Revista Andes, Antropología e Historia
Vol. 1, Nº 30, Enero-Junio 2019
Esta
obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676
APROXIMACIÓN
A LA CONSTRUCCIÓN DE LOS GÉNEROS EN ARQUEOLOGÍA A PARTIR DEL CASO DE LA PAYA.
UNA
REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA
AN APPROACH TO THE CONSTRUCTION
OF
GENDER IN ARHAEOLOGY THROUGH THE
CASE STUDY OF LA PAYA.
AN HISTOTIOGRAPHICAL REVIEW
Geraldine A. Gluzman
Instituto de las Culturas (IDECU)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET)
Museo Etnográfico «Juan B. Ambrosetti»
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
Argentina
Florencia
V. Ortega
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
Argentina
florencia-v-ortega@hotmail.com
Ingreso: 23/11/2017
Aceptado: 03/12/18
Resumen
Como ha ocurrido en otros ámbitos de las ciencias sociales, la
arqueología en Argentina ha mantenido un dispar interés en los estudios de
género, que se ve reflejado tanto en lo que hace a una revisión historiográfica
acerca de la construcción interpretativa como a la búsqueda de evidencias
materiales acerca de la diversidad de género en las sociedades pasadas. Este
trabajo busca acercarse críticamente a la primera de estas líneas de análisis
mediante un caso de estudio, el de los sepulcros de La Paya (Valle Calchaquí
Norte, provincia de Salta) cuya interpretación fue publicada por Ambrosetti en
1907 con el fin de comprender cómo las categorías de femenino y masculino en
sentido amplio fueron construidas a inicios del desarrollo de la arqueología
como disciplina científica. Compuesto de 161 contextos mortuorios con restos
óseos humanos de adultos, nos proponemos indagar a partir de qué evidencias
materiales Ambrosetti identificó el género específico de los individuos
presentes en las tumbas, viendo las asociaciones de artefactos a géneros y
preguntándonos si dichas asociaciones pudieron estar influenciadas por ideas de
su época acerca de los roles femenino y masculino que no necesariamente se
condicen con las sociedades prehispánicas del área.
Palabras claves: Arqueología, Estudios de género, Ambrosetti, La Paya, Inicios siglo XX
Abstract
As it has occurred in
other areas of social sciences, archaeology in Argentina has maintained a
disparate interest in gender studies, which is reflected both in regard to a
historiographical review about the interpretive construction as in the search
for material evidences about the gender diversity in the past societies. This
paper seeks to approach critically the
first of these lines of analysis through a case study, the tombs of La Paya (Valle Calchaquí Norte,
Province of Salta), whose interpretation was published by Ambrosetti
in 1907, in order to understand how the categories of female and male were
constructed in the early development of archaeology as a scientific discipline.
Comprising 161 burials with human bones of adults, we study the material
evidence Ambrosetti used to identify the gender of
these individuals, looking for the associations between artifacts and specific
genders. We consider whether these associations could have been influenced by
ideas of his time about female and male roles that are not necessarily related
to pre-Hispanic societies of the area.
Keywords:
Archaeology, Gender studies, Ambrosetti, Argentine
Northwest - La Paya, Beginning of the 20th century.
Introducción
Este trabajo busca acercarse críticamente a la
noción de género en la arqueología argentina. Este objetivo puede ser realizado
de distintos modos, sea a través de una revisión historiográfica sobre
construcciones interpretativas ya realizadas dentro de la disciplina, sea en el
reconocimiento de evidencias materiales entendidas como indicadores de la
diversidad de género en las sociedades del pasado, sea en el análisis sobre las
prácticas cotidianas donde la investigación y docencia se llevan a cabo. En
línea con la primera modalidad mencionada, un caso de estudio, la indagación de
los datos de los sepulcros del poblado prehispánico de La Paya (Valle Calchaquí
Norte, provincia de Salta) será aquí investigado con el fin de comprender cómo
las categorías de femenino y masculino en sentido amplio fueron construidas por
Juan Bautista Ambrosetti, considerado “padre
de la arqueología argentina”[1],
a principios del siglo pasado, es decir durante el período de formación de la
arqueología en el país. Para ampliar la discusión y acercarse a la visión que
se tenía de la mujer y del hombre indígena fuera de los ámbitos académicos, se
consultará la revista “Caras y Caretas” (destinada a los sectores acomodados y
de la clase media en aumento) a lo largo del período 1902-1908. Dicho lapso
temporal abarca desde la primera divulgación sobre el sitio en los Anales del Museo de Buenos Aires[2]
hasta un año tras la publicación final de los resultados del análisis completo
de los materiales de La Paya[3],
donde efectuó las investigaciones más trascendentes de su carrera[4].
La combinación del análisis historiográfico de las publicaciones de La Paya por
Ambrosetti junto al uso de fuentes secundarias hace que este trabajo se inserte
dentro de los estudios de género porque se busca aportar una reflexión sobre
cómo Ambrosetti definió las relaciones sociales de acuerdo a las actividades de
los hombres y de las mujeres en el pasado mediante el caso de La Paya,
considerando su contexto social más amplio.
Como sucedió en otros ámbitos de la antropología, el
impacto de los estudios de género en arqueología a nivel mundial fue tardío. El
concepto "género" aparecerá por vez primera en la discusión
antropológica en la década de 1970, siendo una de las primeras referencias el
trabajo de Gayle Rubin
quien emplea el "sistema de sexo-género"
para dar cuenta del conjunto de disposiciones por el que una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y de
este modo se buscaba evitar que el determinismo biológico fuera la causa de las
condiciones de vida de las mujeres a lo largo de la historia[5].
Esta perspectiva de género, que involucra una construcción cultural, social e
histórica articulada a partir de definiciones normativas de lo femenino y lo
masculino es la que será tomada inicialmente por la arqueología: el género se
entenderá como expresión cultural del sexo biológico contribuyendo a crear
identidades subjetivas y relaciones de poder[6].
En lo que hace al ámbito disciplinar de la
arqueología, la aparición de la arqueología de género se atribuye generalmente
a la publicación de 1984 de “Archaeology and the Study of Gender”[7]
cuya buena recepción dio rápidamente inicio al desarrollo de simposios,
talleres y conferencias que buscaban integrar la arqueología, la teoría
feminista, los estudios de las mujeres y la interpretación de un pasado desde
el género[8].
Este interés se dio en paralelo a las denuncias por parte de activistas
feministas norteamericanas de lo que parecía ser la opresión universal de las
mujeres por el patriarcado[9],
lo que constituyó la segunda y tercera oleada del feminismo en Estados Unidos[10].
Surgidos en países con tradición de luchas de reivindicación de los derechos de
las mujeres, los estudios de género influyeron en la arqueología llevada a cabo
no sólo en los países de habla anglosajona. Muy por el contrario, en España,
para mencionar un ejemplo, la aparición de la arqueología del género tiene que
ver con el interés creciente por el debate de la arqueología teórica que, en la
década de los noventa, entró con fuerza en el mundo académico[11],
generando desde ese entonces un corpus de referentes de consulta teórica y de
casos de estudio disponibles en el idioma español.
Entre los tópicos que se buscaban indagar para
acercarse a una visión del pasado desde el género se destacaban la crítica al
androcentrismo en la práctica arqueológica y el desarrollo de nuevos enfoques
de interpretación arqueológica que promovieran modelos de inclusión de género.
Al respecto merece mencionarse la perspectiva de Wylie[12]
quien con fines heurísticos proponía el despliegue de objetivos hacia una
práctica encauzada por los estudios de género en tres fases: la crítica al
androcentrismo en la agenda de la investigación presente, el incremento de
investigaciones que dieran a las mujeres un mayor protagonismo en el pasado y
la reconceptualización de las mujeres como sujetos
históricos y en relación con otras categorías sociales (clase, etnia, edad). Es
decir, se debía visibilizar a la mujer investigadora para lograr acercarse a
las mujeres del pasado al tiempo que se debía discutir acerca de los supuestos
que subyacían las diferencias de género[13].
Si bien han
pasado más de tres décadas desde las primeras discusiones en torno al género en
la arqueología mundial, es sorprendentemente bajo el impacto en la arqueología
argentina. A pesar de los avances teóricos en arqueología acerca de las
identidades sociales, los estudios de género no han prosperado. Mientras que a
partir de éstos los seres humanos pasaron a ser divididos en segmentos
sociales, los mismos permanecieron concentrados en la figura masculina[14].
La arqueología argentina ha mantenido un interés puntual y episódico en los
estudios de género, sea en lo que hace a una revisión historiográfica vinculada
a la construcción del pasado como al desarrollo de herramientas de búsqueda de
evidencias materiales acerca de la diversidad de género en las sociedades por
ella abordadas y al análisis de sesgos androcéntricos en las investigaciones
presentes. Por tal motivo, estos acercamientos no han logrado aunar esfuerzos
sistemáticos por rastrear la presencia de las categorías femenina y masculina
en la cultura material de las sociedades pasadas; menos aún han contribuido a
ponerlas en cuestionamiento como las únicas posibles para distintos contextos
espaciales y temporales. Para el Noroeste de Argentina (NOA) en tiempos
prehispánicos, nuestro foco de estudio en términos espaciales y temporales,
existieron ciertos trabajos que se han enfocado con cierta intensidad y
exclusividad en esta temática. Ello no significa que haya habido una sostenida
atención en el mundo masculino y femenino. Por el contrario a lo largo del
devenir de la arqueología en el NOA, y en concomitancia con los enfoques
analíticos empleados, hubo un interés desparejo en su indagación.
Este artículo propone un enfoque desde los estudios
de género, entendiendo por género una construcción cultural, producto de
subjetividades, mientras que el sexo es biológicamente determinado. La conexión entre el sexo, la sexualidad y el género deben
interpretarse en términos de las influencias sociales y culturales sobre todas
las experiencias del yo; el género es una dimensión de identidad, práctica y
experiencia que tiene una elasticidad sobre un cuerpo biológicamente
configurado[15].
