Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol. 1, Nº 30,
Enero-Junio 2019
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obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC
BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676
DESARROLLO Y EXPANSIÓN DEL MUNDO ASOCIATIVO:
LA
EXPERIENCIA DE UNA PROVINCIA DEL INTERIOR ARGENTINO (MENDOZA,
1852-1900)
DEVELOPMENT AND EXPANSION OF THE WORLD OF ASSOCIATIONS: THE EXPERIENCE
IN ONE OF THE PROVINCES OF ARGENTINA (MENDOZA, 1852-1900)
Eliana Fucili
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Universidad
Nacional de Cuyo
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y
Ambientales (INCIHUSA)
Argentina
elianafucili@gmail.com
Fecha de ingreso:
21/09/2017
Fecha de aceptación:
19/07/2018
Resumen:
En
las últimas décadas un buen número de trabajos historiográficos se han abocado
al análisis del desarrollo del fenómeno de sociabilidad asociativa en las
provincias del Rio de la Plata, enfatizando sus conexiones y/o relaciones con
el proceso de organización política y estatal del siglo XIX. Dichos estudios
han desplazado el problema de la estabilidad política de su tradicional campo
institucional al resaltar la relación entre los ámbitos asociativos y la
política. El presente trabajo se inscribe en esa línea interpretativa y se
propone avanzar en el análisis y caracterización de la experiencia asociativa
en la provincia de Mendoza entre 1852 y el cambio de siglo, momento en el cual
se registra su desarrollo y expansión.
Palabras claves: Sociabilidad,
Asociacionismo, Prensa, Mendoza, Siglo XIX
Abstract
In the last decades, many historiographical studies
dealt with the analysis of the development of phenomenon of association
sociability in the Rio de la Plata Provinces, highlighting its connections
and/or relations with the process of political and state organization of the
nineteenth century. Such studies have shifted the problem of political
stability from its traditional institutional field by emphasizing the
relationship between the associative and political spheres. This paper follows
that interpretative line and proposes to advance in the analysis and
characterization of associations in the Province
of Mendoza between 1852 and the turn of the century, at which point its
expansion and development occur.
Keywords:
Sociability, Associations, Press, Mendoza, XIXth
century
Introducción
El presente trabajo se interroga sobre
el desarrollo las prácticas asociativas en la Argentina durante la segunda
mitad del siglo XIX, atendiendo a sus conexiones y/o relaciones con el proceso
de organización política y estatal. Puntualmente se propone avanzar en el
análisis y caracterización de la experiencia asociativa en la provincia de
Mendoza entre 1852 y el cambio de siglo, momento en el cual se registra su
desarrollo y expansión. Tales preocupaciones se encuentran vinculadas con
problemas historiográficos más amplios que ofrecen diversos análisis sobre el
desarrollo del fenómeno de la sociabilidad
asociativa, y que han desplazado el problema de la estabilidad
política de su tradicional campo institucional al resaltar la relación entre
los ámbitos asociativos y la política[1]. En esa línea una serie de investigaciones
–tributarias de los estudios de Agulhon– y marcadas por los aportes de la
historia de las mentalidades, la historia cultural y la historia política han
restituido evidencia empírica sobre el desarrollo del fenómeno asociativo en la
Argentina[2].
En su conjunto dichos estudios han
señalado que los espacios asociativos tuvieron una amplia acogida desde los
albores del siglo XIX cuando –al igual que en otras regiones de Iberoamérica y
de Europa– se conformaron asociaciones con características que distaron mucho
de aquellas que existían en el siglo XVIII organizadas en estructuras
jerárquicas y corporativas. Ahora las nuevas entidades reunían en su interior a
individuos cuyas deliberaciones e intercambios debían fundarse sobre los
principios de igualdad y racionalidad. Estas primeras experiencias fueron
impulsadas por los sectores dirigentes políticos e intelectuales convencidos de
que dichos ámbitos permitirían transformar las herencias de la colonia y
afianzar la civilización. Así en algunas ciudades se pusieron en marcha
asociaciones culturales, literarias, masónicas, científicas, entre otras, que
mantuvieron escasa autonomía con respecto a la esfera política.
Este
primer impulso asociativo continuó durante la época del rosismo pero, bajo un
férreo control por parte del gobierno que implicó la prohibición de algunas
actividades o la denegación a que se crearan nuevas sociedades, lo que generó
una disminución de la actividad asociativa[3]. Sin embrago, el fin de la pax rosista imprimió nuevos rasgos al fenómeno asociativo
que rápidamente experimentó un crecimiento cuantitativo así como la
diversificación de sus objetivos. Dicho fenómeno ha sido interpretado como
expresiones espontáneas de una sociedad que se volvía más compleja y más
autónoma respecto de un Estado que también se estaba consolidando y que procuró
garantizar derechos civiles y libertades de reunión, opinión y prensa, que pese
a sus falencias, estimuló la multiplicación de iniciativas asociativas[4].
No obstante, el auge asociativo no sólo respondió al apoyo del gobierno
liberal, sino que –tal como han señalado Bravo y Fernández– los lazos asociativos
anudan a la sociedad misma y se reflejan con múltiples rostros en los intereses
sectoriales, en las problemáticas individuales, en los valores, en las
sensibilidades frente a lo público y en los diversos sentidos de lo político[5].
De esta forma, en rasgos generales, se detecta que en cada provincia el
asociacionismo fue modelado a partir de factores socio-culturales y económicos.
Al respecto las experiencias de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, resultan
ilustrativas. Respecto a las dos primeras, los estudios
disponibles han señalado como factores que intervinieron en el desarrollo del
fenómeno asociativo la presencia masiva de extranjeros, que constituyeron un
público potencial clave[6];
y la expansión económica producida en la segunda mitad del siglo XIX[7].
Por su parte, los análisis sobre el fenómeno asociativo cordobés señalan al
menos tres aspectos o factores que contribuyeron en el desarrollo del
asociacionismo local: la influencia sociocultural católica; la fuerte impronta
de Buenos Aires sobre algunos sectores del campo asociativo de la provincia que
buscaron imitar sus modelos asociativos o plegarse a estructuras de alcance
nacional; y el rol de la Universidad en el plano del asociacionismo político y
sociocultural[8].
Ahora
bien, Mendoza no fue ajena al clima asociativo decimonónico. En efecto, entre
1852 y el cambio de siglo la provincia asistió a una interesante ebullición de
asociaciones, no sólo por el número de entidades formadas sino también por la
diversificación de objetivos perseguidos, que no puede ser explicada a partir
del impacto de la modernización económica y/o social. Por el contrario el
desarrollo del asociacionismo local correspondió a una etapa de la vida
provincial en la que ni la inmigración europea ni la transformación agroindustrial
habían conmovido aún sus cimientos socio-culturales. Entonces, ¿qué factores
intervinieron en el desarrollo y expansión del fenómeno asociativo?, ¿qué
características y particularidades ofrece el asociacionismo mendocino?
El corpus documental que organiza la
pesquisa está conformado por los principales exponentes de la prensa provincial
entre los que se destacan: El Constitucional
(1852-1884); El Tupungato (1862-1863); La Opinión (1869); La Libertad
(1872); El Eco de los Andes (1874) El Pueblo (1879); El Eco de Mendoza
(1890-1891); Los Andes (1882-en adelante). La
consulta del reservorio periodístico resultó clave para la reconstrucción y
caracterización del fenómeno asociativo local. Conviene advertir que ante la
escasa información original de dichas asociaciones –sólo se han localizado 15
estatutos de diferentes asociaciones que solicitaron, en los últimos años del
siglo XIX, su aprobación jurídica al Estado Provincial– los periódicos
conservados constituyen una pieza clave para el estudio de las prácticas
asociativas ya que sus páginas se convierten en portavoces y difusores de las
nuevas entidades[9]. En su
conjunto los diarios consultados dan cuenta de la imagen difundida por la
prensa de la época acerca de la necesidad de transmitir el “espíritu asociativo”
a fin de propagar valores democráticos y republicanos; así como también brindan
información las asociaciones mendocinas: sus actas, estatutos o programas; la
nómina de socios; sus actividades y las convocatorias a reunión, entre otras
cuestiones.
A fin de alcanzar una mejor exposición
del tema, el presente trabajo se estructura en dos partes. La primera propone
indagar, a través de las páginas de la prensa, cómo los publicistas e intelectuales
de la época fomentaron el desarrolló del espíritu asociativo y el rol que le
asignaron a las experiencias asociativas locales. El segundo apartado presenta
un registro y caracterización del fenómeno asociativo mendocino, e incluye un
análisis sobre las etapas o momentos dentro del desarrollo de la sociabilidad
asociativa, y su distribución y alcance en el territorio provincial.
Imágenes del “espíritu
asociativo” a través de las páginas de la prensa.
La lectura minuciosa de la prensa local
de la época permite advertir, a partir de 1852, la expansión y desarrollo del
fenómeno asociativo en la provincia. Sin duda la vigorización de las empresas
asociativas guardó conexión con lo sucedido en otras provincias argentinas. De
acuerdo a lo señalado por algunos estudios el fin de la pax rosista y
el posterior proceso de rearticulación política e institucional implicó en las
provincias no sólo la transformación de las formas generales de participación y
acción políticas, sino también de las diversas dimensiones de la vida cotidiana
de la sociedad que habían estado hasta entonces bajo la órbita de regulación y
control del rosismo y que comenzaron a experimentar cambios. En este punto Sábato
ha señalado que dichas modificaciones se pusieron en evidencia, por un lado, a
través de las prácticas sociales realizadas en ámbitos pautados que cobraron un
nuevo color político en consonancia con las ideas de progreso y civilización
difundidas por las dirigencias nacionales y provinciales; y por otro lado, en
la multiplicación y diversificación de experiencias asociativas. De esta manera
vieron la luz un buen número de instituciones: sociedades de beneficencia,
clubes políticos, logias masónicas, comités y comisiones (organizadas para
recaudar fondos con el objetivo de cumplir un fin específico), clubes sociales
y deportivos, sociedades de socorro mutuo, entre otras[10].
