GUERRA Y FÉLIDOS EN PINTURAS RUPESTRES DE ROBORÉ (CHIQUITANIA, DEPTO. DE SANTA CRUZ, BOLIVIA)

 

 

WAR AND FELINES IN ROCK PAINTINGS OF ROBORÉ

(CHIQUITANIA, SANTA CRUZ DEPT., BOLIVIA)

 

 

Matthias Strecker

Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia (SIARB)

La Paz, Bolivia

strecker.siarb@gmail.com

 

Anke Drawert

Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia (SIARB)

Santa Rosa, Santa Cruz, Bolivia

ankearno@gmail.com

 

Anne Mie Van Dyck

Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia (SIARB)

Santa Cruz de la Sierra, Bolivia

am-vd@hotmail.com

 

Damián Rumiz

Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado y Fundación Patiño

Santa Cruz de la Sierra, Bolivia

confauna880@gmail.com

 

 

Resumen

 

Los autores presentan escenas de hombres armados en pinturas rupestres del municipio de Roboré, a veces acompañados por un gato silvestre. Además, constatan la existencia de “hombres jaguares” con atributos de estos animales. Se refieren a informes de los cronistas españoles sobre conflictos permanentes entre diversas etnias de la Chiquitania y a la transformación de hombres en gatos salvajes en tiempos prehispánicos, como evidencian las figuras llamadas uturuncos en el NO argentino y las chachapumas de Tiwanaku.

 

Palabras clave: Bolivia, Santa Cruz, Chiquitania, Roboré, pinturas rupestres, guerras, félidos

 

 

Abstract

 

The authors present scenes of armed men in rock paintings of Roboré municipality (Chiquitania, Dept. Santa Cruz, Bolivia), sometimes accompanied by the figure of a wild cat. Moreover, they note the representations of “jaguar menwith details belonging to these animals. They refer to Colonial chronicles which inform about permanent conflicts between different ethnic groups of Chiquitania, and the transformation of men in wild cats in pre-Hispanic times, as can be seen in the so-called uturuncos in NW Argentina and the chachapumas of Tiwanaku.

 

Key words: Bolivia, Santa Cruz, Chiquitania, Roboré, rock paintings, war, wild cats

 

 

Introducción

 

El presente estudio forma parte del proyecto interdisciplinario sobre arqueología y arte rupestre del municipio Roboré (parte de la Chiquitania, en el espacio intermedio entre la Amazonía húmeda por el norte y el Gran Chaco semiárido por el sur, el río Grande o Guapay al oeste y el río Paraguay al este, en el oriente de Bolivia – Figura 1a-b) que la Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia (SIARB) realiza desde el año 2020 (Strecker, Taboada y Lima, 2022).

 

 

Figura 1a. Ubicación de la Chiquitania.

 

 

Fuente: Elaboración propia

 

 

Figura 1b. Ubicación del Municipio de Roboré

 

 

 

Fuente: Gobierno Autónomo Municipal de Roboré.

 

 

Nuestra área de estudio, el Municipio de Roboré, forma parte de la Provincia Chiquitos en el Departamento de Santa Cruz (Bolivia); dividido en dos cantones, Roboré y Santiago. Fisiográficamente, se caracteriza por las Serranías Chiquitanas, específicamente por la Serranía de Santiago y Cerro Chochís, tiene serranías altas y macizas con escarpe fuerte al norte y laderas suaves al sur con terrazas y onduladas en el sector de Santiago.

Ibisch, Columba y Reichle (2002: II.30) distinguen dos ecorregiones para nuestra zona de estudio en el Municipio Roboré: el Bosque Seco Chiquitano y el Cerrado. El Bosque Seco Chiquitano es una ecorregión endémica en Bolivia, caracterizada por su ubicación transicional entre el clima húmedo de la Amazonia y el clima árido del Chaco. La vegetación zonal es un bosque semideciduo hasta deciduo. Biogeográficamente, esta ecorregión tiene afinidades a la ecorregión de la Caatinga en el noroeste de Brasil y a los bosques secos en el norte de Argentina y áreas colindantes en Paraguay y Brasil. Por otro lado, el Cerrado (nombre derivado de la terminología común de Brasil, donde también se encuentra la mayor parte de esta ecorregión) tiene clima semihúmedo, vegetación de pastizal con una variable densidad de leñosas adaptadas al fuego, en suelos pocos profundos, muy pedregosos. Según el Plan de Manejo de la Reserva Municipal de Vida Silvestre Tucabaca (Gobierno Departamental Autónomo Santa Cruz, Museo de Historia Natural, FCBC 2011: 12) – donde se ubica la mayor parte de los sitios de arte rupestre del Municipio Roboré – en esta zona existen “cuatro subecoregiones correspondientes a las ecoregiones del Bosque Seco Chiquitano (50% de su superficie total), el Cerrado Chaqueño con un 47%, el Cerrado Chiquitano con 3%”.

