LAS PARTES Y EL TODO. INTERVENCIONES
RUPESTRES EN EL OESTE DE SAN JUAN, ARGENTINA
THE PARTS AND THE WHOLE. ROCK ART INTERVENTIONS IN WESTERN SAN JUAN, ARGENTINA
Laura Hart
Proyecto Rastros. Archivo Documental
del Arte Rupestre de Cuyo.
Territorium Organización No
Gubernamental
Mendoza Argentina
Resumen
El objetivo del presente trabajo es
determinar los alcances potenciales en el manejo del material pétreo para
lograr producciones bidimensionales sobre superficies planas y además para
desarrollar formas volumétricas, así como también para aprovechar la morfología
de la roca en función de la expresión plástica en las producciones de arte
rupestre. Para realizar esta investigación se analiza el acopio del Archivo
Documental del Arte Rupestre de Cuyo, que permite visualizar y comparar, desde
la perspectiva de las artes visuales, todo el material registrado en la región.
En las quebradas de Agua Blanca y Conconta, en la provincia de San Juan, se
hallan producciones sobre superficies planas, además de cierta evidencia de la
incorporación del volumen como forma expresiva. Se consideran producciones
gráficas y no gráficas. Las primeras son obtenidas por grabados sobre un plano
y las segundas aquellas consistentes en formas con volumen. Como resultado de
estas observaciones y comparaciones, se destaca el uso de las diversas técnicas
de producción en función de los requerimientos expresivos y, también, de qué
forma se distribuyen geográficamente según sean las intervenciones de las rocas
para la concreción de las producciones rupestres.
Palabras clave: rupestre, gráfica,
grabado, talla, morfología
Abstract
This work aims
to determine the potential implications of stone material handling in achieving
two-dimensional productions on flat surfaces, developing volumetric shapes, and
leveraging rock morphology to enhance the plastic expression in rock art productions.
To carry out this investigation, the collection from
the Cuyo Rock Art Documentary Archive is analyzed, which enables the
visualization and comparison of all the recorded material at the region from
perspective of the visual arts. In Agua Blanca and Conconta ravines, in the
province of San Juan, there are productions on flat surfaces besides some
evidence of the incorporation of volume as a form of expression. Both graphic
and non-graphic productions are considered. The former are obtained through engravings
along a flat surface and the latter consist of shapes with volume. These
observations and comparisons lead to specially note the use of various
production techniques contingent upon the expressive requirements, and also how
these techniques are geographically distributed according to the interventions
made to the rocks for the creation of rock art productions.
Keywords: rock art, graphics, engraving, sculpture, morphology
Introducción
El arte a través de los tiempos ha sido
y es la representación de algo que trasciende la realidad y, como tiene la
capacidad de expandirse más allá de la materialidad, propone críticas,
estéticas e interpela desde cualquier perspectiva posible. “El concepto de representación es engorroso
porque promete presentar una idea o un objeto irremediablemente ausente”
(Escobar, 2004, p. 14).
El arte conlleva implícitamente, la
condición humana y las realidades de las sociedades a través de los tiempos,
cada una de acuerdo a su circunstancia. Por eso los lenguajes visuales se van
transformando según las épocas y los productores. “En el territorio del arte y la estética todo está hecho para ser
repensado, transgredido, desviado y transformado” (Noé & Zabala, 2000,
p. 39). Se generan diversos polos discursivos que también forman parte del
fenómeno artístico. Consecuentemente, a partir de las sucesivas
representaciones, se fundan nuevos observatorios, tanto en el plano
interpretativo como en el análisis y en pensamiento crítico. Los avances y
retrocesos acerca de lo que es o no el arte están a la orden del día desde hace
ya mucho tiempo. Los lindes que marcan este campo están en permanente
desplazamiento, por otra parte, los movimientos artísticos se interpelan entre
sí, generando discordia ante cualquier anclaje definitorio.
El arte rupestre, visto desde el tiempo
actual, no escapa a esas implicancias. El pensamiento crítico que lo
conceptualiza se va trasmutando y va transformando el modo de ver estas
manifestaciones prehispánicas, según sea el lente con el que se las mire. El arte
rupestre ha cobrado fuerza como objeto de investigación arqueológica y
antropológica durante el siglo pasado, hoy también es materia prima para el
análisis desde otras disciplinas, que van aportando nuevas ideas y diversas
postulaciones, sin embargo, hay mucho que sigue flotando en el mar de las
incertezas. Frente a esa incertidumbre, desde las artes visuales, se observa y
se describe al arte rupestre dejando abierta la posibilidad de rectificar o
cambiar conceptos, considerando las incesantes transformaciones que ya son
tendencias en las sociedades móviles y versátiles de este tiempo presente
(Bauman, 2000, pp. 8-10). Desde las artes visuales se avanza en la
investigación, proponiendo reflexiones y discusiones desde otras perspectivas,
como la estética y la vinculación con el arte contemporáneo, entre otras
(Giunta, 2020, p. 86; Hart, 2009, p. 1-20; Rocchietti,
2016, p.19).
El arte rupestre, en términos visuales,
ineludiblemente nos lleva a un análisis de lo compositivo, lo morfológico y los
modos de representación. También, a observar como el paisaje interviene para
consubstanciarse con los diseños prehispánicos y de qué modo se inter
relacionan la geografía, los emplazamientos en el territorio y las escenas
entre sí. A partir de esas observaciones, presentamos propuestas descriptivas e
interpretativas, tanto de los contenidos de las escenas como de los formatos o
procesos que pudieron haberse dado al momento de la producción, en un intento
de aportar elementos estéticos y conceptuales que puedan contribuir al universo
rupestre.
Las artes visuales es
el punto de partida para la investigación, desde allí realizamos observaciones
en el arte rupestre de Cuyo, tomando mayoritariamente, el material acopiado en
el Archivo Documental del Proyecto Rastros, que comprende una base de datos y
un banco de imágenes. Este acopio de material permite observar y analizar
comparativamente, el arte rupestre de la Región de Cuyo, enfocando los diseños
en sus detalles, las rocas soporte, los espacios de emplazamiento, y todo aquello
que facilite la comprensión del paisaje rupestre. Con anterioridad, en otras
exposiciones, hemos desarrollado análisis de representaciones rupestres
abordando la diversidad de modalidades expresivas de grabados de la Región de
Cuyo, sobre todo en el tipo de gráfica, caracterización de los diseños y
ensayos interpretativos de las escenas y sus personajes. En el presente trabajo
analizamos algunas producciones rupestres de la quebrada de Agua Blanca y de la
quebrada de Conconta para destacar diferencias en cuanto a la manipulación del
material pétreo, tales como las composiciones bidimensionales sobre superficies
planas y las tridimensionales obtenidas por desbaste de la roca. La comparación de estos dos procedimientos
revela la destreza del productor que busca expandir su capacidad expresiva,
explorando diversas técnicas y formatos.
