Revista Andes, Antropología e Historia

Vol. 1, Nº 30, Enero-Junio 2019

    

Esta obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC    https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676

 

 

MORIR LEJOS DE CASA.

MARCAS IDENTITARIAS DE LA MIGRACIÓN MASIVA EN ARGENTINA

 

DYING AWAY FROM HOME.

ARGENTINA’S MASSIVE MIGRATION IDENTITY MARKS

 

 

Celeste Castiglione

Dra. en Ciencias Sociales

Universidad Nacional de José C. Paz

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Argentina

castiglioneceleste@yahoo.com.ar

 

                              

Ingreso: 14/08/2017

Aceptado: 16/11/2018

 

 

Resumen

Consideramos que lo funerario es un campo de estudio relativamente autónomo en donde se evidencian luchas que se despliegan en el campo social: un lugar que los grupos migrantes también tuvieron que conquistar y negociar. Dentro de estos espacios de identidad, hemos identificado tres grandes grupos: los cementerios municipales con panteones de Asociaciones de Socorros Mutuos (ASM), los cementerios de los llamados “disidentes” –correspondientes a las corrientes protestantes-, y los cementerios israelitas. En el presente trabajo, nos concentramos en el primer grupo a través de un recorrido por más de ciento sesenta cementerios de las principales provincias de acogida de la migración europea entre 1880 y 1914, a fin de relevar los aspectos simbólicos y espaciales que se desarrollaron durante ese período.

Palabras Claves: Espacios funerarios, Migración europea, Argentina, Símbolos

 

 

Abstract

We consider that the funerary matter is a relatively autonomous study field where the struggles taken up in social spaces become evident: a place where migrant groups also had to conquer and negotiate. Within these identity spaces, we have identified three main groups: municipal cemeteries, with mausoleums of Mutual Aid Associations (ASM), the cemeteries of the so-called "dissidents"–corresponding to the Protestant currents—and the Israeli cemeteries. The present work focuses on the first group through more than one hundred and sixty cemeteries studied from the main provinces that received European migration (1880-1914), with the objective of considering the symbolic and spatial aspects that were developed during that period.

Key words: Funerary places, European migration, Argentina, Symbols

 

 

 

 

“No seas vano!Da lugar al pensamiento para que discurra y veas,

qué lo más que aquí deseas, es todo un poco de viento.

No labres sin fundamento, máquinas de vanidad, pues la mayor magestad

en el sepulcro se encierra, donde dice, siendo tierra, aquí llace la verdad”.

Leyenda inscripta en el panteón de la

Asociación Española de Socorros Mutuos

de Dolores. Fundada en 1883.

 

 

Introducción

 

En las últimas décadas los estudios migratorios en la Argentina han recorrido numerosos aspectos de la vida de los extranjeros en donde se destacan los vinculados a las  migraciones históricas y a las recientes. Dentro de ese marco las investigaciones sobre los migrantes se han focalizado en los diversos aspectos relacionados con la historia, la inserción laboral, la conformación familiar, el entramado asociativo, las formas de vivir la religiosidad, las internas políticas, así como la construcción de la identidad en sus múltiples aspectos. La muerte en la sociedad de destino era mencionada de manera indirecta a partir de celebraciones, personajes ilustres o relatos biográficos pero no como un tema específico de estudio. Morir en un país distinto al propio enfrenta a los individuos a un esquema cultural diferente, en donde las experiencias aprendidas y vividas del pasado se encuentran con un nuevo escenario. El fallecimiento de un miembro del grupo étnico moviliza cuestiones afectivas, redimensionando el aquí y el allá, poniendo en tensión  los lazos comunitarios y generacionales, llevando inevitablemente a reflexiones individuales y colectivas. Por esa razón, coincidimos con Vidor (2014)[1], en que en esas circunstancias, hay una necesidad de satisfacer la mente, desactivando la certeza de la finitud, emprendiendo acciones (velatorio, entierro y duelo) que den consuelo pero que al mismo tiempo se concentren en un determinado lugar para que no ocupen todos los espacios de la vida y el grupo de pertenencia pueda seguir funcionando[2].

El presente trabajo tiene como objetivo estudiar los panteones de las asociaciones migrantes que arribaron a la Argentina entre 1870 y 1914 en sus aspectos materiales y simbólicos, y la forma que estas eligieron para emplazarse en los cementerios municipales de las provincias receptoras de la gran mayoría de las corrientes transoceánicas arribadas.

Este fenómeno se da en consonancia con la adopción por parte del incipiente Estado Nación de una ideología liberal en lo político y económico pero conservadora en lo social. De esta manera, en el marco de un modelo agroexportador, Estado y migraciones crecieron juntos, necesitándose mutuamente. La élite dirigente que gobernó la Argentina entre 1880 y el Centenario adoptó un paradigma de ideas y creencias acerca de la incorporación de los flujos migratorios a la sociedad. En este marco se aplicaron prácticas reguladas que contenían todos los aspectos de la vida social, incluyendo las prácticas mortuorias. El mundo simbólico diseñado por los gobernantes, se encontró con una migración heterogénea y de carácter masivo, que en 1914 llega a ser el 29,9% de la población total[3], con la que debió negociar espacios y poder.

Los panteones de asociaciones migrantes fueron la principal forma elegida para llevar a cabo el ceremonial funerario de manera étnica y colectiva. Estos, se encuentran en los cementerios municipales que desde el siglo XIX presentan importantes transformaciones que evidencian la conformación de la estructura social en la que estaban insertas las corrientes migratorias, de las familias y personalidades que se consideraban importantes[4], los eventos destacados y las organizaciones locales relevantes[5]. El cementerio es un espacio singular, con operatorias polivalentes que es resignificado en la modernidad. Michel Foucault lo denomina contraespacio, una heterotopía (contradictoria con la noción de utopía)[6] existente en todas las sociedades que, aunque adquiera formas variadas, está presentes desde tiempos inmemoriales en la cultura occidental. En ese sentido, las transformaciones políticas y económicas de la sociedad del XIX, con su aplicación en lo urbanístico, condujeron a un fenómeno particular: “(es) a partir del siglo XIX cuando cada persona tiene derecho al nicho y a su propia podredumbre: pero, por otro lado, sólo a partir del siglo XIX es cuando se comienzan a instalar los cementerios en la periferia de las ciudades[7]. El cementerio será relocalizado en las afueras del ejido urbano y retirado de los alrededores de las iglesias y parroquias. Esta dinámica de la individualización de la muerte y de la apropiación burguesa del cementerio se realiza en el momento de la revolución económica, que a nivel mundial modifica el orden de producción y redistribuye los espacios y propiedades territoriales.

Coincidimos con Carlota Sempé y Emiliano Gómez Llañes[8] en que las evocaciones funerarias constituyen de por sí un campo de estudio y sus expresiones pueden leerse como textos en donde se manifiestan sus ideas. En esa línea, estos autores demuestran la relación existente entre ideología y expresión funeraria, y el modo en que estas constituyen manifestaciones de sectores sociales específicos. Los estudios de Sempé[9], serán pioneros en esta temática en la que queremos profundizar para el caso de los grupos migrantes en Argentina[10].

El lugar que los migrantes pudieron adquirir para homenajear a sus muertos da cuenta de gestos políticos e ideológicos[11], ya que la adquisición del mismo y las características de los panteones son una expresión de poder, inversión de tiempo y capital, que sobre todo a fines del siglo XIX no abundaba[12]. El panteón constituía una importante condensación de sentidos y memoria comunitaria, un mensaje para los que quedaban. En ese lugar que el fallecido ayudó a erigir y que ahora lo alberga, es posible vislumbrar algunos rasgos específicos de su tiempo como así estructuras y orientaciones sociales.

 

 

 

Aspectos metodológicos

 

El presente trabajo abarca una etapa de nuestra investigación, en donde relevamos cementerios reconocidos por las autoridades municipales[13]. A fin de adentrarnos a esta temática se recorrieron 160 cementerios entre junio de 2015 y enero de 2018. En Argentina se visitaron en la Ciudad de Buenos Aires (5), Gran Buenos Aires (32), Provincia de Buenos Aires (75), Santa Fe (1), Entre Ríos (7), Chubut (2), Catamarca (5) y Córdoba (12). A los fines comparativos se visitaron 21cementerios en otros países[14]. Dentro de esta búsqueda hemos encontrado 173panteones, en donde la adscripción a la nacionalidad estaba presente dentro del marco asociativo.

El relevamiento tiene como herramientas el trabajo de campo en los cementerios, entrevistas con miembros de Asociaciones de Socorros Mutuos (en adelante ASM) activas, historiadores locales, registro fotográfico, así como el reconocimiento de las dimensiones del panteón, estudio bibliográfico de la ciudad y del contexto socio histórico. La delimitación del espacio cubre un importante territorio en las provincias mencionadas de la Argentina, en donde se estableció, en forma mayoritaria la migración masiva (Mapa N°1).

De este recorrido, hemos relevado sólo las manifestaciones funerarias que evidencian una clara referencia a su nacionalidad o adscripción étnica y que hemos agrupado de la siguiente manera: a) cementerios con panteones, b) cementerios de disidentes (pertenecientes al protestantismo, a veces inserto en un sector de los municipales, colindantes o independientes), c) Israelitas, d) sin panteones y/o de tipo parque y por último, e) abandonados.

Nos concentraremos en el punto a. Los panteones adquieren diversas formas: pueden ser como casas, templos o frontispicios con nicheras a los costados. De manera general poseen, en el interior, un espacio religioso o altar donde se recibe el cuerpo, -de variada dimensión coherente con el tamaño del panteón-, así como diferentes procedimientos de guardado del cajón: ataúdes completos, nicheras apoyadas en el perímetro y columbarios o estantes numerados para reducciones y cenizas. Puede haber también una pared destinada a colocar placas evocativas que se recuperaron de las reformas. El panteón es como una pequeña iglesia privada, siendo parte de un camposanto, que al mismo tiempo es nuevamente consagrado por las autoridades eclesiásticas que esa comunidad elige el día de su fundación.