El objetivo de esta publicación es presentar y analizar un tema específico de las pinturas rupestres: escenas de guerra que muestran una relación entre hombres y félidos o felinos, de tal manera que uno de estos animales está presente en una escena de combate entre dos bandas, mientras en otro conjunto pictórico varios hombres armados asumen las características de un jaguar.

Interpretamos estas pinturas en el contexto de la arqueología y etnohistoria local (Strecker, Taboada y Lima, 2022: 10-16), en particular las crónicas de los misioneros jesuitas del siglo XVIII que indican el carácter bélico de las diferentes etnias de la Chiquitania, que peleaban con arco y flechas, además con porras o mazas, e informan sobre conflictos entre grupos indígenas vecinos (Strecker, Félix, Drawert, Van Dyck y Cordero, 2022 Strecker, Lima y Taboada, 2022: 66-79: 86-87). Consideramos también las imágenes de un “hombre felino”, que tiene importancia en muchas culturas prehispánicas de los Andes centrales y hasta la región argentina (De la Torre Guagama, 2019, Nazar, 2018: Fig. IV.5; Strecker, Félix, Drawrert, Van Dyck, Cordero, 2022).

 

Arqueología y etnohistoria regional

 

Actualmente contamos con poca información de la arqueología regional y amplios datos sobre el arte rupestre, esta última gracias a nuestro proyecto y los trabajos de campo de los últimos años.

Una de las primeras excavaciones arqueológicas en sitios de arte rupestre fue realizada por Jorge Arellano y colaboradores en la década de los años 70 del siglo pasado. Dichos investigadores reportaron las pinturas del Cerro Banquete y excavaron un sondeo en el sitio, registrando algunos fragmentos de cerámica con inclusiones de arena fina y hematita, materia prima con la que se pintaron también los dibujos rupestres (Arellano, Kuljis y Kornfield, 1976). Otros trabajos arqueológicos en las serranías chiquitanas fueron implementados por Marcos Michel y Sergio Calla Michel (2001) y Pilar Lima (2008). Las prospecciones realizadas permitieron identificar ocupaciones con cerámica, datadas por comparación alrededor del 1000 d.C.

Por otro lado, durante varias temporadas, una misión argentina realizó las primeras excavaciones históricas en las cercanías de San José de Chiquitos (Chiavazza y Prieto Olavarría, 2007). El objetivo de las investigaciones era la búsqueda de los restos de la primera ciudad de Santa Cruz, fundada en el siglo XVI. En este contexto se registraron restos cerámicos que fueron identificados como chané y tupiguaraní. Posteriormente, este sitio histórico fue excavado en los siguientes años por la Gobernación de Santa Cruz, identificándose estructuras arquitectónicas propias de la época colonial, así como un patrón urbanístico típico de fines del siglo XVI (El Mundo 2024).

En 2016, Claudia Rivera y Marcos Michel (2016) presentaron los resultados de una prospección arqueológica en el área del proyecto minero Don Mario, en la región de San Juan, al norte del Municipio de Roboré. La excavación de algunos de estos sitios permitió identificar una larga tradición cultural, respaldada por fechas obtenidas entre 1426 a.C. y 1449 d.C. Estos fechados radiocarbónicos son los primeros que fundamentan una larga secuencia, desde el Formativo hasta la Colonia, en la cronología de la región. Los restos encontrados sugieren que los sitios estudiados fueron centros de una variada y extensa actividad humana, que incluye la agricultura, caza y pesca.