Como es
sabido dichas prácticas fueron impulsadas desde la sociedad que buscó
organizarse de forma relativamente autónoma del Estado –también en
construcción– el cual interpretó al asociacionismo como un elemento esencial en
la empresa civilizadora. En ese sentido, Di Stefano ha señalado que el Estado
nacional y, sobre todo, provincial vio el crecimiento de las asociaciones como
un instrumento que permitiría llevar a cabo algunas de las tareas por él
propuestas y como el baluarte de una sociedad libre, moderna, democrática y
solidaria[11].
El análisis de la experiencia
asociacionista mendocina remite obligadamente a la consulta de la prensa local,
ya que no se han localizado fondos documentales provenientes de las entidades
asociativas. En ese sentido la prensa constituye la principal puerta de ingreso
para reconstruir y caracterizar el asociacionismo local. Para ello proponemos, en esta
oportunidad, analizar editoriales publicadas en los periódicos El Constitucional (1852-1884), El Tupungato
(1862-1863) y La Libertad (1872). El primero de
ellos fue el periódico que mayor trayectoria tuvo en la provincia ya que
comenzó a editarse tres meses después de la caída de Rosas y perduró hasta
1884. Su prolongada existencia es aducida al apoyo que recibió de los gobiernos
de turno ya que se imprimía en la imprenta estatal de mismo nombre; aunque,
como es sabido, en diferentes oportunidades los publicistas a cargo del
periódico tuvieron roces y enfrentamientos con los gobiernos de turnos[12].
Sus páginas aportan valiosa información sobre la vida política, socio-cultural
y económica de la provincia. Por su parte El Tupungato, se
autoproclamó como hijo legítimo de El Constitucional,
cuya edición se vio interrumpida tras el terremoto de 1861 que desbastó a la
ciudad de Mendoza y que consiguió reaparecer en 1863, poco después de que El Tupungato dejara de editarse. A través de sus páginas El Tupungato buscó alinear a la provincia dentro del nuevo
orden político abierto en la Argentina tras el triunfo de Mitre en Pavón
(1861); convertirse en un “órgano de los intereses del pueblo”; y apoyar a la
facción liberal, sobre todo en tiempos electorales cuando difundía los
candidatos propuestos por el Club del Progreso (1857-1863)[13].
Finalmente La Libertad, fue fundada, en 1872, por
Nicolás Villanueva como un órgano opositor al gobierno de Arístides Villanueva.
Sus publicistas propusieron editar un periódico independiente con el propósito
de exponer los deseos y aspiraciones del pueblo. Para ello destinaron las
columnas de la nueva publicación a analizar y juzgar los actos de los poderes
públicos[14].
En términos
generales es posible identificar
un discurso pro-asociativo que se evidencia en la publicación de editoriales y
artículos que explicaban las cualidades y beneficios que otorgaba poner en
funcionamiento asociaciones que contribuyeran al progreso y la civilización;
así como también en la difusión de información relativa a: la puesta en
funcionamiento de nuevas asociaciones en el espacio local, extraprovincial e
internacional, los estatutos, actas o programas de las entidades asociativas;
las nóminas de socios; los avisos de reuniones y las actividades.
Una
primera aproximación a nuestro interrogante se desprende de la lectura de dos
editoriales publicadas en 1853 en El Constitucional.
En ellas se afirma que la libertad de asociación concedida por la Constitución
era “el primer agente de civilización y prosperidad” ya que por medio de las
asociaciones “se ponen en contacto ideas, se engendran nuevas, se corrigen las
malas y se perfeccionan todas”[15].
De esta forma cada tipo de asociación contribuía al buen desarrollo de la
sociedad mendocina, así por ejemplo las asociaciones educativas y aquellas con
fines caritativos eran consideradas fundamentales para el progreso de la “baja
clase que vive hoy en un estado de verdadera barbarie”[16].
Por su parte, las asociaciones políticas instauraban “a las clases sociales en
el guardián y ejecutor de las libertades y derechos concedidos por la ley”, al
tiempo que eran “la escuela de la democracia, en que se aprende la igualdad de
los derechos y condiciones” y su presencia revelaba “la existencia de la libertad
y del progreso intelectual”[17].
Por último, las asociaciones cuyos fines eran alcanzar el progreso material del
país y mejorar las condiciones de la sociedad, eran fundamentales “para dar
vida y poner en movimiento ingentes caudales que se encuentran muertos ya por
falta de empresarios, ya por el dolce for
niente que extingue en sus habitantes toda clase de aspiraciones
nobles”[18].
Dentro
de esta escueta categorización presentada por El
Constitucional, y a través de la lectura de otras editoriales, se
desprende la idea de que la formación de asociaciones locales era entendida
como un elemento crucial para garantizar la estabilidad y el buen
funcionamiento del reciente orden político instaurado. A través de sus
actividades los ciudadanos aprenderían a dulcificar las pasiones, salvaguardar
las libertades y custodiar la unión y confraternidad de los pueblos[19].
En efecto la puesta en marcha de las asociaciones era concebida en primer lugar
como el resultado de “la acción de las voluntades de muchos individuos
separados” que dejando de lado sus miras particulares adoptaban las de la
mayoría de sus coasociados y se convertían en “el único agente de sus propios
intereses” ya que la asociación era el “móvil regenerador” capaz de superar las
pasiones que se oponían al desarrollo del bienestar general[20].
Esta misma idea es resaltada por La Libertad,
unos años más tarde, en ocasión de la colocación de la piedra fundamental en el
edificio de la Sociedad de Artesanos de Socorros Mutuos.
Al respecto su editorial comentaba: “partiendo del pueblo la acción
regeneradora sus resultados serán más prontos y seguros y los hombres que
ocupan el poder no pondrán una perniciosa influencia”[21].
Según el periódico “el mejor protector de los intereses del pueblo es el pueblo
mismo” y los pasos dados por la Sociedad de Artesanos
constituyen un ejemplo para la sociedad mendocina pues las iniciativas puestas
en marcha por dicha entidad asociativa no han sido dejadas en “exclusiva
voluntad de los gobiernos, a los que, o no les ha convenido emprenderlas o no
les ha sido posible vencer la resistencia que encontraron”[22].
En
este punto es posible detectar cierta influencia de los escritos de Tocqueville
destinados a analizar la democracia en Estado Unidos. Para él la asociación era
concebida como:
La adhesión pública que da cierto número de
individuos a tales o cuales doctrinas, y en el compromiso que contraen de
contribuir de cierta manera a hacerlas prevalecer (…) La asociación reúne en un
haz los esfuerzos de los espíritus divergentes, y los empuja con vigor hacia un
solo fin claramente indicado por ella[23].
Esta
idea fue abonada por la prensa local en reiteradas oportunidades al colocar a
los países europeos y a Estados Unidos como ejemplos del modelo asociativo a
seguir en la provincia ya que consideraba que su prosperidad se debía al
espíritu de asociación y de empresa que tanto distinguía y engrandecía a sus
habitantes. Así, en una editorial de diciembre de 1873 El
Constitucional afirma que en esas naciones se había logrado
emprender asociaciones y empresas de forma independiente del gobierno a través
de la movilización de medios individuales a fin de alcanzar un objetivo que
redituara en beneficio de la sociedad en su conjunto:
No existiendo la asociación ni ese espíritu
de empresa que en otras partes realiza maravillas, el pueblo se acostumbra a
espéralo todo de los Gobiernos y, si estos, como sucede a menudo, se dedican
más a la política que a la labor, el tiempo pasa y se gasta el dinero con poco
provecho para los contribuyentes. Para demostrar esta verdad nos bastará
mencionar, que el teatro y la Fábrica de cristales deben su existencia a la
iniciativa del Gobierno de la Provincia, concurriendo este con la donación de
materiales para la construcción del primero, y con fondos Nacionales y
Provinciales para la terminación del segundo.
El teatro destinado para solaz de la
sociedad, conserva cerrada sus puertas tres cuartas partes del año y la Fábrica
de cristales está a punto de fracasar, o por falta de dirección, o lo que es
más probable, por faltarles el estímulo que aguijonea el interés particular
siempre activo e industrioso, cuando maneja capitales propios, pero indolente y
descuidado si tiene por asociado el interés fiscal.
Discurrimos de esta manera, persuadidos que
el día en que se despierte entre nosotros el espíritu de empresa y de
asociación, tendremos, sin necesidad de estar pendientes de la iniciativa oficial,
aguas corrientes, limpias y puras, mercados, fábricas de tejidos, baños
públicos, mejor alumbrado –menos política, menos explotadores del orden y una
paz estables y provechosa para todos[24].
No
obstante, los modelos asociativos no sólo eran extraídos del exterior.
Ciertamente las prácticas asociativas, como todo fenómeno de moda, se
propagaron rápidamente en algunas las provincias antes que en otras, y fueron
tomadas por la prensa como parámetro de civilización y progreso.
El
espíritu de asociación, como un solo hombre, arrojado en la sociedad por la
mano de Dios, es la imagen de Dios mismo, que deja en la huella de sus pasos,
impreso el sello de bonanza y ventura, de progreso y civilización a que todos
aspiramos.
