“Luchar,
vencer, las bases al poder”. Posibilidades y dificultades para la
emergencia de agrupaciones clasistas en algunos sindicatos de Córdoba durante
la transición a la democracia (1972-1974)
“Fight, win, rank and file to power”. Possibilities and difficulties
for emergence of clasistas clusters in some unions
in Córdoba during the transition to democracy (1972-1974)
María Laura Ortiz
Centro de Estudios Avanzados, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Prof. Asistente en Escuela de
Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.Vocal de la Comisión
Directiva de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina.
Dirección postal: Eduardo Katsuda 5655, Córdoba,
Argentina, malauraortiz@gmail.com
Recibido: marzo de 2019 Aprobado: diciembre de 2020
Resumen: En este artículo se analizarán
algunas experiencias clasistas que se desarrollaron durante los años 1972 a
1974 en fábricas pequeñas y medianas de Córdoba y algunos sectores de
servicios. Se describirán las características de las agrupaciones clasistas que
emergieron en estos ámbitos, reconociendo las potencialidades de sus
intervenciones y explicando las dificultades para su institucionalización. El
período que nos ocupa estuvo marcado por la transición a la democracia, ya que
en 1972 se produjo el llamado a elecciones por la dictadura de la
autoproclamada “Revolución Argentina” que se había implantado en 1966. En ese
contexto, en varios sectores se vivenció la necesidad de democratizar las
estructuras sindicales ampliando la participación de las bases obreras. Así
sucedió en el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA) de
Córdoba a partir de la victoria del Movimiento de Recuperación Sindical (MRS)
en 1972, que es un caso bastante conocido y recordado. Las características de
la experiencia de SMATA fueron compartidas por obreros clasistas en otros ámbitos,
tanto de servicios como productivos de sectores dinámicos y vegetativos. En
ellos, las agrupaciones de bases clasistas buscaron intervenir en sus
sindicatos para lograr una democratización que ampliase la participación y el
compromiso en la defensa de la dignidad económica y de las condiciones
laborales. El hecho de que no hayan llegado a dirigir sus sindicatos no implica
desconocer sus intentos de organización, para lo cual contaron con el apoyo de
la Confederación General del Trabajo (CGT) local y del gobierno provincial, como
también de algunas organizaciones de izquierda marxistas y peronistas revolucionarias.
Palabras clave: clasismo;
sindicatos; democratización.
Abstract:
This article discusses some clasistas experiences that developed between 1972 and 1974
in small and medium factories of Córdoba and some service sectors. The
characteristics of the clasistas
clusters that emerged in these areas will be described, recognizing the
potentialities of their interventions and explaining the difficulties of their
institutionalization.The period in question was marked by the transition to
democracy, since in 1972 there was the call for elections by the dictatorship
of the self-proclaimed "Argentine Revolution" that had been implanted
in 1966.In this context, the need to democratize trade union structures has
been experienced in a number of sectors, increasing the participation of the
workers' rank and file.This was the case at local branches of the Mechanics and
Allied Automotive Transport Workers Union (SMATA), following the victory of the
Trade Union Recovery Movement (MRS) in 1972, which is a well-known and
remembered case.The characteristics of the SMATA experience were shared by clasistas workers in other sectors, both services and
production of dynamic and vegetative sectors. In them, the group of clasistasrank and file sought to intervene in their unions
to achieve a democratization that broadened participation and commitment in the
defense of economic dignity and shop floor conditions.The fact that they have
not managed to lead their unions does not mean that they are not aware of their
attempts to organize, for which they had the support of the local General
Confederation of Labor (CGT) and the provincial government, as well as some
leftist Marxist and revolutionary Peronist organizations.
Key
words:Clasismo; unions; democratization.
Introducción
Este trabajo forma parte de una tesis doctoral en historia
que estuvo orientada a investigar la emergencia del sindicalismo clasista en
perspectiva histórica, analizando sus procesos de cambios y continuidades en el
período 1969-1976 en Córdoba[1].
En el sentido común, el clasismo adjetiva una relación de clases, generalmente
asociado a la preeminencia de la clase alta y a una discriminación hacia los
sectores subalternos. Sin embargo en nuestra historia reciente el término se
afilió con un modelo sindical que se apropió del concepto pero en
contraposición a aquel sentido: implicaba la defensa de la clase trabajadora y
la oposición a la patronal. Si bien como término comenzó a ser utilizado por
los comunistas en la década de 1920, en los años setenta fue reutilizado por la
izquierda revolucionaria y el mundo obrero[2].
Quienes han investigado diferentes experiencias clasistas en nuestra historia reciente, generalmente lo distinguen por la autoorganización obrera, la intransigencia en sus peticiones y la violencia en sus repertorios de confrontación. Su discurso revolucionario se generó a partir de una fuerte vinculación con las ideas marxistas y con militantes de izquierda, que entre fines de la década de 1960 y 1970 iban ganando protagonismo en una escena política cada vez más excepcional. El clasismo como modelo sindical emergió como alternativa a la tradición sindical peronista basada en la negociación, de allí la caracterización de “antiburocrático y antipatronal”[3].
La historia del clasismo tuvo muchos protagonistas, pero sin
duda la experiencia cordobesa estuvo signada por los sindicatos de FIAT Concord
y Materfer (SiTraC y SiTraM). Para muchos de los protagonistas de la época, la
experiencia del activismo clasista se nutrió de su ejemplo, según sus propias
necesidades y sus posibilidades históricas. La excepcionalidad de este caso
radicó en haber sido uno de los pocos casos en que los clasistas lograron
dirigir el sindicato e, incluso, en haber sido los primeros en hacerlo en aquel
clima revolucionario posterior al “Cordobazo”. Probablemente por estas
características, este es uno de los casos más estudiados y con más textos
publicados. La otra experiencia que se más se referencia con el clasismo
cordobés es la que se vivió en el Sindicato de Mecánicos y Afines del
Transporte Automotor (SMATA) entre 1972 y 1974. Hay diversas interpretaciones
sobre porqué surgieron movimientos clasistas, de acuerdo a las teorías y
preguntas que cada investigador formula. Pero en esta investigación comenzamos
por reconocer una serie de experiencias clasistas que surgieron en distintos
sectores de la industria y los servicios, tales como fábricas mecánicas y
metalúrgicas, de calzado, de caucho, en establecimientos lácteos, de la carne,
en obras de construcción y en sectores de servicios como el de la sanidad.
Aunque en estos espacios los clasistas no llegaron a liderar la representación
sindical, si formaron agrupaciones sindicales que tributaban a la Lista Marrón
o el Movimiento de Recuperación Sindical de SMATA. En algunos casos
constituyeron mayorías en Cuerpos de Delegados o en Comisiones Internas de
Reclamos, en otros intentaron formar sindicatos paralelos o comisiones
provisorias. En ellos el acceso a la comisión directiva fue un camino vedado
por diferentes obstáculos, que dependieron de las prácticas y normativas de
cada sindicato pero que también estuvieron condicionados por los diferentes
contextos sociopolíticos. No obstante, su existencia derivó de una serie de
redes horizontales intersindicales en las que se compartían experiencias y se
apuntalaban nuevas expresiones.
El período que nos ocupa estuvo marcado por la transición a
la democracia, ya que en 1972 se produjo el llamado a elecciones por la dictadura
de la autoproclamada “Revolución Argentina” que se había implantado en 1966. 1973
fue el año del retorno del peronismo al juego político después de 18 años de
proscripción, persecución y resistencia. A nivel nacional la fórmula
presidencial del movimiento justicialista (en ese momento Frente Justicialista
de Liberación, FREJULI) estaba encabezada por Héctor J. Cámpora que era el
delegado personal de Perón quien, por una cláusula establecida por los
militares no podía presentarse como candidato. En Córdoba, el FREJULI estaba
encabezado por Ricardo Obregón Cano y Atilio López, dos representantes del
peronismo más progresista[4].
En las elecciones para gobernador de Córdoba tuvo que
realizarse un ballotage ya que la fórmula
ganadora (del FREJULI), no alcanzó el 50% más uno de los votos, según
establecía el reglamento electoral dispuesto por el saliente gobierno militar. Esta
segunda vuelta tuvo lugar el 15 de abril de ese año, y en ella se consagró a
Obregón Cano y López como ganadores. Asumieron el mando ese 25 de mayo, al
tiempo que Cámpora hacía lo propio en el ejecutivo nacional. Debido a la
identificación progresista del FREJULI cordobés, recibió amplios apoyos
sociales que trascendían las fronteras del peronismo y que incluía un amplio
espectro de referentes políticos y sindicales de izquierda[5].
Esto provocó la reacción de los sectores “ortodoxos”, que no sólo iniciaron una
campaña de desprestigio contra el gobierno provincial sino que también
recurrieron a ataques parapoliciales[6].
Con el transcurrir de los meses, y con el apoyo del gobierno nacional
encabezado por Juan Domingo Perón, estos sectores consiguieron reorganizarse y
lograron hegemonizar el poder político provincial gracias a “Navarrazo”[7].