En el marco del actual proyecto de la SIARB, se realizó una prospección arqueológica en tres áreas de la serranía de Santiago y los alrededores de Roboré y Chochis y varias excavaciones, a cargo de Pilar Lima y William Castellón. Los datos arqueológicos permitieron identificar dos tipos de sitios prehispánicos: aleros de arte rupestre asociados a ocupaciones temporales, donde probablemente se desarrollaban actividades vinculadas a la caza y recolección, y sitios de ocupación permanente, con presencia de cerámica y actividad doméstica. Estos últimos parecen haber sido reocupados por poblaciones más tardías y contemporáneas, ya que sus restos fueron localizados en asociación a poblados y comunidades actuales. Cronológicamente, los fechados realizados en uno de los aleros dieron como resultado una ocupación comprendida entre 600 – 1400 d.C., denotando un largo periodo de uso de ese espacio. Estamos a la espera de los resultados de fechados provenientes de otros cuatro aleros, que nos permitirán comparar las fechas y establecer un marco cronológico inicial para las ocupaciones de la región.

Según los documentos etnohistóricos (ver Strecker, Taboada, Lima, 2022: 13, 16), durante la época colonial la Chiquitania llegó a constituirse en una región de paso hacia “la tierra del oro o El Dorado”. Quienes transitaban por ella con regularidad fueron expedicionarios liderados por españoles procedentes del Paraguay en su ruta a Moxos. De acuerdo con Métraux (1942), en la Chiquitania existían cuatro principales familias sociolingüísticas: Arawak, Chiquitana, Chapacura y Otuke, que en conjunto llegaron a formar más de 47 grupos étnicos (Albó, 1990). En el territorio de la provincia de Chiquitos existieron múltiples y diversos grupos indígenas, los que manifestaban, aún en tiempos históricos, un cuadro de heterogeneidad muy marcado (Métraux, 1942).

Es durante el periodo Colonial, a partir de las expediciones de Ñuflo de Chávez y la fundación de Santa Cruz (1550), que misioneros jesuitas entraron en contacto con los grupos culturales asentados y dispersos de los llanos orientales. En este afán se produce una considerable cantidad de literatura y registros documentales sobre los grupos étnicos existentes a finales del siglo XVII e inicios del siglo XVIII (1691-1754), periodo de intensa evangelización en la región, que para su época inicial reproduce la metodología misional aplicada en el Paraguay. Se registran al menos diez etnias chiquitas distribuidas en cuatro asentamientos de reducción, posteriormente y en lo sucesivo se da cuenta de la existencia de grupos guarayo, guaraní y ayoreo que conviven junto a los chiquitanos en las poblaciones de reducción (Tomichá, 2002).

Durante este mismo periodo temprano de evangelización se registran incursiones y asedio constante de colonos cruceños y mamelucos paulistas portugueses, reforzando la unidad entre los grupos étnicos y los misioneros jesuitas para resistir los embates, hasta consolidar los asentamientos. Las reducciones de las misiones se caracterizaron por centralizar a varios grupos étnicos en asentamientos poblacionales bajo el sistema de la hacienda como sustento económico; se establecieron las actividades agrícolas, ganadera e industrias de la cera y el algodón. Fue un periodo de desarrollo de las artes musicales y generó el movimiento estético denominado como Barroco Misional o Barroco Mestizo.

Por otro lado, las fuentes escritas nos permiten contar con referencias etnohistóricas sobre el poblamiento de la región. Se conoce que se asentaron numerosos grupos indígenas, siendo dificultosa su completa identificación y caracterización por parte de los expedicionarios y misioneros españoles. Se da cuenta de la existencia de “muchos indios con diferentes nombres y lenguas”, los cuales fueron grandes labradores y “muy mansos” si se comparaban con los Chiriguanos de los llanos de Grigotá (Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz 2021).

Como resultado del proceso de reducción y evangelización, culturalmente se estableció como lengua común la chiquitana, en algunos casos permanece la variante conocida como “bésiro”. Por otro lado, los usos y costumbres de las diversidades étnicas se vieron afectados por un proceso de aculturación y homogeneización; se cristianizaron las prácticas culturales incorporando nuevos hábitos, costumbres y formas organizativas más apegadas a los cánones culturales occidentales. De esta manera, las reducciones desestructuraron profundamente las formas tradicionales de la diversidad étnica; sin embargo, aún persisten elementos de esas tradiciones como la concepción religiosa, simbólica y mítica.