Conconta y Agua Blanca son dos
quebradas contiguas. Hay aproximadamente 20 km lineales entre ambas lo que, en
términos de trashumancia, no representan una gran distancia ni un impedimento
para la movilización entre una y otra. Estas quebradas, conjuntamente con los
emplazamientos y las manifestaciones rupestres constituyen un todo
interrelacionado que cobra significación con la intervención humana: material a
través de los grabados en los bloques, e inmaterial al singularizar los
espacios generando un paisaje social, mediante un jalonamiento de sitios
rupestres en la geografía. En ambas
quebradas hay expresiones rupestres de diferente índole: manifestaciones
gráficas desarrolladas en una superficie plana como los grabados, así como
también, otras intervenciones tendientes a lo volumétrico como el tallado del
soporte, uso de la morfología natural de la roca para incorporarla al lenguaje
visual, también pulidos y desbastes que forman parte de las expresiones
rupestres. Estas variantes de procesos y conceptos son las que distinguimos
entre las gráficas bidimensionales (de Agua Blanca) y las no gráficas
tridimensionales (de Conconta). El análisis de las composiciones gráficas del bloque
de los antropomorfos de Agua Blanca da un panorama claro de cómo están
dispuestas las escenas figurativas y metafóricas en una superficie plana, en
concordancia con las grietas naturales de la roca. En cambio, en las
intervenciones no gráficas de Conconta, se puede ver la transformación de la
roca a través del desbaste y percutido del material para obtener asperezas y
formas tridimensionales, simbólicas y no figurativas. Estas observaciones
permiten desarrollar un análisis en detalle y conceptualizar las partes que
constituyen el universo rupestre, que, en conjunto, conforman un todo
indivisible.
Antecedentes de la
investigación
El estudio del arte
rupestre en la región de Cuyo fue ampliamente investigado a partir de la
primera mitad del siglo pasado. Autores como Salvador Debenedetti,
Carlos Rusconi y Juan Schobinger
fueron los precursores en las provincias de Mendoza y San Juan. Mariano Gambier a su vez, realizó una exhaustiva investigación
arqueológica, desarrollando trabajos que abarcan desde la descripción minuciosa
de los hallazgos obtenidos en las numerosas excavaciones realizadas a lo largo
de los años, hasta la cronología y caracterización de las distintas etapas del
poblamiento en San Juan. Teresa Michieli, del mismo
modo, contribuyó a la misma causa. Posteriormente se sumaron un sinnúmero de
docentes, investigadores y colaboradores que aportaron sus conocimientos y
esfuerzo para con la arqueología. Alejandro García (2010, p. 16) realizó una
reseña sobre investigaciones arqueológicas de San Juan, mencionando algunos
investigadores entre ellos: Antonio Biorchia Nigris, Milciades Vignati, Fernando Márquez Miranda, Jorge Iribarren Charin, Alberto Rex González,
Ricardo Nardi, Pablo Sacchero,
Eduardo Berberián, Horacio Calandra, Roberto Bárcena,
Oscar Damiani, Alejandro García, Diana Rolandi,
Gabriela Guráieb, Mercedes Podestá. También podemos
mencionar a Víctor Durán, Pía Falchi, Anahí Re,
Guadalupe Romero Villanueva, Marcelo Torres, Pablo Cahiza,
entre otros. Es una larga lista de personas que contribuyeron a las
investigaciones arqueológicas. Desde las artes plásticas Adriana del Valle
Varela y María Gabriela Riveros también aportaron investigaciones y
publicaciones al estudio del arte rupestre en la Provincia de San Juan.
Enfocado desde las artes visuales, el Proyecto Rastros reúne el Archivo
Documental del Arte Rupestre de Cuyo desde 1992 (Hart, 2021), fecha en la que
se comenzó el registro fotográfico continuado hasta hoy. Inicialmente fue
posible gracias a los trabajos de campo realizados conjuntamente con
arqueólogos como Juan Schobinger y Humberto Lagiglia, quienes, a su vez, brindaron su apoyo para que se
pudiera avanzar en la organización del acopio del material registrado. A partir
de aquellos momentos, se recibieron contribuciones de la arqueología y la
antropología, que permitieron allanar los caminos en la exploración y
conceptualización de las producciones rupestres.
Quebradas de la falda
oriental de la Cordillera Frontal
Al oeste en la Provincia de San Juan,
el macizo andino está constituido por varios cordones relativamente paralelos:
se destacan la cordillera del Límite y la cordillera Frontal. Hacia el oriente
del raquis andino se eleva la Precordillera de Mendoza, San Juan y La Rioja.
Entre el macizo andino y la Precordillera se suceden los valles preandinos (Gambier,
1993, p. 14). Desde el norte de San Juan hasta el norte de Mendoza se ubican,
en una secuencia de norte a sur: San Guillermo, Iglesia y Calingasta en San
Juan y Valle de Uspallata en Mendoza, entre otros menores, con altitudes que
oscilan entre los 3000 y 1400 m.s.n.m. En tiempos prehispánicos, estos valles
fueron los espacios aptos para la obtención de recursos naturales, actividades
productivas y de permanencia durante todo el año. En cambio, los valles
interandinos (entre 3000 y 4500 m.s.n.m.) fueron accesibles sólo durante épocas
cálidas del año. Los valles de altura, han sido espacios de cacería y de
pastoreo, usufructuados por grupos de ambas vertientes andinas. En la
actualidad, todavía suele ser lugar de encuentro de grupos humanos que suben
con sus rebaños en busca de pasturas estivales para los animales.
En esos ambientes de cumbres, de valles
y piedemonte se produce una variación climática cíclica, dada por los cambios
de temperatura entre verano e invierno, y por ende las alternancias
estacionales de precipitaciones y deshielos, que derivan en variaciones en los
caudales de ríos y arroyos, y por lo tanto en las cotas de lagunas y humedales.
La extensa red hídrica permite el desarrollo de recursos para la biodiversidad
y la permanencia humana, sobre todo en los valles de baja altura. Estos
ambientes marcan un fuerte contraste con el extenso secano al oriente de la
Precordillera. Allí, la posibilidad de recurso se da casi exclusivamente
alrededor de los oasis cuyas aguas son suministradas por los ríos provenientes
de los deshielos de las montañas de occidente. Al tratarse de cursos de aguas
que derivan de deshielos sus flujos están sujetos a las variaciones anuales
según la época del año, presentando frecuentemente, una merma sustancial en
momentos de estiaje. Más allá de los oasis, los ambientes son desérticos y
precarios.
Todas estas particularidades
geográficas y ambientales impactan profundamente sobre la biodiversidad,
podemos inferir que también influyen en la vida de los pueblos, tanto en
aquellos antiguos originarios como en los actuales. El nomadismo estacional se
dio en épocas prehispánicas y perdura hasta hoy. Desde aquellos comienzos de
trashumancia entre veranadas e invernadas, la movilidad de cazadores y
pastores, dio una impronta a los pueblos que habitaron esas latitudes; impronta
que fue legado para épocas posteriores en las que las tradiciones y prácticas
productivas, en gran medida, aún se mantienen. En algún punto, por analogía,
esa continuidad nos permite hoy aproximarnos a la comprensión de los usos y
costumbres prehispánicos.
Figura 1. Quebradas paralelas de la vertiente
oriental de la cordillera Frontal, provincia de San Juan.
Fuente: Imagen Google Earth.
La sucesión de quebradas paralelas y
contiguas que se alternan en la pendiente oriental de la cordillera Frontal,
desaguan hacia el valle de Iglesia, tributando aportes hídricos a los ríos que
corren por el valle de baja altura. Si bien existen características semejantes
en términos ambientales y geográficos entre estas quebradas, hay también
diferencias paisajísticas. Cada una posee su particularidad, aunque en su
conjunto configuran una secuencia de desfiladeros y cañadas paralelas que
transfiguran a la falda montañosa en una pendiente estriada. Estas
desembocaduras son el ingreso, como portales, desde el valle hacia a las
cumbres. Las entradas a las quebradas al comienzo son amplias, a medida que se
asciende, se van estrechando cada vez más. En el primer tramo, al ingreso desde
el valle, se encuentran ambientes húmedos con vegas y vertientes, rincones
protegidos por paredones que flanquean los cauces, recodos de los arroyos que,
en determinados sitios, se unen a otros. Allí se configuran las condiciones ambientales
que hacen apto el desarrollo de flora y fauna típicos de esos ámbitos
montañosos andinos. Es en esos espacios donde se encuentran emplazados muchos
de los sitios con arte rupestre.