En el contexto de transición a la democracia, en varios sectores
se vivenció la necesidad de democratizar las estructuras sindicales ampliando
la participación de las bases obreras. Así sucedió en el sindicato mecánico de
Córdoba a partir de la victoria del Movimiento de Recuperación Sindical (MRS) en
1972. Esta agrupación había conformado la Lista Marrón, que fue encabezado por
Renée Salamanca y estuvo conformada por activistas clasistas y militantes de
distintas organizaciones de izquierda revolucionaria e independientes. Desde que
asumió la dirección sindical buscó su democratización,lo que implicaba achicar
las diferencias entre la dirigencia y las bases. Para ello se estableció que
los miembros de la Comisión Directiva (CD) debían rotar entre la función
gremial y el puesto en su sección; se designaba a la Asamblea General como
órgano máximo de la dirección del gremio -pudiendo revocar mandatos en casos
necesarios- y se buscó sanear las cuentas del sindicato, ya que había una deuda
de 150 millones de pesos. Se anunció que mensualmente se publicarían las cuentas
del gremio y que la nueva conducción renunciaba al viático diario de 1.000
pesos que percibían los directivos del gremio, como también venderían un auto
Torino que estaba “para uso de los jerarcas”[8].
Una de las consecuencias de este cambio sindical fue que se
iniciaron redes horizontales dentro de los establecimientos fabriles, las
cuales fueron apuntaladas desde la dirección sindical. De manera que cada
conflicto puntual se convirtió en un motivo de lucha para todo el conjunto de
los mecánicos. Así sucedió a los pocos días de la asunción de la nueva
dirigencia, cuando FIAT despidió de tres operarios de Grandes Motores Diesel
(GMD). Salamanca lo calificó como “práctica desleal” y todo el SMATA efectuó un
quite de colaboración. Luego, una multitudinaria asamblea, con 4.500
asistentes, pidió la solidaridad del resto de FIAT y de la Confederación
General del Trabajo (CGT) regional[9].
Un cambio similar ocurrió en la lucha por las reivindicaciones inmediatas, por
caso, los reclamos de insalubridad en Forja. Durante el “torrismo” estas
cuestiones eran materia de cada Comisión Interna de Reclamos (CIR), pero a
partir de 1972 esas disputas comenzaron a discutirse desde el colectivo,
incorporándose también a la discusión paritaria[10].
Para el éxito de la negociación paritaria fue sustancial la presión del
sindicato sobre la patronal, asegurando que si no se lograban los mismos
aumentos para todas las fábricas no se lograría para ninguna. Tradicionalmente
los mejores aumentos eran para las fábricas de mayor importancia, sobre todo
Renault, mientras las más pequeñas –muchas subsidiarias de Renault- obtenían
porcentajes menores[11].
Los resultados de las paritarias de 1973 permitieron valorizar una serie de
conquistas que los trabajadores consideraban necesarios, y por ello quedó
registrado en las memorias como cambios sustanciales generados por el MRS[12].
De manera que en su experiencia sectorial, los mecánicos pusieron en evidencia
que la conformación de redes horizontales y la defensa colectiva de las
reivindicaciones, era una herramienta organizativa de utilidad y eficacia.
Como veremos en este trabajo, las características de la
experiencia de SMATA fueron compartidas por obreros clasistas en otros sectores,
tanto de servicios como productivos de sectores dinámicos y vegetativos[13].
En ellos, las agrupaciones de base clasistas buscaron intervenir en sus
sindicatos para lograr una democratización que ampliase la participación y el
compromiso en la defensa de la dignidad económica y de las condiciones
laborales. El hecho de que no hayan llegado a dirigir sus sindicatos no implica
desconocer sus intentos de organización, para lo cual contaron con el apoyo de
la CGT local y del gobierno provincial, como también de algunas organizaciones
de la izquierda marxistas y peronistas revolucionarias. En este artículo se
analizarán algunas experiencias clasistas que se desarrollaron durante los años
1972 a 1974 en fábricas pequeñas y medianas de Córdoba y algunos sectores de
servicios. Se describirán las características de las agrupaciones clasistas que
emergieron en estos ámbitos, reconociendo las potencialidades de sus
intervenciones y explicando las dificultades para su institucionalización.
Enfrentamientos entre interventores y bases obreras
de la Sanidad y el Calzado
El sector de la Sanidad y el del Calzado son actividades
completamente disímiles, en tanto el primero corresponde al sector de servicios
y el calzado al productivo. No obstante, hay una característica que nos permite
analizarlas a la par durante este período: agrupaciones clasistas de bases
tuvieron que lidiar con interventores de federaciones y centrales
sindicales.
En junio de 1973 la dirección de la seccional Córdoba de la Asociación
de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA), había convocado a una asamblea
para designar la junta electoral y convocar a elecciones pero, previendo que el
activismo opositor se estaba organizando, renunciaron todos y pidieron la
intervención a la Federación (FATSA)[14].
La razón de esa medida era que temían que en ATSA las enfermeras que habían
iniciado una organización desde abajo, formando comisiones interhospitalarias,
terminaran formando un núcleo opositor a la dirigencia sindical tradicional y
pudiese ganar la CD. Agustín Tosco, por entonces Secretario Adjunto de la CGT
regional, relata este proceso de organización de bases en el sector de la
Sanidad:
El gremio de la
Sanidad, copado por burócratas. Organizamos una serie de comisiones
interhospitalarias. (…) Teníamos reuniones, venían compañeras enfermeras,
muchas de ellas sin conocimiento, sin práctica sindical, y decían: “¿Y si nos
cierran las puertas que hacemos, compañero?”. Entonces nosotros dijimos tenemos
que juntar dos mil compañeros. Ellos han convocado a asamblea, si nos cierran
las puertas, tiramos la puerta y hacemos la asamblea, nombramos nuestra junta
electoral y realizamos una elección democrática. ¿Qué hicieron? [Aplausos] ¿Qué hicieron? Conocían de toda esta tarea que hay
que hacerla siempre en las bases con los compañeros, infundiéndoles aliento,
esperanza, seguridad. Conocían que se estaba trabajando y que las bases venían
a la asamblea. Hablaron por teléfono aquí a ATSA de Buenos Aires. Y le mandaron
la renuncia, entonces ATSA intervino y resolvió que no se hacía la asamblea. El
8 fueron los compañeros, tiraron abajo las puertas, hicieron la asamblea,
echaron a los burócratas [aplausos],
nombraron la junta electoral y nombraron la comisión provisoria[15].
Como cuenta Tosco, el activismo se organizó y formó una
Comisión Provisoria para iniciar un proceso de normalización que desembocaría
en un llamado a elecciones y, para garantizarlas, se había ocupado el local
sindical[16].
Pero ante la posibilidad del desalojo policial, los clasistas organizaron una
manifestación en el Palacio de Tribunales, pidiendo a la “justicia burguesa”
que no sólo hiciese justicia para los ricos sino también para el pueblo y los
trabajadores. Con el humor que lo caracterizaba, Toscorelataba cómo se le había
pedido al juez que no ordenase el desalojo, haciendo un “lío tremendo” con
cánticos y desparramando mandarinas en el Palacio de Justicia. Lograron su
cometido, ya que el Juez suspendió la orden de desalojo. Luego, su Comisión
Provisoria fue confirmada en una nueva asamblea con una amplia participación de
los trabajadores de la Sanidad.
Hicimos una
reunión. ¿Qué hacemos? Bueno, juntemos a todos los compañeros, declaremos un
paro y vamos al Palacio Judicial. Ayer hicimos una manifestación de más de mil
compañeros, más de mil compañeras diría porque eran muchas más las compañeras;
y compañeros fuimos al Palacio Judicial, hicimos un acto en el Palacio
Judicial, apelamos a la justicia burguesa diciendo que la justicia solo se
concebía en el seno del pueblo, que dejaran de ser justos [aplausos],
que dejaran de ser justos con los oligarcas y con los ricos, que tuvieran
presente a esas compañeras enfermeras, a todos los compañeros y compañeras que
trabajan en los hospitales, que estaban gritando “Luchar, vencer, las bases al
poder” en este, [aplausos], en este acto que
hicimos en el Palacio de Tribunales. Fuimos al Juez, armamos un lío tremendo en
realidad en, en Tribunales [risas],
comíamos mandarinas, tirábamos mandarinas, les quedó fenómeno el Palacio de
Tribunales [risa de Tosco y del público, aplausos].
Planteamos con la gente ante el Juez y logramos, porque casi muchas veces uno
trabaja, empuja, y no cree que va a lograr algunas cosas, logramos que ante
toda la situación que se planteaba el juez ordenara la suspensión del desalojo
y, e iniciara trámites de testimonios, etcétera, etcétera. Volvimos contentos
al gremio de la Sanidad, se hizo una asamblea, se ratificó la Comisión
Provisoria y se celebró ante la propia Justicia un gran triunfo de las bases
obreras frente a la burocracia, particularmente los burócratas de Buenos Aires
que habían resuelto desalojar a los compañeros, confirmando la Comisión
Provisoria, la elección y el proceso democrático en un gremio de diez mil
compañeros como es el de la Sanidad de Córdoba [aplausos].”[17]
En el mismo período las autoridades de la Federación
enviaron un “delegado reorganizador”, Edgardo Sierra, que hizo una denuncia a
la Policía y a la Justicia por la “usurpación” del local. Este grupo intentó
recuperar el mismo, pretendiendo ingresar por medios violentos y culminando en
un tiroteo en la madrugada del 11 de septiembre. Como resultado del mismo hubo
tres muertos: un policía y dos de los ocupantes[18].
En esta lucha, los trabajadores de la Sanidad no sólo fueron
apoyados por la CGT regional sino también por el Sindicato de Luz y Fuerza,
SMATA, Perkins, las Comisiones Provisorias de Concord y Materfer y la
Agrupación Clasista de la Construcción; con quienes se habían agrupado en el
nucleamiento llamado Resistencia Clasista. Juntos denunciaron la “ola de
secuestros” que venía hostigando al activismo y los ataques a los sindicatos
que sucedieron en este período. Según sus declaraciones, estos hechos formaban
parte de “un plan de los sectores más reaccionarios de ´las 62´ y grupos
fascistas para provocar la intervención del gobierno y de los sindicatos donde
la burocracia perdió la dirección”[19].
