastaco, provincia de
Salta), las investigaciones realizadas desde hace dos décadas han permitido
identificar un profuso registro de manifestaciones rupestres que se despliega
en tres tipos de espacios: los pukaras de Tacuil, Gualfín y Peña Alta de Mayuco y su entorno circundante; las vías de circulación
hacia la puna (específicamente, la quebrada de Barrancas); y el área en torno a
la laguna de Brealito. En el caso de los pukaras, poseen un registro compuesto mayoritariamente por
bloques y en menor medida por paredones y afloramientos, dispersos a lo largo
de grandes extensiones (más de 150 hectáreas en su totalidad) y en distintas
condiciones topográficas en cada uno de los tres pukaras.
Se localizan en la cumbre de las mesetas, en sus senderos de acceso, en los
poblados bajos asociados y en las áreas agrícolas circundantes. Estos soportes
presentan una alta frecuencia y diversidad de manifestaciones fundamentalmente
grabadas (Williams y Villegas, 2013; Williams y Castellanos, 2014, 2018;
Williams ,2019; Williams, Villegas y Castellanos 2020). En contraste, en la
quebrada de Barrancas, que conecta con la puna al sur del Cerro Gordo siguiendo
el río Mayuco y un afluente del río Gualfín, se registran gran cantidad de motivos
principalmente pintados, desplegados en aleros de grandes dimensiones: Huayco Huasi e Ichiu. Esta quebrada
resulta particularmente relevante por ser vía de conexión con el área puneña de
Antofagasta de la Sierra, para la cual se han propuesto interacciones con el
valle Calchaquí medio de intensidades y restricciones variables en el tiempo
(Martel, 2014). Finalmente, el arte rupestre en el sector serrano de Brealito se localiza en las inmediaciones de la laguna
homónima y está constituido por aleros y bloques dispersos en los que se han
registrado diversos motivos pintados (Williams, Orsini,
Benozzi y Castellanos, 2014).
El arte rupestre de
las quebradas altas del valle Calchaquí medio no ha sido hasta el momento
abordado de manera sistemática, y se desconocen aspectos básicos para su
análisis tales como: cantidad y ubicación precisa de las manifestaciones,
diversidad de motivos representados y de técnicas empleadas, temporalidad,
características de los soportes, relación con otros rasgos del registro
arqueológico y con su entorno, y diferencias en el arte desplegado en los
distintos espacios y subáreas. En este trabajo, como
primer paso de un proyecto mayor que implica la caracterización sistemática de
los paisajes rupestres en las quebradas altas, se presenta el relevamiento
preliminar del arte rupestre de los pukaras de Tacuil, Gualfín y Peña Alta de Mayuco, realizado a partir de las fotografías disponibles
tomadas en campañas previas. A través de la cuantificación y clasificación de
motivos, su contextualización temporal y la consideración de técnicas de ejecución,
repertorios temáticos, superposiciones y condiciones de emplazamiento, se
presenta una primera serie de características generales del registro rupestre
en estos tres sitios, que permite vincular estos lenguajes visuales con
prácticas y procesos sociales postulados para distintos períodos de la historia
regional y del Noroeste Argentino (NOA).
Las quebradas altas
del valle Calchaquí medio
El área de estudio
comprende las cuencas subsidiarias que se localizan al occidente del sector
medio del valle Calchaquí, una región caracterizada por un sistema fluvial
transversal al valle troncal con cursos de agua permanentes. Entre su
nacimiento en el piso de puna y su desembocadura en el río Calchaquí, los ríos
Molinos y Angastaco y sus afluentes conforman una serie de quebradas y valles
que delinean rutas de tránsito entre distintos ambientes y pisos altitudinales
(Villegas, 2014). Además de la presencia de ríos de caudal considerable todo el
año, otros dos rasgos ambientales contribuyen a que estas quebradas altas,
emplazadas entre los 2600 y 3400 msnm, sean espacios de gran productividad
agrícola: la formación de neblinas orogénicas diarias producto de la
concentración en las laderas occidentales de la mayor parte de las
precipitaciones anuales durante el verano (Lane,
Villegas y Coll, 2022), y los extensos depósitos
aluviales en las depresiones intermontanas que
generan amplias fajas de suelos especialmente fértiles para la agricultura
(Baldini y De Feo, 2000; Villegas, 2006). Estos dos factores (presencia de
tierras altamente propicias para el cultivo, y comunicación natural entre el
fondo de valle troncal y los ámbitos puneños) contribuyeron a que las quebradas
altas jugaran un papel importante en la dinámica poblacional regional desde
comienzos del Período Tardío, y posiblemente el Formativo, hasta momentos
coloniales (Williams, 2015, 2019).
A diferencia de lo
que ocurre en otros sectores del valle Calchaquí inmediatamente al sur y al
norte de las cuencas de Molinos y Angastaco, en esta región los principales
núcleos de asentamiento y productivos del Período Tardío (900-1450 DC) no se
ubican sobre las terrazas del fondo de valle troncal sino hacia el interior de
las quebradas. Hasta el momento se han identificado 25 sitios residenciales,
entre ellos 8 asentamientos tipo pukara (pukara de Tacuil, pukara de Gualfín, pukara de Luracatao, Peña Alta de
Mayuco, Peña Punta, Cerro La Cruz, Pueblo Viejo y El
Alto) que presentan la mayor densidad de estructuras habitacionales en la
región, dimensiones de entre 1 y 5,5 hectáreas y evidencias de realización de
actividades domésticas: abundante material cerámico, fogones, restos
faunísticos y grandes grupos de morteros. Estos sitios, que encuadran en la
definición de pukaras
de Ruiz y Albeck (1997), están emplazados en puntos
estratégicos del paisaje: topografías elevadas (faldeos serranos y mesetas de
hasta 200 m de altura) con dificultad de acceso, amplia visibilidad del
entorno, y presencia de murallas en los sectores de ascenso menos naturalmente
protegidos en al menos cinco casos. Además, si bien se trata de geoformas altamente visibles y contrastantes con el
entorno, en todos los casos las estructuras de estos asentamientos no pueden
visualizarse desde el piso de valle (Williams et al., 2020). Cuatro de los pukaras cuentan
con pequeños conjuntos arquitectónicos dispersos asociados en su base y
caracterizados como semi-conglomerados, destacándose
el caso de Tacuil recintos bajos, donde fueron
identificados un taller de producción metalúrgica y un conjunto de tumbas en cistas (Williams y Castellanos, 2018; Castellanos, Becerra
y Williams, 2020). El patrón de asentamiento, las características
arquitectónicas, los hallazgos artefactuales (en particular la alfarería) y un
conjunto de fechados ubican cronológicamente la ocupación de estos pukaras en la segunda mitad del Período Tardío y comienzos
del Período Inca (Williams, 2015; Williams et
al., 2020).
Por otro lado, estas
quebradas destacan por las enormes extensiones de infraestructura agrícola, en
su mayoría espacialmente asociadas a los pukaras y
agrupadas en diferentes sectores que en conjunto suman más de 500 hectáreas en
los valles de Tacuil-Humanao y Gualfín-Angastaco
y más de 350 hectáreas en el de Luracatao, mostrando
un aprovechamiento al máximo de las tierras fértiles en las cercanías de cursos
de agua permanente (Baldini, Baffi, Quiroga y
Villamayor, 2004; Korstanje, Cuenya
y Williams, 2010; Villegas, 2014). Las extensas áreas de cultivo sobre paleoterrazas y faldeos medios y altos entre los 2550 msnm
y 3000 msnm incluyen canchones, terrazas, andenes y grandes despedres,
además de estructuras para el manejo de agua como acequias y canales. La gran
profusión de infraestructura agrícola en esta región es coherente con los
planteos tanto de una ampliación de los terrenos de cultivo y complejización de los sistemas hidráulicos durante el
Tardío (Tarragó, 2000; Nielsen,
2003) como de una posterior intensificación productiva bajo el dominio incaico
(D’Altroy, Lorandi,
Williams, Calderari, 2000; Williams, Korstanje, Cuenya, Villegas,
2010). Sin embargo, los fechados obtenidos de despedres
en el área de Gualfín indican un rango de uso de la
infraestructura agrícola de varios siglos, remontándose hasta el Formativo dada
la datación de 680-882 DC (Korstanje et al., 2010). Esta temporalidad
sintoniza con otras evidencias que también apuntan a una ocupación continua de
las quebradas altas no restringida al Tardío sino de mayor profundidad
temporal, como la presencia de alfarería adscrita al Formativo (por ejemplo,
estilos Ciénaga y Aguada) en el pukara de Tacuil y en un sector agrícola asociado al pukara de Luracatao (Williams,
2019).
La concentración de pukaras en puntos estratégicos en este sector del valle,
siguiendo un emplazamiento lineal norte-sur en las distintas quebradas, con un
patrón de intervisibilidad, cercanía espacial y
semejanzas arquitectónicas en dos pares de pukaras (pukara de Gualfín y Cerro la
Cruz, y Pueblo Viejo y El Alto), hectáreas sido interpretada como indicadora de
una lógica de utilización del espacio vinculada a la necesidad de controlar o
defender ciertos territorios, con énfasis en la vigilancia de la circulación
entre la puna, las quebradas y el valle troncal (Villegas, 2014). Esta
relevancia estratégica de las cuencas occidentales para las poblaciones locales
no sólo se enmarca en la situación de conflicto endémico en el NOA postulada
para el Período Tardío, sino que ha sido interpretada como parte del
surgimiento de jurisdicciones territoriales en la región, a partir de la
presencia de marcadores territoriales o “geosímbolos”,
como manifestaciones rupestres, caminos, apachetas y los propios pukaras (Williams y Castellanos, 2014, 2018). A nivel de
organización sociopolítica, se ha propuesto la existencia de formaciones
sociales segmentarias con gobierno descentralizado, orientación corporativa del
poder, apropiación comunal de los recursos económicos, identidad colectiva
fundada en la ancestralidad territorial, y autonomía
política respecto de los grandes poblados conglomerados ubicados en el fondo de
valle del río Calchaquí (Paya y Williams, 2023). A diferencia de lo planteado
originalmente desde perspectivas de centro-periferia, las relaciones entre
estos asentamientos de gran tamaño y los más pequeños de las quebradas altas se
entenderían mejor en el marco de prácticas de agregación-desagregación multicomunitaria y/o multiétnica en unidades políticas
mayores. Personas provenientes de distintas comunidades autónomas en distintas subáreas se congregaban periódicamente con el fin de
realizar ceremonias públicas, honrar a los ancestros de mayor nivel en la
jerarquía mítica, dirimir acuerdos políticos, coordinar acciones constructivas
o bélicas conjuntas o establecer calendarios de explotación de las áreas de uso
común.