 

   

Mapa N°1: Cementerios recorridos en provincias de Argentina

 

Referencias

1.       CABA (5)

2.       Gran Bs. As. (32)

3.       Prov. Bs. As. (75)

4.       Santa Fe (1)

5.       Entre Ríos (7)

6.       Córdoba (12)

7.       Catamarca (5)

8.       Chubut (2)

 

 


Fuente: Elaboración propia en base a lo recorrido.

 

 

Con respecto al grupo a es importante describir que la gran mayoría de los cementerios visitados poseen una planificación arquitectónica en forma de cruz[15]: una vía central -de especial relevancia material y simbólica-, continuación del pórtico por lo general monumental; y otra transversal, propia de los construidos a fines del siglo XIX. Este diagrama, además de la referencia religiosa, también contribuía al cruce de vientos, así como al trazado interno de espacios verdes y demás disposiciones sanitarias, que comienzan a implementarse y que son propias del paradigma higienista normativizado por el Estado[16]. Existen también otras calles secundarias que evidencian jerarquía: las dos que se abren desde el descanso, que en estos cementerios se ubican en la nave central con figuras evocativas (religiosas, estatuas, cruces o monolitos de una fecha importante para la comunidad); así como también las dos calles que se suceden ni bien se traspasa el frontispicio y que forman parte de un segmento del perímetro. Emplazar un panteón en estas directrices facilita su localización.

Nos parece sumamente relevante consignar la magnitud del edificio, ya que implica una negociación importante así como un desembolso de capital y materiales, que la ASM[17] ha derivado a tales efectos. Estas entidades mutualistas han sido el principal vehículo para tramitar, en forma comunitaria, el tema de la muerte en todos los grupos estudiados. Para esquematizar el análisis, se establecieron tres categorías a partir del panteón más pequeño y el más grande registrado, en valores aproximados: una de 5x5 mts; la segunda mediana (por lo general rectangulares) de frente amplio entre 20 y 25 mts y un fondo de 5mts o viceversa y por último los monumentales, de 25 x 25mts.

Asimismo, nos parece significativo seguir los enfoques que postulan que “las obras arquitectónicas pueden ser leídas como un texto que dará cuenta de las características sociales de los individuos que mandaron a construirlas en un momento histórico y lugar particulares[18] siendo elementos de comunicación cultural[19]. De manera que el análisis de los estilos arquitectónicos, nos dará una aproximación a la condensación de sentidos que las ASM querían transmitir, ya que estos se constituyen no sólo como un momento evocativo para el presente –lugar de celebración anual por los socios fallecidos, por ejemplo-, sino también como el conjunto de marcas del pasado que la ASM quiere comunicar a las futuras generaciones.

Dentro de esta línea consideramos que profundizar en los símbolos que las ASM han elegido para que se encuentren en su frente, es también un aspecto de la implicancia política que poseía. No se trataba sólo de conseguir un espacio en el cementerio municipal sino también lograr construirlo de acuerdo a las representaciones icónicas identitarias que quisieran mostrar.  De manera que coincidimos con que

 

todo producto ideológico (ideologema) es parte de la realidad social y material que rodea al hombre, es momento de su horizonte ideológico materializado [...] establece una relación entre los individuos de un medio social más o menos extenso, relación que se expresa objetivamente en reacciones unificadas de la gente: verbales o gestuales, actos [de] organización, etc…la significación no existe sino en la relación social de la comprensión, esto es, en la unión y en la coordinación recíproca de la colectividad ante un signo determinado[20].

 

Para estudiar estas marcas étnicas, tomamos la definición de María Bjerg[21] que las consideradas como una intervención de los grupos y sus ideas colectivas que imprimen en el paisaje un cambio y un emblema de sus representaciones. En el siguiente apartado haremos un breve pasaje sobre el escenario en donde se erigieron.

 

Cementerios municipales con panteones de ASM

 

La gran mayoría de los cementerios municipales en la Argentina, como los conocemos ahora, han tenido su origen a raíz de la epidemia de fiebre amarilla de 1871, que marcó un hito sanitario de tal envergadura que el Estado debió intervenir construyendo necrópolis en las afueras de la ciudad. Asimismo, en los pueblos que se iban consolidando con población y estructura, los cementerios ya tenían que emular los europeos, cumpliendo con criterios higienistas para su planeamiento y ejecución. De manera que estos han sido parte y un elemento más de la modernidad. Los antiguos enterramientos de los pueblos originarios quedaron en los campos; y los de la colonia, poco a poco se fueron incorporando al subsuelo del ejido urbano que, a partir de 1870, comienza a crecer de manera constante, nutrida por las migraciones.

En sus planteos conceptuales básicos, el modelo arquitectónico a seguir estaba en Europa: la ciudad ideal debía ser como un organismo, un cuerpo sano, con lugares para todas las funciones, estático y ordenado. Por esa razón, nos parece sumamente útil el trabajo de Bellanger y Tartakowsky[22] quienes dan cuenta de que a fines del siglo XIX, la muerte empieza a ser un asunto público, así como también político, reglamentario, patrimonial y de memoria. Por un lado, el Estado laico de la Generación del 80, comienza a esmerilar el rol de las Iglesias y la configuración parroquial vinculada a su poder de registro en nacimientos, matrimonios y muertes, para que esto pase a ser una tarea oficial; lo cual generó no pocos conflictos. La disminución de las funciones religiosas que antes penetraban hasta el espacio más privado de las personas, ahora comienza a verse restringida y los cementerios, ya separados, serán un lugar donde los curas concurrirán a brindar servicios particulares. Esto es un gran cambio con respecto a las concepciones aldeanas (tanto de los locales como de los migrantes), en donde el campanario era la referencia, el “faro” constituyéndose como el instrumento de comunicación para los caseríos alejados. El campanario de los “muertos” como lo llaman algunos[23] y la tarea de blandirlo, otorgaba una jerarquía, cuando alguno de los locales quedaba designado.

Las viejas concepciones debían contemplar que el trayecto de la iglesia al camposanto no debía ser largo, ni arduo, ya que se transportaba el cajón a mano, y como expresa Régis Bertrand[24].

 

También se observa frecuentemente en el terreno la preocupación por avistar el campanario desde el cementerio, lo que puede explicarse eventualmente por el hábito que tenían los curas, cuando estaban contiguos a la iglesia, de rezar las últimas oraciones vueltos hacia la cruz del campanario; en realidad, probablemente el hecho de ver el campanario también era tranquilizante para los vivos.

 

Cita Fernando Devoto, que en la aldea o los caseríos, la torre de la Iglesia era lugar de pertenencia, el eje de las experiencias y mitos identitarios, que se resume en este breve relato sobre un campesino del sur de Italia que “conservó la calma perfectamente hasta que perdió de vista el campanario, es decir, el punto de referencia en torno al cual se organizaba su espacio de vida”[25].

La modernidad y sus nuevos actores trastocan los viejos esquemas de pensamiento y los nuevos, paulatinamente van a encontrar nuevas jerarquías y escenarios donde plasmar su legitimidad. Uno de esos lugares es la ciudad de los muertos en donde familias ilustres, personajes individuales representativos (pintores, escultores, escritores, poetas, maestros y médicos por ejemplo), congregaciones religiosas, estamentos militares, partidos políticos, sindicatos, gremios, oficios y asociaciones de socorros mutuos se representen. Es sobre estas últimas sobre las que nos queremos concentrar.

En los cementerios, los panteones de sociedades mutualistas se empezaron a construir tempranamente constituyéndose como espacios en donde se concentraba la ritualidad religiosa y étnica. Coincidimos con Eva Reimers (1999)[26] en que los rituales son instancias en donde la identidad se actualiza y se pone en primer plano la quintaesencia de la individual y la colectiva. En ese sentido consideramos que siempre posee un porcentaje de hibridación inherente a la situación migratoria. En esa línea nos preguntamos con esta autora si los rituales se usan para robustecer, subsumir o fusionar fronteras sociales, porque se constituyen como auto-representaciones, acciones performativas que muestran a la sociedad adónde pertenecen y quiénes son. Esto se evidencia especialmente en los cementerios argentinos analizados, que permiten la posibilidad de construir los edificios funerarios con las ornamentaciones simbólicas (religiosas, políticas, asociativas y/o masónicas) y materiales: mármoles, metales, maderas y telas, sumado a subsuelos y pisos, que auspician diferenciaciones y constituyen rasgos que llevan a la comparación de unos con respecto a otros. Del mismo modo que en las plazas de los pueblos se concentra la actividad institucional, religiosa y educativa, el juego de poderes en los cementerios se manifiesta en función de la nave central, lo que se observa al entrar y de su localización inmediata. Este es un punto importante porque la corriente anglosajona de los cementerios parque apunta a la homogeneización de lápidas y tumbas.

Al mismo tiempo una construcción funeraria étnica actúa en coordenadas espacio temporales entre el “aquí” y el “allá”, dado que es en “ese lugar” donde los antepasados concurrieron por otros connacionales y ahora se encuentran sepultados, donde se realizó un homenaje o se convocó por una cuestión en particular (la muerte de los pioneros, personajes notorios, de quienes actuaron en algún evento histórico), cerrando la brecha del pasado con el presente y construyendo sentido a futuro. Por otro lado, en el caso de las asociaciones étnicas, las distancias y la muerte, son aspectos fundamentales, porque será en ese lugar donde los familiares que no pudieron llegar a tiempo, concurran a rendir honores. De manera que el cementerio se constituye como un nuevo “hogar”, donde las generaciones pueden volver a unirse[27].

Asimismo, teniendo en cuenta que las migraciones llegadas no eran disruptivas con la cultura religiosa vernácula, los panteones ¿representaron un mantenimiento de la matriz cultural o fueron un límite? ¿O combinaron las dos estrategias? ¿Existe, como estudia Guibord (2013) una modificación en las costumbres, abriendo una nueva identidad?

En relación a lo expuesto, nos parece oportuno contextualizar de manera muy breve, las corrientes migratorias que llegaron en el período de apogeo de la migración, entre 1880-1914, pero que se origina durante la etapa colonial dado que ya se había conocido en Europa la fertilidad de la llanura pampeana. El llamado a la migración para poblar el territorio, tuvo intermitencias y discontinuidades marcadas por la inestabilidad política de la Argentina en el siglo XIX[28]. Recién en la década de 1880, la necesidad de mano de obra para nutrir el modelo económico y la forma en la que la Constitución Nacional invitaba, así como el idioma y el catolicismo, sirvieron de base para que el Río de la Plata fuera un destino atractivo.