El activismo en la Sanidad estaba hegemonizado por sectores
del peronismo combativo, conectados con el Peronismo de Base y la Juventud
Trabajadora Peronista. Se había formado la “Agrupación Amado Olmos” y la
Agrupación Celeste Justicialista de la Sanidad, que adherían a la doctrina
justicialista “revolucionaria y cristiana”. En las elecciones de octubre de ese
año se presentaron como Lista Blanca, y fueron encabezados por Carlos Luis
Carranza y María Ester Rodríguez, Secretario General y Adjunta respectivamente.
Lograron una importante victoria electoral, y entre sus primeras declaraciones
sentaron un posicionamiento antiburocrático y antiimperialista, diciendo que
“nuestro gremio fue recuperado por las bases luego de 18 años de conducción
entreguista y traidora, vendida a las patronales y al imperialismo
norteamericano”[20].
En estas líneas se observa parte del discurso sostenido por el clasismo, lo
antiburocrático, antipatronal y antiimperialista.
Este cambio en la dirigencia fue acompañado de una
ampliación en la participación sindical de las bases de trabajadores de la
Sanidad, quienes además iniciaron un proceso de afiliación inusitado en el
gremio: entre junio y noviembre de 1973 se pasó de 4.000 a 10.000 afiliados[21].
Sus reclamos apuntaban contra las malas condiciones laborales, consentidas por
los “burócratas” que habían dirigido el sindicato en los años anteriores. Entre
otras cosas, apuntaban la costumbre de obligar a firmar los recibos de sueldo
en blanco, quitar francos y violar los horarios de trabajo. Además, denunciaban
la falta de democracia sindical durante los años previos: la elección de
delegados “a dedo”, la no publicidad de asambleas para evitar la asistencia de
opositores, un sistema de “afiliaciones selectivas” para obstaculizar
rivalidades, entre otras[22].
En las semanas siguientes, la nueva CD demoraba en ser
reconocida por el ministro de Trabajo nacional Ricardo Otero. Mientras tanto,
el presidente de la Federación de la Sanidad Otto Calace desconoció las
elecciones -a pesar de que se habían hecho con la fiscalización de funcionarios
del Ministerio de Trabajo y del Departamento Provincial de Trabajo- y envió a
Rodolfo Héctor Migliano como interventor a la seccional[23].
Sin embargo, el activismo continuó operando entre el Cuerpo de Delegados y la
Lista Blanca. Ellos se opusieron a la normalización de la CGT en Alta Gracia en
momento del “Navarrazo”, que implicó una nueva hegemonía sindical del peronismo
“ortodoxo”. Este cambio generó también transformaciones en ATSA, ya que a los
pocos días del putsch, una banda armada ingresó
durante la madrugada en la sede sindical, la ocupó y secuestró por dos horas a
la afiliada Ana María Chapetta, trabajadora del Hospital Tránsito Cáceres de
Allende, quien luego fue entregada a la Policía. Aunque los clasistas
intentaron resistir a la ocupación, declarando paros progresivos de dos horas
por turno y reclamando ante la Justicia, lo cierto es que después de eso ya no
tuvieron posibilidades de intervención institucional[24].
En este caso, tal como se observa, la Federación de la
Sanidad desempeñó un importante papel en el desplazamiento de movimientos
clasistas de la institucionalidad sindical. En el gremio del Calzado ocurrió
algo similar, que ya había sido intervenido en 1971. No obstante, durante este
período seguía habiendo una disputa por la conducción entre la Comisión
Interventora y algunas agrupaciones sindicales, que fue ascendiendo varios
escalones en el nivel de violencia política.
Había al menos dos sectores enfrentados a la Comisión
Interventora del Calzado. Uno era el Movimiento de Recuperación del Calzado,
que toma su nombre de los movimientos clasistas de la época. Sus activistas,
algunos de ellos militantes de partidos de la izquierda revolucionaria, eran
calificados por los normalizadores como “permanentes provocadores” y, a
principios de 1972, fueron atacados a tiros por parte de autoridades de
Sindicato mientras realizaban una asamblea[25].
El otro sector era la Agrupación Obrera del Calzado “11 de junio”, dirigida por
Armando Jorge D´Ilelo. Formada principalmente por militantes peronistas, estaba
alineada con “las 62 legalistas” y, desde 1973, tenía buenas relaciones con el
Vicegobernador Atilio López que la apoyaba en sus críticas a la Comisión
Normalizadora[26].
Al igual que en el caso anterior, se hace evidente la interna peronista entre
sectores peronistas “legalistas” y revolucionarios contra los peronistas
“ortodoxos”. A su vez, la presencia de Atilio López en el gobierno enmarañaba
las acusaciones cruzadas, tal como ocurrió en este mismo período en el
Sindicato de Conductores de Taxis[27].
A pesar de esos apoyos, las agrupaciones de base tenían un
funcionamiento extrainstitucional, ya que formalmente el sindicato estaba
intervenido. En esa situación se hacía más difícil mejorar las condiciones
laborales y salariales de los trabajadores queestaban marcadas por una fuerte
arbitrariedad patronal. Aun así, la oposición a la intervención nunca dejó de
bregar por la organización de las bases para defender sus derechos. Por
ejemplo, ante el incendio de la fábrica Triay comenzaron a circular versiones
de que la empresa suspendería a todo el personal por dos o tres meses y luego
despediría al 50% sin indemnización. Por ello el Movimiento de Recuperación del
Sindicato del Calzado convocó a los trabajadores a organizar una Comisión
Interna. Por su parte, la Agrupación “11 de junio” denunciaba despidos de
delegados en la fábrica Bruno Landi y Nando, como también suspensiones sin
término en las plantas Italo Brenna, Blanco, Larami y Muñoz. En estas últimas
también se denunciaba que los obreros no podían elegir delegados ni tampoco
eran amparados por el sindicato. Criticaban a la Comisión Interventora del
gremio porque tenía “dirigentes que nada han hecho para mejorar la nefasta
conducción de Olmedo sino que por el contrario continúan aplicando la misma
política sindical tramposa en perjuicio de los obreros”[28].
El Vicegobernador Atilio López los apoyó en sus declaraciones, y denunció que
el sindicato del Calzado estaba dirigido por personas ajenas al quehacer
específico. Eso provocó la respuesta de la Comisión Interventora, que declaró
que la Comisión Directiva Central de UTICRA había nombrado como interventor de
la seccional Córdoba a Armando Pesenti, quien había sido Secretario General del
Sindicato en Rosario. Según manifestaban, Pesenti habría nombrado la Comisión
Interventora, formada con obreros del calzado y afiliados al gremio[29].
En la misma sintonía a ese movimiento de oposición a la
Intervención, actuaron algunas organizaciones políticas y político-militares,
especialmente el Peronismo de Base (PB) y el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), que contaban con algunos militantes entre sus trabajadores[30].
El ERP efectuó varias ocupaciones y arengas en fábricas de calzado: en octubre
de 1973 en la fábrica Lucas Trejo se hizo una arenga al personal, distribuyendo
propaganda “guerrillera”[31].
Dos meses más tarde la misma fábrica fue ocupada por el Comando Eduardo Giménez
del ERP, que también se dirigió a su personal, distribuyó propaganda
revolucionaria y, según su prensa, recibió “la más cálida simpatía de los
trabajadores”[32].
También en la fábrica de zapatillas Bartolo Ludovico en Barrio San Vicente hubo
una arenga por parte de un grupo de cuatro personas de “filiación guerrillera”
que pintaron paredes y repartieron volantes[33].
En síntesis, tanto en el caso de la Sanidad como en el del
Calzado se observa un enfrentamiento entre las bases y los interventores, entre
los trabajadores y los “burócratas”. En ambos casos, el activismo clasista
luchó por tener un reconocimiento institucional pero no lo pudo conseguir. No
obstante, efectuó acciones en las que demostraron tener amplios apoyos entre la
masa trabajadora y, también, entre dirigentes sindicales de gremios clasistas y
combativos, de la central obrera regional y del gobierno, como asimismo de
organizaciones políticas de izquierda. Sus formas de organización y repertorios
de confrontación son muy similares a los de otras experiencias clasistas del
período: la formación de Comisiones Provisorias elegidas entre los obreros, la
formación de redes horizontales con otras agrupaciones clasistas, la misma
nomenclatura de las agrupaciones y sus discursos en consonancia con otros
espacios del activismo clasista. Asimismo, la oposición al sector peronista
“ortodoxo” y sus acusaciones cruzadas, también son un elemento repetido en
otros casos a lo largo del período.
Cuerpos de Delegados y agrupaciones clasistas
dirigen movimientos de bases contra las estructuras sindicales
En otros sectores productivos también se organizaron
agrupaciones clasistas durante estos años, aunque algunas habían comenzado a
organizarse en el período anterior. En estos casos se observan las dificultades
de estas agrupaciones para poder dominar la dirección de sus respectivos
sindicatos, en un contexto de violentos enfrentamientos al interior del
movimiento peronista. No hubo intervenciones de centrales o federaciones en
estos sindicatos, sino que las comisiones directivas tradicionales utilizaron
otros recursos represivos para frenar la movilización clasista.