Por su parte, la
presencia inca en el valle Calchaquí medio se manifiesta en el emplazamiento de
una serie de asentamientos de filiación incaica tanto en el valle troncal como
en las quebradas altas, junto con sectores agrícolas y tramos de red vial, cuya
construcción es atribuida al proceso de expansión estatal a partir del siglo XV
en la región (Williams et al., 2010;
Villegas, 2014; Williams, 2015). El sitio inca de mayor envergadura, que es
también el único localizado en el fondo de valle del río Calchaquí, es el pukara y Tambo de Angastaco, emplazado en un punto
estratégico de circulación norte-sur y este-oeste en la boca de la quebrada
homónima. Sobre este pukara se ha afirmado que
constituye un cambio en la construcción del paisaje local respecto al período
previo: no se asienta sobre una geoforma imponente o
de difícil acceso, pese a lo cual cuenta con una excelente visibilidad del
entorno, y posee una enorme muralla perimetral de 4,5 hectáreas que resulta
notoriamente visible al ir acercándose al sitio. Estas características apuntan
a considerar este asentamiento no sólo como una fortaleza defensiva contra
poblaciones belicosas, sino también como un recordatorio constante y poderoso
de la dominación incaica en la región, así como un espacio donde se
desarrollaban celebraciones en el marco de prácticas de hospitalidad ceremonial
(Williams, Villegas, Gheggi y Chaparro, 2005; Cremonte y Williams, 2007; Villegas, 2014).
Hacia el interior de
las quebradas altas se localizan otros asentamientos de filiación incaica en
asociación con algunos de los ocho tramos de camino inca identificados en el
área, consistiendo en tambos (Tambo Gualfín, La
Hoyada 11, La Hoyada 17 y La Hoyada 21), conjuntos de celdas y recintos
perimetrales compuestos (Compuel, Amaicha
II, Gualfín 1 y Gualfín 2)
y un puesto de mensajeros o chasquiwasi (La Hoyada 4)
(Villegas, 2014; Williams y Villegas, 2017). La vinculación entre estos sitios
y los caminos se ve reforzada por su emplazamiento en puntos estratégicos para
la circulación regional, de la misma manera que el pukara
de Angastaco; por ejemplo, Compuel
en una vega de altura que comunica con la puna salteña y catamarqueña (donde se
ubican varios sitios estatales), o el Tambo Gualfín
en un punto intermedio en la ruta natural que conecta el valle Calchaquí y los
ámbitos puneños siguiendo el cauce del río Gualfín
(Villegas, 2014). Se ha señalado asimismo la segregación del espacio estatal
respecto del de las poblaciones locales, pues los enclaves incaicos han sido
emplazados en lugares no ocupados previamente por asentamientos residenciales,
y no se registran casos de imposición de arquitectura incaica en poblados del
Tardío (a diferencia de lo que ocurre al norte del fondo de valle, como en los
sitios La Paya y Guitián) (Williams et al., 2005; Cremonte
y Williams, 2007; Williams, 2015). En los asentamientos de las quebradas altas,
algunos de los cuales presentan fechados que caen dentro del período para el
cual se sostiene la presencia incaica en el NOA, la evidencia directa de la
presencia estatal se limita a escasos fragmentos cerámicos de filiación inca en
algunos de los pukaras (Villegas, 2014).
Esta lógica de
segregación espacial de lo inca y lo local, sin embargo, no abarca todas las
modalidades arquitectónicas desplegadas por el Tawantinsuyu
en la región. En primer lugar, la extensa red vial, que obró como un marcador
ineludible y simbólicamente poderoso de la nueva configuración sociopolítica
del paisaje, fue construida siguiendo las vías naturales de comunicación sobre
las cuales estaban emplazados los asentamientos del Tardío, en muchos casos
modificando tramos de caminos construidos y utilizados desde momentos previos
(Williams y Villegas, 2017; Williams y Castellanos, 2020). En segundo lugar,
algunos de los sectores con infraestructura agrícola registrados en las quebradas
altas presentan características que permiten vincularlos más directamente con
la presencia incaica. En el área de Corralito hay evidencia de un grado de
estandarización y regularidad en sus técnicas constructivas, un fechado de
1436-1634 DC y una gran extensión (75,8 ha), mientras que en el área de
Potrerillos se da gran inversión en el acondicionamiento de los terrenos de
cultivo y el aprovechamiento al máximo de las laderas cultivables (Villegas,
2014). Estos casos han llevado a sugerir que la administración estatal en las
quebradas altas, si bien no se expresó en la instalación de arquitectura
intrusiva en los poblados residenciales preexistentes, tal vez mediante
prácticas de negociación y diplomacia (Castellanos, 2017), sí se focalizó en
las grandes extensiones de campos de cultivo preexistentes, apropiándoselas y
ampliando la infraestructura agrícola como parte de sus estrategias de
intensificación y maximización de la producción que constituyeron uno de los
principales motivadores para la anexión del NOA (Williams et al., 2005, 2010).
El arte
rupestre en los pukaras
Como fue señalado, se han registrado manifestaciones
rupestres en tres de los asentamientos tipo pukara de
las quebradas altas del valle Calchaquí medio: pukara
de Tacuil, pukara de Gualfín y Peña Alta de Mayuco
(Figura 1). A partir del análisis de los registros de campo (libretas,
fotografías, calcos) producidos en el marco del Proyecto Arqueológico Calchaquí
Medio a lo largo de diferentes campañas en el área, en primer lugar, se apuntó
a identificar la cantidad y variabilidad de manifestaciones rupestres
existentes en estos tres sitios.
Al respecto, las imágenes
emplazadas sobre soportes rocosos se distribuyen de manera diferencial en
cuatro grandes clases de emplazamientos: la cumbre de los afloramientos (donde
se ubican los asentamientos tipo pukara), su ladera,
base y sectores aledaños (donde, en los casos de Tacuil
y Gualfín, se encuentran los “recintos bajos”
asociados), y las extensiones de áreas agrícolas circundantes (en los casos de Gualfín y Mayuco). Esta revisión
permitió identificar un total de 80 soportes que presentan manifestaciones
rupestres, consistentes en 76 bloques y 4 paneles (Tabla 1) distribuidos en un
área total de más de 150 hectáreas. La distinción entre ambos tipos de soporte
fue efectuada a fin de ordenar lo más sistemáticamente posible el registro de
rocas con manifestaciones identificado a partir de las fotografías,
estableciéndose como criterio de separación de un panel respecto de un bloque la
cualidad de verticalidad pronunciada del espacio plástico utilizado para el
emplazamiento de las imágenes, a modo de “pared”. La mayor cantidad de soportes
(58 de 80) se localiza en el pukara de Tacuil: 47 bloques al pie del afloramiento, 9 en su cima y
2 paneles en sus laderas. Le sigue en cantidad el pukara
de Gualfín (16 de 80), con 8 bloques en su cima, 1 en
su base y 5 entre los campos agrícolas, además de 2 grandes paneles en este
último sector. Finalmente, en Peña Alta de Mayuco (6
de 80) se reconocieron 5 bloques en sus campos agrícolas y 1 en la cima del
afloramiento.
Figura 1. Mapa
general del área de estudio con sitios mencionados en el trabajo.
Fuente: elaboración propia
Por otro
lado, un total de 278 motivos
fueron registrados, incluyendo tanto diseños compartidos por bloques y paneles
como exclusivos de cierto tipo de soportes, mostrando una gran variabilidad
temática y de aprovechamiento de las características microtopográficas
de las rocas. 188 de los motivos se distribuyen en bloques, mientras que los
restantes 85 se despliegan sobre paneles. Las manifestaciones fueron realizadas
fundamentalmente mediante grabado, habiéndose identificado tan sólo dos casos
de motivos pintados en un único panel de Gualfín
mediante el uso del programa D-Stretch (Harman,
2008). Dentro de los grabados fue posible identificar una variedad de técnicas
de ejecución incluyendo el raspado-abrasión, el picado-piqueteado, el perforado
y la incisión. En cuanto a la conservación de las imágenes, si bien no fue un
foco de análisis central en este primer abordaje del arte rupestre,
preliminarmente pueden reconocerse diferentes factores de alteración, como la
acción del viento, la sedimentación (en el caso de los bloques de menor altura)
y el crecimiento de plantas y líquenes, pero en general se trata de
manifestaciones bien conservadas en los distintos soportes. La única excepción
la constituye el caso de algunos paneles, en los cuales la ignimbrita
que conforma los paredones posee una mayor friabilidad que la de los bloques y
se ha ido desgranando con el tiempo, afectando la perdurabilidad de las
imágenes.
Tabla 1.