La arqueología hace referencia a que
los primeros indicios de ocupaciones humanas en esta zona datan de hace por lo
menos 8500 años (Gambier, 1993, p. 23; García, 2010,
p. 17-59; Michieli, 2007, p. 2-9). Las movilizaciones
y permanencias, las migraciones, el uso de los recursos, las actividades
productivas, fueron dándose a través del tiempo y caracterizaron a las
sucesivas etapas del poblamiento, sobre todo cuando llegaron las influencias
foráneas que marcaron un antes y un después en las culturas locales. Durante el
periodo agro-alfarero medio (entre los siglos VI y XII d. C.) los grupos
tienden a establecerse y a disminuir el nomadismo. Se desarrollan cultivos y
otros productos manufacturados, aunque simultáneamente, continúan las
actividades de cacería y recolección de productos naturales. Estos grupos
serían los productores del arte rupestre en la Región de Cuyo (Gasco, Durán
& Zárate, 2015, p. 23). También se han registrado pinturas mucho más
antiguas, como, por ejemplo, las ubicadas en las grutas de Morrillos, en la
falda oriental de la cordillera de Ansilta (valle de Calingasta, San Juan) que fueron asignadas a la cultura Ansilta, la cual tuvo una ocupación territorial en esa zona
desde 1768 a. C. hasta el 500 d. C. (Gambier, 1977,
p. 5-124).
En trabajos de campo anteriores,
realizamos registros de las manifestaciones rupestres en las quebradas de Colangüil, Conconta, Agua Blanca,
Arrequintín y Agua Negra. Todas desembocan en el
Valle de Iglesia entre las latitudes de S29°45’y S30°30’. Los emplazamientos
rupestres en estas quebradas se ubican en el último tramo hacia la
desembocadura. En algunos casos la concentración se halla en una de las
márgenes del río, como en la quebrada de Agua Blanca, mientras que, en otras,
los bloques grabados se encuentran distribuidos en ambas márgenes, como es el
caso de la quebrada de Conconta. Esta
última reúne la mayor concentración de grabados, por ello es una de las más
importantes en la provincia de San Juan, tanto por la cantidad como por la
variabilidad de motivos. Otra característica que emparenta a los emplazamientos
es que los sitios se encuentran próximos a la juntura de dos arroyos, como en
las quebradas de Conconta, Colangüil,
Arrequintín y Agua Blanca.
Quebrada de Agua
Blanca
Se encuentra entre
S30°16’55.3’’ W69°29’36.6’’ y S30°16’55.3’’ W69°29’36.6’’. Tiene aproximadamente
32 km de largo, su orientación es NO/SE.
Hacia el sur, se ubica la quebrada de Arrequintín,
mientras que hacia el norte se encuentra la de Conconta. El río que la recorre
longitudinalmente lleva su mismo nombre, nace a los 4200 m.s.n.m. y se une en la
desembocadura con el de la quebrada de Agua Negra a los 1.895 m.s.n.m. Tiene
100 m de ancho aproximadamente en el último tramo, antes de su desembocadura y
está flanqueada en la margen izquierda por un acantilado de 80 m de altura
aproximadamente que se extiende a lo largo de 9,5 km hasta culminar, en leve
declive, en la desembocadura. Esta barranca da un abrigo al puesto Agua Blanca
de familia Samper que se encuentra en la margen derecha del arroyo, enfrentando
al acantilado a 7,8 km desde el ingreso a la quebrada. Parte de ella y
territorios aledaños son propiedad de la familia Samper, ellos llevan a cabo un
plan estratégico para custodiar el sitio con arte rupestre, las sendas y
paredones que son aptos para deportes de montaña.
Frente al acantilado, también en la
margen derecha del arroyo, se encuentran emplazados los sectores de petroglifos
distribuidos a lo largo de 3 km en línea recta. Algunos de ellos se ubican en
la juntura de afluentes de otras quebradas menores que llegan, también por la
margen derecha, a desembocar en el río de Agua Blanca. A dos kilómetros y medio
del puesto, hacia el oeste, se destaca una formación geológica de areniscas
color ocre, con profundas grietas, vertientes y ojos de agua semiocultos entre
las formas onduladas por la erosión. El agua que allí se junta, se encausa y
fluye hacia el río Agua Blanca.
La quebrada de
Conconta
Se encuentra al norte de la quebrada de
Agua Blanca. Sus desembocaduras coinciden, relativamente en términos de
longitud correspondiendo la primera a O 69° 29’ 24.72’’ y la segunda O 69° 30’’
00.98’. Están separadas por 20 km aproximadamente en línea recta, el tránsito
entre ambas es accesible puesto que las dos culminan, con suave pendiente, en
el valle de Iglesia. Comparando la geografía de ambas, no se encontraron
cambios sustanciales más que los que corresponden al paisaje propiamente dicho.
La quebrada de Conconta presenta ambientes de vegas, vertientes y arroyos con
la biodiversidad característica de esos sitios. La entrada a la quebrada es más
amplia que la anterior y se va estrechando poco a poco hasta encajonarse aguas
arriba. Comúnmente en las quebradas de la cordillera Frontal se da la unión de
cauces, sobre todo en el último tramo hacia la desembocadura. Aquí el arroyo
Fiero desagua en el río Conconta. Muy próximo a esta confluencia se encuentran
los sectores con arte rupestre y también, el campamento Peñasquito que
pertenece a la empresa Minera Argentina Gold (MAGSA), subsidiaria de Barrick
Gold Corp. que lleva a cabo el emprendimiento minero de Veladero. Según la
legislación vigente, son indispensables los Estudios de Impacto Ambiental (EIA)
que incluyen bienes culturales y arqueológicos. Los EIA se realizaron en varias
oportunidades y, paralelamente se desarrolló un Plan de Monitoreo Anual con
fichaje ad hoc de los sitios arqueológicos incluyendo los bloques con arte
rupestre, a través del cual se puede constatar, anualmente, el estado de
conservación de los bienes patrimoniales (Vitry,
2019, p. 224 - 225).
Metodología
Al momento de abordar
un sitio con arte rupestre, no sólo se enfocan los diseños y a las rocas
soporte, sino que también, se observan los contextos geográficos, y los
posibles vínculos que puedan existir entre los sitios. La sucesión de quebradas
contiguas y paralelas de la pendiente oriental de la cordillera Frontal, que
desembocan en el valle Iglesia, de por sí, ya presentan analogías susceptibles
de comparaciones. A través de las imágenes satelitales se pudo ubicar las
quebradas y verificar la secuencia, las orientaciones, la ubicación de las
desembocaduras y las características generales que cada una presenta. En
diferentes campañas se realizaron registros fotográficos de varias de ellas
como quebrada de Colangüil, Arrequintín,
Agua Negra, Conconta y Agua Blanca, todas ellas con emplazamientos de arte
rupestre. Esto permitió analizar los contextos de cada una para encontrar
puntos en común y definir la variabilidad de motivos, tipos de composiciones y
características de los emplazamientos.