Si bien este enfoque ha sido discutido y existen posturas que entienden al sexo
también como una manifestación cultural[16],
entendemos que esta división es de utilidad a la hora de revisar críticamente
el análisis realizado por Ambrosetti en las tumbas de La Paya. Es de interés
conocer las relaciones de género en el pasado y el análisis de cómo se producen
y mantienen en el tiempo, sin descuidar la naturaleza dinámica y activa de la
noción de género[17]
(que incluye pero puede ir más allá de las categorías occidentales de lo
femenino y lo masculino), al tiempo que
busca reconocer a la mujer como objeto de conocimiento de la etapa histórica
que se desea indagar y, en definitiva, hacer visibles también a las mujeres a
través de la arqueología[18].
Esta perspectiva pretende también evaluar los grupos de edad, estatus social o
etnia, es decir ha despertado el interés en otros grupos poco visibilizados
teóricamente, como niños o ancianos[19].
Los primeros americanistas: en búsqueda del sujeto
histórico y de su simbolismo
Si bien con un enfoque que no fue de género
propiamente dicho, existen múltiples referencias a las categorías de género
entre los primeros americanistas (sensu
Nastri[20])
hasta mediados del 1910, interesados en reconstruir un panorama social de los
pueblos prehispánicos en el área. Dispuestos a estudiar todas las
manifestaciones humanas, incluido el simbolismo, estos primeros investigadores
reconocieron la participación diferencial de hombres y mujeres en el pasado,
aunque no siempre mediante el uso de contrastaciones empíricas a nivel de la
cultura material. Por tal motivo, la lectura crítica de la obra centrada en La
Paya de Juan B. Ambrosetti permitirá rastrear los fundamentos teóricos y
metodológicos en la construcción de género durante la etapa de consolidación de
la disciplina.
Atraídos por las expresiones simbólicas de la
cultura material del NOA, los primeros americanistas mostraron un importante
interés en el análisis de las imágenes masculinas y femeninas sobre una
diversidad de soportes materiales[21].
A continuación mencionamos una serie de ejemplos que dan cuenta de estas
inquietudes académicas.
La presencia de representaciones de rasgos sexuales
fue el principal medio de evaluación de género. En “Las grutas pintadas y los petroglyfos de la
provincia de Salta” Ambrosetti evalúa las pictografías de Carahuasi, donde la mayoría de los personajes portan
escudos, instrumentos de guerra, y penachos y plumas en sus cabezas. Allí
señala a uno de éstos como el Inca, quien posee en una de sus manos una cabeza
cercenada e interpreta la escena como una victoria militar de este soberano. La
única mujer, que lleva en sus espaldas a un niño y un tocado de plumas, es para
Ambrosetti, una de sus esposas[22].
Acerca de las petrografías de Las Cañas (provincia de Tucumán) describe una
figura femenina “con los brazos levantados
hacia arriba en actitud de oración” con representación de la vulva
como “un triángulo con el vértice hacia
arriba, y el cuerpo globuloso como si estuviera embarazada”[23].
Un caso particular de representaciones visuales son
aquellas sexuadas que Ambrosetti denomina Venus
Calchaquíes, conjunto de
imágenes femeninas que poseen el órgano genital representado y que “es característica a la mayor parte de las
representaciones femeninas halladas hasta la fecha en Calchaquí; esto es con
una mano dirigida hacia la boca o al mentón y la otra al órgano genital”[24].
Gluzman[25],
en una revisión de estas representaciones visuales, ha observado que lo que
prima en ellas es su desnudez y el contorno de la silueta femenina, sugiriendo
cierta “desprotección corporal”, frente a la vestimenta masculina que los cubre
haciendo incluso, en muchos casos, el escudo que portan de límite de su cuerpo,
y los protege de los enemigos: los americanistas generaron asociaciones de la
mujer más próxima a la naturaleza y de los hombres con la cultura. Al respecto
se observa que los diseños referidos a hachas y objetos ceremoniales
(insignias de poder) se asociaron al dominio masculino[26]
y en particular a jefes étnicos, quedando los hombres comunes prácticamente invisibilizados. Al respecto Ambrosetti establece estos
vínculos sin remitir a presencia de rasgos sexuales secundarios sino que asume
que el mando y la autoridad son dominios exclusivamente masculinos.
Ambrosetti elabora algunas de sus interpretaciones a
partir de establecer comparaciones etnográficas con los indios pueblo del
sudoeste de Estados Unidos en esa época[27].
Dada la similitud de representaciones gráficas de peinados/tocados en el NOA
con los peinados que empleaban en ese entonces mujeres Pueblo, éstos fueron
analizados para distinguir hombres y mujeres.
Por otro lado, Quiroga presenta dentro del conjunto
iconográfico de la gruta Chiquimi (provincia de
Catamarca) a “un ser femenino, por las
mamas, abultamiento del vientre y la vulva profundamente calada en forma de
mortero”[28]
a quien identifica con la Pachamama. Quiroga[29]
expresa que la Pachamama constituye un numen de los
cerros asociado con la fertilidad agrícola e invocada ante toda empresa (caza,
acrecentar el rebaño, tener abundante cosecha, es decir es dispensadora de la
felicidad) mientras que en las llanuras predomina el genio masculino denominado
Llastay, al cual se lo invoca únicamente para ser
propicio a la caza.
Además, analiza los símbolos asociados a cada género
en otros de sus trabajos, como por ejemplo las figuras de dobles triángulos o
andróginas, con un pequeño triangulillo central dentro del triángulo inferior
que son interpretados como la vulva de la mujer[30].
Outes y Bruch[31]
retoman el estudio de las pictografías de Carahuasi,
considerando que representan el episodio final de una acción guerrera, donde la
tribu vencedora trae consigo las mujeres prisioneras y los animales cargados
con el botín, apartándose de la idea de que se trata de la esposa del Inca.
Este análisis conlleva la idea de sumisión femenina por el dominio masculino,
asumida antes que indagada[32].
Estos autores, atraídos por el estudio de cultos
ceremoniales tales como los actos propiciatorios para producir lluvia para los
cultivos y para la fecundidad de los rebaños, combinaron la lectura de las
crónicas históricas, la recopilación de historias orales, el uso de analogías
con otras culturas y la asociación de los animales representados con su hábitat
para llevar adelante sus reflexiones. Este interés generó una búsqueda integral
de las imágenes femeninas y masculinas en el NOA, en seres humanos y en
animales. Sin embargo, con el desarrollo de la arqueología moderna, los
abordajes de interpretación simbólica fueron dejados de lado en favor del
abordaje de cuestiones sociopolíticas y económicas desde un enfoque más
riguroso. Desde entonces, los trabajos en donde cuestiones de género fueron
indagadas son escasos y se caracterizaron por tratar este tema en forma
relativamente periférica. Es decir, con la consolidación de la arqueología como
disciplina, durante la primera década del siglo XX, las interpretaciones
simbólicas de las imágenes precolombinas fueron abandonadas[33],
tendencia que permaneció por largos años con la necesidad de definir los
límites culturales en coordenadas de espacio, tiempo y contenidos[34].
No obstante, tal como Alberto González y Marta Baldini observan, “si esta etapa crítica está plenamente justificada, no
lo está el tabú contra una posible interpretación de las figuras y expresiones
simbólicas del riquísimo arte precolombino”[35].
En tanto los estudios de las relaciones de género habían sido principalmente
dirigidos mediante el análisis de las representaciones visuales, este cambio
teórico-metodológico influyó negativamente en el avance de una arqueología de
género. Recién a mediados de la década de 1970, A. González[36]
inicia una vía de aproximación estructural echando importantes raíces para el
resurgimiento de los estudio de género ya que retoma el tema de la presencia de
un componente femenino-masculino en algunas imágenes antropomorfas duales.
De acuerdo a Gluzman[37],
Scattolin inaugura una arqueología explícitamente de
género para el NOA a partir del análisis de la representación de la mujer en
ciertas sociedades aldeanas del primer milenio d.C. Examina cómo la iconografía
ha sido usada para sostener argumentos sobre desigualdad sociopolítica en estas
comunidades al tiempo que reflexiona acerca de cómo la misma pudo contribuir a
instituir los principios que fundan las diferencias sexuadas[38].
Lamentablemente la influencia de esta propuesta innovadora fue, no obstante,
limitada ya que no generó discusiones tendientes hacia un cambio en el modo de
pensar el registro arqueológico a nivel holístico.
Teniendo en cuenta este breve desarrollo a lo largo
de la historia de la disciplina, evaluaremos qué elementos materiales y bioarqueológicos, uso de fuentes etnográficas o
etnohistóricas fueron empleados por Ambrosetti en La Paya para establecer el
modo de atribución de los sexos a las inhumaciones registradas. Existen otros
dos artículos que han analizado este sitio desde un planteo similar al nuestro.
Por un lado L. Baldini e I. Baffi[39]
se acercan al comportamiento mortuorio de la Paya; analizan la asignación de
los elementos hallados a sexos específicos, evalúan las asociaciones entre
éstos dentro de los ajuares y comparan los resultados con ajuares de otros
sitios arqueológicos del área con determinación de sexo de los restos esqueletales. Por otro lado, desde un enfoque de la
antropología biológica Baffi y Seldes[40]
analizan el tratamiento dado al mundo femenino en el NOA a partir de su
representación en el registro bioarqueológico y en
los contextos funerarios, tomando diversos casos del área, entre ellos el de La
Paya y dando cuenta de la problemática de la visibilidad femenina en el
registro arqueológico.
En el presente trabajo, sin embargo, se busca una
lectura de los contextos materiales desde los estudios de género pensando el
caso para deconstruir cómo Ambrosetti elaboró un
cuadro social complejo para los pueblos prehispánicos del NOA y evaluando qué
categorías artefactuales, reflejo de prácticas sociales, son empleadas. Para
llevar a cabo este objetivo, haremos una lectura de la principal obra que
Ambrosetti dedicó a La Paya, enfocándonos en la naturaleza artefactual presente
en los ajuares atribuidos a hombres y mujeres y los argumentos explicitados (o
no) en cada caso. Con 161 enterramientos
con restos óseos humanos de adultos, nos proponemos ver cómo Ambrosetti
estableció asociaciones de los artefactos que forman el ajuar funerario a
géneros específicos, preguntándonos si dichas asociaciones pudieron estar
influenciadas por ideas de su época acerca de los roles femenino y masculino
que no necesariamente se condicen con las sociedades prehispánicas del área.
