Revista Andes, Antropología e Historia

Vol. 1, Nº 30, Enero-Junio 2019

    

Esta obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC    https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676

 

 

APROXIMACIÓN A LA CONSTRUCCIÓN DE LOS GÉNEROS EN ARQUEOLOGÍA A PARTIR DEL CASO DE LA PAYA.

UNA REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA

 

AN APPROACH TO THE CONSTRUCTION OF

GENDER IN ARHAEOLOGY THROUGH THE CASE STUDY OF LA PAYA.

AN HISTOTIOGRAPHICAL REVIEW

 

 

Geraldine A. Gluzman

Instituto de las Culturas (IDECU)

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Museo Etnográfico «Juan B. Ambrosetti»

Facultad de Filosofía y Letras

Universidad de Buenos Aires 

Argentina

 ggluzman@gmail.com

 

Florencia V. Ortega

Facultad de Filosofía y Letras  

Universidad de Buenos Aires

Argentina

florencia-v-ortega@hotmail.com

 

 

Ingreso: 23/11/2017

Aceptado: 03/12/18

 

 

Resumen

Como ha ocurrido en otros ámbitos de las ciencias sociales, la arqueología en Argentina ha mantenido un dispar interés en los estudios de género, que se ve reflejado tanto en lo que hace a una revisión historiográfica acerca de la construcción interpretativa como a la búsqueda de evidencias materiales acerca de la diversidad de género en las sociedades pasadas. Este trabajo busca acercarse críticamente a la primera de estas líneas de análisis mediante un caso de estudio, el de los sepulcros de La Paya (Valle Calchaquí Norte, provincia de Salta) cuya interpretación fue publicada por Ambrosetti en 1907 con el fin de comprender cómo las categorías de femenino y masculino en sentido amplio fueron construidas a inicios del desarrollo de la arqueología como disciplina científica. Compuesto de 161 contextos mortuorios con restos óseos humanos de adultos, nos proponemos indagar a partir de qué evidencias materiales Ambrosetti identificó el género específico de los individuos presentes en las tumbas, viendo las asociaciones de artefactos a géneros y preguntándonos si dichas asociaciones pudieron estar influenciadas por ideas de su época acerca de los roles femenino y masculino que no necesariamente se condicen con las sociedades prehispánicas del área.

Palabras claves: Arqueología, Estudios de género, Ambrosetti, La Paya, Inicios siglo XX

 

 

Abstract

As it has occurred in other areas of social sciences, archaeology in Argentina has maintained a disparate interest in gender studies, which is reflected both in regard to a historiographical review about the interpretive construction as in the search for material evidences about the gender diversity in the past societies. This paper seeks to  approach critically the first of these lines of analysis through a case study, the tombs of La Paya (Valle Calchaquí Norte, Province of Salta), whose interpretation was published by Ambrosetti in 1907, in order to understand how the categories of female and male were constructed in the early development of archaeology as a scientific discipline. Comprising 161 burials with human bones of adults, we study the material evidence Ambrosetti used to identify the gender of these individuals, looking for the associations between artifacts and specific genders. We consider whether these associations could have been influenced by ideas of his time about female and male roles that are not necessarily related to pre-Hispanic societies of the area.

 

Keywords: Archaeology, Gender studies, Ambrosetti, Argentine Northwest - La Paya, Beginning of the 20th century.

 

 

 

 

Introducción

 

Este trabajo busca acercarse críticamente a la noción de género en la arqueología argentina. Este objetivo puede ser realizado de distintos modos, sea a través de una revisión historiográfica sobre construcciones interpretativas ya realizadas dentro de la disciplina, sea en el reconocimiento de evidencias materiales entendidas como indicadores de la diversidad de género en las sociedades del pasado, sea en el análisis sobre las prácticas cotidianas donde la investigación y docencia se llevan a cabo. En línea con la primera modalidad mencionada, un caso de estudio, la indagación de los datos de los sepulcros del poblado prehispánico de La Paya (Valle Calchaquí Norte, provincia de Salta) será aquí investigado con el fin de comprender cómo las categorías de femenino y masculino en sentido amplio fueron construidas por Juan Bautista Ambrosetti, considerado “padre de la arqueología argentina[1], a principios del siglo pasado, es decir durante el período de formación de la arqueología en el país. Para ampliar la discusión y acercarse a la visión que se tenía de la mujer y del hombre indígena fuera de los ámbitos académicos, se consultará la revista “Caras y Caretas” (destinada a los sectores acomodados y de la clase media en aumento) a lo largo del período 1902-1908. Dicho lapso temporal abarca desde la primera divulgación sobre el sitio en los Anales del Museo de Buenos Aires[2] hasta un año tras la publicación final de los resultados del análisis completo de los materiales de La Paya[3], donde efectuó las investigaciones más trascendentes de su carrera[4]. La combinación del análisis historiográfico de las publicaciones de La Paya por Ambrosetti junto al uso de fuentes secundarias hace que este trabajo se inserte dentro de los estudios de género porque se busca aportar una reflexión sobre cómo Ambrosetti definió las relaciones sociales de acuerdo a las actividades de los hombres y de las mujeres en el pasado mediante el caso de La Paya, considerando su contexto social más amplio.

Como sucedió en otros ámbitos de la antropología, el impacto de los estudios de género en arqueología a nivel mundial fue tardío. El concepto "género" aparecerá por vez primera en la discusión antropológica en la década de 1970, siendo una de las primeras referencias el trabajo de Gayle Rubin quien emplea el "sistema de sexo-género" para dar cuenta del conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y de este modo se buscaba evitar que el determinismo biológico fuera la causa de las condiciones de vida de las mujeres a lo largo de la historia[5]. Esta perspectiva de género, que involucra una construcción cultural, social e histórica articulada a partir de definiciones normativas de lo femenino y lo masculino es la que será tomada inicialmente por la arqueología: el género se entenderá como expresión cultural del sexo biológico contribuyendo a crear identidades subjetivas y relaciones de poder[6].

En lo que hace al ámbito disciplinar de la arqueología, la aparición de la arqueología de género se atribuye generalmente a la publicación de 1984 de “Archaeology and the Study of Gender[7] cuya buena recepción dio rápidamente inicio al desarrollo de simposios, talleres y conferencias que buscaban integrar la arqueología, la teoría feminista, los estudios de las mujeres y la interpretación de un pasado desde el género[8]. Este interés se dio en paralelo a las denuncias por parte de activistas feministas norteamericanas de lo que parecía ser la opresión universal de las mujeres por el patriarcado[9], lo que constituyó la segunda y tercera oleada del feminismo en Estados Unidos[10]. Surgidos en países con tradición de luchas de reivindicación de los derechos de las mujeres, los estudios de género influyeron en la arqueología llevada a cabo no sólo en los países de habla anglosajona. Muy por el contrario, en España, para mencionar un ejemplo, la aparición de la arqueología del género tiene que ver con el interés creciente por el debate de la arqueología teórica que, en la década de los noventa, entró con fuerza en el mundo académico[11], generando desde ese entonces un corpus de referentes de consulta teórica y de casos de estudio disponibles en el idioma español.

Entre los tópicos que se buscaban indagar para acercarse a una visión del pasado desde el género se destacaban la crítica al androcentrismo en la práctica arqueológica y el desarrollo de nuevos enfoques de interpretación arqueológica que promovieran modelos de inclusión de género. Al respecto merece mencionarse la perspectiva de Wylie[12] quien con fines heurísticos proponía el despliegue de objetivos hacia una práctica encauzada por los estudios de género en tres fases: la crítica al androcentrismo en la agenda de la investigación presente, el incremento de investigaciones que dieran a las mujeres un mayor protagonismo en el pasado y la reconceptualización de las mujeres como sujetos históricos y en relación con otras categorías sociales (clase, etnia, edad). Es decir, se debía visibilizar a la mujer investigadora para lograr acercarse a las mujeres del pasado al tiempo que se debía discutir acerca de los supuestos que subyacían las diferencias de género[13].

Si bien han pasado más de tres décadas desde las primeras discusiones en torno al género en la arqueología mundial, es sorprendentemente bajo el impacto en la arqueología argentina. A pesar de los avances teóricos en arqueología acerca de las identidades sociales, los estudios de género no han prosperado. Mientras que a partir de éstos los seres humanos pasaron a ser divididos en segmentos sociales, los mismos permanecieron concentrados en la figura masculina[14]. La arqueología argentina ha mantenido un interés puntual y episódico en los estudios de género, sea en lo que hace a una revisión historiográfica vinculada a la construcción del pasado como al desarrollo de herramientas de búsqueda de evidencias materiales acerca de la diversidad de género en las sociedades por ella abordadas y al análisis de sesgos androcéntricos en las investigaciones presentes. Por tal motivo, estos acercamientos no han logrado aunar esfuerzos sistemáticos por rastrear la presencia de las categorías femenina y masculina en la cultura material de las sociedades pasadas; menos aún han contribuido a ponerlas en cuestionamiento como las únicas posibles para distintos contextos espaciales y temporales. Para el Noroeste de Argentina (NOA) en tiempos prehispánicos, nuestro foco de estudio en términos espaciales y temporales, existieron ciertos trabajos que se han enfocado con cierta intensidad y exclusividad en esta temática. Ello no significa que haya habido una sostenida atención en el mundo masculino y femenino. Por el contrario a lo largo del devenir de la arqueología en el NOA, y en concomitancia con los enfoques analíticos empleados, hubo un interés desparejo en su indagación.