En Agua Blanca los bloques se ubican en
una franja angosta, siguiendo el curso del río. Para organizar el relevamiento
se determinaron siete sectores, aunque el registro será completado en próximas
campañas dado que quedaron algunos bloques sin incluir. Para el presente trabajo,
se analizó el bloque de los antropomorfos que comprende la reunión de las 27
figuras humanas en un solo soporte, con alto contenido de tipo argumental y
simbólico, es un ejemplo notable de grabados que, hasta ahora, hemos registrado
en valle Iglesia. Por ello, se consideró de suma importancia un análisis
puntual del bloque y los grabados para luego establecer comparaciones con otros
de otras quebradas vecinas. Se tomaron fotografías con distinta luz, en
diferentes momentos del día, se cuadriculó visualmente los planos compositivos
a modo de mosaico y se realizó el registro, parte por parte, manteniendo la
perpendicularidad del objetivo y constante la distancia entre la cámara y la
superficie rocosa para conservar las escalas. Las imágenes fueron intervenidas
a través de Photoshop, DStretch y otros programas
digitales, con la idea de recuperar algunos sectores poco visibles de la roca
desbastada por la erosión y cubiertas por los líquenes existentes en algunos
sectores del bloque. A través de los tratamientos digitales, se recuperaron
partes de una de las composiciones prácticamente invisible a ojo desnudo.
Posteriormente, se seleccionaron las imágenes para llevarlas a impresión sobre
papel respetando las escalas. Se realizaron calcos por transparencia sobre una
caja lumínica y una vez obtenidos todos los dibujos de los conjuntos y de los
accidentes topográficos de la roca se inició el proceso de ensamblado, para
lograr escenas completas en una imagen integrada, incluyendo las subdivisiones
determinadas por las grietas de la roca. Se obtuvieron dos escenas ubicadas,
cada una en distintas facetas de la roca y una tercera determinada por la
orientación de las figuras. A través de estos tratamientos digitales se logró
realizar dibujos a escala, situando los grupos de personajes en relación a las
grietas naturales. De ese modo se pudo visualizar el conjunto rupestre en forma
integral y determinar las tensiones actitudinales de los protagonistas para
considerar los roles y la interacción entre personajes. Se comprobó cómo el
soporte interviene de manera activa en el andamiaje compositivo, no solo
aportando su morfología, sino también condicionando la planificación de los
diseños en cuanto a tamaños y distribución de los antropomorfos.
En la quebrada de
Conconta la metodología para el registro fotográfico fue diferente, sobre todo
por la cantidad de bloques con motivos, que suman más de 400. Allí se realizó
un primer registro para analizar la característica del sitio y ubicar los
sectores. En anteriores registros que fueron realizados por otros
investigadores (Vitry, 2019, p. 223), así como
también en el Registro y Monitoreo antes mencionado, que se viene desarrollando
desde 2011 se determinaron cinco sectores. Esta sectorización se respetó
durante nuestro registro y eso facilitó ordenar el trabajo de campo.
Para establecer las diferencias entre
las producciones gráficas, como aquellas realizadas sobre superficies planas y
las no gráficas, es decir formas con volumen, se seleccionaron los grabados del
bloque de los antropomorfos ubicados en la quebrada de Agua Blanca y un
conjunto de ejemplos de bloques transformados a través de manufacturas,
tendientes a encontrar formas volumétricas de la quebrada de Conconta. El
análisis de estos ejemplares abrió un campo de observación que hasta ahora no
se había habilitado, el de incluir al repertorio de arte rupestre de la Región
las producciones tridimensionales.
Antropomorfos de Agua
Blanca
El arte rupestre en este sitio consiste
en grabados realizados por percusión plasmados sobre cantos rodados de mediano
y gran tamaño de superficies lisas y cubiertas por una pátina oscura y bruñida.
Los bloques se encuentran dispuestos en una franja paralela al río Agua Blanca
en su margen derecha. En el sitio se localizaron siete sectores con bloques
grabados. Uno de los sectores está conformado por dos bloques: uno de gran
tamaño y otro menor. El análisis de estos dos bloques es el que permitió poner
en contexto las figuras antropomorfas que son las que fueron seleccionadas para
ejemplificar las producciones gráficas en contraste con las no gráficas
mencionadas con anterioridad. El bloque mayor es el que se denominó “bloque de
los antropomorfos” pues es el que concentra las 27 figuras con esas
características. Este bloque se encuentra aproximadamente a unos 1400 m aguas
arriba del puesto de la familia Samper, muy próximo al cauce del río Agua
Blanca. Es de gran tamaño, aunque su volumen total no es posible medirlo sin
realizar excavaciones puesto que la parte inferior se encuentra bajo el nivel
del suelo. Sin embargo, se puede dar una
aproximación considerando su ancho de 210 cm y su altura desde el suelo de 170
cm. Adyacente al anterior, hay otro bloque de menor tamaño que tiene
aproximadamente 138 cm de largo y 70 cm en su parte más alta y 63 cm de ancho.
Su forma es alargada y está inclinado: el extremo más alto se apoya en el
bloque mayor y el otro extremo se introduce bajo nivel de suelo. La conjunción
entre ambas unidades puede haber sido percibida con alguna significación a la
hora de la realización de las manifestaciones rupestres, sin embargo, hoy no se
tiene indicios para una interpretación lógica de ese posible sentido. En el
bloque menor, casi al ras del terreno, hay dos camélidos, uno mayor y otro
menor, un poco más arriba hay una línea serpentiforme paralela al eje de la
roca y una figura compuesta por un círculo y líneas que podría ser una figura
humana, aunque no posee extremidades superiores, es muy simple y mide
aproximadamente 8 cm de largo.
El bloque mayor tiene tres cúspides
redondeadas las cuales fueron pulidas, lo que las modificó cromáticamente; el
bloque menor, también presenta el pulido en su cima. Estos pulidos denominados
efecto llipi, (Cornejo, Vitry,
Martos López & Cornejo Maltz, 2021, p. 145)
también participan del lenguaje visual.
Este bloque presenta cuatro facetas, los grabados, en su mayoría, se
concentran en dos de ellas. La faceta 1 es vertical, alargada horizontalmente y
orientada hacia el E, mide 110 cm de ancho por 98 cm de altura. La otra, faceta
2, es contigua a la anterior y de mayor tamaño, mide 158 cm de ancho y 90 cm de
altura. Comienza en la cresta del bloque y va en declive hacia el suelo con una
inclinación aproximada de 55°, está orientada al O. Tiene su superficie algo
convexa y su forma perimetral es cuadrangular y de bordes redondeados. La
faceta 3 está orientada al N, es continuidad de la faceta 2, culmina como un
faldón en forma vertical hasta nivel del suelo.
Y, por último, la faceta 4, orientada al N, es la “espalda” de la faceta mayor,
comienza en la cúspide del bloque, y se extiende vertical hasta el terreno. Los
grupos más importantes de petroglifos se encuentran en la faceta 1 y faceta 2.