Uno de esos casos fue el del establecimiento Industrias
Mecánicas del Estado (IME), encuadrado en la Asociación Trabajadores del Estado
(ATE). En IME el sistema de trabajo era muy estricto ya que, por ser una
dependencia del Ministerio de Defensa, tenía jefes y guardia interna de origen
militar. Aun así, el activismo combativo y clasista –muchos de ellos militantes
del Partido Comunista (PC), de Vanguardia Comunista (VC), del Peronismo de Base
y el Movimiento Obrero Radical- había formado la Lista Morada y Blanca que ganó
las elecciones de la Comisión Interna desde fines de la década de 1960, en
oposición a la Lista Azul que estaba encabezada por Héctor “la perra” Castro.
No obstante, la Lista Azul continuó liderando la CD de ATE, que en las
elecciones de agosto de 1973 había ganado por poco más de 100 votos. La Lista
Azul era liderada por Héctor Ricardo Castro, quien a su vez había sido
Secretario de Organización de la CGT regional en 1970, Secretario de Actas en
1971 y en 1973 fue elegido Diputado Provincial por el FREJULI. Él formaba parte
de la Mesa Directiva de “las 62 legalistas”, pero respondía más a la línea de
Elpidio Torres, que con el tiempo terminó teniendo más acuerdos con los
“ortodoxos” que con los combativos que lideraba Atilio López. En 1973 volvió a
ganar la Lista Azul, esa vez encabezada por Reginaldo Custodio Ramallo, un
activista de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Cuando asumió, se
discutió si era diferente o una continuidad de la época de “la perra” Castro, ya
que el resto de la lista era la misma que antes[34].
En este espacio la activación de las bases se demostraba en
momentos de discusiones paritarias y conflictos con la patronal, que no sólo
protestaban con abandonos de tareas sino que podían incluir barricadas y
marchas entre sus repertorios de acción[35].
Pero el conflicto principal que atravesó esta fábrica durante este período
ocurrió entre fines de 1973 y comienzos de 1974. Todo comenzó el 22 de
noviembre de 1973 cuando a raíz de un accidente laboral, se citó a una asamblea
para debatir sobre la seguridad de las máquinas. Por esta cuestión se convocó a
una marcha hacia la Casa de Gobierno en la que un grupo “alteró el orden” y la
Policía los detuvo, hallando que el hijo del gerente de la fábrica estaba armado.
Por ello los trabajadores criticaron al gerente, ingeniero Raúl Suasnávar,
padre del detenido, y lo culpaban de “responder a intereses de los monopolios
imperialistas”[36].
En concreto, se lo responsabilizaba de intentar desmantelar la fábrica, no
cumpliendo con las cuotas mínimas de producción exigidas por la Ley de
Promoción Industrial para obtener sus beneficios. A los pocos días la patronal
dio licencia por 20 días a todo el personal mientras el Secretario General de
ATE Reginaldo Ramallo viajaba junto a una delegación hacia Buenos Aires para
denunciar ante autoridades competentes la situación de la fábrica. En ese
interin la patronal decidió aplicar la Ley de Prescindibilidad a 250
trabajadores, intentando purgar al activismo clasista. El gremio se movilizó y
declaró un paro, que fue acompañado por la CGT regional. Durante la jornada de
protesta la Policía los reprimió, hiriendo a varios trabajadores y deteniendo a
unos veinte de ellos. Finalmente el paro fue levantado cuando Suasnávar fue
reemplazado por otro gerente, el Comodoro Ingeniero Carlos A. Isaur Calveiro[37].
El final del conflicto fue percibido por los trabajadores como una derrota, que
de hecho dejó a la mayoría del activismo de izquierda despedido. Incluso la JTP
terminó expulsando a Ramallo de sus filas, acusándolo de haber negociado
“vergonzosamente” con la “burocracia” sindical y el ministro Otero, cediendo
ante presiones de ATE nacional por una supuesta intervención de la regional
Córdoba y aceptando la reincorporación selectiva de los despedidos de IME[38].
Otros conflictos entre delegados de bases y estructuras
sindicales sucedieron en la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera
de la República Argentina, seccional Córdoba (ATILRA). Esta estaba conducida
por Emilio Núñez, dirigente de la Lista Blanca, que había ganado las elecciones
gremiales de 1972 por apenas 100 votos contra la Lista Rosa[39].
En el sector lácteo, los principales conflictos de este período sucedieron en
la fábrica SanCor, ubicada en el Camino a Montecristo. Allí, un reclamo
salarial de los trabajadores reunidos en asamblea derivó en la ocupación de la
planta[40].
En este caso, otra vez, se puso de manifiesto la activación de los trabajadores
dirigidos por su Cuerpo de Delegados y, también, las limitaciones que imponía
el sindicato a esa movilización de bases.
Por un lado, el sindicato se quejaba de que el Cuerpo de
Delegados de SanCor no había actuado orgánicamente, sino por fuera de la
estructura gremial. En la solicitada que firmaron Emilio Núñez y Ermes Abatidaga,
dirigentes del ATILRA, reprobaban los “métodos violentos” empleados en SanCor
por “una equivocada y mal entendida ´revolución´”. Terminaban aclarando que el
sindicato se deslindaba de toda responsabilidad de lo que ocurriera en la
planta de SanCor[41].
Más allá de que los dirigentes sindicales denunciaban “tergiversaciones en las
informaciones, porque se quiso hacer aparecer al sindicato como desentendido de
los intereses de los trabajadores”, lo cierto es que su solicitada es clara en
el desmarque de compromisos con los trabajadores de SanCor. No era algo contra
los trabajadores sino contra el activismo que había movilizado las bases y que
se agrupaban en el Movimiento por la Democracia Obrera de la Industria Lechera.
Ellos, por su lado, no sólo bregaban por aumentos salariales sino también por
las mejoras en las condiciones de salubridad y contra las amenazas de la
patronal y de la “burocracia” sindical[42].
Otra ocupación de la planta SanCor fue realizada en este período por el ERP, en
la que se “expropiaba” parte de la producción para distribuirla entre quince de
los barrios más humildes de la ciudad. En esa ocasión se arengaba a los obreros
para que comprendieran la necesidad de “devolver al pueblo parte de lo que la
empresa roba a los obreros”[43].
También en el sector del Caucho las bases habían iniciado
una lucha por la situación de “superexplotación” a la que tradicionalmente eran
sometidos. Para poner un ejemplo, en la fábrica Rubber se trabajaban doce horas
corridas, no ocho como estipulaba la legislación laboral; e incluso había
menores de edad cumpliendo ese horario. Pero además, reclamaban por la
situación de insalubridad que generaba accidentes y enfermedades pulmonares,
alérgicas, entre otras; que se sumaba a la precaria cobertura de la obra
social. También era moneda corriente la firma de recibos de sueldo en blanco,
los despidos indiscriminados y la falta de seguridad en las máquina-herramientas.
Por ello en julio de 1973 muchos trabajadoresdecidieron desafiliarse del
sindicato e intentaron formar un sindicato propio, a nivel provincial, que
representara a los casi 8.000 obreros que había en Córdoba. Con él querían
discutir un convenio colectivo de trabajo y que se les permitiera tener una
obra social que cubriera sus necesidades de salud. Con ese proyecto iniciaron
trámites para solicitar la personería gremial, y buscaron el apoyo del
Vicegobernador Atilio López. Ese sindicato, al que llamarían Sindicato de
Trabajadores del Caucho y Afines (SITRACAAF) nunca llegó a ser reconocido
oficialmente, ya que la Federación Obrera del Caucho y Afines (FOCAYA) sólo aceptaba
al Sindicato de Obreros y Empleados del Caucho y Afines (SOYECA)[44].
La dirección del SOYECA estaba en manos de la Agrupación Peronista del Caucho
“23 de Agosto”, identificada con el peronismo “ortodoxo” y encuadrada en la
Juventud Sindical Peronista (JSP). Su discurso apuntaba como objetivo lograr la
“cohesión ideológica” que reuniera a los trabajadores bajo la premisa de
“unidad en la acción” y denunciaba que el SITRACAAF era el “continuismo del
engaño” que estaba formado por “eternos anarcas especuladores” que querían
robar el dinero a los trabajadores[45].
Mientras el SITRACAAF se encargaba de pedir inspecciones de
la Dirección de Trabajo en sus plantas, los delegados de la FOCAYA y los
miembros de la Agrupación “23 de Agosto” presionaban a las autoridades para que
no realicen las inspecciones solicitadas y enviaban a “matones” para que
amenazaran y golpearan a los activistas surgidos “desde abajo”[46].
Aunque no fuese reconocido oficialmente, el SITRACAAF operaba en la realidad
como el representante de los trabajadores del caucho. Así quedó demostrado en
los conflictos con la patronal que se desencadenaron entre fines de 1973 y
comienzos de 1974, en especial durante la toma de la planta Armando López[47].
El conflicto en el establecimiento Armando López comenzó
cuando los 50 obreros que allí trabajaban decidieron hacer una asamblea para
hablar sobre la seguidilla de accidentes que habían sucedido con una misma
máquina y, también, por el despido de una empleada. Pero el patrón -Armando
López- respondió ordenando al sereno que encerrara a los obreros en la fábrica.