Este artículo propone un enfoque desde los estudios de género, entendiendo por género una construcción cultural, producto de subjetividades, mientras que el sexo es biológicamente determinado. La conexión entre el sexo, la sexualidad y el género deben interpretarse en términos de las influencias sociales y culturales sobre todas las experiencias del yo; el género es una dimensión de identidad, práctica y experiencia que tiene una elasticidad sobre un cuerpo biológicamente configurado[15]. Si bien este enfoque ha sido discutido y existen posturas que entienden al sexo también como una manifestación cultural[16], entendemos que esta división es de utilidad a la hora de revisar críticamente el análisis realizado por Ambrosetti en las tumbas de La Paya. Es de interés conocer las relaciones de género en el pasado y el análisis de cómo se producen y mantienen en el tiempo, sin descuidar la naturaleza dinámica y activa de la noción de género[17] (que incluye pero puede ir más allá de las categorías occidentales de lo femenino y lo masculino), al tiempo  que busca reconocer a la mujer como objeto de conocimiento de la etapa histórica que se desea indagar y, en definitiva, hacer visibles también a las mujeres a través de la arqueología[18]. Esta perspectiva pretende también evaluar los grupos de edad, estatus social o etnia, es decir ha despertado el interés en otros grupos poco visibilizados teóricamente, como niños o ancianos[19].

 

Los primeros americanistas: en búsqueda del sujeto histórico y de su simbolismo

 

Si bien con un enfoque que no fue de género propiamente dicho, existen múltiples referencias a las categorías de género entre los primeros americanistas (sensu Nastri[20]) hasta mediados del 1910, interesados en reconstruir un panorama social de los pueblos prehispánicos en el área. Dispuestos a estudiar todas las manifestaciones humanas, incluido el simbolismo, estos primeros investigadores reconocieron la participación diferencial de hombres y mujeres en el pasado, aunque no siempre mediante el uso de contrastaciones empíricas a nivel de la cultura material. Por tal motivo, la lectura crítica de la obra centrada en La Paya de Juan B. Ambrosetti permitirá rastrear los fundamentos teóricos y metodológicos en la construcción de género durante la etapa de consolidación de la disciplina.

Atraídos por las expresiones simbólicas de la cultura material del NOA, los primeros americanistas mostraron un importante interés en el análisis de las imágenes masculinas y femeninas sobre una diversidad de soportes materiales[21]. A continuación mencionamos una serie de ejemplos que dan cuenta de estas inquietudes académicas.

La presencia de representaciones de rasgos sexuales fue el principal medio de evaluación de género. En “Las grutas pintadas y los petroglyfos de la provincia de Salta” Ambrosetti evalúa las pictografías de Carahuasi, donde la mayoría de los personajes portan escudos, instrumentos de guerra, y penachos y plumas en sus cabezas. Allí señala a uno de éstos como el Inca, quien posee en una de sus manos una cabeza cercenada e interpreta la escena como una victoria militar de este soberano. La única mujer, que lleva en sus espaldas a un niño y un tocado de plumas, es para Ambrosetti, una de sus esposas[22]. Acerca de las petrografías de Las Cañas (provincia de Tucumán) describe una figura femenina “con los brazos levantados hacia arriba en actitud de oración” con representación de la vulva como “un triángulo con el vértice hacia arriba, y el cuerpo globuloso como si estuviera embarazada[23].

Un caso particular de representaciones visuales son aquellas sexuadas que Ambrosetti denomina Venus Calchaquíes, conjunto de imágenes femeninas que poseen el órgano genital representado y que “es característica a la mayor parte de las representaciones femeninas halladas hasta la fecha en Calchaquí; esto es con una mano dirigida hacia la boca o al mentón y la otra al órgano genital[24]. Gluzman[25], en una revisión de estas representaciones visuales, ha observado que lo que prima en ellas es su desnudez y el contorno de la silueta femenina, sugiriendo cierta “desprotección corporal”, frente a la vestimenta masculina que los cubre haciendo incluso, en muchos casos, el escudo que portan de límite de su cuerpo, y los protege de los enemigos: los americanistas generaron asociaciones de la mujer más próxima a la naturaleza y de los hombres con la cultura. Al respecto se observa que los diseños referidos a hachas y objetos ceremoniales (insignias de poder) se asociaron al dominio masculino[26] y en particular a jefes étnicos, quedando los hombres comunes prácticamente invisibilizados. Al respecto Ambrosetti establece estos vínculos sin remitir a presencia de rasgos sexuales secundarios sino que asume que el mando y la autoridad son dominios exclusivamente masculinos.

Ambrosetti elabora algunas de sus interpretaciones a partir de establecer comparaciones etnográficas con los indios pueblo del sudoeste de Estados Unidos en esa época[27]. Dada la similitud de representaciones gráficas de peinados/tocados en el NOA con los peinados que empleaban en ese entonces mujeres Pueblo, éstos fueron analizados para distinguir hombres y mujeres.

Por otro lado, Quiroga presenta dentro del conjunto iconográfico de la gruta Chiquimi (provincia de Catamarca) a “un ser femenino, por las mamas, abultamiento del vientre y la vulva profundamente calada en forma de mortero[28] a quien identifica con la Pachamama. Quiroga[29] expresa que la Pachamama constituye un numen de los cerros asociado con la fertilidad agrícola e invocada ante toda empresa (caza, acrecentar el rebaño, tener abundante cosecha, es decir es dispensadora de la felicidad) mientras que en las llanuras predomina el genio masculino denominado Llastay, al cual se lo invoca únicamente para ser propicio a la caza.

Además, analiza los símbolos asociados a cada género en otros de sus trabajos, como por ejemplo las figuras de dobles triángulos o andróginas, con un pequeño triangulillo central dentro del triángulo inferior que son interpretados como la vulva de la mujer[30]. Outes y Bruch[31] retoman el estudio de las pictografías de Carahuasi, considerando que representan el episodio final de una acción guerrera, donde la tribu vencedora trae consigo las mujeres prisioneras y los animales cargados con el botín, apartándose de la idea de que se trata de la esposa del Inca. Este análisis conlleva la idea de sumisión femenina por el dominio masculino, asumida antes que indagada[32].

Estos autores, atraídos por el estudio de cultos ceremoniales tales como los actos propiciatorios para producir lluvia para los cultivos y para la fecundidad de los rebaños, combinaron la lectura de las crónicas históricas, la recopilación de historias orales, el uso de analogías con otras culturas y la asociación de los animales representados con su hábitat para llevar adelante sus reflexiones. Este interés generó una búsqueda integral de las imágenes femeninas y masculinas en el NOA, en seres humanos y en animales. Sin embargo, con el desarrollo de la arqueología moderna, los abordajes de interpretación simbólica fueron dejados de lado en favor del abordaje de cuestiones sociopolíticas y económicas desde un enfoque más riguroso. Desde entonces, los trabajos en donde cuestiones de género fueron indagadas son escasos y se caracterizaron por tratar este tema en forma relativamente periférica. Es decir, con la consolidación de la arqueología como disciplina, durante la primera década del siglo XX, las interpretaciones simbólicas de las imágenes precolombinas fueron abandonadas[33], tendencia que permaneció por largos años con la necesidad de definir los límites culturales en coordenadas de espacio, tiempo y contenidos[34]. No obstante, tal como Alberto González y Marta Baldini observan, “si esta etapa crítica está plenamente justificada, no lo está el tabú contra una posible interpretación de las figuras y expresiones simbólicas del riquísimo arte precolombino[35]. En tanto los estudios de las relaciones de género habían sido principalmente dirigidos mediante el análisis de las representaciones visuales, este cambio teórico-metodológico influyó negativamente en el avance de una arqueología de género. Recién a mediados de la década de 1970, A. González[36] inicia una vía de aproximación estructural echando importantes raíces para el resurgimiento de los estudio de género ya que retoma el tema de la presencia de un componente femenino-masculino en algunas imágenes antropomorfas duales.

De acuerdo a Gluzman[37], Scattolin inaugura una arqueología explícitamente de género para el NOA a partir del análisis de la representación de la mujer en ciertas sociedades aldeanas del primer milenio d.C. Examina cómo la iconografía ha sido usada para sostener argumentos sobre desigualdad sociopolítica en estas comunidades al tiempo que reflexiona acerca de cómo la misma pudo contribuir a instituir los principios que fundan las diferencias sexuadas[38]. Lamentablemente la influencia de esta propuesta innovadora fue, no obstante, limitada ya que no generó discusiones tendientes hacia un cambio en el modo de pensar el registro arqueológico a nivel holístico.

Teniendo en cuenta este breve desarrollo a lo largo de la historia de la disciplina, evaluaremos qué elementos materiales y bioarqueológicos, uso de fuentes etnográficas o etnohistóricas fueron empleados por Ambrosetti en La Paya para establecer el modo de atribución de los sexos a las inhumaciones registradas. Existen otros dos artículos que han analizado este sitio desde un planteo similar al nuestro. Por un lado L. Baldini e I. Baffi[39] se acercan al comportamiento mortuorio de la Paya; analizan la asignación de los elementos hallados a sexos específicos, evalúan las asociaciones entre éstos dentro de los ajuares y comparan los resultados con ajuares de otros sitios arqueológicos del área con determinación de sexo de los restos esqueletales. Por otro lado, desde un enfoque de la antropología biológica Baffi y Seldes[40] analizan el tratamiento dado al mundo femenino en el NOA a partir de su representación en el registro bioarqueológico y en los contextos funerarios, tomando diversos casos del área, entre ellos el de La Paya y dando cuenta de la problemática de la visibilidad femenina en el registro arqueológico.