Finalmente discutiremos qué información aporta sobre la sociedad calchaquí a
partir de nuestra propia interpretación. Para enriquecer el análisis hemos
consultado fuentes secundarias para vislumbrar cómo la mujer indígena era
concebida en contextos sociales más amplios.
Ambrosetti y el sitio de La Paya
Ubicada en el departamento de Cachi, provincia de
Salta, la localidad de La Paya, conocida también como Puerta de La Paya se
caracteriza por ser un asentamiento conglomerado de momentos de Desarrollos
Regionales (850-1470 DC) con construcciones incaicas posteriores (1470-1536
DC). Se localiza sobre una extensa terraza en la margen derecha del río
Calchaquí y frente a la desembocadura de la Quebrada de La Paya (Figuras 1 y
2). Presenta una superficie aproximada de 6 hectáreas, una muralla de
circunvalación de pircado doble, recintos de paredes de piedra rectangulares
adosados, cistas subcirculares
y vías de circulación interna.
Figura 1: Mapa del área de estudio,
detallando la ubicación de la localidad de La Paya
Se encuentra en un área geográfica intermedia entre
varias zonas ecotonales (puna, fondo de valle y
selvas), las cuales ofrecieron una diversidad de recursos (madera, mineral,
pastos, cultivos) por lo que era un lugar clave de acceso y control
territorial. Por sus características, se lo interpretó como cabecera política
del área circundante en el momento incaico[41].
La presencia inca se observa tanto en las construcciones arquitectónicas no
locales ubicadas en áreas discretas, como el sector de Casa Morada (por técnica
de construcción, ángulos rectos, nichos, etc.), como en los hallazgos
materiales foráneos en su interior (alfarería Cuzco polícroma e Inca Paya)[42].
La presencia de cerámica tosca, ollas con pie de compotera con hollín, molinos
planos indican que allí fueron realizadas actividades domésticas, como molienda
y cocción de alimentos lo que daría cuenta de que dicha estructura funcionó
como vivienda y centro administrativo[43].
Los fechados radiocarbónicos disponibles sobre
muestras de basureros abarcan un rango entre 620 ± 100 y 985 ± 80 AP[44].
Recientemente se han dado a conocer fechados sobre una tableta y un tubo de
inhalación elaborados en madera que arrojaron las siguientes edades: 699 ± 35
AP y 680 ± 35 AP, respectivamente[45].
Figura 2: Croquis del sitio La Paya
(Ambrosetti 1907), con sectores de hallazgos: 1. Necrópolis; 2. La Ciudad; 3.
Banda y los dos ríos circundantes: A. Río La Paya; B. Río Calchaquí
Ambrosetti[46]
divide los contextos de los restos materiales, que totalizan 203, en dos tipos:
sepulcros y hallazgos (Tabla 1). Los primeros son entierros simples y múltiples
(de 2 hasta 20 individuos) en cistas de paredes de
piedra. Pueden o no tener restos esqueletales
humanos, ya que en ocasiones se presentan saqueados o en muy mal estado de
conservación. Ambrosetti asume que los tuvieron en el pasado. Algunos sepulcros
poseen exclusivamente niños o sub-adultos. Los hallazgos son contextos
diversos, que incluyen inhumaciones de niños en urnas, urnas sin restos humanos
(aunque considera que quizá no se hayan preservado), “falsas tumbas”, a modo de
escondrijo, depósito de maíz o simulacro votivo. Veintisiete no poseen restos
humanos, a diferencia de los once restantes. Uno de ellos, no obstante, es una
tumba individual de adulto[47],
lo que hace que los sepulcros de adultos sumen 161 (y que altera el resultado
de la tabla 1, que es de 160), total que será aquí contemplado para este
estudio.
Tabla 1: Contextos (sepulcros y
hallazgos), con desglose de tipos
Sepulcros (N° o Total=165) |
|
Con restos humanos óseos adultos |
160 |
Simulacro votive |
1 |
Con restos exclusivamente niños o sub-adultos |
4 |
Total Sepulcros |
165 |
Hallazgos (N° o total=38)
|
|
Con restos humanos óseos |
11 |
Sin restos humanos óseos |
27 |
Total Hallazgos |
38 |
Total hallazgos y sepulcros 165 + 38 |
203 |
Los enterramientos han aportado una gran riqueza
material, que incluyen objetos metálicos, cerámicos, en piedra y madera[48].
Sprovieri[49]
estima en 1576 las piezas manufacturadas, en distintos tipos de materiales,
recuperadas en La Paya.
Las tumbas de La Paya
Los sepulcros de La Paya son estructuras circulares
de piedra en falsa bóveda ubicadas entre las habitaciones y fuera del perímetro
del poblado; en su mayoría son múltiples, aunque también hay tumbas simples. Se
han encontrado al menos 16 entierros de párvulos en urnas, lo cual diferencia
este conjunto de otros símiles santamarianos[50].
Las tumbas de La Paya no están agrupadas en un único
conjunto. Se distinguen tres grandes sectores de entierros: dentro del
perímetro de la ciudad, en la “necrópolis” fuera de ésta y los que se hallan en
la margen opuesta al río La Paya (en adelante, también “Banda”) (Figura 2). La
mayoría de las tumbas de adultos se encuentran en la Necrópolis (71 tumbas[51]),
apareciendo dentro de la Ciudad 61 y sólo 29 del otro lado del río. Las tumbas
individuales por cada uno de los tres sectores son: 13, 25 y 8 respectivamente,
ascendiendo su total a 46. Ambrosetti[52]destaca
que la distribución de los objetos no es uniforme y comparó las diferencias de
aparición entre los dos primeros conjuntos en tanto el último fue menos
investigado durante los trabajos de campo.
Torteros, horquetas, un tipo particular de resina
vegetal (resina de yareta), cuentas y collares, escarificadores y tabletas de
ofrenda, pinzas depilatorias, pintura roja, mates, cestos, vasos asimétricos,
vasos libatorios, cinceles constituyen objetos de la cultural material
Calchaquí que Ambrosetti emplea para asignar el género femenino de los
individuos sepultados en La Paya, mientras que pucos negros, placas pectorales
y cuchillones le sirven para identificar hombres. A continuación se detallará
la naturaleza general de estos materiales, su distribución y su densidad en los
sepulcros. Nos centraremos en las tumbas individuales (46) del total de 161.
Ambrosetti distingue 9 tumbas femeninas dentro de los sepulcros individuales de
adultos, mientras que al resto no les asigna la presencia de un único género,
por lo que las denominamos “tumbas indeterminadas”. Las tablas 2 y 3 sintetizan
la información para las categorías tratadas.[53]
Mientras que la tabla 2 da cuenta de la cantidad de contextos con las
principales categorías artefactuales analizadas, detallando dichas cantidades
en los sepulcros por sector, la tabla 3 muestra
los objetos presentes en las tumbas individuales y, dentro de éstas, en las
tumbas femeninas identificadas según Ambrosetti. Las tumbas que no fueron
clasificadas bajo esta categoría, se tomaron como indeterminadas.
Tabla 2: Cantidad de contextos con las
principales categorías artefactuales analizadas, con detalle de las cantidades
en los sepulcros por sector
Categoría |
Total |
Total
|
Total
sepulcros por sector |
||
Ciudad
|
Necrópolis |
Banda |
|||
Torteros |
3 |
48 |
13 |
24 |
11 |
Horquetas de
atalaje |
- |
28 |
7 |
19 |
2 |
Pintura roja |
- |
25 |
7 |
14 |
4 |
Vasos asimétricos
|
- |
33 |
7 |
21 |
5 |
Vasos libatorios |
1 |
21 |
6 |
12 |
3 |
Cinceles de
bronce |
- |
25 |
6 |
16 |
3 |
Pinzas
depilatorias |
- |
12 |
2 |
10 |
- |
Resina de yareta |
- |
9 |
4 |
5 |
- |
Collares |
2 |
13 |
5 |
6 |
2 |
Mates |
- |
12 |
4 |
6 |
2 |
Cestería |
2 |
12 |
2 |
8 |
2 |
Escarificadores |
- |
13 |
4 |
8 |
1 |
Tabletas de
ofrenda |
- |
13 |
3 |
10 |
- |
Pucos negros |
4 |
92 |
46 |
30 |
16 |
Cuchillones |
1 |
27 |
12 |
13 |
2 |
Placas Pectorales |
- |
20 |
13 |
6 |
1 |
Tabla 3: Tumbas individuales con las principales
categorías estudiadas
Categoría |
Total
tumbas individuales |
Tumbas
|
Tumbas
indeterminadas |
||
Torteros |
10 |
7 |
3 |
|
|
Horquetas de
atalaje |
4 |
2 |
2 |
|
|
Pintura roja |
8 |
4 |
4 |
|
|
Vasos asimétricos
|
6 |
2 |
4 |
|
|
Vasos libatorios |
5 |
2 |
3 |
|
|
Cinceles de
bronce |
4 |
1 |
3 |
|
|
Pinzas
depilatorias |
3 |
2 |
1 |
|
|
Resina de yareta |
1 |
0 |
1 |
|
|
Collares |
4 |
2 |
2 |
|
|
Mates |
5 |
4 |
1 |
|
|
Cestería |
4 |
3 |
1 |
|
|
Escarificadores |
3 |
0 |
3 |
|
|
Tabletas de
ofrenda |
3 |
0 |
3 |
|
|
Pucos negros |
26 |
7 |
19 |
|
|
Cuchillones |
5 |
1 |
4 |
|
|
Placas Pectorales |
4 |
0 |
4 |
|
|
Torteros
Los torteros, o pesos de huso, conforman para
Ambrosetti la categoría por excelencia femenina[54],
hallada en 51 de los 203 contextos y ascendiendo a 143 piezas, además de varios
fragmentos sin cuantificar por su alto deterioro. Generalmente de pequeño
tamaño, han sido elaborados en piedra, madera o cerámica, y poseen variadas
formas y decoraciones. Algunos de ellos poseen diseños geométricos y en un
menor número de casos, figurativos (Figura 3a y b). Dentro de los últimos
destaca uno con dos figuras de mujeres grabadas en la madera, según la interpretación de Ambrosetti, con el pelo dividido al medio
y repartido en dos trenzas que caen a los lados de la cara, “según la moda indígena”[55]
(Figura 3b). Este peinado será observado en otras representaciones humanas de
La Paya. La tabla 2 sintetiza la información respecto a su distribución.