Corrientes como provincia del Litoral,
debiera ser una de las más aventajadas en adelantos morales y materiales; y sin
embargo, es la que menos ha recibido los bienes que su posesión topográfica y
mil otros poderosos motivos, la colocan en primera escala para ser grande y
feliz…Todo proviene de la falta de espíritu de asociación (…)
En Buenos Aires, por ejemplo, los más bellos
edificios se hallan ocupados por cuerpos colegiados, por clubes, en los que
tienen lugar reuniones interesantes en que se ventilan mejoras morales y
positivas para todos.
Un grupo de personas se ocupa de asuntos
políticos; otro de artes e industrias[25].
En
suma, las editoriales traídas a colación permiten ilustrar la forma cómo
“espíritu de asociación” –como tantas veces lo denominó la prensa local– fue
presentado como un elemento que contribuía a la formación de un país
republicano y moderno ya que las asociaciones fueron entendidas como “escuelas”
en las que la sociedad podía aprender y asimilar los valores democráticos e
igualitarios.
Características del fenómeno
asociativo mendocino
Adentrémonos
ahora en el número y las características de las asociaciones provinciales. De
acuerdo a la pesquisa realizada en la prensa y archivos trabajados se
identificaron –por el momento– 133 asociaciones que, en una primera instancia de
la investigación, fueron ordenadas cronológicamente. A partir de esta primera
organización de la información se detectaron 3 aspectos respecto del fenómeno
asociativo mendocino: 1) la variada naturaleza de sus objetivos y la efímera
duración de la mayoría de las asociaciones; 2) la distinción de etapas dentro
del florecimiento asociativo local y 3) la distribución de las mismas en el
territorio provincial.
Clasificación del fenómeno
asociativo mendocino
A
partir de la información reunida se ensayó una clasificación o agrupación
tentativa de las asociaciones a fin de ilustrar el fenómeno asociativo en la
provincia para lo cual se atendió a la autoidentificación de las mismas. De
esta forma las 133 asociaciones registradas fueron ordenadas en 9 categorías o
grupos: 1) asociaciones políticas; 2) asociaciones culturales/educativos; 3)
asociaciones filantrópicas; 4) asociaciones de socorro mutuo; 5) cofradías; 6)
asociaciones de ocio/esparcimiento; 7) asociaciones deportivas; 8) asociaciones
comerciales y 9) otras asociaciones.
La
primera de ellas encierra, por un lado, aquellas experiencias destinadas a
suscitar actividades electorales, y por otro, las asociaciones que promovieron
el fomento de discusiones en pos de crear y/o uniformar la opinión acerca de
algún tema de interés provincial, nacional o americano[26].
Por su parte las asociaciones culturales/educativas
se caracterizaron por promover espacios destinados a estimular las “bellas
artes” (música y teatro especialmente), así como también difundir el conocimiento
en todos los rincones de la provincia[27].
El tercer grupo se conformó por asociaciones con fines
filantrópicos, las cuales estuvieron destinadas a reunir recursos
diversos para promover mejoras sociales y educativas en la provincia. Respecto
a las entidades con fines de socorro mutuo
cabe mencionar que estas fueron organizadas a partir de la procedencia u oficio
de sus socios, y su principal objetivo fue brindarles algún tipo de asistencia
o ayuda económica. En cuanto al grupo rotulado cofradías
incluyó asociaciones organizada por laicos que tenían finalidades variadas como
la veneración a una advocación de la Virgen o de un santo, la prestación de
servicios litúrgicos o caritativos, guardar el bienestar espiritual de sus
miembros, entre otras[28].
Dentro del grupo de las asociaciones de
ocio/esparcimiento se colocaron aquellas que estuvieron abocadas a
organizar actividades como tertulias, bailes y juegos a fin de generar espacios
de encuentro y distinción, sobre todo entre los miembros de las elites locales.
Por su parte las asociaciones deportivas fueron
organizadas con el objetivo de estimular la practicar de deportes orientados a
la formación armada del ciudadano. La categoría de asociaciones
comerciales, incluye aquellas entidades organizadas exclusivamente
con fines comerciales que podían encerrar desde asociaciones destinadas a poner
en marcha una empresa privada entre un grupo de socios (en algunas ocasiones
participó como tal el Estado provincial) hasta asociaciones destinadas a
fomentar el progreso en la provincia. Finalmente, dentro del grupo de otras asociaciones se incluyeron un conjunto de entidades
que debido a la variedad de sus objetivos no pudieron ser agrupadas en las
categorías ensayadas.
A
partir de dicha clasificación se agruparon las entidades localizadas en el Gráfico I, el cual ilustra la
preponderancia que tuvieron las asociaciones con fines políticos: en total se
registraron 57 clubes (42,8%). Por su parte se visualizan 24 (18%) asociaciones
con fines culturales y educativos; 14 (10,5%) asociaciones de Socorros Mutuos;
12 (9%) asociaciones con fines de ocio y esparcimiento; 5 (3,7%) asociaciones
comerciales y 5 (3,7%) filantrópicas; 7 (5,2%) asociaciones deportivas; 5
(3,7%) asociaciones con fines diversos y 4 (3%) cofradías.
Gráfico I: Porcentaje de
asociaciones mendocinas ordenas por categorías
Otro
rasgo que se distingue a partir de la organización de la información es el
carácter efímero e inestable de la mayoría de las experiencias registradas. De
acuerdo a los porcentajes presentados en el Gráfico II en
total 56 asociaciones (42,1%) tuvieron actividades durante un año o más, de las
cuales: 14 eran políticas, 15 culturales y educativas, 6 sociedad de socorro
mutuo, 5 de ocio y esparcimiento, 4 filantrópicas, 4 cofradías, 5 deportivas; 2
comerciales y 1 categorizada dentro del grupo de otras asociaciones. Las
restantes 77 asociaciones (57,8%) desaparecieron antes del año de vida o bien
porque cumplieron los objetivos para los cuales fueron creadas –como en el caso
de 43 asociaciones políticas que luego de las respectivas elecciones fueron
disueltas–; o bien porque no contaron con la participación y compromiso de sus
miembros y del resto de la sociedad mendocina, esto ha sido detectado sobre
todo en asociaciones culturales/educativas y de ocio/ esparcimiento[29].
Del resto de las asociaciones agrupadas como efímeras no se ha localizado
ningún registro sobre sus actividades, actas o miembros por lo que se infiere
que desaparecieron poco después de su creación.
Gráfico II: Duración de las asociaciones por categorías
Etapas del asociacionismo local
A
partir de las características referidas anteriormente ha sido posible
distinguir tres momentos en el desarrollo del fenómeno asociativo local, que
guardaron consonancia con coyunturas políticas específicas. El primero de ellos
abarca desde 1852 hasta 1861; el segundo de 1861 a finales de la década de
1870; el tercer momento desde finales de la década de 1870 y principios de 1880
hasta finales de la centuria. Si bien la periodización propuesta no posee igual
duración, la misma fue seleccionada por considerar que refleja cierta conexión
entre el desarrollo de la práctica asociativa, la agenda política y las
trasformaciones socio-culturales y económicas producidas en la provincia.
Durante la primera periodización
propuesta se han contabilizado en total 13 asociaciones destinadas en su
mayoría a satisfacer necesidades de índole políticas: en
total se conformaron 8 (61,5%) clubes electorales[30].
Si bien en su conjunto dichas entidades tuvieron características similares a
las conformadas en otras provincias, la lectura de las crónicas locales da
cuenta de la influencia de los emigrados argentinos en Chile en las primeras
experiencias asociativas con fines políticos. En efecto los primeros clubes
políticos registrados para esta investigación tuvieron estrechamente ligados a
la actividad política asociativa desplegadas por los emigrados en el país
trasandino. Por un lado, se instaló el Club de Cuyo o Gran Colmena, que estuvo a cargo de agentes de Sarmiento en
la provincia y que encarnaban los principios propuestos por el Club Argentino
instalado en Santiago. Por otro lado, se puso en marcha el Club
Constitucional Argentino de Mendoza, dependiente del club encabezado
por Alberdi en Valparaíso, cuyo principal líder local fue Dr. Juan Ignacio
García, quien fue distinguido político local que ocupó por entonces diferentes
cargos públicos posicionándose sobre todo en la Legislatura provincial en los
años posteriores a Caseros.
Ambos fueron conformados a partir de las
discusiones en torno a la organización constitucional luego de Caseros y
tuvieron como agenda la
urgencia de organizar la Nación, el orden y el progreso. Aunque se
diferenciaron en el programa que proponían para alcanzar tales fines y en su
adhesión al Acuerdo de San Nicolás. Esas diferencias fueron reflejadas en la
controversia mantenida por los dos cabecillas de los respectivos clubes:
Alberdi y Sarmiento, la cual había comenzado poco antes de la instalación del Club Constitucional Argentino y que se prolongó entre
mediados de 1852 y principio de 1853. La disputa se plasmó en una serie de
“cartas” –Cartas Quillotanas y Las Ciento y una–, artículos y folletos en los que ambos
personajes presentaron un escenario de la República diametralmente opuesto en
torno a episodios puntuales: la actitud ante el Acuerdo de San Nicolás, la
situación de los exiliados en Chile ante el gobierno de ese país y su actuación
en la prensa, y el rechazo de Buenos Aires al proyecto constitucional de Urquiza[31].
Esas
disputas entre los emigrados en Chile gravitaron en el escenario político
argentino. Según los estudios de Minutolo se conformaron asociaciones
políticas, dependientes de los dos clubes instalados en el país trasandino, en
distintas provincias: Córdoba, Mendoza, San Juan, San Luis, Entre Ríos, Santa
Fe, Corrientes, Buenos Aires y las provincias del Norte[32],
cuyos agentes tomaron a cada una como un “pequeño tablero donde tenían peones
diestros y activos”, que trabajaban infatigablemente: unos por la causa de
Buenos Aires y conspiraban contra la Confederación; y otros en favor de Urquiza
y su proyecto de unificación. La provincia de Mendoza fue un escenario
particular de dicha lucha ya que su cercanía geográfica a San Juan permitió que
los agentes de ambos clubes rivales ocuparan un lugar destacado de la disputa.