Lamentablemente, ninguna de las fuentes etnohistóricas menciona sitios con arte rupestre, que al parecer eran desconocidos por los frailes jesuitas, aunque – como sabemos ahora – todavía en la Colonia continuó la producción de pinturas rupestres (Strecker, Drawert, Van Dyck, Lima, Castellón, Kühne, 2023: 119-125).

 

El arte rupestre de Roboré

 

En el municipio de Roboré constatamos la mayor concentración de arte rupestre en una región de Bolivia; hasta ahora registramos 93 sitios, pero sabemos por informes que la cantidad actual de sitios es mucho más grande. Mayormente se trata de pinturas, excepcionalmente de grabados, en paredes, rocas, pequeñas cuevas, arcos o túneles y aleros. Dentro de nuestro proyecto, Freddy Taboada analiza las condiciones del medio ambiente, el soporte, los pigmentos de las pinturas y la acción antrópica que afecta su conservación (Taboada y Montero, 2024: 32-34).

La conservación del arte rupestre en nuestra área de estudio es afectada por factores intrínsecos, factores ambientales y la acción de los hombres (Strecker, Lima y Taboada, 2022: 66-79), por ejemplo, incendios forestales provocados por agricultores y ganaderos. En muchos sitios, parte de las pinturas rupestres se ha perdido por la degradación granular de la roca, desprendimiento en bloques, degradación estructural por la acción de sales, crecimiento de musgos y líquenes, nidos y túneles de termitas, etc. En consecuencia, nuestro registro y documentación del arte rupestre son parciales y solamente permiten una aproximación limitada al corpus de imágenes que una vez existía.

Definimos varias categorías de representaciones: figuras geométricas o abstractas, zoomorfas, antropomorfas y la representación de objetos como armas y otros utensilios, además figuras fitomorfas, las que corresponden a diferentes estilos y un desarrollo milenario.

Existen datos del arte rupestre de la zona desde los años 1950. En la década de los años 1970, el Instituto Nacional de Arqueología (INAR) se interesa en el sitio del Cerro Banquete; Jorge Arellano y colaboradores (1976) reportaron las pinturas. Otros sitios visitados en esa oportunidad fueron Motacú, San Sabá, San Miserato y Juan Miserendino. Además, a partir de 1970, Jürgen Riester (1981) empieza un registro sistemático de algunos sitios de Roboré y Santiago de Chiquitos, mientras que Erica Pia (1987) logra un registro parcial de numerosos sitios. En 2001, Marcos Michel y Sergio Calla realizan un diagnóstico arqueológico a nivel regional en el área comprendida entre Valle de Tucabaca y las Serranías de Santiago y Chochís; los resultados obtenidos muestran la existencia de 19 sitios arqueológicos, con dispersiones de cerámica en superficie, 12 de los mismos presentan pinturas rupestres. Tres años más tarde, en 2004, un primer proyecto de la SIARB permite la documentación detallada y un diagnóstico de conservación de varios sitios: Cerro Banquete, Cueva de Juan Miserendino, San Francisco y San Silvestre.

Estos registros preliminares han sido complementados recientemente por varios estudiosos, en primer lugar, podemos destacar la labor de Roland Félix, socio de la SIARB, quien en 2015 logró una documentación fotográfica de 13 sitios en las regiones de Roboré y Santiago. Asimismo, durante un mes del año 2015, Miguel Callisaya y José Antonio Espada hicieron una prospección de los sitios de Roboré y lograron ubicar 44 estaciones de pinturas o grabados (Barbery Knaudt, Callisaya y Espada, 2019); sin embargo, todavía no contamos con un informe técnico de su trabajo. Por otro lado, los registros y estudios de nuestro equipo, a partir de 2019, lograron una base de datos de más de 90 sitios.

Figuras antropomorfas

 

Definimos inicialmente 17 tipos de figuras antropomorfas, 15 tipos que consideramos prehispánicos, 2 tipos que fueron creados en la Colonia (Strecker, Drawert, Van Dyck, Lima, Castellón, Kühne, 2023). Dos tipos prehispánicos tienen una difusión particularmente grande: figuras con cabeza en forma de media luna, que en el Brasil son conocidas como características del Estilo Seridó (Martin, 1981-82) y figuras con un redondo como cabeza, parecidas a representaciones de la Tradición Nordeste de Brasil (Pessis, 1984). Reconocemos varios temas: escenas de caza y de recolección, escenas familiares, conjuntos pictóricos que muestran conflictos bélicos y otros.  

