¿UN GEOGLIFO EN LA COSTA ATLÁNTICA PATAGÓNICA? DESAFÍOS
METODOLÓGICOS PARA EL ESTUDIO DE UN HALLAZGO INESPERADO EN PUERTO MADRYN,
CHUBUT
A GEOGLYPH ON
THE PATAGONIAN ATLANTIC COAST? METHODOLOGICAL CHALLENGES FOR THE STUDY OF AN
UNEXPECTED FINDING IN PUERTO MADRYN, CHUBUT
González
Dubox, Raúl E
Universidad
del Chubut- Sede Puerto Madryn
Centro
Científico Tecnológico CONICET Centro Nacional Patagónico. Instituto de
Evolución y Diversidad Austral, Puerto Madryn
Gutiérrez,
Guillermo
Centro
Científico Tecnológico CONICET Centro Nacional Patagónico. Instituto de
Evolución y Diversidad Austral, Puerto Madryn
guillermo.gutierrez.83@gmail.com
Moreno,
J. Eduardo
Centro
Científico Tecnológico CONICET Centro Nacional Patagónico. Instituto de
Evolución y Diversidad Austral, Puerto Madryn
Gómez Otero,
Julieta
Centro
Científico Tecnológico CONICET Centro Nacional Patagónico. Instituto de
Evolución y Diversidad Austral, Puerto Madryn
julietagomezotero@yahoo.com.ar
Resumen
El arte rupestre en zonas costeras marítimas es un hecho
ampliamente registrado en diferentes regiones del mundo. La Patagonia argentina
constituye una excepción dado que la gran mayoría de los sitios está ubicada en
ambientes mesetarios y cordilleranos. En este trabajo se describe
detalladamente un hallazgo que podría revestir un hito en los estudios de arte
rupestre de la región patagónica: un geoglifo sobre la costa del golfo Nuevo,
al sur de la ciudad de Puerto Madryn (provincia de Chubut). Se trata de un
conjunto de formas ovaladas, circulares y líneas en sobre relieve, que presenta
un largo de 20 m y un ancho de 11 m y se visualiza más claramente desde una
cota elevada durante las mareas bajas. El hallazgo planteó desafíos
metodológicos; entre ellos: descartar el origen natural de las marcas,
identificar la cadena operativa y los procesos de formación de sitio, explorar
la existencia de otros sitios similares en el sector intermareal de la costa y establecer
similitudes y diferencias con el arte rupestre conocido en la Patagonia centro-septentrional
y estimar su rango temporal. Los resultados de la investigación permiten ubicar
al hallazgo, en un lapso temporal entre el 3500 AP y primeras décadas del S XX,
descartando su origen natural o antrópico accidental.
Palabras clave:
Geoglifo, Costa atlántica, Patagonia, Arte rupestre, Arqueología
Abstract
Rock art in coastal maritime
areas is a widely recorded fact in different regions of the world. Argentine Patagonia is an exception,
given that the great majority
of the sites are located in plateau and mountain environments. This work describes in detail a finding that could be a milestone in rock art studies in the Patagonian region: a geoglyph on the coast
of Nuevo gulf, south of the city of Puerto Madryn (Chubut province). It is a set of oval, circular shapes and lines in relief, which is
20 m long and 11 m wide and
can be seen more clearly from a high elevation
during low tides. The finding
posed methodological challenges; among them: ruling out
the natural origin of the marks, identify
the operational chain and the site
formation processes,
explore the existence of other similar sites in the intertidal sector of the coast and establish similarities and differences with the rock art known in North Central Patagonia, as well
as estimate its temporal range. The results
of the research allow the discovery
to be placed in a time period between
3500 BP and the first decades of the 20th century, ruling out its natural or accidental anthropic origin.
Key words: Geoglyph, Atlantic coast, Patagonia,
Rock art, Archaeology
Introducción
La presencia de sitios arqueológicos con arte rupestre en
zonas costeras es un hecho ampliamente conocido a nivel mundial (Carden & Borella, 2015). En Sudamérica se han documentado sitios con
arte rupestre tanto sobre la vertiente pacífica como sobre la atlántica. En la
costa del Pacífico se registraron pinturas rupestres en el norte de Chile (Ballester, Gibbons, Quiroz, & Alvarez, 2019). En la del Atlántico, están las pinturas de isla Santa
Catarina (sur de Brasil), los grabados de Punta Odriozola en el norte de
Patagonia argentina (Carden & Borella, 2015) y pinturas en la bahía de Yendegaia
al sur de Tierra del Fuego (Gallardo, Cabello, Sepúlveda, Ballester, Fiore & Prieto
2022). Asimismo, Carden y Borella
(2015), señalan la presencia de mayor cantidad de sitios con arte rupestre en
la costa pacífica que en la atlántica.
Los casos reportados para Patagonia argentina constituyen
una excepción, dado que la gran mayoría de los sitios conocidos, está ubicada
en ambientes mesetarios y cordilleranos. Si bien el arte rupestre ha sido un
aspecto del registro arqueológico ampliamente abordado desde las
investigaciones pioneras en la región patagónica, la ausencia de esta evidencia
en el litoral marítimo propone una serie de interrogantes como la posibilidad
que los sitios costeros tempranos se encuentren actualmente bajo el nivel del
mar o que se trate de sesgos heurísticos en las investigaciones (Zangrando, 2018)
La Patagonia centro-septentrional[1]
(Gómez Otero, 2006) no es una excepción dado que los numerosos sitios con arte
rupestre se encuentran en las mesetas interiores, en general asociados a valles
y cañadones (Caviglia, 2023; Gutiérrez, Castro & Pía, 2022; Moreno
& Herrera, 2016; Onetto, 1992; Scheinsohn, Leonardt & Rizzo, 2022, entre
otros). En 2020 se produjo un registro inédito: el hallazgo
fortuito[2]
de una imagen de gran tamaño en Punta Este, al sur de la ciudad de Puerto
Madryn, emplazada sobre una plataforma de abrasión de olas, en un ambiente
intermareal (Figuras 1 y 2).
Figura 1. A: Mapa de la costa
atlántica Patagónica y sitios arqueológicos con arte discutidos en el trabajo.
1. Punta Odriozola, 2. La Angostura, Gaiman, 3.
Piedra Calada, las Plumas, 4. Cañadón Encerrado, Bahía Camarones. B. Costa
norte de Chubut. Indicando el emplazamiento de la figura analizada.
Fuente: Fotos satelitales: Google Earth 2023.
La imagen mide 20 m de largo por 11 m de ancho y está
compuesta por óvalos concéntricos, círculos y líneas en sobre relieve. Se
visualiza claramente desde cotas elevadas durante las mareas bajas, ya que
queda totalmente sumergida durante las pleamares. Este hallazgo resulto
realmente inédito y suscitó varios interrogantes y desafíos destinados al
objetivo de determinar el origen de la figura.