Faceta 1
La parte inferior de
la faceta está poblada de líquenes que dificultan la visualización de algunos
motivos. Está atravesada horizontalmente por una grieta natural que divide la
superficie en dos hemisferios. Es una grieta larga y angosta, de no más de 0,5
cm de ancho, que en la parte media se bifurca generando una “isla” entre las
dos fisuras. Estas formas naturales de subdivisión del espacio han servido como
línea de base para la ubicación de los personajes grabados que siguen la línea
de la grieta, aunque no estén directamente apoyados en ella. Son nueve figuras
dispuestas en fila, sus tamaños oscilan entre los 40 cm de alto por 23 cm de
ancho, algunas de ellas están transfiguradas, otras son metafóricas y también
hay figuraciones (Hart, 2021, p. 271-273). La descripción se hará de izquierda
a derecha.
Figura 2. Calco de los antropomorfos de la
faceta 1 con la grieta natural del soporte que divide al panel en dos partes:
la superior y la inferior. Petroglifos de la quebrada de Agua Blanca, Iglesia,
provincia de San Juan.
Fuente: Producción de la
autora.
La primera, es un uturunco, es decir la fusión de figura humana con el felino
(González, 2010, p. 26; Llamazares, 2004, p. 101 – 102; Podestá, 2023, p. 22).
Aquí el personaje lleva atributos de ambos: está representado con el cuerpo de
frente y la cabeza de perfil, erguido sobre sus dos piernas y pies, tiene sus
fauces abiertas y muestra sus colmillos, así como también, la cola pequeña. Por
encima de su cabeza salen dos largos apéndices bifurcados en los extremos, el
de la izquierda forma un gran arco que llega hasta la cintura del individuo y
se entrecruza con un elemento que porta en su mano y que tiene forma de arco con
los extremos terminados en engrosamientos con punta. En su mano derecha lleva
un artefacto semejante a un arco más pequeño. Todo el interior de la figura del
uturunco está trabajado con
reiteración de piquetes. La figura contigua tiene líneas interiores en su
cabeza y tres apéndices que surgen hacia arriba, dos de los cuales terminan en
círculo. Los brazos están extendidos simétricamente hacia los costados y forman
grecas, en la mano derecha porta un elemento pequeño. Las dos piernas surgen
del tronco hacia abajo, forman figuras cuadrangulares, simétricas, asemejan a
la cruz andina (chacana) pero
incompleta. El personaje siguiente es de menor tamaño. El interior de su cuerpo
está percutido, lo que deja áspera la superficie interna de la figura. En sus
rostros se aprecian los ojos y nariz realizadas con un solo trazo, de su cabeza
surge un apéndice terminado en círculo de piquetes. Uno de sus brazos porta un
elemento en forma de arco mientras que su mano contraria descansa en la
cintura. La subsiguiente es la de mayor tamaño en este conjunto, su forma es
una transfiguración de la figura humana. Se la ve de frente, su cabeza está
dividida en dos grandes formas simétricas, toda la figura está representada con
líneas de contorno, el interior de la parte inferior del tronco está
intervenido con reiteración de piquetes. Hacia abajo, las piernas son cortas y
terminan con pies muy esbozados. La figura que sigue a continuación de la
anterior, es un personaje pequeño representado aparentemente de perfil. Porta
un artefacto similar a los anteriores con forma de arco, su mano contraria
descansa en la cintura. Continuando hacia la derecha, se perciben tres
camélidos; dos grandes y uno pequeño que va entre los otros dos. Luego aparece
una figura con dos óvalos en el lugar de sus piernas, lleva sus brazos en alto
y tiene dos apéndices en su costado. Hay una última figura de la secuencia
lineal que es difícil de definir, está adosada a la anterior pero no se percibe
la imagen completa. Por debajo de la fisura, se ubica otra figura más pequeña
que las anteriores compuesta de cabeza y dos piernas y un grupo de camélidos
poco perceptibles por la invasión de líquenes y la pérdida de la pátina,
posiblemente por erosiones naturales. Se pudo resaltar este conjunto a través
de tratamientos digitales en el laboratorio de imágenes. Allí se recuperaron
parcialmente los diseños que, aunque incompletos, se logró visualizar una ronda
de estos animales dispuestos en círculo, con las patas hacia afuera, lo que
deja a algunos en posición invertida. Un camélido y otra figura se ubican sobre
la grieta, a la derecha del grupo anterior. El antropomorfo tiene transfigurado
la parte superior, aunque se ven claramente sus piernas y brazos. En la parte
de arriba de la roca hay una figura humana incompleta, a su costado un posible
caballo, cuya forma alargada está diferenciada de los pocos camélidos que hay
en el bloque. A estas dos imágenes se las puede considerar de producción
posterior al conjunto general, puesto que es evidente la diferencia de coloración
de los surcos, siendo esta más clara que el resto de los grabados.
,
Faceta 2
Es de una superficie mayor que la
anterior, está subdividida por dos grietas, una vertical y otra horizontal que
se entrecruzan centralmente subdividiendo al panel en cuatro cuadrantes. Los
personajes se ubican de forma estratégica según esas particiones.
Figura 3. Bloque grabado de los antropomorfos.
Faceta 2. Quebrada de Agua Blanca, Iglesia, provincia de San Juan.
Fuente: Fotografía de la
autora.
En el cuadrante
superior izquierdo hay tres antropomorfos y un círculo con percutidos en su
interior. El grupo está conformado por un uturunco
que muestra su cuerpo moteado, una larga cola, sus pies terminan en tres dedos
hacia abajo semejantes a las patas de un pájaro. A su costado hay otro
personaje cuya cabeza también está intervenida con percutidos en toda la
superficie interior, a excepción de los ojos y la boca. Tiene dos importantes
apéndices que salen de su cabeza hacia arriba, cada uno tiene un círculo y
finaliza con una línea y un punto. A este último se lo podría considerar como
un muerto o un ancestro por sus ojos vacíos y su expresión inerte. Este ejemplo
de rostro inanimado se puede encontrar en varios sitios en la Región de Cuyo,
siendo el más notable el de Ponontrehue, San Rafael,
Mendoza (Hart, 2015, p. 70-71). Hacia abajo del anterior, hay una pequeña
figura realizada con trazos simples. Este grupo resulta notable por la
conjunción de un astro, un uturunco y
lo que, se puede interpretar, como un muerto o un ancestro, reunidos en el
cuadrante superior izquierdo del panel. Es posible que este conjunto esté
aludiendo a conceptos de la cosmovisión andina, en la que tanto los astros como
los ancestros, pertenecen al universo sagrado, tal vez, por esa razón está
situado en la parte superior del panel. La ubicación y distribución de los
diseños rupestres cobran significación en el lenguaje visual con sentido
sagrado. El arriba y abajo, lo cuatripartito, el eje vertical que determina
niveles superiores e inferiores, son algunas de las subdivisiones más comunes
usadas para representar planos sagrados concebidos en el pensamiento mágico de
la cosmovisión andina (Llamazares, 2004, p. 90).
En el cuadrante superior derecho se
ubica un grupo de tres antropomorfos. Dos de ellos parecen haber sido
realizados en épocas distintas, pues presentan diferentes coloraciones en los
surcos grabados, sin embargo, portan tocados en forma de abanico muy parecidos
entre sí. El tercer personaje ostenta un emblema cefálico con forma de cruz.