Contemplando las tumbas individuales, se encontraron en 10 (Tabla 3), con al
menos 29 torteros.
Figura 3a: Tortero; Patrimonio del Museo
Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” (ME), Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires (FFyL, UBA), número
inventario -28331- (1260).
Figura 3b: Tortero; Patrimonio del ME, FFyL, número inventario -28374- (1408)
Destinados a hilar, Ambrosetti describe el
funcionamiento del tortero y su conexión con la mujer y el pastoreo en la
siguiente frase:
El
personaje [de un topu de metal] lleva en la mano un
palo vertical que atraviesa un disco y dos líneas semilunares; este conjunto me
hace la impresión de querer representar un huso de hilar en movimiento. Esto no
tiene nada de particular si se tiene en cuenta que aun hoy día esas gentes no
dejan el huso para nada y van hilando lana á medida
que caminan. Esto y el traje talar parecerían indicar á
una mujer que va conduciendo una llama é hila al mismo tiempo[56].
Los diseños de los torteros lejos de tener un simple
significado decorativo parecen haber tenido para este autor un significado
simbólico de protección para evitar calambres, por lo que estos objetos
tuvieron el doble empleo de útil y amuleto[57].
Horquetas de atalaje
Se trata de objetos de madera de forma angular -en
"V"- realizados en una sola pieza y con los extremos de las ramas
terminados en cabezas redondeadas o aguzadas[58].
Ambrosetti les asignaba dos funciones primordiales, como mecanismo para sujetar
las cargas de las llamas, tarea que cumplieron[59],
y para los paquetes mortuorios. Si los asocia a las mujeres por alguno de estos
motivos, o ambos a la vez, no queda claro.
Presentes en 28 sepulcros es la segunda categoría
“femenina” más abundante. Se distribuyen en los tres sectores de entierros
(Tabla 2) y suman un total de 47 ejemplares, además de varios fragmentos.
Pintura roja
Esta sustancia, “empleada
por las alfareras para decorar los vasos”[60]
pudo además haber sido utilizada para “pintarse
ellas mismas y esta última debe ser la razón principal del porqué parece que le tenían tanto
aprecio al punto de enterrarse también sus fragmentos junto a sus dueñas, aún
los de pequeño tamaño”[61].
Se distribuye en los tres sectores de entierros
(Tabla 2) y se encuentra en ocho sepulcros individuales, cuatro considerados de
mujer (Tabla 3).
Vasos asimétricos
Se trata de pequeños jarros cerámicos sin decoración
y que fueran entendidos por Ambrosetti como “verdadero
útil de cocina y por consiguiente propio del ajuar fúnebre de mujer”[62].
Su nombre se debe a tener las líneas de construcción asimétricas: la pared opuesta
a la del asa es muy convexa y saliente y su finalidad estaba orientada a un fin
utilitario, al poder acercarse y retirarse del fuego sin que el asa se caliente[63].
Se encontraron en 33 sepulcros (Tabla 2). Ocho de
estas cerámicas se encuentran en tumbas individuales y dos son entendidas como
de mujer (Tabla 3).
Vasos libatorios
Son cuencos cerámicos de tamaño medio pintados, y
muchas veces decorados en relieve, que poseen un agujero en el borde del labio
(Figura 4) y que Ambrosetti[64]
les atribuye la función ritual de efectuar libaciones. Por lo general
fragmentados, fueron encontrados en 21 sepulcros y en un contexto tipo hallazgo
(Tabla 2), sumando 23 piezas. Se hallan en 5 tumbas individuales, dos de ellas
asignadas a mujeres (Tabla 3).
Figura 4: Vaso libatorio, medidas: 6,2
cm (alto) x 12,3 cm (diámetro) x 12,3 cm (diámetro); Patrimonio del ME, FFyL, número inventario -28766- (1927)
La presencia de tres símbolos realizados al pastillaje, la serpiente, el tigre y la mujer con niño le
hacen pensar que pertenecen a determinadas cofradías cuyo símbolo especial
fuera uno de éstos. La imagen de la madre con el niño es una mujer sentada que
lleva en sus brazos un bebé en trapos. Nuevamente –como en el caso de los
torteros- y haciendo uso de la analogía directa con información contemporánea
con las mujeres de la comunidad Pueblo, Ambrosetti destaca que su peinado es
del tipo de moño, infiriendo que también lo empleaban las mujeres calchaquíes[65].
Cinceles de bronce
Hallados en 25 contextos (Tabla 2), suman 30
ejemplares. Ambrosetti[66]
cree que su uso fue femenino, pues con estos útiles delgados y finos no podrían
llevarse a cabo sino trabajos delicados. Solo un entierro de mujer contendría
un cincel (Tabla 3).
Pinzas depilatorias
Útil de toilette femenina[67],
fueron encontradas en 12 sepulcros (Tabla 2) y se hallan en dos tumbas
individuales asignadas a mujeres (Tabla 3). De pequeño
tamaño en general y realizadas en cobre o bronce, Ambrosetti las entiende
destinadas a la depilación que se efectúa pelo por pelo. Las de tamaño más
grande debieron ser muy molestas haciendo su uso, “más bien que un acto de coquetería, un tormento espantoso”[68].
Por tal motivo y por ser muy delgadas considera que las últimas pudieron
cumplir otras funciones: “¿Quién sabe si
esta pieza, a pesar de tener la forma de un objeto determinado, no sirvió en
cambio como simple adorno?”[69]
Destaca el uso que hacían de estos objetos las mujeres de las tribus americanas[70]
sin información adicional.
Resina de yareta
En nueve tumbas se hallaron muestras de resina de
yareta (Azorella madrepórica Clos)[71]
(Tabla 2 y 3). La misma se presenta en varias formas, ya sea en cilindros
cortos o esferas o en forma alargada y comprimida, como si fuera algo así como
una pequeña banana, de cinco a siete centímetros de largo, con un agujero de
suspensión en uno de sus extremos. A partir de los datos químicos realizados,
Ambrosetti observa que la resina tiene propiedades emenagogas y considera que,
por lo tanto, empleada a destiempo es seguro que tuviera también la facultad de
producir abortos[72].
Además comenta que pudo haber servido de amuleto femenino, motivo por el cual
también era llevada colgada a modo de dije.
Collares
Principalmente se trata de cuentas de malaquita, y
en menor medida de azurita y de argilita. Fueron
halladas en menor proporción que en otros sitios del área y se distribuyen en
los tres sectores de tumbas (Tabla 2). En cuatro tumbas individuales fueron
registrados, dos adscriptas a mujeres (Tabla 3). No hace comentarios
específicos a los motivos detrás de la asociación de los collares con las
mujeres. En cuatro sepulcros además se mencionan adornos de collar elaborados
en cobre, piedra y hueso.
Mates
Usualmente ubicados en el interior de cestos, de uno
o de a pares, fueron hallados en doce sepulcros (Tabla 2). Al igual que éstos,
los cestos, de diverso tamaño y forma, “han
prestado, como prestan aún, grandes servicios sobre todo a las mujeres para
todos sus pequeños quehaceres domésticos”[73].
Cuatro de las cinco tumbas individuales con mates son entendidas como ocupadas
por mujeres (Tabla 3).
Cestería
Hallados por lo general fragmentados, se asocian a
14 contextos (Tabla 2).
El carácter femenino de estos
canastos se comprende como receptáculo de todos los pequeños enseres del hogar,
tal cual sucede hoy con los habitantes de la región, entre cuyas mujeres el
cesto más o menos del mismo tipo desempeña un papel muy importante para guardar
sus menudencias[74].
Tres de las cuatro tumbas individuales que poseen
cestos son entendidas como ocupadas por restos óseos de mujeres (Tabla 3).
Escarificadores y tabletas de ofrenda
De acuerdo a Ambrosetti los escarificadores son
tubos de madera, con esculturas figurativas y que contienen en su interior un
manojo de espinas de cardón atadas por medio de un tiento[75].
Fueron hallados sólo en los sepulcros (Tabla 2) encontrándose fragmentos y
piezas enteras de 18 objetos.
Respecto a las tabletas, se reconocen 19 en 13
sepulcros (Tabla 2). Ambrosetti afirma que “se
puede ver que casi siempre la tableta de ofrendas ha sido hallada asociada con
los escarificadores y los torteros o por lo menos con uno de estos dos
instrumentos; esto ya nos hace sospechar su carácter femenino”[76].
En efecto, se observa que los tres objetos se asocian en siete sepulcros.
La conexión de escarificadores y tubos de madera,
profusamente decorados con representaciones zoomorfas y antropomorfas, la ve en
el ámbito religioso donde
la sangría
voluntaria tuviese una intervención importante; quizá las tabletas sirvieran para
recoger la sangre extraída con estos aparatos [escarificadores][77], para ofrecerla de este modo como libación o
aspersión a determinados ídolos o lugares donde se efectuasen esas ceremonias[78].
Mientras que existen trece categorías artefactuales
que Ambrosetti claramente identifica con mujeres solo hay tres tipos de objetos
que él clasifica pertenecientes al universo masculino: los pucos negros, las
placas pectorales y los cuchillones de madera.
Pucos negros
Los pucos negros, contenedores cerámicos por lo
general de tamaño medio y de pasta muy fina y pulida (Figura 5), son
interpretados como pertenencia masculina[79].