De manera que, desde fines del siglo XIX a las primeras décadas del XX, la migración europea en la Argentina, adquiere el carácter de masiva. Este proceso coincidió con la adopción del modelo agroexportador, amén de la expansión de la frontera agropecuaria y el desarrollo del ferrocarril, que retroalimenta el sistema. “Era la economía la que brindaba el principal incentivo para emigrar a la Argentina y no el Estado[29], que al poco tiempo deja librado al migrante recién llegado, a las redes étnicas, luego de su paso por el Hotel de Inmigrantes.

 

 

Gráfico N°1: Principales nacionalidades que ingresaron a la Argentina (vía ultramar de 2ª. y 3ª. Clases)

 

 

Fuente: CEMLA. Memoria de la DNM, 1956.

 

 

Los españoles habían sido parte de la historia colonial, pero al principio del XIX, la situación de España, como país expulsor, se acrecienta, y Buenos Aires era un territorio ya conocido. Su relación con los criollos permitía un intercambio temprano, pero tuvieron que sufrir momentos de hispanofobia, que comienza a distenderse luego de la batalla de Caseros (1852). En 1853, se sanciona la Constitución Nacional y una década después se sucederán los gobiernos de Mitre, Sarmiento y Avellaneda.

Hacia 1885, la mayor densidad de emigrados provenía de Galicia, Asturias, Comunidad Valenciana y Murcia, para ampliarse de manera significativa en 1910, sumándose Castilla y León, Andalucía, el País Vasco y Cataluña.  Su ocupación se centró, fundamentalmente en el ámbito urbano y con una fuerte presencia en empleos semicualificados o no cualificados y pequeños comercios. Pero como bien define Fernández[30]:

 

la gran oleada migratoria y una fluida movilidad social diversificaron mucho la composición de la colectividad, haciendo posible que el mutualismo se nutriera con el aporte de los sectores medios de empleados y comerciantes, así como con el de los trabajadores cualificados y artesanos.

 

La emigración italiana, si bien fue la más numerosa, tuvo dificultades particulares, especialmente vinculadas a la lengua y la región de procedencia, ya que el flujo se inicia antes de la unificación de Italia. Sin embargo, el rápido asociacionismo que generan, junto a las cadenas familiares y regionales, logran hacer de la Argentina un lugar importante dentro de su diáspora, que incluyó lugares tan diversos como EEUU, Brasil y Australia.

A partir de 1880, se empiezan a realizar algunos esfuerzos desde la élite gobernante, por “reorientar los flujos” principalmente destinada a los italianos, que si bien no eran disruptivos desde lo religioso, no eran los preferidos por razones políticas, culturales, económicas y la fuerza de sus instituciones étnicas. La presencia pública y la actividad política de la península con la épica de unificación con personajes como Garibaldi y Mazzini, los hacía difíciles de encuadrar dentro de la homogeneización cultural a la que aspiraban los gobiernos decimonónicos. A eso se le sumaba, el aspecto cuantitativo de sus arribados, siempre preocupante para la Generación del 80. En los ensayos de la época, se critica incluso, el incremento de recursos enviados desde Italia para las escuelas de la colectividad, que buscaban fortalecer el uso del idioma y los lazos que mantenían con su sociedad de origen, tildándolos de escasa afinidad a la Argentina y lábil deseo de arraigo.

En consecuencia, las ideas sarmientinas que promovían la nacionalización para los migrantes y la construcción de una “pedagogía cívica” fue compartida por el Ejecutivo a través de la sanción de la ley 1420/84 de Educación Común, para todos los niños, gratuita y obligatoria. El clima de época tendía hacia una ideología desplegada en políticas que igualaran culturalmente al migrante, y si no lo lograban con sus padres, lo harían con sus hijos a través de la educación y el servicio militar.

Este extrañamiento con respecto a los migrantes de las clases populares, con vetas xenofóbicas, era reproducido en diarios y revistas, estereotipando características fenotípicas, culturales o dificultades para entender el idioma de los recién llegados, que contribuía a su aglutinamiento asociativo, a fin de conseguir información y solucionar inconvenientes gracias a la ayuda de sus connacionales.

La migración francesa, como estudia Hernán Otero[31], no fue investigada sistemáticamente como otros flujos, aunque Francia constituyó una referencia constante como modelo cultural e intelectual en el paradigma de la Generación del 80. Si bien durante el período colonial ya migraban, su presencia se torna significativa a partir de 1830. Los factores de expulsión no difieren demasiado de los daneses, irlandeses o alemanes: la pequeña propiedad rural resultaba insuficiente, el encarecimiento del precio de la tierra, el aumento de los impuestos, junto con el sistema de herencia, especialmente en regiones de sur disminuyeron las posibilidades de progreso, en un contexto dinamizado por la Revolución Industrial, que llevaron a los jóvenes a probar suerte en otros territorios. Pero además de estos factores, los franceses constituyeron una migración policlasista insertándose en todas las actividades económicas del país: una emigración clásica de la época, trabajo en una empresa (con una presencia muy significativa en lo comercial, aunque menor que la británica), exilio, espíritu de aventura u actividades del mundo académico. Poseían una predominancia masculina y una inserción preferencial en la ciudad de Buenos Aires.

A fin de no excedernos en esta contextualización general y en el marco de la dificultad del registro de flujos, se puede afirmar que los franceses fueron un grupo importante hasta 1890, para luego ir mermando hacia la Gran Guerra. Pero hay un aspecto en el que queremos detenernos y que se relaciona con el objetivo del presente trabajo se encuentra vinculada a la región de origen y su relación con su adscripción religiosa, porque como estudia Otero[32]:

 

la Francia del este, más germanizada y con mayor presencia del protestantismo, emigró hacia América del Norte, mientras que la del suroeste, más latina, esencialmente católica, se dirigió hacia América del Sur, consideración cultural a la que deben sumarse las tradiciones migratorias y comerciales de origen colonial entre ambos lados del Atlántico a través del rol dinamizador que en tal sentido jugaron sus puertos.

 

Por último, la migración sirio-libanesa fue tardíamente consignada ya que antes de 1899 se encontraban englobados bajo la categoría de “sirios” o “turcos”, para todos los provenientes del Cercano Oriente, reemplazándose por “otomanos” en 1912[33]. Recién en 1920, se consensuó en registrarlos como “sirio-libaneses”. Su contexto de expulsión estuvo generado por una tensión con las políticas tradicionales, falta de trabajo y el crecimiento demográfico. Pero al mismo tiempo, como estudia esta Sánchez[34]:

 

se sumaban las cuestiones religiosas representadas por las persecuciones sobre las minorías cristianas –ortodoxas, maronitas, melquitas-, promoviendo enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, así como las constantes guerras del Imperio Otomano –como la de Trípoli en 1911- y el reclutamiento de soldados en forma indiscriminada sin considerar su edad.

 

No se constituye como una migración muy numerosa, y por momentos considerada “exótica”[35], ocupada en un primer momento, en el trabajo y el servicio entre los miembros de la misma comunidad como vendedores ambulantes, para luego ampliarse al comercio mayorista, minorista, instalándose en las inmediaciones de las estaciones de ferrocarril.

Dentro de este contexto, las corrientes estudiadas recurrieron al asociacionismo y la acción colectiva, con diverso grado de formalidad, para poder potenciar sus ventajas y socorrer a su paisano frente a un problema o necesidad (salud, trabajo, vivienda) y canalizar los procesos de la muerte como parte de sus servicios. Vamos a explicar brevemente de qué manera lo han efectuado.

Las ASM son organizaciones de migrantes que se conforman desde mediados de 1850[36]: con el pago una pequeña cuota, el socio tenía servicio médico, descuento en boticarias y un lugar de socialización donde conseguir contactos, encontrar un primer trabajo, vivienda, matrimonio, etc., en definitiva, una red de contención.

A medida que se ampliaba la cantidad de afiliados, las ASM, podían brindar mayores servicios. Eran organizaciones modernas, organizadas con registro de Actas, Reglamentos, Comisión Directiva, elecciones periódicas, reuniones ordinarias y extraordinarias. Ellas fueron las más importantes mediadoras entre el migrante y el Estado, durante el período estudiado. Asimismo, el socio debía tener alguien que respondiera por él, y muchas de ellas eran estrictas en cuanto al comportamiento que debían tener y mostrar en la sociedad de acogida.Es importante subrayar que “la tendencia asociativa fue mayor entre los emigrantes que entre los que permanecen en su país y refleja quizás la posible ruptura parcial del universo cultural y las redes de sociabilidad y subordinación en las que el emigrante estaba inserto en su lugar de origen[37]. Por esa razón, cada ASM era un “pequeño mundo” y cada Comisión Directiva (CD) imponía su estilo, que podía tener elementos en común con otras, o buscar su propia identidad. Algunas, intentaban formas de traducción a través de mecanismos de integración con la sociedad de acogida y otras se cerraban sobre sí mismas, tratando de conservar su identidad, para que lo hijos pudieran retornar y no sentirse ajenos. Por lo general, la mayoría oscilaba en un punto medio. En gran medida estaban en permanente comunicación con el país de origen y pendientes de lo que allí ocurría y, como era natural, tomando partido para las distintas corrientes políticas[38].

Las asociaciones que no pudieron, o no quisieron, adquirir un panteón suministraban un subsidio por fallecimiento y brindaban: “Acompañamiento y sufragio de un entierro de tercera clase si no hubiere familiares que lo hiciesen. Si los familiares sufragan el entierro, podrían solicitar hasta el 50% de lo gastado[39]. Con el paso del tiempo, y si la asociación prosperaba, se sumaba un empleado de limpieza, el envío de coronas; o bien se ampliaban los servicios, ornamentos del ataúd, placas, etc. Cada asociación podía destinar un día para asistir al cementerio y homenajear a los socios fallecidos ese año[40]. Por esa razón, consideramos que lograr un panteón y tener un lugar reservado era un símbolo de estatus social, en un contexto, por momentos adverso. Al mismo tiempo corporizaba la idea de “no retorno”. Este proyecto, tan concreto, podía tener una parte de los asociados que no lo consideraran imprescindible, en virtud de sus expectativas. Lo que se evidencia, es que para muchas de estas asociaciones mutualistas, la muerte de sus connacionales, resultó un tema sumamente importante a partir del cuidado religioso del socio en su “otra vida” y las ASM se constituyeron como el vehículo fundamental para luchar por un espacio o “embajada funeraria”, en donde pudieran descansar en paz, junto a sus coterráneos.