Éstos, privados ilegítimamente de su libertad, “dieron vuelta la tortilla” y
declararon la ocupación de la planta. Ante esa situación, la patronal despidió
a todos sin contemplaciones y cortó el agua en el establecimiento para
obligarlos a retirarse. La acción conjunta del Departamento de Trabajo y el
SITRACAAF, que convocó a las otras plantas, organizó ollas populares y
colectas; terminó logrando la reincorporación de todos los despedidos. A su
vez, en correspondencia con el período, las negociaciones del Departamento de
Trabajo y del Vicegobernador Atilio López, fueron cruciales para destrabar el
conflicto. Quien gestionó los acuerdos fue el secretario de conciliación del
Departamento de Trabajo Aristóbulo López, hermano del Vicegobernador. Él le
consiguió trabajo en la administración pública a la empleada despedida por la
que se habían iniciado los reclamos obreros[48].
También en este caso se observan la conformación de redes
horizontales desde las bases. Por ejemplo cuando sucedió la toma de Armando
López, entre el 19 y el 23 de noviembre, se solidarizaron otros obreros del
caucho provenientes de Arce Goma, Gomacord, Rubber, Goma Pons y A. Giacomelli.
Entre todos cantaban: “Vea, vea, vea, no sea tan chicato, los obreros del
caucho son el nuevo sindicato”. También establecieron relaciones con el
Sindicato de Perkins, las Comisiones Provisorias de FIAT, los lecheros y los de
Luz y Fuerza[49].
De estos núcleos surgió la Mesa Coordinadora de Gremios en Lucha, que fue
sustancial para sostener el activismo clasista luego del “Navarrazo”.
Como hemos relatado en otros casos, la violencia política se
enredaba en estos conflictos, lo que ocurrió cuando una bomba explotó en la
casa de Armando López[50].
Dentro del activismo de los trabajadores del caucho también hubo militantes
orgánicos de partidos y de organizaciones político-militares. Las tensiones
entre lo sindical y lo partidario fueron una constante del clasismo en este
período, no obstante, y de acuerdo con la propuesta clasista, se intentaba que
la actividad política discurriera por carriles diferenciados del sindical[51].
En el sector de la construcción,también durante este período
los activistas clasistas buscaron construir alternativas al sedentarismo de su
dirección sindical.Como en los casos ya analizados, aquí también los
trabajadores de la Construcción debían soportar las arbitrariedades patronales.
“Te negreaban”, recuerdan los obreros, en alusión al trabajo esclavo de la
época colonial: se cobraba cuando y como querían los patrones, se despedía a
quienes quisieran; y el sindicato ponía pocas energías para revertir la
situación. Pero algunas agrupaciones sindicales comenzaron a reunirse en
oposición a la conducción de Rito María Caro, para lo cual contaron con el
apoyo de la CGT regional[52].
En este período se aglutinaron las agrupaciones “Felipe Vallese”, “El Pisón” y
la Agrupación de Activistas Independientes de la Construcción. Juntos formaron
una Comisión Provisoria, que quedó constituida por Jorge Canelles y Oscar
Antonio Ludueña, militantes del PC; Pilar López y Lucio Sánchez de la
Agrupación “Felipe Vallese” de la Construcción; NemoGasparino y Fermín Rivera
de la Agrupación de Activistas Independientes de la Construcción; éste último
militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Por sus
adscripciones políticas, fueron atacados por la dirigencia de la Unión Obrera
de la Construcción (UOCRA) seccional Córdoba, que los calificaban como “perturbadores”
y “agitadores”. Al mismo tiempo, desautorizaban la Comisión Provisoria formada
y acusaban a sus miembros de querer “infiltrarse dentro del peronismo”[53].
La oposición formó la Lista Blanca e intentó presentarse a
las elecciones sindicales de 1973 pero fue impugnada por la Junta Electoral. Y
es que durante este período las estrategias de la conducción sindical de Caro
fueron las similares a los otros casos analizados: a los activistas opositores
se les dificultaba la afiliación, la presentación de listas para elecciones e,
incluso, corrían riesgos físicos.
Vos en el Sindicato
de la Construcción, sos activista no se podías afiliar. Era imposible
afiliarte. Desde amenazas de muerte, de correrte a… a balazos, de todo. No
podíamos afiliarnos. Todos los dirigentes de ese, o que dirigimos ese proceso,
ninguno podía, pudo presentarse en la lista de oposición[54].
Las elecciones continuaron siendo una formalidad porque en
realidad los trabajadores de la construcción no podían elegir a los dirigentes
que querían. La dirección del sindicato sostenía el fondo de desempleo[55],
no actuaba ante despidos arbitrarios ni contra la desocupación. Así lo denunció
el Cuerpo de Delegados de la UOCRA en una asamblea realizada en el Córdoba
Sport en octubre de 1973, después de 17 años que el sindicato no convocaba a
una. En ella, el abogado de la impugnada Lista Blanca habló sobre el fraude de
las elecciones, apuntando “trampas, amenazas y tiros”. También criticaron que
en este sindicato el Cuerpo de Delegados tenía 24 miembros, siendo que de
acuerdo a la cantidad de trabajadores deberían haber sido cerca de 900[56].
Conflictos similares sucedieron en el sector de mataderos,
especialmente en el Frigorífico Mediterráneo, ubicado en Unquillo, una ciudad
cercana a la capital cordobesa. Allí trabajaban 510 obreros y, en marzo de
1972, decidieron formar una Comisión Interna para hacer frente a las
condiciones de explotación a que los sometía la empresa, en vistas a que de
parte del Sindicato de Trabajadores de la Carne y sus derivados nunca hallaban
respuestas favorables a sus demandas. Entre otras cosas, no se clasificaban las
tareas como estipulaba el convenio, los feriados se pagaban como día simple, al
igual que las horas nocturnas; no se protegía la salud ya que no se respetaban
los horarios de descanso y no los vacunaban contra la brucelosis, que era la
enfermedad que más afectaba a estos obreros[57].
Apenas lograron el reconocimiento comenzaron las represalias
patronales, primero suspendiendo y luego despidiendo a tres activistas: Hugo Junco,
Eduardo Lezcano y Luis Sacchino[58].
En ese mismo momento inició la resistencia de los obreros, aunque sin lograr
resultados positivos. Tuvieron que esperar hasta el 25 de mayo de 1973 cuando,
una vez asumido el gobierno peronista, se ordenó la reincorporación de los tres
trabajadores. Ese hecho favoreció a que los trabajadores del frigorífico
participaran más abiertamente en la vida sindical, aumentando la cantidad de
afiliaciones a cuatrocientos. En julio de ese año se realizaron elecciones del
cuerpo de delegados y resultaron electos Hugo Junco, Miguel Ángel Rodríguez,
Luis Galetto, Rosario “Charo” Aredes, Virginio Cuartioni y Daniel Carignano[59].
Para hacer frente a la organización obrera, la patronal
comenzó a hacer circular la versión de que cerrarían la planta, por supuestas
dificultades financieras. Ante el reclamo, el gobierno peronista le otorgó un
crédito pero poniendo como condición la instrumentación del control obrero
sobre la producción. El directorio de la firma no aceptó la propuesta del gobierno
y decidió otra estrategia: contratar a nuevos trabajadores cuya tarea era
difamar a los delegados y acusarlos de “comunistas”[60].
Las bases los rechazaban y decidieron abandonar sus tareas y ocupar el
frigorífico por dos horas, exigiendo que el directorio echase a los
“provocadores”. En cambio, el presidente del directorio Julio Mendiavilla
dispuso la cesantía de cinco activistas, entre ellos de nuevo a Eduardo
Lezcano. Sin embargo los trabajadores exigieron la reincorporación y volvieron
a ocupar el frigorífico, logrando que la cesantía se convirtiese en suspensión
por 10 días, aunque sin poder modificar la relación de dependencia de los
agitadores pro-patronales, todos ellos militantes de la JSP[61].
Probablemente hayan sido ellos quienes filtraron la información necesaria para
la represión posterior, ya que varios activistas del frigorífico continúan hoy
desaparecidos, como “Charo” Aredes, Amalia Echegoyen, Hugo Junco, Enrique
Martínez, Eduardo Bicocca y Mario Graieb[62].En
este caso, a pesar de que se logró el reconocimiento institucional de la
organización de las bases clasistas, la represión patronal –con la colaboración
extrainstitucional de la “burocracia” sindical- desmoronó la organización y la
resistencia de los trabajadores.
Conclusiones
A pesar de la heterogeneidad de experiencias clasistas
durante el período 1972-1974, una de las constantes fue la constitución de
listas clasistas de composición política heterogénea, a partir de diversos
nucleamientos y agrupaciones que adscribían a una amplia gama de posturas
político-partidarias. La militancia partidaria fue sustancial para la
organización de ese activismo clasista que, junto a una situación de público
desprestigio de la conducción sindical tradicional; fueron factores
fundamentales para definir la posibilidad de la “recuperación” de organismos
sindicales por el clasismo. Sus formas organizativas fueron variadas, pero en
general se ocuparon de definir una táctica para ganar en elecciones gremiales
y, a partir de allí, transformar la acción del sindicato en su sector. En la
mayoría de los casos no lo lograron y su organización no pudo ir mucho más allá
de la conformación de agrupaciones clasistas que conformaban la oposición a la
“burocracia”. En algunos casos esos núcleos formaron Comisiones Provisorias que
desplazaron a sus antiguas dirigencias, como en ATSA y la Construcción. En
otros establecimientos, como IME y Frigorífico Mediterráneo, se formaron
Comisiones Internas que fueron efectivas para defender a los trabajadores,
aunque debieron lidiar con las estructuras sindicales y las patronales, cuya
coordinación en la represión los terminó desarticulando. En el sector del
Caucho se intentó formar un sindicato paralelopero no consiguió la legalidad
necesaria para rubricar sus acciones. A pesar de no contar con reconocimiento
institucional, estas experiencias demuestran la masividad y un importante nivel
de compromiso en la participación de los trabajadores en estos movimientos. La
nomenclatura de estas expresiones no es un dato menor, ya que permite
reconocerlas como parte del universo del clasismo, en algunos casos emulando
los movimientos de recuperación sindical y en otros adscribiendo a redes
clasistas.