Cuantificación de soportes y motivos identificados por sectores de cada sitio
PUKARA |
SECTOR |
Bloques |
Paneles |
||
N soportes |
N motivos |
N soportes |
N motivos |
||
TACUIL |
CIMA |
9 |
16 |
0 |
0 |
PIE |
47 |
134 |
2 |
9 |
|
GUALFIN |
CIMA |
8 |
9 |
0 |
0 |
PIE |
1 |
1 |
0 |
0 |
|
CAMPOS |
5 |
10 |
2 |
76 |
|
PEÑA ALTA DE MAYUCO |
CIMA |
1 |
2 |
0 |
0 |
CAMPOS |
5 |
21 |
0 |
0 |
|
TOTAL |
|
76 |
193 |
4 |
85 |
Fuente: elaboración propia
Dentro de los 76 bloques con grabados registrados, un
primer aspecto que destaca en cuanto a la diversidad y distribución de motivos
es la gran cantidad (64) de bloques de gran tamaño que presentan patrones
recurrentes de líneas serpenteantes y horadaciones circulares u ovoidales (Figura 2), los cuales en su conjunto se
corresponden con los diseños de “maquetas” identificados en otras regiones del
NOA (Antofagasta de la Sierra en Catamarca, cuenca de Barrancas en Jujuy) y en
áreas del norte de Chile, el sur de Bolivia y el sur de Perú (Briones, Clarkson, Díaz y Mondaca, 1999;
Gallardo, Sinclaire y Silva, 1999; Valenzuela,
Santoro y Romero, 2004; Cruz, 2005; Meddens, 2006; Aschero, Martel y López Campeny,
2009; Troncoso, Salazar, Parcero-Oubiña, Hayashida, Fábrega-Álvarez y Larach,
2019; Yacobaccio, 2020). Al igual que en aquellas
regiones, en los pukaras de las quebradas altas del
valle Calchaquí medio estas manifestaciones presentan una gran variabilidad
formal y técnica en términos de los motivos que componen las maquetas, con lo
cual para proceder a su cuantificación se debió elaborar una clasificación
preliminar de diseños cuyas características de composición permitieran
agruparlos bajo un mismo repertorio de maquetas, empleando este concepto en
sentido amplio (Paya y Villegas, 2023).
Se
definieron 9 tipos de motivos implicados en la producción de las maquetas: 1)
horadaciones ovoidales (M1); 2) horadaciones
circulares (M2); 3) horadaciones profundas (M3); 4) líneas (M4); 5) líneas
unidas a horadaciones (M5); 6) líneas paralelas agrupadas (M6); 7) líneas
serpenteantes de curva cerrada (M7); 8) hondonadas (surcos/campos profundos)
(M8); 9) aristas modificadas (M9). Su cuantificación y distribución en los
sectores de cada uno de los pukaras, sumando un total
de 104 motivos individualizados, se especifica en la Tabla 2, mientras que
pueden verse ejemplos de cada uno de estos tipos en la Figura 2.
Tabla 2.
Distribución de tipos de motivos de maquetas por sectores de cada sitio
PUKARA |
SECTOR |
N bloques total |
N bloques con maquetas |
M1 |
M2 |
M3 |
M4 |
M5 |
M6 |
M7 |
M8 |
M9 |
N total motivos maquetas |
TACUIL |
CIMA |
9 |
9 |
1 |
1 |
4 |
4 |
1 |
1 |
2 |
0 |
1 |
15 |
PIE |
47 |
37 |
1 |
26 |
0 |
9 |
0 |
8 |
2 |
6 |
3 |
59 |
|
GUALFIN |
CIMA |
8 |
6 |
0 |
0 |
0 |
6 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
6 |
PIE |
1 |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
|
CAMPOS |
5 |
5 |
0 |
3 |
0 |
4 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
9 |
|
PEÑA
ALTA DE MAYUCO |
CIMA |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
2 |
CAMPOS |
5 |
5 |
1 |
2 |
0 |
4 |
1 |
0 |
2 |
1 |
1 |
12 |
|
TOTAL |
|
76 |
64 |
4 |
32 |
4 |
28 |
4 |
9 |
6 |
8 |
5 |
104 |
Fuente: elaboración propia
Se
observa que estos motivos se distribuyen diferencialmente, conformando maquetas
en determinados sitios y/o en ciertos emplazamientos (cima, base, áreas
agrícolas) pero no en todos. Por ejemplo, las horadaciones circulares, también
conocidas como cochas, “cupulitas”,
“tacitas” o cup-marks
(Christie, 2015), se concentran mayormente al pie del pukara
de Tacuil (26:32), con sólo 1 manifestación de esa
clase en la cumbre, 3 en los campos agrícolas de Gualfín
y 2 en los de Mayuco. En contraposición, las líneas,
de variable longitud, generalmente curvilíneas y conformando conexiones y
bifurcaciones, se distribuyen de manera más uniforme, con al menos una
manifestación en cada uno de los sectores definidos salvo al pie del pukara de Gualfín, llegando a las
máximas concentraciones en la cima del pukara de Gualfín (6) y la base del pukara
de Tacuil (9). Asimismo, se evidencia que el pukara de Tacuil (considerando
todos sus sectores), así como concentra la mayor cantidad de soportes, es
también el que presenta el mayor número de motivos configurando maquetas tanto
en términos de cantidad (74:104) como de diversidad de tipos (9:9).
Figura 2.
Variabilidad de tipos de motivos que configuran maquetas. a) M2, M5 y M6. b):
M1. c) M4 y M8. d) M2. e) M4. f) M4. g) M3 y M6. h) M3 y M7. i) M9.
Fuente: elaboración propia
En las otras regiones andinas antes mencionadas en que se
han registrado manifestaciones rupestres caracterizadas como maquetas o
vinculadas morfológicamente con ellas, pese a la gran variabilidad formal y
técnica hay una serie de elementos que se destacan como características
compartidas: la cercanía espacial de los bloques con áreas agrícolas y con
cursos de agua; la capacidad para la acumulación y circulación de agua en las
acanaladuras y receptáculos de la roca; la alta inversión de trabajo en el despliegue
de los motivos; y una concepción más escultórica o tridimensional que la de
otras expresiones rupestres (Paya y Villegas, 2023). A partir de estos rasgos,
y sobre la base de analogías etnográficas con comunidades andinas actuales en
el desierto de Tarapacá (Briones et al.,
1999), es que surge la categoría de “maquetas” como representaciones
esquematizadas a pequeña escala del paisaje agrícola prehispánico: los campos
de cultivo, las acequias y los cursos de agua. Otras modalidades de
intervención rupestre como el facetado de las aristas de los bloques formando
una silueta semejante al contorno de los cerros y montañas, que en casos como
los de los sitios aquí analizados acompañan el patrón de líneas y horadaciones
de las maquetas, responderían a la misma lógica de replicación en miniatura de
elementos altamente valorados del entorno andino (Cruz, 2005; Troncoso et al., 2019). La interpretación más
extendida de estas manifestaciones es su
cualidad de marcadores espaciales vinculados a distintas prácticas
interrelacionadas: la delimitación de áreas con diferentes derechos de uso o
adscripciones territoriales; la realización de ceremonias propiciatorias
vinculadas con el manejo del agua, la fertilidad de los cultivos, la sacralidad
de los lugares de altura y los fenómenos astronómicos; y la administración de
los ciclos agrícolas mediante herramientas calendáricas (Gallardo et al., 1999; Meddens,
2006; Aschero et
al., 2009).
A nivel
cronológico, las maquetas han sido habitualmente vinculadas con las diversas estrategias
de marcación simbólica del paisaje desplegadas por los incas en su proceso de
expansión territorial a partir del siglo XIV, en particular cuando se trata de
diseños cuya complejidad y estandarización evidencian una formalidad técnica y
temática que es común a otras producciones visuales del Tawantinsuyu
(Christie, 2015; Troncoso et al.,
2019; Yacobaccio, 2020). Maquetas como la de la
cuenca de Barrancas en la puna jujeña o las del desierto de Atacama en el norte
de Chile se han relacionado con la existencia de grandes complejos de bloques
grabados representando plataformas, escaleras, canales y fuentes en sitios del heartland incaico
en los Andes Centrales. Sin embargo, algunos autores afirman que las variantes
más “simples” de horadaciones y líneas corresponden a un patrón previo de
origen local ampliamente extendido en el área andina, que se remontaría incluso
hasta el Formativo en el NOA (Valenzuela et
al., 2004; Aschero et al., 2009). Posteriormente esta modalidad rupestre y sus
cualidades performáticas asociadas habrían sido
apropiadas y resignificadas por los incas como mecanismo de materialización de
su dominio sobre el paisaje de las poblaciones locales, resemantizando
esta ritualidad bajo un nuevo orden social y cosmológico. En los tres pukaras analizados en este trabajo, tentativamente es
posible adscribir algunas de las maquetas a las categorías clasificatorias
definidas por otros autores para diferentes momentos cronológicos: sistemas de
riego (Período Formativo), chacras y combinadas (Período Tardío) (Aschero et al.,
2009); variante simple (Período Tardío) y variante compuesta (Período Inca) del
patrón abstracto de horadaciones y líneas (Valenzuela et al., 2004); campos circulares y cuadrangulares y canalizaciones
(Período Inca) (Troncoso et al.,
2019); canales y canalizaciones y cup-marks (Período Inca) (Christie, 2015).
Por otro lado, además de las manifestaciones vinculadas
con las maquetas, en estos pukaras se identificaron
otros 174 motivos que fueron diferenciados de los anteriores por su uso del
espacio plástico en la superficie de la roca que no produce un esculpido y un
moldeamiento tridimensional tan marcado, como señalan Troncoso et al. (2019) respecto del contraste
entre maquetas y petroglifos en el desierto de Atacama. La decisión de realizar esta
segmentación obedeció a razones de ordenamiento operativo como parte de este
relevamiento preliminar del registro rupestre en base a las fotografías
existentes. Un criterio demarcador empleado fue justamente este aprovechamiento
tridimensional del soporte, que permite emparentar determinados motivos con las
maquetas identificadas en otras regiones (ver página 11). Por lo tanto, varias
de las manifestaciones que fueron clasificadas como parte de las maquetas, por
ejemplo, las líneas de surco angosto o las horadaciones circulares, también
podrían considerarse como motivos independientes en caso de hallarse en otro
tipo de emplazamientos, por ejemplo, sobre paneles verticales.