La explicación que da no es funcional sino más bien simbólica. Según Ambrosetti
No es difícil que esto tenga algo que ver con alguna
costumbre que consistiera en servir a los hombres ya maduros, la comida
especialmente en esos platos, haciéndose esa distinción a los del sexo fuerte
como homenaje a su superioridad. Aún hoy entre esa gente los hombres generalmente
son servidos antes que el resto de los demás miembros de la familia y muchos
hasta comen separados de ella[80].
Sin embargo “los
hay hasta de tamaño diminuto”[81]
cuya función difícilmente fuera la de servir alimentos.
Figura 5: Puco negro; Patrimonio del ME,
FFyL, número inventario -28400- (1024)
Como en otras ocasiones, no dispone de referencias
acerca de sus dichos sobre las costumbres contemporáneas en el área, si bien
existen trabajos de Ambrosetti acerca de las tradiciones de los lugareños[82].
Los pucos negros son de todas las categorías de
bienes evaluadas por nosotros las más abundantes. Fueron recuperados en 96
contextos (Tabla 2) y su número asciende a más de 170 piezas enteras o
fragmentos. Se concentran en la Necrópolis, siguiendo en número los hallados en
la Ciudad (Tabla 2). Si analizamos su distribución en los sepulcros
individuales vemos que en las tumbas de las mujeres los pucos negros están de
por sí presentes en siete (Tabla 3), sumando en total 13 objetos. Si excluimos
éstas, vemos que en los restantes sepulcros individuales, hay pucos negros (32)
en 19 tumbas. Es decir, la cantidad de pucos negros es proporcionalmente más
elevada entre los sepulcros individuales de las tumbas consideradas de mujeres.
Cuchillones
Dentro de los útiles de madera, el cuchillón es
entendido como de uso masculino[83],
teniendo tres funciones: instrumento de pelea a modo de sable, ya que tiene un
filo muy prolijo; de limpieza de las espinas de los cardones para aprovechar su
resistente madera; y de cavado de tierra en tareas agrícolas. Fue hallado en 28
sepulcros (Tabla 2 y 3). Si bien la primer función, de defensa está
tradicionalmente vinculada al mundo masculino, no hay una aclaración acerca de
los motivos de asociación de las últimas dos tareas a los hombres.
Placas Pectorales
Son delgados objetos de bronce con forma rectangular
en la mayoría de los casos y agujeros de suspensión (Figura 6) y cuya función
sería ornamental. De entre los objetos de metal, son los más comunes en los
sepulcros[84]
y son más frecuentes en la Ciudad[85]
(Tabla 2). Por tal motivo “esto nos probaría
indirectamente que en la ciudad se enterraron en proporción más hombres que
mujeres”[86].
Una vez más, no hay una explicación entre la asociación entre placas pectorales
y los quehaceres masculinos.
Figura 6: Placa pectoral; Patrimonio del
ME, FFyL, número inventario -28344- (1284)
Otros objetos indirectamente asociados al
ámbito masculino
Existen otros artefactos que son asociados
indirectamente al dominio masculino. Alrededor de unas treinta tumbas dieron
fragmentos de obsidiana en pequeños trozos, formatizados
a modo de instrumentos en diez tumbas mientras que tres sepulcros presentaron
núcleos de tamaño mayor. Implícitamente son asociados a los hombres, sea en la
elaboración de objetos, uso de los instrumentos o causal de muerte de los
cuerpos. Una excepción da cuenta de lo apuntado. Se trata de una punta de
flecha de obsidiana en el entierro de una mujer junto a un niño en urna:“¿habrá tenido injerencia
en la muerte de la mujer, ó la conservaría como
amuleto?”[87]
Ciertos objetos de metal merecen una observación
especial. A los punzones de metal de 30 cm promedio de largo Ambrosetti le
atribuye la función de armas en vez de útiles de trabajo, mientras que a las
cuchillos semilunares y tumis les otorga una función
“más para adornos pectorales que para cortar”[88],
prefiriéndose el vidrio volcánico para estos fines. Sin embargo, no por ello lo
asocia abiertamente como pertenecientes al mundo masculino en su descripción.
Otras categorías de objetos cerámicos ampliamente
presentes en La Paya, y en muchos de los sitios del área para los momentos
prehispánicos tardíos, tales como pucos decorados, vasos, ollitas y platos no
son para Ambrosetti[89]
sexualmente significativos. Del mismo modo, las urnas, principalmente del tipo
decorado santamariano, se relacionan al entierro de
niños, a los cuales no clasifica en términos de sexo.
También mencionamos el hecho de haberse hallado dos
silbatos (presentes sólo tres en sepulcros) en tumbas individuales de mujeres.
Ambrosetti no establece una relación entre este objeto y el género quizá debido
a su escasez numérica pero es la asociación entre materiales parte fundamental
del argumento analítico del autor. Del mismo modo observamos el hallazgo de topus o alfiler de hueso y de bronce, que han sido
considerados por Ambrosetti como parte del universo femenino en publicaciones
anteriores[90].
Para La Paya no establece asociaciones de género a partir de los mismos.
Las tabla 4 muestra el porcentaje de la presencia de
cada categoría en las tumbas individuales. Hay una importante congruencia de
los dichos de Ambrosetti en la distribución de ciertos artefactos asociados a
mujeres: hay mayor predominio de torteros, pinzas depilatorias, cestos y mates.
Sin embargo, los escarificadores, tabletas de ofrenda y la resina no se asocian
a tumbas individuales de mujeres. Horquetas, pintura roja y collares, vasos
asimétricos, vasos libatorios ocupan una posición intermedia. Por último, las
categorías exclusivamente masculinas están levemente representados en las
tumbas asignadas a mujeres.
Tabla 4: Porcentaje de hallazgos en
tumbas individuales “femeninas” y tumbas individuales “indeterminadas”
Categoría |
Total
de hallazgos en tumbas |
Porcentaje
en tumbas |
Porcentaje
en tumbas |
Torteros |
30 |
80 |
20 |
Horquetas de
atalaje |
5 |
40 |
60 |
Pintura roja |
8 |
50 |
50 |
Vasos asimétricos
|
8 |
37.5 |
62.5 |
Vasos libatorios |
5 |
40 |
60 |
Cinceles de
bronce |
5 |
20 |
80 |
Pinzas
depilatorias |
3 |
66.66 |
33.33 |
Resina de yareta |
1 |
0 |
100 |
Collares |
4 |
50 |
50 |
Mates |
6 |
83.33 |
16.66 |
Cestería |
5 |
80 |
20 |
Escarificadores |
4 |
0 |
100 |
Tabletas de
ofrenda |
5 |
0 |
100 |
Pucos negros |
45 |
28.88 |
71.11 |
Cuchillones |
5 |
20 |
80 |
Placas Pectorales |
4 |
0 |
100 |
Discusión y
conclusiones
De la lectura y análisis de la distribución de
objetos y su asignación a hombres y mujeres se desprenden una serie de
observaciones acerca de cómo Ambrosetti[91]
entendía las sociedades prehispánicas en el área y las relaciones de género
subyacentes.
En lo que respecta a la distribución de cuerpos en
las tumbas de La Paya, Ambrosetti destaca que los hombres habrían sido
sepultados en forma individual con mayor frecuencia que las mujeres, que se
hallarían dentro de los límites de la ciudad en detrimento a la Necrópolis y
que habría mayor número de entierros de hombres que de mujeres. Asimismo asume
que cuando hay un individuo con un sub-adulto, el primero es la madre del
segundo. Ambrosetti no siempre especifica los motivos detrás de estos
comportamientos mortuorios.
Sin embargo, Ambrosetti evalúa el conjunto material
de las tumbas y elabora un escenario social de los vivos, siendo el ajuar
funerario reflejo de sus actividades cotidianas. Ambrosetti observa que hay
entierros de individuos masculinos dedicados a actividades especiales:
conjuntos con instrumentos musicales, entre ellos algunos sin terminar, le
hacen presumir la presencia de un músico o un fabricante de instrumentos
musicales en una de las tumbas (183. Sepulcro CCLVI); en otra intuye la
presencia de una persona de la esfera religiosa, un sacerdote, debido a la
asociación con elementos como esculturas de ídolos, un bastón y algunos
instrumentos musicales (72. Sepulcro CXIV). También infiere la existencia de
combatientes en guerras en dos sepulcros por la disposición de los esqueletos,
los cuales se hallaban asociados a puntas de flechas que podrían haber sido
causal de muerte (75. Sepulcro XXX; 63. Sepulcro XXIX). Por último, en una
tumba colectiva (136. Sepulcro CCXXIX), supone la presencia de «un jefe», por
hallarse uno de los esqueletos asociados a un hacha de mando, y analizando todo
el conjunto interpreta que “éstos [los
jefes] al morir eran sepultados, no siempre con grandes honores, sino
simplemente en una tumba de familia, sin que mayormente se hubieran preocupado
de prepararles un ajuar fúnebre cuidado, ni de importancia”[92].
En contraste, las mujeres no son individualizadas en
actividades especiales. Como colectivo social son vistas como dedicadas
principalmente a tareas domésticas:
Las mujeres, fuera del cuidado de los hijos,
de la casa o de sus pocas ovejas y cabras (antiguamente las llamas) tienen la
laboriosa cocina que empieza por obligarlas a pelar o pisar el maíz en los
morteros o conanas, operación larga, y luego atender
el también largo cocimiento del mismo, sin contar con el acarreo de leña y agua
y la hilada de la lana con la cual se tejen los picotes barchilas
con las que se visten[93].
Trece categorías artefactuales en estrecha
vinculación con estas tareas (cerámica doméstica, torteros y otros útiles de
tejer, contenedores de objetos pequeños de uso diario) le permiten establecer
este mundo femenino y es la asociación recurrente de materiales uno de los
criterios que le otorga más fuerza a su construcción analítica de pertenencia
de sepulcros a sexos particulares. A la mujer se le atribuyen diferentes roles
sociales: madre, madre dolosa, tejedora, productora de cerámica, de alimentos y
acarreo de agua y otros recursos indispensables para la vida diaria.