En el presente trabajo, sin embargo, se busca una lectura de los contextos materiales desde los estudios de género pensando el caso para deconstruir cómo Ambrosetti elaboró un cuadro social complejo para los pueblos prehispánicos del NOA y evaluando qué categorías artefactuales, reflejo de prácticas sociales, son empleadas. Para llevar a cabo este objetivo, haremos una lectura de la principal obra que Ambrosetti dedicó a La Paya, enfocándonos en la naturaleza artefactual presente en los ajuares atribuidos a hombres y mujeres y los argumentos explicitados (o no) en cada caso. Con 161 enterramientos con restos óseos humanos de adultos, nos proponemos ver cómo Ambrosetti estableció asociaciones de los artefactos que forman el ajuar funerario a géneros específicos, preguntándonos si dichas asociaciones pudieron estar influenciadas por ideas de su época acerca de los roles femenino y masculino que no necesariamente se condicen con las sociedades prehispánicas del área. Finalmente discutiremos qué información aporta sobre la sociedad calchaquí a partir de nuestra propia interpretación. Para enriquecer el análisis hemos consultado fuentes secundarias para vislumbrar cómo la mujer indígena era concebida en contextos sociales más amplios.

 

Ambrosetti y el sitio de La Paya

 

Ubicada en el departamento de Cachi, provincia de Salta, la localidad de La Paya, conocida también como Puerta de La Paya se caracteriza por ser un asentamiento conglomerado de momentos de Desarrollos Regionales (850-1470 DC) con construcciones incaicas posteriores (1470-1536 DC). Se localiza sobre una extensa terraza en la margen derecha del río Calchaquí y frente a la desembocadura de la Quebrada de La Paya (Figuras 1 y 2). Presenta una superficie aproximada de 6 hectáreas, una muralla de circunvalación de pircado doble, recintos de paredes de piedra rectangulares adosados, cistas subcirculares y vías de circulación interna.

 

 

Figura 1: Mapa del área de estudio, detallando la ubicación de la localidad de La Paya

 

 

 

Se encuentra en un área geográfica intermedia entre varias zonas ecotonales (puna, fondo de valle y selvas), las cuales ofrecieron una diversidad de recursos (madera, mineral, pastos, cultivos) por lo que era un lugar clave de acceso y control territorial. Por sus características, se lo interpretó como cabecera política del área circundante en el momento incaico[41]. La presencia inca se observa tanto en las construcciones arquitectónicas no locales ubicadas en áreas discretas, como el sector de Casa Morada (por técnica de construcción, ángulos rectos, nichos, etc.), como en los hallazgos materiales foráneos en su interior (alfarería Cuzco polícroma e Inca Paya)[42]. La presencia de cerámica tosca, ollas con pie de compotera con hollín, molinos planos indican que allí fueron realizadas actividades domésticas, como molienda y cocción de alimentos lo que daría cuenta de que dicha estructura funcionó como vivienda y centro administrativo[43]. Los fechados radiocarbónicos disponibles sobre muestras de basureros abarcan un rango entre 620 ± 100 y 985 ± 80 AP[44]. Recientemente se han dado a conocer fechados sobre una tableta y un tubo de inhalación elaborados en madera que arrojaron las siguientes edades: 699 ± 35 AP y 680 ± 35 AP, respectivamente[45].

 

 

Figura 2: Croquis del sitio La Paya (Ambrosetti 1907), con sectores de hallazgos: 1. Necrópolis; 2. La Ciudad; 3. Banda y los dos ríos circundantes: A. Río La Paya; B. Río Calchaquí

 

 

Ambrosetti[46] divide los contextos de los restos materiales, que totalizan 203, en dos tipos: sepulcros y hallazgos (Tabla 1). Los primeros son entierros simples y múltiples (de 2 hasta 20 individuos) en cistas de paredes de piedra. Pueden o no tener restos esqueletales humanos, ya que en ocasiones se presentan saqueados o en muy mal estado de conservación. Ambrosetti asume que los tuvieron en el pasado. Algunos sepulcros poseen exclusivamente niños o sub-adultos. Los hallazgos son contextos diversos, que incluyen inhumaciones de niños en urnas, urnas sin restos humanos (aunque considera que quizá no se hayan preservado), “falsas tumbas”, a modo de escondrijo, depósito de maíz o simulacro votivo. Veintisiete no poseen restos humanos, a diferencia de los once restantes. Uno de ellos, no obstante, es una tumba individual de adulto[47], lo que hace que los sepulcros de adultos sumen 161 (y que altera el resultado de la tabla 1, que es de 160), total que será aquí contemplado para este estudio.

 

 

Tabla 1: Contextos (sepulcros y hallazgos), con desglose de tipos

 

     Sepulcros (N° o Total=165)

 

        Con restos humanos óseos adultos

160

        Simulacro votive

1

        Con restos exclusivamente niños o sub-adultos

4

Total Sepulcros

165

     Hallazgos                   (N° o total=38)                                                

 

        Con restos humanos óseos

11

        Sin restos humanos óseos

27

Total Hallazgos

38

Total hallazgos y sepulcros 165 + 38

203

 

Los enterramientos han aportado una gran riqueza material, que incluyen objetos metálicos, cerámicos, en piedra y madera[48]. Sprovieri[49] estima en 1576 las piezas manufacturadas, en distintos tipos de materiales, recuperadas en La Paya.

 

Las tumbas de La Paya

 

Los sepulcros de La Paya son estructuras circulares de piedra en falsa bóveda ubicadas entre las habitaciones y fuera del perímetro del poblado; en su mayoría son múltiples, aunque también hay tumbas simples. Se han encontrado al menos 16 entierros de párvulos en urnas, lo cual diferencia este conjunto de otros símiles santamarianos[50].

Las tumbas de La Paya no están agrupadas en un único conjunto. Se distinguen tres grandes sectores de entierros: dentro del perímetro de la ciudad, en la “necrópolis” fuera de ésta y los que se hallan en la margen opuesta al río La Paya (en adelante, también “Banda”) (Figura 2). La mayoría de las tumbas de adultos se encuentran en la Necrópolis (71 tumbas[51]), apareciendo dentro de la Ciudad 61 y sólo 29 del otro lado del río. Las tumbas individuales por cada uno de los tres sectores son: 13, 25 y 8 respectivamente, ascendiendo su total a 46. Ambrosetti[52]destaca que la distribución de los objetos no es uniforme y comparó las diferencias de aparición entre los dos primeros conjuntos en tanto el último fue menos investigado durante los trabajos de campo.

Torteros, horquetas, un tipo particular de resina vegetal (resina de yareta), cuentas y collares, escarificadores y tabletas de ofrenda, pinzas depilatorias, pintura roja, mates, cestos, vasos asimétricos, vasos libatorios, cinceles constituyen objetos de la cultural material Calchaquí que Ambrosetti emplea para asignar el género femenino de los individuos sepultados en La Paya, mientras que pucos negros, placas pectorales y cuchillones le sirven para identificar hombres. A continuación se detallará la naturaleza general de estos materiales, su distribución y su densidad en los sepulcros. Nos centraremos en las tumbas individuales (46) del total de 161. Ambrosetti distingue 9 tumbas femeninas dentro de los sepulcros individuales de adultos, mientras que al resto no les asigna la presencia de un único género, por lo que las denominamos “tumbas indeterminadas”. Las tablas 2 y 3 sintetizan la información para las categorías tratadas.[53] Mientras que la tabla 2 da cuenta de la cantidad de contextos con las principales categorías artefactuales analizadas, detallando dichas cantidades en los sepulcros por sector, la tabla 3 muestra los objetos presentes en las tumbas individuales y, dentro de éstas, en las tumbas femeninas identificadas según Ambrosetti. Las tumbas que no fueron clasificadas bajo esta categoría, se tomaron como indeterminadas.

 

 

Tabla 2: Cantidad de contextos con las principales categorías artefactuales analizadas, con detalle de las cantidades en los sepulcros por sector

 

Categoría

Total
Hallazgos

Total
Sepulcros

Total sepulcros por sector

Ciudad

Necrópolis

Banda

Torteros

3

48

13

24

11

Horquetas de atalaje

-

28

7

19

2

Pintura roja

-

25

7

14

4

Vasos asimétricos

-

33

7

21

5

Vasos libatorios

1

21

6

12

3

Cinceles de bronce

-

25

6

16

3

Pinzas depilatorias

-

12

2

10

-

Resina de yareta

-

9

4

5

-

Collares

2

13

5

6

2

Mates

-

12

4

6

2

Cestería

2

12

2

8

2

Escarificadores

-

13

4

8

1

Tabletas de ofrenda

-

13

3

10

-

Pucos negros

4

92

46

30

16

Cuchillones

1

27

12

13

2

Placas Pectorales

-

20

13

6

1

 

 

Tabla 3: Tumbas individuales con las principales categorías estudiadas

 

Categoría

Total tumbas individuales

Tumbas
femeninas

Tumbas indeterminadas

Torteros

10

7

3

 

Horquetas de atalaje

4

2

2

 

Pintura roja

8

4

4

 

Vasos asimétricos

6

2

4

 

Vasos libatorios

5

2

3

 

Cinceles de bronce

4

1

3

 

Pinzas depilatorias

3

2

1

 

Resina de yareta

1

0

1

 

Collares

4

2

2

 

Mates

5

4

1

 

Cestería

4

3

1

 

Escarificadores

3

0

3

 

Tabletas de ofrenda

3

0

3

 

Pucos negros

26

7

19

 

Cuchillones

5

1

4

 

Placas Pectorales

4

0

4

 

 

 

Torteros

Los torteros, o pesos de huso, conforman para Ambrosetti la categoría por excelencia femenina[54], hallada en 51 de los 203 contextos y ascendiendo a 143 piezas, además de varios fragmentos sin cuantificar por su alto deterioro. Generalmente de pequeño tamaño, han sido elaborados en piedra, madera o cerámica, y poseen variadas formas y decoraciones. Algunos de ellos poseen diseños geométricos y en un menor número de casos, figurativos (Figura 3a y b). Dentro de los últimos destaca uno con dos figuras de mujeres grabadas en la madera, según la  interpretación de Ambrosetti, con el pelo dividido al medio y repartido en dos trenzas que caen a los lados de la cara, “según la moda indígena[55] (Figura 3b). Este peinado será observado en otras representaciones humanas de La Paya. La tabla 2 sintetiza la información respecto a su distribución. Contemplando las tumbas individuales, se encontraron en 10 (Tabla 3), con al menos 29 torteros.