Al igual
que con las maquetas, también con estos otros motivos se evidencia una
distribución diferencial, tanto en términos de su despliegue en paneles
(85:174) o en bloques (89:174), como según la manera en la que se distribuyen
en los distintos sitios y sectores (Tabla 1). En primer lugar, en cantidad de
motivos (83:174) se ubica la base del pukara de Tacuil, con manifestaciones grabadas en bloques dispersos y
en paneles sobre la ladera del afloramiento. También se evidencia una
concentración de motivos (77:174) en los campos agrícolas de Gualfín, dada la existencia de dos paneles de gran tamaño
con una profusión de manifestaciones (ver página 14). Estos paneles son los
únicos soportes de los sitios estudiados en los que se han identificado motivos
pintados, contabilizando 2 en total. Los restantes 14 motivos que no configuran
diseños de maquetas se localizan: 2 en bloques en la cima del pukara de Gualfín, 11 en bloques
en la base de Peña Alta de Mayuco y 1 en la cumbre
del pukara de Tacuil. Sobre
este total de 174 motivos fue posible realizar una segmentación preliminar en
diseños no figurativos (114) y figurativos (60). Entre los primeros, que en su
mayoría se despliegan sobre los paneles de los campos agrícolas de Gualfín, se encuentran distintas variedades de figuras y
composiciones geométricas: círculos, óvalos, rectángulos, grillados y líneas
rectas y sinuosas. En cuanto a los figurativos, se observa un repertorio en el
que a nivel general destacan motivos y temas como los escutiformes, los
agrupamientos de figuras humanas con distintos objetos y vestimentas, las
hachas, tumis,
unkus y
tocados, y las huellas y alineaciones de camélidos con o sin asociación con
figuras humanas (Figura 3).
Figura 3. Variabilidad de motivos figurativos en bloques (c, d, e,
g) y en paneles (a, b, f) en los sitios analizados. a): escutiformes/ancoriformes. b) escutiformes y cruciforme. c) ornitomorfo. d) penachos/tocados. e) alineaciones de
huellas de camélido. f) antropomorfo con arco y flecha y antropomorfo con
camélidos alineados. g) huellas de camélido.
Fuente: elaboración propia
Todos
estos motivos presentan amplia dispersión en distintas regiones de los Andes
Centro-Sur, incluyendo el NOA, a partir de 900-1000 DC, con una estandarización
marcada en sus patrones de diseño. En su conjunto, se los ha interpretado como
parte de un discurso visual vinculado con las transformaciones sociales del
Período Tardío: la consolidación de estructuras políticas supracomunitarias, el
aumento del tráfico interregional y la institucionalización de roles de
autoridad (Aschero, 2000; Nielsen,
2007; Podestá, Rolandi, Santoni,
Re, Falchi, Torres y Romero, 2013). Esta adscripción
cronológica es coherente con el planteo de las quebradas altas del valle
Calchaquí medio como espacios de alta relevancia regional para las poblaciones
locales del Tardío y posteriormente para los incas al anexar estos territorios
al Tawantinsuyu (Villegas, 2014; Williams, 2019). Sin
embargo, en menor proporción también se identificaron motivos diagnósticos que
han sido atribuidos a momentos más tempranos: antropomorfos con patrones
asignables al Formativo y máscaras felínicas
semejantes a las de la iconografía Aguada (Aschero,
2000). Estas manifestaciones tempranas (Figura 4) se localizan exclusivamente
en dos emplazamientos puntuales: dos bloques en la base del pukara
de Tacuil en su sector sur, y los dos grandes paneles
en el área con infraestructura agrícola de Gualfín.
Su presencia en estos pukaras se articula con las
evidencias antes mencionadas de otras materialidades (cerámica, arquitectura
hidráulica y fechados) que sostienen una ocupación de las cuencas occidentales
más prolongada en el tiempo, que se remontaría hasta mediados del primer
milenio DC (Korstanje et al., 2010; Williams, 2019).
Figura 4. Bloques con motivos de cronología temprana al pie del pukara de Tacuil.
a) máscara felínica vinculada con la
iconografía Aguada. b) antropomorfo en cartucho
adscrito al Formativo.
Fuente: elaboración propia
Como fue
señalado anteriormente, la distinción de un panel respecto de un bloque en
términos operativos estuvo fundada en la verticalidad pronunciada del soporte
sobre el que se emplazaron las imágenes, configurando una pared rocosa.
Siguiendo este criterio fueron reconocidos cuatro paneles en el área de
estudio: los dos de menor tamaño se ubican en la ladera de ascenso hacia la
cumbre del pukara de Tacuil,
y los dos de mayor tamaño en grandes afloramientos junto a dos sectores con
infraestructura agrícola en el área de Gualfín
(Figura 5). A pesar de la menor frecuencia de paneles que de bloques en los
sitios analizados, presentan una mayor variedad de manifestaciones y una mayor
especificidad en el repertorio de motivos y en los modos de ejecución de cada uno.
En el caso de los paneles de Tacuil, el primero de
ellos mide aproximadamente 0,8 x 0,6 m y se emplaza a unos 2.5 m sobre el nivel
de observación en una porción relativamente plana y vertical de la pared del
afloramiento sobre el que se ubica el pukara. Pese a
su mal estado de conservación por la friabilidad de la roca, como fue señalado
anteriormente, se alcanzan a reconocer dos motivos antropomorfos levemente
similares a los patrones G3 y H1 definidos por Aschero
(2000) para las áreas de Antofagasta de la Sierra y Azul Pampa. El segundo
panel de Tacuil (Figura 5b), también emplazado sobre
paredes verticales en la ladera de ascenso al pukara,
consta de dos unidades topográficas (UTs) de
aproximadamente 1,40 m x 1 m y de 0,6 m x 0,8 m sobre las que se despliegan un
conjunto de siete ancoriformes o escutiformes semejantes al patrón H5 de Aschero (2000).
Por su
parte, los paneles de Gualfín presentan no sólo la
mayor cantidad de motivos identificados en este tipo de soporte (62:95 y 24:95
respectivamente) sino también características muy diferentes entre sí en cuanto
a los patrones de manifestaciones reconocidos. El primero de ellos, denominado
“panel de los suris” (Figura 5a), se localiza en un afloramiento de gran tamaño
(3 m x 1,5 m de espacio plástico utilizado) en una ladera del área de Quebrada
Grande inmediatamente por encima de estructuras de cultivo y directamente
enfrente del pukara de Gualfín.
Presenta un palimpsesto de grabados producto de al menos tres momentos
diferentes de ejecución, con numerosos casos de superposiciones. De acuerdo con
la clasificación de Aschero (2006), se reconocieron
motivos lineales curvilíneos y rectilíneos, rectangulares, meándricos,
elipsoidales, cruciformes, ornitomorfos (suri) y
diversos patrones de antropomorfos. Entre estos últimos se incluyen dos y
posiblemente tres escutiformes (patrón P1 de Aschero,
2006), además de un motivo humano más rectangular y rectilíneo semejante a los
identificados en sitios del valle del Cajón y del sur del valle Calchaquí y
vinculadas con el Formativo (De Hoyos y Lanza, 2000; patrón F7 de Ledesma,
2015).
Figura 5. Paneles
en los sitios analizados. a) panel de los suris (Gualfín).
b) panel de los escutiformes (Tacuil). c) panel
fuertecito, UT oeste. d) panel fuertecito, UT este superior.
Fuente: elaboración propia
El
segundo panel registrado en Gualfín, denominado
“panel fuertecito” (Figura 5c y 5d), se localiza en un afloramiento de grandes
dimensiones (2,8 m x 2,2 m máximos) en un cerro en el área de Potrerillos por
encima de un sector con infraestructura agrícola y asociado a un camino que
conduce al pukara de Gualfín.
Consta de tres unidades topográficas de aproximadamente 1,10 m x 0,8 m (UT
oeste), 0,5 m x 0,7 m (UT este superior) y 0,25 x 0,30 m (UT este inferior),
con manifestaciones grabadas bajo una misma modalidad estilística que no fue
identificada para ninguno de los otros grabados en el área de estudio. Se
destaca la presencia de antropomorfos con tocados radiales y cuerpos lineales o
rectangulares, estos últimos en algunos casos vacíos y en otros con distintos
rellenos de líneas verticales u horizontales. Los tocados radiales que portan
las figuras humanas son semejantes a los motivos de penachos u ornamentos
cefálicos radiales reconocidos en un bloque en la base del pukara
de Tacuil (Figura 3d). En las unidades topográficas
oeste y este superior, los antropomorfos se agrupan conformando escenas. En el
primer caso, una figura humana portando un arco y flecha parece liderar una
sucesión de dos camélidos atados que son a su vez pastados o cuidados por un
antropomorfo de menor tamaño; a esta escena en tiempos recientes se le ha
sobreimpuesto una figura que asemeja un vehículo moderno, tal vez un camión o
un carro no motorizado. En el segundo caso, una línea recta con distintos
ángulos y salientes cuadrangulares parece obrar de perímetro que delimita un
espacio o estructura arquitectónica, dentro de la cual se ubican dos
antropomorfos, un grillado rectangular y una serie de líneas que confluyen en
un centro, mientras que por fuera se ubican otra figura humana y otro grillado.
Estas grillas rectangulares son similares a la que se halla superpuesta sobre
las manifestaciones previas en el “panel de los suris”, mientras que para el
diseño rectilíneo inferido como una estructura arquitectónica se ha afirmado su
semejanza con la planta de la muralla del pukara de Angastaco (Villegas, 2014), asentamiento inca ubicado a 29
km de este sitio. Asimismo, en este panel se identificaron dos casos de
superposiciones sobre motivos pintados, los únicos reconocidos en el área de
estudio. En la UT oeste, un antropomorfo de cuerpo lineal y tocado radial que
no forma parte de la escena con los camélidos fue grabado por sobre una figura
humana pintada en amarillo, con cuerpo rectangular y extremidades cortas,
similar al mencionado antropomorfo del “panel de los suris”. En la UT este
superior, por su parte, la escena de la estructura arquitectónica ha sido
impuesta sobre una línea pintada en rojo y un posible antropomorfo amarillo
(Figura 6).
Discusión
Empleando como corpus empírico el conjunto de fotografías
tomadas en campañas previas, este relevamiento preliminar del arte rupestre en
los pukaras de Tacuil, Gualfín y Mayuco permitió el
reconocimiento de una serie de características generales que constituyen el
primer paso en una caracterización sistemática de los paisajes rupestres en las
quebradas altas del valle Calchaquí medio. Ante todo, como rasgo distintivo se
destaca la alta frecuencia de soportes que presentan intervenciones rupestres,
en su gran mayoría grabadas, que se distribuyen de manera diferencial entre los
tres sitios. El pukara de Tacuil
en sus diferentes sectores concentra el 73% de las rocas con manifestaciones
identificadas. Esta gran inversión en la producción de arte rupestre puede entenderse
en el marco del papel preponderante que los elementos rocosos adquieren en el
proceso de significación del entorno natural andino, con los bloques grabados
como formas de expresión que, en conjunto con los cerros y los pukaras, constituyen un “discurso lítico” en la cosmovisión
de las poblaciones (van de Guchte, 1984, 539).