El primer rol lo destaca cuando habla de los
entierros de los niños y sus ajuares, producto de la decisión de las madres – y
por ende no de los padres- de qué objetos seleccionar. Ambrosetti así lo
explica cuando observa que su ajuar “representaba
una cariñosísima ofrenda efectuada entre las más tristes y puras lágrimas que
una madre pueda derramar cuando el destino le depara la ingrata suerte de tener
que sepultar al propio hijo”[94].
Los restantes roles los va desarrollando a medida que define y describe los
objetos antes mencionados.
Ambrosetti también analiza un universo privado así
como uno ritual donde participan las mujeres. En el ámbito privado, el acto de
la depilación, de la pintura corporal son tareas asociadas a la coquetería
femenina[95]
pero también a través de estos elementos Ambrosetti presenta la delicadeza de
la mujer. Esta gracia también la ve en las actividades diarias ya que el tejer
u otras actividades “femeninas” requieren manos delicadas[96].
La presencia de la resina de yareta también da cuenta de la agencia femenina en
el control de la natalidad y del conocimiento de hierbas para modificar la
ausencia del flujo menstrual por razones distintas al embarazo.
La participación femenina en aspectos rituales se
expresa mediante dos tipos de objetos, los vasos libatorios destinados a la
libación de una bebida, quizá chicha o agua, en ofrenda a un dios y el conjunto
de escarificadores y tabletas de ofrenda.
Por el contrario, los hombres en la vida cotidiana
están poco esbozados y solo tres categorías artefactuales se relacionan
directamente al entorno masculino: pucos negros, placas pectorales y
cuchillones. En primer lugar, la asociación de los pucos negros con el mundo
masculino se basa en un supuesto respeto y diferencia de jerarquía de la que
gozarían los hombres “maduros” en estas sociedades de la región, tanto en el
pasado como contemporáneamente a Ambrosetti: la hora de comer habría estado
organizada en términos patriarcales. Sin embargo, Ambrosetti también destaca
que “el puco negro es la pieza de alfarería
más común en los sepulcros de La Paya”[97].
Qué implicancias tendría esta cantidad de objetos y su asignación a un segmento
de la población específico no es algo que Ambrosetti trate. En segundo lugar,
los cuchillones los asocia a los hombres porque aparecen con una frecuencia levemente
mayor en tumbas indeterminadas. Los mismos estarían vinculados a quehaceres
agrícolas y defensa. Por otro lado, la asociación entre placas pectorales y
género de los individuos sepultados no está definida. A nuestro entender, tal
asociación se relaciona con la visión de Ambrosetti acerca de la participación
de los hombres en actividades públicas de demostración de status.
Detrás de esta dicotomía de objetos de uso exclusivo
de hombres o de mujeres hay una ambigüedad de definición: un objeto femenino no
puede ser masculino, pero a la inversa la atribución no es tan clara ni
tajante, ya que mientras que un tortero difícilmente pueda ser propiedad de un
hombre, un puco negro no define la masculinidad. Esto se ve por ejemplo en el
sepulcro CXIII (201. Sepulcro CXIII). Conteniendo un solo individuo, Ambrosetti
numera el hallazgo de algunos restos de torteros, de madera, un puco negro y
dos piezas de alfarería pintada. Una de ellas con apéndices en forma de cabezas
de monstruos[98].
Si bien los pucos negros podrían indicar la presencia de un hombre, en la
interpretación de la evidencia material pesa más haber encontrado los torteros,
haciendo que el sepulcro pertenezca a una mujer.
En lo que hace a la esfera ceremonial, tanto hombres
como mujeres participan diferencialmente. Entre las mujeres el ritual se
desarrollaría en el ámbito privado o familiar mientras que Ambrosetti
únicamente menciona el sepulcro de un sacerdote, dando a entender que en el
caso de los hombres la actividad religiosa se daba en la esfera pública. Esta
participación diferencial ocurría también en el acceso a las materias primas. A
modo de ejemplo vemos la presencia de objetos menudos y no decorados como
cinceles y pinzas de cobre y bronce como pertenecientes a la esfera cotidiana
de las mujeres. Las campanas, hachas, discos y placas ceremoniales de bronce
que requerían de hasta 4 kilogramos de metal fundido y un conocimiento
específico de los símbolos se encuentran en mayor medida asociados a los
hombres[99].
Si tenemos en cuenta que la metalurgia fue la tecnología más compleja en el
área en tiempos prehispánicos, esta distribución implica la igualdad en su
acceso aunque no necesariamente en volumen por pieza ni complejidad técnica[100].
Es importante destacar a modo de síntesis que el
análisis de las categorías artefactuales sobre las que Ambrosetti distingue
hombres y mujeres en el pasado se basa en una suposición previa acerca de la
ejecución de ciertas actividades por las mujeres, suposición que lo lleva a
asignar el sexo a los restos hallados en las tumbas. Detrás de esta modalidad
de aproximación al registro arqueológico subyace una reproducción de
identidades tradicionales y occidentales. La metodología de recolección de los
huesos, principalmente asociada a la recuperación de cráneos para establecer
medidas antropométricas que dieran cuenta de tipos raciales, no daba lugar al
estudio bioantropológico de los restos humanos. Las
condiciones de humedad presente en el sedimento de La Paya contribuyeron a
seleccionar solo los huesos mejor conservados. Ambrosetti enuncia en algunas
oportunidades la recuperación de cráneos humanos que se condicen que este
método de trabajo. Sin embargo también hace referencia a que fue posible “recoger algunos huesos sacros e ilíacos en buen
estado, Nros. 682 a 688”[101].
Proceden del sepulcro XIV (101-Sepulcro
XIV), el cual “por su contenido parece haber
estado ocupado exclusivamente por mujeres”[102].
Al tratarse de un contexto atribuido por Ambrosetti como de mujeres, su
análisis podría permitir testear las hipótesis por él planteadas en base a la
asociación ajuar-sexo[103].
Del mismo modo, el interés de Ambrosetti de recurrir al análisis bioantropológico se muestra en ocasión de lamentarse de no
poder reconocer el sexo de los huesos por su mal estado de conservación[104].
La publicación semanal de “Caras y Caretas” durante
el período 1902-1908 ofrece varios artículos informativos acerca de la
arqueología y de la realidad actual de los indígenas, tanto de América como de
Argentina. Dichos artículos fueron relevados para reconocer referencias acerca
de las ideas en torno a lo femenino y masculino a principios del siglo XX en
entornos no académicos. Ambrosetti publicó en varias oportunidades en la
revista, sea para divulgar sus excavaciones arqueológicas y hallazgos
materiales (incluso en ocasiones dio cuenta de las actividades desplegadas en
La Paya)[105],
para reseñar trabajos realizados por colegas en el exterior[106],
mencionado dentro de notas[107],
incluso en la sátira política de la que la revista era muy afín[108].
También participó con el seudónimo Fray Tetera, bajo el cual escribió
metafóricamente sobre la realidad contemporánea[109].
Manteniendo la admiración que lo caracterizó en sus publicaciones científicas,
sus aportes muestran respeto al indio americano, a su tecnología y arte. No hay
en el período registrado información de primera mano respecto a la mujer nativa
americana. Sin embargo destacamos dos participaciones que remiten al interés de
Ambrosetti por centrarse en la figura de la mujer en la historia. En la primera
destaca un grupo escultórico en mármol de origen griego, hallada en Roma. La
figura principal es una mujer, Noibide, madre de 14
hijos que sufrió de la venganza de la diosa Latona, madre de Apolo y Diana,
ante los dichos de la primera de ser superior a la diosa. Elige un tema de
lucha entre dos mujeres y la maternidad y describe el dolor representado en el
cuerpo de Noibide al momento de su muerte[110].
En “Las pinturas de los vasos ático de Gela”, Ambrosetti describe la iconografía de un vaso
cerámico, parte de los ajuares funerarios del siglo V a.C. en Sicilia. “Eligiendo preferentemente escenas de la vida real que por si solos nos permiten asistir á
curiosos momentos de las ocupaciones cotidianas”[111], Ambrosetti sigue las labores de las nobles damas en
sus tareas de enseñanza a los niños, bordado, cuidado de la ropa, canto y
música, asistencia al esposo. Es decir, las relaciones de género le permiten
extraer conclusiones acerca de la vida diaria de aquellos que fueron enterrados
junto al ajuar. En lo que respecta a las contribuciones de otros
arqueólogos dentro de la academia argentina, destacamos contribuciones de Outes y Quiroga. Ameghino participó en relación con la
búsqueda del hombre cuaternario mientras que Lehmann Nitsche[112]
está vinculado a ideas acerca del primitivismo, pigmentación de la piel y
medidas antropométricas entre las comunidades originarias del país.
En una nota “Las tejedoras americanas”[113]
de Outes se comenta que: “era y es
exclusivamente peculiar de las mujeres, la confección de las prendas que deben
defender al cuerpo de las inclemencias del tiempo”. A partir de
diversos casos etnográficos que cubren América, da cuenta de las diversas
materias primas y técnicas empleadas de acuerdo a la región. De acuerdo a Outes, son las mujeres quienes elaboran las prendas cotidianas
y rituales. Del mismo modo, en “El Cántaro Americano”[114],
Quiroga se da cuenta que las mujeres indígenas del continente fabrican y cargan
las vasijas. Acuarelas y fotografías de mujeres con textiles y cántaros
respectivamente acompañan lo expresado. Quiroga participó principalmente
escribiendo sobre las costumbres en los valles calchaquíes, mencionando las
deidades tutelares masculinas y femeninas. Destacamos “El amigo de las brujas”[115]
donde entiende que un grupo de mujeres en los Valles Calchaquíes emplean al
sapo para hacer maleficios y relaciona su presencia en las vasijas
prehispánicas.
Las referencias sobre las poblaciones indígenas
contemporáneas ofrecen también información de interés. Muchas de las notas se
centran en la figura de caciques, reconocidos con sus nombres y apellidos, que
perdieron sus tierras o estilo de vida[116].