Al respecto Minutolo ha señalado que los porteños utilizaron al Club de Cuyo para instar la caída del gobernador de San
Juan, Benavidez, a fin de dar posteriormente por tierra con el poder de
Urquiza. Para ello contaron, además, con el apoyo de la llamada Regeneración de Cuyo –una entidad política, a cargo del Dr.
Guillermo Rawson, que recibía directivas de Sarmiento desde Chile para llevar a
cabo una acción enérgica contra la empresa urquisista– y del principal
periódico local, El Constitucional, que desplegó
una campaña de descredito contra Urquiza.
Por
su parte, en la lucha política desplegada por esos años el Club
Constitucional Argentino de Mendoza logró volcar buena parte de los
preceptos socializados en la convención constituyente provincial (1854), que
siguió a la sanción de la Constitución de 1853, dado que la carta provincial
fue redactada sobre la base de un proyecto elaborado por Alberdi[33].
Esas
experiencias asociativas vigentes en Mendoza estuvieron destinadas a crear
opinión sobre la conveniencia de organizar el estado. En los años siguientes
los clubes no desaparecieron de la escena provincial, ni nacional, sino que se
expandieron. En términos generales dichas experiencias asociativas tuvieron
como principal objetivo “uniformar la opinión” respecto a las candidaturas para
los cargos nacionales y provinciales. Para ello utilizaban dos recursos a fin
de ganar adhesiones en las elecciones: los meetings y la
política de propaganda. Los primeros se realizaban en diferentes escenarios
urbanos: el famoso paseo de La Alameda, los
teatros Variedad y El Progreso,
las casas particulares que ofrecían sus miembros al servicio de la reunión
política, e incluso, en ocasiones, se alquilaba locales para tales fines. Por
su parte, la política de propaganda ocupaba un lugar central en las actividades
del club, para lo cual sus miembros destinaban grandes esfuerzos para reunir
recursos (dinero, saberes, relaciones) a fin de publicar anuncios en la prensa,
editar panfletos, afiches y/o periódicos[34].
Un
segundo momento en el desarrollo del asociacionismo local se inició en los años
posteriores a Pavón y se extendió hasta finales de la década de 1870. Durante
esos años el asociacionismo local adquirió un nuevo impulso: en total se
registraron 81 asociaciones entre las que se cuentan 44 (54,3%) con fines políticos; 16 (19,7%) culturales y educativas;
9 (11,1%) de ocio y esparcimiento; 4 (4,9%) cofradías; 3 (3,7%) sociedades de socorro mutuo; 3 (3,7%) filantrópica; 1
(1,2%) comercial y 1 (1,2%) perteneciente a la
categoría de otras asociaciones. Dicho
recuento de las entidades puestas en marcha durante esos años nos advierte
sobre el amplio incremento del mundo asociativo, sobre todo de las asociaciones
con fines políticos, producido luego de la unificación de la Confederación. Sin
duda dicho proceso guarda vinculación con las transformaciones operadas en la
política provincial y nacional. De acuerdo a la prensa consultada, el grupo
político ubicado en la cúspide del poder provincial entendió que Pavón marcaba
el comienzo de una “nueva era” que permitiría a la República sepultar la
barbarie e instaurar definitivamente los principios de libertad y civilización[35].
En términos generales la prensa subraya la intención de buena parte de las
elites políticas y sociales de introducir una serie de reformas destinada a
abandonar el estilo caudillesco de
la época anterior con el fin de refundar la república. Estos principios fueron
plasmados en la sociabilidad local, fundamentalmente en tres categorías de las
asociaciones analizadas en esta investigación: culturales/educativas,
ocio/ esparcimiento y políticas.
Con respecto a las primeras estuvieron
orientadas a promover ámbitos propicios para la difusión de las “bellas artes”
–música y teatro– y difundir el conocimiento en toda la provincia. Su puesta en
marcha fue promovida por las elites locales con el objetivo de colaborar con el
gobierno provincial en la “reforma de las costumbres.” Una de las entidades más
representativas de esos años fue la Sociedad de los Amigos de la
Infancia de Mendoza fundada en 1867 y cuya actividad se extendió hasta mediados de la década de
1870. De
acuerdo a su “Prospecto”, publicado en El Constitucional,
se vislumbran dos razones que impulsaron su creación: por un lado, sus miembros
estaban convencidos de las ventajas de organizar una asociación para el bien de
la sociedad en su conjunto; por otro lado, quienes participan de ella entienden
que existe una necesidad imperiosa de ayudar al gobierno provincial, “cuyos
escasos recursos no le permiten hacer cuanto desearía y sería conveniente para
la difusión de la Educación e Instrucción popular”[36].
En efecto sus fundadores realizaban la siguiente lectura sobre la sociedad
local:
Tristes circunstancias que resultan de la facilidad
con que los caudillos sublevan y extravían las masas populares” provocando la
vulgarización de las masas. Ante este panorama la Sociedad de Amigos de la
Infancia de Mendoza se propuso favorecer a los niños de familias pobres y
convencer a sus padres de que los envíen a la escuela; garantizar a los
Preceptores, Preceptoras y Ayudantes apoyo y protección constante,
asegurándoles algunos recursos en caso de enfermedad y socorros a sus familias
en caso de muerte; dotar a cada establecimiento educativo de un reloj campana y
una pequeña biblioteca y distribuir premios extraordinarios a los alumnos
destacados[37].
En
cuanto sus miembros se observa una novedad: la participación de varones y de mujeres organizados en dos comités. El primero
estaba conformado por: Exequiel García (presidente provisorio), Daniel González
(tesorero provisorio) –dos políticos influyentes y de gran trayectoria dentro
de la política local– y Benjamín Lenoir (secretario provisorio), quien cumplía
por entonces la función de Inspector General de Escuela. Por su parte el comité
femenino estaba compuesto por Emilia de García (presidenta provisoria), esposa
de Exequiel Gracía y Procesa S. de Lenoir (secretaria provisoria), esposa de
Benjamín Lenoir.
Unos
años más tarde surgió la Sociedad de Amigos de la
Instrucción Popular (1870) cuyo objeto era “instruir y educar al
pueblo en general por medio de lecturas, discursos y demostraciones públicas
siendo estas lecturas las más precisas y convincentes para encaminar al bien, a
la virtud y al conocimiento de sus deberes, derechos y obligaciones, como seres
pertenecientes a la comunidad social”[38].
Esta asociación, al menos, perduró hasta 1873, fecha en la que aún encontramos
anuncios y propagandas de sus actividades en la prensa local. Una de ellas
fueron las reuniones públicas realizadas los días domingos al medio día, en la
que hombres instruidos disertaban sobre diferentes temas que podían interesar
“al comerciante como al artesano, al pobre como al capitalista”[39].
Dicha entidad estuvo dirigida por una junta directiva, la cual fue presidía por
Franklin Villanueva –por entonces rector del Colegio Nacional de Mendoza–,
quien ocupaba el puesto de presidente permanente. El resto de los cargos eran
reelegibles. En cuanto a sus socios, si bien no se han localizado las nóminas,
el acta de la instalación de la sociedad explicaba que podían asociarse todos
los habitantes de la provincia, en extranjeros o nativos, así como también
habitantes de las demás provincias de la República e incluso los transeúntes.
Por otro lado, los estatutos establecían que cualquier ciudadano, fuera socio o
no, podía dirigir la palabra al pueblo en las reuniones de los días domingo,
aunque aclaraba que estaba prohibido tratar temas de política local o nacional[40].
Finalmente,
otra asociación que tuvo cierta relevancia en los primeros años de la década de
1870 fue el Círculo de Amigos de las Letras (1871),
cuyo principal propósito fue el cultivo
de la literatura y el estímulo de sus socios en ese arte[41].
Sus miembros asistían dos veces por semanas a reuniones organizadas en el salón
de la Inspección de Escuelas y allí realizaban distintos ejercicios:
composiciones semanales sobre temas libres; composiciones semestrales sobre un
tema dado por la sociedad y concursos semestrales sobre temas dados. Los
trabajos seleccionados por la comisión recibían premios.
En
cuanto a las asociaciones de ocio/esparcimiento, la
prensa da cuenta que experimentaron una amplia difusión sobre todo a partir de
la década de 1870. En su conjunto dichas entidades asociativas tuvieron en
común su propósito de “refinar” la conducta de las elites locales compuestas
por argentinos y extranjeros[42]. Si bien en los años anteriores hubo
asociaciones que reunía a este sector en sus lujosos salones para disfrutar de
la conversación y el juego, como el caso del Club del
Progreso (1857-1863), la diferencia esencial con estas nuevas
iniciativas fue la intención de apartar de su interior las rivalidades
políticas provinciales. Para ello postularon sus socios fueran partidarios de
cualquier facción política; mientras que se fijaba que la entidad asociativa
jamás tomaría participación en la contienda electoral. Si bien la erradicación de la política distó
de conseguirse, es cierto que la política dejó de ser el principal elemento de
fractura en las relaciones sociales[43].
Esta situación queda ejemplificada en la puesta en marcha del Club Social (1874- principios del siglo XX) surgido a partir
del desmembramiento del Casino
(1869-1874) producido a partir del enfrentamiento
político local entre civitistas y gonzalistas,
y nacional entre avellanedistas y mitristas. Los fundadores de la nueva
entidad pretendieron dejar de lado las rivalidades políticas. Para ello
proponían:
Ofrecer un punto de reunión que
facilite las relaciones y comunicación concerniente al giro o profesión de los
individuos que a él pertenezcan y un centro para recoger y remover pensamientos
y medidas útiles al país, en todas las esferas de la actividad social, y en
particular las que tiendan al desarrollo práctico de las instituciones
democráticas[44].