De manera que si bien nuestro recorrido abarcó una parte importante del territorio, el resultado es significativo. En la siguiente tabla, exponemos los resultados del relevamiento por los cementerios municipales:

 

 

Tabla N° 1: Síntesis de los panteones por nacionalidad, tamaño y estilo

 

 

Grandes 25x25

Medianos

Chicos 5x5

 

Estilos

N

M

AD

O

N

M

AD

O

N

M

AD

O

Total

Italiano

9

16

2

 

21

16

3

4

7

1

 

1

80

Español

6

13

2

2

17

7

2

4

5

3

1

1

63

Francés

4

1

1

 

5

 

2

1

 

 

 

 

14

Sirio-Libanesa

 

 

 

 

2

2

2

2

 

2

 

 

10

Otras

 

 

1

 

1

 

 

 

4

 

 

 

6

Subtotales

19

30

6

2

46

25

9

11

16

6

1

2

173

Totales

57

91

25

 

 

Referencias: Neoclásico (N); Moderno (M); Art. Decó (AD); Otros (O)

Fuente: Elaboración propia en base a los datos recolectados.

 

 

La gran mayoría de los panteones son italianos y españoles, en coherente representación con su presencia de la migración en Argentina, seguidos por los franceses y sirio-libaneses. En Otras nacionalidades ubicamos los panteones: portugués (Recoleta), austro-húngaro (Zárate), yugoeslavo, eslavo, uruguayo (Chacarita) y japonés (Córdoba).

Los panteones de perímetro mediano, son la gran mayoría (91), seguidos por los monumentales (57), de manera que entre ambas categorías se suman un importante número (148).  Los sirio-libaneses no poseen panteones de gran porte, concentrándose en una dimensión mediana.

La gran mayoría de los panteones (81) son neoclásicos, lo cual nos parece importante porque los estilos arquitectónicos y estilemas elegidos, conforman una obra que comunica y es susceptible de una hermenéutica, contribuyendo a una interpretación “cuya comprensión está determinada por el sistema cultural, las creencias y las tecnologías desarrolladas y conocidas que están a la mano del entorno del constructor y caracterizan al horizonte de la recepción[41]. El neoclásico es el más utilizado desde 1850[42], con un patrón geométrico, que emula a un templo griego, con un frente triangular y columnas a los costados de las puertas principales (dóricas, jónicas, corintias o mixtas). Dentro de las representaciones que se le ha dado, intenta recrear a la antigüedad clásica, la ciencia, el orden y la racionalidad normativa, por eso es el más empleado en los edificios públicos. A los efectos de expresar una identidad, es finalmente, una estética naturalizada o que intenta simular ser parte de la “cultura oficial”, no resultando disruptiva. Era también el estilo de moda en esos años, propio del paradigma positivista, especialmente en el discurso oficial plasmado en la arquitectura de escuelas, tribunales, oficinas de repartición nacional y provincial, que los mismos migrantes contribuyeron a construir, de acuerdo a sus oficios y saberes.

 

 

Imágenes Nº1 y Nº2: Panteones de la A Española de SM de Mercedes.

 

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Fuente: El autor. Cementerio Municipal de Mercedes.

 

 

El primer panteón (Imagen Nº 1) ilustra el estilo neoclásico, con el frente geométrico, columnas dóricas con un detalle en el capitel y un friso que rodea el edificio. En el centro del triángulo hay un crismón, que define su adscripción cristiana, acompañado por una importante cruz de piedra que lo corona. Dentro de los ornamentos se encuentra una copa cerrada y acróteras en las esquinas. Se observan en sobre relieves los espacios entre frisos, que emulan la simbología masónica: del frente hacia los extremos encontramos en los cuatro del medio antorchas cruzadas, pero derechas y no invertidas, como usualmente evidencian las masónicas puras, luego dos copas talladas (la de la vida), le siguen en lugar de la clepsidra alada,  relojes de arena (que representan a Cronos), en lugar de las letras alfa y omega (que simbolizan el principio y fin) hay dos omegas, que cierran el ornamento en sus extremos (Sempé y Gómez Llanes, 2011)[43] resultando atípico.

Los panteones que hemos categorizado como modernos, (Imagen Nº2) son, en su gran mayoría, “sucursales” y anexos de los principales que han debido expandirse en virtud de que la ASM continúa vigente y prestando los servicios de sepultura, economizando recursos estéticos y sólo privilegiando la función funeraria. En este caso, se observa bien como en la fundación del primero los detalles son cuidadosos, se encuentra en un excelente estado de conservación aún en el antiguo, categorizándose entre los medianos, ya que su frente no es muy ancho aunque sí lo es de largo. En su contrafrente se halla una ventana con una imagen de la virgen María, que provoca un efecto impactante a la entrada, custodiando los nichos en amabas paredes. El segundo, por el contrario es netamente funcional: frentes de mármol, todos iguales, sin un solo ornamento. La diferenciación será dada por los familiares en forma de flores, estampitas y rosarios.

En la categoría Otros estilos[44] se destacan los del neogótico especialmente en los panteones españoles, que, siguiendo los trabajos de Sempé y Gómez Llánes[45] que cruzan la arquitectura con la ideología, éstos poseen la intención de recrear el pasado, con una carga de espiritualidad y profunda significación cristiana, en contraposición con el estilo neoclásico, que es percibido como “ilustrado”. Los pináculos hacia el cielo, el crochet y muchas veces, una imagen en bajorrelieve, eras formas de adoctrinar a la población medieval (en ese momento analfabeta), con pasajes de la Biblia, plasmados en los edificios.

En el panteón del partido de San Vicente de la Asociación Española de Socorros Mutuos (Imágenes Nº 3 y 4), se observan todos los elementos: el nombre con letras góticas, a lo que suman la fecha de fundación, en mayo de 1898. A los costados posee la imagen de dos santos, flores de cuatro pétalos, y placas que homenajean a su “iniciador y fundador Manuel Mateo”, fallecido en 1927 y a su “fundador, expresidente y protector”, Antonio Fariña, fallecido en 1929.

 

 

Imágenes Nº3 y Nº4: Panteón de la Asociación Española de Socorros Mutuos de San Vicente y detalle

 

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Fuente: El autor. Cementerio Municipal de San Vicente.

 

 

Dentro de los panteones construidos a partir del 1900, se destacan losart decó ya relacionados con las corrientes industrialistas de principios del siglo XX, y tiene su apogeo en el periodo de entreguerras, entre 1920 y 1939 en Europa y América. Alcanzó su máximo esplendor en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París de 1925.

Este estilo se empleó en comercios y casas de barrio de sectores de clase media con menor poder económico, porque expresaba, para la época, ideas de modernidad y progreso.[46] El art decó en el espacio funerario posee placas verticales y horizontales, planos rectilíneos superpuestos y volúmenes puros evidenciando sobriedad, solidez y colores de luto. Una rápida mirada a una construcción de este estilo evoca las edificaciones de los regímenes totalitarios. Por otro lado, el ascetismo de ornamentos, lleva a una buena conservación. (Imagen Nº 5)

De manera que el panteón es un resultante del proceso de distinción dentro del campo social en donde la apoyatura simbólica legitima la adscripción de sus dueños. Identificamos cuatro grandes grupos de representaciones icónicas en sus frentes, en su gran mayoría combinadas.

El simbolismo religioso, es sin duda el más común. En virtud de la mencionada adscripción católica y del significado del cementerio, como espacio o locus mediador en donde se deposita el cuerpo a fin de que el alma pase hacia otro plano, no es extraño que la gran mayoría posea símbolos religiosos, ya que tanto los grupos estudiados tenían esa religión, incluyendo a los libaneses que emigraron, en parte, perseguidos por su cristianismo.

Asimismo, es sumamente importante el aporte al clero que tuvieron los curas italianos y españoles en el ámbito local[47], así como la autoridad e influencia que estos poseían en la migración y su congregación. Los curas eran, en parte, traductores legítimos de la sociedad de acogida, explicaban costumbres, presidían procesiones, realizaban misas por los santos patronos y concurrían a las celebraciones de las ASM, legitimándolas.

La inmensa mayoría de los símbolos identitarios registrados en los panteones son cruces simples, aunque también hemos encontrado nudosas, griegas, con manto, con laureles, encuadradas y con una esfera en la base. Pero no resaltan otras simbologías, con excepción del XP (el monograma de Cristo), que aparece en puertas, así como escasos ángeles y santos.

En los panteones libaneses, por lo general muy austeros y simples en su composición arquitectónica, combinan medios arcos, con columnas mixtas. A la Argentina llegaron cristianos, de la corriente maronita y ortodoxa predominantemente. Sólo uno en Olavarría posee un dibujo de San Marón y San Jorge, pintados sobre azulejos, y en Dolores, un vitreaux interno de San Marón, pero en todas predomina la cruz.

En el caso del panteón de la imagen 5, se observa el estilo art decó, funcional, con placas superpuestas y las letras contenidas en una cruz monolítica. Se le suman varios de los aspectos estudiados: la forma en la que la configuración estética comunica, de manera inequívoca su adscripción católica y a un lado, una placa asociativa y las dos banderas (Siria y Líbano de sus países de origen), homenajeando a sus presidentes fallecidos.

 

 

Imagen Nº5: Panteón de la Sociedad Sirio Libanesa de Catamarca

 

 

Fuente: El autor. Cementerio Municipal de San Fernando del Valle de Catamarca.

 

Gracias al trabajo de Sánchez[48], podemos reconstruir la importancia que tuvo la colectividad sirio libanesa en Pergamino, un partido situado al norte de la provincia de Buenos Aires, con estación de ferrocarril, en donde hemos encontrado un panteón mediano. La “Sociedad Siria de Socorros Mutuos de Pergami­no”, fue constituida el 4 de abril de 1926, y un año después contaba con 800 socios. Como la mayoría, brindaba asistencia médica, biblioteca, enseñanza del idioma árabe, préstamos y donaciones.