Apelando a la fijeza y perdurabilidad de la roca y a la condición primariamente
visual del arte desplegado en ella, es posible afirmar que en estos pukaras hubo una intención explícita de disponer estas
intervenciones rupestres como elemento constitutivo fundamental en la
construcción del paisaje, buscando generar determinadas respuestas sensoriales
y perceptivas en las personas que lo experimentaban (Fiore,
2011; Podestá et al., 2013). Esto se
relaciona con la segunda característica distintiva de las manifestaciones
rupestres en estos sitios: su emplazamiento que, a nivel general, puede
calificarse más como “público” que como “privado”, debido a que se trata de
soportes ubicados en espacios de tránsito y de actividad cotidiana de las
poblaciones locales, como los alrededores de los recintos habitacionales, los
senderos de acceso a los pukaras y las áreas con
infraestructura agrícola. En este sentido, los discursos desplegados mediante
estas imágenes en las rocas estuvieron plenamente embebidos en la cotidianeidad
de la vida social en estos asentamientos, con un potencial activo de ser
experimentados de manera no restringida por un gran número de personas y de
participar de diferentes dinámicas comunitarias.
Esta última afirmación, sin embargo, requiere
complejizarse al considerar cómo se distribuyen los distintos tipos de
manifestaciones en los diferentes sectores de los pukaras.
Como se observa en la Tabla 2 para el caso de las maquetas, no todos los
motivos reconocidos se dan en la misma clase de ubicaciones, e indudablemente
la distinción entre, por ejemplo, aquellos diseños desplegados sobre bloques en
la cumbre de los pukaras y aquellos grabados en
bloques en las áreas agrícolas o en los recintos bajos obedeció a una
consideración intencional respecto a los contextos prácticos en que estos
lenguajes visuales fueron elaborados, utilizados y significados (Basile, 2012). Lo mismo ocurre con las manifestaciones no
vinculadas con la producción de maquetas, las cuales prácticamente no se
registran en la cima de los pukaras, siendo en su
lugar más abundantes en los sectores de base y de campos de cultivo y
especialmente en los soportes de tipo panel (Tabla 1). Si bien serán necesarias
nuevas investigaciones para conocer en mayor detalle y de manera sistemática la
distribución del arte rupestre en los distintos sitios, de manera preliminar es
posible afirmar que la variabilidad evidenciada en la relación entre tipos de
motivos y emplazamientos obedeció a los diferentes ámbitos de la praxis y
significación colectivas involucrados en cada uno de estos espacios.
En
relación con esta consideración de la diversidad del repertorio temático de
manifestaciones en función de su localización, otra característica general muy
notoria del arte rupestre identificado en estos asentamientos es la alta
frecuencia del patrón de líneas y horadaciones que puede englobarse bajo la
categoría de maquetas, y que ya sea en su sentido estricto o de manera más amplia
(Troncoso et al., 2019; Paya y
Villegas, 2023) está presente en bloques de los tres sitios y en todos sus
sectores. Al igual que en las otras regiones andinas en que se han registrado,
aquí las maquetas comparten los atributos de concepción escultórica o
tridimensional, alta inversión laboral en su ejecución, capacidad para la
acumulación y circulación de líquidos, y cercanía espacial con áreas agrícolas
y cursos de agua. Su presencia en asentamientos con ocupaciones del Período
Tardío permite vincularlas con el contexto de surgimiento jurisdicciones
territoriales en la región, como parte de las transformaciones del orden social
en todo el NOA durante ese período (Tarragó, 2000; Nielsen, 2003; Williams y Castellanos, 2018). En un
escenario macrorregional signado por dinámicas de
agregación-desagregación y de conflicto entre comunidades políticamente
autónomas pero confederadas bajo una estructura socioespacial
segmentaria, las maquetas podrían haber funcionado como marcadores espaciales
que ordenaban la territorialidad mediante el establecimiento de fronteras y la
asignación de áreas con diferentes derechos de uso o atribuciones de
pertenencia. Si se las concibe como ámbitos de congregación colectiva, lo cual
es coherente con su emplazamiento fácilmente accesible en relación con los
sectores habitacionales, productivos y de tránsito, es posible ver las maquetas
como análogos a los espacios públicos (“plazas”) que proliferan en muchos
asentamientos del NOA durante el Tardío, a una escala espacial más reducida y
distribuida internamente en los asentamientos.
Pero asimismo, y de
manera no excluyente con esta interpretación, diversos autores han señalado que
la capacidad de circulación y acumulación de líquidos en sus surcos, así como
la semejanza formal de los motivos con estructuras de cultivo y cursos de agua,
se vincularían con la realización de ceremonias propiciatorias para la
fertilidad de la producción agrícola y la multiplicación de los animales, un
aspecto crucial para la reproducción social de las comunidades (Gallardo et al., 1999; Valenzuela et al., 2004; Aschero
et al., 2009; Troncoso et al., 2019, entre otros). En estos
rituales petitorios, la replicación en miniatura del paisaje agrario e hídrico
en la roca, bajo un lenguaje visual socialmente legitimado, obraba como una
apropiación simbólica de las fuerzas productivas de la naturaleza por parte de
la comunidad, transmitiendo al soporte las características propias de las
dinámicas de cosechas, cerros, ríos o lluvias que se buscaba propiciar y solicitar,
y por lo tanto posicionando bajo control humano los poderes sacralizados de los
que dependía la subsistencia del cuerpo social. Esta cualidad performática de las maquetas es uno de sus principios
fundamentales como tipo particular de manifestación rupestre, y si bien puede
afirmarse que toda expresión visual sobre soporte rocoso proscribió o fomentó
determinadas lógicas de acción y percepción (Quesada y Gheco,
2011; Troncoso, 2008), el caso de las maquetas lleva a pensar en una performatividad marcadamente pautada e institucionalizada,
con oficiantes de cierta relevancia en la estructura social que dirigían las
prácticas petitorias en estos espacios rituales, derramando agua o alguna otra
sustancia líquida (tal vez chicha) por los canales y receptáculos de la roca.
Esta es una hipótesis que podría ser puesta a prueba a futuro mediante estudios
específicos; por ejemplo, realizando experimentación con líquidos sobre los
surcos o analizando residuos orgánicos acumulados en las cavidades.
En los sitios analizados
en este trabajo, los motivos que parecen representar esquemáticamente elementos
del paisaje agrario e hídrico, como las líneas serpenteantes, las horadaciones
profundas o los conjuntos de surcos paralelos constituyen patrones recurrentes
en los bloques de los diferentes sectores, pero resulta especialmente sugestiva
su presencia en las áreas de campos agrícolas de Mayuco
y en particular en la cumbre del pukara de Tacuil. En este último caso, su ubicación hacia el borde de
la meseta, desde donde se tiene una amplia visibilidad de los sectores con
infraestructura de cultivo sobre los ríos Blanco y La
Hoyada, nuevamente lleva a pensar en una intencionalidad explícita en el
emplazamiento de estas maquetas, estableciendo una vinculación directa entre
las manifestaciones rupestres y los elementos del entorno natural y construido
en la constitución de los paisajes sociales. De la misma manera, los grandes
bloques con intervenciones escalonadas en las aristas que se localizan en el
área agrícola de Mayuco y al pie del pukara de Tacuil estarían
relacionados con la sacralidad de los cerros y montañas para la cosmovisión
andina (Cruz, 2005), expresando al igual que las maquetas agrícolas una
intención de posicionar estas entidades poderosas bajo la órbita humana, en medio
del ámbito cotidiano de la vida social. Asimismo, otra variante de
intervención rupestre englobada bajo la categoría de maquetas en sentido amplio
son las grandes rocas planas con múltiples horadaciones circulares u ovoidales (cochas),
como las que se registran en la base de los pukaras
de Gualfín y Tacuil y en la
cumbre de este último. En este caso puede pensarse también en un carácter
marcadamente performático, pero a diferencia de las
maquetas, no se trataría de prácticas desplegadas en interacción con estas
manifestaciones una vez grabadas en la roca, sino durante el propio proceso de
ejecución. En línea con el planteo de Meddens (2006),
estas intervenciones se consideran como dispositivos calendáricos mediante los
cuales, en sucesivas adiciones de nuevas horadaciones sobre la roca, se iba
marcando el paso del tiempo en función de la administración de los ciclos
agrícolas, por ejemplo, registrando las subidas o bajadas de los ríos o los
períodos de siembra y cosecha. Estas manifestaciones
vinculadas con la producción agrícola cobran sentido como parte del proceso de
intensificación productiva que se desarrolló en el Tardío en todo el NOA (Tarragó, 2000; Nielsen, 2003;
Williams, 2019).
Finalmente, una
última característica general del registro rupestre en los sitios analizados se
relaciona con su adscripción cronológica. Al respecto y, si bien esto necesita
ser calibrado con la continuidad de los trabajos en el área, las
manifestaciones diagnósticas identificadas se corresponden en su mayoría con los
patrones y cánones definidos para los Períodos Tardío e Inca, lo cual es
coherente con las principales evidencias de ocupación en los tres
asentamientos. En primer lugar, como fue señalado las
maquetas son habitualmente vinculadas con dinámicas sociales incaicas y en
menor medida de las poblaciones locales del Tardío. En segundo lugar,
dentro de los motivos figurativos, se encuentran los
escutiformes, los agrupamientos de figuras humanas con distintos objetos y
vestimentas, las hachas, tumis,
unkus y
tocados, y las huellas y alineaciones de camélidos, todos ellos diagnósticos de
los lenguajes visuales que circularon en el NOA entre los siglos X y XVI. En
diversos sitios de regiones valliserranas y puneñas
vecinas en las provincias de Salta y de Catamarca se han reconocido
manifestaciones rupestres cronológicamente adscritas al Tardío-Inca semejantes
a las registradas en los sitios del área de estudio: cuenca de Ratones,
quebrada del Toro, Cachi-Payogasta, Cafayate, quebrada de Las Conchas, Guachipas y Antofagasta de la Sierra (Aschero,
2000, 2006; de Hoyos, 2021; Lanza, 2010; Ledesma, 2015; López, Seguí y Solá,
2021; Podestá et al., 2013; entre
otros).