 

 

Figura 3a: Tortero; Patrimonio del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” (ME), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (FFyL, UBA), número inventario -28331- (1260).

 

 

 

Figura 3b: Tortero; Patrimonio del ME, FFyL, número inventario -28374- (1408)

 

 

Destinados a hilar, Ambrosetti describe el funcionamiento del tortero y su conexión con la mujer y el pastoreo en la siguiente frase:

 

            El personaje [de un topu de metal] lleva en la mano un palo vertical que atraviesa un disco y dos líneas semilunares; este conjunto me hace la impresión de querer representar un huso de hilar en movimiento. Esto no tiene nada de particular si se tiene en cuenta que aun hoy día esas gentes no dejan el huso para nada y van hilando lana á medida que caminan. Esto y el traje talar parecerían indicar á una mujer que va conduciendo una llama é hila al mismo tiempo[56].

 

Los diseños de los torteros lejos de tener un simple significado decorativo parecen haber tenido para este autor un significado simbólico de protección para evitar calambres, por lo que estos objetos tuvieron el doble empleo de útil y amuleto[57].

 

Horquetas de atalaje

Se trata de objetos de madera de forma angular -en "V"- realizados en una sola pieza y con los extremos de las ramas terminados en cabezas redondeadas o aguzadas[58]. Ambrosetti les asignaba dos funciones primordiales, como mecanismo para sujetar las cargas de las llamas, tarea que cumplieron[59], y para los paquetes mortuorios. Si los asocia a las mujeres por alguno de estos motivos, o ambos a la vez, no queda claro.

Presentes en 28 sepulcros es la segunda categoría “femenina” más abundante. Se distribuyen en los tres sectores de entierros (Tabla 2) y suman un total de 47 ejemplares, además de varios fragmentos.

 

Pintura roja

Esta sustancia, “empleada por las alfareras para decorar los vasos[60] pudo además haber sido utilizada para “pintarse ellas mismas y esta última debe ser la razón principal del porqué parece que le tenían tanto aprecio al punto de enterrarse también sus fragmentos junto a sus dueñas, aún los de pequeño tamaño[61].

Se distribuye en los tres sectores de entierros (Tabla 2) y se encuentra en ocho sepulcros individuales, cuatro considerados de mujer (Tabla 3).

Vasos asimétricos

Se trata de pequeños jarros cerámicos sin decoración y que fueran entendidos por Ambrosetti como “verdadero útil de cocina y por consiguiente propio del ajuar fúnebre de mujer[62]. Su nombre se debe a tener las líneas de construcción asimétricas: la pared opuesta a la del asa es muy convexa y saliente y su finalidad estaba orientada a un fin utilitario, al poder acercarse y retirarse del fuego sin que el asa se caliente[63].

Se encontraron en 33 sepulcros (Tabla 2). Ocho de estas cerámicas se encuentran en tumbas individuales y dos son entendidas como de mujer (Tabla 3).

 

Vasos libatorios

Son cuencos cerámicos de tamaño medio pintados, y muchas veces decorados en relieve, que poseen un agujero en el borde del labio (Figura 4) y que Ambrosetti[64] les atribuye la función ritual de efectuar libaciones. Por lo general fragmentados, fueron encontrados en 21 sepulcros y en un contexto tipo hallazgo (Tabla 2), sumando 23 piezas. Se hallan en 5 tumbas individuales, dos de ellas asignadas a mujeres (Tabla 3).

 

 

Figura 4: Vaso libatorio, medidas: 6,2 cm (alto) x 12,3 cm (diámetro) x 12,3 cm (diámetro); Patrimonio del ME, FFyL, número inventario -28766- (1927)

 

 

 

La presencia de tres símbolos realizados al pastillaje, la serpiente, el tigre y la mujer con niño le hacen pensar que pertenecen a determinadas cofradías cuyo símbolo especial fuera uno de éstos. La imagen de la madre con el niño es una mujer sentada que lleva en sus brazos un bebé en trapos. Nuevamente –como en el caso de los torteros- y haciendo uso de la analogía directa con información contemporánea con las mujeres de la comunidad Pueblo, Ambrosetti destaca que su peinado es del tipo de moño, infiriendo que también lo empleaban las mujeres calchaquíes[65].

 

 

Cinceles de bronce

Hallados en 25 contextos (Tabla 2), suman 30 ejemplares. Ambrosetti[66] cree que su uso fue femenino, pues con estos útiles delgados y finos no podrían llevarse a cabo sino trabajos delicados. Solo un entierro de mujer contendría un cincel (Tabla 3).

 

Pinzas depilatorias

Útil de toilette femenina[67], fueron encontradas en 12 sepulcros (Tabla 2) y se hallan en dos tumbas individuales asignadas a mujeres (Tabla 3). De pequeño tamaño en general y realizadas en cobre o bronce, Ambrosetti las entiende destinadas a la depilación que se efectúa pelo por pelo. Las de tamaño más grande debieron ser muy molestas haciendo su uso, “más bien que un acto de coquetería, un tormento espantoso[68]. Por tal motivo y por ser muy delgadas considera que las últimas pudieron cumplir otras funciones: “¿Quién sabe si esta pieza, a pesar de tener la forma de un objeto determinado, no sirvió en cambio como simple adorno?[69] Destaca el uso que hacían de estos objetos las mujeres de las tribus americanas[70] sin información adicional.

 

Resina de yareta

En nueve tumbas se hallaron muestras de resina de yareta (Azorella madrepórica Clos)[71] (Tabla 2 y 3). La misma se presenta en varias formas, ya sea en cilindros cortos o esferas o en forma alargada y comprimida, como si fuera algo así como una pequeña banana, de cinco a siete centímetros de largo, con un agujero de suspensión en uno de sus extremos. A partir de los datos químicos realizados, Ambrosetti observa que la resina tiene propiedades emenagogas y considera que, por lo tanto, empleada a destiempo es seguro que tuviera también la facultad de producir abortos[72]. Además comenta que pudo haber servido de amuleto femenino, motivo por el cual también era llevada colgada a modo de dije.

 

Collares

Principalmente se trata de cuentas de malaquita, y en menor medida de azurita y de argilita. Fueron halladas en menor proporción que en otros sitios del área y se distribuyen en los tres sectores de tumbas (Tabla 2). En cuatro tumbas individuales fueron registrados, dos adscriptas a mujeres (Tabla 3). No hace comentarios específicos a los motivos detrás de la asociación de los collares con las mujeres. En cuatro sepulcros además se mencionan adornos de collar elaborados en cobre, piedra y hueso.

 

 

Mates

Usualmente ubicados en el interior de cestos, de uno o de a pares, fueron hallados en doce sepulcros (Tabla 2). Al igual que éstos, los cestos, de diverso tamaño y forma, “han prestado, como prestan aún, grandes servicios sobre todo a las mujeres para todos sus pequeños quehaceres domésticos[73]. Cuatro de las cinco tumbas individuales con mates son entendidas como ocupadas por mujeres (Tabla 3).

 

Cestería

Hallados por lo general fragmentados, se asocian a 14 contextos (Tabla 2).

 

El carácter femenino de estos canastos se comprende como receptáculo de todos los pequeños enseres del hogar, tal cual sucede hoy con los habitantes de la región, entre cuyas mujeres el cesto más o menos del mismo tipo desempeña un papel muy importante para guardar sus menudencias[74].

 

Tres de las cuatro tumbas individuales que poseen cestos son entendidas como ocupadas por restos óseos de mujeres (Tabla 3).

 

Escarificadores y tabletas de ofrenda

De acuerdo a Ambrosetti los escarificadores son tubos de madera, con esculturas figurativas y que contienen en su interior un manojo de espinas de cardón atadas por medio de un tiento[75]. Fueron hallados sólo en los sepulcros (Tabla 2) encontrándose fragmentos y piezas enteras de 18 objetos.

Respecto a las tabletas, se reconocen 19 en 13 sepulcros (Tabla 2). Ambrosetti afirma que “se puede ver que casi siempre la tableta de ofrendas ha sido hallada asociada con los escarificadores y los torteros o por lo menos con uno de estos dos instrumentos; esto ya nos hace sospechar su carácter femenino[76]. En efecto, se observa que los tres objetos se asocian en siete sepulcros.

La conexión de escarificadores y tubos de madera, profusamente decorados con representaciones zoomorfas y antropomorfas, la ve en el ámbito religioso donde

 

la sangría voluntaria tuviese una intervención importante; quizá las tabletas sirvieran para recoger la sangre extraída con estos aparatos [escarificadores][77], para ofrecerla de este modo como libación o aspersión a determinados ídolos o lugares donde se efectuasen esas ceremonias[78].

 

Mientras que existen trece categorías artefactuales que Ambrosetti claramente identifica con mujeres solo hay tres tipos de objetos que él clasifica pertenecientes al universo masculino: los pucos negros, las placas pectorales y los cuchillones de madera.