El sello del clasismo en este período fue la defensa de la
democracia obrera, una bandera que no sólo implicaba el respeto a las
decisiones de las bases sino que también refería a una diferenciación respecto
del verticalismo de las dirigencias sindicales tradicionales. Este contexto
democrático favoreció la ampliación de la participación de los trabajadores,
demostrada en el aumento categórico de la cantidad de afiliados a partir de la
emergencia del clasismo en los diferentes sectores.
La novedad de este período fue la mayor identificación del
peronismo revolucionario en el clasismo, a la par de la izquierda marxista. En
ello fue sustancial la transformación política que significó la asunción de un
dirigente obrero peronista como Atilio López en la Vicegobernación. Fue por eso
que algunos conflictos del mundo del trabajo durante este período hallaron
nuevos espacios, como el caso de ATSA, IME y el Frigorífico Mediterráneo. Se
trataba de territorios en los que el sector peronista de izquierda intentó
disputar la hegemonía que durante la etapa anterior había tenido el peronismo
“ortodoxo”. Este nuevo gobierno posibilitó que los conflictos laborales
tuvieran un aliado en el esquema de poder provincial, aunque no fuese condición
suficiente para alcanzar los objetivos que se hubiesen planteado.
Durante estos años se observa que el clasismo tuvo como principal
enemigo a las “patotas” que respondían a las dirigencias sindicales
tradicionales, principalmente identificados con el peronismo “ortodoxo”. Estos
sectores aplicaron la represión para liquidar las movilizaciones clasistas de
las bases obreras, respondiendo a las necesidades del bloque social dominante:
el empresariado local y multinacional, el gobierno nacional, el Poder Judicial,
la CGT central, entre otros. Su discurso culpaba a los clasistas de
infiltrados, comunistas, “bolches”, “anarcos”, perturbadores. Acompañando esa
táctica, las centrales y federaciones jugaron un importante rol en
intervenciones que fueron útiles para desplazar a movimientos de bases, como el
caso de ATSA, el Calzado y el Caucho. Aun así, los Cuerpos de Delegados y
agrupaciones clasistas fueron sustanciales para sostener la movilización de las
bases obreras, sobre todo en los sectores donde las dirigencias sindicales
tenían poco interés en protestas callejeras y enfrentamientos con las
patronales. Todos estos sectores que formaban el bloque social dominante
actuaron, durante este período, desde esferas extrainstitucionales. No
obstante, esa correlación de fuerzas cambió a partir del “Navarrazo”.
Fuentes escritas
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Económico 1974, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, Dirección de
Informática, Estadística y Censos de Córdoba.
Diario Córdoba, Años 1971-1974.
Diario La Voz del Interior (LVI), Años
1970-1974.
Revista El Descamisado, órgano de difusión de Montoneros, Año 1973.
Revista El Peronista, órgano de difusión de Montoneros Córdoba, Año
1973.
Revista Estrella Roja, órgano de difusión del ERP,Años 1973-1974.
Revista Hechos y Protagonistas de las
luchas obreras argentinas, Año 1,
N° 1, enero de 1984, Buenos Aires: Editorial Experiencia.
Revista MilitanciaPeronista para la Liberación, vinculada al
peronismo de izquierda, Año 1973.
Revista SITRAP, Revista del Sindicato de Trabajadores de Perkins,
Año 1974.
Revista SMATA Córdoba, órgano de
comunicación del Sindicato mecánico de Córdoba, Año1973.
Revista Ya! Es tiempo de pueblo, publicación vinculada a la Juventud
Trabajadora Peronista, Año 1973.
Volante del Peronismo de Base
Córdoba, Junio 1973.
Fuentes orales
Manuel
Anguita, trabajador de la construcción, entrevista realizada en Córdoba el
30/09/2011 por Laura Ortiz.
“Bolita”,
delegado de Tubos Transelectric, miembro de la Mesa de Gremios en Lucha,
militante de Poder Obrero y FAS, entrevista realizada en Pilar, Córdoba el
26/10/2011 por Laura Ortiz y Ma. Paula Puttini.
L.U.,
dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), entrevista
realizada en Buenos Aires el 27/01/1999 por Pablo Pozzi.
Roberto
Nágera, Delegado de Transax, miembro de la Comisión Directiva y delegado
paritario,integrante del Movimiento de Recuperación Sindical - Lista Marrón del
SMATA,militante de Vanguardia Comunista,entrevista realizada en Córdoba el
16/07/2010 por Laura Ortiz.
Pedro,
trabajador de DINFIA-IME y luego Corcemar, militante de VC hasta 1973 y del PST
desde el 1974, entrevista realizada en Córdoba el 26/07/1993 por Pablo Pozzi.
Ramón,
delegado del sindicato del Caucho, miembro de la Mesa de Gremios en Lucha,
entrevista realizada en Pilar, Córdoba, el 21/10/2011 por Ma. Paula Puttini.
Ana María
Rodríguez, delegada de ILASA, delegada paritaria e integrante del MRS - Lista
Marrón del SMATA, entrevista realizada en Córdoba el 30/09/2010 por Laura
Ortiz.
Agustín Tosco “Democracia o burocracia sindical”, Buenos Aires, 15/8/1973, Archivo de Audio, Archivo del Sindicato de Luz y Fuerza Córdoba.
[1] María Laura Ortiz, Violencia y represión. Los trabajadores clasistas, Córdoba (1969-1976), Tesis de doctorado, inédita, Universidad de Buenos Aires, Argentina, 2015.
[2] James Brennan, El Cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba 1955-1976. Buenos Aires: Waldhuter editores, 2015 [1994]: 207.
[3] Vid. Andrea Andújar, “Combates y experiencias: las luchas obreras en Villa Constitución (1974-1975)”, Taller 6, (1998): 93-146; James Brennan y Mónica Gordillo, Córdoba rebelde. El Cordobazo, el clasismo y la movilización social. Buenos Aires: Ed. De la Campana, 2008; Leónidas Ceruti y Mariano Resels, Democracia directa y gestión obrera. El S.O.E.P.U., la Intersindical de San Lorenzo y la Coordinadora de Gremios. 1962 – 1976. Rosario: Ediciones del Castillo, 2006; Natalia Duval, Los sindicatos clasistas: SITraC (1970-1971). Córdoba: Fundación Pedro Milesi, 2001; Daniel James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2005; Rodolfo Laufer, “El clasismo en el SMATA Córdoba, 1966-1972”, en Brenda Rupar, Ana Costilla, Guido Galafassi (comps.), Dirán hubo gigantes aquí: izquierda, peronismo y clase obrera en los `60 y `70, Ranelagh: Extramuros Ediciones, 2017: 115-138; Héctor Löbbe, La guerrilla fabril: clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires: 1975-1976. Buenos Aires: Ediciones RyR, 2009 [2006]; Federico Lorenz, Algo parecido a la felicidad. Una historia de la lucha de la clase trabajadora durante la década del setenta (1973-1979). Buenos Aires: Edhasa, 2013; Carlos Mignon, Córdoba obrera. El sindicato en la fábrica, 1968-1973. Buenos Aires: Imago Mundi, 2014; Pablo Pozzi y Alejandro Schneider, Los “setentistas”. Izquierda y clase obrera. (1969-1976). Buenos Aires: EUDEBA, 2000; Agustín Santella y Andrea Andújar, El Perón de la fábrica éramos nosotros. Las luchas metalúrgicas de Villa Constitución, 1970-1976. Buenos Aires: Desde el subte, 2007; Alejandro Schneider, Los compañeros. Trabajadores, izquierda y peronismo. 1955-1973. Buenos Aires: Imago Mundi, 2005; Ruth Werner y Facundo Aguirre, Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda. Buenos Aires: Ediciones IPS, 2009; Jorge Winter, La clase trabajadora de Villa Constitución. Subjetividad, estrategias de resistencias y organización sindical. Buenos Aires: Reunir, 2010.
[4] Ricardo Obregón Cano había sido Senador Provincial electo por el Departamento de Río Cuarto y por el Partido Justicialista en 1951, en 1954 renunció para asumir como Ministro de Gobierno de Córdoba, en 1962 fue elegido Diputado Provincial por la misma provincia. En 1963, durante la proscripción del Partido Justicialista, el Frente Nacional y Popular que lideraba Solano Lima lo propuso como candidato a Diputado Provincial, pero él renunció para propugnar el voto en blanco. En 1971 fue Delegado del Consejo Superior del Movimiento Peronista y presidente de la Junta Promotora del Partido Justicialista. Por su parte, Hipólito Atilio López tenía una considerable experiencia sindical, primero como delegado y luego como secretario general la Unión Tranviarios Automotor (UTA), que representaba a los conductores de ómnibus; y fue secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT). Además, era un referente sindical indiscutible del peronismo “legalista” que representaba a los sectores más progresistas vinculados a la “Tendencia Revolucionaria” que integraba a la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), Montoneros, y otros. A López se lo conocía como el “Negro”, apodo que referenciaba más que su color de piel, su origen popular y subalterno. Obregón Cano y López habían ganado las elecciones internas contra las opciones ortodoxas de la Mesa Redonda Peronista Permanente (MRPP) dirigida por Julio Antún y el núcleo “Unidad y Lealtad” liderado por Raúl Bercovich Rodríguez. Unos meses después del “Navarrazo”, en septiembre de 1974, Atilio López fue asesinado en Buenos Aires a manos de una patota de la AAA (Alianza Anticomunista Argentina). Diario La Voz del Interior (LVI), 22/08/1971, pp. 22, 26; Diario Córdoba, 19/09/1974, p. 1; Alicia Servetto, 73/76. El gobierno peronista contra las “provincias montoneras”. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2010: 35.