Sobre la base de estos rasgos se planteó como hipótesis
inicial que se trata de un geoglifo y como hipótesis secundaria que corresponda
a sociedades indígenas de Patagonia previas o posteriores al contacto con los
europeos. Para contrastar dichas hipótesis se procedió a evaluar el carácter
natural o antrópico (incidental o intencional) y a estimar la cronología.
Las estrategias de investigación para abordar la problemática
contemplaron:
· Caracterizar la morfología de la imagen, su sustrato y
entorno natural.
· Identificar los
procesos de formación y posible cadena operativa.
· Ajustar el rango temporal de su producción.
· Explorar la existencia de otros casos en ambientes
intermareales.
A continuación, se presentan y discuten los resultados de la
investigación realizada para profundizar en la comprensión de este singular
hallazgo.
Figura 2. Figura hallada en la plataforma de
plataforma de abrasión de Punta Este durante la bajamar. A. foto aérea tomada
desde la barda mirando al mar. B. Foto de la figura tomada sobre la plataforma
de abrasión mirando hacia la barda.
Fuente: A. Foto: Guillermo Gutiérrez 2023. B. Foto:
Banegas 2021.
Marco conceptual
Etimológicamente, el término “geoglifo” procede de dos fonemas griegos, geo (tierra) y glypho (carácter o símbolo), que se traduce generalmente
como “grabado en el suelo” (García, 2013; Valenzuela & Clarkson, 2020; Chuquihuaccha Huancahuari, 2021). Lumbreras
(2000) señala que el término fue acuñado originalmente para referirse a las
manifestaciones arqueológicas de grandes dimensiones registradas durante las
primeras décadas del siglo XX en la costa sur peruana, aunque en el presente su
uso se extendió a hallazgos de distinta naturaleza, en diversos lugares y para
diferentes momentos (Valenzuela & Clarkson, 2020). Si bien el término se
aplica a formas, diseños y dimensiones variadas, todas responden a expresiones
materiales de gran tamaño que destacan en el paisaje, significándolo y
connotándolo de una identidad particular (Callegari, Spengler
& de Acha, 2019).
En la actualidad, existe consenso en considerar los
geoglifos como una forma de arte rupestre (Muscio,
2006; Valenzuela & Montt, 2018; Valenzuela & Clarkson, 2020). Diversos
autores sostienen que el arte rupestre consiste en aquellas imágenes producidas
sobre soportes fijos, que habrían sido realizadas con finalidades de expresión
de contenidos simbólicos, de identidad, estatus, información sobre lugares,
recursos o eventos, entre otros (Acevedo, 2017; Gradin,
1978; Valenzuela & Clarkson, 2020; Valenzuela & Montt, 2021; entre
otros). Esta conceptualización resalta dos dimensiones indispensables para la
comprensión de las manifestaciones rupestres: la comunicacional y la espacial (Aschero, 1996; Carden, 2007; González Dubox,
Frank, Cueto & Paunero, 2021). En este sentido,
los geoglifos cumplen con ambas dimensiones: su relación con el espacio y su
potencial para la comunicación y transmisión de información como importantes
demarcadores del paisaje.
Antecedentes
En el siguiente apartado presentamos los antecedentes referidos
a los geoglifos en general, al arte rupestre de Patagonia centro-septentrional
y finalmente de las evidencias de la ocupación humana en la costa del Golfo
Nuevo.
Los
geoglifos en Sudamérica
Se han registrado tres formas principales de ejecución:
apilamiento de piedras, armado de montículos o extracción de sedimentos oscuros
superficiales (barrido). Dado su emplazamiento sobre laderas de cerros
pedregosos de poca elevación, se logran por contraste imágenes de grandes
dimensiones visibles desde largas distancias (Briones, Núñez & Standen, 2005; Clarkson & Briones
Morales, 2014; Núñez, Briones & Clarkson, 2022; Valenzuela & Clarkson, 2020; entre otros). Hasta
ahora, la mayoría de los geoglifos prehispánicos documentados corresponden a
imágenes geométricas no figurativas: rombos escalonados, rectángulos, círculos,
zig-zag y, en menor medida, motivos figurativos como
antropomorfos y animales, en general asociados a caminos antiguos o espacios de
tránsito, corredores naturales y quebradas (Valenzuela & Clarkson, 2020).
Para el sur de Perú, García (2013) señala que hasta mediados
de la década de 1990, los variados trabajos y propuestas que abordan los
geoglifos conocidos mantienen la misma tendencia: son interpretados como
“líneas de unión” o indicadores de sitios sagrados en conexión con cultos al
agua y la fertilidad (Rostorowski, 1993). En el norte
de Chile, la abundancia de geoglifos -que se cuentan por miles- ha sido en su
mayoría registrada en asociación con los antiguos senderos caravaneros (Clarkson & Briones Morales, 2014; Valenzuela &
Montt, 2018). En este sentido, se interpreta que los geoglifos sirvieron
para orientar a transeúntes en sus desplazamientos a los diferentes
asentamientos (García, 2013).
En Argentina, las
evidencias de geoglifos son escasas. En el Noroeste destacan los grupos de
camélidos y sus crías, construidos a partir del apilamiento de rocas de color
claro en la Puna salteña (Muscio, 2006), así como
geoglifos
elaborados de
manera diversa, principalmente asociados a contextos rituales de 1000 años AP
en la provincia de la Rioja (Callegari et al., 2019). En Cuyo, específicamente
en la provincia de San Juan, se registraron geoglifos antropomorfos y zoomorfos
de 9 y 13 m de largo (Prieto; 1992) y geoglifos de forma, tamaño y diseños
variados logrados mediante diferentes técnicas constructivas en el Parque
Nacional Ischigualasto (Guráieb,
Podestá, Rolandi & Damiani, 2007). En algunos
casos se señala su cercanía con espacios de cultivo y se propone la vinculación
con ceremonias asociadas a la fertilidad de la tierra. Los de Cuyo
serían, hasta el momento, los geoglifos más australes en América (Callegari & Raviña, 2000).
Antecedentes del arte rupestre de Patagonia centro-septentrional
Si bien aún no se han registrado geoglifos en Patagonia, se
considera relevante presentar una síntesis de los antecedentes del arte
rupestre en esta porción de Patagonia, donde está incluido el golfo Nuevo.
Hasta fines de 1970 pocos sitios con arte rupestre se habían estudiado
sistemáticamente; entre ellos, Piedra Calada de Las Plumas (Menghin
& Gradin, 1972), La Angostura de Gaiman (Gradin, 1979; Luna Pont, Scandroglio, Gilardino &
Aranda 1970a), y Piedra Grande (Luna Pont, Gilardino,
Ferrari, Scandroglio & de Luna Pont, 1970b). A
partir de la década siguiente comenzaron los trabajos sistemáticos, liderados
por las investigaciones de Carlos Aschero y equipo en
el área de Piedra Parada (Aschero, Pérez de Micou, Onetto, Bellelli, Nacuzzi, & Fisher, 1983) y Chacra Briones (Aschero, Bellelli y Fontanella, 1983-85; Sánchez Albornoz, 2011). En los
últimos 20 años ha habido un incremento de los estudios de arte rupestre, sobre
todo en el ambiente de las mesetas interiores (Arrigoni,
2018; Boschin, 2017), el área cordillerana y
precordillerana (Podestá, Caracotche, Bellelli & Forlano, 2021) y
el valle inferior del río Chubut (Gurin, Mazzuca, Gómez Otero & Maier, 2021; Schuster, 2021).