En la imagen Nº 6, se evidencia la hibridación entre la cruz y las acróteras clásicas, combinadas con cruces griegas sobre paneles planos, escoltados por arcos de medio punto túmidos y ciegos de inequívoca influencia arábica y sus derivados. Su puerta, original, funciona no solo como un sol que vierte sus rayos, sino también como una suerte de tragaluz. No pudimos comprobar si el sol trazaba una trayectoria en el interior.

 

 

Imagen Nº6: Panteón de la Asociación Siria de Socorros Mutuos de Pergamino

 

 

Fuente: El autor. Cementerio Municipal de Pergamino.

 

 

En el mismo cementerio hay panteones de la sociedad francesa, española, dos italianos y varias tumbas irlandesas, evidenciando la importancia que tuvo esta ciudad para la migración y el modelo agroexportador, pero con antecedentes en haber sido una de las postas hacia el Alto Perú.

Simbología masónica. El origen de la masonería tiene lugar en Europa. Su origen no es claro[49], se la considera nacida en el seno de los oficios de la tardía Edad Media y que luego formaron los gremios del Renacimiento; y encuentra su apogeo, en los prolegómenos de la Revolución Francesa. Son justamente las ideas republicanas, las más influyentes en el convulsionado siglo XIX en América. Pero como describe Bonaudo[50] esta corriente forma parte de una dinámica asociativa con efectos políticos:

 

El mundo europeo vivió, a lo largo del siglo XVIII y XIX, el desarrollo, en su interior de nuevas pautas de sociabilidad, que dieron vida a numerosas formas asociativas, entre las que se destacaron las logias masónicas. Estas se configuraron asumiendo la sociabilidad como una virtud de moral pública, como aprendizaje de la vida en sociedad y, por ende, de civilidad y otorgaron un valor significativo a la conversación para definir las relaciones en la esfera pública y ésta para pensar la sociedad civil[51].

 

La masonería viaja con los migrantes, pero se expresa en un abanico amplio que atraviesa las clases sociales. Como relataba un miembro de la Logia Argentina[52], no hay una sola masonería, que a menudo es relacionada con las clases altas, sino distintas interpretaciones, que se adaptaban al medio cumpliendo diferentes tareas. Por ejemplo, en una gran inundación ocurrida en La Boca a fines del siglo XIX, los masones fueron los principales colaboradores en la asistencia a las víctimas y encararon las tareas de reconstrucción del barrio. Fundaron bibliotecas y crearon lazos solidarios que nutrieron entidades asociativas.

Como estudia Bonaudo[53], la masonería no fue un actor de primer plano, sino que contribuyó a la viabilidad de acceso de determinados actores con el poder. Como expresaba un miembro de la asociación Unione e Benevolenza[54], una de las más grandes y prósperas, tuvo entre sus diez miembros fundadores, seis que eran masones. Esta adscripción a diversas entidades, no generaba un conflicto explícito, y hubo tantas logias como grupos se armaron bajo determinados valores e ideas que la masonería impartía a sus miembros para que actúen de acuerdo a ellos, en el rol que les tocaba desempeñar en la sociedad[55]. De manera que la influencia masónica era fragmentaria y operaba en las distintas instancias de participación de los miembros[56].

Su representación en los panteones está relacionada con la presencia de los miembros en las distintas CD. Sin embargo, existe un caso que es paradigmático y ampliamente estudiado por Sempé y Gómez Llánes[57] con respecto a la necrópolis de La Plata en donde la planificación originaria de la ciudad estuvo proyectada por el arquitecto Pedro Benoit, a pedido de Dardo Rocha, ambos masones. Su organización basada en cuadrículas y diagonales, dibuja, si fuera vista desde arriba, un compás y una escuadra, símbolos propios de la masonería. Si bien este cementerio condensa gran parte de la simbología masónica, no es el único: cerca de Montevideo en el Cementerio de Florida, también se recorta el terreno formando las mismas figuras. La ciudad de los vivos, tiene su réplica en la de los muertos, construido fuera del ejido central. Como estudian los autores mencionados, existe una relación entre el estilo neoclásico y el simbolismo masónico, ya que parte de la iconografía es recuperado de la antigüedad (mito de Osiris y el relato de Hiram). Ambos personajes representan el bien, la luz, la virtud, en contraposición a la ambición y la ignorancia. La aplicación en los cementerios se relaciona con el destino de los masones muertos y el viaje hacia el Oriente Eterno, la nueva vida, en donde los maestros han consumado un proceso de crecimiento.

Desde el frontispicio del Cementerio de La Plata, se observa la presencia de la Logia, en las 24 columnas dóricas (idea de fuerza), las baldosas negras y blancas (la eterna lucha entre la luz y la oscuridad) y los ángeles (que significan la transformación de lo visible en invisible) y que encontramos en el panteón italiano de Olavarría, español de Moreno, italiano y español de Gral. Rodríguez. También son clásicas las antorchas invertidas (italiano de Campana, italianos de Mercedes, italiano de Baradero, italiano de Olavarría, italiano de La Plata, italiano de Tigre, francesa de Chivilcoy). Las hojas de acanto, olivo y palmas, como las que se observan en las columnas egipsíacas iluminan hacia una “verdadera vida” (francés de Chivilcoy, italiano de Zárate), la estrella “fulgurante” (italiano de Zárate), “ojo que todo lo ve” -un ojo dentro de un triángulo- (italiano de Zárate) y las granadas simbolizan la dispersión de las semillas (hermanos) por el mundo (catalán de Chacarita), así como la cinta el nudo y las cadenas, marcan la unión en la logia (vasco de Lomas de Zamora). La clepsidra (reloj de arena con alas a sus costados), evidencia el fluir del tiempo (italiano de Merlo).[58] Asimismo, las letras griegas Alfa y Omega (italiano de Olavarría, español de Mercedes), así como toda la reminiscencia a la arquitectura y estética egipcia (italianos de Chacarita, La Plata y Magdalena), son propias de esta cosmogonía. Como se evidencia, no son pocos los que expresamente ornamentan con simbología masónica, tal vez simples ornamentos para un neófito, por esa razón es extraño el panteón español de Mercedes (Imagen Nº 1), que cumple parcialmente con sus consignas.

Simbología política: Importantes trabajos[59] mencionan que la relación del migrante con la sociedad de origen atravesó diferentes momentos, pero que el diálogo entre las partes del Atlántico, nunca se cortó del todo. Especialmente en escenarios tan caóticos como los que se vivieron en Europa a fines del siglo XIX y gran parte del XX, que tuvo a su tierra de origen como grandes protagonistas: la unificación de Italia y Alemania, la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil española, la Segunda Guerra y sus consecuencias, llevaron a que fueran vividos de manera especial por los migrantes que estaban pendientes de cada suceso al otro lado del océano.

Estas lealtades y presiones se evidencian en los edificios funerarios. Los panteones que hacen referencia a cuestiones regionales se expresan a través de los escudos de las comunidades autónomas españolas: 8 de Castilla y León, dos de los cuales tienen 3 flores de lis en su centro (que representa a la casa de Borbón), 1 de Galicia, 1 de Asturias y 1 de Cataluña. Todos del norte de España.

En este punto es importante detenernos en el Panteón del Centro Gallego en Chacarita que posee una magnificencia única, un lugar de emplazamiento importante, fácil acceso, independencia con respecto a otros, un cuidador exclusivo y tecnología funeraria que no se observan en ningún otro, como con un ascensor de vidrio para el cajón. Asimismo, está construido con un estilo medieval, con gárgolas y quimeras, en piedra gris y con materiales traídos de la misma Galicia. Tiene en común con otros importantes del mismo cementerio, que en la planta principal no se observan nichos (éstos se encuentran en la planta baja o hipogeo): se encuentra conformado como una iglesia, bellísimos vitreaux en forma de rosa en las paredes y la bandera el escudo de la comunidad en el altar. Esta autonomía de estética y ubicación habla de una asociación poderosa, que en 1914 tenía 3.597 socios, llegando a 54.260 en 1936[60], con hospital propio, biblioteca, sala de arte, teatro y restaurant, hasta el día de hoy.

El escudo de Castilla y León también se encuentra en Baradero, Dolores, Mar del Plata, Olavarría, Avellaneda[61] y dos en Chacarita. Este está conformado por un blasón cuartelado (dividido en cuatro partes), con dos leones rampantes coronados, en dos patas, con la lengua afuera y la garra derecha en alto, que significa la autoridad monárquica, la soberanía, la vigilancia y el terror de un poder que se ejerce pero que también es indulgente[62], en el cuadrante diagonal, se encuentran dos torres de un castillo medieval[63].

Los poseen el escudo de España se ubican en cinco importantes cementerios en ciudades sumamente atractivas para la migración (Chacarita, Flores, Tandil, Mar del Plata y Córdoba), evidenciando que la ayuda mutualista no se hallaba restringida a la región de procedencia. Encontramos también dos trisquel en Mar del Plata y Moreno, símbolo ancestral celta.

En cuanto a los panteones regionales italianos, las referencias se evidencian en los nombres: 2 de Roma, con una estatua de loba con Rómulo y Remo en el frente sobre el pórtico (Avellaneda y Lomas de Zamora); 1 de la Asociación Filarmónica Italiana Unión Massa Lubrense (una pequeña zona del sur de Italia en Nápoles); 1 de la Sociedad Lígure de Socorros Mutuos (provincia italiana situada al norte de la península), estas últimas dos en Chacarita (el cementerio con mayor densidad de panteones migrantes con un total de diecisiete).

El Panteón de La Plata Unione e Fratellanza (1912), posee escudos pintados de lugares de Italia, conformando un cinturón que lo rodea en sus cuatro caras. En la pared lateral hay una loba con Rómulo y Remo y bajo esa imagen un mensaje que remite a la Patria y diferenciándola de la que es una tierra de trabajo y de esperanza. A quanti visseron el ricordo della Patria in questa nobile terra di lavoro e disperanze ricevetteroil gélido amplesso della norte. Pace”.  Es también la asociación que expresa claramente su función de asistencia porque en el frente hay una importante estatua de una mujer coronada sentada, que ampara a un bebé, un huérfano y una viuda. Así como también posee detalles masónicos de gigantescas antorchas invertidas en los cuatro vértices externos.