Resulta
especialmente distintivo el caso de los “escutiformes”, también definidos como
hombres-hacha (Montt y Pimentel 2009), de los cuales se ha afirmado su cualidad
de imágenes de alto contenido simbólico, estéticamente resonantes, con una
extensa dispersión geográfica y que aparecen plasmados en diversidad de
soportes, que se constituyeron en metáforas visuales de las nuevas jerarquías
de poder político de este período, a la vez que en emblemas identitarios
y de demarcación territorial (Aschero, 2000; Nielsen, 2007; Podestá et
al., 2013). En el área de estudio fueron identificados diez escutiformes-ancoriformes entre un panel de la base del Pukara de Tacuil y el “panel de
los suris” en las áreas agrícolas de Gualfín, además
del que fue registrado en un fragmento de trompeta de hueso recuperado en el pukara de Gualfín (Villegas,
2014). La idea de los escutiformes como elemento distintivo de los lenguajes
visuales del Tardío, que expresaba metafóricamente la consolidación de figuras
de autoridad a escala supracomunitaria, es coherente con la caracterización de
la organización sociopolítica en el valle Calchaquí medio durante este período,
como fue mencionado previamente (Paya y Williams, 2023). Asimismo, su
interpretación como marcadores de pertenencia territorial los vincula, junto
con otro tema característico del arte del Tardío como los camélidos enlazados o
en marcha, con el establecimiento de rutas de caravanas y la negociación entre
los diferentes agentes involucrados en esas interacciones interregionales. En
los sitios analizados, los agrupamientos de camélidos fueron identificados en
el “panel fuertecito” de las áreas agrícolas de Gualfín
y, de manera metonímica como alineaciones de huellas, en bloques de la base del
pukara de Tacuil. Este
registro es coherente con el emplazamiento de estos asentamientos en puntos
estratégicos a escala regional, con las quebradas altas como vías de
comunicación principales entre el fondo de valle del río Calchaquí y los
ámbitos puneños, en particular Antofagasta de la Sierra y la cuenca de Ratones
(Martel, 2014; Williams y Villegas, 2017).
Un último rasgo
característico vinculado a la temporalidad del arte rupestre es su relación con
la presencia incaica en las quebradas altas. Como fue mencionado, en esta
región se evidencia una segmentación del espacio estatal respecto del de las
poblaciones locales: en ninguno de los asentamientos del Tardío (incluyendo los
tres pukaras aquí analizados) se registra
arquitectura incaica intrusiva, y los enclaves incas están emplazados en
lugares no ocupados previamente por poblados residenciales (Williams et al., 2005; Cremonte
y Williams, 2007; Williams, 2015). En este panorama regional, es posible
vincular las manifestaciones rupestres con las mismas estrategias de marcación
simbólica de la dominación estatal bajo las cuales han sido contemplados el
despliegue de la extensa red vial y de los sectores con infraestructura
agrícola durante la anexión incaica. Así como los caminos en muchos casos se
construyeron modificando tramos utilizados desde momentos previos, y así como
para las estructuras de cultivo se recurrió a la ampliación de las extensiones
de andenería, despedres y canales preexistentes,
también para las expresiones visuales el Tawantinsuyu
empleó una modalidad de conquista simbólica que implicó la apropiación de
elementos, lenguajes y narrativas de origen local y su resemantización
como parte de un nuevo discurso de dominación (D’Altroy
et al., 2000; Williams et al., 2005; Hernández Llosas, 2006).
En el caso de los
sitios analizados, si bien como fue afirmado las maquetas podrían ser un patrón
panandino previo a los incas, vinculado a las
dinámicas sociopolíticas locales del Tardío, el hecho de que diferentes autores
señalen su adscripción a momentos incaicos sugiere la posibilidad de que parte
de las manifestaciones englobadas bajo la categoría de maquetas en los pukaras se correspondan con una etapa posterior al siglo
XIV, en la cual las quebradas altas ya habían sido políticamente anexadas al Tawantinsuyu. Si bien será necesario en investigaciones
futuras afinar estas calibraciones temporales mediante la identificación de
diferencias morfológicas, técnicas y espaciales entre subtipos de maquetas,
resulta plausible considerar el despliegue de estas manifestaciones grabadas
como materializaciones poderosas de la dominación estatal en la región. Como
consecuencia de las mencionadas prácticas de negociación y diplomacia con los
líderes locales, los representantes del poder inca provincial habrían accedido
a no imponer arquitectura administrativa, ceremonial o militar en los poblados
residenciales preexistentes (como los pukaras),
instalando en su lugar una serie de imágenes sobre soportes rocosos ampliamente
distribuidos que actuarían como recordatorios constantes del nuevo orden social
y cosmológico en que estaban insertas las poblaciones locales.
Esta misma clase de
imposición iconográfica (sensu Martel
y Aschero, 2007, página) se evidencia de una manera
más gráficamente palpable en el “panel fuertecito” del área de Gualfín, que presenta motivos y escenas plausibles de
adscribirse al Período Inca dada su temática, su morfología y su técnica, con
figuras en donde priman el tratamiento lineal, los diseños rectilíneos, los
antropomorfos con cuerpos rectangulares, vestiduras tipo unku (típicamente incaicas) y
tocados radiales, los rectángulos grillados y, por sobre todo, una estructura
arquitectónica que ha sido interpretada como una representación esquemática de
vista cenital del pukara inca de Angastaco
(Villegas, 2014). Este conjunto de grabados, que presenta una única modalidad
estilística no presente en los otros paneles registrados en la región, ha sido
impuesto sobre al menos tres manifestaciones pintadas previas, destacándose el
caso de un antropomorfo grabado directamente superpuesto sobre un antropomorfo
pintado, cuya morfología lo adscribe tentativamente al Formativo. Este notorio
ejemplo de obliteración (sensu Re,
2016, página,) podría estar expresando una imposición iconográfica directa de
la supremacía inca por sobre las figuras de relevancia política, territorial o
ancestral locales (Figura 6). Asimismo, los diseños de rectángulos grillados
(Figura 5d; también presentes constituyendo superposiciones en el “panel de los
suris”, ver Figura 5a) y de líneas convergentes se entroncarían con las
maquetas debido a que, pese a sus diferencias en el despliegue sobre los
espacios plásticos, pueden interpretarse como representaciones estandarizadas
de elementos cartográficos y de ordenamiento espacial. Se trataría de imágenes
vinculadas con la reorganización del territorio en las quebradas altas bajo la
dominación estatal, especialmente los espacios productivos, en línea con lo
postulado para otras áreas del NOA como la “piedra mapa” de la quebrada de
Barrancas en la puna de Jujuy (Yacobaccio, 2020).
Figura 6. Detalle
de superposición de figuras antropomorfas en el panel fuertecito de Gualfín (imagen retocada con ImageJ-DStretch)
Fuente: elaboración propia
Conclusiones
y agenda a futuro
El
objetivo central de este relevamiento preliminar del arte rupestre en los pukaras de Gualfín, Tacuil y Peña Alta de Mayuco fue
establecer un primer “estado de la cuestión” de las manifestaciones grabadas y
pintadas sobre soporte rocoso en estos asentamientos a partir del análisis de
los registros de campo (libretas, fotografías y calcos) producidos en el marco
del Proyecto Arqueológico Calchaquí Medio. Sus resultados permitieron obtener
un panorama general a fin de facilitar el posterior relevamiento sistemático de
las manifestaciones rupestres existentes mediante prospecciones intensivas de
cobertura total in situ en los tres
sitios.
En este
primer acercamiento fue posible identificar conjuntos de imágenes sobre
soportes rocosos cuyas características formales y técnicas expresaron ciertos
códigos y concepciones compartidas por las poblaciones que las produjeron, a la
vez que contribuyeron a constituir el propio mundo habitado y experimentado por
estas personas (Troncoso, 2002; Basile, 2012). En las
manifestaciones profusamente desplegadas sobre rocas en los tres sitios
analizados no sólo se cifran modos de concebir, representar y vivenciar
distintos ámbitos de la existencia por parte de ciertos grupos humanos, sino
que también se materializan intervenciones tangibles en el entorno natural para
dotarlo de significados socialmente compartidos e incorporarlo a la esfera antrópica
de la realidad (Lenssen-Erz, 2004). Retomando el
planteo de Troncoso (2008), es posible afirmar que mediante estas
intervenciones rupestres en estos asentamientos se constituye una arquitectura
imaginaria que permea la espacialidad y operacionaliza
sus modalidades de experimentación, contribuyendo a estructurar a diferentes
niveles (significación, percepción, movimiento, performance) la relación de las
personas con el paisaje cotidiano de sus poblados. En particular, el despliegue
mayoritario de diseños que corresponden a la categoría de maquetas en sentido
amplio, caracterizada por su concepción escultórica o tridimensional y por una
gran inversión laboral en la alteración de la roca, emplazados sobre bloques o
porciones de afloramientos de gran tamaño ampliamente visibles desde sus
alrededores, contribuye a generar un paisaje rupestre caracterizado por una
alta pregnancia visual (sensu
Durante, 2021, 69). De este modo, las imágenes sobre soporte rocoso tienen un
gran potencial de captar la atención de quienes transitan por estos espacios,
de generar efectos de sentido en sus percepciones, y de entrar en tensión con
otros diseños rupestres, con las rocas sin intervenciones y con el entorno
natural y humano en general. Esta pregnancia visual estaría estrechamente
relacionada con los contextos sociopolíticos en el marco de los cuales se
produjeron las manifestaciones rupestres, en particular las dinámicas de
imposición iconográfica, resignificación del paisaje
y materialización de la dominación incaica a partir del siglo XIV (Williams y
Castellanos, 2020).