Los numerosos sitios identificados dan cuenta de un
repertorio compuesto por motivos diversos que se asignan temporalmente al
Holoceno tardío, coincidiendo con lo que Menghin
(1957) definió como “estilo de grecas” y “estilo de pisadas”, y con lo que Gradin (1978) definió como “grupos estilísticos C y D”.
Destacan los motivos geométricos no figurativos, principalmente pintados y en
menor medida grabados; entre ellos hay grecas, reticulados, circunferencias
concéntricas, trazos rítmicos, peineformes, almenados
y enmarcados. En menor medida se registraron motivos figurativos como pisadas de
animales (Figura 3). Para la Patagonia centro-septentrional, es notable la
ausencia de escenas, que en otras áreas de la Patagonia se han asociado a
contextos del Holoceno temprano (Aschero, 2012;
Podestá, Paunero & Rolandi,
2007). La ausencia de este tipo de motivos, así como la abundancia de la
técnica de grabados, señalan que el desarrollo del arte rupestre en el ámbito
de este sector habría sido posterior al de áreas vecinas.
Respecto de su emplazamiento, se reportan hallazgos en
sitios reparados como cuevas y aleros (Gurin et al., 2021; Schuster, 2021; entre
otros); así como sobre bloques aislados (Menghin
& Gradin; 1972). En cuanto a su ubicación, como
se mencionó anteriormente, la mayoría de los sitios se encuentra lejos de las
costas atlánticas; incluso más distantes que el sitio Cañadón Encerrado, a 12
km de la bahía Camarones, en la costa norte del golfo San Jorge (Figura 1). Los
registros más cercanos al mar corresponden a la localidad arqueológica La
Angostura, a 40 km en línea recta (Gradin, 1978; Gurin et al.,
2021) (Figura 3), y la localidad arqueológica Las Chapas, a 80 km (Luna Pont et al. 1970b; Schuster, 2021). Otro
sitio importante para esta investigación es Piedra Calada de Las Plumas que, si
bien se encuentra a 211 km del hallazgo de Punta Este, presenta motivos
rupestres grabados no figurativos, caracterizados como óvalos simples y
concéntricos, con círculos y líneas de grandes dimensiones (1,40 m de largo por
0,70 m de ancho; Figura 4C1). En cuanto a la presencia de geoglifos en la
región patagónica, no se halló ninguna referencia en la bibliografía
arqueológica publicada, excepto menciones e ilustraciones en dos blogs (ver
apartado Resultados).
Figura
3. Ejemplos arte rupestre en los sitios
más cercanos. A. Grabados Punta Odriozola; B. Grabados Angostura de Gaiman; C. Grabados Piedra Calada de Las Plumas; C1.
Grabados Piedra Calada de Las Plumas; D. Motivos rupestres del Sitio Cañadón
Encerrado, detalle en recuadro amarillo; Original y Dstrech
yre.
Arqueología de la
costa del Golfo Nuevo sur
Las investigaciones arqueológicas en la costa centro-septentrional de
Patagonia (incluido el golfo Nuevo sur) se iniciaron a principios de la década
de 1990 (Gómez Otero, 2006). Los resultados obtenidos (Gómez Otero, 2006; Gómez
Otero, Weiler, Banegas
& Moreno, 2013) indican ocupaciones en el Holoceno medio (6.000-5.000 AP),
período durante el cual el mar había elevado su nivel entre 2 y 3 m (Schellmann & Radtke, 2010).
En el golfo Nuevo sur las edades registradas muestran la presencia humana desde
3.000 años AP a 200 años AP; es decir, durante el Holoceno tardío (Gómez Otero,
2006; Gómez Otero & Svoboda, 2022).
El
registro arqueológico está representado mayoritariamente por sitios de
superficie y a cielo abierto, principalmente emplazados en relieves dunarios, siguiéndoles los ubicados sobre terrazas marinas
o al borde de acantilados. La mayor concentración se
observó alrededor de las puntas que contienen bancos fijos de moluscos y
pozones donde colonizan peces de hábitat rocoso. Los sitios más
característicos son los “concheros” (acumulaciones artificiales de valvas); los
fogones, basurales, los talleres líticos y los enterratorios humanos (simples,
dobles y múltiples) (Gómez Otero, 2006; Gómez Otero & Svoboda,
2022). En varias localidades se comprobó el uso
intensivo y reiterado del espacio costero.
Estudios zooarqueológicos determinaron que la
alimentación de estos grupos combinó recursos terrestres y marinos, siendo los
guanacos y los moluscos los más reiteradamente representados a través del
tiempo y del espacio (Gómez Otero & Svoboda,
2022). Restos de pinnípedos –en especial crías- también fueron identificados,
pero de manera discontinua y concentrada en localizaciones específicas, lo que
permitió inferir que su consumo habría sido estacional y menos regular que el
de los guanacos y moluscos. Los peces, aves y otros mamíferos marinos y terrestres
formaron parte de la alimentación, aunque en escasa proporción. Estudios de
isótopos estables de Carbono 13 y Nitrógeno 15 en colágeno y apatita de restos
humanos de entre 3000 y 200 años AP, determinaron el predominio de dietas
mixtas -terrestres marinas- en proporciones variables: en algunos individuos
los recursos del mar fueron los más importantes, en otros alcanzaron alrededor
de un tercio de la ingesta, en muy pocos predominaron los alimentos terrestres
(Gómez Otero, 2006; Gómez Otero & Svoboda, 2022).
Estos análisis también posibilitaron reconocer la relevancia de las plantas en
la dieta (Gómez Otero, Constenla & Schuster, 2014).
Con
relación al registro tecnológico lítico se destaca la presencia recurrente de
artefactos destinados a la obtención y aprovechamiento integral de presas
terrestres móviles (puntas, bolas de boleadora, cuchillos, raspadores,
punzones) y también se constató la existencia de pesas líticas para la pesca
(Banegas, 2015). Todos ellos están confeccionados con rocas provenientes de los
rodados locales, en especial basalto. No se identificó ningún utensilio que
pudiera estar vinculado con la captura de pinnípedos. La tecnología en valva
está caracterizada por cuentas de bivalvos y cucharas y recipientes de volutas,
mientras que los artefactos óseos están representados por punzones, retocadores
y espátulas. Hacia el Holoceno tardío final se desarrolló localmente un tipo de
cerámica de formas simples, principalmente vinculada con cocción y
almacenamiento de alimentos (Gómez Otero, 2006; Schuster, 2014).