Es común encontrar entre los más antiguos el nombre en italiano. De los 14 panteones franceses, la mitad se encuentran escritos en francés, los dos vascos se autodenominan como Euskalechea (Casa vasca) y Euskaldunakdenakbat (haciendo alusión a las cuatro provincias vascas). 

Un aspecto importante a abordar se vincula a los panteones de asociaciones que manifiestan una posición política declarada, en un contexto sumamente complejo y de permanente cambio.

Como expresa Sarramone[64] en los primeros tiempos el dilema era “república o monarquía”, en este caso Mazzini, Garibaldi o Victor Manuel, Umberto Primo[65], sentido de manera viva por muchos años, que como hemos mencionado al principio, preocupaba a las élites gobernantes. Dentro de la corriente que simpatiza con la realeza se encuentra la Societá Italiana y Comitato Dante Alighieri, el Humberto I°, en San Antonio de Areco, muy antiguo (de 1881), en homenaje al rey asesinado por un anarquista en 1900.

Dentro de la corriente republicana hay un caso paradigmático en Magdalena, donde se encuentran enfrentados en diagonal, en el primer descanso sobre la vía central: Societá Italiana di Mutuo Soccorso il Leone de Caprera de Atalaya, hace alusión al seudónimo de Giuseppe Garibaldi y la isla en donde murió, fundado en 1884. El panteón posee una placa que rinde homenaje a sus fundadores del año 2003 celebrando el 110° aniversario, y es en el presente una sede abierta y activa. Coronando el edificio se observa la estatua de un león en reposo, sobre columnas egipcíacas y frontispicio triangular. El segundo, la Societá di Mutuo Soccorso Giuseppe Garibaldi (1893), se encuentra abandonado. Es de estilo gótico, con pináculos y un arco ojival. También posee unas columnas de tipo egipcíacas y cuatro lucernarios, aunque este panteón se encuentra muy deteriorado en el exterior y el interior. En el frente ostenta un retrato del héroe que le da nombre, al que también se lo relaciona con la masonería[66]. De acuerdo a la entrevista con el historiador local, esta no era una rivalidad, sino sociedades que se ocupaban de distintos territorios que confluían en el cementerio[67]. Resulta significativa la alusión al héroe en ambos panteones no siendo inmediatos en su construcción. También hemos encontrado otro edificio, llamado Societá Italiana di Mutuo Soccorsovoce di Caprera Bartolomé Mitre, (como antes se llamaba Arrecifes), situado a la vera de la nave central.

Dentro de esta corriente, vinculada a la unificación italiana, se encuentran panteones en Luján, Lobos, Moreno y Lomas de Zamora, que remiten a la “Unión”, “Unión e Benevolenza” y “Unione e Fratellanza” de La Plata; otros autodenominados como “Nueva Roma”, como el de Lomas de Zamora y de Avellaneda, “Roma Intangible” de Cap. Sarmiento y “Porta Pía” de Lincoln que evoca la puerta de la antigua muralla aureliana. Asimismo, hay otra línea de panteones que remiten a la fecha del XX de septiembre, día en el que Garibaldi ingresa a Roma, ubicados en Baradero (2), Zárate y Merlo.

El panteón de la Asociación José Verdi, en Chacarita, tiene una doble adscripción (política y masónica). Este artista es conocido como el «Bardo del Risorgimento» definiéndose públicamente para lograr la independencia y la unificación italianas. Los coros patrióticos de su etapa juvenil y las historias de sometimiento y liberación, plagadas de metáforas directas del clima y las corrientes políticas que caracterizaron a la Italia de mediados del siglo XIX[68]  son innegables, así como su participación en la masonería.

En dos placas interiores de panteones franceses se conmemora a los caídos por la patria en las guerras mundiales.

Simbolismo asociacionista: en esta categoría englobamos las manifestaciones estéticas que las asociaciones eligieron para conmemorar a los miembros fundadores y a las comisiones directivas que afrontaron momentos difíciles, que estuvieron al momento de la inauguración de la obra o fueron importantes para la historia. Se destacan especialmente las placas de metal, p. ej. “A la memoria de sus socios fallecidos”, por el 50° o 100° Aniversario, son las que predominan. Sólo en un panteón español, que se encuentra abandonado en Balcarce, existe una placa que la Liga Patriótica le brinda a Hilario Zalba, miembro de la asociación. Éste grupo se forma en 1919, de corte paramilitar, racista y de ultraderecha. Tuvo un amplio apoyo en “sacerdotes, intelectuales, industriales, militares, empresarios, políticos[69], mermando su influencia y acción hacia el final de la década del 20. Los voluntarios se inscribían en el Centro Naval o en las comisarías con el fin de formar parte de las “guardias cívicas”, y mantener el “orden público” y en contra de “ideologías extrañas” y el “peligro rojo”, que entre otros portaban los migrantes. A excepción de esta última todas evocan el sacrificio de los tiempos embrionarios y en algunos casos el tallado de todos los miembros de las comisiones directivas o de los presidentes.

 

Algunas reflexiones finales

 

Los panteones de asociaciones migrantes muestran un aspecto particular de las formas de conmemorar la muerte de los migrantes en la Argentina, en el marco de un Estado que se consolida adoptando elementos modernizadores en los urbanístico y sanitario. En los nuevos cementerios se reflejan las instituciones y personajes que comienzan ser importantes y las bóvedas de familias ilustres. De manera que los panteones se constituyen como la matriz arquitectónica legítima para representarse en el espacio funerario y gran parte de los migrantes lucha desde el marco asociativo para conseguir un espacio en las necrópolis que se construyen, al mismo tiempo que crece la nación.

Los panteones se constituyen como un lugar donde actualizar la identidad y realizar sus ritos. Las celebraciones funerarias se sumaban a las que tenían de su patria y las nuevas cronologías que surgían del desarrollo de su vida en el nuevo espacio, a partir de fundaciones o eventos importantes. Por esa razón, la adquisición de un sitio, en donde ubicar sus propias marcas identitarias, es un sinónimo de poder que, además, porta un mensaje destinado a otros (locales, connacionales y de otras corrientes), dejando un legado que une el pasado y el futuro.

El panteón trasmite indicios de una época en donde el migrante debía “ser” y “parecer” bajo la mirada de un Estado que los necesitaba para el sostenimiento de un modelo económico, pero que al mismo tiempo aspiraba a homogenizar y regular sus márgenes de acción. Las asociaciones contribuían a que su vulnerabilidad, siendo la gran mayoría de clase trabajadora y popular, fuera atenuada. Al mismo tiempo, le proveía información y recursos que socorría a sus asociados frente a la incertidumbre que presentaba un escenario que no había contribuido a insertar convenientemente a la migración en la economía agraria y las condiciones urbanas “no eran ni medianamente adecuadas para alojar una masa importante y creciente de recién llegados”[70]. La adopción de diferentes grupos de pertenencia –trabajo, parroquia, masonería y asociación-, contribuían a cubrir los espacios de socialización robusteciendo lazos, que los sostenían.

De manera que estos edificios funerarios cumplen funciones polivalentes: re etnitizan a sus miembros, marcan fronteras sociales, pero al mismo tiempo se encuentran integrados en la contra-ciudad heterotópica, junto a otras instituciones de la sociedad en donde están insertos. De alguna forma, el impacto de la gran mayoría al abandonar la aldea, su campanario y el camposanto cercano, dejó atrás junto con el viaje, su esquema cultural ingresando a otro con criterios de modernidad que fueron conociendo, hibridándose, a través de las asociaciones que pudieron leer que era la forma adecuada de conmemorar a sus muertos en este nuevo espacio.

Los españoles e italianos y en menor medida los franceses y sirio-libaneses, todos católicos, penetraron y se insertaron en las distintas zonas instalándose en pueblos y ciudades y ocupando lugares importantes en los cementerios. En esa línea resulta relevante dar cuenta de que la gran mayoría de los panteones posee dimensiones grandes y medianas constituyendo un dato importante dado que los costos y los tiempos que insumía llevarlo a cabo. La ASM derivaba a un grupo de socios, una vez aprobada la idea, para que comprara el lugar, planificara, autorizara los planos y dirigiera la obra.

En pleno auge agroexportador, con gobiernos conservadores y elitistas, la posibilidad de disponer de capital para tamaña inversión en un espacio de memoria, tan poco “productivo”, debe buscarse sin duda en los planos de la nostalgia y el desarraigo. Estos dispositivos funerarios, buscan acercara la patria, a través de reminiscencias conocidas, marcas identitarias, como el estilo arquitectónico, la forma que tenía su iglesia o traer las piedras y materiales de su región. Algunas asociaciones que se hicieron poderosas, pudieron contratar maestros escultores y arquitectos famosos para que contribuyeran a la construcción de los edificios.

La importancia de la muerte para los migrantes de fines del siglo XIX y principios del XX constituyó una preocupación espiritual, ya que la tutela de la asociación no culminaba con la muerte del socio, cuidando también su paso a otro mundo, aunque sea ayudando con los gastos y la asistencia. En ese sentido la cruz es el símbolo con mayor presencia en todos los panteones estudiados, coronando los frentes. Sin embargo los símbolos no son excluyentes: en un mismo panteón pueden convivir gran parte de los identificados. Las placas asociativas también son importantes, marcando identidad y recordando a los líderes comunitarios y a veces a toda la comisión directiva de un período o enumerando los presidentes.

Otras marcas identitarias que se destacan son los nombres asociativos en francés, vasco o italiano, especialmente estos dos últimos relacionados a cuestiones políticas que a un local le costaría entender, constituyen límites concretos que robustecen las fronteras sociales.

Los escudos si bien escasos, también son símbolos que abarcan a una determinada población y no a otra, si bien en las grandes ciudades predomina el de España. Los italianos, por otro lado teniendo en cuenta la emergencia de la situación política y la unificación también despliegan mitos identitarios (la loba, el león) o próceres de referencia (Garibaldi, Humberto I).