Dos de estas figuras llevan su mano sobre la cintura y portan un artefacto con
forma de arco, la tercera tiene también el objeto arqueado, pero más pequeño y
un elemento igual de pequeño en la otra mano. Las tres figuras tienen la misma actitud
de desplazamiento descendente, la forma de la roca participa prestando su
inclinación al grupo que se desplaza por la pendiente. Más abajo del grupo
anterior y siguiendo la línea del borde de la roca aparece un cuarto personaje,
en cuya cabeza se marcan los ojos, posee un arco y su mano va apoyada en la
cintura, también tiene actitud de descender por la pendiente rocosa. Completan
el grupo un círculo con punto central y apéndices, un animal pequeño y
cuadrúpedo de cuerpo circular y cuello largo, y otra figura cuya cabeza parece
estar desmembrándose del cuerpo. Es importante hacer notar la reiterada
aparición del personaje que porta arco y tiene su mano en la cintura. Se podría
interpretar que se trata de arqueros con cierta jerarquía, tanto por la actitud
corporal, como por los atavíos cefálicos y los apéndices que surgen de sus
cabezas.
Figura 4. Calco de los antropomorfos de la
faceta 2 con las fisuras que subdividen al panel en cuadrantes. A la izquierda
se ubica la escena del pastor. Petroglifos de la quebrada de Agua Blanca,
Iglesia, provincia de San Juan.
Fuente: Producción de la
autora.
Hacia abajo, en el cuadrante inferior
izquierdo, se encuentra un personaje de cabeza redondeada con tres apéndices,
dos que surgen hacia arriba y uno hacia abajo, los tres terminan en un pequeño
círculo, esta figura posee tronco y brazos, pero no piernas ni pies. A su
costado un antropomorfo lleva un tocado en la cabeza semejante al de los
arqueros de la parte superior. Esta figura está completa con sus brazos y
piernas, pero no lleva arco ni su mano en la cintura. Siguiendo hacia abajo, en
los dos cuadrantes inferiores se ubican siete figuras antropomorfizadas. Son
las principales del panel tanto por su tamaño, como por su postura corporal y
por tocados cefálicos trabajados con detalles. En el cuadrante inferior
izquierdo hay tres personajes: el primero de la izquierda lleva un gran atavío
cefálico con varios apéndices que salen hacia arriba. Bajo el tocado se ven los
ojos y tiene los brazos extendidos hacia lo alto. El cuerpo es un listón
alargado que nace en el tocado, divide el rostro en dos y continúa hacia abajo
donde se bifurca para dar lugar a las piernas. En la mano derecha sostiene un
artefacto de compleja estructura compuesta de varias líneas y una serpentiforme.
A su costado aparece lo que interpretamos como arquero, de menor tamaño con un
gran arco en la mano y la otra contraria apoyada en la cintura. Está en
posición inclinada como subiendo hacia la figura mayor. La figura humana
contigua hacia la derecha, está realizada con líneas simples, se destacan sus
ojos en los cuales se advierten las pupilas. Debajo del conjunto se hallan los
dos únicos camélidos que aparecen en esta escena y que muestran una coloración
más clara que el resto de los grabados, lo que hace pensar en una producción
posterior a los antropomorfos de arriba.
El grupo del cuadrante inferior derecho
está constituido por cuatro personajes que son los más relevantes del panel.
Primeramente, a la izquierda del grupo se puede observar a dos figuras
antropomórficas alineadas verticalmente, la parte inferior de la de arriba está
unida a la parte superior de la de abajo. La de arriba tiene un importante
tocado cefálico doble y de él, un apéndice pequeño que surge hacia arriba. El
interior de su cuerpo está intervenido con la reiteración de piquetes y sus
piernas se prolongan largas hacia abajo, en su mano izquierda porta lo que
podría ser un artefacto similar a una maraca y en la otra mano otro artefacto
difícil de identificar. Sus piernas se prolongan arqueadas y culminan en la
cabeza de un segundo personaje hacia abajo. La figura inferior muestra su
rostro y cuerpo en un solo elemento alargado del que se destacan los ojos y los
dos brazos, pero no tiene piernas ni pies. Entre ambas, al estar unidas e
incompletas configuran una transformación de la figura humana para crear una
imagen metafórica. El personaje siguiente, hacia la derecha, tiene su cabeza de
gran tamaño. Su tocado muestra dos orejas y dos apéndices que salen hacia
arriba. El tocado se confunde con el rostro que muestra dos ojos huecos sin
pupilas. Este personaje porta elementos pequeños, uno en cada mano,
¿instrumentos musicales tal vez? Continuando hacia la derecha aparece el último
personaje de la secuencia. Es de menor tamaño que los anteriores, su cabeza
tiene un tocado que se continúa hacia arriba prolongándose en otro elemento que
llega hasta el borde de la grieta, este personaje también muestra sus ojos.
Los 11 individuos que
portan artefactos semejantes a arcos en una mano, algunos de ellos con la otra
mano en la cintura, son indicativos de una afiliación en las escenas, se podría
suponer que tienen un rol común. Ese rol también podría determinarse a través
de las similitudes de gestualidad corporal. La reiteración de figuras refuerza
la idea de agrupación por semejanza, que se traduce en un concepto visual
compuesto de partes, la sumatoria en conjunto, cobra una nueva significación (Arnheim, 1985, p.58). Por lo tanto, en el caso de los
arqueros se podría deducir que se trata de un grupo de guerreros, lo que
reafirma aún más el carácter argumental de la escena. La ubicación en el panel
de los personajes jerárquicos, los uturuncos, el ancestro o muerto con el astro
y el conjunto de arqueros muestra una composición plástica ordenada en la que
cada integrante parece tener un rol interactivo dentro del grupo. Los tamaños
de los antropomorfos, los elementos que portan en sus manos, las actitudes
corporales, los atavíos, los ojos con pupilas, acentúan la caracterización de
los personajes y sus protagonismos en las escenas.
Escena del pastor
En la misma faceta 2, a la izquierda
del panel cuatripartito, descripto anteriormente, hay otro sector también
determinado por grietas verticales y horizontales de menor grosor. Allí se
ubica una escena compuesta por un individuo acompañado de dos camélidos. La
figura humana está realizada con líneas simples, es pequeña en comparación con
los antropomorfos de la faceta 1 y 2 del bloque. El personaje va tirando a uno
de los camélidos con lo que parece una cuerda. El pastor tiene la postura de
quien ejerce tensión para jalar y el camélido levanta su cabeza como en actitud
de resistir. El camélido tiene las patas de atrás estiradas, mientras que las
de adelante parecen estar en el aire. El camélido porta un elemento sobre su
lomo, tal vez una carga. La verticalidad del personaje y los camélidos de la
escena de pastoreo es perpendicular a la verticalidad de los antropomorfos del
grupo de la derecha descriptos anteriormente, (ver a la izquierda de la Figura
4) es decir que, la línea de base donde se apoyan los camélidos y el pastor no
corresponde a la línea de base de los personajes de la escena central de la
faceta 2. Se puede suponer que el artista se ubicó sobre el costado lateral de
la faceta 2 para realizar estos diseños. Completan parte de esta escena, algunos
trazos y formas no figurativas de menor tamaño.
Es importante destacar que, a excepción
de algunos bloques con efecto llipi, en Agua Blanca no se registraron formas con volumen.
El arte rupestre en esta quebrada está caracterizado, mayoritariamente, por petroglifos
con tendencia a lo figurativo, realizados sobre superficies planas.
