Reseña

 

Marks, Robert, “Los orígenes del mundo moderno. Una nueva visión”, trad. por Joan Lluís Riera, Barcelona, Crítica, 2007, 348 págs.

 

Durval Alejandro Campo

Universidad Nacional de Salta

Durval014.ac @gmail.com

 

La obra de Robert Marks invita a pensar y reflexionar nuevos temas y problemas desde una perspectiva global y ecológica, cuestionadora de las miradas eurocéntricas que dominaron la práctica historiográfica de la Historia Moderna y Contemporánea mundial.

A lo largo del libro se puede observar que el autor recupera las contribuciones de Dennis Flynn, Arturo Giráldez[1], André Gunder Frank[2], Kenneth Pomeranz[3] y la Escuela de California. Tanto los aportes de Flynn como los de Giráldez se pueden observar en el tercero y cuarto capítulo, donde Marks comparte el papel importante que tuvieron en la conformación de un mercado mundial la colonia de Manila y la plata americana como impulsoras de una economía a escala planetaria en la llamada primera globalización. Esta óptica considera que China tuvo un papel central en la economía mundial entre los siglos XVI al XVIII.

André Gunder Frank tiene una gran influencia a lo largo del libro. En la introducción, Marks incorpora su crítica al eurocentrismo, y en los capítulos uno y tres, donde recupera los planteos del economista alemán sobre el rol de la plata en la economía mundial, afirmando que esta “hacía que el mundo girara” y fuera muy importante en las relaciones comerciales.

 Por último, la obra Kenneth Pomeranz “The Great Divergence” es de referencia para Marks. Principalmente en la introducción y en los capítulos uno y cuatro, el autor señala que China tuvo un desarrollo similar al de Europa hasta el siglo XIX, incluso plantea que los “mercados chinos de tierra, mano de obra y capital” funcionaban igual o inclusive mejor que los mercados europeos.

Son estos los grandes exponentes que va a seguir Robert Marks a lo largo del libro siendo una constante fuente de consulta y sustento teórico desde una perspectiva global.

El libro se estructura en tres grandes apartados: introducción, capítulos y conclusión. Marks propone un análisis cronológico de largo plazo, desde 1400 hasta la actualidad. En consonancia con las líneas interpretativas que rechazan la existencia de una superioridad europea antes de la Revolución Industrial, el autor se propone develar que el ascenso de occidente es un fenómeno reciente, del siglo XIX. Cuestiona los planteos que señalan al Renacimiento y/o al descubrimiento de América como la génesis del vertiginoso progreso de Occidente en contraposición a las otras regiones del mundo.

Su búsqueda se orienta a responder interrogantes sobre ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿por qué surgió el quiebre que llevó a configurar el mundo que conocemos hoy? Entiende, que India y en especial China tienen un papel clave en el proceso que él denomina “la primera globalización”. Marks afirma que el punto de inflexión no fue en 1492 con el descubrimiento de América, tal como lo explica la historiografía tradicionalmente, sino que se produjo en 1571, “cuando España estableció su colonia de Manila en las Islas de Filipinas”[4].

Muestra que el impulso comercial de esta primera globalización está dado China que cumple el rol de gran centro industrial. Entre el siglo XVI y XVIII la plata que llega a Asia permitió el intercambio comercial de ingentes cantidades de porcelana y seda, que se distribuyeron en los mercados de Europa y América.

En los primeros tres capítulos del libro analiza el período de 1400 a 1800. Aquí se demuestra la superioridad económica de China y su injerencia a nivel global. Europa constituye un actor secundario en el panorama mundial de aquellos siglos según su perspectiva

Interesa rescatar algunos conceptos que propone el autor a lo largo de su narración. Uno de ellos es el de “antiguo régimen biológico”, que lo definió como “este juego malabar por el que las personas se defendían, si no perecían, de macro y micro parásitos”[5]. Hasta el siglo XIX las sociedades humanas estuvieron condicionadas por el espacio natural del cual dependieron para alimentarse, obtener energía y demás recursos necesarios para su supervivencia. Ese espacio natural mostró un gran déficit económico y biológico por sus recursos limitados de energía y de tierras para la producción agrícola y alimentación de una población creciente.

En los capítulos subsiguientes explica el quiebre del “antiguo régimen biológico”. El mismo se habría producido a finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, cuando la Revolución Industrial y los motores de vapor liberaron los límites impuestos por la naturaleza hechos que provocaron un crecimiento productivo y demográfico exponencial. Considera que en Inglaterra el tránsito del “antiguo al nuevo régimen biológico” fue gracias a las fuentes de carbón y sus colonias, es una de las explicaciones que deben ser consideradas a la hora de ver el nuevo papel principal que tendrá en la economía mundial. Desde una perspectiva ecológica, el autor plantea que en el siglo XIX se produce una división en regiones. Unas se mantienen en el antiguo régimen biológico empobrecidas, mientras que otras escapan de sus límites enriquecidas[6].

Marks rompe con la fabricación “mítica” que tendió a mirar la superioridad de Occidente como un proceso temprano. Explica, que el norte atlántico pudo alcanzar un nivel de crecimiento económico superior en el siglo XIX por múltiples factores, naturales, políticos, económicos e institucionales, que se conjugaron en el lugar y el momento correcto, beneficiados por eventos históricos y geográficos.

En el último capítulo realiza un salto temporal hacia el siglo XX. Señala que los grandes crecimientos de la población y de la industria global marcan un panorama sombrío para el ambiente. Demuestra que el crecimiento industrial y las guerras producidas a lo largo del siglo producen un cambio regional de la riqueza, que se desplaza desde Europa hacia Estados Unidos, el nuevo líder del capitalismo global.

 Marks analiza los cambios regionales que se produjeron tras la II Guerra Mundial, que obligan a volver la mirada en materia industrial, tales como el avance de Japón primero, y luego Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong, lo que provocó un movimiento en el eje económico volviendo a mirar hacia Asia como era hasta principios del siglo XVIII.

En síntesis, Robert Marks abre un abanico de tópicos historiográficos para pensar el largo plazo en relación a los cambios en la economía global. Una línea teórica y metodológica global y ecológica que, parte de problemas actuales, estudia el pasado para desmitificar el temprano ascenso de Occidente en la economía mundial.

La obra de Marks invita a historiadores latinoamericanos a integrar los aportes de la historiografía económica sobre Hispanoamérica a estos giros historiográficos, propuesto por el historiador, para así, tener una comprensión más completa de las reconfiguraciones e interacciones a escala planetaria. Este libro de síntesis constituye un punto de referencia para los estudiosos de historia moderna y de historia contemporánea que quieren abordar las problemáticas del periodo desde una óptica crítica, renovada y no eurocéntrica.



[1] Dennis O. Flynn y Arturo Giráldez, «Spanish profitability in the Pacific: The Philippines in the sixteenth and seventeenth centuries», Pacific Centuries: Pacific and Pacific Rim history since the sixteenth century, 1999; Dennis O. Flynn y Arturo Giráldez, «Cycles of Silver: Global Economic Unity through the Mid-Eighteenth Century», Journal of World History 13, n.o 2 (2002): 391-427.

[2] Andre Gunder Frank, ReORIENT: Global Economy in the Asian Age (University of California Press, 1998).

[3] Kenneth Pomeranz, The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy (Princeton University Press, 2000).

[4] Robert B. Marks, Los orígenes del mundo moderno una nueva visión (Barcelona: Critica, 2007), 121.

[5] Robert B. Marks, 66.

[6] Robert B. Marks, 183.