Las mujeres indígenas aparecen como colectivo humano y solo se personalizan las
esposas, hijas o nietas de los caciques[117].
En fotografías, por ejemplo, las mujeres se las ve realizando actividades
cotidianas, como el cuidado de hijos o el tejido[118].
Las mujeres indígenas no son comparadas ni asociadas a las lectoras por lo que
las visiones de las últimas poco aportan al planteo de este problema. Solo hay
un elemento común que las engloba y es la denominación de algunas de ellas como
“bellezas”, concepto que en el caso de las indias involucra muchas veces el
mestizaje[119]
con el blanco, no como una característica intrínseca a la mujer nativa. Solo en
una ocasión se las compara, para distanciarlas y es cuando con ironía se
comenta lo costosas que son las mujeres blancas a la hora de vestirse mientras
que hay una imagen de una mujer india muy poco vestida y con un niño en brazos[120].
Frente a lo expuesto observamos que, caracterizadas por su traje sencillo y
económico, vistas en función a sus tareas cotidianas de cuidado de la familia,
las mujeres indígenas de América, y en particular de Argentina, se asocian en
forma anónima al ámbito de la naturaleza, mientras que algunos hombres se relacionan
con funciones políticas, perdidas por la conquista europea pero connotando
respeto. Existe un paralelismo entre este abordaje y el modo de analizar el
registro arqueológico (mujeres cercanas a la naturaleza, en roles cotidianos
frente a los hombres destacados por sus funciones políticas), aunque es
necesario un análisis más profundo para establecer los motivos detrás del
mismo.
Como dijimos ni Ambrosetti, ni sus colegas
contemporáneos, practicaron una arqueología de género pero realizaron estudios
que retrataron una “acuarela social” holística que los estudios posteriores,
más interesados en precisar aspectos de cronología y desarrollo espacial de las
diversidades sociales, no prestaron atención. Lejos estaban, no obstante, estos
primeros arqueólogos de hacer una reflexión crítica del cuadro social
elaborado, premisa básica de los estudios de género. Hoy día, la arqueología
del NOA está aún lejos de consolidar una arqueología de género. Existe una
serie de obstáculos metodológicos y teóricos que dificultan el desarrollo de
una perspectiva de género en arqueología en Argentina. Por un lado las
dificultades que denominamos sistémicas y que remiten a la poca importancia
asignada a la mujer en la reconstrucción del pasado y que está sin duda
influenciada por las prácticas diarias de nuestra sociedad actual. Por otro,
las dificultades propias de la actividad arqueológica, como el estudio de las
relaciones de género en el pasado a través del registro arqueológico. La
arqueología entonces asume la tarea de búsqueda de correlatos materiales para
reconocer seres humanos diferenciados e interpretar lugares, espacios,
actividades o roles específicos de cada uno de ellos[121].
Sortear estas dificultades no es una tarea fácil. Este trabajo se propuso
retomar esta problemática. Consideramos que el análisis crítico de cómo ha sido
interpretada la materialidad en el pasado aporta herramientas para comprender
muchos de nuestros fundamentos teóricos y metodológicos vigentes. Las
direcciones de la arqueología feminista en otros países pueden ser instancias
de aprendizaje y ejemplo con el objeto de otorgar mayor visibilidad a la mujer
en el pasado. No se trata de una labor sencilla pero sólo a través del intento
de su indagación podremos equivocarnos para luego superarnos.
Agradecimientos
Al personal del depósito de Arqueología del Museo
Etnográfico que nos facilitó imágenes de su autoría de los objetos. A los
evaluadores que hicieron pertinentes observaciones que indudablemente mejoraron
este artículo; de todos modos, lo expresado es de nuestra entera
responsabilidad.
[1] Babot, María del Pilar, “La arqueología
argentina de fines del siglo XIX y principios del XX a través de J. B.
Ambrosetti”, en Mundo de Antes, N° 1, Instituto
de Arqueología y Museo (UNT), 1998, p. 172.
[2] Ambrosetti, Juan Bautista, “El sepulcro
de ‘La Paya’ últimamente descubierto en los valles calchaquíes (Provincia de
Salta)”, en Anales del Museo Nacional de Buenos Aires,
1902, N° 8, pp. 119-148.
[3] Ambrosetti,
Juan Bautista, “Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de La
Paya”, en Revista de la Universidad de Buenos Aires,
1907, N° 8, pp. 1-534.
[4] Nastri, Javier, La
construcción arqueológica del pasado. Los primeros americanistas (1876-1926) y
la recuperación de las culturas indígenas de los valles Calchaquíes.
Tesis de maestría, Universidad Nacional de General San Martín. Ms., 2005.
[5] Rubin, Gayle, “The Traffic
in Women: Notes on the Political Economy' of Sex”, en
Rayna Reiter (comp.), Toward an anthropology of
women, Monthly Review Press, Nueva York, 1975, p. 97.
[6] Narotzky, Susana, Mujer, mujeres, género:
una aproximación crítica al estudio de las mujeres en las ciencias sociales,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1995, p. 197.
[7] Conkey,
Margaret W. y Janet D. Spector, “Archaeology and the Study of Gender”, en Advances in Archaeological
Method and Theory, Vol. 7, JSTOR, 1984, pp. 1-38.
[8] Voss, Barbara, “Feminisms, queer theories, and the archaeological
study of past sexualities”, en World
Archaeology, N° 32 (2), Taylor and Francis Ltd, 2000, pp. 180-192.
[9] Voss, Barbara, 2000, Ob. Cit., p. 183.
[10]
Falcó Martí, Raquel, La arqueología del género:
Espacios de mujeres, mujeres con espacio, Centro de Estudios sobre
la Mujer, Universidad de Alicante, Alicante, 2003, pp. 25-27.
[11]
Prados Torreira, Lourdes, “Y la mujer se hace
visible: estudios de género en la arqueología ibérica”, en L. Prados Torreira y López Ruiz C. (Coord.), Arqueología
del género: 1er encuentro internacional en la UAM, Universidad
Autónoma de Madrid, Madrid, 2008, pp. 225-250.
[12] Wylie,
Anderson, “Feminist critiques and archaeological challenges”, en Walde y Willows (Eds.), The Archaeology of gender, 1991, pp. 31-32.
[13] Conkey,
Margaret y Joan Gero, “Tensions, pluralities, and
engendering archaeology: An introduction to women and prehistory”, en Gero, J. y Conkey,
M. (Eds.), Engendering Archaeology, Basil Blackwel, Oxford, 1991, pp. 3-30.
[14] Cavicchioli, Marina, “Arqueología de género del
mundo grecorromano”, en Williams V. y B. Alberti (Comps.),
Género y Etnicidad en la Arqueología Sudamericana,
Unicen, Olavarría, 2006, pp. 97-101.
[15] Sørensen,
Marie-Louise, “On gender negotiation and its materiality”, en Hamilton
S., R. D. Whitehouse, y K. I. Wright (Eds.), Archaeology and Women. Ancient & Modern Issues.
Left Coast Press, Walnut Creek, 2007, pp. 41-51.
[16] Por ejemplo véase, Butler, Judith, El género en disputa. El
feminismo y la subversión de la identidad, Paidós,
México, 2001.
[17] Sørensen,
Marie-Louise, 2007, Ob. Cit.
[18] Prados Torreira, Lourdes, 2008, Ob. Cit., pp. 225-250.
[19]
Prados Torreira, Lourdes, 2008, Ob. Cit., p.
230.
[20] Nastri, Javier, 2005, Ob. Cit.
[21] Gluzman, Geraldine, “Representación humana y género en
piezas de metal del Noroeste argentino”, en Boletín Museo Chileno de
Arte Precolombino, Nº 15 (2), 2011, pp. 89-106.
[22] Ambrosetti, Juan Bautista, “Las grutas pintadas y
los petroglyfos de Salta”, en Boletín del
Instituto Geográfico Argentino, Buenos Aires, 1895, Nº 16, pp.
26-31.
[23]
Ambrosetti, Juan Bautista, “Por
el Valle Calchaquí”, en Anales de la Sociedad
Científica Argentina, N° XLIV, 1897, pp. 66.
[24] Ambrosetti, Juan
Bautista, 1907, Ob. Cit. p. 492.
[25] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.
[26] Ambrosetti, Juan Bautista, 1899, Ob. Cit. Ambrosetti, Juan Bautista, “El bronce en la región calchaquí”,
en Anales del
Museo Nacional de Buenos Aires, N° 11, 1904, pp. 163-312.
[27] Ambrosetti, Juan Bautista, “Notas de arqueología
Calchaquí”, en Boletín del Instituto Geográfico Argentino,
Buenos Aires, 1899, p. 254. Ambrosetti,
Juan Bautista, “Rasgos etnográficos comunes entre Calchaquí y
México”, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, N°
51, 1901, pp. 5-14. Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[28] Quiroga, Adán, Calchaquí.
Edición conjunta con Folklore Calchaquí [1929] y Petrografías y pictografías de
Calchaquí [1931]. TEA Ediciones, Buenos Aires, 1992 [1897], p. 257.
[29] Quiroga, Adán, 1992 [1927], Ob. Cit.
[30] Quiroga, Adán, “El simbolismo de la cruz
y el falo en Calchaquí”, en Boletín del Instituto
Geográfico Argentino, Nº 19, Buenos Aires, 1898, pp. 305-343. Quiroga, Adán, La cruz en América,
Buenos Aires, 1901, p. 65.
[31] Outes, Felix y Carlos Bruch, Los aborígenes argentinos. Buenos Aires, Estrada, 1911, p.
53.
[32] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.
[33] Haber, Alejandro, “Supuestos
teóricos-metodológicos de la etapa formativa de la arqueología de Catamarca
(1875–1900)”, en Publicaciones del CIFFYH, Nº 47,
Córdoba, 1994, pp. 31-54.
Haber, Alejandro y Daniel Delfino,
“Samuel Lafone Quevedo and the
construction of archaeology
in Argentina”, en Revista da historia da arte e arqueología,
N° 5, Campinas, 1997, pp. 31-43.