Hacia el siglo XVIII, y como consecuencia del contacto euro-criollo,
estas poblaciones modificaron diversos aspectos de su subsistencia y movilidad
(Gómez Otero & Moreno, 2015). Entre los principales cambios se encuentran
la incorporación del caballo y el inicio de prácticas comerciales con las
colonias recién establecidas, manteniendo su modo de vida cazador recolector y
el nomadismo (Boschin & Nacuzzi,
1975; Nacuzzi, 2006). En el caso de las costas del
golfo Nuevo, la instalación definitiva de europeos recién se dio a partir del
desembarco de los primeros colonos galeses en 1865.
Características ambientales
El área donde se encuentra el hallazgo abarca una extensión de 20 km de la
costa del golfo Nuevo, entre Punta Cuevas al norte y cerro Avanzado al sur,
jurisdicción que corresponde a la ciudad de Puerto Madryn (Figura 1). Este
tramo está conformado por una serie de mesetas que no superan los 110 m.s.n.m.
y que alternan tramos de acantilados altos con amplias playas de arena o
rodados. El acceso al mar es posible en sectores con topografías bajas o a
través de cañadones o cárcavas cuyas cabeceras se encuentran varios kilómetros
hacia el interior (Gómez Otero, 2006). La batimetría es amplia y de relieve
suave y la amplitud media de marea es de 3,88 m, lo que promueve que algunas
playas queden sumergidas y emergidas dos veces al día.
La geología de la costa sur del golfo Nuevo se caracteriza por rocas
sedimentarias de edad terciaria y cuaternaria (Haller, Meister,
Monti & Weiler, 2005). El Terciario está representado por sedimentos fangolíticos de origen marino-costero de las formaciones Gaiman y Puerto Madryn; el
Cuaternario por los Rodados Patagónicos (en adelante RP) y los cordones
litorales de rodados y conchillas de la Formación San Miguel (Haller, et al.,
2005), con dataciones de 6.250 ± 90 AP; 5.990 ± 60 AP; 3.310 ± 90 y 750 ± 75 AP
(Haller et al., 2005). La génesis de estos cordones se relaciona con la máxima transgresión marina del Holoceno medio (circa 7000 años AP), cuando el nivel
marino ascendió entre 2 y 3 m.s.n.m (Schellman & Radke, 2010). A
partir de 4.500-4.000 años AP el mar comenzó a descender paulatinamente,
dejando expuestas franjas costeras antes inundadas, en especial las de menor
pendiente (Schellman & Radtke,
2010). Los RP y los rodados marinos
configuran la fuente casi exclusiva de materias primas líticas (principalmente
basaltos); a ellos se agregan lajas de areniscas consolidadas de antiguas
playas y, muy raras veces, huesos fosilizados de cetáceos o aves. Donde los
afloramientos son menos resistentes, la línea de costa retrocede debido a la
erosión, generando frentes de acantilados y plataformas de abrasión de olas,
como aquella donde se ubica el geoglifo de Punta Este (Figura 2). Estas
restingas permiten el desarrollo de bancos de moluscos y otros invertebrados.
En la costa del golfo Nuevo prevalece el clima templado semiárido,
caracterizado por temperaturas medias anuales de 12 °C a 13 °C y escasas
precipitaciones (175 mm a 250 mm anuales). El área carece de fuentes
permanentes de agua dulce; por lo tanto, sólo en épocas lluviosas o episodios
de lluvias -cortas pero torrenciales- se colmatan los bajos o lagunas
temporarias. Durante estos períodos las dunas funcionan como reservorios de
aguas superficiales (de 2 a 3 m de profundidad) y de calidad relativamente
buena (Álvarez & Hernández, 2017).
De manera discontinua, en distintos puntos del perímetro costanero se
desarrollan médanos litorales que cubren una franja no mayor a un kilómetro de
ancho y alcanzan alturas entre uno a diez metros (Súnico,
1996) Estas acumulaciones se encuentran depositadas tanto en las cimas de los
acantilados como en las antiguas bahías interiores sobre los niveles de
cordones litorales. Las dunas están fuertemente diseñadas por procesos
deflacionarios que desarrollaron numerosas hoyadas de formas irregulares y profundidades
variables que ofrecen espacios amplios, abrigados y poco vegetados; es en esos
ambientes donde se concentra la mayor parte de los sitios arqueológicos
inmediatos al área del hallazgo (Gómez Otero, 2006).
La flora está dominada por la estepa arbustiva o matorral de la Provincia
del Monte (Cabrera, 1976). Hay disponibilidad de especies leñosas de buena
calidad como el piquillín Condalia microphilla y el molle Schinus spp.,
así como plantas con partes alimenticias, entre ellas las bayas del piquillín, los tubérculos dulces del macachín Arjona tuberosa, vainas y semillas de
los algarrobos alpataco Prosopis alpataco y algarrobillo Prosopis denundans
(Cabrera, 1976). A su vez, hay géneros de cactáceas -Opuntia y Maihueniopsis- que aportan frutos y hojas comestibles. En lo que respecta a la fauna terrestre, los
recursos más importantes son el guanaco Lama
guanicoe y el choique Rhea pennata,
seguidos por los armadillos Chaetophractus villosus y Zaedyus pichiy y la mara Dolichotis patagonicum.
La fauna marina se caracteriza por su diversidad y abundancia en
invertebrados y vertebrados. La topografía costera es apta para el crecimiento
de moluscos y crustáceos adaptados a terrenos arenosos, fangosos, pedregosos y
rocosos. Los moluscos están representados por el mejillón Mytilus edulis, la cholga
Aulacomya atra, la
almeja blanca Venus antiqua,
las lapas de las familias Patellidae y Fissurellidae, las nasas Buccinanops, los trofones Trophon spp., y las grandes volutas Adelomelon y Odontocymbiola (Ageitos de Castellanos & Landoni,
1992).). La fauna íctica incluye peces
cartilaginosos y óseos que habitan substratos rocosos como arenosos (Galván, 2009). Las aves marinas más relevantes en términos de tamaño y
abundancia son los cormoranes Leucocarbo spp., y el pingüino de
Magallanes Spheniscus magellanicus.
Entre los mamíferos marinos se encuentran los lobos marinos de un pelo Otaria flavescens
y el lobo peletero o de dos pelos Arctocephalus australis, que prácticamente fue extinguido por sobrematanza entre los siglos XVIII y XIX (Crespo, 2022).
Hay varios taxones de delfines, toninas y la orca Orcinus orca, pero el cetáceo emblemático de esta costa es la ballena
franca austral Eubalaena australis,
que entre mayo y principios de noviembre permanece en las aguas tranquilas del
golfo Nuevo para aparearse y tener sus crías. Tan es así, que al norte de
Puerto Madryn se encuentra el Área Natural Protegida “El Doradillo”, de
renombre mundial por la abundancia de estas ballenas.
Metodología
Para evaluar las hipótesis propuestas en este trabajo se desarrolló
la siguiente estrategia metodológica: caracterizar el motivo y su entorno;
comprender los procesos de formación; determinar la técnica y el rango temporal
de su manufactura; establecer similitudes y diferencias con el arte rupestre
conocido y explorar la presencia de sitios similares en las costas aledañas. A
continuación, se describe cada una de ellas.