Un
aspecto que se considera crucial para comprender la conformación de paisajes
rupestres y la circulación de lenguajes visuales en estos tres pukaras es la materialización de la memoria social mediante
el despliegue de imágenes sobre soportes rocosos. Como fue señalado, para estos
asentamientos ha sido referida su condición de geosímbolos
(sensu Bonnemaison,
1992, 72) y de monumentos (sensu Gil
García, 2003, 20), que tuvieron un rol importante en los procesos de
apropiación simbólica del espacio en las quebradas altas, a partir de su
emplazamiento en geoformas que contrastan visualmente
con su entorno, en vinculación con la sacralidad andina de los cerros y con la
materialidad de los ancestros. Su relevancia radicaría no sólo en ser parte
fundamental de la construcción de territorialidades, sino también en obrar como
vehículos de memoria que enraizaban en el presente la memoria histórica de un
colectivo, haciendo visible y palpable ese pasado en el que se arraigaban
subjetividades y sentidos identitarios (Williams et al., 2005; Williams y Castellanos,
2014). Siguiendo el planteo de una consolidación a escala regional durante el
Tardío de formaciones sociales con un orden político y cosmológico fundado en
la ancestralidad, tanto en términos de parentesco y
genealogía como en términos de pertenencia a ciertos territorios habitados
desde mucho tiempo atrás (Paya y Williams, 2023), el arte rupestre resulta
especialmente relevante como expresión tangible y visible de la perduración y
reproducción de la memoria colectiva y por lo tanto de la identidad
comunitaria. Desde esta perspectiva, las manifestaciones desplegadas sobre las
rocas contribuyeron a construir un sentido de pertenencia y territorialidad en
estos pukaras que los cimentó como lugares
persistentes (sensu Romero
Villanueva, 2022, 24) en la geografía social de las poblaciones de las
quebradas altas por lo menos desde el Formativo, como queda atestiguado por la
presencia de motivos diagnósticos de ese contexto temporal en bloques al pie
del pukara de Tacuil y en
los grandes paneles en las áreas agrícolas de Gualfín.
En este
devenir histórico como vehículos de memoria, los lenguajes visuales
constitutivos de los paisajes rupestres en los pukaras
de Gualfín, Tacuil y Peña
Alta de Mayuco no se mantuvieron estáticos sino que
se fueron transformando y cargando de nuevas subjetividades y significaciones,
al irse modificando los contextos prácticos en que eran producidos y
experimentados, y en relación con la disponibilidad potencial de las
manifestaciones para ser intervenidas una vez plasmadas sobre la roca (Basile, 2012). Este último aspecto resulta particularmente
relevante para los sitios analizados, debido no sólo a la resignificación
de los espacios con arte bajo diferentes dinámicas y atribuciones a lo largo
del tiempo, sino en especial dada la recurrencia de superposiciones que
muestran una búsqueda explícita de entablar “diálogos” con el pasado rupestre,
ya sea en términos de continuidad o apropiación de los lenguajes visuales del
pasado o en términos de una ruptura y distinción respecto a las imágenes (y
códigos) preexistentes. Esta intención de anclar las nuevas representaciones y
el discurso que construían en una memoria social tangible en el paisaje es especialmente
evidenciable en el momento de dominación incaica. El despliegue de
manifestaciones como las maquetas y los motivos asociados a los patrones
gráficos del Tawantinsuyu no sólo obró como
recordatorio constante de la presencia estatal en la región, sino que a la vez
implicó el reconocimiento de la relevancia ancestral de estos espacios por
parte de las comunidades locales, situando en consecuencia sus propios geosímbolos en estrecha relación con la tradición
preexistente. Una tradición de autonomía política e identidad comunitaria
fundada en la ancestralidad que sobrevivió a la
dominación incaica y resistió tenazmente hasta el siglo XVII la imposición de
la conquista española (Castellanos, 2017). En este proceso a lo largo de siglos
el arte rupestre no fue un actor menor, contribuyendo significativamente a la
construcción de sentidos de lugar y de pertenencia, a la perduración de la
memoria histórica y a la reproducción social de estas comunidades.
Agradecimientos
A
Verónica Williams y Cecilia Castellanos por abrirme las puertas del valle
Calchaquí medio, y a ellas y a Paula Villegas por brindarme las fotografías y
registros de campo del arte rupestre local. A Mara Basile
por su tremenda generosidad y por contagiarme de entusiasmo. A todo/as lo/as miembros
del equipo que participaron de las campañas previas y participarán de las
próximas. A las Bases Territoriales de Tacuil y Gualfín de la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita de
Salta. A Leonardo Mercado, director del Museo de Antropología de Salta, al
personal de la institución y a la Dirección de Patrimonio de la Provincia de
Salta. Las investigaciones se realizaron en el marco de los Proyectos PICT 0042
y 2005, PIP-CONICET 0379 y 2159 y PUE-CONICET 2017, dirigidos por V. Williams,
y del Proyecto de Cooperación Internacional Italia-Argentina, dirigido por V.
Williams y C. Orsini. Este trabajo es parte de una
investigación doctoral financiada por el CONICET y radicada en el IDECU.
Bibliografía
Aschero, C.
(2000). Figuras humanas, camélidos y espacios en la interacción circumpuneña. M.M. Podestá y M. de Hoyos (comps.). Arte en las
rocas. Arte rupestre, menhires y piedras de colores en la Argentina.
Sociedad Argentina de Antropología y Asociación Amigos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, 17-44.
Aschero, C.
(2006). De cazadores y pastores. El arte rupestre de la modalidad río Punilla
en Antofagasta de la Sierra y la cuestión de la complejidad en la Puna
Meridional argentina. D. Fiore y M. M. Podestá
(eds.). Tramas en la piedra. Producción y
usos del arte rupestre. Asociación Amigos del Instituto Nacional de
Antropología, World Archaeological
Congress y Sociedad Argentina de
Antropología, 103-140.
Aschero, C.,
Martel, A., y Campeny, S. L. (2009). El sonido del
agua... arte rupestre y actividades productivas. El caso de Antofagasta de la
Sierra, noroeste argentino. M. Sepúlveda, J. Chacama
y L. Briones (eds.). Crónicas sobre la
piedra. Arte rupestre de las Américas. Ediciones Universidad de Tarapacá,
257-270.
Baldini, L. y De Feo, C. (2000): Hacia un modelo de ocupación del
valle Calchaquí Central (Salta) durante los desarrollos Regionales. Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropología, 15, 75-98.
Basile, M.
(2012). Imágenes, recursos visuales y soportes: un recorrido por las
manifestaciones rupestres de la región de Fiambalá
(Catamarca). Relaciones de la Sociedad
Argentina de Antropología, 37 (2), 413-434.
Basile, M.
(2013). Imágenes en cerámica de la región de Fiambalá
(Catamarca, Argentina). Cambios y continuidades entre los siglos XIV y XV. Chungara, 45,
581-597.
Baldini, L., Baffi, E. I., Quiroga, L.,
y Villamayor, V. (2004). Los Desarrollos Regionales en el valle Calchaquí
central, Salta. Relaciones de la Sociedad
Argentina de Antropología, 19, 59-80.
Bonnemaison, L.
(1992). Le territoire enchanté.
Croyances et territorialités
en Mélanésie. Géographie et Culture,
3, 72-88.
Briones, L., Persis Clarkson,
A. D., y Mondanca, C. (1999). Huasquiña,
las chacras y los geoglifos del desierto: una
aproximación al arte rupestre andino. Diálogo
Andino, 18, 39-61.
Castellanos, M.C. (2017). Territorialidades,
Interacciones y Materialidades en las Quebradas Altas del Calchaquí Medio
(Salta), durante los Siglos XI a XVII. Tesis doctoral inédita. Facultad de
Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba.
Castellanos, M. C., Becerra, M. F., y Williams. V. (2020).
Aproximación a la tecnología cerámica y metalúrgica en las quebradas altas del
Noroeste Argentino: el caso de Tacuil, Valle
Calchaquí medio, Salta, Argentina. Estudios
Atacameños, 66, 129-153.
Christie, J. (2015). Memory Landscapes of the Inka Carved Outcrops.
Lexington Books.
Cremonte, B. y
Williams, V. (2007). La construcción social del paisaje durante la dominación Inka en el Noroeste argentino. A. Nielsen,
M. C. Rivolta, V. Seldes,
M. Vázquez y P. Mercolli (comps.).
Procesos sociales prehispánicos en el sur
andino. La vivienda, la comunidad y el territorio. Editorial Brujas,
207-236.
Cruz, P. (2015). Tatala Purita o el Influjo
del Rayo, Arte Rupestre Anicónico en las Altas Tierras Surandinas
(Potosí, Bolivia). Boletín SIARB, 29,
51-70.
D’Altroy, T., Lorandi, A. M., Williams, V., Calderari,
M., Hastorf, C., De Marrais
E., y Hagstrum, M. (2000). Inka
rule in the Northern Calchaquí
Valley, Argentina. Journal of Field Archaeology,
27 (1), 1-26.
de Hoyos, M. y Lanza, M. (2000). Arte rupestre en San Antonio del
Cajón, provincia de Catamarca. Relaciones
de la Sociedad Argentina de Antropología, 25, 119-144.
de Hoyos, M. (2021). “Los que caminan”. Un acontecimiento
narrativo calchaquí valorado desde la arqueología y la etnohistoria. Memoria Americana, 29 (1), 6-26.
Durante, L. (2021). Rastreando
quirquinchos entre los animales de la alfarería Belén de la región de Fiambalá, Tesis de licenciatura inédita. Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Fiore, D.
(2011). Materialidad visual y arqueología de la imagen: perspectivas
conceptuales y propuestas metodológicas desde el sur de Sudamérica. Boletín del Museo Chileno de Arte
Precolombino, 16 (2), 101-119.
Fiore, D., y
Acevedo, A. (2018). Paisajes rupestres. La identificación de patrones de
producción y distribución de arte parietal en escalas espaciales amplias
(cañadón Yaten Guajen,
Santa Cruz, Patagonia). Arqueología,
24 (2), 177-207.
Gallardo, F., C. Sinclaire, y Silva, C.
(1999). Arte rupestre, emplazamiento y paisaje en la Cordillera del Desierto de
Atacama. J. Berenguer y F. Gallardo (Eds.). Arte
Rupestre en los Andes de Capricornio. Museo Chileno de Arte Precolombino,
57-96.
Gil García, F. M. (2003). Manejos espaciales, construcción de
paisajes y legitimación territorial: en torno al concepto de monumento. Complutum, 14, 19-38.