[34]
González, Alberto Rex y Marta Baldini, “Función y
significado de un ceramio de la Cultura La Aguada. Ensayo de interpretación”,
en Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino,
N° 5, Santiago, 1991, pp. 23-52.
[35] González, Alberto Rex
y Marta Baldini, 1991, Ob. Cit., p.
25. González, Alberto
Rex, Cultura La Aguada.
Arqueología y Diseños, Filmediciones
Valero, Buenos Aires, 1998, p. 183
[36] González, Alberto Rex,
Arte, estructura y arqueología, La
Marca, Buenos Aires, 2007 [1977].
[37] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.
[38] Scattolin, Cristina, “La mujer que carga el
cántaro”, en Williams V. y B. Alberti (Comps.), Género y Etnicidad en la Arqueología Sudamericana, Unicen, Olavarría, 2006, pp. 43-71.
[39] Baffi, Elvira y Lidia Baldini,
“Otra dimensión de las tumbas de La Paya: Sexo y objetos en relación?”, en R.
Bárcena y H. Chiavazza (Eds.), XVII
Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Arqueología Argentina en el
Bicentenario de la Revolución de Mayo, 2010, II, 653-657.
[40] Baffi, Elvira y Verónica Seldes,
“La mujer en el registro bioarqueológico y su
visibilidad en los contextos funerarios”, en Comechingonia, N° 1 (16), Córdoba, 2012, pp. 53-70.
[41] Raffino, Rodolfo, Los Inkas del Collasuyu,
Ramos, La Plata, 1981, p. 147.
[42] González, Alberto Rex,
“Patrones de asentamiento incaico en una provincia marginal del imperio”, en Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, N° 14,
1980, pp. 63-82. Calderari, Milena, Asentamiento
y dinámica cultural en La Paya, Valle Calchaquí Medio, Primer
Informe de Beca Conicet, Buenos Aires, Argentina, manuscrito, 1990.
[43] González,
Alberto Rex y Pío Pablo Díaz, “Notas arqueológicas sobre “Casa
Morada”, La Paya, provincia de Salta”, en Estudios de arqueología,
N° 5, 1992, pp. 9-64.
[44]
Baldini, Lidia, “Dispersión y cronología de las urnas tres cinturas en el
Noroeste argentino”, en Relaciones de la Sociedad
Argentina de Antropología, Nº XIV (1), 1980, pp. 49-61.
[45]
Sprovieri, Marina, “La datación radiocarbónica de tabletas y tubos de inhalación de La Paya
(Noroeste argentino) y su integración a otros análisis”, en Latin American Antiquity, N° 29 (1), 2018, pp. 79-84.
[46] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 95-278.
[47]
El 64. Hallazgo (XLII) posee junto a una urna un esqueleto de adulto por lo que
fue cuantificado como sepulcro y no hallazgo, siguiendo la clasificación ya
explicitada que ofreciera el autor.
[48]
Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp.
95-278.
[49] Sprovieri, Marina, 2010, “La Colección La Paya un siglo
después”, en Arqueología, Nº 16, Buenos
Aires, pp. 237-251.
[50] Calderari, Milena, 1990, Ob. Cit.,
p. s/n
[51]
El contexto 88 fue subdivido en dos por Ambrosetti, 88a. Sepulcro (LXXIV) y 88
Sepulcro (LXXIV).
[52]
Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[53] Nótese que
algunos casos excepcionales, Ambrosetti contabiliza fragmentos de objetos. Los
mismos se agruparán como una unidad mínima en cada contexto.
[54] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 89-90, 470-472.
[55] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 187
[56] Ambrosetti, Juan Bautista, 1904, Ob. Cit., p. 220.
[57] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 468.
[58] Raviña, María Gabriela, Fernández, Ana María, y
Capparelli, Aylén, “La
relación de las tarabitas, horquetas o ganchos de atalaje con el tráfico de
bienes en momentos tardíos prehispánicos”, en Estudios
atacameños, n° 33, 2007, pp. 87-104.
[59] Raviña, María Gabriela, Fernández, Ana María, y
Capparelli, Aylén, 2007, Ob. Cit.
[60] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 91.
[61] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 526.
[62] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 91.
[63] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 301.
[64] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[65]
Ambrosetti, Juan Bautista, 1899, Ob. Cit.
[66] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[67] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 426.
[68] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 428.
[69] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 428.
[70] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 411.
[71] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 520.
[72] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 520.
[73] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 522.
[74] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 522.
[75] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 507.
[76] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 494.
[77] Hoy se los reconoce como tubos y tabletas para
inhalar alucinógenos.
[78] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 517.
[79] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 311.
[80] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 311.
[81] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p.
306.
[82] Ambrosetti, Juan Bautista, Supersticiones y Leyendas, Santa Fe, Castellví, 1967 [1917].
[83] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp.
455.
[84] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 421.
[85] En este caso seguimos la contabilización
del autor que en dos oportunidades repite este dato. Nosotras hemos encontrado
que se hallan en 13 y en 7 sepulcros de la Ciudad y
de la Necrópolis respectivamente, totalizando 23 placas metálicas para La Paya.
Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob.
Cit., pp. 94 y 411.
[86] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp.
90.
[87] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp.
223.
[88] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp.
421.
[89] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[90] Ambrosetti, Juan Bautista, 1904, Ob. Cit.
[91] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[92] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 227.
[93] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p.
451.
[94] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 468-469.
[95] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[96] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[97] Ambrosetti,
Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p.
309.
[98] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 277.
[99] Ambrosetti, Juan Bautista, 1904, Ob. Cit.
Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.
[100] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.
[101] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 186.
[102] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 187.
[103] La articulación sacro-ilíaca es un
conjunto de huesos que permiten reconocer el sexo de los esqueletos con
exactitud. Si bien no conocemos el estado ni naturaleza precisa de los mismos,
estos huesos recuperados potencialmente podrán ofrecer información determinativa
de sexo de los esqueletos ya que su anatomía guarda una relación directa con la
función reproductora. Véase, Mays, Simon y Margaret
Cox, “Sex Determination in Skeletal Remains”, en S.
Mays y M. Cox (eds.), Human Osteology in
Archaeology and Forensic Science, London Greenwich Medical Media
Ltd, 2000, pp. 117-130. Walker, Phillip, “Greater sciatic notch morphology:
Sex, age, and population differences”, en American Journal of Physical Anthropology,
n° 127, 2005, pp. 385 – 391. Lamentablemente, al momento de escribir el presente artículo, las
autoras no pudieron obtener acceso a los materiales bioarqueológicos
de la colección de La Paya, actualmente depositados en el Museo Etnográfico de
Buenos Aires.
[104] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 171-172.
[105] Entre otros, Ambrosetti, Juan Bautista,
“Hallazgo
de objetos calchaquíes”, en Caras y Caretas,
n° 187, 1902. Ambrosetti, Juan Bautista,
“La
Facultad de Filosofía y Letras en
el valle de Calchaquí”, en Caras y Caretas, n° 387, 1906. Ambrosetti, Juan Bautista,
“El
museo de la Facultad de Filosofía y Letras”, en \Caras y
Caretas, N° 395, 1906.
[106] Entre otros, Ambrosetti, Juan Bautista,
“Descubrimiento arqueológico-La
Gran Chimú”, en Caras y
Caretas, N° 454, 1907.
[107] Entre otros, Redacción, “El delegado de la
Universidad de Buenos Aires en el Congreso de Americanistas”, en Caras y Caretas,
N° 207, 1902. Barreda, Rafael, “Don
Manuel Ricardo Trelles”, en Caras y
Caretas, N° 472, 1907.
[108] Entre otros, Casto Pollila,
“Valioso Descubrimiento”,
en Caras y Caretas,
N° 408, 1906.
[109] Entre otros, Fray Tetera, “Un acontecimiento
en Cotopolis (Cuento de Tierra Adentro)”, en Caras y Caretas, n° 269, 1903. Fray Tetera, “Las hazanas del joven Teodorico (Cuento de Tierra Adentro)”,
en Caras y Caretas,
N° 443, 1907. Fray Tetera, “La Pachorra de Don Cirilo (Cuento de Tierra
Adentro)”, en Caras y
Caretas, N° 446, 1907.
[110] Ambrosetti,
Juan Bautista, "La ‘Noibide’ encontrada en los Jardines de Salustio”, en Caras y Caretas, N° 508, 1908.
[111] Ambrosetti, Juan Bautista, "Las
pinturas de los vasos ático de Gela”, en Caras y Caretas, N° 499, 1908.
[112] Entre otros,
Redacción, “Conferencia de Antropología”, en Caras y
Caretas, n° 261, 1903. Redacción,
“Excursión a los indios tobas”, en Caras y Caretas,
N° 416, 1906. Ambrosetti, Juan Bautista, “El cuarto
precursor del hombre”
en Caras y Caretas, N° 471, 1907.
[113] Félix Outes, “Las tejedoras americanas”, en Caras y
Caretas, N° 369, 1905.
[114] Adán Quiroga,
“El Cántaro Americano”, en Caras y Caretas,
N° 534, 1908.
[115] Adán Quiroga,
“El amigo de las brujas (De un libro inédito)”, en Caras y
Caretas, N° 526, 1908.
[116] Entre otros,
Redacción, “Viaje a Bolivia a través del Chaco”, en Caras y
Caretas, N° 496, 1908.
[117] Entre otros,
Redacción, “Un rey de la Pampa destronado”, en Caras y
Caretas, N° 457, 1907.
[118] Entre otros,
Redacción, “Una excursión al Rio Negro”, en Caras y Caretas,
N° 440, 1907.
[119] Entre otros,
Redacción, “Los indios Baures”, en Caras y Caretas, N° 522,
1908.
[120] Redacción,
“Donde se ve que la mujer es más cara que el hombre y en proporción aterradora
para el masculinismo", en Caras y
Caretas, N° 459, 1907.
[121]
Falcó Martí, Raquel, La arqueología del género:
Espacios de mujeres, mujeres con espacio, Centro de Estudios sobre
la Mujer, Universidad de Alicante, Alicante, 2003.