Caracterización
del motivo: registro morfométrico y planimétrico
Se tomaron fotografías, se realizaron croquis y se mensuró
mediante relevamiento planimétrico aplicando la técnica del ángulo
perpendicular (Figura 2). Además, se registraron las diferencias de altura
entre las partes más altas y más bajas utilizando un teodolito óptico. También
se tomaron fotografías generales y de detalle de la imagen y sus alrededores.
Se analizaron fotografías aéreas utilizando los repositorios disponibles en Google Earth y
un dron DJI Mini Se. Este
relevamiento permitió identificar las dimensiones y morfología.
Procesos
de formación
Para explorar el carácter antrópico de la imagen era
indispensable identificar los de formación que pudieran tener lugar en la
plataforma de abrasión. En primera instancia, se revisó bibliografía específica
sobre la geología y geomofología del litoral
patagónico, en especial la costa centro-septentrional. Considerando dicha información
se caracterizaron las trazas dejadas sobre la plataforma de abrasión por la
acción del mar. En segundo lugar, para obtener una comprensión más profunda del
entorno y evaluar el origen de la imagen, se convocó a los geólogos Pablo
Bouza, Andrés Bilmes y Sebastián Richiano,
investigadores del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP –
CONICET), así como a María Martha Méndez del Instituto de Biología de
Organismos Marinos (IBIOMAR - CONICET), quienes inspeccionaron el emplazamiento.
En tercer lugar, se relevaron alteraciones antrópicas actuales intencionales e
incidentales en la zona.
Potenciales
técnicas de manufactura
Para identificar marcas de las probables técnicas de
manufactura, en el sector SE del hallazgo, se delimito un área de 1 m por 1,50
m, de la que se extrajeron sedimentos y algas depositados sobre la imagen. Una
vez despejada la superficie, se tomaron fotografías de detalle en alta
resolución y se realizó un modelo en fotogrametría, para resaltar las posibles
marcas.
Para reconstruir la cadena operativa, se realizó una primera
experimentación en una plataforma de abrasión similar, ubicada a 150 m al oeste
del hallazgo. Se trató de replicar la técnica extractiva inferida de las
observaciones. Mediante el vaciado de sedimentos se elaboró una figura
geométrica de 1 m de lado, de manera que quedaran contornos en sobrerrelieve. A tales efectos se utilizaron distintos
materiales disponibles tanto en épocas prehistóricas (rodados partidos, tronco
de molle y valvas) como históricas (herramientas metálicas). A los fines de
diferenciar entre la acción del medio marino y la antrópica, se compararon las
marcas resultantes de la experimentación con las de la figura y otras marcas
presentes en la plataforma de abrasión de Punta Este y en otros afloramientos
rocosos de características similares.
Estimación
de rango temporal
Para estimar la antigüedad se articularon distintas líneas
de evidencia. La primera consistió en
determinar geológicamente a partir de qué momento la plataforma de abrasión
estuvo disponible para su uso. Para ello se
relevó información bibliográfica sobre las variaciones en las líneas de costa
durante el Holoceno y se consultó sobre este aspecto a los investigadores Bouza y
Bilmes del IPGP – CONICET. La segunda línea de evidencia fue arqueológica: dado
que la presencia humana era necesaria para la existencia del geoglifo, se
tuvieron en cuenta las dataciones radiocarbónicas de los sitios arqueológicos más cercanos (Gómez Otero, 2006, Gómez
Otero & Svoboda, 2022). La tercera línea de
evidencia fue la búsqueda de menciones de este hallazgo en las crónicas de
viajeros y navegantes. A su vez, se consultó a Marcelo Gavirati
(historiador) y a Fernando Coronato (geógrafo), especialistas
en la colonización galesa en el Chubut. La cuarta línea de evidencia consistió
en el relevamiento de fotografías áreas del archivo de Hidrografía naval, que
cuenta con registros para el área de estudio desde la década de 1960.
Una quinta línea de evidencia fue la consulta sobre el
conocimiento de la imagen a ciudadanos de Puerto Madryn, Trelew y Rawson. Se realizaron
entrevistas personales a diversos actores de la comunidad: buzos, pescadores y
marineros de la zona y a Milton Frint, artista local
que esculpe rocas del Terciario (inclusive restingas). Entre los entrevistados
también se encuentran miembros de las siguientes instituciones gubernamentales
y no gubernamentales: Armada Argentina, Prefectura Naval Argentina, CCT CENPAT,
Centro de Estudios históricos y Sociales de Puerto Madryn, Asociación Punta
Cuevas de Puerto Madryn, Fundación Patagonia Natural y Cuerpo de guardafaunas
de Áreas Protegidas de la Provincia de Chubut.
A su vez, se realizó una consulta pública en el grupo de
Facebook "Madryn Olvidado", un foro donde los vecinos y familias madrynenses de más larga data y generalmente aficionados a
la historia local, comparten documentos históricos y fotografías de la ciudad y
su entorno.
Similitudes y diferencias con el arte
rupestre de Patagonia centro-septentrional
Dado el carácter
exploratorio de este trabajo, para
intentar acotar el rango temporal se realizó la comparación con el arte rupestre conocido para la
Patagonia centro- septentrional. Se consideraron el emplazamiento, tipo
de soporte, técnica, dimensiones y características morfológicas de las imágenes.
Presencia
de sitios similares en el sector intermareal.
Antes de este hallazgo inesperado y novedoso, no se habían
realizado prospecciones para registrar manifestaciones rupestres en el
intermareal. A partir de entonces, el área de búsqueda se acotó a los
afloramientos costeros de la Fm. Gaiman ubicados entre
Puerto Lobos y Playa Magaña (Provincia de Chubut). La primera etapa de
prospección consistió en la revisión del intermareal mediante fotos satelitales
de Google Earth. En los casos donde se detectaron
potenciales hallazgos se inspeccionaron directamente.
Desafíos
técnicos
El estudio de geoglifos es siempre difícil debido a sus
grandes dimensiones, a su continua exposición a los agentes meteorológicos y a
la acción antrópica. El mero hecho de caminar sobre ellos, o alteraciones más
radicales como la circulación de vehículos, deja marcas o incluso amenaza su
conservación. En este caso se suma una dificultad más, dado que el sitio es
cubierto diariamente por el mar. Esto implica planificar el trabajo de campo,
no sólo en función de las horas de luz y del tiempo, sino también del régimen
de mareas. Además, el intermareal es muy dinámico tanto en su cubierta
sedimentaria como biológica, lo que plantea sus propios retos.
Resultados
Caracterización
del hallazgo
La imagen aquí descripta se emplaza a los 42°47'9.71"S
y 64°57'29.04"O, al pie de una barda de 12 m de altura y sobre una
plataforma de abrasión
de olas de 5.550 m2 de superficie
constituida por la Fm. Gaiman (Haller et al., 2005). El acceso
es posible por la playa o descendiendo por el talud del acantilado que lo
enmarca (Figuras 1 y 2). Cuando la marea supera los 4 m de altura se inunda la
plataforma, que se expone nuevamente cuando el agua desciende por debajo de
dicha altura. El período de sumersión es de 4 horas, 13 minutos aproximadamente
y se repite cada 12 horas. Dependiendo del ciclo de marea este fenómeno puede
suceder entre una y dos veces al día. La visibilidad es posible durante la
bajamar y desde el acantilado, lo que permite una visual panorámica de la
restinga y del entorno, en especial hacia al N y E.