 

Pucos negros

Los pucos negros, contenedores cerámicos por lo general de tamaño medio y de pasta muy fina y pulida (Figura 5), son interpretados como pertenencia masculina[79]. La explicación que da no es funcional sino más bien simbólica. Según Ambrosetti

 

No es difícil que esto tenga algo que ver con alguna costumbre que consistiera en servir a los hombres ya maduros, la comida especialmente en esos platos, haciéndose esa distinción a los del sexo fuerte como homenaje a su superioridad. Aún hoy entre esa gente los hombres generalmente son servidos antes que el resto de los demás miembros de la familia y muchos hasta comen separados de ella[80].

 

Sin embargo “los hay hasta de tamaño diminuto[81] cuya función difícilmente fuera la de servir alimentos.

 

 

Figura 5: Puco negro; Patrimonio del ME, FFyL, número inventario -28400- (1024)

 

 

 

Como en otras ocasiones, no dispone de referencias acerca de sus dichos sobre las costumbres contemporáneas en el área, si bien existen trabajos de Ambrosetti acerca de las tradiciones de los lugareños[82].

Los pucos negros son de todas las categorías de bienes evaluadas por nosotros las más abundantes. Fueron recuperados en 96 contextos (Tabla 2) y su número asciende a más de 170 piezas enteras o fragmentos. Se concentran en la Necrópolis, siguiendo en número los hallados en la Ciudad (Tabla 2). Si analizamos su distribución en los sepulcros individuales vemos que en las tumbas de las mujeres los pucos negros están de por sí presentes en siete (Tabla 3), sumando en total 13 objetos. Si excluimos éstas, vemos que en los restantes sepulcros individuales, hay pucos negros (32) en 19 tumbas. Es decir, la cantidad de pucos negros es proporcionalmente más elevada entre los sepulcros individuales de las tumbas consideradas de mujeres.

 

Cuchillones

Dentro de los útiles de madera, el cuchillón es entendido como de uso masculino[83], teniendo tres funciones: instrumento de pelea a modo de sable, ya que tiene un filo muy prolijo; de limpieza de las espinas de los cardones para aprovechar su resistente madera; y de cavado de tierra en tareas agrícolas. Fue hallado en 28 sepulcros (Tabla 2 y 3). Si bien la primer función, de defensa está tradicionalmente vinculada al mundo masculino, no hay una aclaración acerca de los motivos de asociación de las últimas dos tareas a los hombres.

 

Placas Pectorales

Son delgados objetos de bronce con forma rectangular en la mayoría de los casos y agujeros de suspensión (Figura 6) y cuya función sería ornamental. De entre los objetos de metal, son los más comunes en los sepulcros[84] y son más frecuentes en la Ciudad[85] (Tabla 2). Por tal motivo “esto nos probaría indirectamente que en la ciudad se enterraron en proporción más hombres que mujeres[86]. Una vez más, no hay una explicación entre la asociación entre placas pectorales y los quehaceres masculinos.

 

 

Figura 6: Placa pectoral; Patrimonio del ME, FFyL, número inventario -28344- (1284)

 

 

 

Otros objetos indirectamente asociados al ámbito masculino

Existen otros artefactos que son asociados indirectamente al dominio masculino. Alrededor de unas treinta tumbas dieron fragmentos de obsidiana en pequeños trozos, formatizados a modo de instrumentos en diez tumbas mientras que tres sepulcros presentaron núcleos de tamaño mayor. Implícitamente son asociados a los hombres, sea en la elaboración de objetos, uso de los instrumentos o causal de muerte de los cuerpos. Una excepción da cuenta de lo apuntado. Se trata de una punta de flecha de obsidiana en el entierro de una mujer junto a un niño en urna:¿habrá tenido injerencia en la muerte de la mujer, ó la conservaría como amuleto?[87]

Ciertos objetos de metal merecen una observación especial. A los punzones de metal de 30 cm promedio de largo Ambrosetti le atribuye la función de armas en vez de útiles de trabajo, mientras que a las cuchillos semilunares y tumis les otorga una función “más para adornos pectorales que para cortar[88], prefiriéndose el vidrio volcánico para estos fines. Sin embargo, no por ello lo asocia abiertamente como pertenecientes al mundo masculino en su descripción.

Otras categorías de objetos cerámicos ampliamente presentes en La Paya, y en muchos de los sitios del área para los momentos prehispánicos tardíos, tales como pucos decorados, vasos, ollitas y platos no son para Ambrosetti[89] sexualmente significativos. Del mismo modo, las urnas, principalmente del tipo decorado santamariano, se relacionan al entierro de niños, a los cuales no clasifica en términos de sexo.

También mencionamos el hecho de haberse hallado dos silbatos (presentes sólo tres en sepulcros) en tumbas individuales de mujeres. Ambrosetti no establece una relación entre este objeto y el género quizá debido a su escasez numérica pero es la asociación entre materiales parte fundamental del argumento analítico del autor. Del mismo modo observamos el hallazgo de topus o alfiler de hueso y de bronce, que han sido considerados por Ambrosetti como parte del universo femenino en publicaciones anteriores[90]. Para La Paya no establece asociaciones de género a partir de los mismos.

Las tabla 4 muestra el porcentaje de la presencia de cada categoría en las tumbas individuales. Hay una importante congruencia de los dichos de Ambrosetti en la distribución de ciertos artefactos asociados a mujeres: hay mayor predominio de torteros, pinzas depilatorias, cestos y mates. Sin embargo, los escarificadores, tabletas de ofrenda y la resina no se asocian a tumbas individuales de mujeres. Horquetas, pintura roja y collares, vasos asimétricos, vasos libatorios ocupan una posición intermedia. Por último, las categorías exclusivamente masculinas están levemente representados en las tumbas asignadas a mujeres.

 

 

Tabla 4: Porcentaje de hallazgos en tumbas individuales “femeninas” y tumbas individuales “indeterminadas”

 

Categoría

Total de hallazgos en tumbas
individuales

Porcentaje en tumbas
femeninas

Porcentaje en tumbas
indeterminadas

Torteros

30

80

20

Horquetas de atalaje

5

40

60

Pintura roja

8

50

50

Vasos asimétricos

8

37.5

62.5

Vasos libatorios

5

40

60

Cinceles de bronce

5

20

80

Pinzas depilatorias

3

66.66

33.33

Resina de yareta

1

0

100

Collares

4

50

50

Mates

6

83.33

16.66

Cestería

5

80

20

Escarificadores

4

0

100

Tabletas de ofrenda

5

0

100

Pucos negros

45

28.88

71.11

Cuchillones

5

20

80

Placas Pectorales

4

0

100

 

 

Discusión y conclusiones

 

De la lectura y análisis de la distribución de objetos y su asignación a hombres y mujeres se desprenden una serie de observaciones acerca de cómo Ambrosetti[91] entendía las sociedades prehispánicas en el área y las relaciones de género subyacentes.

En lo que respecta a la distribución de cuerpos en las tumbas de La Paya, Ambrosetti destaca que los hombres habrían sido sepultados en forma individual con mayor frecuencia que las mujeres, que se hallarían dentro de los límites de la ciudad en detrimento a la Necrópolis y que habría mayor número de entierros de hombres que de mujeres. Asimismo asume que cuando hay un individuo con un sub-adulto, el primero es la madre del segundo. Ambrosetti no siempre especifica los motivos detrás de estos comportamientos mortuorios.

Sin embargo, Ambrosetti evalúa el conjunto material de las tumbas y elabora un escenario social de los vivos, siendo el ajuar funerario reflejo de sus actividades cotidianas. Ambrosetti observa que hay entierros de individuos masculinos dedicados a actividades especiales: conjuntos con instrumentos musicales, entre ellos algunos sin terminar, le hacen presumir la presencia de un músico o un fabricante de instrumentos musicales en una de las tumbas (183. Sepulcro CCLVI); en otra intuye la presencia de una persona de la esfera religiosa, un sacerdote, debido a la asociación con elementos como esculturas de ídolos, un bastón y algunos instrumentos musicales (72. Sepulcro CXIV). También infiere la existencia de combatientes en guerras en dos sepulcros por la disposición de los esqueletos, los cuales se hallaban asociados a puntas de flechas que podrían haber sido causal de muerte (75. Sepulcro XXX; 63. Sepulcro XXIX). Por último, en una tumba colectiva (136. Sepulcro CCXXIX), supone la presencia de «un jefe», por hallarse uno de los esqueletos asociados a un hacha de mando, y analizando todo el conjunto interpreta que “éstos [los jefes] al morir eran sepultados, no siempre con grandes honores, sino simplemente en una tumba de familia, sin que mayormente se hubieran preocupado de prepararles un ajuar fúnebre cuidado, ni de importancia[92].

En contraste, las mujeres no son individualizadas en actividades especiales. Como colectivo social son vistas como dedicadas principalmente a tareas domésticas:

 

Las mujeres, fuera del cuidado de los hijos, de la casa o de sus pocas ovejas y cabras (antiguamente las llamas) tienen la laboriosa cocina que empieza por obligarlas a pelar o pisar el maíz en los morteros o conanas, operación larga, y luego atender el también largo cocimiento del mismo, sin contar con el acarreo de leña y agua y la hilada de la lana con la cual se tejen los picotes barchilas con las que se visten[93].

 

Trece categorías artefactuales en estrecha vinculación con estas tareas (cerámica doméstica, torteros y otros útiles de tejer, contenedores de objetos pequeños de uso diario) le permiten establecer este mundo femenino y es la asociación recurrente de materiales uno de los criterios que le otorga más fuerza a su construcción analítica de pertenencia de sepulcros a sexos particulares. A la mujer se le atribuyen diferentes roles sociales: madre, madre dolosa, tejedora, productora de cerámica, de alimentos y acarreo de agua y otros recursos indispensables para la vida diaria.