Creaciones con
volumen, percutidos y abrasiones de la quebrada de Conconta
En toda producción creativa, inclusive
la rupestre, hay una idea que antecede a la realización. Es una imagen interna,
un concepto originado tanto en el seno social y en la memoria colectiva, como
en el propósito intrínseco del productor que interviene con su impronta
individual. (Saldarriaga Roa & Rivadeneira Velázquez, 2000, p. 194). Esta
conjunción es, en buena medida, la que aporta a la gran diversidad de las
creaciones rupestres. Además, el trabajo
de desbaste de la roca está supeditado al tipo de material del que se dispone,
tanto de la roca a tallar como de las herramientas que se usan para obtener las
formas. Con frecuencia, los fracasos y situaciones fortuitas obligan a
rectificar, o en última instancia, a abandonar el proyecto (Catarinolo,
2023).
Si bien los
petroglifos en términos generales, están resueltos mediante un surco realizado
en bajo relieve con reiteración de piquetes, con mayor o menor profundidad, en
ellos las figuras están concebidas bidimensionalmente, como dibujos sobre un
plano. En cambio, la obtención de formas con volumen y el uso de la morfología
natural del soporte corresponden a la tridimensionalidad pues incorporan lo
volumétrico al lenguaje visual de las creaciones rupestres.
En la quebrada de Conconta, además de
la gran producción de petroglifos se encuentran casos de intervenciones en la
roca como tallas, abrasiones como efecto llipi y asperezas logradas con
reiteración de piquetes superficiales en conjunción con las formas naturales de
la roca. A veces estas producciones están compartiendo el bloque rocoso con
petroglifos, es decir que hay una convivencia de técnicas expresivas sobre un
mismo soporte. Hay casos en los que las áreas ásperas logradas a través de la
reiteración de piquetes están asociadas, con fines expresivos, a los accidentes
topográficos de la roca, como oquedades naturales que forman parte de la composición.
Un ejemplo claro de ello es el grupo de cuatro antropomorfos grabados, que
llevan los brazos extendidos a la altura de los hombros. La cabeza de uno de
ellos está representada en conjunción con una oquedad redondeada, propia del
bloque. Aquí la forma natural del soporte fue anexada intencionalmente para la
configuración del conjunto rupestre.
Figura 5. Oquedad natural de la roca incorporada
como parte del diseño rupestre. Quebrada de Conconta, Iglesia, provincia de San
Juan.
Fuente: Fotografía de la
autora.
La morfología de la roca no siempre fue
un condicionante, su forma natural pudo haber sido percibida e interpretada
como un significante e incorporada como parte activa de la producción. Para los creadores del arte rupestre, la roca
no sólo era el soporte de la obra, sino que tenía valor en sí misma como
entidad copartícipe del lenguaje visual.
Los orificios naturales del soporte que
están rodeados por un contorno de forma aureolar realizado con reiteración de
piquetes, son otro ejemplo de producciones no gráficas en la quebrada de
Conconta. Estos motivos se agrupan sobre la superficie del bloque y se
multiplican a modo de constelaciones. Las concentraciones de orificios
aureolados se replican en varios soportes del sitio, y tienen, en promedio,
aproximadamente, 8 cm de diámetro.
El ejemplar más notable que se observa
en el sitio es una talla de bajo relieve que, como tal, entra en el campo de la
tridimensionalidad. Está esculpida en un bloque cuya medida entre puntos
extremos horizontales es de 0,72 cm y tiene de altura de 0,45 cm.
Figura
6. Talla de bajo
relieve. Quebrada de Conconta, Iglesia, provincia de San Juan.
Fuente: Fotografía de la
autora.
La talla consiste en
una base en forma de arco alisada sobre la que se apoyan seis picos trabajados
de mayor a menor. La talla mide 0,22 cm linealmente de extremo a extremo, y
0,17 cm de alto. Tiene dos tratamientos diferentes: la base, que es la que da
lugar al relieve de los picos, está realizada con un pulido parejo, mientras
que los picos, tienen un acabado rústico. Por otra parte, la base no presenta
la misma pátina oscura que los picos, lo que puede estar indicando que, tal
vez, hubo una intervención posterior que rectificó la base del bajo relieve.
Existe otra posible talla con características similares a la anterior, pero
aparentemente, durante el proceso de desbaste la roca se fracturó y quedó
interrumpido el tallado, y la obra inconclusa. Estas producciones rememoran los
escalonados que frecuentemente aparecen en la simbología (Chacana) y en arquitectura incaica. Cabe evaluar la posibilidad de
que esta talla sea incaica o, en su defecto, una forma simbólica adoptada del
incanato para generar el relieve escultórico por productores locales. Algunos
autores consideran que la quebrada de Conconta, podría haber sido espacio de
poblamiento temporal incaico para facilitar la comunicación con pueblos de la
vertiente occidental de la cordillera y establecer vínculos con los del Norte
Chico Chileno (Michieli, Varela & Riveros, 2005,
p. 26-27; Stehberg, 1995, p.71). Es importante
señalar que el bajo relieve con los seis picos tallados se ubica dentro del
sitio con arte rupestre de la quebrada de Conconta, tanto esta, como las otras
intervenciones no gráficas mencionadas anteriormente, se encuentran
entremezcladas con los bloques de petroglifos del mismo sitio y distribuidas de
forma aleatoria en el espacio.
El efecto llipi aparece en las quebradas de
la cordillera Frontal con bastante frecuencia. Este efecto está dado por la
transformación del color en las cúspides de los bloques por medio del pulido
antrópico con el que se desgastó la pátina natural oscura para crear un
contraste cromático con el renegrido del resto de la roca. En la quebrada de Conconta,
el efecto llipi
está realizado sobre grandes cantos rodados oscuros y bruñidos, lo que permite
visualizar fácilmente el contraste en las crestas de los bloques desde lejos,
son como marcas reflectantes en el paisaje. Este fenómeno podría formar parte
del lenguaje simbólico en el que los brillos y luminosidades están relacionados
con la percepción visual chamánica, así como también lo están los metales
brillantes, algunas rocas y animales de colores vibrantes. El brillo está
asociado a las energías cósmicas, a la luz y a la sombra, y a la cambiante
dualidad entre lo oscuro y lo luminoso (Saunders, 2004, p. 138). El efecto llipi podría
igualmente, estar asociado a las divinidades de las cumbres de las cordilleras
nevadas aludiendo a los apus
sagrados y a la “simbología del camino”
(Schobinger & Gradin,
1985, p. 95)
Entre algunos otros ejemplos de
producciones no gráficas que se encontraron, hubo una en particular que
presenta áreas intervenidas con reiteración de piquetes rústicos en la
superficie y labrado en las aristas que son aparentemente, intervenciones
inacabadas de una factura muy tosca y cubierta de pátina oscura. Estas
intervenciones, fueron evaluadas como dudosas en términos antrópicos, sin
embargo, se las incluyó en el registro para análisis posteriores.
Conclusiones
Agua Blanca y Conconta son dos
quebradas paralelas que desembocan en el Valle Iglesia. Tienen características
semejantes en cuanto a su geografía y su biodiversidad. Ambas surcan la ladera
oriental de la cordillera Frontal y sus desembocaduras distan aproximadamente
20 km lineales siendo relativamente sencillo el tránsito entre las dos.
Conjuntamente con otras quebradas similares y paralelas, que también desembocan
en el valle Iglesia, configuran un territorio de ocupación y usufructo, un
hábitat adecuado para los pueblos que allí se fueron estableciendo
sucesivamente desde épocas tempranas. Estos espacios fueron una morada a cielo
abierto, atravesada por los recorridos cotidianos y sagrados. Con el tiempo se
fue conformando culturalmente “la casa cósmica”, una trama de holladeras
creadas por el tránsito repetido, los hábitos de supervivencia y por la memoria
colectiva (Bachelard, 1997, p. 82). Los emplazamientos de los sitios con arte
rupestre también forman parte de esos espacios de vecindad, sin embargo, la
distribución de los bloques, las variabilidades entre motivos, así como también
las cantidades de bloques grabados son sustancialmente dispares, cada quebrada
tiene su propia caracterización en términos rupestres. Entre esas diferencias
se distinguen dos modalidades de tipos de representación: las gráficas y las no
gráficas.