La imagen mide 20,40 m de largo máximo por 11,45 m de ancho
máximo. Su eje mayor se orienta en dirección SO-NE (320°respecto del norte).
Consiste en un motivo compuesto, formado por 11 elementos: tres óvalos
concéntricos, siete montículos sub-circulares y una línea recta sagital (Figuras
2 y 6). Los montículos principales se distribuyen de manera equidistante, lo
que sugiere una alineación cuadrangular; de éstos destaca el central, de forma
alargada y atravesado por la línea mencionada. En torno al óvalo más externo se
encuentran los otros seis montículos de menor tamaño (Figura 4). Los contornos
y montículos corresponden a relictos del sustrato original que quedaron en sobrerrelieve al desbastarse las áreas contiguas. Por el
contrario, la línea es un bajorrelieve que coincide parcialmente con una
diaclasa. El registro del micro relieve determinó una diferencia de no más de
12 cm de altura entre la superficie original y la superficie desbastada y una
profundidad promedio de 4,5 cm.
Figura 4. A. Vista panorámica de la figura desde la cima de la barda. B. Foto
cenital del motivo. C. esquema elementos identificados, 1 a 3: Óvalos
concéntricos, 4 a 9: Montículos sub circulares, 10: Línea central en bajo
relieve.
Fuente: A. Foto: Paunero 2022.
B. Foto Guillermo Gutiérrez, 2022.
Procesos
de formación
Improntas de origen natural en las plataformas de abrasión
Las plataformas de abrasión o restingas tienen su génesis en
el retroceso del frente de acantilado (Tarbuck & Lutgens, 1999) y corresponden a superficies subhorizontales
labradas por acción del oleaje; en este caso, sobre las sedimentitas
de la Fm. Gaiman. En ellas se encuentran diferentes
improntas asociadas al proceso modelador (Bunicontro,
2018). En algunas restingas, al pie del acantilado se observan
pequeños hoyos (“efecto martillo”) producto del golpeteo de los rodados o
fragmentos de roca por la acción del oleaje (Figura 5 A y B). En el intermareal medio y bajo se
desarrollan irregularidades, discontinuidades y extensas acanaladuras
perpendiculares a la línea de costa atribuibles al escurrimiento superficial
del mar (Figura 5 C). A lo largo de las canaletas se movilizan clastos de grava o
arena que favorecen su erosión y profundización. En el intermareal bajo,
aproximadamente en el nivel medio de baja marea, con frecuencia se observan
grandes superficies colonizadas por organismos como bivalvos o algas (Figura 5 A
y C). Además, se distinguen diaclasas que pueden asociarse a discontinuidades
por contracción y expansión térmica (Bunicontro,
2018) (Figura 5 D).
Cabe destacar que la Fm. Gaiman presenta recurrentemente trazas fósiles. Para
nuestro caso de estudio consideramos las que corresponden a helicodromites (Sebastián Richiano, com. pers.) que, por sus patrones
característicos, podrían ser confundidas como de origen antrópico. Dichas
trazas fósiles se caracterizan por hoyos o túneles espiralados dispuestos en el
plano horizontal, usualmente de tamaño pequeño y con un relleno más claro que
el sedimento de la roca hospedante (Figura 5 E). Este tipo de estructuras se
originó en excavaciones de alimentación de organismos vermiformes (poliquetos o
enteropneustos) (Ponce, Carmona, & Montagna, 2018). Es importante destacar que trazas
de helicodromites suelen entrampar cantos rodados que
se mueven dentro de las oquedades por acción del mar. En el largo plazo tal
proceso erosiona y agranda las oquedades, al punto que puede intercomunicarlas.
Esto genera un patrón aleatorio de alto y bajorrelieve. No obstante, ninguna de
las improntas antes mencionadas ni su combinación da origen a formas compuestas como la imagen de Punta Este.
A esta misma conclusión llegaron los
investigadores del IPGP-CONICET y del IBIOMAR-CONICET: la imagen no es
consecuencia de procesos geológicos, paleontológicos (Bilmes & Richano, com. pers., 2021) ni
biológicos (Méndez, com. pers., 2021).
Figura 5. A. Vista
general de plataforma de abrasión en la cosa centro-septentrional de la
Patagonia. Se observan Diaclasas, hoyos, desnivel, colonización de algas;
B. Detalle de pequeños hoyos resultantes
del efecto martillo; C. Vista de cima de acantilado de acanaladuras de
escurrimiento; D. Irregularidades, discontinuidades; E. Trazas fósiles de Helicodromites.
Fuente:
A. Foto:
Gutiérrez 2024; B.
Foto:
Gutiérrez 2024; C. Foto: Proas 2005; D. Foto: Guillermo Gutiérrez 2024; E.
Foto: Richiano 2023.
Modificaciones actuales de origen antrópico en las
plataformas de abrasión
Punta Este es recurrentemente visitado desde hace décadas,
lo que ha dejado distintos tipos de intervenciones, algunas intencionales;
entre ellas se destacan:
·
Peldaños
y asientos esculpidos
·
Huellas
de vehículos
·
Grafitis
grabados
·
Restos
de artes de pesca (varillas de hierro clavadas)
·
Fogones
contemporáneos
·
Rasguños
de perros en las rocas
De todas las alteraciones mencionadas, las más parecidas en
cuanto a tamaño y forma, corresponden a las producidas por el tránsito
vehicular. Las mismas han sido registradas en restingas cercanas, sin embargo,
se diferencian de nuestro objeto de estudio por ser marcas en bajorrelieve y no
en sobrerrelieve. Además, regularmente presentan las
marcas de entrada y salida del vehículo. Esto permite afirmar que ninguna de
estas modificaciones contemporáneas se asemeja a la imagen.
Técnica
de manufactura
La remoción de sedimentos superficiales en el sector sudeste
del motivo no permitió identificar marcas claras asociadas a la manufactura, lo
cual probablemente se deba a los procesos erosivos que actúan sobre la plataforma
de abrasión. Sí se distinguió nítidamente la diferencia entre el sobrerrelieve y el bajorrelieve. Por su parte, los
resultados de los trabajos experimentales con diferentes artefactos
evidenciaron la eficacia de la percusión directa -tanto con el tronco como con
el hacha- para la construcción del bajo y sobrerrelieve.
Estas se diferencian con claridad de las trazas producidas por la acción marina
en la plataforma de abrasión. Los otros utensilios -valvas y rodados- dejaron
improntas poco claras y su uso implicó mucho mayor esfuerzo por parte del
operador.