El primer rol lo destaca cuando habla de los entierros de los niños y sus ajuares, producto de la decisión de las madres – y por ende no de los padres- de qué objetos seleccionar. Ambrosetti así lo explica cuando observa que su ajuar “representaba una cariñosísima ofrenda efectuada entre las más tristes y puras lágrimas que una madre pueda derramar cuando el destino le depara la ingrata suerte de tener que sepultar al propio hijo[94]. Los restantes roles los va desarrollando a medida que define y describe los objetos antes mencionados.

Ambrosetti también analiza un universo privado así como uno ritual donde participan las mujeres. En el ámbito privado, el acto de la depilación, de la pintura corporal son tareas asociadas a la coquetería femenina[95] pero también a través de estos elementos Ambrosetti presenta la delicadeza de la mujer. Esta gracia también la ve en las actividades diarias ya que el tejer u otras actividades “femeninas” requieren manos delicadas[96]. La presencia de la resina de yareta también da cuenta de la agencia femenina en el control de la natalidad y del conocimiento de hierbas para modificar la ausencia del flujo menstrual por razones distintas al embarazo.

La participación femenina en aspectos rituales se expresa mediante dos tipos de objetos, los vasos libatorios destinados a la libación de una bebida, quizá chicha o agua, en ofrenda a un dios y el conjunto de escarificadores y tabletas de ofrenda.

Por el contrario, los hombres en la vida cotidiana están poco esbozados y solo tres categorías artefactuales se relacionan directamente al entorno masculino: pucos negros, placas pectorales y cuchillones. En primer lugar, la asociación de los pucos negros con el mundo masculino se basa en un supuesto respeto y diferencia de jerarquía de la que gozarían los hombres “maduros” en estas sociedades de la región, tanto en el pasado como contemporáneamente a Ambrosetti: la hora de comer habría estado organizada en términos patriarcales. Sin embargo, Ambrosetti también destaca que “el puco negro es la pieza de alfarería más común en los sepulcros de La Paya[97]. Qué implicancias tendría esta cantidad de objetos y su asignación a un segmento de la población específico no es algo que Ambrosetti trate. En segundo lugar, los cuchillones los asocia a los hombres porque aparecen con una frecuencia levemente mayor en tumbas indeterminadas. Los mismos estarían vinculados a quehaceres agrícolas y defensa. Por otro lado, la asociación entre placas pectorales y género de los individuos sepultados no está definida. A nuestro entender, tal asociación se relaciona con la visión de Ambrosetti acerca de la participación de los hombres en actividades públicas de demostración de status.

Detrás de esta dicotomía de objetos de uso exclusivo de hombres o de mujeres hay una ambigüedad de definición: un objeto femenino no puede ser masculino, pero a la inversa la atribución no es tan clara ni tajante, ya que mientras que un tortero difícilmente pueda ser propiedad de un hombre, un puco negro no define la masculinidad. Esto se ve por ejemplo en el sepulcro CXIII (201. Sepulcro CXIII). Conteniendo un solo individuo, Ambrosetti numera el hallazgo de algunos restos de torteros, de madera, un puco negro y dos piezas de alfarería pintada. Una de ellas con apéndices en forma de cabezas de monstruos[98]. Si bien los pucos negros podrían indicar la presencia de un hombre, en la interpretación de la evidencia material pesa más haber encontrado los torteros, haciendo que el sepulcro pertenezca a una mujer.

En lo que hace a la esfera ceremonial, tanto hombres como mujeres participan diferencialmente. Entre las mujeres el ritual se desarrollaría en el ámbito privado o familiar mientras que Ambrosetti únicamente menciona el sepulcro de un sacerdote, dando a entender que en el caso de los hombres la actividad religiosa se daba en la esfera pública. Esta participación diferencial ocurría también en el acceso a las materias primas. A modo de ejemplo vemos la presencia de objetos menudos y no decorados como cinceles y pinzas de cobre y bronce como pertenecientes a la esfera cotidiana de las mujeres. Las campanas, hachas, discos y placas ceremoniales de bronce que requerían de hasta 4 kilogramos de metal fundido y un conocimiento específico de los símbolos se encuentran en mayor medida asociados a los hombres[99]. Si tenemos en cuenta que la metalurgia fue la tecnología más compleja en el área en tiempos prehispánicos, esta distribución implica la igualdad en su acceso aunque no necesariamente en volumen por pieza ni complejidad técnica[100].

Es importante destacar a modo de síntesis que el análisis de las categorías artefactuales sobre las que Ambrosetti distingue hombres y mujeres en el pasado se basa en una suposición previa acerca de la ejecución de ciertas actividades por las mujeres, suposición que lo lleva a asignar el sexo a los restos hallados en las tumbas. Detrás de esta modalidad de aproximación al registro arqueológico subyace una reproducción de identidades tradicionales y occidentales. La metodología de recolección de los huesos, principalmente asociada a la recuperación de cráneos para establecer medidas antropométricas que dieran cuenta de tipos raciales, no daba lugar al estudio bioantropológico de los restos humanos. Las condiciones de humedad presente en el sedimento de La Paya contribuyeron a seleccionar solo los huesos mejor conservados. Ambrosetti enuncia en algunas oportunidades la recuperación de cráneos humanos que se condicen que este método de trabajo. Sin embargo también hace referencia a que fue posible “recoger algunos huesos sacros e ilíacos en buen estado, Nros. 682 a 688[101]. Proceden del sepulcro XIV  (101-Sepulcro XIV), el cual “por su contenido parece haber estado ocupado exclusivamente por mujeres[102]. Al tratarse de un contexto atribuido por Ambrosetti como de mujeres, su análisis podría permitir testear las hipótesis por él planteadas en base a la asociación ajuar-sexo[103]. Del mismo modo, el interés de Ambrosetti de recurrir al análisis bioantropológico se muestra en ocasión de lamentarse de no poder reconocer el sexo de los huesos por su mal estado de conservación[104].

La publicación semanal de “Caras y Caretas” durante el período 1902-1908 ofrece varios artículos informativos acerca de la arqueología y de la realidad actual de los indígenas, tanto de América como de Argentina. Dichos artículos fueron relevados para reconocer referencias acerca de las ideas en torno a lo femenino y masculino a principios del siglo XX en entornos no académicos. Ambrosetti publicó en varias oportunidades en la revista, sea para divulgar sus excavaciones arqueológicas y hallazgos materiales (incluso en ocasiones dio cuenta de las actividades desplegadas en La Paya)[105], para reseñar trabajos realizados por colegas en el exterior[106], mencionado dentro de notas[107], incluso en la sátira política de la que la revista era muy afín[108]. También participó con el seudónimo Fray Tetera, bajo el cual escribió metafóricamente sobre la realidad contemporánea[109]. Manteniendo la admiración que lo caracterizó en sus publicaciones científicas, sus aportes muestran respeto al indio americano, a su tecnología y arte. No hay en el período registrado información de primera mano respecto a la mujer nativa americana. Sin embargo destacamos dos participaciones que remiten al interés de Ambrosetti por centrarse en la figura de la mujer en la historia. En la primera destaca un grupo escultórico en mármol de origen griego, hallada en Roma. La figura principal es una mujer, Noibide, madre de 14 hijos que sufrió de la venganza de la diosa Latona, madre de Apolo y Diana, ante los dichos de la primera de ser superior a la diosa. Elige un tema de lucha entre dos mujeres y la maternidad y describe el dolor representado en el cuerpo de Noibide al momento de su muerte[110]. En “Las pinturas de los vasos ático de Gela”, Ambrosetti describe la iconografía de un vaso cerámico, parte de los ajuares funerarios del siglo V a.C. en Sicilia. “Eligiendo preferentemente escenas de la vida real que por si solos nos permiten asistir á curiosos momentos de las ocupaciones cotidianas[111], Ambrosetti sigue las labores de las nobles damas en sus tareas de enseñanza a los niños, bordado, cuidado de la ropa, canto y música, asistencia al esposo. Es decir, las relaciones de género le permiten extraer conclusiones acerca de la vida diaria de aquellos que fueron enterrados junto al ajuar. En lo que respecta a las contribuciones de otros arqueólogos dentro de la academia argentina, destacamos contribuciones de Outes y Quiroga. Ameghino participó en relación con la búsqueda del hombre cuaternario mientras que Lehmann Nitsche[112] está vinculado a ideas acerca del primitivismo, pigmentación de la piel y medidas antropométricas entre las comunidades originarias del país.

En una nota “Las tejedoras americanas”[113] de Outes se comenta que: “era y es exclusivamente peculiar de las mujeres, la confección de las prendas que deben defender al cuerpo de las inclemencias del tiempo”. A partir de diversos casos etnográficos que cubren América, da cuenta de las diversas materias primas y técnicas empleadas de acuerdo a la región. De acuerdo a Outes, son las mujeres quienes elaboran las prendas cotidianas y rituales. Del mismo modo, en “El Cántaro Americano”[114], Quiroga se da cuenta que las mujeres indígenas del continente fabrican y cargan las vasijas. Acuarelas y fotografías de mujeres con textiles y cántaros respectivamente acompañan lo expresado. Quiroga participó principalmente escribiendo sobre las costumbres en los valles calchaquíes, mencionando las deidades tutelares masculinas y femeninas. Destacamos “El amigo de las brujas”[115] donde entiende que un grupo de mujeres en los Valles Calchaquíes emplean al sapo para hacer maleficios y relaciona su presencia en las vasijas prehispánicas.

