Gayol Sandra (2023). Una pérdida eterna. La muerte de Eva Perón y la creación de una
comunidad emocional peronista, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,
334 págs.
Tras una larga investigación anclada en la historia de las
emociones, un campo novedoso en la historiografía argentina, la publicación de Una pérdida eterna es un punto de
llegada pero también de partida, que abre un camino de indagación sobre la
dimensión emocional de la política en la historia argentina del siglo XX. El
libro que Sandra Gayol pone en nuestras manos trata sobre
la muerte de Eva Perón, en tanto acontecimiento bisagra en la conformación del
peronismo como una “comunidad emocional”. La enfermedad y muerte de la primera
dama en julio de 1952 alienta a la autora a reflexionar sobre los vínculos
entre política, cultura y emociones. De este modo, vuelve sobre un hito en la
historia del peronismo para proponer una interpretación sobre su importancia y
efectos en su devenir como movimiento político y social.
¿Cómo
estudiar las emociones políticas? Una
pérdida eterna es una muestra cabal del modo en que una investigación de
estas características puede ser llevada a cabo y los desafíos que impone. A lo
largo del libro nos sumergimos en las distintas formas de “captar” las
emociones, las posibilidades que nos brindan las fuentes para acceder a ellas y
los dilemas que presenta el vínculo entre emoción y lenguaje. Y aunque este
adquiere un lugar predominante en el análisis, el texto no sólo se circunscribe
a los documentos escritos, sino que avanza en un estudio minucioso de los
rituales, las prácticas y las experiencias. En este marco, el objetivo del
libro es indagar en la “fuerza emocional” ligada a la enfermedad y muerte de
Eva Perón y su impacto en el pueblo peronista así como también en las
narrativas opositoras. Recorre las emociones vinculadas al peronismo como la
felicidad, el amor, el dolor y el sacrificio. En efecto, parte de la hipótesis
que la originalidad del nuevo movimiento político radicó en su capacidad para
construir una narrativa sobre el dolor popular, asociada a su vez a una promesa
de felicidad.
Tal como señala María Bjerg, ante la falta de precisiones del objeto de estudio
“definir la emoción y determinar cuál es su contenido” constituye uno de los
desafíos de los historiadores en este campo.[1]
Ante este dilema, Gayol se inclina por un nutrido
bagaje conceptual tributario de la historiografía sobre las emociones. Retoma,
por un lado, la propuesta de Sara Ahmed, la cual, lejos de concebir las
emociones como impulsos irracionales, son entendidas como disposiciones que
implican valoraciones cognitivas y se convierten en prácticas resultantes de la
interacción del sujeto con el mundo. También recupera dos nociones clave: la de
“comunidad emocional” (Barbara Rosenwein)
y “régimen emocional” (William Reddy). Desde estos aportes, el peronismo es
entendido como una comunidad emocional, concepto que alude “al grupo de
individuos vinculados entre sí por un sistema de sentimientos compartidos a
través del cual definen las emociones propias y las ajenas”. Al introducirse en
el mundo de los opositores políticos, sus experiencias en los últimos años de
gobierno, qué expresaron y escribieron, el concepto de “régimen emocional” es
aplicado para aludir al “conjunto de emociones normativas y de rituales
oficiales, de prácticas y emotives
que buscan regular la vida afectiva de los individuos”. En este sentido, otra
hipótesis que recorre el libro es que el giro autoritario del gobierno también
se vio plasmado en las normas del sentir que este buscó imponer desde el poder,
frente a lo cual el antiperonismo desplegó un
lenguaje emocional propio.
El libro se estructura en 6
capítulos que recorren el período de la enfermedad y muerte de Eva Perón. El
primero analiza la dimensión pública de la convalecencia de la primera dama
desde mediados de 1951 hasta su deceso en julio del año siguiente. La autora
desentraña el carácter social y político de la enfermedad y el modo en que ésta
contribuyó a la configuración de una comunidad emocional. ¿Cuáles fueron las
disposiciones afectivas vinculadas a la adhesión al peronismo? El capítulo
recorre distintas emociones como la empatía, el fervor, el silencio y, en
especial, el dolor. Tal como señala Gayol, “la
comunidad de dolor une y cohesiona al movimiento político”. El segundo capítulo
retoma este aspecto a través del análisis de la construcción personal y social
del martirio de Eva Perón. En esa dirección, vuelve sobre el periodo previo a
la enfermedad, focalizándose en sus discursos públicos entre 1944 y 1952 y trazando
continuidades en el rol de Eva como impulsora de la “política de las
emociones”.