[5] No sólo contaban con el apoyo de Juventud Peronista y el sector “legalista” de las “62 Organizaciones”, sino también con el de gran parte de los referentes sindicales de izquierda. Algunos de ellos, como Agustín Tosco, Roberto Campbell, Hugo A. Rivero, Gregorio Flores, Jorge Canelles, Hugo Moro, Bernabé Reyes Martínez, Domingo Bizzi, Eduardo Castelo, Tomás Di Toffino, Naum Sánchez, Taurino Atencio, Felipe Alberti, Carlos Grzey; publicaron una solicitada exhortando a la clase trabajadora y sectores populares a votarlos en la segunda vuelta. Diario Córdoba, 13/04/1973, p. 5.
[6] A fines de los años ´60, los peronistas “legalistas” se definieron como el sector más dispuesto a la negociación con el Estado y a competir por el liderazgo de Perón. Se identificaban con una postura más progresista y, aunque también defendían la lealtad a Perón, cuestionaban la verticalidad a ultranza. En eso se diferenciaban de los “ortodoxos”, que se defendían el verticalismo como única forma de dar fidelidad incondicional a Juan Domingo Perón. Para ejercer una mayor representatividad sindical, los “legalistas” habían radicalizado su discurso a tono con las posturas de los “independientes” y “no alineados”. Estos últimos aglutinaban a gremios no peronistas y reivindicaban un sindicalismo democrático, antiburocrático y con amplia participación de las bases. James Brennan y Mónica Gordillo, Córdoba rebelde. El Cordobazo, el clasismo y la movilización social, Buenos Aires: De la Campana, 2008: 34-47.
[7] El “Navarrazo” fue un golpe de estado provincial ocurrido el 28 de febrero de 1974. Ese día, el por entonces Jefe de la Policía provincial Teniente Coronel (re) Antonio Domingo Navarro, derrocó al gobierno de Córdoba encabezado por Ricardo Obregón Cano y Atilio López. El período post-“Navarrazo” continuó el quiebre democrático en la provincia, ya que el presidente Perón –con aprobación del Congreso- ordenó la intervención federal. Alicia Servetto, “Córdoba en los prolegómenos de la dictadura. La política del miedo en el gobierno de Lacabanne”, Estudios 15, (2004): 144-151; Alicia Servetto, De la Córdoba combativa a la Córdoba militarizada, 1973-1976, Córdoba: Ferreyra editor, 1998.
[8] Diario Córdoba, 22/06/1972, p. 3; Revista Hechos y Protagonistas de las luchas obreras argentinas, Año 1, N° 1, enero de 1984, Buenos Aires: Editorial Experiencia, p. 12. Un año después se anunciaba que el gremio contaba con un superávit de 25 millones de pesos. Revista SMATA Córdoba, Nº 98, 02/04/1973, p. 1, 4.
[9] Diario Córdoba, 21/05/1972, p. 5; Diario Córdoba, 22/06/1972, p. 3. Otros casos donde un conflicto en un sector se ampliaba al resto de la fábrica o al conjunto de los trabajadores mecánicos, sucedieron en Renault, en contra del aumento del ritmo de producción en la línea mecánica, que derivó en un paro de 24 horas de todo el personal de Renault; y en Transax, a raíz de un accidente, donde se reclamó por falta de seguridad en las máquinas. Diario Córdoba, 20/10/1972, p. 5; Diario Córdoba, 12/01/1974, p. 5.
[10] Diario Córdoba, 20/08/1972, p. 5; Diario Córdoba, 12/12/1973, p. 7; Revista Hechos y Protagonistas de las luchas obreras argentinas, op. cit., p. 12. Cuando hablamos de “torrismo” nos referimos a la etapa en que el gremio era conducido por Elpidio Torres, hasta 1972. Su dirección se alineaba con el peronismo “legalista” pero, a raíz del fracaso en la huelga en 1970, fue tildado por las bases obreras como “burócrata”.
[11] En SMATA estaban encuadrados los trabajadores de una variada cantidad de fábricas dedicadas a la producción de automóviles, repuestos y accesorios; como también de trabajadores de concesionarias encargadas de la venta de los mismos. Entre ellas, la más importante era la planta de Renault instalada en barrio Santa Isabel, en el sur de la ciudad, donde trabajaban más de 10.000 obreros. Entre el resto de las fábricas estaba Transax, donde trabajaban casi 200 personas, Thompson Ramco con poco menos de 300, Grandes Motores Diesel con 540 obreros, ILASA y División Plantas Matrices-Perdriel con alrededor de 400 trabajadores cada una, e ILASA PBC con 150 trabajadores. Entre las concesionarias estaban: Agro Automotores, Piattini, Vicente Manzi y Tagle, Pablo García, Organización Automotor, Elías Sabagh y Cía. S.A., Calviño S.A., y otras. Diario LVI, 11/09/1969, p. 22; Diario Córdoba, 12/05/1974, p. 5; Diario Córdoba, 08/10/1975, p. 7; Revista SMATA Córdoba, Años 1971-1973; Mónica Gordillo, Córdoba en los ´60: la experiencia del sindicalismo combativo, Córdoba: Dirección general de publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, 1996: 48, 59. En las discusiones paritarias de 1972, para citar un ejemplo, en Transax la patronal había ofrecido un aumento del 18% desde enero de 1973 y 8% desde octubre del mismo año. Finalmente se logró un aumento acorde al resto de las fábricas mecánicas, del 42,5%. Para tener una noción comparativa, en el convenio de Perkins se había logrado un aumento salarial del 30%, al igual que en el Sindicato del Vestido. Por su parte, el Sindicato Obrero de la Industria del Papel y el Cartón y la Intersindical de Prensa obtuvieron 36%. Diario Córdoba, 19/12/1972, p. 3; Diario Córdoba, 05/02/1973, p. 3.
[12] Ana María Rodríguez, delegada de ILASA, delegada paritaria e integrante del MRS - Lista Marrón del SMATA, entrevista realizada en Córdoba el 30/09/2010 por Laura Ortiz.
[13] Censo Nacional Económico 1974, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, Dirección de Informática, Estadística y Censos de Córdoba.
[14]Revista Militancia Peronista para la Liberación, Año I, N° 16, 27/09/1973, pp. 10-11.
[15] Discurso de Agustín Tosco “Democracia o burocracia sindical”, Buenos Aires, 15/8/1973, Archivo de Audio, Archivo del Sindicato de Luz y Fuerza Córdoba.
[16] Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 21, 15/11/1973, p. 31; Revista Estrella Roja, Nº 22, 12/07/1973, p. 14.
[17] Discurso de Agustín Tosco, op. cit.
[18] Luego de su intervención Sierra debió enfrentar un proceso penal por estafa y apropiación ilícita de los fondos gremiales por 30 millones de pesos y por participar de la muerte del Cabo Ludueña en ocasión en que intentó tomar el sindicato con matones contratados. DiarioCórdoba, 11/09/1973 p. 1-2; Revista El Peronista, Año I, Nº 8, Córdoba, 4º semana de septiembre de 1973, pp. 2-3; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Buenos Aires, Año 1, Nº 17, 19/10/1973, pp. 22-24; Revista El Peronista, Año I, Nº 3, Córdoba, 24/07/1973, p. 12; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 21, 15/11/1973, p. 31; Revista Estrella Roja, Nº 26, 20/11/1973, p. 16.
[19] Diario Córdoba, 07/07/1973, p. 5.
[20] Diario Córdoba, 19/10/1973, p. 4; Diario Córdoba, 23/10/1973, p. 9; Diario Córdoba, 12/12/1973, p. 4; Revista SMATA Córdoba, Nº 112, 26/10/1973, p. 3; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 18, 25/10/1973, pp. 31-32.
[21] Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 21, 15/11/1973, p. 31.
[22] La Agrupación Amado Olmos denunció que la afiliación selectiva implicaba que cuando se presentaba una solicitud de afiliación, la dirección sindical se tomaba unos días para “averiguar sus antecedentes políticos” y que, si tenía antecedentes policiales por activista o “subversivo”, no podía afiliarse. Revista MilitanciaPeronista para la Liberación, Año I, N° 16, 27/09/1973, pp. 10-11.
[23] Diario Córdoba, 30/10/1973, p. 9; Diario Córdoba, 15/12/1973, p. 3; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 23, 29/11/1973, p. 30.
[24] Diario LVI, 02/03/1974, p. 9; Diario LVI, 07/03/1974, p. 12; Diario LVI, 09/03/1974, p. 12.
[25] Diario Córdoba, 26/03/1972, p. 4; Diario Córdoba, 27/05/1972, p. 5.
[26] Diario Córdoba, 28/05/1972, p. 4.