Las referencias sobre las poblaciones indígenas contemporáneas ofrecen también información de interés. Muchas de las notas se centran en la figura de caciques, reconocidos con sus nombres y apellidos, que perdieron sus tierras o estilo de vida[116]. Las mujeres indígenas aparecen como colectivo humano y solo se personalizan las esposas, hijas o nietas de los caciques[117]. En fotografías, por ejemplo, las mujeres se las ve realizando actividades cotidianas, como el cuidado de hijos o el tejido[118]. Las mujeres indígenas no son comparadas ni asociadas a las lectoras por lo que las visiones de las últimas poco aportan al planteo de este problema. Solo hay un elemento común que las engloba y es la denominación de algunas de ellas como “bellezas”, concepto que en el caso de las indias involucra muchas veces el mestizaje[119] con el blanco, no como una característica intrínseca a la mujer nativa. Solo en una ocasión se las compara, para distanciarlas y es cuando con ironía se comenta lo costosas que son las mujeres blancas a la hora de vestirse mientras que hay una imagen de una mujer india muy poco vestida y con un niño en brazos[120]. Frente a lo expuesto observamos que, caracterizadas por su traje sencillo y económico, vistas en función a sus tareas cotidianas de cuidado de la familia, las mujeres indígenas de América, y en particular de Argentina, se asocian en forma anónima al ámbito de la naturaleza, mientras que algunos hombres se relacionan con funciones políticas, perdidas por la conquista europea pero connotando respeto. Existe un paralelismo entre este abordaje y el modo de analizar el registro arqueológico (mujeres cercanas a la naturaleza, en roles cotidianos frente a los hombres destacados por sus funciones políticas), aunque es necesario un análisis más profundo para establecer los motivos detrás del mismo.

Como dijimos ni Ambrosetti, ni sus colegas contemporáneos, practicaron una arqueología de género pero realizaron estudios que retrataron una “acuarela social” holística que los estudios posteriores, más interesados en precisar aspectos de cronología y desarrollo espacial de las diversidades sociales, no prestaron atención. Lejos estaban, no obstante, estos primeros arqueólogos de hacer una reflexión crítica del cuadro social elaborado, premisa básica de los estudios de género. Hoy día, la arqueología del NOA está aún lejos de consolidar una arqueología de género. Existe una serie de obstáculos metodológicos y teóricos que dificultan el desarrollo de una perspectiva de género en arqueología en Argentina. Por un lado las dificultades que denominamos sistémicas y que remiten a la poca importancia asignada a la mujer en la reconstrucción del pasado y que está sin duda influenciada por las prácticas diarias de nuestra sociedad actual. Por otro, las dificultades propias de la actividad arqueológica, como el estudio de las relaciones de género en el pasado a través del registro arqueológico. La arqueología entonces asume la tarea de búsqueda de correlatos materiales para reconocer seres humanos diferenciados e interpretar lugares, espacios, actividades o roles específicos de cada uno de ellos[121]. Sortear estas dificultades no es una tarea fácil. Este trabajo se propuso retomar esta problemática. Consideramos que el análisis crítico de cómo ha sido interpretada la materialidad en el pasado aporta herramientas para comprender muchos de nuestros fundamentos teóricos y metodológicos vigentes. Las direcciones de la arqueología feminista en otros países pueden ser instancias de aprendizaje y ejemplo con el objeto de otorgar mayor visibilidad a la mujer en el pasado. No se trata de una labor sencilla pero sólo a través del intento de su indagación podremos equivocarnos para luego superarnos.

 

 

 

 

 

 

 

Agradecimientos

Al personal del depósito de Arqueología del Museo Etnográfico que nos facilitó imágenes de su autoría de los objetos. A los evaluadores que hicieron pertinentes observaciones que indudablemente mejoraron este artículo; de todos modos, lo expresado es de nuestra entera responsabilidad.

 



[1] Babot, María del Pilar, “La arqueología argentina de fines del siglo XIX y principios del XX a través de J. B. Ambrosetti”, en Mundo de Antes, N° 1, Instituto de Arqueología y Museo (UNT), 1998, p. 172.

[2] Ambrosetti, Juan Bautista, “El sepulcro de ‘La Paya’ últimamente descubierto en los valles calchaquíes (Provincia de Salta)”, en Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, 1902, N° 8, pp. 119-148.

[3] Ambrosetti, Juan Bautista, “Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de La Paya”, en Revista de la Universidad de Buenos Aires, 1907, N° 8, pp. 1-534.

[4] Nastri, Javier, La construcción arqueológica del pasado. Los primeros americanistas (1876-1926) y la recuperación de las culturas indígenas de los valles Calchaquíes. Tesis de maestría, Universidad Nacional de General San Martín. Ms., 2005.

[5] Rubin, Gayle, “The Traffic in Women: Notes on the Political Economy' of Sex”, en Rayna Reiter (comp.), Toward an anthropology of women, Monthly Review Press, Nueva York, 1975, p. 97.

[6] Narotzky, Susana, Mujer, mujeres, género: una aproximación crítica al estudio de las mujeres en las ciencias sociales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1995, p. 197.

[7] Conkey, Margaret W. y Janet D. Spector, “Archaeology and the Study of Gender”, en Advances in Archaeological Method and Theory, Vol. 7, JSTOR, 1984, pp. 1-38.

[8] Voss, Barbara, “Feminisms, queer theories, and the archaeological study of past sexualities”, en World Archaeology, N° 32 (2), Taylor and Francis Ltd, 2000, pp. 180-192.

[9] Voss, Barbara, 2000, Ob. Cit., p. 183.

[10] Falcó Martí, Raquel, La arqueología del género: Espacios de mujeres, mujeres con espacio, Centro de Estudios sobre la Mujer, Universidad de Alicante, Alicante, 2003, pp. 25-27.

[11] Prados Torreira, Lourdes, “Y la mujer se hace visible: estudios de género en la arqueología ibérica”, en L. Prados Torreira y López Ruiz C. (Coord.), Arqueología del género: 1er encuentro internacional en la UAM, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 2008, pp. 225-250.

[12] Wylie, Anderson, “Feminist critiques and archaeological challenges”, en Walde y Willows (Eds.), The Archaeology of gender, 1991, pp. 31-32.

[13] Conkey, Margaret y Joan Gero, “Tensions, pluralities, and engendering archaeology: An introduction to women and prehistory”, en Gero, J. y Conkey, M. (Eds.), Engendering Archaeology, Basil Blackwel, Oxford, 1991, pp. 3-30.

[14]  Cavicchioli, Marina, “Arqueología de género del mundo grecorromano”, en Williams V. y B. Alberti (Comps.), Género y Etnicidad en la Arqueología Sudamericana, Unicen, Olavarría, 2006, pp. 97-101.

[15] Sørensen, Marie-Louise, “On gender negotiation and its materiality”, en Hamilton S., R. D. Whitehouse, y K. I. Wright (Eds.), Archaeology and Women. Ancient & Modern Issues. Left Coast Press, Walnut Creek, 2007, pp. 41-51.

[16] Por ejemplo véase, Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, México, 2001.

[17] Sørensen, Marie-Louise, 2007, Ob. Cit.

[18] Prados Torreira, Lourdes, 2008, Ob. Cit., pp. 225-250.

[19] Prados Torreira, Lourdes, 2008, Ob. Cit., p. 230.

[20] Nastri, Javier, 2005, Ob. Cit.

[21] Gluzman, Geraldine, “Representación humana y género en piezas de metal del Noroeste argentino”, en Boletín Museo Chileno de Arte Precolombino, Nº 15 (2), 2011, pp. 89-106.

[22] Ambrosetti, Juan Bautista, “Las grutas pintadas y los petroglyfos de Salta”, en Boletín del Instituto Geográfico Argentino, Buenos Aires, 1895, Nº 16, pp. 26-31.

[23] Ambrosetti, Juan Bautista, “Por el Valle Calchaquí”, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, N° XLIV, 1897, pp. 66.

[24] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit. p. 492.

[25] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.

[26] Ambrosetti, Juan Bautista, 1899, Ob. Cit. Ambrosetti, Juan Bautista, El bronce en la región calchaquí”, en Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, N° 11, 1904, pp. 163-312.

[27] Ambrosetti, Juan Bautista, “Notas de arqueología Calchaquí”, en Boletín del Instituto Geográfico Argentino, Buenos Aires, 1899, p. 254. Ambrosetti, Juan Bautista, “Rasgos etnográficos comunes entre Calchaquí y México”, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, N° 51, 1901, pp. 5-14. Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[28] Quiroga, Adán, Calchaquí. Edición conjunta con Folklore Calchaquí [1929] y Petrografías y pictografías de Calchaquí [1931]. TEA Ediciones, Buenos Aires, 1992 [1897], p. 257.

[29] Quiroga, Adán, 1992 [1927], Ob. Cit.

[30] Quiroga, Adán, “El simbolismo de la cruz y el falo en Calchaquí”, en Boletín del Instituto Geográfico Argentino, Nº 19, Buenos Aires, 1898, pp. 305-343. Quiroga, Adán, La cruz en América, Buenos Aires, 1901, p. 65.

[31] Outes, Felix y Carlos Bruch, Los aborígenes argentinos. Buenos Aires, Estrada, 1911, p. 53.

[32] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.

[33] Haber, Alejandro, “Supuestos teóricos-metodológicos de la etapa formativa de la arqueología de Catamarca (1875–1900)”, en Publicaciones del CIFFYH, Nº 47, Córdoba, 1994, pp. 31-54. Haber, Alejandro y Daniel Delfino, “Samuel Lafone Quevedo and the construction of archaeology in Argentina”, en Revista da historia da arte e arqueología, N° 5, Campinas, 1997, pp. 31-43.