Asimismo el Club Social
estableció que «como asociación, le está absolutamente prohibido tomar en
consideración asuntos de carácter político»[45].
Así, imitando los modelos europeos y
porteños de casinos y clubes, la nueva entidad estaba destinada, por un lado, a
consagrar un tiempo al ocio, en cual sus socios leían prensa, improvisaban
tertulias, jugaban al billar; y por otro lado, a cumplir con obligaciones o
deberes que eran acorde al proyecto liberal como encargarse de la marcha de los
negocios que promovieran el progreso de la provincia y el país[46].
Con
respecto a las asociaciones políticas se detecta que sus agendas no sólo
estuvieron abocadas a uniformar la opinión y apoyar candidaturas sino, también
a debatir sobre la naturaleza del sufragio y el funcionamiento del régimen
representativo. Sirva de ejemplo la proclama elaborada por el Club Electoral Independiente –destinado a apoyar la
candidatura de Arístides Villanueva para gobernador– que proponía la
implementación del voto censitario:
La política comprende toda la
administración del gobierno en sus tres grandes ramificaciones para hacer
positiva o fácil la dirección de los intereses generales con provecho de la
comunidad. Ella dará principio con la base que es la reglamentación del derecho
de sufragio para concederlo sólo a determinadas personas, es decir a aquellas
que tienen una determinada ilustración y una fortuna bastante para darles una
posición social desde la cual sean capaces de comprender el uso que han de
hacer de ese derecho, hoy entregado a las masas bárbaras que sólo sirven para
levantar caudillos. Una vez obtenida esta reforma las que les sigan, han de
tender todas al mayor arreglo de la administración [47]
Estas ideas fueron propagadas en los
años posteriores a Pavón por un sector de las dirigencias liberales que propuso
la modificación sustantiva de la representación a fin de regular los comicios.
Dicha aspiración generó interesantes debates en la Legislatura provincial,
plasmado en algunas leyes electorales (1864 y 1866), que proponían restringir
el sufragio entre aquellos que poseyeran propiedad, conocimiento de
lectoescritura y no dependieran de terceros –por estar enrolado en un cuerpo
armado, y/o por subordinación económica–, como condición necesaria para una
decisión autónoma a la hora de votar[48].
No obstante, pese a estos frustrados intentos de establecer el voto censitario
en la provincia, la participación en política tuvo un notable crecimiento
puesto de manifiesto en el amplio número de clubes electorales y sociedades con
fines estrictamente político que se conformaron por entonces en la provincia.
Finalmente,
la última etapa marcada para el asociacionismo local, se inició a principios de
la década de 1880 y se extendió hasta finales de la centuria. Durante ese
período se asistió a una progresiva transformación del fenómeno asociativo
local reflejada en la puesta en marcha de asociaciones impulsadas por los
inmigrantes europeos y la diversificación de objetivos de las nuevas
asociaciones locales. Esta fase, a diferencia de la anterior, coincidió con un
período de transformación socio-económico provincial motivado por el desarrollo
de la industria vitivinícola local –alentada y protegida desde el Estado
Provincial– y el precipitado aumento poblacional. Dicho aumento demográfico no
obedeció exclusivamente al crecimiento natural de la población provincial sino
a los aportes migratorios recibido ya no sólo de Chile sino también de Europa,
dando como resultado la instalación de comunidades extranjeras –sobre todo
italiana, española y francesa– en el territorio[49].
Para
este período se han contabilizado en total 36 asociaciones: 6 políticas, 4
comerciales, 3 deportivas, 11 de socorros mutuos, 2 de ocio/esparcimiento, 3
con fines diversos, 6 educativa/cultural y 1 filantrópica. Conviene precisar
que la diferencia cuantitativa respecto al período señalado anteriormente no
debe ser entendida como un movimiento descendente del fenómeno asociativo local
ya que la información reunida para esta etapa ha sido mucho más fragmentada y
escasa debido por un lado, a que la prensa trabajada no ofrece mucho volumen de
información sobre la actividad asociativa[50]
y, por otro lado, se conservan muy pocos estatutos de asociaciones en el Archivo General de la Provincia de Mendoza (en adelante AGPM). Atendiendo a estas salvedades se presentarán a
continuación algunas características del asociacionismo del período.
En
primer lugar se detecta una modificación en el tipo de asociaciones política
respecto a la década de 1870 en consonancia con las nuevas características que
adquirió la política nacional, y provincial, entre fines de 1870 y principios
de 1880. Tal como ha señalado Sábato las dirigencias que encabezaron la
organización nacional apuntaron a la centralización de la autoridad que
incluyera el monopolio de la violencia; el disciplinamiento de las dirigencias
a través de mecanismos diversos de cooptación y exclusión, y a la redefinición
de las prácticas ciudadanas. Así, en materia electoral, se buscó disciplinar la
confrontación a través de la instauración de un «partido» que, a partir de
1880, apuntó a negociar internamente las candidaturas y controlar los comicios
para evitar la competencia abierta[51].
A nivel provincial la prensa consultada da cuenta de que las nuevas
connotaciones que revistieron a las luchas electorales hicieron que los clubes
políticos que pulularon en la etapa anterior comenzaran a menguar y fueran,
poco a poco, desplazados de la competencia facciosa. En su lugar sobrevinieron
los comités (a veces también denominados club) que a diferencia
de los clubes electorales de las décadas anteriores no tuvieron un
carácter efímero y espontáneo sino que fueron parte del «partido». No obstante,
sus actividades mantuvieron algunas similitudes con aquellos: se encargaron de
la organización de reuniones para definir las candidaturas; de conseguir
adhesiones entre los distintos sectores de la sociedad local; y de obtener
recursos relacionales y monetarios para difundir las listas de candidatos.
Por
otro lado, durante las últimas décadas del siglo XIX se distingue un aumento de
asociaciones de socorros mutuos en la provincia, las cuales fueron organizadas
a partir de la procedencia u oficio de sus socios. Si bien este tipo de
experiencias habían sido ensayadas en el período anterior, sólo la Sociedad de Socorros Mutuos de Artesanos había mantenido
continuidad, las demás –Sociedad Europea de
Socorro Mutuo (1857) y Sociedad Francesa de
Socorros Mutuos (1870)–
tuvieron un carácter efímero. No obstante, la nueva coyuntura
socio-económica de la provincia a finales del siglo XIX permitió la
organización de algunas las sociedades de socorros mutuos de inmigrantes
reflejando la consolidación de ciertas comunidades como la italiana, española,
francesa y chilena en el territorio. Este tipo de asociaciones tuvieron como
objetivo ser proveedoras de servicios de asistencia, los cuales variaban de
acuerdo a la capacidad de solvencia de cada institución. En general cubrían
gastos médicos y de medicamentos de los socios enfermos; brindaban subsidios
por incapacidad; pagaban gastos de entierros; daba indemnizaciones a la familia
del fallecido; entre otros. También las asociaciones de colectividades
contemplaba cooperar para que los inmigrantes residentes y transeúntes en la
provincia no carecieran de ocupación, tuvieran facilidades en el desarrollo de
sus industrias y éxito en sus negocios[52].
Asimismo este tipo de asociaciones funcionaron como lugares de sociabilidad
cultural (en los que se transmitían determinados valores o prácticas
normativas) y política (destinados a la construcción de un horizonte
igualitario)[53].
Finalmente,
se distingue durante este período del asociacionismo local la diversificación
del espectro asociativo a través de la puesta en marcha de nuevas entidades,
agrupadas en la categoría otras asociaciones,
que abrieron nuevas perspectivas dentro del asociacionismo local. Asimismo
durante esos años se difundieron las asociaciones con fines comerciales y
surgieron asociaciones deportivas. Las primeras –en consonancia con el ideario
de la dirigencia provincial– estuvieron encaminadas a fomentar el desarrollo
industrial y económico de Mendoza. Para ello facilitaron préstamos, fomentaron
la creación de industrias, propagaron conocimientos técnicos a través de la
publicación de boletines y el dictado de conferencias, promovieron las Exposiciones Industriales en la Provincia, entre otras
medidas.
Por
su parte, las asociaciones deportivas
estuvieron destinadas al perfeccionamiento del ciudadano a través de actividades
vinculadas a los valores morales y patrióticos tales como el manejo de las
armas, el tiro al blanco y la preparación física. Este tipo de recintos
asociativos, inspirados en la moda europea, se difundieron en las distintas
provincias argentinas, sobre todo en los momentos que aumentaron las tensiones
con Chile por la demarcación de límites. Así, en los últimos años del siglo XIX
pasó a primer plano la necesidad de modernizar el Ejército y la Marina a fin de
disponer de fuerzas capaces de enfrentar a Chile, que tras su triunfo en la
Guerra del Pacífico era considerada una potencia militar. De esta forma durante
la década de los noventa el creciente clima militarista, la reorganización del
Ejército, la instrucción de soldados, la práctica de gimnasia y la formación de
jóvenes saludables fueron vistos en relación a la construcción de la
nacionalidad y la afirmación de una nación-potencia[54].
En Mendoza la fundación del Tiro Federal Mendoza
(1886), el Club de Pelota y Esgrima (1897) y el Tiro Nacional Club Mendoza (1898) estuvo orientada a
proporcionar no solo una “diversión útil y varonil” a sus socios sino a brindar
“un medio eficaz de adiestrarse y prepararse para la defensa de la Patria”[55].
Entre sus socios había tanto argentinos como extranjeros pertenecientes a los
círculos sociales más distinguidos de la sociedad local, quienes dispusieron de
los recursos necesarios para este tipo de afición.