 

Figuras zoomorfas

 

En el arte rupestre de Roboré existe una gran diversidad de figuras zoomorfas. Existen diversos mamíferos como venado, capibara, félido, chancho de monte; además diversas aves, reptiles (lagarto, tortuga y serpiente) y anfibios. También se han representado las huellas de venado y de ave (Strecker, Rumiz, Drawert, Van Dyck, 2024).

 

Félidos[1] en las pinturas rupestres de Roboré

 

En el Municipio de Roboré viven por lo menos seis especies de félidos o felinos (Rumiz et al. 2020): jaguar, yaguareté o ‘tigre’ (Panthera onca), puma o ‘león’ (Puma concolor) – Figura 2; además, ocelote o gato onza (Leopardus pardalis), margay, tigrillo o gato Brasil (Leopardus wiedii), gato gris o yaguarundi (Herpailurus yagouaroundi) y gato montés o de Geoffroy (Leopardus geoffrovi). (Strecker, Rumiz, Drawert, Van Dyck  2024: 90, 94-95)

 

Figura 2a) Jaguar, yaguareté o ‘tigre’ (Panthera onca). 2b) Puma o ‘león’ (Puma concolor).

 

2a   2b

 

Fuente: 2a) Zoo Santa Cruz (D. Rumiz) y 2b) San Miguelito (WCS-Museo NKM)

 

El jaguar y el puma son los más grandes de los gatos americanos. En particular, sabemos que el jaguar tenía gran importancia para la cosmovisión de los habitantes indígenas de las tierras bajas de Sudamérica y que los guerreros de diferentes etnias se vestían con su piel.

Hasta ahora hemos reconocido figuras de félidos en diez sitios de pinturas rupestres de Roboré. La mayoría aparecen en perfil, muestran los animales de manera esquemática con un cuerpo alargado, cola, en parte garras (Figuras 3-4). Han sido pintadas en rojo, en negro o en blanco.

 

Figura 3 Imagen de felino en el sitio Santa Elena 1

 

 

Fuente: Foto de Anke Drawert

 

 

En el sitio Cerro Banquete, una escena singular domina el sector superior de una pared. Muestra un félido que agarra a un hombre. Varios hombres a la derecha parecen formar parte de la misma escena. (Figura 4a-b).

Figura 4a-b Cerro Banquete. Félido y figuras antropomorfas.

 

4a félido

 

4b

                                                                   

Fuente: Foto (DStretch, lds) y dibujo de Renán Cordero.

 

 

Escenas de guerra

 

Las escenas de guerra en las pinturas rupestres de Roboré tienen varias facetas. Pueden mostrar el combate entre dos o más personas armadas o un desfile de guerreros. Las armas indicadas son hachas, lanzas y lanzadardo (estólica), mazas o porras y – en un solo caso – arco y flecha (Strecker, Félix, Drawert, Van Dyck, Cordero 2022: 89-91). Por otro lado, figuras de hombres armados aparecen también en forma aislada en varios sitios.

Constatamos por lo menos 12 sitios con representaciones de hombres armados que interpretamos como guerreros (Tabla 1). Hacemos notar que además existen escenas de caza con la representación de animales y hombres armados con lanzas, a veces también con estólica.

 

Tabla 1. Figuras antropomorfas armadas (guerreros) en las pinturas rupestres de Roboré

 

Sitio

Armas: lanzas (y estólica)

Armas: porra o maza

Armas: hachas

Armas: arco y flecha

Ilustración

Cerro Banquete

conjunto de 2 o más hombres con lanzas

 

 

 

Strecker, Félix et al., 2022: Fig. 4a-b

1 hombre con lanza y estólica

 

 

 

Arellano et al., 1976: Figs. 9-10

 

 

escena de por lo menos 14 hombres, algunos con hacha en la mano levantada

 

Figura 5a-b

 

1 hombre con porra

 

 

Strecker, Félix et al., 2022: Fig. 4b

 

 

 

1 hombre con arco y flechas

Strecker, Félix et al., 2022: Fig. 10a-b

Motacú 3

 

1 hombre con porra

 

 

Barbery et al. 2019: 65

Rómulo 7

 

1 hombre con porra

 

 

Barbery et al., 2019: 75

San Lorencito

1 hombre con lanza y porra

1 hombre con lanza y porra

 

 