Rango
temporal
Como se adelantó en Metodología, una vía a indagar era la
cronología relativa respecto de la disponibilidad de la plataforma de abrasión
para su uso humano. De acuerdo con la
información paleoambiental, los golfos nordpatagónicos
se habrían formado en distintos períodos: el Nuevo y el San Matías entre 19.000
y 10.000 años AP, cuando el nivel
marino estaba 20 a 30 m por debajo del actual, y el San José circa 6.000 AP, durante la máxima
transgresión del Holoceno medio (Weiler, 1998; Bouza,
Bilmes, del Valle & Rostagno, 2017). A partir del
posterior y paulatino descenso del mar en el Holoceno tardío (4.500-4.000 AP), extensas
franjas litorales volvieron a quedar disponibles; entre ellas, la restinga de Punta
Este (Schellman & Radtke
2010). Por lo tanto, esta sería la antigüedad máxima de la figura.
En cuanto a la revisión de fuentes históricas escritas y la
consulta a M. Gavirati y a F. Coronato,
no se obtuvieron datos sobre la existencia de esta y otras figuras similares.
Del relevamiento de fotografías aéreas se obtuvo una foto de la restinga tomada
en el año 1969 (Rollo 320: Recorrido 116: Fotograma 3639 (1), Instituto
Geográfico Nacional). Su comparación con imágenes satelitales actuales permitió
visualizar una disrupción de forma oval, que coincide en sus dimensiones y
ubicación con la figura que nos ocupa.
En el marco de las consultas a distintos actores sociales a
través del foro de Facebook “Madryn olvidado”[3], algunos vecinos aseguraron haberla visto desde 1990, época
en que Punta Este comenzó a utilizarse con mayor frecuencia. Además, el artista
Milton Frint informó que un conocido había
identificado la figura en la década de 1960, aunque no proporcionó mayores
precisiones. Por último, el Sr. Gustavo Rubino Begner registró y fotografió la figura de Punta Este en
2009. Dicho hallazgo fue publicado en su blog “Geoglifos en la Patagonia” donde
se pueden apreciar imágenes y un video de la misma (Rubino,
2013). Asimismo, el Sr. Demetrio Charalambous redactó
la nota “Geoglifos” en el blog “Rumbo sur, Una Aventura en la Patagonia”
después de ser contactado por el Sr. Rubino Begner, quien lo notificó del hallazgo y proporcionó
numeroso material al respecto (Charalambous, 2013).
En ambas notas se mencionan e ilustran otros geoglifos ubicados en el valle
inferior del Río Chubut[4].
Similitudes y diferencias con el arte
rupestre conocido
Se reconocieron varias
similitudes con los petroglifos de Punta Odriozola a 104 km al N de Punta Este
sobre la costa del golfo San Matías: a) emplazamiento en la costa cerca de la
línea de marea; b) proximidad a concheros y otros sitios en médanos; c) uso de
soportes horizontales para la representación de líneas y motivos circulares y
sub-circulares concéntricos; d) aplicación de la técnica extractiva (Borella & Carden, 2015). La diferencia reside en las
dimensiones y en la ausencia del sobrerrelieve. En el
caso del sitio Cañadón Encerrado, solo coincide parcialmente en su ubicación, a
menos de 12 km de la línea de costa (Gómez Otero & Vallejo, 1996).
Por otro lado, se reconocen
semejanzas con sitios más cercanos, aunque no se encuentran en la línea de
costa: La Angostura de Gaiman (Gradin,
1978) y Piedra Calada de Las Plumas (Menghin & Gradin, 1972). El primero está a 46 km al SO, sobre la
margen sur del río Chubut. Con este sitio comparte principalmente la técnica
del grabado con la que se plasmaron numerosos motivos, pero no se identificaron
sobrerrelieves. Mientras que, con Piedra calada de
las Plumas, ubicado a 211 km al SO sobre la margen norte del rio Chubut, hay
cierta similitud en la técnica extractiva (petroglifos) y en lo estilístico.
Fueron registrados motivos tales como líneas, circunferencias concéntricas y
óvalos (Menghin & Gradin,
1952; Caviglia, 2023). Entre ellos se destaca el
petroglifo denominado P.C.I 12, notable por su tamaño (1,40 por 0,70 m) (Figura
4c1). Las similitudes son interesantes ya que, en ambos casos, son óvalos
concéntricos cuyo óvalo exterior presenta un extremo redondeado y otro
acuminado; además, en el interior se advierten elementos de menores dimensiones
que se asemejan a los montículos. Esto no significa afirmar que se trate del
mismo motivo, sino la existencia de rasgos en común.
En síntesis, los motivos
reconocidos en nuestro hallazgo están presentes en el arte rupestre del área,
la técnica también es similar en cuanto a su carácter extractivo, aunque la de
la figura de Punta Este es un sobrerrelieve mientras
los otros casos son bajorrelieves. Por último, las dimensiones son muy
diferentes.
Presencia
de sitios similares en el sector intermareal
La prospección mediante imágenes satelitales permitió
visualizar un conjunto de por lo menos siete formas circulares en playa
Larralde (Península Valdés)[5], ubicada
a 90 km al N de la ciudad de Puerto Madryn, por vía terrestre. Dichas marcas
fueron confirmadas de manera presencial, lo que abre la posibilidad de un
segundo registro de este tipo en
una plataforma de abrasión (Figura 6a). Este sitio fue sólo prospectado, encontrándose
aún en etapa de investigación. Actualmente se encuentra parcialmente cubierto
por un banco de arena que impide su completa observación.
Figura 6. Geoglifo de playa
Larralde, Península Valdés.
Fuente: Foto satelital. Google Earth 2020. Foto detalle Guillermo Gutiérrez 2022.
Discusión
A partir de los resultados es posible descartar el origen
natural de esta imagen. En principio, las alteraciones geológicas,
paleontológicas y biológicas identificadas en la plataforma de abrasión no muestran
parecido alguno con ella, ni en forma ni en tamaño. Además, los especialistas consultados
descartan su vinculación con procesos naturales.
Esto permite
argumentar su origen antrópico que, no obstante, podría ser intencional o
involuntario. En este sentido, ninguna de las marcas antrópicas contemporáneas
antes descriptas genera patrones parecidos a los observados en la imagen. Por
su morfología y escasa profundidad no coincide con lo esperado para su uso como
corral de pesca o cultivo de mejillones. Tampoco podría tratarse de una señal
náutica dada su escasa visibilidad a larga distancia desde el agua. Por lo
tanto, sobre la base de su tamaño, diseño y manufactura, se concluye que es un
geoglifo.
A diferencia de los
grabados conocidos en Patagonia centro-septentrional, fue elaborada en sobrerrelieve. Es posible conjeturar que la elección de
esta técnica se deba a cuestiones prácticas relacionadas con la visibilidad. Se
ha registrado que, tanto los grabados actuales (grafitis) como otras
superficies en bajorrelieve, permanecen inundadas, reciben mayor cantidad de
sedimentos y suelen ser frecuentemente colonizadas por organismos marinos. En
consecuencia, si la imagen hubiera sido realizada en bajorrelieve, posiblemente
habría perdido visibilidad durante la marea baja, lo que dificultaría su
observación o identificación.