Con
respecto a la fundación de entidades tales como el Jockey, Regatas o los
Centros Recreativos, la provincia de Mendoza, a diferencia de lo ocurrido en
Buenos Aires, recién contó con estos ámbitos a partir de los primeros años del
siglo XX. La práctica de estas actividades estuvo asociada a la posesión de
cierto status y distinción,
ante todo porque sólo podían practicarlo aquellos que pertenecían a los
sectores más acomodados ya que contaban con el dinero y tiempo necesarios. No
obstante, poco a poco la práctica de deportes se fue extendiendo a diferentes
sectores de la sociedad y este tipo de instituciones comenzaron a organizarse
también en los departamentos del interior provincial[56].
Ubicación espacial de las
asociaciones
En
relación a la ubicación espacial del fenómeno asociativo mendocino se detecta
una mayor concentración en el área que conformaba la capital provincial: 116
(87,2%) asociaciones tuvieron sede allí. Por lo general, alquilaban algún
espacio amplio y cómodo para realizar sus actividades, como el teatro del Progreso, el teatro Variedades, el
Hotel Cárdenas y el Hotel Chile,
de Hipólito Lecont, un artesano extranjero que se sirvió de dicho local para
vincularse y posicionarse en la vida social y política local. No obstante, algunas iniciativas contaron con
su propio edificio, como por ejemplo el Casino, el Club Social, el Club del Progreso
y la Sociedad de Socorros Mutuos de Artesanos.
Asimismo se ha registrado, sobre todo en los primeros años del período de
estudio trabajado, el uso de algunas casas particulares pertenecientes a
familias distinguidas de la sociedad local como sede de clubes electorales.
Por
su parte, en los departamentos se han localizado 17 (12,7%) iniciativas
asociativas. Empero, la extensión de la práctica asociativa en los
departamentos corresponde a un período tardío, recién a partir de 1870 se
detecta su actividad. Sin embargo, conviene precisar que el menor número de
asociaciones en los departamentos no significó que la población que residía
allí no participara de la vida asociativa local. Por el contrario, las
sociedades instaladas en la Ciudad contaban con miembros que vivían en
distintos puntos de la provincia ya que una asociación no atraía únicamente al
vecino del departamento sino a aquellos individuos que compartían intereses
comunes[57].
Asimismo
las prácticas asociativas desarrolladas en los departamentos se distribuyeron
de la siguiente manera: 8 clubes electorales y 6 sociedad con fines
culturales/educativos dispersas en: San Martín, San Carlos, Junín, Las Heras y
La Paz; y 3 de ocio/esparcimiento ubicadas en San Martín, Rivadavia y Maipú.
(Ver: Gráfico III/Mapa I). Respecto
a los clubes electorales localizados corroboran que la ciudad no fue el único
centro en dónde se dirimió la política, el ámbito rural jugó un papel
fundamental. Conforme a la información reunida, sobre todo a partir de la
década de 1870, existen registros de que los clubes instalados en la ciudad
formaban “comisiones electorales o departamentales” que por lo general se
encargaban de emplazar clubes que funcionaban como “células” de los
establecidos en la capital provincial a fin de movilizar las voluntades de
individuos y grupos en la arena política.
Por
su parte las asociaciones con fines culturales y educativos, mayormente,
estuvieron destinadas a construir Bibliotecas Populares en distintos puntos del
territorio provincial (San Martín, San Carlos, La Paz, Junín y Las Heras), cuya
principal ocupación fue organizar actividades encaminadas a instruir y “formar
ciudadanos útiles” por medio de lecturas populares –tanto de obras literarias
como de la prensa local–, discursos y demostraciones públicas. Finalmente, las
asociaciones de ocio/esparcimiento fueron dispuestas en los dos departamentos
más poblados del este provincial con el propósito de reunir a “hombres
honorables quienes, en interés general del Departamento y de los Departamentos
colindantes, o en su interés privado, ponen en común su celo, su experiencia,
sus luces para activar el adelanto de la agricultura, asegurar a sus productos
mercados más numerosos, examinar la utilidad de los procedimientos nuevos,
fomentar la ilustración y el gusto por las artes”[58].
Dichas instituciones contaban con lujosos salones y bibliotecas para
desarrollar sus actividades, en los cuales se habían prohibido las pláticas
sobre políticas y religión así como también los juegos de azar.
Gráfico III: Distribución de
asociaciones por departamentos
Mapa I: Provincia de Mendoza
1888
Reflexiones finales
A
lo largo de este trabajo se presentó una primera aproximación al estudio del
desarrollo del mundo asociativo en la provincia de Mendoza, entre 1852 y el cambio
de siglo, a través de su registro y caracterización. Este primer ejercicio
permite trazar algunas conjeturas preliminares. En primer lugar, se entiende
que la provincia de Mendoza, en consonancia con otras experiencias
provinciales, vivió una etapa de ebullición asociativa puesta de manifiesto
tanto en el importante número de asociaciones conformadas, así como también en
la heterogeneidad de intereses de las mismas. De acuerdo a las fuentes
consultadas se ha reconstruido un universo de 133 asociaciones que fueron
agrupadas en 9 categorías tentativas. Si bien la mayoría de ellas fueron
conformadas a partir del estímulo de la vida política local y nacional –las
sociedades y clubes políticos–; también existió una diversificación de
intereses por parte de la sociedad provincial que canalizó, por medio del
asociacionismo, iniciativas que buscaron satisfacer necesidades de tipo
culturales, educativas, ayuda mutua, ocio, entre otras. Al respecto es posible
detectar en la prensa local un constante fomento del “espíritu de asociación”,
que de acuerdo a los preceptos liberales vigentes luego de Caseros, era
entendido como un instrumento que contribuiría con el Estado provincial para
alcanzar el progreso y la civilización.
Por
otro lado, se detecta que pese al carácter efímero e inestable de un gran
número de las experiencias registradas, la actividad asociativa tuvo períodos
en los que aumentó y diversificó su espectro considerablemente, sobre todo, en
los años posteriores a Pavón. En ese sentido los clubes y sociedades de tipo
político fueron los que más se incrementaron por esos años, lo cual puede
relacionarse con el aumento de la movilización electoral puesto de manifiesto a
través de las solicitadas de adhesiones, que muestran no sólo el incremento de
individuos sino también la heterogeneidad de perfiles socio-profesionales que
componían esas sociedades; la mayor difusión de panfletos y periódicos
partidarios; la organización de clubes en los departamentos de campaña; y la
participación activa de extranjeros –sobre todo chilenos– en los debates y
contiendas electorales.
Finalmente,
el trabajo brinda evidencia empírica sobre el desarrollo del fenómeno
asociativo mendocino y muestra las particularidades respecto a otras
experiencias provinciales argentinas. De acuerdo a lo reseñado el modelo
asociativo local se nutrió, en un primer momento, de la influencia de los emigrados
argentinos en el país vecino, y también de experiencias análogas surgidas en
otras provincias. En ese sentido se entiende que, a diferencia de lo que
ocurrió en Buenos Aires o el Litoral, el fenómeno asociativo mendocino no
estuvo estrechamente ligado al proceso inmigratorio ya que fue una modalidad
preexistente en ella. Asimismo, la lectura de la prensa da cuenta del fuerte
impacto que tuvieron los ejemplos extranjeros –sobre todo de los Estados Unidos
y los países europeos– en la puesta en marcha de nuevas entidades, entendidas
por las dirigencias liberales como un elemento fundamental para el buen
funcionamiento de nuevo orden establecido.
[1] Maurice Agulhon propuso la acepción de sociabilidad en el
sentido de asociatividad para identificar un conjunto de prácticas sociales y
culturales igualitarias que facilitaron la recepción de las ideas republicanas
en Var, departamento de Provenza. En trabajos posteriores Agulhon avanzó en la
definición del objeto “sociabilidad” respecto a sus primeros trabajos e
introdujo una distinción entre sociabilidad como modalidad de interacción
social y asociación como estructura formal. (Agulhon, Maurice, La Sociabilité meridionales. Confréries et associations en Provence
orientales dans la deuxième moité du siècle, París, 1966; El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848,
Siglo XXI, Buenos Aires, 2009). En el caso de la historiografía argentina
González Bernaldo ha tomado del autor francés el concepto de sociabilidad asociativa para realizar sus investigaciones en
torno a la ciudad de Buenos Aires entre 1829 y 1862. Sus trabajos son de
referencia fundamental para este artículo. (Véase principalmente: González Bernaldo de Quirós,
Pilar, Civilidad y política en los orígenes
de la nación argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862, Fondo
de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008; “La “sociabilidad” y la historia política”,
en: Pani, Erika y Salmerón, Alicia (Coords.)
Conceptuar lo que se ve. Francois-Xavier Guerra, historiador. Homenaje,
Instituto Mora, México, 2004, pp. 419-460; entre otros). Para un análisis sobre
la noción de sociabilidad y su utilización en la historiografía véase: Navarro,
Javier “Sociabilidad e historiografía: trayectorias, perspectivas y retos”, en:
Saitabi, 56, 2006, pp.99-119.
[2] Al respecto véase: Aghulon, Maurice,
2009, Ob. Cit.; “La
sociabilidad como categoría histórica”, en: AA.VV, Formas de
sociabilidad en Chile 1840-1940, Fundación Mario Górgora, Santiago
de Chile, 1992, pp. 1-10. La historiografía argentina destinada al estudio del
siglo XIX cuenta con una prolífera agenda de investigaciones en relación al
fenómeno asociativo. En esta ocasión sólo mencionaremos algunos trabajos
abocados a la segunda mitad del siglo XIX y sobre los que hemos podido
distinguir al menos cuatro tópicos. El primero de ellos versa en torno a los espacios asociativos de ayuda
mutua impulsados por las colectividades de inmigrantes y grupos de obreros en
formación (Baily,
Samuel, “Las sociedades de ayuda mutua y el desarrollo de una comunidad
italiana en Buenos Aires, 1858-1918”, en: Desarrollo Económico,
21, 84, Buenos Aires, 1982, pp. 485-514; Cibotti, Ema, “Mutualismo y política.