Strecker, Félix et al., 2022: Fig. 3a-b

Abra del Puente

conjunto de 7 hombres con lanzas y estólica

 

 

 

Strecker, Félix et al., 2022: Figs. 5, 15-17

 

2 hombres con porra

 

 

Strecker, Félix et al., 2022: Fig. 7, 8

1 hombre con lanza

1 hombre con porra

 

 

escena inédita

Paurito 1

combate de 2 hombres con lanzas

 

 

 

Strecker, Félix et al., 2022: Figs. 12-13

Tres Hermanos 2

conjunto de 4 hombres, 3 de los cuales presentan lanzas y estólica

 

 

 

Pia, 2001: Fig. 28

Quitunuquiña 1

escena de por lo menos 6 hombres: 1 con lanza

escena de 6 hombres: 4 con porras

 

 

Strecker, Félix et al., 2022: Figura 6, 19-20

Quitunuquiña 2

escena de 2 hombres con lanzas

 

 

 

Strecker et al., 2023: Figs. 41-42

Quitunuquiña 4

escena de hombres con lanzas (por lo menos 2 fases pictóricas)

 

 

 

conjunto inédito

Urasiviquia 3 (Cántaros 5)

 

 

2 hombres peleando con hachas

 

Strecker, Félix et al., 2022: Fig. 9

Fortuna 3

 

1 hombre con porra

 

 

figura inédita

 

Fuente: Elaboración propia.

 

 

Las figuras antropomorfas en estas escenas bélicas generalmente pertenecen a uno de los dos tipos ya mencionados: figuras con cabeza de media luna del estilo Seridó (Martin, 1981-82) y figuras con cabeza redonda parecidas a la Tradición Nordeste (Pessis, 1984). La representación de un arquero es una excepción, muestra una figura con cuerpo lineal (Strecker, Félix, Drawert, Van Dyck, Cordero 2022: 91).

En el arte rupestre de Roboré, lanzas y estólica, además raras veces hachas, pertenecen a períodos prehispánicos, mientras en tiempos de la Colonia los indígenas utilizaron arcos con flechas envenenadas como armas de guerra, aparte de mazas o porras. Sin embargo, sabemos de fuentes etnológicas que los indígenas de la Amazonia boliviana usaron lanzas y estólica todavía a principios del siglo XVIII (Métraux,1948: tabla 10, basada en Eder, 1791: Fig. 4).

Un panel en el sitio Cerro Banquete muestra una escena de combate en la que participan por lo menos 14 personas y un felino. Varias personas más están en un lado y no están directamente involucrados en la pelea. El mal estado de conservación y el fondo oscuro hacen difícil reconocer los detalles, utilizamos el programa DStretch que nos facilita una mejor visión (Figura 5a). El dibujo (Figura 5b) presenta una selección de los motivos más visibles. Existen algunas superposiciones de los elementos pintados, lo que dificulta la lectura.

Arriba vemos tres personas que alzan hachas, dos de las cuales están enfrentadas. Más abajo, a la derecha, varios hombres extienden sus brazos para agarrar a las personas que están delante. Finalmente, en el sector inferior del conjunto pictórico, aparece un félido que corre hacia dos personas a la derecha, que están en la misma posición y actitud inofensiva, con las piernas dobladas y brazos extendidos. La figura de un félido dentro de este contexto de guerra, a primera vista, aparece ser un elemento no compatible. Sin embargo, podemos interpretarlo como un símbolo de la fuerza de los guerreros o inclusive como un guerrero que se ha convertido en félido (ver abajo: representaciones de “hombres jaguares”).

 

 

Figura 5a-b Cerro Banquete. Conjunto pictórico de hombres peleando con hachas incluyendo en el sector inferior un félido corriendo hacia dos hombres

5a 5b

    

Fuente: Foto de Matthias Strecker, DStretch, canal ybk; dibujo de Renán Cordero.

 

Representaciones de “hombres jaguares”

 

El concepto de un hombre transformado en félido aparece claramente en el sitio Quitunuquiña 1, donde vemos una fila de cinco hombres armados con mazas, además el hombre en el centro lleva una lanza muy larga y agarra una estólica. A la izquierda está el hombre de mayor tamaño, presenta una decoración de puntos a lo largo de su cuerpo – dos filas atrás, una fila adelante – e inclusive encima de su cabeza (Figura 6a-b).