En Agua Blanca los diseños están dados
por petroglifos, con una fuerte tendencia a la figuración y a la metáfora. Allí
está ubicado el bloque de los antropomorfos que es, para la Región de Cuyo, el ejemplo
más significativo de manifestaciones figurativas, reunidas en una sola roca. Es
por ello que se seleccionó este bloque para ejemplificar las producciones
bidimensionales desarrolladas sobre una superficie plana y que son las que se
denominaron gráficas. Los conjuntos de motivos que allí fueron desplegados son
un conglomerado de transfiguraciones de la figura humana e imágenes metafóricas
que configuran escenas argumentales. En las escenas se suman 27 antropomorfos
que fueron ubicados en concordancia con la forma del bloque y las fisuras
naturales. Las grietas que dividen la superficie rocosa determinan secciones
que son resignificadas a la hora de la producción rupestre y aprovechadas para
la representación de otras dimensiones o mundos imaginarios, estratificaciones
del universo según el pensamiento cosmológico. También, esas particiones
intervienen en la configuración de mundos sagrados, al igual que los puntos y
ejes cardinales, los colores y las estaciones del año (Llamazares, 2004, p.89).
Estas producciones rupestres se despliegan en un espectáculo visual ofreciendo
una narrativa a la que se puede, en alguna medida, acceder a través de la cuasi
figuración de la imagen humana. En el bloque de los antropomorfos se tomó como
punto de partida el dibujo bidimensional y se lo representó a modo de trazos,
con el grabado de los surcos. Si bien, los surcos fueron realizados con
sucesión de piquetes que, en alguna medida alteraron la superficie rocosa, el
concepto formal de la obra pertenece al mundo de la gráfica, no fue ideada para
ser percibida volumétricamente, sino para ser vista como formas delineadas
sobre un plano que también tiene significado conceptual en la producción.
Por otro lado, están las producciones rupestres de Conconta,
Allí, tanto el emplazamiento como el arte mismo es disímil de lo que se
encuentra en la quebrada de Agua Blanca. El arte rupestre está distribuido en
el sitio de manera amplia y dispersa. Es muy numerosa la cantidad de bloques
con grabados y existe una gran variabilidad de motivos, muchos de los cuales no
son figurativos. Si bien algunos bloques presentan escenas, estas no
constituyen un conjunto poblado de imágenes figurativas como las de Agua
Blanca. Sin embargo, hay otra modalidad de expresiones rupestres: las
creaciones no gráficas. Son aquellas no figurativas, que se lograron
transformando la topografía de la roca en la búsqueda de nuevas formas
volumétricas o que se realizaron alterando el aspecto original de la superficie
de algunas áreas a través de reiteración de piquetes o procedimientos
abrasivos. El bloque tallado con la técnica de bajo relieve hallado entre un
grupo de rocas con petroglifos es el único caso con estas características que
se encontró en la Región de Cuyo. Es un ejemplo de forma escultórica obtenida a
través del tallado de la roca para dar volumen, lo que lo convierte en una
representación no gráfica. Otros ejemplos de manifestaciones no gráficas son
las asperezas realizadas por medio de reiteración de piquetes en forma
aureolada que rodean a los orificios naturales. Los orificios u oquedades que
son de naturaleza propia de la roca o aquellas que fueron talladas, en algunos
casos, han sido vinculadas a la arqueoastronomía, pues se las analiza como
posibles representaciones de constelaciones estelares. También se considera que
pueden consistir en observatorios astronómicos puesto que el reflejo del agua
que allí se acumula se usó para observar el paso de las estrellas. El efecto llipi aparece
también con frecuencia en la quebrada de Conconta, asociado o no con
petroglifos. Estas intervenciones no solo generan un fenómeno visual, sino que,
además, son transformadoras del paisaje material y marcan significaciones de
carácter sagrado. Los orificios aureolados y el efecto llipi son intervenciones no
gráficas que incorporan la tridimensionalidad al universo rupestre.
Se observa, entonces que los recursos expresivos pueden ir
más allá de los grabados y alcanzar producciones volumétricas manufacturadas o
también, elegir la forma natural de cierto soporte, adjudicarle una
significación para incluirlo al lenguaje visual. Estas diferencias entre lo
gráfico y no gráfico en el arte rupestre señalan diversos tipos de
representación que, si bien conviven y comparten los emplazamientos, son
disímiles en términos formales y expresivos. A través de todas estas
observaciones se encontró que, comparativamente existe una diferencia notable
entre las producciones rupestres de Agua Blanca y Conconta. Se podría inferir
que las producciones de una y de la otra fueron creadas con ideas y enfoques
diferentes, usando, en alguna medida, técnicas expresivas diferenciadas, al
igual que la disímil distribución de motivos en los bloques y en la selección,
ordenada o no, de los soportes en el sitio. Si bien estas dos quebradas son
cercanas en términos geográficos, parecen haber sido espacios usufructuados en
forma independiente para la realización de diseños. El arte rupestre de las dos
quebradas revela que las técnicas de producción se fueron dando en función de
las necesidades expresivas y, por otro lado, no siguieron un patrón esquemático
común a las dos quebradas. Además, se
observa que el arte rupestre no se circunscribe a una sola modalidad de
producción, sino que son muchos los componentes que intervienen en el lenguaje
visual.
Para lograr una visualización expandida
que permita aproximarse a la dimensión del espacio rupestre de las dos
quebradas, se observó en detalle las representaciones gráficas y no gráficas
para confrontarlas entre sí al igual que sus emplazamientos. De una observación
micro se fue extendiendo el análisis a una escala mayor. Esto permitió
ensamblar conceptualmente las partes con sus singularidades para configurar el
todo consistente en el paisaje rupestre que, en su conjunto está marcado por la
diversidad.
Hasta el presente, no se dispone de
registros suficientes de estas producciones volumétricas como para avanzar en
el estudio comparativo y establecer particularidades que ayuden a la
comprensión de lo escultórico entre las producciones rupestres. La aparición de
mayor número de ejemplares en el futuro, será lo que permita dilucidar las
variabilidades de técnicas de ejecución y los alcances expresivos de las formas
talladas, para la incorporación conceptual de estas representaciones en los
contextos del arte rupestre.
Agradecimientos
Agradecemos a los
organizadores del IV Congreso Nacional de Arte Rupestre, a Mariano Cornejo y a
los coordinadores del Simposio Arte Rupestre y Artes Plásticas. También a Jamile
Apara por su acompañamiento y colaboración en trabajos de campo, a Carlos
Samper por su aporte logístico para el registro en la quebrada de Agua Blanca.
A Mercedes Podestá por su apoyo y colaboración para la conformación de
conceptos desde la arqueología, a Christian Vitry, y
Daniel Cosa por la colaboración para el registro en quebrada de Conconta, a Marcela Losavio por
la traducción, a Silvia Sánchez por su aporte de bibliografía y a los
evaluadores que contribuyeron positivamente para la buena concreción del
presente artículo.
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