El tercer capítulo trata sobre el extenso ciclo ritual que
rodeó la muerte de la primera dama, eje vertebral de la obra. “Y Eva se murió”
analiza el duelo que tuvo lugar entre el 27 de julio y el 10 de agosto, día del
enterramiento simbólico. A partir de un amplio espectro de fuentes, que
incluyen publicaciones periódicas locales y provinciales, nacionales y
extranjeras, revistas peronistas, disposiciones oficiales y entrevistas --que
reponen experiencias subjetivas del duelo--, el texto recorre las emociones
colectivas frente a la muerte de la primera dama. Las investigaciones previas
de la autora sobre los funerales de Estado en Argentina le permiten hilvanar un
análisis minucioso de los rituales y señalar los aspectos novedosos que
rodearon los homenajes fúnebres, como por ejemplo el lugar protagónico de las
mujeres. El capítulo aborda el amplio espectro de manifestaciones públicas en
adhesión al duelo, las misas y procesiones que se multiplicaron por doquier,
los homenajes organizados desde el gobierno y sus desbordes. Así, reconstruye
vívidamente el sentimiento de incertidumbre que inundó aquellos días y
concluye, demostrando una de las hipótesis más fuertes del libro, que el
despliegue de homenajes fúnebres configuró al peronismo “como una comunidad
política y emocional diferenciada y única”.
El capítulo 4 aborda el rol de los medios de comunicación y
los modos en que narraron la muerte de Eva a través del cine, la prensa escrita
y la fotografía. ¿Cómo aparecen las emociones en estas crónicas? ¿Cómo se narra
el dolor? Una de las respuestas se encuentra en el análisis del repertorio
gráfico y audiovisual, sobre cuyos cimientos se construyó una “memoria de la
muerte”. Analiza en especial los dos cortometrajes producidos en 1952 a pedido
de la Subsecretaría de Informaciones del Estado: Y la Argentina detuvo su corazón y Eva Perón inmortal. El texto describe la construcción del relato
oficial para fijar una representación de la muerte. El capítulo siguiente se
titula “Escribir la muerte de Eva a su esposo presidente” y se configura a
partir de los telegramas, tarjetas de pésame y cartas que se reprodujeron en
ese contexto. Esto permite a la autora avanzar en otro registro, que trasciende
al de los rituales y las crónicas oficiales para introducirse en el ámbito
informal de la vida cotidiana y la privacidad del hogar. Como señala Gayol, las cartas ofrecen la posibilidad de “acceder al
mundo íntimo del duelo”. Finalmente, el sexto capítulo se introduce en las
emociones políticas de la oposición al peronismo. ¿Cómo atravesaron el duelo y
que impacto emocional les produjo a quienes no adherían al gobierno? El texto recupera
una dimensión clave de la narrativa opositora, que buscó construir una imagen
del luto y de la práctica ritual del llanto. En ese marco se configuró la que Gayol define como “emoción catalizadora” de la acción
política de la oposición: el resentimiento.
En suma, Una pérdida
eterna constituye un libro imprescindible para repensar la articulación
entre emociones y política. Se trata de un tema clave que atraviesa tanto al
pasado como al presente. El análisis muestra la profunda intersección entre
ciudadanía política, social y emocional. Esta mirada suma un aspecto original
al amplio campo historiográfico sobre el primer peronismo, entendido como una
comunidad político-emocional. En ese ejercicio, Gayol
reflexiona sobre las emociones que predominaron durante aquellos años, tanto en
el oficialismo como en la oposición. Desentraña, así, los fundamentos iniciales
de una práctica y una cultura política que signó el devenir histórico argentino
durante décadas.
Lucía
Santos Lepera
Instituto
Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT)
luciasantoslepera@gmail.com
[1] Bjerg
María, “Una genealogía de la historia de las emociones”, Quinto Sol, vol. 23, n°1, enero-abril, 2019, pp. 1-20.