Guerrero, Z. y Sepúlveda, M. (2018). Arte rupestre pintado en el
alero Pampa El Muerto 11 de la precordillera de
Arica: Propuesta estilística y secuencia cronológica. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, 23 (2), 79-97.
Harman, J. (2008 [2005]). Using Decorrelation Stretch to Enhance Rock Art Images. www.dstretch.com/algorithmdescription
Hernández Llosas, M.I. (2006). Inkas y
españoles a la conquista simbólica del territorio humahuaca:
sitios, motivos rupestres y apropiación cultural del paisaje. Boletín del Museo Chileno de Arte
Precolombino, 11 (2), 9-34.
Korstanje, A., Cuenya, P., y Williams, V. I. (2010). Taming
the control of chronology
in ancient agricultural structures in the Calchaqui Valley, Argentina. Non-traditional
data sets. Journal of Archaeological
Science, 37 (2), 343-349.
Lane, K.,
Villegas, M. P., y Coll, L. (2022): Agricultura
prehispánica por goteo orográfico en la quebrada de La Hoyada, Tacuil, provincia de Salta. Libro de Resúmenes 1° Jornadas de Arqueología del NOA. Sociedad
Argentina de Antropología, 149.
Lanza, M. (2010). “El Diablo”: grabados rupestres en el valle
Calchaquí norte. F. Oliva, N. de Grandis y J.
Rodríguez (comps.). Arqueología Argentina en los inicios de un Nuevo Siglo. Tomo III. Laborde
Libros Editor, 535-543.
Ledesma, R. (2015). La figura humana en el arte rupestre en el sur
del valle Calchaquí (Salta, Argentina). Arqueología
y Prehistoria del Interior Peninsular, 3, 371–387.
Lenssen-Erz, T.
(2004). The landscape setting of rock-painting sites in the Brandberg,
Namibia: infrastructure, Gestaltung,use
and meaning. C. Chippindale
y G. Nash (Eds.) Pictures in Place - The Figured Landscapes of Rock-Art.
Cambridge University Press,
131-150.
López, G., Seguí, S. T., y Solá, P. (2021). Arte rupestre
prehispánico en un sitio minero, ritual y caravanero de la puna de Salta: el
caso de Cueva Inca Viejo en el contexto macroregional
de los Andes Centro-Sur. Comechingonia,
25 (3), 129–164.
Martel, A. (2014). Aguas Calientes. Evidencias directas de tráfico
caravanero entre la Puna meridional y el valle Calchaquí. Estudios Sociales del NOA, 13, 103-124.
Martel, A., y Aschero, C. (2007).
Pastores en acción: imposición iconográfica vs. autonomía temática. A. E. Nielsen, M. C. Rivolta, V. Seldes, MM Vázquez y P. Mercolli
(eds.). Producción y circulación
prehispánica de bienes en el sur andino. Editorial Brujas, 329-349.
Meddens, F.
(2006). Rocks in the Landscape: Managing the Inka Agricultural
Cycle. The Antiquaries Journal, 86,
36-65.
Montt, I y Pimentel, G. (2009). Grabados antropomorfos tardíos. El
caso de las personificaciones de hachas en San Pedro de Atacama. M. Sepúlveda,
J. Chacama y L. Briones (eds.). Crónicas sobre la piedra. Arte rupestre de las Américas. Ediciones
Universidad de Tarapacá, 221-233.
Nielsen, A.
(2003). La edad de los Auca Runa en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy,
Argentina). Memoria Americana. Cuadernos
de Etnohistoria, 11, 74-107.
Nielsen, A. E.
(2007). Armas significantes: tramas culturales, guerra y cambio social en el
sur andino prehispánico. Boletín del
Museo Chileno de Arte Precolombino, 12 (1), 9- 41.
Paya, T. y Villegas, M. P. (2023). Bloques con maquetas en las quebradas altas del valle Calchaquí medio
durante los períodos Tardío e Inca: primeros lineamientos metodológicos(Ponencia).
XXI Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Corrientes, 10 al 14 de julio
de 2023.
Paya, T. y Williams, V. (2023) Organización política en las
quebradas altas del valle Calchaquí medio durante el Período de Desarrollos
Regionales (900-1450 DC). Relaciones de
la Sociedad Argentina de Antropología, 48 (Número Especial 1), completar
páginas
Podestá, M., Rolandi, D. S., Santoni, M., Re, A., Falchi, M.
P., Torres, M. A., y Romero, G. (2013). Poder y prestigio en los andes centrosur. Una visión a través de las pinturas de
escutiformes en Guachipas (noroeste argentino). Boletín del Museo Chileno de Arte
Precolombino, 18 (2), 63-68.
Quesada, M. y Gheco, L. (2011).
Modalidades espaciales y formas rituales. Los paisajes rupestres de El Alto-Ancasti. Comechingonia, 15,
17-37.
Re, A. (2016). Superimpositions and attitudes towards pre-existing rock art: a case study
in southern Patagonia. R. Bednarik,
D. Fiore, M. Basile, G. Kumar y T. Huisheng (eds.): Palaeoart and materiality: the scientific study of rock art. Archaeopress,
15-30.
Romero Villanueva, G. (2022). El arte rupestre de Cueva Huenul 1 (Neuquén, Argentina): un lugar persistente del
noroeste de Patagonia. Estudios
Atacameños, 68. http://dx.doi.org/10.22199/issn.0718-1043-2022-0009.
Ruiz, M. y Albeck, M. E. (1997). El
fenómeno pukara visto desde la puna jujeña. Estudios Atacameños, 12, 83-95.
Tarragó, M.
(2000). Chacras y pukara. Desarrollos sociales
tardíos. M. Tarragó (ed.). Nueva Historia Argentina I. Sudamericana, 257-300.
Troncoso, A. (2002). A propósito del arte rupestre. Werken, 3, 67-79.
Troncoso, A. (2005). Hacia una semiótica del arte rupestre de la
cuenca superior del río Aconcagua, Chile central. Chungara, 37, 21–35.
Troncoso, A. (2008). Arquitectura imaginaria y ritualidad del
movimiento: Arte rupestre y espacio en el cerro Paidahuen,
Chile Central. F. Acuto y A. Zarankin.
Sed non Satiata
II. Encuentro Grupo Editor, 279-302.
Troncoso, A., Salazar, D., Parcero-Oubiña,
C., Hayashida, F., Fábrega-Álvarez, P. y Larach, P. (2019). Maquetas incaicas en Chiu-Chiu: paisaje
y ritualidad agraria en el desierto de Atacama. Estudios Atacameños, 63, 3-23.
Valenzuela, D., Santoro, C., y Romero, A. (2004). Arte rupestre en
asentamientos del período tardío en los valles de Lluta
y Azapa, norte de Chile. Chungara, 36 (2), 421-437.
van de Guchte, M. (1984). El ciclo
mítico andino de la Piedra Cansada. Revista
Andina 4, 539-556.
Villegas, M.P. (2014). Del
valle a la puna: articulación social y económica entre los poblados
prehispánicos Tardíos y los asentamientos inkas en la
quebrada de Angastaco (valle Calchaquí medio, Salta). Tesis doctoral
inédita. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Williams, V. (2015). Formaciones sociales en el noroeste
argentino. Variabilidad prehispánica en el surandino durante el Periodo de
Desarrollos Regionales y el estado Inca. Haucaypata, Investigaciones Arqueológicas en el Tahuantinsuyu,
4 (9), 62-76.
Williams, V. (2019). Nuevos datos sobre las Quebradas altas del
Calchaquí medio, Salta, noroeste de Argentina. Reproducción local entre los
siglos XI a XV. Revista del Museo de La
Plata, 4 (1), 183-208.
Williams, V. y Castellanos, M. C. (2014). Paisajes, materialidad y
memoria social en el Valle Calchaquí Medio. Revista
Escuela de Historia 13 (2), 1-24.
Williams, V. y Castellanos, M. C. (2018). Dinámicas regionales,
poblaciones y territorios en el valle Calchaquí medio (Salta, Argentina)
durante los siglos XII a mediados del XVII. M. A. Muñoz (ed.). Interpretando Huellas. Arqueología,
Etnohistoria y Etnografía de los Andes y sus Tierras Bajas. Grupo Editorial
Kipus, 247-265.
Williams, V. y Castellanos, M. C. (2020). Relaciones y estrategias
de expansión Inca en el Noroeste argentino: marcadores gráficos e indicadores
materiales en las quebradas altas del Valle Calchaquí. Chungara, 52 (3), 445-460.
Williams, V., Korstanje, A., Cuenya, P. y Villegas, M. P. (2010). La dimensión social en
la producción agrícola en un sector del Valle Calchaquí medio. A. Korstanje y M. Quesada (eds.). Arqueología de la Agricultura. Casos de Estudio en la Región Andina
Argentina. Ediciones Magna, 178-207.
Williams, V., Orsini, C., Benozzi, E., y Castellanos, M. C. (2014). Primeros
resultados de las investigaciones en Brealito y Luracatao (Dpto. Molinos, Salta). Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, 39 (2),
539-549.
Williams, V., Villegas, M. P., Gheggi,
M. S., y Chaparro, M. G. (2005). Hospitalidad e intercambio en los valles mesotermales del Noroeste Argentino. Boletín de Arqueología de la PUCP, 9, 335-373.
Williams, V. y Villegas, M. P. (2013). Colonización estatal en las
cuencas de Angastaco-Molinos (Salta, Argentina). V. Williams y B. Cremonte (comp.). Al borde del imperio. Paisajes sociales,
materialidad y memoria en áreas periféricas del Noroeste argentino.
Publicaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, 221-252.
Williams, V. y Villegas, M. P. (2017). Rutas y senderos
prehispánicos como paisajes. Las quebradas altas del valle calchaquí medio
(Salta). Boletín del Museo Chileno de
Arte Precolombino, 22 (1), 71-94.
Williams, V., Villegas, M. P., y Castellanos, M. C. (2020). Pukaras en el Valle Calchaquí medio (Salta, Argentina):
Algunas respuestas a viejas preguntas. Anales
de Arqueología y Etnología, 75 (1), 79-114.
Yacobaccio, H.D.
(2020). Camélidos, caravanas y guerreros:
El arte rupestre de Barrancas (Jujuy, Argentina). CONICET.