Los italianos en Buenos Aires: “Unione e Benevolenza” entre 1858 y 1865. Un estudio de caso”, en Boletín del Departamento de Historia, 8, Neuquén, 1987, pp.
5-45; Devoto, Fernando, “La experiencia mutualista italiana en la Argentina: un
balance”, en: Devoto, Fernando y Eduardo Míguez (Comps.) Asociacionismo,
trabajo e identidad étnica. Los italianos en América Latina en una perspectiva
comparada, CEMLA-CSER-IEHS, Buenos Aires,
1992, pp. 169-188; Teitelbaum, Vanesa, “Asociacionismo
y mutualismo en Tucumán: una reflexión a partir de la visita de Léopold
Mabilleau en 1912”, en: Prohistoria;
21; 6, Rosario, 2014, pp. 157-182; Bravo, María Cecilia y Vanesa Teitelbaum,
“El mutualismo y la compleja relación con el gremialismo Tucumán, 1877-1914”,
en: Bravo, María Cecilia y Sandra Fernández, Formando el
espacio público: asociacionismos y política. Siglos XIX y XX, EDUNT,
Tucumán, pp. 57-78; entre otros. Otra línea interpretativa estuvo
marcada por un conjunto de trabajos que pusieron el acento en las
conexiones y/o relaciones que tuvieron las entidades asociativas con el proceso de construcción estatal
decimonónico. (Entre ellos se reconocen los
estudios de: Sábato, Hilda, La política en
las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880,
Sudamericana, Buenos Aires, 1998.;
González Bernaldo de Quirós, Pilar, 2004, Ob. Cit., pp.
419-460; Di Stefano, Roberto et al, De las Cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de
la iniciativa asociativa en Argentina. 1776-1990, Edilab, Buenos
Aires, 2002; Navajas, María José, “Los clubes
políticos en Tucumán. Discursos, representaciones y prácticas”, en Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral,
36, Santa Fe, 2009, pp. 9-35; Megías, Alícia, La
formación de una elite de notables-dirigentes. Rosario, 1860-1890,
Biblos/Fundación Simón Rodríguez, Buenos Aires, 1996; Minutolo de Orsi,
Cristina, Revolucionarios a sueldos,
Editorial Belgrano, Argentina, 1985; Vagliente, Pablo, “La ‘explosión’
asociativa en Córdoba entre 1850 y 1880: la conformación de su esfera pública”,
Cuadernos de Historia. Serie Economía y
Sociedad, 6, Córdoba, 2004, pp. 255-294; Asociativa,
movilizada, violenta. La vida pública en Córdoba, 1850-1930, Eduvim,
Córdoba, 2016; entre otros). Por otro lado, se cuentan los aportes de un conjunto
de estudios que han indagado la relación entre el desarrollo de los espacios de
sociabilidad y los grupos sociales (Myers, Jorge, “Una revolución en las
costumbres: las nuevas formas de sociabilidad de la elite porteña, 1800-1860”,
en: Devoto Fernando y Marta Madero (Dirs.). Historia de la vida
privada en la Argentina, T. I, Taurus, Buenos Aires, pp. 111-145;
Losada, Leandro “La alta sociedad y la política en la Buenos Aires del
novecientos: la sociabilidad distinguida durante el orden conservador (1880-1916)”,
en Entrepasados, 31, Buenos Aires, 2007,
pp. 81-96; Gayol, Sandra, Sociabilidad en Buenos
Aires. Hombres, honor y café, 1862-1910. Ediciones del Signo, Buenos
Aires, 2002; entre otros); así como también la interrelación entre la
sociabilidad y la vida cultural (Bruno, Paula (Dir.), Sociabilidades
y vida cultural. Buenos Aires, 1860-1930, Universidad Nacional de
Quilmes, Bernal, 2014; Fernández, Sandra, “Entre el orden científico y la
beneficencia. La experiencia del Hospital e Instituto de Enseñanza Médica del
Centenario. Rosario, 1910-1929”, en: Bravo, María Cecilia y Sandra
Fernández, Formando el espacio público: asociacionismos y
política. Siglos XIX y XX, EDUNT, Tucumán, 2014, pp.79-100; entre
otros).
[3] González
Bernaldo de Quirós, Pilar, 2000, Ob. Cit., pp.
198-199.
[4] Sábato,
Hilda, 1998, Ob. Cit. pp.
58-64.
[5] Bravo, María Cecilia y Sandra Fernández, 2014, Ob. Cit., p. 11.
[6] Sábato y González Bernaldo señalan que dicha
potencialidad se explica por la confluencia de dos circunstancias: una su
experiencia asociativa previa, que buscaron reproducirla en el país de
recepción; otra la carencia de vínculos primarios con la sociedad local, lo que
los motivó a crear una red de relaciones que pueda reemplazar esos lazos.
Asimismo, los estudios de Devoto han señalado que dichos espacios asociativos
contribuyeron a crear identidad étnica, es decir, que muchas veces el lazo
étnico fue el producto más que el impulso o causa de estas asociaciones. González Bernaldo, Pilar, 2008, Ob. Cit., pp. 281-289; Sábato,
Hilda, 1998, Ob. Cit., pp.
52-53; Devoto, Fernando, 1992, Ob. Cit., p. 180.
[7] Megías, Alicia, 1996, Ob.
Cit., p.84.
[8] Al
respecto consultar: Vagliente,
Pablo, 2004, Ob. Cit., p. 10.
[9] Algunos estudios historiográficos han abordado el tratamiento de la prensa
como una práctica productora de sentido y/o como un actor político y social
clave de los procesos de politización propios del siglo XIX hispanoamericano. A
continuación señalaremos algunas obras que marcaron la renovación del estudio
de la prensa: Duncan, Tim, “La prensa política: Sud-América, 1884-1892”, en: Ferrari, Gustavo y Exequiel
Gallo (comps.). La Argentina del Ochenta al Centenario, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, pp.
761-783; Halperin Donghi, Tulio, José Hernández y sus mundos,
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1985; Guerra, François-Xavier et. al, Los espacios públicos en
Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, Fondo de
Cultura Económica-Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos,
México, 1985; Alonso, Paula (comp.), Construcciones
impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados
nacionales en América Latina, 1820-1920, Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires, 2004 Ob. Cit.,; entre otros.
[10] Véase: Sábato, Hilda, 1998, Ob. Cit., pp. 19-21.
[11] Di Stefano,
Roberto et al, 2002,
Ob. Cit., p.105.
[12] Para un análisis sobre El Constitucional remitirse a: Varela, Fabiana, Antecedente de la literatura de Mendoza en la segunda
mitad del siglo XIX a través de las páginas del periódico El Constitucional (1852-1884), Tesis doctoral inédita,
Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, 2000; Sencillo y
de poco aparato. Literatura y costumbres mendocinas (1852-1884), Mendoza: Centro de Estudios de
Literatura de Mendoza, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de
Cuyo, 2004.
[13] Para un análisis de El Tupungato remitirse a: Martínez, Pedro Santos Repercusiones
de Pavón en Mendoza a través del periodismo (1861-1863), Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de
Filosofía y Letras, Mendoza, 1970;
Fucili, Eliana “El uso de la prensa decimonónica en la
investigación histórica. Algunas reflexiones a partir del análisis de El Tupungato (Mendoza, 1862-1863)”, en: Revista
Electrónica de Fuentes y Archivos del Centro de Estudios Históricos Prof.
Carlos S. A. Segreti; 7,
Córdoba, 2016, pp. 119-148.
[14] Algunos rasgos de esta publicación han
sido analizados anteriormente en: Fucili, Eliana, “Publicistas, editores y
redactores itinerantes en la formación de la agenda pública de una provincia
del interior argentino. Mendoza, 1852-1880”, en: Bicentenario,
Revista de Historia de Chile y América, 14, 1, Santiago de Chile,
2015, pp. 19-42.
[15] Biblioteca Pública General San Martín
(En adelante BPGSM), El Constitucional, 03/10/1853,
p.4.
[16] BPGSM, El Constitucional, 18/12/1853, p.3.
[17] BPGSM, El Constitucional, 3/10/1853, p.4.
[18] BPGSM, El Constitucional, 18/12/1853, p.3.
[19] BPGSM, El Constitucional, 3/10/1853, p.4.
[20] Al respecto véase: BPGSM,
El Constitucional,
3/10/1853, p.4 y BPGSM, El Constitucional, 18/12/1853, p.3.
[21] BPGSM, La Libertad, 2/6/1872, p.2.
[22] BPGSM, La Libertad, 2/6/1872, p.2.
[23]
Tocqueville, Alex, La Democracia en América, Fondo
de Cultura Económica, México, 1835/1840. (Edición consultada 1992), p. 206.
[24] BPGSM, El Constitucional, 9/12/1873, p.2.
[25] Biblioteca Pública de la
Universidad Nacional de La Plata (En adelante BPUNdlP), El Tupungato,
18/10/1862, p.1. (La editorial se titula
“El espíritu de asociación de La Libertad”. Fue trascripta de un diario correntino)
[26] Un criterio similar ha sido propuesto
por Megías para el caso de Rosario. La autora distingue dos grandes estilos de
nucleamiento de asociaciones políticas: unas “ideológicas” que propiciaron la
propagación de posicionamientos ideológicos globales/supranacionales pero que
no tuvieron entre sus propósitos participar en los comicios. Otras, fueron
estructuras políticas móviles que aparecían a la luz pública en vísperas de
elecciones conformando clubes para participar en los comicios. Al respecto
consultar: Megías, Alícia, 1996, Ob. Cit., Cap.