Resulta, sin embargo, paradojal, la ausencia de símbolos concretos como los colores patrios o banderas, siendo los religiosos los que predominan dada la espiritualidad del contexto y la importante adscripción al catolicismo de las migraciones mediterráneas, que son las predominantes.

La masonería se constituye como un espacio de socialización más, de red de contención y contactos así como también una mediación política significativa que tampoco estaba por fuera de las ideas predominantes. Funciona como un lazo cuando los nacionales o societales se tornan endebles o suma fortaleza, pero no es excluyente a otras adscripciones. Los ornamentos con simbología masónica se encuentran más presentes en los panteones italianos, seguidos por los españoles y franceses, siendo inexistentes en los sirio libaneses.

La categorización por estilo arquitectónico, en un marco de un importante eclecticismo se constituye como una línea a considerar sobre todo en los que tuvieron una clara intención purista, como es el caso de los construidos por asociaciones poderosas. El estilo neoclásico, elegido mayoritariamente no resulta disruptivo sino, por el contrario, no resalta como otros de la misma época para familias poderosas que revisten una grandilocuencia fastuosa. Por el contrario, la línea general es ciertamente discreta. Sólo los góticos resaltan por sus detalles propios, siendo españoles en su mayoría e italianos los que optan por un art decó.

En los sirio libaneses, algunas marcas étnico religiosas son colocadas en lugares relevantes, así como ornamentos arquitectónicos, como el medio arco, se constituyen como intervenciones identitarias que se destacan dentro del cementerio.

Los panteones modernos además de su funcionalidad y practicidad, dan cuenta de una ASM que sobrevivió siendo hoy, parte de un legado familiar y/o una fuente de recursos en el presente, ya que muchas de ellas continúan con fines más recreativos.

Esto evidencia que la presencia del migrante en la ciudad de los muertos es concreta, visible, así como en los otros espacios urbanos este límite se desdibuje. Asimismo es una manifestación de que la interrelación, tiene límites bien configurados y guardados en una “casa” que posee sus propios símbolos y representaciones. Puede estar en ambos planos, en una amplia coloratura de grises: en el mismo cementerio, pero en su propia embajada, siguiendo las normas arquitectónicas de la época, pero con sus propias marcas étnicas, que los identifican. Los ecos de esos tiempos, hoy perviven. Los espacios funerarios se construyeron como un refugio, negociado e integrado a esa sociedad en formación que estaba eligiendo su camino y formando parte de él, pero resguardando un espacio de libertad para descansar con sus connacionales cuando –y como poéticamente se labra en un panteón de La Plata- el “abrazo de la muerte” los encontrara en esta tierra de trabajo.

 



[1] Vidor, Gian Marco, “Satisfying the mind and inflaming the heart: emotions and funerary epigraphy in nineteenth century Italy”, Mortality, Vol.19, Nº 4, pp. 342-360.

[2] En el presente trabajo no hemos ahondado en los tipos de muerte (natural, violenta o indeterminada).

[3] Disponible en www.indec.gov.ar/serie histórica, [consultado: 13 de agosto de 2017];http://www.indec.gov.ar/comunidadeducativa/migraciones.pdf, p. 2.

[4]  Ferrer, Eulalio, El lenguaje de la inmortalidad, México: FCE, 2003, p. 97.

[5] Dansel, Michel, Les cimetières de París, París, JCG, 2002.

[6] Foucault, Michel, "Espacios otros: utopías y heterotopías”, Carrer de la Ciutat 1, 1978, p. 3.

[7] Foucault, Michel, Ob. Cit., p.3

[8] Sempé, Carlota y Gómez Llanes, Emiliano, “Iconografía funeraria masónica en cementerios latinoamericanos”, en Arquitectura, urbanismo y simbología masónica en cementerios urbanos, (Comp.) Viera, Mabel, Buenos Aires, El Autor, 2009, pp. 49-59.

[9] El cementerio de La Plata y su contexto histórico. Comp. Sempé, C y Flores, O. La Plata-Ringuelet, El Autor, 2011.

[10] En la Argentina, los estudios de la muerte y los cementerios, que no se focalicen en los pueblos originarios, son aún escasos. Desde la antropología son de referencia los trabajos de Laura Panizo de la Universidad Nacional de San Martín, y desde la historia los artículos de Sandra Gayol de la Universidad Nacional de General Sarmiento y de Cristina Barile de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, junto a esta última, la autora ha publicado “Morir no es poco. Estudios sobre la muerte y los cementerios”, Ed. Continente, Buenos Aires, 2018. Asimismo, es auspicioso el intercambio con la Red Argentina de Cementerios Patrimoniales y la Red Iberoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios, en las que participamos.

[11] Lull, Vicente y Picazo, Marina, “Arqueología de la muerte y estructura social”, AEspA, 1989, pp. 5-20.

[12] Para profundizar con respecto a la relación entre las clases dirigentes y la esfera social ver: Salessi, Jorge, Médicos, maleantes y maricas, Rosario, Beatriz Viterbo, 1995; Terán, Oscar, Positivismo y nación en la Argentina, Ed. Puntosur, Buenos Aires, 1987; Ana María Risco, « Inmigración francesa y cultura popular », Amerika [En ligne], 5 | 2011, [consultado: 11 de junio de 2017]. URL: http://amerika.revues.org/2597; DOI 10.4000/amerika.2597, p. 2.

[13] Este trabajo de investigación es parte del proyecto presentado para ingreso a la Carrera de Investigador de CONICET: “El cuerpo del migrante y el rol del Estado. Costumbres, representaciones y espacios funerarios”, presentado en 2014, aprobado al año siguiente, con sede en la Universidad Nacional de José C. Paz.

[14] Brasil (7), Cuba (2), Uruguay (5), Francia (6), Inglaterra (1).

[15] Existen cinco excepciones a la conformación hispánica, en forma de cruz: el de Recoleta, similar a los parisinos como el de Passy, Père Lachaise o Montmartre, en medio o bien con la ciudad creciendo alrededor y sin una cuadrícula demarcada; el de Chacarita, uno de los más grandes de Latinoamérica y cuatro secciones cuadrangulares con diagonales y un crecimiento en forma de gota. Un diseño similar con cuadrados cruzados por calles diagonales lo presenta el Cementerio de La Plata; siendo éste un caso único ya que es la réplica de la ciudad en pequeña escala, con una importante manifestación de la simbología masónica (Sempé y Gómez Llánes, 2011). El de Azul y Pilar, poseen una forma de rectángulo, ingresando por un vértice; el de Pinamar es un amplio campo con lomas que se recorre encontrándose con paredes de nicheras mientras se sigue un circuito. En todos ellos los panteones de ASM se encuentran en lugares sumamente relevantes.

[16] Viera, Lydia, “Los cementerios urbanos”, en Arquitectura, urbanismo y simbología masónica en cementerios urbanos, Buenos Aires, El Autor, 2009, pp. 9-21.

[17] Para profundizar sobre estos aspectos son fundacionales, aunque no agotan la vastedad de los estudios, los trabajos de Bernasconi, Alicia y Frid, Carolina, De Europa a las Américas: dirigentes y liderazgos (1880-1960), Buenos Aires, Biblos, 2006; De Cristóforis, Nadia, La inmigración gallega y su experiencia asociativa en Buenos Aires (1910-1965), Imagomundi, Buenos Aires, 2014; Blanco Rodríguez, Juan Andrés y Dacosta, Andrés, El asociacionismo de la emigración española en el exterior: significación y vinculaciones”, Sílex, Madrid, 2014; Otero, Hernán, Historia de los franceses en la Argentina, Ed. Biblos, Buenos Aires, 2012; Maronesse, Leticia, Buenos Aires italiana, Temas de patrimonio cultural Nº 25, Buenos Aires, CPPCCABA, 2009.

[18] Sempé, Carlota y López Llanes, Emiliano, “Arquitectura funeraria y sectores sociales”, en Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales.-Universidad Nacional de Jujuy, Nº 40, 2011, pp. 101-117.

 [19] Reimers, Eva, “Death an identity: graves and funerals as cultural communication”, Mortality, Vol.4, N°2, 1999, pp.147-166.

[20] Medvedev, Pavel. El método formal en los estudios literarios, Madrid, Alianza Editorial, 1994.

[21] Bjerg, María, Entre Sofie y Tovelille. Una historia de los inmigrantes daneses en la Argentina (1848-1939), Buenos Aires, Biblos, 2001, p. 104.

[22] Bellanger, Emmanuel y Tartakowsky, “Éditorial”, Le mouvement social, Octubre-diciembre, 2011.

[23] Entrevistas realizadas a Graciela U. el 21 de marzo de 2018, Club Italiano de José C. Paz y a Rosa T. el 19 de abril de 2018 de la Asociación Gilmezzi Abruzzo de José C. Paz.

[24] Bertrand, Régis, “Estudios de los cementerios franceses contemporáneos”, Trace, Nº 71, 2010, pp.71-81.

[25] Devoto, Fernando, Historia de la inmigración en Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2003, p. 127.

[26] Reimers, Eva, Ob. Cit, p.147.

[27] Guibord, Maurice, “The Evolution of Chinese Graves at Burnaby's Ocean View Cemetery: From Stigmatized Purlieu to Political Adaptations and Cultural Identity”, Thesis Submitted in Partial Fulfillment of the Requirements for the Degree of Master of Arts in the Department of History Faculty of Arts and Social Sciences, Simon Fraser University, Canadá, 2013

[28] Jorge Gurrieri “La evolución de las políticas migratorias en la Argentina”, en Los inmigrantes en la construcción de la Argentina, Buenos Aires, OIM, 2016, p.143; este autor encuentra la primera referencia en el Primer Triunvirato conformando la “Comisión de Inmigración”, en 1824, Rivadavia crea otra, llamando a agricultores y artesanos. La Ley N° 817 de Inmigración y Colonización, sancionada en 1876, que contribuye a crear un marco legal para captar, con una política de “puertas abiertas”, creando un Departamento de Inmigración con atribuciones específicas con agentes que se ocupaban de difundir los beneficios de la Argentina, en Europa. Las primeras restricciones se generan en el mismo período estudiado: en 1902 con la Ley de Residencia de Extranjeros N°4.144, “que otorgó al Poder Ejecutivo amplias facultades discrecionales sobre los extranjeros residentes que hayan sido condenados por tribunales extranjeros o cuya conducta comprometiera el orden público, determinando su expulsión”. A esta se sumó la Ley de Defesa Social N° 7.029 de 1910, que “modificó parcialmente u amplió las facultades gubernamentales en lo referente a la admisión de extranjeros”, tornándose selectiva, reglamentando la admisión y la expulsión de otros, si eran condenados por delitos comunes o fueran anarquistas.