[27] En junio de 1973 la Agrupación peronista “7 de mayo” ocupó el Sindicato de Conductores de Taxis y exigió la renuncia de sus dirigentes, comenzando por su Secretario General Mauricio Labat, uno de los principales referentes del peronismo “ortodoxo” de Córdoba. Este núcleo formó una Comisión Provisoria desplazando a la anterior dirección sindical, a la que calificaban como “traidores al servicio del sistema oligárquico y represivo que ha sido derrotado por el pueblo con las recientes elecciones” y también los culparon de “enriquecimiento ilícito”. Agregaron que “Labat nos acusa de comunistas, porque estos traidores acusan siempre de comunistas a quienes quieren restituir la decencia a los gremios. Nosotros somos auténticos peronistas”. Esta Comisión Provisoria tuvo contactos con Atilio López y recibió la adhesión de la Juventud Peronista. Por otro lado, la Agrupación “17 de octubre” defendía a Labat y apuntaba que esa Comisión Provisoria era de comunistas, que estaba “entregada al imperialismo rojo” y que no les daba miedo la injerencia de funcionarios ni tampoco “la mano solapada del vicegobernador”. Diario Córdoba, 18/06/1973, p. 4; Diario Córdoba, 23/06/1973, p. 3; Revista Estrella Roja, Nº 22, 12/07/1973, p. 14. Por la misma época, el Peronismo de Base regional Córdoba, proclamaba que en el clima previo a la llegada de Perón al país, había que “barrer de todo sindicato” a la burocracia, como en Fiat Concord y Materfer, la Construcción y los taxistas. Al mismo tiempo que reclamaban el cumplimiento de los programas de Huerta Grande, La Falda y 1º de Mayo, pedían el reconocimiento de las Comisiones Provisorias en Concord, Materfer y la Construcción. Volante del Peronismo de Base Córdoba, Junio 1973.
[28] Diario Córdoba, 08/07/1972, p. 5; Diario Córdoba, 29/07/1972, p. 5; Diario Córdoba, 24/08/1973, p. 4.
[29] Diario Córdoba, 27/06/1973, p. 4.
[30] L.U., dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), entrevista realizada en Buenos Aires el 27/01/1999 por Pablo Pozzi.
[31] Diario Córdoba, 29/10/1973, p. 4.
[32] Revista Estrella Roja, Nº 27, 17/12/1973, p. 15.
[33] Diario Córdoba, 08/11/1973, p. 4.
[34] Diario LVI, 04/03/1970, p. 15; Diario Córdoba, 13/04/1971, p. 1; Diario Córdoba, 15/09/1971, p. 5; Diario Córdoba, 27/08/1973, p. 7; Revista El Peronista, Año 1, Nº 6, 4º semana de agosto de 1973, p. 7; Pedro, trabajador de DINFIA-IME y luego Corcemar, militante de VC hasta 1973 y del PST desde el 1974, entrevista realizada en Córdoba el 26/07/1993 por Pablo Pozzi; Roberto Nágera, Delegado de Transax, miembro de la Comisión Directiva y delegado paritario,integrante del Movimiento de Recuperación Sindical - Lista Marrón del SMATA, militante de Vanguardia Comunista, entrevista realizada en Córdoba el 16/07/2010 por Laura Ortiz.
[35] Diario Córdoba, 26/01/1973, p. 4; Diario Córdoba, 25/11/1973, p. 3. Uno de los principales referentes del activismo en IME era el Luis María “Negro” Domínguez, militante de VC y dirigente de la Lista Morada y Blanca. Revista El Peronista, Año 1, Nº 6, 4º semana de agosto de 1973, p. 6.
[36] Diario Córdoba, 21/12/1973, p. 9.
[37] Diario Córdoba, 19/12/1973, p. 5; Diario Córdoba, 07/01/1974, p. 3; Revista SITRAP, 1974, pp. 110-113; RevistaYa! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 26, 20/12/1973, pp. 4-7; Revista El Descamisado, Año I, Nº 31, 18/12/1973, pp. 26-29; Revista Estrella Roja, Nº 28, 07/01/1974, p. 14; Revista Estrella Roja, Nº 29, 28/01/1974, p. 17.
[38] Ante esas acusaciones, Reginaldo Custodio Ramallo respondió que la JTP lo estaba difamando, al igual que “a cualquier dirigente que no se prestase a sus oscuros intereses”. También dijo que no era un traidor sino “leal a Perón”. Diario LVI, 15/02/1974, p. 11; Diario LVI, 21/02/1974, p. 15; Pedro, entrevista citada.
[39] La Lista Blanca estaba constituida por Emilio Núñez, Orlando Pucheta, Ermes Abatidaga, Carlos Figueroa, Mario Loyola, Nicolás Ramos y otros. En las elecciones de ATILRA de septiembre de 1972 la Lista Rosa, encabezada por Abelardo Arcé, obtuvo 622 votos; mientras la Lista Blanca 721 votos. Diario Córdoba, 19/08/1972, p. 3; Diario Córdoba, 12/09/1972, p. 4.
[40] Diario Córdoba, 15/10/1973, p. 7.
[41] Diario Córdoba, 18/10/1973, p. 3.
[42] Diario Córdoba, 18/01/1974, p. 4.
[43] El 13 de noviembre de 1973 los Comandos Eduardo Gimenez, 29 de Mayo, Miguel Polti, Lezcano-Polti, Taborda, José Sbédico, Adrián Toschi, Ferreyra-Martínez, Moisés Alter, integrantes de la Compañía Los Decididos de Córdoba del ERP, procedieron a tomar las instalaciones de la fábrica SanCor. Revista Estrella Roja, Nº 27, 17/12/1973, p. 7.
[44] Además de querer representar a las plantas productoras de caucho, se intentó encuadrar a los trabajadores de gomerías. La mayoría de las fábricas de caucho estaban ubicadas en la zona de Ferreyra: Armando López, Gomacord, Rubber y Giacomelli, que fue trasladada desde Alberdi. Goma Pons estaba ubicada en Alta Córdoba. Diario Córdoba, 04/10/1972, p. 4; Diario Córdoba, 30/10/1973, p. 9; DiarioCórdoba, 16/11/1973, p. 7; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 7, 10/08/1973, pp. 24-25; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 21, 15/11/1973, pp. 28-29; “Bolita”, delegado de Tubos Transelectric, miembro de la Mesa de Gremios en Lucha, militante de Poder Obrero y FAS, entrevista realizada en Pilar, Córdoba el 26/10/2011 por Laura Ortiz y Ma. Paula Puttini; Ramón, delegado del sindicato del Caucho, miembro de la Mesa de Gremios en Lucha, entrevista realizada en Pilar, Córdoba, el 21/10/2011 por Ma. Paula Puttini.
[45] Diario Córdoba, 19/11/1973, p. 3.
[46] Diario Córdoba, 04/10/1972, p. 4; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 21, 15/11/1973, pp. 28-29.
[47] Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 22, 22/11/1973, p. 30; Revista Ya! Es tiempo de pueblo, Año 1, Nº 23, 29/11/1973, pp. 6-7.
[48] Revista SITRAP, 1974, p. 24; Ya! Es tiempo de pueblo, Buenos Aires, Año 1, Nº 23, 29/11/1973, pp. 6-7.
[49] Ramón, entrevista citada.
[50] Revista Estrella Roja, Nº 28, 07/01/1974, p. 14.
[51] Ramón, entrevista citada.
[52] Diario Córdoba, 03/08/1972, p. 7; Diario Córdoba, 27/10/1972, p. 12; Diario Córdoba, 24/03/1973 p. 7, Manuel Anguita, trabajador de la construcción, entrevista realizada en Córdoba el 30/09/2011 por Laura Ortiz.
[53] Diario Córdoba, 16/05/1973, p. 7; Diario Córdoba, 01/07/1973, p. 3.
[54] Manuel Anguita, entrevista citada.
[55] El fondo de desempleo se operaba a través de una libreta que cumplía la función de indemnización, en la que la empresa registraba todos los años de aportes y cargas sociales. Según el sistema, si el trabajador renunciaba al finalizar el primer año de trabajo, le correspondía un 70% de su indemnización, si lo hacía al segundo año era el 50% y así continuaba en sentido descendente. De manera que al obrero le convenía renunciar al terminar su primer año de trabajo, lo que acentuaba aún más la condición de temporalidad del trabajo en la construcción. Incluso más, era común tener un acuerdo preestablecido con la empresa para que, luego de renunciar, se continuase trabajando en el mismo lugar. De esta manera, la empresa se ahorraba cargas por antigüedad. Manuel Anguita, entrevista citada.
[56] Revista El Peronista, Año I, Nº 9, 4º semana de octubre de 1973, p. 5.
[57] Conviene aclarar que el convenio que los regía no había sido suscripto por ellos sino por la Federación de la Carne. Revista El Peronista, Año 1, Nº 11, 3º semana de noviembre de 1973, p. 13.
[58] No sólo los despidieron sino que lograron que una comisión policial los detuviera en sus domicilios “por averiguación de antecedentes”. Hugo Junco era militante de la JTP. Diario Córdoba, 05/02/1973, p. 4; Revista El Peronista, Año 1, Nº 6, 4º semana de agosto de 1973, p. 10-12; Revista El Peronista, Año 1, Nº 11, 3º semana de noviembre de 1973, p. 13.
[59] Revista El Peronista, Año 1, Nº 6, 4º semana de agosto de 1973, p. 10-12.
[60] Ibídem.
[61] Diario Córdoba, 31/05/1973, p. 5; Diario Córdoba, 02/06/1973, p. 7; Revista El Peronista, Año 1, Nº 6, 4º semana de agosto de 1973, p. 10-12; Revista El Peronista, Año 1, Nº 11, 3º semana de noviembre de 1973, p. 13.
[62] Silvia Romano et. al. Vidas y ausencias. Destinatarios de la represión. Córdoba 1969-1983, Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, 2010: 28, 39, 69, 91, 100, 120.