IV.
[27] Estas iniciativas estuvieron insertas en el
programa romántico de crear una cultura nacional. Véase al respecto: Malosetti
Costa, Laura, Los primeros modernos. Arte y sociedad en
Buenos Aires a fines del siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, Buenos
Aires, 2001.
[28] Este tipo de asociaciones han sido
definidas y analizadas en Di Stefano, Roberto y otros, 2002, Ob. Cit., pp.33-43.
[29] Al respecto pueden consultarse, entre
otras, las trayectorias fallidas de: las Sociedad Filarmónica
(BGSM, El Constitucional, julio-septiembre de
1864); Sociedad Club Social de Jóvenes (BGSM, El Constitucional, 03/1876, p.3) y del Club Social
y Comercial (BGSM, El Constitucional,
1878, p.2).
[30] También se constituyeron 2
asociaciones con fines culturales y educativos, 1 destinada al ocio y
esparcimiento, 1 filantrópica y 1 sociedad de socorro mutuo. Todas ellas
tuvieron una efímera duración y las fuentes disponibles no han permitido reunir
información respecto a la nómina de socios ni actas.
[31] Mayer, Jorge, “Estudio preliminar y
notas”, en: Polémica Alberdi-Sarmiento. Cartas Quillotanas, Las
ciento y una/Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento,
Losada, Buenos Aires, 2005, pp. 11-12.
[32] Sobre las confrontaciones entre clubes
en las diferentes provincias remitirse Minutolo de Orsi, Cristina, 1985, Revolucionarios a
sueldos. Buenos Aires, Editorial Belgrano, pp. 329-330.
[33] Con respecto a la influencia del
pensamiento de Alberdi en la sanción de la Constitución Nacional (1853) y Provincial
(1854) remitirse a Pérez Guilhou, Dardo, El pensamiento conservador
de Alberdi y la Constitución de 1853. De Palma, Buenos Aires, 1984.
[34] Los diarios u hojas editadas muchas
veces no fueron conservadas aunque sobre su existencia y difusión da cuenta El Constitucional, nuestra principal fuente de información.
También puede consultarse: Bragoni, Beatriz «Los avatares de la representación.
Sufragio, política y elecciones en Mendoza, 1854-1881». En: Sábato, H y A.
Lettieri (Comps.) La vida política en la Argentina del siglo
XIX. Armas, votos y voces. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
2003, pp.205-221.
[35] El Tupungato, 8
de marzo de 1862 y 18 de setiembre de 1862.
[36] El Constitucional,
29 de Octubre de 1867.
[37] El Constitucional Ob. Cit.
[38] “Acta de Instalación”. (BGSM,
El Constitucional,
14/7/1870, pp. 2-3)
[39] BGSM, El Constitucional, 19/7/1870, p.2.
[40] “Acta de Instalación”. (BGSM,
El Constitucional,
14/7/1870, pp. 2-3)
[41] “Proyecto de estatutos” (BGSM,
El Constitucional,
26/12/1871)
[42] Al respecto véase: “Estatutos para el
Club Social” (BGSM, El Constitucional, 12/5/1874, p.3); “Ideario del Club Social
y Comercial” (BGSM, El Constitucional, 23/4/1878, p.2); “Programa Club Mendoza” (BGSM,
El Constitucional,
7/4/1879, p.3).
[43]
Losada, Leandro, La alta sociedad en la
Buenos Aires de la Belle Époque: sociabilidad, estilo de vida e identidades,
Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, pp.177-184.
[44] “Proyecto de estatutos para el Club
Social” (BGSM, El Constitucional, 12/05/1874,
pp. 2-3).
[45] “Proyecto
de estatutos para el Club Social” Ob. Cit.
[46] Al respecto véase: para el caso
porteño: Losada, Leandro, 2007, Ob. Cit. Para
el estudio de la sociabilidad en Hispanoamérica: Casaús Arzú, Marta, “La
creación de nuevos espacios públicos en Centroamérica a principios del siglo
XX: la influencia de redes teosóficas en la opinión pública centroamericana”,
en Revista UNIVERSUM, 17, Chile, 2002, pp.
297-332; entre otros. Para el análisis de algunos casos europeos véase:
Cattaruzza, Mariana, “Tra lógica cetuale e società borghese: il “casino
Vecchio” di Trieste (1815-1867)”en Quaderni Storici,
2, Italia, 1991, pp. 419-450; Morton, Graeme, Boudien de Vries y Morris
(Eds.), Civil society, associations, and urban places:
class, nation, and culture in nineteenth-century Europe, ASHGATE,
England, 2006; Zozaya Montes, María, Casino de Madrid: ocio,
sociabilidad, identidad y representación social. (Tesis Doctoral).
Universidad Complutense de Madrid, España, 2008; entre otros.
[47] Arístides
Villanueva candidato para gobernador. Afiche de propaganda mural, fechado en
Mendoza, abril 8 de 1870. Tamaño 60 x 45 cm. Transcripto en: Roig, Arturo, El pensamiento de don Manuel Antonio Sáez. Las ideas políticas en Cuyo
(una contribución para el conocimiento de la escuela política del federalismo
científico), Instituto de Estudios Políticos y Sociales, Mendoza,
1960.
[48] Para abordar estas cuestiones véase
Bragoni, Beatriz, “Cuyo después de Pavón: consenso, rebelión y orden político,
1861-1874”, en: Bragoni, Beatriz y Eduardo Míguez (Coords.) Un nuevo orden político. Provincias y Estado Nacional 1852-1880.
(29-60), Biblos, Buenos Aires, 2010; Pérez Guilhou, Dardo, “Repercusiones de
Pavón en Mendoza (1859-1870)”, en: Pavón y la crisis de la
Confederación. Equipo de Investigación Histórica, Buenos Aires, 1965,
pp. 561-590. Asimismo véase García Garino, Gabriela, “Un abordaje de la
legislación electoral mendocina entre 1852 y 1881: debates, representación y
legitimidad”. Ponencia presentada en el XII Congreso
Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina
de Análisis Político y la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales, 2015. En dicho trabajo la autora analiza los
debates legislativos que giraron en torno a cómo evitar la participación de los
comicios de aquellos que no cumplieran las condiciones que las dirigencias
consideraban necesarias para un ejercicio cívico autónomo.
[49] Segundo Censo Nacional,
1895. [en línea]
http://www.deie.mendoza.gov.ar [Consulta:
3 de septiembre de 2016]. Con respecto a
las características de la provincia entre 1880 y 1910 puede consultarse Roig,
Arturo, Pablo Lacoste y María Satlari, Mendoza a través de su
historia. T. I, Caviar Bleu, Mendoza, 2004; entre otros.
[50] En un trabajo anterior señalamos las
etapas del periodismo mendocino en la segunda mitad del siglo XIX, destacando
que entre 1880/1890 y principios de la siguiente centuria se produjo el
nacimiento del periodismo de empresa que, según ha distinguido Roig, constituyó
la expresión de una sociedad en pujante despertar económico y la aparición de
un periodismo especializado que respondía a los intereses de los grupos
literarios, de las colonias extranjeras, de determinadas clases sociales, etc.
[51] Remitirse a: Sábato, Hilda, “Los
desafíos de la república. Notas sobre la política en la Argentina pos Caseros”,
Estudios Sociales, Revista Universitaria Semestral,
46, Santa Fe, 2014, pp.77-117. Para el tratamiento de la cuestión electoral en
la Argentina a finales del siglo XIX, véase Sábato, Hilda, Marcela Ternavasio, Luciano
De Privitellio y Ana Virginia Persello, Historia de las elecciones
en la Argentina (1805-2011), Editorial El Ateneo, Buenos Aires,
2011; Ternavasio, Marcela, La revolución del voto.
Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2002; Sábato, Hilda, 1998, Ob. Cit.; entre otros.
[52] Archivo General de la Provincia de
Mendoza (En adelante AGPM), Sección Independiente. Estatuto de la Sociedad “Unión Chilena” de Socorros Mutuos,
1885, Asimismo para un tratamiento de esta temática en el territorio argentino
a finales del siglo XIX, véase Di Sefano, Roberto y otros, 2002, ob. Cit., pp.
99-165.
[53] Devoto, Fernando, 1992, Ob. Cit. pp. 180-181.
[54] Bertoni, Ana Lía, Patriotas,
cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a
fines del siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007,
p. 213.
[55] AGPM, Sección Independiente, “Estatutos del Tiro Nacional Club
Mendoza”, 1898.
[56] Existen algunas investigaciones que
han analizado la extensión de este tipo de prácticas en la Buenos Aires
finisecular. Al respecto véase: Losada, Leandro, 2008, Ob.
Cit.; Troncoso, Oscar, “Las
formas del ocio”, en: Romero, José Luis y Luis Alberto Romero, Buenos Aires. Historia de cuatro siglos, T. II. Desde la ciudad burguesa (1880-1930) a la ciudad de
masas (1930-2000), Altamira, Buenos Aires, pp.143-187; entre otros.
[57] Algo similar ha evidenciado Pilar
González Bernaldo para la ciudad de Buenos Aires, en la que el modelo de
implantación tendió a romper con la organización del espacio urbano en
sociabilidad de barrio regida por la parroquia. González Bernaldo de Quirós,
Pilar, 2008, Ob. Cit., p. 281.
[58] BGSM, Eco de Mendoza, 12/07/1890, “Acta del Club Unión de
Rivadavia”, p. 3.