[34] González, Alberto Rex y Marta Baldini, “Función y significado de un ceramio de la Cultura La Aguada. Ensayo de interpretación”, en Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, N° 5, Santiago, 1991, pp. 23-52.

[35] González, Alberto Rex y Marta Baldini, 1991, Ob. Cit., p. 25. González, Alberto Rex, Cultura La Aguada. Arqueología y Diseños, Filmediciones Valero, Buenos Aires, 1998, p. 183

[36] González, Alberto Rex, Arte, estructura y arqueología, La Marca, Buenos Aires, 2007 [1977].

[37] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.

[38] Scattolin, Cristina, “La mujer que carga el cántaro”, en Williams V. y B. Alberti (Comps.), Género y Etnicidad en la Arqueología Sudamericana, Unicen, Olavarría, 2006, pp. 43-71.

[39] Baffi, Elvira y Lidia Baldini, “Otra dimensión de las tumbas de La Paya: Sexo y objetos en relación?”, en R. Bárcena y H. Chiavazza (Eds.), XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Arqueología Argentina en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, 2010, II, 653-657.

[40] Baffi, Elvira y Verónica Seldes, “La mujer en el registro bioarqueológico y su visibilidad en los contextos funerarios”, en Comechingonia, N° 1 (16), Córdoba, 2012, pp. 53-70.

[41] Raffino, Rodolfo, Los Inkas del Collasuyu, Ramos, La Plata, 1981, p. 147.

[42] González, Alberto Rex, “Patrones de asentamiento incaico en una provincia marginal del imperio”, en Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, N° 14, 1980, pp. 63-82. Calderari, Milena, Asentamiento y dinámica cultural en La Paya, Valle Calchaquí Medio, Primer Informe de Beca Conicet, Buenos Aires, Argentina, manuscrito, 1990.

[43] González, Alberto Rex y Pío Pablo Díaz, “Notas arqueológicas sobre “Casa Morada”, La Paya, provincia de Salta”, en Estudios de arqueología, N° 5, 1992, pp. 9-64.

[44] Baldini, Lidia, “Dispersión y cronología de las urnas tres cinturas en el Noroeste argentino”, en Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, Nº XIV (1), 1980, pp. 49-61.

[45] Sprovieri, Marina, “La datación radiocarbónica de tabletas y tubos de inhalación de La Paya (Noroeste argentino) y su integración a otros análisis”, en Latin American Antiquity, 29 (1), 2018, pp. 79-84.

[46] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 95-278.

[47] El 64. Hallazgo (XLII) posee junto a una urna un esqueleto de adulto por lo que fue cuantificado como sepulcro y no hallazgo, siguiendo la clasificación ya explicitada que ofreciera el autor.

[48] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 95-278.

[49] Sprovieri, Marina, 2010, “La Colección La Paya un siglo después”, en Arqueología, Nº 16, Buenos Aires, pp. 237-251.

[50] Calderari, Milena, 1990, Ob. Cit., p. s/n

[51] El contexto 88 fue subdivido en dos por Ambrosetti, 88a. Sepulcro (LXXIV) y 88 Sepulcro (LXXIV).

[52] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[53] Nótese que algunos casos excepcionales, Ambrosetti contabiliza fragmentos de objetos. Los mismos se agruparán como una unidad mínima en cada contexto.

[54] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 89-90, 470-472.

[55] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 187

[56] Ambrosetti, Juan Bautista, 1904, Ob. Cit., p. 220.

[57] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 468.

[58] Raviña, María Gabriela, Fernández, Ana María, y Capparelli, Aylén, “La relación de las tarabitas, horquetas o ganchos de atalaje con el tráfico de bienes en momentos tardíos prehispánicos”, en Estudios atacameños, n° 33, 2007, pp. 87-104. 

[59] Raviña, María Gabriela, Fernández, Ana María, y Capparelli, Aylén, 2007, Ob. Cit.

[60] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 91.

[61] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 526.

[62] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 91.

[63] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 301.

[64] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[65] Ambrosetti, Juan Bautista, 1899, Ob. Cit.

[66] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[67] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 426.

[68] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 428.

[69] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 428.

[70] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 411.

[71] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 520.

[72] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 520.

[73] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 522.

[74] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 522.

[75] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 507.

[76] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 494.

[77] Hoy se los reconoce como tubos y tabletas para inhalar alucinógenos.

[78] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 517.

[79] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 311.

[80] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 311.

[81] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 306.

[82] Ambrosetti, Juan Bautista, Supersticiones y Leyendas, Santa Fe, Castellví, 1967 [1917].

[83] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 455.

[84] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 421.

[85] En este caso seguimos la contabilización del autor que en dos oportunidades repite este dato. Nosotras hemos encontrado que se hallan en 13 y en 7 sepulcros de la Ciudad y de la Necrópolis respectivamente, totalizando 23 placas metálicas para La Paya. Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 94 y 411.

[86] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 90.

[87] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 223.

[88] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 421.

[89] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[90] Ambrosetti, Juan Bautista, 1904, Ob. Cit.

[91] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[92] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 227.

[93] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 451.

[94] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 468-469.

[95] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[96] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[97] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 309.

[98] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 277.

[99] Ambrosetti, Juan Bautista, 1904, Ob. Cit. Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit.

[100] Gluzman, Geraldine, 2010, Ob. Cit.

[101] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 186.

[102] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., p. 187.

[103] La articulación sacro-ilíaca es un conjunto de huesos que permiten reconocer el sexo de los esqueletos con exactitud. Si bien no conocemos el estado ni naturaleza precisa de los mismos, estos huesos recuperados potencialmente podrán ofrecer información determinativa de sexo de los esqueletos ya que su anatomía guarda una relación directa con la función reproductora. Véase, Mays, Simon y Margaret Cox, “Sex Determination in Skeletal Remains”, en S. Mays y M. Cox (eds.), Human Osteology in Archaeology and Forensic Science, London Greenwich Medical Media Ltd, 2000, pp. 117-130. Walker, Phillip, “Greater sciatic notch morphology: Sex, age, and population differences”, en American Journal of Physical Anthropology, n° 127, 2005, pp. 385 – 391. Lamentablemente, al momento de escribir el presente artículo, las autoras no pudieron obtener acceso a los materiales bioarqueológicos de la colección de La Paya, actualmente depositados en el Museo Etnográfico de Buenos Aires.

[104] Ambrosetti, Juan Bautista, 1907, Ob. Cit., pp. 171-172.

[105] Entre otros, Ambrosetti, Juan Bautista, “Hallazgo de objetos calchaquíes”, en Caras y Caretas, n° 187, 1902. Ambrosetti, Juan Bautista, “La Facultad de Filosofía y Letras en el valle de Calchaquí”, en Caras y Caretas, n° 387, 1906. Ambrosetti, Juan Bautista, “El museo de la Facultad de Filosofía y Letras”, en \Caras y Caretas, N° 395, 1906.

[106] Entre otros, Ambrosetti, Juan Bautista, “Descubrimiento arqueológico-La Gran Chimú”, en Caras y Caretas, N° 454, 1907.

[107] Entre otros, Redacción, “El delegado de la Universidad de Buenos Aires en el Congreso de Americanistas”, en Caras y Caretas, N° 207, 1902. Barreda, Rafael, “Don Manuel Ricardo Trelles”, en Caras y Caretas, N° 472, 1907.

[108] Entre otros, Casto Pollila, “Valioso Descubrimiento”, en Caras y Caretas, N° 408, 1906.

[109] Entre otros, Fray Tetera, “Un acontecimiento en Cotopolis (Cuento de Tierra Adentro)”, en Caras y Caretas, n° 269, 1903. Fray Tetera, “Las hazanas del joven Teodorico (Cuento de Tierra Adentro)”, en Caras y Caretas, N° 443, 1907. Fray Tetera, “La Pachorra de Don Cirilo (Cuento de Tierra Adentro)”, en Caras y Caretas, N° 446, 1907.

[110] Ambrosetti, Juan Bautista, "La ‘Noibide’ encontrada en los Jardines de Salustio, en Caras y Caretas, N° 508, 1908.

[111] Ambrosetti, Juan Bautista, "Las pinturas de los vasos ático de Gela, en Caras y Caretas, N° 499, 1908.

[112] Entre otros, Redacción, “Conferencia de Antropología”, en Caras y Caretas, n° 261, 1903. Redacción, “Excursión a los indios tobas”, en Caras y Caretas, N° 416, 1906. Ambrosetti, Juan Bautista, “El cuarto precursor del hombre” en Caras y Caretas, N° 471, 1907.

[113] Félix Outes, “Las tejedoras americanas”, en Caras y Caretas, 369, 1905.

[114] Adán Quiroga, “El Cántaro Americano”, en Caras y Caretas, 534, 1908.

[115] Adán Quiroga, “El amigo de las brujas (De un libro inédito)”, en Caras y Caretas, 526, 1908.

[116] Entre otros, Redacción, “Viaje a Bolivia a través del Chaco”, en Caras y Caretas, 496, 1908.

[117] Entre otros, Redacción, “Un rey de la Pampa destronado”, en Caras y Caretas, 457, 1907.

[118] Entre otros, Redacción, “Una excursión al Rio Negro”, en Caras y Caretas, 440, 1907.

[119] Entre otros, Redacción, “Los indios Baures”, en Caras y Caretas, 522, 1908.

[120] Redacción, “Donde se ve que la mujer es más cara que el hombre y en proporción aterradora para el masculinismo", en Caras y Caretas, 459, 1907.

[121] Falcó Martí, Raquel, La arqueología del género: Espacios de mujeres, mujeres con espacio, Centro de Estudios sobre la Mujer, Universidad de Alicante, Alicante, 2003.