Figuras zoomorfas decoradas con puntos - en la cueva Paja Colorada en la región andina del Depto. de Santa Cruz - han sido interpretadas como seres “felínicos” (Strecker, Methfessel y Methfessel, 2008: 36-37; Taboada, 2008: 36-37); los puntos aparecen tanto en el interior del cuerpo como encima de su contorno. Además, en pinturas rupestres de Córdoba y otras regiones argentinas existen figuras antropomorfas decoradas con puntos que Sebastián Pastor y colegas identifican como “vestimenta de cuero de jaguar o felino” y las comparan con representaciones del siglo XIX de guerreros (Pastor, Recalde, Tissera, Ocampo, Truyol, Chiavassa-Aras, 2015: 76, 84-85, Fig. 7). Aunque en este momento nos faltan mayores datos culturales, tentativamente interpretamos los puntos de la figura antropomorfa como alusión a las manchas en la piel del jaguar.

Otra característica que refuerza el aspecto del “hombre jaguar” de la figura antropomorfa y dos de sus acompañantes mencionadas arriba es que tiene los pies en forma de cuatro garras. Recordamos que los félidos poseen cuatro garras en los pies traseras y tres en las delanteras.

 

 

Figura 6a-b. Quitunuquiña 1, detalle. A la izquierda un “hombre jaguar”.

 

6a    6b

                                                                                            

 

Fuente: Foto de Roland Félix. Dibujo de Renán Cordero

 

El tema del “hombre felino” tiene importancia en muchas culturas prehispánicas de los Andes centrales y hasta la Argentina; por ejemplo, en las esculturas de los chachapumas de Tiwanaku (De la Torre Guagama, 2019) y las figuras llamadas uturuncos en el NO argentino, en sitios del Periodo Medio (500-1000 d.C.) relacionadas con la cultura Aguada (Nazar, 2018: Fig. IV.5).

Por otro lado, Tristan Platt destaca que las transformaciones animales-humanas han sido fuertemente desarrolladas en los estudios de la Amazonia y que tienen también resonancias en la región andina (Platt, 2010: 297). En el norte de Potosí, “se cuenta que los hombres pueden asumir a veces la forma de animales salvajes …, con lo cual los límites entre los humanos y los animales se tornan difusos e inestables”; de esta manera, “los guerreros adquieren poderes sagrados, pueden llegar a descuartizar a sus adversarios, beber su sangre y devorar sus órganos” (Platt, 2010: 302).

 

 

Conclusiones

 

A diferencia con el arte rupestre prehispánico en otras regiones de Bolivia, en las pinturas rupestres de Roboré reconocemos escenas de guerra, en las que se presentan las diversas armas de los guerreros; encajan en el panorama de diversas etnias de la Chiquitania que se encontraban con múltiples conflictos y frecuentes guerras, como evidencian los cronistas españoles (Tomichá, 2002: 308-311, Martínez, 2017: 38). Por otro lado, aparecen félidos que pertenecen al mismo contexto de violencia y que interpretamos como símbolos de la fuerza agresiva de los guerreros. Esta interpretación se confirma con la representación de un hombre que presenta características de un félido como la piel con manchas y pies con garras. El “hombre jaguar” es un concepto ampliamente difundido en los Andes y las tierras bajas, denotando la fuerza del guerrero.

 

 

Agradecimientos

El presente estudio se realizó en el marco del proyecto de arte rupestre de Roboré de la SIARB que contó con apoyo económico de la Fundación Gerda Henkel, de la Embajada de Suiza y Solidar Suisse. Estamos muy agradecidos por el apoyo del Gobierno Autónomo Municipal a nuestros trabajos. Un agradecimiento especial a los guías locales quienes llevaron a Anke Drawert y Anne Mie Van Dyck a numerosos sitios de arte rupestre.

 

 

Referencias bibliográficas

 

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Barbery Knaudt, R., Callisaya, L. M. y Espada, J.A. (2019). El relato de la historia. CEPAD – Gobierno Autónomo Municipal de Roboré – AEXCID – FELCODE.

Chiavazza, H. D., Prieto Olavarría, C. (2007). Arqueología Histórica. Santa Cruz de la Sierra La Vieja II. Editorial El País.

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[1] Preferimos el término félidos en vez de felinos ya que los felinae denominan los gatos menores, excluyendo los mayores: jaguar y puma.