Respecto de la estimación del rango cronológico, tal como se
señaló, la exposición de la plataforma de abrasión se habría dado a partir del
descenso del nivel del mar en el Holoceno tardío, circa 4.000 AP. Los fechados de entre 3.310 AP y 750 AP obtenidos
de cordones litorales de la Fm. San Miguel (Haller et al., 2005) marcan el rango temporal para la disponibilidad de
este espacio intermareal; por lo tanto, esta sería la antigüedad máxima del
geoglifo. En cuanto a su antigüedad mínima, en el registro escrito consultado
no hay menciones y las referencias obtenidas a través de consultas orales dan
cuenta de su existencia desde la década de 1960, aunque sin datos sobre su
construcción y autores. Esta última fecha está en consonancia con la de la foto
aérea de 1969; en consecuencia, se concluye que el geoglifo debería haberse
confeccionado antes de ese año.
En lo que respecta al diseño, no tiene correspondencia con
ningún símbolo reconocible de la cultura euro-criolla, pero sí presenta
similitudes estilísticas con motivos de arte rupestre indígena, particularmente
con los grabados de Punta Odriozola y Piedra Calada de Las Plumas. Los motivos
de arte rupestre a los que se puede asociar corresponden al “estilo
complejo-abstracto” asignado por Gradin (1985) al
Holoceno tardío final, con posterioridad a 2000/1500 AP. Para el 3.000-200 AP,
en la costa del golfo Nuevo sur se han registrado numerosos y diversos sitios
arqueológicos que reflejan una ocupación importante y sostenida de dicha área
(Gómez Otero, 2006; Gómez Otero & Svoboda, 2022).
Por lo tanto, si se considera esta información de forma integral, se puede plantear
que el geoglifo se relacionaría con sociedades originarias patagónicas que
ocuparon este sector litoral desde el Holoceno tardío hasta tiempos históricos
inclusive.
Conclusiones
El estudio presentado sobre el hallazgo de Punta Este,
permitió concluir que es efectivamente un geoglifo que habría sido elaborado en
algún momento entre el 3.000 AP y el año 1969 DC, según datos geológicos y
documentales. Por su estilo y técnica fue probablemente manufacturado por las
sociedades indígenas previas a la incorporación de los territorios patagónicos
al Estado nacional (finales del siglo XIX).
Este descubrimiento es importante por varios aspectos. Con
respecto a la arqueología de Patagonia la existencia de un geoglifo es algo
totalmente inédito y desde el punto de vista del arte rupestre, es también
inédita la utilización del sobrerrelieve como técnica
y del intermareal como soporte. En escala americana, se amplía la distribución
geográfica de geoglifos, ya que los más australes registrados hasta ahora eran
los de las provincias de San Juan y la Rioja (Callegari
et al., 2018). Por otra parte, este
geoglifo se distingue de los geoglifos conocidos por la técnica y el
emplazamiento. A su vez, una diferencia de gran importancia es el contexto
social, ya que usualmente los geoglifos se vinculan con sociedades agrícolas
y/o pastoriles sedentarias, mientras que el geoglifo de Punta Este se relacionaría
con poblaciones cazadoras-recolectoras que practicaron alta movilidad
residencial, aun después de los cambios generados en su cultura a partir del
contacto con los europeos.
Nuestra agenda a futuro incluye distintas líneas de estudio:
caracterizar la cadena operativa, estimar la inversión de trabajo necesaria
para la confección del geoglifo y explorar su potencial uso calendárico,
astronómico o ritual, como ha sido planteado para otros geoglifos
(Callegari et
al., 2019). En el caso de Punta Este se pudo constatar la coincidencia
aproximada entre alineaciones de montículos con solsticios y equinoccios, pero
todavía es necesario profundizar este aspecto de la investigación. Asimismo, se
propone continuar los relevamientos en playa Larralde y ahondar en la búsqueda
de este tipo de materialidades en otros espacios costeros.
Por último, esta investigación también ha demostrado el severo
impacto antrópico actual sobre el entorno inmediato del geoglifo, por lo tanto,
un eje central de la agenda será el desarrollo de estrategias de gestión que
contemplen propiciar su conservación y puesta en valor.
Agradecimientos
Este trabajo hubiese sido imposible sin el aliento y apoyo de un amplio
grupo de personas. En primer lugar, agradecemos a quiénes lo habían visto antes
y que amablemente compartieron sus observaciones y reflexiones: Griselda Sessa, María Laura Otaegui, Celeste
Barboto, Milton Frint, Agustín Piotrowski
y particularmente a Gustavo Rubino Begner quién nos acompañó a diferentes salidas de campo y
compartió generosamente sus conocimientos. En segundo lugar, agradecemos a
Carlos Sanabra, Pascual Quevedo, Fernando Coronato, Marcelo Gavirati,
Leandro Disante, Diego Conchillo, y Enrique Crespo
quienes respondieron a todas nuestras consultas e inquietudes en diferentes
aspectos de la investigación. En tercer lugar, a Danae
Fiore, Pablo Bouza, Andrés Bilmes, María Méndez,
Sebastián Richiano, Sebastián Lucas, Nicolas Farroni y Nicolas Scivetti, por el
asesoramiento técnico, tanto en cuestiones arqueológicas, como geológicas,
paleontológicas y metodológicas. También queremos hacer una especial mención a
Florencia Borella, Rafael Paunero,
Natalia Lunazzi, Alicia Castro, Ernesto Piana,
Marcelo Cardillo, Soledad Caracotche, Leandro Zilio, Heidi Hammond, Santiago
Peralta González y Cándido Sayhueque, quienes se acercaron hasta el geoglifo
para verlo personalmente y compartir sus impresiones con nosotros. No queremos
dejar de agradecer a Anahí Banegas, María Eugenia Prieto, Ariadna Svoboda, Blanca Videla, Muriel Demetrio y Carolina Melone por la colaboración en tareas de campo. Todo lo
reproducido en este texto es de exclusiva responsabilidad de los autores.
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[1] En coincidencia con la
tesis de Gómez Otero (2006), se considera Patagonia centro-septentrional al
sector comprendido entre el paralelo 42°S al norte, el valle del río Chubut al
sur, la cordillera al oeste y la costa atlántica.
[2] Si bien a lo largo de
la investigación se tomó contacto con algunas personas que habían visto o
conocían previamente la existencia del geoglifo, el punto de
partida se debió a la observación incidental por parte del arqueólogo
subacuático Guillermo Gutiérrez.
[3] El
acceso corresponde a home del grupo de Facebook Madryn olvidado, el posteo no
brindo la ubicación del sitio y fue dado de baja poco tiempo después a fin
mantener discreción en cuanto al hallazgo dada su vulnerabilidad.
https://www.facebook.com/groups/madrynolvidado/?locale=es_LA
[4] En
2022 Rubino Begner invitó a
Gómez Otero, González Dubox y otros arqueólogos del IDEAus a visitar uno de los geoglifos del valle inferior
del río Chubut. Este caso no ha sido aún objeto de estudio.
[5] Este hallazgo
fue realizado por Guillermo Gutiérrez.