[29] Devoto, Fernando, 2003, Ob. Cit., p. 250

[30] Fernández, Alejandro, “Los grupos dirigentes de la colectividad española de Buenos Aires y las identidades de la inmigración”, en Descubriendo la nación en América, (Coord.) González, Elda y Reguera, Andrea, Buenos Aires, Biblos, 2010, p. 159.

[31] Otero, Hernán, 2012, Ob. Cit., p.15

[32] Otero, Hernán, 2012, Ob. Cit., p.35

[33] Sánchez, Victoria, “Asociacionismo e Integración: El caso del Club Sirio Libanés de Pergamino”,  Diversidad, N°7, Año 4, 2013, pp.118-143

[34] Sánchez, Victoria, 2013, Ob. Cit., p. 121

[35] Ciapuscio, Héctor, Los gobiernos liberales y el inmigrante europeo 1850-1930, CABA, EUDEBA, 2017.

[36] Di Stéfano, Roberto y Sábato, Hilda, De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa en Argentina (1776-1990), Argentina: Edilab, 2002.

[37] Blanco Rodríguez, Juan Andrés, Ob. Cit., 2008, p.14

[38] Para profundizar en esta temática ver: Duarte, Ángel, “La coartada republicana. Ensayos de liderazgo político en la colonia española a inicios del siglo XX”, en Bernasconi, Alicia y Frid, Carolina, De Europa a las Américas: dirigentes y liderazgos (1880-1960). Buenos Aires, Biblos, 2006. Tato, María Inés, “Germanófilos versus aliadófilos. La colonia española de Buenos Aires frente a las polarizaciones de la Gran Guerra”, en Las grandes guerras del siglo XX y la comunidad española de Buenos Aires, CABA, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras UBA, 2014.

[39] Ferreyra, Alejandra, “La Sociedad de Residentes del Municipio de Porriño: recreación y mutualismo en una entidad microterritorial (1938-1950)”, en La inmigración gallega. Su experiencia asociativa en Buenos Aires (1910-1965), Buenos Aires, Imagomundi, 2014, p. 161.

[40] De acuerdo al estudio de las Actas que realizamos de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Belgrano, ésta eligió el 15 de julio, fecha de fundación de la sociedad y la Asociación Española de Socorros Mutuos de Rosario, opta por 2 de mayo, el Día de la Comunidad de Madrid el levantamiento del pueblo madrileño contra la ocupación francesa de España en 1808. En El autor, “Morir en comunidad. La historia del panteón de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Belgrano”, Revista de Estudios Migratorios Latinoamericanos, Año 30, N° 80, Enero-Junio, 2016, pp.111-136. El autor, “Representaciones de la ausencia: la historia del Panteón de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Rosario, 1857-1885”, Revista Estudios de Historia de España del Instituto de Historia de España, N° XIX, 2017 pp. 291-320.

[41] Sempé, Carlota, 2009, Ob. Cit., p. 24

[42] Lamentablemente no todos los panteones proporcionan datos de su fundación. De los recabados, la mayoría coincide con el auge 1880-1914.

[43] Sempé, C. y López Llanes, Emiliano  Arquitectura funeraria y sectores sociales. En Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy, núm. 40, 2011, pp. 101-117

[44] Dentro de la categoría Otros, hemos englobado cinco neogóticos (españoles), un barroco, un románico gallego, dos brutalistas (italianos), un art noveau, italiano, y el resto ecléctico.

[45] Sempé, Carlota y López Llanes, Emiliano, “Arquitectura funeraria y sectores sociales”, en Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy, núm. 40, 2011, pp. 101-117

[46] Baldini, Marta y Scalise, Rocío, “Estilemas para la vida y estilemas para la muerte: el art decó en la ciudad y el cementerio de La Plata”, s/d, http://naturalis.fcnym.unlp.edu.ar/repositorio /004063.pdf- [Consulta: 02/03/2017].

[47] Lida, Miranda. “¡Italianos a Luján! Las comunidades de inmigrantes y el naciente catolicismo de masas, 1910-1934”. Simposio: “La inmigración italiana en Argentina en los siglos XIX y XX: el rol de la Iglesia Católica”, Biblioteca Nacional, 11 al 13 de septiembre de 2008.

[48] Sánchez, Victoria, 2013, Ob. Cit., pp.118-143

[49] Mollés, Dévrig (coord.) Nueva historia de las redes masónicas atlánticas. 200 años de relaciones masónicas entre Argentina, Uruguay, Chile y Francia S. XIX. La Plata, UNLP, 2012.

[50] Bonaudo, Marta, “¿Sociabilidades que construyen repúblicas? Los desafíos de la masonería decimonónica mirados desde algunos espacios santafesinos y entrerrianos”, en Descubriendo la nación en América, (Coord.) González, Elda y Reguera, Andrea, Buenos Aires, Biblos, 2010.

[51] Bonaudo, Marta, 2010, Ob. Cit., p.52

[52] Entrevista realizada a Adrián el día 7 de junio de 2014 en la sede central de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.

[53] Bonaudo, Marta, Ob. Cit., p.54.

[54] Entrevista realizada a Inés el 31 de enero de 2015 en la sede central de la Asociación Unione e Benevolenza.

[55] De Paz Trueba, Yolanda, “Masonería y Sociabilidad en el centro y sur de la campaña bonaerense. Fines del siglo XIX principios del XX”, PROHISTORIA, Rosario, 2011, pp. 1 – 19

[56] Oldani, Karina y Delledonne, Mariano. “Los médicos masones en la época fundacional del cementerio de La Plata”. En Simposio Muerte, sociedad y cultura. IMIACH: Chivilcoy, 2011.

[57] Sempé, Carlota y López Llanes, Emiliano, Ob. Cit., p. 51.

[58] Sempé, Carlota y Baldini, Marta “La Plata y su etapa fundacional”. En El cementerio de La Plata y su contexto histórico. Comp.Sempé, C y Flores, O. La Plata, Ringuelet, el autor, 2011, pp.291.

[59] Para profundizar en este punto ver: Núñez Seixas, Xosé. “Redes sociales y asociacionismo: las "parroquias" gallegas de Buenos Aires (1904-1936)”, Revista de Estudios interdisciplinarios de América Latina y el Caribe. Universidad de Tel Aviv. Vol. 11.Fasano, Laura, “Los contactos transatlánticos entre la presa hispánica de Buenos Aires y los gallegos refugiados en las zonas republicanas durante la Guerra Civil española”, en Las grandes guerras del siglo XX y la comunidad española de Buenos Aires, CABA, Ed. FFyL, 2014. De Cristóforis, Nadia y Tato, María Inés, Las grandes guerras del siglo XX y la comunidad española de Buenos Aires, CABA, Editorial de la FFyL UBA, 2014

[60] De Cristófori, Nadia, “El exilio gallego en Buenos Aires y su inserción institucional: Un estudio de caso”, Revista de Historia, N°11, 2015, pp.17-40

[61] Farías, Ruy. “El microasociacionismo gallego en la Argentina en la primera mitad del siglo XX: una mirada al caso del Partido de Avellaneda”, Navegar, Vol. 1, Nº 1, Jul.-Dic,, 2015, pp. 72-98

[62] Menendez Pidal, Fernando. Leones y castillos: emblemas heráldicos en España, Real Academia Española, Madrid, 1999.

[63] Valero de Bernabé, Luis y Eugenio, Martín, “Análisis de las características generales de la Heráldica Gentilicia Española y de las singularidades heráldicas existentes entre los diversos territorios históricos hispanos”, Tesis Doctoral presentada en la Facultad de Historia Universidad Complutense de Madrid, 2007

[64] Sarramone, Alberto, Nuestros abuelos italianos, Ed. B, Buenos Aires, 2010.

[65] Las Unione e Benevolenza, de la primeras ASM, eran de corte o de simpatía republicana, mientras que la Nazional e Italiana, monárquica. Esta información es corroborada por la responsable del patrimonio cultural de la Asociación, MP, en una entrevista realizada el 12/01/2016. Asimismo, manifestó que la gran cantidad de asociaciones italianas con nombres diversos también se relacionaba con los diferentes dialectos, con la adscripción norte-sur, de dónde provenía la mayoría de los emigrados y que con el desarrollo del tiempo también se sumó la cuestión de clase, quedando las de Operari, como las de obreros, una cierta aristocracia vinculada a la Nazionale Italiana y los Circolos, para la gente con mayor poder adquisitivo.

[66] Uvietta, Angélica. “Patrimonio cultural del cementerio de Magdalena, provincia de Buenos Aires 1860-1940. Un enfoque multidisciplinar”. Tesis presentada para la Maestría en conservación, restauración e intervención del patrimonio arquitectónico urbano, Universidad Nacional de La Plata. Recuperado de: www.sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/.../Documento_completo, 2015 [Consulta: 22/07/2017].

[67] Datos proporcionados por Hugo Ceci de la Asociación Italiana de Socorros Mutuos Atalaya, Il leone de Caprera (Entrevista realizada 20/03/2016).

[68] Izzo, Francesco, “200 años después, Verdi. Literatura verdiana al calor de su bicentenario”, en Revista de Libros, https://www.revistadelibros.com/articulos/200-anos-despues-verdi[Consulta: 5/1/2016]

[69] Moscatelli, Mirta, “La Liga Patriótica Argentina Una propuesta nacionalista frente a la conflictividad social de la década de 1920”, en La Trama de la Comunicación. Vol. 7, Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencia Política y RR. II., Universidad Nacional de Rosario, 2000, pp. 2-12.

[70] Ciapuscio, Héctor, 2017, Ob. Cit., p. 219